Hola estimados amigos, aquí mi reporte con la actualización que les debía de "Vivir por ella" tratando de ser cumplida con mis responsabilidades de escritora y heme aquí, espero y les guste la entrega de hoy.
Agradecimiento especial al clan malvado formado por Addie Redfield, GeishaPax, Zhines y Froenheart7, gracias chicas por todo su apoyo.
Sin más, a leer.
Lexugym Greyrat: ¡Qué tal! Muchas gracias, me halaga que te haya gustado el capítulo, espero y esta nueva entrega esté a la altura. ¡Muchos saludos!
GeishaPax: ¡Hermana! Ya estoy siendo cumplida y estoy aquí para darle su dosis cleonista a sus corazones. Amarás a Leon hoy, lo sé. Espero que te guste el nuevo cap, a ti y a toda la hermandad malvada! :3
Paulina: Hola Paulina, justo hoy que hay actualiación llega muy a tiempo tu review, me alegra mucho que te hay gustado "Te perdí" y que ahora también sigas "Vivir por ella", ojalá y te guste este nuevo episodio y espero seguir contando con tus comentarios. ¡Gracias por leer!
Todo era más bello bajo el cristal de su mirada,
Ella era tan fría, era tan blanca era tan bella.
Llegó a mi vida como por una equivocación,
No tenía problemas pero fue la solución.
Juntos recorrimos muchas horas hasta el amanecer.
Ella era distinta, era distante,
era esquiva y se ocultaba,
no era solo mía lo entendía,
la compartía y la negaba.
Éramos uno siempre detrás de la puerta,
tan elocuente y elegante, tan despierta,
pero una noche vislumbré todo lo que iba a perder.
—Que no, Café Tacvba.
CAPÍTULO 5: CONSECUENCIAS DE LA NOSTALGIA
— ¿Qué es lo que estás buscando? —Preguntó mi acompañante con impaciencia.
—Apenas llevo unos minutos. —Rezongué antes de recibir algún otro tipo de reclamo.
Ignoré los pucheros y malas caras de mi mujercita y tomé los CD's en mis manos, analizando minuciosamente cual álbum debía llevarme a casa. Estaba en duda si debía llevarme el "Get a Grip" de Aerosmith o el emblemático "Californication" de los Red Hot Chili Peppers.
Continuaba mirando los estantes cuando de repente miré algo de Blink 182.
— ¿Blink 182? ¿Es en serio?
— ¿Qué tiene de malo Blink? —Repliqué a la berrinchuda pelirroja.
— ¿No eres un poco viejo como para ser fan de esa banda de punk rock?
— Oye, me gusta "All the small things" es muy buena. —Me defendí ante las críticas de mi novia.
— Es música de adolescentes, Leon. De anarquistas adolescentes.
— Cuando Blink-182 estuvo en su auge yo aún era muy joven —Respondí sintiéndome un poco ofendido ya que el comentario me hizo sentir viejo.
— Ya eras policía y ya habías huido de Raccoon City. —Dijo ella cruzándose de brazos con suficiencia.
— Está bien, no era tan joven como para que me gustara esa banda de punk, pero vamos, Ramones también lo eran y sin embargo…
— Blablabla… —Se burló ella imitándome y haciendo manoteos para molestarme.
Solté los CD's y la tomé por los hombros para apresarla contra mí y darle un beso en la mejilla. La chiquilla sonrió ante mis cariños y yo seguí buscando algo que llevarme en la tienda de música.
Después de aquello encontré el "Unplugged in New York" de Nirvana y decidí que ese álbum sería el que me haría compañía en mi auto.
—Si te sientes indeciso puedo hacerte alguna recomendación musical. —Se ofreció ella fingiendo inocencia.
—No voy a llevarme otro álbum de Queen. —Contesté en automático.
— ¿Qué tienes en contra de la gran Reina? Tienes toda la discografía de AC DC ¿por qué no tener también la de Queen? —Cuestionó haciendo un respingo.
—Porque AC DC es mi banda favorita.
—Y Queen mi banda favorita. —Replicó cruzándose de brazos.
Y sin decir absolutamente nada, tomó un CD que era una recopilación de éxitos de la banda británica y me lo dio.
—Por favor, es para que tengas música que te recuerde a mí cuando viajes en tu auto. ¿Sí?
Esa pelirroja. Esa malvada pelirroja. ¿Cómo podía negarme a esa chiquilla tan encantadora?
Y como siempre volvió a ganar la batalla. Definitivamente no había algo que yo no pudiera hacer por ella.
"A pesar de los esfuerzos del gobierno los grupos de rebeldes aún resisten los estragos de la guerrilla, consiguiendo cada vez más armamentos y tomando distintas ciudades. Se estima que dentro de unas cuantas semanas Grecia será tomada en su totalidad…"
—No necesito ver más. —Dijo la pelirroja apagando el televisor mientras se encogía sobre el sofá y lanzaba hacia un lado el control remoto.
