Sinopsis:

Ella busca información acerca de la verdadera naturaleza del que parece ser el amor de su vida. Él está dispuesto a todo por salvar a la mujer que cree amar. Ambos creen tenerlo todo aunque en realidad no tienen nada. Saben que sus vidas son malas, pero desconocen que juntos podrían ser muy buenos.


(Sucede en el viaje de Bella y sus amigas a Port Angeles, y durante la 2da temporada de de The Vampire Diaries) (Basada principalmente en la canción "So good" de Halsey)


Los libros de Twilight es propiedad de Stephanie Meyer. Los libros de The Vampire Diaries es L. J. Smith. También la historia puede contener partes de las películas y la serie de los respectivos libros.


ISABELLA POV

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—Interesante elección—una voz masculina sonó cerca de mí.

Levante la mirada, unos ojos eléctricos de color azul me observaban con curiosidad. Sus pómulos resaltaba sus ojos, su mandíbula cuadrada hacia qué sus rasgos se vieran definidos.

—Tu no estas nada mal —murmure echando una mirada por todo su cuerpo, además de leer rápidamente los títulos de los libros que tenía en sus brazos.

Sonreí con sorna al notar que sus elecciones eran similares a las mías, pero a la vez diferentes, puesto que yo había tomado ejemplares únicos.

—Gracias, me lo dicen todo el tiempo. —sonrió con arrogancia. Fruncí el ceño. ¿Este que se cree?

—Qué no se te suba el ego —rodé los ojos pero le ofrecí una sonrisa inocente—he visto mejores.

Me dio una mirada ofendida. —La mia bella bambina—sus voz sonó seductora—Nunca, ni en mil años, verás algo mejor.

—Ya veremos —sisee. Aclaré mi garganta— Aunque, yo hablaba de los libros.

—Ah, si también— se encogió de hombros. —Yo me refería a ti.

—¿A mi? —Le pregunté confundida, el asintió mientras se recostaba suavemente contra uno de los libreros. —¿Qué tengo yo de especial?

—No lo sé, ¿Aparte de lo obvio?—sus manos señalaron todo mi cuerpo, sentí la sangre subiendo por mis mejillas.

—No pareces del tipo qué disfruta leer— señalé tratando de desviar el tema. Era alto, musculoso pero definido, su cabello combinaba con sus ropas negras, y se chaqueta de cuero le daba un aire rebelde.

—Tienes razón, —hizo un gesto despreocupado. Dio un par de pasos hacia enfrente, se inclinó frente a mí acercándose hasta que su boca quedó cerca de mi oído. —disfruto de... otras cosas.

Sus labios rozaron la piel de mi oído y sentí miles de descargas atravesar mi cuerpo. Mi corazón se aceleró a un nivel qué nunca había experimentado, y mis fosas nasales captaron el aroma masculino qué emanaba de su cuerpo.

—¿E- entonces qué haces aquí? —pregunté curiosa.

—Vine por ese libro —señaló el libro más grueso en mis brazos.

—Qué pena, ya lo tengo yo —me encogí de hombros, baje la mirada para reacomodarlo más apretado en mi pecho junto a los demás.

—No me interesa—Su aliento choco en mi rostro haciendo que notara su mirada amenazante —lo necesito.

Su aliento tenia ligero aroma a alcohol que entro por mi nariz, no estaba segura que tipo de bebida, pero el hecho de que estuviera el alcohol de por medio, hizo reaccionar a mi instinto de supervivencia que me dijo que era momento de salir de ahí.

—Lo necesitas pero yo lo tengo, si me disculpas debo irme —lo empujé con mi hombro para que se alejara de mí. —Fue un ¿placer? —traté de no mostrar ninguna emoción y me giré para alejarme del extraño.

—¡Espera! —sus ojos azules aparecieron nuevamente frente a mis ojos. Di un respingo. —No te han dicho que es de mala educación dejar a las personas hablando solas.

Chasqué la lengua. —No tengo nada que hablar contigo.

—Pero yo si —se agachó para quedar a mi altura, sus ojos azules se enlazaron con los míos, mi corazón se aceleró.

—Dame ese libro —su voz sonó seductora pero su tono era una orden.

—¡No! —abracé más los libros contra mi pecho. —Yo lo conseguí primero.

Su rostro brillo con confusión, frunció el ceño mientras me escaneaba buscando no estoy muy segura que. Sonreí complacida. Volví a rodear su cuerpo para avanzar hacia el mostrador a pagar.

