Hola a todas!
¿Qué puedo decir? Me encantaría actualizar más seguido, pero, no tengo tanto tiempo. Tengo dos historias en marcha y no sé cuándo las terminaré, pero, en definitiva, lo haré. Espero que les guste este capítulo, a mí, en lo personal, me encantó.
CAPÍTULO 6. Un mago llamado Zabini
Mundial de Quidditch, 1994.
Un estruendo fuera de la carpa llamó su atención. Puso la tasa de té que estaba tomando en compañía de su madre sobre la mesita frente a él y agudizó el oído clavando su mirada en los ojos de su madre preguntando en silencio si había oído, recibiendo un asentimiento.
Otro estruendo lo convenció de que no había sido producto de su imaginación. Se levantó y caminó a la entrada de la carpa, el repiqueteo de los tacones de su madre contra el suelo le indicó que ella también lo seguía. Cuando tuvieron vista del exterior vieron varias carpas en llamas.
-¿Qué rayos pasa? – murmuró mirando hacía los lados.
-No lo sé, es extraño – dijo su madre.
Luego la atención de los dos se dirigió al cielo, en el firmamento oscuro apareció la marca de Voldemort. El rubio se tensó, los gritos de las personas corriendo llamaron su atención. Buscó a su padre en la maraña de gente y no lo encontró, aquello no le gustó.
-Esto no está bien – expresó más para sí mismo saliendo de la carpa. Él había visto la maraña de pelo de la castaña caminar en las gradas junto a varias cabezas pelirrojas, estaba allí, por lo tanto, estaba en peligro. La mano de su madre lo agarró por el antebrazo izquierdo deteniendo su intento de salir hacía la muchedumbre.
-¿Qué crees que haces, Draco? – preguntó con ojos serios y el ceño fruncido.
-Sabes lo que hago, madre – respondió tomando la mano de su progenitora para soltarse suavemente de su agarre.
-Draco, no es seguro.
-Lo sé, es por eso por lo que debo sacarla de aquí – dijo para luego perderse entre la gente asustada.
El rubio corrió empujando gente a su paso, mientras veía a todos lados desesperado buscando una maraña de cabello castaño, al fondo, al inicio del bosque la encontró, corrió hasta llegar a su lado, una vez allí, se irguió acercándose a ella y a sus dos amigos quienes parecían desorientados.
-¡Eh! ¡Sangre sucia! – ante el llamado la chica clavó su mirada en él.
-¡Cállate, Malfoy! – gritó un pelirrojo mirándolo con rabia.
-Vienen a asesinar a asquerosas como tú – picó. Cada palabra que salía de su garganta le raspaba – Si no quieren ir a su entierro, deberían estar sacándola de aquí.
-Eres un… - el rubio chasqueó la lengua con un sentimiento de frustración. Él podría tomarla de la mano y llevar a su traslador, pero, en realidad no podía, por más que se muriera por hacerlo si alguien lo veía, tendría que dar muchas explicaciones.
-Me siento bondadoso – dijo componiendo su mejor sonrisa ladeada – si siguen esa senda – murmuró señalando un angosto camino a su izquierda – encontrarán un traslador al callejón Diagon, es una copa de plata – terminó arrugando el ceño.
-¿Por qué habríamos de creerte? – preguntó Harry.
-Porque es eso o enfrentar una alta posibilidad de sacarla muerta de aquí, cara rajada – habló con rabia. Vio en los ojos verdes del azabache un brillo de curiosidad - ¡Vamos Ron! – instó mientras tomaba la mano de su amiga que se había quedado en silencio procesando las palabras del oji gris.
-¿Vas a creerle? – dijo el pelirrojo entre dientes.
-Puedes venir o quedarte – sentenció empezando a correr con su amiga. Ron posó su mirada en el rubio y luego en sus amigos que empezaban a alejarse y gruñó empezando a seguirlos.
Draco haría una de las mejores actuaciones de su vida al aparentar rabia frente a su padre cuando no encontraron su traslador de regreso, también aprendería autocontrol pues, su corazón latió desbordado al ver aparecer a su padre despeinado y con barro en su túnica. Estaba seguro de que él estaba involucrado.
