Discleimer: El mundo Harry Potter es de su autora. Sólo son míos Lennah y algunos personajes más, así como el fic en sí

Agradecimientos: a ti: mi editora, mi Slytherin y mi contable. GRACIAS


6

Era sábado por la tarde y por primera vez en muchos sábados, su tutor de tesis había cogido un fin de semana para "un asunto personal, Drew". A ella le pareció bien. Tener una tarde libre en sábado le permitiría ir a ver Pier 39, una atracción turística que hacía poco más de un año que habían abierto y que estaba en boca de casi todos los brujos y muggles de San Francisco. Sentía curiosidad.

Era finales de junio y hacía calor por lo que había decidido ponerse un mono de color verde y unas sandalias no muy altas a conjunto con su bolso negro. Su largo pelo había quedado recogido en un moño y se había puesto unas gafas de sol que había comprado en un mercadillo la semana anterior.

Para ir hasta Pier 39 había decidido que lo mejor era ir al estilo muggle y así aprovecharía y conocería algo más esa ciudad. Le encantaba ese tranvía.

Había pasado la tarde en Pier 39 y había visto algunos Leones Marinos. Ahora era algo tarde, pero había encontrado un pequeño Pub Irlandés cerca de ahí y, quizás por añoranza, quizás por curiosidad entró y se sentó en la barra. Pidió una cerveza y se giró para ver el local.

- ¿A ti también te ha dejado tirada tu cita? - Lennah miró al chico sin comprender. ¿Le hablaba a ella? Miró a su alrededor y parecía ser la única que estaba sola, así que sí, debía estar hablando con ella.

- No. No he venido con nadie. - Dijo. El hombre cambió su estrategía.

- Déjame adivinar ¿Inglesa? - Era un hombre de unos veinticinco o veintiséis años, de aproximadamente 1'80m, de pelo moreno y unos impresionantes ojos azules. Llevaba un pantalón de traje de color gris perla con una chaqueta de doble botonadura de color azul oscuro. Sus mocasines iban a juego con la chaqueta. De dentro de la chaqueta sobresalía el cuello de una camisa que no terminaba de estar abotonada.

- ¿Tan obvio? - Dió un sorbo de su cerveza mientras observaba cada detalle de ese hombre.

- Yeah. - El chico tomó eso como una invitación y se sentó en el taburete de su lado. - Albert Holden. - Le tendió la mano con una sonrisa impecable.

- Lennah Drew. Encantada.

- Eso mismo me pasa a mi, que estoy encantado contigo.

Después de esa presentación se pasaron prácticamente tres horas hablando y tuvieron dos citas más en poco más de una semana, aunque los horarios de ambos eran prácticamente contrarios.

Sin verlo venir se habían plantado en septiembre y ella tenía quince días de vacaciones, así que Albert y ella habían planeado unas vacaciones. Albert había insistido en ir a Londres para las vacaciones y que ella pudiera ver a su familia, pero ella se había negado.

- ¿Estás segura? ¿No tienes ganas de ver, no sé, a tus padres o tus hermanos? - Estaban en casa de Albert, sentados en el comedor. Tenían un teléfono delante de ellos y Albert le acariciaba la pierna mientras con la otra mano revisaba un número de teléfono.

- Ya te lo dije: no tengo hermanos y mis padres fallecieron hace un año. - "Con un Opaleye de las Antípodas", se abstuvo de continuar la frase. Explicar a alguien sobre el accidente de sus padres con un dragón era complicado…y la verdad es que nunca había obtenido todas las respuestas que necesitaba. - No hay nada… nadie - se auto rectificó - a quien quiera ir a ver en Londres. - Y era cierto, la única familia que le quedaba era Severus, su primo y, desde hacía un par de años su relación no era especialmente buena. Salir con su "archienemigo" no había ayudado y tener un océano de por medio, como decía Sirius, no había influido en mejorar la misma.

Albert asintió ante la afirmación de Lennah y levantó el auricular.

