Harry Potter pertenece a J.K. Rowling.

Solo nos pertenecen los OC.

La Pirata de los Cielos

Capítulo 63: La Reunión.

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Céline, Daphne y Tracy, salían de la clase de Transformaciones, más animadas, luego de habían conseguido hacer desaparecer sus ratones en la clase de Transformaciones (es más, Hermione había progresado y había hecho desaparecer gatitos), antes de que volvieran a abordar el tema durante una desapacible y tempestuosa tarde de finales de septiembre, cuando estaban sentados en la biblioteca buscando ingredientes de pociones para un trabajo que les había encargado Snape.

—Alex —dijo de pronto Hermione—, ¿has vuelto a pensar en la asignatura de Defensa Contra las Artes Oscuras?

—Pues claro —repuso Alex malhumorado—. ¿Cómo vamos a olvidarla, con la arpía que tenemos de profesora?

—Me refería a la idea que tuvimos Ron y yo… —Ron, alarmado, le dirigió una mirada amenazadora a Hermione, quien frunció el entrecejo y rectificó—: De acuerdo, de acuerdo, a la idea que tuve yo de que nos dieras clase.

Alex no contestó enseguida. Fingió que leía detenidamente una página de Antídotos asiáticos, porque no quería decir lo que estaba pensando.

Lo cierto era que durante aquellas dos semanas había reflexionado mucho sobre aquel tema. A veces le parecía una idea descabellada, como se lo había parecido la noche que Hermione se la propuso, pero otras se sorprendía a sí mismo pensando en los hechizos que más le habían servido en sus diversos enfrentamientos con Mortífagos y criaturas tenebrosas; y no sólo eso, a veces se sorprendía a sí mismo planeando inconscientemente las clases…

—Bueno —dijo con lentitud, pues ya no podía continuar simulando que le interesaba muchísimo Antídotos asiáticos—. Sí, he pensado un poco.

— ¿Y? —preguntó Hermione, esperanzada.

—No lo sé —empezó Alex para ganar tiempo. Luego levantó la cabeza y miró a Ron.

—A mí me pareció buena idea desde el principio —afirmó éste, que parecía más dispuesto a participar en aquella conversación ahora que estaba seguro de que Alex no iba a ponerse a gritar otra vez.

Alex, incómodo, cambió de postura en la silla. —Ya les dije que gran parte de mi éxito se debió a la suerte.

—Sí, Alex —replicó Hermione suavemente—, pero de todos modos es inútil que finjas que no eres bueno en Defensa Contra las Artes Oscuras, porque lo eres. El año pasado fuiste el único estudiante que supo resistirse a la maldición imperius, sabes hacer aparecer un patronus, sabes hacer cosas que muchos magos adultos no saben. Viktor siempre decía…

Ron giró la cabeza hacia ella, y lo hizo tan bruscamente que dio la impresión de que se había lastimado el cuello. Se lo frotó y dijo: — ¿Ah, ¿sí? ¿Qué decía Vicky?

—Decía que Alex sabía hacer cosas que ni siquiera él sabía hacer, y eso que estaba en el último curso del Instituto Durmstrang.

—Bueno, ¿qué dices? ¿Nos enseñarás? —Antes de que respondiera, Hermione volvió a hablar —Verás… —comenzó Hermione con cierto nerviosismo—. Bueno, ahora no vuelvas a subirte por las paredes, Alex, por favor…, pero creo que deberías enseñar a todo aquel que quiera aprender. Mira, estamos hablando de defendernos de Vo... Voldemort. Oh por favor, no seas ridículo, Ron. No sería justo que no ofreciéramos a los demás la posibilidad de aprender.

Alex lo pensó un momento, y entonces respondió: —Sí, pero dudo que haya alguien, aparte de vosotros dos, que esté interesado en que le dé clase. Recuerda que soy un chiflado.

—Creo que te sorprenderías de la cantidad de gente a la que le apetecería escuchar lo que tú tengas que decir —afirmó Hermione muy seria—. Mira —se inclinó hacia Alex; Ron, que todavía la miraba ceñudo, se inclinó también para enterarse—, ¿recuerdas que el primer fin de semana de octubre tenemos la excursión a Hogsmeade? ¿Qué te parecería si le dijéramos a los que estén interesados que se reúnan con nosotros en el pueblo para que podamos discutirlo?

Ron miró con enfado a Hermione. — ¿Por qué tenemos que hacerlo fuera del colegio? —preguntó Ron.

Daphne habló. —Porque no creo que Umbridge se pusiera muy contenta si descubriera lo que estamos tramando.

