Sinopsis:

Ella busca información acerca de la verdadera naturaleza del que parece ser el amor de su vida. Él está dispuesto a todo por salvar a la mujer que cree amar. Ambos creen tenerlo todo aunque en realidad no tienen nada. Saben que sus vidas son malas, pero desconocen que juntos podrían ser muy buenos.

(Basada principalmente en la canción "So good" de Halsey)


La historia sucede en el viaje de Bella y sus amigas a Port Angeles, y durante la 2da temporada de The Vampire Diaries.

La línea temporal será de cuando se estrenaron las películas y la serie, es decir en 2004/2006, pero, voy a combinar elementos del año real en que se empezó a publicar la historia en 2022. (Solo es por si describo algunos hechos o cosas que en esos años aun no existían o aun no pasaban pero en la actualidad sí)


Disclaimer: Los libros de Twilight es propiedad de Stephanie Meyer. Los libros de The Vampire Diaries es L. J. Smith. También la historia puede contener partes de las películas y la serie de los respectivos libros. O alguna frase de alguna canción porque me inspiré en ella.


(Isabella POV)

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—Hey —Angela sacude mi hombro, —¿te encuentras bien?

—Si —trato de forzar una sonrisa.

—No te creo —me dice. —Haz estado callada y tu mirada se pierde como si te encerraras en tus propios pensamientos.

—Quizás el cansancio me está cobrando factura —le digo mientras me encojo de hombros.

—¿De casualidad el cansancio tiene ojos azules y cabello negro?

Le doy una mirada asesina.

—¡Oye! —se queja, —yo me preocupo por ti. Quiero saber qué te pasa para así poderte dar un hombro para llorar o para reír.

Sonrío. Esas palabras me llegaron al corazón. En estos meses que he conocido a Angela, se ha vuelto mi amiga porque comenzamos a llevarnos bien, pero estas últimas semanas se ha vuelto una parte fundamental de mi vida.

—Gracias Ang, pero no se vendrá mi vida abajo solo por eso, mi vida va a seguir pasando con o sin Damon en ella.

—¡Entonces si era por él! —aplaude feliz. Unas personas que van pasando a nuestro lado se detienen a mirarnos.

—Vamos, ya quiero llegar a casa —le ruego.

Angela sigue caminando a mi lado y se mantiene dándome lecciones amorosas todo el tiempo que nos tardamos en pasar por todo el proceso necesario para poder salir al área común del aeropuerto.

—¿Ese es Charlie? —Angela apunta con su mano. Mi padre está de pie con las manos en su chamarra de cuadros, se tambalea de un lado a otro tratando de encontrarnos entre la multitud. Mi amiga y yo caminamos hasta él.

—No tenías que venir por nosotras —le digo cuando nos detenemos al frente. Charlie me da una mirada no muy feliz por mis palabras.

—Estoy muy bien, que amables son al preguntarme —hace una mueca. Angela sacude su mano perezosamente para saludarlo.

—Lo siento —le digo tomando un profundo suspiro arrepintiéndome por tratarlo de esa manera. Charlie nos hizo el enorme favor de venir por nosotras hasta el aeropuerto de Seattle, nos esperó las 2 horas que el vuelo se retrasó y todavía está aquí, ofreciéndonos una sonrisa y una cálida bienvenida.

—¿Qué tal estuvo? —pregunta al aire. No recibe ninguna respuesta, así que decide intentarlo de nuevo. —¿Qué tal te pareció Mystic Falls, Angela?

—Es... —Angela duda de como describirlo, —es interesante, aterrador y ¡todo el mundo está loco!

—Es acogedor, ¿Cierto? —sonríe. Nos hace un gesto para que lo acompañemos hacia el estacionamiento. —¿Qué hay en ese lugar? ¿Algo nuevo?

—Humanos locos, vampiros, brujos y brujas desquiciados, eso es lo que hay en ese lugar —es mi turno de responder. —Ya sabes, lo usual.

—Suena divertido —nos abre las puertas de la patrulla, el único auto que tenemos que podría llegar hasta Seattle sin terminar destruido en el proceso.

—Ni que lo digas —decimos ambas. Charlie arranca y nos pone de camino a Forks.

—No vuelvan a irse así niñas —nos regaña. —Angela tu madre ha estado hostigándome con llamadas todo el camino para preguntar por ti.

—Lo siento, Charlie —mi amiga se sonroja.

—Por cierto, estás en problemas —le advierte. —Tu madre sabe que hiciste esa cosa para chupar magia.

—¿Qué mi madre qué? —Angela salta en el asiento trasero.

—Se me salió decirlo —Charlie también se sonroja.

—Uh, oh —se queja mi amiga, puedo escucharla sumirse en el asiento. —Eso no es bueno.

—Y tú, señorita, también estas en problemas —Charlie me mira de reojo. —¡Creí que no volverías, Isabella!

—Por poco y no vuelvo —digo lo más digo entre dientes. Charlie frena de golpe.

—¡Oye no puedes frenar así de la nada! —grito regresando mi cuerpo al respaldo del asiento, lo bueno es que llevaba el cinturón puesto, si no, mi cabeza ya estuviera contra el cristal.

—¿Qué pasó en ese maldito pueblo? —de repente mi padre está teniendo un ataque de pánico.

—Ya sabes cómo es Mystic, si no hay alguien queriendo asesinarte es como si no vivieras la experiencia completa.

Me cruzo de brazos en un intento de mantener todas las extremidades de mi cuerpo pegadas a mí. Nadie dijo que volver de la muerte era mil veces peor que morir.

—Espera, espera —Charlie sacude la cabeza, unas risas brotan de él pero, me supongo que son por los nervios. —¿Dónde está Elijah? Ese malnacido juró que las iba a proteger.

