¡Hola a todos! Espero y hayan pasado unas increíbles fiestas de fin de año y este 2016 este lleno de triunfos y logros para todos ustedes. Empecemos el año con el pie derecho y yo lo comienzo poniendo al corriente mis historias empezando por ésta, para después actualizar también mis demás historias.
En el episodio anterior vemos que Claire y Leon tienen una relación perfecta, pero como lo vimos al inicio de este fic, algo pasó entre ellos para que este hermoso noviazgo se rompiera y de la peor manera. ¿Qué pudo haber sucedido? Eso lo que veremos en el capítulo de hoy. ¡Disfruten!
MISSHARPERREDFIELD: Me alegra que esta historia te esté gustando, el capítulo 2 fue tierno pero hoy empieza el drama del agente Kennedy jajaja (risa malévola) Espero y el episodio de hoy también te guste! Gracias por leer!
GeishaPax: Su solicitud ha sido admitida y hoy empezará el drama y el sufrimiento para ambos. Viene mucho drama es lo que te puedo adelantar, así que confío en que va a agradarte aún más! Gracias por el review!
Frozenheart7: No tan rápido querida! Piers aparecerá pero él no será el culpable de que todo se vaya al carajo! Hoy te enterarás el por qué. Gracias por seguir la historia :')
"Shot through the heart
and you're to blame.
You give love a bad name
I play my part and you play your game.
You give love a bad name!"
—Bon Jovi, You give love a bad name.
CAPÍTULO 3: JUGANDO CON FUEGO
Eran las 7:15 de la mañana y el día transcurría como cualquier lunes por la mañana. Claire y yo estábamos sentados desayunando ensalada de frutas y café antes de irnos al trabajo. Después de terminar nuestro desayuno la pelirroja tomó su bolso y yo tomé las llaves del auto para irnos juntos a trabajar.
A pesar de que ella tenía su propio auto; un Porsche amarillo y yo un Mustang deportivo en color negro, a ambos nos gustaba llegar juntos al trabajo y regresar de igual forma, por lo que la mayoría de las veces yo me encargaba de dejar a mi novia en el trabajo y pasar a recogerla a la hora de la salida.
— ¡Que tengas un lindo día, cielo.
Y despidiéndose de mí, me besó cálidamente en los labios para que después yo la ayudara a bajar del auto y cerrar la puerta detrás de ella.
— Nos vemos más tarde. — Le contesté mientras se alejaba y me lanzaba un beso con sus manos.
Después de dejar a Claire en Terra Save yo me dirigí a las instalaciones de la D.S.O. para estar puntual en el trabajo.
Al llegar a las oficinas, a la primera que encontré allí fue a Ingrid Hunnigan que yacía en su escritorio escribiendo frente a su ordenador.
— Hola. — Saludé amigablemente.
— Buenos días, Leon. —
— ¿Qué tal tu fin de semana? — Pregunté distraídamente mientras buscaba las llaves de mi oficina.
— Excelente. — Se limitó a decir sin interrumpir lo que tecleaba en la computadora.
— Me alegro. — Contesté girando la perilla de la puerta después de haber usado la llave. — Que tengas lindo día.
— Igualmente.
Ingrid Hunnigan, siempre seria, siempre ocupada, siempre elegante. Desde que la conocí, esa mujer había captado mi especial atención por su interesante personalidad, específicamente por el sutil desdén que siempre mostraba hacia mí, aunque yo sabía muy bien que en el fondo no le era indiferente. De no ser porque ahora estaba con Claire yo hubiese seguido insistiendo con mis constantes galanterías hacia ella y no iba a rendirme hasta que sucumbiera ante mí. Pero ahora que tenía algo valioso con mi novia no quería ser tan imbécil como para arriesgar mi relación estable por una aventura con Hunnigan, a pesar de que la fidelidad no estaba en mi naturaleza. Pero esta vez deseaba esforzarme.
Cuando entré a la oficina todo estaba exactamente igual a como yo lo había dejado el viernes por la noche; documentos en el escritorio, las persianas entreabiertas, e incluso la taza de café sucia que había dejado al lado de la cafetera seguía allí.
