¡Hola amigos! ¿Me recuerdan aún? Dios creo que ya ha pasado mucho tiempo desde la última vez que nos habíamos leído en esta historia, no me justifico pero mi último año en la universidad, aunado al trabajo y otras responsabilidades me habían dejado realmente muy poco tiempo para escribir y bueno no me gusta sacarme episodios por debajo de la manga, me gusta tratar de hacer un buen trabajo para ustedes. Espero y acepten mis disculpas procuraré que ya no suceda.

Por mi escases de tiempo, en esta ocasión no podré responder a los reviews, pero quiero que sepan que los leo todos y cada uno y los tomo en cuenta además de agradecerles infinitamente que se tomen un tiempo para comentar esta historia que con cariño redacto para ustedes; GeishaPax, MISSHARPERREDFIELD, Frozenheart7, Zhines, Diaraguila, Susara K1302, Kiss, Rose, Shizu-Jyo y Lexugim Greyrat muchísimas gracias por sus comentarios, espero y para la próxima actualización esta situación se nomalice y pueda responder personalmente cada uno de sus mensajes.

Así las cosas, queridos lectores, les tengo el episodio 4 de "Vivir por ella" agradezco la paciencia y bueno no los hago perder más tiempo. ¡A leer!

Agradecimiento especial a la hermandad del mal por todo el apoyo y amistad en estas locas aventuras, GeishaPax, Addie Redfield, Zhines y Frozenheart7. Las quiero niñas. :3


"Lucky I'm in love with my best friend

Lucky to have been where I have been

Lucky to be coming home again

Lucky we're in love in every way

Lucky to have stayed where we have stayed

Lucky to be coming home someday"

—Lucky, Jason Mraz


CAPÍTULO 4: DIA DE SUERTE

Sentía un leve hormigueo en mi brazo y la mitad de mi cuerpo entumecido por permanecer tanto tiempo en la misma posición. Era una tarde cualquiera de mayo, hacía mucho calor y el día estaba perfectamente soleado, clima perfecto para andar en bermudas, sandalias y camiseta. En cambio, yo me encontraba dentro de la casa, vistiendo una camisa, corbata, y un traje elegante color azul marino que me quemaba como los mil demonios, sintiendo que haría ebullición en cualquier momento.

— ¡Quédate quieto! —Regañó la pelirroja cuando miró que me moví un poco para sacudir mi mano que cargaba una pipa.

— ¿Por qué tengo qué hacer esto? —Me quejé en voz alta a la vez que me sacudía un poco para evitar entumecerme por completo.

—Porque eres mi modelo para mi próxima prueba de pintura.

—No recuerdo haber aceptado.

—Claro que lo hiciste. —Respondió ella sin dejar de recargar su pincel en el óleo.

—Estaba durmiendo Claire, no cuenta. —Insistí sintiéndome cada vez más incómodo por el calor.

—Que hables dormido no es mi problema, Kennedy. Igual aceptaste. —Se defendió la chiquilla tomando un nuevo color en su paleta y continuó dando pinceladas.

Me quedé callado mientras la Redfield trabajaba arduamente en su nueva obra de arte. Estaba realizando un posgrado sobre pintura contemporánea y necesitaba presentar un cuadro moderno con un modelo que posara para ella, y yo fui el afortunado. Es por ello que yo vestía un saco de invierno y camisa abrochada hasta el cuello en un día donde el clima superaba los 35° grados centígrados. Todo por cumplir los caprichos de mi pequeña mujercita.

De repente, la chiquilla dejó de pintar y colocó su pincel en uno de los bolsillos de la bata de pintura que llevaba puesta, tomando con su otra mano la paleta de pintora.

—He terminado, señor Kennedy. —Anunció la mujer de cabellos rojos con una sonrisa en el rostro.

Me estiré para recuperar rápidamente la movilidad de mi cuerpo y me acerqué hacia ella para contemplar su trabajo.

Sin duda alguna, Claire era una artista nata. Sobre un fondo azul oscuro con destellos blancos había pintado un retrato idéntico de mi persona, donde me apreciaba en posición semi-erguida, con una mano en el bolsillo derecho y la otra sosteniendo una pipa que apenas tocaba con los labios.

—Eres increíble, Claire… —Murmuró sorprendido sin dejar de apreciar su obra.

—Gracias. Aunque debo decir que esto no habría funcionado sino hubiese tenido un modelo tan guapo que posara para mí. —Dijo ella guiñándome un ojo y esbozando una sonrisa coqueta.

—Lo sé, pero aún no has pagado mis honorarios por ser tu modelo. —Continué siguiéndole el juego a la Redfield.

