Mientras Akane estaba en el hospital hablando con Saori, Genya estaba recostado mirando el techo. A su lado, Sanemi dormía en el futon.

Sabía que pronto tendrían que dejar la ciudad. Su casa estaba a muchas horas de viaje, el Dojo que tenía con su hermano había estado funcionando a mitad de tiempo porque él estaba lejos.

Había que regresar al pueblo, a sus calles, al entrenamiento.

"Pero…"

-¿Que piensas niño?- La voz del hermano mayor lo trajo de vuelta a la realidad.

- ¿Cuando volveremos a casa?- quiso saber Genya

- Pues...si es por mí, ya. Pero presiento que tú no estás de acuerdo.-

Genya no dijo nada. Sólo bajó la mirada.

- Deberías ir a verla.- le dijo Sanemi, sentándose en el futon y estirando los músculos, los huesos dormidos hicieron un sonoro 'crack' al estirarse.

- Odio las despedidas.- contestó Genya.

Sanemi le tiró una almohada a la cabeza y lo hizo tambalear.

- Si me preguntas a mi, yo diría que ustedes se merecen una despedida decente por esa que no tuvieron hace más de una década.- dijo Sanemi.

Sonaba razonable para Genya. Después de todo, no quería volver a separarse de ella sin una explicación. Era inaceptable. Y seria simplemente cruel.

Así que se puso de pie y comenzó a cambiarse la ropa.

- No sé qué decirle.- dijo, cuando terminó, mientras se arreglaba el cabello.

- No le digas nada. Apenas abra la puerta, hazle el amor en el piso.- Aconsejó Sanemi con una sonrisa de oreja a oreja.- Despedida inolvidable asegurada.-

-Cielos que consejos das...- dijo Genya, completamente ruborizado y salió de la habitación.

- ¡A MI NO ME FALLA!- Exclamó Sanemi y escuchó los pasos de su hermano regresando.

- No grites, y levantate por favor- le dijo en un susurro forzoso y pesado.- Tienes que salir, sospecho que la vieja de mierda de la casera revisa mi habitación cuando no estoy.-

- Entonces la esperare. Le daré una sorpresa.- Dijo, tomando su katana y sin quitar la sonrisa enorme de su rostro.

- Por favor, sólo…sólo vístete y sal. Espérame en el restaurante, ve a caminar, aprovecha a conocer la Ciudad, pero sal de aquí.- pidió Genya.

- Vaya eres el alma de la fiesta ¿verdad?-

- Ya vete por favor.- dijo Genya, y salió.

Sanemi puso de pie y se escabulló de allí por los techos, cargando su katana.

Y siguió a Genya.

Al llegar a la casa de Akane, respiró profundo antes de golpear su puerta. Sentía el corazón latiéndole en las sienes y no supo bien que hacer con sus manos. Quiso pensar en qué decirle pero nada le pareció bien.

"Hazle el amor en el piso" su hermano gritó en su cerebro. Genya cerró los ojos, y sacudió la cabeza.

Cuando Akane abrió la puerta, sonrió enormemente. Sobre todo porque Genya estaba sólo.

"La sonrisa más bonita que vi en años". Pensó él.

-¡Estuve pensando en ti!- Dijo ella cuando estuvieron dentro. Se acercó despacio y lo abrazó.

Genya sintió que su corazón saltó de felicidad, esa frase, esas 4 palabras, inyectaron calidez a su ser y sonrió.

Apoyó su mentón en la cabeza de Akane y le acarició el cabello, cerrando los ojos, inundándose de su perfume. Era imposible negar la sensación que sentía cuando la tenía en sus brazos.

Se sentía completo.

-¿Cómo está la mujer que rescatamos del templo?

-Oh, sana y salva. Bueno, está malnutrida también pero su estado general va a mejorar con el cuidado adecuado. Y su embarazo sigue su curso saludablemente.-

-Me alegro mucho de oír eso.

- Quiero saber los detalles.- Sonrió Akane, sentándose en el sofá, y palmeando el lugar a su lado para que él haga lo mismo.

Entonces Genya le contó paso por paso todo lo sucedido.

