Luego de tratar a la nueva ingresada, y ver qué todo estaba bien, Akane fue a ver a Saori.

Estaba mucho mejor, Akane suponía que en un par de días ya estaría dada de alta.

Entró en la habitación y la saludó desde la puerta. La chica le sonrió al verla.

-Queria contarte algo…-le dijo, y se sentó junto a su cama. Tomó las manos delgadas de la chica entre las suyas y la miró a los ojos.- Salvaste la vida de una mujer y su bebé.

-¿Cómo?-

-Todo lo que nos contaste esa noche, cuando mis compañeros y yo vinimos a verte…ellos pudieron hacerse cargo de la gente que te lastimó, que te arrebató a tu pequeño.-

La chica lloró. Se tapó la cara con una mano, pero Akane vio las lágrimas correr, y le apretó suavemente la mano.

-Has salvado la vida de la mujer que ingresó anoche y la de muchas más, porque fuiste fuerte y valiente, y confiaste en mí. En nosotros. Sé que es difícil abrirse al mundo cuando las vivencias que has tenido suenan irreales, ilógicas. Sé lo doloroso que es revivir el pasado, y espero que puedas perdonarme por empujarte a ello.-

Saori no dijo nada, sólo asintió con los ojos bañados en lágrimas.

Akane se puso de pie y le hizo una profunda reverencia a la chica, un agradecimiento, un reconocimiento a su valentía.

-Doctora…-la llamó antes de que cruce la puerta. Y le sonrió, con los ojos brillantes, con las mejillas húmedas.- Gracias por creerme.-

Akane salió del hospital con una sensación extraña en el pecho…porque todo había salido bien, pero ahora había pasado.

A medida que caminaba, y el sol calentaba su piel, su corazón pareció enfriarse.

"Bueno…se acabó." Pensó, al tiempo en que entraba a una cafetería. Eligió una mesa pequeña, justo frente a una ventana, cerca de la puerts. Se sentó y pidió un café. Con los años de estudio y las guardias hospitalarias a veces interminables, se había hecho íntima amiga de la infusión revitalizante, y amaba el aroma.

"Ahora…Genya se irá. Ahora la vida volverá a ser lo que era…" pensó, y suspiró.

Miró la taza de café entre sus manos, negro y humeante, y vio el reflejo de sus ojos en el líquido oscuro.

"...Solitaria." Pensó. Y una sensación amarga le atravesó el pecho.

"Quizá es lo mejor. Es decir…la vida no es una fábula. Si lo fuera, abandonaría todo e iría detrás de él a la estación, abordaría el tren y no miraría atrás. Pero…no. Aunque suene tentador. Tengo un trabajo que atender, una casa que cuidar, pacientes, turnos, obligaciones, dinero que ganar para pagar cuentas que tengo que saldar"

Pensó, con la vista fija en la nada. Adentro de la cafetería, había un bullicio típico de la hora en la ciudad, pero en la mente de Akane sólo se escuchaba su voz, analizando la situación.

"Además…no es cómo si él quisiera que vaya. Creo…que estoy haciéndome ilusiones con algo que no es recíproco." Pensó. "Después de todo el sexo no siempre implica sentimientos."

La afirmación era incómoda, pero cierta, y esta era una charla consigo misma que estaba evitando tener. Pero a la luz del asunto, era necesaria. Ambos eran adultos ya, y era una posibilidad que sólo sea atracción sexual. Un efecto residual de un amor adolescente que no llegó a nada, una especie de deuda pendiente entre dos cuerpos que ya no son niños.

"Bueno…quizá para él sólo sea eso. Nunca me consideré una persona enamoradiza, pero últimamente me siento como tal. Cómo si tuviera 16 otra vez…como si aún fuera la kakushi que curaba sus heridas"

La cucharilla plateada danzaba dentro de la taza de café y los pensamientos de Akane también se arremolinaron.

Recordó entonces todas las veces que se escaparon en la noche para subir al techo, a comer dulces que le robaban a Aoi, mirar la luna y hablar.

O las veces que él se metió en su habitación para charlar toda la noche, para contarle de sus batallas, de su entrenamiento.

Para hablar de cómo le dolía el rechazo de su hermano, y como estaba haciendo todo para congraciarse nuevamente con él. Recordó todas las veces que Genya le contó cómo le quemaba en el alma la disculpa que tenía para darle a su hermano.

"Oh Sanemi, grandisimo hijo de…" pensó por un momento, sacudió levemente su cabeza con los ojos cerrados y retomó su tren de pensamiento.

También se acordó de cómo siempre que se reunían en su habitación, ella amanecía recostada y arropada.

Recordó como le gustaba hacerlo sonreír. Cómo siempre le gustó la transparencia de su mirada, una mirada le provocaba mariposa en el estómago.

Y entendió que no a todo el mundo la simple mención de un nombre le provocaba una sonrisa. Agradeció, de todos modos, lo discreto del uniforme y que nadie, salvo ella y Aoi o Shinobu, fue testigo de esas sonrisas bobaliconas.

Para cuando se decidió a comprarse ropa para que él le preste otro tipo de atención, ya era tarde. Nunca hubo oportunidad de que la vea vistiéndola, porque los sorprendió la batalla. Luego el miedo, la incertidumbre, el dolor de la pérdida.

Luego la distancia. Y la adultez.

"Que tonta fui. Nunca le dije nada cuando éramos más jóvenes. Ah, no me hubiera animado, no había forma, no había chance" pensó Akane, y sonrió, cerrando los ojos. "No, la Akane de ese entonces hubiera preferido renunciar al Cuerpo de Cazadores que decirle a Genya Shinazugawa que le gustaba. Que niña ingenua fui…"

Levantó la vista y miró por la ventana. Gente yendo y viniendo, el ruido blanco de la vida diaria de la ciudad llenó sus oídos, y su mirada paseó por el paisaje urbano, estéril, repetitivo.

"Pero ya no soy una niña…¿Por qué tampoco puedo ahora?" se cuestionó. "¿Cambiaría eso algo?"

Miró la taza a mitad de consumir y reflexionó.

"No. No cambiaría nada. Me pondría en una situación de desventaja. Quizá hasta piense que estoy loca. Yo misma lo estoy pensando."

Rió suavemente en voz baja.

"Ya no soy una niña, ya no siento lo que sentía esa niña. Ahora sé que estoy enamorada por más descabellado, improbable, loco y extraño que suene. Después de todo, ¿qué es el amor sino algo descabellado, improbable, loco y extraño?"

Akane movió el cuello, hizo crujir los huesos y los músculos se estiraron. Estaba agotada.

"Sé lo que siento. Y eso me aterra." pensó. "Estoy de pie frente a un enorme abismo. No puedo volver atrás. Pero no me animo a dar otro paso...no me animo a mirar hacia abajo para ver si hay una red debajo de mi."

Suspiró largamente. Se bebió el café, pagó y comenzó a caminar.

Quería llegar a su casa, bañarse y dormir.

Aunque supuso que eso último iba a ser, como mínimo, complicado.