—Ah eso —Angela resopla. —Bella lo asesinó.

Charlie y yo giramos nuestra cabeza en dirección al asiento trasero.

—Mierda —dice mi amiga cuando nota nuestras miradas. —Lo siento, no debí contar eso.

Charlie vuelve su mirada a mí.

—En mi defensa, Elijah me pidió que lo hiciera —levanto las manos mostrándole mis palmas, en un intento de que vea que no le estoy mintiendo.

—¿Qué significa eso? —Charlie frota el rostro con sus manos. —No, espera, ¿Qué es lo que está pasando en Mystic?

—Nicklaus Mikaelson quiere asesinar a Elena porque ya todos saben que es la dopelgänger —Charlie jadea. —Elijah tiene sus narices en el medio del tema, y para que no lo descubran, me pidió que lo asesinara y que lo dejara en el sótano de una casa —me encojo de hombros. —Y Jhon está siendo manipulado por Isobel –de nuevo- porque está tramando no sé qué demonios.

—Pero todos están bien y te mandan saludos —Angela sonríe alegremente, su mano se estira y da un par de palmadas en el hombro de Charlie.

Mi padre deja caer su espalda de nuevo contra el respaldo del asiento de la patrulla. Masajea su pecho sobre la chamarra, y ahora me siento culpable de que le vaya a dar un infarto por algo que él no tiene la culpa. Así de locos están todos en Mystic, no hay de otra.

—¿Saben... —mi padre aclara su garganta, —Saben en el problema en el que están metidas? ¿Saben que Klaus no se detendrá hasta conseguir lo que quiere? ¡Las va a matar si se cruzan en su camino!

—Por eso hice eso de la magia —Angela le explica. —Puedo detenerlo, puedo evitar que le haga daño a alguien.

—Eso tienes que hablarlo con tu madre —suspira mi padre.

Se acomoda de nuevo en su asiento y vuelve a colocar el auto sobre la carretera hacia Forks. Para nuestra buena suerte, no está lloviendo, pero conforme nos acercamos al pueblo, el aroma a hierba húmeda y el frio a nuestro alrededor se hacen presentes. No puedo evitar compararlo con el calor de Virginia.

—Los Cullen han preguntado mucho por ti —murmura Charlie.

—Mañana lidiaré con eso —desvió mi mirada hacia la ventanilla.

Trato de distraerme mientras recorremos las calles del lugar que ha sido mi casa por los últimos meses y que en un solo fin de semana se volvió tan extraño. Charlie se encargó de dejar a mi amiga en la puerta de su casa.

—Suerte —le digo antes de que baje del auto. La madre de Angela está de pie en la puerta de su casa, su mirada haca Charlie es amable, pero en cuanto ve a su hija su rostro cambia visiblemente.

Charlie y yo nos despedimos y tardamos nada de tiempo en llegar a casa. En cuanto mi padre abre la puerta, me golpea el aire frio que demuestra la ausencia de personas al interior.

Cuando enciendo la luz, para mi sorpresa está todo muy ordenado y limpio. Algo en mi interior sospecha que Charlie le pagó a alguien para que le ayudara a limpiar la casa y no fuera notoria mi ausencia.

—Deberías ir a dormir, mañana tienes clases —me señala con la cabeza la escalera. —Y Bella, me alegra que hayas vuelto.

—A mí también, papá —fuerzo mis labios a sonreír.

Obligo a mis piernas temblorosas a subir la escalera. Me tomo mi tiempo, con cada escalón que suben mis piernas, me obligo a tomar una respiración y a decirme a mí misma que todo va a estar bien.

Me detengo frente a la puerta de mi habitación.

—Tranquila, no pasa nada —me digo a mi misma. —No pasó nada, no hiciste nada malo.

Mi mano tiembla mientras se estira para tomar el picaporte. El metal se siente más helado de lo que me esperaba, me estremezco por la sensación, y por los nervios. Sé que necesito entrar, necesito dormir en mi cama, si duermo en el sofá y Charlie se da cuenta, voy a pasar por un interrogatorio que no creo soportar. Pero, tengo miedo, tengo miedo de que cuando abra la puerta y entre a mi habitación, él esté ahí esperándome, en la mecedora o cerca de la ventana.

Si entro a mi habitación y lo veo, no voy a poder controlar mis sentimientos. No podré acercarme a él y fingir ser la novia que lo extrañó demasiado como si hubieran pasado meses desde que no nos vemos. Él por supuesto se dará cuenta de que algo me sucede y me va a hostigar hasta que confiese.

Siempre se la pasa diciéndome que soy un libro abierto, que, aunque no puede leer mi mente, puede leerme con facilidad. Y va a descubrir el desastre que fui este fin de semana.

—¿Hay algún problema? —Charlie habla detrás de mí

—¡Carajo! —grito mientras mi cuerpo salta. Pongo una mano en mi pecho, mi corazón repiqueo con fuerza. —Me asustaste.

—¿Hay algún problema con tu habitación o porque no entras?

—No, no es nada —le digo tratando de sonar casual. —Solo me perdí en mis pensamientos.

Hago un enorme esfuerzo para abrir la puerta. Mi mano temblorosa empuja la puerta y me muestra mi habitación. Está intacta, tal y como la deje el jueves por la mañana. Es como si nadie hubiera entrado desde ese día.

Charlie se asoma, pero por supuesto que no ve nada. — Buenas noches, Bells. — se despide mientras camina hacia su habitación.

—Buenas noches —murmuro quedándome sola.

