1998 final de la guerra mágica.

Después de que Harry derrotara a Voldemort en medio del gran comedor, todo fue demasiado turbulento. Había responsabilidades que atender, despedidas, lamentos y reencuentros, el aire era caótico. La muerte de Fred había sido muy difícil para la familia Wesley, en especial para George y Ron; Harry se lamentaba demasiado por la muerte de Remus Lupin, el último integrante de los merodeadores, y Nymphadora Tonks, su esposa metamorfomaga, quienes dejaron atrás a un hermoso bebé. Hermione, por otra parte, quería saber si podía recuperar la memoria de sus padres. Haberlos hecho olvidar en medio de la guerra fue su mayor muestra de amor ante los infinitos finales fatales que pudieron enfrentar a manos de los mortifagos, pero así mismo, al parecer, una decisión extrema, ahora ellos no podían recordar absolutamente nada que se relacionara con su existencia. A pesar de todas las dificultades que cada uno estaba cargando, sabían que el futuro era incierto, había cierta excitación en el mundo mágico, pues aun cuando no había nada que temer, la vida después de la guerra estaba siendo demasiado compleja.

Si aun estás ahí:

-No me discutas más, Ginny. Estoy bien, mi casa es un lío y apenas instalamos la red flu hace dos días, he estado organizando demasiadas cosas para que mis padres encuentren todo como estaba. Quiero que no se sientan perdidos- miró fijamente una foto de ellos cuando estaban recién casados. Hermione en su interior esperaba con ansias que pronto le dieran noticias de San Mungo, quería contarle todo a sus padres, todo lo que realizó y lo mucho que los amaba.

- Está bien, Mione- dijo con cara de resignación- No porque te sientas incómoda con Ron frente a lo que pasó entre ustedes, quiere decir que no puedes hablar conmigo. Soy tu amiga. Necesitamos ser un gran equipo y para ello debemos hablar.

Hermione juró en voz baja y terminó de organizar las últimas fotos de sus padres, ella no estaba en ellas, aún no sabían quién era ella. -Ginny, lo sé. Nunca lo he pensado, pero es extraño, todo es extraño para mí. En dos días es el cumpleaños de Harry y ya debería estar allá, pero no sé cómo sentirme.

-Hermione, muchos nos sentimos así, no estás sola en esto. Quiero que vengas y estés con tu familia. Estaremos en Hogwarts, este será tu último año y podrás hacer todo lo que habías soñado. Ron y Harry empiezan su entrenamiento como aurores el mismo día que nosotras nos vamos. Además, Ron no está enojado en lo absoluto, él tampoco sabe como estar a tu alrededor- pausó un segundo- te quiere mucho, primero fuiste su amiga y eso es lo que más importa- en ese momento se sintió una voz a lo lejos y la cabeza de Ginny desapareció, Hermione cerró los ojos y se acostó en el suelo, no sabía cómo explicar lo que estaba sintiendo dentro. Sabía que, si no actuaba perfectamente en la madriguera, se darían cuenta de lo triste y acongojada que estaba y tal vez sus amigos retrasarían su entrenamiento e intentarían convencerla para no regresar a Hogwarts.

-Lo siento- dijo Ginny resurgiendo en la red flu, Harry necesitaba encontrar su- se calló- algo. En fin, ¿a qué horas llegas?

Hermione abrió los ojos lentamente y respondió- en una hora me apareceré allá. Gracias, Ginny- dijo sintiéndolo de verdad- eres una gran amiga.

-Te esperamos- dijo la pelirroja y desapareció. El ruido del crujir del fuego la hizo saltar y se levantó de forma automática del suelo.

Hermione estaba en un estado de alarma constante. Aún con ruidos tan nimios, su corazón se aceleraba terriblemente, haber acampado con Harry y Ron, huyendo de los carroñeros durante tanto tiempo, había dejado algo en ella que no podía controlar.

Hace poco más de dos meses había acabado la guerra y aún no sabía cómo comportarse más tranquila. Había leído dos libros sobre la postguerra mágica y los trastornos mentales que podían permanecer en algunos magos y aún así, sentía que no había nada que le ayudara con ello. Hasta ahora había podido encontrar similitudes con el síndrome de estrés postraumático, pero había cosas que aún no entendía. Hermione se levantó y dio un grito fuerte, no sabía si podría aparecerse con éxito en la madriguera, y aunque lo haya realizado tantas veces en el pasado, le aterraba la idea de fallar.

Sin más dilación, se movió hacia la habitación, empacó las cosas que iba a necesitar para su último año académico y se apareció en las afueras de uno de los lugares más cálidos y familiares que conocía, la madriguera. Sin prisa conjugó, se movió lentamente hacía la casa y abrió la puerta con cierto miedo de encontrarse un escenario que no le gustara.

