Veneno de serpiente.
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Al arribar al hotel, la Hokage pide en la recepción que suban una cena sencilla a la habitación de su alumna, quien está de nuevo débil y con el estómago vacío. Acto seguido, los tres se hacen con las llaves y toman el ascensor hasta quedar en el séptimo piso. A pesar de todo lo pasado, la joven Haruno sigue siendo su alumna.
La muchacha se deja caer recostada sobre el gran colchón, y su maestra se sienta a los pies de la cama, tomando los pies en pantimedias sobre su regazo para masajearlos. Aún ebria, el tacto de la mujer es experimentado, con unos dedos que aplican presión sobre los puntos precisos de los músculos.
— ¿Cómo te sientes? —pregunta Tsunade con su voz algo rasposa.
—Mejor—asiente la joven, con pequeños gestos de molestia en su cara a cada apretón sobre sus piernas. Ciertamente, el viaje en vehículo le dejó las extremidades acalambradas. La verdad es que ella hubiera preferido venir saltando sobre los árboles.
— ¿Aún tienes náuseas? —pregunta Kakashi, de pie junto a su maestra.
Sakura niega con la cabeza.
—Estaré bien.
—Bueno, creo que puedo dejarte en manos de Tsunade-sama. Después de todo, no soy un médico—sonríe el jounin, pero la líder de la aldea no se gira a mirarlo—. De todos modos, le prometí a tu madre que cuidaría de ti, así que no dudes en llamarme si necesitas algo. Sabes que estoy en el piso de abajo.
—Lo tendré en cuenta—asiente Sakura, con una sonrisa cansada.
Kakashi se despide poco después, haciendo que Tsunade le prometa que no seguirá bebiendo más por esta noche.
Poco después de su partida, un llamado a la puerta hace que la mandataria se incorpore para responder a él.
—Aquí está tu comida, Sakura—anuncia permitiéndole a la empleada ingresar con la bandeja en sus manos. El platillo nocturno consiste en un tazón de caldo humeante, un panecillo, un envase de yogurt y una botella de agua más un vaso vacío.
La mujer deja la bandeja sobre el escritorio, y deja a las kunoichis solas de nuevo con una reverencia, más su disposición a regresar por cualquier cosa que necesiten. La puerta se cierra tras ella al salir de la habitación, y Sakura se levanta de la cama para tomar asiento frente al platillo.
Ahora que despidió el alcohol de su cuerpo, su estómago reacciona positivamente ante el vapor y el agradable olor del fideo y el pollo en la sopa.
—Qué noche—suspira Tsunade, tomando el sillón frente a la ventana para arrastrarlo del otro lado del escritorio, para luego dejarse caer sentada cómodamente frente a la joven. A continuación, su mano se enreda en el moño de su cabeza y deshace su peinado, dejando que su pelo rubio lustroso caiga suelto sobre sus hombros—. Me alegro de que se haya terminado.
—Y yo—susurra Sakura tomando su sopa de a pequeños sorbos, con la mirada clavada en la expresión relajada, aunque aún ebria, de la mujer frente a ella.
"Ahora estamos a solas… y, demonios, aún tengo curiosidad… ¿Podría intentarlo ahora?" Se pregunta la muchacha sin vocalizar sus dudas aún.
A decir verdad, su curiosidad se encuentra en alza. El momento a solas con su maestra y la desinhibición propia del momento la llevan a considerar un pequeño acto de osadía. Después de todo, la escena se ve apacible. Suficiente para convencer a la novata espia de que su maestra no entrará en cólera cuando haga su pregunta…
—Maestra, disculpe mi atrevimiento...—comienza desviando su mirada hacia al plato—. Quizá sea inapropiado de mi parte, pero, luego de lo que vi hoy, no puedo evitar querer saber al respecto… ¿Cuál es la historia entre usted y Lord Akira Hanazono?
Tsunade parpadea y da un suspiro, como si parte de ella estuviera esperando esta conversación. Acto seguido, la mujer cruza sus piernas, acomodándose en su asiento y resopla en voz baja.
—Ya, ni modo… Entre quienes me conocen, el que no lo sabe tiene motivos para deducirlo ... Sí, él y yo fuimos íntimamente cercanos, por un tiempo—admite. El alcohol en su sangre hace más fácil lidiar con la confesión, y con lo incómodo de las implicancias.
— ¿Por un tiempo? —prosigue la joven kunoichi, ciertamente estupefacta de haber conseguido esa confirmación sin esfuerzo alguno—. Quiero decir, nunca noté nada. ¿Cuándo fue esto?
La legendaria Sannin ríe por lo desconcertada que de repente suena su alumna.
—Lo conozco hace mucho tiempo. La primera vez que lo vi, él aún era muy joven. Tendría unos dieciséis años, quizá. Aún no había sucedido a su padre como Señor del Sur. Yo estaba como en mis veintisiete. Claro que no le presté atención. Sólo lo veía como un muchacho consentido y arrogante. Un noble del montón en formación y nada más que eso—rememora con el codo apoyado sobre el apoyabrazos del sillón, y con su mejilla reposando sobre su palma—. Y seguía siendo sólo un noble del montón cuándo me lo llevé a la cama, pero eso es bastante más reciente. Hace dos años, más o menos.
La confesión brota de los labios de su maestra con tal velocidad y soltura, que Sakura tiene que pausar su cena para digerir la información.
—Antes de esta noche, no me lo habría imaginado en la vida. Aunque tiene sentido, porque en ese momento yo estaba demasiado ocupada con el entrenamiento—comenta la joven discípula sin esconder su asombro—. Creo que, en efecto, esto fue mantenido como un secreto fuera de su círculo.
—Se supone que es la clase de cosa que debe quedar debajo de la alfombra... Aunque no es que importe mucho ahora que está muerto, es un rumor que no puede persistir—prosigue Tsunade, restándole interés al misterio revelado con un gesto de su mano libre—. Para ser honesta contigo, ya tuve suficiente de ser el tópico favorito de los chismes allá en la ceremonia. Los señores no tienen nada más interesante que hacer ahora que hablar de mi relación clandestina con Lord Hanazono, y de cómo protagonicé una escena incómoda con su querida viuda.
La Princesa de las Babosas no está acostumbrada a ser el centro del escándalo público, menos aún por algo tan embarazoso como lo es su vida privada. Para su desdicha, no hay oportunidad en esta vida para saltarse la formalidad funeraria y escapar a las habladurías o miradas indiscretas.
Las obligaciones como Hokage no deben mezclarse con los conflictos de su corazón… Valiosa lección que le llevó dos años aprender.
—Eso explica el por qué del disgusto de Lady Ritsuko ante su presencia—opina Sakura por lo bajo—. Debió ser… incómodo cuánto menos. ¿Ella era consciente de lo que hacía el Lord a sus espaldas?
—No tengo la menor duda—ríe Tsunade. Sakura no sabe si es una risa infantil propia de la borrachera, o si está cargada de un cínico orgullo—. Pero fue él quien comenzó con el juego entre nosotros, asegurando que su matrimonio era algo político, que no se interpondría nunca en "su deseo de tenerme a su lado."
Las últimas palabras son dichas en un tono cargado de burla y desdén. Ambas emociones claramente se ven potenciadas ahora por el efecto desinhibidor de la bebida.
—Por mí parte, fui clara cuando le dije que no quería quedarme en medio de un conflicto entre él y su esposa. Se suponía que solo nos estábamos divirtiendo. Ya sabes, dejando nuestras preocupaciones cotidianas de lado… nada más que eso.
La mente de Tsunade es vívida aunque ligeramente afectada por su actual estado, tanto en imágenes como en sensaciones, al recordar el momento en que el noble clavó sus ojos en ella, durante la primera vez que asistió como Quinta Hokage a una reunión entre los cuatro señores feudales y el Señor Supremo del Fuego. El mezquino Lord del Sur no había asistido a su nombramiento propiamente dicho, ya que estaba muy ocupado lamiéndose las heridas dentro de su castillo por la decisión del consejo en contra de Danzo; su candidato predilecto en aquel momento.
Parte de ella esperaba que surgiera la tensión entre ambos desde su primer encuentro. Ella conoció a Lord Hanazono antes de que él adquiriese su reputación de gobernante dedicado a su pueblo. Desde entonces ya sabía que el hombre podía ser testarudo y de fuerte temperamento. Ella misma no se quedaba atrás. Además de eso, el descontento del señor por no haber podido influir en la elección del Quinto Hokage era un secreto a viva voz. Al final, la recomendación de Jiraiya fue determinante para que ella obtuviera el puesto.
Sin embargo, la mirada de halcón que la recibió al ingresar a la sala no se veía para nada disgustada con lo que tenía enfrente.
Sus compañeros de noble cuna allí presentes no habrían notado la diferencia en su vida, pero Tsunade Senju estaba más que acostumbrada a estar bajo el escrutinio de hombres libidinosos. Aún así, los ojos claros y calculadores del Señor del Sur iban más allá de lo que esperaba. Eran crudos, intensos, animales en su manera de verla, como si ella estuviera andando desnuda hasta sentarse en su correspondiente asiento. El sutil atrevimiento la incomodó, y, sólo en parte, movió algo en ella que llevaba dormido desde que su querido Dan había muerto.
Su intercambio fue nulo en aquella ocasión, pero la mirada del Lord la persiguió hasta marcharse de allí, y, en cierta forma, la siguió persiguiendo esa noche al dormir sobre la mullida cama; y en los días posteriores a la reunión.
"Definitivamente, el Señor del Sur sabe cómo hacerse notar sin palabras." Pensó una recién nombrada Quinta Hokage tras la primera impresión que había hecho el mandatario.
—La primera vez que me llamó la atención fue en mi ascenso a Hokage… Si se puede llamar ascenso. Era un hombre con agallas, para ser un noble sin otra cosa que influencias.
La atenta alumna considera hacer otra pregunta más, pero, antes de que pudiera pronunciar palabra, observa a Tsunade apretarse el tabique de la nariz ante una migraña que demoró en llegar.
—Un momento—se excusa la líder de la aldea para dirigirse al baño de la habitación y lavarse el rostro con agua fría. Al verse al espejo, puede reconocer en su semblante cuán mal le cae la mezcla de política y bebidas espirituosas.
Tras ese momento de contemplación, la mente de la Sannin retrocede en el tiempo a aquella etapa en la que recién había ascendido a su actual puesto…
En aquel entonces todo se sentía distinto, incluso si ya se había preparado para la idea de que tendría que moverse en un ambiente de máscaras amables y atractivas; y en donde sus enemigos no llevarían kunais, ni técnicas de línea sucesoria, sino que se valdrían de palabras, favores y sutilezas para jugar con sus adversarios.
El imbécil de Kitano, por ejemplo. El Señor del Oeste fue muy evidente en su manera de agasajar mientras miraba su pecho como si fuera un prepúber. La hizo rodar sus ojos.
Los aduladores a su alrededor también trataron de permanecer de su lado bueno con palabras amables, y cumplidos superfluos, mas no Akira Hanazono.
El Señor del Sur, de sonrisas cortantes, modales refinados y consejos aprensivos, rebosaba de una confianza casi narcisista a la hora de hablar, de hacerse notar en pequeños gestos de cortesía, asegurándose de siempre aparentar dar más de lo que recibía.
En aquellos primeros encuentros, el único contacto persistente entre el noble y la legendaria Sannin era la perforante mirada que el Lord le dedicaba en cada cruce. En una oportunidad en la que ambos coincidieron, el hombre la obsequió con una sonrisa mezquina y arrogante mientras sus ojos parecían ver a través de su ropa sin siquiera hacer el esfuerzo.
Esas miradas siempre eclipsaban sus palabras medidas y corteses. Dos témpanos de hielo, casi transparentes, que, en todo momento, más que invitarla a cometer un error parecían tener la osadía o el coraje de ordenarlo.
Como era lógico, él fue el primero en proponerse. Su actitud confiada no se acotaba sólo a su trato formal para con los nobles, ella incluida, sino que lo llevó a ser directo en su intento de seducción.
—Debo decir, te ves espléndida en ese vestido—había comentado acercándose hacia ella por la espalda, hablándole directamente sobre el hombro desnudo—. Casi como si quisieras desviar la atención de los idiotas esta noche, en vez de sus negocios, a discutir lo que escondes detrás de una seda tan ligera.
Tsunade estaba ataviada acorde a la gala organizada por Lord Kitano, e incluso había ido más allá. El vestido largo era de un color vino tinto, liso, con una abertura atrevida del lado izquierdo, revelando el muslo y por encima de él, y tirantes que realzaban sus atributos delanteros, además de exponer la carne desnuda de su garganta y hombros. La noche era calurosa, y necesitaba dar una buena impresión tras la tumultuosa asunción a su cargo empañada por el luto a su maestro Hiruzen, y los problemas causados por su ex-compañero Orochimaru. Además, parte de ella había encontrado entretenida la idea de obtener más de la atención del Señor del Sur. Haría de la aburrida gala formal algo más divertido, después de todo.
El señor, por su parte, vestía un traje negro muy pulcro y elegante, con camisa blanca debajo y una corbata rayada, azul y roja.
—Por favor, mi señor—respondió Tsunade con una sonrisa superficial—. Mantengámonos profesionales. Todo esto no es más que un show.
