Notas: ¡Feliz domingo! Supongo que no os esperabais actualización tan pronto, aunque, la verdad es que yo tampoco. Como comenté, ando un poco bloqueada con la escritura, pero como voy bastante adelantada y tengo capítulos de sobra completamente redactados, he tomado la decisión de, de momento, publicar algo más rápido. No creo que suba muchas semanas de seguido, pero disfrutad lo que dure!

Espero que no resulte contraproducente y me acabe arrepintiendo, si así fuera, os lo haría saber. No quiero agobiarme y acabar escribiendo por obligación antes que por placer, pero sí que tengo muchas ganas de seguir compartiendo esta historia con todas vosotras.

¡Espero que disfrutéis el capítulo!

Sesshomaru permaneció completamente inmóvil, esperando a que se disipase la nube de polvo para retirar completamente el brazo de su rostro. El potente olor de aquella sustancia parecía molestar su delicado sentido del olfato. Entre nosotras y él se erguía la figura humanoide que había invocado la exorcista, espada en mano y con amenazante gesto, a la espera de recibir órdenes por parte de la persona que la había conjurado.

Le sostuve la mirada a Ayumi por unos instantes, luchando contra el doloroso sentimiento de traición. Todos aquellos años siendo amigas, habiendo sido pareja… Y ni una sola vez me había mencionado nada sobre su verdadera identidad.

- N-no me aterras, Ayumi, pero… - Respondí, en un trémulo hilo de voz. – Yo ya sabía que Sesshomaru era un demonio, en cambio… Tú… ¿Por cuánto tiempo me has ocultado esto?

En el fondo, sabía que no era justo reclamarle aquello, pero… No podía evitar sentirme profundamente dolida, engañada como una boba. No era justo, porque seguramente Sesshomaru también me hubiese seguido ocultando su verdadera naturaleza si no le hubiese descubierto por casualidad, pero, aun así…

No podía evitar sentirme herida por la parte que le correspondía a ella.

La expresión de Ayumi volvió a humanizarse, mostrando un atisbo de remordimiento mientras fruncía los labios.

- Nunca he podido decírselo a nadie. – Respondió, cabizbaja. – Es el secreto de mi familia… No me ha quedado otra opción que mentir durante toda mi vida.

Recordé los días en la tienda de los padres de Ayumi, repletas de cerámicas y objetos ceremoniales, aquellos que nunca nos habían dejado tocar bajo ningún concepto. También acudieron a mi mente fragmentos de las duras reprimendas que mi novia había sufrido desde niña por episodios relacionados con aquellos misteriosos productos…

- Entonces, lo del negocio de tus padres… Nunca se trató de una tienda de cerámica, ¿verdad? – Le pregunté, con la voz temblorosa.

- … No. – Dijo ella, con la mirada ensombrecida. – Ellos crean objetos sagrados para los onmyoji, pero no todas las personas de nuestra familia tienen la capacidad de controlar a los shikigamis, hace falta nacer con poder para ello. – Explicó ella, desviando sus ojos a la figura armada que había invocado. – Si sólo se hubiera tratado de vasijas, podría haber convencido a mis padres de que le cedieran el negocio a otro familiar, pero entre mis primos sólo yo albergaba este poder que nunca he querido. No podían dejárselo a nadie más que a mí, sin importar lo que yo desease… - Sus hombros comenzaron a temblar mientras su voz ganaba fuerza, imbuida en frustación. – Pero ahora, cuando por fin había conseguido liberarme de esa aterradora responsabilidad… Tú, específicamente tú, entre todos los demonios posibles… Has tenido que aparecer ante Kaori, obligándome a retomar el camino que me juré a mí misma que no quería caminar.

Sesshomaru se mostraba completamente calmado, como si no tuviese a nadie blandiendo una espada frente a sus ojos. Por pequeño que fuese, aquel filo se veía peligroso…

El demonio intervino entonces, sin ningún tapujo:

- No recuerdo tener ningún asunto pendiente con onmyojis como tú. Sospecho que sólo estás intentando justificarte a ti misma que tienes una razón válida para atacarme, y que no estás haciendo esto porque no soportas ver a otra persona al lado de la mujer de la que aún estás enamorada.

Ayumi, llena de rabia, alzó la palma de su mano para controlar a la figura armada, la cual descendió su arma sobre el cuello de Sesshomaru, amenazando con perforar su piel.

- ¡Cállate! – Chilló ella. - ¡¿Acaso crees que no sé quién eres en realidad?! ¡Ni siquiera te has molestado en usar un nombre falso!

Asustada por el pico de tensión que estaba alcanzando aquella situación, corrí hacia la exorcista, sujetando su brazo con actitud suplicante.

- Ayumi, detente, por favor, podemos hablar las cosas… - Le rogué, mis manos temblando de puro pánico.