La pelirroja se acercó a mí lentamente y me tomó por la corbata, comenzando a aflojarla lentamente, a la vez que empezaba a desatar los botones superiores de mi camisa.

— ¿Cuánto le debo por sus honorarios, señor Kennedy? —Susurró sensualmente poniéndose de puntillas para acariciarme la barbilla.

—Mmmm… no lo sé, quizás si la pintora aceptara una cita conmigo esta noche. —Contesté colocando mis manos en la cintura para después descenderlas hasta sus caderas. —Una cena, usted y yo en un restaurant italiano, paseo por el muelle… ¿Qué dice?

—Interesante.

Me incliné suavemente y la besé gustoso tomándola por la cintura para llevármela en brazos hacia nuestra habitación y prepararnos para nuestra cita.


Sentí unas palmaditas en el hombro que me despertaron lentamente, abriendo los ojos poco a poco e incorporándome con torpeza.

Parpadeé varias veces mientras mi vista se acostumbraba a la luz y de repente no reconocí donde estaba y un malestar en mi cuello y en la espalda comenzó a aquejarme, hasta que escuché esa voz que me trajo de nuevo a la realidad.

—Perdona, Leon. No era mi intención asustarte.

Entonces volteé a mirar a la mujer que me llamaba por mi nombre. Recuperada y descansada, veía a mi dulce pelirroja recostada en la cama de hospital con su mano sobre mi hombro y yo recargado en uno de los costados.

—Descuida Claire, creo que dormí demasiado. —Dije a la vez que me enderezaba sobre mi silla.

Aún no terminaba de reponerme cuando entró una amable enfermera a traer una charola con el desayuno para Claire. La mujer cruzó un par de palabras y mimos con mi presunta esposa para animarla a comer, entonces aproveché para salir un momento y revisar mi PDA.

En verdad estaba estresado, demasiado tenso. No dudaba ni un poco de las habilidades de Chris en el combate y aunque el hombre me cayera como patada en las bolas, también reconocía que Piers era bastante bueno en su trabajo pero a pesar de ello la posibilidad de que ambos soldados no hubiesen salido con vida de aquel ataque era bastante alta. No deseaba escuchar una noticia así, no por mí, sino por Claire. Sería un golpe fatal para su tierno corazón el perder a su hermano y marido al mismo tiempo, no podría recuperarse jamás.

Di un suspiro hondo y encendí el aparato electrónico para revisar el correo. Ya habían pasado más de cuarenta y ocho horas de la desaparición del capitán Redfield y el teniente Nivans y seguramente ya habría algunas noticias. Deslizando con mis dedos la pantalla de la PDA verifique que efectivamente había novedades. Con toda la cama del mundo y los nervios de acero que solía usar en las misiones peligrosas abrí el mensaje y comencé a leerlo lentamente.

Después de los instantes de tensión, eran buenas noticias. Habían encontrado a Piers y a Chris en un hospital de un poblado cercano en donde ambos estaban bajo cuidado médico, Nivans con leves lesiones y Chris con una contusión en la cabeza que lo tenía en un estado de salud delicado pero estable. Me sentí profundamente aliviado al saber que ambos agentes estaban con vida, sobre todo por la mujer de mis desvelos.

Volví hacia la habitación y la encontré sola en su cama, mientras desayunaba ensalada de frutas, galletas integrales y una taza de té.

—Leon, ¿ya desayunaste algo? —Preguntó mi pelirroja al verme entrar, mirándome preocupada.

—Aún no, iré a comprar algo a la cafetería. —Contesté casi en automático.

—Toma algunas de estas galletas por favor, es tarde y te hará mal no desayunar. —Dijo preocupada mi presunta esposa tomando parte de su almuerzo.

Sonreí como un imbécil, me era inevitable. Hacía tanto tiempo que no veía esos ojitos azules mirarme consternados por algo tan simple como que yo consumiera alimento. Era difícil, muy difícil no subirse a una nube de expectativa.

—Gracias. —Respondí finalmente cediendo a su petición y aceptando un par de galletas integrales.

La chiquilla sonrió complacida tal y como lo hacía cuando se salía con la suya haciéndome recordar mil momentos que compartimos juntos que por poco y me olvidaba de darle las buenas nuevas.

—He recibido noticias acerca de tu hermano y de Piers.

La pelirroja de repente se quedó pasmada y muy atenta. Noté un pequeño brillo en sus ojos que delataba que se había asustado, quizás suponiendo que no eran buenas noticias. No podía permitir que se alarmara, sobretodo, ahora que las noticias no eran muy buenas que digamos.

