Harry Potter pertenece a J.K. Rowling.
Solo nos pertenecen los OC.
La Pirata de los Cielos
Capítulo 64: Primeras Clases.
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Céline, Daphne y Tracy, decidieron que las reuniones tendrían lugar en la Cámara de los Secretos y gracias a Céline, fueron las primeras en descender y limpiaron la antecámara y la cámara principal, tanto como les fue posible.
Daphne fue en busca de un par de hechizos a la biblioteca y trajo una bolsa de tela con un Encantamiento Expansible Indetectable, del interior, extrajo diez esferas de cristal, tomadas de la Sala de Menesteres, encerró llamas doradas dentro de las esferas y las hizo flotar, alrededor de la cámara, otorgándoles bastante luz.
En las semanas siguientes, Céline, Daphne, Tracy, Alex y Hermione, fueron creando copias de libros que serían útiles, tanto de la biblioteca permitida, como de la sección prohibida. Ninguno de los conspiradores, se atrevió jamás a llamar a casa y pedir libros de sus bibliotecas, por temor a que Umbridge interceptara su correo y los descubrieran.
Céline experimentaba un sentimiento de inmensa satisfacción cuando se acordaba de que estaban tomando medidas para oponer resistencia a la profesora Umbridge y al Ministerio, y que ella era un elemento fundamental en la rebelión. No paraba de recordar la reunión del sábado: la gente que había acudido a él para aprender Defensa Contra las Artes Oscuras; la expresión de los rostros de los demás cuando escucharon algunas de las cosas que Céline había hecho; los elogios que le dedicaron, alabando su actuación en el Torneo de los Tres Magos… Pensar que había tantos chicos y chicas que no la consideraban como una mentirosa ni una loca, sino alguien digna de admiración, le levantó tanto el ánimo que todavía estaba contento el lunes por la mañana, pese a la inminente perspectiva de las clases que menos le gustaban.
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Mientras se desperezaba en su habitación y se giraba en la cama, encontró a Daphne abrazándola. Una sonrisa se instaló en el rostro de la rubia de ojos verdes, quien, a su vez, abrazó a la rubia ceniza. Escuchó un gemido de su novia, quien abrió sus cansados ojos. —Buenos días.
―Buenos días, mi amor ―dijo Daphne, besándola en los labios. Céline la abrazó y profundizó el beso, antes de separarse, una sonrisa iluminó sus rostros, mientras agarraban sus uniformes del día e iban a bañarse.
Estando ya arregladas, ambas rubias, reinas de Slytherin, llegaron al otro extremo de la sala común, eternamente iluminada por el color verde, producto del lago que estaba al lado. Solo allí, del otro lado de la Sala, junto a la puerta, se fijaron en un nuevo elemento que ya había atraído la atención de un pequeño grupo de estudiantes, en el Tablón de Anuncios.
POR ORDEN DE:
LA SUMA INQUISIDORA DE HOGWARTS:
De ahora en adelante quedan disueltas todas las organizaciones y sociedades, y todos los equipos, grupos y clubes. Se considerará organización, sociedad, equipo, grupo o club cualquier reunión asidua de tres o más estudiantes.
Para volver a formar cualquier organización, sociedad, equipo, grupo o club será necesario un permiso de la Suma Inquisidora (profesora Umbridge).
No podrá existir ninguna organización ni sociedad, ni ningún equipo, grupo ni club de estudiantes sin el conocimiento y la aprobación de la Suma Inquisidora.
Todo alumno que haya formado una organización o sociedad, o un equipo, grupo o club, o bien haya pertenecido a alguna entidad de este tipo, que no haya sido aprobada por la Suma Inquisidora, será expulsado del colegio.
Esta medida está en conformidad con el Decreto de Enseñanza n.º 24.
Firmado por:
Dolores Jane Umbridge.
Suma Inquisidora de Hogwarts.
Daphne creyó ver un poderoso tornado, en los ojos esmeralda de su novia. Y recordando que ella era una princesa en otro reino, entonces la creyó encaprichada, con que podía hacer cualquier cosa que ella quisiera y que no estaba acostumbrada a que le negaran nada que ella quisiera hacer.
Siguiendo junto a Tracy a su furiosa dragona rubia. Ambas solo lamentarían, todos aquellos que decidieran molestarla, mientras su enfado durara.
Cuando se sentaron en el Gran Comedor, Neville, Dean, Fred, George, Alex, Hermione, Ron y Ginny, formaron un coro a su alrededor.