Lord Hanazono esbozó una sonrisa cómplice, con su típica mirada intensa posada en ella cuando le ofreció una copa de whisky.
—Ya veo. Si los dueños de la fiesta aquí quieren un show, entonces les daremos un show—acto seguido, el hombre rozó su propia copa con la que sostenía la mujer entre sus finos dedos, y se la llevó a la boca para degustar el trago. La forma en que sus labios se posaron alrededor del cristal, con la intención de provocarla, no pasó desapercibida—. La política no tiene por qué ser aburrida.
Tsunade hizo lo propio, probando un sorbito de la copa ofrecida.
—Incluso el alcohol de este sitio parece artificial—comentó la mujer meciendo la copa con decoro—. Hay algo en la bebida cara que se siente extraño en mi lengua. Como si le faltara algo… algo de riesgo, quizá. La esencia del bajo mundo.
El noble se paró frente a ella, pero aún así permanecía inclinado, muy cerca de su cuerpo. Como si quisiera darle el mensaje al resto de los invitados de noble cuna que él había hecho su reclamo primero sobre la líder de Konoha.
—Supongo que la vida de un guerrero, el estar al frente de la batalla, conlleva a lidiar con ese riesgo todos los días—contestó él con un tono de voz íntimo, esforzándose porque su intercambio fuera sólo cosa de dos—. Es lógico que, para una Sannin Legendaria, un whisky del repertorio del enclenque cobarde de Kitano no sepa a nada. Al menos, no sin un "algo", que le dé sabor.
— ¿Qué es ese "algo"?
El señor sonrió y se acercó a hablarle a escasos centímetros de su rostro:
—La compañía y el calor adecuados… pero me temo que no podría impresionarte con una demostración ahora. Demasiados ojos… y tu querida alumna, la señorita Shizune… me mira como si tuviera miedo de que fuese a devorarte, como a un cervatillo indefenso.
Tsunade no necesitaba voltear hacia atrás para saber que su discípula, aunque pretendía estar enfrascada en una conversación con una pareja de mercaderes muy adinerados, no era nada discreta al vigilar su conversación con el ambicioso Señor del Sur. Lo que Hanazono no sabía era que la joven médica estaba en realidad preocupada por la posibilidad de tener que sanar a un noble que perdiera la quijada por hablar de más. Tampoco sabía que la preocupación no era necesaria. Tsunade no tenía intención alguna de sacarse al señor de encima en ese momento. Lo encontraba más intrigante que al resto.
—Sí, bueno, ella me protege mucho—sonrió la Hokage, dejando la copa vacía sobre una bandeja que pasaba por allí, en la mano de un elegante mozo; y tomó otra llena en su lugar—. No la puedo acusar de no ser sutil. Ella y yo vivimos muchas cosas juntas.
—Algo para valorar, definitivamente, y para envidiar—concedió el Lord, torciendo los labios ante un pensamiento poco agradable—. Ojalá pudiera decir lo mismo de la mujer que me acompaña.
Quizás fue el alcohol de Kitano actuando en su sangre, pero a Tsunade le pareció que el comentario despectivo del señor hacia su propia esposa, allá sentada en el fondo, en algún sitio, haciendo la vista gorda al interés de su marido por otra mujer como si él no existiera en su vida, era uno de los mejores chistes que había escuchado en el último tiempo, y la carcajada que soltó complació al Lord.
Poco después, terminó aceptando ser arrastrada al salón de baile con él. Shizune, por supuesto, los siguió de cerca, aceptando bailar con un apuesto muchacho, pariente de Lord Kitano. Para cuando Hanazono la estrechó contra él, con un agarre firme en su cintura y su mano libre enlazada a la suave de ella, la esposa dejada de lado ya se había esfumado de la fiesta.
—Quizá yo esté versada en las tácticas de combate, pero tú ciertamente sabes cómo hacer que me mueva con mis dos pies izquierdos, y no sea el hazmerreír de esta fiesta—reconoció Tsunade, dejándose guiar por los pasos fluidos y ciertamente dominantes del hombre.
—Un cumplido así no es poca cosa, viniendo de la mujer más hermosa de este mundo.
— ¿Halagador, ya desde tan temprano? Sólo tomamos unas pocas copas—se quejó con una sonrisa contrariada, reforzando su agarre sobre la parte posterior del cuello masculino, acariciando el corto cabello rubio de su nuca.
—Es la verdad, mi señora. Ni siquiera Lady Oboro con sus exquisitos kimonos y su maquillaje experto puede igualar tu belleza.
—Y una pensaría que el Señor del Sur tendría en mejor estima a su esposa. Me estás poniendo en una situación comprometida aquí mismo.
— ¿Por qué hablar de ella, si la vista ante mí es más digna de mi atención? —susurró él casi contra su oído— ¿No se le puede permitir a un hombre la fantasía de creer que te vestiste así para captar su mirada?
— ¿Quién dio su consentimiento aquí acerca de "cumplir tus fantasías"? —preguntó la Sannin de repente con el ceño fruncido.
— ¿No decías que esto era un show? —contestó el noble dejando de moverse sobre la pista, rodeando la espalda femenina con ambos brazos. El aliento de ambos estaba muy cerca—. Deberás ser específica, mi señora. Acerca de cuánto de esto es ficción.
—Quizá dejó de serlo cuando tu señora esposa abandonó la fiesta...—susurró aún con el ceño fruncido, mas sin apartarse.
— ¿Tienes arrepentimientos tan rápido? Perdón, Princesa—sonrió arrogante—. Tu reputación de mujer temeraria te precede demasiado.
—Hay mucho de mi que desconoces, mi señor—una sonrisa misteriosa salió de los labios de ella también—. Quizá no me gusta la idea de interponerme en el matrimonio de otros.
—O no te gusta compartir lo que es tuyo...—la voz de Hanazono sonó con una veta posesiva—. A decir verdad, a mí tampoco…
El señor lo estaba dando todo de sí para intentar hacerla caer a sus pies, al menos podía concederle eso.
—No soy tuya. Y, por encantador que seas, ningún hombre puede competir con una memoria—sentenció Tsunade secamente, poniendo sus manos sobre el pecho ajeno con suavidad para apartarse con cuidado, y luego inclinar su cabeza ante él a modo de despedida respetuosa—. Buen baile, mi señor. Me divertí mucho.
Pese a sus palabras, el noble no se rindió. En cierto modo, fue fascinante. Por un momento, parecía que él se había retirado de la escena para planear una nueva estrategia de seducción. No es que Tsunade lo hubiera rechazado con sus últimas palabras, pero sí había algo de verdad tras ellas: una advertencia de respetar lo que sólo había sido para Dan, y de moverse con cuidado.
Su siguiente movimiento fue sorpresivo, y a la vez directo.
Cuando la velada se estaba terminando, la Hokage había permitido, sino ordenado, a su acompañante que se retirara antes que ella. El gesto no pasó desapercibido para el Señor del Sur.
Él la interceptó de nuevo. Para ella, todo ocurrió en un segundo. Segundo, donde él tomó su rostro entre sus manos y la besó contra una pared oscura. Ella dejó que eso ocurriera, lejos de ser una muchacha inocente. A propósito se había alejado por un pasillo, apartada de la vista sólo para ver si Hanazono tomaba la oportunidad. Y así fue.
El beso fue corto, pero salvaje, intenso, animal. Una movida calculada de parte del hombre. Ella comunicó que no tenía intención de abrir su corazón, pero esa no era la única fuente de pasiones. Ella se vio participando activamente en ese beso, peleando por la dominancia, pero el oscuro señor estaba un paso por delante. Cuando él se apartó, ya era tarde para ella. Quería más de esto, más de esta sensación primitiva.
—La próxima vez, no quiero estar en la misma habitación que tu esposa, ¿Está claro? —expresó Tsunade con la respiración agitada, su labial corrido por el beso—. No quiero que esté presente.
La Hokage se apresuró a poner términos casi al tiempo que decidió que esto debía tener futuro.
—Nada que no pueda arreglarse—sonrió aquel que tomó la iniciativa al tiempo que se lamió los labios de manera provocativa…
—Y no somos nada, ni vamos a ser nada ¿Eso está claro también?
— ¿Sin compromisos? ¿Sin nada serio? ¿Te parece que soy esa clase de hombre?— Hanazono respondió con un dejo de sarcasmo, burlándose de la farsa que tenía por matrimonio.
—Sin compromisos. Ya tuve uno una vez, no me interesa estar en otro— La Princesa de las Babosas intentó quedarse con la última palabra, pero el noble no se lo permitió. Claramente, él sabía cómo usar su lengua.
—Eso suena como una conversación para tener en la cama. Me guardaré las preguntas para ese momento.
— ¿Usted llegó a amarlo? —la voz de Sakura trae su mente al presente una vez más.
—No tenía nada que ver con el amor...—niega la mujer, de nuevo ocupando el asiento frente a ella, aunque algo en su expresión la traiciona al manifestar contrariedad—. Era… Era una manera de distraerme de las presiones del liderazgo, a la vez que una oportunidad de volver a sentir algo luego de la muerte de Dan. El deseo ¿Sabes? De repente, estaba ante un hombre que me deseaba por la figura que representaba. Era la Hokage, la máxima autoridad, la Princesa de las Babosas, una de los Sannin ... Estar con él era como interpretar un papel. Cada encuentro era excitante. Llámalo crisis de mediana edad, si lo deseas… sólo buscaba re-encontrarme.
—Entiendo… —responde la joven casi por reflejo—. De todos modos, no pretendía sacar a flote algo así. Lo lamento mucho, no debí tocar el tema tan a la ligera.
Tsunade frunce el ceño, sin querer más excusas de su parte.
—No te disculpes más. Simplemente me estoy abriendo contigo, como una muestra de que confío en ti—aclara ante la reacción evasiva—. Creo que te lo debo después de tres años de conocernos de cerca. Está bien si te intimida el tema, pero como insististe tanto en comenzar a ser tratada como una adulta, creí que hablar de esto no tenía nada de malo. ¿Me equivoqué acaso?
Las palabras de su maestra le saben a regaño tanto como a una dosis de realidad, algo que la ayuda a recordar por qué decidió zambullirse en esta situación. Y tiene razón, Sakura quiere demostrar la clase de persona que es hoy en día.
—No… No es que me incomode el tema en sí—se defiende Sakura—. Tampoco pienso decir que lo que hizo estuvo mal… Lo que pasa es que sé que lo que respecta a Dan es sensible para usted… Valoro que esté siendo honesta conmigo.
—Ese duelo está terminado—asegura Tsunade mientras se recarga sobre su asiento en pose relajada. Sakura no está segura de creer por completo esas palabras—. En parte gracias a este suceso, pude pasar página. Así que sí, te cuento esto también para cerrar un capítulo más de mi vida.
Tras ese beso robado a último momento en la gala, la relación de la Hokage y el Señor del Sur se volvió íntima. Tan íntima, como frecuentes las ocasiones en que se buscaron el uno al otro por un momento de pasión.
Durante su primer encuentro, la tercera noche después de la gala del Lord del Oeste, Tsunade recibió la visita furtiva de cierto pretendiente dentro de la lujosa habitación de su hotel. Después de todo, era la invitada honoraria en la capital del Feudo del Oeste. Su alojamiento había sido escogido especialmente por Lord Kitano, de un modo bastante arrastrado y predecible de conseguir su favor.
La mujer estaba con el cabello húmedo, tras salir de la ducha. Sus hebras rubias trenzadas, y una túnica larga de seda bordó para dormir atada al cuerpo. No llevaba nada debajo. Mientras estaba sentada frente a las cortinas cerradas de la ventana, tomando un sorbo de sake, sintió la puerta abrirse y todo su ser palpitó expectante. La escasa luz del velador como única iluminación ambiental, sumado a la capa y capucha que cubrían la identidad del "intruso", añadían su toque de adrenalina a la situación.
—No estaba segura de que vendrías—comentó desde su lugar frente a la ventana. Una sutil apertura entre las cortinas reflejaba apenas la figura tras de ella mientras se quitaba la capucha, revelando el rostro del señor— ¿Te intimida estar frente a la Princesa de las Babosas, o tu indecisión a la hora de intimar es algo común?
El señor sonrió ante la provocación.
—Un señor feudal tiene obligaciones, y la paciencia es una virtud, mi señora—comentó fingiendo desinterés sin intención de convencer, adentrándose en la habitación—. Me pregunto, ¿Si me hubiera demorado más tiempo en acudir a tí, estarías desesperada por mi? ¿Estarías tirada en la cama y me rogarías que por favor te haga mía?
—Puedes hacerlo mejor. Eso es casi predecible—sonrió la mujer levantándose de su sillón en un movimiento elegante, ampliando su sonrisa al ver los ojos claros siguiendo sus pasos hasta la cama, donde efectivamente ella se sentó. Sus pies descalzos quedaron apoyados frente a ella sobre el colchón, con sus níveas piernas abriéndose lentamente—. A los hombres poderosos, los prefiero de rodillas.
El hombre le dedicó una sonrisa lasciva, y se dirigió hacia la cama, escudriñando el secreto entre esas piernas femeninas con fascinación. Se inclinó sobre ella considerablemente, aún de pie, y se dio el placer de pasar su mano cálida por la intimidad expuesta, tanteando la sensibilidad ajena.