—No te asustes, ambos están bien. Están en un hospital de una comunidad cercana, con heridas leves pero nada de cuidado.

— ¡Dios mío! —Exclamó empalmando ambas manos sobre sus labios rosados y continuó: — ¿Me estás hablando en serio?

—Totalmente. —Afirmé con seriedad.

Nuevamente, otra expresión de cariño volvió a tambalear mi serenidad. Mientras permanecía inmóvil a su lado, ella tomó un impulso desde el colchón de su cama y se lanzó hacía mí en un abrazo efusivo, aferrándose con fuerza a mi cuello. Si no fuese por mis buenos reflejos fruto de los años en misión, seguramente hubiese ido a parar al suelo junto con ella.

Me quedé con las manos en alto por un momento, dudando si debía corresponder o no a esa muestra de afecto tan espontánea. Si me hubiera dejado llevar por mis impulsos y mi libido, no sólo habría correspondido a ese abrazo, sino que también la hubiese besado con todas mis ganas contenidas de estos meses de ausencia. Si mi lado más perverso hubiese salido a relucir desde el principio, no creo que la noche de navidad transcurriera sin percances, ya que sin duda alguna me habría pasado el rato buscando la manera de acostarme con Claireaprovechándome de su vulnerabilidad. Quizás no lo hubiera logrado, pero al menos lo iba a intentar. Sin embargo, aquí estaba ahora, pensando si debía de responder a un cariño inocente con el temor de arruinarlo todo. Esa era la prueba más evidente que ya estaba más que arrepentido de haber sido un cabrón con ella.

Mi cordura me susurró que correspondiera respetuosamente y casi con devoción a sus afectos, colocando mis manos suavemente en sus hombros, tratando de colocar mis manos en la tela de su bata de hospital, tratando de ignorar su piel suave y las imágenes que me obstruían el razonamiento al recordar que además de esas prendas blancas, era muy probable que la Redfield no llevara alguna otra prenda encima. ¡Mierda!

—Gracias, Leon. —Expresó con sinceridad después de su repentino abrazo.

También estuve a punto de agradecerle por liberarme de sus brazos, y no porque me disgustara, sino porque lo estaba disfrutando demasiado. Obviamente no iba a portarme como un imbécil, pero no dejaba de ser hombre y sobre todo uno muy enamorado. Cualquier acercamiento con la mujer de Terra Save me afectaba, más de lo que podía resistir.

—Buenos días.

Había sido salvado por la campana. En ese instante había ingresado en la habitación el médico que estaba atendiendo a mi pequeña mujercita.

—Buenos días, doctor. —Saludó ella dulcemente.

— ¿Cómo se siente, señora Redfield? —Preguntó el médico acercándose a nosotros.

—Mejor.

—Me alegro mucho. Afortunadamente los estudios médicos no arrojaron nada grave con su salud, salvo una fuerte carga de estrés y también algunos estragos de una mala alimentación. —Informó el hombre de ciencia a su paciente mientras metía una de sus manos a los bolsillos de su bata blanca continuó: —Pero como le repito, aunque afortunadamente su desmayo no fue nada grave, no es algo que se deba descuidar, por lo que le recetaré unos cuantos suplementos alimenticios, vitaminas y mucho reposo. Será necesario que usted descanse mucho para que pueda reponerse rápidamente.

—Entiendo. —Respondió bajando la mirada y preguntó: — ¿Cuándo podré irme a casa?

—Hoy mismo, pero necesito que siga al pie de la letra todos los cuidados especiales que voy a indicarle. —Explicó mientras escribía en un bloc de notas atentamente y prosiguió: —Se repondrá, señora Redfield estoy seguro. Esta vez sólo le dio un buen susto a su esposo, que por cierto, ha hecho un gran trabajo vigilándola, no se ha movido de aquí ni un solo instante.

Bien, parece que había una lista de bastantes momentos incómodos para mí. Claire miró confundida al hombre mayor cuando notó que este se refería a mí como "su esposo" y yo sentí que en ese momento mil colores me subían al rostro.

—Déjese consentir por su esposo, señora. Aún son muy jóvenes y fuertes y necesitan mantenerse sanos para cuando decidan tener hijos.

Claire y yo nos miramos con los ojos muy abiertos y sus mejillas enseguida se sonrojaron a la vez que bajaba la vista para ocultar su vergüenza. Yo me quedé perplejo con el comentario, la idea de tener un hijo con Claire era más que tentadora pero ya mi mente había divagado demasiado.

