Manners maketh man
La tormenta había comenzado hacía dos días, y no tenías señales de amainar. Las cortinas de agua caían pesadas sobre el asfalto, como olas inversas que golpeaban todo a su paso.
"El fenómeno no ocurre desde hace más de dos décadas. Se temen inundaciones en algunos accesos de la ciudad por la gran cantidad de líquido, incontenible en las zonas cloacales."
—Qué mala suerte...
Hades terminó de morder el palillo de una chupeta, bailando los restos hacia un lado y otro de la boca. La escupió y se acomodó en el sillón, subiendo el volúmen de la televisión frente a él. Le gustaba la lluvia pero le causaba un tedio terrible, ya que arruinaba por completo cualquier plan laboral nocturno.
" [...] Se recomienda a toda la población permanecer en sus casas y evitar la salida de vehículos hacia el tránsito, sobre todo en las grandes autopistas."
—"Vehículos" — repitió en voz alta, y su mirada fue su celular a su lado. No había ningún mensaje. Frunció el ceño — ... ¡Don!
—¿Señor? — un hombre que apenas podía pasar por el marco de la puerta apareció desde las sombras. Hades estiró los brazos a lo ancho del sillón y giró levemente la cabeza hacia atrás.
—¿Saben algo de Saga?
—Aún no se ha comunicado con nosotros.
—Dile al gusano nerd que tengo de hacker lo rastree por GPS. No tengo ganas de hacerlo yo. Si está vivo debe estar conduciendo, o esperando a que pase la tormenta.
—Como usted diga, señor — se acomodó el saco — ¿Qué resultados esperamos?
—Que esté en zona, por el tiempo que pasó — miró su reloj de oro — . Y que haya hecho el trabajo. O por lo menos que se esté alejando.
—¿Y si no es ninguna de esas opciones?
—Entonces me avisas, me alisto, y salgo a matarlo. — estiró los puños de la camisa con parsimonia, volteando hacia la televisión.
—¿Matarlo? ¿Está seguro? — preguntó aquel gigante con algo de resquemor — . Es... uhm, un activo con un blanco vigente.
—Eso está por verse, Don — estiró la mano y cambió de pantalla — . Ya sabes que nunca hay que esperar nada de nadie, y las muestras de lealtad deben ser contundentes. Si no cumple el contrato se cierra; y eso significa saldar mi propia honra, mojar mis zapatos en medio del lodazal que es ahora la ciudad, para volarle la cabeza personalmente — sentenció, y un pequeño silencio de duda apareció del lado de su interlocutor. Alzó las cejas y miró de costado — ¿Fui claro en lo que dije?
—¡Ah! S-sí señor.
—Bien.
Su jefe sonrió con diversión, y escribió algo desde el control remoto.
—Ah, en el camino traeme palomitas de maíz, mientras me pones al día voy a seguir mi serie en Netflix.
—000—
El paisaje era borroso y monocromático. Los ojos llenos de humedad dificultaban la vista, nublada como el resto del paisaje. En medio de la nada, los únicos colores que aparecían como luciérnagas desenfocadas eran el rojo y el amarillo; las luces de la baliza del auto que había parado cuando el dolor comenzó a acuchillarle el pecho por dentro.
Las lágrimas no dejaban de caer, y sus manos manchadas de sangre y barro temblaban tanto que no pudo manejar más. Ambas estaban aferradas al volante, tensas al punto de dejar los nudillos blancos para sostener su cuerpo caído hacia adelante, con el rostro mirando sus pies en el freno; abrumado por el frío del agua que lo había empapado, y la inconexa calefacción del vehículo. Estaba mudo, incapaz de hablar siquiera en sus pensamientos. Sus orbes no podían bajar los párpados, pues la secuencia de aquella joven siendo asesinada varias veces, lo atormentaban entre los parpadeos.
Su teléfono había sonado un par de veces, y los dedos le dieron energía para un sólo mensaje en algún momento. Estaba apagado ahora, muerto como la joven que había ultimado hacía unos... ¿minutos, días, semanas? No sabía, había perdido la noción del tiempo.
Reaccionó tras un largo rato y sólo atinó a golpear el volante, estrellando la frente varias veces. Gritó y gritó lo más que pudo para purgar ese dolor infinito, evitando mirarse al espejo; o las manos, o la camisa, empapados en la sangre del cuerpo que tuvo que arrastrar en medio de la tormenta para dejarlo en aquella casa e incendiarla con prisa. El resto se encargaría.
