Disclaimer: los personajes de Twilight son propiedad de Stephenie Meyer. La autora de esta historia es Fyrebyrd, yo solo traduzco con su permiso.


Disclaimer: The following story is not mine, it belongs to Fyrebyrd. I'm only translating with her permission. Thank you so much again, April! :3


Capítulo 4

Edward Cullen ha estado desaparecido en los últimos días, y ha hecho que la junta se preocupara de que se haya rendido en la búsqueda de destronar a su padre.

¡Lo que pase luego es imposible de saber!

Alice Lo Sabe Todo


Me despierto con un fuerte golpeteo en la puerta.

Al principio, creo que es él, pero los gritos que lo acompañan me recuerdan que me deshice de mi dinero para la renta. Salgo de la cama con un suspiro y abro la puerta hasta que la cadena está tirante. James tiene el rostro enrojecido y puedo olfatear el vodka ya.

—Tengo una parte —digo, extendiendo los cuatro billetes de veinte en mi puño—. Tendré el resto esta noche.

En vez de simplemente aceptar el dinero, toma mi muñeca, sus dedos pellizcan mi piel. Sus ojos bajan a mis piernas desnudas.

—Mejor que sea así, o tendremos que arreglarlo de otra manera.

Jalo mi brazo hacia atrás por la abertura, y la piel arde donde lo retorcí para zafarme de su agarre.

—Dije que lo tendría.

Durante el resto del día, estoy tensa. Si no estoy preocupada de que James venga a cumplir su amenaza, estoy regañándome por devolverle el dinero a Edward Cullen anoche. Era suficiente para mantenerme—al menos por tras dos semanas.

Me encantaría cambiar mi destino, pero ¿cómo puedes salir cuando apenas eres capaz de mantenerte a flote así como están las cosas?

Me voy al trabajo con determinación bombeando en mis venas, pero cuando voy a más de la mitad de mi turno, estoy deprimida y frustrada. Con veintisiete dólares en propinas por cinco horas de trabajo, se siente imposible.

—¿Algo va mal? —pregunto a la señora que está cenando con su esposo en la mesa junto a la puerta. Ella me llamó con mucha insistencia.

—¿Creí pedir jugo exprimido fresco? —Me mira con desdén—. Y estos huevos están demasiado revueltos. Me gustaría unos nuevos.

Quiero gritarle que es una puta cafetería y no tenemos jugo exprimido fresco, pero, en cambio, coloco una sonrisa falsa en mi rostro.

—Sí, señora —digo con la mandíbula tensa—. Deje que arregle esto por usted.

Tomando el plato y el vaso de su mesa, me doy la vuelta antes de permitir que mi expresión se caiga. Pero me encuentro con más clientes que necesitan atención. Una familia de nueve está desplegada entre dos mesas, una abuela, madre, padre, y seis niños, y ha sido difícil de lidiar.

—Disculpa —dice la madre mientras paso.

Me detengo, sonriendo en su dirección.

—¿Puedo ofrecerle algo más?

—¿Serías un amor y te llevarías esto? —pregunta, quitando a su hijo de la silla alta cubierta en jarabe—. Ha quedado hecha un desastre.

—Con gusto. —Muevo el vaso de jugo entre mi brazo y mi cuerpo, así tengo una mano libre para arrastrar la silla de madera detrás de mí.

—Deja que tome eso. —Rose me ve volver y se apresura a tomar el plato y la silla—. ¿Qué necesitas?

—Unos huevos nuevos, por favor. —Vierto el jugo y lanzo el vaso al contenedor—. Voy a limpiar esto antes de que se seque y sea imposible de quitar.

—Será mejor que estés contenta de que te ame —dice Rose, respirando profundamente antes de acercarse a la ventana donde se encuentra Charlie maldiciendo y encargándose de la plancha.

Lo escucho gritarle mientras llevo la silla por el pasillo hacia el baño con olor a humedad. Me vendría bien el fregadero de la cocina, pero eso requeriría que esté a la vista, así que opto por no hacerlo.

La silla queda limpia rápidamente, y logro apilar con las otras dos de regreso a la sala. Noto que la familia está subiéndose a una furgoneta grande afuera, así que tomo el contenedor y me acerco a sus dos mesas. El desastre que queda atrás es esperado, así como la propina un día como hoy.

Cinco dólares.

La pareja se va mientras estoy ocupada limpiando esas mesas, y la mujer habla fuerte mientras pasan por mi lado.

—Desearía que podamos ser más generosos, pero el servicio fue el peor.

Aprieto la mandíbula.

Pero continúo con el trabajo monótono que viene con mi empleo.

No es mi culpa que Charlie sirva huevos cocinados de más y jugo de una lata, pero es lo que es. Cuando finalmente me muevo para limpiar su mesa, encuentro un billete de un dólar arrugado.

Con solo una hora restante en mi turno, la desesperación me invade. He estado ajustada antes, pero nunca he estado así de desesperada. Treinta y tres dólares no va a calmar a James, y no sé si él intentará cumplir su insinuación o no.

Una vez que las mesas están limpias, coloco el contendor detrás del mostrador y me disculpo para usar el baño. No busco a Rose por miedo a que mi voz se quiebre, y mantengo mi mirada baja, así no verá la angustia en mi expresión.

La chica en el espejo luce al menos cinco años mayor que sus veintidós años, y se lo atribuyo a la vida de mierda que he tenido hasta el momento. Mi madre drogadicta murió de una sobredosis cuando tenía siete años, y después de eso pasé de hogar de acogida a hogar de acogida, incapaz de encontrar un hogar como cada niño desea.

A los dieciocho, fui lanzada al gran y salvaje mundo y me dijeron que era capaz de ser lo que sea que quería. Jamás quise algo de esto, perder mi virginidad a los catorce con un "hermano" mayor del hogar de acogida o huir numerosas veces ya que un "padre" intentaba visitarme de noche. Jamás quise vivir en un cuarto de motel andrajoso bajo un pervertido que probablemente tiene una cámara escondida en mi ducha.

Me sobresalto cuando llaman a la puerta, abriendo el grifo y vertiendo agua fría y color óxido en mi rostro.

—Ya voy. —No hay toallas, así que seco mis manos con mi delantal y abro la puerta—. Rose. ¿Qué necesitas? —Desvío mi mirada así no veré el momento en que ella se dé cuenta que he estado llorando.

—Charlie te quiere a ti.

Llevo mis ojos de vuelta a los suyos.

—¿Por qué?

—Él está de vuelta —dice, levantando un billete de cien dólares liso—. Y me dio esto solo para dejarlo a solas. Quiere que tú le sirvas, y ya ha sobornado a Charlie.

—Ese mal… —Me detengo cuando salimos del pasillo.