—Escucha—su mano tocó la mía, obligándome a volverme a él. —Solo necesito unas páginas, déjame tomarlas y te puedes llevar el libro.

—Y ¿qué tal que esas páginas... sean las mismas que yo quiero? —pregunté ya irritada. Necesito volver con Angela y Jessica.

—¿Vas a querer todo lo que yo quiera? —sus ojos chispearon alegres y su voz tenía un ligero matiz de ¿esperanza?

—O tal vez ¿Tú quieres todo lo que yo quiero? –levante una ceja mientras lo miraba, su postura era relajada y su rostro se mantenía sereno pero con ese brillo en los ojos. Resople mientras ponía mi atención en los libros a mi lado en el estante.

—¿Y si yo quiero besarte? —repentinamente sentí su cuerpo sobre el mío, sus manos se deslizaron a mi espalda y a mi cintura. En mi pecho, mi corazón comenzó una lucha desenfrenada por mantenerse latiendo, y la cercanía del hombre estaba comenzando a causar estragos en mí.

Pero aunque mis piernas estaban fallando, me sentí deseada, atractiva y poderosa de poder tener la atención de un hombre así. Decidí tentar un poco a mi suerte.

—Tal vez yo quiera que me beses. —me mordí el labio ante mi repentino ataque de valentía.

Las comisuras de sus labios se levantaron mostrándome una sonrisa demasiado sexy. Sentí que mis mejillas se encendían de nuevo moví mis piernas tratando de alejarme una vez más, no estaba lista para ser rechazada. Con la mirada baja caminé hasta que salí del área de libros en la que me encontraba y frente a mi apareció uno de los pasillos qué llevaban a la recepción.

Mis ojos captaron una sombra negra pasar a mi lado y el hombre de negro apareció frente a mí. Di un leve brinco ante la impresión, y solté un grito cuando me vi aprisionada entre la pared y su cuerpo, pero lo que me hizo quedarme de piedra, fue sentir sus labios sobre los míos.

Su boca se estampó contra la mía, sus labios eran fuertes y hambrientos, su lengua buscaba tener acceso a mi boca. Pero sus manos, sus manos fueron mi perdición.

De la pared bajaron a mis hombros, una mano se mantuvo jugueteando con mi mandíbula, mi cuello, mi hombro y mi brazo, pero la otra siguió bajando a mi cadera, moviéndose hacia mi espalda baja y de regreso a mi abdomen.

Mierda, no pensé que de verdad se atreviera a besarme. Peor, no pensé que mi cuerpo respondería a sus caricias.

Con la mano que mantenía libre, tome su chaqueta, buscando la manera de acercarlo más a mí. Mis labios imitaron el movimiento de los suyos y nos fundimos en un beso sensual, necesitado y hambriento.

Sus manos seguian paseandose por mi cuerpo, intercambiando lugares de vez en cuando, buscando la manera de que soltara los libros que mantenia en mi mano izquierda.

Oh no. Eso no le va a resultar. Rompí el beso y con toda mi fuerza lo empuje lejos.

Tome un par de bocaradas de aire para poder hablar.

—Eres imbécil si crees que por un beso, te voy a dar el libro —su rostro me miró confundido y asombrado. Sus carnosos labios estaban rojos por el beso, y su respiración un poco acelerada, aunque en comparación con la mía, estaba casi normal.

Acomodé un poco mi ropa y mi cabello y me obligué a alejarme lo rápido que mis piernas podían, claro, cuidando no tropezar con nada.

—Tengo curiosidad— sus pasos me alcanzaron con rapidez. Bufé, ¿porque me seguía?

—Busca en google —respondí apresurando mis pasos. Mi boca se curves en una sonrisa triunfante cuando oí su suspiro.

—¿Porque una humana necesitaría esos libros? —su voz llegó a mis oídos, apenas un murmullos, pero fue lo suficientemente alto para hacer qué me detuviera en seco.

—¿Qué dijiste? —Le pregunté mientras me giraba. Su rostro estaba pensativo, pero al escuchar mi pregunta sus ojos se volvieron a cargar de electricidad y una sonrisa que intentó parecer inocente, se apareció en sus labios.

—Tengo curiosidad, ¿Porque una dama necesitaría esos libros? —repitió mientras sus botas hacían eco a su voz, diciéndome que se acercaba a mí. Cada paso que daba, mi corazón se detenía.

—Eso no fue lo que dijiste —cuadre mis hombros y levanté mí barbilla.

