Disclaimer: South Park es propiedad de Matt Stone y Trey Parker. Los Mitos de Cthulhu son propiedad de H. P. Lovecraft y los miembros del Círculo Lovecraft.
Universo Lovecraft-Park
La sombra de Kadath
Cuarta Parte
Caos Reptante
Escucho el Caos que se arrastra llamando desde más allá de las estrellas.
Y Ellos crearon a Nyarlathotep para ser mensajero, Ellos Lo vistieron con el Caos para que su forma pudiese permanecer siempre oculta entre las estrellas.
¿Quién conocerá el misterio de Nyarlathotep? Porque Él es la máscara y la voluntad de Aquellos que eran cuando el tiempo no existía. El sacerdote del Éter. El Morador del Aire y tiene tantas caras que ninguna se recordará.
Las olas se hielen ante Ellos, los Dioses temen su llamada. En los sueños de los hombres Él habla en voz baja, aunque ¿quién conoce Su forma?
—Abdul Alhazred, El Necronomicón
XVII. Incertidumbre
Justo un día después de que el grupo de Kyle partiera hacia Massachusetts, South Park se vio envuelto nuevamente por el poder de los dioses Primigenios y Exteriores.
La primera señal de que algo estaba realmente mal fue la niebla. Tal como ocurriera años atrás, el pueblo amaneció envuelto en una niebla espesa y con las comunicaciones cortadas. South Park estaba completamente aislado. Teléfonos, radio, internet, televisión. Nada, ni una sola señal de cualquier tipo podía entrar o salir del pueblo.
Las personas no tardaron tiempo en presentarse afuera de la alcaldía a exigir una respuesta respecto a que estaba pasando. La alcaldesa entonces no tuvo más remedio que organizar una reunión en el centro comunitario a las dos de la tarde para discutir el asunto en conjunto. Eso calmó un poco los ánimos y la mayoría de las personas regresaron a casa.
- ULP -
Kenny y Damien se encontraban en la habitación en la que Karen descansaba. Esperaban a que despertara pronto. Umr-at-tawil había dicho que el alma tomada por Hastur regresaría a las pocas horas. Pero hasta el momento nada parecía ocurrir.
La puerta se abrió y una muy preocupada Henrietta entró en la habitación.
—¿Sucede algo? —preguntó Kenny al verla.
—Estamos incomunicados —respondió la gótica—. Todas las señales de comunicación con el exterior del pueblo se cortaron. Hay una espesa niebla rodeando South Park por lo que cerraron todas las salidas.
—Mierda —gruñó Kenny.
—Esos malditos dioses primigenios —agregó Damien.
Henrietta se limitó a asentir.
Justo en ese momento Karen comenzó a agitarse. Los tres presentes centraron su atención en la chica. Karen abrió los ojos lentamente.
—Karen, ¿estás bien? —preguntó Kenny al instante acercándose a su cama.
La niña parpadeó un par de veces. Luego asintió lentamente.
—Yo… —susurró. Sentía la garganta reseca y sentía el cuerpo pesado. Era como si estuviera regresando luego de estar un tiempo muy largo fuera de su cuerpo.
Recordaba un lago y las ruinas de una antigua ciudad a la orilla. Las olas del lago bañaban una costa de arena de aspecto y color extraño, mientras en el cielo brillaban estrellas que resultaban desconocidas.
—Carcosa —susurró.
—¿Karen? —murmuró Kenny. Damien apretó el puño.
—No volverás —fue Henrietta quien habló, extrañamente con un todo de voz tranquilizador—. Hastur borró tu nombre de su libro. Yog-Sothoth le obligó a hacerlo. Por ahora puedes descansar, Hastur no volverá a tocarte.
Karen asintió.
Los tres salieron de la habitación. Ahora que el asunto de Karen estaba resulto, debían ocuparse del problema de la niebla.
—Habrá una reunión en el centro comunitario al respecto está tarde —dijo Henrietta.
Damien resopló.
—Como si eso pudiera resolver algo. Únicamente serán un montón de humanos desesperados y otros más fingiendo mantener la calma y diciendo que todo está bajo control, cuando no tienen ni idea de que está pasando.
Kenny soltó un suspiro.
—Puede ser, pero de todas maneras estaré allí.
Luego se alejó por el pasillo.
- ULP -
A las dos de la tarde, tal como lo había prometido, la alcaldesa y los miembros del consejo municipal se presentaron en el centro comunitario para tranquilizar a la población.
El sargento Murphy, nombrado jefe provisional del departamento de policía del condado, aseguró que se estaba haciendo todo lo posible para restablecer las comunicaciones. También indicó que no se podían abrir las carreteras hasta que la niebla se disipara del todo. La gente exigía saber exactamente qué estaba pasando. A nadie se le olvidaba el hecho de que algunos años atrás algo así había ocurrido. La única diferencia era que esa extraña niebla roja de aquella vez no estaba en el pueblo… aún. Todos temían quedar inconscientes como había pasado la última vez, y despertar de pronto sin idea de que rayos había pasado y dándose cuenta de que al parecer perdieron prácticamente un día entero de su vida.
Kenny, entre la multitud, observaba como la histeria se hacía presente a pesar de las reiteradas peticiones de calma por parte del sargento Murphy y de la alcaldesa.
La gente comenzaba a calmarse, cuando de improviso una explosión sacudió el centro comunitario. Las luces fallaron apagándose un momento. Lo siguiente que supieron, era que alguien se había apoderado del proyector que se usaba en las conferencias y un vídeo se vio reflejado en la pantalla. Allí había un sujeto cubierto con una capucha negra y una máscara plateada.
—Es un placer que se hayan reunido, habitantes de South Park —anunció el hombre con voz distorsionada—. Es también para mí un placer anunciar que su pequeño pueblo ha quedado aislado del resto del mundo debido a mi acción. No intenten escapar o comunicarse con el exterior, es inútil. El pueblo está bajo mi control y el de mis criaturas, los gules.
—¿Qué demonios significa esto? —gritó la alcaldesa, y al poco tiempo varias voces más se habían unido.
Kenny, desde su lugar en el centro del auditorio, entrecerró los ojos. Butters estaba tramando algo grande.
—Impondré un toque de queda —siguió el hombre en la proyección—. Toda persona que se encuentre fuera de casa al anochecer será presa de mis monstruos.
—¿Monstruos? —murmuraron varias voces.
—¿Qué tontería dice? —gritó alguien entre la multitud.
—Y ahora, un mensaje en específico para Mysterion. Sé que estás viendo esto mismo ahora en el centro comunitario.
Nuevas murmuraciones.
—También sé que la mayoría de los miembros de Coon y Amigos han salido de la ciudad en su misión especial de rescatar a Stan Marsh. Y posiblemente intentaras hacer lo propio con su padre, Randy. Bien, si quieres que haya una cantidad menor de muertes, debes abstenerte de hacer cualquier movimiento. Si me doy cuenta de que estás merodeando por la ciudad luego del toque de queda, comenzare a atacar a la población de manera indiscriminada.
El miedo cada vez era mayor en el lugar. Lo peor era que los técnicos no podían apagar el proyector para detener el maldito vídeo.
—Igualmente, mis monstruos gul trabajaran en el estacionamiento del centro comercial de South Park construyendo un atractivo nuevo para la ciudad. Nadie debe acercarse al sitio. Cualquier muestra de que la policía, algún ciudadano, Mysterion o sus aliados, hayan estado allí significara el fin para su maldita ciudad.
»Dentro de una semana revelaremos un gran espectáculo allí para el disfrute de toda la población. Será un evento que jamás olvidaran, habitantes de South Park, y lo mejor de todo es que están invitados a presenciarlo. No querrán perdérselo… de hecho, para asegurar la asistencia, cualquier persona que no se presente, será adecuadamente eliminada.
»Mysterion, mi invitación es especialmente extensible a ti y a tus aliados. Después de todo, tendrán lugares en primera fila.
La transmisión se cortó. El lugar quedó en penumbras y en silencio. Las luces se encendieron finalmente y estalló el caos.
- ULP -
Durante todo el día intentaron comunicarse sin éxito con el profesor Carter y el grupo de Kyle. Tal como lo había dicho Butters en su mensaje –puesto que ninguno de los tres albergaba dudas de que fuera obra suya y el hecho de que el hombre en la proyección del centro comunitario fuera él mismo–, South Park estaba por completo aislado. Damien incluso había fracasado al intentar contactar con su padre.
Henrietta y Kenny se habían dirigido a una de las salidas del pueblo, quedándose varios metros observando los inmensos bancos de niebla blanca y espesa que cubrían de manera perpetua la carretera. Kenny decidió arriesgarse y adentrarse en la niebla. Caminó alrededor de diez minutos siempre en línea recta hasta finalmente salir… en el mismo punto por el cual había entrado.
Henrietta apagó el cigarrillo mientras permanecía pensativa.
—Seguramente esta niebla es producto de algún tipo de hechizo —dijo finalmente—. Uno poderoso. Si ni siquiera el chico satánico pudo pasar por dichas barreras, es inútil pensar que nosotros conseguiremos algo. No a menos que encontremos el conjuro usado para crear esto y lo revirtamos.
—¿Realmente crees que sea posible? —preguntó Kenny—. Es decir, sé que eres una excelente hechicera, Henrietta, pero…
Kenny negó con la cabeza. Había algo.
—¿Qué pasa, chico braga?
—Hay algo más en esa niebla —dijo—. No creo que Butters tenga el poder suficiente para hacer algo así.
—Ciertamente. Es muy posible que esté usando una fuente de poder para conseguir esto. Tiene el Trapezoedro Resplandeciente en su poder, después de todo. Y sin duda debe tener un Necronomicón. El asunto sería saber que tan completa es su edición.
Kenny soltó un suspiro ante eso. Con el Necronomicón todo parecía siempre resumirse a que tan completo o fiel respecto a los escritos del árabe loco era la edición que tenías. Se suponía que todos los originales árabes habían sido destruidos. Sin embargo, de tanto en tanto, surgían rumores sobre alguno que era encontrado en librerías de mala muerte o en viejas casas de anticuarios. Muchas falsificaciones, muchos grimorios de otros autores, o incluso textos que no tenían nada que ver con la magia y los rituales, eran vendidos o subastados como supuestos originales. Las copias en base a la versión incompleta y a medio traducir de John Dee parecían ser las más comunes. Las traducciones en alemán y castellano le seguían. En latín había muy pocas, Henrietta tenía una de estas, supuestamente la traducción de Olaus Wormius. En griego casi no quedaban. En fin, era siempre una ruleta de la suerte macabra el hacerse con una copia de dicho libro arcano.
Subieron al coche de Henrietta y regresaron a casa de la gótica. El cielo comenzaba a oscurecerse lentamente. El toque de queda estaba por comenzar.
- ULP -
Kenny pasó la mayor parte de la noche en la biblioteca dando vueltas de un lado a otro. Cada tanto se asomaba por la ventana para ver en dirección al pueblo. Quería salir a patrullar y asegurarse de que todo estaba bien, pero la amenaza de Butters pesaba sobre él. Lo sabía, no era en vano. De alguna manera estaba seguro el enemigo tenía una manera de saber en dónde estaba. Dios, era posible que mantuviera vigilada la casa.
Se sentó en la mesa alrededor de la cual llevaban a cabo sus reuniones. La incertidumbre era demasiada. No podía salir a asegurar de que los gules de Butters no cometieran atrocidades. No podía comunicarse con los otros para saber cómo iba el rescate de Stan. Se sentía acorralado.
No podía hacer más que dar vueltas una y otra vez en su cabeza a las palabras de Butters. ¿Un espectáculo? ¿A qué se refería con eso? ¿Qué era lo que sus gules construían en el estacionamiento del centro comercial?
Cerró los ojos mientras recargaba la frente contra la mesa. Al parecer mientras tuviera que seguir las reglas de Butters sus noches serían así.
- ULP -
Las personas que vivían cerca del centro comercial notaron que al caer la noche varios camiones de construcción llegaron al estacionamiento y comenzaron a descargar material. Una enorme lona fue levantada rodeando el estacionamiento. La policía se presentó, sólo para ser atracada por unas vestías. Los vecinos lo comentarían día siguiente. Durante gran parte de la noche se habían escuchado gruñidos de bestias y disparos. En algún punto los ruidos cesaron y varias patrullas se dirigieron a toda velocidad en dirección a Paso al Infierno.
Al día siguiente como prueba del enfrentamiento solamente quedaban restos de sangre, casquillos gastados y varias patrullas inutilizadas. Poco después del amanecer se habían recogido varios restos humanos. Estaban irreconocibles. Algunos solo eran huesos roídos al parecer por algún animal salvaje de gran tamaño.
Cerca del mediodía, en los altavoces del centro comercial, resonó la voz distorsionada del centro comunitario:
—Se los advertí. Lo de anoche fue solo una prueba. Si la policía o algún miembro de Coon y Amigos vuelven a intervenir, comenzaremos a atacar a las personas en sus casas.
El pánico se incrementó. Varias personas tomaron sus coches y trataron de salir del pueblo a pesar de la niebla. El primer coche que se internó en esta parecía haberlo conseguido. Diez minutos después salió de la niebla por el mismo punto por el que había entrado. El conductor muy desconcertado aseguraba haber conducido en línea recta todo el tiempo.
Dos conductores más entraron a toda velocidad, con el mismo resultado. Intentaron lo mismo por otro lugar, incluso a pie por el bosque o en barco por el río. Nada. Siempre regresaban al mismo punto por el que habían entrado a la niebla.
Cuando la noche cayó las calles quedaron vacías por completo.
En el estacionamiento del centro comunitario se podía escuchar el resonar de los martillos durante toda la noche y hasta muy avanzada la madrugada. Nadie se atrevió a ver qué era lo que se construía allí.
Para el tercer día, la gente estaba desesperada.
Hubo una nueva reunión en el centro comunitario y muchos votaron por ir a esa maldita construcción armados y acabar con quien fuera que estaba haciendo eso. Se negaban a dejarse vencer.
El sargento Murphy se impuso para decir que no había nada que hacer. Eso era un suicidio. Él lo sabía de primera mano. Había perdido a la mitad del departamento devorado por esas criaturas, gules, y otros tantos agentes más habían renunciado. Un par se había suicidado. Al menos una docena se debatía entre la vida y la muerte en Paso al Infierno.
Esto provocó una batalla. Gente exigiendo retomar su pueblo. Otros pidiendo la destitución del departamento de policía y el nombramiento de una policía ciudadana ante la imposibilidad de los funcionarios públicos de proteger al pueblo. Debían atacar al enemigo. Si Nueva Jersey no había podido con ellos, ¿por qué estas bestias sí?
Esa noche, varias personas, entre ellas Jimbo Kern y Ned Gerblansky, quienes se encargaron de suministrar armamento para la defensa del pueblo. El resultado fue el esperado. Muchos muertos y ningún resultado en la recuperación del pueblo.
El siguiente mensaje del invasor fue contundente. Las personas debían dirigirse al centro comunitario y pasar allí la noche. Todo aquel que luego del toque de queda estuviera en cualquier otro edificio del pueblo, sería la cena de los gules.
- ULP -
Durante ese tiempo, Kenny, Henrietta, Damien y Karen permanecieron en la mansión Biggle. Los otros tres chicos góticos también se habían refugiado en la casa, la cual había sido sellada por joven gótica para impedir que los gules pudieran entrar.
La gótica hacía todo lo posible por encontrar un conjuro que pudiera eliminar el que Butters usaba, pero ninguno de sus grimorios parecía tener la respuesta. Cada vez estaba más frustrada.
La sorpresa de todos fue cuando al cuarto día, una furgoneta negra se detuvo frente a la casa y de ella descendieron el profesor Carter y los demás miembros del equipo.
No se perdió tiempo en invocar una reunión en la cual el profesor les habló sobre el conjuro.