Sesshomaru, sin embargo, seguía sin inmutarse, ignorando por completo la amenaza sobre su pulso vital. Realmente… ¿Él no temía a salir herido? ¿Se debía acaso a que le había arrebatado el poder de la inmortalidad al Seiryuu?

¿Realmente no existía peligro alguno para su vida?

- No, escúchame tú a mí, Kaori. – Replicó mi exnovia con severidad. – Me había parecido familiar su nombre cuando me lo mencionaste, aunque inicialmente pensé que simplemente podía deberse a unos padres con mal gusto… Pero el día que fui a tu casa, y él estaba allí, me di cuenta… - La joven se detuvo por un momento, conteniendo la emoción en su voz. – Su presencia era oscura y ominosa, como la de un demonio. Entonces comencé a investigar, y hoy mismo en la biblioteca de la facultad de Historia me he asegurado finalmente… De que Sesshomaru, el Inugami con el emblema del Clan de la Media Luna en la frente, fue el único responsable de la masacre de Kobayakawa, así como la grotesca desfiguración de su líder.

Fruncí los labios, incapaz de pensar en cómo defender al profesor de aquellas acusaciones, pero él mismo había admitido haber matado a muchas personas… ¿Podría tratarse de aquel mismo episodio al que hacía referencia Ayumi?

- Te refieres a la muerte de Hitohide Kobayakawa, ¿verdad? – Intervino el demonio, con los ojos dorados fijos en ella.

Ayumi cerró su mano en un puño, sus frágiles hombros comenzando a temblar. Un delgado hilo de sangre brotó del cuello del demonio por culpa de la presión del arma sobre su piel. Él siguió sin inmutarse lo más mínimo, sin embargo. Como si aquella herida no hubiera sido abierta en su cuerpo.

- Me alegra que te ahorres negar los hechos, demonio. Así es, lo torturaste hasta la muerte… Para secuestrar y devorar viva a su mujer, Airin Kobayakawa. – Sentenció Ayumi, llena de rabia y desprecio. – Una mujer humana.

Me aferré a los hombros de mi exnovia, presa del terror. Necesitaba que aquella situación dejase de escalar por momentos. Por desgracia, Sesshomaru no había tenido tiempo suficiente para contarme en detalle aquella parte de su pasado, aunque sí había llegado a decirme cómo se sentía al respecto.

Por eso sabía que no era un monstruo que mataba por diversión. Y que tampoco tenía esas intenciones enfermizas con Airin. Aunque no tenía ni idea de lo que había ocurrido en realidad, sabía que la versión que mi exnovia estaba exponiendo no coincidía del todo con los hechos reales.

- ¡Ayumi, te equivocas! – La contradije. - ¡Él amaba a esa mujer, jamás le haría daño!

- ¡¿Y tú qué sabes?! – Exclamó la onmyoji, con lágrimas acumuladas en los ojos. - ¡Este mismo demonio ya tuvo una amante humana antes de eso! Entre las crónicas de monjes budistas se data una aparición de este demonio alrededor del siglo XV, donde se le avistó acompañado de una mujer humana. Se menciona que la chica mostraba signos de estar completamente hechizada, confiando ciegamente en él a pesar de las advertencias de los monjes… Por aquellos mismos años, otros testimonios aseguran que se vio en varias ocasiones a una mujer con características similares a la de aquel festival surcar el cielo sobre el lomo de un monstruo perruno con una media luna sobre la frente. Pero un día desapareció sin dejar rastro, como si nunca hubiese existido. Para siempre. – Me quedé helada en el sitio mientras la escuchaba, asombrada por la rigurosa investigación que Ayumi había llevado a cabo. - Ni siquiera un siglo después, se dio la desaparición de Airin por culpa de un demonio con la misma media luna sobre la frente. Y también he encontrado otros registros con historias similares, por lo que este tipo tiene un patrón muy claro… - Por primera vez, mi exnovia se atrevió a rozar mi mejilla con los dedos, mirándome fijamente a los ojos. – Por favor… No me digas que también ha conseguido lavarte el cerebro a ti también. Tienes que despertar, es muy peligroso, es el responsable de que también haya desaparecido la hija mayor de los Higurashi tras todos los ataques al templo… La siguiente podrías ser tú.

Me quedé muda ante aquel aluvión de información. Sabía que ninguna de las desapariciones que Ayumi mencionaba habían tenido lugar por los motivos que ella pensaba, pero cuando lo ponía todo junto… Sonaba aterrador. Sabía, a nivel teórico, que Sesshomaru debía de ser poderoso, pero en realidad no tenía ni la más remota idea de lo que podía haber sido capaz de hacer… Con la pelea amistosa que había tenido con Towa había bastado para impresionarme, pero no sabía realmente lo que había ocurrido en la masacre que la exorcista mencionaba. A juzgar por el tembleque de las piernas de la chica frente a mí, supe que debía de haber sido más terrible que cualquier cosa que hubiera podido imaginar.