—No, eso no fue lo que dije —su voz sonó burlona. —Pero por tu propio bien, dejémoslo así.

No respondí, pero sentí un extraño frio que recorrió el lugar y me caló hasta los huesos. Una especie de neblina gris se formó a nuestro al redor, el extraño parecía no inmutarse, pero yo puse mi mayor esfuerzo en ignorar la sensación y obligarme a continuar mi camino hasta el mostrador.

El dependiente me sonrió en cuanto llegue delante de él, me preguntó que tal había sido mi experiencia y que si encontré todo lo que buscaba. Me sonrojé. Si supiera.

Aun hablando sobre trivialidades, pasó los libros por el escáner para cobrarme. Pero antes de que pudiera estirar mi mano con el dinero, una mano pálida sostenía una tarjeta negra delante de mí.

—Yo los voy a pagar —el extraño me miró. —Cobra todos— le ordenó al dependiente que, asintió con una sonrisa amable.

—No necesito que paguen las cosas por mí. —susurre irritada. Unos ojos azules me miraron con diversión.

—Si yo los pago, quizás me dejes llevarme el libro que quiero.

—¿Estás loco? —chillé molesta.

—Tal vez —se encogió de hombros, —pero creo que es el efecto que acabas de causar en mí. —Sus cejas negras se movieron de arriba a abajo sugestivamente.

Negué con la mirada baja tratando de cubrir mi sonrojo que no sabía si era porque estaba nerviosa, molesta o ambas. El encargado realizo el cobro, envolvió nuestros libros y nos despidió manteniendo su sonrisa. ¿No se cansa?

El hombre de negro sostuvo las 3 bolsas de libros y se las ingenió para abrirme la puerta.

"Cuanta caballerosidad" pensé con ironía.

—Sabes tengo algo que proponerte—dijo cuando pase por su lado. —dejo que te lleves el libro, a cambio de una cosa.

Lo mire expectante. De verdad tenía que irme ya si quería alcanzar a mis amigas en el restaurante.

—¿Qué cosa?—Le pregunté.

—Dejo que te lo lleves, pero, no grites —se encogió de hombros. Lo mire confundida, ¿Qué significaba eso?

Antes de que pudiera reaccionar, sentí su musculoso cuerpo detrás de mí, uno de sus brazos acorralo mi cuerpo, mientras que el otro sostuvo mi cabeza de lado exponiendo mi cuello, pero cubriendo mi boca con la palma. En el cristal de la fachada de la librería pude ver nuestro reflejo, noté las venas que salían alrededor de sus ojos que se volvían negros, noté los colmillos que salían en su boca, y, noté mis ojos llenarse de miedo.

Su lengua recorrió con lentitud una de las venas visibles de mi cuello, mi cuerpo se tensó, pero estaba hipnotizada en la vista del cristal, como para tratar de reaccionar para ponerme a salvo. Su lengua llegó a mi mandíbula, giró mi rostro y nuestros ojos se encontraron nuevamente. Mientras analizaba mi rostro, parecía tener una lucha consigo mismo, finalmente se decidió por darme un suave beso en los labios.

—No deberías andar sola —murmuró contra mis labios. —Por tu propio bien.

Sentí que su agarre se aflojo, volvió mi rostro de nuevo a nuestro reflejo al cristal, pero, pero el hombre de negro ya no estaba. A mis pies se encontraban dos de las bolsas con las que habíamos salido de la librería. Bueno, con las que él había salido.

Aun con el miedo circulando por mis venas me animé a echar una ojeada a mí alrededor. Estaba completamente sola. Temblé un poco, no entendía qué había pasado, pero sabía que debía darme prisa, Angela y Jessica deben estar muy preocupadas, ya es demasiado tarde de la hora que habíamos acordado cenar.

Después de caminar varios minutos, me detuve a la vez que suspiraba profundamente mientras me daba cuenta que aún me faltaba mucho camino por recorrer, apreté mis brazos contra mi cuerpo para tratar de aminorar el frio y continué para doblar la esquina.

Al cruzar otra calle comencé a darme cuenta de que iba en la dirección equivocada. Los pocos viandantes que había visto se dirigían hacia el norte y la mayoría de los edificios de la zona parecían almacenes. Decidí dirigirme al este en la siguiente esquina y luego dar la vuelta detrás de unos bloques de edificios para probar suerte en otra calle y regresar al paseo marítimo.

