Sinopsis:
Ella busca información acerca de la verdadera naturaleza del que parece ser el amor de su vida. Él está dispuesto a todo por salvar a la mujer que cree amar. Ambos creen tenerlo todo aunque en realidad no tienen nada. Saben que sus vidas son malas, pero desconocen que juntos podrían ser muy buenos.
(Sucede en el viaje de Bella y sus amigas a Port Angeles, y durante la 2da temporada de The Vampire Diaries) (Basada principalmente en la canción "So good" de Halsey)
Los libros de Twilight es propiedad de Stephanie Meyer. Los libros de The Vampire Diaries es L. J. Smith. También la historia puede contener partes de las películas y la serie de los respectivos libros.
(Damon POV)
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Después de unos días…
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Maldita Katherine, maldito Stefan, maldito Slater, malditas brujas, maldito Klaus, maldito sea el día en que mi padre decidió que mudarnos al maldito pueblo de Mystic Falls era buena idea.
Lancé mi vaso contra la pared de mi cuarto de hotel. Tomé mi teléfono, esa bruja me va a escuchar.
—¿Qué pasa Damon? —la voz de Bonnie sonó por las bocinas de mi celular.
—No está —grité sacando todo mi coraje. —Me mentiste y aquí estoy como estúpido creyéndote.
—¿De qué hablas Damon? —su voz sonó confundida.
—Del libro por el cual me hicieron cruzar todo el país —le respondí con mi voz ahora sonando cansada.
—Recuerda que el hechizo no dice el lugar exacto —me reprochó. —Investiga o pregunta.
—¿Y qué crees que he hecho todos estos días? —volví a gritar.
—Pues, trata más —dijo eso y me colgó.
—¿Pero que se cree? —dije molesto.
En las dos semanas que he estado aquí ya recorrí todas las calles de Seattle. Comencé con las bibliotecas y librerías, si yo fuera un libro, ahí me escondería, pero al parecer ese maldito libro es más listo que yo. Pregunté a todos los encargados de las librerías pero todos me respondieron que no sabían o que no habían visto un libro con ese nombre, después los hipnoticé para saber si me sabían la verdad, pero resulto que en verdad, ninguno de ellos sabia de que hablaba.
Después cambie mi estrategia, comencé a cuestionar a quienes tenían cierto perfil similar a Bonnie, que actuaran de la misma manera o si es que sospechaban que alguien tuviera algo que ver con el mundo mágico. Algunos se burlaron de mí, otros me miraron extrañados, incluso una anciana me dio el número de un hospital psiquiátrico. Gracias a esa humillación, decidí que atraerlos sería una buena opción, así que no me molesté en parecer humano ni tampoco en comportarme correctamente como diría Stefan. Simplemente dejé salir a Damon.
De noche la ciudad era como cualquier otra, bares, casinos, clubs, personas por la calle, fiestas, ebrios, alcohol, drogas y montones de sexo y sangre disponibles para mí. Pero, por más que disfrutara de eso, a mi miente siempre llegaba el pensamiento de que, cada segundo que pasaba, Elena estaba en peligro.
Me tiré sobre la cama soltando un gruñido. ¿Por qué acepté venir yo a buscarlo?
Se supone que la bruja dijo que estaría aquí en Seattle, pero ¿Y si eso no era del todo cierto? Tomé mi celular.
—¿Qué? —Bonnie atendió mi llamada, pero su tono de voz me decía que estaba enojada.
—¿Te molesto? —le respondí tratando de aguantar la risa.
—Sí, a decir verdad sí —soltó un suspiro. —¿Qué pasa, Damon?
—¿Qué tan probable es que existan otros lugares como Mystic? —le pregunté.
—¿Qué? —ahora sonaba tranquila, pero confundida. —Creo que no te entiendo.
—Sí, quiero decir, ¿Crees que exista otro lugar como Mystic? ¿Otra Elena? ¿Otro yo? ¿Otra tú?
—¿A dónde quieres llegar? —sonaba aún más confundida.
—Me refiero a que exista otro lugar que atraiga a seres supernaturales, algún lugar con vampiros, licántropos y humanos peleándose entre sí.
—Es probable —respondió convencida. —¿Pero… porqué quieres buscar un lugar así?
—Porque quizás si hay alguno aquí cerca, ahí pueda encontrar alguna información sobre el libro.
—Suena lógico —la voz de Alaric sonó por mi celular. Mire confundido la pantalla, ¿a quién había llamado?
—¿Rick? —pregunté.
—Hola Damon, se nos olvidó decirte que estas en altavoz —su voz sonaba tranquila. —También Stefan y Caroline están aquí.
—Danos un par de horas y te daremos alguna información —la voz de mi hermano sonaba a promesa.
—Apresúrense que ya no soporto estar aquí.
Colgué la llamada y me quedé mirando mi celular, en la espera de que volviera a sonar, por supuesto que no iba a pasar, o por lo menos no hoy. Tomé mi chaqueta y salí a los pasillos del hotel, bajé las escaleras y salí a la calle, el aire fresco de la noche me golpeo en la cara y me levantó el ánimo.
Caminé por las calles llenas de edificios y automóviles que pasaban de un lado a otro. Las personas pasaban a mi lado ni siquiera me miraban, cada una iba en su propio mundo y la verdad agradecía eso. Seguí caminando a un ritmo tranquilo, pasé delante de varios bares sin detenerme, esta noche no tenía ganas de diversión y tampoco tenía ganas de alimentarme, la búsqueda de ese libro me tenía muy cansado y con constante jaqueca.
