~ Segunda Parte ~

Capítulo 21

23 de marzo de 1843

Querida Loveday;

¿Cómo has estado? Espero que bien. Ha pasado tan solo una semana desde que me fui y aún se me hace raro que no me traigas tus vestidos en la mañana… Hoy he empezado las lecciones oficiales. Me han dado una semana de descanso, así podría incorporarme de pleno a la materia sin quedarme a medias.

Todo es exactamente como me lo esperaba; serio, estricto y aburrido. Lo primero que he advertido son las miradas exageradamente curiosas de mis compañeras. Soy la nueva atracción de la escuela, seguramente quieran saber hasta cuál es mi grupo sanguíneo. Ya sabes que a mí no me gusta ser el centro de atención. Por lo que respecta a las lecciones, se parecen bastante a las que me impartía la señorita Heliotrope, pero más exhaustivas.

Solo podré enviarte cartas una vez por semana, es cuando el cartero viene a recogerlas. Prometo hacerlo regularmente.

Con cariño, Maria.

30 de marzo de 1843

Querida Loveday;

Me complace anunciarte que me he encontrado con una amiga de la infancia, Evangeline Anderson. Estoy contenta de saber que es mi compañera de clase. Nos hemos puesto al día durante este tiempo, al parecer sus padres viajaron a América y ella decidió permanecer en Londres. Ellos accedieron con la condición de que ingresara en la Escuela para Señoritas. Como diría alguien que conozco muy bien; el destino lo ha querido así.

Por cierto, espero que no esté dándote mucho la lata por la falta de cartas dirigidas hacia su persona. Ya puede dar gracias que le envío mis saludos en esta. En un futuro próximo le escribiré para informarle de mi proceso estudiantil, por si le llega a interesar…

En esta misiva te quiero pedir un favor. ¿Podrías entregarle a Robin la carta que te ha llegado junto a este sobre? Sé muy bien que el correo se lo entregan a Digweed y no quería que el tío se enterara. A su vez, temo que si se la envío al castillo no se le haga llegar… Confío en que utilices tus infalibles métodos para asegurarte de ello.

Con cariño, Maria.

7 de abril de 1843

Querida Loveday;

Hoy he dado mi primer paseo por la ciudad. Tenemos un día de permiso en el que podemos salir por un par de horas a dar una vuelta. La maestra de francés dice que es bueno que no estemos todo el día encerradas.

Hoy el día ya da indicios de que en realidad estamos en primavera por fin. Aquí el clima puede ser un poco cambiante y extraño. ¿Allí hace buen tiempo? Seguro que las flores del jardín deben estar creciendo hermosas y los árboles del bosque ya deben haber recuperado su tono natural de verde.

No te hablo demasiado sobre mis clases porque no quiero aburrirte con eso, pero por si quieres saberlo, ayer terminé un bordado que me gustaría enviarte para que lo utilices en cualquier corte de tela. ¡Espero que te guste!

Con cariño, Maria.

P.D.: ¿Le entregaste mi carta a Robin? ¿Te ha respondido?

12 de abril de 1843

Querida Maria;

¡El bordado es precioso! Creo que haré un patrón de cortinas nuevas para el salón con él. Aquí todo sigue igual, la única novedad es el clima del valle y tus cartas. He de confesar que la casa está muy apagada desde que te fuiste, como si le faltara vida y nadie más habitara aquí. Supongo que es cuestión de tiempo que me acostumbre, pero no puedo evitar echar de menos a mi querida niña.

En cuanto a tu encomienda, se ha cumplido con éxito. Envié a mi amigo alado, Raiden, para que llevara la carta que me diste. Regresó sin ella, por tanto, estoy totalmente segura de que llegó. Aunque no he recibido ninguna respuesta aún… Espero que cuando llegue el momento de enviarte esta carta, haya recibido la suya.

En fin, he de dejar la pluma antes de que el pesado de tu tío venga a regañarme por no avisarle de que ha llegado el correo.

Con cariño, Loveday.

17 de abril de 1843

Querida Loveday;

Llevo un mes aquí y se me hace eterno. Todos los días son iguales. Me levanto temprano y con sueño. El desayuno es lo más insípido que he probado en mi vida. No te haces una idea de cuánto extraño la comida de Marmaduke. Las clases son insufribles, así como las chicas de esta escuela. Tan solo me llevo bien con un par de ellas. Son estiradas, tiquismiquis y a veces muy estúpidas. Hoy estaba tomando el té con Evangeline y se han sentado con nosotras para charlar. Todo iba bien hasta que han empezado a inmiscuirse demasiado. Creo que no les ha sentado muy bien mis pocas ganas de aumentar su entretenimiento. No tienen ni una conversación interesante que ofrecer, tan solo chismes de la temporada y comentarios despectivos hacia otras compañeras. Tan pronto como pudimos huimos, era un suplicio escuchar tanto veneno en sus palabras. Y pensar que si me hubiese quedado aquí después del funeral de mi padre, seguramente habría sido igual que ellas…

¿Has averiguado algo sobre Robin? Siento insistir tanto… Es solo que me gustaría poder hablar con él de vez en cuando.

Con cariño, Maria.

Llamaron a la puerta suavemente. Murmuré mi permiso para que entrara fuera quien fuera. Miré hacia atrás, dejando de escribir en el escritorio para ver a una muy contenta Evangeline con un sobre en la mano.

—¿Te han escrito tus padres? —el correo tardaba más en llegar desde América.

—Aún no creo que les haya llegado la última que les mandé —se acercó a mí—. Esta es para ti, acaba de llegar —la tomé y miré el reverso. Sonreí al ver la impecable caligrafía de Loveday—. Tienes mucha suerte de que te llegue tanta correspondencia. Tu tía debe estimarte mucho.

Asentí sintiéndome rara porque se dirigieran a ella como mi tía. Políticamente lo era, estaba casada con mi tío, pero supongo que ella se portaba conmigo más como una amiga desde que nos conocimos.

—Voy a bajar ya, es la hora del té. ¿Vienes?

—Ve yendo tú, voy a leerla primero —tomó la manilla de la puerta y se despidió, dejándome privacidad. Para mi sorpresa, el sobre pesaba más de lo normal.

«Vaya, sí que tiene cosas que decirme» —reí para mis adentros, abriéndola con ayuda de una aguja de la cesta que utilizaba para guardar mis utensilios de bordado. Efectivamente, dentro había varios papeles, pero uno de ellos venía doblado sobre sí mismo, como si fuera otra cosa a parte. Lo tomé con curiosidad, desplegándolo para leer lo que contenía. Mi corazón saltó de alegría al leer la primera frase. La fecha marcaba el 5 de abril de 1843.

"Querida princesa;

¿Me echabas de menos?"