—Te lo advierto, mi señora. No soy del tipo sumiso...—habló con sus dedos dando caricias allí donde el placer más palpitaba—. A mí me gustan las mujeres que ruegan.
La mano de Tsunade subió para acariciarle el pelo, luego la nariz, el pómulo y por último los labios.
—Parece que ambos somos del tipo dominante—siseó complacida, al tiempo que el señor capturaba su dedo con la boca—. ¿Qué vamos a hacer?
El hombre se desabrochó la capa, dejándola resbalar a sus pies antes de arrodillarse frente a la cama. Sus manos atrajeron las caderas de Tsunade más cerca.
—La diplomacia también es una virtud—susurró con su aliento golpeando contra ella, tan cerca de hundirse en sus aguas, como ella de gemir—. Pero la próxima vez… me vas a rogar por que termine lo que empiezo.
Donde Dan había sido cuidadoso, tierno y dispuesto en todo momento a delegar en ella el control de la situación, Akira Hanazono era casi lo opuesto; como si fuera una versión oscura de su amor fallecido. Fiel a su palabra, él rara vez fue un amante obediente. El compartir la cama se volvió un juego más entre ellos, una pelea por el dominio, tal y como fue ese primer beso.
Aún así fue satisfactorio, piel contra piel, fuego contra fuego y alientos entremezclados; especialmente cuando ella lograba montarlo, con sus manos encima del pecho fuerte, arañado y con marcas de mordidas y chupetones morados, y se movía sobre él al punto de ser indistinguible si él estaba dentro de ella, o ella dentro de él.
También la encendía cada vez que el señor no cedía, y era ella la que terminaba boca abajo, y él reclamando su premio desde atrás, golpeándola contra la cama, y con su cabello rubio enroscado en la mano masculina. Algunas veces, la mano libre del señor se colaba hacia adelante y la hacía gemir derrotada, y otras veces, estaba tan ocupado sosteniendo sus caderas que lo haría ella misma, con su propia mano en su sexo. Aquello complacía aún más al Lord. Ciertamente disfrutaba de la vista.
—Era un buen compañero, y un buen amante. Pese a insistir en que no seríamos nada formal nunca, por el tiempo que comenzó a dedicarme a mi, y a nuestro juego, casi parecía que éramos un par de jóvenes enamorados—confiesa Tsunade a su alumna, con una sensación embarazosa adueñándose de sus facciones—. Y vaya que me enviaba cartas y regalos vergonzosos.
¿Cuánto había pasado desde que comenzaron su aventura? ¿Tres meses? Por la sonrisa de Shizune al entrar a su despacho con una caja de chocolates, cuya dedicatoria en la tapa rezaba "Para mi princesa. Ate: Admirador secreto." y una carta sellada con el emblema del País del Fuego, supo que, por lo menos para su pupila, ya no sería un secreto.
—Ese idiota...—siseó malhumorada, ya sin la energía para volver a su papeleo— ¿Alguien más vio esto?
Shizune negó con la cabeza, y entregó el presente sobre el escritorio sin perder la alegría.
—Su secreto está a salvo de momento, no se preocupe—la tranquilizó de inmediato, pero no tardó en opinar sobre la situación—. Es… un lindo gesto de su parte, si me permite la palabra. La verdad, estoy feliz por usted. Y aliviada por él. Durante la gala, temí que le rompiera un brazo por acercarse mucho a usted. Las consecuencias de haber lastimado a un señor feudal hubieran sido… incómodas.
Tsunade abrió el sello de la carta y se llevó una mano a la sien mientras leía.
—Solamente busca ganarse mi favor, igual que el resto, pero al menos él demostró ser mínimamente creativo al ofrecer sus servicios, y esto es una forma de cobrar por ellos—señaló agitando la carta.
— ¿Qué dice la carta?
"Me encuentro pensando demasiado en tí, bella princesa de mi vida. No veo la hora de tenerte de nuevo en mis brazos. Pasó poco tiempo, lo sé, pero nuestra última noche juntos fue increíble, estoy ansioso por repetirlo. Puede que incluso te enseñe cosas nuevas para entonces. ¿Sería muy inapropiado de mi parte invitarte a pasar unos días en mi casa de veraneo?" Esa parte se la salteó, era muy personal como para compartirla con Shizune.
—Dice que la gente de su ciudad está aterrada por la presencia de Orochimaru y sus ninjas del Sonido en el país del Fuego. Que sus vigilantes avistaron a varios de ellos merodeando por allí. Quiere que le envíe ninjas de élite para que investiguen la zona—relató en voz alta, con el rostro de su discípula tenso ante esas noticias.
— ¿Usted cree que de verdad se trate de Orochimaru?
—No. Probablemente sean sólo rumores—indagó la Hokage—. De todos modos, es conveniente para su imagen el que pida refuerzos a la aldea para mostrarle a su pueblo lo mucho que le importa mantenerlo a salvo.
—Me imagino, entonces, que fue Lord Hanazono el que pidió la protección de Kakashi-sensei en una de sus cartas. Quiero decir, por aquel entonces usted ya estaba manteniendo su relación con él, ¿Verdad? —pregunta Sakura adelantándose a los acontecimientos.
Tsunade asiente.
—Sí. Me envió una carta insistiendo con que mandara ninjas experimentados para la tarea. Quería sobre todo que investigaran la posibilidad de que Orochimaru estuviera escondiéndose en algún lugar cercano a la capital. En mi respuesta, le sugerí varias opciones, sobre todo ANBU, pero él quería a Kakashi. Hanazono había escuchado sobre la participación destacable de Kakashi durante la invasión a Konoha, y también sobre el corto enfrentamiento que tuvo con Orochimaru mismo en los preliminares de los exámenes chunin. Le expliqué que Kakashi estaba herido tras el enfrentamiento que tuvo contra Itachi Uchiha, que recién se recuperaba del coma y que no sería adecuado enviarlo en esas condiciones. Y eso sólo reafirmó su decisión. "Puedo esperar un poco, no importa. Pero sólo lo quiero a él. Mandalo sólo a él." Fue su respuesta final.
Más regalos fueron enviados en agradecimiento ante su afirmativa: flores secas aromatizantes, un vestido y un perfume caro. La cara de Tsunade estaba tan roja que Jiraiya también se enteró de lo que estaba ocurriendo con su vida. Su amigo y ex-compañero de equipo estaba allí para discutir lo acontecido con Naruto y lo que había averiguado de las técnicas de Itachi Uchiha, y vio arribar los regalos y la carta sellada del señor a su despacho de primera mano.
El ceño fruncido del Sabio de los Sapos equiparaba el rubor furioso de la Hokage, quien hizo lo posible por esconder de la vista esos presentes.
— ¿Cómo? ¿Admirador secreto? —preguntó el Sannin levantando un pequeño papel dedicatoria que venía pegado al vestido, y que se desprendió de éste y cayó al suelo durante la manipulación violenta de Tsunade— ¿Quién…?
— Jiraiya… —pronunció la mujer conteniendo la ira entre los dientes, acercándose con pasos firmes y amenazantes hasta arrebatarle el papel de la mano— ¡No te metas en lo que no te incumbe!
Jiraiya siempre había sido osado, transparente y vocal cuando la situación lo requería, y demasiado fiel a sí mismo como para ceder a los deseos de su avergonzada amiga.
—Él no me gusta. Siempre me pareció un cretino que muerde más de lo que puede masticar. Tiene los humos subidos sólo por ser nieto del único Hanazono decente de esa familia—opinó sin más, lo suficiente para helar la sangre de su amiga.
Tsunade no tardó en estallar de nuevo.
—Si quisiera que me aconsejes sobre mi vida PRIVADA, te lo pediría—sentenció la Hokage poniendo a su amigo en su lugar—. Y por cierto, no eres quién para hablar después de la escena que causaste con Lady Oboro...—su última acusación encendió de rojo el rostro del Sabio
— ¡¿Por qué tienes que dar un golpe tan bajo así, Tsunade?! —el hombre subió el tono de su voz de un modo casi cómico, acentuado por el hecho de que casi estaba chorreando sangre de su nariz ante la mención de la Señora del Este.
— ¡¿Por qué no sacaría el tema, si la que tuvo que dar la cara ante aquello fui yo?! —respondió equiparando el volumen de su voz al de él— ¡Tú querías que acepte el puesto en tu lugar! ¡¿O me equivoco?! ¡Entonces, déjame ejercer mi cargo y quédate al margen!
Las réplicas de la mujer sonaban más defensivas. Más incómodas de lo que esperaba. Jiraiya percibió esas emociones entre las palabras proferidas, y optó por intentar deshacer la situación que se estaba gestando entre ambos:
— ¡No te digo cómo ejercer tu cargo, mujer! Es un consejo de amigo. El cretino de Hanazono es una mala compañía. Indigno de tí.
— ¡¿Y qué es lo que sabes tú de lo que es, o no, digno de mí?!
Tsunade sonríe con un dejo de nostalgia al llegar a esa parte del relato.
—El seguir en contacto con Lord Hanazono no fue una decisión del todo agradable, más cuando complacerlo con sus pedidos comenzó a traerme problemas—suspira, aún con las palabras de Jiraiya grabadas a fuego en su mente—. Incluso Jiraiya manifestó su desacuerdo una vez, y tuvimos una discusión al respecto.
— ¿Jiraiya-sama? —parpadea Sakura— ¿Él no aprobaba lo suyo con Akira Hanazono?
—No, dijo que era un cretino indigno de mí—admite casi avergonzada de pintar a su viejo amigo de una manera tan positiva— ¿Y sabes algo? Tenía razón… en lo de que era un cretino, al menos.
En vez de reaccionar a las palabras con palabras, Sakura se inclina sobre el escritorio para apoyar su rostro entre sus palmas, sumamente atenta. Su plato de caldo yace vacío a su lado, lo mismo que el pote de yogurt.
La extraña y entrañable escena, comprendida por la maestra rememorando con ayuda de la bebida y la alumna escuchando sus experiencias, parece desaparecer en el relato cada vez que Tsunade lo retoma. Si bien la Sannin decide reservarse ciertos detalles para sí, se siente bien por fin poder compartir esto tras tantos días de guardarse las tensiones dentro.
La siguiente vez que los amantes se encontraron, tal y como Akira había sugerido en sus cartas, había sido en la casa de veraneo del señor.
En los días que siguieron al fracaso de la misión de rescate de Sasuke, y la casi muerte del equipo de Shikamaru allí afuera, era difícil encontrar el ánimo para hacer otra cosa que no sea preocuparse. Eso por no mencionar la circunstancia de la tardía llegada de Kakashi a la hora de intervenir en la batalla entre sus dos alumnos. La Hokage había hecho su parte en impedir que el equipo muriera por sus heridas de batalla. Ahora todos descansaban en camas de hospital, recuperándose bajo el cuidado del propio Shikamaru.
Tsunade se entrevistó con Gaara y sus hermanos para recibir un reporte temprano de los hechos. El joven Nara no estaba en el estado mental para hacerlo por sí mismo.
—Esto es un desastre—dijo la mujer recargada contra la ventana de su despacho, con botella de sake en mano. Era tarde en la noche. A diario le llevaban informes médicos de la evolución de los cinco ninjas heridos. Sólo por preocupación y culpabilidad, necesitaba hacerles seguimiento, aunque sabía que sólo requerían descanso y dejar que las heridas terminaran de cicatrizar por sí mismas.
Jiraiya estaba a su lado, en silencio, con la decencia de no complicar más el trato entre ambos luego de lo ocurrido.
—Hiciste lo que podías, con lo que tenías a mano—sonrió su amigo—. Incluso aceptaste la ayuda de quienes hace unos pocos meses participaron en un intento de golpe a Konoha, y probaron ser útiles para la misión. Cualquier otro Kage los hubiera encarcelado a la primera. De verdad, los chicos no podrían haber salido mejor parados.
—Perdí el último Sharingan de la aldea… Al último Uchiha de la aldea—continuó recriminándose a sí misma, casi sin oír las palabras de su amigo.
—Por ahora. También ganaste aliados poderosos. Salvaste de ser lisiado de por vida a un prodigio del taijutsu, y sin duda ganaste un líder valioso en el joven Nara—reconoció el Sabio—. Hablando de eso, me llevaré a Naruto para entrenar ni bien se recupere. Fue decisión suya, sólo te lo estoy reportando.
—No me dejes detenerte, entonces—rió contrariada, con otro sorbo de alcohol.
—Tú también necesitas un descanso—señaló Jiraiya, mirando con desaprobación la botella de alcohol, y, seguido a eso, suspiró—. Dime… ¿El cretino de Ya-Sabes-Quién no piensa asumir responsabilidad por quedarse con Kakashi justo cuando más lo necesitabas y compensarte de alguna forma?
—Tengo su invitación para ir a su casa de veraneo, pero no sé. No se siente correcto.
—Los chicos están bien. Tienen a Shizune para cuidarlos. Mira, sé que dije que él no me gusta, pero… si consigue distraerte para que dejes de beber, al menos por un par de días, me alcanza—dijo el Sabio casi contra su voluntad, anteponiendo la entereza mental de Tsunade por sobre su mal presentimiento—. Ve y diviértete, anda. Y pídele, si tiene, alguna foto de los pechos de Obo-
Aún ebria, Tsunade le pegó un puñetazo en la cara antes de que terminara la oración.