Pasé gran parte de la noche deambulando por las calles, mirando a las personas a mí alrededor, poniendo atención en sus ojos, en sus gestos, en las acciones que hacían mientras pasaban delante de mí. Cada mínimo gesto te enseñaba una pequeña parte de su vida y debo admitir que era increíble como en los años de mi existencia, he visto distintas personas con muy diferentes historias.
En la mañana siguiente, desperté con un mensaje de Stefan.
"Llámame"
Hice una mueca, primero debía despertar bien para poder enfrentarme a las locuras de los habitantes de Mystic. Me levanté de la cama y me dirigí al baño, me di una larga ducha, salí y me puse ropa limpia. Tomé una respiración profunda y marqué el número de mi hermano.
—¡Damon! —la voz de Caroline me respondió la llamada. Mire mi celular, ¿me equivoque de número? —¿Damon estas ahí?
—¿Por qué respondes tú el celular de Stefan? —le pregunté confundido.
—Es que… yo estaba más cerca —su voz sonó más a una pregunta que a una respuesta. —Te pondré en altavoz.
—¿Y bien? —pregunté sin saber exactamente a quien.
—Ya buscamos lo que nos pediste —Stefan habló. —Tenías razón Damon, hay más lugares así.
—Tristemente no hay dos como Elena, no hay dos como tú y no hay dos como yo. —Bonnie elevó la voz para que yo pudiera escucharla. —Solo nosotros tenemos a un original.
Hice una mueca, eso no era nada esperanzador.
—No estas ayudando, Sabrina. —dije en un gruñido.
—Debemos tener claro que la familia Mikaelson son los vampiros originales —Bonnie comenzó con su explicación. —Pero no somos los primeros en toparnos con ellos.
—Bueno, ¿y el libro? —pregunté ansioso. —Lo necesitamos si queremos ser los últimos en toparnos con un original.
—Escucha, quizás te puedes topar con algunos… —Caroline trató de hablar.
—Hay un lugar cerca de donde estas… —Stefan comenzó a hablar.
—Son como 180 kilómetros —Bonnie gritó sobre la voz de los demás. —Son cerca de 112 millas lo que te separa del libro.
—¿Y cómo voy a saber, dónde está ese lugar, que queda cerca de donde estoy, donde me puedo topar con unos no sé qué? —les pregunté tratando de conectar las palabras de cada uno de ellos.
—Mira, yo creo…
—Deberías…
—Lo primero que tienes que hacer…
Los tres volvieron a hablar a la vez y solo causaron que mi humor se fuera por la borda.
—¡Díganme a donde debo ir y yo me encargo de lo demás! —les grité, mis ojos miraban mi celular como si pudiera atravesarlo y arrancarles el corazón hasta que se pusieran de acuerdo en quien hablaba primero.
—¡Parque nacional de Olympic! —gritaron todos a la vez. Colgué la llamada, no me preocupe por agradecerles o despedirme, incluso no quería arriesgarme a que me siguieran gritando y confundiendo.
Me dispuse a recolectar todas mis cosas, saqué la mochila y comencé guardar todo con la esperanza de que sea la última vez que me tienen como idiota buscando un estúpido libro de hadas. Busqué la dirección en mi celular, decía que estaba a casi tres horas de distancia, bien, era hora de ponerme en marcha.
Fui al centro y renté un automóvil, bien podría haber corrido hasta allá, pero dañar mi ropa no estaba en mis planes, además no estaba seguro de que me iba a encontrar en el camino y debía estar preparado, además quería alimentarme, no podía permitirme estar débil.
Después de un par de horas, iba camino al parque ese que me dijeron, pero, a no ser que ese libro esté enterrado en el medio del bosque, no creo que ese sea el lugar que busco. Me detuve a un lado de la carretera, volví a mirar la ubicación en mi celular, me di cuenta que de camino allá, me encontraría con muchos pueblos o ciudades muy pequeñas.
—¿Qué pasa ahora? —la voz de Bonnie sonó muy bajo. —Estoy en la escuela Damon.
—¿Alguna otra pista que no sea ese olímpico parque? —pregunté ignorando sus palabras.
—Sabes que no puedo ser exacta —dijo murmurando. —Además hay algo que me bloquea, eso es toda la información que te puedo dar.
—Si de verdad esa cosa fuera útil, todos estarían ansiosos por tenerla, ¿Cómo es que soy el único buscándolo?
—No lo sé, Damon —soltó un bufido. —Investígalo.
Se cortó la llamada y yo lancé mi celular contra la carretera. Estaba furioso.
Se supone que yo había venido a buscar ese maldito libro, porque era el más calificado y el único capaz de hacer algo estúpido con tal de salvar a Elena. Pero, se supone que yo también contaba con ellos, yo estoy conduciendo a ciegas y ellos se suponen que debían guiarme. Solté un grito de desesperación y me senté en la hierba húmeda junto al auto. Oh cielos, lo que daría por una botella de Whiskey justo ahora. Me quedé un rato ahí sentado, lamentándome, con las manos en mi rostro, golpeando mi cabeza contra la fría lámina del automóvil.
Finalmente me resigné a levantarme y a seguir buscando, quería irme a casa, pero no podía ir sin ese libro.
Decidí pararme en cada poblado a investigar un poco. Aun no me convencía la idea de ir directamente al bosque a buscarlo.
Me detuve en Gardiner, pasé un par de horas por ahí, preguntando… bueno, obligando a las personas a darme alguna información, pero nadie sabía nada. Volví por mi auto para volver a conducir hasta que me detuve de nuevo en Blyn, pero resultó lo mismo, nadie me dio una respuesta.
Probé de nuevo con Bell Hill, Sequim y River Road, sin suerte de nuevo. Frustrado de nuevo, decidí seguir hasta Port Angeles, la ciudad que estaba más cerca, aunque era más pequeña que Seattle, pero era el poblado más grande del que estaba cerca, además ya estaba oscureciendo, mis tres horas de camino resultaron más de 10 horas.