—Sí, claro, doctor. —Contestó rápidamente la chiquilla en afán de evadir esos temas tan incómodos y afortunadamente no desmintió nuestro supuesto "parentesco" evitándome otro mal rato.

Después de toda la tensión a causa de esa conversación con el médico, la Redfield fue dada de alta y nos dispusimos a marcharnos del hospital. El frío del invierno no perdonaba y la nieve de afuera lo evidenciaba.

— ¿A dónde vamos? —Preguntó la niña de ojos azules mientras yo encendía la calefacción.

—A mi departamento, ¿a dónde más? —Respondí con naturalidad mientras doblaba a una de las esquinas.

—Leon, agradezco demasiado todo lo que haces por mí, pero ya he abusado de tu amabilidad.

—Claire Redfield, el médico te ordenó repaso y cuidados especiales. Puedo hacerme cargo…

—Pero, Leon, no sé, esto puede malinterpretarse. —Habló con inseguridad dando a entender un mensaje implícito.

En cierta forma, tenía razón. A pesar de mis buenas intenciones con ella, de cuidarla y protegerla ahora que estaba delicada de salud, no negaba que me sentía feliz de tenerla cerca, a pesar de saberla casada. Ella tenía razón pero yo no iba a comportarme como un cabrón con ella. No pensaba arruinarlo todo otra vez.

Orillé el auto hacia la acera y apagué un momento el motor para hablar.

—Claire, necesitas ayuda. No dudo de tu capacidad, te conozco perfectamente. Pero en este momento tu hermano y tu… marido. —expresé diciendo esta última palabra con cierto recelo. —te necesitan fuerte y entera. Por favor, déjame ayudarte, te prometo que no sucederá nada.

Ella suspiró. Por más que yo quisiera iba a probar el límite de mi fuerza de voluntad e iba a comportarme. La pelirroja me necesitaba más que nunca y no podía fallarle.

— ¿Podemos ir a mi casa? Necesito algo de ropa.

Accedí con una sonrisa. Al menos por ahora, había convencido a la testaruda hermana de Chris de dejarme cuidarla por el bien de su salud.

Después de conducir hacia el otro extremo de la ciudad, llegamos finalmente a esa casa blanca de aspecto amable que finalmente ya no estaba cubierta de nieve. Me estacioné cerca de la acera y caminé tras de ella en silencio, atento y pendiente de que no tropezara ahora que estaba débil. Oculta de entre los adornos metálicos de una pequeña farola que colgaba de la entrada, la mujer sacó una llave de repuesto e insertándola en su sitio. Enseguida tiró de la perilla abriendo la puerta y con un ademán me invitó a pasar, caminando despacio tras ella.

Ahora me encontraba en un lugar en el que jamás creí que tendría la oportunidad de conocer; el hogar de la familia Nivans-Redfield. Era una casa amplia y bien amueblada, con pisos en desnivel y algunos detalles que daban la impresión de un hogar bastante acogedor; una sala blanca de cuero, alfombra persa en el piso, lámparas blancas y un jarrón de buen gusto en la mesita de centro.

—Iré por mi ropa a la habitación y haré mi maleta, te molesta si…

—No, no, no, de ninguna manera, yo espero. —Dije interrumpiendo a la pelirroja que iba a retirarse a su aposento.

—Está bien, no tardo. —Finalizó la de ojos azules antes de irse rumbo a las escaleras para pasar a su habitación.

Cuando la hermana menor de Chris desapareció de la escena me limité a quedarme de pie en medio de la sala de estar, observando todo de pies a cabeza con un estricto escrutinio. La casa era acogedora no lo niego, Claire siempre había tenido buen gusto en cuanto a decoración de interiores y el estilo rústico de la vivienda le daba ese toque romántico tan típico de recién casados. No pude evitar sentir una pizca de desdén al hacer una comparación del nuevo hogar de la Redfield en contraste a nuestro antiguo hogar en el departamento que compartíamos. Mi sensación de incomodidad aumentó cuando miré un portarretratos encima de la chimenea artificial donde descansaba la foto del joven matrimonio, con Nivans posando orgulloso abrazando a su esposa por la cintura y ella sonriendo radiante, viéndose hermosa como una perla fina con ese vestido blanco entallado. Los recuerdos de la boda de mi ex no me eran para nada agradables y era un detalle que tenía bien presente pero que me incomodaba bastante así que, sin autorización alguna me atreví a acercarme al cuadro de la fotografía y voltearlo hacia abajo. No me hacía falta en este momento otro recordatorio sobre la situación sentimental de la mujer de mi vida.