Azkaban, 2004.
-Odio este lugar – escuchó a sus espaldas. Él se giró y le sonrió a la señora Narcisa Malfoy quien fruncía la nariz con desagrado mientras apretaba los labios - ¿Cuánto más tendrá que estar aquí?
-Hago lo que puedo, Cisa – le contestó suspirando – tampoco me gusta que siga aquí – se quejó.
Se detuvieron frente a una celda, igual a las demás, que tenía como invitado al último de los Malfoy. El rubio levantó la mirada y al ver a la acompañante de su amigo se levantó con rapidez agarrándose de las rejas.
-Madre – susurró mientras se le dibujaba una sonrisa - ¡Te liberaron!
-Hola, Draco – saludó Harry siendo ignorado.
-Hola, hijo. El señor Potter se aseguró de que todo saliera bien – dijo mientras se acercaba extendiéndole una caja de madera. El oji gris vio el objeto y luego al azabache. Nadie podía recibir nada del exterior dentro de su celda. Harry solo asintió, con un dejo de desconfianza el rubio despegó su mano izquierda del barrote y la extendió hacía la caja. Nada pasó. Levantó la ceja interrogante hacía su amigo y este solo subió los hombres.
-Quizás abusé un poco de mi nombre – al abrir la caja el olor a sus galletas favoritas llegó a sus fosas nasales y sin importarle nada, tomó 3 y las metió en su boca.
-Debiste abusar antes de tu nombre, Potter – murmuró con la boca llena.
-Cómo sea – dijo el moreno sacando de su bolsillo una bolsa.
-Tan ricas como siempre, madre.
-Saldrás pronto, cariño – murmuró con tristeza tratando de convencerse más a sí misma.
-No te preocupes madre, estaré bien – dijo el rubio percibiendo el repentino estado de ánimo de su progenitora - ¿Qué tienes Potter? – alzó la voz en un claro intento de cambiar el tema. Al clavar la mirada en el chico lo vio sacando del bolso que tenía en sus manos rectángulos de papel extraños - ¿Qué es eso? – preguntó arrugando el ceño.
-Carpetas.
-¿Carpetas? – volvió a preguntar mirándolo de mala manera - ¡Claro, carpetas! ¡Que torpe! – esbozó con un tono lleno de sarcasmo.
-Lo muggles las usan para guardar su versión de los pergaminos – explicó sobándose la nariz.
-¿Cómo es que pudiste entrar todo eso aquí? – murmuró recibiendo una mirada cansada del azabache – claro, tu nombre. De todas formas ¿por qué las tienes?
-Fui a su universidad – contó mientras sacaba del bolso dos sillas ofreciendo una a la rubia – no hay ninguna Jessica Adams.
-No sé por qué no me sorprende – comentó frustrado el rubio.
-Debe ser porque escondiste a la bruja más inteligente que todos hemos conocido – agregó la matriarca de los Malfoy siguiendo con atención los movimientos de Harry.
-Cómo no hay ninguna Jessica Adams hice una copia de todos los expedientes de los alumnos que ingresaron en 1999 a estudiar - El rubio veía como sacaba más y más de los objetos rectangulares.
-¿Pretendes revisar todo eso? – preguntó el rubio tratando de contar el número de carpetas.
-Pretendo que lo revisemos – corrigió asegurándose de haber sacado todo. Eran aproximadamente 150 carpetas.
-¿Te das cuenta en donde estamos? – le dijo con sarcasmo el rubio recibiendo una mirada aburrida – entiendo, otro abuso de tu nombre – el chico suspiró recibiendo un asentimiento de cabeza.
-Ponte cómodo – lo instó el peli negro levitando una pila enorme de carpetas al interior de la celda.
-¿Es broma? – reclamó el rubio - ¿Alguien puede ponerse cómodo aquí? – murmuró señalando las paredes mohosas de su celda.
-Cómo sea, cierra el pico y empieza - Recibió un bufido de parte del rubio, pero lo ignoró, mientras empezaba a revisar cada una de las carpetas que había dejado a su lado bajo la atenta mirada de Narcisa.