En cuanto entré en las calles de Port Angeles, busqué un lugar donde pasar la noche, dejé mis cosas y el auto y salí a dar un paseo. Había bastantes mujeres bellas, hombres que salían del trabajo, madres que iban a la escuela por sus hijos, etc. La ciudad era un poco movida y al ser martes, todos estaban bastante atentos a sus actividades cotidianas.
Caminé un buen rato por las ya oscuras calles, tratando de distraerme un poco y buscando alguien para cenar. Un aroma llegó a mi nariz, inhale profundamente buscando el peculiar aroma, ¿huele a fríos?
Miré a mí alrededor, analizando a todo aquel que pasara cerca de mí, pero, los latidos de los corazones me decían que todos eran humanos. Volví a dar unas miradas a mí alrededor mientras continuaba caminando, de vez en cuando volvía a inspirar en busca del aroma, pero era inconsistente, así que supuse que estaba solo de paso por la ciudad.
Continué con mi recorrido nocturno de reconocimiento, hasta que en una de las calles, me encontré con una mujer hablando de acerca de una joven que había ido a su librería a preguntar acerca de un par de libros similares a lo que yo buscaba. Traté de conseguir más información, pero según la mujer, la joven solo preguntó y al obtener una respuesta negativa se fue.
¿Debería hacer lo mismo yo? ¿Darme por vencido?
Sin pensarlo mis pies se detuvieron frente a la calle en la que estaba una librería, vi que una joven de cabello marrón se detuvo frente a la puerta de cristal que daba ingreso a la tienda, la seguí con la mirada mientras entraba y le preguntaba al encargado acerca de unos libros en específico.
Ella debía ser la joven que preguntó a la dueña de la otra librería. Mirando a ambos lados, me crucé a seguirla.
—Bienvenido ¿En qué puedo ayudarle? —el dependiente me dio la bienvenida y yo le sonreí.
—Dime porque libros preguntó la joven —le ordené hipnotizándolo.
—Libros sobre mitología, leyendas y ficción —dijo con voz monótona.
—Dime a donde la mandaste —volví a ordenarle.
—Sigue por este pasillo hasta el final, da vuelta a la derecha y en el 5to pasillo da vuelta a la izquierda.
Me alejé de él y seguí sus indicaciones. Entré al pasillo de mitos y leyendas caminé lentamente mientras miraba una que otra vez a todos los libros que me rodeaban, al fondo noté a la joven a unos metros de mí, su cuerpo se estiraba para poder alcanzar los libros que tenía en la parte de arriba. Me permití observarla, su cabello castaño caía libremente por su espalda, su blusa era de un color azul obscuro que hacia contraste con la piel clara de sus descubiertos brazos, su pantalón de mezclilla casi de color negro resaltaba la forma de sus piernas y complementaba su atuendo.
Su rostro bajaba junto a los libros que su mano tomaba, los abría y movía algunas de sus páginas. Algunos los colocaba debajo del otro brazo y otros cuantos los regresaba a su lugar. Si le convencían asentía un par de veces y daba unos saltos en su mismo lugar, creo que ese era su gesto para saber si el libro le convencía.
Su cuerpo se estiró todo lo que pudo para que su mano tomara un libro bastante grueso. Gracias a mi buena visión, noté que sobre el lomo se leía en letra muy elegante Kyteler. La cubierta parecía de piel y era de color totalmente negro, además, en una de las esquinas, junto a una especie de candado, resaltaba en color dorado un nombre: Sarah Wildes.
Mis ojos se abrieron más de lo usual, miré a la joven tratar de abrir el libro, pero después de un intento desistió y se aseguró de colocarlo con cuidado junto a los demás que tenía en sus brazos.
Me quedé pasmado en mi lugar, ¿Esa mujer acaba de encontrar lo que yo llevo días buscando? ¿Así de sencillo?
Ella se dio la vuelta y siguió caminando mientas su cabeza se levantaba de un lado a otro como buscando algo más. Mis pies se movieron por si solos siguiéndola de nuevo, mi cabeza estaba formando miles de planes para poder quitarle ese libro y poder irme a casa, algunos eran un poco macabros, pero quizás podía hacerlo por las buenas. Mientras caminaba a través de los pasillos, tome unos libros al azar para guardar las apariencias. La vi entrar en el área de historia y detenerse curiosa a ver los estantes de libros, ahora me sentía curioso, al parecer esa humana sabía lo que estaba buscando, y resultaba ser algo similar a lo que yo buscaba, la pregunta era ¿Por qué?
La vi hacer lo mismo que hace rato, estirar su cuerpo para alcanzar un libro y mirar en su interior, estaba distraída, bien era hora de actuar.
—Interesante elección —dije lo suficientemente alto para llamar su atención. Su cuerpo dio un pequeño salto pero sus ojos me miraron. Y vaya que me miraron, estoy seguro que no perdió ningún detalle sobre mí apariencia.
—Tu tampoco estas tan mal —dijo mientras un ligero color rojo se posaba sobre sus mejillas.
—Gracias —respondí y puse mi sonrisa arrogante. —Me lo dicen todo el tiempo.
Su rostro perdió todo el rastro de tranquilidad y vergüenza que llegó a sentir y se transformó en molestia.
—Que no se te suba el ego —hizo una mueca, pero después su rostro se volvió inocente, una sonrisa tierna se asomó en sus carnosos labios. —He visto mejores.
La miré ofendido, no me esperaba esas palabras, mucho menos que una muchacha como ella me comparara con cualquiera. ¿De verdad dijo eso? Cuadré mis hombros y le di mi mejor sonrisa seductora.
