Auroras: Genee (en FF) y Rubykaiba.

Fic en colaboración que participa en el evento #oneday #autumnTaiora de la cuenta de ig: Majestictaiora.

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Segundas intenciones.

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Estaba sacando las últimas cosas de las cajas de cartón, la ropa yacía amontonada en su cama, sus cuadernos los tiró al suelo, los zapatos estaban regados por toda la habitación.

—¡Diablos! —Taichi rascó su cabeza mirando el desastre a su alrededor, parecía que había pasado un huracán. Logró ver un calcetín colgando de la persiana, acababa de regresar de la universidad y ese molesto traje negro no lo dejaría limpiar a gusto, pero, aunque la lógica diría lo contrario, su pereza no lo dejaba cambiarse de ropa, sobre todo porque tenía clases horas más tarde.

—Yagami —El moreno se giró y vio a su compañero de departamento con la mochila colgada del hombro—. Vaya que desorden…

—Lo sé, enseguida me pongo a acomodar, ¿tienes clase? —Se acerco al marco de la puerta-

—Hoy es el día más pesado —Suspiró—. Tengo tres clases seguidas, tal vez esté aquí a las seis. ¿Qué tal tu?

—Solo tengo una clase más en la tarde—dijo, regresando a apilar las cajas ahora vacías—. ¿Te las puedes llevar al bote de reciclaje?

—Claro, nos vemos más tarde —agarró las cajas y se las llevó arrastrando, el moreno suspiró a nueva cuenta, odiaba hacer las tareas de la casa.

Muy a su pesar, se puso manos a la obra, dobló su ropa y la metió en los cajones, acomodó sus zapatos debajo de la cama, sus libros y libretas fueron a dar a un librero pequeño, tomó unas revistas para acomodarlas también, pero en cuanto vio la portada de algunas de ellas, se detuvo en seco: "Pelirrojas ardientes", leyó. Parpadeó varias veces, se mordió el labio, una parte de él deseaba ignorarlo, pero la otra le pedía a gritos darle una hojeada y exactamente terminó por hacer lo segundo.

—Vaya… —tosió, aclarando su garganta.

Caminó hacia la pequeña sala, ya todo estaba acomodado y limpio, se dejó caer en el sillón y se puso a analizar con ojo crítico y pervertido cada hoja de la revista; en una de ellas, una chica de cabello largo y mirada sugerente le sonreía tomando sus enormes senos en las manos, instintivamente el chico bajó la mano a sus pantalones, frotando un poco con su pulgar, dio la vuelta a la página, estaba la misma chica ahora inclinada con el trasero al aire, la respiración se le empezaba a agitar de a poco, desabotonó su pantalón, el saco negro ya le estaba comenzado a dar mucho calor, el trasero de esa chica lo tenía hipnotizado, pasó sus dedos por la hoja, mientras que con su otra mano sacaba su insipiente erección, su mano dominante rodeó su hombría con cuidado, con el dedo pulgar arrastró el líquido pre seminal usándolo de lubricante, cerró los ojos, complacido, la revista ya había quedado en segundo plano, la mano que la sostenía ahora estaba en su alborotado cabello, un gemido salió de sus labios al tocar un punto preciso cerca de sus testículos, se estaba imaginando el trasero de la pelirroja, pero no la de la revista, estaba recordando el día de playa, hacía meses atrás, donde su mejor amiga trataba de jugar voleibol con Mimi, y en un intento de que la pelota no cayera al suelo, se tiró de estómago a la arena con los puños arriba evitando perder, cosa que logró, pero ese no era el punto, ese día él estaba sentado bajo una enorme sombrilla y vio el momento de Sora se aventó, su trasero había rebotado al caer, y su bikini se había metido un poco dejando ver la mitad de su firme y bronceada piel.

Los movimientos , en un principio firmes y lentos, se volvían cada vez más rápido, al movimiento iba ligado sus gruñidos de satisfacción.