"Cómo cuando éramos chicos. Y yo le contaba sobre mis cacerías y entrenamientos" pensó él, mientras hablaba. En su pecho se encendió algo, la vieja sensación de nostalgia, de cómoda complicidad.

-Entonces todo salió bien. Y ustedes están a salvo, que alegría.- sonrió ella, y puso una mano sobre la rodilla de Genya.

-Si…así que yo…vine...-

-Lo sé. A despedirte...-dijo ella, y Genya pudo ver cómo se quebró esa sonrisa, por más que ella luchó para mantenerla. Y eso le dolió.

- Lo siento...tengo que volver-

Ella lo abrazó dulcemente. Acarició el cabello largo y las partes rapadas a los lados de su cabeza.

- Sé que tienes que volver.- le dijo. Y besó su boca. Él le respondió el beso, y la abrazó.- Solo quiero...que te quedes conmigo un rato más...-

Genya sintió tristeza. Tristeza que venía de ella, que intentó disimular, y se mantuvo fuerte.

Pero él, que habia mirado esos ojos muchísimas veces y en todos los ánimos posibles, lo notó. Lo supo.

Y se sintió una mierda cobarde.

- Me quedaré todo el día.- le dijo.

- Eso me haría muy feliz.- Ella volvió a besarlo. Acarició con cuidado las cicatrices de su rostro y él la apretó contra su cuerpo. Y pudo sentir la chispa de deseo encenderse en su bajo vientre.

"Quizá 'hazle el amor en el piso' no sea tan mal consejo después de todo..." pensó Genya, y procedió a deslizar su mano por debajo de la camisa liviana que tenía Akane. Al no encontrar resistencia, escabulló su otra mano y buscó sus pechos, los acarició y apretó suavemente.

Akane lo guió, sin romper el beso, hasta su habitación.

Él se sentó en la cama y se quitó la camisa, y ella se subió a horcajadas sobre él, quién con una mano le desprendió el sujetador y con la otra, la aprisionó contra su cuerpo para poder lamer sus pechos.

Ella echó la cabeza atrás y se hundió en el mar de sensaciones chispeantes que le produjo la lengua de él en sus pezones, su brazo fuerte sosteniéndola, la dureza de su miembro justo debajo de ella. Genya la recostó sobre la cama, y terminó de desnudarla. Y mientras él se quitaba el cinturón de pie frente a ella, Akane abrió las piernas y comenzó a estimularse muy suavemente. Lo miró a los ojos y le sonrió.

Y Genya quedó hipnotizado. El espectáculo que se desplegaba frente a él no lo había visto nunca en su vida. No sabía nada de arte pero estaba segurisimo de que esa visual era en efecto poesía pura, la materialización de la belleza y el deseo. Y sintió cómo su miembro llegaba a su dureza máxima.

-¿Cómo puedes…- Las palabras le salieron sin pensar. Pero no sé sintió incómodo, así que siguió.-...ser tan hermosa? Me vuelves loco con sólo verte.-

Ahora la que se sonrojó fue Akane, al punto que se cubrió el rostro con una mano.

Genya sonrió al ver esa respuesta, y como un animal hambriento se abalanzó sobre ella, la besó, le sostuvo las manos sobre la cabeza, una a cada lado, y entrelazó sus dedos. Volvió a ponerse de pie, y la hizo girarse en la cama de modo que él pueda acceder a ella desde atrás.

El panorama era indescriptible. La piel de Akane pareció resplandecer en el sol de la tarde que entraba por la ventana de la habitación y sus curvas parecían aún más exuberantes. La tomó por la cadera y apoyó la punta de su miembro en la entrada de su cuerpo. La sintió cálida, húmeda y con cuidado, entró en ella, era estrecha y ejercía una presión deliciosa alrededor de su virilidad completamente endurecida.

Ella se estremeció y se retorció de placer, la posición le permitió sentirlo con mayor definición. Afianzó sus rodillas en el borde de la cama, bajó su pecho hasta el colchón y disfrutó de las embestidas de él, del agarre de sus manos fuertes en su cadera, de los gemidos profundos que salieron de su garganta.

