[One-shot]
No te cortes
—Raphael & Mona Lisa—
La última vez que Raphael Hamato trató de cocinar, casi incendia su hogar. Realmente hizo un desastre muy vergonzoso de humo negro y un intolerable olor a quemado en la cocina. Desde entonces tenía prohibido cocinar.
Advertencias: WHAT IF. / Un poco de OOC.
Disclaimer:
Teenage Mutant Ninja Turtles (2012) © Kevin Eastman/Peter Laird / Nickelodeon.
No te cortes © Adilay Vaniteux/Reine Vaniteux
Aclaración: Este fic participa en el FLUFFTOBER 2023 realizado propuesto por exorss, publicado en Reddit.
Día 12: Cooking Together.
Notas:
Francamente, creo que los cuatro hermanos son un poco desastrosos cuando se habla de preparar comida en la cocina XD pero si me lo preguntan a mí, creo que el más peligroso sería Rapha.
Ojalá el fic les guste.
NO PLAGIEN, NO RESUBAN Y TAMPOCO TRADUZCAN SI YO NO LO HE AUTORIZADO. —Gracias.
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La última vez que Raphael Hamato trató de cocinar, casi incendia su hogar; cosa que debería ser complicada debido a que todo estaba hecho de concreto, y a que el mismísimo Donatello había implementado tecnología de óptima generación para proteger su zona de las alcantarillas de ataques enemigos que pudiesen poner en peligro sus vidas, pero al gran genio nunca (hasta ese día) se le ocurrió hacer algo que les protegiese de las ocurrencias de sus hermanos en la cocina.
Todos tenían su historial con eso mismo… había que decirlo.
Pero Raphael alcanzó otro nivel. Realmente hizo un desastre muy vergonzoso de humo negro y un intolerable olor a quemado en la cocina. Tardaron días en limpiar todo eso.
»Escúchame bien, Raphael. ¡A partir de hoy! ¡Tienes… prohibido… INCLUSO… poner agua a calentar! —la cara de Leonardo tomó varias tonalidades diferentes de verde mientras recitaba la sentencia.
Mikey era el "cocinero oficial"; era el que menos hacía desastres en la cocina, además de que, por alguna razón, todo lo que hacía era comestible. Cuando él no estaba disponible, la responsabilidad de preparar algo pasaba a cualquier todo que no fuese Rapha.
Ni siquiera el perfecto Leonardo había salido del esquema de accidentes. Pero, como se dijo antes, Raphael había dejado el listón bastante alto con su última participación.
—Raphael —lo llamó su esposa, Mona Lisa.
Era medio día. Él se encontraba en el sofá, viendo distraídamente un show de comedia, cuando la guerrera salamandriana le pidió acompañarla a la cocina. Por suerte, Raphael aún podía pisar el sitio. Pero si rompía siquiera un vaso en el interior, perdería ese último beneficio.
Leonardo. Todo un exagerado.
—¿Sí?
—Ayúdame con algo, ¿quieres?
Raphael se tensó un poco. Era la primera vez que Mona le pedía su colaboración desde ese día. Y es que ella ya sabía de lo sucedido. Lamentablemente ella no pudo estar ahí para Rapha cuando él casi los deja a todos sin casa y se le castigó por eso. Y aunque a ella le pareció muy extremo el castigo, prefirió aceptarlo con dignidad, al igual que Rapha, dado a que los tres hermanos Hamato habían estado de acuerdo con la decisión final, y no había nada que objetar.
—Ehm… creo que tengo que recordarte que…
Apenas puso un pie en la cocina, Mona puso en sus manos una bolsa de plástico con un kilo de rábanos.
—Rapha, los rábanos no explotarán si me ayudas a cortarlos ¿o sí? —dijo ella, despreocupada, volteándose y buscando más vegetales en el refrigerador.
«¿Es una apuesta o una pregunta retórica?» pensó, seguro de que el destino se tomaría el reto como algo personal y los rábanos en serio se prenderían en fuego apenas él los sacase de la bolsa.
Con curiosidad, Gatito Helado se asomó por la puerta del congelador. Apenas vio a Rapha, se asustó, soltando un chillido. Trató de cerrar la puerta, alarmado, pero Mona se lo impidió.
—Tranquilo, tranquilo, yo lo vigilo —le dijo ella al pequeño minino, que se dejó acariciar. El gatito le entregó a Mona una bolsa de verduras congeladas—. Gracias. Estarás bien, anda; ve adentro.