No sabía qué decirle en ese momento. Ya habían pasado seis meses desde que Chris y Nivans se habían marchado como fuerzas de resistencia de la B.S.A.A para la guerra de Edonia y las cosas no marchaban de lo mejor. Cuando todo parecía ir bien después del accidente del equipo Alpha, Claire recibió la noticia de que su hermano había escapado del hospital donde estaba recuperándose y ahora estaba perdido y amnésico quien sabe dónde, noticia que afectó de sobremanera a su hermana y devastó a su esposa que actualmente estaba en la cuenta regresiva para finalizar su embarazo. La desaparición del mayor Redfield y el aumento de ataques bioterroristas tenían con los nervios de punta a Piers Nivans, quien a pesar de haber llamado a Claire para tranquilizarla y prometerle que encontraría a su hermano y lo llevaría sano y salvo de regreso a casa, no estaba de mejor humor que la primera vez que tuvo contacto con su esposa, situación que lejos de ayudar, perjudicaba. Y demasiado. En cuanto a la salud de la pelirroja, esta era un vaivén; avanzaba y retrocedía. Pero a pesar de ello, siempre me tenía allí, a su amor sincero, a su perro fiel que hacía todo lo posible por borrar todos sus malos ratos.
Me mataba verla así. A pesar de que no podía negar que amaba en sobremanera el tiempo que pasaba con ella, ya no era tan egoísta como para preferir mi felicidad por encima de la de Claire. Me esforzaba en lo que podía por distraerla a como diera lugar, por sacarle una sonrisa. Aunque al principio fue difícil, mi trabajo obtuvo algunos frutos; como por ejemplo el ir recuperando poco a poco la confianza de mi ex, y si se puede llamar así también un poco de su cariño. Obviamente no era el cariño que yo deseaba en mis sueños más locos pero lo más seguro era que me quería como su "amigo". ¡Qué dolor de bolas! Por una vez en mi vida reconozco que Nivans tuvo mucha paciencia y agallas de saber esperar por el amor de la pelirroja; estar a la vigilia de algún error mío, pero lamentablemente, yo ya no estaba en esa situación. Yo ya había quedado fuera de la competencia desde hace mucho tiempo pero me conformaba con quedarme cerca del ring.
Mientras ella veía con desolación el noticiero yo me encontraba en la cocina sirviendo dos tazas de agua caliente para enseguida preparar un té de limón endulzado con miel de abeja y un café bien cargado. Cuando las bebidas estuvieron listas me acerqué en silencio hacia donde ella se encontraba y le extendí la taza de té para que la tomara en sus manos. Sin hacer ningún remilgo colocó el recipiente en sus palmas pequeñas y dio un pequeño sorbo que la relajó enseguida.
— ¿Mejor? —Pregunté a la vez que me sentaba en el sillón contiguo y bebía mi café.
—Sí. Muchas gracias, Leon. —Respondió con una sonrisa.
Me limité a devolver el gesto sin decir nada. Si algo había aprendido en este tiempo de soledad es que a veces las palabras no son necesarias, simplemente la presencia de la otra persona es suficiente para reconfortar a alguien.
Estaba bebiendo mi café sin mirar a ningún lado cuando de repente sentí una mano pequeña estrechar la mía que estaba descansando encima del descansabrazos del sofá.
—Oye… —Pronunció dudosa la Redfield cuando se percató que tenía toda mi atención, — en verdad estoy agradecida de lo que haces por mí.
Si no hubiera sido por todas las veces que aprendí a controlar mis emociones en el campo de batalla, en ese momento hubiera lanzado por los aires la taza de café. Después de seis meses de "vivir juntos" ya me había acostumbrado a disimular todo el amor que sentía por ella, para limitarnos a una existencia tranquila y llevadera para ambos iniciando la rutina como cualquier pareja común; desayunábamos juntos, ambos nos marchábamos a nuestros respectivos empleos aunque claro está que ella tuvo unas vacaciones un poco más largas que las mías, nos reuníamos para comer mientras conversábamos, al salir del trabajo preparábamos en equipo la cena aunque debo mencionar que al principio me negué rotundamente a que ella contribuyera en las atenciones que se suponía yo debía tener como anfitrión pero claro, al igual que antes y siempre, la pelirroja Redfield era tozuda por naturaleza y terminaba haciendo lo que le venía en gana sin necesitar la aprobación de nadie, en este caso mi aprobación. Después de la cena charlábamos un rato más y ambos nos íbamos a dormir, ella a mi habitación y yo a mi respectivo sofá cama. En algunas ocasiones visitábamos a Sheva y a Jill; a la primera para verificar que todo estuviera bien con su embarazo y a la segunda para nuevos informes y acciones de la B.S.A.A. conforme a la guerra en turno. También en algunas ocasiones se veía interrumpida nuestra rutina por las llamadas de Piers Nivans a su esposa en donde yo me limitaba a desaparecer de la escena para darle un poco de privacidad e inmediatamente después de que había finalizado el contacto volver a hacer acto de presencia para recoger los pedazos de mi mujercita que la mayoría de las veces resultaba afectada por la ausencia de su marido.
Pero a pesar de todo el tiempo en que habíamos vivido juntos, salvo la vez en que Claire llegó por primera vez a mi hogar y durmió abrazada a mí, nunca hubo algún otro tipo de contacto físico que no rayara en lo normal. Sin embargo, hoy estaba pasando algo distinto, podía sentirlo. Estaba seguro que no era parte de mi paranoia normal perteneciente a mi enorme necesidad de sentirme amado.
