NOTA DE LA AUTORA: Queridos lectores, buenas madrugadas. Espero que se encuentren bien y de lo mejor, quizás no es hora de actualizar pero ya me había tardado, razón por las que nuevamente pido disculpas. En estos meses me pasaron cosas bastante desagradables, tuve pérdidas importantes causadas por la pandemia y realmente no tenía ánimos de escribir, espero que me entiendan, sin embargo, creo que la escritura puede ser mi catarsis y espero que lo sea. Perdón por no hablar de más detalles, pero ha sido algo muy difícil para mí. Continuaré con la historia sin duda alguna, y la terminaré, sólo pido su paciencia. Bueno, creo que ya escribí demasiado, así que ¡a leer!

Perdonen por no contestar sus reviews esta vez, estoy un poco escasa de tiempo, pero les aseguro que leo todo lo que me dejan, lo aprecio y lo valoro; me animan muchísimo a seguir con esto; les agradezco sus palabras sobre todo a josmardata36, Xaori, Darkmatter Black, manu y Lady Gigante. Los abrazo chicos.


ACCIDENTALLY IN LAW 24

Por Light of Moon.


CAPÍTULO 25: IMPREVISTO

Durante el resto del día evadió a su esposo y pidió la cena para comer en la recámara, le dijo a su mucama que avisara a la familia que se había sentido mal y por eso no había bajado a acompañarlos, pero la realidad era que no tenía humor de salir. Además del mal rato patrocinado por la querida ex novia de su esposo en parte era cierto que físicamente no estaba de lo mejor. Desde que llegaron de Italia se había sentido ligeramente más cansada de lo normal y cualquier actividad cotidiana la dejaba inusualmente cansada, sin contar que aún no había logrado sobreponerse del cambio brusco de horario.

Ginna que desde que llegó se había convertido en su mucama casi exclusiva, ya conocía un poco los gustos de la nuera de los Kennedy y sabía que cuando no estaba de mejor humor una taza de chocolate caliente con malvaviscos y un muffin de vainilla lograba animarla un poco.

La pelirroja agradeció las atenciones de la amable empleada de servicio que en efecto mejoraron en demasía su humor y en cuanto terminó de cenar, se dio un baño para luego ponerse la pijama y meterse en la cama.

Una vez que se acostó fijó la vista en el techo, pensando en lo que había sucedido; era evidente que su esposo estaba sumamente celoso de Joey, sin embargo, no era esto lo que le ofendía, lo que le cabreaba era que todo ese show había sido orquestado por la resbalosa de Stacy. La ex novia de su marido se había convertido en un verdadero dolor de cabeza; con este acto le demostraba no sólo que iba a hacer lo posible por fastidiarle la vida, sino que también no se iba a detener hasta destruir su matrimonio. Esa mujer iba a por Leon y no iba a rendirse hasta conseguirlo. No dudaba del amor del ex policía, sin embargo, le ofendía de sobremanera que este cayera tan fácil en las intrigas de la hija de los Watson. ¿Cómo podía Leon siquiera tomar en cuenta las opiniones malintencionadas de Stacy cuando él de sobra sabía de lo que ella era capaz de hacer?

No lo entendía, no lo entendía de ninguna forma, sin embargo, no se sentía con la autoridad moral de reclamarle porque aún había un pequeño detalle de por medio, y ese pequeño detalle era Joey Kennedy.

Si bien es cierto, ella jamás tuvo algo que ver con el hermano de su esposo, y que no se atrevería a traicionarlo, también era cierto que Joey sentía algo por ella, algo más que una amistad, aunque él nunca se lo hubiera confesado expresamente.

Dios, ¿por qué le había pasado esto a ella? Joey era una maravillosa persona, de buena familia, buena posición económica, atractivo, inteligente, un gran conversador… Tenía todo para obtener la atención y mantener vivo el interés de cualquier mujer, pero de todas las mujeres en el mundo, se había fijado en ella. Si quizás se hubieran conocido antes, en otras circunstancias… No, definitivamente no, no se imaginaba con otro hombre que no fuera Leon S. Kennedy. Y esa era su bendición y si las cosas salían mal, también su peor maldición y condena.

El matrimonio era un asunto tan complejo, una total moneda al aire; ahora entendía a qué se referían todas esas personas casadas cuando expresaban que la vida de casados era una tarea difícil de sobrellevar.