Un grupo de cuatro hombres doblaron la esquina a la que me dirigía. Yo vestía de manera demasiado informal para ser alguien que volvía a casa después de la oficina, pero ellos iban demasiado sucios para ser turistas. Me percaté de que no debían de tener muchos más años que yo conforme se fueron aproximando. Iban bromeando entre ellos en voz alta, riéndose escandalosamente y dándose codazos unos a otros. Me moví lo más lejos posible a la parte interior de la acera para dejarles vía libre, caminé rápidamente mirando hacia la esquina, detrás de ellos.

—¡Eh, que guapa! —dijo uno al pasar.

Debía de estar refiriéndose a mí, ya que no había nadie más por los alrededores. Alcé la vista de inmediato. Dos de ellos se habían detenido y los otros habían disminuido el paso. El más próximo, un tipo corpulento, de cabello oscuro y poco más de veinte años, era el que parecía haber hablado. Llevaba una camisa de franela abierta sobre una camiseta sucia, unos vaqueros con desgarrones y sandalias. Avanzó medio paso hacia mí.

—¡Vaya suerte que me cargo! —murmuré de forma instintiva.

Entonces desvié la vista y caminé más rápido hacia la esquina. Les podía oír reírse estrepitosamente detrás de mí.

—¡Eh, espera! —gritó uno de ellos a mis espaldas, pero mantuve la cabeza gacha y doblé la esquina con un suspiro de alivio. Aún les oía reírse ahogadamente a mis espaldas

Me encontré andando sobre una acera que pasaba junto a la parte posterior de varios almacenes de colores sombríos, cada uno con grandes puertas en saliente para descargar camiones, cerradas con candados durante la noche. La parte sur de la calle carecía de acera, consistía en una cerca de malla metálica rematada en alambre de púas por la parte superior con el fin de proteger algún tipo de piezas mecánicas en un patio de almacenaje. En mi vagabundeo había pasado de largo por la parte de Port Angeles que tenía intención de ver como turista. Descubrí que anochecía cuando las nubes regresaron, arracimándose en el horizonte de poniente, creando un ocaso prematuro. Al oeste, el cielo seguía siendo claro, pero, rasgado por rayas naranjas y rosáceas, comenzaba a agrisarse.

Me había dejado la cazadora en el coche y un repentino escalofrío hizo que me abrazara con fuerza el torso. Una única furgoneta pasó a mi lado y luego la carretera se quedó vacía.

De repente, el cielo se oscureció más y al mirar por encima del hombro para localizar a la nube causante de esa penumbra, me asusté al darme cuenta de que dos hombres me seguían sigilosamente a seis metros.

Formaban parte del mismo grupo que había dejado atrás en la esquina, aunque ninguno de los dos era el moreno que se había dirigido a mí. De inmediato, miré hacia delante y aceleré el paso. Un escalofrío que nada tenía que ver con el tiempo me recorrió la espalda. Llevaba el bolso en el hombro, colgando de la correa cruzada alrededor del pecho, como se suponía que tenía que llevarlo para evitar que me lo quitaran de un tirón. Sabía exactamente dónde estaba mi aerosol de autodefensa, en el talego de debajo de la cama que nunca había llegado a desempaquetar. No llevaba mucho dinero encima, sólo veintitantos dólares, pero pensé en arrojar «accidentalmente» el bolso y alejarme andando. Mas una vocecita asustada en el fondo de mi mente me previno que podrían ser algo peor que ladrones.

Escuché con atención los silenciosos pasos, mucho más si se los comparaba con el bullicio que estaban armando antes. No parecía que estuvieran apretando el paso ni que se encontraran más cerca. Respira, tuve que recordarme. No sabes si te están siguiendo. Continué andando lo más deprisa posible sin llegar a correr, concentrándome en el giro que había a mano derecha, a pocos metros.

Podía oírlos a la misma distancia a la que se encontraban antes. Procedente de la parte sur de la ciudad, un coche azul giró en la calle y pasó velozmente a mi lado. Pensé en plantarme de un salto delante de él, pero dudé, inhibida al no saber si realmente me seguían, y entonces fue demasiado tarde.