Me senté en mi silla de cuero y me recliné en el escritorio para encender el ordenador, mientras tanto buscaría una pluma y un viejo cuaderno donde solía tomar anotaciones y que siempre guardaba en un cajón.
Al abrir mi cajón me di cuenta inmediatamente que alguien había estado en mi cubículo. Mirando dentro de la gaveta observé que había allí una rosa roja en perfecto estado al lado de una pequeña tarjeta con algo escrito en la parte trasera.
Antes de hacer nada e incluso pensar algo, me puse de pie para salir de mi oficina y buscar a Ingrid.
— ¿Pasa algo, Leon? — Preguntó la mujer cuando me vio de pie frente a ella.
— ¿Sabes si alguien entró hoy a mi oficina o alguna persona estuvo por aquí el fin de semana? — Cuestioné un tanto confundido a Hunnigan.
— Fui la primera en llegar y nadie entro en tu oficina, y sabes bien que el fin de semana sólo se presenta la gente de intendencia. — Contestó ella mirándome extrañada.
— Gracias… — Me limité a responder para regresar de nuevo a mi oficina.
Mirando aquélla rosa, me debatí seriamente si debía de leer el mensaje que estaba escrito en la tarjeta que la acompañaba, pensando si valía la pena o no descifrar aquél contenido. Movido más por la precaución que por la curiosidad, —ya que cuando se tiene un trabajo tan arriesgado como el mío, cualquier acto sospechoso por insignificante que sea puede traer consecuencias fatales, — tomé la rosa entre mis manos y leí el breve mensaje que estaba cuidadosamente escrito con letra muy fina.
"Nos vemos hoy a las 3:00 pm en el parque White Forest. No llegues tarde."
La dichosa tarjeta en realidad era un citatorio para una reunión en el parque White Forest a las 3:00 pm. No tenía firma, pero conocía muy bien esa elegante caligrafía. En cuanto leía el mensaje sentí mi sangre correr rápidamente por mis venas, mi corazón acelerarse y mi respiración se comenzó a tornar pesada. Ahora deseaba más que nunca jamás haber leído ese mensaje.
Esa mañana fue para mí un calvario. Todos mis demonios se amotinaron en mi cabeza para torturarme y golpearme muy duro. Esa cita era mi odisea y yo estaba perdiendo ante el irresistible canto de las sirenas. Mi razón me decía que no debía acudir a esa cita, pero al final la debilidad triunfó sobre mí.
— ¡Hola, cielo! — Me respondió al segundo timbrazo una voz femenina que yo conocía muy bien.
— Claire… — Dije con la garganta seca con las emociones ahogando mi voz, — Hoy no podremos ir a comer juntos, tengo demasiado trabajo. — Mentí en mi sutil intento de sonar convincente en mi pobre explicación.
— Esta bien cariño, no te agobies. Llamaré a Chris para reunirme con él en mi hora de comida. Necesito ponerme al corriente con mi hermano.
No supe si sentirme mal o regocijarme de que mi pequeña farsa haya sido todo un éxito, pero aún con el remordimiento de haberle mentido a mi novia, respondí con voz monocorde:
— Nos vemos más tarde.
— Adiós, amor. — Se despidió la pelirroja con el mismo regocijo de siempre.
Después de aquella falacia, finalmente se llegó la hora de mi cita a ciegas y estuve allí quince minutos antes de la hora fijada. Extrañamente, esa tarde el White Forest tenía un aspecto distinto. Solitario y silencioso, el amplio parque invitaba al misterio, alimentando aún más mi ansiedad. El viento comenzó a resoplar levemente y como acto reflejo me llevé las manos a las bolsas de mi chaqueta cuando comencé a caminar de entre los árboles y el verdor que me rodeaba. Entonces la vi.