En ese instante, ambas devolvimos la vista en dirección a Sesshomaru, del cual provenía un inquietante siseo. Ayumi chilló mientras yo sentí que entraba en estado de shock ante aquel escenario.

Las garras de Sesshomaru habían atravesado el pecho de la figura blanquecina que aún blandía la espada contra su cuello. De sus dedos emanaba un siniestro brillo de color verdoso que derretía el cuerpo de la criatura con su roce. El filo de la katana se había hundido hasta la mitad del cuello del demonio, y sin embargo él no mostraba el menor signo de dolor o preocupación.

- Estoy cansado de escuchar tus acusaciones sin sentido, humana. La historia es subjetiva, y depende siempre de quién la escriba, por lo que no tienes legitimidad para asegurar nada si no estuviste allí para poder formarte tu propia opinión... – Gruñó Sesshomaru, justo antes de lanzar hacia un lado el lánguido cuerpo del shikigami, dejándolo caer inerte en el suelo, hecho jirones de papel. – Una simple mortal como tú no puede matarme, así que abandona este patético intento de intimidarme o amenazarme con estas baratijas. Antes de que te salgas mal parada. – Le advirtió con el tono de voz más condescendiente del que había sido testigo jamás.

Tan pronto como el demonio se hubo quitado de encima al shikigami y hubiera arrojado a la criatura con su arma lejos de él, el profundo corte sobre su yugular comenzó a cerrarse, sin dar apenas oportunidad a que se derramase el correspondiente sangrado a una herida de tal calibre. Quizás era porque me había acostumbrado a pensar en él como un hombre cualquiera, pero… Con aquella expresión impasible, su fría mirada sobre nosotras y dispertas gotas de sangre manchando el cuello de su oscura camisa, mi cerebro recibió el aterrador recordatorio de que era un demonio. Y los cuentos decían que se trataban de criaturas escalofriantes y poderosas, justo como la que teníamos en frente.

Pero incluso si todo eso era cierto, no lograba olvidar la vulnerabilidad que me había mostrado Sesshomaru en tantas ocasiones… Podía ser un guerrero y una criatura de la noche, pero también se trataba de una persona profundamente herida por el pasado. Ese mismo que Ayumi estaba tergiversando con la versión de los hechos que ella conocía. Podía comprender la furia helada refulgiendo sus ojos: le estaban acusando de haber acabado de forma grotesca con la vida de la persona que más había amado, aquella por la cual había pasado siglos de búsqueda y desencuentros…

No era razonable pedirle que no se tomase a pecho aquellas acusaciones.

Sin embargo, a pesar de su más que evidente enfado, Sesshomaru no mostró ninguna actitud ofensiva contra Ayumi. Simplemente permaneció vigilando los movimientos de la exorcista con su atenta mirada, sin realizar ningún movimiento sospechoso. ¿Acaso estaba esperando a algo?

¿Tal vez era porque yo era la única capaz de convencer a Ayumi de que realizase un alto al fuego? Pero… ¿Cómo?

Durante el tenso silencio en el que se concentraron todas mis cavilaciones, mi exnovia no se atrevió a moverse un ápice, aterrorizada por la demostración de poder del demonio. Antes de que tuviera tiempo de realizar un nuevo ataque, me dirigí nuevamente hacia ella.

- Como puedes ver, Ayumi… Sesshomaru no tiene intención de hacernos daño a ninguna de las dos. – Traté de explicar, torpemente. – Así que… Puedes quedarte tranquila. – Eso era, primero tenía que calmarla antes de poder acercarme nuevamente a Sesshomaru, una vez hubiera bajado la guardia, y entonces podríamos hablar las cosas tranquilamente…

Sin embargo, por las mejillas de la chica comenzaron a rodar dos gruesos goterones, negándose sin embargo a deshacerse en llanto. Su mirada se endureció mientras luchaba con el evidente terror que le provocaba la criatura frente a nosotras.

Con firme resolución, volvió a introducir la mano en su pesada bolsa de gimnasia. Sesshomaru, sin perder un solo instante, comenzó a caminar lentamente hacia nosotras:

- Ayumi. – La llamó por su nombre con un tono de voz inquietante. – Puedo oler tu miedo desde aquí. Sé que no quieres enfrentarte a mí. Y no hay necesidad de hacer pasar a Kaori por este desagradable espectáculo. Sea lo que sea que piensas que puedes hacer contra mí, será fútil. – La advirtió, su expresión bañada en tristeza.

A pesar de lo difícil que debía de resultar para él, estaba tratando de mostrarse vulnerable para dar legitimidad a mi discurso. Quería ser visto como alguien inofensivo y sin malas intenciones, en un desesperado intento por evitar el combate.

Después de todo, también debía de haber percibido mi propio terror con sus agudos sentidos.

Sin embargo, a pesar de nuestro esfuerzo conjunto, la exorcista sacó nuevamente la vasija de cerámica, y en esta ocasión la arrojó al suelo para partirla en pedazos, llena de determinación:

- Si la única forma de salvarla de tu manipulación es acabar contigo, que así sea. – Sentenció la joven.