Genya estaba fuera de sí. Se había olvidado de todo y sólo concentró su respiración en extender al máximo el éxtasis. Con una mano acarició la espalda de Akane desde la cadera hasta la nuca, enredó sus dedos en el cabello de ella y tiró con firmeza, pero sin lastimarla.

Y Akane se ahogó en éxtasis. Le agradaba qué él se sienta con la seguridad de tomar la iniciativa, era estimulante y hacia que su corazón salte de felicidad.

Le dedicó los gemidos más excitantes que él había escuchado alguna vez. El roce de las manos tan masculinas por su cuerpo era una sensación deliciosa. Y cuando él jalo suavemente su cabello, dejó de intentar controlarse.

Los dos abandonaron en autocontrol.

Y a medida que el entró más rápido y profundo, con la mano buscó el centro de placer entre las piernas de Akane y tocó el lugar exacto que la hizo gritar, arquear la espalda, pedirle más, y él no pudo contenerse. Cuando sintió que todo el interior caliente de Akane se contrajo y lo apretó, se quedó quieto y liberó su orgasmo. Sentía cómo su miembro palpitaba dentro de ella, y cómo poco a poco el cuerpo de Akane se iba aflojando.

Ambos se acostaron luego, atravesados en la cama, agitados, exhaustos, satisfechos. Genya la atrajo hacia su pecho, y le acarició el cabello.

Ella, por su parte se acurrucó a su lado y en poco tiempo se quedó dormida.

El sol caía por la tarde y el cielo tenía un color fuego bellísimo.

Hubo un par de rondas más de sexo, y también de puros besos, caricias y miradas embelesadas. Si alguien le hubiera dicho hace un mes que iba a estar desnudo y enredado entre las piernas de Akane Yamauchi, no lo hubiera creído ni por un momento.

Hubo charlas que se volvieron reflexiones profundas o sonoras carcajadas. Una combinación, pensó Genya, que había logrado hacerlo adicto.

Tal como su hermano le había dicho.

-Puedes venir cuando quieras.- le dijo él, mientras se colocaba el pantalón. Miró por la ventana como moría la tarde. Y lo asaltó una tristeza repentina.- Me encantaría que conozcas mí casa...-

- Tú también puedes venir...- sonrió ella, al tiempo que se recogía el cabello y acomodaba su ropa.

-Akane…- le dijo él, acercándose a ella mientras ella se peinaba..

"Dile que la amas. Díselo". La voz dentro de la cabeza de Genya gritaba a más no poder. "DA EL PUTO SALTO".

Pero…el miedo amordazó esa voz. El miedo al rechazo, el miedo a equivocarse.

El miedo a interpretar erróneamente.

El miedo a que no sea realmente amor, porque significaria que, si esto no lo era, habría que seguir buscando y no estaba muy interesado en hacerlo.

Akane lo miró, expectante. Cómo si intuyera que algo estaba bullendo dentro de él, como si presintiera la necesidad de comunicarle algo.

Y frente a esa mirada de iris verde brillando alerta, Genya se rindió.

-Escríbeme seguido.- dijo entonces él.

Y toda esa idea se fue al caño.

Al irse, ella lo acompañó a la puerta y salieron a la calle.

Afuera había un mundo de gente que iba y venía, cada uno en su universo, la típica escena céntrica de ciudad. Había luces y ruidos típicos de la calle, y nadie le prestó atención a los dos jóvenes amantes que se estaban despidiendo.

Él la abrazó y ella se puso en puntas de pie para llegar a su mejilla. Tomó su rostro entre sus manos y lo cubrió de pequeños y sonoros besos e hizo que Genya sonriera.

Entonces se separaron.

Primero los cuerpos. Por último las manos, como si la piel del otro de rehusara a la distancia.

Él se volteó a saludarla, y ella hizo lo mismo.

Y cuando él se perdió en la multitud, no pudo sostenerse más. Se tomó el rostro con las manos, y lloró. Se sintió devastada y no pudo esperar a llorar dentro.

Akane sintió como si le hubieran arrancado algo del pecho.

Sentada en la puerta de su casa, lloró como cuando tenía 16 años y tuvo que dejar la Finca.