—No tienes nada que agradecerme. —Contesté en automático y con torpeza desviando a mi vista hacia otro lado.
—Pero quiero hacerlo. —Respondió usando uno de mis argumentos irrefutables que siempre usaba cuando quería hacer algo. —En verdad, nunca creí que alguien pudiera llegar a hacer algo tan bueno por mí.
—No tienes que agradecerlo. Intento ser una buena persona, al menos para ti. —Dije con sinceridad, limitándome demasiado de lo que en realidad quería expresar.
—Siempre he creído que eras una buena persona.
Enseguida sonrió genuinamente, desarmándome de inmediato. Esos ojos, sus labios, su cara… Toda ella, mi talón de Aquiles, mi cielo y mi infierno en la misma persona.
Sentí mi pulso acelerar y miles de ideas se vinieron a mi mente como besarla allí mismo y reclamar lo que mi cuerpo estaba deseando desde hace ya tanto tiempo, pero mi cordura afortunadamente lo impidió. Me había jurado no ser un idiota e iba a respetarlo, no lo arruinaría otra vez.
La vida me sonrió en ese momento y entonces el móvil de Claire comenzó a sonar. Lo sacó de su bolsillo para mirar en la pantalla y decir en voz alta el nombre del remitente.
—Es Piers.
En cuanto escuché el nombre de mi rival automáticamente me retiré de la sala y me fui a merodear a otro lado, para dejar hablar tranquila a la Redfield con su esposo.
Me fui a una especie de estudio que había improvisado en mi departamento y me senté sobre la enorme silla de cuero a esperar.
No había transcurrido ni la mitad de tiempo que normalmente Claire usaba para hablar con Nivans cuando de repente irrumpió intempestivamente en el lugar, sobresaltándome.
— ¡Leon! ¡Piers encontró a Chris!
— ¿Hablas en serio? —Repliqué levantándome de la silla.
—Sí. Lo encontró con la ayuda de algunos soldados más de la B.S.A.A. de la rama de Europa Occidental. Estaba en uno de los barrios bajos de Edonia.
— ¿Y está bien?
—Sí gracias al cielo está bien. Un poco amnésico y ebrio, pero está bien.
Vaya, esto sí que era una novedad. Después de tanto tiempo de incertidumbre al fin había buenas noticias. Hacía tanto tiempo que no veía tan feliz a la Redfield que me fue inevitable sentirme contagiado de su dicha.
—Ven, vamos a contarle a Jill y Sheva las buenas noticias.
Y tomándome de la mano con su misma espontánea felicidad me arrastró fuera del departamento para subir enseguida en el coche. Entonces decidí dejarme llevar por ella sin tener tantas precauciones respecto de mis emociones. Disfrutaría el momento, por ella.
En cuanto subimos al auto y lo puse en marcha bajé la ventanilla de mi puerta del piloto ya que a diferencia del crudo invierno que habíamos pasado, en esta ocasión hacía demasiado calor. Claire me imitó enseguida bajando su ventanilla y en vista de que el calor no cesaba abrí también el quemacocos de mi Mustang para obtener una mejor corriente de aire. Inmediatamente sentí la brisa fresca correr por mi rostro dejando una temperatura agradable, cosa que también parecía agradar a la pelirroja, demasiado diría yo.
Miré por el rabillo del ojo como su melena pelirroja ondeaba al viento. Sus cabellos, rojos como la sangre, parecían haber sido hechos especialmente para ese momento. Ni siquiera el mejor equipo de fotografía o el diseñador gráfico más habilidoso hubiesen podido lograr esa imagen que ella estaba mostrando. Su cabello al aire dejaba ver su cuello blanco y fino donde la luz se reflejaba haciendo juego con el tono de su piel y el efecto del sol sobre ella le daba un brillo muy especial a esos ojos azules de mar. Me quedé impresionado por la belleza que tenía enfrente y para mi desgracia el viento estaba haciendo estragos sobre su ropa. Sin que hubiese pretendido hacerlo, sin querer miré como las ráfagas de aire sobrevolaban su blusa holgada de tela fina y semitransparente dejando ver un parte de su sostén rosado, dejándome sin aliento. Mierda, mierda, mierda.
"Concéntrate en el camino, Leon. Mantén la vista al frente. No es bueno perder el control del auto por una erección. Concéntrate, ¡maldita sea!" Me repetía frenéticamente en mi cabeza, para tratar de ignorar lo que mi libido estaba gritando.
— ¿Puedo poner un poco de música? —Preguntó una voz ajena a la de mis pensamientos sacándome de ellos inmediatamente.
—Por supuesto, Claire. Elige alguna estación de radio o en la guantera hay algunos CD's. —Dije estando distraído.
Con un puchero muy propio de ella cuando algo no le agradaba, estuvo husmeando en la radio y al parecer no había encontrado nada que le convenciera así que se dispuso a buscar de entre la guantera y los CD's de música que ahí almacenaba.
Tomó con cuidado algunos estuches y se detenía a mirar de vez en cuanto de entre los éxitos de Nirvana, AC DC, Guns N' Roses, The Beatles, hasta que algo atrajo su atención de sobremanera.