— ¿Lo han visto?
— ¿Creen que lo sabe?
— ¿Qué piensan hacer? ―Todos miraban a Céline, y ella echó un vistazo alrededor para asegurarse de que no había ningún profesor cerca.
—Seguiremos adelante de todos modos, desde luego —dijo con serenidad.
—Sabía que dirías eso —repuso George, sonriente, y le dio una palmada en el brazo.
— ¿Los Prefectos también? —preguntó Fred observando inquisitivamente a Ron y a Hermione.
—Por supuesto —afirmó ella con frialdad.
—Miren, ahí vienen Ernie y Hannah Abbott —observó Alex, que había girado la cabeza—. Y esos de Ravenclaw y Smith…
Hermione parecía alarmada. — ¿Se han vuelto locos? No pueden venir aquí ahora, resultará sumamente sospechoso. ¡Siéntense! —les dijo a Ernie y a Hannah sin que se la oyera, pero moviendo exageradamente los labios y haciéndoles señas para que regresaran a la mesa de Hufflepuff—. ¡Más tarde! ¡Ya… hablaremos… más tarde!
Fue corriendo hacia la mesa de Ravenclaw y Alex la siguió con la mirada. Cho estaba sentada cerca, hablando con la amiga del cabello rizado que la había acompañado a Cabeza de Puerco. ¿Y si el letrero de la profesora Umbridge la había asustado y no volvía a asistir a las reuniones?
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—Como podrán todos ustedes notar, —dijo Snape con su queda y socarrona voz, hoy tenemos una invitada. Señaló un oscuro rincón de la mazmorra y tanto el trio de plata, como el trio de oro, vio a la profesora Umbridge sentada allí, con las hojas de pergamino cogidas con el sujetapapeles sobre las rodillas. Céline miró de reojo a Daphne y a Tracy arqueando las cejas. Snape y Umbridge, los dos profesores que más odiaba: aunque era difícil decidir cuál prefería que triunfara. —Hoy vamos a continuar con la solución fortificante. Encontrarán todos ustedes, sus mezclas como las dejaron en la última clase; si las prepararon correctamente deberían haber madurado durante el fin de semana. Las instrucciones —agitó su varita— están en la pizarra. Ya pueden ustedes empezar. La profesora Umbridge pasó la primera media hora de la clase tomando notas en su rincón.
Los alumnos se centraron en sus pociones, mientras intentaban escuchar la conversación. —Bueno, parece que los alumnos están bastante adelantados para el curso que hacen —comentó la profesora Umbridge con brusquedad, dirigiéndose a Snape, que estaba de espaldas—. Aunque no estoy segura de que sea conveniente enseñarles a preparar una poción como la Solución Fortificante. Creo que el Ministerio preferiría que fuera eliminada del programa. —Snape se enderezó lentamente y se volvió para mirarla—. Dígame, ¿Cuánto tiempo hace que enseña en Hogwarts? —le preguntó con la pluma apoyada en el pergamino.
—Catorce años —respondió Snape. La expresión de su rostro era insondable. Sin quitarle los ojos de encima al profesor, Alex añadió unas gotas más a su poción, que produjo un silbido amenazador y pasó del color turquesa al naranja.
—Tengo entendido que primero solicitó el puesto de Defensa Contra las Artes Oscuras, ¿no es así? —inquirió la profesora Umbridge.
—Sí —contestó Snape con serenidad.
—Pero ¿no lo consiguió?
Snape torció el gesto y respondió: —Es obvio.
La profesora Umbridge anotó algo en sus pergaminos. —Y desde que entró en el colegio, ha solicitado con regularidad el puesto de Defensa Contra las Artes Oscuras, ¿verdad?
—Sí —contestó Snape, imperturbable, sin mover apenas los labios. Parecía muy enfadado.
— ¿Tiene usted idea de por qué Dumbledore ha rechazado por tanto tiempo su solicitud? —inquirió la profesora Umbridge.
—A Dumbledore le interesa tenerme el mayor tiempo posible, como profesor activo. Pero la supuesta maldición que pesa en el puesto de profesor de DCAO, le impide dármelo. ―fue la respuesta más larga, que Umbridge recibiría de Snape. ― ¿A qué vienen estas preguntas?
