Disclaimer: South Park es propiedad de Matt Stone y Trey Parker. Los Mitos de Cthulhu son propiedad de H. P. Lovecraft y los miembros del Círculo Lovecraft. Cualquier similitud de esta parte con la novela Déjame Entrar de John Ajvide Lindqvist puede ser mera coincidencia… o tal vez no.
Universo Lovecraft-Park
Lo que se esconde en las sombras
V. No hay perdón para los condenados
1
¿Se puede odiar a Jesús?
Hasta ese día, Butters no se había planteado tal pregunta; hasta ese día Butters había querido creer que Dios era bueno, que Dios cuidaba de las personas buenas. Pero, ahora que conocía lo que había pasado con Isabel, realmente no estaba tan seguro de eso. No. De hecho, estaba seguro de que Dios no era bueno, y Jesús tampoco.
Algo dentro de él se había quebrado en las últimas horas. Lo que producía esa luz que lo llevaba a buscar la bondad en todo, incluso en la tristeza, se había destrozado. Jesús mismo lo había destrozado.
2
He aquí la historia de una familia feliz. Está compuesta por tres hijas. Un padre, político y diputado federal de su nación, y una madre amorosa. Una familia feliz de la clase alta mexicana.
Aunque el mundo en el que viven no es uno feliz. Es 1941, y hay una guerra mundial. Pero esto no es importante para nuestra historia. El hecho es que la abuela ha enfermado, y la familia debe ir a verla a la ciudad de Guanajuato.
La abuela ha muerto, entristeciendo a esa familia. Es muy cruel, pero no es todo. La realidad aún tiene otro golpe que darle a esta familia feliz. La hija de en medio, una dulce niña de cabellera castaña oscura y ojos color chocolate, quien solo tiene siete años de edad, está a punto de serles arrebatada.
Ajena a esta familia, una mujer monstruosa, a quien las leyendas locales han apodado la Dama Nocturna, vaga por las calles en busca de una hija perdida mucho tiempo atrás. Al no encontrarla se desespera, enloquece, busca un reemplazo.
Y ese reemplazo es una de las niñas de aquella familia.
La noche cae en un viejo parque, donde unas personas desesperadas llaman en busca de una hija arrebatada.
Mientras, a muchos kilómetros de allí, a aquella niña le ha sido arrebatada su humanidad. La sangre fluye por primera vez por su garganta. Es obligada a abrazar la oscuridad y Dios le da la espalda, por qué, aunque ella no eligió ese destino, aunque era una pequeña y frágil criatura incapaz de luchar contra el monstruo que le ha arrebatado su inocencia, Dios no perdona a los condenados.
3
Estaba oscureciendo. Butters quería quedarse con Isabel, pero sabía que no podía. Esa misma noche ella se marchaba de regreso a casa.
Los dos niños seguían el sendero que llevaba al pueblo. Isabel llevaría a Butters hasta la entrada del mismo, donde se despedirían definitivamente. El viento frío que descendía desde las montañas rocosas golpeaba de forma implacable el rostro de Butters. Pero lo aguantaba.
—¿Alguna vez volverás? —se atrevió a formular la pregunta que desde hacía horas rondaba por su mente.
Isabel no contestó. Se detuvo, Butters hizo lo mismo. Los pinos a su alrededor se agitaban, mientras la luz del día descendía con rapidez. Ese día había parecido tan corto.
—No lo sé —respondió ella al fin.
Claro, Coon y Amigos seguían rondando las cercanías, y al parecer continuarían allí por mucho tiempo.
—Debe haber una forma de seguir en contacto —dijo Butters—. Tal vez cartas.
—No tengo una dirección para recibirlas —respondió Isabel.
Butters se regañó a sí mismo mentalmente. Claro, era lógico, Isabel había dicho que era un ser errante, seguro no se quedaba en un sitio lo suficiente como para recibir correo, menos internacional. Si ella tuviera un celular, o una cuenta de Facebook… sonrió ante tal ocurrencia.
Reanudaron la marcha. Las luces del pueblo se veían cada vez más cerca.
—Al fin te encuentro —la voz pareció cortar el viento de tajo.