Llegué a la esquina, pero una rápida ojeada me mostró un callejón sin salida que daba a la parte posterior de otro edificio. En previsión, ya me había dado media vuelta. Debía rectificar a toda prisa, cruzar como un bólido el estrecho paseo y volver a la acera. La calle finalizaba en la próxima esquina, donde había una señal de stop. Me concentré en los débiles pasos que me seguían mientras decidía si echar a correr o no. Sonaban un poco más lejanos, aunque sabía que, en cualquier caso, me podían alcanzar si corrían. Estaba segura de que tropezaría y me caería de ir más deprisa. Las pisadas sonaban más lejos, sin duda, y por eso me arriesgué a echar una ojeada rápida por encima del hombro. Vi con alivio que ahora estaban a doce metros de mí, pero ambos me miraban fijamente. El tiempo que me costó llegar a la esquina se me antojó una eternidad.

Mantuve un ritmo vivo, hasta el punto de rezagarlos un poco más con cada paso que daba. Quizás hubieran comprendido que me habían asustado y lo lamentaban. Vi cruzar la intersección a dos automóviles que se dirigieron hacia el norte. Estaba a punto de llegar, y suspiré aliviada. En cuanto hubiera dejado aquella calle desierta habría más personas a mí alrededor. En un momento doblé la esquina con un suspiro de agradecimiento.

Y me deslicé hasta el stop.

A ambos lados de la calle se alineaban unos muros blancos sin ventanas. A lo lejos podía ver dos intersecciones, farolas, automóviles y más peatones, pero todos ellos estaban demasiado lejos, ya que los otros dos hombres del grupo estaban en mitad de la calle, apoyados contra un edificio situado al oeste mirándome con unas sonrisas de excitación que me dejaron petrificada en la acera. Súbitamente comprendí que no me habían estado siguiendo.

Me habían estado conduciendo como al ganado.

Me detuve por unos breves instantes, aunque me pareció mucho tiempo. Di media vuelta y me lancé como una flecha hacia el otro lado de la acera. Tuve la funesta premonición de que era un intento estéril. Las pisadas que me seguían se oían más fuertes.

—¡Ahí está!

La voz atronadora del tipo rechoncho de pelo negro rompió la intensa quietud y me hizo saltar. En la creciente oscuridad parecía que iba a pasar de largo.

—¡Sí! —Gritó una voz a mis espaldas, haciéndome dar otro salto mientras intentaba correr calle abajo—. Apenas nos hemos desviado.

Ahora debía andar despacio. Estaba acortando con demasiada rapidez la distancia respecto a los dos que esperaban apoyados en la pared. Era capaz de chillar con mucha potencia e inspiré aire, preparándome para proferir un grito, pero tenía la garganta demasiado seca para estar segura del volumen que podría generar. Con un rápido movimiento deslicé el bolso por encima de la cabeza y aferré la correa con una mano, lista para dárselo o usarlo como arma, según lo dictasen las circunstancias.

El gordo, ya lejos del muro, se encogió de hombros cuando me detuve con cautela y caminó lentamente por la calle.

—Apártese de mí —le previne con voz que se suponía debía sonar fuerte y sin miedo, pero tenía razón en lo de la garganta seca, y salió… sin volumen.

—No seas así, ricura —gritó, y una risa ronca estalló detrás de mí.

Separé los pies, me aseguré en el suelo e intenté recordar, a pesar del pánico, lo poco de autodefensa que sabía. La base de la mano hacia arriba para romperle la nariz, con suerte, o incrustándosela en el cerebro. Introducir los dedos en la cuenca del ojo, intentando engancharlos alrededor del hueso para sacarle el ojo. Y el habitual rodillazo a la ingle, por supuesto. Esa misma vocecita pesimista habló de nuevo para recordarme que probablemente no tendría ninguna oportunidad contra uno, y eran cuatro. «¡Cállate!», le ordené a la voz antes de que el pánico me incapacitara. No iba a caer sin llevarme a alguno conmigo.

—¡No se acerquen! —mi voz ahora temblaba. Sabía lo que iba a pasar, aunque tratara de defenderme, los demás se iban a encargar de mí. Morir violada en la calle nunca estuvo en mis planes. Ellos se acercaron aún más a mí, sentí varios pares de manos comenzar a acariciar mi cuerpo por sobre mis ropas mientras de sus bocas murmuraban todo lo que pensaban hacerme. Una bocarada subió a mi garganta. El asco que sentía por su toque estaba debilitándome sin darme una oportunidad de escapar.

Una mano me tomó fuertemente del cabello, arrastrándome al piso.

—¡No! ¡Déjenme! ¡No me toques! —A pesar de tener mi garganta cerrada, grité cuando una mano se deslizó debajo de mi blusa. Uno de ellos se puso a horcajadas sobre mí y me dio una bofetada.