Pero el sonido de la puerta lo hizo estremecer.

—¡Mierda! —soltó sintiéndose atrapado con las manos en la… masa, claro.

Por acto reflejo inconsciente, probablemente gracias a sus días viviendo en casa de su madre, tomó un cojín y lo puso en su regazo. Se quedó inmóvil y expectante, con los ojos casi saliendo de sus cuencas, ¿había sido su imaginación?

Se quedó a la espera de un nuevo llamado a la puerta, el cual no tardó en llegar.

Fastidiado, dejó salir un bufido, no tenía la intención de abrirle a quien fuese que fuera. Afirmó sus pantalones para que no fueran a caer y se dispuso a ir a su habitación en busca de más privacidad.

Un nuevo llamado a la puerta, seguido del llamado de una voz familiar.

—¿Taichi?

Exhaló frustrado. Por más que quisiera, una parte de él no podía ignorar a Sora Takenouchi, de todas las personas que pudieron ir a visitarlo (muy pocas, considerando que acababa de mudarse) ¿por qué justamente ella? Más allá de su poca fuerza de voluntad cuando se trataba de ella, Sora sabía más que nadie que a esa hora del día él estaría allí.

—Taichi soy yo —anunció del otro lado de la puerta.

—Claro que sé quién eres —siseó. Subió el cierre de su pantalón, y corrió a lavarse la cara, tomó un poco de agua a paso rápido para luego dirigirse hacía la entrada, pero antes de abrir notó que su miembro seguía erguido y latente.

—Esto no me puede estar pasando… —se quejó al borde de un paro cardíaco.

Fue por un cojín y lo puso sutilmente sobre la ingle, qué más daba, podía decir que derramó salsa en él.

Al abrir la puerta se encontró con una hermosa Sora vestida con un kimono azul y la cual llevaba en las manos un arreglo floral. "Por supuesto, hoy era su evento de ikebana".

La pelirroja lo saludó, molestándolo por haber tardado tanto, la respuesta del otro fue sencilla: se encontraba dormido.

—Como sea, estaba cerca, el evento de ikebana de mi madre acaba de terminar. Me dieron el tercer puesto —Puso en alto el bonito arreglo florar, tenía brillantes flores anaranjadas, con un girasol en medio—. Es para que tengas algo lindo en esta cueva de hombres —sonrió muy afable al final.

Oh, genial, solo pasó para tener un acto de cortesía por su nuevo departamento, aquello le venía como anillo al dedo, considerando que tenía un amigo que pedía su total atención.

—Me encanta, gracias… ahora si me disculpas tengo un poco…

—Estoy algo cansada —interrumpió—, ¿podría pasar a tomar un poco de agua?

"Maldita sea, Sora" de lo llevaba la frustración.

—Ehhh bueno, la casa está un poco tirada, desempacamos hace poco y… —La chica esquivó al moreno y entró sin más, él se giró y cerró la puerta siguiéndola, vio por debajo del cojín y su erección ya había bajado considerablemente, así que lo tiró a un lado.

—Taichi, aquí solo hay cerveza —regañó con verdadera preocupación—. ¿Qué harás si te enfermas, tomar cerveza? ¿En serio? —Su voz firme, baja, pero imponente. Taichi dio un paso atrás por acto reflejo, aterrado, sabía lo que se venía. —La próxima vez que venga, te traeré un poco de mis conservas de té, algunas pastillas y un kit de primeros auxilios, no puedo creer que vivas de esta forma.

—Sora… me mudé apenas hace una semana, ni siquiera he terminado de acomodar mi cuarto, tenía contemplado comprar todo eso después de los exámenes finales, para qué tener comida en casa si vivía prácticamente en la universidad.

Sora inspeccionaba cada rincón del mini apartamento, moviendo algunas cosas, su instinto maternal la llevaba a querer ayudar a su mejor amigo.

—¡Hey, deja de hacer eso! —pidió Yagami.