Los niños se detuvieron de golpe. Frente a ellos, un hombre de cabellera castaña, barba y vestido con una túnica blanca parecía estar esperándolos.
—Oh, Jesús —susurró Butters reconociendo a esa persona.
Isabel se tensó. Algo dentro de ella comenzó a sentir miedo, le urgía escapar del lugar.
—Los rumores de tu presencia me trajeron de vuelta a South Park —dijo el hombre.
—Ella es nuestra presa, Nazareno —una voz fría llenó el paraje.
Al instante, Dark Prince y Mysterion surgieron desde las sombras.
—Atrás, criaturas del infierno —dijo Jesús—. Es mi trabajo derrotar a este ser del inframundo.
—Estás muy lejos de tu área, Nazareno—dijo Mysterion—. Nosotros protegemos South Park.
—Los Supermejores Amigos recibimos una petición de ayuda de Yates. He venido a terminar con la causa de las muertes en la región.
Butters tomó la mano de Isabel para, aprovechando que al parecer los héroes estaban ocupados en una discusión entre sí, echar a correr. Sin embargo, una bola de fuego disparada por Dark Prince les cortó el camino.
—Ni lo piensen —dijo el Anticristo con sorna.
—¡Butters! —gritó Mysterion—. ¡Deja de protegerla! Solo te está usando.
—No.
El niño se puso de pie frente a Isabel, como había hecho la noche anterior.
—Hijo, no entiendes que tipo de ser es al que estás protegiendo —intervino Jesús.
Butters sintió que Isabel lo tomaba por los hombros. La niña era más pequeña que él por casi una cabeza. Avanzó hasta ponerse frente al rubio.
—Isabel —susurró Butters.
—No quiero ponerte en peligro —dijo ella, con cierta melancolía.
—Tú eres mi amiga, yo…
—Puedo cuidarme, Butters, lo he hecho por más de setenta años. Pero, te lo agradezco. Nadie se preocupó por mí antes de ti. Gracias, amigo.
La mirada de Isabel se posó en Jesús.
—¿Es cierto? —preguntó—. ¿Tú eres Jesús, el hijo de Dios?
Isabel miraba al profeta con una mirada indescifrable.
—No creas que tendré piedad por alguien que ha abandonado la gracia…
—¿Qué se siente? —le interrumpió ella.
Todas las miradas estaban fijas en la niña.
—¿Qué se siente que asesinen inocentes mientras invocan tu nombre? —continuó—. ¿Qué se siente que quemen a una niña inocente pensando que esa es tu voluntad?
—Isabel… —susurró Butters, entendiendo que se refería a Karina.
La niña dio un paso hacia delante. Sus ojos se tornaron amarillos.
—Los hombres tienen libre albedrío y cometen errores en mi nombre y el de mi padre —respondió Jesús.
Isabel soltó una carcajada hueca.
—Eso lo justifica todo, supongo —dijo, con claro sarcasmo.
—No justifica nada, pero…
—Frida —escupió el nombre— dijo una vez que Dios era el monstruo más grande de cuantos existían. El monstruo que nos volvía la espalda.
—Ustedes abandonaron la gracia y eligieron el pecado.
—¡Pero yo no quería! —gritó ella, dolida—. Yo quería quedarme con mi familia. Yo quería crecer, ser humana. ¡Yo no elegí esto!
Cerró los ojos. Las lágrimas de sangre tiñeron su rostro de rojo.
—Una vez, un sacerdote, de los pocos que realmente supieron lo que yo era, me dijo que Dios aún me amaba. Si pudiera traerlo aquí a presenciar esto, creo que perdería su fe, ¿no es así?
El silencio se extendió por el lugar.
—Parece que has perdido otra alma, Nazareno —dijo Dark Prince. No parecía poder contener lo hilarante que encontraba todo el asunto.
—Calla, semilla de Satán —clamó Jesús. Luego se dirigió a Isabel—. Los pecados deben ser purgados. Lo que pasó contigo es triste, pero tu existencia fue manchada. No hay nada más que pueda hacerse.
Jesús sacó una estrella que parecía estar hecha de paja. Oprimió un botón al centro y de inmediato cinco afiladas cuchillas emergieron.