—Queen… —Dijo apenas en una palabra
Oh no. Ahora estaba en evidencia. Ese CD era parte fundamental de la que alguna vez fue nuestra vida juntos. Ese álbum simbolizaba a Claire y era prueba fehaciente de que aún no lograba olvidarla.
No supe que decir. Y ante la ausencia de palabras, opté por guardar silencio.
—Aún lo conservas. —Susurró casi para sí misma.
Tragué saliva, no me atrevía a mirar su expresión, aunque por su tono de voz no pude detectar molestia. Quizás, sólo era nostalgia.
Por suerte el tráfico esa tarde era fluido y llegamos justo antes de que mi cabeza estallara y mis conclusiones precipitadas me volvieran loco.
Al tercer timbrazo Jill nos abrió la puerta de la residencia Redfield, por lo cual podríamos darle la buena noticia a ambas mujeres al mismo tiempo. Nos íbamos ahorrar el viaje al otro lado de la ciudad para ir a ver a Valentine y contarle lo sucedido.
— ¿Cómo está Sheva? —Preguntó Claire en cuanto estuvimos adentro.
—Un poco mejor. —Contestó la de ojos grises a su interlocutora. —El médico le indicó que por su avanzado embarazo tenía que mantenerse relajada y hasta ahora lo ha hecho bien.
—Ya faltan sólo unos días. —Comentó la futura tía de la criatura.
—Sí. El obstetra que ha vigilado el embarazo dice que incluso podría nacer en cualquier momento. Hay que estar bien alertas. —Finalizó la mujer.
—Jill hemos venido porque tenemos noticias. —Anunció la Redfield a su amiga.
— ¿Malas? —Cuestionó alarmada la ex cautiva de Wesker.
—De ninguna manera; Piers encontró a Chris.
— ¡Dios Santo! —Exclamó la ex teniente de S.T.A.R.S. juntando ambas palmas y colocándolas frente a sus labios. — ¿Cuándo te enteraste?
—Hace un rato. Piers me llamó para informarme. La B.S.A.A. se lo ha llevado para reinstalarlo de nuevo en las filas de batalla. Pero está sano y salvo. —Contó la niña de cabellos rojos con la voz cargada de emoción.
—Hay que contárselo a Sheva. Esto sí que la alegrará. —Habló ansiosa la castaña invitándonos a seguirla para ver a la esposa de Chris.
Entramos sin hacer ruido en la habitación para evitar importunar a la futura madre en caso de que estuviera dormida. Afortunadamente la encontramos sentada en la orilla de su cama que al vernos, inmediatamente se puso de pie. Si que había cambiado esa chica; había subido bastantes kilos que se acentuaban por una especie de vestido de maternidad púrpura, el cabello caía tejido en una trenza al lado de su hombro y en su rostro había aún más de esas pequeñas pecas que se asomaban bajo sus ojos claros. Nunca fui bueno para juzgar la belleza de una mujer en estado de gravidez pero Sheva en verdad se veía muy linda. Por un momento me pregunté cómo se vería Claire en un vestido de esos luciendo un vientre abultado, cargando en sus entrañas a un hijo nuestro… Inmediatamente me detuve, ese día ya me estaba excediendo con mis ideas ilusas.
—Leon, Claire, que agradable sorpresa. —Saludó la joven colocando una de sus manos sobre su barriga.
—Sheva, Claire te tiene una buena noticia. —Avisó la mujer de la B.S.A.A.
— ¿De qué se trata?
—Chris fue encontrado sano y salvo en Edonia. En los próximos días será reinstalado en la B.S.A.A. —Detalló la hermana menor del susodicho esbozando una gran sonrisa.
La esposa del capitán desaparecido no pudo estar más contenta. Espontáneamente le dio un fuerte abrazo a su cuñada que ella suavemente devolvió con cuidado de no aplastar su vientre.
—Gracias al cielo. —Dijo la morena resistiendo las lágrimas que amenazaban con escapársele.
Fue un momento bastante emotivo; al parecer después de todo este tiempo, las mujeres a fin tendrían unos días de tranquilidad. Pero al parecer había concluido demasiado rápido.
Enseguida, se dibujó ante mí la escena que más había de traumarme en toda mi vida. No era una mutación, no una abominable B.O.W. vamos, ni siquiera las hordas del virus de las plagas me habían perturbado tanto como lo que estaba a punto de ver. Fue en cuanto Claire había dejado de abrazar a su cuñada cuando de repente agua empezó a caer a borbotones debajo del vestido de la mujer embarazada y la cara de terror de Jill y la pelirroja confirmaron lo que sospechaba.
— ¡Se le ha roto la fuente! —Exclamó Jill Valentine mientras corría para sostener rápidamente a su amiga.
Oh, no. No, no, no y no. Nunca había sido machista pero siempre he tenido la creencia de que los hombres no estamos hechos para este tipo de situaciones de emergencia, no sabemos manejarlo. Al menos eso sucedía conmigo. Me daba pánico el tener que estar al frente de una situación así, especialmente si la vida de un nuevo ser humano dependía de ello. Y al menos esa aterradora pesadilla ya se estaba materializando.
No tardó mucho para que Sheva empezará a emitir gemidos de dolor por las contracciones anunciando la llegada del próximo miembro de los Redfield y eso nos pusiera aún más los pelos de punta a todos los presentes.