—Lo siento, pero hay mucho polvo… ¿No quieres que te ayude? —Preguntó tomando asiento en el sillón, al moreno le dio un ataque de pánico, había dejado la revista allí.

Necesitaba sacarla de allí. Por muy apartamento de joven soltero que fuera, no quería que Sora pensara mal de él, menos cuando había tardado tanto en atender a la puerta.

—¡Sora! Ehhh, ven, ven, ven —corrió hasta quedar frente a ella y la tomó de los brazos, incorporándola. Ella respondió haciéndole mala cara. La llevó hacia la mesita del comedor y la sentó en la silla —¡Vamos a brindar!—. Puso una cerveza frente a ella, alentándola a beber—. ¡Por un futuro próspero!

—Taichi, no beberé eso. —El otro le hizo ojitos, seguido de un puchero al que Sora no podía decirle que no. —¡Ay dios…! —Tomó la botella y la subió, chocándola con la de Taichi, el sorbió de su trago, animado, la pelirroja miró la sudorosa cerveza con un poco de desconfianza, pero terminó dando un trago también.

Estaba helada, ciertamente sabía muy bien, y al contrario de lo que muchos pensaban de Sora, era una muy buena compañía para beber, Taichi lo sabía de buena fuente.

—De nada, Takenouchi.

—Ya, no te regodees por llevarme por el mal camino como siempre. Pero, de hecho, está buena, el kimono me tiene bastante acalorada ¿Tienes alguna botana? Solo tomamos té en la exhibición y muero de hambre.

—Claro, esa es la actitud. —El moreno fue a la alacena y sacó una bolsa de frituras, la vertió en un bol y la acercó a Soea que, sin más, las consumió de inmediato.

Taichi se sentó y la miró con ternura, el era afortunado porque era el único que podía ver a esa Sora desenfadada, sin máscaras, sin modales que le recordaba tanto a cuando ella tenía 12 años.

Sora se dio cuenta de las miradas fijas del otro.

—¿Que miras? —dijo con la boca llena, el negó aún sonriente, la pelirroja giró los ojos con fastidio y siguió comiendo. Pero no podía quitarse de la mente que, desde que llegó, había notado lo galante que estaba Taichi. Amaba verlo con uniforme de fútbol, pero cuando vestía de traje, era un deleite para los ojos—. Sabes, me gusta como te quedan los trajes, te ves maduro y… —Apenas fue consiente de lo que diría y de un segundo a otro le entró el nerviosismo, fue a tomar una fritura, pero acabó golpeando el bol con el codo y todo se desparramó en el suelo—. Rayos, lo siento.

Se volvió para limpiar el desastre, cuando lo sintió: Una fuerte palmada en su trasero. Incrédula giró lentamente la cabeza en la misma posición que estaba, y ahí lo vio, a Taichi que tenía la mano en alto, se veía roja, y su expresión llena de culpa y miedo. ¿acaso, le acababa de dar una nalgada?

—So… Sora, lo siento, ¡no me mates! —alzó las manos en señal de rendimiento, comenzó a sudar frío.

—Taichi Yagami, me acabas de dar una nalgada…. —Se irguió, tronando sus nudillos, para después darle una bofetada tan sonora, que bien pudo haberse escuchado hasta en la facultad del otro.

—Esta bien. Lo merezco… —dijo sobando su enrojecida mejilla—. Pero no me arrepiento… —susurró para sí mismo.

—¿Que dijiste? —preguntó, aún habiendo escuchado lo que dijo—. ¿Que no te arrepientes? —acortó la distancia entre ellos y lo tomó del cuello de la camisa, tuvo que arquear mucho su cabeza ya que el chico le sacaba bastante altura—. Pídeme una disculpa.

Sora estaba conteniendo la risa y quizás era un poco evidente para Taichi que no paraba de ser demasiado franco. "¡Un mínimo gramo de arrepentimiento al menos!" Pensaba Sora.

—Lo siento, no puedo… pero si ya la cagué, mejor hacer que valga la pene.