Todo era cálido y acogedor, perfectamente familiar y único, Molly estaba moviendo, junto con George, un hermoso cartel que decía Feliz cumpleaños, cuando la vieron, la saludaron muy cálidamente y empezó un gran revuelo por su llegada. Era extraño celebrar con Harry antes del 31 de julio, pero todos sabían muy bien que al empezar su formación como aurores, debían partir antes para organizar su llegada al que sería su nuevo hogar. Harry bajó con una gran sonrisa, era extraño verlo, físicamente había cambiado mucho, tenía una barba muy bien formada y su cabello, como siempre, bastante desprolijo; no podía negar que poseía un atractivo único porque después de la guerra había sufrido cambios realmente visibles en su cuerpo, era más atlético y había crecido unos buenos centímetros que le sacaban una cabeza de ventaja.

-Viniste- le susurró Harry abrazándola fuertemente.

-No me lo perdería nunca- respondió ella con cierta alegría. Verlo la estaba cargando de algo que no sabía que le faltaba. Quería a Harry como a nadie en el mundo, era su mejor amigo, pero también una de las personas que más la conocía, la llenaba de amor y tranquilidad. Ciertamente Ginny tenía suerte de tenerlo pululando como mariposa alrededor de ella, así como él tenía suerte de amar sin miedos a alguien que le daba mucho amor.

- Hola, Herms, te esperábamos- dijo Ginny giñando un ojo con complicidad.

Ron se demoraría en saludar, eso lo esperaba, sin embargo, le dio cierta impotencia comprender que su amistad estaba pasando por un momento difícil. No quería alejarse de su amigo, ella sabía que podrían reconstruir la relación de amistad que tenían, solo necesitarían un poco más de tiempo.

No podía negar que los Weasley tenían una mirada bastante triste, la cual enmascaraban con su amabilidad y armonía, además la hicieron sentir bastante más tranquila de lo que ella hubiera imaginado. Todo estaba en orden, ella iniciaría un nuevo ciclo y todos retomarían sin miedo el futuro que les esperaba luego de la gran guerra.

Cuando bajó Ron, todos estaban hablando de forma tranquila sobre Hogwarts, Mcgonagall estaba haciendo un excelente trabajo para reconstruir el castillo, todos estaban ayudando y aun con los cambios físicos del lugar, estaban logrando un espacio armonioso para estudiar. Por esa razón, se decidió volver a su último año, sin Voldemort en el camino, creía que podría enfrascarse de lleno en aquello que la apasionaba, leer, estudiar y convertirse en la mejor bruja y hacerse un camino en el Ministerio de magia.

Ron la miró desde las escaleras y en sus ojos notó una súplica, quería hablar con ella a solas. Ella se levantó sin mucho ruido y sin interrumpir la conversación que se construía alrededor de Mcgonagall. Se acercó lentamente y sin saber cómo saludarlo, en una voz quedada le saludó.

-Hola, Ron, qué bueno verte- dijo de verdad sintiéndolo.

-Herms, estás hermosa- y para sorpresa de ella, la abrazó fuertemente- No te imaginas lo que he pensado en escribirte, no quiero que pienses que no te perdono o que te odio. No quiero perderte, eres mi mejor amiga, la bruja más inteligente y valiente que conozco y, además, eres mi más grande amor- finalizó. Hermione se estremeció con lo último y tomo aire para responderle, pero Ron se adelantó y continuó con su discurso, parecía que lo había ensayado por horas.

-Sin embargo, se que estamos viviendo muchos cambios y después de tanto pensarlo, logré comprender que no debo tirar nuestra amistad por la borda. Fuiste mi amiga, me escuchaste y perdonaste ante todas las estupideces que hice durante estos años, me salvaste la vida más de una vez y me diste algo a lo que aferrarme en la guerra. Sí, sé que dije antes que fuiste mi primer amor, pero me enseñaste también que el amor no es solo romántico, también familiar y compasivo. Aunque soy un cabeza dura, solo puedo decirte que eres alguien a quien admiro y nunca te voy a dar la espalda, cuando te sientas preparada para retomar nuestra amistad, lo podremos hacer. Te quiero, Herms.

Al terminar, la miró con curiosidad, esperando. Hermione no sabía que responder, la había tomado por sorpresa. De todos sus miedos, uno que más la perseguía era perder lo que construyeron durante tantos años como amigos, sin embargo, escuchando a Ron entendía que las cosas podían mejorar si se abría a las posibilidades que deparaba el futuro. Finalmente, luego de una larga pausa, le respondió.

-Ron, gracias por esto. Es lo único que puedo decirte ahora, dejemos que las cosas fluyan.

Ambos se rieron y caminaron hacía la sala, todos celebraron de una forma animada después de los últimos meses de perdidas y llantos, olvidando por un segundo aquello que en cada uno angustiaba su sentir, el futuro, el porvenir, lo desconocido, el nuevo inicio.