Disclaimer: Danganronpa y sus personajes no me pertenecen, sólo la trama de este fanfic
Advertencias: —AU (Universo alterno), por el momento es rated T, pero posiblemente lo cambie a M posteriormente, de todas formas intentaré no ser tan detallista con ciertos hechos, futuro lenguaje vulgar, violencia, problemas psicológicos, situaciones sexuales, entre otros, narración de dudosa calidad, temas cliclé, posible yaoi (hombre x hombre) y yuri (mujer x mujer), pésimo sentido del humor, dramas y angustia, posible Ooc (fuera de personaje).
Aclaraciones: »Pensamientos«, "voces del pasado", "voces desconocidas"
KNOW UNDER SKIN
CAPÍTULO V
El lamento abatido de tu amor
Cuando abrió sus ojos, se encontró con la luz de la luna llena. Era tan brillante que ni las nubes que lograban tapar las estrellas podían con ella; y por alguna razón sintió como le daba más fuerza para poder levantarse. Poco apoco, empezaba a recordar lo que había pasado, su familia había sido asesinada por unos meros delincuentes del pueblo, y él no pudo hacer nada para salvarlos. Su madre, tan amable y humilde, lo encerró en el sótano secreto que tenían, le dijo que no saliera, y él, tan obediente, no hizo caso omiso a su orden.
Una fuerte furia recorrió en él cuando recordó los gritos de sus hermanas y madre siendo abusadas por aquéllos hombres, y como a la final todo acabó en un infinito silencio. Tenía tanto miedo de salir, porque sabía lo que le esperaba. Sin embargo, se armó de valor para hacerlo, maldiciéndose por dentro por lo débil que era. Ya era de noche, pero la luz de la luna era tan brillante que pudo ver los cuerpos de sus dos hermanas y madre tumbados en el suelo, sin vida, cubiertas por un gran charco de sangre.
La desesperación no tardó en llegar, el grito no se hizo esperar. Las lágrimas que salían de sus ojos, el dolor que sentía, el amor que jamás recuperaría, sintió que no tenía otro propósito para vivir, por eso, tomó el cuchillo que estaba en el suelo, decidido a acabar con su vida...
Entonces, fue cuando ella llegó, como si hubiese escuchado sus ruegos desde la penumbra.
—¿Qué reacción tan débil es esa? —El chico se giró hacia la entrada, que los ladrones dejaron abierta, encontrándose, con una mujer envuelta de una peculiar belleza, sus ojos azules lo miraron fijamente, con una sonrisa que podía simular lo que sea, menos inocencia, un fuerte misterio despedía de ella, y aún así, le sorprendió que no se asustase por los cuerpos inertes sobre el suelo— ¿Cómo te llamas?
—Kokichi Ouma —le respondió, temeroso. No sabía los propósitos de aquélla extraña mujer, pero le intimidaba lo suficiente como para no preguntarle. Ella se acercó a Ouma, quien yacía sentado sobre el piso, y se arrodilló.
—Kokichi Ouma... —repitió, mientras llevaba una de sus manos hasta su rostro. Ouma pudo sentir el frío que la misma emanaba, haciéndolo sobresaltarse un poco. Jamás había sentido algo tan tétrico en su vida que lo hizo entumecerse—. Dime, ¿enserio quieres acabar con tu vida? ¿no quieres tomar venganza? —Interrogó con mirada clavada sobre la suya, sintió como si pudiese ver dentro de él, le incomodaba pero también le atraía.
—Soy muy débil, no podría... hacer nada —apenas pudo lograr articular sutilmente.
—Yo podría darte el poder que necesitas para destruirlos —sedujo, con una suave pero oscura voz. La mujer bajó su mano hasta su barbilla, alzando su rostro, pudiendo sentir sus largas uñas—. Pero para eso, debo despojarte de tu alma —explicó. Ouma lo supo desde el principio, aquélla mujer no vino a salvarlo, su aura era tan maligna y seductora que sólo podía tratarse del demonio. Aquél que venía en los momentos de mayor debilidad, para que cometieras actos atroces—. Dime: ¿aceptas? —Preguntó, y aunque lo mejor era rechazarla, alejarse, él ya había sido tentado a arrastrarse a la oscuridad.
—Acepto —le dijo mirándola a los ojos con determinación, Ouma no podía dejar a esos bandidos salirse con la suya después de todo lo que hicieron, de todo lo que le arrebataron...
La hermosa mujer sonrió ampliamente, Ouma pudo notar como lucía unos afilados colmillos y sus ojos se volvían rojos, ella se mordió el labio de donde salió un hilo de sangre, no pasaron ni dos segundos cuando juntó sus labios cubiertos de sangre con los suyos. Abrió sus ojos sorprendido, ¿era ese el verdadero procedimiento para quitar el alma de una persona? ¿o era sólo una mujer loca jugando a ser el demonio?