Cierro la puerta conmigo dentro de la habitación. Mi cuerpo tiembla como si me estuvieran dando espasmos, pero me mantengo de espaldas a todos los muebles. Mis sentidos se agudizan alertas a cualquier anomalía, puedo escuchar los pequeños movimientos que se producen en el bosque de afuera, las ramas del árbol rozar las paredes de la casa, escucho los pequeños grillos que raspan el piso de la habitación con sus patas. Mi piel se eriza al sentir la briza que entra por la ventana.

Me quedo quieta por unos segundos, pero nada más sucede.

—Convivir con vampiros te está afectando, Isabella —me regaño. Ya me siento igual de paranoica que ellos, hasta pareciera que mis sentidos se desarrollaron como los de un vampiro.

Mis hombros se relajan un poco y me giro a hacer un recorrido por todos los rincones de la habitación. Me aseguro de abrir cada puerta y de mover cada objeto donde se pueda esconder una persona, pero al finalizar, no hay nadie.

—Supongo que, te veré mañana —murmuro al aire.

Dejo caer mi cuerpo sobre la cama, sin molestarme en mover nada y me quedo profundamente dormida.

El despertador me sobresalta a la mañana siguiente. Muevo mi cuerpo para apagarlo y me siento en la cama frotando mis ojos en un perezoso intento de abrirlos. Mi vista se enfoca y algo dentro de mí se rompe.

Fue como si la realidad me estuviera esperando para golpearme con fuerza.

Me encuentro sola en mi habitación, con la ropa del día anterior y los recuerdos me asaltan rompiéndome como si fuera de cristal.

Lloré por lo que pasó en Mystic. Lloré por lo que le habia hecho a Elijah y porque sentia que lo habia traicionado al dejarlo en ese sotano; lloré por recordar el momento en que vi a Katherine en el suelo apuntandome la daga que se salia despacio del muerto; lloré por la sensación que produjo la madera cubierta de sangre de Katherine cuando fue empujada contra mi cuerpo todas esas veces; lloré por recordar esos ojos azules que habian dejado de lado el hielo y que estaban cubiertos de lagrimas mirando directamente a los mios.

Lloré por la culpa que sentía por haberle dicho la verdad a Jenna; lloré por haber arrastrado a Angela a hacer algo que quizás no estaba lista o que quizás no queria hacer; lloré por que recorde a los Cullen y que tendria que enfrentarme a ellos hoy, lloré al recordar la discución con Damon y con Elena; lloré por las ultimas palabras que escuché antes de salir huyendo al aeropuerto.

—Oh Bella —escucho una voz chillona acercarse a mí, un par de pequeños brazos helados me rodean. Deja que me desahogue, se mantiene en esa posición hasta que logro detenerme.

—Gracias —le digo secándome el rostro con las manos. —Hola Alice.

Sonrio débilmente.

—Hola, Bella —la vampira me regresa la sonrisa. —No es por presionarte, pero se nos hará tarde para la escuela.

—Si.

—Ya te preparé tu ropa y las cosas para que des una ducha —Alice comienza a saltar en mi cama. —Usa todo lo que te dejé en el baño, espero que el jabón te quité ese aroma extraño.

— ¡Que linda! —digo irónica.

—Te espero abajo con Charlie —acaricia mi cabello con cuidado y sale de la habitación dejándome sola.

Por supuesto que Alice ya tenía todo listo para mí, gracias a eso, mi ducha fue más fácil y rápida. También dejó lista la ropa en mi habitación. No era lo que usualmente usaría aquí en Forks, al contrario, parecía parte de la ropa que usé en Mystic Falls, pero en una versión más caliente, cómoda y funcional para este clima. Incluso las botas me parecieron lindas.

Cuando bajo a la cocina, Charlie y la vampira mantienen una conversación bastante animada. Me alegra que también mi padre este empezando a hacer nuevos amigos. Tomo el tazón con cereales que preparó Alice, no tengo mucha hambre, así que eso parece ser suficiente para mantenerme con calorías en el cuerpo hasta la hora del almuerzo.

—No tenías que venir por mí, Alice —le digo tomando mi mochila de la escuela. —Podía ir en mi camioneta.

—Te traje las tareas —me guiña un ojo. —Ya están en tu mochila.

Charlie sacude la cabeza, no está feliz con la idea de que Alice haya hecho mis deberes del fin de semana. —Andando, se les hará tarde.

—¿Pasaremos por Angela? —pregunto siguiendo a la vampira en dirección a la puerta de la casa.

—No, Ben irá por ella —me informa, —nos verá en la escuela.

Charlie nos escolta afuera. Pero suelta un par de maldiciones cuando ve que mi cuerpo se frena de golpe. Alice parece darse cuenta de lo que sucede, pues se regresa y me toma de ambos hombros sacudiéndome para hacerme reaccionar.

—Solo soy yo —me dice. —Tuve que traer el Volvo porque los demás ya están en la escuela.

No le respondo, mis ojos siguen fijos en la carrocería plateada y perfectamente pulida del Volvo que está estacionado en la calle.

—No verás a Edward hoy —dice segura. —Tranquila.

—¿Por qué? —le pregunto ahora confundida. Edward no es fanático de faltar a clases solo porque sí. Hoy está nublado y no hay sol, así que no encuentro razones para que falte a clases.

—Edward está... —noto que sus ojos plateados se dirigen a Charlie, mi padre esquiva su mirada. —Está con Carlisle y Esme, ya sabes.

Supongo que decidió salir a cazar antes de verme. Eso me hace recordar las palabras de Elijah, que por más control que tenga Edward, siempre querrá beber mi sangre.

Asiento aun con una sensación de inseguridad, parece que algo me están ocultando, pero ya lo preguntaré cuando vea a Edward. Alice y yo nos despedimos de Charlie, nos subimos al auto y dejo que la vampira me lleve a donde quiera. El interior del volvo de repente me parece tan frio y monótono que hace que me remueva incomoda.

