You're My Best Friend
Miyuki estaba sorprendida. Yui y Yukari habían admitido que era la primera vez que escuchaban esa canción y, sin embargo, a la guitarrista le bastó escucharla una sola vez para empezar a tocarla casi a la perfección sin siquiera echarle un vistazo a la partitura.
—Yo también puse esa cara la primera vez que vi el oído absoluto de esa cabeza hueca en acción —comentó Akira con una sonrisa.
—Oído absoluto… —repitió la bajista.
—Y no solo eso. Esta señorita aprende rápido y tiene una gran intuición para crear melodías y progresiones armónicas pese a tener muy poco conocimiento en teoría musical y ser bastante olvidadiza.
—Increíble…
Mientras Miyuki y Yukari veían con asombro a Yui, esta reía con una mezcla de inocencia y vergüenza.
—Muchos músicos darían lo que fuera por tener esas cualidades tuyas, Hirasawa-san —comentó la baterista.
—Akira-chan dice que es un desperdicio que alguien como yo tenga esas cualidades —afirmó Yui.
Si bien no lo dijo con mala intención, esto causó que Akira se ganara miradas de reproche de las otras dos chicas.
—No me miren así —suplicó la ruda guitarrista.
—Puede que ella tenga razón —añadió Yui—. Soy alguien que no suele esforzarse mucho en hacer las cosas, así que es probable que sí esté desperdiciando mis talentos.
—Aun así, suena bastante cruel —afirmó Yukari.
—Descuida, Yukari-chan. Esa es la forma en que Akira-chan muestra lo preocupada que está por mí.
Viendo la sonrisa con la que Yui dijo aquellas palabras, Miyuki suspiró. Algunas amistades dentro de aquel club parecían bastante peculiares.
Hibuki jamás imaginó que la presidenta del club tuviera un lado tan… digamos, curioso. Nada más entrar al salón donde la banda número 7 se reuniría para ensayar, notó un vestidor con varios modelos de uniformes escolares. Su extrañeza inicial se acentuó al notar las expresiones de sus compañeros: Hatsuki tenía su mano sobre su frente, Mio tenía una mezcla entre miedo y resignación, y Maho se veía molesta.
—¿Qué está pasando aquí? —preguntó el baterista.
—Vamos a definir el asunto más importante de nuestra presentación: nuestro vestuario —respondió Kana con alegría.
—Pero… ¿uniformes escolares? —insistió Hibuki.
—¿En serio esto le parece más importante que ensayar la canción? —protestó Maho.
—Por experiencia digo que este es el punto que más dificultad presenta para que haya un acuerdo entre los integrantes de la banda —repuso Kana.
—Claro, porque no todos nos sentimos bien usando uniformes escolares siendo ya estudiantes universitarios —aseguró Hatsuki.
Contrario a lo que Hibuki podría haber esperado, Kana entristeció ante las palabras del tecladista.
—Me esforcé tanto en elegir estos modelos porque sé que ustedes se verán lindos con ellos —afirmó casi al borde del llanto.
Los otros chicos se miraron mutuamente. Hatsuki suspiró al notar que sus compañeros estaban compadeciéndose por la presidenta. Hibuki notó que el tecladista se alejó del grupo y temió que fuese a abandonar el salón, pero no. Por el contrario, se acercó al vestidor y tomó uno de los modelos masculinos.
—Supongo que este nos quedará bien a Yamazaki-san y a mí —dijo, dejando atónitos a sus compañeros y satisfecha a la presidenta.
Natsuki, Yuuko y Miyuki reían tras escuchar el relato de Hibuki. Durante las horas de comida, los integrantes del club eran libres de sentarse con quienes quisieran, por lo que la mayoría se reunieron con sus habituales bandas, compartiendo con ellos sus primeras impresiones del flujo de trabajo en las nuevas bandas temporales.
—Kobayakawa-senpai suele verse bastante serio, así que esa actitud caricaturesca de mostrarse renuente, pero ser el primero en acceder es inesperada —comentó Natsuki—. Aunque me recuerda a cierta persona.
—¿Qué dijiste? —exclamó Yuuko, sintiéndose aludida.
—Que tú, al igual que Kobayakawa-senpai, sueles decir que no a ciertas cosas, pero terminas haciéndolas.
—Mira quién habla. —Había un tinte rojizo en las mejillas de la rubia—. Tú también tienes esa actitud de vez en cuando, en especial conmigo.
—Disculpen —intervino una voz femenina ajena al cuarteto—, ¿podemos sentarnos junto a ustedes?
Junto a la chica que hizo la pregunta había otras cuatro chicas, cada una sosteniendo su respectiva charola con sus alimentos. Las mesas del comedor tenían una capacidad máxima de diez personas cada una, y los integrantes de Ao no Danjon eran los únicos que ocupaban aquella en la que estaban.
—Claro, Sakuma-senpai, adelante —respondió Miyuki con una sonrisa.
El quinteto agradeció al unísono y procedieron a tomar asiento.
—Así que esta es tu banda, ¿eh, Kawabe-san? —preguntó Yuuko.
Risa sonrió con altivez, mas fue la chica que estaba sentada al frente de ella quien habló.
—Bueno, Risa tuvo la banda a su nombre por unos meses, así que se podría decir que sí, somos su banda.
—¡No tenías que decirles esa parte vergonzosa de nuestra historia, Maho-senpai!
Maho rio con malicia ante el reclamo de Risa, risa a la que Yukari se unió.
—Parece que este tipo de relaciones está de moda en este club —comentó Miyuki.
—¿A qué te refieres con eso, Tsujimoto-san? —preguntó Risa.
La chica sentada al lado de la cantante lanzó una mirada gélida a la bajista de Ao no Danjon.