- Buenos días, ¿con el señor Walt? De parte de Holden. Para confirmar los billetes a París. - Albert y Lennah hacía una semana que planeaban el viaje, pero él insistió mucho en pasar por Londres y ella lo evitaba. En realidad no lo evitaba, pero ella no tenía la necesidad de volver aún a Londres. Además, Albert había dejado entrever la posibilidad de viajar a París, donde vivía su hermana y … Ella no conocía París. Le apetecía mucho.

Se habían instalado en una pequeña habitación de invitados del piso céntrico en que vivía Nancy, la hermana mayor de Albert. Era de noche y ya habían cenado. Él se tumbó en la sin ni siquiera deshacer la cama, esperando que ella saliera del baño. Llevaba puesto un pijama de color azul oscuro, compuesto por un pantalon y una chaqueta, que tenían el borde en blanco.

- Creo que no le he caído muy bien a tu hermana. - Dijo trenzandose el pelo, con la puerta entornada.

- A Nancy, no le cae bien nadie. Sólo soporta a su marido y porque le ha comprado este piso. - Sacó la cabeza del baño y miró con cara de pánico a su novio.

- ¡Sh! ¡Te va a oír!

- Me conoce desde hace más que tú. Sabe lo que pienso de ella - Dijo él restando importancia.

- Pero tiene razón. - Salió del baño, vistiendo una camisola azul cielo y con su pelo trenzado. - ¿Cuánto llevamos saliendo?

- En realidad, no hemos definido nunca lo que tenemos. - Albert se recolocó y se sentó en la cama, con la espalda apoyada en los cojines. Ella se detuvo a un paso de él. - Nunca te he pedido salir. - Lennah hizo un repaso mental de sus conversaciones intentando ver si su afirmación era cierta. - No, no pongas esa cara… Si te hubiera pedido salir, lo sabría… Hubiera estado una semana sin dormir antes de hacerlo. ¿Y si me dijeras que no? - Lennah abrió mucho los ojos.

- ¿Decir que no? - Fue su turno de asentir. - ¿En realidad crees que te diría que no? - Albert le tomó una mano entre las suyas y la hizo acercarse.

- ¿Me dirías que no? - Tiró de la mano y ella se desequilibró y quedó sentada en su regazo a escasos centímetros de su boca.

- ¿Me lo vas a pedir? - Ambos tenian una sonrisa en los labios y se miraban a los ojos: negros contra azules. ¿Quién sería el primero en desviar la mirada?

- ¿Lennah?

- Ajá.

- ¿Quieres…? - La mano de Albert se coló entre su camisón y su pantorrilla y ella perdió el contacto visual con sus ojos y se centró en sus labios. - ¿Quieres ser mi novia? - Por toda respuesta besó sus carnosos labios y disfrutó de sus caricias. Cuando la mano de Albert pasó más allá de su pantorrilla y subió hasta sus bragas, ella gimió aun pegada a sus labios. Él sonrió, y cambió su peso para poder acorralarla entre su cuerpo y la cama. Ella cogió la cara perfecta de su novio… Oh, no, no era su novio… Le cogió la cara y se acercó para besarle de nuevo y poder saborearlo.

Albert se había puesto a horcajadas encima de ella y mientras seguía con el beso, sus manos se encargaban de subir el camison hasta descubrir su ombligo y ver unas braguitas de encaje de color rosa. Ella ronroneó y él decidió bajar por un camino de besos hasta su centro. Desde ahí, la visión de ella era magnífica.

Alguien aporreó la puerta y ambos se despertaron a la vez. Las sábanas estaban enredadas en ambos cuerpos desnudos. Él boca abajo la miró con medio ojo abierto. Volvieron a aporrear la puerta.

- ¿Vais a holgazanear todo el día? - La voz chillona de Nancy gruñía desde el otro lado de la puerta.

- Buenos días. - Lennah se había quedado recostada sobre su lado derecho mirando a Albert con una sonrisa absurda en los labios.

- Buenos días, princesa. - Los golpes en la puerta se repitieron e hicieron que él se girará hacia la entrada y chillará. - Buenos días a ti también Nancy. Te recuerdo que estamos de vacaciones y haremos el vago tanto como nos apetezca. - Oyeron a Nancy suspirar exageradamente y sus pasos alejándose.