"Y más aún si tu matrimonio fue un accidente." Pensó con su característico humor ácido.

Continuaba perdida en sus cavilaciones cuando escuchó que la puerta de la recámara se abrió y por el sonido de las pisadas, dedujo que era Leon quien ingresaba al aposento.

Su esposo entró sin hacer ruido y se metió en el baño para lavarse los dientes y posteriormente pasó por el vestidor a ponerse la pijama. No había hablado con Claire desde que habían tenido su altercado por la tarde y esa situación le ponía los nervios de punta; acostumbrado a siempre mantener sus emociones a raya y su entorno bajo control, le provocaba ansiedad el no saber cómo acercarse a su mujer. Quería arreglar las cosas, pero no sabía por dónde empezar.

Finalmente se acercó a la cama para meterse también en las cobijas y observó que Claire estaba recostada en su lado de la cama, revisando el celular sin siquiera voltear a mirarlo.

Después de unos minutos donde la tensión era palpable, decidió que tenía que ser él quien tenía que dar el primer paso para romper el hielo.

—¿Cenaste algo? —Preguntó mirándola fijamente.

—Ginna me subió una taza de chocolate caliente y unos muffins. —Respondió con indiferencia y continuó revisando su teléfono móvil.

El asintió y se recargó en la cabecera con visible frustración. No quería irse a dormir sin antes haber arreglado este inconveniente.

—Claire, lo siento.

Al escuchar estas palabras, ella dejó el celular en la mesita de noche y prestó total atención a su cónyuge.

—Me porté como un estúpido y me arrepiento; estaba celoso, no pensé bien las cosas y…

—Leon, —lo interrumpió diciendo su nombre con suavidad, —sé que estabas celoso y aunque no lo justifico, entiendo que te sintieras así. Yo no te conté lo que estaba pasando con Joey y la situación se prestó para malas interpretaciones. —Se sinceró, sintiendo que no podía dejar que su marido cargara con toda la culpa de su reciente problema marital. —Sin embargo, no es eso lo que me ofende; lo que realmente me pone mal, es que caigas en las sucias trampas de Stacy. Sabes perfectamente que esa mujer nunca ha aceptado el hecho de que ahora yo sea tu esposa y siempre está buscando la oportunidad de crear problemas entre nosotros. Francamente, no entiendo como puedes seguir creyendo en ella, cuando tú ya la conoces y tienes conocimiento de hasta dónde es capaz de llegar con tal de salirse con la suya.

Maldita sea, ella tenía razón. Había mordido el anzuelo y gracias a los celos no se había detenido a pensar el mensaje oculto que contenían sus acusaciones.

—Toda tu vida has sido un hombre sensato, nunca actúas por impulso y hoy me dio la impresión que fue justamente lo sucedió. —Resaltó ella cruzándose de brazos. —Acepto mi parte de culpa, pero no quiero aceptar que tengamos un problema cada que a Stacy se le ocurra inventar una intriga. Y peor aún, una intriga que podría afectar directamente a tu familia.

Y todo aquello era verdad. Independientemente de los problemas que a nivel pareja esa mujer podría causarles, sus intrigas cada vez escalaban más lejos. La dama no tenía escrúpulos y al pretender involucrar a Joey en todo esto, no le quedaba duda de que la chica Watson iba a pasar encima de quien fuera necesario para obtener lo que quería. Incluso aunque tuviera que provocar una ruptura dentro de la familia Kennedy.

Él suspiró, no tenía argumentos para defenderse.

—Tienes razón, cariño. —Afirmó y se acercó a ella para abrazarla, gesto que ella no rechazó. —Te prometo que no volveré a permitir que Stacy cause un problema entre los dos. Sólo me interesa hacer las paces contigo. ¿Me perdonas?

Claire no respondió y en cambio lo besó en los labios suavemente, en señal de que el problema se daba por finalizado, continuando su faena bajo las sábanas.

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—¿Estás segura de que estarás bien?

—Totalmente.

Leon la abrazó fuertemente por la cintura, aún renuente a dejarla ir.

—Sabes que puedo acompañarte sin ningún problema. O podemos volar en el jet privado de la familia.