—¿Disculpa? —Pero antes de siquiera darse cuenta de las intenciones de el otro, Taichi se agachó y ladeando la cabeza le plantó un beso, corto y sonoro.

Se despegó un poco y la miró, no le veía intención de molerlo a golpes, más bien estaba quieta, así que volvió a unir sus labios a los de ella, esta vez saboreándola más despacio.

—Taichi —susurró sonrojada.

Seguían tan cerca.

—Dije que tenía que valer la pena —respondió con voz ronca. La mano de Taichi sobre su mejilla, el dedo pulgar acariciando, arrancando suspiros en la pelirroja.

—Eres un sinvergüenza —rió con suavidad.

A decir verdad, estaba acostumbrada a ese tipo de comportamiento intrépido de Taichi, los coqueteos y besos robados, su impulsividad innata le aceleraba el pulso cuando menos lo esperaba, aunque con la nalgada se había extralimitado, aquella acción era nueva y distante del muchacho, pero bastante excitante, debía de aceptar.

—Parece que ya me perdonaste el… ahm, incidente de hace un rato. Lo siento, de verdad. No sé qué me pasó —Sí sabía lo que le había sucedido, pero no iba a entrar en detalles con la pelirroja, aquello lo dejaría más en evidencia que en buen pie y lo que menos quería era contar cómo minutos antes estuvo a punto de auto darse placer—. ¡Mi mano se movió sola! —La misma excusa de todos los hombres sin vergüenzas.

De haber sido otro chico estaría ofendida, la verdad. Pero se trataba de Taichi, un Taichi que le gustaba mucho, y con el que ya habían compartido un par de besos.

—Igual no te arrepientes, dices.

—Igual pudiera ser que sí querías…

—¿Ser nalgueada? —Sora enarcó una ceja, suspicaz.

Taichi, que continuaba con ambas manos alrededor del rostro de Sora, volvió a acercarse, dejando caer un piquito en los labios fruncidos de Takenouchi.

—Me gusta cómo saben tus labios. ¿Fresas?

—¿Quieres cambiar el tema?

—Me impresiona que estés tan molesta como para que mis besos no te escandalicen, ¿quizás es por el alcohol?

—Quizás es porque el kimono da calor.

—¡Takenouchi Sora! —soltó con un fingido tono de escándalo. Había tomado el comentario con doble sentido y aquello hacía sentir sucia a la otra.

La pelirroja se volvió toda sonrojos.

—Yo… no… no quise decir. Me refería a que el calor no me hace pensar bien, me nubla los sentidos… yo no… —Yagami sonrió sarcástico, cada palabra nueva que decía Sora era más comprometedora que la anterior—. Afff, Taichi, eres un idiota.

Sora hizo el ademan de ponerse de pie, "enojada", pero Taichi volvió a tomarla, esta vez por la mano, e hizo que volviera a caer sobre sus rodillas.

La besó duro, con todo el deseo que tenía acumulado, sus dedos enredándose en su cabello, desbaratando el elaborado y decorado moño que tanto le costó trenzar aquella mañana. Sora no pudo protestar si quiera, se ahogaba, de una manera deliciosa, en los labios de Taichi. Lo envolvió en un abrazo, era consiente de su busto aplastándose contra el pecho del amigo, en el beso que bajaba por la curva de su cuello, en la fría lengua de su amigo que se deslizaba por la piel erizando cada rincón de su ser.

Había sucedido, varias veces, aquellos encuentros que acababan con ellos dos liándose en algún rincón oscuro, las manos tocando lugares que para la mayoría sería imposibles de palpar, sintiéndose de una forma tan íntima que se le hacía difícil entender cómo no habían acabado en la cama aún; reconocía sus curvas con facilidad.

—Taichi —susurró y la mención de su nombre lo descolocó de una manera sumamente pasional.

—¡Mierda! —bramó al escuchar su nombre en medio del jadeo, la incipiente erección comenzaba a apretarle el pantalón.