- ¡No! – Grité, volviéndome hacia ella. - ¡Ayumi, por favor, escúchame…!

Ante mis ojos comenzaron a crecer decenas de figuras similares a la primera que ella había invocado, solo que estas se veían mucho más grandes y amenazantes. Todas portaban peligrosas armas, desde pesados martillos hasta filosas dagas y espadas.

Sin prestar a atención a mis protestas, mi exnovia juntó las palmas de sus manos y comenzó a controlar a aquella masa de figuras humanoides sin rostro. Una de las siluetas más grandes me sujetó por detrás, inmovilizándome para evitar que pudiera intervenir en aquella situación.

A pesar de que todas las armas apuntaban hacia él, Sesshomaru, a pocos pasos de Ayumi, no se inmutó ni un ápice.

- No deseo combatir, humana. – Musitó el demonio, sus brazos lánguidos brazos cayendo a ambos lados de su cuerpo en señal de docilidad, mostrando sus palmas abiertas. – No malgastes a tus shikigami.

- ¡Sesshomaru, cuidado…! – Exclamé justo antes de que la criatura me sujetaba me amordazase con sus frías manos.

Uno de los guerreros invocados por Ayumi se acercaba a el demonio por la espalda con una naginata en las manos. Justo antes de que el golpe impactase entre sus omóplatos, Sesshomaru se giró rápidamente para evitar que su corazón fuese atravesado por aquel filo. Sin embargo, su pecho fue perforado igualmente de lado a lado, arrancando de mi garganta una exclamación que fue ahogada por las manos del shikigami.

- Si quieres que detenga todo esto, deja ir a Kaori. Y no vuelvas a acercarte a ella nunca más. – Exigió Ayumi, con las palmas juntas y los dedos índices apuntando hacia el cielo.

- Esa es una decisión que le corresponde a ella. – Respondió el demonio, manteniendo la calma a pesar del arma hundida en su cuerpo, con hilos de sangre derramándose sobre su ropa y el suelo. – No a ti, ni a mí.

- No puede elegir libremente bajo el hechizo que sea que le hayas lanzado para que se enamore de ti. – Le acusó la exorcista nuevamente. Un nuevo shikigami apuntó su espada contra el cuello de Sesshomaru, mientras otros se preparaban en la distancia para lanzar fechas y dagas contra el profesor. – Es tu última oportunidad, demonio.

Sesshomaru suspiró exasperado, claramente perdiendo la paciencia que le quedaba.

- No puedes hacer nada nada contra mí, humana, tus amenazas son ridículas…

Ayumi mostró entonces una astuta sonrisa:

- ¿Ah, sí? Entonces dime, ¿por qué has esquivado ese ataque dirigido directamente hacia tu corazón? A mí me parece que eres tan vulnerable como cualquier otro despreciable demonio…

El profesor Taisho cerró los ojos un instante, reflexivo.

- Es por tu propio bien. – Respondió con voz queda. – No tienes ni idea de a lo que te enfrentas.

La joven onmyoji se mostró furiosa ante aquella condescendiente advertencia.

- ¡Deja de subestimarme de una vez! – Exclamó ella, ordenando a todos sus shikigami a atacar al unísono.

Ante mis asombrados ojos, Sesshomaru repelió los ataques dirigidos a su corazón con las garras, encajando otros en su abdomen y hombros mientras hacía pedazos a las criaturas que le rodeaban a corto rango. Con un solo zarpazo, la destrucción a su alrededor había sido devastadora.

Sin darle tregua, Ayumi siguió dirigiendo los ataques de los soldados sin rostro hacia él, quien no hacía más que eludir los golpes, sin mostrar intención de atacar o detener a la persona que los controlaba de forma directa. De aquel modo, el demonio terminó arrinconado con la espalda contra uno de los contenedores metálicos que nos rodeaban, con una espada clavada en cada uno de sus brazos, impidiéndole escapar de sus atacantes.

Todo su cuerpo estaba salpicado en manchas de sangre, y de su camisa apenas se sostenían las mangas y el cuello. El resto del tejido se caía a jirones, productos de las múltiples perforaciones realizadas por las armas de los shikigamis. Y sin embargo, la piel de Sesshomaru se regeneraba rápidamente tras cada ataque, de modo que su cuerpo seguía intacto, como si nunca hubiera sido herido durante la batalla.

Aquello era simplemente cruel. ¿Por qué tenía que soportar el dolor de cada una de aquellas heridas? Incluso si desaparecían a simple vista, la expresión de su rostro delataba una sensación poco placentera mientras los shikigamis hundían las afiladas hojas en su carne. Incluso si no gritaba, era evidente que estaba sufriendo.

Tenía que parar aquella locura.

