Sinopsis:
Ella busca información acerca de la verdadera naturaleza del que parece ser el amor de su vida. Él está dispuesto a todo por salvar a la mujer que cree amar. Ambos creen tenerlo todo aunque en realidad no tienen nada. Saben que sus vidas son malas, pero desconocen que juntos podrían ser muy buenos.
(Basada principalmente en la canción "So good" de Halsey)
La historia sucede en el viaje de Bella y sus amigas a Port Angeles, y durante la 2da temporada de The Vampire Diaries.
La línea temporal será de cuando se estrenaron las películas y la serie, es decir en 2004/2006, pero, voy a combinar elementos del año real en que se empezó a publicar la historia en 2022. (Solo es por si describo algunos hechos o cosas que en esos años aun no existían o aun no pasaban pero en la actualidad sí)
Disclaimer: Los libros de Twilight es propiedad de Stephanie Meyer. Los libros de The Vampire Diaries es L. J. Smith. También la historia puede contener partes de las películas y la serie de los respectivos libros. O alguna frase de alguna canción porque me inspiré en ella.
(Isabella POV)
.
.
.
.
—¿Por qué? —preguntó. Sus ojos se mantenían fijos, observando la escena que tenía enfrente.
—No lo sé —respondí, mi voz salió ahogada por el nudo que se había formado en mi garganta.
—No lo sé —suspiró ella.
—Volverá, ¿cierto? —su voz reflejó la tristeza que había en su rostro.
—Eso espero —susurró ella a punto de llorar.
—Vámonos —la voz en mi oído me causó escalofríos. Moví mi cabeza asintiendo, pero aun reacia a dejar de mirar a las personas frente a mí.
Giré mi cuerpo, escuchando una melodía de comenzaba a sonar en el fondo de la escena.
Maldije mientras estiraba mi brazo, buscando a tientas el aparato que hacia ese ruido tan molesto. Batallé un poco para encontrarlo, pero finamente logré que el horrible sonido se detuviera.
—¡Bella! —la voz de Charlie se escuchó el otro lado de mi puerta. —Ya me voy al trabajo, que no se te haga tarde para la escuela.
—Ya voy, ya voy —respondí quejándome. La risa de Charlie se escuchó mientras se alejaba de mi habitación.
Froté mi rostro con mis manos tratando de despejarme, aun me sentía somnolienta, confundida y un poco estresada por los acontecimientos de la semana pasada. Aun me recorría un escalofrió al recordar esa noche en Port Angeles, por supuesto que esa noche me resultó muy traumática, pero había dos acontecimientos que por nada del mundo cambiaría. El primero, que Edward llegará a tiempo por mí, gracias a eso estoy viva y parece que fue el impulso que necesitábamos. Además, gracias a esa noche, pudimos el sábado pasado, estar todo el día juntos.
La segunda cosa que nunca cambiaria es que, momentos antes de que Edward me encontrara, el hombre de negro me encontró. Sí, no hay otra palabra que describa ese momento, ambos nos encontramos. Al inicio no lo comprendí, llegue a pensar que mi mala suerte era demasiada y que por eso me encontré con ese vampiro de otra raza.
Pero, después de que ese… vampiro demasiado atractivo... volviera a mi habitación luciendo visiblemente confundido y atormentado, me di cuenta de que mi suerte no era tan mala. Quizás lo que ambos necesitábamos era un amigo que entendiera lo que pasaba en nuestras vidas, y supongo que él siendo lo que es y yo siendo ¿novia? de alguien sobrenatural, no podíamos ir por la calle contándole a cualquiera.
Para mi mala suerte es lunes, y tengo que dejar todo mi fin de semana de fantasía para enfrentarme a la realidad del instituto. Mi única esperanza era que todos estén hablando del baile y de los dramas del fin de semana, así yo podía pasar desapercibida. Con esa motivación me levante de la cama para buscar mis cosas y alistarme para irme corriendo al instituto.
20 minutos más tarde entre a mi habitación, duchada, cambiada y cepillando mi cabello. Acomodé la cama, arreglé mi mochila y bajé buscando algo para ir mordisqueando en el camino. El sonido de un claxon evitó que llegara la cocina, corrí para asomarme por la ventana y vi a Edward de pie, recargado sobre su flamante volvo. Le sonreí y me giré a buscar mis llaves. El desayuno lo tomaré más tarde en la cafetería.
Salí de la casa y tomé la mano que me ofrecía para bajar las escaleras.
—Hola —le sonreí.
—Hola —se sonrió de regreso. —¿Bella dama, me permite escoltarla al colegio?
Sentí mis mejillas calentarse por la sangre que se acumuló en ellas mientras asentía, recibiendo una ligera sonrisa de parte de Edward, parece que hoy está de buen humor. Con todo el cuidado que un humano puede tener, caminé hasta su auto, él abrió la puerta para mí y se aseguró de que yo quedara totalmente segura dentro, cuando estuvo satisfecho, rodeo el auto y se subió detrás del volante arrancando el motor.
Gracias a la delicadeza con la que Edward conduce, nos tomó cerca de 5 minutos llegar al instituto. Me permití echar una mirada al exterior, todo parecía normal, al menos lo que era normal dentro de Forks, no voy a mentir, si noté algunas miradas sobre el auto, pero nada que me molestara. Desde que me mudé aquí, cada mañana, todas las miradas están sobre mí. ¿Me acostumbraré algún día? ¿Algún día me gustará ser el centro de atención?
—¡Bella! —alguien gritó mi nombre. El grito había sido tan alto, que incluso yo había podido escucharlo sobre todo el bullicio que había en el estacionamiento. Y vaya que yo no tengo odio súper desarrollado.