Pero ¿quién se ocuparía de él?
—Dios... — se mordió los labios hasta sangrar, cayendo en el ciclo del sollozo.
Gritó y golpeó todo el interior del auto y, cuando el dolor externo aturdió un poco el interno, recuperó el control de su cuerpo lo suficiente para volver a la autopista con prisa.
Volvería a la única cosa que, quizás, aún le daba sentido a todo eso.
-000-
En un momento de la noche, Hades bajó el volumen de la televisión, mirando hacia atrás. Los guardias comenzaron a ir y venir con prisa. Giró hacia la puerta; aún cerrada era casi transparente para imaginar toda la secuencia que solamente tenía dos resultados posibles.
De pronto, la luz se cortó y se activó la de emergencia. Frunció el ceño, pensando en una tercera alternativa. Estiró la mano en el sillón y llegó hasta su revólver, sacándole el seguro lentamente. Se sentó entonces en el sillón que apuntaba a la puerta. Cruzó las piernas y puso el arma sobre su muslo; esperando con paciencia, respirando con pausa. Un silencio invadió el ambiente, aunque las voces se escucharan más allá. Su mano se tensó y apretó más el gancho del gatillo, para reaccionar a tiempo.
—Odio el puto suspenso — susurró entredientes — . Terminemos de una v-
Otro rayo potente recortó, de pronto, la figura que estaba delante de la ventana, iluminando los desorbitados ojos de Saga. Cuando Hades enfocó mejor la vista, halló al hombre con el arma en la mano, sosteniendo el saco del traje embarrado y todo él, empapado en sangre.
La sorpresa fue genuina. Hades abrió los ojos y la boca con asombro, pero luego volvió a reacomodar sus emociones, sentándose mejor. Saga permanecía inmóvil, helado, y más pronto que tarde había dos figuras detrás de él. Cuando la lluvia empezó a amainar, la luz regresó y el panorama fue más claro.
—Vaya, vaya... ¿Qué tenemos aquí?
Hizo un gesto para que soltara el arma. Saga no respondió, simplemente la pistola se resbaló de su mano junto con el abrigo. Permaneció de pie, mirándolo fijamente. Con una señal al aire, Hades le indicó a sus guardias que bajaran las armas, ya que la situación no presentaba peligro.
—Regresé.
—Estás hecho un tremendo desastre, Saga; parece que volviste de entre los muertos — lo miró, casi con un tono calmo — . ¿Qué pasó con los modales?
—¡A la mierda los putos modales!— la voz salió quebrada.
—¿Lo encontraron ustedes, Don? — miró detrás de las sombras, sabiendo donde estaban sus hombres.
—No, señor. Cuando estábamos por salir, el auto llegó.
—Entiendo — enfocó a Saga de nuevo — . Pudiste regresar en una pieza en medio de esta lluvia, eso es m-
—¡CIERRA LA BOCA, HIJO DE PUTA! — Saga gritó con todas sus fuerzas cerrando los puños, pero aún sin moverse. Hades nuevamente hizo un gesto a los guardias, para que se quedaran quietos.
—Estás en shock, es normal. La adrenalina fue lo único que seguramente evitó que te mataras con la tormenta. Puedes actuar a sangre fría, eso es buena señal.
—¡¿Buena señal de qué, bastardo infeliz?! — unió los dientes, con los ojos inyectados de tanto llorar — ¡Tuve que matar a esa pobre chica!
—¿"Pobre" chica? Woah — alzó las cejas— . La Dama Roja no era precisamente una santa — le aclaró — . No me digas que te dio lástima, después de todos los crímenes que han cometido en su nombre.
—¡Tú también lo haces!
—Se fue al mismo infierno al que iremos a parar todos algún día — minimizó con un gesto — . Es... bueno, era, competencia — se encogió de hombros — . No pensé que te afectara tanto matar a esa bella ratita.
—¡Porque no soy un asesino!
—Ahora lo eres, felicidades — se sostuvo el tabique de la nariz con los dedos — . Necesito que te des un baño para poder hablar de esto, de verdad. Tienes que contarme los detalles.
—Ya les dije todo a ellos — señaló detrás — . Ya hice mi trabajo. Dame el dinero y déjame ir.
—¿Con esta lluvia? No sería caballeroso — miró la ventana — ¿Por qué no te das un baño y cenamos?
—¡No quiero estar aquí un sólo minuto más y menos contigo! ¿Qué parte no entiendes?