Aún estaba parado frente a la chimenea cuando me sorprendieron los pasos de mi pequeña mujercita que bajaba ruidosamente por la escalera arrastrando una enorme maleta roja que movía con dificultad.

—Déjame ayudarte. —Ofrecí subiendo los escalones rápido en afán de alcanzarla.

—No te preocupes Leon, no hace falta. —Se negó enseguida.

—Pero quiero hacerlo.

Y antes de que pudiera decir otra cosa carguè con una mano la maleta que en verdad estaba pesada; por un momento había olvidado que una de las virtudes de Claire no era el saber clasificar una maleta de viaje. Con velocidad caminé rápidamente hacia mi auto, apresurándome a abrir la cajuela y meter ahí la maleta, necesitaba irme a toda prisa de ese lugar. A pesar de que no tenía ningún derecho de enfadarme o sentirme incómodo me era bastante molesto permanecer en el hogar de mi ex mujer. La casa, los muebles, la fotografía e incluso el aroma del ambiente me hacía recordar que ella ya no era mía, que Nivans se la había llevado y todo por mi estupidez. Estaba perfectamente consciente que todo lo que había sucedido era mi culpa pero no por ello dejaba de afectarme, de dolerme, ¡me estaba jodiendo!

Luego de esa visita a "la casa del terror", al menos así lo era para mí, por fin la chica de cabellos rojos y yo estábamos de nuevo en mi auto conduciendo directo a mi apartamento cuando de repente en uno de los altos en el semáforo recordé algo:

— ¡Mierda!

— ¿Qué pasa, Leon? —Preguntó mi interlocutora repentinamente en estado de alarma.

—Olvidé hacer las compras de la semana y no tengo la despensa suficiente. —Confesé un tanto apenado por mi descuido, aunque bueno regularmente cuando esto me pasaba y me quedaba sin alimento lo resolvía fácilmente llamando a mi restaurante de comida tailandesa más cercano, pero con el estado de salud de Claire, no era lo más recomendable el que ingiriera comida callejera.

—Si quieres, podemos ir al supermercado antes de llegar a tu departamento.

—¿En verdad no te molesta acompañarme? —Pregunté ocultando mi fascinación como si fuese un novato a la cual una chica le está aceptando una cita.

—De ninguna forma. —Contestó con una sonrisa de esas que me hacían olvidar mi nombre.

¿Cómo podía ser tan buena? Tan comprensiva, tan mágica que con una sonrisa lograba hacerme el día. Quizás en verdad ella era perfecta o yo estaba muy enamorado. Tal vez ambas.

Le devolví la sonrisa a la vez que conducía el Mustang hacia el siguiente retorno para ir al supermercado que estaba a unas cuantas calles de distancia. Al llegar aparqué el coche en una zona cercana a la entrada y bajé primero para abrirle la puerta a mi acompañante y ayudarla a bajar del auto.

—Gracias. —Respondió humilde a mis atenciones de caballero y enseguida caminamos juntos al almacén.

Me adelanté un poco a tomar un carrito para colocar allí las compras y avancé hasta encontrar a la pelirroja deambulando por uno de los pasillos.

— ¿Qué es lo que necesitas? —Preguntó mirándome fijamente sin apartar su vista de mí.

Nuevamente, estaba perdiendo. Luego de que me mirara con esas enormes piscinas azules no pude evitar distraerme y por un momento olvidar el sentido de su pregunta.

"A ti" estuve a punto de responder cuando me preguntó qué era lo que necesitaba pero afortunadamente me bajé de mi nube muy a tiempo antes de que ella pensara que me estaba comportando como un cretino que sólo aprovechaba la oportunidad para reconquistarla.

—Siendo sinceros, no lo sé. —admití con cierta vergüenza llevándome una mano a la nuca. —No traje una lista, aunque a decir verdad tampoco hice ninguna pero…

La chiquilla se empezó a reír de mi evidente nerviosismo y agregó:

—No te preocupes. Yo me encargaré.

Justo como en los viejos tiempos, ella se encargaría de arreglar mi desastre. Caminó unos pasos delante de mí y yo sólo me limité a dejarme guiar.

