Tras momentos tensos, había llegado el día de tomar el expreso de Hogwarts. Los días que quedaban antes de irse, habían sido relajados. Susan había abandonado la casa de los Weasley para quedarse con Amelia en una nueva localización protegida. Daphne había quedado bajo la custodia de los miembros de la Orden, en la casa de los Black. Algo que no agradó a muchos, en especial a Harry.
No tenía nada contra la hermosa rubia, pero sentía algo de ira al darse cuenta de que ella estaba todo el día junto a su padrino mientras que él apenas lo había visto en verano. Además Sirius seguía igual de incomunicado que antes. Los trámites para liberar gente de penas anteriores eran lentos.
Sin embargo nada de eso importaba. Ahora Harry estaba tenso, mucho más que antes. Sospechaba que Voldemort no se atrevería a intentar nada en el tren pero no estaba seguro. Las noticias de matanzas eran escalofriantes y ahora tenía otro problema en mente. Draco Malfoy parecía haberse unido a los mortifagos y estaba confabulando un plan junto a Snape y su tía. Mientras caminaba detrás de Hermione recordó que había tenido un momento íntimo junto a Narcissa. Cada vez que lo pensaba veía su equivocación. Además de eso, Ginny insistía en que el collar que le había regalado a Daphne era extraño.
Ese artefacto palpitaba e incluso Harry podía sentir pensamientos duros cuando estaba cerca de él. Curiosamente, la rubia no se veía influenciada y lo exhibía con orgullo. Ginny tenía miedo de Daphne y la bruja parecía disfrutar de ahuyentarla.
Mientras seguía pensando, escuchó la voz taciturna del pelirrojo—¿Por qué tanta seguridad? Nadie atacaría esto—indicando el andén—es un suicidio.
La voz quejumbrosa de Alastor lo sacó de su cabeza—¡Vigilancia constante! Weasley. Tus tíos tampoco pensaban que iban a morir tras ir a tu bautizo—dijo duramente.
El chico bajó la cabeza mientras Hermione le decía en voz baja—¿Creo que fue antes? —Harry no respondió. No conocía suficiente de la pasada guerra como para meterse en el tema.
—Pero…no hay apenas mortífagos libres—indicó el mago sabiendo que si el Ministerio y la Orden hiciesen las cosas bien, sería solamente Voldemort contra toda Gran Bretaña.
—Se está dedicando a crear inferius—dijo Moody con la mueca torcida—Otro ataque de esos bichos en Manchester. Dementores en Escocia. El Señor Tenebroso está multiplicando sus tropas oscuras y atacando el país entero. Pronto sus secuaces volverán con él.
Hermione asimiló eso mientras esquivaba a la gente—¿Pero…? Aunque Lucius sea liberado—dijo pensando—No tiene poder político. El ministerio está mejor vigilado que nunca.
Tonks sonrió y dijo—Aún hay espías. Personas bajo el Imperius. Gente ineficiente o cruel. Simpatizantes. Familiares—su apariencia era mucho más seca. A diferencia de otras veces, llevaba el pelo corto, castaño y ropa de auror. Ninguna parte de su cuerpo estaba cambiada, algo que la hacía más normal que de costumbre.
Pronto llegaron al lugar y comenzaron a subir al tren. Cada uno subió su baúl y vieron como Tonks era arrullada por una mujer. La metamorfomaga fue tirada al suelo, brevemente. La mujer se disculpó y luego desapareció. Harry observó cómo está subía al tren y le preguntó.
—¿Qué haces aquí? ¿Estás bien?
—Sí. La gente es muy maleducada—dijo tras el golpe—Dumbledore me pidió que vigilase el tren y el castillo por fuera durante las noches. Bones lo permitió, así que… ¡Aquí estoy! —su intento de felicidad se perdió por la actitud que llevaba. Tenía un aire pesimista por dentro.
Harry optó por dejar a la metamorfomaga a su rollo. La auror simplemente se dirigió hacia el puesto del conductor de la locomotora. Él en cambio se dirigió a buscar a sus amigos. Antes de que pudiese hacer nada, notó como una luz verdosa estalló en el compartimento en el que iba a entrar.
Ginny sonrió mientras lanzaba a dos idiotas fuera de Luna. El mago sonrió al ver a Pansy Parkinson y a Nott cubiertos de un moco volador verde. El mago preguntó a la chica Weasley—¿Qué querían estos dos idiotas?