—Me debes una —Alice dice de repente, su dedo apunta en dirección a mi rostro, —¡Y una muy grande Isabella! Si no lo hubiera convencido de hacer esa llamada...

—Lo sé —bajo la cabeza mirando a mi regazo. —No sé lo que pasó, no estaba pensando con claridad.

—No, no estabas pensando —me regaña. —Si te ve, vas a estar en problemas. Edward conoce de memoria tu aroma, y a pesar del jabón, el shampoo y la crema corporal que te di, el aroma de Damon sigue impregnado en ti.

—¿Cómo sabes que es el de él? —pregunto frunciendo el ceño. —Estuve cerca de más personas.

—Pero no compartiste sangre con todos ellos ¿o sí?

—No —me sonrojo.

—Espero que con los días se desaparezca —suspira. Yo estoy de acuerdo con ella. Quiero que su aroma y su imagen en mí memoria desaparezcan.

Cuando Alice estaciona el auto en su lugar usual en el estacionamiento de la escuela, bajo casi corriendo. No me detengo a saludar a nadie ni a fingir que soy la persona más popular y extrovertida de este pueblo, entro casi corriendo y me encierro en el salón de clases a sumirme en mi miseria y a esperar que las clases comiencen.

—Maldita sea —la voz de Angela llega a mis oídos, no hago ningún esfuerzo por levantar mi cabeza de la superficie de la mesa en la que había dejado caer mi cabeza.

—¿Qué carajos pasa con ustedes? —Jasper nos regaña acomodándose en su lugar en la silla a mi lado—Las emociones de ambas son un asco.

—Que bien, porque así me siento —le dice Angela.

Yo no comento nada.

—¿Así de mal? —Jasper pregunta sorprendido. —Creí que Mystic sería mejor que Forks.

Me resulta extraño como Jasper ha pasado a ser amigo de ambas, desde que todo este desastre comenzó y que él cambio sus clases para estar la mayoría con nosotras, hemos desarrollado una extraña amistad. A pesar de que los tres éramos igual de huraños.

—Mystic es pintoresco, lo admito —Angela responde. —¡Deberías ir, te va a encantar! Está lleno de historia, leyendas de cualquier criatura supernatural y además la gente es tan acogedora que se la pasan queriendo matarte todo el tiempo. ¡Pero las fiestas son otro nivel!

—Suena divertido —Jasper suelta una carcajada. —Quizás Alice y yo pasemos unas vacaciones allí.

—Suerte con eso —decimos ambas a la vez. Jasper vuelve a reír de nuevo.

—Entonces no estuvo tan mal ¿o sí?

Si hacemos de lado un par de situaciones... —Angela deja al aire la frase. Suelta un profundo suspiro y la conversación entra en pausa.

Por el rabillo de mis ojos puedo verlos a ambos moverse y hacer muecas y gestos en mi dirección, sí, mis propios amigos están contándose los chismes sobre mí. Para mi buena suerte, llega el profesor para comenzar la clase y el timbre suena.

Bueno, eso evitará que siga siendo el tema de conversación por un tiempo, por lo menos hasta el almuerzo.

Las siguientes clases son menos tensas, aunque igual de aburridas que la primera.

—¿Tu hermano sabe que ya estoy de regreso? — le pregunto a Alice mientras estábamos en la clase de cálculo. .

—Sí, Bella — toma una respiración innecesaria. —Siente mucho no poder estar aquí hoy, también siente no haber podido ir por ustedes al aeropuerto.

—No me molesta realmente —me encojo de hombros. —Solo me sorprende que no esté aquí.

—Todavía no se desocupa, supongo.

—¿Qué me ocultas? —le pregunto. Alice no me responde.

Bien, ya no le preguntaré nada, si Alice no quiere decirme nada, está bien, no me importa. Pero Emmett no se escapará. El resto de la clase la paso mirando el reloj, contando los minutos que faltan para que sea la hora del almuerzo. Alice sacude la cabeza de vez en cuando, pero yo desisto, sé que entré más tiempo vea el reloj, más rápido avanza.

—Ya va a sonar —le digo en tono presumido. Alice solo me da una mirada divertida. Y parece que yo soy la que veo el futuro porque en cuanto me inclino a recoger mi mochila suena la campana del almuerzo.

Alice y yo salimos a los pasillos, Jazz no tarda en unirse a nosotras y más adelante lo hace Angela.

—Ustedes vayan por su comida, las esperamos en la mesa —Jasper toma nuestras cosas, la mano de Alice y entra a la cafetería.

—¿Qué tal estuvo? —le pregunto a Ang. No había tenido oportunidad de hablar con ella y preguntarle sobre su madre y sobre Ben.

—Mi madre no está feliz — se acomoda sus gafas., — pero tampoco está molesta conmigo o contigo. Está preocupada por mí.

—Como yo —le digo juntando las cejas.

—Puedo hacerlo, Bella —asegura. —Mamá también lo cree.

—¿Qué te dijo Ben? —le pregunto cuando lo veo pasar casi corriendo a nuestro lado. Por supuesto que Angela también lo nota.

—Está molesto conmigo, y está decepcionado porque no le avisé que mi abuela se había enfermado —sonríe avergonzada. —No sabía que mi difunta abuela estuviera enferma.

Suelo una carcajada. Elijah había tenido que dar excusas de porque no asistiríamos dos días a clases, además de porque de repente desaparecimos del pueblo. Para Angela su excusa fue su abuela, y para mí fue Reneé. Como Charlie ya nos había sacado de improvisto el jueves, a nadie le pareció extraño que esas noticias nos hicieran salir del pueblo.

—¡Bella, Angela! —la voz nasal de Jessica se escucha sobre el murmullo de la cafetería. —¡Qué bueno que ya están aquí!