—¡Bella! —esta vez pude reconocer la voz de Angela que trataba de llamar mi atención. —¡Bella! —salí del auto sin esperar a Edward y la busqué entre los demás estudiantes. Edward salió del auto, cuando llegó junto a mí, apuntó con su cabeza hacia la entrada al edificio de la escuela. Angela estaba en lo más alto de las escaleras mirando en nuestra dirección, levante una mano saludándola. Ella me regresó el saludo y se tiró a correr mientras esquivaba con facilidad a los estudiantes que se metían en su camino.
Miré a Edward con los ojos abiertos, tratando de que me diera una respuesta a la repentina agilidad de mi amiga. Si bien yo no debería tener la osadía de juzgar a alguien por su agilidad para caminar, Angela no era de las personas más deportistas que conozco. Mi acompañante solo se encogió de hombros. Giré mi atención hacia el frente, sonriendo amigablemente mientras Angela frenaba sus pasos delante de nosotros.
—¡Tengo que hablar contigo! —me tomo por el brazo. Se giró mirando a Edward y solo dijo: —Me la robaré.
Sin esperar respuesta alguna, tironeo de mí rumbo al interior del edificio. Mis piernas trataban de seguir el ritmo de los pasos que ella daba, se movía de un lado a otro esquivando a los estudiantes y compañeros, tirando de mis hombros y sin soltar mi mano. Por supuesto que yo terminé chocando con varias personas en el camino.
—¡Angela!, espera, me voy a caer —le rogué con voz agitada. No podía seguirle el paso.
—Lo siento Bella —disminuyó un poco el ritmo, —pero debo ir al baño antes de que inicien las clases.
—Puedes ir sola —me quejé. —Yo te espero en clase.
Angela y yo compartíamos clase la primera hora de hoy, bueno la realidad es que tenemos casi todas las clases juntas. Curiosamente y según palabras de Jessica, Angela había cambiado todas sus clases una semana antes de que yo llegara a Forks y gracias a ese movimiento, tenemos casi el mismo horario.
—No quiero ir sola —se negó. — Si te suelto vas a huir de mí, estoy segura.
Miró levemente sobre su hombro y me abrió la puerta del edificio. Ambas entramos caminando por el pasillo lleno de estudiantes, me giré para entrar al primer baño que encontré, pero ella no. La miré con una ceja levantada y ella solo negó con la cabeza. Me encogí de hombros y la seguí, caminamos por más pasillos hasta el gimnasio, entramos a los vestidores de mujeres y después a los baños. Hasta entonces Angela me soltó.
—Pensé que tenías mucha urgencia de ir al baño —murmuré mirando como colocaba el seguro a la puerta.
—No quiero que nos escuchen —respondió hablando muy bajo La miré con una ceja levantada.
—¿De qué quieres hablar conmigo? —pregunté adivinando sus intenciones.
—¿Dónde está el Damnatus? —soltó de golpe con un todo frio en su voz.
—¿El… qué? —la miré confundida.
—Bella, no tengo mucho tiempo para explicarte —se quejó. — El libro oscuro.
—¿De que demonios hablas? —pregunté tratando de entender. Parecía que me hablaba con un código que debía cifrar.
—¡Bella! —chilló desesperada. —Negro, pesado y con muchas páginas en su interior —movía sus manos haciendo señas de las palabras que decía, —¡Ese libro que encontraste en Port Angeles! ¿Te suena?
Mi boca se abrió y se cerró varias veces, pero traté de volver a mi expresión neutra, pero estaba segura de que ya me había delatado.
—¿Cómo sabes de eso? —pregunté en voz baja.
—No tenemos tiempo, Bella —miró a la puerta con impaciencia. —¿Dónde está?
—Yo no lo tengo. —respondí honestamente.
—¡¿Cómo que tu no lo tienes?! —su grito me hizo estremecer. Negué.
—¡Maldita sea! —acomodó sus lentes sin despegar sus ojos de mí. Me removí incomoda bajo su mirada, parecía como si me estuviera analizando en busca del mínimo detalle que le indicara que estaba mintiendo. Respiré agradecida cuando escuché el timbre sonar.
Angela sacudió su cabeza, supongo que tratando de organizar sus ideas. —Vamos a clases —estiró su mano hacia mí, — hablaremos más tarde.
Yo asentí aun confundida. Mi secuestradora quitó el seguro de la puerta del baño y ambas salimos corriendo rezando para llegar a tiempo al salón. Para nuestra suerte, llegamos antes de la profesora, y como a ambas nos gustaba la clase de literatura, los minutos se pasaron volando. Cuando sonó el timbre Edward ya me esperaba de nuevo en la puerta para acompañarme a mi siguiente clase, todos los estudiantes pasaban junto a él casi corriendo, pero yo me tomé mi tiempo de tomar mis cosas y caminar tranquilamente hasta salir del salón y encontrarme con él. Edward cargó mi mochila en su hombro y con su otra mano se posó sobre la mía causándome una sonrisa que mantuve durante todo el trayecto en los pasillos.
Compartía con él la siguiente clase y resultaba ser un alivio. Cuando estaba con Edward, me sentía como si yo estuviera al interior de una bola de cristal y estaba segura que él se encargaría de evitar que algo me lastimara, incluso una horrible tortura que tenía que soportar la siguiente hora y que se llamaba clase de Cálculo.
—Acabo de cambiar casi todas mis clases —la melodiosa voz de Edward sonó cerca de mi oído, el salón estaba llenándose poco a poco, pero los demás parecían no ponernos atención.
—¿Por qué? —Levanté una ceja, —¿Cómo que "casi"?
—Cambie todas las que pude, para tener el mismo horario que tú —una sonrisa bailaba en sus labios, sonreí por la noticia.
—Yo sí tengo el mismo horario que tú, Bella
Salté en mi asiento cunado vi la cara de Angela frente a mí. Una sonrisa brillaba en su rostro, tenía su barbilla sobre sus manos, que a su vez descansaban sobre el respaldo de su asiento, parecía tan tierna e inocente que casi me convencía de su mentira. A mi lado Edward soltó un suspiro demasiado audible, pero no dijo nada.