—¡No! —gritó Butters, intentó correr para ponerse frente a Isabel. Mysterion se arrojó contra él, lo tumbó al suelo y lo sujetó fuertemente, para evitar que se atravesara.
Jesús arrojó su arma. Isabel cerró los ojos. La bestia dentro de ella quería defenderse, la parte humana solo quería la paz de la muerte.
Parecía que todo iba en cámara lenta. Las cuchillas se impactaron contra el pecho de la niña, la cual salió despedida contra un árbol. El arma aún giraba cuando quedó incrustada contra el tronco del mismo. Finalmente se detuvo. La mano izquierda de Isabel se agarró de una de las cuchillas e intentó zafarse, pero su cuerpo perdía sangre demasiado rápido, y sin la sangre no tenía nada de su fuerza sobrehumana.
Su vista vagó hasta Butters. El niño lloraba, tratando de apartar a Mysterion para correr hacia ella. Estiró su mano, si tan solo pudiera tocarlo. Su muñeca, aquella que Butters le había dado, estaba en la cabaña, como le gustaría tenerla allí.
Quiso decir algo, pero sintió que la sangre que brotaba de su boca se lo impedía.
Y entonces comenzó el fuego. Parecía brotar desde sus entrañas mismas, era como si de pronto la poca sangre que aún quedaba dentro de ella comenzara a hervir, para posteriormente prender fuego a sus órganos.
4
Butters continuaba llorando en el suelo, cuando Mysterion lo soltó. El niño estaba demasiado débil para moverse.
—Después de la muerte —dijo Jesús—, tus crímenes durarán una eternidad. Sin embargo, rezaré por el bien de los muertos.
—¿Rezarás por ella? —la voz quebrada y sollozante de Butters rompió el silencio—. No te burles de mi amiga.
—Butters —susurró Mysterion.
—Hijo, entiende, ella debía…
El rubio negó con la cabeza, mientras se ponía de pie con dificultad. Sacudió la nieve de su ropa y avanzó con paso tambaleante hacia el árbol, donde ahora se hallaba la silueta ennegrecida de lo que antes había sido Isabel.
—Los monstruos no pueden sonreír —dijo Butters—. Los monstruos no tienen nombre. Los monstruos no pueden hacer amigos. Ella tenía un nombre, y podía hacer todo eso. No la insultes más, por favor.
Se sentía completamente abatido, mientras su mirada iba de nuevo a los restos carbonizados de Isabel.
—¡Me dijiste que me defendiera! —dijo, mientras caía de rodillas nuevamente—. Entonces, ¿por qué tú no lo hiciste? ¿Por qué dejaste que…?
Jesús suspiró.
—Sé que ahora no lo entiendes. Pero llegará el momento en que comprendas que su existencia era un pecado que debía ser corregido.
Butters volvió a ponerse de pie.
—¿Corregido? —susurró, agachando la mirada incapaz de ver al llamado hijo de Dios frente a frente—. Si era un error, ¿quién lo cometió? ¿Fuiste tú? ¿Fue tu padre? ¿Quién de ustedes dejó que una niña pequeña e indefensa se convirtiera en esto? ¿No se supone que Dios no deja que le ocurran cosas malas a la gente buena?
—Lo que habla es tu dolor…
—Sí, mi dolor. —Su mano se envolvió alrededor del frasco que aún contenía la sangre de Isabel, aquello que supuestamente le protegería de los que eran como ella—. Pero su dolor también hablaba. Su dolor era mucho mayor que el que yo siento en este momento. La escuchaste, ella sufría, ella… ella…
Butters se derrumbó nuevamente.
—Lo llevaré a casa —declaró Mysterion. Caminó hasta el niño de chaqueta negra y trató de levantarlo. Butters, débil debido al dolor, se dejó llevar.
—Creo que hiciste suficiente, Nazareno —dijo Damien, quitándose la capucha de Dark Prince—. Está claro que luego de esta noche el pequeño Stotch hará lo que ustedes tanto temen.
—Las escrituras se están cumpliendo. —Jesús dio media vuelta y comenzó a caminar de regreso al pueblo.