—Prefiero que te quedes aquí, la Compañía te necesita; sólo me ausentaré tres días, Rebecca va a recibirme en el aeropuerto. No te preocupes por mí. —Dijo ella para tranquilizar a su esposo, regalándole una sonrisa brillante. —Además, prefiero un avión comercial.

Enseguida una voz femenina anunció por los altavoces del aeropuerto que los pasajeros con destino a Chicago ya tenían que abordar el avión.

—Bien, creo que debo irme.

—No olvides llamarme en cuanto aterrices y cada que tengas oportunidad.

—No lo olvidaré, lo prometo.

Le dio un beso cálido en los labios y caminó por el andén con su bolso, mientras se despedía agitando la mano hasta que perdió a Leon de su vista y tomó su asiento de primera clase.

Los siguientes días luego de esa discusión transcurrieron con relativa normalidad, con la salvedad de que la pelirroja seguía sintiéndose desmejorada y bastante cansada, además de no lograr conciliar el sueño por las noches, consiguiendo unas enormes ojeras que se asomaban bajo sus ojos..

Un par de somníferos habrían arreglado el problema de insomnio para cualquier persona, sin embargo, desde el secuestro de la isla en 2012 y debido a su exposición al virus del T-Phobos, no le era posible tomar cualquier medicamento controlado sin la supervisión de su médico de cabecera, que en este caso, se trataba de Rebecca Chambers. La médico actualmente radicaba en Chicago ejerciendo la profesión de investigadora y profesora de tiempo completo en una de las universidades que estaban incorporadas a la B.S.A.A.

El viaje sería relativamente corto, así que decidió relajarse durante las horas de vuelo. Se colocó los audífonos y se acurrucó en el asiento junto a la ventana de repente sintiendo la pesadez de la falta de sueño. Se abrochó el cinturón y al poco tiempo se quedó profundamente dormida.

Sentía que no había pasado mucho tiempo desde que se había dormido cuando escuchó por los altavoces del avión la voz del capitán indicando el aterrizaje próximo. Había perdido toda noción del tiempo ya que fue un abrir y cerrar de ojos su llegada a Chicago en donde Rebecca Chambers ya la esperaba.

Una hora más tarde después del aterrizaje se encontraba texteando con su marido, indicándole que ya estaba cerca de la clínica de la universidad en donde Rebecca Chambers laboraba; no era usual que ella atendiera pacientes haciendo su labor de médico y menos en un campus universitario pero su caso era especial. Desde que había sido expuesta al virus en 2011 tuvo que ser vigilada los primeros días por los expertos, sin embargo, después de todas las pruebas pertinentes consideraron que no fue necesaria una intervención médica de tiempo completo, tal y como había sucedido en su momento con Jill, Sherry y el joven Muller, ya que la exposición había sido mínima para solo crear anticuerpos al virus y fortalecer su sistema inmunitario. Luego entonces, Rebeca Chambers se había convertido en su médico de cabecera lo cual le acomodaba de maravilla, ya que se habían vuelto grandes amigas.

—Ya llegué a la clínica. —Le dijo a su marido en cuanto se bajó del taxi, cargando su pequeña maleta y su bolso.

—Llámame en cuanto puedas, cariño. Te amo. —Le contestó al otro lado de la línea.

—Claro. Te amo.

Colgó y sonrió. No podía creer que apenas tenía unas horas sin verlo y ya lo extrañaba demasiado; nunca imaginó que podía llegar a enamorarse tanto y ser correspondida por la persona a quien ya consideraba a lo que la gente llama "el amor de su vida". Ser así de feliz con quien mucho tiempo consideró sería sólo su mejor amigo, si que fue una jugada maestra de la vida. Esperaba que Rebecca diera un diagnóstico rápido y pudiera regresar cuanto antes.

Caminó dentro del campus hasta los laboratorios y justo en el primer escritorio se encontró con la pequeña figura de una mujer de cabello corto y facciones de muñeca vistiendo un suéter de cuello alto bajo una bata de hospital. La encontró estando bastante concentrada tomando unas anotaciones en un cuadernillo cuando de repente notó la presencia de su amiga.

—¡Claire! ¡Llegaste antes!

Inmediatamente la mujer de ciencia se puso de pie y le dio un abrazo a su amiga.

—¿Por qué no me llamaste? Pude haber ido a recogerte al aeropuerto.