—Es una barrera mágica muy poderosa —dijo—. Es posible que el enemigo lleve preparándola hace meses. Desafortunadamente, este tipo de barreras, comunes en ciertas regiones de las Tierras del Sueño, no son detectables hasta que han sido activadas. Una vez esto ocurre, es imposible entrar o salir del área en la cual han sido colocadas.
—Pero ustedes entraron —contradijo Damien.
—Eso es porque quien la creo así lo permitió.
—No entiendo —dijo Kyle—, para el enemigo sería más fácil mantenernos separados. ¿Por qué dejarnos pasar?
—Porque somos los invitados de honor —dijo Kenny, luego les puso al tanto de todo lo que había estado pasando en el pueblo.
Igualmente, Kyle contó a Kenny lo ocurrido en Massachusetts, y lo extraño que había resultado que Hastur hubiera acudido para contener a Dagón en lo que ellos escapaban del Arrecife del Diablo.
—Seguramente fue obra de Yog-Sothoth —dijo Henrietta tras escuchar eso—. Todo parece indicar que él está de nuestro lado en estos momentos. Hastur es uno de sus hijos predilectos, así que tiene lógica que él le haya ordenado acudir a su ayuda.
—Fue una moneda de cambio —agregó Carter—. Yog-Sothoth no tiene por qué intervenir en un asunto que le compete a Dagón, sin embargo, debió hacerlo dado entiende que ustedes no dejarían atrás a un amigo. Necesita que enfrenten y detengan a Nyarlathotep, por tanto, hará todo lo posible para que ustedes no tengan motivos para revelarse contra él.
Estuvieron de acuerdo en ese punto. Pero ahora faltaba lo más complicado: la supuesta sorpresa que Butters tenía para ellos a final de esa semana.
- ULP -
Finalmente llegó el día en que se llevaría a cabo el gran espectáculo preparado para el pueblo. Al caer la noche, mientras todos estaban en el centro comunitario, un enorme contingente de gules rodeó el lugar. Las personas fueron obligadas a salir del edificio y conducidas por las solitarias calles en una especie de procesión hasta el estacionamiento del centro comercial.
Allí había una inmensa estructura de madera, similar a una pirámide mesoamericana. Una escalinata de casi diez metros de altura llevaba hasta la cima en la cual se había montado un altar para sacrificios. El tipo encapuchado, se acercó a la orilla del altar con un altavoz en las manos.
—Bienvenidos, habitantes de South Park —dijo—. Está noche serán testigos del alzamiento del nuevo dios al que deberán adorar. El Morador de las Tinieblas arribara a este lugar muy pronto.
Hubo varias murmuraciones de terror, acalladas por los gruñidos salvajes de los gules que escoltaban a las personas.
—Pero antes, tal parece ser que los invitados especiales de esta noche no se han presentado. Coon y Amigos, tienen una hora para aparecer, o mis gules darán cuenta de la multitud.
—¡No es necesario esperar, Caos! —gritó Mysterion, mientras aparecía de improviso al frente del altar.
Casi al instante, los demás miembros de Coon y Amigos se presentaron.
Cometa Humano, Mosquito, Toolshed, TupperWear, IronMaiden, El Coon, The Princess y Dark Prince estaban presentes al frente del altar.
—Sí, ahora que estamos todos, llegó el momento de la ceremonia de invocación.
Luego de eso, Caos se quitó la capucha y la máscara, al tiempo que alzaba la caja con el Trapezoedro Resplandeciente sobre su cabeza.
XVIII. Avatar
Caos sonrió con cierta amargura. El Trapezoedro Resplandeciente seguía dentro de la caja. En el momento que lo abriera el dios se presentaría. Aunque antes debía destruir las cadenas con las que Yog-Sothoth lo había encerrado en la desconocida Kadath años atrás. Para Butters todavía eran desconocidas las razones por las que el dios exterior supremo, a la falta de Azathoth quien seguía durmiendo al son de sus flautistas amorfos, había optado por ponerse del lado de Kenny y no del Caos Reptante, Heraldo de su padre, Azathoth.
Ahora eso poco importaba. Si el dios tenía éxito esa noche, adquiriría una ventaja insuperable contra esos héroes.
Los miembros de Coon y Amigos corrieron hacia las escaleras. Predecible movimiento, ciertamente. Los gules trataron de frenarles el paso, aunque era obvio que no conseguirían mucho. Los héroes que podían volar no perdieron tiempo en hacerlo.
Su abuela chasqueó la lengua al tiempo que recitaba un conjuro. Un enjambre de ángeles descarnados de la noche, horribles seres alados de color negro y de al menos el doble del tamaño de un humano, salió disparado desde detrás del altar para atacar a los héroes. Esas criaturas, traídas desde las Tierras del Sueño, eran sirvientes de Nodens, el Gran Señor del Abismo, uno de los Dioses Arquetípicos más poderosos, aunque ahora le servían a él gracias al usó de determinados conjuros que le permitían a su abuela controlarlos para actuar en contra de la voluntad de su amo. Debía admitir que la vieja era buena en lo que hacía. Era una lástima que no pasaría de esa noche.
La multitud gritó, al tiempo que algunos trataban de escapar, simplemente para verse detenidos por los cientos de gules que les rodeaban en todas direcciones.
Mysterion, al frente de los héroes que trataban de llegar a la cima del altar mediante la escalera, se abría paso esquivando las lanzas, las garras y colmillos mientras destrozaba los cráneos de los gules. No parecía querer usar sus poderes de Dios Primigenio.
—Desastre, los sacrificios —ordenó.
Dougie asintió. Desapareció por una trampilla junto a la piedra del sacrificio. En el interior de la pirámide de madera, accionó una palanca. Dos jaulas de madera, con los demacrados señores Stotch, subieron hasta el altar mediante un elevador algo rustico, pero funcional.
—Parece que finalmente voy a darles un uso adecuado —dijo Caos.
—¿Butters? —preguntó Linda. La mujer estaba pálida, las bolsas bajo sus ojos denotaban lo poco que había dormido desde que fuera secuestrada. Había hematomas visibles y su cabello era una plasta de suciedad y sudor. Su ropa era sucia y desgarbada.
—Llegó la hora de despedirnos, Linda Stotch —dijo Caos con una sonrisa cansada en los labios.
La mujer fue sacada de la jaula por los gules y llevada a la roca del sacrificio. Se retorcía y trataba de escapar, ocasionando que las garras de los gules se clavaran en sus brazos desgarrando la piel cual navajas.
—¡Butters! —gritó la mujer desesperada. Las lágrimas escurrían a raudales por sus ojos.
Fue colocada sobre el altar y atada de manos y piernas, mientras la ropa era desgarrada para dejarla desnuda. Butters, colocó la caja con la joya en un cuenco de piedra. Tomó el cuchillo de pedernal y se posicionó a un lado de su madre.
—Butters, por favor —susurró Linda entre sollozos.
—Descuida, mamá, será rápido y tratare de que no sufras mucho.
—Lo siento, Butters —se disculpó ella—. No fue nuestra intención… creíamos que hacíamos lo correcto…
—No importa, mamá, no importa. Eso es el pasado. Ahora hay que complacer al dios.
—¡Butters!
El cuchillo de pedernal se alzó sobre la cabeza de Caos, quien lo sostenía con ambas manos.
—¡Por favor, Butters!
El cuchillo descendió velozmente. Atravesó el estómago, abrió en canal hasta chocar con las costillas, la sangre saltó manchando el cuerpo desnutrido de su madre y salpicando el rostro de Butters. Los ojos llorosos de su madre aún lo miraban cuando metió la mano por la hendidura para posteriormente sacar el corazón aun latiendo del pecho de su madre. Todo esto en menos de treinta segundos.
Alzó el corazón sobre su cabeza, de la misma manera en la que antes alzara la caja con el Trapezoedro. El corazón fue luego arrojado hacia el cuenco de roca. Los gules se apresuraron a desatar el cuerpo de la loza del sacrificio para posteriormente hacerlo rodar por las escaleras como una bolsa de basura.
—¡Asesino! —rugió su padre desde la jaula.
—Siguiente —ordenó Butters, y pronto Stephen estaba igualmente en la roca del sacrificio.
—¡Desgraciado, asesino! —rugió el hombre—. ¡Arderas en el infierno!
—No, Stephen —contradijo Butters con frialdad—. Ese es el lugar que te corresponde a ti. Yo tengo un destino mucho más terrible. —Al decir eso, una sonrisa de resignación y tristeza se formó en sus labios.
No hubo más palabras para su padre. Mientras Stephen le insultaba, repitió el proceso, esta vez tomándose su tiempo para que la agonía de su padre durara más.
—Al final —dijo su abuela—, el inútil de Stephen sirvió de algo.
—Frías palabras para hablar de tu hijo —comentó Butters sin emoción alguna.
—No era digno —fue toda su respuesta.
Butters chasqueó los dedos y los gules se apresuraron a capturar a Dougie.
—¿Qué están haciendo? —gritó el chico con horror y sorpresa.
Butters le miró por un momento con tristeza. Durante mucho tiempo Dougie había sido su mejor amigo. Recordaba como Dougie, Pip y él pasaban la mayor parte del tiempo jugando; cuando todos los demás chicos en la escuela los odiaban. Luego, cuando Cartman había comenzado a envolverlo en sus planes enrevesados se había alejado de ellos. La siguiente vez que se reunió con Dougie fue en los muelles, justo después de crear a su alter ego, el Profesor Caos, la noche en la que Dougie se convirtió en el General Desastre. A partir de ese día, cuando no estaba con Cartman y los otros chicos, se la pasaba con Dougie tramando planes «malignos». Ah, en ese entonces claro que eran niños jugando a los supervillanos. Y entonces, se percató de que Dougie pasaba más tiempo de lo normal en el taller del profesor Adler. El mismo que le había dado el Necronomicón por órdenes del dios.
La muerte de Dougie era necesaria. Él había sido una de las piezas que lo habían arrastrado a ser lo que era. Un ocultista adepto a los primigenios. Ahora debía devolverle el favor.
El pelirrojo continuaba gritando mientras Butters llevaba a cabo el sacrificio. Fue hasta cierto punto un alivio el momento en el que los gritos cesaron. Butters arrojó el tercer corazón al cuenco de roca.
—Sólo falta uno —dijo.
La abuela Stotch sonrió.
—Es momento, Leopold. No tengas miedo. Estoy orgullosa de ti.
Butters asintió.
La abuela Stotch se recostó voluntariamente en la roca. Butters preparó el cuchillo.
—¡Iä, Cthulhu! —gritó la abuela Stotch antes de morir en manos de su propio nieto.
Los ángeles descarnados de la noche, una vez desapareció la persona que les tenía atados a su voluntad, alzaron el vuelo desapareciendo entre la noche. Los héroes capaces de volar, agotados tras luchar contra esas criaturas, aterrizaron en las escaleras y siguieron subiendo. Salvo por Iron Maiden, quien se mantenía flotando gracias a los propulsores de su silla.
El cuarto corazón cayó en el cuenco. Butters tomó un frasco y bañó el contenido con un líquido de color rojo oscuro. Luego lo encendió con una cerilla. Hubo un fogonazo de llamas azules y cuando se apagó solamente quedaba la caja que contenía la joya rodeada de las cenizas de los cuatro corazones. Dos de sus padres, uno de quien fue su mejor amigo y el de la persona que más había odiado, tal como lo estipulaba el ritual.
Tomó la caja, sin importarle que le quemara los dedos. La contempló un momento, luego se giró para ver los cuerpos sin vida de los cuatro sacrificios. Los gules ya daban cuenta de ellos, gruñendo como los animales que eran mientras devoraban la carne fresca.
Alzó la caja para finalmente abrirla.
El trapezoedro resplandeció de manera maligna, mientras Caos contemplaba la fantástica visión de la desconocida Kadath, una montaña imponente que se alzaba en el centro de la Inmensidad Fría, más allá de las Tierras del Sueño alcanzadas por los mortales. Y en la cima de aquella inmensa mole de roca, se encontraba el castillo inmenso cuyas altas y poderosas torres le daban el aspecto de una ciudad-fortaleza cuya construcción era por completo ajena a nuestro mundo. Era el castillo de Ónice, en cuyos salones una vez habían brindado y festejado los amables Dioses de la Tierra; en cuya sala del trono una vez se había sentado Yahveh; aunque en la cual ahora sólo Nyarlathotep, el Caos Reptante, mensajero y voluntad de los Dioses Otros que vagaban en la inmensidad del espacio, gobernaba desde detrás de los doseles del trono.
Sin embargo, debía cortar la conexión. Era momento de cerrar la caja que protegía aquella piedra preciosa que pertenecía al Morador, de otra manera el dios no podría presentarse.
La caja se cerró, justo en el momento en que Mysterion finalmente consiguió llegar a la cima del altar construido para la ocasión.
—¡Butters! —llamó el héroe.
Pero había llegado tarde, ya que fue justo en ese momento que sucedió: el cielo, que se había mantenido nublado durante todo ese tiempo, comenzó a arremolinarse, creando una especie de túnel de nubes tormentosas, con viento y relámpagos. De ese túnel emergió el dios. Se mostró como una inmensa criatura oscura y esférica, con dos enormes alas de murciélago, una larga cola que parecía una serpiente negra y con un inmenso ojo trilocular enrojecido por rostro.
—Llegas tarde, Mysterion, el Morador ha llegado —dijo Caos.
El héroe alzó la mirada para ver aquella monstruosidad que ahora se mantenía flotando sobre Caos, con su enorme ojo fijo en él. Mysterion se vio reflejado allí, y por un momento le pareció que estaba frente a un viejo conocido.
Luego, como confirmando aquel presentimiento, una voz profunda resonó en el lugar, como a través de enormes altavoces:
—Hijo de Shub-Niggurath.
Bajo su capucha, el rostro de Mysterion se llenó de furia. ¡Él de nuevo!
—¡Nyarlathotep! —gruñó el héroe, al tiempo que sus puños se apretaban con tal fuerza que sus nudillos quedaron blancos bajo la protección de los guantes.
—He abierto el camino de regreso —dijo Butters—. Ahora cumple tu parte del trato. Dame la fuerza para vengarme.
—Oh, por supuesto.
Aquella cola con forma de serpiente se movió en dirección a Caos. Ante la mirada aterrorizada de Mysterion, el Morador de las Tinieblas envolvió al Profesor Caos con su cola, levantándolo, hasta que quedó viendo directamente a su ojo. La última vez que Nyarlathotep había hecho algo como aquello, la mente de Bradley se había ido. Ahora temía que lo mismo ocurriera con Butters.
—¡No! —gritó, invocando su poder para tratar de llegar a Caos.
Sin embargo, lo único que consiguió con eso fue que el mismo dolor experimentado cuando Butters había invocado al retoño oscuro atravesara su pecho. Con la respiración agitada, Mysterion cayó al suelo mientras luchaba por mantener el control y seguir avanzando hacia su amigo.
Contrario a sus sospechas, el Morador de las Tinieblas no destrozó la cordura de Caos. Hizo algo mucho peor.
Las alas de murciélago se cerraron convirtiendo al ser en una enorme serpiente negra con un enorme ojo por cabeza. Luego, dicho ojo, comenzó a disolverse transformándose en humo negro. Ante la mirada aterrorizada de Mysterion, y los demás miembros de Coon y Amigos que se abrían paso entre los gules para llegar hasta la cima del altar, aquel humo comenzó a introducirse en el cuerpo de Butters a través de la boca, los ojos, la nariz y los oídos. Butters comenzó a gritar, de una forma que nadie había escuchado antes de boca humana, mientras la totalidad del Morador de las Tinieblas se disolvía en aquel terrible humo negro y penetraba en su cuerpo.
Al final, los gritos se acallaron y solamente quedó Caos. Flotaba, como un terrible súper villano de comic.
—¿Butters? —la voz de Mysterion surgió con un tono mesclado de miedo y preocupación.
Caos sonrió, de una forma tan retorcida que era imposible que se tratara de aquel chico rubio con el que habían crecido.