Luna asintiendo a su amiga le dijo—Querían que Ginny y yo los acompañásemos a sus compartimentos. Fue una proposición extraña…—miró a la pelirroja y dijo—extraña viniendo de Pansy. Nunca pensé que le gustarían las chicas.
—No tiene pinta por cómo se la mama a Malfoy en el Gran Comedor—dijo la pelirroja sonriendo—Aunque ahora debes estar enfadada Parkinson. Malfoy tiene un nuevo juguete…mucho más guapo.
La chica alzó su varita y hastiada dijo—Acabaré contigo Weasley—no pudo continuar pues un movimiento de Ginny la envió volando hasta chocar con la puerta metálica del siguiente compartimento.
—No pasa nada Parkinson…Solo digo que Astoria es más guapa que tú.
—Esa perra no es nada—indicó la otra bruja.
Harry sospechaba que era mentira. Visto lo hermosa que era Daphne, su hermana debía ser similar solo que en castaña. El problema era su maldición de sangre que la dejaba en un estado de dolor insoportable casi todo el tiempo. Luna alzó su varita para llenar a la muchacha de un olor a miel extraño.
—Astoria es hermosa…aunque la he visto con Malfoy del brazo todo el tiempo. Una lástima…solía llevarme bien con ella—ambas chicas comenzaron a discutir sobre la situación. Algo que a Harry le importaba realmente poco. Decidió ignorarlas mientras le comentaba.
—¿Oye vais a dejarlos por aquí? —indicó haciendo referencia a los dos hechizados. Ginny se sacudió la melena diciendo—No. Vamos Luna…—la rubia siguió a la pelirroja mientras murmuraba—Creo que hace falta que le saquemos los torposoplos a Harry.
Recordó momentos pasados pero ambas chicas se fueron rápidamente dejando a Harry intranquilo. Fue a buscar a sus amigos que debían de estar en la reunión de prefectos. A pesar de eso, supuso que Neville estaría en algún lado y seguramente Ron ya se habría escaqueado de sus tareas. Mientras caminaba por el pasillo, se encontró de cara con Malfoy.
El chico llevaba manga larga en sus túnicas negras. Iba acompañado de sus compinches habituales y un corrillo de séptimos años de Slytherin. Además de eso, iba acompañado por Davis y una chica morena de aspecto débil. Harry se estremeció al recordar sus peores momentos debajo de las escaleras de los Dursley.
Se quedó observándole la manga pero Draco le devolvió la mirada mientras sacaba su varita amenazándole—¡Potter!
Harry simplemente siguió mirando la varita e intentó evitar una confrontación—No quiero pelear contigo.
—¡Después de lo de mí padre! ¡Carajada! —lanzó una maldición rápidamente que esquivó. —Defiéndete, estúpido.
Harry simplemente esquivaba las maldiciones esperanzado de que alguien viniese a ayudarlo. Nadie vino a socorrerle pero fue salvado por la chica que rápidamente lanzó una barrera que absorbió las maldiciones.
—Estamos en el tren—recordándole a Draco la situación en la que se encontraban—Además, Potter tiene prisa…El profesor Slughorn lo llamá a su compartimento. Ha hecho una reunión para alumnos ventajosos.
Draco sonrió—¿Alumnos ventajosos? ¡Potter no ha atendido a una lección en su vida!
Deseó explicarle la maldición cruciatus al hurón pero se contuvo. Respondió con la idea que tenía—Quizás pueda enseñarte algo sobre la maldición Cruciatus…tu tía estará orgullosa de mí.
Malfoy se contuvo de atacar pero miró a Astoria y dijo—¡Como sabes eso! —le tiró de la coleta provocando un poco de dolor a la chica. No intentó nada hasta que la morena sumisamente dijo—Daphne…Daphne me dijo que Slughorn preguntaba por ti.
—Es una traidora a la sangre—le dio una bofetada a la chica—Ella ya no es tú hermana, estúpida. Ve—indicándole el compartimento—Luego recibirás tu castigo.