—Entiendo todo, creeme — respondió, con un tono conciliador — . Mi primera muerte fue terrible. Tienes que calmarte antes de que termines en el mismo pozo que ella... ¿comprendes? — le enfatizó.
Saga respiraba agitado; con la cabeza estallada, el pelo pegado a su cuerpo y los ojos ardiendo en dolor. Pero quedó allí, de pie. De pronto, respiró más lento y el color volvió a su rostro. Como buen gesto, Hades le mostró su arma, sacó el dedo del gatillo, puso el seguro y la guardó en su cartuchera. Se estiró despacio y tomó la de Saga con la tela del saco. Enseguida uno de los guardias la tomó con un nylon y la puso en una bolsa, llevándosela.
—Ahora, vamos a hacer las cosas bien, ¿de acuerdo? — se volvió a acomodar en el sillón — Siéntate.
—No. — gritó el otro, y Hades suspiró con largueza.
—¿Sabes por qué te pedí que hicieras esto en primer lugar? — miró sus anillos sin inmutarse — Porque no creí que tuvieras las pelotas, ya que este no es tu estilo.
Saga quedó en una pieza.
—¿... Qué dices?
—Entonces tendría la excusa perfecta de matarte frente a los miembros de la Honorable Familia, y minimizar los rumores que degradan mi posición.
—Rumores... no sabía que había rumores.
—Los hay, son viejas chusmas de primera línea — agregó con una gracia que no acompañó su rostro — . Ando "distrayendome" con subordinados. La única manera de solventarlo era con una gran noticia.
—¿Hiciste todo esto para hacerte quedar bien y sacarme del medio?
—Sí, y no — frunció la boca, avergonzado — . Era mi idea principal; pero ahora que te veo así, la verdad... — se acomodó — Debo decir que es excitante.
—Deja de joderme. — Saga cambió el tono: la desesperación y el dolor fueron convirtiéndose en una ira que hacía que sus ojos chispearan en la penumbra.
—No te miento, querido. Superaste mis expectativas, y tuviste un bautismo de fuego por tí mismo. La verdad, estoy... ¿orgulloso? De que hayas hecho esto por mí.
—¡Era un puto contrato!
—Lo sé... pero más allá de eso. ¿No lo sientes personal? Después de todo, tenemos algo más desde hace algún tiempo, ¿no?
—... ¡ VOY A M— ! — en el momento en que fue hacia él como una tromba, de la nada se escucharon dos clics. Cuando el peliazul pudo notarlo, había dos magnum automáticas apuntándolo desde diferentes rincones. Unió los dientes con furia, hasta que Hades lo señaló con el índice.
—Ah, no. Muy mala idea — volteó a ver a los dos guardias — . Está bien Don, puedes decirle a Charly que se retire también. Me quedaré con él a solas.
—¿Está seguro, señor?
—Absolutamente. Confía en mí.
—Correcto.
El hombre bajó el arma, y dio una señal al otro. Hades volteó a ver a Saga, haciendo un gesto con la mano.
—¿Ves? Así se hace— lo miró mejor — . No confiaba en tí, hiciste algo inesperado y, lejos de perjudicarme, me favorece. Es un escenario mucho más agradable que el que tenía pensado hasta hacía media hora. Esto puede borrar la mácula de los rumores sobre mi posición, ya que eres absolutamente funcional a mis tareas designadas — se encogió de hombros — . Tú vives, yo estoy mejor, todos ganamos. Así funciona, querido. Las cosas cambian. Pero — le aclaró — , esta vez reconoceré que estoy admirado de esta decisión; y no soy de adular.
—Es claro. No amas a nadie, ni a ti mismo.
Los ojos claros del otro mostraron el desconcierto. Saga sonrió con triunfo; al mismo tiempo, Hades cerró los ojos.
—Touche — suspiró — . Eres muy cruel.
—Sí aún crees que soy un novato, te equivocas. Que me cruzara con tus negocios fue una puta eventualidad.
—Vamos, Saga. Eres importante para mí, pero el honor está primero — lo miró con serenidad — . Sé cómo llegaste hasta aquí; de otro modo no me interesarías en lo más minimo. Esta muestra de lealtad fue sorpresiva hasta para mí.
—Entonces, ¿cuál es mi premio? — se cruzó de brazos, aún de pie — Además de mandarme a un psiquiatra, para poder dormir en los siguientes diez años.
—¿Diez años? Esperas vivir bastante.
—Viviré más que eso — le aseguró — . Y serás tú el que me vea desde abajo.