Los héroes llegaron junto a su líder, sin poder apartar sus miradas de horror de aquello que había sido su amigo.
—Lo siento, Hijo de Shub-Niggurath, pero tu amigo se ha ido —respondió el dios—. Ahora únicamente queda mi nuevo avatar, el Profesor Caos.
La furia volvió a llenar a Mysterion.
—¡Déjalo ir, maldito! —no fue Mysterion, fue El Coon.
—¿No me escuchas? Se ha ido, ya no existe.
—¿Qué hiciste, Nyarlathotep? —preguntó Mysterion, finalmente calmando la parte de Shub-Niggurath dentro de él.
El Profesor Caos sonrió mientras sus ojos de brillo violeta se posaban en el héroe.
—Leopold Stotch, el Profesor Caos, dejo de existir. Ahora este cuerpo es uno más de mis avatares. He consumido su alma.
—¿Eso es posible? —preguntó Mosquito, con el temor marcado en la voz.
—Sí, es posible —respondió Dark Prince—. En cierta forma es algo parecido a lo que Hastur hizo con The Princess. Salvo por una cosa. Cuando firmas el libro de Hastur, el dios consume tu alma lentamente, por lo cual si consigues cancelar el contrato el alma se recupera casi integra. Quizá con algunas pocas secuelas. En su caso, me temo que el alma de Butters ya no existe en ningún plano.
Mysterion apretó los puños mientras daba un paso al frente. ¿Ya no existía en ningún plano? La respuesta era una que desearía no saber. Porque las palabras de Damien estaban implicando una única cosa: Butters no sólo había muerto ante él, mientras su cuerpo era ahora poseído por Nyarlathotep, sino que no sería posible encontrarlo en el Cielo, el Infierno o el Purgatorio. Su alma no estaba más, se había ido, dejado de existir.
—¡Reviértelo! —gritó al dios frente a él, mientras los tentáculos comenzaban a emerger de su cuerpo y se transformaba.
—No puedo hacer eso —respondió Caos sonriendo con sorna—. Una vez que un alma es destruida, es imposible recuperarla. Para traerla de nuevo, sería necesario que existiera en algún plano del universo. Al no ser así, es imposible.
—Se fue —dijo el Coon, completamente devastado—. ¡Maldito marica!
Se arrojó hacia Caos, con las garras extendidas en posición de ataque. El dios, quien se mantenía flotando sólo tuvo que hacerse a un lado. El Coon pasó junto a él aterrizando sobre la roca del sacrificio, se volvió. Sus ojos amarillos resplandecían en la noche con un brillo inusual. Se impulsó en la roca saltando de nuevo, con el mismo resultado.
—¡Maldición, cabrón, deja de moverte! Voy a arrancarte las bolas.
La mayoría de los héroes estaban en shock. Jamás pensaron ver a Cartman actuar de esa manera por otra persona.
—Ah, la furia ciega de un ser inferior —se burló el dios—. Los poderes que tu padre te dio no sirven de nada. Y, aunque tuvieras la mitad de la fuerza de Lucifer, seguirías siendo una débil basura ante el poder del Heraldo de Azathoth.
El dios se movió hacia un lado de nuevo, esquivando uno de los tentáculos de Mysterion.
—Es inútil, Hijo de Shub-Niggurath. A diferencia de hace siete años, ahora mi poder es completo en este plano. Las Tierras del Sueño que son mi dominio natural, están cada vez más cerca. Pronto, la inmensa montaña de Kadath se alzará sobre este mundo Vigil.
Aun flotando, alzó las manos y entonces Mysterion observó como el Trapezoedro Resplandeciente estaba ahora en la muñeca de Caos. El túnel de nubes aún no había desaparecido, y desde su interior comenzaron a descender galeras negras que navegaban sobre el viento como si estuvieran en el océano. En su interior, terribles criaturas con forma de sapo se llevaban flautas a los labios viscosos. Una melodía ajena al universo, cuyos acordes evocaban los días antiguos y los sueños perdidos de los dioses, comenzó a sonar. Los habitantes de South Park comenzaron a correr en todas direcciones, al tiempo que se llevaban las manos a los oídos tratando de mitigar aquella melodía maldita.
Mysterion contempló con horror como sus compañeros lentamente también sucumbían ante los embates de aquella música. Iron Manden se desplomó como un avión derribado, siendo salvado por uno de los tentáculos de Mysterion.
De todos los héroes, solamente el Coon, Dark Prince, The Princess y Mysterion parecían ser inmunes a esa melodía maldita.
—La sinfonía de la locura —susurró Dark Prince.
—Este es el concierto que he preparado para ustedes —dijo Nyarlathotep—. Como trompetas del apocalipsis, ahora resuenen mis flautas en este pueblo maldito. Sin embargo, aún no es momento de acabar. Cuando la cúspide de Kadath se alce sobre esta tierra, comprenderán mi grandeza. Y entonces, como antaño, las personas se inclinarán a adorar mi nombre.
La forma de Caos finalmente desapareció, envuelta en tentáculos, hasta que lo que había frente a ellos era una abominación negra con una máscara plateada por rostro. Dos enormes alas de murciélago crecían de su espalda, dándole el aspecto de un ángel caído.
—En tres días, Kadath se alzará —declaró el dios—. Cuando eso suceda, mis huestes invadirán por completo este mundo. El faraón negro se sentará en el trono del mundo, y la locura será la única norma.
—¡Voy a detenerte! —bramó Mysterion, con furia ciega, mientras infructuosamente trataba de dirigir los tentáculos contra su enemigo.
Las flautas se volvieron cada vez más tenues, hasta que su sonido desapareció del todo. Las galeras negras comenzaron a volverse transparentes, mientras el cielo se despejaba con la llegada del alba, haciendo que los gules soltaran estrepitosos chillidos de dolor mientras corrían en todas direcciones buscando dónde protegerse de aquella dañina luz solar. Entonces, Nyarlathotep, desapareció de la vista de todos los presentes.
Las personas comenzaron a levantarse. Muchos de los habitantes del pueblo yacían heridos o muertos al haber sido aplastados por la multitud en sus intentos de escapar del macabro espectáculo montado por Nyarlathotep.
Los héroes, agotados y derrotados, seguían en las escaleras del altar de madera, contemplando el caos que era su pueblo.
De pronto, Cometa Humano, se quedó viendo hacia un punto en la multitud, con el rostro completamente crispado de miedo y dolor.
—Ike —susurró.
—¿Kyle, estás bien? —preguntó Toolshed.
—Por un momento me llegó un pensamiento de dolor. Pero, hay tantas personas aquí, tantos pensamientos desesperados, que lo perdí.
—¿Fue Ike? —preguntó Mysterion.
—Eso creo… pero... —Se calló. El pensamiento había vuelto a él con tal intensidad que estuvo a punto de perder el equilibrio y caer rodando por las inmensas escaleras—. No. ¡No! ¡NO! —Salió disparado hacia el cielo mientras los demás héroes lo veían con horror y preocupación, en especial Stan.
Cometa Humano atravesó la multitud, tratando de no perder la señal psíquica de su hermano.
Finalmente, cerca de la oficina de correos, encontró a Ike llorando sobre los cuerpos de dos personas. Descendió junto a él, mientras se quitaba las gafas de aviador que usaba para proteger sus ojos mientras volaba.
Ante él, yacían los cuerpos sin vida, aplastados y semi devorados de Gerald y Sheila Broflovski. Sus padres estaban muertos.
XIX. Despedida
Cometa Humano se dejó caer de rodillas frente a los cuerpos de quienes habían sido sus padres. El dolor que atravesaba su pecho era uno que nunca había sentido. Su corazón se estrujaba como si lo estuvieran apretando. Sentía como el aire le faltaba y los ojos le ardían con el deseo irrefrenable de llorar por ellos.
—Papá —susurró, mientras veía la masa sanguinolenta que era su progenitor, reconocible por los restos de su chaqueta, y la Kipá que como todo judío siempre llevaba—. Mamá. —El cabello pelirrojo de Sheila y el semblante de su rostro, marcado por el horror que sin duda debido haber pasado las últimas horas de su vida, jamás se borrarían de su mente.
—¿Cometa humano? —susurró Ike, viendo por primera vez de cerca a uno de los héroes del pueblo. Luego, al ver su rostro sin las gafas y los mechones pelirrojos que escapaban de la parte del traje que cubría su cabeza, lo comprendió—: ¿Kyle?
Su hermano solamente atinó a asentir. Ike se arrojó a sus brazos, en dónde sollozó de forma desconsolada.
No pasó mucho tiempo, antes de que el resto de los héroes se hubieran reunido alrededor de los hermanos. La mayoría no sabía qué decir o hacer, y de hecho al ver esa escena, temieron por sus propias familias. Stan, quien ya había tenido que soportar eso antes, se encargó de conseguir unas sábanas, las cuales tomó de una tienda cercana, para cubrir los cuerpos.
Kyle le dedicó una mirada llorosa en la cual le transmitía su agradecimiento. Sabía que para Stan aún quedaba un asunto más pendiente. Encontrar a su padre, si es que estaba con… Se obligó a pensar que era así. Randy no podía haber muerto también.
El resto del día transcurrió de manera silenciosa y terrible. Los pocos agentes de policía que quedaban, dirigidos por el sargento Murphy y los médicos de Paso al Infierno, se dieron a la tarea de recoger los cuerpos y tratar de identificarlos. Los que habían sido atacados por los gules se encontraban en un estado lamentable. A muchos les faltaban pedazos de carne enteros que dejaban ver el hueso. Incluso había algunos a los que les arrancaron el rostro de un mordisco.
Las comunicaciones seguían cortadas y la niebla no se había disipado. Y eso no era todo, la electricidad estaba cortada en la mayor parte del pueblo. Solamente algunos de los edificios públicos, los cuales tenían generadores de emergencia, parecían estar funcionando. Esto provocó que el centro comunitario, el Hospital Paso al Infierno y la escuela primaria de South Park fueran convertidas en albergues. La gente tenía miedo de regresar a sus casas carentes de energía eléctrica, y que al caer la noche esos horribles monstruos emergieran desde las sombras para atacarlos. Los pocos policías, así como hombres y mujeres voluntarios quienes portaban armas repartidas por Jimbo y Ned, se ocupaban de custodiar dichos lugares.
Como es de esperarse, en Paso al Infierno se estaba tratando a los heridos, mientras usaban el estacionamiento como morgue provisional para que las personas pudieran ir a identificar a sus familiares. En la escuela primaria se había congregado a los niños cuyos padres no habían sido localizados para que pasaran a recogerlos… si es que volvían. Mientras el centro comunitario funcionaba aún como refugio para pasar la noche.
Los héroes, por su parte, se reunieron en la casa de Henrietta. Carecía de energía eléctrica, pero eso no era un problema dada la enorme reserva de velas y lámparas de aceite que tenía Henrietta.
—Ventajas de ser gótica —dijo con cierta amargura, mientras se asegura de tener velas suficientes en la biblioteca, sitio en el que pasarían la noche algunos de ellos, al ser más seguro estar todos en un mismo lugar.
Kyle había llevado a Ike consigo a casa de Henrietta, sabiendo que ya no les quedaba nadie más en el pueblo. A esas alturas a los otros héroes tampoco les importó que el chico se enterara de sus identidades.
Luego de quitarse sus trajes, cada uno de ellos fue abandonando el lugar para buscar a sus familias, quedado solamente Henrietta, los hermanos Broflovski y el profesor Carter.
—Tendremos que ir a reclamar los restos de nuestros padres —dijo Kyle, con un tono de voz apagado.
—Los acompañaré —se ofreció el profesor Carter. En los pocos días que había conocido al chico judío, se había dado cuenta de lo inteligente y amable que era. Se daba cuenta de que Kenny tenía muy buenos aliados y amigos. Aunque eso solo hacía todo eso más triste. Esos chicos debían de haber tenido una vida común, en lugar de acabar envueltos en luchas contra dioses terribles de otras dimensiones.
- ULP -
En el instante que Damien y Cartman emergieron de una bola de fuego y humo en la sala de su casa, Liane se levantó del sofá y corrió a abrazar a sus dos hijos.
—¡Oh, gracias al Cielo! —dijo la mujer. Durante todos esos días había permanecido en la casa, custodiada y protegida por los demonios sombra de Damien.
—También me alegra verte, mah —dijo Cartman, por una vez decidiendo ser sincero con sus sentimientos.
Liane se apartó un poco para ver mejor a sus dos hijos. Tenían algunas heridas y contusiones leves, pero no parecía que fuera nada de gravedad.
—Me encargué de sanar las peores —dijo Damien, intuyendo lo que pensaba.
—No saben lo preocupada que he estado —dijo la mujer—. Estos días han sido horribles.
—Lo siento por eso… mamá.
Era la primera vez que Damien se refería a ella de esa manera, así que la mujer no pudo hacer más que abrazarlo con fuerza mientras lloraba de felicidad.
—¡Oh, mi Damien, mi pequeño Damien!
—No soy tan pequeño.
—Para mí siempre serás mi bebé.
Cartman, con cierto nivel de comprensión en su rostro, se limitaba a observar la escena.
—Entonces, ¿es verdad? —preguntó—. El pulpo de mierda lo dijo, y también ese tipo, Nyarla-algo. Damien es mi hermano.
Liane, apartándose un poco de su hijo menor, asintió con la cabeza.
—Hay un lugar más seguro, mamá —dijo Damien—. Nos quedaremos allí. Espero pronto poder contactar con mi padre, pero, mientras tanto, ese sitio es el más seguro.
Liane se apresuró a recoger unas pocas cosas, las más importantes, y luego acompañó a sus hijos a casa de Henrietta.
- ULP -
Pasado el mediodía, Kenny y Karen finalmente encontraron a sus padres y a Kevin. Estaban un poco golpeados, por lo que habían sido atendidos por la enfermera Gollum en la enfermería de la escuela —los heridos que no parecían de mucha gravedad estaban siendo atendidos allí, con la asistencia del cirujano plástico Tom, para en caso de ser algo más grave enviarlos al hospital de inmediato—.
Kenny rápidamente expuso la situación en la que se encontraban, y que eso estaba lejos de terminar. Así pues, los McCormick se trasladaron a casa de Henrietta de inmediato.
- ULP -
Stan encontró a su padre en el hospital. Había sido encontrado en una de las jaulas debajo el altar en la pirámide de madera. Estaba deshidratado pero los médicos esperaban se fuera a recuperar en un par de días. Shelly estaba allí. Al parecer había acudido al pueblo al enterarse de lo sucedido y ahora cuidaba a su padre, quien estaría internado por un día. Luego de eso sería trasladado al centro comunitario, puesto que necesitaban la camilla para otros heridos de más gravedad.
Según los policías que lo habían encontrado, en su bolsillo encontraron una nota escrita con caracteres desconocidos. Al no poder descifrarla, se la entregaron a Shelly por si ella sabía algo. Por supuesto no fue así. Stan tomó la nota y la guardó para sí.
Tras estar un rato allí, y negarse a ir al centro comunitario con Shelly, le reveló la verdad. Él era Toolshell y tenían un lugar seguro. En lugar de llevar al viejo al centro comunitario, quizá lo mejor sería llevarlo a casa de Henrietta.
Shelly aceptó a regañadientes, mostrándose incrédula respecto a que su hermano el mojón pudiera ser uno de los héroes del pueblo.
Cuando regresó a la base más tarde, Stan le pasó la nota a Henrietta. Esta reconoció los caracteres como la escritura de R'lyeh:
Para Stan, en un último gesto en despedida.
Al parecer, Butters tenía pensado sacrificar a Randy en su ritual de invocación. Al final lo perdonó. Un último gesto de bondad antes de dejarse consumir por Nyarlathotep.
- ULP -
Token, Clyde y Timmy también tuvieron suerte de encontrar a sus familias relativamente a salvo. Ellos optaron por no regresar a casa de Henrietta, quedándose en el centro comunitario. Eso les era útil además ya que así habría tres miembros de Coon y Amigos disponibles en el lugar en caso de una emergencia.