- Se enfadará. - Sentenció ella dándole un beso y buscando con la mirada su camisola.

- Puede… - Cuando Lennah vió el trozo de ropa, se incorporó y subiendo la sábana hasta tapar sus senos, se inclinó encima de Albert para recoger el camisón. Él aprovechó y la atrajo hacía su cuerpo empezando a dar pequeños besos en su cuello.

- Albert…. Merlin…. - Sus suspiros hicieron que él supiera que tenía la partida ganada.

Volvieron a hacer el amor y no salieron de la habitación hasta pasadas las 10h.

Era la tarde cuando se habían acercado a Champ de Mars y caminaban entrelazados por sus brazos. Se habían pasado el día caminando y recorriendo las calles de París, sin rumbo fijo. Durante la semana habían visitado el Louvre, la Cathédrale du Notre Dame, les Champs-Élysee, los jardines Tuilere… No había rincón que no hubieran visto y hoy, habían decidido dejarse llevar por el ambiente francés de la ciudad.

- Creo que me costará mucho volver y acabar la tesis. - Estaba disfrutando mucho de la compañía, del viaje y de París.

- Aún no me has dicho de qué trata. - Ella desvió la mirada y la enfocó en la Torre Effiel que se veía al fondo de la avenida. Albert desconocía totalmente que ella era bruja y mucho menos le había contado sobre su tesis para terminar de doctorarse en Criaturas Mágicas. Ahora no era el momento para sacar el tema. Ya habría otro momento… Otro lugar.

- Sólo son estudios… ¿Has visto qué bonita? ¡Es más grande de lo que imaginaba! - Él miró la torre y luego miró a la morena.

- ¿Quieres subir? - Ella la miró sorprendida.

- ¿Se puede? - Él sonrió ante la ingenuidad que Lennah le mostraba alguna vez. Parecía una cría de 12 o 14 años, en vez de la mujer de 19 años que realmente era.

- ¡Claro! ¡Vamos! - Fueron a las taquillas, compraron dos boletos y con un ascensor bastante singular y lleno de gente, se encaminaron a la parte más alta de la Torre. Desde ahí podían ver la inmensidad de la ciudad, del río Sena… Ella parecía tan absorta en el momento, que no se dio cuenta de que él rebuscaba algo entre sus bolsillos.

- ¿Has visto qué atardecer más bonito? - Al girarse donde se suponía que debía estar Albert, tuvo que bajar la cabeza para verle con una rodilla en el suelo y con una sonrisa nerviosa. - Albert ... - Iba a preguntar qué hacía, pero él le mostró una pequeña cajita aterciopelada. - Oh.. - Sus ojos miraron los azules ojos de Albert. ¿Era una broma?

- Lennah, sé que no llevamos mucho saliendo… Bueno, en realidad, nunca has aceptado ser mi novia, - Ella sonrió. Era cierto, habían hablado del tema, pero por circunstancias que le hacían ponerse roja, no había podido dar respuesta a esa pregunta. - Pero… Estos tres meses han sido increíbles y no puedo dejar de pensar en ti y en que quiero tenerte a mi lado para siempre y vivir el futuro juntos. - Abrió la cajita y un coro de "oh" le hizo darse cuenta que acababan de pasar el centro de atención de todos los turistas y empleados de la Torre Eiffel. - Lennah, ¿Quieres ser mi novia y casarte conmigo? - Dentro de la cajita un diamante en solitario brillaba tanto como los ojos azules de Albert esperando respuesta.

Tal y como él decía, llevaban poco, él no conocía toda su verdad y ella, probablemente tampoco la suya. Tampoco tenía claro si había olvidado del todo a Sirius, pero durante esos tres meses, había conseguido no pensar en él ni un sólo momento…. hasta ahora mismo.

- Merlín…

- Algún día tendrás que contarme que tienes con Merlín… Pero… Por el momento… ¿Podrías darme una respuesta?