Incapaz de soportar por más tiempo la violenta escena frente a mis ojos, mordí las manos del shikigami que me retenía para tratar de liberarme y rogar a Ayumi que se detuviese. Pero la criatura no se inmutó, pues probablemente ni siquiera tenía nervios con los que sentir dolor. Entonces no pude evitar comenzar a llorar amargamente, presa de la frustración.

- Es tu última oportunidad, Sesshomaru. Libera a Kaori, o tendré que acabar contigo. – Amenazó la onmyoji con la voz temblorosa. Estaba pálida, como ni siquiera ella pudiera creerse haber llegado hasta aquel punto.

El demonio escupió sangre, por fin mostrándose afectado por la violencia que su cuerpo había recibido en aquella desigual batalla.

- No existe… Ninguna magia o hechizo para forzar los sentimientos de nadie, humana. – Explicó Sesshomaru, la voz ahogada en el más puro dolor. – Detén este sinsentido, antes de que me obligues… A hacer algo de lo que me pueda arrepentir.

Por primera vez, noté el atisbo de una amenaza real en la voz de Sesshomaru. Sus iris dorados se volvieron del más frío azul helado, y el blanco de sus ojos comenzó a teñirse del color de la sangre. Aquella imagen me hizo sentir un escalofrío, aún sin saber a ciencia cierta lo que aquello podía significar. Me revolví violentamente hasta que conseguí liberar mi boca por unos segundos:

- ¡Basta ya, Ayumi! ¡No le hagas más daño…! – Supliqué antes de volver a ser amordazada.

Con una profunda expresión de miedo y tristeza, la joven exorcista cerró sus manos en un puño.

- Así sea. – Sentenció, mandando a un shikigami a apuntar con una flecha en dirección a su corazón.

Durante los instantes en los que la figura cargaba el proyectil, sentí como si todo transcurriese a cámara lenta. Vi cómo Sesshomaru giraba lentamente su rostro hacia mí, formando con sus labios las palabras:

- No mires, Kaori.

A pesar de que Sesshomaru me lo pidió con la voz hecha trizas, no pude despegar la mirada de él, aterrorizada ante la posibilidad de que pudiera matar a Ayumi. No podría soportar que aquello sucediera, no…

Sin embargo, contra todo pronóstico, él no la atacó. En cambio, la figura de Sesshomaru comenzó a alargarse, iluminada bajo una mortecina luz blanca, hinchándose a toda velocidad para dar paso a la amenazadora silueta de una bestia. Un can demoníaco. La verdadera forma de un Inugami.

El tiro del shikigami rebotó contra el grueso pelaje de la bestia, la cual aulló en respuesta, helándome la sangre. Ayumi se cayó hacia atrás, sobresaltada por el monstruoso sonido, separando finalmente sus palmas para amortiguar con ellas su caída.

Ninguna de las imágenes ni representaciones que había visto en internet le hacían justicia a la majestuosidad y el terror que inspiraba aquella criatura. Sus enormes ojos inyectados en sangre parecían sacados de una pesadilla, como si pudieran leer los mayores miedos en el alma de un ser humano y hacerlos realidad. A pesar de la mullida apariencia de su pelaje, su colosal altura y el inmenso tamaño de sus garras y zarpas le conferían un aspecto abominable. A pesar de mis instintivos impulsos por salir corriendo en dirección de contraria, no me cabía duda de que había un único motivo por el cuál aún seguía clavada en el sitio.

Era porque sabía que aquel monstruo seguía siendo Sesshomaru. Y ese pensamiento ahogaba todos mis pensamientos intrusivos sobre una retirada estratégica. No podía dejarle allí, solo.

Con su titiritera habiendo perdido la concentración, todos los shikigami cayeron flácidos en el acto, momento que aproveché para liberarme del agarre la figura que me había estado reteniendo todo ese tiempo. Sin embargo, no tuve capacidad de reacción para nada más. La verdadera forma de Sesshomaru era mucho más aterradora e inmensa de lo que jamás podía haber imaginado. Su altura superaba los tres metros, y tenía un hocico tan largo que podía albergar el cuerpo completo de una persona adulta en el interior de su boca. Me pitaban los oídos, mis pies es encontraban anclados al suelo de puro terror.

A pesar del pánico en su mirada, Ayumi alcanzó a extraer de su bolsa una daga que parecía resplandecer con un brillo sagrado.

- ¡Muere de una vez, demonio! – Exclamó la exorcista antes de cargar contra la enorme bestia con las manos temblorosas.

Incapaz de permitir que aquel enfrentamiento continuase, mis piernas finalmente respondieron, obligándome a interponerme entre ellos dos.

- ¡NO! – Exclamé una vez más, deteniendo la carrera de Ayumi, la cual jadeaba, casi sin aire. - ¡PARA DE UNA VEZ, AYUMI! – Le rogué, presa del pánico.

Extendí los brazos en cruz, impidiéndole el paso a la exorcista, la cual calló de rodillas frente a mí, con expresión de terror mientras las lágrimas recorrían su rostro. Las emociones que cruzaban sus facciones eran la de alguien que estaba mirando directamente a los ojos de la muerte. A mis espaldas, sentí unos pesados y lentos pasos aproximarse.