De entre los pasillos la Redfield tomaba vegetales, frutas, paquetes de carne, pastas, unos cuantos productos lácteos, café e incluso escogió mi cereal favorito. No podía creer que aún se acordara de lo mucho que me gustaba desayunar Cheerios con fruta fresca. No cabía duda, tenía frente a mí a una mujer única. Nunca creí que podría llegar a pasarla tan bien en un día de compras en el supermercado, sintiéndome bastante cómodo respondiendo las preguntas y comentarios ocasionales de Claire como; "¿Prefieres jamón de pavo o pierna de cerdo?" o "Esta marca de yogurt te funcionará mejor, conserva por más tiempo la frescura." Regularmente nunca prestaba atención a este tipo de detalles, ni me importaba mirar la caducidad de los productos que consumía, ya que siempre hacer el supermercado con la pelirroja había sido una odisea y hoy no había sido la excepción, salvo que ahora lo estaba disfrutando. Esa es una de las secuelas en las personas como yo, que de la noche a la mañana lo perdimos todo; cuando recuperamos un poco de lo que alguna vez tuvimos lo valoramos al máximo. ¡Qué estupidez el tener que perderlo todo para comenzar a valorarlo!

Después de conducir a casa llegamos finalmente al departamento en donde tuve que hacer dos viajes para transportar las compras de los víveres y otro para llevar el equipaje de mi invitada.

—Y bien, ¿tienes hambre? —Pregunté cuando terminé de ordenar la despensa en la alacena.

—Sí.

—Bien, pues esta vez cocinaré…

¡Demonios! me había quedado en blanco. Me porté como un bocón al decirle a Claire que yo sabía cocinar cuando en realidad no sabía preparar bien ni un plato de cereal con leche. En Navidad hacía cocinado lasaña con pura suerte y yahoo respuestas, pero esta vez en la dieta especial que había recetado el médico para la pelirroja, no incluía ese tipo de platillos altos en calorías.

—Pollo con verduras. —Repuse recordando uno de los platos que el doctor había recomendado.

—Suena bien. —Respondió mi invitada de honor.

— ¿Por qué no te instalas en la habitación mientras yo trato de preparar nuestra comida? —Sugerí en un intento de que la pelirroja me dejara a solas con el internet para salir de apuros.

—Leon… Ya haces demasiado con alojarme en tu casa y cuidarme como para que también quieras darme tu habitación.

—No seas testaruda, yo prometí cuidarte. Además, mi sofá es bastante cómodo y puedo ver televisión hasta tarde. —Argumenté a mi favor para persuadir a la chiquilla.

Finalmente la menor terminó accediendo y la convencí de que fuera a instalarse a la habitación mientras yo buscaba rápidamente en mi móvil una receta con la cual complacer a mis visitas.

—Vamos San Google, tu puedes ayudarme. —Rogué en voz baja mientras escribía en el buscador "como cocinar pollo con verduras fácil, rico y rápido."

Segundos después mi búsqueda dio resultado e ingresé a un recetario virtual, una especie de portal donde gente común posteaba sus secretos culinarios y las compartía para ignorantes como yo.

Terminé eligiendo un platillo que tenía buena pinta y opté por entrar allí. Si ya había sobrevivido a hordas de zombies, ciudades infectadas y monstruos gigantes… Un pollo al horno no podría conmigo. ¡Manos a la obra, Kennedy!

Bastaron solo diez minutos para que mi optimismo se fuera al carajo. ¿¡Pero qué mierda?! Ya había colocado el pollo en la cacerola tal y como decía en las indicaciones, había puesto sal pero, ¿Qué demonios era azafrán y por qué coño era tan importante? Según mi pequeña investigación se trataba de los pistilos de alguna planta extraña, ¿quién rayos quiere flores en su comida? Seguramente el dichoso azafrán era más decorativo que algún tipo de condimento especial como allí lo decía. Así que pasé al paso dos y se trataba de colocar pimienta al gusto, entonces espolvoreé una buena cantidad de pimienta sobre la carne hasta que según a mi juicio, era lo suficiente. Paso tres, "coloque jengibre…" ¿Jengibre? ¿Era en serio? No solo tenía que destacar que no había incluido ese ingrediente en la lista de compras sino que además ese jengibre tenía muy mal aspecto, esa verdura o tubérculo, en realidad desconozco lo que sea, tiene aspecto de algún capullo o embrión de esos con los que suelo combatir en las misiones. No, definitivamente no usaría jengibre.

Busqué algunos vegetales para sustituir los ingredientes que no me agradaban de la receta y corte un poco de coliflor, brócoli, patatas…

—Ya está. —Me dije mientras miraba el hibrido resultante entre la receta y mis gustos.

Quizás no sabía mucho de cocina pero con solo mirar mi creación sabía que iba a ser un fracaso. No se parecía ni un poco al de la foto de internet y lo sabía. ¡Mierda!

Me encontraba tan absorto en el análisis de mi platillo que no me di cuenta en qué momento Claire había llegado hasta donde yo estaba y miraba igualmente atónita mi intento de pollo al horno.

— ¿Necesitas ayuda?