Y fue aquello lo que le hizo entrar en razón, una fugaz y maldita mota de cordura le haría tomarla por los brazos y empujarla como si quemara.

—Lo siento… —dijo, agitado.

Al mirarla, cayó en cuenta de su error. La había alejado porque necesitaba respetarla (paradójicamente luego de haber sido nalgueada, detalles…) no hacer alguna locura que les impidiera luego seguir siendo amigos, sabían hasta dónde había sido marcado el límite, los morreos en los rincones de los clubes eran solo eso: un desahogo, la encarnación de sus deseos desbocados y latentes. Necesitaban del valor que les brindaba una cerveza para poder dar rienda suelta a sus verdaderas intenciones y por ello se había prometido que, mientras no reuniera el valor para hacer oficial el hecho de que ya no eran solo amigos, sin usar como catalizador al alcohol, no iría más lejos. Pero en ese instante Sora lucía extremadamente hermosa: su piel brillaba bajo la luz de la tarde a causa de la sudoración, su pecho subía y bajaba arrítmicamente, el calor tiñendo de rojo sus mejillas, el pelo despeinado, sus labios hinchados producto de los besos, y su expresión, maldita sea, aquella divina expresión que demandaba ternura y lujuria en partes iguales. No lo entendía, simplemente no podía entender cómo era que Sora podía excitarlo de aquella manera. Tomó el cojín que enantes había servido para camuflar su erguida excitación, y volvió a usarlo para tapar aquella zona.

Contó internamente, pensó en Gennai con biquini, en cachorros y las preguntas de su último examen de la facultad. Pero nada parecía ayudarlo a bajar la hinchazón de su masculinidad.

La mano de Sora sobre la suya lo hizo sobresaltarse.

—¿Qué sucede? —inquirió la joven, levantando ambas manos para recoger de vuelta en un moño su cabello desordenado.

La gota de sudor bajó desde su cuello, siguiendo la línea de su clavícula y perdiéndose en el escote de su kimono. Taichi tragó pesado.

—¿Estás bien? —preguntó Sora al no obtener una respuesta.

Taichi asintió por inercia.

Sora rió y pareció que sabía algo que el castaño no, lo que le hizo entrejuntar sus cejas al aludido.

La gracia con la que Sora se movía parecía ensayada. Quizás no era el chico más listo del mundo, pero aquello parecía…

Sora puso una mano en el suelo, luego la otra delante, comenzó a moverse como una felino en busca de su presa.

¿Lo estaba seduciendo?

No lo entendía, confundido, todo su cuerpo entró en estado de alerta y, ¿cómo reacciona un hombre mero mero ante el peligro? Tenía dos opciones: enfrentar a la asechadora o huir.

Por supuesto que tomó la opción número dos y sin poder si quiera procesar lo que ocurría, su cuerpo comenzó a repeler el de Sora. Con cada paso que daba la pelirroja, Taichi daba el doble, arrastrándose hacia atrás, hasta que la pared detrás suyo le impidió seguir retrocediendo.

—Ehh, Sora, todo esto, eh… es divertido. En serio, pero… ah… yo… mira, si sigues acercándote de esta manera, yo… yo no creo que… yo pueda… pueda…

Fue silenciado con un beso.

Los huesudos dedos de la chica se abrían camino por el vientre del otro, subiendo por su pecho, acariciando finalmente su cuello. Un suspiro sonoro, el beso haciéndose más estrecho.

—Sora… —soltó ahogado.

—No tienes por qué detenerte, Taichi tonto —susurró contra su boca—. Quiero lo mismo que quieres tú.

Las pupilas de Taichi se expandieron por el deseo. Pero Sora, su dulce Sora no era de esas. Seguro él estaba malinterpretando todo.

—L-lo lo que yo quiero es…

—Sé lo que quieres, Taichi —Sora desabrochó los primeros botones de la camisa de Yagami, un beso sobre el hueso debajo de su cuello—. No soy tonta, sé lo que hacías antes de que llegara.