Saga se mostró recuperado en su tono de voz, poderoso a pesar de su aspecto y de lo que había pasado. En algún rincon del otro hombre, hubo un enorme alivio.
—¿A dónde vas? — preguntó, cuando lo vio caminar.
—A darme una ducha. Mañana tendrás muchas llamadas por teléfono. En tanto — puso el saco sucio al hombro— . Ya sé lo que quiero de recompensa.
—¿Qué cosa?
—Lo acabo de decir. Y debes cumplir... es parte del código, ¿no?
Hades parpadeó y rió levemente.
—Sin duda.
Moonlight
La tormenta se detuvo cuando Saga salió de la ducha. La ventana de aquella habitación dejó entrever una enorme luna llena, alumbrando cada rincón que alcanzaba.
—La familia de mi madre tenía una creencia popular se que conservó por muchas generaciones, ¿sabes?
Hades contemplaba el satélite mientras terminaba el cigarrillo que había empezado para esperarlo, sentado a los pies de una gran cama.
—¿Cuál creencia?
—Cosas de brujas paganas — sonrió con un poco de nostalgia, mirando aún hacia afuera — . Estaba convencida, como mi abuela y su abuela antes de ella, que si estabas con quien amabas bajo la luna llena, te acompañaría su prosperidad y sabiduría en los secretos del mundo nocturno.
—Los famosos baños lunares — acotó el otro, secándose el cabello frente a un espejo — ¿Es real?
—Bueno, nací yo — dijo con sorna — . Mi padre y ella me concibieron en medio de un bosque invernal. Tuvieron la pulmonía de sus vidas, pero se ve que valió la pena.
—Eso no significa nada — Saga lo miró — . No fuiste augurio de prosperidad para ellos; mira en lo que te has convertido.
—La prosperidad no tiene moral — apagó el cigarrillo en el cenicero a su lado — ; ni dueño. En tanto a lo que a mi concierne, funciona. Soy un rey que contempla los secretos de un mundo que solamente funciona de noche.
—¿Y por qué me cuentas todo esto? — repreguntó el otro. Hades lo miró de repente.
—Porque quiero confirmar si pasará lo mismo esta vez.
El peliazul se ruborizó con violencia.
—No entiendo.
—Lo entiendes perfectamente — dijo con una burla cansina, haciéndole una seña— . Ya ven acá.
Saga caminó hasta él con la bata apenas cerrada. El pelinegro lo miró un largo momento, pensando que todas las veces que estuvieron juntos habían sido brutales y espontáneas; demasiadas como para fingir una casualidad. Pero ninguna había sido así.
Normal.
—A confesión de partes, admito algo — comentó el peliazul, sentándose al lado. Su voz era casi irreconocible — . Existe una razón por la cuál decidí no arriesgarme a huir y que me persiguieran hasta matarme, y asesinar a tu rival.
—¿Sí? — lo miró con atención.
—Hubiera implicado no verte más... y no puedo permitirme eso.
Esta vez el sonrojo fue en Hades, que abrió los ojos como platos.
—...
—Je je, segunda vez en una noche que me pones esa cara, realmente la luna me esta dando buena suert-
Hades lo tomó de la nuca y lo besó, para callarlo y callar su cabeza. Cuando fue lo suficientemente largo y profundo, al grado de hacerlos salivar al separarse, se miraron agitados. Aún en sus galas impecables, el pelinegro parecía mucho más servil que Saga, al cual le abrió la bata para morder el cuello no con crueldad, sino con pasión.
El peliazul contempló entonces el largo camino caliente que dejaba el otro mientras descendía a sus pectorales y bajaba por el estómago, poniéndose de rodillas sobre la alfombra.
—Jamás me arrodillé ante nadie, y me rompieron los pies una vez por no hacerlo — le susurró. Estiró las manos hacia las ajenas, sujetando los puños contra el colchón — . Ni se te ocurra moverte o decir nada, o te mataré.
—Yo... está bien — contestó, desconcertado por el raro enfado. Todo se esfumó en cuanto la cabeza se hundió en su entrepierna, y la boca envolvió la carne que dejó tiesa en un instante. Saga elevó el rostro hacia la luna en un largo jadeo, mientras todo el dolor físico y mental era barrido por el placer. Cerró los ojos, con su mano sobre el cabello azabache, sosteniéndolo apenas.
Fue un momento de pequeña ternura entre dos sujetos que habían construido una muy tóxica relación, bajo un mundo violento y brutal. Cada gesto, cada silencio y caricia valían mucho más que para las personas ordinarias; pues escaseaban como el agua en el desierto.
