Trilla había abandonado la nave, con su nuevo casco, y ahora miraba fijamente a aquella criatura, que le devolvía la mirada con la misma fijeza que ella. Le llamó la atención que parecía tener una cicatriz en el ojo izquierdo. Se quedó mirándolo, girando levemente la cabeza, movimiento que el pikmin imitó, agitando sus grandes orejas.

_ Bueno, una vez pasado el impacto inicial… supongo que no estás tan mal… para ser una zanahoria del infierno. _ Apuntó, aproximándose. _ De hecho, eres bastante mono.

El Pikmin hizo una cabriola y se encaminó rodando en lo que parecía una dirección aleatoria. Trilla le siguió, y sus ojos se abrieron de par en par al ver el motor de su nave, allí tirado, como si nada. Al igual hasta llegaba viva al día siguiente.

_ Si no supiera que es imposible creería que sabes lo que estoy buscando. _ Murmuró. _ Bien, veamos… lo primero es… ¡No, espera!

El pequeño Pikmin había tocado el motor antes de que Trilla lo preparara y se había llevado una buena descarga que lo había lanzado por los aires. Trilla ya estaba preparada para despedirse de su única compañía en el planeta cuando vio que se levantaba sin más.

_ Vaya… parece que te llevas bien con la electricidad… Creo que te llamaré Sparky. _ Sonrió, apagando el motor del todo, tomándolo y tratando de moverlo… sin éxito.

Sparky trató de ayudarla, pero era imposible. Por más que tiraron ambos, el motor no hizo el más mínimo movimiento. Trilla se quedó sentada en el suelo, mirándolo. Era enorme y pesado, decididamente entre los dos no iban a moverlo ni un ápice.

_ ¿Y ahora qué, Sparky? ¿Alguna idea? _ Preguntó Trilla.

Se sentía tonta hablando con el pequeño Pikmin, pero tampoco tenía nada que perder… ya le gustaría que hubiera alguien que pudiese verla y llamarla tonta por hablar con una criatura que, a pesar de que respondía a órdenes sencillas de su silbato, evidentemente no podía entender sus palabras.

Sin embargo, cuando Sparky se puso en pie, Trilla alzó una ceja y le siguió. No estuvieron caminaron demasiado tiempo antes de detenerse ante algo que a Trilla le recordó mucho al Pikmin. Del mismo color, y adornado por una flor, se encontraba levemente enterrado en la tierra. Sparky trató de sacarlo y Trilla decidió ayudarle.

El objeto dio un respingo cuando lo liberaron de su terrosa prisión y se elevó, desplegando unas largas patas para situarse en el suelo y emitir una pequeña corriente de luz. Trilla no entendía nada en absoluto y se quedó observando en silencio.

Sparky había cogido lo que parecía una gran fruta y había ido corriendo en su dirección, provocando que aquella cosa la absorbiera cuando fue tocada por la luz. El objeto se contrajo y expulsó lo que parecían unas semillas que, ante los ojos de Trilla se hincharon y liberaron una pequeña formación parecida a una zanahoria amarilla, rematada en una hoja.

Sparky intentó sacarlo sin éxito. Trilla consiguió reírse. Decididamente no esperaba conseguir reír en aquella situación. Nada parecía tener sentido, pero tampoco tenía nada que perder, así que se dejó llevar. Se llevó una sorpresa al tirar y comprobar que… otro Pikmin emergía de la tierra.

_ Sí que son zanahorias del infierno… _ Dijo, en un susurro, mientras se preguntaba cómo aquel extraño planeta había dado lugar a ser como aquellos.

_ Entonces… si le doy de comer a esa cosa… Consigo más Pikmin… _ Razonó. _ Quizá, con unos cuantos más incluso llegue a mover el motor.

Seguía sin entender nada, pero el tiempo pasaba, inexorable, y aunque no pareciera tener sentido, no le quedaba más remedio que seguir adelante con aquellos extraños experimentos, porque, de lo contrario, iba a morir aquella misma noche.

Pensó en Sarah. En su bonita sonrisa, en cómo se acurrucaba con ella por las noches, en los días de invierno en los que le llevaba chocolate caliente a la cama para despertarla porque se amodorraba y no quería salir.

Así que, guiando a Sparky y a su compañero, buscó algunas de esas frutas y les ordenó que las llevaran hasta la… ¿Incubadora? No, decididamente debía buscarle otro nombre que no la perturbase tanto.