—Llamaré a una ambulancia. —Determinó Valentine sacando su móvil para traer rápidamente los servicios de emergencia a la casa, mientras tanto la pelirroja se encargaba de consolar a la esposa de su hermano en medio de sus dolores de parto.
Pasaron cinco minutos, diez, quince… ¿Pero qué mierdas pasaba con esa ambulancia?
—Claire, el bebé no va a esperar. —Musitó la morena hiperventilando mientras Jill presionaba en el teléfono al servicio del hospital.
— ¡Jill, qué pasa con la ambulancia! —Demandó la de cabellos rojos a la castaña.
—La ambulancia sufrió un desperfecto en el camino y perdieron un neumático. Por eso es que se están retrasando. —Explicó la interlocutora con la voz cargada de ansiedad.
Maldita sea, lo que faltaba.
—Tenemos que llegar ya al hospital. —Ordenó la ex teniente, guardando su móvil en el bolsillo.
Entonces, un mal presentimiento comenzó a achacarme.
—Leon, tenemos que llevarla ya al hospital. —Me ordenó mi mujercita poniéndose de pie y poniéndose a mi lado. —Dame las llaves del auto iré a encenderlo, tú trae a Sheva.
—Iré a abrir la puerta. —Señaló la de ojos grises adelantándose a abrir la entrada.
Obedecía a las instrucciones sin reparos y tomé a la mujer de Chris en mis brazos para sacarla rápidamente de la casa y colocarla en el auto. A pesar de que traté de mostrarme sereno ante la situación por dentro estaba cagado de miedo. Si alguien era incapaz de conducir un auto con precaución en medio de una situación de peligro ese era Leon S. Kennedy y mi historial automovilístico me respaldaba, así que no sé qué esperaban estas mujeres de mí.
Inmediatamente Jill abrió la puerta trasera de mi Mustang para que depositará ahí a la futura madre e inmediatamente después de que esta fue cerrada, la mejor amiga de Chris Redfield subió por el otro lado al auto mientras Claire ya había hecho lo propio estando en el asiento de copiloto. Enseguida tomé asiento del lado del conductor y abroché mi cinturón de seguridad. Aquí vamos.
Arranqué el auto estando perdido por unos segundos ya que estaba tan nervioso que no recordaba en qué dirección quedaba el hospital de Los Ángeles, así que en la pantalla del tablero del Mustang coloqué el nombre del sanatorio en el GPS para que me indicara el camino y la tura más rápida. Afortunadamente la clínica no quedaba tan lejos de ahí tomando un par de atajos y calles en sentido contrario pero bueno esto era una situación de emergencia.
Perdí la cuenta del número de infracciones que había cometido en unos pocos minutos pero no podía darme el lujo de respetar el reglamento de tránsito cuando un bebé ya necesitaba nacer. Recibí un par de insultos de los demás conductores y varios saludos a mi sacrosanta madre por atravesarme en el camino de los demás coches y rebasar por mucho el límite de velocidad permisible en el estado. En fin.
De repente la mujer que estaba a punto de dar a luz comenzó a pegar un par de gritos escalofriantes a mis espaldas, situación que me puso aún más nervioso.
— ¡Aguanta, Sheva, ya casi llegamos! —Decía Jill que tomaba la mano de la susodicha mientras esta hiperventilaba en el dolor.
—Leon, ¿hay alguna forma de ir más rápido? —Preguntó Claire desesperada.
¿Alguna forma? ¿Qué acaso hay otra?
Entonces tomé una decisión impulsiva. Pisé fuerte el acelerador y me adelanté al semáforo que estaba en rojo todavía y avancé por la avenida en sentido contrario. Era la única manera de llegar rápido al hospital.
— ¡Sujétense! —Indiqué mientras cambiaba la velocidad de mi Mustang y me preparaba para maniobrar.
Como era de esperarse todos los demás carros venían de frente hacia mí y entonces yo luchaba con el volante por esquivarlos y evitar un accidente. Era como jugar "Space invaders" pero más extremo.
— ¿Pero qué diablos te pasa, pedazo de imbécil? —Me gritó el chofer de un transporte colectivo cuando venía frente a mí y por poco nos damos un buen golpe.
Alcancé a divisar la cara de horror de las mujeres que venían en el asiento trasero por el espejo retrovisor y también las manos de la pelirroja clavando la uñas bien fuerte en el asiento para sostenerse.
Como si no nos faltara nada peor, miré en el espejo un par de luces roja y azul que parpadeaba detrás de nosotros y el sonido de una sirena inundó nuestros oídos. Ahora estábamos en medio de una persecución policíaca.
— ¡Deténgase en nombre de la ley! —Gritaba el oficial de policía que nos exigía parar la travesía.
Ignoré al oficial y seguí mi camino. No me iba a detener a explicarle a un policía que un bebé estaba a punto de nacer y por tanto me importaba una mierda el reglamento de tránsito. Entonces aceleré.
— ¡Le ordeno que se detenga! —Dijo el hombre uniformado metiendo velocidad a la patrulla para alcanzarme.
Lo ignoré por completo, ya casi llegábamos.
—Si no se detiene ahora, considérese arrestado. —Amenazó nuevamente el policía.
Quería que me detuviera eh, pues me detendré.