—Ron y yo hemos estado sondeando a la gente que creíamos que querría aprender algo de Defensa Contra las Artes Oscuras, y hay un par de personas que parecen interesadas. —dijo Hermione cruzada de brazos —Les hemos dicho que se reúnan con nosotros en Hogsmeade.

—Vale —contestó Alex vagamente.

La mañana de la excursión a Hogsmeade amaneció despejada pero ventosa. Después de desayunar formaron una fila delante de Filch, que comprobó que sus nombres aparecían en la larga lista de estudiantes que tenían permiso de sus padres o tutores para visitar el pueblo. —Bueno, ¿a dónde vamos? —preguntó Alex—. ¿A Las Tres Escobas?

—No, no —repuso Hermione saliendo de su ensimismamiento—. No, siempre está abarrotado y hay mucho ruido. He quedado con los otros en Cabeza de Puerco, ese otro pub, ya lo conocéis, el que no está en la calle principal. Me parece que no es… muy recomendable, pero los alumnos de Hogwarts no suelen ir allí, así que no creo que nos oiga nadie.

Bajaron por la calle principal y pasaron por delante de la tienda de artículos de broma de Zonko, donde no les sorprendió nada ver a Fred, George y Lee Jordan; luego dejaron atrás la oficina de correos, de donde salían lechuzas a intervalos regulares, y torcieron por una calle lateral al final de la cual había una pequeña posada. Un estropeado letrero de madera colgaba de un oxidado soporte que había sobre la puerta, con un dibujo de una cabeza de jabalí cortada que goteaba sangre sobre la tela blanca en la que estaba colocada. Cuando se acercaron a la puerta, el letrero chirrió agitado por el viento y los tres vacilaron un instante. —¡Vamos! —urgió Hermione, un tanto nerviosa. Alex fue el primero en entrar. Aquel pub no se parecía en nada a Las Tres Escobas, que era un local limpio y acogedor. Cabeza de Puerco consistía en una sola habitación, pequeña, lúgubre y sucísima, donde se notaba un fuerte olor a algo que podría tratarse de cabras. Las ventanas tenían tanta mugre incrustada que entraba muy poca luz del exterior. Por eso el local estaba iluminado con cabos de cera colocados sobre las mesas de madera. A primera vista, el suelo parecía de tierra apisonada, pero cuando Alex caminó por él, se dio cuenta de que había piedra debajo de una capa de roña acumulada durante siglos.

El camarero salió de la trastienda y se les acercó con sigilo. Era un anciano de aspecto gruñón, con barba y una mata de largo cabello gris. Era alto y delgado, y a Alex su cara le resultó vagamente familiar. — ¿Qué quieren? —gruñó.

—Tres cervezas de mantequilla —contestó Hermione.

El camarero metió una mano bajo la barra y sacó tres botellas sucias y cubiertas de polvo que colocó con brusquedad sobre la barra. —Seis sickles —dijo.

—Ya pago yo —se apresuró a decir Alex, y le entregó las monedas de plata. —Bueno, ¿quién dijiste que iba a venir?

—Sólo un par de personas —repitió Hermione. Consultó su reloj y miró nerviosa hacia la puerta—. Ya deberían estar aquí, estoy segura de que saben el camino… ¡Oh, mirad, deben de ser ellos!

La puerta del pub se había abierto. Un ancho haz de luz, en el que bailaban motas de polvo, dividió el local en dos durante un instante y luego desapareció, pues lo ocultaba la multitud que desfilaba por la puerta. Primero entraron Neville, Dean y Lavender, seguidos de cerca por Parvati y Padma Patil con Cho (con lo cual a Alex le dio un vuelco el corazón) y una de sus risueñas amigas. Luego entró Luna Lovegood, sola y con aire despistado, como si hubiera entrado allí por equivocación. A continuación, aparecieron Katie Bell, Alicia Spinnet y Angelina Johnson, Colin y Dennis Creevey, Ernie Macmillan, Justin Finch Fletchley, Hannah Abbott y una chica de Hufflepuff con una larga trenza, cuyo nombre Alex no sabía; tres chicos de Ravenclaw que, si no se equivocaba, se llamaban Anthony Goldstein, Michael Corner y Terry Boot; Ginny, seguida por un chico alto y delgado, rubio y con la nariz respingona a quien Alex creyó reconocer como miembro del equipo de quidditch de Hufflepuff, y, cerrando la marcha, Fred y George Weasley con su amigo Lee Jordan, los tres con enormes bolsas de papel llenas de artículos de Zonko.

— ¿Un par de personas? —dijo Alex con voz quebrada—. ¡Un par de personas!

—Bueno, verás, la idea tuvo mucho éxito… —comentó Hermione alegremente —. Ron, ¿quieres traer unas cuantas sillas más?