—La mia bella bambina, nunca, ni en mil años, verás algo mejor —dije presuntuoso. Su rostro se vio confundido, pero a la vez el sonrojo en sus mejillas luchó por aparecer de nuevo.
—Ya veremos —murmuró muy bajo, la miré con una ceja levantada. —Aunque, yo hablaba de los libros.
—Ah sí, también —traté de quitarle importancia al asunto. La miré tomándome un tiempo para grabarme su apariencia en mi mente. — Yo me refería a ti.
—¿A mí? —me miró confundida. —¿Qué tengo yo de especial?
Su pregunta me tomo por sorpresa. No era la clásica rubia, no era llamativa ni tenía un cuerpo curvilíneo de revista, pero ella tenía algo que la volvía única, y no era por los libros que tenía en sus brazos. Me recosté en uno de los libreros a mi lado, tratando de mantenerme tranquilo.
—No lo sé —dije en respuesta a su pregunta. — ¿Aparte de lo obvio?
Señalé su cuerpo de arriba abajo, la sangre subió a sus mejillas de nuevo, se estaba volviendo adictivo ver ese gesto en la piel blanca de su rostro.
—No pareces del tipo que disfruta leer —me dijo. Miré los libros que había tomado cuando la seguí.
—Tienes razón —dije apremiando su observación. Caminé un par de pasos hasta ella, escuché a su corazón acelerarse por mi cercanía, cuando estuve frente a frente, decidí inclinarme hacia ella, era hora de mi siguiente movimiento.
El aroma de su cuello golpeo mis fosas nasales, la mezcla del olor a fresias de su cabello, el aroma fresco de su piel y el aroma dulce y atrayente de su sangre causaron que mi cuerpo se tensara.
Acerqué mis labios para hablarle al oído, el sonido de la sangre corriendo por las venas de su oreja hizo que mis colmillos trataran de brotar.
—Disfruto de… otras cosas —murmuré en voz baja. Mis labios rozaron su piel. Mierda, era tan suave y fresca y me daban demasiadas ganas de recorrer toda su piel con mi lengua.
—E… —su corazón estaba demasiado acelerado que le costaba respirar. —¿Entonces qué haces aquí?
Cierto, estaba aquí por algo más importante.
—Vine por ese libro —le dije mirando la cosa negra en sus brazos.
—Qué pena —hizo un puchero. —Ya lo tengo yo.
La miré, ¿quiere jugar? ¿Acaso no ve que yo soy el mariscal de campo y ella la novata?
—No me interesa —acerqué mi rostro a ella. Traté de hablar con mi mejor voz seductora. —Lo necesito.
—Lo necesitas, pero yo lo tengo. —Me miró cuadrando los hombros y mirándome. —Si me disculpas, debo irme —se liberó de mí y se colocó lejos de mí. —¿Fue un placer?
Me dio una última mirada y se giró caminando lejos de mí. No podía dejarla que se fuera y se llevara ese libro, me apresuré a quedar frente a ella de nuevo, debía asegurarme que ese libro viajara conmigo a Mystic Falls.
—¡Espera! —Dio un pequeño salto al verme repentinamente frente a ella. —No te han dicho que es de mala educación dejar a las personas hablando solas.
Hizo una mueca.
—No tengo nada que hablar contigo.
—Pero yo si —le dije, me encogí para quedar a su altura, busqué sus ojos para hipnotizarla y poder irme a casa. En cuanto nuestras miradas se encontraron me quedé atrapado en sus cálidos ojos color chocolate, mis fríos ojos azules se sentían amenazados por la manera en la que me miraba.
Su corazón estaba latiendo a un ritmo demasiado rápido, avisándome que debía concentrarme en mi tarea.
—Dame ese libro —dije con voz autoritaria, seguí mirando su pupila en busca dl clásico efecto que ocurre cuando hipnotizo a alguien, pero, no pasó nada.
—¡No! —frunció las facciones de su rostro, y apretó más fuerte sus delgados brazos alrededor del montón de libros que llevaba en su regazo. —Yo lo conseguí primero.
La miré, ¿no funcionó? ¿Por qué no funcionó? ¿La abstinencia me está haciendo daño? ¿La falta de sangre? ¿Acaso es el frio? Iba a volver a intentarlo, pero noté que ya se había alejado de nuevo de mí.
—Escucha —alcancé su mano tomándola para girarla a mirarme de nuevo. —Solo necesito unas páginas, déjame tomarlas y te puedes llevar el libro.
Traté de negociar con ella, al inicio pareció convencida de la idea, pero luego en su rostro apareció una mueca de disgusto.
—Y ¿qué tal que esas páginas... sean las mismas que yo quiero? —preguntó levantando una ceja. La miré sintiéndome complacido, ahora si estábamos hablando mi idioma.
—¿Vas a querer todo lo que yo quiera? —pregunté sonriendo de lado.
—O tal vez ¿Tú quieres todo lo que yo quiero? –contraataco.
Sonreí internamente, se veía demasiado tentadora, su rostro trataba de esconder la muy evidente molestia que sentía por mi comentario pasado, pero la manera en la que se estaba mordiendo el labio me hacía querer besarla.
—¿Y si yo quiero besarte? —le pregunté pero no esperé una respuesta, simplemente dejé de pensar. Pegué su cuerpo con el mío, la sensación de su calor era tan intensa, incluso con todas las capas de ropa que nos estorbaban.
Coloqué una de mis manos en su cintura para atraerla más a mí, coloqué una mano en su espalda para mantenerla quieta, quería que, la sensación de calor que su cuerpo me brindaba, se volviera más intensa y que no se acabara nunca.