—Chicas, sosténganse nuevamente, que me voy a estacionar.
Dando drásticamente la vuelta al volante hacia a izquierda para derrapar con fuerza las llantas de mi Mustang quedé perfectamente estacionado en la entrada de hospital, perfectamente alineado con la calle y sin invadir la banqueta. Vaya, creo que nunca lo había hecho también, aunque la cara de terror de mis acompañantes parecía decirme lo contrario.
La patrulla que nos seguía se estacionó a mi lado con los policías que tenían toda la intención de arrestarnos, pero al ver que mis acompañantes y yo bajamos enseguida para que después yo tomara en brazos a una mujer embarazada que pegaba fuertes alaridos de dolor, la situación pareció calmarse. Claire se adelantó para explicarles la situación y cuando los agentes se percataron que obviamente no estábamos mintiendo nos dejaron en paz y se marcharon.
Llegamos rápidamente a emergencias, se llevaron a Sheva en una camilla y un séquito de doctores corrió tras ella a una sala de partos, donde sólo dejaron acompañarla a una persona; decidimos que fuera Jill, mientras la futura tía y yo nos quedamos en la sala de espera.
Claire se quedó en uno de los sillones sentada con las manos juntas sobre los labios y yo me quedé de pie recargado sobre la pared con los brazos cruzados. La tensión era bastante palpable.
Pasó un poco más de un cuarto de hora en el que la pelirroja y yo nos quedamos sin decir palabra, cuando de repente un ligero llanto de bebé llenó la pequeña sala.
Automáticamente la chica cabellos de hoguera salto de su asiento y yo casi pierdo el equilibrio por la sorpresa.
— ¿Escuchaste eso? —Dijo la Redfield maravillada.
—Sí. —Contesté en automático.
—Ya nació… —Susurró en voz baja y con los ojos a punto de las lágrimas.
Y con la espontaneidad que la caracterizada, la menor de los Redfield se echó a mis brazos y me abrazó fuertemente pero esta vez me permití corresponder a sus encantos. Rodeó mi cintura con sus brazos y yo la abracé contra mí colocando mis manos en su espalda.
—Gracias por estar conmigo en este momento, Leon. Hace mucho que no estaba tan feliz. —Agradeció humilde a la vez que me dedicó una de esas miradas que tanto me gustaban.
Me perdí en sus ojos, en esos enormes ojos azules. Entonces me volvía audaz. De repente olvidé todo; que ella era casada, que teníamos un pasado en común, las ataduras de decencia, la cordura y el buen juicio, todo se fue al carajo en ese momento. Solo éramos ella y yo. Tomé su rostro con ambas manos y la pelirroja no opuso resistencia. Acaricié con la yema de mis dedos la piel suave de sus mejillas y me deleité con el calor de su piel. Noté un brillo de duda en sus ojos azules pero también distinguí una chispa de emoción, esa que sólo puede dar un buen recuerdo. Claire y yo teníamos tanto que era imposible que las buenas memorias del pasado no salieran a relucir en el presente.
Peligrosamente, acerqué mis labios a los suyos, alcanzaba a sentir su aliento cálido en el rostro y a ella parecía no molestarle mi cercanía. La Redfield estaba correspondiendo, y no era una alucinación o uno de mis múltiples sueños. Ya lo había decidido, era algo que ambos deseábamos y yo iba a dar el primer paso. Me incliné un poco más hacia ella y sentí que ella alzó su rostro, ansiosa. Cerré los ojos y ella hizo lo mismo, nos dejaríamos llevar por el momento.
—Familiares de Sheva Alomar.
Maldita sea. Pocas veces había sentido ganas de asesinar a un civil, esta era una de ellas.
En cuanto la pelirroja escuchó la voz del médico automáticamente se separó de mí, sonrojándose por lo que acababa de pasar, mientras yo sentía que el cielo se me estaba escapando de las manos.
—Somos nosotros. —Dijo Claire todavía avergonzada.
—Felicidades, fue una hermosa niña. Tanto la madre como la bebé están completamente sanas. —Informó el cirujano.
— ¿Podemos pasar a verlas? —Preguntó la nueva tía.
—Claro, la señora Alomar está siendo trasladada a su habitación. Es la número 17 de este piso.
Durante esa breve conversación sentía para mis adentros que la había cagado. Y la había cagado fatal. Me había aprovechado de la vulnerabilidad de Claire y de su repentino ataque de felicidad para mis propios fines y nuevamente me había portado como el cabrón que no quería ser. Supongo que ahora mi invitada querría irse de la casa y volver a alejarse de mí. ¡Bien hecho, imbécil!
Pero contrario a todo pronóstico, la menor Redfield me tomó de la mano y suavemente me arrastró tras ella para dirigirnos a la habitación en donde se encontraba su cuñada.
Entramos casi sin hacer ruido, empujando la puerta con cuidado y vimos allí a la madre recostada en la cama y a Jill cargando un bultito envuelto en una manta rosada. Acercándose, Valentine entregó a la bebe a su madre que la tomó con ternura y mirándonos descubrió la pequeña cara de la niña para que pudiésemos verla.