Aparece frente a nosotras, mi amiga y yo solo asentimos.

—Qué bueno que ya se encuentra mejor tu abuela, Angela —Eric aparece del lado de Jessica.

—Sí, ya está mejor —mi amiga asiente.

—Por cierto, Bella, vaya drama ¿no? —Eric luce ingenuamente preocupado.

—Sí, parece que los problemas no te sueltan, Bella —Jessica me da un golpe juguetón en el brazo. —Primero lo de Reneé y luego lo de Edward.

Mis sentidos se alertan. ¿Qué demonios pasó cuando nos fuimos?

—¿Qué pasó con Edward? —Angela me gana a preguntar.

—Espera, ¿Aun no lo saben? —Eric hace un gesto de confusión.

—¿Saber qué? —pregunto con los dientes apretados. Ellos se miran entre sí.

—Creí que Charlie te lo diría —Eric parece arrepentido de haber soltado la lengua. Pero eso a mí no me interesa, quiero saber a qué se refiere. —Lo siento, Bella.

—¿Qué mierda pasó? —les doy una mirada a Jessica y a Eric. Ambos retroceden un par de pasos, le dan una mirada a la mesa donde están los Cullen y me miran de nuevo. —¡Carajo! ¡Hablen o los hago hablar!

Ambos pegan un salto, incluso los que están a nuestro alrededor los imitan. Angela toma mi mano tratando de mantenerme cerca de ella y que no me lancé sobre este par de bocones.

—¿Qué fue lo que pasó? —ahora es el turno de Angela de preguntar.

—Es que resulta que Edward... —Jessica se corta. Siento la desesperación comenzar a correr por mi sistema, necesito que hable ¡Ya! —Bueno, es que resulta que Charlie...

Jessica deja de hablar de nuevo. Puedo ver que está luchando consigo misma, quiere decirme, pero algo se lo está impidiendo. Mis manos se levantan y vuelven a bajar dejando caer con fuerza la bandeja de metal al suelo de la cafetería causando un estruendo que hace que todos los ojos se posen sobre mí.

Maldito cabrón, ya se quien la está manipulando. Mi mirada se va al culpable de que mi fuente de información se sienta insegura de hablar.

—¡No te metas en esto! —gruño en dirección a Jasper. Sus ojos se fijan en mí. Puedo notar el momento exacto en el que se detiene de manipular los sentimientos de la humana.

—Lo siento —modula con los labios. Lo ignoro.

Colocó de nuevo mis ojos sobre los de Jessica, ella me mira atemorizada. Me importa un carajo si me tiene miedo o no, quiero que me diga la verdad. —¡Dime donde está! —le ordeno.

—Charlie se lo llevó a la comisaría —habla inmediatamente. —Está desde el sábado allí.

No me detengo a recoger nada, mis botas pasan por sobre los restos de la bandeja y la comida en el suelo.

—Bella, espera —escucho la voz de Alice. No me detengo.

Escucho sus agiles pasos que me indican que me que me está siguiendo, pero sé que no me alcanzará porque aún tenemos las miradas de todos los estudiantes sobre nosotros. Empujo con fuerza las puertas de la cafetería y salgo con rapidez moviéndome entre los pasillos, esquivando a profesores o estudiantes que se cruzan en mi camino.

Alice aprovecha la soledad de uno de los pasillos para alcanzarme antes de que pueda salir del edificio principal. Siento su mano helada en mi brazo, eso solo aumenta mi furia.

—Dame las llaves —me giro con la mano extendida. Alice suspira. —¡Maldición Alice, dame las putas llaves!

—Nos pidió que no te lo dijéramos —me dice en voz baja. —No quería preocuparte.

—No me interesa lo que quiera a o no —gruño. —¡Las llaves!

Alice no deja de mirarme mientras mete la mano a los bolsillos de sus jeans, estira su mano y deja caer las llaves del Volvo sobre la palma de mi mano.

—Ten cuidado —me dice en tono de advertencia.

Me alejo de ella casi corriendo, me lanzo al volvo subiéndome con rapidez detrás del volante, enciendo el motor y con un par de movimientos salgo del estacionamiento del instituto. Edward no va a estar feliz de que conduzca su auto, pero eso no podría interesarme menos en este momento. A la velocidad que me muevo, tardo cerca de cinco minutos llegar a la puerta de la comisaria de Forks.

Ahora tengo claro porque Charlie se tomó la molestia en ir por nosotras al aeropuerto, estoy segura que Alice y Jasper trataron de impedirlo, pero el cabezota de mi padre prefirió hacer un cansado viaje a Seattle con tal de esconderme esto.

Estaciono el volvo con un rechinido de las llantas dejándolo a la mitad del estacionamiento.

Las miradas se posan sobre mí mientras camino a grandes zancadas hacia la entrada. Hay quienes me ven de manera sospechosa, supongo que después de la maniobra tipo "Rápidos y Furiosos" no hay otra manera de mirarme. Mañana seré de nuevo el chisme del pueblo.

—Hola Bella —me saluda el oficial Kurt desde el primer escritorio cuando me ve cruzar la puerta de cristal. No le saludo, no me detengo a preguntarle por mi padre, mis piernas van directamente a su oficina.

—¿Dónde está? —pregunto en cuanto entro. Charlie se pone de pie de un salto cuando me ve, su rostro luce muy sorprendido.

—¿Qué no debes estar en la escuela? —hace una mueca moviendo su bigote.

—Sin rodeos —me cruzo de brazos mientras recuesto mi cuerpo contra el marco de la puerta. — ¿Dónde carajos está?

—No sé de qué me estás hablando —gira su rostro hacia la ventana.

