CAPÍTULO II

Hinata abrió los ojos cuando un intenso dolor nació en su cabeza. Como si estuviera programado, el malestar se extendió metódicamente hacia el resto de su cuerpo. En un intento de aminorar la dolencia, se frotó las manos y apretó los músculos que le palpitaban con más fuerza. Pese a su acción, no hubo ningún cambio en su estado.

Alcanzó el pico más alto de la desesperación e inició a retorcerse en el suelo. Un gemido salió de su boca en el momento que su cabeza golpeó contra una roca camuflada por la hierba. Diferente a lo que pudo esperar, ningún nuevo dolor apareció, aunque sí cesaron los demás. Hinata metió los dedos en su cuero cabelludo y tanteó su cráneo: estaba sangrando. No comprendía lo que sucedía, pero… tampoco tenía ánimos de averiguarlo.

La kunoichi adoptó una posición fetal y se mantuvo así por lo que creyó fueron horas. Logró volver en sí, cuando le pareció atender una voz llamándola. Con dificultad se apoyó sobre sus palmas, alzó la cabeza y, tal como si estuviera despertando de un sueño, reparó por primera vez a su alrededor. Árboles altos y sin hojas la franqueaban en un círculo. Pequeños arbustos rellenaban los espacios vacíos, creando así una prisión natural. A pocos centímetros, una pila de hojas cobrizas y flores blancas formaban una colcha suave e improvisada.

La luz de la luna bañaba su cuerpo con particular saña, dejando todo lo demás bajo una luminosidad vaga e inexacta. Curiosa, extendió la mano y quiso tomar un capullo de flor entre sus dedos; sin embargo, éste se desintegró al contacto, explayando un aroma extraño, más no desconocido. La fragancia significó un golpe dulce para su nariz, pero amargo para su garganta.

Hinata cerró los ojos al tiempo que con su palma se daba golpecillos enérgicos contra su frente. Su mente simulaba ser un cuaderno al cual le faltaban muchas páginas. ¿Dónde estaba? ¿Cómo había llegado ahí? Y lo más importante, ¿por qué? Trataba de hacer memoria, pero su recuerdo más próximo era de ella caminando por los jardines de la mansión Hyuga, siendo sometida por los rayos del sol y acariciada por el aire de la mañana... De la nada, su cuerpo se puso rígido y sus toques tuvieron que parar. Los latidos de su corazón se encabritaron cuando una fuerza inexplicable la incitó a sumergirse en un océano de gritos y llanto.

Abrió los ojos y frenó el impulso de llorar, más no el de traer el hilo conductor que uniera el pasado con el presente. Algo malo había acontecido. Lo presentía. Era común que la mente bloqueara recuerdos traumáticos para evitar el sufrimiento. En su caso, podría tratarse de algún suceso relacionado con su hermana o su padre. ¿Habría acaecido algo en su clan? Sacudió la cabeza por la opresión que esa idea significó para su pecho. No. No podía ser eso… Sin incitación alguna, la figura de un hombre alto, de sobria vestimenta negra y largos cabellos azabache, brotó en su memoria. La imagen era difusa, por lo que no podía distinguir el color de sus ojos o detallar correctamente sus facciones. Pero de lo que sí estaba segura, era que se trataba de una persona querida, pues las impresiones que le generaba eran muy fuertes.

Un fresco airecillo corrió al instante que una lágrima solitaria revoló por su mejilla. Su cabello se alborotó y, las flores, animadas por el viento, se alzaron de su reposo danzando al compás de una misma melodía. Al final del acto, un pétalo se extravió de los demás, cayendo sobre su boca y depositando un nombre en la abertura de sus labios.

—¿Sasuke? —murmuró trémula, confusa.

—Sasuke —repitió de nuevo, forzándose a aclarar aquella imagen.

Los rasgos de aquel individuo poco a poco se fueron definiendo: sus ojos eligieron un color, su nariz se perfiló, sus mejillas se adelgazaron y líneas de expresión se trazaron en su frente y al lado de sus ojos.

—Sasuke… —dijo una tercera vez, con la voz afectada y la respiración fatigosa.

Hinata se levantó del suelo mientras momentos compartidos con ese individuo iniciaron a reproducirse en su mente. En todas las escenas él se mostraba serio, distante y hasta severo. Tenía la impresión que ella no era de su agrado… La kunoichi abrió los ojos sobremanera al remembrar unas palabras.

«Tu vida está por encima de la mía», le había dicho él alguna vez.

Un clic resonó en su cerebro, y todo se tornó tan cristalino como el agua del mar. Sus sentimientos finalmente se conciliaron con el personaje, y las partes desperdigadas de los últimos acontecimientos se presentaron en orden: su misión, el encuentro con Magnus Daemonium, su enfrentamiento y…

—¡Sasuke! —gritó a todo pulmón.