—Tal vez, —se mordió el labio, ese gesto que para ella era tan natural, a mí me estaba volviendo loco. —Yo quiera que me beses.
La sinceridad en sus ojos me hizo sonreír. Extrañamente, yo también quería besarla, pero ahorita me interesaba más el libro que aun seguía en sus brazos. La vi girarse sobre sus talones, y comenzar a caminar alejándose de mí, de nuevo.
¿Qué no había dicho que quería besarme? ¿Porque se va?
La alcancé en el pasillo que terminaba en el mostrador, quizás podía sacar un poco de provecho de su deseo por mí. Sin decirle ninguna palabra, empuje su cuerpo contra la pared a nuestro lado, aprisionándola con mis brazos y mi cuerpo, su grito de sorpresa causó que la adrenalina se disparara en mi cuerpo. No lo resistí más, la besé.
La sensación de sus labios sobre los míos, fue lo mejor que he sentido en décadas, no, definitivamente nunca había sentido esa sensación. Era algo extraño de explicar, es como si nuestros labios hubieran sido hechos para complementarse juntos.
No, Salvatore, concéntrate. Vinimos por una cosa, y es lo único que necesitamos para poder volver a casa. El plan era el siguiente, distraerla, tomar el libro y volver a casa. Simple, creo.
Con la ayuda de mis manos traté de acercar aún más su cuerpo al mío, la empuje por la espalda hacia mí, mientras con mi mano libre acariciaba todo lo que podía. Pude sentir como se rendía en mis brazos. Su pequeña mano, que estaba libre del peso de los libros, subió por mi pecho, mi cuello y se enredó en mi cabello, disparando mi corazón casi al ritmo de los latidos del suyo.
Bien, era momento de actuar. Con cuidado acerqué mi mano a los libros que tenía cerca de su pecho, sentí mis dedos tocar el borde de ellos, casi podía verme conduciendo de regreso a casa, casi podía ver la sonrisa de mi hermano y la tranquilidad de Elena por estar a salvo. Sentí que las comisuras de mis labios se estiraron en una sonrisa que mostraba lo emocionado que me sentía justo ahora.
Cuando sentí que mi espalda chocaba contra algo abrí los ojos sorprendido.
Miré a la humana que estaba a dos metros lejos de mí que, aun con los libros en sus brazos, trataba de controlar su respiración.
—Eres imbécil —dijo entrecortadamente, —si crees que por un beso, te voy a dar el libro.
¿Qué paso? ¿La besé y me aparto? Acaso ¿Me… me rechazó? Y ¿me dijo imbécil?
Mis ojos la observaron buscando una respuesta a mis preguntas. , su rostro estaba ligeramente rojo, sus ojos chocolates me miraban furiosos, sus labios estaban hinchados y rojos. Se enderezó mientras acomodaba su blusa y su cabello y se alejó por el pasillo casi corriendo.
¿Qué carajo acaba de pasar?
Mis piernas la siguieron de nuevo, aun con mi mente hecha un lio. Estoy seguro que ella me escuchó, pero siguió como si nada pasara.
—Tengo curiosidad— dije sin pensar.
—Busca en google —murmuró. Bufé, si pudiera hacer eso, podría evitarme estos disgustos. Sin embargo, aquí estoy, discutiendo y seduciendo a una humana por un maldito libro. Un momento, supongo que es normal que a las personas les guste la ciencia ficción, los mitos y lo que ellos consideran leyendas, pero, una cosa era simplemente leer uno o dos libros sobre el tema, pero andar por una ciudad desesperadamente por buscar unos libros en específico. ¿Porque una humana necesitaría esos libros?
—¿Qué dijiste? —su voz me sobresaltó. ¿Lo dije o lo pensé? Maldición, creo que debo cambiar de tema.
—Tengo curiosidad —dije sonriendo inocentemente. —¿Porque una dama necesitaría esos libros?
—Eso no fue lo que dijiste —me respondió tratando de parecer intimidante, aunque, alguien de su tamaño y su compleción emanaba ternura.
—No, eso no fue lo que dije —estuve de acuerdo con ella. —Pero por tu propio bien, dejémoslo así.
Sus ojos me analizaron una vez más, pero no pareció encontrar nada interesante por lo que me rodeo y siguió caminando hacia el frente de la tienda.
Tome una fuerte respiración, ¿por qué seguía perdiendo así el tiempo? Debo conseguir ese libro ya. Miré de nuevo a la extraña joven, estaba frente al mostrador pagando sus libros. La alcancé y extendí mi tarjeta de crédito antes de que ella sacara efectivo.
—Yo los voy a pagar —dije en voz alta, sobresaltándola a ella y a la persona que nos atendía —Cobra todos—
—No necesito que paguen las cosas por mí. —susurró ella.
—Si yo los pago, quizás me dejes llevarme el libro que quiero —dije siendo honesto.
—¿Estás loco? —gritó agudamente.
—Tal vez —dije pensándolo un momento. Si la estoy siguiendo para que me dé amablemente algo, si, debo estar muy loco. —Pero creo que es el efecto que acabas de causar en mí.
Y el sonrojo volvió a aparecer en sus mejillas. Sonreí satisfecho y le di mi tarjeta al encargado para que me cobrara. Terminamos todos los movimientos necesarios y me entregó tres bolsas de tela con los libros dentro, me aseguré de ser yo el que los tomará para así poder hacer mi movimiento final. Empujé a la castaña hacia la salida y le abrí la puerta para apurarla.
—Sabes tengo algo que proponerte—hablé animado con el plan que se estaba formando en mi mente. Los ojos marrones me miraron. —Dejo que te lleves el libro, a cambio de una cosa.