Los otros estuvieron de acuerdo, aunque les recordaron que al día siguiente se llevaría a cabo una reunión para discutir que hacer a continuación, dado que obviamente nada había terminado. Eso era únicamente un momento de respiro.
- ULP -
La alcaldesa anunció que se llevaría a cabo un funeral masivo al día siguiente, aunque quienes ya habían reclamado los cuerpos de sus familiares podían disponer de ellos como mejor les pareciera.
Kyle no deseaba dejar pasar más tiempo sin sepultar los cuerpos de sus padres. Se reunió con el rabino de la sinagoga local, y se hizo todo el preparativo. Los trámites legales serían tardados dado el caos que se había formado en las dependencias públicas. A final del día, con un poco de persuasión mental por parte de Kyle, se consiguió tener todo listo. El matrimonio Broflovski sería sepultado en el cementerio local, en la sección judía, al día siguiente al mediodía.
- ULP -
Carter se despertó pasada la medianoche. Había vuelto a soñar con aquella vez en la cual se había encontrado con Nyarlathotep en la sala del trono del castillo de Kadath. En aquel entonces, siendo joven, se había embarcado en una aventura onírica sin igual en busca de una maravillosa ciudad vista en sus sueños, a la cual los dioses le negaban el acceso. Tras pasar todos los peligros imaginables en las zonas terrestres del país de los sueños, Carter finalmente había llegado al castillo negro en el cual Nyarlathotep le había tendido una trampa.
Sintiendo que su tiempo llegaba a su fin, se escabulló fuera de la casa de su aprendiz. Avanzó por el jardín y abandonó la propiedad. Antes de finalmente abandonar ese mundo, tenía una última cosa que hacer. Confiaba en poder acabar con todo antes de que aquellos chicos tuvieran que hacer más sacrificios. Algunas semanas atrás, había vuelto a recorrer algunos de aquellos parajes de las Tierras del Sueño que viera en su juventud, más específicamente, la región de Mnar, al este de Ooth-Nargai, las tierras gobernadas por su amigo el sempiterno Rey Kuranes.
No le costó mucho llegar al parque. Y allí, bañado por la luz plateada de la Luna, le esperaba le Caos Reptante, mostrándose como un joven faraón.
—Randolph Carter —dijo, con la misma voz suave y sonora que escuchara tantos años atrás—, te advertí que te cuidaras de mí. Y ahora, estás de nueva cuenta en mi presencia. Esta vez, sin embargo, no hay un shantak al cual puedas montar para ser llevado al caos primigenio del centro del universo, dónde mora Azathoth, cuyo nombre no ha sido pronunciado jamás.
Carter cerró los ojos.
—Es mi final, lo sé y así lo he aceptado.
—¿Te ofreces acaso en sacrificio voluntario?
El anciano negó con la cabeza.
—Eso jamás lo haría. He estado esperando este momento largamente.
Acto seguido, sacó un extraño artilugio del interior de su abrigo al tiempo que comenzaba a recitar unas palabras. Era una de las piedras estrelladas de Mnar, y al instante el Caos Reptante se dio cuenta de que Carter pretendía sellarlo de la misma forma en la que los primigenios se hallaban encerrados en sus siniestras prisiones alrededor del basto universo.
Antes de que pudiera terminar su conjuro, uno de los gules se arrojó contra él y le derribó. La piedra salió volando y se perdió en la oscuridad. El anciano, herido, se arrastró buscando la roca.
Sintiendo la muerte tan cerca, Randolph Carter había actuado con imprudencia, y eso era algo que el Caos Reptante no estaba dispuesto a dejar pasar. Demasiado tiempo ya había sido burlado por ese hombre.
—Eso es todo —dijo Nyarlathotep—. El final llega así para ti, predestinado soñador. Y he de decir que hasta cierto punto fue divertido. Durante mucho tiempo me pregunte como era que habías conseguido tales favores de diversos dioses. Debo decir que la respuesta no era precisamente la que esperaba.
Nyarlathotep, avanzó hasta quedar frente al hombre, interponiéndose entre él y la dirección en la que la roca había caído.
—¿Sabes una cosa, Carter? Yog-Sothoth te miraba con demasiada complacencia. No habrías escapado tantas veces de mí de no ser por su acción. Aquella noche, hace tanto tiempo, cuando tu amigo Harley Warren entró a aquella tumba y nunca más salió, yo fui el responsable de eso. Y habría acabado contigo, de no ser porque algo: Yog-Sothoth, ahora estoy seguro, me impidió llegar a ti.
Carter le miró con horror. Harley Warren, un ocultista aficionado, había sido su amigo y uno de los primeros que mostrarle los secretos de abominaciones tales como el Necronomicón. Tiempo atrás, Warren se había enterado de una tumba que contenía ciertos secretos arcanos. Le acompaño a una noche, quedándose afuera con una cuerda de la cual debía halar para rescatarle en caso de que hubiera algún problema allá abajo. Sin embargo, algo había ocurrido y su amigo había sido atacado por algún ser desconocido. Cuando haló la cuerda está estaba rota. Luego, mediante un teléfono que habían estado empleando para comunicarse con su amigo, una voz le dijo que Harley Warren estaba muerto. Tras su desaparición, la policía le había culpado al haber sido él quien lo acompañaba a esa expedición secreta en el viejo cementerio. Le interrogaron largas horas, pero al final al no encontrar nada le habían retirado todos los cargos.
—Yog-Sothoth, ahora me doy cuenta, es la causa de tu existencia. Tú no existirías de no ser por él. Y de la misma manera, de no ser por ti no existiría el Hijo de Shub-Niggurath. Pues debes de saber, Randolph Carter, que Carol McCormick no es sino la hija resultante de tu relación con una prostituta con la que yaciste en la cama de un hotel en una visita a Denver para una conferencia hace más de treinta años.
Y el anciano recordó ese momento de debilidad. Pero ella no era una prostituta como Nyarlathotep lo había ver. Se habían conocido en un bar, y de hecho mantuvieron una relación casi formal durante un periodo de seis meses en el que había permanecido en la ciudad. Jamás supo que estaba embarazada, y bien podía ser otro de los engaños del Mensajero de los Dioses Otros. Sin embargo, había algo dentro de él que le decía lo contrario. Un presentimiento de algo que posiblemente había sabido de forma inconsciente desde que se encontrara con aquel niño rubio en la exposición de Wilcox siete años atrás. Randolph Carter, sintió como esa verdad le daba de lleno en el rostro. Kenny era su nieto, y Karen también.
—Lo entiendes ahora, ¿verdad? Tu poder, heredado de tu padre, Yog-Sothoth, pasó a tus nietos. Dos de ellos, en realidad. El Hijo de Shub-Niggurath, o tal vez deba decir nieto, ya que cuando estaba embarazada, yo me ocupe de que uno de los retoños oscuros se fusionase con Carol, tu hija, a fin de convertirla en una incubadora. Algo que no dejaría que el niño muriera, pues sabía que Yahveh conspiraría para tratar de eliminar a mi hijo.
El horror indescriptible se formó en el rostro de Carter.
—Sí, Randolph Carter, yo me encargue de visitar a tu hija en sus sueños y ocuparme de que quedara en cinta de su segundo hijo. En cierto sentido, Kenneth es como un Jesús para nosotros. Hipócrita de parte de Yahveh el haberlo usado para salvarse cuando Lucifer le desafío hace algunos años.
»La soñadora, creo que no es muy complicado entender de dónde viene su gran capacidad para recorrer y crear cosas en aquel mundo onírico. Es inmortal, como Kenneth, puesto que el retoño oscuro ya estaba dentro del alma de su madre cuando fue concebida. Aunque, a diferencia de su hermano, ella no ha muerto una sola vez, pues para los dioses no es una amenaza al no llevar nada de mí dentro de ella. Si lleva algo de ti, en cambio, y por eso Yog-Sothoth obligó a Hastur a devolver su alma.
Nyarlathotep comenzó a transformarse, adoptando esa figura amorfa llena de tentáculos negros y una máscara plateada.
—Y ahora ha llegado tu fin.
Durante esos momentos, Carter había comprendido todo. Él había sido un instrumento engendrado por el Dios Exterior, de tal forma que produciría al niño capaz de romper las cadenas de los dioses anulando el Símbolo Arcano. Y ahora, que ya no era útil, Yog-Sothoth le abandonaba. Nyarlathotep, el Caos Reptante, terminaría lo que había comenzado en Kadath tanto tiempo atrás.
—Debo agradecer a Nodens —dijo el dios—, de no haberte salvado de mi trampa, todo esto no habría sido posible. Te advertí, Randoph Carter, que te cuidaras de mis otras mil encarnaciones, pues yo soy Nyarlathotep, el Caos Reptante.
Y en ese momento, al contemplar por última vez la máscara de Nyarlathotep, la cordura de Carter fue finalmente destrozada. Gritó, al tiempo que los abismos, dónde las larvas de los Dioses Otros iban a la deriva palpando con sus tentáculos babosos y sus hocicos viscosos, se abrían para tragarlo. Y el predestinado soñador se hundió en la negrura final. Esta vez, los universos no se devanaron muriendo y naciendo a su alrededor al ser tragado por la oscuridad. Esta vez, el Arcaico Nodens no gritó desde los abismos para salvarle. Le habían abandonado, y la locura era lo único que le abrazaba.
La oscuridad lo envolvía, mientras su mente se quebraba y no podía hacer nada más que pedir perdón a Carol, y a sus nietos, por no haber podido hacer nada para salvarlos de ese destino. Y deseó haber muerto en la cámara de Azathoth tanto tiempo atrás, con tal de salvar a su descendencia de las garras temibles de aquellos dioses.
Siguió cayendo, mientras toda cordura le abandonaba. Hasta que finalmente no quedó nada de lo que había sido.
Y en aquel parque, tendido en la nieve, su cuerpo físico se convulsionaba mientras agonizaba.
XX. Sombra
Demasiadas cosas en poco tiempo. El pueblo reducido a casi nada, con las personas refugiadas en albergues temiendo por sus vidas y las de sus seres queridos; aisladas de toda posible ayuda —aunque en realidad nadie en el exterior podía ayudarlos contra lo que enfrentaban—; y con la amenaza de Nyarlathotep latente sobre sus cabezas; los héroes en un estado de casi derrota, intentando sobreponerse a las perdidas lamentables para al menos seguir luchando. Kyle quería venganza, y la verdad nadie podía reprocharle eso. Stan, por otro lado, trataba de sostenerse por sí mismo y por su amigo, pero era más que obvio que el hecho de no poder llevar un duelo adecuado por su madre lo estaba afectando. A veces se le veía taciturno y pensativo. Además, no había querido hablar sobre lo sucedido mientras había sido prisionero de Obed Marsh.
Los funerales no hicieron más que remarcar todo eso. Y todavía no se tenía la cifra exacta de víctimas. Cada par de horas, se producía algún deceso entre los heridos de gravedad en Paso al Infierno, y la falta de provisiones médicas al ser incapaces de abandonar el pueblo para reponerlas, no hacía más que empeorar las cosas. Un día atrás la alcaldesa y el director del hospital habían pedido a toda la población que fueran a sus casas y recogieran cualquier medicamento que tuvieran disponible para llevarlo al hospital.
Mientras todo eso pasaba, Kenny permaneció en el cementerio viendo la tumba recién cerrada en dónde sepultaron al profesor Carter. Se sentía como si acabara de sepultar a un padre. No tenía idea de cómo seguiría ahora sin su guía. Tenía a Henrietta, a quien Carter le había enseñado casi todo lo que sabía –tenía la certeza de que el profesor había guardado muchos secretos, aunque una persona como él que había enfrentado tantas cosas relacionadas con los Grandes Antiguos tenía sus razones válidas para hacerlo–; pero nunca sería lo mismo por más que la gótica se había convertido en alguien a quien apreciaba mucho.
Sintió como alguien se paraba junto a él. La mayoría ya se habían marchado, dejándolo solo, así que hasta cierto punto se sorprendió de que todavía hubiera alguien más además de él. Aunque, cuando le llegó el olor de los cigarrillos y el café, entendió que ella debía estar en una situación similar a la suya. Permanecieron en silencio, de pie junto a la tumba, sin atreverse a decir nada durante horas. Luego, cuando el sol comenzaba a descender y se hizo claro que no faltaba mucho para que anocheciera, ella habló:
—Deberíamos irnos, Kenny.
Él asintió, a la vez que sentía algo de felicidad por primera vez en días. Era la primera vez que Henrietta lo llamaba por su nombre y no por su apodo de chico braga o su apellido.
Antes de irse, Henrietta se agachó junto a la tumba, colocó una piedra blanca con una runa grabada y recitó un conjuro.
—Esto evitara que los gules profanen la tumba —aclaró terminada la acción.
Kenny lo agradeció. Ninguno de los dos quería que el cuerpo del profesor Carter terminara siendo alimento de carroña. Mientras avanzaban por entre las tumbas, Kenny notó que había piedras similares en las tumbas de Sharon Marsh y en la de los Broflovski. Sintió la necesidad de agradecer a Henrietta el haber hecho eso por sus amigos, pero al final no le salían las palabras. Pasaron luego junto a la tumba de Bradley, estaba vacía. El cuerpo de aquel niño había sido usado como avatar de Hastur y ahora ya no existía. Kyle les había contado como mientras hacía retroceder a Dagón de regreso al océano, el cuerpo había terminado por hacerse pedazos cuando el dios había adoptado una de sus formas corpóreas completamente.
—¿Has visto a tus padres? —preguntó Kenny de pronto.
—Sabes que no me preocupo por esos conformistas.
—Siguen siendo tus padres.
Hubo un silencio. Llegaron a la puerta este del cementerio, la misma por la que meses atrás habían ido a recoger a Kenny cuando se expusiera por primera vez al Símbolo Arcano.
—Están bien —dijo—. De hecho, están de vacaciones en California. Ganaron un estúpido concurso o algo así.
Kenny asintió. Se alegraba de que ellos estuvieran a salvo. Le gustaría poder sacar a su familia del pueblo.
—¿Qué hay con respecto a Michael? —preguntó Kenny.
Henrietta sacó un cigarrillo y lo encendió. Dio una calada antes de contestar:
—Lo sepultaran mañana. A como están las cosas, tal vez los muertos son los que tienen más suerte. Para ellos ya terminó todo.
Henrietta había llorado en silencio la muerte de su amigo, ocurrida la tarde anterior en el hospital. A pesar de que la mayor parte del tiempo se habían refugiado en la casa de Henrietta, como el resto del pueblo habían salido a ver el espectáculo de Caos. Henrietta asistió, después de todo, y ellos habían ido en un intento por protegerla, aunque al final la multitud los había separado. Los gules le habían causado a Michael heridas graves en la espalda, la cabeza y las piernas. Al parecer, se había interpuesto para tratar de proteger a Firkle, o al menos eso era lo que Pete les había dicho.
Cuando llegaron a la casa de Henrietta ya era casi de noche. El vestíbulo se veía realmente sombrío iluminado por unas pocas velas. La mayoría de los que se estaban refugiando allí se encontraban en el comedor, dónde Liane y Carol acababan de servir la cena.
—¡Kenny! —exclamó su madre al verlo entrar en la habitación—. ¡Dios, no me asustes así! Con todos esos monstruos rondando no deberías estar afuera hasta el anochecer.
Kenny se disculpó con ella y luego se sentó en la mesa junto a Karen. El ambiente era un tanto sombrío. Parecía que nadie tenía mucho que decir.
- ULP -
Las noches en South Park se habían vuelto tensas y aterradoras. Los refugios cerraban sus puertas justo antes del anochecer y todo aquel que no conseguía llegar a los mismos antes de esa hora quedaba por su cuenta. Durante las horas de oscuridad, los guardias armados custodiaban las puertas y otros accesos, sobre todo los más vulnerables, siempre con las armas cargadas y con orden de disparar ante cualquier movimiento extraño en el exterior.