Pero supo que era real cuando sintió como aquél líquido rojizo se iba por su seca garganta, el ardor del mismo lo hizo saber exactamente en que parte de su sistema iba. Pronto Ouma se encontraba tirado en el piso, retorciéndose de inexplicable dolor. Aquello lo estaba quemando, matando.
—¿Quién eres?... ¿Qué eres? —le preguntó, mientras la miraba desde arriba.
—Junko Enoshima, y soy una vampira —le respondió, para luego lamer los rastros de sangre que quedaban en sus labios. Lo último que vio antes de que todo se apagase.
. . .
Se colocó la camisa que había dejado en el medio del pasillo del departamento de Miu Iruma, su nuevo platillo favorito. Aún sentía el delicioso sabor de su sangre, no había nada mejor que una virgen para que un vampiro se alimente. Sin embargo, al pasar de los años, las mismas se habían ido escaseando. Por lo que, a pesar de que quedó con ganas, no la tomó, ni mucho menos la mató.
Regresó a la habitación, donde la humana dormía plácidamente, pues se había desmayado poco después de que succionara su sangre. Observó las marcas que dejó en su blanco cuello y pecho, lucían tan hermosas que no pudo evitar sonreír. Había dejado en claro que ahora le pertenecía, y si otro se atrevía a tocarla, lo mataría.
Se quedó mirándola detalladamente, cuando notó sus rubios cabellos alborotados, no pudo evitar pensar en su creadora, Junko Enoshima; que si bien, ya estaba muerta, había dejado una marca en él que jamás olvidaría; era como una maldición que le había estado siguiendo al pasar de los largos años.
La odiaba, no por hacerlo lo que era, sino porque después de haberlo ayudado a cobrar su venganza, de enseñarle todo lo que sabía, de hacerlo conocer el placer, después de llenar, aunque sea un poco, el vacío que sentía, muere con una sonrisa en su rostro, hasta que el verdugo cortó su cabeza; no importándole morir, no importándole dejarlo solo, una vez más.
Y no fue la última vez que Ouma sufrió una perdida, aún recordaba la sonrisa de sus hermanas mayores mientras jugaban a las bodas, porque su sueño siempre había sido llegar a ese momento, la amabilidad de su madre siempre que Ouma se lesionaba, y es que, solía ser un niño muy torpe, y recordaba como todo, rápidamente se borraba en frente de sus ojos. Entonces, cuando Junko lo convirtió, pudo vengarse de aquéllos hombres que le arrebataron todo lo que amaba, porque sólo vinieron a robarles, pero como no consiguieron nada de valor, abusaron de ellas y luego las mataron.
Logró localizarlos, y uno por uno fueron torturados y asesinados por él mismo. Junko sólo estaba detrás de él, sonriendo. Observando como Kokichi era arrastrado a la desesperación, aquélla oscuridad de la que ella siempre hablaba con amor. Habían pasado por tantas cosas, sabía que su creadora estaba mal de la cabeza, nadie más que ella podía hacer lo que ella alguna vez hizo, ella manipulaba cada uno de los hilos como si se tratase de su propio espectáculo, hasta ese mismo día, Ouma seguía sintiéndose bajo su influencia, a pesar de que ya no existía un vínculo.
Miu era diferente. A pesar de tener ciertos rasgos que le recordaban a su creadora, su personalidad le hacía derrumbar teorías estúpidas como la reencarnación (además, los senos de Miu eran mucho más grandes). La humana era fácil de manipular, Ouma no tenía la necesidad de usar su hipnosis en ella, aunque claro, sólo para asegurarse, la hipnotizó para que no dijera nada sobre su existencia, a nadie.
Casi inconscientemente, llevó su mano hasta su rostro y lo acarició, a la vez que quitó uno de los mechones de cabello que le tapaban. No supo por qué lo hizo cuando no le importaba en lo absoluto aquélla mujer, sólo su sangre era lo que lo mantenía interesado. Frunció el ceño mientras recordó como gemía al ser mordida por él, su rareza otra cosa que llamaba su atención, pero Ouma no sentía nada más que eso por ella. Era su comida, su entretenimiento.
Se fue de allí desde la ventana del tercer piso donde vivía la humana, siendo las tres de la mañana, dejándole muy en claro a Miu que volvería por más; y a pesar de que faltaban varias horas para el amanecer, decidió irse a casa, una de las mansiones que adquirió años atrás y fue remodelando, nada difícil para un vampiro hipnotizar humanos que lo hicieran por él.
En su camino a casa, recordó también como terminó convirtiendo, al pasar de los años, a varios chicos que fueron abandonados o perdieron a sus familias, otros simplemente huyendo y dedicándose a robar para poder sobrevivir. Ouma había visto algo en ellos que lo hizo empatizar rápidamente. Él era su líder, un grupo de diez vampiros que solían dar espectáculos nocturnos, atrayendo una que otra víctima para comer. Kokichi pudo sentir, como su mundo era menos solitario.