Se podía leer la confusión y curiosidad en su rostro. —¿Qué cosa?
—Dejo que te lo lleves, pero, no grites —le propuse sin perder de vista sus ojos. Ella no respondió, pero yo tampoco le di tiempo a que lo hiciera, solté las bolsas junto a sus pies, y la rodeé con uno de mis brazos para inmovilizarla. Con la mano que tenía libre, moví su cabeza para que su cuello quedara totalmente expuesto y me aseguré de cubrir su boca para evitar que gritara.
Desde que entré en la librería, su aroma fue hipnotizante, me atrajo como un imán, y honestamente no estaba dispuesto a irme sin una probadita de su sangre.
El cristal enfrente de nosotros, me mostraba los libros que estaban escondidos detrás de él, pero también me mostraba un reflejo bastante nítido de nosotros. Sentí mis colmillos salir de mi boca, las venas brotaron sobre la piel alrededor de mis ojos, sentí esa característica descarga de adrenalina que me impulsaba a seguir mis instintos sobrenaturales. Con la punta de mi lengua tracé el contorno de su cuello mientras buscaba el lugar exacto para morderla, el sabor de su piel era algo asombroso y estaba seguro que su sangre lo sería aún más. Pero quería tenerla, ansiaba que cayera en mi juego, deseaba que pagara por haberme rechazado hace un rato en el interior de la tienda. Anhelaba que ella se sintiera de la misma manera que yo.
Cuando mi lengua llegó a su mandíbula giré su rostro de nuevo hacia mí, quería volver a besarla, comparar el sabor de sus labios y el de su piel, con el sabor de su sangre que estaba a nada de probarla. Levanté mis oscuros ojos a los suyos, pero me encontré con dos orbes chocolates mirándome cubiertos de miedo.
No, no, no.
No tendría que estar pasando esto. Al menos, no era así como quería que pasaran las cosas.
Una parte de mi cerebro, la que al parecer funcionar correctamente, me repetía que no estaba hambriento, ya tenía el libro en mis manos por lo que no tenía ninguna razón para lastimarla. Y yo estaba de acuerdo, no quería lastimarla, pero, otra parte de mí parecía no querer alejarse de ella.
Aprovechando el momento de lucidez que tuve, hice que mis colmillos volvieran a su lugar, mi rostro se relajó y me permití darle un suave beso en los labios.
—No deberías andar sola —mi voz salió muy leve, esperaba que ella notara el motivo por el que le decía eso, hay creaturas más peligrosas que yo. —Por tu propio bien.
La liberé de mis brazos, sintiendo una oleada de aire frio envolvernos. Cuando dejé de sentir su calor contra mi cuerpo, una sensación de soledad me llenó. Usando mi velocidad sobrenatural, me encogí para tomar el libro que estaba buscando desde hace días, lo coloqué solo en una bolsa y me alejé de ella, al menos hasta donde no pudiera verme. La vi mirar a su alrededor mientras tomaba varias respiraciones tratando de controlar sus emociones, levantó las bolsas que había dejado a su lado, volvió a mirar la librería por unos seguros y se alejó por la calle.
Solté un gruñido. ¿Qué carajos me pasa? ¿Por qué Salvatore? ¿Por qué actuaste así?
Me sentía como un niño haciendo un berrinche, pero no encontraba la manera de definir como me sentía en este momento. Ya tengo el maldito libro, ya me puedo ir a casa, pero ¿Por qué de repente estoy caminando detrás de la desconocida?
Noté que rodeaba su cuerpo con sus brazos, su ropa no la cubría lo suficiente de la fría brisa de la noche. Por un segundo la idea de darle mi chaqueta parecía buena, pero al siguiente segundo me pareció una muy mala idea, por lo que me mantuve caminando a unos metros detrás de ella.
Después de un largo rato caminando, se detuvo en el medio de la calle, miró hacia un lado, luego miró hacia el otro y se dio la vuelta repentinamente. Di un salto y me escondí en las sombras, ¿acaso me habrá visto? Ella siguió caminando tranquilamente hasta llegar a la esquina y girar al otro lado del que habíamos salido. ¿Por qué actúa tan espontáneamente?
Sus pasos continuaron por varias calles más, a lo lejos noté que había más personas alrededor, al menos ya no estaría caminando sola por ahí. Unos sujetos bastante ruidosos caminaron en su dirección, ella trató de seguir tranquilamente, pero se alejó de los hombres lo más que pudo, tratando de que su movimiento fuera lo más natural posible.
—¡Eh, que guapa! —la voz de uno de ellos hizo que la postura de ella se encogiera. Los demás se acercaron a su amigo, por la manera que se comportaban, estaban demasiado ebrios.
Noté cuando la muchacha baja el ritmo de sus pasos, su cuerpo se sacudió notablemente, supongo que por la situación a la que se iba a enfrentar. Trató de seguir su camino, pero un tipo más alto y corpulento que ella, se interpuso en su camino.
—¡Vaya suerte que me cargo! —la escuché murmurar. Yo moví mi cabeza confirmando sus palabras, El olor a frio que tenía impregnado en su ropa, su sangre latiente y llamativa, su aroma personal que atraía a cualquiera, la ponían en bastante riesgo.
Ella rodeo como pudo al hombre, camino rápidamente de nuevo, alejándose todo lo que podía, pero ellos decidieron que era buena idea seguirla. Sus pasos arrastrados, sus carcajadas ruidosas y sus gritos hacia ella, les impedía notar que yo iba justo detrás.
—¡Eh, espera! —gritó uno. Ella no miró hacia atrás. Sonreí orgulloso. Todo lo que debía hacer era asegurarme que llegara a salvo, los hombres se iban a cansar de seguirla y se iban a alejar, yo no tendría que hacer nada más.