Pasaron los minutos solo con el sonido de las hojas pasar. La rubia había arrimado su silla al lado de Harry y leía atenta cada archivo. Al cabo de dos horas ambos chicos habían revisado cada una de las carpetas sin encontrar nada. Ambos bufaron con frustración ante la mirada atenta de Narcisa.
-¿Algo? – preguntó el rubio.
-No – negó el azabache con la cabeza – ¿tú? –
-Tampoco – respondió con rabia - ¿Estás seguro de que fue a stanferd?
-Standford – corrigió Harry – y sí, revise bien el desprendible de pago y antes de que preguntes – murmuró deteniendo a su amigo – sí, es la única universidad con ese nombre – escuchó el bufido proveniente del interior de la celda.
-¿Ahora qué? – interrogó Malfoy.
-Eres el de las ideas – contestó con desgana.
-Creo, chicos que están omitiendo algo – escucharon la voz de la rubia haciendo que ambos clavaran la mirada en ella – están buscando a una chica de estatura media, delgada, de cabello crespo y castaño y ojos color miel – enumeró las características físicas de Hermione.
-No quiero sonar grosero, madre, pero, creo que eso es obvio – dijo el rubio tratando de controlar el tono de frustración en su voz.
-Por eso es por lo que están errados, porque es obvio – volvió a intervenir con una sonrisa encontrando en los ojos de su hijo entendimiento.
-¡Es cierto! Eres brillante, madre – elogió dedicándole su sonrisa más radiante.
-Estoy perdiéndome de algo ¿Podrían explicarme? – murmuró rabioso Harry sobándose la cien.
-Hermione no iba a conservar su apariencia – explicó el rubio.
-No ha usado magia ¿Cómo podría haber cambiado su apariencia? – preguntó frustrado Harry.
-No lo sé, Potter, tú eres el cuasi muggle ¿Cómo lo haría un Muggle? – preguntó el rubio expectante. Harry recordó a su tía petunia yendo a la peluquería a teñirse el cabello y el entendimiento vino a su cabeza.
-Pudo teñirse el cabello – murmuró bajito
-¿Teñirse? – preguntó la rubia.
-Algunos químicos muggles les permiten cambiar su color de cabello después de aplicárselos – explicó recibiendo una mirada de confusión de ambos Malfoy – No importa, hay que buscar por sus facciones, detenidamente – instó a sus interlocutores extendiéndole un par de carpetas a la rubia – tres ojos son mejores que dos, tenemos que ver detenidamente cada foto.
-¡Fantástico! – se quejó el oji gris tomando de nuevo una carpeta.
-También podría haberse cortado y alisado el cabello y – pensó alguna otra forma en que pudiera cambiar su aspecto de forma muggle – sí, sus ojos, pueden ser de un color diferente.
-¿Cómo podría hacer eso un muggle? – preguntó con curiosidad la mujer junto a él.
-Lentes de contacto – respondió llanamente viendo la primera foto detenidamente – luego les explico – agregó viendo venir la pregunta.
Después de un estudio atento de las fotos, solo tres habían quedado. Harry metió la pila de documentos en su bolso y luego los miró atentamente.
-¿Qué opinan? – preguntó el azabache tomando las tres fotografías en su mano.
Judith Betz, bronceada de cabello rubio, largo y liso y ojos negros.
Samanta Kurtis, cabello rojo con ondas discretas a media espalda y ojos azules.
Katherin Bushnell – cabello negro, liso y corto y… ojos grises.
Después de mirar cada uno de ellos las fotos se miraron entre sí, posiblemente todos habían llegado a la misma conclusión.
-Es ella – dijo Harry.
-Debo decir que es un excelente guiño – agregó el oji gris volviendo a detallar la foto de la chica de cabello negro. Era bonita, pero, prefería su cabello castaño y desordenado, así como el brillo de oro de sus ojos – Bien, ya puedes ir a buscarla al campus – exclamó feliz el rubio poniéndose de pie.
-Creo que eso no será posible hijo – contó Narcisa – aquí dice que se graduó en 2003.
-¿Cómo es posible? – balbuceó Harry.
-¿Es una pregunta seria, Potter? Es obvio que es un maldito ratón de biblioteca – el hombre en la celda revolvió su cabello con frustración.
