NOTA DE LA AUTORA: Hola queridos lectores, ¿cómo están? Espero y hayan pasado unas excelentes fiestas decembrinas y este inicio de año lo inicien con el pie derecho y como propósito (y regalo) para ustedes, prometí actualizar todos mis fics que tengo pendientes, si alguien más sigue mis otros fics tanto del fandom de RE como el de Street Fighter se darán cuenta que estoy tratando de cumplir y bueno, aquí estamos en el turno de "Vivir por ella". Creo que les debo una por mi larga ausencia, no me justifico pero mis deberes laborales y académicos no me lo permitían, ¡la vida de adulto apesta! Pero bueno, creo que ya podré darme un respiro. Pero bueno, ya no haré más letanía y espero disfruten lo que sigue en la vida de nuestro querido Leon, ya me contarán su opinión.
Finalizo agradeciendo a la Hermandad Malvada y a los chicos de FF: DSTLO por hacer posible estas locuras y sobre todo a ustedes y a su paciencia para conmigo. Sigan disfrutando sus vacaciones los que aún tienen y sin más a leer.
MENSAJE ESPECIAL
Sólo un pequeño detalle; en esta ocasión no responderé reviews, debido a que bueno, no tengo demasiado tiempo y que supongo que ya quieren leer, les pide de antemano una disculpa y comprensión, prometiendo que no volverá a suceder pero prometo que leo todas sus críticas y mensajes agradeciendo especialmente los comentarios de mi comadre Zhines, Xaori, Romel, mi hermana GeishaPax, mi querida Pil-chan, Lexugim Greyrat, Tresk Cobain, Rose, Darkmatter Blac, RE Forever y Bruno Viera. Chicos gracias por sus críticas y mensajes, espero y hayan disfrutado ese cap con su dosis de cleon y prometo que en el siguiente capítulo si responderé todos sus mensajes. ¡Los quiero!
"Do I want to know?
If this feeling flows both ways
Sad to see you go.
Was sort of hoping that you'd stay
baby, we both know.
That the nights were mainly made
for saying things that you can't say tomorrow day."
—Do I wanna know, Arctic Monkeys.
CAPÍTULO 7: BIENVENIDO AL INFIERNO
Una terrible carga moral se apoderó de mí; había matado al presidente. Contemplando el cadáver de Adam en el suelo sobre un charco de su propia sangre, seguía sin dar crédito a lo que veía.
—Es culpa mía. Yo… he hecho esto.
Por primera vez había abierto la boca la chica que estaba a mi lado y que por un momento me había olvidado de su presencia. ¿Qué carajo acababa de decir?
— ¿De qué estás hablando? —Exigí sin entender lo que esa chiquilla estaba diciendo.
—Catedral de Tall Oaks —Contestó en voz baja con la voz quebrada por el llanto y limpiándose una lágrima con el dorso de la mano. —Te lo explicaré allí, agente Kennedy.
— ¿Cómo sabes mi nombre? —Pregunté empezando a tener muy malas sospechas de la desconocida.
De repente la PDA de la mujer empezó a sonar.
— ¿Sí? —Habló después de haber sacado rápidamente del bolsillo de su pantalón el aparato.
— ¿Hunnigan?
Jamás imaginé que Ingrid tuviese relación con esta chica. ¿Por qué ella llamaba personalmente a esta misteriosa joven? Entre más pasaba el tiempo, menos entendía lo que estaba pasando.
—Menos mal, están bien.
— ¿Se conocen? —Pregunté ignorando las palabras de alivio de Ingrid al vernos a salvo, necesitaba averiguar qué estaba sucediendo ya.
—Es Helena Harper, lleva un año en el Servicio Secreto. No se imaginan cómo me alegro de que estén bien. Siento abreviar pero necesito que me informen de la situación.
Y aquí venía la parte difícil de la historia. Tanto la tal Helena Harper como yo, miramos al suelo y vimos una vez más el cuerpo que en vida había pertenecido a uno de los hombres más importantes del mundo.
—He… He disparado al Presidente.
— ¡¿Qué has…?!
Hunnigan enseguida se sobresaltó y no era para menos. Mi trabajo era mantener con vida y velar por la seguridad de Adam e irónicamente era yo quien había acabado con su existencia.
—Estaba infectado cuando lo encontramos. Leon hizo lo que debía, él… Salvó mi vida.
Ahora estaba realmente sorprendido. Al parecer Helena quería ayudarme en el enorme lío en el que me acababa de meter e intervino en mi conversación con Ingrid.