—¿Ahora resulta que no lo sabes? —siento el enojo comenzar a subir por mis venas. —Porque parece que todo el maldito pueblo lo sabe, menos yo.

—Estoy ocupado —se aclara la garganta, —regresa a la escuela.

—No.

Charlie y yo nos miramos fijamente, retándonos con la mirada. Él no me quiere decir nada, pero yo no me iré de aquí sin saber la verdad.

—Hola, Bella —una voz conocida me saluda. —Es bueno verte de nuevo.

Mis ojos miran a las personas que están del otro lado del escritorio de Charlie. Cierro los ojos y respiro un par de veces para tratar de lucir más calmada. Maldita sea, no pensé que mi suerte fuera tan mala.

—Carlisle —hago un gesto con la cabeza. El rubio se pone de pie, y me sonríe.

—Tú debes ser Bella —la mujer de cabello color caramelo dice mi nombre con un tono dulce y armonioso. También ella se pone de pie al lado de su esposo. —Lamento tener que conocerte en estas circunstancias, soy Esme.

Me brinda una sonrisa amable.

—Es un placer —fuerzo una sonrisa.

Me golpeo mentalmente, ese no es el comportamiento que me gustaría que notaran en mí, sobre todo cuando es la primera vez que la matriarca Cullen me conoce, al menos oficialmente. Pero ahora no es tiempo de pensar en eso.

—¿Y bien? —le pregunto a Charlie. Él pasa su mirada de los vampiros a mí un par de veces.

—Regresa a la escuela —me apunta la puerta. —Los señores Cullen y yo estamos tratando un tema importante.

Mis puños se aprietan a mis costados.

—Sí, me lo imagino.

—Bueno, adiós —Charlie vuelve a señalarme la puerta.

—Sí, si, ya me voy —le digo bajando los hombros derrotada.

Les doy una mirada a los vampiros, ambos me dan una mirada consternada, pero no me dicen nada. Mis piernas hacen que mi cuerpo se gire y me acerco a la puerta. Escucho las sillas de los tres volver a ser acomodadas para sentarse de nuevo.

—Ah por cierto, —me giro de nuevo.

—¿Qué? —Charlie aprieta los labios.

—Olvidé algo aquí, lo buscaré antes de irme —le aviso con voz inocente.

—Sí, si —Charlie de nuevo me hace un gesto para que me vaya, sonrió malévola El cerebro de mi padre tarda en procesar mis palabras. —¡No lo intentes!

Pero ya es tarde cuando lanza esa amenaza. Mi cuerpo sale disparado de la oficina de Charlie, me muevo por los pasillos rodeando a los oficiales que me dan una mirada sorprendida y confundida mientras paso a su lado. Alcanzo el último pasillo que conduce hasta las celdas y mis pasos se frenan.

—¡Bella! —escucho la aterciopelada voz. Mi cuerpo se estremece, recuerdo la sensación de la mañana cuando vi el volvo afuera de mi casa.

—¿Edward? —pregunto.

Camino con cuidado dándole miradas al interior de las celdas. Irónicamente, la mayoría están vacías, a excepción de un par que tienen a unos hombres de mi edad que claramente están de todo menos sobrios.

En la última celda, la que está más apartada del resto, ahí de pie, luciendo impecable como siempre, está Edward mirándome con una sonrisa.

—Hola amor —me sonríe tiernamente. Se acerca lo más que puede y extiende sus brazos entre los barrotes de metal.

No tiene que pedírmelo, sé lo que quiere, pero me siento tan vulnerable que no puedo lanzarme a sus brazos.

—¿Bella? —su rostro hace una mueca de preocupación. —¿Qué tientes? ¿Qué sucede?

Sacudo mi cabeza, el nudo en mi garganta no me deja hablar. Siento mis mejillas húmedas por las lágrimas silenciosas que están escurriendo de mis ojos.

—Lo siento —mi voz se rompe.

—Tranquila, no pasa nada —me sonríe. —Esto no es nada, Bella —señala a su alrededor.

Mis piernas se mueven hacia él, a pesar de la ropa que llevo puesta, puedo sentir como la frialdad de su cuerpo supera la del metal que nos separa, pero dejo que sus brazos rodeen mi cuerpo acercándome lo más que puede sin lastimarme.

—Volviste —murmura. —No sabes cuánto te extrañé.

Su rostro se entierra en mi cabeza, las palabras de Alice me asaltan. Me congelo y ruego en mi mente que no se dé cuenta del aroma extraño en mí, aun con los cinco jabones con esencia que su hermana me obligó a usar.

—Lo siento —hablo contra su pecho y contra el metal.

—No tienes porque —me tranquiliza, su mano sube y baja por mí cabello , —no es tu culpa que esté aquí.

—No es eso —le digo haciéndome hacia atrás. Me separo lo suficiente como para mirar sus ojos dorados que me miran con confusión, trato de explicarle, de decirle, pero el nudo de mi garganta no me lo permite. Mi estómago se revuelve.

—Tranquila —me aprieta de nuevo hacia él. —No pasa nada.

—Siento haberme ido así —le digo con un sollozo. —Siento no haberte contado nada, siento mucho no haberte respondido las llamadas, no sabes cuánto lamento lo que pasó, no fue algo que yo planeara. Lo lamento mucho, me siento horrible.

—¿Desde cuando estás aquí? —le pregunto, limpio las lágrimas de mi rostro con el dorso de mi mano.

—La madrugada del sábado —confiesa. Hago las cuentas en mi cabeza.

—¿Me llamaste desde aquí? —le pregunto recordando la llamada que Alice le pidió que me hiciera.

—Si.

Apenas escucho esa sencilla palabra, me suelto llorando de nuevo. Mis rodillas no me sostienen y me caigo al suelo cubriendo mi rostro con mis manos, escucho la voz de Edward que me ruega que le diga que me sucede, pero no puedo.