—Qué bueno Ang —le sonreí, pero también le hice una seña diciendo: "¿Qué estás haciendo?" Pero ella se giró dándome la espalda.
—¿Tú que estás haciendo aquí? —Edward se enderezó mirando a uno de sus hermanos que acababa de aparecer delante de nosotros.
El rubio se encogió de hombros y se sentó al lado de mi amiga. Angela lo miró y en lo que ella consideró un gestó discreto, se alejó lo más que pudo a su extremo de la mesa, el rubio hizo el mismo gesto, ambos quedaron lo más lejos que la mesa les permitió.
—Bella, él es Jasper —murmuró Edward. El aludido no movió ningún musculo.
—Es un placer, creo —dije al aire.
Para suerte de todos, el profesor entró y comenzó la clase.
Tres horas después, me arrastré fuera de la clase de trigonometría. Mi humor había decaído demasiado gracias al repentino comportamiento de Angela y Edward y para mi suerte, la última hora tuve que pasarla escuchando a Jessica parlotear sobre el baile y su vida amorosa/sexual con Mike. Edward estaba a la vuelta del pasillo esperándome, su rostro tenía una mueca de desagrado y supe que había estado escuchando todo lo que Jessica me estaba contando.
—Te veo después, Bella —Jess se despidió de mí en cuanto notó a Edward.
—Eso te pasa por estar escuchando —dije tratando de controlar la risa que me amenazaba con salir.
—Tienes hambre —Edward me miró preocupado, supuse que estaba escuchando a mi estómago pelearse con mis demás órganos. Giré mi rostro al lado contrario para que no me notara mientras giraba los ojos. —¿Tomaste algo antes de salir de tu casa?
Negué con la cabeza sin detener mis pasos. Llegué a la fila del almuerzo y llené la bandeja en mis manos, casi corrí hacia la primer mesa vacía que encontré, por supuesto, Edward me siguió imitando mis movimientos pero con más discreción, claro. Arrastré mi silla para sentarme mientras llevaba a mi boca un trozo de sándwich.
—Me iré de nuevo con Alice después del almuerzo —murmuró. Sentí la comida atorarse en el medio de mi garganta, Edward me tendió mi vaso de jugo, lo acepté y tomé un sorbo antes de mirarlo, su mirada dorada se notaba preocupada y curiosa.
Esta era la segunda vez que Edward me dejaba tirada en el instituto. Bueno, más bien, era la ocasión que me traía al instituto y después me decía que se tenía que ir.
—¿A dónde irás? —pregunté curiosa. Dependiendo de su respuesta, podría decirle que me saltaba clases yo también y así no tendría que caminar.
—Yo también debo comer —una sonrisa brilló en sus labios. —Debí dejarte que condujeras hoy.
—Está bien —me encogí de hombros. —No está lejos, puedo ir caminando.
—No te voy a dejar que vayas caminando —Edward hizo un gesto indignado. Olvidaba que era el Sr. Caballero de brillante armadura, y sus principios no le permitían dejar que mis zapatillas de cristal se desgastaran caminando por la fría y rasposa calle.
—¡Bella se va conmigo! —una voz demasiado amistosa y audible causó que Edward y yo saltáramos. Angela recorrió la silla a mi lado y se sentó mientras nos miraba con una sonrisa, sus ojos pasaban de uno a otro esperando una respuesta.
—Angela, no tengo problemas en pasar a casa de Bella y dejar su camioneta en el estacionamiento —Edward le ofreció una sonrisa a mi amiga, incuso yo pude notar la carencia de amabilidad en ese gesto, ella por su parte no le devolvió el gesto, solo se limitó a mirarlo. —No es necesario que te desvíes.
—No lo haré —Angela habló con un tono golpeado. —Además, con Bella ya habíamos quedado en que esta noche la pasaría en mi casa.
—¿Yo dije eso? —pregunté. Bajo la mesa, una delgada mano se posó en mi pierna y los dedos ejercieron una fuerte presión a través de la ropa para pellizcarme la piel. —¡Ay!
Edward saltó alerta con mi grito. Sus ojos dorados que se estaban convirtiendo en marrones me miraron, analizándome de arriba abajo en busca de cualquier señal de peligro.
—¡Ay! Sí, es cierto —chillé tratando de fingir para arreglar la situación. Miré de reojo a Angela tratando de que me explicara con la vista de que carajos hablaba. —Me olvidaba que el proyecto lo haríamos en tu casa.
—Como es muy probable que sea nos haga tarde —Angela ignoró mis gestos, y seguía hablando con habló mientras sus dedos soltaban mi pierna, —y para evitar problemas, convencí a Bella de quedarse a dormir en mi casa.
Sus palabras parecieron una explicación que nadie había pedido.
—Sí, tu puedes irte tranquilo —le dije a Edward mostrando mis dientes en un patético intento de sonreír. Supe que él no estaba convencido, había detectado la mentira en las palabras de mi amiga, pero de verdad rogaba que mi intento de convencerlo si causara algún efecto en él.
—Hola, Bella —el cuerpo pequeño se asomó detrás de Edward, su rostro de niña y sus ojos dorados con bastantes emociones en ellos, hacían que resultara curiosamente amable. —Angela, un gusto verte de nuevo.
—Hola, Alice —saludamos tímidamente.
—¿Estás preparado? —le preguntó a Edward.
—Casi —Edward replicó cortante. —Te veo en el auto.
Alice no le respondió nada a su hermano, nos guiñó un ojo y se alejó a través de todas las mesas de la cafetería. Angela y yo la seguimos con la mirada, evidentemente acomplejadas por el grácil y hermoso caminar de la vampira. Los demás estudiantes también la siguieron con la mirada hasta que desapareció por las puertas.
—¿Está mal si digo "que te diviertas"? —le pregunté a Edward poniendo mi atención en él de nuevo.