Harry rápidamente buscó el compartimento del profesor. Intentó olvidarse de lo que había visto pero cada vez estaba más claro que Malfoy actuaba con demasiado nepotismo. Ningún Slytherin, salvo Daphne, parecían estar libre de su dominio. Sospechaba que llevaba la marca pero no podía demostrarlo todavía. Se adelantó a paso rápido hasta llegar al compartimento del hombre con el bigote de morsa. Allí comprobó que era tan grande como un solo vagón. Observándolo por fuera comprobó el carácter ostentoso de aquel hombre con bigote de morsa.
Esperó unos momentos mientras meditaba si llamar a la puerta o no. Sabía que aquel hombre lo quería a él, Dumbledore se lo había aclarado. Pero no deseaba hacerle la pelota a aquel anciano.
Se lo pensó brevemente pero la voz seca de Daphne lo sacó de su ensimismamiento. La chica le dijo rápidamente.
—Potter no puedes traspasar puertas…De momento sigues vivo—sospechaba que era una broma pero no lo sintió como tal.
—¿Entrás? —cuestionó el chico observando a la rubia.
—Te estaba buscando—dijo la chica. Se sonrojó y rectificó—Slughorn te estaba buscando.
—¿Para qué? —cuestionó el mago ansioso de resolver el rompecabezas que Dumbledore le había enseñado hacía semanas. Tenía muchas preguntas pero seguía cuestionándose para que necesitase el director a ese hombre.
Daphne suspiró y dijo—Mejor que lo veas por ti mismo—llamó a la puerta y el hombre del mostacho la abrió sin mirarlos. Dentro, el lugar era bastante más amplio e iluminado que otros vagones. Había una enorme lampara de cristal que reflejaba los rayos del sol, así como una gran mesa donde estaban sentados muchos alumnos. Harry reconoció a la mayoría y se sentó junto a Susan.
Slughorn al verlo sonrió con animosidad y dijo—Bienvenidos. Bienvenidos. Supongo que ya os conocéis. ¿no? —Daphne asintió educadamente mientras agarraba una copa de champagne y se mojaba los labios. Harry lo observaba meditando hasta que el hombre señalizo—Siempre tan despistado Harry querido…Te presentó…—fue señalando a cada uno de los miembros de la mesa describiendo sus hazañas—Cormac…su tío es parte del Ministerio…Zabini querido… ¿tú madre se mantiene bien? La pobre enviudó seis veces… Supongo que a la Señorita Weasley la conoces…nunca he visto a nadie usar una maldición de moco murciélago con tanta potencia siendo tan joven. ¡Increíble! Prometedora…El Señor Longbottom…siento lo de Frank—señalizó el hombre apenado—Tú padre estaría orgullosa de ti, Neville…eran buenas personas. Tú madre solía venir a ayudarme con mis plantas—entristecido miró a otro y continuó—Oh Oh sí…la Señorita Jones—Megan sonrió mientras acaparaba atención—Me han comentado que eres la nueva promesa del quidditch de Huffelpluff…apostaré por ti, sin dudarlo.
Harry sonreía a todos los que conocía pero conforme pasaba el tiempo, comprendió que esto se trataba únicamente del profesor relacionándose con alumnos aventajados o hábiles. A ese hombre, solo le interesaban las conexiones y el poder. Aun así parecía tener más escrúpulos que Snape.
—Señorita Greengrass me alegró que encontrase al Señor Potter…el pobre es muy despistado—Harry miró a la rubia que sonreía alegremente—debo decirle que es usted incluso más guapa que su madre. La pobre, quedarse viuda de esa manera, de improviso…debió de ser demoledor. Y la pobre Astoria…—dejó a la chica en sus pensamientos mientras decía—Oh oh…veo que ya has elegido a tu pelirroja favorita, Harry—Ginny perdió la sonrisa mientras sostenía la varita con firmeza—Buena elección sin duda…la familia Bones…una elección política si sabes a lo que me refiero—sonrió para sí misma mientras decía—Espero veros en mis clases.
Harry asintió diciendo—Por supuesto que sí, profesor—a pesar de todo dudaba de ello. No había comprado libros, materiales ni se había inscrito en la clase. Snape no lo aceptaría con sus TIMOS y Slughorn dudaba que lo hiciese.
Susan intentando no quedar mal dijo—No creo profesor…para trabajar en el Ministerio no es necesario el buen uso de su asignatura.