Mysterion escuchó este pequeño intercambio de palabras, tomando nota de él. Debía cuestionar a Damien al respecto en cualquier momento. Por ahora debía llevar a Butters a su casa.
5
Butters pasó el resto de la semana encerrado en su habitación. Sus padres querían creer que era debido al castigo, pero cuando se negó a salir incluso para ir a la escuela, quedó más que claro que su reclusión era por voluntad propia. Debía pasar un periodo de duelo.
Durante ese periodo, Butters meditó las cosas. Era extraño, había visto a Isabel muy poco. Unas cuantas horas, para ser precisos. Dos encuentros en México y dos más en South Park. Entonces, ¿por qué su muerte dolía tanto? Sabía la respuesta. Ella no había intentado aprovecharse de él como hacían los chicos en la escuela. Ella había confiado en él contándole parte de su historia, de su triste historia.
Apretó el frasco de sangre entre sus manos.
Defenderse.
Isabel le dijo que se defendiera.
Se levantó de la cama, donde había estado la mayor parte del tiempo. La habitación estaba en penumbras, casi era el anochecer. Caminó hasta su buró, lo movió y estiró la mano para sacar el Necro… Su mano palpó el hueco en la pared, sin encontrar nada. Sintió pánico.
—¡Salchichas! —exclamó asustado.
¡El Necronomicón no estaba!
Respirando pesadamente se sentó en la cama. Tenía que tranquilizarse. Estaba seguro de que sus padres no lo tenían. Es decir, si hubieran encontrado un grimorio en su cuarto lo hubieran mencionado. Sin duda no dejarían pasar una oportunidad como esa para castigarlo.
Pero, si sus padres no lo tenían, entonces…
La abuela.
La idea surgió en su mente y el horror dentro de él creció. Si su abuela lo tenía…
—¿Has terminado de llorar, pequeño marica? —La conocida voz de su abuela se escuchó desde la puerta.
Efectivamente, ella estaba allí, de pie, en el marco de la puerta, con el Necronomicón en sus manos.
—¿Buscabas esto, marica? —continuó la anciana.
Butters se puso de pie.
—Necesito ese libro, abuela —dijo, manteniendo un tono frío.
—¿Qué harás con él, mariquita?
—Eso no te incumbe.
La abuela entró en la habitación y cerró la puerta tras de sí. Caminó lentamente, mientras Butters, se sentaba en el borde de la cama, no apartaba la vista de ella.
—Responde, marica, ¿para qué quieres este libro?
Butters se levantó.
—No quiero lastimarte, abuela. Dame ese libro.
La abuela sonrió. Abrió el libro, y pareció hojearlo.
—¿Vas a lastimarme? —preguntó, sin ningún ápice de burla en su voz.
Butters entrecerró los ojos.
—Para invocar a Yog-Sothoth —dijo la abuela, leyendo el Necronomicón—. Para invocar a Hastur, el innombrable… Eres malo ocultando las cosas, marica. Un libro de Introducción al latín, que obviamente es de universidad, y un Necronomicón mal escondido en un hueco de la pared. Era cuestión de tiempo para que alguien lo encontrara, Profesor Marica.
Butters apretó los dientes.
—¿Qué ibas a hacer con este libro?
—¡Vengarme! —espetó, casi en un grito—. ¡Vengarme de mis padres, de mis supuestos amigos, de ti… y de él… el que mató a Isabel!
La abuela sonrió.
—No veo como puedas hacer eso —dijo, mientras se sentaba en la cama, colocando el libro sobre sus piernas—. Ni siquiera sabes leer el libro. ¿Sabes que si lo lees de manera incorrecta puedes enloquecer ante el horror primigenio?
Butters miró a su abuela con una expresión extraña. Por un momento le había parecido que su abuela… no, imposible, la abuela lo odiaba.
—¿Realmente quieres aprender cómo usar este libro? —preguntó.
Butters pareció dudarlo.
—¿Tú… sabes cómo utilizar el Necronomicón?
—Si realmente quieres venganza, entonces deja de ser un marica.
La abuela se levantó y salió de la habitación.