Esbozó una amplia sonrisa entendiendo el mensaje oculto de mis palabras. Me esforcé en parecer sincera con mis deseos, pero, por supuesto, no le engañé.
—Intentaré divertirme —seguía sonriendo—. Y tú, intenta mantenerte a salvo, por favor.
—¡Puf! —Angela hizo muecas, ni ella creía que podía durar un día sin meterme en problemas. Le di una mirada molesta, pero Edward y yo volvimos a nuestro mundo, ignorarla.
—¿Yo a salvo? ¿En Forks? —pregunté divertida por su petición. —¡Menudo reto!
—Prométemelo —el rostro se endureció. ¿Qué me podría hacer daño aquí? ¿El suelo? Si el resto de los Cullen tratan de lastimarme ¿qué haría yo para evitarlo?
—Prometo que intentaré mantenerme ilesa —aseguré—. Además estaré con Angela, no debería estar en demasiado peligro.
—Haremos lo que se pueda —mi amiga trato de sonar convincente.
Edward nos dio una larga mirada a ambas, ninguna de las dos era muy famosa por su buen equilibrio, yo era la peor, sin duda alguna. Podía apostar a que Angela tenía más sentido de la supervivencia que yo, lo que significaba que ella era seria la que me haría razonar si trato de hacer algo estúpido.
Edward se puso de pie, mi reacción fue imitarlo. Tomó mi mano, acariciándola con la yema de sus dedos con suavidad, y me jaló unos metros lejos de la mesa sin que su mirada se despegara de Angela.
Creó a mí alrededor una ilusión de falsa privacidad.
—Te veré mañana —suspiré.
—Te parece mucho tiempo, ¿verdad? —murmuró tristemente.
Asentí con desánimo. No me sentía muy convencida de pasar la noche en casa de Angela, no porque ella me cayera mal ni nada por el estilo, es solo que sabía que me iba a interrogar, tampoco me molestaba eso, pero ella sería más difícil de engañar o de despistar de lo que Jessica fue. Angela no se conforma con una respuesta vaga.
—Por la mañana, aquí estaré —me prometió esbozando su sonrisa pícara. —Te esperaré, no te preocupes.
—Sí, sí, ya —Angela se acercó a nosotros. Rodeo mi cuerpo con sus brazos y jaló de mí para regresar a la mesa, volvió su cabeza hacia Edward y le dijo: —Alice te espera.
Oculté mi sonrisa, mi amiga acababa de casi echar a un vampiro. Por poco y patea su trasero para que saliera de la cafetería. Él la miró molesto, pero extendió la mano para acariciarme la cara, las yemas de sus dedos rozaron levemente los pómulos y luego se dio la vuelta y se alejó. Mis ojos se posaron en su espalda, observando su andar elegante, cauteloso y extraño, de nuevo pasó lo mismo que con su hermana, todos lo miraron
—¿Por qué es tan dramático? —se quejó Ang. —Mañana te va a volver a ver.
Le di una mirada mientras me sentaba de nuevo, traté de terminar la comida en la charola. Poco tiempo después, el timbre que anunciaba el final del almuerzo sonó causando que todos se levantaran casi corriendo de sus mesas, en poco tiempo se vació la cafetería dejándonos a los Cullen, que nos miraban a mi amiga y a mí, como buitres a punto de lanzarse a un cadáver.
—Vámonos antes de que nos coman —Angela murmuró empujando mi espalda. Asentí dándole silenciosamente la razón, si nos quedábamos más tiempo a solas con esos vampiros, era muy probable que fuera la ocasión perfecta para que ningún otro estudiante nos escuchara gritar. Para suerte de mi amiga, solo yo sabía cuánta razón tenían sus palabras.
Atravesamos los edificios hablando casualmente mientras nos dirigíamos a la siguiente clase que como ya era usual, Angela también compartía conmigo. Cuando entramos al salón, estaba casi vació. Caminé hasta el fondo del salón, dejándome caer en mi asiento, lancé mi mochila al piso recostando mi cabeza contra la fría.
¿Qué mierda les pasaba a todos hoy? Me daban jaqueca con su extraño comportamiento ¿Por qué debía yo de lidiar con eso? ¿No pueden solos o qué?
—Así te va a doler más —me sobresalté al sentir la fría mano sobre mi cabello. No ejercía ninguna fuerza, pero estaba deteniendo el golpeteo de mi frente contra la madera fría.
—¿Qué haces aquí? —pregunté con voz temblorosa. Me sentía insegura por el repentino contacto, y más teniendo en cuenta que no era común que me hablara.
—Tranquila —sonó casual. —Tengo esta clase
—Sí, eso es fácil de suponer —dije mientras levantaba mi cabeza sintiendo su mano deslizarse sobre mi cabello. Le di una mirada también deseando tener la habilidad de analizar su comportamiento.
—Quería hablar contigo sin que se viera sospechoso.
—¿Por qué seria sospechoso que me hablaras? —lo mire incrédulamente. Sé que ellos no hablan con nadie de la escuela, pero hablar conmigo sería normal, ¿No?
—Porque Edward se va a enterar —respondió rodando los ojos. —Y así estoy evitándonos a ambos una discusión con él.
Asentí no muy convencida.
—Supongo que me dirás que deje de ser estúpida y valore mi vida —levanté una ceja retándolo a que lo negara. Aparentemente toda su familia pensaba eso de mí.
—No, Bella —negó mirándome sorprendido. No sé qué lo tomó desprevenido, si mi tono o mis palabras. —Ya me di cuenta que no valoras tu vida, pero eso es asunto tuyo.
Ahora yo no sabía cómo sentirme al respecto.
—¿Entonces? —pregunté ansiosa.
—¿Cómo conoces a Damon Salvatore?
Lo miré.
Me miró.