Los héroes se turnaban para recorrer las solitarias y siniestras calles, siempre en busca de alguna persona que hubiera quedado afuera. Era extraño que alguien no estuviera en los refugios antes de la hora, ya que de hecho la mayoría de las personas preferían no salir de estos a menos que fuera estrictamente necesario, aunque de tanto en tanto había alguien que se quedaba.
Durante el día Henrietta trabaja en hacer seguras las casas, pintando el Símbolo Arcano en sus fachadas para repeler a los gules y otros sirvientes de los Primigenios, aunque las personas aun así preferían quedarse en los refugios. Al parecer confiaban más en los rifles de asalto y escopetas recortadas de la tienda de Jimbo que en una estrella pintada sobre sus puertas.
Esa noche, justo era Mysterion quien estaba de patrulla. Generalmente se hacía en parejas, pero Kenny prefería ir solo. Avanzaba por el lado oeste del pueblo, esquivando a algún gul ocasional, cuando notó que la mayoría de ellos se dirigían hacia la iglesia. Algo extrañado, avisó a los otros y luego se puso en marcha hacia ese lugar.
Se detuvo en la azotea del edificio frente al templo. Había luces en el interior, luces de velas según podía ver. Una gran cantidad de gules se habían reunido al frente de las puertas. El padre Maxi había pintado una inmensa cruz en la entrada y la frase del Salmo 23: «El señor es mi pastor, nada me faltara».
Mysterion recordó entonces que el padre Maxi no pasaba la noche en los refugios. Durante el día se la pasaba en Paso al Infierno reconfortando a las familias por sus pérdidas y dando los santos oleos a quienes morían. También solía presidir los funerales. Cuando la tarde caía, se marchaba de vuelta a su iglesia. Mysterion se preguntó si acaso esa cruz y aquella cita bíblica le habían protegido en ese lugar santo.
Las campanas comenzaron a sonar, como si se llamara a misa. Las puertas se abrieron de par en par. La multitud de seres caninos y de piel amarilla en el exterior comenzó a llenar el edificio.
—Es hora de la misa —se escuchó la voz de Caos desde el interior de la iglesia—. Fieles del verdadero dios, acudan a elevar sus alabanzas.
Mysterion no esperó más a los refuerzos, saltó hacia tierra y se encaminó hacia la iglesia. Al entrar encontró a todos los gules sentados en las bancas como si fueran los feligreses. Al frente, en el altar, se encontraba Caos, vestido con la túnica ceremonial del culto primigenio.
En las orillas del altar, cientos de velas blancas encendidas conformaban la única iluminación del lugar. Mysterion alzó la mirada hacia el crucifijo del altar. La figura de Jesús había sido removida y en su lugar estaba clavado el cadáver inerte del padre Maxi, con la garganta cortada de lado a lado y la sotana empapada de sangre. Sobre la mesa del altar, frente a Caos, yacía el cuerpo desnudo y destazado de la hermana Anne.
—¡Nyarlathotep! —gritó Mysterion—. ¿Cómo te has atrevido a…?
—Profanar la iglesia —respondió Caos con burla—. Bah, el viejo arquetípico está demasiado ocupado en sus propias cosas como para que le importe. Que son dos almas de sus acólitos para un ser indiferente como él. Ya deberías haber entendido eso, hijo mío.
Mysterion apretó los puños con furia.
—¿Cómo te atreves?
—La indignación no cambia la verdad, Kenneth. Este juego del gato y el ratón ha durado mucho ya. —Dio la vuelta al altar y luego bajó la escalinata para después avanzar por el pasillo que quedaba al centro de las dos filas de bancas de la iglesia—. Es momento de que vengas a ocupar el lugar que te corresponde a mi lado. La lucha en este punto es inútil.
—¡Jamás!
Caos sonrió con malicia. Sus ojos violetas resplandecieron anunciando peligro. Alzó la mano en dónde sostenía el trapezoedro. La gema brillaba incluso con mayor intensidad de la que había mostrado días atrás cuando Butters la usara para traer de regreso al Caos Reptante desde su prisión de Kadath.
—Todas las muertes de los últimos días son los sacrificios necesarios para aumentar su poder —dijo—. Ahora, con la profanación del último lugar sagrado, la joya puede finalmente cumplir su propósito.
—¿Qué es lo que pretendes?
—¿Recuerdas hace años, en Arkham, cuando te dije que nunca habías estado muy lejos de mis dominios?
Mysterion recordaba eso muy bien. Había acudido a Arkham invitado por el profesor Biggle para ver al profesor Carter en Miskatonic. En aquel entonces, luego del despertar prematuro de Cthulhu durante la crisis petrolera del golfo, había comenzado a introducirse en el misterio de los Grandes Antiguos y en su relación con la maldición de inmortalidad que le aquejaba. En aquel viaje, se había dado su segundo encuentro con Nyarlathotep, quien se presentó ante él como un tipo alto vestido con un traje que le daba pinta de gánster de los años veinte. Efectivamente, Nyarlathotep había dicho precisamente algo sobre el hecho de que sus dominios estaban en South Park.
—Es hora de que esos dominios se manifiesten en este mundo —siguió el dios—. Cada cosa existente en las Tierras del Sueño tiene su equivalente en el Mundo Vigil. La meseta de Leng, en la entrada del Frío Yermo, se ubica en los montes Himalaya de Asia, sólo por dar un ejemplo. Ahora, durante mucho tiempo se ha especulado cual es la ubicación del pico de Kadath y de mi maravillosa ciudad-fortaleza. Dadas sus implicaciones con los Dioses de la Tierra, muchos la han ubicado en Europa, lugar en dónde muchas de las mitologías de los Arquetípicos nacieron. Otros en Asia Menor, en dónde el viejo Yahveh tenía sus cultos del desierto antes de decidir mezquinamente que él era el único dios y solamente a él había que adorar. La Antártida también fue nombrada.
Su sonrisa se ensanchó.
—Buscaban lugares de dioses antiguos o de hielos perpetuos que recordarán las tierras frías y yermas que la rodean en aquellas Tierras del Sueño inalcanzables para los mortales, a la puerta de la Cámara de mi Amo sin alma, Azathoth.
La joya incrementó su brillo, al grado que sus haces de luz carmesí superaban cualquier otra luz en el lugar.
—Nadie pensó en lo que los humanos llamaron América. Nadie pensó en Norteamérica. Nadie jamás nombró a las Rocosas como lugar de Kadath en el Mundo Vigil, siquiera en son de broma.
La joya comenzó a flotar. Los gules aullaron cual perros en una cacofonía que confería a la noche maligna una malicia aún mayor, si era posible.
—¿Alguna vez te has preguntado que hace especial a South Park? ¿Alguna vez has intentado responder la duda de cómo puede este sitio ser imán para la locura y lo surreal? ¡Ah, Kadath es la respuesta! Mi castillo de ónice arroja su sombra sobre este pueblo desde las Tierras del Sueño, y ahora, es momento de que ambas ubicaciones, real y onírica, sean una sola.
El trapezoedro disparó un rayo de color rojo puro hacia el cielo, haciendo añicos el techo de la iglesia. Se alzó varios cientos de metros, para finalmente dividirse y caer con su resplandor maligno sobre el pueblo. Entonces, comenzó a temblar.
Mysterion se protegió el rostro, al verse cegado por el brillo inusitado de aquel rayo de energía pura. Los gules chillaron, al tiempo que la luz les quemaba la piel como si se tratara de luz solar. Y sobre todo eso, la voz de Nyarlathotep se alzó poderosa.
—Es mi hora, Kenneth, de cumplir con lo que he esperado tanto tiempo. Kadath se alzará sobre este mundo para darme un imperio que someterá a los mortales durante siete generaciones, como una burla hacia el viejo dios. Entonces, los primigenios se alzarán en el frenesí de la locura. Y finalmente, tras una era de caos, despertara mi Amo, Azathoth, para poner fin a este mundo y reiniciarlo de nuevo.
La joya terminó de expulsar la energía, cayendo sobre la mano de Nyarlathotep, quien al instante se fundió con la oscuridad. Mysterion quedó solo en la iglesia, rodeado de los cuerpos carbonizados de los gules. Salió tambaleándose, mientras los temblores seguían recorriendo el pueblo.
Justo en ese momento el resto de los héroes llegó.
—Se ha ido —dijo Mysterion, quitándose la capucha y el antifaz. La tierra se estremecía y los aullidos de los gules que no habían estado en la iglesia hacían parecer todo más terrible.
—¿Quién se fue? —preguntó Dark Prince.
—Nyarlathotep. Estaba en la iglesia. Sacrificó al padre Maxi y a la hermana Anne en una especie de ritual de profanación del altar. Y luego desató esto.
—Vimos el haz de luz —dijo Toolshed—. No fue difícil, tomando en cuenta que se elevó hasta el cielo y luego bañó todo el pueblo con su resplandor.
La iglesia terminó de derrumbarse luego de una sacudida más fuerte.
—¿Qué está pasando? ¿Por qué tiembla de esta forma? —preguntó TupperWear.
—Es Kadath —respondió Kenny—. Se abre paso desde las Tierras del Sueño hasta nuestro mundo.
- ULP -
La tierra continúo temblando con distintas intensidades durante el resto de la noche. El movimiento no era tan intenso como para derrumbar los edificios, pero el continuo achaque de este comenzaba a debilitarlos, obligando a los habitantes del pueblo a salir de los edificios. Se montó un campamento mientras se intentaba dar una explicación a lo que estaba pasando.
Conforme el día avanzaba, los temblores aumentaban su intensidad. Pronto las casas y los edificios del centro comenzaron a presentar fuertes daños, como cuarteaduras entre la madera, el cemento y los ladrillos.
Los temblores se hicieron más intensos llegada la noche, aunque por fortuna ningún gul parecía haber salido de cacería debido a los mismos. La gente tampoco podía dormir, debido a que cada par de minutos todo se sacudía. Algunas tiendas del campamento se desplomaron sobre sus ocupantes causando varios heridos que por obvias razones no podían ser llevados al hospital.
Al amanecer, la gente se dio cuenta. Algunas partes del pueblo se estaban levantando, de la tierra parecían emerger las ruinas de alguna antigua ciudad hecha de piedra negra. En las ruinas de la iglesia, emergió un templo de estilo griego con bajorrelieves de temibles entidades con tentáculos. Extrañamente, estas construcciones parecían ser inmunes a los terremotos, y de hecho parecían ser las causantes. Cada nuevo temblor, alguna más de esas cosas surgía.
Era como si una ciudad oculta bajo la tierra estuviera emergiendo hacia la superficie para reclamar el sitio dónde se asentaba South Park como propio. En la parte norte del pueblo, detrás del centro comercial, había surgido lo que parecía ser la punta de una inmensa torre: un tejado en punta de rocas negras sobre una construcción circular con varios arcos. Era tan grande que se veía desde todo el pueblo, y muchas personas se sentían incomodas de solamente saber que estaba allí.
Cuanto más intensos se volvían los temblores, más partes de esa cosa emergían. La torre parecía ser la antesala de la aparición de una enorme construcción cuyo tamaño no tenía rival alguno en todos los edificios nuevos y antiguos del planeta. Algunos se preguntaron si las otras construcciones, como aquel templo de estilo griego, no serían en realidad parte de aquella misma cosa blasfema, puesto que eran del mismo color y tipo de roca: ónice.
Un equipo de hombres decidió investigar el interior del templo. Se adentraron por una inmensa puerta hacia lo que parecía ser una escalinata que descendía hacia el interior de la tierra. Esperaron por horas a que regresaran, pero nunca ocurrió.
La gente comenzó a intentar alejarse del pueblo, yendo hacia las montañas Rocosas, zona en la que la niebla que les impedía abandonar South Park parecía haber desaparecido. Desde la altura, contemplaron como su pueblo era lentamente tragado por esa cosa. Y al verlo desde esa perspectiva, no les quedó la menor duda de que era un inmenso castillo negro abriéndose paso a través de la Tierra…
- ULP -
Henrietta sostenía en su mano derecha un diario entregado a ella por el Profesor Carter unos días atrás, con la solemne promesa de no abrirlo hasta que Nyarlathotep hiciera su siguiente movimiento. Ahora entendía que su mentor había adivinado el plan del enemigo y había intentado detenerlo. Ese diario, al parecer, era una historia del viaje de Carter a las Tierras del Sueño, uno que jamás sería publicado por él. Al leer un pasaje, Henrietta no podía evitar sentir como se le encogía el corazón al ver ese castillo enorme surgiendo de la tierra:
«En el mismo momento en que me daba cuenta de esto, noté un cambio en la trayectoria de la expedición, inexorablemente sorbida por el viento. Nos estábamos elevando bruscamente, y era evidente que el destino de esta loca travesía era el castillo de ónice donde brillaba la pálida luz. Tan cerca estábamos de la gran montaña tenebrosa, que sus laderas desfilaban vertiginosamente junto a nosotros mientras ascendíamos; y con la oscuridad no podíamos distinguir en ellas ninguno de sus detalles. Más y más crecían las inmensas torres negras de aquel castillo tenebroso, y en ese momento sentí que eran blasfemas por su misma inmensidad. Sus sillares podían muy bien haber sido tallados por los abominables canteros de aquel horrible abismo abierto en la roca del monte que viera en Inquanok, porque sus dimensiones eran tales que junto a ellos un hombre parecía encontrarse al pie de una de las más grandes fortalezas de la tierra. La diadema de desconocidas estrellas fulguraba con un resplandor lívido y enfermizo por encima de las torres infinitas de altísimas cúpulas, y esparcía una penumbra fantasmal alrededor de las sombrías murallas de bruñido ónice. Ahora se veía que la pálida luz que habíamos vislumbrado de lejos no era sino una ventana iluminada en la más alta de las torres; y mientras mí desamparado ejército se aproximaba a la cúspide de la montaña, me pareció distinguir unas sombras inquietantes que se desplazaban lentamente por su interior. Tenía la ventana unos arcos muy singulares, y su trazado resultaba absolutamente desconocido en la Tierra…».
XXI. Kadath
La niebla se colaba por entre las inmensas torres terminadas en cúpulas negras que se alzaban cientos de metros sobre la superficie. La nieve caía lentamente comenzando a acumularse sobre las almenas de las torres y murallas. Los arcos de las ventanas dejaban entrever una arquitectura cuyo estilo no se correspondía a nada que hubiera sobre la faz de la tierra. La titánica torre central, en lo que parecía ser una inmensa ciudadela, se alzaba tan alta como una montaña, atravesando las nubes.
Diez días habían pasado hasta que el titánico castillo terminé de emerger desde el interior del suelo y la niebla blanca finalmente se disipó por completo, terminando así con el aislamiento de South Park. Los habitantes que habían quedado, menos de la mitad, contemplaban desde los campamentos construidos por el ejército el lugar en dónde se había alzado su pueblo. Todo el lugar se hallaba cercado por las tropas del ejército de los Estados Unidos, mientras lejos de allí, científicos de todo el mundo y de todas las ramas de la ciencia y la ingeniería existentes, discutían aquel fenómeno.
Los miembros de Coon y Amigos, mientras tanto, se habían reunido en la cabaña del bosque cerca del lago, el cual no se había visto afectado por el emerger de Kadath, y discutían lo que harían a partir de ese punto.
Henrietta examinó el diario del profesor Carter y los pocos grimorios que había logrado rescatar de su casa antes de tener que abandonarla en busca de algo que les ayudara. La gótica estaba segura de que la clave de todo era el Trapezoedro. Tenía sentido, puesto que se había convertido en el medio por el cual Nyarlathotep se había librado de su encierro en Kadath, y posteriormente utilizó su poder para traer su propia ciudad-fortaleza al plano vigil desde las tierras oníricas. Por si eso no fuera poco, el mismo Yog-Sothoth había confirmado la importancia de la joya y ordenado su destrucción.