—Es gracioso—sonríe Sakura de repente, captando la atención de su maestra tras relatar lo acontecido aquella noche—. Yo estaba allí esa misma noche, caminando hacia su despacho… Iba a pedirle que me entrenara, pero, a último momento, me arrepentí y regresé a mi casa…
Tsunade sonríe, y acto seguido suelta una carcajada enternecida.
—Cuénteme entonces, qué pasó después…
La bienvenida del señor fue apasionada como siempre. Era la primera vez que Tsunade visitaba ese sitio, y también era la primera vez en un tiempo que viajaba a solas, sin su escolta. Al bajar del carruaje, el señor la estrechó en sus brazos y la besó con la fogosidad que lo caracterizaba. No fue hasta que el hechizo magnético de su tacto se rompió que la mujer sintió un espectador indeseado. Al mirar hacia la quinta, vio que allí, parado frente a una ventana del primer piso, estaba un niño mirando la escena. Un Seiichi Hanazono, de unos diez años, acababa de ver a su padre demostrando afecto por otra mujer.
Aquello fue suficiente para que se molestara con Akira.
—No me dijiste que tu hijo iba a estar aquí—le reprochó mientras su rostro seguía sujeto por las manos de su amante.
— ¿Oh? —el señor apenas se giró un segundo para ver al espectador a lo lejos—No te preocupes por él. Seiichi es un niño más que inteligente para su edad, lo suficientemente instruido como para entender que la función del matrimonio es política, una carta de presentación para la nobleza, y que lo genuino se puede encontrar por fuera de él, pero es mi heredero. Desde que cumplió los diez años, me acompaña en mis viajes. Mi casa es muy grande, ten por seguro que no nos molestará.
Algo en sus palabras no le gustó del todo, o quizás fue lo mucho que ese niño y su expresión de confusión en la lejanía le hacían acordar a su hermano Nawaki. Quizá fue la manera en que el noble hablaba del niño...
La cena aquella primera noche fue incómoda. El muy idiota de su amante la quería usando un vestido revelador para el evento, que escondiera todo y a la vez no ocultara nada, para su disfrute personal, pero ella se negó.
—No voy a vestirme así delante de tu hijo, ¿En qué estás pensando? ¿Falla algo en tu cabeza? —espetó intransigente.
—No planeaba cenar con Seiichi presente—intentó apaciguarla con su sonrisa arrogante—. Iba a ordenar que nos trajeran la comida aquí en mis estancias personales.
—Eso es igual de grosero. Es la primera vez que vengo aquí, y me presento ante él, ¿Y lo ignoro por completo cuando él también es mi anfitrión? Tu cena íntima puede esperar. Estaré aquí por cinco días.
El enojo y decepción contenidas se manifestaron en los ojos claros de Akira, pero la mujer no cedió. Después, ella tuvo que verse en la incómoda situación de apaciguar el mal humor de su amante, ya sentados a la mesa, Lord Hanazono en la cabecera.
—Seiichi, siéntate bien, ¿Qué eres, un vulgar aprendiz de panadero? —espetó el Lord cuando el niño sentado a su lado se reclinó hacia adelante para sorber un bocado grande de espagueti— Estás sentado junto a la Hokage, ¿Quieres avergonzarme delante de ella?
—Lo siento, papá—se disculpó el niño casi sin exhibir emoción.
—Todo es culpa de su madre, ¿Ves? —sonrió el hombre en un intento de ser galante ante su amante sentada del lado opuesto al niño—. Es una insoportable que insiste en dejarlo juntarse con los hijos de los sirvientes. Adquiere los malos modales de ellos.
En vez de responder con palabras, Tsunade imitó el gesto del niño y se inclinó hacia adelante, sorbiendo el fideo de manera "maleducada" para hacerlo reír. No lo consiguió, Seiichi sólo bajó la mirada avergonzado.
—Qué hacer contigo...—dijo Akira Hanazono limpiando la boca de la mujer con una servilleta, dejando luego su mano sobre su barbilla de un modo muy implicador—. Quizás tenga que disciplinarte a ti también.
El gesto juguetón de Tsunade se tornó en incomodidad cuando el señor buscó robarle un beso, y ella apartó el rostro con suavidad.
—Cuida esos modales tú también, mi señor—lo regañó ella, antes de posar su mirada en el chiquillo frente a ella. El niño bajó sus ojos claros al plato cuando fue captado mirándola—. Yo creo que eres un niño muy educado para tu edad, pequeño Seiichi. ¿Sabes? Mi abuelo ya me había enseñado a apostar cuando tenía la mitad de tu edad.
El rostro del niño se iluminó cuando Tsunade mencionó al Primer Hokage, y la miró ansioso por otra historia acerca de Hashirama Senju. En su estupor, volcó el jugo de su vaso sobre el mantel. El jugo manchó la manga de la camisa blanca de su padre.
— ¡Mira lo que haces! ¡Tú… —encolerizado, Lord Hanazono echó la silla atrás para apartarse del líquido que goteaba por la mesa. Su hijo se encogió de miedo ante la reacción, y el corazón de Tsunade subió hasta su garganta.
—Lo siento, papá—dijo con tono neutro, aún cuando su cuerpo temblaba de miedo.
El padre se paró detrás de la silla de su hijo, apoyando las manos sobre los hombros infantiles.
—Quédate quieto, sé un hombre—le susurró.
Seiichi se quedó duro como una piedra ante el contacto. Si bien el Lord no estaba ejerciendo presión significativa sobre el pequeño, la kunoichi allí presente pasó suficiente tiempo en hospitales como para reconocer la diferencia entre un rostro que tenía miedo y uno que demostraba dolor genuino. Algo ahí estaba mal.
Tsunade se puso en pie de un brinco e impidió que el castigo se llevara a cabo, agarrando el brazo del hombre con su fuerza sobrehumana.
— ¿Qué haces, mujer? —preguntó su amante con la mandíbula apretada, y la incredulidad apoderándose de sus facciones.
— ¿Estás loco? ¿Castigar a un niño por un error así de minúsculo?
—Me puso en ridículo. Es mi deber aleccionarlo.
— ¡No! ¡Y si te atreves a tocarlo, te quebraré la mano! —amenazó tajante, presionando lo suficiente como para que su agarre doliera.
Aquello divirtió al Lord.
— ¿Quebrarme?¿Tú? ¿Vas a sacrificar tu aldea por un par de marcas en mi rebelde hijo?
Esa amenaza era demasiado irrealista para que Tsunade la tomase en serio. Fue tan exagerada y estúpida que el sólo oírla la confundió por un instante.
—No...—susurró el pequeño, agarrando la mano de Tsunade con ojos suplicantes—. Por favor, no. No lo haga, señora. Hashirama-sama no querría que mi papá destruya su aldea.
"Por supuesto… Era un mensaje para el niño."
A ojos del infante, su padre debía de verse como alguien omnipotente...
Algo en la inocencia de Seiichi la calmó y soltó la mano del Lord, y justo entonces arribaron los sirvientes. Hanazono los detuvo de limpiar el desastre, y también detuvo a Tsunade de comenzar a hacerlo ella misma.
—Que lo haga él, ese será su castigo.
Eso era una reprimenda más acorde al error del niño, pero si esa fuera la clase de padre que Akira era en su cotidianeidad, ella no habría visto dolor en las facciones del pequeño. Cuando Seiichi se agachó para limpiar, el ángulo permitió a Tsunade observar mejor sus movimientos, la rigidez y cansancio con la cual se movían su cuello y hombros.
Por lo que pudo sospechar, la espalda y hombros del niño debían de estar cubiertos de hematomas.
Cuando el niño se marchó a la cocina un momento, Tsunade abofeteó a su amante.
Lord Hanazono recibió la magulladura y sonrió como si esto fuese solo otro de sus juegos de cama.
—Sé lo que le estás haciendo a tu hijo—declaró la Sannin con disgusto en su tono.
—Nada comparado con lo que tú haces pasar a los niños en Konoha, cuando los lanzas en el bosque de la muerte para que se maten entre sí. La disciplina es lo que forja el carácter—replicó el noble.
Su lengua era tan afilada como certera. No estaba equivocado sobre los métodos del sistema para formar a los ninjas desde que eran niños… pero, aún así… Seiichi no era un shinobi… era un civil.
—Deja de ser abusivo con tu hijo.
—Me gustan las mujeres que ruegan—respondió él como si aquello le hiciera gracia.
Ella lo volvió a abofetear, esta vez en la otra mejilla.
—Para con eso—dijo el Lord volviéndose a ella, ahora con sus dos mejillas enrojecidas, pero su expresión no denotaba dolor.
—Para de ser un imbécil primero.
— ¿Cuáles son las palabras mágicas?
La tercera bofetada no llegó, el Lord la detuvo en el aire. Confiado de que ella nunca usaría la suficiente fuerza para lastimarlo de verdad, agarró su muñeca con firmeza y comenzó a caminar hacia ella, con Tsunade retrocediendo a su vez, ambos alejándose de la mesa y de la vista de quién ingresara en la habitación.
—Esos golpes te van a costar caro, mi señora.
— ¿Puedes dejar de calentarte conmigo y enfocarte en tu maldito hijo por un momento? ¡Estamos discutiendo lo mal padre que eres con él! —espetó casi susurrando, tirando del brazo que él tenía agarrado.
Soltarse del agarre fue una peor idea, porque él se lo cobró tomándola del cuello y empujándola contra la pared.
—Insolente, ¿Se te subió el juego a la cabeza?¿Quieres que te recuerde quién soy? —ella estaba furiosa. El hombre frente a ella le impedía saber si el chico estaba o no detrás de ellos.
—No. Quiero que pidas las cosas como corresponde—dijo sin inmutarse ante la gravedad de la amenaza—. Quiero que me compenses por el mal momento.
— ¡Quítame las manos de encima, cretino imbécil! —gritó empujándolo con más fuerza de la que esperaba.
El señor feudal salió disparado hasta chocar contra los muebles, y, más específicamente, contra los objetos de cristal y cerámica que había sobre los estantes.
Cuando Tsunade cayó en cuenta de lo que había hecho, se llevó una mano al rostro sorprendida por su momentánea falta de control. Su instinto la llevó a olvidar que estaba delante de un hombre común y corriente. De repente, la vista de la ropa ensangrentada frente a ella fue el vívido recordatorio que hizo ver a Hanazono como un hombre frágil, roto, contrito.
—Mi… Mi señor...—dijo saliendo del shock para abalanzarse hacia adelante, agachándose frente a él para asistirlo de inmediato.
Algo en la manera en la que ella terminó arrodillada ante él, revisando sus heridas, hizo que el Lord riera con mucho esfuerzo, y luego se quebrara en lágrimas.
—Perdóname, mi señora… Fui un imbécil poco hombre—lloró mientras Tsunade arrancaba los pedazos de vidrio clavados en su piel, antes de aplicar su técnica curativa—. Sé que te debo una disculpa… Soy responsable de que Sasuke Uchiha se escapara de la aldea. Si el Ninja Copia no hubiera estado conmigo, quizás…
Ni una de sus palabras era honesta. En aquel momento, Tsunade estaba tan preocupada por haberlo dañado más allá de lo reparable, que no le prestó atención a sus dichos. En retrospectiva, luego pudo reconocer que esto no era nada más que otro papel a interpretar.
— ¡Papá! —gritó el niño, apareciendo oportunamente en el comedor luego de oír el estruendo de vidrio y cerámica rompiéndose.
Lord Hanazono estiró el brazo tembloroso hacia su hijo, y el niño acudió corriendo a su abrazo.
—Perdóname, hijo… Te amo, ¿lo sabes? —sonrió entre lágrimas contra el hombro de Seiichi, mientras lo estrechaba con fuerza contra él—. Papá es un idiota descerebrado. Siempre intentando mantener el legado del abuelo, sin pensar en tus sentimientos. Pero sólo quiero lo mejor para ti, porque tú eres lo más importante que tengo, y jamás tendré.
Más palabras que sonaban demasiado teatrales a oídos de Tsunade… pero lo único que importaba era que esas disculpas eran un mejor trato para con el niño que la alternativa.
— ¿No destruirás Konoha? ¿Pase lo que pase? —fue lo único que preguntó el niño, aún inocente del mundo en el que su padre se movía.
—No, hijo. Nunca.
Sin lugar a dudas, el señor de la casa sabía cómo mantener el control de su entorno. Había provocado a su aguerrida amante hasta el golpe, para así crear una escena que lo hiciera quedar bien ante su hijo. En ese momento, la Hokage se sentía demasiado responsable por la pérdida de control como para mirar desde otro lado las cosas. No fue hasta después que la distancia y la perspectiva la hicieron comprender la profundidad con la cual el señor feudal se movía en su juego.
El Lord consintió que el pequeño Seiichi comiera el resto de su cena en su recámara, con postre incluido. Y le dio un beso de las buenas noches, prometiéndole que estaría bien en manos de Tsunade. El niño asintió y se despidió con una sonrisa cuando la legendaria kunoichi le dio un beso en la frente, y prometió subir a chequearlo en un rato. La sonrisa sincera de Seiichi ante su promesa le ablandó el corazón lo suficiente como para apaciguar su ánimo.
