Disclaimer: la mayoría de los personajes mencionados son propiedad de Stephenie Meyer.
Capítulo 2
Hubo silencio inundando el lugar al tiempo que nuestras miradas continuaban enganchadas, podía sentir que estábamos conectando. De inmediato los recuerdos invadieron mis pensamientos y la nostalgia golpeó fuertemente mi pecho.
― Vas a irte, ¿entiendes? Cumplirás tus sueños de ser un gran pediatra porque es lo que has querido siempre.
Negué con mi rostro bañado en lágrimas. Mi corazón estaba hecho pedazos, no podía decirle adiós.
― Eso significa dejarte y no quiero, no puedo hacerlo, Bells.
Sujetó fuertemente mi camisa con sus manos en puños y me miró con determinación, así tal como era ella, determinante y sin miedos.
― Te amaré para siempre, lo juro. Pero el amor también es dejar en libertad, es crecer por separado y yo quiero que crezcas y que logres todo lo que siempre has soñado, Edward ―sus lágrimas cayeron recorriendo sus pómulos―. Nunca podremos lograr nuestros sueños en este lugar, en Forks no hay mucho futuro. Tú ahora tienes la oportunidad de salir, de abrir tus alas y volar.
― Volveré.
― No. No lo hagas, solo júrame que serás el mejor médico. Hazlo y será la forma de rendir tributo a nuestro amor.
― ¿Qué harás tú? ―tragué el nudo en la garganta― ¿qué pasará con tus sueños?
― Te prometo que también voy a cumplir cada uno, en un año más graduaré y me iré de Forks.
― Estaremos en contacto, Bells.
― No. Vamos a soltarnos, Edward, es momento de seguir por separado. Fuiste y siempre serás el más bonito de mis amores, mi primer amor y tendrás un lugar privilegiado en mi corazón. Ahora es tiempo de decir adiós ―asintió lentamente― te deseo lo mejor de la vida.
Sacudí la cabeza al salir de mi estupor.
Sonreí nerviosamente viendo sus ojos. Esa despedida fue hace diecisiete años, toda una vida. Ella rio conmigo, fue la clave para salir de mi letargo.
Conforme moví mis pies para acercarme a la hermosa mujer que corrió a mi encuentro, reaccioné con astucia al envolver su menudo cuerpo en mis brazos.
Apoyé el mentón en su cabeza. Mis ojos se llenaban de lágrimas, era una sensación inexplicable tenerla entre mis brazos.
― Edward Cullen…
― Bella ―logré pronunciar, di un paso atrás sujetando sus manos y sin disimular recorrí su cuerpo entero.
Dios. Seguía siendo la mujer más hermosa; sus caderas anchas seguían dándole ese toque femenino que robaba suspiros.
― ¿Qué haces aquí? ―Indagó, su sonrisa era hermosa y seguía sonrojándose de forma natural.
Aún nervioso pasé las manos por mi pelo.
― Vine… ―sacudí la cabeza y corregí―. Traje a mi hija para presentarle el lugar donde nací. ―Me aclaré la garganta y miré brevemente a Elise―. Hija, ven aquí te presento a… Bella Swan.
Elise no dudó en acercarse. Bella la evaluó de manera tierna y recordando lo expresiva que era tiró de mi hija y la abrazó fuertemente.
― Soy Elise.
― Mucho gusto, Elise ―Bella respondió cuando ambas se miraron.
Un cliente entró al local y me impidió apreciar por más tiempo el rostro de Bella, quería saber su reacción, sin embargo ella se concentró en el hombre y se dispuso a entregar la orden que pedía.
― Es ella ¿verdad? ―Elise susurró. No dejaba de mirarme de esa forma que me hacía saber que mi hija se estaba haciendo ideas en su cabeza, terminé encogiendo mis hombros―. Lo sabía, papá, tu semblante cambió cuando la viste ―habló por lo bajo― es más bonita de lo dijiste, me encanta su forma de vestir, no parece como los demás pueblerinos que hemos visto.