—Debes buscar el Trapezoedro y destruirlo, Kenny —dijo finalmente—. Creo que es la única forma de acabar con esta pesadilla. Ese fue el mensaje de Yog-Sothoth: «Cuando el Trapezoedro brille con todo su poder, el Hijo de Shub-Niggurath deberá destruirlo, o de otra manera la Tierra será arrojada al Caos y Nyarlathotep habrá ganado».
—Un poco tarde para recordar eso —espetó Kyle—. Si hubiéramos ido sobre la maldita joya desde el comienzo…
—Su punto máximo de brillo ya pasó —interrumpió Kenny, mientras fulminaba con la mirada a Kyle. Entendía que estaba dolido por todo lo que había pasado, y que ahora ya ni siquiera tenía una tumba a la cual ir a llorar, puesto que el cementerio municipal de South Park había sido tragado por la maldita fortaleza de Nyarlathotep, pero desquitar su ira contra la gótica no ayudaría en nada—. Lo vieron, esa cosa disparó un rayo de luz hacia el cielo y luego ese jodido castillo emergió desde el interior de la tierra.
—¿No tenemos más información sobre el trapezoedro? —preguntó Token—. Digo, si es tan importante y el árabe loco le dedico un capítulo entero en la parte que habla del tal Nyarlathotep, ¿no sería posible que hubiera algo más allí, una pista siquiera?
Henrietta asintió.
—Es posible, pero la edición que tengo del Necronomicón está incompleta. Es lo jodido de este libro, la única edición completa siempre fue la árabe, y se perdió en tiempos de Olaus Wormius, a mediados de los mil doscientos.
—¡Carajo! —gritó Cartman con frustración—. Yo digo que nos dejemos de planes y vayamos a buscar a ese cabrán de Nyarla-algo para partirle las pelotas.
—Te recuerdo, Culón, que la última vez que lo enfrentaste directamente casi te manda en un viaje sin regreso a la locura.
—¡Maldita sea, judío, la maldita arena de tu vagina te está descontrolando!
Kyle apretó los puños, mientras su furia provocaba que la cabaña temblara levemente.
—Mejor guardas silencio, Culón…
—¡Basta ambos! —gritó Kenny—. No tenemos tiempo para discusiones.
Ambos lo aceptaron a regañadientes.
—Bien, creo que por una vez estoy de acuerdo con Cartman —siguió el líder—. Hay que entrar allí y buscar el Trapezoedro. Incluso si el momento en que debía destruirlo ya pasó, es posiblemente la única forma de detener esto de una vez por todas.
—Entrar allí es una misión suicida —dijo Clyde—. Yo, la verdad no pensé que tuviéramos que arriesgar tanto nuestras vidas.
—Enfrentamos a dioses perversos que traen caos y locura al universo. ¿Qué se supone que pensaste que haríamos cuando firmaste el contrato de mi padre, Donovan?
—Bueno, que rescataríamos a Stan y después arrestaríamos a criminales para que el público nos ovacionara.
—Era claro desde que esos cuatro estaban involucrados que no sería tan fácil —agregó Token por su parte, refiriéndose por supuesto Kenny, Kyle, Stan y Cartman.
—¡Espera! ¿Sospechabas que era algo así y aceptaste?
—Por supuesto, Clyde. ¿Recuerdas lo del golfo? Entonces no nos echamos para atrás. E incluso cuando supimos que Kenny y los otros habían retomado Coon y Amigos con más seriedad, tratamos de ayudarlos un poco.
Cerró los ojos.
—Hace siete años, cuando esa extraña niebla roja cubrió el pueblo, vi como mis padres se volvían locos y clamaban a Cthulhu. Durante esos días horribles, me quedé encerrado en la mansión, temeroso por ellos y por mí mismo, mientras el caos se esparcía por todas partes. Cuando todo pasó, y a los pocos días se hablaba del regreso de Mysterion y del grupo de héroes que lo acompañaban, supe que ellos estaban involucrados y habían salvado al pueblo de esa locura.
—Por eso aceptaste de inmediato —dijo Clyde.
—Por lo que Damien dijo, estábamos a muy poco de quedar en una situación como la de hace siete años. Ahora veo que es peor. Probablemente, si hubieran venido a pedir que me les uniera en aquel momento, lo habría hecho sin dudar.
—¡Timmy! —gritó su amigo incapacitado de acuerdo con sus palabras, o al menos eso intuyeron todos.
Clyde soltó un largo suspiro, mientras se llevaba la mano a la cara, completamente avergonzado y sintiéndose un idiota por su manera de actual.
—Soy un idiota. Todo este tiempo pensaba únicamente en la gloria de ser héroe, nunca vi más allá de eso. Y con todo este desastre, creo que me acobarde. Me siento como… Cartman.
—¡Oye cabrón! —gritó el otro molesto.
—Entonces, quiere decir que invadiremos Kadath —dijo Kenny—. Pero, Clyde tiene razón, es como un suicidio. No tenemos idea de que puede esperarnos allá, quizás más gules o incluso cosas peores. No tenemos idea de que terribles seres trajo Nyarlathotep desde las Tierras del Sueño.
—Bestias lunares, sin duda —dijo Karen—. Son sus sirvientes más devotos en aquel lugar. También hombres de Leng, posiblemente arañas gigantes, gugos y lívidos posiblemente.
La mayoría no tenía idea de a qué se refería Karen, pero claro, ella era la única soñadora entre todos ellos y seguramente conocía muy bien el tipo de criaturas que existían en aquel sitio que ellos posiblemente jamás verían.
—Yo voy —dijo.
—¡No, Karen, esta vez no…!
—No soy una niña, Kenny. Puedo cuidarme sola. Además, soy la única que conoce a los seres de las Tierras del Sueño.
—En eso tiene razón —dijo Damien—. Sin embargo, estoy de acuerdo con McCormick. Demasiado peligro.
—¡No me importa! —gritó Karen—. Durante mucho tiempo he sido la niña que se queda atrás, a la que tratan de proteger. Ahora puedo hacer algo más. Ya no necesito que me protejan. Además, tengo esto.
Acto seguido, Karen sujetó su amuleto de princesa y de él salió un arco de aspecto antiguo, completamente diferente al rosado y con aspecto de juguete que utilizaba habitualmente.
—Es el arco de la diosa Bast, lo obtuve en Ulthar con el único propósito de usarlo en este momento, para impedir que Nyarlathotep gané. La última vez, yo estaba indefensa y casi me vuelvo loca debido a su influencia, ahora voy a enfrentarlo de la forma en la que no pude hace siete años. Y también porque me lo debe. Ha hecho mucho daño a mi familia, y tiene que pagar.
—Karen —susurró Kenny.
—Yo también voy —dijo Stan—. Hay que poner un alto a todos esos dioses y a sus planes. No quiero que más familias queden destrozadas por su culpa. Sé que fueron los profundos quienes mataron a mi madre, y Obed Marsh ya pagó por eso. Pero, eso no quita el hecho de que fueron sus malditos ocultistas quienes les guiaron a mi familia por la manipulación de Nyarlathotep.
Nadie discutió el argumento de Stan. La mayoría simplemente asintió conformes con eso.
—Saben que quiero venganza —fue todo lo que dijo Kyle.
—¿Estás seguro de esto, Kyle? —preguntó Kenny.
—Por supuesto que estoy seguro. Voy a hacerles pagar.
—¿Qué hay de Ike?
—Tiene doce años, puede cuidarse solo.
—No, no puede —dijo Kenny—. Lo dejaras completamente solo en este mundo. Eres lo único que le queda y es justo el momento en que más te necesita.
El pelirrojo fulminó a su amigo con la mirada. Aunque, dentro de él, sabía que Kenny tenía toda la razón. Ir allá y fallar significaba dejar a Ike completamente desamparado. Desafortunadamente, no podía apagar el dolor y la furia que le quemaban por dentro. La única manera de hacerlo era mediante la frialdad de la venganza.
—Ike estará bien —insistió.
—De acuerdo —aceptó Kenny, no muy convencido.
Su mirada pasó a Token.
—Yo me quedo —dijo el afroamericano.
—¿Qué? —preguntó Cartman de verdad sorprendido—. ¿Después de todo ese discursito de mierda sobre hacer algo contra ellos te echas para atrás, negro?
—No, seguiré luchando —dijo—, pero no dentro. No creo que ese tipo vaya a quedarse dentro de su castillo. Seguramente ya planea su ataque. Alguien debe estar afuera para ayudar a la gente. Además, no tengo tanta experiencia contra él como ustedes. Posiblemente estorbaría.
—Yo igual —dijo Clyde.
—Otro cobarde —se quejó Cartman cruzándose de brazos.
—Cierto, soy cobarde —espetó—. Posiblemente si pasa algo muy feo saldré huyendo. Aunque, también sé que haré todo lo posible para evitar que más personas de nuestro pueblo sufran en manos de esas bestias de las tales Tierras del Sueño o lo que sean.
—¡Timmy!
—¿Cartman, Damien? —preguntó Kenny.
—Yo no me pierdo el patear las bolas de ese marica por nada del mundo —dijo Cartman—. Ni piensen que me dejaran atrás.
Damien miró a Karen.
—Tengo que ir. Mi padre me envió a la Tierra para enfrentar a ese monstruo y no pienso decepcionarlo.
Luego, sus ojos se posaron en Clyde, Token y Timmy.
—Más les vale proteger a mi madre.
—¿Tú madre?
—Liane Cartman —respondió Kenny.
La mayoría de los presentes quedaron en shock.
—¡Espera! ¿Me estás diciendo que tú y Cartman…? —preguntó Token sin poder creer lo que escuchaba.
—Sí, desafortunadamente la bola de grasa y yo somos hermanos.
—¡Oye, emo de mierda, no estoy…!
—Sí, como sea —le interrumpió Damien—. Más les vale cuidarla.
Los tres chicos asintieron, Timmy con un sonoro… Timmy.
—Dios, el Culón hermano de anticristo —dijo Kyle—. Ahora tiene sentido que sea la encarnación del mal.
La mirada de Kenny entonces llegó a Henrietta.
—Preparare las cosas para su asalto —dijo la gótica—. No puedo serles de ayuda allá adentro, así que me temo que no podré ir. Sin embargo, haré todo lo que esté a mi alcance para prepararlos.
Dicho eso, se retiró de la habitación en dónde se hacía la reunión para seguir estudiando sus grimorios en busca de cosas que les ayudaran.
- ULP -
Luego de afinar detalles, todos se fueron a descansar y a prepararse para el asalto al castillo de Kadath que sería en poco tiempo.
La noche llegó y las noticias desde el campamento hablaban de la posibilidad que había de que el ejército intentara un asalto al castillo al día siguiente. Esto atrajo un ambiente un poco tenso para los héroes. No podrían ayudar, puesto que todas sus fuerzas y recursos se destinarían ahora a su misión de asalto al castillo. Sólo esperaban que aquello no fuera a terminar en un desastre.
Supieron que esa tarde, mientras ellos discutían que hacer, un avión de reconocimiento de las fuerzas aéreas había tratado de sobrevolar Kadath. Se perdió contacto con él y desapareció de los radares casi a los dos minutos de haber ingresado al espacio aéreo sobre el castillo. Las pocas imágenes que había enviado coincidían con las que del satélite de la NASA: una serie de números y caracteres extraños que las computadoras no podían descifrar. Claro, esto último no lo sabía el público en general, y en esos mismos momentos los científicos del gobierno debatían airadamente sobre el significado de aquello. Era una especie de código de programación increíblemente avanzado. Era posible, decían algunos, que ni siquiera el superordenador más potente y veloz del que se disponía podría arrojar algún resultado sobre el mismo.
- ULP -
Ike lloraba, como un niño pequeño, mientras Kyle cerraba los ojos y trataba de recordarse que era necesario, que debía hacer justicia por sus padres y esa era la única manera.
—¡No vayas! —gritó el menor finalmente—. Si vas voy a estar solo.
—No estarás solo. Los tíos van a cuidarte, en Connecticut, y estarás con el primo Kyle.
—¡No quiero estar con los tíos! Eres mi hermano, Kyle, no quiero perderte también. Si mueres allá estaré completamente solo.
Kyle lo abrazó contra sí, mientras le menor seguía llorando.
—Tengo que hacerlo. Alguien debe hacer justicia por sus muertes, y soy el único que puede. Además, los demás chicos me necesitan. Tengo que ir.
Ike lloró hasta quedarse dormido. Luego Kyle lo dejó en la cama del refugio que el ejército había abierto para los habitantes de South Park. Dejó una carta para él dentro de la mochila con las pocas pertenencias que le quedaban, y luego salió para ya no regresar.
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Stan entró en la habitación en dónde su padre y su hermana dormían. Era de noche y prácticamente no los había visto en todo el día. Se quedó un momento contemplándolos, luego, dejó la carta que había escrito en la mesita de noche para después salir de allí. Si tenía suerte, pensó, los volvería a ver pronto.
—Stan… —Se sorprendió al encontrar a Wendy fuera de la casa. No la había visto mucho desde el funeral de su madre.
—¿Wendy?... ¿Qué haces aquí?
—No podía dormir —respondió la chica. Estaba delgada y pálida, además de que sus ojos denotaban lo cansada que estaba de llorar. Había perdido a su padre en todo ese desastre—. Y, bueno, no tenía nada mejor que dar la vuelta por la zona.
El refugio del ejército eran una serie de barracas armadas en las afueras de Denver, aunque no tenía mucha seguridad, por lo que era fácil moverse entre ellas durante la noche.
Stan, apretó la carta que había escrito para Wendy, la cual le pedía abrir en dado caso de que no regresara, y en la que le explicaba la verdadera razón detrás de su «huida», además de disculparse por no haber podido ayudarla en el momento que más le necesitaba. En un momento de valor, la besó como nunca lo había hecho.
Al terminar, la chica lo miró extrañada.
—Stan, ¿qué está pasando? —No era que no le gustara la acción de su novio, sino que ese beso se había sentido cargado de tantas emociones negativas que…
—Wendy, tengo que irme.
—¿Irte? ¿De qué hablas, Stan? ¿A dónde vas?
El chico sonrió y le entregó la carta en persona.
—Guárdala. Si no regreso, en ella explico todo. Ahora, lo siento, pero debo hacerlo.
—Stan, me estás… —No terminó de hablar. Quedó inconsciente en brazos de Stan. Kyle salió de las cercanías.
—No la lastimaste, ¿verdad?
—Por supuesto que no —respondió—. Vamos, esperan por nosotros.
Stan asintió antes de dejar a Wendy en el suelo recargada contra el muro de una de las barracas. Se sentía culpable de hacerle eso, pero no tenía otra opción.
- ULP -
Liane lloró desconsolada hasta quedarse dormida. No quería que sus hijos fueran de nuevo a enfrentar todo eso. Prefería salir huyendo, hacia dónde fuera, pero alejarse de todo. Damien sin embargo fue muy específico: el tiempo de huir había pasado, ahora solamente quedaba ir allá y derrotar al dios. Cartman, por su parte, actuaba movido por su deseo de hacer pagar al cabrón por haberse burlado de él en el pasado. La mujer, al final, terminó por resignarse. No sabía si Dios les ayudaría al ser hijos de quien se suponía era su mayor enemigo, aunque de todas formas comenzó a orar al cielo porque sus pequeños estuviesen bien.
- ULP -
Carol lloró amargamente mientras sostenía a Karen contra su pecho. Mientras, tanto Kevin como Stuart, parecían no saber que decir.
—¿Por qué tienen que ir allá? —preguntó Carol desconsolada.
—Mamá, el asunto es que ese ser no dejara de perseguirnos —dijo Kenny—, y de ponerlos en peligro a ustedes también. Es necesario acabar con esto de raíz.
Karen se apartó de su madre, quien se refugió con Stuart.
—Prometan que volverán —dijo Carol.