—Mi señora, no te merezco—dijo Akira una vez que se encontraron a solas en el living, no muy lejos del lugar de los acontecimientos. El hombre permaneció cabizbajo y quieto en su sitio sobre el mullido sofá mientras era atendido. Aún se veía deshecho y sin mucho aliento, pese a que las heridas se estaban cerrando gracias al ninjutsu médico—. Una mujer como tú, tan única, que cuida de mí incluso luego de que yo…
—Basta. No quiero disculpas, no hacia mi. No tengo interés en las palabras—lo interrumpió Tsunade secamente, ignorando esas lágrimas de cocodrilo luego de la impresión inicial—. Trata bien a Seiichi, y estaremos bien, pero maltrátalo de nuevo y verás como te patearé el trasero hasta la muerte.
El señor se llevó una mano a la cara, cubriendo sus ojos de la médica. Estoico, asintió sin palabras, con un movimiento de la cabeza.
—Tienes mi palabra—respondió con la compostura recobrada, y se quedó en silencio otros dos minutos más. Sólo dos—. Dioses, no pensé que encontraría tan atractiva una mujer que pudiera matarme de un simple empujón fuerte.
De repente, su mano bajó de su rostro y no había más lágrimas ni pena. En su lugar, había una sonrisa ambiciosa. Aún con las heridas medio abiertas, y con la ropa toda ensangrentada, el señor la envolvió en sus brazos, buscando su boca con un ansia animal.
— ¿Qué haces, idiota? —gimió la mujer, no deteniendo sus avances de ninguna manera.
Ella había venido a visitarlo para "distraerse" de todos modos… Y, al menos en esto, el hombre sabía lo que hacía.
En aquellos tiempos, esa línea de pensamiento era lo que mantenía estas precarias interacciones funcionales.
"Nada de esto es serio." "Solo es diversión" "¿Cuál es el punto de tolerarlo, si no va a terminar en la cama?"
—Te deseo. Te deseo mucho. Quiero que seas mía. Te amo—susurró sin aliento antes de besarla de manera febril y dejarse caer junto a ella sobre el sofá.
Aquello fue desenfrenado y apasionado, pero, pasado el clímax del encuentro, Tsunade se sintió culpable por entregarse a él en medio de semejante locura. Algo en eso no estaba bien. Pese a que el sexo había sido bueno, excelente, y el señor la colmó de besos y caricias al terminar, incluso llevándola en brazos a sus aposentos, la mujer estaba demasiado inquieta para dormir a su lado; incluso luego de que terminó de curarlo y ambos tomaron un baño juntos.
Lord Hanazono se durmió y ella simplemente se puso un yukata alrededor del camisón y se escapó de la habitación en silencio.
Seiichi se despertó de su estado de ensueño ante el toque de su puerta. Su rostro adormilado se iluminó al ver a la Hokage del otro lado, caminando a través del umbral hasta sentarse junto a su cama. Sólo la luz del velador estaba encendida entre ellos.
— ¿Cómo estás? —preguntó con tono maternal al niño.
—Bien.
— ¿Quieres hablar al respecto? Pasaste un momento aterrador ahí abajo.
El pequeño Lord negó con la cabeza tranquilamente.
—Papá se pone así a veces, ya me acostumbré. Sólo me alejo de él el mayor tiempo posible. Es fácil cuando estamos los dos solos, pero ahora está usted y… bueno…
Tsunade acaricia el cabello rubio despeinado de Seiichi, bajando su caricia hasta su mejilla redonda, infantil.
—Déjame ver tus hombros.
El niño titubeó, pero obedeció, abriéndose un poco el pijama y dejando que se viera la porción superior de su torso. Tsunade ahí pudo comprobar que, en efecto, toda el área estaba cubierta de moretones. Algunos estaban muy difuminados, otros en tono amarillo rabioso, pero había dos o tres recientes, que se veían dolorosos. Activando su chakra curativo, ella tocó al niño con delicadeza. Seiichi miró el resplandor verde con curiosidad, y la sensación agradable y cálida del tratamiento no tardó en convertirse en admiración.
— ¿Hace esto a menudo? —preguntó la mujer, borrando las marcas poco a poco, no por nada era la mejor médica del mundo.
—Antes, antes de que aprendiera a alejarme de él para no molestarlo.
Tsunade frunció el ceño.
—Eso no está bien. No debería hacerte esto—dijo con tono maternal—. Ya lo hablé con él. Me prometió que te dejaría en paz, pero no confío en su palabra. Por eso, necesito que este sea nuestro pequeño secreto. Si alguna vez vuelve a lastimarte así, dímelo. Y se las verá conmigo.
El resto de sus días allí, pasaron sin eventos significativos. Cetrería, paseos a caballo, nadar en la piscina, ver las luciérnagas al anochecer, fueron algunas de las actividades recreativas que el lord puso a su disposición. Hanazono incluso hizo el esfuerzo de comer junto a su hijo en la mesa en los horarios correspondientes, a costa de ignorarlo. No fue tan difícil tampoco, considerando que el niño, ahora acostumbrado a la presencia de Tsunade allí, había hecho gala de un talento casi ninja al momento de pretender que no existía.
En contraposición a esto, Tsunade visitó muchas veces al niño luego de que el señor cayera dormido tras una sesión de sus juegos. Seiichi la esperaba sentado en su cama, ansioso y con la mirada ilusionada de un joven inocente que soñaba con los héroes de las leyendas. Ella le contó anécdotas e historias de su abuelo, el primer Hokage, de su tío abuelo, el segundo Hokage, de su maestro Hiruzen, de Minato, y, también, le contó sobre la vez que Jiraiya, Orochimaru y ella lucharon contra Salamandra Hanzo y se ganaron el título de Sannin legendarios. Seiichi amaba todas y cada una de esas historias.
Además, ambos armaron un sistema propio de comunicación vía cartas. Sería su pequeño secreto para comunicarse por correspondencia dado el caso, sin que su padre lo supiera. La Hokage terminó disfrutando más de esto que de las atenciones de su Lord.
De alguna manera, su amante le hizo saber su frustración durante su última noche en la casa de veraneo. Cuando ella había vuelto a su lecho compartido luego de un rato, el señor no estaba dormido. No le dio tiempo de apagar la luz del velador para cuando él se había subido encima de ella.
— ¿Me esperaste despierto? —rió por los intentos del posesivo señor de impresionarla. Sin moverse de abajo de él, recibió tan curiosa como expectante sus caricias.
— ¿Si mi hijo puede robarte tiempo para que seas poco más que su niñera, por qué no puedo yo? —se quejó sin aliento, frotándose contra ella. El hombre siempre supo cual era carta fuerte y cuando jugarla—. Puedo hacerte feliz, hacerte olvidar de este condenado mundo como nadie más.
—No conseguirás hacerme rogar, mi señor—se divirtió poniéndole el dedo en la llaga, apretando sus piernas cuando lo sintió adentrándose en sus aguas, el látex interponiéndose entre ellos y quemándola a medida que lo apretaba alrededor de ella con sus movimientos—. Pero me divierte que sigas intentándolo.
Todavía estaban medio vestidos cuando el juego estaba llegando a su clímax, pero el señor no había terminado con su charla.
—Ese amor que mencionaste en la gala… ¿Cómo se llamaba? —preguntó entre jadeos, aún moviéndose dentro de ella, pero reduciendo el ritmo, privándola de aquello que ansiaba.
La mirada de disgusto contenido que Tsunade le dedicó lo complació profundamente. Por supuesto que él había esperado tenerla en una situación así de comprometida para sacar el tema. Rehuir de la conversación en ese momento resultaba en especial complicado.
—Ni sueñes con que responda esa pregunta—negó la mujer cerrando sus ojos.
—Oh, entonces me detendré ahora mismo, y tendrás que rogarme con todo lo que tienes para seguir—las caderas del lord se detuvieron al instante, su ego era casi palpable en este momento—. A no ser… que me hagas el favor de saciar mi curiosidad.
— ¿Para qué quieres saber eso? —se quejó molesta—. No somos nada, y no vamos a ser nada. Ya te lo dije.
—Abre tu corazón conmigo, Tsunade—pidió con voz seductora, y una sonrisa falsa que la mujer encontró tan egocéntrica como provocadora— ¿Qué hay de malo en querer conocer mejor a mi amante?
—Por favor, dame duro—expresó casi contra su voluntad, sin ceder ante la manipulación.
— ¿A eso llamas rogar? —se burló tomándola del mentón—. Quiero oír lo desesperada que estás por mí.
Muchos detalles de estos días no son conocimiento que Sakura necesite saber, ni Tsunade desee contar. Existen tales cosas como las vergüenzas personales después de todo.
Aún así, la joven alumna se encuentra escuchando una historia que jamás hubiera imaginado, en un detalle que no hubiese esperado obtener.
Lord Hanazono está muerto, su amante está haciendo duelo, y el alcohol permite que la historia prosiga.
—Luego de esas épocas... Creo que viene un momento que sí recuerdas—rememora la líder de la aldea en tiempo presente, conectando con la mirada de su alumna. Los ojos verdes de Sakura siguen atentamente su relato, sin intención de interrumpirla, aunque sí que sonríe ante el evento que sabe que la involucra—. Cuando regresé a la aldea, y cuando me pediste formalmente que fuera tu maestra. Aunque, debo decir, que el regreso en sí no fue como lo esperaba. Akira insistió en llevarme en su carruaje, pese a que le insistí que no era necesario y que sólo comprometería nuestro secreto. Seiichi quería venir también, pero su padre se lo prohibió.
—No somos, ni seremos nada ¿No fueron esas tus palabras, mi señora? —recitó el noble invitándole a subir a su carruaje con una sonrisa sobradora— ¿De qué tienes tanto miedo, entonces?
—Olvídalo, ya ganaste. Ya accedí a tus caprichos—resopló la rubia con una molestia casi propia de una adolescente.
Seiichi los miraba desde atrás junto a sus tutores, más los criados, guardias y mozos de cuadras de la casa. El niño tenía un gesto de añoranza y pena en su semblante por la partida de la Hokage, que se sentía en confianza de manifestar ahora que su padre estaba lejos y distraído en su otra tarea. Tsunade se había despedido de él amistosamente, con un abrazo y un beso en la frente, prometiendo que no sería la última vez que se verían. En secreto, le guiñó un ojo, dándole a entender al pequeño Lord que podría escribirle, gracias al lenguaje en códigos que habían desarrollado.
El viaje fue corto. Después de todo, la casa de veraneo no estaba lejos de la aldea. De todos modos, ambos pernoctaron en un hospedaje de paso, de esos que frecuentaba Hanazono en sus viajes. Allí, su amante volvió a intentar que le hablara de Dan, pero ella volvió a negarse.
Al día siguiente, pasado el mediodía, el carruaje se paró entre los árboles, lejos de las puertas de Konoha. Tsunade no estaba dispuesta a hacer una entrada que llamara la atención, pero no pudo impedir que su amante la acompañara a pie. Al menos, el lord tuvo la decencia de vestir de manera no presuntuosa: una simple camisa y un pantalón negro, envuelto dentro de unas botas cómodas de viaje. Él también se echó una capa negra sobre los hombros, con su capucha tapando su cabello rubio cenizo.
—Dí lo que quieras, pero esto es igual que cuando me colé en tu habitación de hotel durante nuestra primera noche juntos—señaló el señor en un tono engreído—. Es otro juego más.
—Estás acumulando una cantidad innombrable de deudas conmigo, sólo para que lo sepas—refunfuñó Tsunade al andar por el sendero de tierra—. Vas a cederme parte de tu fortuna familiar para un año entero de apuestas en pago por todo esto.
Sea lo que fuera que Akira respondió, ella no le prestó atención. En su lugar, sus sentidos captaron una presencia indeseada en aquel momento. Allí parado, descansando contra una de las puertas de la aldea, estaba Jiraiya.
"¿No se fue todavía?" Se preguntó escondiendo su inquietud de inmediato. El Sabio de los Sapos no necesitaba alzar la cabeza en su dirección para ver quienes se aproximaban, y su ceño fruncido era la única prueba que necesitaba.
—Oh, mira quién tenemos aquí. El mundo es un sitio pequeño—dijo su amigo y ex-compañero de equipo incorporándose cuando el par avanzó hacia él.
— ¿No te habías ido? —preguntó Tsunade dirigiéndole una mirada asesina por el rabillo del ojo. De verdad, la coincidencia había sido endemoniadamente mala.
—Estoy en eso. Estoy esperando al mocoso cabeza hueca ahora mismo. No tendría sentido irme sin él—sonrió Jiraiya con cautela—. Lo que no entiendo es qué hace él aquí.
—Creo que tú más que nadie sabes bien qué hago aquí—respondió su amante encapuchado al instante, levantando su mirada ensombrecida de halcón para posarla sobre el ermitaño pervertido—, Jiraiya-sama.
—Perdona mi falta de modales, pero si me refiero a tí de la manera apropiada, sé que ella me matará aquí mismo—continuó desafiante, con los brazos cruzados contra su pecho. Jiraiya no necesitaba bajar sus ojos a la Princesa de las Babosas para saber que cualquier referencia en voz alta que diera pista de la alta cuna de su acompañante le costaría unas cuantas costillas rotas—. No tienes ni idea de cuánto me molesta tener que hablarte sin cortesías.