Slughorn sonrió más y dijo—Serás una excelente directora de departamento si sigues ese rumbo pero he de decirte que hay cosas que las Pociones pueden hacer y la política no. ¿Embotellar la gloria? ¿Envenenar a tus enemigos? ¿Provocar el deseo? ¿Impedir embarazos? Todo eso y más se puede hacer, querida. Podrías averiguar quiénes en esta sala pretenden robarte a tu novio utilizando únicamente el aroma de una poción—tosió y dijo—algo de Legeremancia quizás también.
La chica observó a sus dos oponentes mientras asentía lentamente y le decía a Harry—Bueno profesor creo que me iré a mí compartimento con Harry…—miró al chico y dijo—Parece que ha subido la temperatura.
El hombre miró al mago que se veía dubitativo y dijo—Querida… ¿Te ocurre algo? Hace un frío que pela.
Daphne lo resolvió al decir—Bellatrix la acertó con una maldición desconocida. No le causó daños pero no sabemos que hizo—la bruja había confesado todo pero poco importaba. El hombre se tocaba el bigote mientras miraba a la pelirroja y meditaba.
—¿Qué sentiste Señorita Bones? —interrogó el profesor.
La bruja se sonrojó y dijo—Un zumbido…y calor. Más calor.
—¿Sigue zumbando? —indicó Slughorn a lo que la chica asintió. Daphne al escuchar aquello cerró los ojos. El profesor rápidamente dijo—Harry amigo…te espera un duro trabajo. Tienes que deshacer la maldición.
—¿Duro trabajo? —no comprendía a que se refería pero el hombre se acercó y se lo dijo al oído. Alarmado, agarró a la chica y se fueron rápidamente a un baño del tren. Cerraron la puerta con múltiples encantamientos. Una vez dentro, la bruja señaló.
—¿Qué me pasa? —miró a Harry y le dijo—¿Qué te ha dicho Slughorn?
—Es una maldición de excitación…si no logras obtener satisfacción externa…puedes enloquecer—miró a la bruja. La pelirroja se rebanaba los sesos intentando encontrar alguna razón para que le golpease aquella maldición. La única respuesta, era que el destino se reía en su cara.
—Nunca había imaginado que lo haríamos en un tren en marcha—Harry se sonrojó al tiempo que ella le besó con furia y lo sentó en la taza del váter. Sobre sus rodillas, se acopló y comenzaron a morrearse.
El mago captó de inmediato lo que la bruja le acababa de decir. Intentando mediar, le preguntó—¿Hacerlo? ¿Aquí? —estaba visiblemente entusiasmado por la idea. La bruja no le devolvió la respuesta, sino que le besó con ganas. Apoyado en aquel cubículo, el mago se vio sobrepasado por las constantes arremetidas de su compañera.
La bruja parecía querer saciar todo su estrés con el pobre chico. Se había soltado la coleta y su cabello se pegaba a los rostros de ambos. El sudor se iba condensando haciendo que poco a poco el ambiente se volviese más húmedo, a la par que el sonrojo de ambos desaparecía.
Dominados por la lujuria, la bruja cesó su beso mientras Harry le quitaba la túnica y la corbata. Tras eso, rompió brutalmente la camiseta de la bruja y después hizo lo mismo con su sujetador. Lo movió lo suficiente como para dejar ambos melones a la intemperie. Ahora con el premio gordo fuera, Harry se podía permitir disfrutar de algo mientras la pelirroja besaba su cuello y rostro.
Sus manos arrinconaron uno de los enormes pechos de la chica. Con uno quieto, procedió a sujetarlo firme y luego a utilizar su boca con ese imponente pezón. El pezón comenzó a ponerse más rojo y poco a poco se volvió puntiagudo. Los gemidos que emitía hacían ver al mago que iba por el camino correcto. Tras respirar unos minutos, Susan le entregó su otro pecho.
Esta vez no cedió al impulso de comérselo a veces. Lo sujetó bruscamente mientras lo apretaba como si fuesen perfectas pelotas antiestrés. Tras varios momentos en los que sus dedos se cebaron con la suave piel y en los que su boca succionó ambas tetas, llegó el momento del plato principal. La verdad que Harry pretendía pasar lo que quedaba de viaje, saciando su deseo con esos enormes pechos pero el malestar de Susan era más evidente conforme pasaba el tiempo.