—El Ministerio quiere conocer a la perfección el… pasado de los profesores. ―Y entonces se dio la vuelta, fue hacia Pansy Parkinson y empezó a interrogarla sobre las clases. Snape giró la cabeza hacia donde estaba Alex y sus miradas se encontraron durante un momento. Alex bajó rápidamente la vista hacia su poción, encontrando que Hermione había añadido la mayoría de los ingredientes, él la miró agradecido y ella señaló el siguiente paso, que él siguió a gran velocidad.
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Unas horas después, estaban todos delante del salón de Defensas Contra las Artes Oscuras. La profesora Umbridge entró en el aula luciendo su lazo de terciopelo negro y su típica expresión de suficiencia. ―Buenas tardes, chicos.
—Buenas tardes, profesora Umbridge —respondieron sombríamente los alumnos.
—Guardad las varitas, por favor. ―Esa vez no hubo ningún revuelo porque nadie se había molestado en sacarla. —Abran Teoría de Defensa Mágica por la página treinta y cuatro y lean el tercer capítulo, titulado «Razones para las respuestas no agresivas a los ataques mágicos». En…
— "… silencio" —dijeron en coro susurrante Alex, Ron, Hermione, Céline, Daphne y Tracy.
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En la clase de Encantamientos, era tan normal charlar en voz alta, además de que solía haber tanto movimiento y tanta actividad, que las posibilidades de ser escuchado, disminuían mucho. Aquel día, había mucho ruido, mientras practicaban el hechizo Silencius en la clase, con Cuervos que graznaban y Ranas que croaban.
Daphne sonreía a su rana, antes de apuntarle con su varita. ― ¡Silencius! —exclamó, y la rana con la que estaba practicando su encantamiento silenciador enmudeció a medio croar y la miró llena de reproche.
Céline le dedicó una sonrisa a Daphne, causándole un sonrojo. Cerró sus ojos, pensó en el silencio, en lo que significaba, imaginó el cuervo ante ella, quien no dejaba de graznar y como se silenciaba, ante el poder de la magia. Le apuntó con la varita. ― ¡Silencius! ―Y el cuervo siguió abriendo y cerrando el afilado pico, pero no emitió ningún sonido.
―Excelente desempeño, señorita Volkova, Señorita Greengrass ―dijo McGonagall.
Granger las miró enfurecida. Ella era (según su propio punto de vista) la chica más inteligente de su año, no ellas. ―Silencius ―pero su rana volvió a croar. ― ¡Silencius! ―Y croó con aun más fuerza. Y Hermione solo miró enfurecida a las rubias, que ahora estaban comiéndose mutuamente con los ojos y tenían las manos entrelazadas, mientras fingían leer del libro de Transformaciones.
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Durante la cena, en las manos de los miembros del grupo de clases, apareció un papel de forma misteriosa: «Hay un rodadero detrás de la puerta del abandonado salón 504, vayan en cuanto les sea posible y tengan las varitas listas».
Todos los que recibieron la nota, sonrieron. Era hora de las clases de Defensa.
Cuando llegaron, todos sintieron el suelo común y corriente, pero un segundo después, se transformó en un camino de escaleras que descendieron, por casi una eternidad, solo iluminaba con esferas de cristal con llamas doradas, hasta una habitación verdosa, con al menos, una decena de pilares con serpientes de roca enroscadas, observaron la habitación y un segundo después, escucharon un triple: ― ¡Expelliarmus! ―Y las varitas saltaron de las manos de todas, aterrizando en las manos de dos rubias y una pelinegra.
Céline tomó la palabra: ―Si escuchas que te lanzan un Expelliarmus, arrójate hacía un lado, usa el Protego o corre. No te quedes quieto. Estas varitas, son nuestras vidas y sin ellas, estaremos absolutamente desarmados. Comencemos entonces, con el encantamiento Desarmador.
Todos hicieron equipos, vieron a Céline y a Daphne, invocar cientos de colchones y millones de montañas plumas y montones de paja apiladas. Los pusieron a todos en parejas y practicaron el Expelliarmus. Se miraron y decidieron que ya después, se encargarían de enseñarles a esquivar a ser más activos.
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Luego de dos semanas, en las cuales estudiaron no solo el Expelliarmus, sino también el Protego, parecían estar listos para llevarlo un paso más allá.
Céline no debía de olvidar, que esto era darles las herramientas para los TIMOS, pero al mismo tiempo, las herramientas para enfrentarse a Ryddle y a sus sobrevivientes, así que debía de cambiar algunas cosas y enseñarles ciertos hechizos y maldiciones, más avanzados.