Mi corazón latía desbocado en mi pecho, aterrorizado. Con el pulso ascendiendo por mi garganta, me obligué a darme la vuelta para encontrarme con él. El inmenso perro demoníaco tenía los ojos clavados en mi mientras se acercaba, despacio.

Incapaz de alejar la mirada de aquella criatura infernal, observé como se tumbaba dócilmente en el suelo a escasos metros de mí, permitiéndome sentir su húmeda respiración sobre mi piel. Como acto reflejo, mi alcé mis temblorosa manos para defenderme de forma patética de sus fauces. Sin embargo, el demonio no se alteró lo más mínimo, simplemente permaneció vigilándome fijamente con aquellos aterradores irises azules.

Mientras le observaba, sin embargo… Logré atisbar la tristeza y el miedo de Sesshomaru en ellos. Aquella que me resultaba tan familiar. De forma completamente involuntaria, estiré mi brazo hacia su hocico hasta acariciar su nariz, casi como si hubiera realizado aquel gesto muchas más veces con anterioridad. Acariciar a aquella colosal criatura, durante unos interminables segundos al menos, se sintió como la acción más natural del mundo. Sus fosas nasales estaban humedecidas, y si alargaba el brazo un poco más allá podía deleitarme con la suavidad de su pelaje bajo mis yemas. La sensación se me antojaba casi mágica, de cuento de hadas…

Al escuchar un suave gruñido proveniente de la bestia, retiré mis dedos, poniendo los pies en la tierra de nuevo.

Mientras procesaba la imprudencia que acababa de realizar, dando un tembloroso paso hacia atrás, la silueta del can se iluminó nuevamente para comenzar a retraerse. Lo que quedó frente a mí fue la figura humanoide del demonio Sesshomaru, el cual sostuvo mi temblorosa mano entre las suyas, impidiendo mi completa retirada.

- Lo siento mucho. – Musitó, lleno de pesar. – A pesar de que te prometí que jamás me mostraría con esta apariencia frente a ti… No me ha quedado más remedio que hacerlo para detener este sinsentido.

Encontrarme con su familiar rostro me hizo deshacerme en lágrimas de alivio mientras me arrojaba en sus brazos. Él estaba bien. Ayumi tampoco había sido lastimada. Y yo…

Ah, no tenía ni idea de cómo me sentía, pero me alegraba infinitamente que aquello hubiese acabado. No tenía palabras para expresar la repentina paz que me invadía mientras me abrazaba al firme cuerpo del profesor Taisho.

- M-me alegro… - Balbuceé. – De que todos estemos bien…

Sesshomaru acarició mi cabello, mientras miraba por encima de mi hombro a la persona que seguía en shock, arrodillada en el suelo.

- ¿Necesitas ayuda para levantarte, Ayumi? – Le ofreció Sesshomaru, separándose de mi ligeramente en un amable gesto.

Mi exnovia reaccionó por primera vez desde que había visto al can gigante acercarse, carraspeando ante de ponerse en pie. Enjugándome las lágrimas de los ojos, me giré para observarla. Sus mejillas parecían estar recuperando el color tras el mal rato pasado.

A nuestro alrededor se extendía el ejército de shikigamis de la joven, de vuelta a su forma y tamaño original como muñecos de papel. La muchacha comenzó a caminar en dirección a cada uno de ellos para recogerlos con cuidado.

- No hace falta, gracias. – Masculló ella, rechazando abiertamente la ayuda de Sesshomaru.

- Ayumi… - La llamé en un trémulo hilo de voz. - ¿Ahora me crees si te digo que Sesshomaru no es una persona que harías las cosas tan atroces de las que le acusas?

- Bueno…

Antes de que Ayumi pudiera emitir su juicio, quedó sorprendida al notar cómo el demonio la ayudaba a recoger a sus fieles shikigami, a pesar de que todos los ataques que ella había dirigido en su contra.

- En realidad, tienes razón en algunas cosas. – Admitió Sesshomaru. – Es cierto que asesiné a muchas personas del clan Kobayakawa, no puedo negarlo. – El demonio le ofreció un buen puñado de muñequitos de papel a la exorcista, con su calmado temple. – Aunque no por las razones que se me atribuyen. Quería salvar a Airin de su esposo, el cual era abusivo con ella. – Ayumi aceptó la ayuda del demonio, escuchándole atentamente. – Además, jamás he probado la carne humana como alimento, y tampoco me despierta ningún interés. – Le aclaró con su habitual calma.

- ¿Esperas ganarte mi confianza sólo porque aseguras que tenías razones nobles para justificar un acto tan atroz? Eso no te convierte automáticamente en una buena persona. – Replicó mi exnovia, aún reacia a cambiar del todo su parecer.