No sé exactamente cuánto tiempo caminamos, ella, los hombres y yo, justo en ese orden, unos siguiéndonos a otros, pero todos siguiéndola a ella. Esa mujer parecía convertirse en el centro del universo para nosotros, pero lamentablemente algunos no tenían intenciones buenas. Los hombres parecieron lucir enfadados y en la esquina giraron al lado contrario alejándose de ella, solté un suspiro bastante profundo. De repente me sentía relajado y más tranquilo.
Seguimos con nuestro paseo nocturno por las calles de Port Angeles, la oscuridad de la noche ya nos rodeaba con bastante fuerza y noté que la mujer que caminaba delante de mí se sentía más tranquila, pero aun así se estremecía. La miré con detalle, y me di cuenta que su ropa era bastante ligera para el repentino clima que estaba sobre nosotros.
Un par de sonidos me alertaron de nuevo, un par de los hombres de hace rato volvieron a aparecer por otra calle, posándose de nuevo cerca de ella. Mis sentidos se agudizaron listos para actuar, y al parecer los de ella también, su cuerpo se tensó, caminó más rápido y apretó las bolsas a su cuerpo. Sus piernas se seguían moviendo constantemente, y de vez en cuando miraba sobre el hombro, lo único malo fue que giró en un callejón bastante apretado, que la dejó de nuevo bastante lejos de las calles principales. Coloqué mis manos hacia ella, concentrándome en crearle una barrera con niebla, para asustarla un poco, bueno, más de lo que supongo que ya se sentía, pero era mi único recurso para regresarla a una calle más segura.
Pero no funcionó, otros hombres aparecieron por una esquina frente a ella.
Mierda.
La habían estado conduciendo todo este tiempo. La llevaron justo a donde ellos querían, y yo fallé tratando de guiarla.
—¡Ahí está! —uno de ellos gritó, los demás le festejaron aplaudiéndole el logro de llevarla hasta ellos. Sentí mis colmillos amenazando con salir, necesitaba lavar mi culpa.
—¡Sí! —otro gritó—. Apenas nos hemos desviado.
Ella trató de parecer inmune a sus palabras, pero en su intento de escapar, solo logró acercarse más los que habían aparecido de repente.
—Apártese de mí —trató de hablar. Su voz no se parecía en nada a cuando la conocí en la tienda, ahora salía débil, casi en súplica.
—No seas así, ricura —le respondió. Los demás rieron por la supuesta broma de su amigo, pero ella escondió una arcada.
Mis pies estaban fijos en el suelo, mi cuerpo temblaba, pero no lograba hacer que respondiera a mis órdenes. Era tan fácil ir y sacarla de ese problema pero yo estaba clavado en mi lugar. Ella trató de lucir recta y fuerte, pero se notaba el miedo que sentía.
—¡No se acerquen! —gritó y lloriqueo a la vez. Ninguno le respondió, hasta que uno de ellos estiró su brazo y la tomó del cabello. Ella brincó por la sorpresa y su pose de luchadora se fue, su cuerpo cayó al piso haciendo un fuerte sonido. No era nada difícil adivinar lo que ellos querían hacerle.
—¡No! —uno se sentó sobre ella, aprisionándola con sus piernas — ¡Déjenme!¡No me toques!
Una manó se estampó en la piel blanca de su rostro. Su rostro se contrajo por el dolor y su mejilla cambio de color hasta ponerse roja. Mi cuerpo se sacudió junto con ella, sintiendo su dolor también.
—¡Cállate perra! —uno de ellos dijo furioso por la repentina valentía de ella. —Ya verás que te va gustar.
Se inclinó frente a su rostro y puso sus asquerosos labios sobre de ella.
Mátalos
Una voz en mi cabeza me ordenó y yo estaba feliz de obedecer a eso.
Mi cuerpo se agazapó mientras soltaba un gruñido, No estaba dispuesto a dejar que ninguno de ellos cumpliera sus asquerosos deseos con ella. Me acerqué lo más rápido que pude al grupo de hombres que la mantenían sometida en el suelo.
—Te dijo que la dejaras —hablé lo más fuerte que pude, aun tratando de controlar mis ganas de cortarles el cuello a todo ellos. Si cooperaban, quizás tendría piedad de ellos. Quizás.
—¡Oye amigo! —uno de ellos me gritó. —Nosotros la conseguimos primero.
Ellos se volvieron a reír, y pusieron de nuevo su "atención" sobre ella. Escuché la lucha que ella tenía con su cuerpo para controlar los sollozos que la sacudían, ya consiente de lo que sería su final si no lograba conseguir ayuda. Pero, para su suerte, buena o mala, tenía a un vampiro listo para matarlos a todos.
—¡Suéltala! —gruñí y me lancé por el hombre que estaba sobre ella. La fuerza de mi cuerpo chocando con el suyo y cayendo ambos en la fría acera, hizo que el hombre quedara inconsciente bastante rápido para mi gusto, pero no me dejaron saborearme, pues el resto de sus secuaces se vinieron sobre mí para tratar de golpearme. Esquivar sus patadas y golpes me resultó demasiado fácil, aunque uno que otro se resistía y aprovechaba para sacar todas las emociones negativas antes de dejarlo noqueado.
Me detuve cuando miré a mí alrededor y me aseguré de ver a todos en el suelo. Sonreí, ahora me voy a asegurar de levantar a la única persona que en verdad vale la pena.
Sus temblores hacían que su cuerpo hiciera un extraño sonido, y verla ahí, indefensa, con las manos en el rostro, en la espera de un final. Me molesté. ¿Por qué se rendía tan fácil? ¿Dónde había quedado su repentino ataque de valentía? ¿Por qué, si le dije que tuviera cuidado, no me escuchó?