Gatito Helado ronroneó a Mona, pero soltó un sonido amenazante hacia Rapha, que apretó la bolsa de rábanos en sus manos y desvió la mirada, fingiendo indiferencia.
Al parecer el gatito aún no lo perdonaba por estar a punto de matarlo debido a que el intenso calor que casi lo derrite, aun estando en el congelador, le había asustado muchísimo.
Ese día, Mikey se había enfurecido muchísimo al ver que su amado gato estuvo a punto de morir por culpa de su hermano. El menor de los hermanos podría ser un bobalicón la mayor parte del tiempo, pero cuando en verdad se enojaba, parecía otro.
—Vamos, ayúdame un poco, amor.
Rapha suspiró.
—Bien —accedió, caminando al interior de la cocina—. A Leo le dará uno de sus famosos ataques de cólera cuando se entere de esto —masculló entre dientes, aceptando el cuchillo que Mona le lanzó y él atrapó sin esfuerzo.
Eso habría sido peligroso para cualquiera, menos entre ellos.
Rapha inhaló profundo, yendo hasta la barra donde lavaría los rábanos y luego los cortaría.
—Sólo será cortar los rábanos… ¿verdad?
—Sí. Por favor.
Mona estaba entretenida destapando la carne que April le había hecho el favor de comprar y darle afuera de las alcantarillas. Él no quiso distraerse mucho, así que se apresuró a hacer lo que Mona le pidió; no fue difícil cortar los rábanos en rodajas circulares y dejarlos en un plato largo.
Rapha se apresuró a lavar el cuchillo y la tablita de plástico designada para cortar verduras. Luego tomó asiento en la pequeña mesa cuadrada en el centro de la cocina, ahí miró a Mona cocinando la carne, echando salsa, cortando otros vegetales, los cuales no tardaron en ir al sartén.
Era hipnótico verla cocinar.
El humo era atajado por una campana arriba de la estufa, por lo que la cocina sólo estaba acumulando un delicioso aroma.
—¿Crees que le falte sal? —preguntó ella, dándole a probar un poco.
Rapha saboreó y negó con la cabeza.
—Está perfecto.
Ella sonrió.
—De acuerdo, ya está listo. Llama a los demás; serviré los platos.
Rapha lo pensó.
Él tenía prohibido cocinar, pero no tenía prohibido servir.
—Ve tú, yo sirvo.
—¿Seguro?
Rapha le guiñó un ojo.
—Seguro.
Mona accedió.
Rapha sirvió 10 platos en la mesa; no tardaron en incorporarse April y Casey a la hora de la comida; ellos llegaron con unos baguettes. Pronto llegaron Mikey y Shinigami; luego Leo, Karai (que habían estado entrenando en el dōjō) junto a Mona. Al final llegaron Donnie y Renet, quién había llegado de visita; su cetro del tiempo estaba teniendo algunas fallas y quería que el genio le echase un vistazo.
—Tú cortaste los rábanos, ¿verdad, Rapha? —preguntó Donnie, alzando un rábano con ayuda de sus palillos.
—¿Qué te hace pensar eso? —preguntó Mona.
—Me saben un poco a "desesperación". —Donnie comió el pedazo de rábano, mirando fijamente a Rapha, que le devolvió la mirada.
Jodido observador.
—No corté nada —mintió fríamente.
La mesa se quedó en silencio. Lo único que se oía eran los ruidos de los cubiertos.
—A mí me gustan los rábanos —dijo Renet, inocentemente; luego sonrió, mirando su plato—, me pregunto a qué sabrá la "curiosidad".
Por alguna razón, Donnie tosió un poco. Pronto se calmó, pero no dijo nada. Su mano tembló un poco cuando se acercó a su vaso de agua, para poder tomar un gran trago. Renet se rio por lo bajo, volviendo a comer.
—¿Estas bien, Donnie? —musitó April, alzando una ceja.
—Sí… sí… todo bien, gracias.
Los restantes de la mesa los observaron el silencio; cada uno mandó a los otros una mirada silenciosa con una pregunta: ¿a estos dos qué les pasa?
La única que pareció haber entendido fue Shinigami, que se llevó una mano a la boca, porque retenía su risa.
Mona y Rapha se vieron entre ellos. Ambos alzaron los hombros.
Un día ¿normal? En la guarida de los Hamato.
—FIN—
Saludos y espero que les haya gustado.
Gracias por leer.
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