—Oh, Dios mío. —Susurró la mujer que estaba del otro lado del aparato con expresión consternada y se quedó dubitativa por unos segundos. Finalmente deliberó; —De acuerdo, yo haré el informe. Céntrense en salir de allí lo antes posible. El virus se ha extendido a cinco kilómetros del perímetro del campus y va a buen ritmo. Dense prisa.
—Antes hay que ir a la Catedral de Tall Oaks. —Intervino la de cabello oscuro. —El agente Kennedy tiene una pista para averiguar quién está detrás.
—Leon, ¿es cierto?
Al parecer la joven no iba a dar su brazo a torcer, estaba necia en ir a esa Catedral y ahora me estaba involucrando directamente en ello. Bien, iba a darle gusto, pero no iba a portarme amable. Ella me miró con ojos suplicantes.
—Sí… Podría tener algo. —Mentí haciéndole una afirmación falsa a la morena.
—Recibido, buscaré la ruta más segura. Estén a la escucha. —Finalizó Hunnigan y la videollamada se terminó.
— ¿Tengo una pista? —Pregunté con ojos inquisidores a mi acompañante, de ser necesario, la obligaría a contarme toda la verdad.
—Sí, si me acompañas.
Antes de partir me acomodé en cuclillas al lado del cuerpo del Presidente Benford. Emocionalmente estaba hecho mierda. Independientemente del delito que había cometido al ser responsable de la muerte del primer mandatario del país, y haber arremetido contra mi superior, Adam era un buen amigo, y quien haya sido el responsable de esto, pagaría por ello y muy caro, eso corría por mi cuenta.
—Adam, lo siento…
Me puse de pie y volteé a mirar a Helena que me observaba en silencio.
— ¿Qué tiene de especial esa iglesia? ¿Tienes pecados que confesar? —Dije con sarcasmo dirigiéndome a mi aliada. Tanto misterio alrededor de esa mujer hacía que Helena Harper comenzara a caerme realmente mal.
—Es difícil de explicar, si no te lo cuento en la catedral puede que no me creas.
No dije una palabra más, y me dispuse a largarme de mala gana de esa oficina. Esperaba que lo que me fuese a mostrar en esa Catedral en realidad fuera algo de suma importancia, porque de ser una jugarreta, no estaba de mejor humor como para no cometer otro homicidio ese día.
Estaba molesto, bastante molesto. Sentía como la ira iba llenando mi cabeza hasta inundarla por completo y para colmo esta chica se hacía la interesante con la información que tenía. Acababa de matar al presidente y ella aún quería andar con juegos de suspenso. Me detuve en el quicio de la puerta de madera, esta situación me estaba rebasando.
—En cuanto lleguemos a la Catedral, me lo vas a contar todo. ¿De acuerdo?
—De acuerdo. —Contestó ella con voz segura pero un tanto desanimada.
Claramente no había sido una pregunta la que yo había hecho, era una amenaza.
Había una puerta entreabierta justo frente a la oficina donde habíamos estado momentos antes y me decidí por abrirla. Al entrar encontré el mismo desastre que había en el sitio en general pero además de ello, los cadáveres de cuatro personas.
—Aquí también. Esto se nos está yendo de las manos.
Mierda, mil y un veces mierda. Esta situación ya la había vivido antes y no eran recuerdos para nada gratos. Nunca nadie está preparado para vivir dos veces la misma catástrofe de Raccoon City.
Caminamos hacia el vestíbulo principal y mantenía firme mi arma, en cualquier momento iba a necesitarla. Como si no fuese suficiente lo sombrío de la situación la campana de la escuela comenzó a sonar lúgubre inundando todo el lugar.
Me acerqué rápido hacia la puerta enorme de madera que conducía a lo que parecía ser a otra habitación grande.
—Si vez uno, apúntale a la cabeza. Es lo mejor. —Le expliqué a la más joven por si nuestra vida corría peligro no titubeara en disparar.
—Entendido.
Y de un golpe abrimos la puerta de par en par. Afortunadamente, no había indicios de no muertos cerca. Era una especie de salón, había muchas mesas arregladas de manera elegante, flores, velos, globos y demás decoración para una recepción fina, a la altura como para recibir al Presidente.
—La recepción iba a ser en este lugar. Todo el mundo estaría cenando aquí ahora sí…
— ¿Habrá sobrevivido alguien? —Interrumpió ella viendo la misma escena que yo.
—Eso espero.
Continuamos desplazándonos entre los pasillos del lugar, la única manera de ir a la salida era bajando las escaleras laterales. Mientras iba caminando por el sitio, mi mente insistía en remontar a los acontecimientos sucedidos hace ya quince años, cuando llegué a la comisaría de Raccoon City y toda la ciudad estaba infectada.