—No quise ser inoportuna, además ya haces mucho recibiéndome en medio de tanto trabajo. —Explicó.

—Ninguna molestia, ya sabes que disfruto tu compañía.

Las amigas platicaron durante aproximadamente media hora acerca de trivialidades hasta que Becca comenzó a hacerle preguntas clínicas.

—Entonces, dices que tienes problemas de sueño, mareos y náuseas constantes.

—No son constantes, sólo por las mañanas.

Rebecca la miró de arriba a abajo pero siguió sin decir nada. Continuó por tomarle la temperatura, revisar su respiración, ritmo cardíaco...

—Realmente sólo vine a un chequeo general y a que me recomiendes algún medicamento para dormir.

—Me gustaría hacerte unos estudios de sangre primero. —Comentó la médico y ante esta acción una mueca de preocupación se pintó en el rostro de la pelirroja.

—¿Exámenes médicos? ¿Pasa algo?

—Nada grave, es sólo que me gustaría revisarte a fondo. No te preocupes.

Diciendo esto, pasaron a hacer la recolección de las muestras de sangre que inmediatamente Chambers canalizó con su laboratorista.

—Listo, por la tarde me entregarán los resultados que necesito. —Dijo la castaña mientras observaba a Claire acomodarse la manga de la blusa. —¿Te gustaría salir a almorzar mientras esperamos tus resultados?

—Claro, sirve que me ayudas a buscar un hotel para hospedarme hoy.

—Por favor Claire, puedes quedarte en mi casa.

Becca dejó la bata en el perchero y tomó su abrigo y las llaves de su auto, quería asegurarse por ella misma que su amiga comiera algo y que estuviera bien; no quería adelantarse a nada, pero ya tenía bastantes sospechas de lo que estaba pasando.

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Era bastante tarde y aún le quedaban muchos pendientes en la oficina; hoy tenía algunos problemas de concentración, a pesar de que Claire le había dicho hace un par de horas que iría a comer con Rebecca y que por la tarde le entregarían los resultados de unos análisis de sangre que le había hecho, él se sentía intranquilo. No era un hombre que cualquier cosa lo pusiera tenso, pero el pensar que Claire podía estar enferma, lo inquietaba. La Redfield se había convertido en su mundo y no estaba dispuesto a ponerla en riesgo por ningún motivo.

De repente, alguien tocó su puerta, sacándolo de sus pensamientos.

—Adelante.

Era Stacy.

Suspiró. No le hacía mucha gracia tener que estar en compañía de esa mujer, pero antes que nada, él era una profesional.

—¿Qué se te ofrece? —Preguntó educadamente.

—Vengo a mostrarte el proyecto terminado del boceto para los ganaches de las ventas de primavera. —Dijo la exuberante mujer que cargaba unas carpetas en las manos y le mostró los diseños que tenían que tener su previa aprobación.

Le dio una mirada rápida y continuó con la vista en la computadora.

—Están correctos, ya puedes enviarlo al área de producción.

—Leon, ni siquiera viste nada y la estrategia de publicidad es importante. Estamos en temporada baja y buscamos al menos recuperarnos en las ventas por el marketing. —Reprochó.

—Confío en tu buen gusto.

—Vamos Leon, no tienes por qué estar a la defensiva siempre. —Se sentó en la silla que estaba frente al escritorio. —Creo que empezamos a trabajar con el pie izquierdo o que han quedado cosas pendientes entre nosotros que han generado malos entendidos.

El agente en retiro no tenía humor ni ganas de enfrascarse en una discusión con Stacy a causa de no prestarle atención, por lo que decidió que era lo mejor hablar con ella ahora y ahorrarse un drama.

—Es cierto que fuimos novios hace mucho, pero vamos Leon, han pasado años desde ese momento y tú y yo somos adultos, tú estás casado ahora y eres feliz, ¿no es así? No veo porqué tienen que existir problemas entre los dos, si después de todo trabajamos juntos para proteger los intereses de nuestras respectivas familias. ¿Por qué no intentamos ser amigos? después de todo, tú y yo buscamos lo mismo.