Su rostro estaba sudoroso y rojo, su cabello se pegaba por todos lados. Sus labios se mantenían abiertos, húmedos e incluso soltaban hilos de saliva entre cada gemido. La bruja humedecía y dejaba marcas en el cuello del chico. Marcas que estaba seguro de que persistirían durante algún tiempo. Sus mamas sacadas del sujetador rebotaban con cada movimiento y a su vez sus pezones estaban mucho más excitados que nunca. Pero el problema estaba más abajo. Su entrepierna tapada por su túnica lucía mojada. Y Harry apostaba a que no era especialmente sudor.
Llegado el momento, renegó de esos imponentes melones y decidió ir un paso más allá. Al fin y al cabo estaban utilizando un baño público en un tren. No tenían demasiado tiempo. No había tiempo para la lubricación, entendió el chico.
Sacó su polla que rápidamente se irguió esperando su momento anhelado. Susan sintió aquello y gimió mientras con sus caderas intentaba apuntarlo justamente a su centro. Se posicionaba lista para cabalgar a la vez que sus pechos quedaban bamboleantes sobre el mago. Harry observó la situación y rápidamente agarró las nalgas de la chica manteniéndola sujeta. A pesar de que no había penetración, Susan movía las caderas intentando mojarse más. La situación estaba ardiendo y el chico decidió acabar con esto de una vez por todas.
Dejó que la chica bailase y se relajó en el asiento. Mientras la pelirroja se movía intentando traspasar su ropa con el miembro de Harry, el mago optó por algo más constructivo. Mientras besaba una mama, usó uno de sus brazos para ir destapando el pastel que no podía ver. Con la vista opacada, sus manos se guiaban por instinto. Lo único que escuchaba era la respiración jadeante de la bruja y sus gemidos esporádicos.
Cuando encontró el filo del pantalón se aferró a él y comenzó a descenderlo. Pronto la carne lechosa empezó a emerger. Separando sus nalgas había una braga ancha que lo tapaba casi todo. El color era difuso, estaba tan húmeda que no se podía distinguir y Harry tenía otras cosas en las que pensar que en eso. No pudo bajarlo entero. Los meneos de la chica eran indescriptibles, su pene pedía acción y ella también. Por un momento agradeció al maleficio que le habían lanzado ya que sabía que sin eso, le habría costado tener intimidad con la bruja.
La humedad de la bruja manaba como si fuese un torrente. Dudó por un momento en quitar la braga. El olor era superior a él, estaba seguro de que todo el vagón debía de oler a ese flujo afrodisiaco que manaba de esa cueva oscura. Su polla estaba erguida al máximo nivel, tanto que la propia bruja detenía sus movimientos al chocar con ella. Susan hastiada le indicaba lo que hacer pero el mago estaba en una ensoñación.
—¡Chupame las tetas! ¡Metémela!
Sus cánticos iban en dos direcciones y Harry gozaba de ambas por lo que elegir era difícil. Rápidamente agarró ambos senos y juntándolos gracias a su esponjosidad logró mamar de ambos pezones. El sueño de cualquier infante supuso el mago mientras chupaba y mordía ganándose algún que otro gemido. Los ojos de la chica se ponían en blanco del placer y en uno de sus bamboleos, su glande aterrizó sobre algo más blando. Y seco.
El chico prestó atención mientras mamaba y comprobó que la braga había desaparecido y en su lugar estaba el coño de la bruja esperando lo que le venía. Manaba flujos de una forma que Harry nunca había visto ni en las películas. Por fin comprendió porque esa maldición era algo prohibida. No solo era la locura por la excitación sexual sino que la perdida de agua podía ser importarte. Sonrió ante la magia accidental de la chica, mientras adecuaba su pene y colocaba el glande para que golpease directamente el clítoris.
Siguió moviendo sus caderas aunque ahora su humedad traspasaba y mojaba la ropa de Harry. De hecho su propia saliva también iba mojando su cuerpo. Notó un ardor en el cuello y comprobó que un mordisco incluso le había hecho algo de sangre. La bruja lo lamía con gran destreza mientras sus mamas golpeaban el torso del chico quien las mantenía agarradas y las apretaba con curiosidad. Una vez desterró a la mujer de su cuello, pudo ver que además de la pequeña incisión había una gran marca morada y otras más pequeñas a su alrededor. Cualquiera que lo viese pensaría que el calamar gigante del lago le había succionado.