Exhalé, mirando hacia Bella. Era verdad, ella lucía sofisticada con ese traje suit negro, no parecía como la dueña del lugar o una simple dependienta.
La curiosidad me picó apoderándose de mí. Caminé en el lugar poniendo atención a las vitrinas de cristal que resguardaban los distintos postres y pasteles.
― Bueno… ―Bella exhaló llegando a mí, volteé a mirarla― así que eres padre, Edward. Te casaste muy joven ¿no?
Oh, estábamos entrando a un terreno peligroso, no es que no quisiera aclarar mi vida. Pero antes quería saber de ella.
― Hablemos, ¿tienes tiempo disponible?
Bella resopló sonriente.
― Espera un poco, estoy a punto de cerrar. ¿Quieren chocolate caliente?
Yo sacudí la cabeza y Elise aceptó gustosa.
Veinte minutos después tomaba el último sorbo del exquisito chocolate caliente. En el lugar apenas había dos pequeñas mesas redondas y cuatro sillas, lo que indicaba que la mayoría de los clientes pedían sus órdenes para llevar.
»Lamento la tardanza ―Bella se unió a nuestra mesa.
― Lograste poner la pastelería que siempre quisiste ―mencioné―. Me da gusto por ti, Bella. El nombre me sorprendió, seguiste mi consejo.
Relamió sus labios. Podía jurar que estaba recordando que yo sugerí el nombre.
― Abrí este local con mis ahorros ―reveló añorante―, le tengo cariño. Abuela Marie es la encargada, solo que en estas fechas soy yo quien se hace cargo.
― Marie ―repetí en voz alta― ¿cómo está ella?
― Más vieja y con dolor de rodillas ―dijo con el sarcasmo brotando de su labios, meneó la cabeza y su bonita cabellera recogida en un moño alto quedó en su hombro izquierdo―. Está padeciendo dolores constantes por la época del fríos, ya sabes ―encogió sus delgados hombros― reumas.
― Espero que esté tomando vitaminas B-3 ―respondí como médico general, sonreí al ver que Bella lo hacía― ¿y tus padres? ¿cómo están ellos?
Bella inclinó la mirada a sus manos que permanecían en la mesa. El semblante en su rostro había cambiado por segundos.
― Ellos murieron hace algunos años.
Alargué mi mano y le di un apretón a las suyas.
― Lo siento mucho.
― Está bien ―musitó con su voz más recompuesta―. Fue hace más de diez años, no estoy diciendo que no duela, pero he aprendido a llevar el tema ―miró hacia Elise, mi hija estaba por caer rendida de sueño encima de la mesa―. Creo que les estoy quitando el tiempo y Elise está cayendo de sueño.
Elise levantó la cara, trató de sonreír y que no se notara lo adormilada que estaba.
― Ustedes sigan, me gusta escucharte, Bella ―ella dijo―. Prefiero estar aquí que en el hotel donde nos quedaremos.
Bella juntó mucho las cejas.
― ¿Sé hospedarán en hotel Forks? ―inquirió―. Ese hotel no tiene buen sistema de agua, si tu esposa no se incomoda les invito a mi casa.
― Papá no tiene esposa.
Bella se quedó sorprendida.
― Soy padre soltero, Bella ―despeje su duda―. Y sí, nos encantaría visitar tu casa.
― Podríamos quedarnos ahí, papá, ¿verdad? ―sugirió Elise.
Por la carita risueña de mi hija comprendí que algo se le acababa de ocurrir.
Hola de nuevo. No piensen que Bella se quedó sufriendo en Forks y vive amargada, no. En esta historia ambos cumplieron sus sueños y siguieron adelante, no hay rencores entre ellos. Trataré de que la historia solo sea narrada por Edward. Les agradezco mucho sus favoritos, follows y reviews. Quiero actualizar diariamente, espero lograrlo, ya me conocen y saben que siempre hago un esfuerzo por actualizar constante.
Gracias totales por leer ❄