—¡¿Qué?!

—Bésame, Taichi Yagami. Si te hubiese querido moler a golpes, lo habría hecho ya. Pero quizás ya es hora de dar el siguiente paso, ¿no crees?

—Creo que has venido mucho.

Ambos miraron hacia la mesa, la cerveza de Sora apenas y había sido tocada.

Con aquella afirmación bastaba y sobraba para dejarse llevar. La Sora imaginaria de aquella tarde se materializaba en su realidad. Sería suya.

La tomó por las caderas y terminó acortando la distancia entre los dos, la besó con desespero, como si en cualquier momento se fuera a desvanecer en el medio de su abrazo. Completamente extasiado, sin poder creérselo del todo, movió las manos hasta la comisura de su Kimono, ese que tanto le gustaba ver en ella, y el que ahora detestaba por tener tanta capas de ropa, sin embargo, antes de poder hacer nada, Sora lo tomó por la cara, dejándole saber que era muy pronto para abandonar sus labios.

El sonido de sus bocas basándose se perdía en medio de los jadeos de ambos; disfrutaban cada segundo, cada centímetro de piel del otro y, como era de esperarse, las risas entre nerviosas y divertidas se escapaban de vez en cuando, porque así eran ellos, cómplices ante la audacia del otro.

La besó en la curva del cuello dejando un rastro de besitos cortos y sonoros hasta su clavícula, mientras la besaba, sus manos abrían la parte superior del kimono, se sorprendió al ver que Sora no llevaba sujetador por lo que su seno quedó a la vista de inmediato, pero tal sorpresa no duró más que una exhalación, de inmediato rompió la distancia y con su boca comenzó a lamer y chupar su pezón.

Los gemidos pronto inundaron la sala y para Taichi fue como escuchar el sonido de la gloria.

Los besos de exploración no acabaron allí.

Pronto Sora sintió la decepción al dejar de sentir las caricias de la lengua de Taichi sobre su pecho, el muchacho deseaba ver el panorama completo pero el kimono se lo impedía. Taichi intentó quitarle el obi, pero aquella cosa debía ser peor que una camisa de fuerzas, trató y trató de quitarlo, pero no podía, simplemente no lo lograba por lo que terminó desesperándose. Sora, ante la lucha de su compañero, intentó ayudarlo, pero el maldito cinturón no cedía, ¡¿cómo rayos se había enredado tanto que ni Sora podía quitárselo?!

—Solo baja y ya —dijo la deseosa mujer.

Taichi, siendo tan literal, obedeció. Si lo que Sora quería era sexo oral, por más que el deseara estar dentro de ella, lo haría, igual podía ayudarle, estar excitado desde la tarde no auguraba un buen desempeño (en cuanto a tiempo) del chico.

Levantó la falda y con extrema necesidad buscó sus bragas, las deslizó lento, disfrutando de las largas y bien formadas piernas de Takenouchi. Seguía sin poder creérselo, pero allí estaba su desnudez frente a él, magnifica y excitante.

Los besos cayeron como gotitas de lluvia, lentos y de uno en uno desde su pie, dejando rastro por su pantorrilla, muslo, hasta llegar a su…

—¡Ta-Taichi! —soltó al notar las intenciones del otro—. ¿Qué crees que…? —pero el moreno no prestó atención de las palabras de Sora, se adentró en medio de sus piernas, besando sus labios vaginales, bebiendo de su esencia—. Oh… E-eso se… se siente bien.