Cuando se quiso dar cuenta, disponía de una pequeña guarnición de pikmin, todos ellos con sus orejitas enormes y su mirada ligeramente atolondrada. Usó el silbato y todos se pusieron en formación.

_ Bien, vamos a por el motor.

Fue extrañamente gratificante ver a los Pikmin cargar con la maquinaria y encaminarla hacia la nave. Trilla se sintió poderosa cuando la obedecieron. El motor encajó en la nave y tuvo que dedicar algo más de tiempo a colocar la pieza y volver a soldarla. Por suerte, era una manitas y consiguió encajar la pieza.

_ Bien, veamos el encendido remoto, porque no quisiera estar ahí dentro cuando se recoloque. _ Agitó el silbato. _ Pikmin, apartaos, esto va a hacer ruido.

La nave se elevó y giró hasta colocarse en la posición correcta. Trilla puso los brazos en jarras y emitió un suspiro.

_ Es imposible salir de la atmósfera con esto así… pero al menos podre pasar la noche lejos de las bestias que habitan el planeta. _ Se crujió la espalda. _ A seguir mañana.

Se acercó a Sparky y le pasó la mano por la cabeza, dedicándole una sonrisa. Él la miró en respuesta. No parecía que los pikmin fuesen especialmente listos, pero estaba claro que se esforzaban.

_ Gracias por todo lo que has hecho hoy, Sparky.

No estaba segura de que fuese a contar con los Pikmin en el futuro. El resto de piezas no parecían estar tan cerca, y no sabía si habría más de ellos en esas zonas. Lo que sabía seguro era que necesitaba dormir a pierna suelta para recuperar la compostura.

La nave despegó y se quedó en una altura respetable. Afortunadamente, no tenía que preocuparse del combustible, mucho menos de la comida. Las zanahorias Pikpik se habían dispersado por la nave, y Sarah le había dejado un pelador para que se comiera alguna mientras trataba de vender el resto.

Así que Trilla cogió un par de zanahorias, el pelador y empezó a pelarlas. Tenía provisiones de sobra para el tiempo que le quedaba, al menos eso no sería un problema. Emitió un hondo suspiro y extrajo su cartera del bolsillo. Se quedó observando una pequeña foto de carnet de Sarah que tenía allí.

Estuvo en silencio, observando la fotografía mientras se comía las zanahorias. Sería la primera vez desde su noche de bodas que no cenaban juntas. Sarah debía estar preocupadísima.

_ ¿Qué estará pensando? Al igual se cree que me he liado con otra… _ Murmuró, negando con la cabeza. _ Seguramente piense que me han secuestrado… o que estoy muerta…

Se le escaparon las lágrimas y volvió a sacar la cartera, observando aquella sonrisa y aquellas pequitas tan monas que tenía. Sarah no le gustaba a su madre, lo recordaba muy bien. Le había dicho que ¿Cómo iba a salir con "esa granjera"?

Pero fue amor a primera vista. En cuanto sus miradas se cruzaron, lo había sabido, a pesar de la insistencia de su madre. Aunque había tenido razón en una cosa, para Trilla la vida en el campo no había sido demasiado fácil al principio. Ella… no parecía hecha de la pasta necesaria para sobrellevarla.

_ Ni siquiera sé qué hora será allí… _ Se paró a pensar. _ Quizá le está dando de comer a los animales… quizá esté en el salón… supongo que preguntándose por qué no he vuelto.

Trilla hablaba por una simple razón. Mantener la mente ocupada la ayudaba a no romperse y no sentir que se le caía el mundo encima. Sabía que, si realmente había alguna posibilidad de salir de todo aquello con vida, pasaba por mantenerse entera. Porque en el momento en el que parase, no volvería a arrancar.

Trilla despertó a la mañana siguiente y se quedó mirando hacia el exterior de la nave, lanzando un hondo suspiro.

_ Así que no era una pesadilla, sigo aquí. _ Murmuró. _ Bien, veamos si atino a distinguir algo desde aquí arriba.

Lo primero que llamó su atención era que… el extraño artefacto que generaba pikmin parecía estar volando a su lado.

_ ¿Esa cosa vuela? _ Preguntó, alzando las cejas. _ ¿Y me van a seguir a todas partes?

Los Pikmin y las cebollas parecen establecer una relación simbiótica.