—Ya sabes, esas relaciones amistosas o románticas donde uno molesta al otro sin llegar al abuso, o se molestan mutuamente. —Miyuki se encogió de hombros al hablar—. Las tortolitas frente a mí, Hirasawa-senpai y Wada-senpai, la presidenta y Kobayakawa-senpai, y ahora ustedes dos son ejemplo de ello. Admiro mucho que tengan esa confianza y que sepan cuáles son los límites de la otra persona.
La mirada de aquella chica se relajó. Risa sonrió y acarició su cabeza con ternura.
—Risa, no hagas eso en público —se quejó, sin poner resistencia al acto de la vocalista.
—Ya, no te enojes, Ranka —replicó Risa con una sonrisa, para volver a poner el foco en sus alimentos.
—Llevan un buen tiempo como banda, ¿verdad? —preguntó Yuuko.
—Algo así —respondió Yukari—. Kae-chan y yo decidimos hacer una banda tras ver a Houkago Tea Time en el festival escolar de su escuela, donde estudió mi hermana mayor, y arrastramos a Maho-chan en el proceso. Ninguna de las tres sabíamos realmente de música, así que aprendimos juntas guiadas por nuestras senpais. Luego llegaron Risa y Ranka-chan y nos volvimos un quinteto y así permanecimos hasta que nos separamos de ellas tras la graduación. Fue una grata sorpresa que ellas dos también pudieran venir aquí y regresar a la banda.
—Sabía que Houkago Tea Time tenía cierta popularidad por aquí, pero no pensé que su influencia se extendiera hasta sus días de preparatoria —comentó Hibuki, mirando hacia la mesa donde ellas compartían con Onna Gumi.
—Bueno, a decir verdad, no supimos que realmente eran ellas hasta que entramos a la universidad —admitió Kaede Shimizu, la bajista de aquel quinteto, con una actitud despreocupada—. Lo curioso es que vivimos en el mismo pueblo y nos topamos con ellas más de una vez, pero no las reconocimos hasta que tocaron en las audiciones de entrada al club el año pasado.
—Cosas que pasan —intervino Yuuko con una sonrisa.
Los nueve chicos continuaron su charla hasta que el tiempo adjudicado a la alimentación terminó.
La noche era particularmente silenciosa en aquel lugar. Tras que su banda dio por terminados sus ensayos por aquel día, Hibuki se separó de sus compañeros y fue a la habitación que le habían asignado. Dicha habitación contaba con un balcón, y para su suerte, el acceso a este estaba sin seguro. El cielo estrellado, difícil de ver en áreas con mucho alumbrado, era algo que le alegraba contemplar. En su mente repasaba las partes que había memorizado de aquella canción, recordando las primeras impresiones que tenía de sus compañeros. Mio tenía una buena voz y sintió una buena química con su bajo, por lo que sentía que hacían un buen trabajo en la base rítmica. Por supuesto, era diferente de trabajar con Miyuki, pero no en un mal sentido.
—Así que también andas por acá, Hibuki.
El baterista giró hacia donde aquella familiar voz femenina le llamó. Sonrió viendo a su mejor amiga en el balcón de al lado.
—Venir a estos lugares más silenciosos tras un día ruidoso hace bastante bien.
Miyuki sonrió, acercándose al extremo del balcón más próximo a donde su amigo se hallaba.
—Te entiendo perfectamente. Los silencios son bastante importantes en nuestras vidas.
Hibuki también se acercó a ella, quedando tan cerca uno de la otra como los balcones lo permitían. Ambos sonreían, teniendo sus miradas fijas en el firmamento, disfrutando de la compañía mutua. Sin embargo, Miyuki sentía que aún tenía algo que cerrar.
—Creo que no me he disculpado como se debe por haber renunciado —dijo.
—Volviste, eso es lo importante —aseguró Hibuki—. Además, ya pasó bastante tiempo.
—Aun así, siento que necesito dejarlo salir para sentirme mejor conmigo misma. Discúlpame por esas semanas en que me alejé de la banda. Tenía tanto miedo de mis padres y de mi futuro sin ellos que no pude huir de ellos. Creí que podría soportar estar encerrada, pero me equivoqué.
Hibuki palmeó con suavidad el hombro de Miyuki, mostrándole una amable sonrisa.
—Repito. Volviste, y eso es lo único importante. Nunca te guardé rencor ni estuve enojado contigo.
—Sí estuviste enojado —repuso la bajista.
—Pero no contigo, sino con tus padres por la forma en que cortaban tu libertad.
—Tú me advertiste que eso pasaría, y no te escuché.
—Quizás yo debí insistir más, pero también quería que la banda siguiera progresando. Quiero que sigamos tocando juntos sin importar nada.
Una pequeña sonrisa se alojó en el rostro de Miyuki al escuchar aquello. Tocar juntos había sido el sueño común de ellos desde su infancia. Ella siempre fue la más empecinada en cumplirlo y a veces sentía que se proyectaba demasiado en su mejor amigo, así que esas palabras la tranquilizaron al confirmarle que ambos estaban en la misma página.
—¿Puedo decirte un secreto? —preguntó. Hibuki asintió—. Eres el baterista con quien más me gusta tocar. Sakuma-senpai es genial y conectamos bien, pero no es tú.
El chico sonrió. Ambos estaban en más de un sentido en la misma página.
—Justo pensaba lo mismo de ti, Miyuki. Eres la bajista con la que más me gusta tocar.
En medio del espacio que separaba ambos balcones, las manos de ambos se juntaron mientras ellos devolvían sus miradas al cielo estrellado. Las sonrisas en sus rostros brillaban tanto que bien podrían confundirse con las estrellas que observaban en aquel instante.