- Lo sé. – Respondió Sesshomaru, poniéndose de cuclillas junto a la chica. – Para poder juzgarme más correctamente tendrías que conocerme más.

Mi exnovia le lanzó una mirada de desagrado absoluto.

- Lo siento, no me van los tíos.

El demonio carraspeó, perplejo por su asunción. Era evidente que no había sido su intención flirtear con ella, pero la elección de palabras no había sido, ciertamente, la más acertada. Sesshomaru meditó por unos instantes antes formular una frase que lograse deshacer el ceño fruncido de la exorcista:

- Quería decir… Como amigos.

Aquello sí que me pilló por sorpresa. Casi tanto como a Ayumi, quien abrió los ojos como platos ante aquella sugerencia.

- ¿Y por qué un demonio como tú querría una amiga humana, en específico una onmyoji, si se puede saber?

La expresión de Sesshomaru era apacible, como si la batalla que acababa de transcurrir entre ellos dos jamás hubiese tenido lugar,

- Porque una persona importante me dijo que… Podría ser enriquecedor para mí interactuar con otras personas. Y contigo ya no tengo que esforzarme por ocultar mi verdadera naturaleza, lo cual me facilita mucho las cosas. – El demonio se encogió de hombros antes de levantarse. – Además, estoy convencido de que tú también te quedarías más tranquila en lo que a mí respecta si me mantienes vigilado de cerca. Así que creo que ambos nos podríamos beneficiar de ello.

Suspiré, sin saber cómo sentirme al respecto.

- Sesshomaru, así no es como uno hace amigos… - Traté de aclararle, pues aquello parecía mucho más un negocio que el comienzo de una amistad.

- Está bien. – Aceptó Ayumi, contra todo pronóstico. – De momento, me sirve.

La chica le extendió la mano, un gesto tan occidental que Sesshomaru tardó uno segundos en estrecharla mientras la ayudaba a ponerse en pie. Desde luego… Aquella imagen no era con que esperaba acabar el día, pero era infinitamente mejor que todos los escenarios catastróficos que habían pasado por mi mente aquella noche, sin duda.

- Ahora deberíamos marcharnos, antes de que llegue la policía. – Advirtió Sesshomaru, sin alterarse ni un ápice.

- ¿La… policía? – Balbuceé, como saliendo de un trance. - ¿C-cómo?

Ayumi se dirigió hacia su equipaje, y depositó velozmente los shikigamis que había recogido junto con los restos de cerámica dentro de su bolsa deportiva.

- Con el escándalo hemos montado no me extrañaría nada que alguien haya podido alertar de que había algo extraño pasando en el muelle. – Comentó mi exnovia colgándose la pesada bolsa de deporte sobre el hombro. - ¿Escuchas muy cerca ya las sirenas? – Preguntó Ayumi al demonio con la mayor naturalidad del mundo, como si no hubiesen sido enemigos hasta poco minutos atrás.

- Si nos marchamos ya mismo, es posible que logremos salir del puerto antes de que lleguen. Una vez mezclados con el resto del tráfico, no habrá forma de que sepan que hemos estado aquí. – Le informó el demonio analíticamente.

- Estupendo, pues pongámonos en marcha.

No sabía en qué momento aquellos dos se habían convertido en los perfectos cómplices. El cambio de circunstancias había sido tan radical y veloz que no había tenido tiempo de asimilar que nos habíamos convertido en un único equipo: el de evitar que la policía nos encontrase en el muelle a altas horas de la noche y comenzasen a hacer preguntas que ninguno queríamos responder.

El viaje en el coche fue silencioso, aunque no más tenso que el anterior. Ayumi se había sentado en el asiento del copiloto para darle esta vez a Sesshomaru las auténticas indicaciones hasta su vivienda.

Mientras tanto, yo, sentada en uno de los asientos de atrás, franqueada por dos solitarios espacios vacíos, no podía evitar entrelazar los dedos con nerviosismo. Quizás habían ocurrido demasiadas cosas en un mismo día, y había conocido nuevos aspectos nunca vistos de las personas sentadas justo delante de mí. Pero ellos habían vuelto a la normalidad, a colocarse aquella máscara de cotidianidad que le mostraban a todo el mundo, como si nada…

¿Acaso aquel era el macabro efecto que provocaba sobre las personas el vivir escondiéndose a uno mismo del ojo público? ¿Era por eso que presentaban aquella pasmosa facilidad para ocultar su verdadero ser, para sobreponerse a situaciones traumáticas…?

Cerré los ojos, tratando de contener las náuseas. Lo último que necesitaba era marearme y montar un espectáculo. Comencé a sentir la boca seca, como si estuviera volviendo a caer enferma, al igual que pocas semanas atrás.