Taichi era un muy buen "orador", no cabía duda. Muy diestro a la hora de desenvolverse en un auditorio, pero era aún mejor cuando "lo hacía en privado"; Sora no paraba de retorcerse a causa de las caricias de la lengua de Taichi sobre su clítoris, mordía su labio, esperando que con ello sus jadeos fueran menos audibles, lo menos que quería era sonar de aquella forma delante de su mejor amigo, pero de pronto cayó en cuenta de que "su mejor amigo" le estaba practicando sexo oral —muy bien, tenía que recalcarlo— y no había nada más íntimo que tener la nariz de Taichi hundida en su feminidad, por lo que gemir le parecía insignificante comparado a todo lo demás. Poco a poco fue soltándose, incluso, en algún momento, con sus dedos le indicó el mejor camino al otro. La lengua de Taichi se movía a un compás magnífico y cuando sus labios besaban los suyos, la voz de Sora viajaba como un ronroneo, aquello volvía loco a Yagami quien llamaba a su propia calma, porque de dejarse llevar por sus instintos, ya estaría haciéndola suya.

—Oh, justo allí… Ta-Taichi… jus-justo allí.

¡Suficiente!

El joven se apartó de la pelirroja, la tomó con ambas manos por sus muslos y la atrajo directo a su erección. Del bolsillo de su pantalón sacó un condón, con los dientes rasgó la envoltura, su mirada fija en Sora, llena de lujuria y deseo.

—¿Venías preparado, como si supieras que sucedería? —preguntó con el corazón latiéndole a mil por hora, pero con un tono de voz casual y divertido.

Sora, muy pocas veces, dejaba ver sus verdaderos deseos, pero Taichi podía leerla como un libro abierto, en cierto modo se la sabía de memoria y, aunque a veces no acertaba su intuición, sabía, gracias al ensayo y error, cómo darle la vuelta a una mala situación, por lo que sabía que debía de estar igual de nerviosa que él.

El moreno le sonrió de medio lado, haciéndole caso omiso, y aún con esa gris mirada, cuando comenzó a colocarse el preservativo, Sora se acercó con el ademan de ayudarlo, pero este rápidamente evitó el contacto, de nuevo sus ojos, ahora abiertos, hablaban; la pelirroja no dio algún tipo de réplica, comprendió al instante que, si ella se atrevía a tocarlo tan solo un segundo, no habría más acción (al menos no inmediata), por lo que optó por sonreír internamente y es que había cierto placer en descubrir que causaba ese efecto en él.

Tai la tomó por las caderas una vez puesto el traje de combate, entró con facilidad en la joven, al igual que él, estaba bastante excitada. Un par de estocadas bastó para que Sora gimiera sin miedo a ser escuchada, pero la suerte pronto se acabaría.

—¿Qué fue eso? —preguntó la joven.

—¿Lo hice muy rápido? ¿Te he lastimado? Puedo…

—No —interrumpió—. Me refiero a eso… ¿No lo escuchas?

El otro prestó atención, pero solo podía escuchar el rítmico latido de su corazón bombearle muy de cerca en las orejas.

—Yo no-…

—¡Shhhhh! —volvió a callarlo.

El ruido del que hablaba Sora era más claro. Un par de voces, llaves chocando entre sí, risas…

—¡Tu compañero de piso! —susurró alarmada.

Empujó a Taichi que no terminaba de creer lo que estaba pasando.

Sora recogió su pantaleta del suelo y corrió, sin pensarlo dos veces, hacia el baño, en tanto Taichi se subía el pantalón queriendo maldecir a su roomie, todavía sin creer que pudiera estar llegando antes de la hora que había dicho que llegaría esa mañana.

Kentauro entró al apartamento acompañado de Ayato, en mano tenía una caja de pizza y en las manos de Ayato, habían dos packs de cervezas.

—Oh, ya estás en casa —dijo su compañero—. Traje a Ayato y algo para comer.

La mirada de pocos amigos de Yagami podría haberlo hecho explotar fácilmente si tuviera ese tipo de poder.

—¿No tenías clases hasta las seis?

Kentauro chasqueó la lengua.

—Nos saltamos un par de clases. Necesitábamos inaugurar el apartamento. La Pizza, cerveza y jugar en la Play toda la tarde nos traerá muy buen augurio en nuestro apartamento de soltero.