Debo confesar que nunca he sido bueno juzgando la belleza de un bebé, ya que aunque suene mal para algunos y especialmente para los padres y familiares cercanos los bebés no son seres precisamente lindos; hinchados, de color rojo y llenos de placenta. Al menos así me lo parecían hasta ese día. Sin embargo, ésta bebé me pareció demasiado bonita; era pequeña, de piel rosada y cabello rizado ligeramente castaño. No pude evitar enternecerme.
Sin decir nada, Sheva extendió los brazos para indicarle a Claire que cargara a su nueva sobrina, a lo que ella accedió gustosa, cargando con cariño al retoño de su hermano.
—Es preciosa. —Exclamó la pelirroja en voz baja, mientras que con las yemas de los dedos acariciaba las mejillas de la bebé. — ¿Cómo se llamará?
—Elizabeth. —Contestó la madre orgullosa.
— ¿Cómo mi madre? —Cuestionó la Redfield estando un poco sorprendida.
—Ya lo había acordado con Chris. Si nuestro bebé era niña le pondríamos el nombre de su madre.
—Qué lindo detalle. Gracias, Sheva. —Expresó la hermana de Chris claramente conmovida.
La mujer morena le devolvió el gesto con una sonrisa ligera, se veía cansada pero no por ello menos feliz.
— ¿Quieres cargar a la niña? —Preguntó la pelirroja esta vez dirigiéndose hacia mí.
— ¿Yo? —Pregunté sintiéndome un idiota fuera de la conversación.
—Claro, después de todo, tú nos ayudaste a que Elizabeth llegara al mundo. Gracias por eso, Leon. —Mencionó Sheva agradeciéndome con humildad.
Sin preguntarme, Claire depositó en mis manos a su pequeña sobrina y yo con miedo la sostuve en mis brazos. Creo que no había sentido tantos nervios de sostener algo en mis brazos desde la primera vez que tuve un arma en mis manos. En ese instante me sentí extrañamente alagado y también feliz. No podía creer que aunque fuera de una manera muy simple haya contribuido a traer al mundo a esta pequeña persona. Ahora no me cabía duda que la vida era un verdadero milagro.
Pasamos un rato más en el hospital, hasta que el doctor nos indicó que Sheva y la bebé tenían que descansar. Jill se quedaría a hacer guardia de las pacientes en la clínica y entonces la chica de mis sueños y yo volvimos a casa.
Durante el camino pasamos un rato agradable hablando sobre la bebé y los planes para el futuro, pero ni ella ni yo mencionábamos el intimo incidente que habíamos pasado. Ya en casa cenamos algo ligero y Claire fue a ponerse la pijama para irse y despedirse de mí, cuando de repente recibí una llamada un tanto inusual.
— ¿Hunnigan? —Contesté después de haber visto el identificador de llamadas.
—Lamento llamar tan tarde. —Informó la mujer con un intento de disculpa por cortesía.
—No creo que me estés llamando para desearme buenas noches. —Dije con sarcasmo e imaginando que algo malo estaba a punto de pasar.
—Creo que no. El presidente Benford te necesita en Washington mañana a primera hora.
¿¡Pero qué demonios?! ¿¡Qué podía haber pasado para que me obligaran a dejar mi trabajo abandonado de un día para otro?! Odiaba el tener que salir del estado dejando mil pendientes en la oficina y menos cuando no había encontrado a nadie de confianza que se quedara al mando de mi cargo. Además, no quería dejar a Claire. No sin asegurarme que estaría bien sin mí.
— ¿En Washington mañana? Es imposible, ¿y la D.S.O.? ¿Quién se quedará al frente? —Alegué tratando de aplazar lo más posible mi salida de Los Ángeles.
—Dereck Simmons vendrá a dar una vuelta de supervisión. —Informó la genio de la informática.
"Dereck Simmons vendrá a dar una vuelta de supervisión." Esto ya me olía muy mal.
— ¡Qué! ¿Acaso has enloquecido, Hunnigan? ¡No quiero a ese cabrón rondado por mi oficina y menos cuando yo no estoy! ¡Apuesto que ese hijo de perra está detrás de todo esto!—Expresé colérico suponiendo que el consejero de seguridad tenía algo que ver con mi salida repentina a Washington.
—Leon, cálmate. Te prometo que no permitiré que Simmons meta las narices en tus asuntos, pero por favor, tienes que ir a ver al presidente a la Casa Blanca, esto es urgente.
Di un respiro y suspiré hondo. Si Hunnigan decía que este asunto era urgente era porque seguramente la seguridad nacional estaba implicada en esto y un lío gordo iba a cocinarse.
—Mañana estaré allí.
—Quizás demores algunos días. Deberías preparar al menos una maleta. —Sugirió ella al escucharme más tranquilo.
—Lo haré. ¿Algo más?
—El jet privado sale mañana a las 7:00 am del hangar de la D.S.O. —Terminó Ingrid finalizando la conversación.
Vaya, al menos tendré transporte decente.
—Copiado. Estamos en contacto, buenas noches.
Finalicé la llamada pulsando un botón, y al darme la vuelta miré a la Redfield que estaba a mis espaldas mirándome expectante y con algo más que no pude descifrar. ¿Curiosidad? ¿Preocupación? No lo sé.
— ¿Te vas? —Preguntó la de ojos azules, sin rodeos.