Pero no pasó nada más. Una de sus cejas se elevó haciéndome una pregunta silenciosa, pero yo seguí callada. Podía sentir a mi cerebro dando miles de vueltas, buscando si yo conocía a alguien con ese nombre, pero no había nadie en mi agenda de conocidos que se llamará así. Simplemente no tenía una respuesta para ofrecerle.
—¿Quién? —fue todo lo que pude decir.
Soltó un suspiro muy largo, ¿estaba aguantando la respiración desde que entró? Sus ojos no se habían despegado de mi rostro, solo que esta vez, él también lucia confundido.
—¿No sabes quién es? — preguntó, yo respondí sacudiendo mi cabeza negativamente. — Masculino, seductor, de hombros anchos, músculos marcados, rasgos cuadrados pero refinados, piel sedosa, cabello negro azabache, ojos hipnotizantes de color azul, dientes bancos enmarcados por unos labios carnosos y con una sonrisa mortalmente sensual ¿te suena?
Sentí el calor de la sangre subiendo a mis mejillas. Jasper no pudo evitarlo, al ver mi reacción, soltó una carcajada más audible de lo que a ambos nos hubiera gustado, la reacción de todos fue muy obvia, todos los ojos de los presentes se posaron sobre nosotros. Jasper se puso la mano sobre su boca, tratando de cubrir la sonrisa que aun bailaba en sus labios, falló miserablemente, pues sus mejillas aún estaban elevadas. Yo bajé mi rostro, tratando de cubrir mi rostro sonrojado con una cortina de cabello.
Para mi buena suerte, el profesor de historia entró en ese momento haciendo que automáticamente todos pusieran su atención sobre él. Le di una mirada a mi amiga, ella solo me miró preguntándome en silencio "¿Que fue eso?" Me encogí de hombros y le hice una señal con los ojos diciendo "más tarde".
—¿Qué fue? —susurró. Aun podía escuchar la risa en su voz —¿Lo masculino y seductor? O acaso, ¿fue la sonrisa mortalmente sensual?
—Los ojos —respondí entre dientes, él de nuevo se rio por mi reacción.
—Bueno —aclaro su garganta tratando de recuperar la seriedad, —ahora ya que nos entendemos, responde.
—Me lo topé una vez en Port Angeles —me encogí de hombros, no estaba mintiendo, pero tampoco quería revelarle detalles a Jasper, no estaba segura de hasta qué punto podría confiar en él, para ocultarle ciertos detalles a Edward. —Hasta este momento, no sabía su nombre.
Me dio una mirada de nuevo, tratado de descubrir si decía la verdad. Algo pareció convencerlo y asintió.
—Ten cuidado —me dijo y puso su atención en la clase. Ahora fue mi turno de darle una mirada, su semblante estaba serio pero tranquilo, supuse que hasta aquí había llegado nuestra pequeña amistad.
Cuando terminó la clase, Jasper salió casi corriendo por la puerta.
—¿Qué fue eso? —Angela se acercó a mi mesa.
—No estoy segura —suspiré agachándome por mi mochila.
—Fue extraño, aunque si eres novia de su hermano, creo que es normal que te hable.
—¿Tú crees que es normal? —la miré.
—¿Qué tus relaciones interpersonales sean con ellos? —me miró a través de los cristales en su rostro. —No, no es normal.
Me crucé de brazos, ella solo sonrió y tiró de mi brazo para irnos a la siguiente clase.
Después de varias horas y de una clase de educación física donde dejé heridos a más de la mitad de los compañeros, estaba atravesando el estacionamiento para reunirme con mi secuestradora en su auto. Ella ya me estaba esperando dentro, en cuanto me notó caminando hacia ella, encendió el motor.
—¿Por qué traes tu auto hoy? —pregunté subiéndome. —Vives a 10 calles de aquí.
Se encogió de hombros.
Nos tomó menos de 5 minutos estacionar afuera de su casa. Angela se bajó del auto con una sonrisa y me hizo una señal para que la imitara.
—Ay pero ¿en que me acabo de meter? —me quejé.
—Vamos Bella, hay que entrar —me gritó desde la puerta de su casa.
Bajé del auto arrastrando mi mochila y mi alma. La alcancé en el interior, la calidez de su hogar hacia demasiado contraste con el frio y la humedad que había afuera.
—Mis padres no están —dijo cerrando la puerta.
—¿No hay problema si me quedo? —me sentí preocupada. —No quiero que tus padres lleguen y me saquen en el medio de la noche.
—No hay problema, creo que estarán aliviados de saber que no estaré esta noche sola.
—¿Sola?
—Sí, voy a estar toda la semana sola. —se encogió de hombros. —Mis padres fueron a Seattle por unas conferencias de papá, no son diario, pero prefirieron quedarse allá.
Moví mi cabeza comprensivamente, yo también creía que era menos peligroso quedarse allá, que ir y venir diario, el clima de Forks es muy cambiante y la mayoría de las veces que Charlie tenía que ir a atender un accidente, era a causa del clima, la mala condición de la carretera o alguien imprudente al volante. Las peores veces eran cuando se juntaban las tres opciones.
—Vamos a mi habitación —caminó delante de mí. Mis piernas se movieron siguiéndola por la casa. Debo admitir que la decoración era muy sencilla, los muebles funcionales y sobrios, pero lo que más me agradó fue las decoraciones que tenían, plantas y emblemas extraños por todos lados que daban una sensación de misterio a la casa.
—Ang, no es queja, ni tampoco estoy molesta —dije suavemente. No se detuvo, pero su cabeza se inclinó levemente en mi dirección indicándome que su atención estaba en mis palabras. —Pero quiero saber la verdadera razón a tu insistencia en quedarnos a solas.
—Tenemos muchas cosas de que hablar Bella —respondió terminando de subir las escaleras, —aparentemente Edward no te puede dejar sola ni un segundo y tuve que aprovechar la oportunidad.
—Edward solo está conmigo en la escuela, Angela —rodé los ojos.