-Graduada con honores en el año 2003, tesis laureada – leyó Narcisa – Un historial impresionante, no me sorprende de la señorita Granger – terminó mientras alzaba la mirada y veía lo mismo en ambos rostros, frustración.
-Déjame ver, cisa – pidió Harry tomando la carpeta pasando sus ojos con agilidad sobre las letras.
-¿No dice dónde trabaja? ¿Algo? – preguntó el oji gris.
-"Datos no actualizados" - citó el moreno.
-Cómo detesto en ese momento su maravilloso cerebro – se quejó bufando.
-¿Ideas? – dijo Harry mientras clavaba sus ojos en el techo mohoso y de ladrillo, como todo allí.
-Simple, hay que buscar en el hospital – explicó Malfoy inflando el pecho de orgullo ante su ocurrencia. Escuchó una sonora risa proveniente del exterior de su celda - ¿Qué te parece tan divertido, cara rajada? – explotó recibiendo una mala mirada de su madre ente el apodo.
-Qué piensas que el mundo muggle funciona igual que el mágico – respondió – hay miles de hospitales solo en estados unidos – dijo dejando de reírse ante el panorama.
-¿Miles?
-Los muggles no tienen varita, deben ir al hospital incluso para algo tan sencillo como cerrar una herida – declaró el moreno – si tuvieran solo uno – pensó en San Mungo – sería un desastre.
-Habrá que buscar en cada uno de ellos – decretó Draco respirando profundo mientras se apretaba el puente de la nariz.
-¿Qué? – preguntó Harry con incredulidad.
-Lo que oíste, Potter o ¿Tienes una mejor idea? – escupió con rabia.
-¿Sabes cuantos imperio tendría que hacer? - reprochó
-¿Abusar de tu nombre? – preguntó alzando una ceja en su dirección.
-Es diferente…
-Soluciónalo, Potter – el aludido bufó exasperado, sin embargo, sabía que no había otra forma.
-Tomará mucho tiempo – dijo triste ¿Y si había dejado Estados Unidos? En el mejor de los escenarios estaría en algún hospital de la florida, en uno más frustrante en alguno dentro del país y en el peor en alguno de los muchos, muchísimos hospitales dispersos por el mundo. Sacudió la cabeza obligándose a desechar el pensamiento, debía ser positivo – muy bien – respondió levantándose para luego guardar las sillas que había estado ocupando.
-Me necesitas – escuchó la voz de su amigo – sácame pronto de aquí – ordenó con desgano.
-Hago lo que puedo – Harry sabía que lo que él decía era cierto, tardaría mucho en encontrarla haciéndolo solo.
-Has más – él solo asintió con la cabeza mientras guiaba a la rubia de vuelta a la entrada de la prisión dejando atrás a un muy frustrado Draco Malfoy.
Hogwarts, 1994.
Lo que llevaba de año había sido un desastre. Primero los mortifagos en el campeonato de Quiditch, luego Potter tomando el lugar de uno de los campeones en el torneo de los tres magos, después la revista corazón de bruja vinculando a Granger con cara rajada y el descerebrado de Bulgaria, no contento este último la había invitado al baile y para ponerle la cereza al pastel allí, frente a él estaba la castaña peleando con la comadreja como una pareja. Esa mujer lo volvería loco.
Vio como el pelirrojo se volteaba para seguir su camino dejando a una frustrada Hermione en las escaleras. Cuándo ella se giró notó sus ojos cristalizados y la rabia bulló en su sangre ¿Cómo se atrevía ese maldito a dejarla en tal estado? Salió de su escondite en la pared y se paró frente a ella con su mejor mueca de burla.
-¿Qué quieres, Malfoy? – preguntó la castaña con fastidio.
-Ni siquiera vestida así lograste atraparlo ¡Eh! – se burló detallando a la chica. Se veía hermosa con el sutil recogido de su cabello y ese vestido azul ceñido hasta la cintura. Ella era hermosa y prohibida.
-No te importa, hurón – escupió con rabia.
-¡Ah pero si has sacado las garras! ¿Hurón? – una risa sincera se escapó de sus labios produciendo que ella lo mirará con curiosidad y fascinación - ¿Qué miras? – intervino nervioso al darse cuenta de su desliz.