—No puedo creer que todo esto esté volviendo a pasar. Es como el incidente de Raccoon… —Dije en voz alta mientras miraba los estrados de los daños.
—El incidente de Raccoon City, tú eres uno de los supervivientes.
Al parecer, Helena Harper me conocía muy bien. Y esa situación no me gustaba.
—Sí, nunca lo olvidaré. Vamos a ir a esa catedral tuya, pero si resulta que tienes que ver con esto…Ya puedes despedirte de tu libertad. —Advertí a Harper sin contemplaciones, esa mujer cada vez me estaba gustando menos.
—Lo sé.
Entonces vimos a lo lejos una figura moverse, que salió huyendo al fondo de la habitación.
— ¿Qué ha sido eso? —Preguntó preocupada.
—Solo hay un modo de averiguarlo. ¡En marcha!
En el fondo del salón había una puertecilla que conducía a algún lado de donde habíamos visto movimiento, nos apresuramos a atravesarla, era seguro que llevaría a algún lado.
Todo estaba oscuro pero daba la impresión de que parecía un pequeño almacén. Nos topamos rápidamente con otra puerta al fondo, esperé a Helena que me seguía unos pasos detrás y con un golpe abrimos la puerta.
— ¡Esperen! ¡No disparen! —Gritó la voz de un hombre al ver que apuntábamos hacia él.
Debido al sobresalto el hombre entró en una crisis de tos brutal que lo hizo doblarse casi en cuclillas sobre el suelo.
— ¿Estás bien? —Pregunté a la vez que lo auxiliaba a reincorporarse.
—La niebla… —Dijo con voz agitada.
— ¿Qué? —Replicó mi compañera.
—La niebla, surgió de la nada… —Explicó con angustia el sujeto de edad madura.
De repente, escuchamos unos gritos lejanos.
— ¡Liz! —Gritó el individuo con desesperación.
— ¡Espera!
— ¡Déjame! —Se resistió intentando zafarse de mi agarre.
— ¡Es muy peligroso! —Le expliqué para impedir que se marchara.
Harper levantó el móvil que había caído del bolsillo de nuestro acompañante y revisó la imagen que dibujaba en pantalla.
— ¡Es mi hija, está sola! Si no hacemos algo…
Rápidamente me lancé sobre ese tipo y lo acorralé sobre la pared para colocarle mi mano sobre la boca y callarlo. Tal vez me vi un poco insensible al portarme tan brusco para poder contener la desesperación de un hombre que busca a su familiar, pero en este tipo de situaciones se debía de pensar frío si es que se quería salir con vida de esta.
—Vale, está claro. Pero si no te calmas, no podrás salvarla. ¿Lo entiendes?
El desconocido asintió, parecía que comprendió bien mi mensaje por la fuerza.
—Liz…
— ¿Es tu hija? —Pregunté para verificar en caso de que hubiese mentido para tratar de huir.
Asintió con la cabeza varias veces.
—Bien, vamos a buscarla.
—Leon, no tenemos tiempo...
La señorita misterio me estaba cabreando, ya me quedaba claro que era toda una novata en el negocio y no le interesaba demasiado proteger a las víctimas de la contingencia.
—Pues lo encontraremos. —Reafirmé con autoridad asegurando que encontraríamos a la tal Liz.
A regañadientes la castaña nos acompañó a mí y al desesperado padre a buscar a la chiquilla y fue que entonces el sujeto nos explicó que laboraba allí en el edificio, por lo cual tenía llaves de todos los sitios conocidos y no estábamos a ciegas explorando el inmueble de rectoría. Fue al abrir una puerta ancha que descubrimos una habitación oscura, donde después de encontrar un rastro de sangre digno de la más taquillera película de terror hollywoodense, hayamos a una jovencita.
—Papá… —Gimió la menor a punto de desfallecer.
En respuesta el individuo que nos acompañaba corrió junto a ella para auxiliarla. No cabía duda, era Liz.
Tuvieron una conversación breve en la cual Helena y yo nos manteníamos ajenos pero por nuestros rostros no podíamos evitar que dicha plática entre papá e hija nos afectara.
Hasta el momento y a pesar de mi pasado oscuro y mujeriego, no contaba con la fortuna de ser padre, pero definitivamente no deseaba encontrarme en una situación similar en el futuro en el cual el hombre tenía que hacerse el fuerte para reconfortar a Liz y ocultarle la verdad evidente de que el resto de la familia había muerto y ellos eran los últimos sobrevivientes. Este era el lado más mierda del trabajo, ver tan de cerca el sufrimiento de la gente y no poder evitarlo.