—Tengo todo bajo control. —Mentí en afán de que no notara mi desastre.

La chiquilla disimuló una sonrisa y tomó brócoli en sus manos.

—Leon, cuando quieres colocar brócoli en algún plato debes de cortarlo en trocitos pequeños. Si lo colocas entero no funcionará. —Explicó a la vez que con sus manos cortaba el vegetal hasta que quedaban en forma de pequeños arbolitos.

— ¿Qué acaso esa cosa no se desintegra con el calor? —Pregunté con verdadera curiosidad.

—No. En todo caso si elevas la temperatura del horno, sólo quemarás toda la comida y con un poco de mala suerte quizás termines incendiando el departamento. —Comentó entre risas la Redfield, haciendo mofa de mi ignorancia culinaria.

— ¡Oye, no iba a incendiar mi departamento! —Me defendí tratando de preservar mi platillo.

—Seguro agente. Anda, trae unos cuantos champiñones, un poco de cebolla y pimientos. Arreglaré la cena.

Automáticamente había pasado de ser el chef a un simple asistente de cocina que sólo obedecía y seguía las órdenes de su líder, riendo de vez en cuando de los comentarios burlones de mi compañera que se reía de mi platillo principal. Y allí estaba Claire salvando la cena, las compras, mi vida… Definitivamente el plato que ella ingresó en el horno lucía mucho mejor que el que yo había preparado. Y cuando estuvo listo no me quedó duda. Ambos pusimos la mesa y ella se ofreció a servir la comida para ambos. Hacía meses que añoraba algo así, una cena casera y buena compañía. A pesar de que la señora Maxwell era una excelente cocinera no se comparaba con la deliciosa sazón de mi ex mujer, y sobretodo ni hablar de su compañía.

—La cena está deliciosa. —Dijo mientras tomaba un trozo de brócoli entre los cubiertos.

—Y tengo mejores recetas. Los vasos con agua me quedan exquisitos.

La chiquilla estalló en una carcajada contagiosa después de mi comentario tonto y vi en sus ojos nuevamente ese brillo que tanto me gustaba. Me alegraba de sobremanera que hoy estuviera de mucho mejor humor que antes y eso me hacía feliz, sin importar que no fuera yo el motivo de esa felicidad.

De repente un sonido proveniente de mi PDA se escuchó en la habitación y saqué el aparato para revisarlo. Al parecer esta noche la suerte estaba de nuestro lado; se trataba de buenas noticias por parte de la B.S.S.A. Chris estaba evolucionando positivamente a la contusión que había sufrido y Piers Nivans había sido dado de alta; por si fuera poco me estaban ofreciendo comunicación con el soldado Nivans. No me resultaba agradable que el esposo de Claire usara mi PDA como medio de comunicación pero eso ayudaría tanto a la hermana menor de Chris que estaba dispuesto a darle ese buen rato a mi pequeña mujercita.

—Tengo buenas noticias.

— ¿Qué pasa? —Preguntó la chiquilla con curiosidad.

—El estado de salud de tu hermano ha mejorado y tu esposo fue dado de alta.

La Redfield se puso ambas manos sobre los labios para contener un grito emocionado y no pudo evitar conmoverse casi al punto de las lágrimas.

— ¿Estás hablando en serio? —Preguntó todavía incrédula.

—Claro. Incluso me ofrecieron establecer comunicación con la B.S.A.A. quizás me permitan comunicarme con tu marido. —Informé y después proseguí: — ¿Quieres hablar con Piers?

— ¿Harías eso por mí? —Interrogó la menor con la esperanza destellando en sus ojos azules.

"¡Qué no haría por ti, Claire!" Contesté a mí mismo respondiendo a su pregunta.

En silencio me comuniqué a la sede europea de a B.S.A.A. e hice la gestión necesaria para que la pelirroja pudiera hablar con su esposo. Cuando la llamada estuvo lista le pasé el dispositivo a la chiquilla que me agradeció en silencio y con una sonrisa en los labios.

—Piers, ¿eres tú? Soy Claire…

En cuanto la ex motociclista comenzó la llamada con su cónyuge yo me retiré del comedor para darle un poco de privacidad y aproveché para acomodar los trastes sucios en el lavavajillas. ¿Quién iba a decir que yo iba a terminar actuando como intermediario para que mi ex mujer hablara con su actual pareja? A veces el destino nos jugaba muy sucio, pero a mí me estaba dando una buena patada en las bolas.

Después de algunos minutos me retiré hacia la sala y encendí la televisión. Busqué entre el panel deportivo para buscar algún partido de soccer que pudiera mirar para distraerme. Apenas iba a televisar un buen partido que prometía cuando la Redfield se acercó tímidamente para devolverme la PDA.