—Por supuesto, de una forma u otra, volveremos.
—Adiós, mamá, papá, Kevin —se despidió Karen.
- ULP -
La última vez que todos los miembros de Coon y Amigos estuvieron juntos fue una tarde fría, justo doce horas antes del momento que lejos de allí los altos militares habían elegido el momento en que asaltarían el castillo con todas sus fuerzas disponibles.
Dado que el perímetro de Kadath estaba cercado por el ejército, se reunieron en el bosque a varios kilómetros del cerco.
—Espero que tengan éxito —dijo Token—. De todas formas, nosotros haremos lo posible para proteger a la gente, si es que se decide reconstruir el pueblo.
—Gracias —dijo Kenny.
—Derrótenle y regresen —dijo Clyde.
—¡Timmy!
Kenny entonces miró a Henrietta. La gótica acababa de entregarles algunas cosas que de seguro les serian de utilidad, para luego explicarles cómo funcionaban. Eran amuletos, conjuros en pergaminos como se acostumbraba en oriente y algunas armas preparadas para hacer daño a los gules que sabía encontrarían.
—Gracias, Henrietta.
—Sí, como sea, sólo ve y termina con esto… Kenny.
El rubio sonrió.
—Lo haré. De nuevo, gracias por todo. —Su mirada se quedó fija en la gótica, quería decir o hacer algo más, pero no se atrevió. Se dio media vuelta y miró a sus amigos que le acompañarían.
Mysterion, El Coon, The Princess, Toolshed y Cometa Humano alzaron la mirada hacia el inmenso y blasfemo castillo, para posteriormente emprender el viaje hacia aquella fortaleza erigida para los dioses.
- ULP -
En la sala del trono, tras los doseles dorados, el faraón negro, Nyarlathotep, observó como las huestes de criaturas que enviaría a causar el caos sobre la humanidad se preparaban para la batalla. Los gules con armaduras montando los escamosos y asquerosos shantaks; las enormes arañas de Leng, de color purpura y colmillos con un veneno tan potente que mataría a un elefante en segundos; también estaban las abominables bestias lunares, capaces de adoptar cualquier forma, aunque generalmente se mostraban como seres cuya apariencia parecía la de un sapo miles de veces más grande que los comunes, capaces de navegar galeras que flotaban en el cielo como si lo hicieran sobre el agua y cuya piel era tan resistente que siquiera la más filosa de las espadas podía atravesar; estaban también allí los hombres de Leng, criaturas pequeñas de piernas peludas, pesuñas en lugar de piel y cornamentas como de toro, sin duda similares a aquellos sátiros de las leyendas griegas, quienes habían sido esclavizados mucho tiempo atrás por las temibles bestias lunares.
En algún lugar de los profundos sótanos de su castillo, los lívidos y los gules cavaban los túneles por los cuales invadirían las ciudades humanas. Imaginar el caos que ocurriría cuando de pronto, aquellas abominaciones, emergieran desde las grietas del subterráneo para atacar a los incautos que esperaban el metro.
Aunque, primero debía atar otro cabo. Sus invitados, su hijo Kenneth y sus amigos, estaban en camino para la última ceremonia obligatoria antes de la invasión.
El Trapezoedro casi estaba listo para cumplir su última función.
XXII. Nyarlathotep
La primera señal de que las cosas no estaban del todo bien fue el viento. Tal como el profesor Carter lo describía en su diario, nada más pisaron el interior del patio de armas del titánico castillo, una ventisca de índole sobrenatural los alzó en el aire. Sin que ninguno de los seis héroes pudiera hacer nada, se vieron arrastrados por aquellas potentes corrientes a través de las inmensas puertas de madera negra que se habían abierto para ellos. Las corrientes de aire les arrastraban a través de inmensos pasillos, que se abrían como gargantas siniestras y oscuras, apenas iluminados por unas pocas antorchas. Pasaron por enormes salones, adornados con muebles de madera finamente tallados, con cortinas de seda y satén adornadas con tejidos hechos hilos de oro y plata, en los cuales se apreciaban trazados y grabados tan intrincados y maravillosos que definitivamente no habían sido hechos por manos humanas. Las esculturas de dioses terribles y las armaduras de extrañas formas parecían mudos centinelas, mientras aquellas corrientes de aire poderosas los llevaban arriba y abajo, a izquierda y derecha, atravesando pasillos, salones, escaleras y dormitorios. Notaron un inmenso comedor en el cual había puesto un banquete, sin duda era aquella sala dónde los dioses presos llevaban a cabo sus fiestas cual emperadores romanos.
Finalmente, luego de lo que bien pudieron ser horas, los seis héroes fueron depositados son suavidad en el centro de una habitación tenuemente iluminada por las antorchas. Al volver el rostro arriba, era incapaz de verse el techo, por lo que únicamente contemplaron una negrura que se abría como un amenazante abismo listo para tragarse su cordura.
Los seis héroes, uno contra la espalda del otro, se mantenían en guardia ante cualquier cosa que pudiera pasar. Luego, el sonido de una trompeta llenó la sala, anunciando la llegada del señor de ese castillo. Pronto los héroes se vieron rodeados de un grupo de hombres negros vestidos con taparrabos cual antiguos esclavos egipcios, quienes portaban antorchas sobre sus cabezas, y se llevaban trompetas plateadas a la boca para entonar aquella música compuesta únicamente para los oídos de los dioses. Luego, desde una ventana en algún lugar del alto techo, descendió un único haz de luz solar. Iluminaba este un trono de oro en la altura de una enorme escalinata de mármol blanco, la cual contrastaba con la oscuridad a su alrededor y la negrura de la roca con la que estaba construida la ciudad-fortaleza de Kadath. En aquel trono, se hallaba sentado un joven faraón, cuyo rostro apuesto miraba a los héroes con un deje de humor caprichoso.
—Bienvenidos —dijo, con una voz suave y resonante como campanilla de plata—. Han pasado por todos los obstáculos y pruebas que he puesto ante ustedes, y ahora de nueva cuenta están ante mi presencia. Se han vuelto fuertes durante los últimos siete años y eso es algo que me complace mucho. Ahora, podemos dejar de lado los juegos infantiles y finalmente ponernos serios.
Mysterion, como todo buen líder, dio un paso al frente para ser quien diera la cara primero.
—¿Juegos, Nyarlathotep? —gruñó—. Estamos hartos de tus juegos caprichosos. Terminaremos con esto aquí y ahora.
El faraón se puso de pie, y descendió los peldaños uno a uno, en un paso lento y ceremonioso.
—Precisamente, hijo mío. Es momento de terminar. Ha sido maravilloso mientras duró. Creo que todos nos hemos entretenido mucho.
Esta vez, fue el turno de Cometa Humano de enfurecerse.
—¡Maldito, cabrón! ¡No perdonare todo el daño que hiciste! Voy a hacerte pagar.
—Ah, el profeta que no puede escuchar la voz de los dioses. ¿Vas a hacerme pagar? Supongo que quieres venganza por la muerte de tus padres. Están buscando al equivocado. Dime algo, judío, ¿no sé supone que son el pueblo elegido por Dios? ¿Dónde estaba entonces tu Dios cuando los gules devoraron a tus padres? Además, siendo más técnico, no fui yo quien llevo a esas bestias a tu pueblo. Ese fue el trabajo de su buen amigo Leopold.
—Butters no actuaría así —gruñó El Coon—. Ustedes lo engañaron. Lo utilizaron para hacer su trabajo sucio.
Esto hizo que Nyarlathotep, quien ya había llegado al pie de la escalera, sonriera con sorna.
—¿Yo le obligue? ¿Yo lo engañé? Puede ser, aunque, es interesante que me culpes a mí de todo cuando tú mismo fuiste uno de los principales responsables detrás de las decisiones de Leopold. Hijo de Lucifer, ¿acaso pensabas en él cuando lo engañabas, lo manipulabas y lo usabas como pieza en tus retorcidos y egoístas planes? Mira bien tu pasado y tus acciones. Puedes verlo, ¿verdad? Yo no habría podido utilizarlo como una de mis piezas si en primer lugar ustedes no lo orillaran a la desesperación. Sí no se hubieran quedado parados viendo como su querida amiga, Isabel, era aniquilada hasta no quedar más que ceniza por las mismas manos del Hijo de Yahveh. Ustedes, y el dios al que sirven ciegamente, son la única causa de que Leopold eligiera servirme, que eligiera desaparecer y convertirse en uno de mis avatares.
El Coon retrocedió un paso.
—No… —dijo—. Tú eres… lo manipulaste… lo utilizaste… y luego…
—Sabes que es verdad. Niega todo lo que quieras, cúlpame de todo, al final sabes que eres el único responsable. No viste cuanto te hacía falta, no supiste darte cuenta de que posiblemente era el único amigo incondicional que tenías en tu patética existencia hasta que fue demasiado tarde. Y ahora, como el ser rastrero que eres, buscas pasar esa culpa a alguien más.
—¡No lo escuches, Cartman! —gritó Toolshed—. No fue tú culpa. Todos… Todos nosotros pudimos hacer algo, pero no quisimos ver lo egoístas que estábamos siendo con él… Ellos se aprovecharon de eso.
Nyarlathotep dirigió entonces su mirada a Toolshed.
—Debiste quedarte con Obed, joven Marsh. Como profundo tal vez habrías podido sobrevivir en el mundo regido por mí.
—No —espetó Stan—. Jamás te habría servido. Eres despreciable. Arruinaste las vidas de todos mis amigos y compañeros. Destruiste nuestro pueblo y propiciaste la muerte de mi madre. Voy a detenerte, sin importar el costo.
Nyarlathotep sonrió.
—Bien, joven Marsh, quiero ver que lo intentes. Quiero ver que todos ustedes lo intenten. Al final, cuando vean lo fútiles que son sus intentos, disfrutare más de la agonía de verlos morir.
La mirada caprichosa pasó entonces a Damien.
—El otro Hijo de Lucifer. ¿Por qué luchas? No me ha quedado claro del todo. Tu padre te lo ordenó, ¿es todo? Pero realmente no tienes ninguna motivación para estar aquí y enfrentarme. Yo no te he lastimado. Si eres la representación de todo lo contrario a Yahveh, entonces, ¿cuál es el propósito de estar aquí?
—No dejare que ganes. Eso es suficiente motivación. La Tierra pertenecerá a mi padre.
—Bah, Lucifer ha envejecido para ser un cobarde incapaz de siquiera dirigir su propio reino. ¿De verdad eso puede conquistar la Tierra? No queda nada de aquel poderoso arcángel que blandiendo una espada de fuego era capaz de hacer temblar a los mismos Dioses Primigenios. Admítelo, niño, tu padre no es más que un cobarde debilucho que envía a sus hijos a enfrentarme, como carne de cañón, porque bien sabe sus días de gloria pasaron hace mucho tiempo.
—Haré que te tragues esas palabras —espetó el Anticristo.
—Eres libre de intentarlo.
Sus ojos violetas pasaron sobre Karen. La joven mantenía el arco tensado con la flecha apuntando directamente a Nyarlathotep. Esperaba el momento indicado para soltarla.
—Soñadora, princesa de Ooth-Nargai, heredera del trono de Kuranes. Es una lástima que esa sucesión jamás va a darse. A menos, claro, que elijas bien y gobiernes en mi nombre.
—¡Jamás!
—Piensa un poco, Soñadora, tus padres estarían a salvo si tan sólo eliges servirme. Y digo lo mismo, Hijo de Shub-Niggurath, ninguno de ustedes ha vendido su alma a Satán. Tendrían mi palabra de que su familia no sufriría daño alguno.
—No tienes palabra, Nyarlathotep —espetó Mysterion—. Acabare contigo ahora mismo.
El dios sonrió con sorna y diversión.
—Ya lo veremos.
Dicho eso, las trompetas de plata volvieron a sonar. The Princess soltó la cuerda del arco. La flecha salió disparada a toda velocidad en dirección a la cabeza de Nyarlathotep. Pareció que le había dado directamente en la frente, pero al instante la figura del faraón se había disuelto en humo negro. Las trompetas dejaron de resonar. Los héroes se pusieron en guarda nuevamente, esperando de dónde vendría el ataque.
Dark Prince arrojó una bola de fuego al tonar un movimiento entre las sombras. Al instante un gul saltó envuelto en llamas chillando y aullando como un perro herido.
Cometa Humano esquivó una lanza, y Toolshed se volvió para dar un puñetazo a una cosa extraña y gelatinosa que se había arrastrado casi indetectable detrás de él. The Princess disparó varias flechas, guiándose por las leves siluetas de los seres que acechaban desde las sombras. Unos pocos chillidos le confirmaron que había atinado al menos a un par. The Coon no se quedaba atrás, saltaba y atacaba con sus garras a aquellos enemigos que trataban de tomarle desprevenido. Mysterion, mientras tanto, se abría paso esquivando los ataques mientras se aproximaba en dirección al trono. Su mirada estaba fija en un resplandor rojizo sobre aquella silla de oro, estaba seguro de que se trataba del Trapezoedro, ese era su objetivo.
Estaba a punto de llegar hasta el trono, cuando sintió como algo pesado lo golpeaba de lleno arrojándolo varios metros hacia la derecha. Aturdido, se puso de pie lo mejor que pudo, solamente para verse inmovilizado por unos tentáculos viscosos y potentes.
—Vamos, hijo mío, todavía queda una cosa que debes hacer por mí te guste o no.
Nyarlathotep le había apresado en sus terribles tentáculos negros y ahora le arrastraba en una dirección desconocida, alejándolo del trono y de sus aliados.
Kenny escuchó como Karen gritaba su nombre y junto con los otros trataba de abrirse paso entre el ejército de temibles criaturas, pero estas les atacaban en grandes cantidades.
—¡Cabrón, ni creas que voy a ayudarte!
—Ya lo he dicho, no tienes elección.
Le llevó a través de innumerables pasillos, atravesando las incontables habitaciones de aquella morada de dioses malignos. Descendieron escaleras tras escaleras, hasta finalmente detenerse ante unas inmensas puertas de metal oscuro que se abrieron ante el chasquido de la lengua de Nyarlathotep. Entraron entonces a una inmensa biblioteca cuyos laberinticos corredores de alzaban casi interminables hacia arriba. Kenny ya había estado allí, luego de sufrir a causa de aquel Retoño Oscuro de Shub-Niggurath.
Una vez en el centro de la inmensa biblioteca, el dios se ocupó de atar al chico en una silla, al tiempo que ataba sus manos con correas increíblemente resistentes. El héroe aló con todas sus fuerzas descubriendo que era inútil. Mientras tanto, su capucha y su antifaz habían sido retirados para dejar su rostro al descubierto. De igual manera, uno de sus guantes había desaparecido y la tela sobre su brazo había sido rasgada para dejar al descubierto la muñeca.
—¡Qué es lo que pretendes, maldito! —gritó Mysterion.
—Hoy vas a cumplir tu propósito en este mundo, hijo mío. Es hora de inmunizar a los Primigenios ante poder del Símbolo Arcano.
Al instante, una extraña criatura peluda subió por el respaldo de la silla luego cruzó corriendo por el hombre y el brazo de derecho de Kenny, hasta detenerse justo frente a la muñeca descubierta. El rubio contempló con horror y asco a un ser mitad rata y mitad persona. Este le dirigió una mirada burlona, al tiempo que se paraba sobre sus patas traseras y hacia una reverencia teatral.
—Es un placer conocerle, Maestro Kenneth —dijo aquella rata con rostro de hombre—. Mi nombre es Brown Jenkins, fiel sirviente de su padre, el poderoso Caos Reptante.
Kenny observó con horror como la rata se acercaba a su muñeca, dejando al descubierto dos filosos dientes los cuales se aproximaban peligrosamente en dirección a una de sus venas.