-Jamás te había visto reír – respondió sin apartar la mirada.
-¡Claro que sí! Me rio todo el tiempo solo que no contigo – atacó tratando de sonar tranquilo.
-Claro que lo haces – se burló discretamente sin dejar de mirarlo. Se sintió desnudo pero feliz, aquella conversación había desviado la vía de pensamientos de la castaña. Su rostro se había relajado y una sonrisa decoraba su rostro -¿Qué tanto me miras? – interrogó la chica clavando sus ojos miel en los grises de él, sintiéndose perdida.
-¿Qué miras tú? – contra preguntó sin intensión de desviar la mirada.
Hermione recordó su primer año, cuando el rubio le había obsequiado el libro de cuentos, recordó el aroma a galletas y sus tardes en la biblioteca y sonrió con pesar.
-Por un momento vi a Draco – respondió con nostalgia - ¿Queda algo?
-¿Tú qué crees? – le dijo sin dejar de mirarla, sentía sus manos picar e inevitablemente se acercó un paso, levanto la mano y tomó uno de los rizos que escapaba del recogido.
-Quiero que sea así – murmuró bajito. Ella siempre lo miraba disimuladamente, era guapo. Siempre parecía frio, incluso con aquellos que lo rodeaban y se hacían llamar "amigos". Nunca volvió a ver su rostro relajado como cuando pasaban tiempo juntos. Por un tiempo, luego de lo que sucedió ella deseó secretamente ser sangre limpia, de esa forma él aún estaría a su lado. Trago espeso y sintió su olor, galletas y menta.
-No merece ninguna lágrima. Ninguna – dijo tratando de trasmitirle el significado ocultó de sus palabras. Inhaló el delicioso aroma del perfume de Hermione y luego se alejó sin decir una palabra más. Aquello no podía volver a pasar, fue un momento de debilidad.
New York, Actualidad.
Hermione había salido a su casa sin mirar atrás. Se olvidó de su cita al cine y no prestó atención a los pasos que la seguían, se concentró en llegar a su apartamento.
Estaba sumamente nerviosa cuando entró y fue directo a donde guardaba aquella varita. Cuando la tomó de nuevo el cosquilleo de la magia conectándose con la varita la invadió. Suspiró volviendo a recordar lo que había pasado. Rebuscó en su mente a algún mago que conociera con la apariencia física del que acababa de morir. Buscó casa por casa, clase por clase y no encontró nadie. Ella tenía buena memoria ¿Quién podría ser que la conociera tan bien como para reconocer su apariencia?
Tembló ¿Quién diablos era? ¿Por qué había llegado con esa herida? ¿Estarían buscándola? ¿De qué bando era? Le dolió la cabeza ante tantas preguntas sin respuesta. Pensó en la forma en la que se había referido a ella, no era alguien cercano, pero, tampoco parecía ser alguien que la despreciara por la forma en que se había dirigido a ella.
Caminó a su mesita de noche sin soltar la barita y sacó de ella una pastilla para el dolor de cabeza, luego se acostó en su cama. Decidió conservar la varita a su lado. Ya no podía negárselo más, algo sucedía. No sabía si era bueno o malo y precisamente esa incertidumbre la asustó, se sentiría más segura con una varita que le permitiera defenderse. Ojalá aún pudiera hacer magia de forma al menos aceptable.
La noche dio paso a la mañana y ella no fue capaz de dormir. Se sentía ansiosa. No aguantó más, se arregló y salió directo al hospital, tenía que verlo de nuevo, quizás estaba pasando algo por alto. Al entrar por las grandes puertas del centro médico fue directamente a la morgue. Al entrar empezó a buscar entre los cuerpos de los fallecidos recientemente, revisó etiqueta por etiqueta mientras se mordía el labio y funcia el ceño, "N.N, hora de la muerte: 18 horas, causa: por identificar". Debía ser ese. Rodeó la cama de acero y retiró la sábana que cubría su rostro lo que vio no se lo esperaba. Abrió los ojos de golpe y cubrió su boca ahogando un grito de sorpresa mientras su cuerpo empezaba a temblar ¡Merlín!