—Qué astuta observación—lo felicitó Hanazono de modo burlón—. Supongo que el riesgo de espiar a las mujeres en el baño requiere de un poco de esa habilidad, luego de tantas palizas y escarmientos.
— ¿Esto es en serio? —suspiró la mujer llevándose la mano a la sien. De repente, la tensión entre ambos hombres era casi palpable—. Los dos, compórtense. No voy a dejar que me involucren en un escarnio público.
—Eso. Ten cuidado hacia donde miras, Jiraiya—prosiguió el lord, dirigiéndose al Sabio—. Tsunade es mi mujer, así que mantén tu perversión lejos de ella.
Tsunade le dio un golpe suave, pero agresivo, en el pecho a su amante en respuesta.
— ¡Dije que te comportes! ¿Y qué es eso de hablar de mí como si no estuviera presente?
—Y yo que estaba pensando en darte una oportunidad—repuso el Sabio sin perder la confianza en su porte, casi que no le tomó esfuerzo el ignorar la solicitud de su amiga—. ¿En serio eres tan inseguro respecto a lo que tienes con ella? ¿O es mi sola presencia la que te pone así de nervioso?
— ¡Ja! ¿Por qué tendría que sentirme nervioso respecto a ti? —rió el lord, despectivo—. Yo soy el que la estrecha entre sus brazos por la noche. Yo soy el que tiene lo que tú no puedes tener.
Las palabras del señor feudal eran tan exageradas que era difícil distinguir si eso era un intento de proteger su ego, o de poner a la dama legendaria en una posición vergonzosa.
—Ese es el único mérito real que tienes en tu vida. Al menos, el único del que puedes tomar autoría. Bueno, ese y ser una serpiente rastrera que vive a la sombra de su abuelo. Diablos, hasta diría que Orochimaru es sólo una víbora del maíz comparado contigo.
El comentario de Jiraiya no le gustó al Señor del Sur, y la mirada que le sostuvo al Sabio implicaba que lo estaba considerando una amenaza real.
— ¿Toqué un nervio? Discúlpame, mis viajes me llevan a lugares demasiado extraños a veces. Más de una vez me enteré de rumores desafortunados—rió el ermitaño—. Habladurías, la mayoría. En este caso, el chisme de que tú eres el Lord de las Serpientes. Duermes con serpientes, haces negocios con serpientes, te bañas con serpientes y haces cosas indebidas con serpientes. Tsunade, debes tener cuidado cuando estés cerca de él, no vaya a ser que uno de esos chismes sea cierto, y una serpiente salga de su cama para morderte en una de estas noches.
—Nada más que malas lenguas—comentó el Lord con el porte engreído recobrado—. No como lo que se rumorea sobre ti, de seguro. Hay quien dice que tu mala suerte con las mujeres te llevó a intimar con tus amados sapos. Es más, hasta me atrevería a decir que tu vida en sí es un fracaso más grande. ¿Cuál fue tu gran logro luego de obtener el título de Sannin? ¿Fallar en detener a Orochimaru de dejar la aldea? ¿Quedar en ridículo al cortejar a mi mujer? ¿Ser un mentor mediocre para el Cuarto? ¿Decepcionar a Hiruzen?
— ¿Van a seguir ignorándome, con tal de estar midiéndose entre ustedes hasta mañana? —espetó la Hokage, cansada de intentar mediar entre ambos—. En ese caso, me despido aquí.
Lord Hanazono frunció el ceño y la tomó del brazo para atraerla hacia él, pero ella lo abofeteó al instante. El hombre rió con la cabeza ladeada.
—Mira lo que haces, inútil. Hiciste enojar a mi mujer—dijo volviendo a clavar su mirada penetrante en Jiraiya—. Pensaré en esta ofensa cuando la tenga debajo de mí.
— ¿Así es como tú tratas a tus mujeres? ¿Poniéndoles una correa en el cuello, pretendiendo que te obedezcan como perros? No me extraña que por eso tu esposa se cansara de ti y pateara tu trasero lejos de su cama—se burló Jiraiya mientras ella sólo se alejaba. Que se pelearan todo lo que quisieran, ya no era asunto suyo—. Tsunade no se lleva bien con las ataduras. En el momento que menos te lo esperes, se sacará el collar y lo usará para castrarte.
—Mi querido "Sabio"—el lord pronunció el título con burla—. Sólo estoy siendo generoso, compartiendo un poco de verdadera sabiduría contigo. Pero debí suponer que tu mente era demasiado básica y elemental como para comprender siquiera como tratar a una mujer de carácter como ella. Por supuesto que tú no podrías con ella. Es demasiado mujer para ti.
La Princesa de las Babosas se alejó del par de ruidosos sin reparar en ninguno de ellos. Los dos estaban actuando de manera similar en su idiotez. Tanto el ninja legendario como el poderoso señor feudal parecían niños peleando por un juguete. A primera vista uno podría creer que peleaban por ella, pero en realidad lo hacían por orgullo.
De todos modos, cuando ya estaba lo suficientemente lejos como para no escuchar nada, debido en parte al movimiento de la gente alrededor, Tsunade volteó una última vez hacia ellos. Jiraiya tuvo que haberle dicho algo a Lord Hanazono que hiriera especialmente su orgullo. Porque la cara con la que su amante miraba al Sabio era un paso más allá de la ira o la sorpresa. Estaba furioso, con los dientes apretados y los ojos clavados en el ninja como si fueran dos puñales afilados.
— ¿Qué fue lo que Jiraiya-sama le dijo al Lord? —pregunta Sakura con gran interés en la reacción descrita— ¿Alguna vez se lo preguntó?
—Sí, en uno de los mensajes que intercambiamos en los dos años que estuvo cuidando de Naruto. No quería hacerlo, pero esas palabras se le habían subido a la cabeza a Hanazono de un modo que terminó complicándome la vida—asiente la mujer. Su ceño fruncido basta para dar a entender que recordar aquello no le gusta—. Según Jiraiya, cito: "Tú nunca serás Dan".
Sakura parpadea sintiéndose impactada. Sin duda puede imaginarse lo que ocurrió a partir de allí.
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Un día después de su regreso a la aldea, Tsunade ya tenía otra cosa en la que mantener ocupada su mente. Sakura se había presentado ante ella, envalentonada, ansiosa, contundente, pidiéndole que la tomara como alumna y la entrenara. Algo en ella le resultó familiar, su espíritu obstinado le recordó a ella misma a una edad más inocente y tierna.
El tiempo que comenzó a dedicar a la muchacha también la ayudó a poner un poco de orden a sus ideas. Después de todo, el último mes había sido una locura para ella.
—Delegaré en tí el revisar las misiones importantes de los señores, creo que puedo confiar en tu juicio a la hora de velar por el interés de la aldea, o rechazar aquello que genere tensiones políticas—ordenó a su fiel asistente Shizune. Podría dejar eso a su cargo en lo que tomaba la tarea de entrenar a Sakura cinco días a la semana—. Y también mi correspondencia personal, al menos los destinatarios de siempre.
— ¿Incluído él? —preguntó la mujer joven, ciertamente incómoda ante la idea de leer el cortejo del señor vía mensaje.
—Especialmente él—sonrió Tsunade con la picardía de un zorro—. Estoy enferma de los señores y su juego. Puedo prescindir del Señor del Sur por un tiempo. Y no te preocupes, el cruce que tuvo con Jiraiya ayer lo dejó bastante enojado. No estará de humor para escribir cosas embarazosas. Y, de todos modos, siempre puedes saltar al final de la carta ante la duda. Es un consejo que nunca falla.
—Quiero un aumento después de esto—dijo Shizune con los ojos cerrados en derrota.
—Vamos, no será tan malo.
Aún así, la carta del señor demoró en llegar. Los regalos también se detuvieron. Cuando Tsunade preguntó a su asistente, de manera general, si había algo que requiriera de su especial atención, Shizune negó con la cabeza.
—Vaya que me costó seguirle el ritmo al principio—comenta Sakura en el presente, recordando los duros golpes recibidos durante los primeros meses de su instrucción—. Pero sí que era necesario. Qué mejor manera de pulir mis reflejos para esquivar que cuando el riesgo de romper cada hueso de mi cuerpo es real y tajante.
La risa de su alumna le sonsaca una carcajada también a Tsunade.
—Sí, había mucho para trabajar. Pero, hey. ¿No dijo Kakashi que la vieja Chiyo quedó boquiabierta ante lo que hiciste en la Arena? Dejaste mi nombre en alto.
—Sí—sonríe Sakura, y la sonrisa queda en su rostro al dirigir sus pensamientos a ciertos asuntos derivados de Chiyo y la Arena— ¿Seiichi Hanazono le escribió?
—Sí.
Tsunade se sorprendió un poco cuando por fin Shizune la buscó en el campo de entrenamiento para entregarle una carta sellada, con un destinatario cuyo nombre no podía leer. Estaba en un lenguaje extraño, encriptado. La encripción no era especialmente fuerte. Solo una serie de claves para reemplazar ciertas letras. Lo suficientemente simple como para que un niño pueda aplicarlo, lo suficientemente complejo como para que su padre no pueda leerlo.
La mujer, sin embargo, podía leerlo perfectamente. Decía "Para Anémona". Sonrió al sujetar el mensaje en su mano libre. Ese era el apodo que Seiichi escogió para ella.
— ¿Puede leerlo? —preguntó Shizune curiosa.
—Sí. No te preocupes, es la carta de un amigo especial—dijo Tsunade con un aire de misterio, aunque juguetón—. Si recibes más de estas, traemelas de inmediato.
"Anémona:
¿Es esta dirección la correcta? Espero que sí. Me las arreglé para colar esta carta dentro de la correspondencia privada entre mi familia y la aldea.
No estaba seguro de escribirte tan rápido, pero de todos modos sentía que era correcto decirte que me encuentro bien. Estoy en casa, atendiendo mis clases privadas. Mi tutor de historia me regaña mucho por no prestar atención a la historia de mi familia. Dice que mi bisabuelo fue considerado un prócer para la nación, más que Hashirama-sama ¡¿Puedes creerlo?! ¡Si hay algo que quisiera ser cuando crezca, sería ser un héroe tan poderoso como Hashirama Senju y viajar por el mundo teniendo aventuras y ayudando a la gente! ¡Incluso podría tener un rival como Madara Uchiha y podríamos tener un combate legendario! ¿No sería genial?
En fin, te extraño, Anémona. Me divertí mucho con tus historias. Mi papá no está mucho en casa últimamente, pero actúa más distante con nosotros que de costumbre. ¿Ustedes se pelearon? Espero que no. ¿Cómo estás tú?
Espero algún día poder visitar Konoha.
Atentamente, El Rey de Bastos."
Sentada de regreso frente a su escritorio, Tsunade rió al ver la firma y recordó que le costó un poco convencerlo de no usar un apodo tan directo como "Príncipe Senju" o "Mokuton-san" para su correspondencia. Ella le dijo que buscara un sinónimo, algo relacionado con la madera pero lo suficientemente vago para no delatar su linaje noble.
Era tarde en la noche, pero la Quinta se sintió entusiasmada por responder de inmediato. La carta quedaría guardada allí, y por la mañana Shizune se encargaría de enviarla por correo.
"Rey de Bastos:
Gracias por escribirme. Tu carta llegó directamente a mis manos, tal y como lo planeaste. La vía es segura.
Me alegro de que estés bien. Siempre es gratificante ver que el héroe de leyendas que es Hashirama Senju inspira a los niños y jóvenes a tener grandes ambiciones para el futuro. Él también me inspiró a mí en su día, y a mi hermano pequeño. Mi hermano ya no está en este mundo, pero tú me recuerdas un poco a él, ¿Sabes? Tienes esa chispa especial dentro de tí. Eres un soñador. Nunca pierdas eso.
El mundo es un lugar despiadado, incluso para los niños. Puede llegar a ser muy cruel. Me quitó demasiado. Quizás a tu padre también, incluso cuando tiene un reino que gobernar y un pueblo que proteger, sigue siendo humano. Por eso lo difícil de su carácter. Quizá esto te ayude a comprenderlo un poco. Quizá no. Después de todo, puede ser un grandísimo idiota a veces, y tú no le debes nada. Tu futuro es sólo tuyo.
Yo también estoy bien. Estoy entrenando una muchacha igual de soñadora que tú, que quiere ser más fuerte. No puedo sino apegarme a todos los soñadores empedernidos que conozco, supongo. ¿Legado de Hashirama, quizás?
Espero que sigamos en contacto.
Atentamente, Anémona."
—Supongo que ahora, verla tan preocupada por Lord Seiichi en la ceremonia tiene todo el sentido del mundo—comenta Sakura enternecida—. En cierto modo, es adorable. Incluso si, en retrospectiva, Jiraiya-sama estaba en lo cierto sobre Lord Hanazono, el vínculo que creó con su hijo no puede ser algo malo, ¿Verdad?
—Estás en lo cierto. No me arrepiento de mi amistad con él. Ni podría hacerlo—asiente la Princesa de las Babosas—. De todos modos, el muy imbécil de su padre en algún momento sospechó que estábamos intercambiando cartas, mientras que era otra persona, y no yo, quien respondía a las suyas.