Las palabras de la mujer le sorprendieron, era la primera vez desde que la conocía que la escuchaba hablar de una manera tan madura y aunque le costara aceptarlo, finalmente ella tenía razón y le alegraba de sobremanera que entendiera que él estaba casado y que no podían aspirar a algo más que la amistad. Y si tenían que verse siempre, no veía porque la relación no podía ser más cordial. De todas maneras, tenía que reconocer que habían buen equipo.

—Supongo que tienes razón. —Se encogió de hombros.

—Me alegra que pienses igual. Somos adultos Leon, lo que pasó quedó en el pasado y ahí debe quedarse. —Terminó esbozando una sonrisa radiante. —¿Qué te parece si salimos a comer para celebrar nuestra amistad?

—Me encantaría, Stacy, es sólo que tengo demasiado trabajo y no me puedo dar el lujo de salir de la oficina. —Se disculpó declinando la invitación.

—Pero me supongo que no has comido, permíteme al menos ordenar algo de comer y acompañarte. —Ofreció levantando el teléfono dispuesta a ordenar.

El rubio lo dudo unos segundos, pensaba que quizás su ex novia se estaba adelantando mucho en esta nueva relación de amistad, pero por otro lado, si ya iban a comenzar a tener otro tipo de trato, quizás valía la pena empezar desde ahora. Además, se estaba muriendo de hambre.

—Está bien. —Terminó aceptando.

—Excelente. Sirve que no perdemos tiempo y aprovechamos para trabajar.

Al agente en retiro le pareció una excelente idea, ya que podían adelantar bastantes asuntos pendientes y quizás hoy podría llegar temprano a casa.

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—Gracias por la comida Becca, en verdad extrañaba la comida rápida.

—Que conste que fuiste tú quien insistió en comer en un Burger King, no es lo más saludable que digamos.

—Realmente necesitaba esa hamburguesa, regularmente en casa no acostumbran ese tipo de comidas. —Explicó con nostalgia dándole un sorbo a su vaso de refresco.

—Wow, Claire. tu nueva vida sí que suena a ser bastante glamurosa. —Dijo mientras caminaban por el estacionamiento del campus.

—A veces no es tan bueno como parece, son demasiadas reglas, protocolos... —explicó sintiéndose abrumada. —Nunca me había importado guardar las apariencias, pero ahora parece ser lo más importante.

—Me imagino. La familia de Leon pertenece a las más altas esferas de la sociedad. Nunca pensé que el origen de tu marido fuera una cuna de oro.

—Yo tampoco. —Admitió genuinamente.

—¿Pero cómo? ¿No te lo había dicho en todo el tiempo que duró su noviazgo?

Demonios, ya había metido la pata.

—Digo, claro que lo sabía, pero me refiero a que yo tampoco lo imaginaba.

—En eso tienes razón, ¿por qué alguien que tiene la vida resuelta se dedicaría a este negocio?

Al parecer había logrado salvar su pequeño desliz. Afortunadamente Rebecca no era una persona que preguntara de más ni de una curiosidad insaciable. Al parecer, esa respuesta había sido suficiente.

Estaban a punto de entrar al consultorio privado de la médico, cuando uno de los estudiantes le entregó los resultados que le había enviado directamente el laboratorista.

—¿Te entregaron tan rápido los resultados? —Preguntó la pelirroja mirando el sobre que un joven acababa de darle a su amiga.

—Ventajas de ser el ratón de laboratorio de la universidad. Pero vamos, entremos al consultorio, ya quiero ver tus resultados.

Ambas mujeres entraron a la pequeña oficina minimalista de Chambers, en donde Claire se sentó en el asiento frente al escritorio mientras Rebecca abría el sobre con los estudios médicos y leía con atención los resultados.

La pelirroja notó que leía una y otra vez los resultados y de vez en cuando levantaba las cejas con sorpresa.

—¿Qué pasa? —Se animó a preguntar después de que su interlocutora no articulaba palabra alguna.

—Claire, ¿hace cuanto tiempo usas el DIU? —Preguntó Chambers.

—Hace un par de años, dos o tres como máximo. Era muy irregular y me ha ayudado bastante con mis periodos. —Explicó con naturalidad.

Rebecca se mordió los labios, ocultando una sonrisa involuntaria.

—Quizás debas llamar a Leon.

—¿Por qué? ¿Qué es lo que ocurre? —Pidió comenzando a alterarse realmente.

—Encontramos la causa de tus malestares; tienes cuatro semanas de gestación.