Elegante hasta lo imposible y con una hermosura que dolía. Sentada en una de las bancas más alejadas del lugar, yacía mi musa contemplando el lago expectante. Desde lejos pude contemplar sus piernas largas y blancas resaltadas por los zapatos de tacón y el vestido largo de color escarlata. Su cabello azabache le caía libre por los hombros y su expresión serena le daba el aspecto de una estatua tan hermosa como la Venus y tan impactante como la Diana Cazadora.
Me acerqué con pasos torpes hacia donde el bello ángel caído me esperaba, a la vez que el corazón me latía a mil por hora en el pecho y tragaba saliva constantemente.
— Llegas puntual. — Dijo con voz suave sin siquiera voltear a mirarme, continuando su contemplación del lago.
No supe qué decir ante ésta no sé si agradable sorpresa, pero cierto es que me perturbaba en lo más hondo.
— Siéntate. — Pidió ella señalando el espacio que había a su lado pero sin mirarme nuevamente a los ojos.
Obedecí en silencio a sus órdenes como si fuese un imbécil sin voluntad y me recliné a su lado, sin saber exactamente cómo me debía comportar.
A pesar de que ya habían pasado varios años desde que había conocido a esa mujer, su existencia para mí siempre había sido un misterio, un secreto que toda la vida me había calentado la cabeza y había robado mi sueño no pocas noches.
Como no tenía ni una mínima idea de qué se trataba el motivo por el cual me encontraba en este solitario parque con la enigmática Ada Wong, decidí que lo mejor era hablar con franqueza e ir directo al grano.
— ¿Qué es lo que quieres? — Pregunté con claridad importándome bien poco si mi tono de voz carecía de cortesías inútiles.
— Nada. — Contestó de inmediato. — Solo deseaba verte.
Diciendo estas palabras, finalmente se decidió a mirarme. Sus ojos intimidantes, sus rasgos finos y esa sonrisa perlada bastaron para que yo perdiera el control de mi mismo. Ada Wong siempre sería mi eterno talón de Aquiles y ella lo sabía muy bien.
— No entiendo. — Musité torpemente metiendo las manos en los bolsillos para cerrarlas firmemente en puños, escondiendo de ella mi incontrolable ansiedad.
— Es simple. Nuestros encuentros siempre han sido en medio de catástrofes o durante alguna lucha a muerte. Deseaba que esta vez fuera diferente, citándote en un parque como cualquier otra persona común. — Explicó la dama de rojo encogiéndose de hombros. — Además, deberíamos continuar lo que empezamos aquella noche. ¿No lo crees?
Y sonriendo seductoramente, me dio nuevamente una tarjeta elegante que contenía únicamente un número telefónico. Enseguida se puso de pie y se fue alejando de mí, paseándose por el enorme lago.
— ¡Ada, espera! — Grité en mi afán de detenerla, sintiendo que todo esto era una alucinación mía, y ella iba a desaparecer para siempre.
Inexplicablemente, Ada se detuvo y me miró de reojo para después dedicarme otra de sus sonrisas misteriosas y respondió:
— Piénsalo, Leon.
Y la musa escarlata, continuó su camino.
Después de que la perdí de vista, me fui directamente a mi auto y conduje rápidamente hacia las instalaciones de la D.S.O. necesitaba urgentemente estar solo.
En cuanto llegué a mi destino, entré directamente a mi oficina ignorando a Hunnigan y a todas las demás personas que allí se encontraban.
¿Qué demonios había pasado esa tarde? Sabía perfectamente que no debí haber ido a esa cita absurda y continuar con mi vida normal y apacible, pero también estaba consciente de que no estaba arrepentido por haber asistido. ¿Qué era lo que me había propuesto Ada Wong? Estaba claro que la mujer implícitamente me había sugerido un segundo o quizás más encuentros como el de esta tarde, aunque no me estaba invitando precisamente a jugar cartas o a practicar papiroflexia. Ada quería algo más y yo sabía exactamente qué era lo que deseaba, no por nada me dejó un número telefónico en donde pudiera llamarla. Mi euforia creció al pensar en las posibilidades, pero me estaba olvidando de alguien; Claire.