Como pudo, el empleado de la universidad arrastró a su hija y nos condujo a un elevador donde podríamos salir del campus infernal y estaríamos medianamente seguros por unos instantes al menos. Me adelanté demasiado a pensar en la posibilidad de que quizás podríamos salir fácilmente de esta.
Una crisis de tos se apoderó de la joven Liz hasta el punto de hacerla caer en el piso del elevador, justo como le había sucedido al padre momentos antes.
—Todo va a estar bien, Lizzie. —Decía el desesperado hombrecillo sosteniendo por el hombro a la muchachita. —No te va a pasar nada.
—Papá… —Pronunció con dificultad la interpelada.
—Ya casi estamos. —Insistió él para darle valor a la adolescente.
Pero Liz no resistió.
Su padre, se desplomó en llanto en ese instante, mientras Helena me miraba con tristeza, como tratando de buscar un consuelo. De repente, el elevador comenzó a fallar.
— ¡La electricidad!
La luz se fue y nos quedamos en completa oscuridad, pero para cuando encendimos las luces y llegamos a la planta baja, ni mi compañera ni yo estábamos a salvo… Una Liz infectada había contagiado a su padre que ahora se habían convertido en no muertos listos y dispuestos a matarnos, si les dábamos oportunidad.
Defendernos de la familia infectada no fue difícil si lo comparamos con lo que se nos venía. Hordas, decenas y decenas de zombis se habían colado en el estacionamiento y venían tras de nosotros, con dificultad logramos escondernos en el cuarto de vigilancia. Después de asegurar la puerta y revisar que no teníamos compañía, distinguimos por la pantalla a un grupo de gente pedir ayuda. Esto era un caos, un maldito caos.
— ¡En marcha! —Indiqué a mi compañera cuando vi que estaban a punto de atacar a ese grupo de personas.
—Leon, es demasiado, tarde.
Desafortunadamente, Helena tenía razón.
—Ya no podemos hacer nada. —Completó señalando las pantallas del panel de cámaras, las víctimas estaban siendo devoradas por los no muertos.
—Tienes razón. Salgamos de aquí.
A través de los intercomunicadores Hunnigan nos indicó la ruta más cercana para salir del campus pero sobrevivir, era el verdadero reto. A pesar de todos mis años en el negocio, y haber realizado múltiples misiones e informes al respecto, cada vez se aprendía algo nuevo. Por ejemplo, que estos bastardos se alteraban con el ruido, en especial de las jodidas alarmas.
Sin querer, activamos la sirena de detección de armas del centro universitario y los infectados nos encontraron. Intentaban destrozarnos a ambos con desesperación pero afortunadamente, nos encontramos con una patrulla en la que podíamos huir. La pesadilla de Raccoon se estaba repitiendo.
Como pudimos tanto Harper y yo subimos a la patrulla, aún no estábamos totalmente a salvo.
— ¡Mierda, no hay llaves! —Maldije al no encontrarlas.
Comencé a buscar entre la guantera, la palanca de velocidades, el estéreo…
— ¿Estás seguro? —Preguntó mi acompañante con impaciencia mientras nuestros perseguidores intentaban forzar las puertas del vehículo.
— ¡Estoy buscándolas! —Respondí con desesperación como si no fuera ya la suficiente presión.
—Robar un coche no es tan fácil como en las películas. —Añadí imaginando que la huida en un automóvil ajeno sería tan sencillo como en las películas de "Rápido y furioso" o en Grand Theft Auto.
Las terminé encontrando en el parasol del vehículo. ¿Quién diablos guarda las llaves en el parasol?
Como pude encendí la patrulla con dificultad, pero esos cabrones lograron romper el cristal de mi ventanilla.
—Ponte el cinturón. —Le indiqué a mi compañera mientras trataba de repeler el ataque del infectado.
Ahora iba a hacer mi mejor truco; conducir sin cuidado como un demente.
Con toda mi adrenalina hundí el pie en el acelerador y me fui sobre esos hijos de puta, llevándome a varios de corbata, limpiando nuestro camino.
—Hemos salido del campus, ahora sólo nos queda salir de la ciudad. —Informé a Helena dando un respiro.
—Sin que nos maten.
¿Esa mujer siempre tenía que ser tan pesimista?
Aún no terminaba de decir la frase cuando algún no muerto sin que nos diéramos cuenta había subido al techo de la patrulla e intentó atacarme a través del cristal roto. Intenté acercarme lo más que pude contra la pared para quitárnoslo de encima pero debido al exceso de velocidad no fue posible. En menos de un minuto Helena y yo habíamos volcado el automóvil e intentábamos salir como podíamos no sin antes claro, estar en medio de varios autos en llamas, incluido nuestro medio de transporte.