Pero la felicidad no duraba para siempre, y como inmortal, tenía que aceptarlo.
Eran recuerdos que lo atormentaban, y es por eso que decidió apagar aquello que lo hacía sentir, los vampiros lo llamaban humanidad, y cuando lo apagaban no les importaba ni asesinar a los que alguna vez les importó. Por mucho tiempo navegó sólo por el mundo, sin importarle la vida humana, así como a ellos no les importó la de sus seres queridos, se divertía haciendo la vida de las personas un infierno, para Ouma, ningún humano valía la pena, hasta que conoció a Kaito.
Aquél joven soñador, con esperanzas de viajar al espacio, eran los años 50 cuando lo conoció. Por alguna razón, cuando lo vio, notó algo diferente en él de los demás humanos, por lo que decidió seguirlo hasta dónde estudiaba para saber más de él.
Kokichi lo admiraba, no era de los que se conformaban y seguían adelante, por eso, cuando lo vio tan débil, hizo lo mismo que Junko hizo con él, aprovecharse y convertirlo. Después de todo, de nada servía la eternidad si había de contemplarlo solo.
Cuando llegó a casa lo vio, ahora no era un humano, sino que había sido convertido por Ouma, un vampiro de más de 200 años. Podía sentir el odio que Kaito le tenía, por arrebatarle su vida, y crecía más por el hecho de que no podía odiarlo por completo. Después de todo, él había aceptado ser convertido por él, aquello era fundamental para que un vampiro pudiera convertir a alguien, que el humano aceptase que le arrebataran su alma. Es por eso que nace aquél vínculo entre creador y creación, el cual, si bien no era imposible, era difícil deshacerse de el. Era lo único que lo mantenía tan cerca de él, la persona que tanto odiaba, lo único que hacía que Kaito hiciera lo que él quisiera, pero ahora, notaba que estaba muy feliz, seguramente había pasado algo con la humana Kaede.
»Es tan predecible«
Le resultaba hilarante ver como un vampiro se enamoraba de una humana, como si un corazón que no late aún fuera capaz de amar. Kokichi nunca había sentido eso en toda la vida inmortal que llevaba, a pesar de que una parte de él lo extrañaba. Por eso odiaba recordar, aquello lo hacía más débil, más dependiente de sentir...
—Hey, Kaito —hace años había dejado de llamarlo por su apellido. Aquél volteó a verlo con desinterés.
—¿Qué quieres? —le preguntó.
Ouma por su parte, sólo se acercó rápidamente a él, lo haló por la camisa y le bajó, plantándole un beso. Kaito intentó resistirse, pero el más bajo, con audacia, movió sus labios e introdujo su lengua, mordió la de Kaito y lamió la sangre que empezó a brotar. Entre vampiros, obviamente no era dañino beber de la sangre del otro. Poco a poco, Kaito fue reduciendo la resistencia, sólo lo hizo hacer lo que quisiera, no podía contradecirle, por mucho que quisiera, el vínculo que tenían era lo más cercano al amor que Kokichi podía sentir, a sabiendas de que no se trataba de eso.
Cuando se separó, lo miró con una sonrisa petulante.
—Deja de ocultarte bajo una máscara humana, jamás podrás estar con ella —le dijo, más que por maldad, como advertencia. Mirándolo fijamente a los ojos, aquéllos que lucían como los de él, años atrás, cuando Junko se acercaba a él, cuando era totalmente dominado por ella—. No puedes negar lo que eres, recuérdalo. Si no la terminas matando tú, otro lo hará.
Y tras decir esas palabras, lo soltó y se fue a su habitación, para ocultarse del sol que pronto vendría en un largo sueño.
Notas de autora: Uff, por fin pude terminarlo tantas ediciones me volvieron loca, el tiempo y toda la cosa, (no saben cuantas cosas agregué y terminé quitando para escribirlas más adelante xD) bueno la relación de Ouma y Kaito es complicada, pero importante en el desarrollo de la historia, de todas formas no voy a ser muy detallista cuando se trate de ellos dos, que sabemos la pareja principal es Kaimatsu (Kaiede o Momomatsu como quieran llamarle xD).
Bueno, odié hacerlo, pero tenía qué, no podía ver a nadie más en el papel de Junko, ya saben, pero ya que está muerta tampoco es la gran cosa, aquí apareció sólo por el pasado de Ouma y lo que significó para él, así conocen más el porqué es como es, después agregaré más, no debo desviarme mucho porque sabemos que el protagonista es Kaito.
Sin más que decir, espero les haya gustado éste capítulo, muchas gracias por leer~