—Acaso ¿no te dije que no anduvieras sola? —dije tratando de sonar tranquilo. No me respondió, ni siquiera se movió. Me arrodille a su lado, estiré mis manos hacia ella, indeciso sobre como tocarla sin asustarla, quería que abriera sus ojos y que viera que estaba a salvo. Finalmente me decidí a colocar mis manos sobre las suyas, ante mi toque se relajó, pero aún estaba insegura si mirar o no. Hice un poco de fuerza para mover las manos de su rostro. —Ya puedes levantarte.
Nuestras manos se alejaron de su rostro y sus ojos me miraron. Le regrese la mirada dándole un pequeño asentimiento, con cuidado se trató de enderezar, pero su cuerpo aún estaba débil y la regresó a su posición en el suelo. Coloqué mi mano libre en su espalda mientras le daba un suave tirón para que se sentara.
—Tranquila, estas a salvo— le dije cuando noté que sus ojos miraban con desesperación a su alrededor. Al verlos a todos tirados pareció relajarse, pero luego se volvió a tensar y me miró. —No están muertos —le respondí, —aun.
No me respondió.
—El dolor los va a mantener en el suelo unos instantes —le aseguré. —Pero, pueden volver a levantarse e ir a por ti.
Mi mano en su espalda se deslizó hasta su cintura, mientras me levantaba, tiré de ella para ponerla de pie junto a mí. Le dina una mirada detallando su cuerpo en busca de alguna herida, pero fuera de los moretones en su piel, parecía no tener nada profundo aun. Sonreí satisfecho.
—¿Qué no te habías ido? —su pregunta hizo que la sonrisa se me borrara.
—¿Esa es tu manera de agradecerme? —le pregunté levantando una ceja. Vaya modales.
—Gracias —su voz salía ronca. —¿Cómo supiste dónde estaba?¿Me estabas siguiendo?¿Me vas a dar el libro?
No pude evitar reírme de su repentino ataque de preguntas.
—Además de hermosa, eres curiosa.
¿Por qué dije eso? Bueno, siendo honesto, no era una mentira, si es hermosa y muy preguntona.
El aire frio de la noche volvió a golpear nuestros cuerpos, ella se estremeció de nuevo, pero a mí me llegó un aroma muy dulce y frio. Levanté la mirada hacia el frente, buscando con mis ojos alguna señal de que ese alguien estuviera cerca, pero no había nadie. Un leve sonido de un motor andando por alguna calle sola llamó mi atención, el sonido se hacía cada vez más fuerte, lo que indicaba que se acercaba a nosotros.
Ella trató de girarse para mirar lo mismo que yo, pero debía asegurarme que estuviera bien antes de poder irme, si me quedaba iba a provocar un enfrentamiento innecesario con un vampiro frio.
Giré el delicado cuerpo para que quedara de nuevo frente a mí.
—Debo irme —murmuré algo agitado. —Por favor, ten cuidado.
Mi voz salió como una súplica. Estaba seguro que esta mujer era un imán para los problemas. —Cuando te vuelva a ver quiero que sea porque tú deseas verme, no porque tu vida depende de eso.
Algo dentro de mí anhelaba volverla a ver, pero no en ninguna situación que pusiera su vida en peligro, bueno, más de lo que significaba convivir con un vampiro. Alcé mi mano a su rostro y con cuidado cerré sus ojos.
Me alejé lo más rápido que pude, para alcanzar a esconderme. No quería dejarla sola aun, quería estar seguro que estuviera bien, pero debía evitar que el frio me viera junto a ella, eso solo lo motivaría a hacerle daño pensando que va a causar un efecto en mí. Me escondí sin perderla de vista, mi ropa negra se perdía en la obscuridad de la noche y evitaba que me notaran fácilmente.
El motor del auto aun se escuchaba lejos, pero sabía que ya no tardaría más que un par de minutos a lo mucho, esperaba que ella resistiera más que eso. Los cuerpos a su alrededor comenzaron a lanzar maldiciones y quejidos de dolor, avisando que los atacantes ya estaban recuperando la conciencia.
—¡Miren quien sigue aun aquí! —noté que uno de ellos se ponía de pie mientras hablaba. Ella dio un par de vueltas mientras veían como todos se levantaban y volvían a mirarla, lista para atacarla de nuevo. Me preparé listo para saltar de nuevo para volver a derrumbar a los tipos, de reojo miré al auto dar vuelta en la esquina. Sentí la adrenalina subirme por todo el cuerpo y presentía que se iba a armar un problema grande, pero mi prioridad ahorita era ella.
Uno de los hombres dio un paso hacia ella, yo también di un paso al frente, pero nuestra sorpresa fue cuando ella actuó por impulso colocándose en el medio de la calle justo al frente del automóvil que alcanzó a frenar justo a tiempo. La puerta del copiloto se abrió
—Entra —ordenó una voz cuando se abrió la puerta del copiloto, ella obedeció y el auto arrancó a toda velocidad. Salí de mi escondite siguiéndolos con la mirada. ¿Debía seguirlos? ¿Debía asegurarme que estuviera bien?
—Esa perra se salvó —una voz a mis espaldas llamó mi atención. Quizás si debía seguirla, pero cuando terminara de cenar.
—Ella se salvó pero ustedes no —dije girándome.
¡Hola de nuevo! ¿Qué tal están?
No se imaginan cuanto me costo escribirlo jajaja, traía la idea en la cabeza, pero me han hecho doblar turnos en el trabajo y lo poco que escribía lo hacia a escondidas jijijiji.
Pero aquí esta, espero que les guste y nos leemos en el siguiente.