Siguiendo el primer impulso, la Kunoichi reactivó su cuerpo y corrió hacia el cercado de arbustos, con un único objetivo en mente: encontrarlo. Pero, el dolor en su cabeza se reanudó, impidiéndole dar un paso más.

—No puedes salir de aquí —cantó una voz avejentada—. Al menos, no antes de cumplir con tu destino.

—No más… —clamó Hinata, cayendo al suelo cuando la dolencia se regó al resto de su cuerpo—. No más.

—Sufres por muy poco, muchacha.

La kunoichi, a pesar de su suplicio, logró rodar y acomodarse en una posición que le permitió enfocar el sitio de donde provenía la mordaz voz. Escondida detrás de un árbol, una anciana, de unos ochenta años y no más alta que un pino enano, la escrudiñaba con unos ojos negros y saltones.

—El Miseri que te tomará no será considerado —la mujer alzó su dedo anular por encima de los demás y dibujó un círculo en el aire. En el acto, Hinata dejó de moverse y gimotear. El dolor no estaba más—. Cuando eso suceda, preferirás esta dolencia antes que enfrentarte a las necesidades primarias de un predador.

—¿Quién eres? —le interrogó, alzándose del suelo en el momento que la anciana salió de su escondite y la luz de la luna la abrigó por completo.

—Mi nombre es Nihil. Soy la encargada de mantener el orden entre los residentes del campo.

La kunoichi dio un paso atrás al experimentar una sensación de déjà vu. Al igual que Magnus Daemonium, su piel era oscura y su cabello blanco y largo, aunque no escaso. Sus pómulos eran prominentes, pero sus mejillas estaban consumidas del mismo modo que el resto de su cuerpo. Su vestimenta era peculiar: una bata blanca la cubría hasta los pies, y un collar de perlas negras colgaba sobre su cuello.

—No puedo permanecer aquí —dijo Hinata con apremio—. Necesito salir.

—Tus deseos son irrelevantes. Ahora eres una sierva de nuestro señor, y tu destino es cumplir el designio que él te impuso.

—No entiendo lo que dices y tampoco me interesa —replicó empuñando las manos con fervor. Hinata sabía que estaba tonteando al borde de un precipicio, y que la probabilidad de caer era desmesuradamente alta; pero, no tenía otra alternativa. Debía actuar con valor y entereza si quería volverlo a ver—. Saldré de aquí sin importar qué o quién.

La kunoichi giró sobre sus talones y se apresuró a llegar a la parte iluminada del cercado. Había alcanzado dar dos pasos cuando sus piernas se doblaron y se dejaron arrastrar por la gravedad: el dolor había retornado.

—No sólo te niegas a comprender, también te niegas a escuchar —habló Nihil en un tono solemne—. Si eres sensata escogerás la sumisión. De lo contrario, seguiré torturándote hasta que llegue la hora del encuentro.

—¡Hay alguien que necesita de mí! —gritó, arrancándose unas mechas de cabello por el vigor con que se estrujaba la cabeza.

—El hombre al que pones por encima de tu vida, está muerto.

—¡No!

—Presenciaste su muerte a manos de nuestro señor. Acepta el destino de él y afronta el tuyo.

—¡Si es así, mátame de una vez! ¡Termina con esto y envíame a su lado!

—Es imposible —dijo la anciana, haciendo un movimiento con su dedo. Igual que la vez anterior, Hinata dejó de retorcerse. Nihil era la titiritera y ella, la infeliz marioneta—. Puedo infringirte dolor, pero no matarte. Tampoco tú puedes hacerlo.

Nihil la señaló, y la kunoichi buscó en su cuerpo aquello que le indicaba. Al no encontrar nada, volvió la vista hacia la mujer. La anciana giró su muñeca y extendió sus dedos largos y raquíticos. Hinata hizo lo mismo. En el acto, se percató que las mechas que había encerrado en su puño, no estaban. Buscó en el suelo y sobre sus piernas, pero no había nada. Con decenas de ideas reproduciéndose a una velocidad impresionante, Hinata metió los dedos en su cabellera y palpó el punto donde se había lastimado con la roca. Un calor la cubrió de pies a cabeza al no sentir la humedad de su sangre.

—Cualquier herida que te hagas, sanará al instante. Sólo un Miseri puede cumplir tu deseo de muerte.

En un volumen bajo y en un tono distendido, unas palabras llegaron a sus oídos junto con el fresco del aire:

«Perderás tu virginidad».

—¿Qué es un Miseri? —se atrevió a cuestionar, sintiendo como las paredes de su garganta se achicaban y obstruían el paso de su saliva.

Nihil bajó la vista hacia la colcha improvisada de hojas y flores blancas. Un pensamiento poco placentero pareció cruzar por la mente de la anciana, pues su rostro se contrajo remarcando las grietas profundas de su entrecejo.

—Es el despojo de algo que alguna vez fue humano. Los Miseris deambulan entre las barreras de este campo sin sentido del tiempo. No tienen recuerdos, no razonan y no sienten dolor alguno, pero mantienen su metabolismo activo, así como sus instintos más primitivos.