6
Butters no regresó a la escuela. Habían pasado dos semanas desde que todo aquello pasara, y no daba señal alguna de que fuera a volver.
Ese día, Garrison les había informado algo que a decir verdad todos esperaban. Butters no volvería. Esa mañana sus padres habían ido a darlo de baja definitivamente de la escuela. Al parecer se mudaba con su abuela a Hawái.
Las murmuraciones y rumores no se hicieron esperar. Wendy sugirió hacerle una fiesta de despedida. Pero Garrison le aseguró que era tarde. Según el padre de Butters, se marcharía en el vuelo de las tres. A esa hora —las doce menos cuarto— seguramente ya iba camino al aeropuerto de Denver, si es que no estaba allí ya.
Nuevas murmuraciones. Butters se había marchado sin despedirse de nadie.
—Kenny, ¿tú sabías de esto, no? —preguntó Clyde.
Kenny frunció el entrecejo. Kyle y Stan se dieron una mirada mutua de nerviosismo. Esperaban que Clyde no supiera algo que no debía, después de todo había sido parte de Coon y Amigos en el pasado.
—¿Por qué debería saber algo? —replicó Kenny. Había decidido dejar de usar la capucha puesta todo el tiempo.
—Eres su mejor amigo, ¿no?
Kenny se golpeó la cabeza contra su pupitre. Luego de un año todavía insistían con eso.
Sin embargo, Kenny realmente estaba preocupado por Butters. En días pasados había intentado verlo. Los señores Stotch no se lo habían permitido, primero por qué estaba castigado; pero al acabar el castigo una semana después, la abuela Stotch había sido honesta con él: Butters no quería ver a nadie.
Durante sus vigilancias nocturnas se había dado algunas vueltas por los alrededores. Las cortinas de la ventana de Butters siempre estaban cerradas. Pensó en entrar furtivamente para ver cómo estaba, pero imaginó que no quería ver a Mysterion. No lo culpaba, Mysterion había estado allí esa noche, y había permitido que todo eso pasara.
Ahora Butters se iba de regreso a su ciudad natal, a vivir con su abuela. Esperaba que Butters encontrara paz allá a donde iba. Y que cuando volviera, si es que lo hacía alguna vez, volviera a ser el Butters que todos conocían.
7
Varias horas después, Butters miraba por la ventanilla del avión. Iba a Hawái nuevamente, para encontrarse con las tradiciones de su familia. Solo que esta vez eran tradiciones más antiguas y complicadas de las que sus padres conocían.
Durante la última semana la abuela había decidido que después de todo no era un marica. Ella le enseñaría el uso correcto del Necronomicón y otros rituales llevados a cabo desde tiempos inmemoriales por el culto de Hastur.
La abuela le había hablado de Hastur, el innombrable. Era un dios primigenio, al igual que Cthulhu. Pero, así como el anterior era adorado por sectas de pescadores y mineros –al menos en sus comienzos–, Hastur era adorado por brujas, brujos y chamanes desde tiempos remotos. No era de extrañar su relación con la magia más oscura y ruin del universo, después de todo era el vástago de Yog-Sothoth y medio hermano de Cthulhu.
Butters sacó su copia de El rey en amarillo para seguir leyendo. A pesar de que era una antología escrita por Robert William Chambers, un escritor de terror de finales del siglo XIX y principios del siglo XX, la abuela había insistido en que su lectura era necesaria. El autor se había basado en el Necronomicón para escribir sus cuentos, después de todo, y en una obra de teatro, al cual de hecho daba su nombre al libro, había colocado de manera estúpida o inteligente –según el punto de vista– el principal conjuro para invocar la bendición de Hastur.
Butters envolvió su mano sobre el frasco que aún contenía la sangre de Isabel.
Aprendería todo sobre los rituales y los conjuros, aprendería a dominar el poder de los Primigenios. Cuando volviera a South Park, habría perfeccionado el poder del Profesor Caos. Entonces los haría pagar, a Jesús y a Coon y Amigos. Pagarían por perseguir a Isabel hasta su muerte. Y también, se vengaría finalmente de South Park por toda una vida de sufrimiento.