El camarero, que estaba secando un vaso con un trapo tan sucio que parecía que no lo hubieran lavado nunca, se quedó paralizado. Seguramente, en la vida había visto su pub tan lleno. — ¡Hola! —saludó Fred. Fue el primero en llegar a la barra, y se puso a contar con rapidez a sus acompañantes—. ¿Puede ponernos… veinticinco cervezas de mantequilla, por favor? El camarero lo fulminó un instante con la mirada; luego, de mala gana, dejó el trapo, como si lo hubieran interrumpido cuando hacía algo importantísimo, y empezó a sacar polvorientas botellas de cerveza de mantequilla de debajo de la barra. — ¡Salud! —exclamó Fred mientras las repartía—. Saquen las monedas, yo no tengo suficiente oro para pagar todo esto…

— ¿Qué les has dicho? ¿Qué esperan? —Pero Céline le puso una mano en el hombro a su hermano. El pelirrojo miró suplicante a la rubia de ojos verdes, quien asintió.

La rubia tomó la palabra. —Verán, yo tuve la idea de que sería conveniente que la gente que quisiera estudiar Defensa Contra las Artes Oscuras, o sea, estudiar de verdad, ya sabéis, y no esas chorradas que nos hace leer la profesora Umbridge, porque a eso no se le puede llamar Defensa Contra las Artes Oscuras. No estoy aquí, para decirles que Ryddle ha vuelto a la vida. Sino para recordarles, los peligros que existen allá afuera. Les proponemos... un entrenamiento extenso sobre la Defensa Contra las Artes Oscuras. Algunos hechizos del pasado, algunos que quizás conozcan y repasaremos u otros que desconozcan.

—Pero supongo que también querrás aprobar el TIMO de Defensa Contra las Artes Oscuras, ¿no? —la interrumpió Michael Corner.

—Por supuesto. Pero también quiero estar debidamente entrenada en defensa porque… porque… —Hermione inspiró hondo y terminó la frase —porque Lord Voldemort ha vuelto. La reacción de su público fue inmediata y predecible. La amiga de Cho soltó un grito y derramó un chorro de cerveza de mantequilla; Terry Boot dio una especie de respingo involuntario; Padma Patil se estremeció y Neville soltó un extraño chillido que consiguió transformar en una tos. Todos, sin embargo, miraban fijamente, casi con avidez, a Alex. —Bueno, pues ése es el plan —concluyó Hermione—. Si quieren unirse a nosotros, tenemos que decidir dónde vamos a…

— ¿Qué pruebas tenéis de que Quien-vosotros-sabéis ha regresado? —preguntó el jugador rubio de Hufflepuff con tono bastante agresivo.

—Bueno, Dumbledore lo cree… —empezó a decir Hermione.

Céline desenfundo su pistola. —Orquesta de Balas: Bala del Recuerdo —todos lanzaron un grito, cuando vieron el humo rodeándolos, vieron todo el ritual de resurrección, vieron a Voldemort salir del caldero, vieron a los Mortífagos ser invocados y a Céline enfrentándolos, antes de que todo quedara en nada. —Es quizás... la magia más complicada de toda la rama de la Orquesta. La que más magia consume.

— ¿Es verdad —la interrumpió la chica de la larga trenza, mirando a Céline y luego a Alex, nuevamente Céline —que puedes hacer aparecer un Patronus? —Un murmullo de interés recorrió el grupo.

—Si se unen a nosotros y si todo nos sale bien, será quizás la lección de la... —contó con los dedos —decima segunda clase... —miró a Tracy, quien le sonreía — décimo tercera...

—Creemos que la razón por la que Umbridge no quiere entrenarnos en Defensa Contra las Artes Oscuras —explicó Daphne, tomando la palabra y Hermione la miró herida —es que se le ha metido en la cabeza la idea, de que Dumbledore podría utilizar a los estudiantes del colegio como una especie de ejército privado. Cree que podría movilizarlos para enfrentarse al Ministerio.

—Ejem, ejem —carraspeó Ginny imitando a la perfección a la profesora Umbridge; varios estudiantes giraron la cabeza, asustados, y luego rieron—. ¿No estábamos intentando decidir cuántas veces nos íbamos a reunir para dar clase de Defensa?

—Elije la fecha y luego, les enviaré un Mensaje Balístico, para encontrar el lugar de la prueba. —dijo Céline, terminándose su Cerveza de Mantequilla —Llamamos mucho la atención. Hermione elije la fecha, me lo dice a mí y yo les mando el mensaje. Que vengan los que puedan. —Y con eso dicho, salió del Cabeza de Cerdo.