—Tranquila—intentó mediar el chico mientras la muchacha continuaba meciéndose. Le sujetó el rostro para impedir que siguiese marcándole. Con curiosidad le dijo—¿Qué te ha dado? ¿Cómo lograste aguantar tanto tiempo sin esto? —le dijo con curiosidad. Desde lo del callejón Diagon habían pasado algunos días.
La joven sonrió y gimió—Tú…estuviste conmigo en la…casa de los…Weasley—los gemidos la entrecortaban—Dormimos juntos…Eso me relajó un poco…luego con tía Amelia tuve que…usar mi…varita a veces.
—¿Varita? —dijo el mago mientras agarraba un seno y observaba que los movimientos se detenían. Sabía que algunas brujas usaban su varita como dildo improvisado pero era ineficiente, más aún desde que Ojoloco les había comentado como un auror logró disolver sus nalgas por ponérsela en el bolsillo del pantalón.
Susan se mordió el labio mientras sentía y decía—Hay…encantamientos…La Señora Weasley…nos dejó algunos libros a Daphne y a mí…y a Hermione…La pobre quería saber más sobre…cosas domésticas.
Le dio un azote en el culo para que se concentrase y al observar su sonrojo, le cuestionó—Nunca pensé que a Hermione le interesa el mundo de las remilgadas…—haciendo alusión a gente como Malfoy—¿Y qué descubristeis?
Negó todo lo que pudo pero tras sujetarle el trasero con fuerza, la joven dijo—Nada—no era algo fiable, más aún en su estado. Era el momento de interrogarla rápidamente—¿De verdad?
—Sí, amo—su polla se sacudió ante eso y el mismo Harry la miró a los ojos llorosos. La chica temblaba y su coño seguía destilando. El color comenzaba a volverse algo agónico, parecía que le estaba dando un golpe de calor.
—¿Amo? —dijo mientras la miraba y rápidamente golpeaba su miembro contra el clítoris de la chica. Susan se iluminó ante ese gesto y de un grito derramó una gran flujo en forma de explosión. Sus pechos soltaron leche también dejando a Harry flipando. Ya había experimentado eso anteriormente pero no dejaba de sorprenderle.
Viendo que lo miraba extasiada pero como un tierno cervatillo, Harry optó por dejar de golpearle el clítoris y de un tierno azote le dijo—Continua.
—Hermione era curiosa así que practicó muchos hechizos…la mayoría eran de limpieza…ordenar…fregar, manejar utensilios—dijo con algo de aburrimiento—Pero luego descubrimos algunos más turbios…Daphne aconsejó no practicarlos pero Hermione lo hizo de todos modos.
—Típica Gryffindor—masculló Harry sabiendo que la prefecta era una amante del estudio y nada la detenía. Otro azote hizo que continuase.
—Encantamientos de casaderas primerizas insatisfechas…así se llamaba el capítulo…—dijo sonriendo tontamente ante el inmenso placer que sentía con cada azote. Harry se dedicaba a amasar y golpear su trasero para mantener su atención estable—Vimos muchos hechizos…el encantamiento Vibro fue de mucha utilidad…Hermione dijo que había cosas muggles que hacían eso pero con dildos…También había otros…
—Vaya con Hermione—pensó el chico mientras detenía los azotes y comprobaba como a pesar de que todos se fijaban en los pechos, el trasero de Susan no era para menos. Lo sujetó y rápidamente usó su miembro para insertarlo.
Una vez dentro, Harry entendió que no le hacía falta lubricación. La maldición se había encargado de ello. Poco a poco fue entrando más y más hasta que destrozó la delicada membrana de su himen. El único gesto de la bruja fue abrir algo los ojos y dejar escapar un gemido ronco. Tras tenerlo dentro, Harry sonrió y dijo.
—Todo tuyo…acaba con esto—se sentó a observar el paisaje. Sabía que si ambos follaban probablemente iría a correrse y no terminaría con la maldición algo que tampoco le importaba demasiado. Gozaba de esto, pero no podía dejar a su novia en un estado de éxtasis permanente. Recordó cómo Ron había acabado con la maldición de tragababosas.