Ada era esa parte de mí que yo no podía dejar ir, pero Claire también era importante. La menor de los Redfield había sido mi puerto seguro, el bálsamo de mi corazón herido, era la mujer que le había dado luz a mi existencia oscura. Durante todo este tiempo ella se había dedicado en cuerpo y alma exclusivamente a mí y no merecía que yo me comportara como un patán. Pero el recuerdo de la dama de rojo me estaba matando, era como una enfermedad que me carcomía las entrañas y no había cura para ello. Yo estaba enfermo de Ada.
El resto del día transcurría agónicamente lento, hasta que al fin se terminó esa tormentosa jornada laboral y yo salí con más prisa que de costumbre, corriendo a mi auto para no demorarme en encontrarme con Claire.
Cuando llegue a Terra Save, encontré a la pelirroja caminando distraída hacia el estacionamiento, y yo en mi desesperación que me estaba consumiendo bajé del ostentoso Mustang para adelantarme a recibirla. La abracé por sorpresa estrujando su pequeño cuerpo contra el mío, como si yo fuera un niño asustado que corre a refugiarse en los brazos de su madre. Mi novia correspondió al efusivo abrazo pero notó la gota de tensión que había en el gesto de amor y cariñosamente tomó el rostro entre mis manos y me preguntó con ojos inquisidores:
— ¿Te pasa algo, cielo?
— Te extrañé demasiado. — Contesté con voz ahogada mientras me aferraba más a ella.
La pelirroja me miró con ternura y me besó suavemente en los labios, sintiendo un poco de alivio para toda mi perturbación interna que me sacudía violentamente.
— ¿Nos vamos? — Dijo dulcemente separándose de mí lentamente.
— Vámonos.
Estando dentro del auto, Claire repitió su rutina de amenizar nuestro viaje con música de Queen como cualquier otro día normal, sin sospechar ni un poco del infierno que yo estaba pasando.
Después de que llegamos a casa, la menor de los Redfield se apresuró a calentar la cena que se encontraba en el refrigerador, mientras yo permanecía en la sala fingiendo ver la televisión. Transcurridos unos minutos, la chica pelirroja me llamó para cenar y yo me levanté en automático para sentarme a su lado en la mesa.
El filete con verduras y puré de patatas se veía estupendo, pero yo apenas y toqué la cena a pesar de no haber probado alimento en mi hora de comida. Claire estaba de mejor humor que de costumbre y durante todo el tiempo que estuvimos sentados en la mesa parloteó alegremente sobre el encuentro que había tenido hoy con su hermano Chris Redfield. Yo no estaba escuchando nada de su conversación, pero era un agente entrenado y disimular era una de mis habilidades, así que podía seguir sumergido en mis pensamientos sin que mi novia se diera cuenta. Hacía una que otra pregunta ocasional para perfeccionar mi actuación y al parecer mi compañera se quedó satisfecha.
Me ofrecí a lavar los platos sucios y limpiar la cocina muy a pesar de que hoy no era mi día correspondiente de aseo del departamento. No tuve que insistir demasiado para que la pelirroja aceptara de buena gana, ya que a diferencia de mí, ella si había tenido un día laboral bastante pesado.
La menor de los Redfield se adelantó al dormitorio y yo me quedé colocando los platos en el lavavajillas y limpiando la mesa con mayor empeño que de costumbre. Necesita distraerme, no quería seguir pensando en el encuentro que había tenido esta tarde con la musa escarlata y mucho menos que Claire sospechara que algo estaba sucediendo.
Terminé mis tareas domésticas más rápido de lo que esperaba, y abatido apagué las luces de la casa para dirigirme a la habitación, tal vez y dormir era lo que necesitaba.
Cuando entré al dormitorio, estaba iluminado por la luz tenue de la lámpara de noche y encontré a la pelirroja sentada sobre la cama, vistiendo un camisón de dormir hecho de fina tela de encaje que dejaba ver la lencería de color rosa pálido, que indudablemente era una nueva adquisición.