Soy la peor persona del mundo. Elena tiene razón, soy una zorra.

Mientras yo estaba bien feliz de fiesta en Mystic, Edward estaba aquí encerrado en contra de su voluntad. Maldición, si esa llamada no hubiera sucedido, no sé qué habría pasado entre Damon y yo. En realidad, si tengo una muy buena idea de lo que hubiera pasado.

¡Carajo!

Edward no se merece eso, no merece estar aquí solo por ideas de Charlie.

Un momento, ¿Por qué Charlie lo metió aquí? Mi llanto se detiene de golpe, me pongo de pie en un movimiento. Edward me imita, aunque él con elegancia.

Ahora que lo pienso, la escena es graciosa. Charlie se aseguró de colocar a Edward en la última celda, la que es conocida en todo Forks por ser la más aterradora porque no le entra ningún rayo de sol. Además, Edward se ve tan inocente y vulnerable detrás de esas barras de metal, como si no pudiera con un solo movimiento doblarlas y salir caminando con tranquilidad.

Charlie no quiso que Edward se evidenciara, pero, sabía que Edward no trataría de huir porque él tampoco quiere revelar su propio secreto.

—¿Cuánto tiempo vas a estar aquí? —pregunto haciendo un plan en mi mente.

—Charlie me dio 72 horas —inclina la cabeza. —Ya casi salgo.

—¿Por qué estás aquí? —pregunto con el ceño fruncido, mi mente aun trata de encontrar una explicación.

—Bueno —mira hacia un lado, —Charlie dice que es por prevención.

—Dile la verdad —la voz de mi padre se escucha detrás de nosotros.

Me pongo de pie de nuevo. Charlie está de pie a unos metros de mí, con Carlisle y Esme flanqueándolo y mirando a su hijo con preocupación. Retrocedo un par de pasos para poder mirar al criminal y al Jefe Swan, Edward le está dando una mirada fulminante a Charlie.

—¿Qué fue lo que hiciste? —le pregunto al vampiro. Edward hace una mueca pero sus ojos no dejan a Charlie, puedo ver que no dará su brazo a torcer, no quiere que me entere de lo que sucedió para que terminara en este lugar.

Miro a mi padre, Charlie esta con una postura mucho más relajada que la de Edward, está casi sonriendo en comparación de él. Lo está retando, mi padre quiere dejarlo en evidencia conmigo.

¿Qué demonios hizo Edward?

—¿Y bien? —pregunto. —¿Alguien va a decirme algo?

—Charlie solo está molesto porque traté de preguntar por ti —Edward responde casi en automático.

—¿Trataste? —Charlie levanta las manos y resopla. —Preguntaba en la mañana que salía al trabajo, a la hora del almuerzo, cuando él salía de la escuela, cuando yo salía del trabajo, cuando llegaba a casa él ya estaba ahí esperándome de nuevo —se queja. —¿Cómo demonios me ganabas a llegar a casa?

—El jueves la sacaste de la escuela como si fuera una criminal —Edward le reclama, —después de eso ya no volví a saber de ella.

—¿Me estas tuteando? —Charlie se acerca un par de pasos a la celda.

—No, señor —Edward suspira.

—Más te vale —gruñe el policía.

—¿Solo por eso lo encerraste aquí? —le doy un golpe en el hombro a Charlie. —¿Por qué te enfadó que preguntara por mí?

—No, eso no es todo.

—Pues explícame —le pido con voz cansada.

—¿Le dices tú? —le pregunta a Edward, —¿o prefieres que yo lo haga?

—No hice nada malo —se defiende el cobrizo. —Solo quería saber de ella.

Charlie rueda los ojos.

—A este caballero se le ocurrió la grandiosa idea de utilizar la ventana para entrar a tu habitación a las 3 am.

Suelto un jadeo.

¿Qué no habíamos quedado que no lo volvería a hacer? Que si entraba a una casa sería por la puerta o si acaso necesitaba ser la ventara, era porque alguien le había dado permiso o era muy necesario que entrara.

Edward baja la mirada, avergonzado. Sabe que rompió la promesa que me hizo.

—¡Carajo, Edward! —chillo con molestia. Ahora todos se sorprenden por la palabra. —¡Habíamos quedado que no volverías a hacerlo!

—¿Ya lo había hecho? —Charlie pregunta asustado.

—En casa de Angela —le digo rápidamente. El jefe Swan sacude la cabeza.

—¿Y que se supone que debí hacer? —Edward pregunta.

—No eso —le digo. Pongo mi atención de nuevo a mi padre. —¿Allanamiento? ¿Por eso está aquí?

—Entre otras cosas —responde. Levanto una ceja. —Además de causarme un infarto —sisea entre dientes, —cuando lo confronté, trató de oponerse ante la justicia diciéndome unas cuantas cosas que por respeto a Esme no diré.

Mis ojos se abren mirando a Edward con sorpresa, detrás de nosotros, el jadeo de Esme y Carlisle.

—Esa no fue la manera en la que te criamos, Edward —Esme se escucha decepcionada.

—No lo puedo creer, hijo —Carlisle murmura avergonzado.

—Eso fue lo de menos —dice Charlie encogiéndose de hombros. —Me asunté porque yo me creía solo en la casa y de repente escucho ruidos provenientes de las habitaciones. Cuando subo a revisar encuentro a este caballero husmeando y revisando las cosas de Bella.

—¿Qué tu hiciste qué mierda? —separo las palabras, mi vos suena filosa y atemorizante.

—Mi primera impresión fue pensar que estaba tratando de robar algo —ahora es Charlie quien se defiende.