-Blaise – murmuró bajito soltando la sabana dejando parcialmente descubierto el cuerpo ¿Poción multijugos? No había otra explicación, la magia habría dejado de funcionar en cuanto murió, trato de calmar sus pensamientos que se paseaban frenéticos por su mente ¿La estarían buscando? ¿La guerra habría llegado a Estados Unidos?
-¿Blaise? – una voz conocida a sus espaldas la hizo girarse asustada. Se sostuvo de espaldas contra la camilla para mantener la estabilidad - ¿Lo conoces? – vio a Elliot acercarse a ella y se puso nerviosa, Él había visto a Blaise el día anterior, pero, con una apariencia totalmente distinta.
-No… No…- tartamudeó – Quiero decir, no ¿Cómo podría conocerlo? – dijo tratando de tranquilizar su voz.
-¿Hermione, lo conoces? – preguntó. La castaña se tensó visiblemente ante la penetrante mirada de su amigo.
-¿Hermione? ¿Quién es? ¡Oh! – murmuró volviendo a tomar control de su cuerpo - ¡Te refieres a los desvaríos del paciente de anoche! - dijo separándose de la camilla tratando de sacar a Elliot del lugar.
-¿Qué haces aquí abajo? – interrogó de nuevo con un gesto duro.
-Nada, solo revisaba algo – respondió aparentando tranquilidad. Sin esperarlo el chico la hizo a un lado y descubrió el cuerpo. Su rostro cambió a uno de total incredulidad. Cómo ella lo había hecho unos momentos antes buscó la etiqueta en su pie y el desconcierto lo invadió – este, este no es – balbuceo.
-Quizás ya se llevaron el cuerpo, es posible que sea otra persona – necesitaba sacarlo de allí ¿Qué explicaciones podría dar? Sintió la varita en el bolsillo de la chaqueta y pensó en obliviarlo. Luego llegó a la conclusión de que era una pésima idea ante su ignorancia sobre lo que sucedía. En el momento en que hiciera magia podrían rastrearla.
-¿Así como no eres Hermione? – preguntó encarándola determinado a obtener respuestas - ¿Quién eres? ¿Quién es él? ¿Cómo… cómo es posible… - dejó la pregunta en el aire?
-No sé quién es Hermione, es probable que en medio de su desvarío me haya confundido con alguien – explicó sin desviar su mirada de la de él.
-¿Cómo sabes su nombre?
-¿Su nombre? ¡No me sé su nombre!
-Entonces ¿Quién es Blaise? – preguntó perdiendo la paciencia.
-¿Blaise?
-Has dicho ese nombre hace un momento.
-No, claro que no he dicho nada – rebatió arrugando el ceño.
-Me estás ocultando algo Kate, no puedo ayudarte si no me lo dices – instó el chico dándole una mirada preocupada.
-¿Acaso piensas que he hecho algo malo? – le dijo con genuina ira – ¿También estás chismeando acerca de mi pasado? – reclamó indignada.
-No lo sé, Hermione ¿Debería pensar eso? – preguntó volviendo a estar a la defensiva.
-Piensa lo que te plazca, Elliot –
Se giró y salió del lugar. No sintió pasos siguiéndola así que supo que él no había ido tras de ella ¿Cómo explicarían la "desaparición" del cadáver? Hermione, pensó, hace mucho nadie la llamaba por su verdadero nombre.
Intentó estar enfadada con su amigo, pero, haciendo honor a los hechos, no le fue posible. Ella también tendría preguntas, más aún después de ver un cuerpo con una apariencia totalmente distinta al del hombre que la noche anterior había declarado muerto.
De nuevo el pensamiento que había tenido en la pizzería llegó a ella, si deseaba intentar algo con él ¿Debería contarle que era una bruja prófuga? En ese momento la primera respuesta que llegó a su mente le indicó que sí ¿Cómo más explicaría lo que sucedía? ¿Le creería? Debía hacerlo después de todo él había visto el cuerpo.
Necesitaba pensar qué hacer, sin embargo, había algo que tenía claro, a partir de ese día llevaría la varita consigo, no moriría sin pelear si llegase a ser necesario.