Tiempo. El tiempo lo curaba todo. La mayoría de las maldiciones leves eran consumidas por el tiempo, por ello no necesitaban contramaldición. Algunas eran destruidas con el encantamiento Finite pero había otras que resistían eso. Parecía ser el caso de está. Harry simplemente se apoyó mejor y quedo quieto a la espera.
Anonadada, Susan observó como aquel falo se perdía en su interior. El goteo se hacía constante tanto de su coño como de sus pechos. Sus nalgas tenían marcas y estaban sudorosas. Al ver que Harry permanecía pasivo, gimió y sonriendo dijo—Te vas a cagar…—la cabalgada fue brutal. Harry gimió duro cuando comenzó y no paró en todo momento.
Ahora con un eje, sus movimientos eran sumamente placenteros. Solo se detenía para gemir o acomodarse mejor. El mago únicamente sostenía sus nalgas para evitar otros movimientos pero no podía frenarla. Tampoco quería pero conforme pasaba el tiempo, dudaba de su autocontrol. Iba demasiado rápido. Sabía que podía frenarla pero está era la única solución. Dejarse hacer.
Recordó a Snape y sus consejos de Oclumancia. Recordó sus problemas. Voldemort. La misión de Malfoy. La trama bancaria de Narcissa. El problema que tenía Daphne. La guerra. Había tantos en el horizonte y sin embargo, solamente le importaba la pelirroja que movía su coño sobre él.
Hizo la mente en blanco mientras Susan seguía en su vaivén. Cada vez el aire se volvía más pesado y le nublaba más y más. La cabalgada de la bruja era un dolor para sus muslos. Ni el entrenamiento de Wood le había acondicionado para esta locura. Dudaba de que una mujer pudiese hacer esto sin una influencia mágica. Sumisamente acarició sus nalgas y su rostro. Apartó el pelo pegado a su rostro y con delicadeza le dijo.
—Pelea contra esa influencia—le indicó recordando sus lecciones contra el Imperius. No sabía a qué afectaba la maldición pero sospechaba que era mental. Era la mente la que provocaba la sobreexcitación.
Susan gimió más fuerte y su propio pene tembló de miedo. Estuvo tentado de retirarlo cuando su coño apretó más de lo normal. La bruja se había detenido pero su vagina comenzaba a apretarlo como una boa. Su miembro estaba duro pero la presión era difícil de aguantar. Hacía que se sintiese mucho mejor. Un movimiento de bombeo alertó al chico. Miró rápidamente la vulva abierta y comprobó que su miembro seguía duro. No se había desinflado. Eso no era su semilla.
En poco tiempo, observó cómo un gran torrente se derramaba y salía a chorros desde su coño. Varias explosiones causaron que el chico cerrase los ojos mientras intentaba aguantar todo lo que podía. Tras unos minutos de una sensación de perdida, Susan se derrumbó sobre el mago. Harry la atrapó, y sostuvo sus increíbles senos contra su pecho. Ambas fuentes seguían destilando leche por lo que el mago dejó que gotearan. Vio que la bruja había perdido su energía delatando el final de la maldición. Ahora había llegado su momento.
—Sue…tengo que acabar—indicó el chico mientras la sacaba con cautela de su coño. Sin embargo, la chica temblando por todo el placer acumulado le indicó—Dentro amo—Harry la mantuvo a medio camino. Miró a la joven quien respiraba con pesadez y sonriéndole le dijo—Relájate.
La sostuvo y tras eso montó a la chica rápidamente. No duró demasiado tras todo lo que había pasado. Rellenó a la pelirroja en pocos minutos y tras eso la sacó mustia. Aún estaba indispuesta por lo que Harry usó su varita para arreglar todo lo que pudo. Olor, fluidos corporales, ropa. Lo único que no podía eran sus bragas. A pesar de todo, las marcas de nalgadas y el mordisco permanecieron delatando sus actividades.
—Mis bragas—indicó la chica. Encogiéndose de hombros, el mago dijo—Magia accidental. Tendrás que ir sin bragas.
Sue miró al chico y algo más aliviada le dijo—Iré a mí compartimento…puede que Hannah la prefecta ya haya vuelto. O Megan me dejé ropa.
Harry la vio irse y la azotó de nuevo—Nos vemos en Hogwarts—se levantó y se encaminó a ver a Ron y Hermione. No planeaba volver con Slughorn pronto