Al parecer, las despedidas no mejoran con el tiempo.

Y desde el parque de enfrente, Sanemi miró toda la escena.

Cuando se encontraron en la casa nuevamente, Genya estaba más callado que de costumbre.

Sanemi no supo que decir. Una broma en este momento no era apropiada aunque tenía por lo menos seis en mente, pero incluso él tenía sus límites. Podía ver qué su hermano estaba realmente triste. Lo encontró recostado con la cabeza tapada con una almohada.

-¿ Entonces?¿Ya le dijiste qué sientes?- le preguntó.

Genya alzó una mano y negó con el dedo índice.

Sanemi respiró profundo y se contuvo de ahorcar a su terco y ensimismado hermanito. Así que sólo se limitó a preguntar en el tono menos sarcástico que le salió.

-¿Tú me escuchas cuando te hablo?- y pateó levemente el pie de Genya.

- ¿A que te refieres?- Su voz sonó apagada por la almohada en la cabeza.

Otra respiración profunda de Sanemi.

- A lo que hablamos en el restaurante la otra noche.- contestó.

- Mira, hermano.- Dijo Genya y se sentó. Se frotó el rostro y continuó.-¿Que puedo hacer? ¿Quedarme aquí, donde no tengo nada? ¿Llevarla conmigo al pueblo donde vivimos? Ella no sería feliz allí, su vida está aquí y la mía allá y no es una decisión que podamos tomar a la ligera. Al menos, yo no lo haré, no voy a arrastrarla conmigo sólo porque yo quiero hacerlo y no voy a quedarme aquí para sentirme un inútil, un parásito que vive a costa de una mujer. No quiero hacerla elegir y tampoco puedo elegir por ella.-

Sanemi se sentó a su lado.

-Lo entiendo y tienes un punto en verdad.-

- Pues gracias.-

- Pero creo que no es el correcto.- Dijo entonces y Genya lo miró como si de su boca hubiera salido la incongruencia más grande de su vida.- Verás...la vida se trata de elecciones y riesgos. Y ambos aparecen siempre pero siempre. Nosotros no hubiéramos matado a Muzan si no hubiéramos corrido riesgos.-

Sanemi se revolvió distraídamente el cabello y siguió. No quería sonar como un anciano, tampoco quiero a que Genya piense que lo estaba regañando. Aunque un poco si, su hermano era un hijo del rigor a veces.

-Tienes miedo del futuro incierto y es normal. Pero, ¿Vas a perderla por miedo?-

- Estuvimos separados 12 años. No voy a arriesgarme a quedar como un idiota o un loco por confesarle algo que ni siquiera estoy seguro de sentir…-

-¿Y que sientes cuando te acaricia las cicatrices? ¿Cuando toca con tanta naturalidad tu cuerpo?¿O cuando hablan y el tiempo parece volar porque no quieres separarte de ella? ¿Cuando te cubre de besos y hace que pongas esa sonrisa estúpida?-

- ¡¿Acaso tú...?!- Genya frunció el ceño y lo señaló levemente con el índice.

- Déjame terminar, soy mayor que tú. Cállate. - Exclamó Sanemi interrumpiendolo.- Ambos están jodidamente enamorados, es obvio y parece que los únicos dos idiotas que no se dan cuenta son ustedes. Escúchame, Genya, si la dejas ir, estarás cometiendo un error.-

- No podría pedírselo. No sabría cómo, y si me rechaza.. carajo no quiero ni pensarlo.- dijo Genya, cubriéndose la cara.

- ¡No lo hará!- suspiró Sanemi, hastiado- ¡Mierda, que terco eres! Yo ya hice lo que podía contigo. Te hablo desde mí experiencia, pero no puedo pretender que hagas siempre lo que te digo, ya no eres un niño. Esta es tu elección y a mí no me queda más opción que apoyarte.-

Genya sonrió. Apreciaba mucho que su hermano mayor se preocupe por él.

- Pero que sepas que eres un maldito necio. No sé de dónde sacaste esa característica.- dijo Sanemi, volviéndole a arrojar la almohada a la cara con bastante más violencia.