Me senté en la orilla de la cama y Claire se colocó detrás de mí abrazándome por la espalda y metiendo las manos por debajo de mi camisa para acariciar mi abdomen mientras mordisqueaba el lóbulo de mi oreja. Sin que yo pusiera ningún esfuerzo de mi parte, la chica logró quitarme la camisa y dejarla en el suelo para después tumbarme de espaldas en la cama y colocarse encima de mí. Si hubiese sido otro día, este tipo de juegos de alcoba no habrían durado mucho antes de que yo le hubiese arrancado de un solo tirón su escasa lencería a la pelirroja, pero hoy no estaba de humor para esto.
No quería ser grosero con Claire, así que dejé que ella me besara y me acariciara como deseara, pero ella notó rápidamente mi falta de correspondencia a su entusiasmo y entonces se detuvo.
— ¿Qué pasa, Leon? — Preguntó ella sentándose a mi lado.
No deseaba herirla con mi actitud, pero sabía perfectamente que hoy no era mi día, así que decidí decirle un poco de verdad de lo que me sucedía:
— Estoy algo cansado, Claire. Hoy tuve un día pesado y preferiría dormir.
A pesar de mi patética explicación, la menor de los Redfield era una mujer sumamente comprensiva y lejos de enfadarse conmigo, me miró con preocupación y me dio un beso en la mejilla.
— Está bien, cariño. Descansa.
Y para terminar de abofetearme con guante blanco, me arropó tiernamente entre las sábanas y ella se durmió enseguida, sin pedirme ninguna otra explicación.
Me sentí fatal. La mujer que tenía a mi lado era única y no merecía de ninguna manera mis dudas sobre lo que sentía por ella. Claire era la única persona en el mundo que jamás me haría daño y la única que haría cualquier cosa por mí. Entonces mi decisión estaba tomada, continuaría con mi vida normal al lado de la pelirroja, dejando de importunarme por lo que pudo haber sido o no con la dama de rojo.
Eran casi las 3:00 de la mañana y yo no lograba conciliar el sueño y mi determinación flaqueaba cada vez más a causa del insomnio. ¿Ada por qué me haces esto? Todo el tiempo que estuve esperándola no tuve ni una señal de algún interés de su parte y ahora que mi vida estaba resuelta aparece para destruirla.
Estaba ansioso, atormentado y eufórico. ¿Y si después de este encuentro con la espía de rojo mi vida no volvía a ser la misma? ¿Qué tal si después de esto yo no volvía a ver de la misma manera a Claire? ¿Podría vivir eternamente con la duda de lo que hubiera sucedido? Ese mundo de posibilidades me estaba matando cuando una idea irresistible surgió de lo más hondo de mi cabeza. ¿Por qué no habría de descubrirlo?
Yo quería estar al lado de Claire, eso estaba claro, y conociendo el temperamento enigmático de Ada, lo más seguro era que deseara algo informal, secreto, clandestino. Esa estrategia estúpida y peligrosa embriagó mis pensamientos y casi enloquezco de euforia. Resolvería mis asuntos con la espía asiática de una vez por todas, confiaba ciegamente en mí y creía firmemente que mi plan no tenía margen de error.
Me aproveché del sueño pesado de Claire para caminar silenciosamente por el dormitorio hasta llegar a mi chaqueta de donde saqué la pequeña tarjeta que había recibido por parte de la musa escarlata y sacando mi teléfono celular, tecleé con agilidad el número para después encerrarme en el cuarto de baño, evitando a toda costa que la pelirroja pudiese escuchar algo.
— Ada, ¿cuándo podemos vernos?
A/N: Ada wait! No podía faltar esa frase en este capítulo. Creo que Leon no conoce el dicho de: "Quien juega con juego se quema" pero pronto va a comprenderlo. El agente Kennedy no puede resistirse a Ada, pero veremos cómo maneja la situación. ¿Y Claire? ¿Qué pasará con ella? Eso y más en el siguiente episodio.
Como ya lo saben, su opinión para mí siempre es importante, así que no duden en expresarse en los reviews.
¡Muchas gracias a todos por seguir y leer esta historia!