—El presidente Adam Benford me necesita mañana en la Casa Blanca. —Expliqué a la chiquilla tratando de minimizar la situación sabiendo de antemano lo intuitiva que era.
— ¿Será por mucho tiempo? —Habló continuando con el interrogatorio.
—Unos días, tal vez.
La hermana de Chris bajó la mirada, al parecer no lo agradaba ni un poco lo que acababa de decirle.
— ¿Crees que algo muy malo esté pasando para que te llamen así de la nada? —Volvió a preguntar sin levantar la mirada.
—No lo sé. —Respondí con franqueza. —Eso es lo que voy a averiguar.
Nuevamente la pelirroja se quedó en silencio con la mirada perdida en el suelo. Me habría gustado preguntarle qué era lo que pensaba, pero en este día había pasado ya por demasiadas emociones, no quería agobiarla con una más.
Comencé a acomodar el sofá-cama en el que solía descansar para cuanto antes acostarme a dormir, cuando una voz llamó mi nombre.
— ¿Leon?
— ¿Qué pasa, Claire? —Contesté en automático.
La mujer dudó por unos instantes, pero después de deliberar por unos segundos para sí misma habló:
—Mañana tendrás un día pesado, tienes que dormir bien y en ese sofá dudo que lo logres.
—No entiendo. —Dije sin entender una mierda lo que ella estaba queriendo decir.
—Ven a dormir a la habitación.
—Por supuesto que no, Claire. Desde que llegaste aquí esa es tu habitación, no voy a permitir que…
Pero entonces, la Redfield me interrumpió.
—No, Leon. Quédate conmigo.
En ese momento, estallé.
Había pasado apenas una fracción de segundos de que había escuchado a la mujer de mi vida, cuando mi mente ya estaba interpretando mil y un significados de lo que Claire había querido decir. Amor… Sexo… Reencuentro…Sexo… Compañía… Sexo… Sexo otra vez… Está bien, mi mente sigue siendo ágil.
Me costó unos instantes captar que obviamente la pelirroja no me estaba pidiendo sexo por más de que mis pensamientos más pérfidos lo desearan pero si algo era cierto es que ella estaba deseando mi compañía. Pero era mejor asegurarse.
— ¿Estás segura? —Le pregunté antes de que me hiciera más ilusiones.
—Sí. —Contestó en voz baja.
Había aceptado. ¡Había aceptado! Hoy era mi día de suerte.
—Amm… Iré a… Iré a po-ponerme la pijama. —Balbuceé mientras caminaba al cuarto de baño y ella se iba a la habitación.
No lo podía creer. Jamás creí que la mujer de mi vida me pidiera nuevamente dormir con ella, compartir el lecho conmigo. Definitivamente algo muy bueno había hecho en mi otra vida para correr con tan buena fortuna. No iba a arruinar mi buena racha.
Después de ponerme la pijama, encontré a la pelirroja recostada en el otro extremo de la cama respirando tranquilamente. Traté de acomodarme sin hacer e menos ruido posible y me recosté lentamente sobre el colchón. ¡Mierda! ¡Cuánto extrañaba mi cama!
—Buenas noches, Leon. —Dijo la menor Redfield con voz suave.
—Buenas noches, Claire. —Respondí igual en voz baja, resistiendo con todas mis fuerzas las ganas de abrazarla.
No supe en qué instante Claire se había quedado dormida y a decir verdad yo tampoco noté cuando me quedé dormido yo también, pero en algún momento de la noche, mi mujercita en sus sueños se acercó a mí y se abrazó a mi torso para después recargar su cabeza en mi pecho. Sintiéndola así, tan cerca, tan como antes, fue que me permití dejar todos los perjuicios atrás y la abracé también por la cintura hundiendo mi rostro en su cabello, embriagándome con su perfume. Desconocía qué motivos habían orillado a la menor Redfield a tomar esta decisión de querer compartir la cama conmigo. Tal vez fue la soledad, las emociones del día de hoy, o probablemente solo quería que yo durmiera bien, quién lo sabía, pero en realidad no importaba mucho, lo que estaba compartiendo en estem omento con ella valía cada maldito segundo de mi abstinencia y de mi dolor al saberla casada con otro, por lo menos por ahora sólo existíamos ella y yo. Igual que antes, como siempre debía haber sido.
A/N: ¿Que les ha parecido? Lectores, ¿ya han perdonado a Leon? Porque al parecer, Claire ya comienza a hacerlo, lástima que Leon tendrá que salir de la ciudad, ah saber para qué. Simmons está rondando seguro que para nada bueno, ya veremos que hará nuestro agente al respecto. Lo sabremos en el próximo capítulo. Espero haber alegrado un poco sus corazones cleonistas.
Ya saben para mí su opinión es importante así que no duden expresarse en los reviews o si lo prefieren también en los Mensajes Privados.
Recomendaciones musicales
-Que no/ Café Tacvba
-I'll be there for you /Bon Jovi.
Si desean un poco más de Cleon tengo por ahí más historias de esta pareja como "Te quiero tanto", "Mi mejor amiga", "Sé feliz" (Es un CLEVE fusión con Cleon), "Confías en mí" (Creva/Cleon), y "Mala Sangre" (Allí encontrarán de todo amigos).
Como siempre un gusto escribirles y leerlos. Nos vemos en la próxima.