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—Tsunade-sama, hoy llegó la invitación de Lord Saito para la sesión extraordinaria del consejo. Se celebrará en la gran cámara del capitolio de Kanashima, el Feudo del Norte—informó Shizune temprano en el día. Quedaba poco más de una hora antes de que la Hokage saliera del despacho para ir a encontrarse con Sakura en el campo.
— ¿Hay alguna palabra de Lord Hanazono? —preguntó como de costumbre, ya extrañada de no tener noticias relevantes de su amante. Había pasado un tiempo considerable como para que su disgusto se calmara.
Shizune negó con la cabeza, pero de todos modos rebuscó entre los papeles sellados que cargaba entre manos, con la práctica propia de una secretaria. Quizá hubo algún mensaje que pasó por alto—. Lo único que recibí de él en estos dos meses y medio fueron peticiones de un equipo de ANBU para resguardar a su esposa en su viaje al Feudo del Oeste, un grupo de chunin para escoltar una caravana de provisiones, y un par de jounin para rastrear un noble menor perdido… Luego de eso, nada más.
—Qué extraño...—admitió Tsunade llevándose una mano a la barbilla distraída—. Y yo que pensaba que luego de un tiempo el muy idiota se habría calmado.
Seiichi la mantuvo informada de lo que ocurría dentro de la residencia Hanazono, y, a no ser que el niño fuera descubierto y estuviera siendo manipulado para mentir, cosa que ella no creía, todo estaba como de costumbre, salvo por el hecho de que el hombre estaba mucho más tiempo lejos de casa.
"¿Habrá encontrado otra amante?" El solo pensamiento activó algo posesivo dentro de ella y la enfureció. Empero, de inmediato se recordó que no eran nada, por lo que el señor no le debía exclusividad, ni ella a él. De todos modos, ¿Por qué tenía que ir a buscar placer en brazos de otra mujer? ¿Acaso ella no era lo suficientemente buena? ¿Le había mentido?
"¿Qué demonios estoy pensando? Si es obvio que esto es un juego y nada más. Dios, ¿Qué me pasa? ¿Por qué me estoy preguntando estas cosas como si fuera una puberta? ¿Acaso es esto lo que quieres, mi señor? ¿Que juguemos a la amante celosa y vaya a buscarte?"
— ¿Quizá está muy ocupado para asistir? —sugirió Shizune al verla tan contrariada, tan perdida en sus pensamientos de repente, pero de inmediato se sobresaltó ante lo ambiguo de sus propias palabras—. Quiero decir, con reuniones diplomáticas, o está de viaje en otro país, o está enfermo, o…
—No tiene importancia—la cortó la mujer rubia con un gesto de su mano—. De todos modos, tengo que irme ya, Sakura me espera. Haz los preparativos necesarios para el hablaré después.
Una vez que estuvo presente en el capitolio del distinguido y serio Señor del Norte, su pecho se agitó ansioso. Mientras ocupaba su asiento dentro de la gran cámara circular, vio sentado a lo lejos a su amante. La mesa que compartían con el resto de mandatarios era grande y larga, y eso sólo hizo más evidente que Hanazono la estaba ignorando. Sus ojos de halcón no la buscaron entre los presentes como había hecho antes. Ahora el señor se concentraba en conversar con su usual cómplice Lord Kitano, y sus propios consejeros. Todo sonrisas e intercambios cordiales, como si ella no existiera.
La Hokage lo apartó de su mente al principio, enfocándose también en los asuntos a tratar según los intereses de Konoha, pero, una vez que la larga sesión terminó y todos los presentes bajaron a un lujoso salón recreativo en la planta baja, su ceño se frunció de manera irremediable.
Si bien ella aún era capaz de mantenerse vistiendo la máscara de cortesía frente a los políticos que la rodeaban, su humor sólo fue a peor.
El salón contaba con varias mesas para los señores, en donde mozas y mozos jóvenes les servían bebida y canapés deliciosos. Tsunade tomó asiento junto a su anfitrión, Lord Saito, su esposa, y su fiel compañera Shizune. Era un buen momento para estrechar los lazos entre Konoha y el Feudo del Norte, sobre todo porque el serio Señor feudal, quien estaba postrado en una silla de ruedas desde hace más de veinte años, tomaba especial interés por sus habilidades médicas. La conversación rápidamente giró hacia discutir propuestas acerca de un proyecto de investigación para la cura de la condición congénita del señor. Él, por supuesto, la quería a ella liderando dicho proyecto. Un deseo tan egoísta como iluso. Sus deberes para con la aldea hacían imposible que se dedicara a tales labores. Aún así era interesante, y, como médica que era, se sentía cómoda hablando sobre su campo, pero no podía evitar desviar la mirada cada tanto a la mesa de Akira Hanazono.
Verlo mostrarse amable y juguetón con las mujeres que lo servían, además de compartir mesa con las bellas damas de noble cuna que acompañaban a las esposas y las hijas de los señores presentes, la hizo poner una mueca de celos. Una de las chicas sentadas a su lado, una pelirroja con un kimono color mostaza, ya estaba un poco desinhibida por el alcohol, además de muy divertida con la charla del señor. Lo rozaba mucho al inclinarse "inocentemente" sobre él a cada historia que la hacía reír, y también recargaba su cabeza sobre su hombro cada tanto. En determinado momento, una de las otras muchachas la retó a darle de comer en la boca, y el estómago de Tsunade se revolvió.
La conversación de Lord Saito dejó de existir. Ella sólo podía mirar con el ceño fruncido cómo los finos dedos pálidos de esa joven llevaban un canapé de paté de salmón y trozos de aceituna negra a la boca del señor. Éste lo degustó lentamente, entre las risitas cómplices del resto de sus acompañantes.
La sangre de Tsunade hirvió de rabia cuando el señor lamió de manera sugerente los dedos de la mujer, limpiando los restos de paté de ellos a la vez que levantaba su mirada y, por un momento, sus ojos se toparon con los de ella. Sólo fue un segundo, ya que luego de eso la atención del señor regresó a su nueva fuente de distracciones, como si ella no existiera. La dama legendaria casi lo interpretó como un desafío a hacer una escena.
No sabía qué la enfermaba más, si la manera en la que se estaba vengando de ella, por cómo lo rechazó la última vez, o los deseos que sentía nacer en su pecho de levantarse y golpearlo, gritarle, provocar un escándalo.
—Tsunade-sama, ¿Se encuentra bien? Luce agotada—preguntó Shizune para sacarla de su ensimismamiento. A estas alturas era evidente que era difícil para ella seguir concentrada en la conversación de Saito. La propia Shizune también se daba cuenta de qué era lo que la estaba molestando, pero fue inteligente en no mencionarlo.
—Sí, es sólo que tuve un día muy largo. Creo que no me vendría mal un descanso—dijo tanto para su alumna como para sus anfitriones—. Sepan disculpar mi falta de energía, mis señores. Estaré encantada de retomar esta conversación mañana.
—No hay problema, Tsunade-sama—dijo Lord Saito con una sutil sonrisa de cortesía—. Entiendo. Tiene razón, y creo que sería mejor si todos descansamos un poco. Estos viejos huesos ya no están acostumbrados a soportar el movimiento de la noche como antes.
Shizune emitió una reverencia y unas sentidas disculpas a la pareja, para luego levantarse junto a la maestra.
— ¿Me promete que intentará mantener la diplomacia con el Feudo del Sur? —preguntó la joven preocupada cuando ambas habían cruzado gran parte del salón, y se sentían seguras de no ser oídas por los implicados en la escena—. Su manera de mirarlo como si quisiera asesinarlo no fue nada discreta.
—Ese idiota...—susurró Tsunade con los dientes apretados, pero la mirada persistente de Shizune sobre ella la obligó a calmarse y suspirar—. Lo está haciendo a propósito, pero no te preocupes, no voy a matarlo. Sólo tendré una palabra con él ni bien se libere de su… compañía.
— ¡Tsunade-sama! —siseó la mujer a modo de regaño, inmediatamente después.
— ¡Sólo será hablar! ¡Lo juro! —se defendió la Sannin con la voz aún más baja, al tiempo que ambas cruzaron por la puerta hacia el gran vestíbulo de la cámara. El eco allí sería grande, de no ser por las enormes y gruesas cortinas azules sobre cada ventanal, y el suelo cubierto de alfombra—. No es como que este sitio se preste tampoco a algo más que una breve conversación de cinco minutos. Otra cosa no sería discreta.
—Aún así, no sería recomendable para su buena imagen que peleara con el Lord en un sitio como este.
—Tienes razón—tuvo que admitir a regañadientes, desistiendo de inmediato de su plan original; el cual era esperar a que el hombre saliera del salón para llevárselo a un rincón apartado del vestíbulo—. En ese caso, si eres tan amable de enviar al señor una invitación formal a mi alojamiento, te estaré agradecida. La discreción es lo tuyo, y lo que pase o deje de pasar en mis estancias privadas es asunto mío.
Shizune asintió, y se dio la vuelta para retornar a la puerta del salón. La muchacha miró de reojo hacia adentro, decidiendo cuál sería el modo correcto de interceptar al Lord.
"Está bien, quizá sí debería darle un aumento por esto." Pensó Tsunade al verla por última vez, antes de retomar su paso por el pasillo para salir de allí.
Pese a que el mensaje fue entregado, junto con la dirección de su hospedaje, la Hokage no recibió ninguna visita esa noche. Tampoco la siguiente. Aquel silencio no le sentó nada bien, más aún cuando de nuevo fue testigo de las atenciones de su amante con las otras mujeres. De todos modos, haber hecho llegar su mensaje había sido lo suficientemente tranquilizador como para que lograra empujar sus instintivas inseguridades a un rincón de su mente.
Con una copa de la cosecha de vino personal de Saito en su mano, la Hokage pudo moverse con más elegancia entre las conversaciones de los señores que durante la primera reunión. Empero, para el cuarto día de silencio entre ambos amantes, ella notó que el Lord ... parecía haber reducido la intensidad de sus intentos por fastidiarla.
—Señorita Shizune—habló Akira Hanazono con su voz vibrante, acercándose por detrás a la mesa que ambas compartían para poner las manos sobre los hombros de la joven asistente—. Discúlpame por no haber podido acudir a nuestro encuentro, pero todos en este sitio demandan demasiado de mí todo el tiempo. No pude tener un sólo momento libre desde que llegué aquí.
Shizune se puso roja, y sus hombros se tensaron ante la incomodidad de la situación. Prácticamente estaba en medio de su mentora y el difícil amante, incapaz de reaccionar mientras sentía la tensión alzarse entre ellos.
— ¡S-señor Hanazono! —tartamudeó sudando frío mientras el Lord masajeaba sus hombros con delicadeza— ¡No es problema, realmente! ¡Sólo cumplí con mi orden de dejarle un mensaje!
— ¿Ah, sí? —el Lord fingió sorpresa ante sus palabras— ¿Es esto otro rechazo hacia mí? Oh, mi pobre corazón…
Tsunade, a un lado de Shizune, rodó los ojos, tomando un trago de vino espumoso.
—De todos modos, eres una chica demasiado adorable incluso para rechazar un pretendiente. Ningún hombre podría jamás molestarse contigo—rió de una forma que sólo hacía cuando estaba en la cama con Tsunade— ¿Alguien te lo dijo alguna vez?
—N-no, mi señor— respondió Shizune moviéndose un poco al costado para deshacerse del contacto que se cernía sobre ella.
—Pues, es la verdad. Ya quisieran otras, tan violentas y malhumoradas, aprender de ti—continuó hablando como si Tsunade no estuviera allí, lo que la hizo fruncir el ceño despectivamente.
—Eres tan infantil—gruñó la Hokage— ¿No puedes decirme esas cosas de frente, que debes esconderte detrás de mi alumna?
El hombre se giró para verla, y sonrió arrogante al tiempo que se apartaba de Shizune.
—Lo mismo digo. Si tanto necesitas hablar conmigo, mi señora, ¿Por qué tienes que mandarla a ella en vez de hacerlo por tí misma? —preguntó con un repentino destello de resentimiento detrás de su voz— ¿Por qué tienes que mandarla a ella a responder las cartas que te escribo? ¿Acaso no soy digno siquiera de que respondas a mis mensajes por escrito?
Tsunade parpadeó sorprendida por la última acusación. Jamás se imaginó que algo así lo ofendería.
— ¿Te crees que soy idiota? ¿Que no reconocería que no eras tú quien contestaba mis cartas? —preguntó mordaz, notando la genuina incredulidad en la faz de su amante—. Bien, si quieres una palabra conmigo, la tendrás, pero ya sabes qué tienes que hacer para conseguir cosas de mí.
Su retirada la dejó tan molesta como expectante. Más tarde, cuando regresó a su hotel, el hombre se le había adelantado y la estaba esperando en el pasillo. Con su espalda recargada en la pared junto a la puerta y ambas manos en los bolsillos. Shizune la despidió allí mismo, ante la mirada intensa del señor, y se retiró a su propia habitación. Tsunade, por su parte, hizo todo lo posible por calmar el latido acelerado de su corazón. Los ojos de halcón de nuevo sobre ella la pusieron tensa de adrenalina.
No pronunciaron palabra hasta que ambos estuvieron dentro de la cómoda recámara. Las cortinas blancas estaban cerradas, ocultando todo de la más mínima vista incauta. Ambos se quitaron el calzado en el recibidor de la habitación, y Hanazono se sentó en el sillón contra la pared.