— ¿Helena, Leon? ¿Están los dos bien?
Por poco me rompía el coxis, pero creo que estaba respirando aún.
—Más o menos, pero necesitamos otra forma para llegar a la Catedral. —Informé a Hunnigan a la vez que trataba de recuperar la postura.
—Bueno, he encontrado una ruta subterránea más segura…
Casi estaba seguro que no me iba a gustar la respuesta de Ingrid, entonces me adelanté.
—Las alcantarillas ¿no? ¡Genial!
Nuestra guía ya no respondió así que no me había equivocado, entonces me resigné a oler por un buen rato los desechos de toda la ciudad. Ayudé a Helena para que bajara primero y enseguida yo hice lo mismo, pero en el aterrizaje la chica estuvo a punto de caer y con una mano la sostuve quedando sólo a centímetros de su rostro. Encendí la luz de mi lámpara de diadema y por primera vez, vi con detenimiento los bellos ojos oscuros de Helena Harper, reflejando una mirada que me hizo retroceder a 1998…
— ¡Espera no dispares!
— ¡Agáchate!
Atiné tres tiros al cuerpo de ese demonio zombi y enseguida cayó al suelo a la misma velocidad con la que caían los casquillos de mis balas. Volteó a mirar el cadáver sin dar crédito a lo que acababa de pasar. Fue cuando por primera vez, me vi en esos ojos azules.
Era una chica, quizás uno o dos años menor que yo. Estatura promedio, delgada, piel blanca y ojos de un azul profundo. Vestía de motociclista con guantes y botas de cuero que le llegaban a la mitad de sus pantorrillas, shorts en color negro y un chaleco rojo que en la espalda contenía la leyenda "Made in Heaven". Lo que más atrajo mi atención fue su melena pelirroja rebelde, atada en una coleta que dejaba ver unos mechones en el flequillo. Nunca había visto a nadie con un color de cabello tan intenso.
—No nos podemos quedar aquí afuera. Vete a la comisaría de policía, será mucho más seguro. —Le dije extendiendo la mano para que pudiera levantarse.
Apenas se había reincorporado cuando en nuestro flanco derecho ya había una horda de zombis que nos habían visto y venían por nosotros. No tenía ni idea de quién era ella, pero a estas alturas era de las pocas personas que seguían siendo humanas en la ciudad, así que era de suma importancia para mí mantenerla con vida.
Ambos echamos a correr como alma que lleva el diablo en dirección opuesta, pero esos hijos de puta eran demasiados.
— ¡Allí! —Dije señalando a una patrulla que estaba estacionada junto a la acera.
Para nuestra buena suerte el auto no tenía los seguros puestos y pudimos entrar sin problema alguno.
—Abróchate. —Le indiqué a la vez que giré la llave y pisé el acelerador. Hundí el pedal hasta el fondo importándome bien poco a cuantos hostiles me llevaría entre las llantas.
Ya nos habíamos alejado un poco de la zona, pero mi compañera aún parecía muy asustada. Y no la culpaba.
— ¿Qué está pasando? —Preguntó sin quitar la vista de la ventanilla. —Llego a la ciudad y todo se vuelve loco.
Mientras conducía intenté tratar de comunicarme por la radio, pero era inútil.
— ¡Genial! La radio no funciona. —Dije quejándome en voz alta y maldiciendo internamente por mi mala suerte.
— ¿Tú eres poli, no?
—Sí. Hoy es mi primer día de trabajo. Estupendo ¿Eh? —Le contesté a mi acompañante en un intento de hacer un poco más amena nuestra tragedia. —Me llamo Leon Kennedy, encantado de conocerte.
—Yo Claire, Claire Redfield.
Claire Redfield, así se llamaba la motociclista. Era el nombre de mi nueva compañera en esta pesadilla y quien más adelante, sería la mujer que se adueñaría de mis sueños.
—Estoy bien. —Contestó Harper separándose y sacándome de mi ensoñación por un segundo.
Claire, nuevamente mi Claire. Venía otra vez a reclamar su lugar en mis pensamientos para recordarme el por qué debía seguir con vida y que tenía un firme propósito para luchar. Le había prometido regresar a salvo y lo iba a cumplir, aunque no sabía cómo.
—Démonos prisa. —Sugirió la castaña adelantándose cuando escuchamos ambos un rugido proveniente de la calle que habíamos dejado atrás.
La seguí en silencio tratando de tener el mayor cuidado y sigilo a mi paso procurando ponerme lo menos posible en riesgo, no por mí; por ella.
Bien, que inicie la "aventura" en la cloaca.