- ULP -
A varios pisos por encima de ellos, en la sala del trono, los héroes se veían rodeados por cada vez más de aquellos seres venidos de las Tierras del Sueño. The Princess, acompañada por Dark Prince, se abría paso en dirección al trono, mientras insistentemente buscaba a Mysterion, aunque debido a la oscuridad reinante y a la gran cantidad de seres de todos los tamaños que se movían y atacaban desde la oscuridad, era una misión prácticamente imposible.
Dark Prince se dedicaba a quemar prácticamente todo lo que se interponía en su camino, mientras The Princess parecía buscar algo más con una desesperación. En esa sala del trono, muchos eones atrás se habían sentado los amables Dioses de la Tierra, y aunque ahora solo los Dioses Otros, cuyo emisario era Nyarlathotep, reinaban en dónde antes habían habitado Yahveh y su corte, debía quedar algo de aquellos viejos días de Luz, que esa oscuridad cubierta de ónice pretendía ocultar. Aquella ventana, desde dónde entraba la luz del Sol, posiblemente esa era la respuesta que necesitaba.
Cuando finalmente consiguió llegar al trono, se subió sobre este. Dark Prince creó un círculo de fuego a su alrededor, mientras The Princess extraía de la aljaba a su espalda una de las flechas que Bast le había dado. Luego, con el mismo arco de la diosa, apuntó hacia el techo, hacía la ventana abierta. Afinó la puntería, un poco más hacia arriba, en dónde podía notar un resplandor metálico, allí donde los rayos del sol entraban de lleno.
Soltó la flecha. Esta salió disparada. El techo era tan alto que posiblemente no llegaría hasta arriba. En esos segundos, The Princess no podía hacer más que orar a los amables dioses porque la flecha de la diosa arquetípica consiguiera su objetivo. Allá iba, atravesando el aire enrarecido y maloliente de la Ignorada Kadath, en dirección a aquella única fuente de luz. Se elevó, más alta, en dirección al techo y la altísima cúpula de aquella inmensa torre de Kadath.
Hubo un ligero tintineo en cuanto la flecha tocó aquel objeto metálico, para luego caer en picada hacia abajo, habiendo cumplido su objetivo.
Aquella cosa metálica, pareció accionar un mecanismo al ser golpeada por una flecha perteneciente a una diosa. Una serie de espejos, que hasta el momento habían permanecido girados hacia abajo, comenzaron a moverse en diversos ángulos. El titánico castillo parecía retumbar al momento que una serie de complicados artilugios metálicos se accionaban en todas direcciones. Más y más espejos comenzaron a alinearse, atrapando la luz que se colaba por aquella diminuta ventana de no más de treinta centímetros, amplificando esos haces, y redirigiéndolos en todas las direcciones posibles. Así, la oscuridad comenzó a ser rasgada, tal como ocurriera en el pasado, tantas veces que no hay número humano capaz de contarlas, en que las estrellas se encendieron en el cosmos para llevar luz a esa inmensa oscuridad. Y así, la luz de la tarde inundó el sitio.
Los gules y otras criaturas de las zonas inferiores de las Tierras del Sueños chillaron al ver sus pieles arder en llamas, al tiempo que corrían en busca de algún refugio lleno de oscuridad que les protegiera de aquella benigna iluminación. Las bestias lunares, rodeadas por aquellos seres, trataban inútilmente de escapar, pero al ser tan grandes y torpes, les era muy difícil. Los héroes, casi completamente agotados, hacían lo necesario para esquivarlos, a la vez que trataban de llegar hacia el inmenso trono negro.
En cuestión de minutos, estaban completamente solos en aquella inmensa pieza. La luz había dejado al descubierto las columnas recubiertas de oro, los murales en dónde los querubines danzaban al son de las flautas de unos seres parecidos a los faunos de las leyendas. Las runas en un idioma tan antiguo que nadie salvo los mismos dioses debía recordar, contaban mudas historias de tiempos lejanos. Esa era la sala del trono de los Grandes Dioses, la cual por primera vez en eones incontables estaba libre de toda oscuridad.
—¿Dónde está Mysterion? —la pregunta de Toolshed atrajo la atención de sus compañeros, quienes embelesados contemplaban la belleza ancestral y divina de aquel inmenso salón.
The Princess saltó del trono. No tuvieron que decir nada, todos salieron corriendo en dirección a una de las inmensas puertas laterales, mientras Kyle intentaba guiarse por el continuo llamado psíquico de su amigo.
—Espere, debemos usar lo que nos dio Henrietta —dijo Toolshed, al tiempo que sacaba aquellos pergaminos orientales que la gótica les había dado—. Dijo que eran amuletos protectores, quizá puedan evitar que el enemigo regrese a esta sala. Parece ser un lugar importante.
—Tiene que serlo —escupió Dark Prince—, el vejete de arriba solía sentarse en ese trono.
Y mientras ellos salían, el Trapezoedro aún incrustado en la parte alta del trono, incrementaba cada vez más su brillo.
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Tambaleante, Mysterion avanzaba por los siniestros pasillos envueltos en la oscuridad. Cada tres metros había una antorcha, cuya flama le daba un poco de seguridad, aunque luego, cuando inevitablemente se internaba en las sombras, sentía como su corazón se enfriaba y el miedo le atenazaba las entrañas. Con su brazo izquierdo hacia presión sobre la lesión aún sangrante en su muñeca derecha. Había tratado de sanarla con sus poderes, pero estos estaban actuando muy lento, posiblemente debido a alguna cosa en la saliva de aquella asquerosa rata con cara de persona.
Podía sentir a los seres que reptaban en el castillo, apartándose de su camino. Sin duda presentían el poder de un dios Primigenio o Exterior —realmente le daba igual— en su interior por lo que preferían mantenerse alejados. O tal vez, por alguna retorcida maniobra, Nyarlathotep les había ordenado no atacarle.
Se detuvo al pie de unas inmensas escaleras, a penas iluminadas por un par de candelabros que colgaban de los muros. Soltando un suspiro, comenzó a subir con lentitud. La pérdida de sangre comenzaba a afectarlo. Le pareció que tardaba una eternidad en llegar arriba, mientras sus pasos se habían más pesados. En varias ocasiones, al estar a punto de caer hacia atrás, hizo uso de toda su voluntad para inclinarse hacia adelante. Prefería quedar arrodillado en los escalones por unos momentos a caer rodando hacia abajo y morir. Afortunadamente la herida se había reducido a un rasguño que ya no sangraba, por lo cual ya no tenía que ejercer presión privándole del uso de un brazo.
—¡Kenny! —el grito de Karen llenó sus oídos. Agradeció mentalmente que al parecer se encontraba bien.
No pasó mucho tiempo antes de que se vio rodeado por el resto de Coon y Amigos.
—La sala del trono —dijo casi al borde del colapso—, hay que volver. Nyarlathotep terminara el ritual usando mi sangre y el Trapezoedro.
—Sellamos la habitación —dijo Kyle—. Los sellos que Henrietta nos dio contenían las instrucciones para hacerlo. Sin embargo, no duraran mucho. Es cuestión de tiempo antes de que encuentre la manera de abrir la sala de nuevo.
Kenny asintió. Así, apoyándose en Toolshed y Cometa Humano, comenzó a avanzar junto con el resto en dirección a la sala del trono.
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Nyarlathotep contempló la joya en su mano, aunque antes de que pudiera sumergirla en el cuenco con la sangre de Kenny, una veloz flecha la impactó de lleno haciendo que saliera volando hasta caer a varios metros.
Muy molesto, el faraón negro dirigió su mirada al grupo de héroes que acaban de llegar. The Princess aún tenía el arco en posición, habiendo colocado una nueva flecha la cual le apuntaba directamente a la cabeza.
—¿No se cansan de interferir? —espetó el dios.
—Hoy termina todo, Nyarlathotep —respondió Mysterion.
—¡Vas a pagar, desgraciado! —agregó Cometa Humano.
El dios sonrió con sorna.
—Realmente, sus esfuerzos por detener lo inevitable son absurdos. Los humanos jamás podrán oponerse a los dioses.
Dicho eso, se transformó en aquella monstruosidad de tentáculos negros y máscara plateada que todos, salvo The Princess, vieran siete años atrás.
The Princess soltó la flecha. El dios la esquivo, reduciéndose a una masa de tentáculos que reptaban por el suelo a gran velocidad. La mayoría de los héroes saltaron hacia los lados, al notar que se dirigía hacia ellos. Mysterion, en cambio, permaneció de pie. Él mismo se transformó en un ser provisto de tentáculos marrones que asemejaban las ramas de un árbol. Era el poder de Shub-Niggurath. Ambos seres chocaron uno contra otro, con sus fuerzas igualadas. Cada cual retrocedió, recobrando las figuras anteriores.
—Ah, Kenneth, te has recuperado muy rápido de la pérdida de sangre. Y ese nivel de uso de la bendición de Shub-Niggurath, es maravilloso.
—¡Deja de burlarte de mí, cabrón!
—No lo hago. Veamos qué tan veloces son realmente tus reflejos.
Fue en ese momento que un tentáculo emergió del suelo muy cerca de Cometa Humano, al grado de que apenas si pudo esquivarlo.
—Casi te tengo, quería destrozarte como a tus padres —se burló el dios—. En cuanto a ti, Kenneth, realmente eres lento, ni siquiera te diste cuenta de nada.
Cometa Humano, mientras tanto, estaba hirviendo en rabia.
—¡Te atreves a burlarte de ellos! —rugió. El cometa en su espalda se extendió, permitiéndole alzar el vuelo, mientras varias ráfagas de energía salían disparadas de sus ojos en dirección al monstruo de tentáculos.
—Justo a tiempo —susurró Nyarlathotep, mientras se disolvía en un espeso humo negro.
Cometa apenas tuvo tiempo de reaccionar. Aparentemente de la nada, un grueso tentáculo le atravesó por la espalda, luego, se sacudió arrojándolo como si fuera un bulto de basura.
—¡Kyle! —gritó Toolshed, al tiempo que corría hacia su amigo a toda velocidad.
—¡Cabrón! —rugió El Coon, arrojándose contra la figura del dios que acababa de materializarse de nuevo. No era el único, Kenny también se había movido disparando sus tentáculos contra el temible Nyarlathotep.
—Furia ciega, aquello que condena a los humanos —susurró el dios. Esquivó la arremetida del Coon, y empleó sus propios tentáculos para bloquear los de Kenneth.
El Coon aterrizó en el mismo lugar en donde antes había estado Nyarlathotep. Se dio media vuelta, buscando al dios con todos sus sentidos. Al encontrarlo se lanzó de nuevo al ataque.
Mientras tanto, Stan, quien se había quitado las gafas, estaba arrodillado junto a su mejor amigo sin saber qué hacer. Kyle tenía el estómago perforado de lado a lado y, obviamente, no paraba de sangrar. El pelirrojo tosió varias veces con sangre, se convulsionó, mientras abría la boca tratando de decir algo. Lo último que vio Stan fue como la luz de la vida escapaba de sus ojos, los cuales se apagaron como dos esmeraldas a las que les hubieran arrebatado el brillo. Así fue como Kyle Broflovski murió. Lo único que pudo hacer ahora su mejor amigo, fue arrodillarse junto a su cuerpo inerte y comenzar a llorar.
Mientras tanto, Dark Prince se había movido con rapidez en busca del Trapezoedro. Debían destruirlo, para que todo acabara de una maldita vez. Lo encontró finalmente y lo tomó con su mano derecha. La maldita joya lo quemó al instante. Parecía tener consciencia propia y se estaba defendiendo. Aguantando el dolor, avanzó esquivando los ataques en dirección a Kenny. Luego, al llegar hasta un punto cercano, llamó su atención gritando y arrojando la joya hacia él.
Kenny la atrapó en el aire con uno de sus tentáculos. Al contemplarla, se dio cuenta de que estaba cuarteada por el centro. Seguramente debido a la flecha de Karen.
—Esto acaba aquí —dijo, sacando una de las dagas con grabados arcanos que Henrietta le había dado. Golpeó con ella en la grieta. La gema brilló una última vez, antes de cuartearse hasta convertirse en un polvo fino de color rojo que dispersó fácilmente.
—¿Qué hiciste? —gruñó Nyarlathotep, deteniendo sus ataques. Sus tentáculos retrocedieron, mientras la máscara plateada que era su rostro se agrietaba. El Coon estaba en el suelo respirando agitadamente. Antes de que Kenny acabara con la joya estaba a punto de ser atravesado por uno de los tentáculos, tal como Kyle un momento atrás.
Fue en ese momento que el castillo comenzó a temblar. La iluminación comenzó a fallar debido a que los espejos del techo se tambaleaban peligrosamente.
—Termine con todo —respondió Kenny, mientras se dejaba caer agotado. Durante los últimos minutos se había estado moviendo a base de adrenalina pura.
El dios se transformó en el Profesor Caos, y luego en un extraño hombre con pinta de gánster.
—Lo único que conseguiste fue devolver Kadath a las Tierras del Sueño. No has ganado nada más que un poco de tiempo extra.
—A veces, Nyarlathotep, eso es suficiente.
El dios desapareció. Sin el Trapezoedro volvía a ser nada más que el mensajero de los Dioses Otros, al menos de momento.
Kenny se puso de pie, junto con el resto y caminó hacia Kyle. Lo observó con tristeza. No había paz en su rostro. Supuso que era imposible que fuera así. Había muerto invadido en la ira y dejando atrás a Ike, solo a su suerte en ese mundo cruel regido por dioses indiferentes.
Stan lloraba desconsolado. El duelo no llevado por su madre y la pérdida de su mejor amigo le habían superado finalmente.
Karen, mientras tanto, trataba de curar las heridas de Damien. El anticristo le sonrió genuinamente, y ella le devolvió la sonrisa.
—Vas a estar bien —dijo ella.
—Gracias, nena —respondió Damien, antes de robarle un beso en la boca—. Con esto me siento mejor.
Cartman estaba arrodillado en el suelo, contemplando sus garras. No había podido ayudar ni a Butters ni al judío, a quienes, a pesar de todas sus acciones, apreciaba inconscientemente. Demasiado tarde lo había entendido. Ellos eran… habían sido de las pocas personas que podría llamar «amigos».
Frustrado, golpeó el suelo. ¿De qué le servía ser el Coon si era incapaz de proteger a nadie?
Respiró pesadamente antes de ponerse de pie. Ya se lamentaría después.
—¿Ahora qué? —preguntó, tratando de reponerse de todo ese desastre. El castillo cada vez temblaba más fuerte, y de pronto todos sintieron como se precipitaba hacia el interior de la tierra en una sola pieza con ellos dentro—. ¿Cómo salimos de aquí?
—¡No voy a dejar el cuerpo de Kyle en este lugar! —gritó Stan.
—¡Tampoco quiero eso, hippie, pero si nos quedamos…!
—Es tarde —le interrumpió Karen—. Estamos cruzando la barrera del sueño profundo. Vamos a las Tierras del Sueño, nos guste o no.
El sol finalmente dejó de entrar por la ventana del techo. Se quedaron dónde estaban, mientras la desconocida Kadath regresaba a la cima de aquella montaña tenebrosa en el centro de la inmensidad fría.
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Antes de que el ejército de los Estados Unidos pudiera iniciar su incursión contra aquel tenebroso castillo, este comenzó a temblar. Se ordenó a los soldados que esperaran en sus posiciones a nuevas órdenes, mientras la inmensa mole de ónice lentamente comenzaba a hundirse en la tierra. En cuestión de minutos pareció incrementar su velocidad. Las altas torres y murallas de la titánica fortaleza desaparecieron en menos de una hora. Atrás solamente quedaron las ruinas de lo que había sido un pequeño pueblo de montaña.
Durante los siguientes meses, e incluso años, los científicos y expertos de todo el mundo continuaron discutiendo acerca de lo acontecido en aquellas semanas en aquel pueblillo de Colorado sin ponerse de acuerdo. Sólo unos pocos, en Miskatonic, parecieron entender la verdad detrás de todo aquello, sin embargo, mantuvieron silencio.