—Eso crees tú. —respondió mientras abría la puerta de una habitación. —Adelante, pasa.
Le di una mirada confundida hice lo que me pidió, su habitación estaba decorada como el resto de la casa, pero podía notarse muy bien su esencia en la habitación. Las paredes color Un librero pequeño pero con bastantes libros adornaba la habitación, era el que resultaba más llamativo en contraste con el resto de los muebles.
Debo darles una ojeada a esos libros más tarde.
—Creo que debo avisarle a Charlie —me incliné a buscar mi celular en mi mochila.
—Sí —Angela estuvo de acuerdo. —No quiero que se me acuse de secuestro.
—Si yo fuera tú, mañana iría a revisar mis antecedentes —le dije en tono burlón. Ambas soltamos la risa.
—Llámale, yo iré a traer algo caliente para beber —pasó feliz junto a mi lado, despareciendo de nuevo escaleras abajo.
Dejé caer mi cuerpo en su cama, que debo admitir que era bastante cómoda y esponjosa. Marqué rápidamente el número de la comisaria.
—Papá —hablé en cuanto respondieron después de un par de timbres. —Soy Bella.
—Hola, dime —su voz estaba distraída. —¿Estas bien? ¿Pasa algo? ¿Qué ocurre?
Ya se había alarmado. Cuando llegué a Forks, habíamos acordado que lo llamaría a la comisaria solamente si algo había ocurrido, de lo contrario llamaría a su celular. También habíamos acordado que si estábamos solos lo llamaría solamente Charlie, era algo así como un código que inventamos entre ambos para tener conversaciones seguras, según él, "alguien podría estar escuchando".
—Estoy bien —dije tratando de tranquilizarlo. —Te llamé a este número porque en la mañana noté que habías olvidado tu celular en casa.
—Oh —respondió, escuché cosas moverse, supongo que buscando su celular. —Cierto, no está aquí.
Me reí suavemente.
—¿Dónde estás? —preguntó alarmado de nuevo.
—En casa de Angela, tenemos una tarea juntas y no sé cuándo tiempo nos tome…
—¿Angela? —ahora sonó confundido.
—Sí, papá, Angela.
—¿Una tarea, dices?
—¿Sí? —respondí, ¿O pregunté?
—¿Vas a volver a casa hoy?
—No creo —me mordí el labio, —dejé mi camioneta en casa.
—¿Y cómo te fuiste al instituto? —su voz era seria. Mierda, no quería darle tantos detalles a Charlie.
—Me llevaron.
—Hmm —me encogí por su regaño silencioso. —Está bien, tengan cuidado y si necesitan algo, o si algo ocurre…
—Te llamamos —le complete.
—Sí, adiós.
Me colgó rápidamente, y yo agradecí internamente que no hiciera más preguntas al respecto. Le hice una seña de complicidad a mi amiga cuando volvió a la habitación, ella me sonrió triunfante mientras se dejaba caer a mi lado en la cama. Una de sus manos me tendió una taza humeante, mi mano la recibió agradeciendo el toque caliente del material. Hoy hacia bastante frio afuera y mi cuerpo necesitaba el calor que la infusión podía otorgarme.
Di un pequeño sorbo sintiendo lo caliente en mi boca, no estaba muy caliente como para hacerme daño, pero si lo suficiente para sentir el calor recorrer mi garganta. No me había dado cuenta de que estaba helada y sedienta.
— Pues, bueno —hable tranquilamente. Sus ojos me miraron sobre sus lentes opacos a causa del vapor de su taza. — Ya conseguiste convencer a todos que la privación de mi libertad es voluntaria, ya me diste algo para calmarme que es muy probable que contenga alguna hierba sedante o alucinógena —Angela hizo una mueca de disgusto por mi comentario. —Lo mínimo que merezco es saber su valdrá la pena o no mi desaparición.
—No seas dramática, Bella —respondió ofendida. —¿Cómo es posible que me tengas miedo a mí?
—Ang —traté de calmarla.
—Deberías de tenerle más miedo a los Cullen que a mí, Yo nunca te haría daño.
La miré con los ojos muy abiertos, al parecer ella se dio cuenta de mi actitud y eso hizo que sus palabras se detuvieran. Abrió la boca un par de veces, pero no salió ninguna palabra de sus labios.
—No era así como quería empezar la conversación —se quejó.
—Angela, ya dime que sucede —tome su mano, ofreciéndole una sonrisa de confianza. —Puedes decirme cualquier cosa.
—¿Recuerdas lo que te pregunté en los baños del gimnasio? —preguntó tímidamente. Moví mi cabeza afirmativamente. —De eso quiero hablar.
—Primero dime, ¿Cómo sabes de ese libro?
—Si te lo digo no me vas a creer
—Pruébame —le dije. A estas alturas, no creo que nada me sorprenda.
—Ese libro es mío, yo lo puse en esa librería a propósito.
—¿Cómo? ¿Por qué? —la miré sintiéndome confundida.
—Porque es demasiado peligroso para que incluso yo lo tenga —su voz salió baja, dio unas miradas hacia la puerta de su habitación y a la ventana.
—Angela, te creo que es peligroso, pero no que sea tuyo —dije muy segura.
—Sé que crees que ese libro es de Sarah Wilde, sí, eso es correcto. Pero Sarah era la tátara, tátara abuela, de mi tátara tátara abuela. O algo así.
—Espera, Angela, —sacudí mi cabeza tratando de acomodar mis ideas. —Si es muy peligroso que tengas ese libro, ¿Por qué lo quieres recuperar?
—No quiero que lo encuentre la persona equivocada.
—¿Y qué harás cuando lo tengas? —la miré interesada.
—Me gustaría quemarlo, pero no se puede, ya lo he intentado —se tiró de espaldas en la cama, cubriéndose su rostro con sus brazos. —¡Ay, Bella! Ayúdame a encontrarlo.
—¿Por qué yo? —levanté una ceja.