— ¿Listo? —Pregunté a la vez que recibía le dispositivo en las manos.

—Sí, Leon. Muchas gracias. —Agradeció con sencillez pero con voz baja.

La miré fijamente y vi algo en sus ojos que no me gustaba.

— ¿Pasa algo?

—No es nada.

— ¿Qué sucede? ¿Todo está bien con él, con tu hermano?—Insistí nuevamente sabiendo de antemano que algo no andaba bien.

—Sí, es sólo qué… —Dudó por unos momentos y continuó: —No quiso hablar más conmigo.

— ¿Qué? —Pregunté incrédulo sin comprender lo que ella quería decirme.

—Me contó rápidamente que tuvieron un accidente en el ayuntamiento en el cual había muerto casi todo el equipo Alpha excepto él y mi hermano. Él y Chris están bien, pero me pidió que ya no preocupara tanto y que no me desesperara por comunicarme que él se reportaría conmigo en cuanto pudiera. Que me quedara tranquila en casa. Dijo que no podía hablar más y cortó la comunicación… Ni siquiera se despidió. —Finalizó con una última nota de reproche al final de la frase.

Respiré hondo. Traté con todas mis ganas de mantenerme sereno y pensar en algo para poder consolar a la pelirroja, aunque confieso que si hubiera tenido enfrente a Nivans, lo hubiese ahorcado con mis propias manos. ¡Cómo demonios se atrevía a portarse como un cretino con Claire! ¿¡Cómo podía ser tan imbécil para no valorar los desvelos, la preocupación, las lágrimas de esa mujer que lo amaba?! Se tendría que ser verdaderamente idiota para no valorar a una dama como ella. Aunque claro, yo fui uno de esos idiotas, pero aún así no le daba derecho a ese pedazo de cabrón a ser un estúpido con ella.

—Una guerra es muy dura, Claire. Incluso peor que un ambiente lleno de hostiles.

—Supongo que tienes razón, quizás yo estoy muy sensible. —Respondió en voz baja y agachando la mirada.

— ¿Puedo ayudarte en algo?

—No. Creo que solo necesito descansar. ¿Te molesta si me voy a dormir temprano?

—De ninguna manera, estás en tu casa. —Agregué enseguida poniéndome de pie.

—Buenas noches, Leon. —Se despidió volteándome a mirar y dedicándome una sonrisa que no le llegó los ojos.

—Descansa, Claire. —Contesté mientras veía como se daba media vuelta y se alejaba hacia el dormitorio.

Como odiaba ver triste a Claire. Ese hijo de puta. Me había tomado todo el día hacerla sonreír y este cabrón había tirado en unos minutos todo mi esfuerzo. Pero no importaba, mañana me las idearía para volver a hacer sonreír a mi dulce mujercita. En mi mente empecé a recapitular todos los momentos del día; el hospital, las maletas, el supermercado, la comida… Entonces me sorprendí a mí mismo sonriéndole al techo de la sala como un idiota. Apenas podía creer lo que estaba pasando; después de todos estos meses de soledad y oscuridad, nuevamente estaba sonriendo y esa mujer a la que tanto amaba estaba de vuelta, aunque no en las circunstancias que yo hubiese querido. Pero bueno, algo es algo ¿no?

No tenía idea de qué pasaría mañana, pero esta vez sólo tenía un objetivo en mente; cuidar y hacer feliz a Claire Redfield. Me encargaría de colorear poco a poco esos días negros que seguramente le esperaban, aunque para ello tuviera que pasar por encima de mis sentimientos igual que hoy cuando ella habló felizmente con su esposo gracias a mí. Quizás lo mío sonaba una actitud masoquista en cierta forma, pero era un precio que estaba dispuesto a pagar; su felicidad a cambio de la mía. Y nada iba a detenerme esta vez.


A/N: ¿Y bien? ¿Qué les ha parecido? ¿Ya han perdonado a Leon de todas sus culpas cometidas en "Te Perdí"? ¿Qué opinan de Claire? Friendzoneando a Leon involuntariamente en veces incontables. Piers se ha portado como un cretino, esperemos que esto no le pese después. Claire y Leon pasaran una temporada viviendo juntos, ¿creen que esto reavive recuerdos, memorias? Podrán convivir como sólo amigos durante la ausencia de Piers o algo más pasará entre los protagonistas de Resident Evil. Les prometo respuestas en el siguiente capítulo de "Vivir por ella"

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-Lucky/Jason Mraz

-Infinitos/Siddhartha

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