_ ¿Una relación simbiótica, conmigo? _ Alzó una ceja. _ Y esas cosas son las cebollas…

Trilla recordó cómo los Pikmin habían aumentado rápidamente su número siguiendo sus órdenes. Lo entendió en seguida. Ella conseguía sus piezas y ellos se volvían más numerosos. Tenía todo el sentido del mundo.

_ Bien… entonces… aterricemos… jugaría que he visto algo en aquella zona de allí.

La nave descendió lentamente hasta posarse en la arena. Y, frente a ella, la cebolla, con sus Pikmin listos para salir. Trilla hizo sonar el silbato cuando abandonó la nave y una comitiva de al menos veinte Pikmin, liderados por Sparky, se pusieron en marcha. Trilla había visto algo brillando, algo metálico. No tenía más pistas, así que no tenía más remedio que aferrarse a eso.

Aquel desierto parecía inmenso, lleno de objetos que a Trilla le resultaban desconcertantes. Trilla comenzó a andar. Bajo el casco el calor se hacía notar, pero daba gracias a ser tan morena como era para no quemarse. No le importaría nada darse un buen baño… extrañaba una buena ducha o mojarse con la manguera en casa.

Finalmente llegó a donde había visto el brillo. Y, efectivamente, logró ver una pieza de su nave… nada más y nada menos que el radar. Una vez lo tuviese, podría usarlo para encontrar el resto de piezas de la nave con más facilidad.

Era una grandísima noticia. Pero Trilla no sonrió, y lo hizo por una buena razón. Había unas criaturas rodeando la pieza. Le recordaron a unas botellas de plástico deformes. Afortunadamente, se encontraban durmiendo.

_ Está bien, me acercaré lentamente y me aseguraré de no despertarlos, quizá encuentre una forma de llevarnos la pieza sin llamar su atención. _ Aventuró. _ Sparky, esperad aquí.

Trilla bajó la cabeza y se movió sigilosamente, tratando de que el sonido de sus pies hundiéndose en la arena no alertase a las bestias que continuaban dormitando. Pero tenía claro que iba a necesitar una buena cantidad de Pikmin si quería llevarse ese radar. Estaba calculando cuantos necesitaría cuando escuchó un ruido y notó que la tierra temblaba.

Lo supo antes de girarse. Una de las criaturas se había despertado, estaba ajustando el pitorro que tenía por boca y… una llamarada surgió de él, a punto de prenderle fuego a su traje espacial. Logró escaparse por muy poco en un acto reflejo y, llevada por el puro miedo, tocó el silbato.

Los pikmin se arrojaron contra la criatura sin la menor duda, tratando de derrotarla. Pero se los quitó de encima y, junto a sus dos compañeros, les prendió fuego. Trilla echó a correr mientras escuchaba a los pikmin gritar, ardiendo sin control. Usó el silbato para tratar de llamarlos, sin demasiado éxito.

Cuando, a duras penas, se dejó caer sobre la arena frente a la nave, pudo comprobar que apenas quedaban tres o cuatro Pikmin. No se encontraba especialmente optimista.

_ Sparky… me alegra ver que tú sigues bien. _ comentó, mirándolo. _ Se ve que no soy una gran líder… Lo siento por tus compañeros… es una lástima que no seáis ignífugos…

Sparky pareció poner los ojos en blanco y le tiró del brazo. Trilla le siguió, estaba empezando a confiar en ese Pikmin. Sparky la guio hasta un lugar no demasiado lejano y pudo ver lo que parecía otra cebolla, completamente enterrada en la arena.

_ ¿Otra? ¿Es que quieres refuerzos? Vale, vale… ya la desentierro.

Trilla comenzó a desenterrar la cebolla sin perder más tiempo y no tardó en percatarse de que la misma era ligeramente diferente a la que ya tenía… Eran idénticas a excepción de…

_ ¿Por qué es roja? _ Se preguntó Trilla en voz alta, mientras terminaba de desenterrarla.

La cebolla se elevó ligeramente y, esta vez por sí misma, Trilla recogió lo que parecía ser un dátil de gran tamaño y lo acercó a la cebolla, que, tal como la primera, se contrajo y dejó caer unas semillas. A Trilla le llamó la atención que el tallo que había plantado era de un vivo de color rojo. Sin pensarlo demasiado, se acercó y tiró de la raíz, extrayendo al Pikmin.

El Pikmin, efectivamente, era rojo también. Carecía de las orejas que tenían Sparky y sus compañeros, pero tenía una larga nariz. En cuanto salió empezó a corretear de un lado a otro hasta que Trilla hizo sonar el silbato.