—Porque es tu culpa que esté perdido.
Ouch.
—No, lo siento, no quise decirlo así —se enderezó mirándome asustada. —Sé que eres curiosa, Bella, y sé que tenías varias razones para buscarlo y leerlo, está bien, no te juzgo por eso.
—Pero si yo no lo hubiera buscado, nadie sabría sobre él y estaría justo donde lo pusiste.
Ella asintió. Ahora yo me sentía culpable, no quería meter en problemas a mi única amiga, pero necesitaba algo con que acorralar a Edward para que me dijera la verdad, aunque también necesitaba entender ciertas cosas de mi vida.
—Lo siento, Angela —me disculpé. —No pensé que fuera tan importante.
—Te creo —su sonrisa fue leve pero honesta. —Espero que tú y yo vivamos para contar más tarde esta experiencia.
—De todos modos no creo que viva mucho —murmuré lo más bajo que pude.
—¡Oye! ¿Por qué dices eso? —me miró sorprendida. —¿Es por los Cullen?
—En parte.
—Si esos fríos idiotas te llegan a lastimar, yo me encargo de patear sus patear sus vampíricos traseros.
Solté una carcajada de imaginarme la escena, definitivamente pagaría lo que fuera para ver eso. Un momento, ¿dijo vampíricos?
—¿Qué? ¿Por qué? ¿Cómo? ¿Quién? —tartamudeé.
—No eres la única que sabe sobre lo sobrenatural.
Parpadeé un par de veces.
—¿Cómo carajos sabes de eso? —chillé.
—Tranquila, Bella.
—¡Habla Angela!
—¿Sabes qué fue Sara?
—Una de las verdaderas brujas que fueron sentenciadas en Salem.
—Sí. Yo soy parte de su linaje… —se quedó callada, dejándome procesar todo por mí misma.
—Entonces —mi cerebro comenzó a dar vueltas, conectando todos los puntos. —¿Eres una bruja, como ella?
—Exactamente.
La miré demasiado asombrada como para responder.
—¡Qué genial! ¿Cómo funciona? ¿Es energía? ¿Un poder en específico? ¿Haces pócimas? ¿Hechizos? ¿Magia negra o blanca? ¿Hay más tipos? ¿Puedes enseñarme algo?
—Bella tranquila. Bella, ¡Isabella, respira! —me tomó de los hombros sacudiéndome.
Hice lo que me pidió, deje de hacer preguntas y me concentré en que el aire entrara de nuevo a mis pulmones. Angela me miró preocupada y asombrada.
—Haces muchas preguntas —dijo soltando una risa fresca.
—Ya me lo han dicho —asentí aun jalando aire.
La miré, su postura estaba relajada, su sonrisa era sincera y su rostro parecía haber rejuvenecido como 10 años. Frente a mí, no estaba la Angela que todos en el instituto conocíamos, no, frente a mi estaba una mujer joven, inteligente y fuerte que llevaba toda su vida escondiéndose de los demás y que por fin había podido salir de su cárcel. Angela se había liberado del peso de su secreto.
—¿Quién más sabe?
—¿Aparte de ti? —se acomodó sus gafas pensando en una respuesta. —Solo mamá y papá.
—¿Nunca le habías dicho a nadie? —chillé emocionada. —¿Soy la primera a la que se lo cuentas?
—No es algo que pueda andar contando por ahí
—¿Y porque a mí sí? —ahora me sentía confundida por la repentina confianza.
—Porque eres mi amiga —me sonrió, —y resultaste ser una amiga que también entiende de ese mundo.
Me sentí vulnerable, ¿Qué tanto sabia ella sobre mí?
—Entonces, sabes de los Cullen.
No fue una pregunta la que salió de mi boca.
—Sé que son vampiros y lo que eso implica.
—¿Tus padres también lo saben?
—Sí, lo saben. Mamá no tiene, mmm, poderes, pero sí está al tanto del mundo sobrenatural.
La miré pidiendo una explicación.
—Cada 100 o 150 años, en mi linaje, nace una bruja, en toda la extensión de la palabra —explicó. —El resto de las generaciones que nace en ese lapso de tiempo, son humanas normales, pero tiene que pasar el conocimiento de la magia.
—Entonces saben de magia, pero, ¿no pueden ejecutarla?
—Exactamente.
—Dijiste tu linaje —pensé en sus palabras. —¿Te refieres al Sangus cum magica?
—¿Leíste el libro? —preguntó subiendo la voz. Ahora su rostro se había transformado, cubriéndose de pánico.
Negué —Angela, ese libro está hechizado ¿Recuerdas?
—Oh, cierto —bajó la cabeza, avergonzada. —¿Cómo sabes de eso?
—Compré más libros sobre esos temas, en la librería de Port Angeles. Esa noche, no solo estaba buscando información sobre los Cullen, quería, necesitaba una explicación a varias cosas que me han pasado. Cuando llegué a casa, leí todos los libros que compré, bueno, casi todos, hice varios mapas, resúmenes, dibujos, busqué significados de palabras que no entendía, rastreé sucesos que creo que están conectados a lo sobrenatural y…
Me quedé callada. Angela apretó de nuevo mi mano, reconfortándome.
—Lo único que no pude leer fue ese maldito libro porque me lo quitaron.
—¿Quién te lo quitó? —preguntó suavemente. — Bella, ¿Qué pasó esa noche?
Si mi amiga había confiado lo suficiente en mí, como para contarme un secreto tan importante para ella, yo podía hacer lo mismo.
—Después de dejarlas en la tienda de vestidos, caminé casi por todo Port Angeles hasta que me encontré esa librería, adentró, encontré varios libros de leyendas, mitología, magia y esas cosas.
—Ahí encontraste el Damnatus —dijo ella, al ver mi cara explicó: —Mi libro.
—Sí, pero alguien ya lo estaba buscando, y yo se lo gané.