—Mnh... no te haré acabar — Hades soltó bruscamente el miembro rojo y duro, encimandose sobre él, en busca de un beso que encontró.
—¿Por qué no? Naciste para chupar — se burló entre besos. El otro sonrió con sarcasmo.
—Te estoy dando espacio para que cobres tu premio, aprovéchalo — susurró contra la boca — . Antes de que me arrepienta.
—Me muero de miedo — contestó, acomodándole el cabello para abrirle la camisa y el cinturón — . No es que me desagrade, pero ten cuidado; quizás después de que veas como te cojo no quieras volver a lo de siempre.
—No abuses de tu suerte, Saga.
—No es suerte, es la luna.
Hades sonrió con sorpresa. Lo volvió a besar, mientras el otro terminaba de desnudarlo. Una serie de caricias extrañamente tiernas aparecieron en el intercambio; se sentía raro y fascinante tratarse de ese modo. Cuando se despojaron de todo, Saga se recostó sobre las almohadas y el respaldo, dejando que Hades sobre sus muslos. Las manos del peliazul se movieron por las piernas hasta el miembro ajeno, masturbándolo con la experticia del viejo amante.
—Debo admitir que cuando llegaste bañado en sangre, fuiste el hombre más hermoso que vi en mi vida. — susurró Hades, irguiendo la espalda.
—Realmente tienes muchos, muchos problemas — le contestó el otro — . Aunque ahora con la luna en tu espalda... quizás tu padres hicieron bien el ritual.
—Deja de hacerte el romántico, no te queda para nada.
Hades le tomó el rostro, besándolo con necesidad; no había brutalidad, sólo hambre y ansiedad. Saga lo sujetó de la espalda y las caderas, acomodándose al tacto entre las nalgas ajenas. Cuando el otro estiró la cintura, soltó el beso y miró su rostro largamente, mientras contemplaba la mueca del rostro ajeno en cuanto fue metiéndose con lentitud al principio y luego con una estocada hacia abajo, casi encastrándolo a sus caderas. Ambos se sonrojaron con violencia, pero Saga suprimió su propio gemido para escuchar el ajeno.
"Te ves tan perfecto... ¿por qué no puede ser así?"
—Mierda... eres un animal — Hades se sujetó con ambas manos de la pared, buscando sentarse mejor, pero Saga lo detuvo.
—Mi premio. — le reclamó, volviéndolo a empujar hacia abajo. El otro chistó pero se dejó hacer, cediéndole el control.
El hombre debajo comenzó a maniobrar el ritmo y las estocadas, haciéndolo bajar profundo y lento, o rápido y superficial, a punto de sacar toda la carne y volverla a meter de un sopetón. Los gritos y gemidos altisonantes de su jefe eran la real recompensa y venganza que había estado buscando, de alguna manera, en todo ese tiempo con él.
—Gh... ¡mnh! ¡Ah! ¡Ah!
—La tengo... más grande... ngh, te lo dije... mnh... — susurró, sin detenerse. Pronto comenzó a gemir, con el placer estaba arrimándose a su cabeza con rapidez.
—C-cállate...
Cuando Hades comenzó a moverse sólo hasta la base para volver a subir, supo que la intensidad comenzó a ser mutua. Los gritos y los jadeos ya no tenían control y los cuerpos comenzaron a sudar, tensos en alcanzar el orgasmo. El pelinegro no pudo evitar girar los ojos hacia el techo cuando alcanzó su clímax, y su semilla se esparció por todo el estómago ajeno, provocando en Saga una pequeña carcajada triunfal. Segundos después llegó el otro, llenando con precisión las entrañas ajenas. Quedaron quietos disfrutando de esa breve conexión y calidez.
Se miraron a los ojos un largo momento y se separaron. Saga se sentó mejor y tomó en el aire la toalla que le tiró el otro, en busca de sus cigarrillos. Regresó a la cama limpiándose y sentó al lado, mirando hacia la ventana.
—... se sintió bien.
—Mnh. Sí.
—Necesito otro baño, y volver a casa.
—¿A casa? — Hades lo miró de pronto — ¿No te vas a quedar?— Saga lo miró como si avistara un ovni, a tal punto que el otro se sonrojó.
—Estás absolutamente raro hoy.
—... Es la luna.
El peliazul rió de golpe y Hades le siguió, mucho más discretamente.
De vez en cuando, sí; podía ser culpa de alguien más.
—00000000000000000000000—