—Espera un momento —Hinata extendió ambos brazos y enseñó sus palmas—. ¿A qué te refieres con instintos más primitivos? —soltó casi sin voz.

Nihil llevó sus manos atrás, colocando una sobre la otra.

—Instinto de ataque y defensa —inició a enumerar—. Instinto de reproducción, instinto de…

—¿De reproducción? —le cortó, increyente—. ¿Cómo…? No…

Hinata resopló cuando se trabó con la lengua. Quería decir muchas cosas, pero el palpitar de su corazón generaba un eco funesto que mermaba todas sus capacidades. Afligida, miró a la anciana con brío, en un intento de conseguir las respuestas a las preguntas que su boca era torpe de expulsar.

Nihil la observó por largo rato. Luego, asintió con la cabeza y dijo:

—Magnus retiene el alma de los guerreros más sobresalientes. Con su poderío, los obliga a despertar de la muerte y obedecerlo en todo lo que él ordene. La energía que guarda el campo hace que sus cuerpos se transformen, y que su hambre y sus funciones primitivas se intensifiquen… —dudó—. Quizá, lo entiendas mejor con el término de zombi. No es lo mismo, pero puedes captar la idea general.

—Quieres decir que… —Hinata cerró los ojos y cruzó los brazos sobre su estómago. Enconchó su cuerpo y dejó descansar la frente sobre sus rodillas. Sus hombros, antes rígidos, se desplomaron, y el tiritar de sus labios, no fue algo que le preocupó más—. Mi destino es ser violada, golpeada y posiblemente comida… por un cadáver —soltó esto último con un bufido amargo.

La humedad se conglomeró en sus ojos, pero por orgullo no soltó ni una lágrima. Incluso en las puertas de la muerte no podía olvidar que era una Hyuga, poseedora del bykugan y primera en la línea de sucesión del clan. Era indigno llorar por su propio final, por más trágico e insano que éste fuera.

—Hay muchos de ellos —habló Nihil, acrecentando la tensión que se había mantenido aun en el silencio.

—¿Serán muchos? —inquirió la kunoichi casi en un susurro.

—Cientos, pero sólo uno te desvirgará. Mientras hablamos ellos están luchando entre sí para tener ese privilegio. El Miseri vencedor tendrá una segunda oportunidad: su alma será liberada y ocupará un nuevo cuerpo.

Hinata alzó la cabeza y se atrevió a abrir los ojos. La calidez y tristeza con la que la anciana la contemplaba, la sorprendió. Su destino debía ser muy desdichado para que hasta su propio verdugo sintiera pena por ella.

—Es improbable que sobrevivas al encuentro.

—No debes aclararlo, lo entiendo. Después de todo… la muerte será un regalo divino —dijo, quitándose con furia una lágrima rebelde que había osado escaparse.

—El hombre por el que sufres está muerto.

—¡Ya lo sé! ¡Ya lo has dicho! —gritó Hinata, viéndose sacada de su reposo por un vendaval de sentimientos. Vehemente, eliminó la distancia que las separaba y curvó su cuerpo para quedar a su altura. Tomó a la anciana por los hombros y la sacudió varias veces—. ¡Magnus Daemonium lo asesinó! ¡En este maldito campo! ¡Lo he perdido para siempre! ¡Lo sé! ¡¿Por qué sigues torturándome?!

—Ese hombre ha muerto —insistió Nihil, con una serenidad que desentonaba con el contexto de la situación.

Hinata empezó a respirar acelerado al tiempo que sus labios se tensaban como la última barrera antes de la tempestad de su llanto. Aumentó la fuerza de su estruje cuando sintió como si la tierra hubiera temblado bajo sus pies. La anciana no se quejó o se apartó, sólo la observó con intensidad. De seguro la mujer suponía que tanta información la había llevado a perder la cordura, y puede que sí, puede que estuviera loca de dolor.

—Uchiha Sasuke no era un humano común, y tú lo sabes, muchacha.

Ella razonó por primera vez las palabras de la anciana, sin parpadear, casi sin respirar.

—Puede que como Miseri, él sobresalga de los demás.

Hinata dejó caer los brazos y se alejó de esa mujer. Las lágrimas fluyeron por sus mejillas, calientes y enrojecidas, cuando Nihil asintió positivamente a la pregunta de sus ojos. En seguida, sus labios se curvaron en una sonrisa triste, aunque esperanzadora.

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Concluimos este segundo capítulo. ¿Qué les ha parecido?

¿Creen que Sasuke tiene posibilidad de ser el Miseri vencedor?

¿Qué les cruzaría por la mente si estuvieran en el lugar de Hinata?

Me hace mucha ilusión que comenten y compartan. ¡Muchas gracias por sus reviews a: Fran sanchez, Francisvict y nuestro guest de la página! BD

¡Kisses de chocolate para todos!

PD: Se estará actualizando todo los viernes.