—¡Cállate perra! —Uno bramó furioso. Las lágrimas comenzaron a bajar por mis mejillas. —Ya verás que te va gustar.

Intenté tragar saliva para ser capaz de proferir un grito aceptable. Pero unos labios rasposos y secos se posaron sobre los míos. Cerré los ojos rogando en mi mente que esto terminara rápido.

—Te dijo que la dejaras —una voz contenida sonó en algún lugar cerca. Mi corazón latió emocionado por saber que alguien vino a ayudarnos.

—¡Oye amigo! —uno de ellos gritó. —Nosotros la conseguimos primero.

—¡Suéltala! —se escuchó un gruñido y el peso que estabas sobre mí desapareció.

Yo solo cerré más mis ojos, aun no sintiéndome segura de abrirlos y mirar a mí alrededor. Se escuchaban golpes, quejidos y gruñidos, pero no sabía a quién pertenecían, si mis atacantes estaban ganando o la persona que parecía querer salvarme, pero yo me rehusé a mirar.

—Acaso ¿no te dije que no anduvieras sola? —esa voz me resultó familiar. Una cálida mano se posó en las mías que mantenían mi rostro oculto. —Ya puedes levantarte.

Salí poco a poco de mi escondite, y me topé con el rostro que casi me había torturado en la librería. El hombre de negro me miraba preocupado.

—Tranquila, estas a salvo—. Miró sobre su hombro. Seguí su mirada topándome con los cuerpos inmóviles de mis atacantes, regresé mi atención al hombre de negro y le di una mirada tratando de hacerle una pregunta silenciosa.— No están muertos… aun.

Se había arrodillado a mi lado, y una de sus manos se posó en mi espalda para ayudar a erguirme. Mi cabeza daba muchas vueltas y no tenía ánimos de descifrar sus palabras.

—El dolor los va a mantener en el suelo unos instantes, pero pueden volver a levantarse e ir a por tí—. Me tomó de la cintura y me puso de pie mientras me inspeccionaba de pies a cabeza, cuando pareció satisfecho de lo que veía, me sonrió cálidamente.

—¿Qué no te habías ido? —le pregunté con voz rasposa por los gritos y el llanto.

—¿Esa es tu manera de agradecerme? —levantó una ceja.

—Gracias —le dije aun confundida. —¿Cómo supiste dónde estaba?¿Me estabas siguiendo?¿Me vas a dar el libro?

Soltó una carcajada —Además de hermosa, eres curiosa. —acarició mi cabello con delicadeza. Definitivamente no parecía del tipo que se preocupa por los demás, pero sus acciones eran diferentes a lo que aparentaba, y eso hacía que mi cabeza doliera aún más.

Su cabeza se levantó de golpe. Miró unos instantes algo detrás de mí, pero cuando me giré a buscar lo que había llamado su atención, me tomó del brazo y me giró para quedar de frente a él de nuevo.

—Debo irme —suspiró ruidosamente. —Por favor, ten cuidado. —sus ojos azules me suplicaron mientras las palabras salían de su boca. —Cuando te vuelva a ver quiero que sea porque tú deseas verme, no porque tu vida depende de eso.

Me quedé de pie sin saber que responder y al parecer él tampoco quería una respuesta. Sus dedos subieron a mi rostro, repasó mis labios con las yemas y cerró mis parpados con cuidado.

Cuando volví a abrir los ojos ya no estaba. De nuevo.

Los cuerpos a mi alrededor se pusieron en movimiento. Los hombres hacían el intento por ponerse de pie, y el miedo volvió a recorrer mis venas.

—¡Hey! ¡Miren quien sigue aun aquí! —uno de los hombres se puso de pie y estaba caminando de nuevo a mí. Sus amigos lo siguieron.

Súbitamente, unos faros aparecieron a la vuelta de la esquina. El coche casi atropelló al gordo, obligándole a retroceder hacia la acera de un salto. Me lancé al medio de la carretera. Ese auto iba a pararse o tendría que atropellarme, pero, de forma totalmente inesperada, el coche plateado derrapó hasta detenerse con la puerta del copiloto abierta a menos de un metro.

—Entra —ordenó una voz furiosa.


WOOOOOOOOWWWWWWW jajaja me emocione de más.

¿Qué tal? ¿Ya saben a quien se encontró Bella?

Como dije, vamos a estar un poco entre el libro original de crepúsculo y lo que sale de mi imaginación. Pero pues, veremos que sale jajaja

Nos leemos después.