—¿Qué? ¿Cómo que alguien ya lo estaba buscando? ¿Quién? ¿Por qué? ¿Para qué mierda quieren mi libro?
—¡Angela, respira! —repetí su frase, ella me dio un leve empujón pero dejó de hacer preguntas, al menos.
—No me dijo para qué, o porqué —me encogí de hombros. —Trató de convencerme que se lo diera, supongo que hipnotizarme, pero no funcionó.
—Era un vampiro ¿correcto? —preguntó para confirmar sus sospechas. Yo asentí.
—No le funcionaron sus sucios trucos, así que el infeliz me besó, pero yo no dejé que me quitara el libro…
—¡¿Te besaste con un vampiro?! —gritó. —¿Con un vampiro desconocido?
Ups, eso no debí decirlo.
—Sí, pero eso no es importante.
—¿Y besaba bien? —preguntó interesada. —¿Era sexy?
—¡Angela! —me sonrojé. —Era sexy como el infierno, el cliché del tipo malo de los libros.
—¡Ah! —chilló emocionada sacudiéndome. —Necesito los detalles.
—Jeans negros, chaqueta de cuero, cabello negro con reflejos azules, sonrisa seductora —comencé a describirlo. —Sus ojos eran de un hermoso color azul.
—Ay carajo —gimió. —Suena como el pecado hecho persona.
—Sus manos me tomaron de la cintura y me apretaron contra su cuerpo, sus labios suaves y carnosos se posaron en los míos, besándome como si su vida dependiera de eso.
—¡Isabella! —gritó abriendo los ojos sorprendida —¡Eres una maldita con suerte! ¿Y que pasó después? ¿Te puso contra la pared? ¿Sus manos acariciaron tu cuerpo? ¡Cuéntame!
—¡Basta Angela! —dije sonrojada. De repente hacía mucho calor a mi alrededor. —Te los cuento después.
Ella saltó emocionada. Con su mano me hizo una señal para seguir con el tema que estábamos antes de esos morbosos detalles.
—Cuando salimos de la librería, trató de beber mi sangre, haciéndome soltar todos los libros que traía.
—Desgraciado —gruñó repentinamente molesta. —¿Te hizo algo más?
—No, él no. —me estremecí. —Al contrario, creo que me salvó. Había unos tipos que estaban ebrios y trataron de…
Soltó un jadeo al comprender mis palabras.
—Oh Bella —me abrazó, frotando mis brazos en un gesto reconfortante. —Tenía un mal presentimiento esa noche, lo siento.
—Está bien —dije —no me pasó nada.
—Debí acompañarte, lo siento mucho.
—Tranquila Angela, estoy bien, de verdad —le aseguré.
Ella solo negó con su cabeza y apretó más sus brazos a mi alrededor. Ese gesto era lo que necesitaba desde esa noche, que alguien me tomara en sus brazos dándome ese calor para sanar las heridas que yo misma me hice tratando de borrar el toque de esos imbéciles.
Ninguna dijo nada, pero no hacían falta las palabras. Después de unos minutos, me soltó con delicadeza.
—¿Edward lo sabe? —me preguntó.
—No, Edward apareció cuando había conseguido alejar a uno, me subió al auto y nos fuimos de ahí.
—¿Tampoco vio al pecado con piernas? —levantó una ceja. No pude contener la carcajada en mi garganta por el apodo que le puso al hombre de negro. Negué mientas sostenía mi estómago con una mano. —¡Que bueno!
—Si lo hubiera visto, se moriría de celos —dije sonriendo.
—¡Ya está muerto! —dijo ella causando la risa de ambas nuevamente.
—Y es por eso que yo no tengo tu libro.
—Entonces ese vampiro lo tiene —dijo pensativa. —¿Alguna idea de dónde pueda estar? ¿O al menos sabes quién es?
—Jasper me preguntó algo al respecto hace rato —dije pensativa.
—¿Estaban hablando de eso?
—Sí, me preguntó de dónde conocía a Damon Salvatore, supongo que así se llama el vampiro en cuestión.
—Espera —saltó de la cama, lanzándose al librero del fondo. —Yo he escuchado ese nombre.
La miré, sus manos se movían bajando un libro, abriendo unas páginas y lanzándolo lejos. Se sentó en el suelo de la habitación, buscando mayor comodidad.
—Angela, ¿tu apellido si es Webber? —pregunte recordando de pronto un detalle.
—Sí, pero lo dices por el apellido de Sarah ¿cierto?
—Sí, no entiendo porque la diferencia de apellido si se supone que son un linaje.
—El linaje originalmente se llama Wiecherss
—¿Las brujas originales? —salté yo también de la cama.
—Si
—¿Eso no es un mito? Todos los libros dicen que la bruja original fue Esther Mikaelson.
—Ella fue una ladrona que se quedó con el crédito —murmuró entre dientes. —Le robó a mis antepasadas su poder.
Cerré mi boca fuertemente, arrepentida de haber preguntado eso.
—Por culpa de ella, estamos atadas a los originales —soltó un profundo suspiro. —Es como si, ellos necesitaran de nuestra magia para seguir molestando al mundo, y nosotros simplemente no podemos decirles que no.
—¿Los originales? —pregunté —¿Los Mikaelson?
—Sí, los hijos de Esther.
—¿Klaus, Finn, Elijah, Kol y Rebekah? —pregunté siendo de pronto asaltada por el miedo.
—Básicamente sí —dijo mirándome no muy segura de porque yo tenía esa información tan detallada.
Sentí mi cuerpo comenzar a temblar.
—¡Mierda!
¡Holaaaaaaa! ¡Tenemos nuevo capitulo! De verdad espero que les haya gustado.
Por cierto, noté un error de continuidad en uno de los capítulos pasados, ya estoy trabajando para arreglarlo, no es nada que cambie radicalmente la historia, entonces podremos seguir un par de capítulos sin problemas.
Nos leemos después!