—En realidad, Kenta, tengo compañía —explicó Yagami.

Ayato miró hacia el recibidor, un par de sandalias geta reposaban en la zona de los zapatos.

—Ohhhh, maldito Yagami, haberlo dicho antes… —dijo cómplice al entender el mensaje de inmediato.

—Bueno, traer chicas también da buen presagio. Podemos vernos más tarde…

Taichi suspiró aliviado, podría acabar lo que comenzó con Sora, Ayato y compañía no serían tan hijos de… su madre, para quedarse luego de haberles dicho que estaba con alguien.

Sin embargo, Sora acababa de salir del baño, mirando a los hombres de la sala, se acercó a ellos. Una mala toma de decisiones. Pero al menos estaba presentable.

Kentauro soltó una risa de alivio.

—Ah, pero si es Sora. Yagami, había pensado que habías traído a una chica al apartamento, ufff, de la que nos salvamos. Jugaremos play, Takenouchi, ¿Te quedarás con nosotros? Veo que tú y Yagami comenzaron a beber sin mí, pero como soy tan buen amigo, les invito de mis cervezas. Ayato, puedes ir poniendo la tele, es fácil ver cuál es la caja de la tele y el de la play lo tengo en mi habitación… ¿Jugamos un FIFA?

Taichi se rascaba la cabeza en señal de frustración, sin embargo, Sora sonreía muy amable, pese a las circunstancias, ¡¿es que no sentía misma necesidad que él de continuar?

—Mi madre me acaba de llamar, quedó en recogerme para llevarme a la universidad —Taichi abrió los ojos a más no poder en señal de súplica, esperando que Sora no lo abandonará después de casi hacerlo—. Otro día será —dijo y se acercó a Taichi—. Luego terminamos 'esa plática' que comenzamos, Taichi tonto —soltó con una sonrisa llena de picardía.

Se acercó al muchacho y le dejó caer un beso en la mejilla, la mano de Sora viajó hasta el bolsillo trasero del muchacho, la corriente eléctrica estremeció todo su cuerpo. El aludido la tomó por la muñeca y en otra mirada cómplice, le pidió que se quedara. Los labios de Sora se movieron, pero su voz no se oyó.

El teléfono repicando, la madre de la pelirroja estaba abajo.

Sora se volvió a despedir y se salió del apartamento, dejando a los tres jóvenes solos.

—Sora me agrada —dijo Kentauro—. Es una lastima que se haya tenido que ir tan pronto. Oye, Yagami…

Cuando el moreno se dignó a verlo , Kenta creyó haberlos visto rojos y violentos, como si fuera un demonio lleno de cólera. No sabía por qué o cómo pero su cuerpo le gritaba que había peligro cerca y si no salía corriendo, moriría en manos de su amigo.

Taichi comenzó a corretearlo, por su culpa no había podido hacerle el amor a Sora.

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Taichi se encontraba boca arriba, mirando el techo de la habitación. Pensaba en que si no descargaba su frustración de inmediato, acabaría con un serio dolor en medio de sus piernas. Sentía las pelotas a reventar y pensar que tan solo un par de horas atrás casi lograba vaciar todo sus deseos en Sora. Metió la mano en el bolsillo del pantalón, sonrió al ver la braga de la pelirroja

Sonrió pese a todo.

Acababa de darse cuenta de que había sido un juguete que causó diversión en Sora aquella tarde y no parecía importarle menos, volvía a molestarse un poco por cómo terminó todo, pero aquella braga era una promesa que iba ligado a lo que leyó en los labios de Takenouchi antes de marcharse.

Suspiró, sacando de debajo de la cama un par de revistas, no eran Sora, pero por ahora, debía bajar la hinchazón debajo de su pantalón, esperando que ese encuentro que terminó en frustración, se diera pronto.

Lo ansiaba con toda fuerza.

Notas de autor:

Muchas gracias por leer. Otra colaboración que tiene un fanart muy cochino como complemento.