—Bien, si, lo hice —Edward lo admite. Charlie sonríe satisfecho por la confesión. —Estaba dentro de la habitación de Bella, pero estaba buscando algo que me dijera dónde estaba, algo que me llevara a ella.

—¿Es que los años te han hecho mierda la cabeza o qué? —me acerco furiosa a la celda. —¿Quién carajo te crees que eres? ¡No eres mi dueño! ¡No puedes andar por la vida revisando mis cosas!

—Yo, yo solo quería saber dónde estabas —se defiende el vampiro. —Necesitaba saber que era lo que estaba pasando.

—Lo que haga o no con mi vida no es de tu incumbencia —gruño golpeando el metal. Edward abre los ojos con sorpresa.

—¡Claro que es de mi incumbencia! —dice ofendido. Mis puños se aprietan. —¡Me importas, Bella!

—¡¿Y esa es razón suficiente para meterte a una casa ajena a husmear y a revisar las cosas de los demás?! —grito furiosa. —¡No tenías ningún derecho!

—¡Tenia que encontrarte! —me grita también. —Podía pasarte algo y yo iba a estar allí para protegerte —su cabeza se baja. Manipula el tono en su voz para parecer torturado, —no puedo perderte, Bella.

—He podido protegerme muy bien antes de toparme contigo, Edward.

—¿Qué esperabas que hiciera, Bella? —Edward se acerca al metal de la reja que lo divide de nosotros. —Desapareciste sin decir nada, Charlie parecía estar bien con eso pero nunca me dijo donde estabas, además si llamabas solo decías que estabas bien, como si alguien te ordenará que lo dijeras.

—¡¿Y esa es razón suficiente para meterte a una casa ajena a husmear en las cosas de los demás?! —grito molesta.

—Tenía que encontrarte, podía pasarte algo —baja la cabeza, su voz suena torturada. —No puedo perderte.

Yo estoy a nada de soltarme llorando de nuevo. Me siento molesta, y sé que la manera en la que desaparecimos de Forks no fue la correcta, pero Charlie sabía, los papás de Angela sabían la verdad, con eso basta. ¿Tenía miedo de que algo me pasara? Incluso estando a su lado pueden pasarme mil cosas, pero su preocupación no le da el derecho de irrumpir en la casa de Charlie y buscar no sé qué en mis cosas.

—No, por supuesto que no me quieres perder —le digo el ardor en mis ojos por las lágrimas que estoy luchando por contener.

—¿Dónde estabas? ¿Qué fue lo que pasó este fin de semana? —pregunta desesperado. —¿Por qué vuelves con un comportamiento tan hostil y diciendo palabrotas que no son apropiadas para ti? ¿Por qué pareces otra persona?

Tenso mi mandíbula, mis dientes rechinan a la par de los espasmos de mi cuerpo. Quiero lanzármele encima y arrancarle la cabeza, su comportamiento me está mareando. Sí, quizás tiene razón al cuestionarme, pero no después de lo que hizo. Si estuvo buscando en mi habitación, es muy probable que haya visto los libros que compré esa vez en Port Angeles. Y si los vio, es probable que notara el mapa, la telaraña y todas las anotaciones que hice respecto a las demás creaturas sobrenaturales.

Lo sabe, pero solo me está poniendo a prueba. Quiere que yo le diga para luego hacerse el sabelotodo y restregármelo en la cara.

—¿Cuánto tiempo se tiene que quedar aquí? —pregunto aun con mis ojos fijos en Edward. Él me regresa la mirada, pero sigue luciendo torturado.

—Por agredir, insultar o golpear a un policía son de siete días a seis meses —Charlie comienza a enumerar. —Por evasión de la justicia son de siete días a seis meses y por allanamiento de morada, son de noventa días hasta dos años o diez años, si consideramos la gravedad del delito.

—¡Charlie! —Esme luce aterrada. Ellos saben que no se puede quedar tanto tiempo aquí, en realidad si puede, pero necesitarían traerle sangre para que se pueda alimentar.

—Por consideración a Bella le di solo 72 horas —explica mi padre tratando de calmar los ánimos. —No lo puedo liberar en la noche, así que…

—Saldría mañana por la mañana —Carlisle comenta para tranquilidad de Edward. Charlie asiente de mala gana.

—Bien —digo tomando una profunda respiración. —Por consideración a Bella, que se quedé otras 72 horas.

Le doy una última mirada y me giro lista para salir de aquí.

—Bien —Charlie dice conforme.

—Pero, ¡Bella! —los tres Cullen se quejan.

—Espero que cuando salga de aquí haya comprendido tres cosas —gruño mientras mi cuerpo se regresa a la posición anterior. Tengo frente a mí a los tres vampiros, los tres me miran atentos. —Uno, a no entrar a casas ajenas sin permiso. Dos, a no husmear en las cosas de los demás. Y tres, a que conmigo no se juega.

—Bella —Edward trata de negociar conmigo, pero yo no estoy dispuesta a hacerlo. Niego con mi cabeza, no quiero escuchar sus patéticas excusas.

—Nos vemos en casa —le digo a Charlie. Avanzo hasta llegar al frente de los dos padres vampiros que miran a su hijo con preocupación. —Carlisle, Esme, de verdad lo lamento.

Ya no me detengo a escuchar nada más. Muevo mis piernas para recorrer de nuevo los pasillos pero en la dirección contraria a la que entré.

Alice, Jasper y Angela me están esperando para cuando cruzo la puerta de la comisaría.

—Hay que volver a la escuela —suspiro.


Buenaaaaaaass ¿Cómo están? ¿Qué tal le van?

Vaya, vayan vaya... Al parecer Charlie se divirtió mucho mientras las chicas no estaban ¿Verdad?

Pobrecito Edward. JIJIJI

¡Nos leemos en el siguiente!