En realidad, en aquel momento solo pensaba que quería huir de la realidad, echar a correr y no sentir nada, impedir que volviese aquel doloroso dolor de cabeza que amenazaba con estrujar cada una de las fibras de mi cerebro…

Abrí los ojos despacio. Supe que debía de haberme quedado dormida, aunque no sabía muy bien cuándo. Mi cuerpo se encontraba tumbado horizontalmente sobre los asientos traseros del coche de Sesshomaru. Los ojos dorados del demonio me observaban atentos en la penumbra, dentro del vehículo. Mi cabeza se encontraba reposando cómodamente sobre su regazo.

- Kaori…. ¿Te encuentras bien? – Me preguntó él, en un susurro. - ¿Puedes oírme?

Parpadeé un par de veces seguidas, tratando de acostumbrar mis ojos a la oscuridad.

- ¿Y Ayumi? – Le pregunté con la boca pastosa.

- La dejé en su casa hace un rato, pero no queríamos despertarte.

- ¿Dónde estamos ahora?

El demonio retiró el flequillo de mi frente con sus dedos, comprobando si tenía fiebre. Debía de parecer muy desubicada.

- Justo debajo de tu casa.

En ese caso sabía que yo debía de ser capaz de reconocer los alrededores a través de las ventanillas del coche, pero todo se veía borroso. No podía pensar en nada con claridad.

- Aún no has respondido mi pregunta, Kaori. – Me recordó él con suavidad. - ¿Te encuentras mal? ¿Te duele algo?

Cerré los ojos un instante, conteniendo mi respiración. Lo último que quería en ese momento era echarme a llorar.

- He pasado mucho miedo esta noche. – Respondí, en un susurro. – No sé muy bien cómo me siento… Pero no creo que pueda decir que estoy bien.

- … Comprendo.

- Antes de que se te pase por la cabeza, no, no quiero que te alejes y desaparezcas de mi vida, Sesshomaru, sólo… - Estudié el pecho casi desnudo del demonio a mi lado, con jirones de ropa colgando de sus hombros y brazos, pero entre los cuales se podían vislumbrar perfectamente sus visibles cicatrices. – He comenzado a cuestionarme cuánto detalle sobre tu pasado sería capaz de soportar, después de haber vivido en primera persona… Cómo es la violencia de una batalla. No estoy segura de si quiero escuchar todo sobre la masacre de Kobayakawa, y no sé si eso me hace una cobarde, o una persona que se echa atrás a la mínima… Sea como sea… No sé si es correcto.

Sesshomaru asintió, trazando con sus dedos la línea de mi mentón, provocándome unas agradables cosquillas. A pesar de que esas mismas manos habían arrebatado tantas vidas.

- A mí me parece una conclusión lógica. – Respondió el profesor, sabiamente. – Nunca has tenido la obligación de escucharme hablar sobre mi pasado, en primer lugar. Pero si aun así deseas conocerlo… - Añadió antes de darme tiempo para replicar. – No hay necesidad alguna de detenernos en los detalles escabrosos. Con que sepas la esencia de lo que sucedió es suficiente.

Dejé escapar una exhalación, aliviada. Todo mi cuerpo pesaba tanto, hundiendo de nuevo mi consciencia…

- Muchas gracias, Sesshomaru, aunque ahora… Sólo puedo pensar en dormir.

El demonio acarició mi frente, descendiendo por el puente de mi nariz, incitándome a cerrar los ojos con sus caricias.

- Podemos hablar de esto otro día. No te preocupes.

Notas: Creo que lo digo siempre, pero… Se me da fatal describir escenas de acción, lo siento muchísimo T_T Una hace lo que puede.

La verdad es que, aunque se haga un poco raro, a la vez me resulta muy entrañable que Sesshomaru elija a Ayumi como su primera amiga humana, en el fondo creo que harán muy buenas migas.

Como sea, quien me da mucha lástima en este capítulo Kaori, viendo pelear a las dos de las personas que más quiere con poderes sobrenaturales. Personalmente, yo creo que me habría desmayado, o al menos orinado encima del susto, como mínimo.

Y Sesshomaru, bueno… Creo que se le nota que ha pasado por mucho. Cuando lo comparo con el de los flashbacks, creo que se puede apreciar que ha madurado bastante en su forma de relacionarse con los demás. Estoy muy orgullosa de él, y tengo muchas ganas de que sigáis conociendo su evolución.

Quería hacer aquí un disclaimer importante, porque la verdad es que sí estoy preocupada por la próxima actualización, dado que contendrá descripciones de violencia y gore bastante explícitas. Le he dado muchas vuelvas, pero aún no tengo del todo claro cómo hacerlo.

Estaba pesando en:

1) Publicar el mismo capítulo dos veces, uno explícito y el otro más suavizado y censurado.

2) Realizar una única publicación, señalando con un subrayado las descripciones más gráficas y que no son necesarias para entender la escena, de modo que a quien le resulte desagradable pueda simplemente ignorar esos párrafos.

Personalmente, que me inclino más por la segunda opción, dado que son momentos muy concretos los que tendría que suavizar, mientras que el resto no es tan explícito, pero vosotras me decís, ¿cómo lo preferiríais?

¡Os leo en comentarios!