—Muy bien, ya estoy aquí, ¿De qué quieres hablar? Ve al grano, por favor. Mi tiempo es valioso.
Tsunade asintió, sin dejarse amedrentar por la demanda repentina en su voz. En su lugar, avanzó hasta los pies de la cama, quedando parada allí, de espaldas a él.
—Sé que estás molesto conmigo por lo que pasó la última vez, en las puertas de Konoha, y que te comportas distante conmigo ahora como venganza—recitó la orgullosa mujer, mirándolo por sobre el hombro con gesto gélido—. Deja de jugar con mis nervios. Si quieres una disculpa de mi parte, si quieres un tiempo para pensar, sólo dímelo. No es necesario que juegues a ponerme celosa. Ya no quiero ser parte de eso, ¿Me oyes?
La respuesta del señor feudal fue simplemente reír con una carcajada suelta, divertida, irritante. Tsunade hizo una mueca ante él, con sus fosas nasales dilatadas por la ira que ahora subía por su garganta.
— ¿De qué estás hablando, mi señora? —dijo al terminar de reír. Vaya que le tomó tiempo— ¿Qué juego dices que estoy jugando?
Tsunade volteó hacia él por completo.
—De tu coqueteo con las otras mujeres. De eso hablo. Es obvio que lo haces a propósito para molestarme.
El hombre cruzó una pierna sobre la otra y apoyó su mejilla sobre un puño cerrado, demasiado cómodo en su asiento.
—Estás totalmente equivocada, mi querida Princesa. No tiene nada que ver contigo—corrigió con los ojos cerrados de un modo perezoso y autosuficiente— "No somos nada, ni seremos nada". ¿Te suena ese reclamo? Eso y que mi esposa estuviera fuera de tu vista fueron los únicos que me hiciste, y cumplí. Nunca dijiste nada sobre tener exclusividad sobre mí.
La Hokage cerró sus puños a ambos lados de su cuerpo.
— ¿Así que ese es tu juego? ¿Te estás aprovechando de los términos en nuestro acuerdo para hacerme pasar un mal momento? —espetó—. Porque es muy conveniente que ahora, justo luego de que nos despidieramos en malos términos, recién empezaras esto.
— ¿Y quién dijo que es recién ahora?
Aquello alarmó a la Hokage.
"No puede ser... ¿Entonces mis suposiciones no estaban erradas? ¿De verdad estaba teniendo aventuras por allí con otras y por eso dejó de escribir y enviar regalos?"
—Estás confundiendo las cosas—prosiguió Lord Hanazono—. Lo nuestro era una aventura sin compromisos, fuiste muy clara al respecto. Y aquella vez en la aldea también fuiste muy clara cuando me rechazaste frente a Jiraiya. Y luego mandaste a tu subordinada para que respondiera mis cartas en tu lugar. Fue claro en todo momento que ya no estabas interesada en lo que teníamos. No me cuesta aceptar eso. Sabía que podía pasar desde que comenzamos. No somos nada, así que estoy siguiendo adelante con mi vida, ¿Cuál es el problema con eso?
Las palabras del noble se pronunciaban con una aparente calma, que por debajo de la superficie escondía tonos de despecho, rencor y un dolor de dudosa credibilidad.
— ¡¿Qué clase de razonamiento es ese?! —preguntó exaltada, apretando aún más los puños— ¡Solamente te golpeé porque querías usarme como un reclamo en tu ridícula competencia con Jiraiya! Y, por si no te queda claro que yo también tengo sentimientos, luego de aquello necesitaba un tiempo para pensar y aclarar mi mente, por eso delegué mi correspondencia en Shizune ¡Nada más!
—"Sentimientos"—repitió el hombre con un tono de resentimiento—. También me rechazaste cuando quise que te abrieras conmigo. Y fueron dos oportunidades.
Aquello la desconcertó, e inmediatamente después cayó en cuenta de lo frágil que se sentían su posición y su despecho ante la situación.
Era cierto. Todas las señales de rechazo y desinterés de su parte estaban ahí. Sobre todo aquello último que Akira señaló. Él había manifestado interés en ella, había tratado de que se abriera con él, y ella lo rechazó, sin siquiera una palabra de agradecimiento ni algo que diera a entender que aquello no era fácil para ella. Su ceño se suavizó y sintió su semblante flaquear. No había creído que el escenario pudiera darse vuelta hasta el punto en que se sintiera culpable de arrastrarlo a esta situación y de ordenarle que se detenga de lo que estaba haciendo, pero estaba ocurriendo. Se sentía culpable.
—Lo siento mucho—dijo Tsunade de forma seca. Aún era incapaz de usar un tono de voz apacible o suave durante este intercambio—. No quise alejarte de mi, ni quise hacerte sentir menospreciado. Sólo... Es difícil para mí confiar tanto en alguien luego de lo que viví.
El Lord sonrió, pero aún así emitió un resoplido disconforme.
—Basta de hablar de lo que no quieres. Tuve suficiente de eso—habló deteniendo su descargo—. Dime qué es lo que sí quieres. ¿Para qué me trajiste aquí? ¿Qué quieres de mí?
Esas simples palabras arrastraron a Tsunade a su lado primitivo de nuevo.
—Quiero exclusividad—dijo casi sin pensar—. Quiero tenerte sólo para mí, incluso si estás fuera de la cama. Quiero cerrar los ojos y sentir que no estaré sola y que no vas a irte. Quiero que de alguna forma te quedes a mi lado, y solo a mi lado.
Ella cerró los ojos al terminar. Esas confesiones habían brotado tan rápido que la habían dejado exhausta. No vio el rostro de su amante, pero pudo sentir su sonrisa complacida y su mirada intensa.
—Pides demasiado, mi señora—dijo con voz contenida, casi un susurro— No quieres que seamos nada, pero aún así quieres una exclusividad que te haga sentir que eres única y especial para mí. ¿Por qué tener las cosas a medias cuando se puede tener todo?
Aquello la aterraba, su rechazo a la idea de un compromiso fue tan tajante como su súplica anterior.
—No estoy lista para un compromiso. No quiero—dijo recuperando los sentidos, mirándolo a la defensiva—. Sólo quiero ser la única con la que quieras dormir, nada más.
—Ser mi única amante, a costa de dañar mi imagen pública—dijo el señor con un tono meditabundo, sopesando las implicancias de la petición—. Al principio no era un problema dedicarme a tí, pero, ¿Cuánto tiempo llevamos viéndonos, ya? ¿Siete meses, ocho quizá? Eso es mucho tiempo como para mantener a otras mujeres alejadas de mí, y que el resto no sospeche que estamos implicados románticamente. O, por lo menos, que yo lo estoy. Me estás pidiendo algo que no es poca cosa a la larga, mi señora. Implica que doblegue mis esfuerzos para cuidar ambas reputaciones, la mía y la tuya.
— ¿Qué quieres a cambio?
Los ojos del hombre se clavaron en ella, desafiantes, inescrupulosos.
—Muchas cosas. El precio por lo que pides es alto. Para empezar, quiero todo de ti. Tu cuerpo, tu corazón, tus secretos. Sé mía en cuerpo y alma—expresó con gesto obsesivo. Difícil era distinguir hasta qué punto esto era parte del rol que el hombre insistía en interpretar—. Entrégate a mí como nunca lo hiciste con nadie, y nunca jamás vuelvas a negarme.
—Ya soy tuya. Eres el único con el que dormí desde que murió Dan—dijo sin esfuerzo—. Y sí, así se llama mi amor muerto. Eso era lo que tanto querías saber.
Contrario a lo que ella esperaba, el señor arrugó la nariz ante la mención, y poco después se levantó para acercarse a ella.
— ¿Me deseas? —preguntó cambiando bruscamente de tema, su rostro muy cerca del de ella, y su mano danzando por su espalda, acariciándola con los nudillos.
—Sí—dijo cerrando los ojos nuevamente ante su tacto, la boca del señor se situó en su oído.
— ¿Quieres que te tome ahora mismo? ¿Sentir que estamos solos tú y yo en el mundo?
—Maldición, sí.
—Pídelo bien. Sé una buena chica, es tu señor a quién te estás dirigiendo.
—Por favor, mi señor. Tómame.
En respuesta a sus plegarias, el señor le arrancó el vestido y la tumbó agresivamente sobre la cama. Ella sólo llegó a balbucear un "¿Qué haces, idiota?", más sin detenerlo de seguir adelante con su cometido.
—Dije que tu petición te costaría caro.
De vuelta en el presente, Tsunade mira a su alumna con molestia al recordar esas últimas palabras.
—No quiero entrar en los detalles de mis vergüenzas, pero es verdad que el precio existió—resume la dama legendaria. A este punto, su alumna no sabe cuánta de su honestidad nace del alcohol, cuánta del duelo y cuánta de su afecto hacia ella. Poco importa ahora. Es claro en su rostro que ella necesita un oído en quien confiar—. Aunque en el momento parecía un precio justo.
La kunoichi relatora, y también protagonista de la historia, vuelve a poner de cabeza la botella. Es la tercera vez que lo hace desde que ésta se quedó vacía.
—No todo era malo… Eso era lo que pensaba. Después de todo, lo nuestro era divertido… era excitante. Una buena manera de relajarme de mis tareas… —quien la escucha puede reconocer en su maestra ese triste patrón de pensamiento que le resulta familiar—. Así que, cuando él visitó la aldea sin aviso, cuando demoré unos días más de lo habitual en responder sus cartas debido a mis responsabilidades, me lo tomé como una sorpresa grata y no como lo que en realidad era.
— Un intento de control...—conviene Sakura en voz baja, dejando que la conjetura escapase de su interior.
— ¡Y esa no es la mejor parte! —llega a casi gritar Tsunade, intentando quizá buscar algo irrisorio en su historia—Llegué a pensar que la manera más fácil de ahorrarme los problemas de sus celos era escribir menos a Jiraiya…
La joven kunoichi no encuentra la gracia, ni puede unirse a la risa de Tsunade. Su maestra hace tiempo que dejó de mirarla a los ojos. Ahora, sus ojos almendrados toman turnos entre enfocarse en las paredes y su propio regazo.
Este es un lado de ella que no había visto antes, ni hubiese esperado ver. Desde hace tiempo que su mente se hizo a la idea de que detrás de cada leyenda hay solo una persona… pero esta es la primera vez que este concepto se hace así de real y palpable para con la Sannin legendaria.
La curiosidad con la que la joven había comenzado a escuchar la historia, se convierte ahora en una mezcla entre tristeza y lástima. El hecho de que un sujeto como Lord Hanazono no sea capaz de dejar de causar daño, incluso tras su muerte, es tan odioso como remarcable. Su maestra merece algo mejor.
Sakura no se atreve a compartir tales pensamientos. De nada serviría. Su maestra está llevando el duelo de la manera en que necesita llevarlo…
—Está bien. Me merezco que me mires de esta forma. Al menos, esta noche lo merezco—concede Tsunade ante un punto que nunca es vocalizado. Alcanza con que cruce un momento la mirada con su alumna para que perciba y amplifique lo que existe tras sus ojos—. Eventualmente, me di cuenta exactamente de la clase de hombre que era y cuán poco valía la pena… pero eso no quita que es la primera oportunidad que tomé desde Dan… más bien fue… fue la primera oportunidad que tomé...
Sakura no se molesta en contradecirla en medio de la oración. Es casi seguro que lo que tiene para decir al respecto se filtra a través de su rostro.
—Sé que sólo fueron dos personas, pero hoy me pregunto si todo lo que toco perece… —la Hokage vuelve a esconderse detras de un humor tan negro como forzado—. Gracias por oírme… y gracias por juzgarme también, incluso por hacerlo en silencio. Necesitaba de esto esta noche… Y creo que también necesito algo de tiempo a solas…
Las manos de la Tsunade emiten un brillo verde al tiempo que se las lleva a la sien, para asegurarse de que, al levantarse de golpe, el mareo y las náuseas no le ganen.
—Nos vemos en unas horas. Para entonces ya volveré a actuar como alguien en mi posición debería. Gracias por escuchar mis desvaríos.
Tras esas palabras sentidas, Tsunade Senju deja atrás a su alumna para abrirse paso afuera de la habitación. Con otro destino en mente, desciende a la planta baja del hotel con el sigilo propio de su entrenamiento ninja y recupera su calzado del estante del recibidor. Ella misma, arrebujada bajo su abrigo de vestir, es todo cuánto la acompaña al salir al aire nocturno.
La mujer suspira aliviada de que no exista otra presencia cerca de ella. Al igual que no existe otra alma que sepa ni deba saber lo que la trajo a este punto.
El suceso que puso fin a su relación con el difunto Lord Hanazono… Algo tan vergonzoso y hasta denigrante, que espera poder enterrar para siempre luego de que este juego perverso de intrigas se termine. Sus fosas nasales se arrugan casi inconscientemente ante el olor fantasma de esa noche. Cuerpos enredados y sudorosos, aliento agitado, alcohol… quizá demasiado alcohol. Definitivamente, demasiado alcohol. Quizá por eso el condenado imbécil había burlado sus sentidos.
—Mi princesa…. ¿Crees que esta noche por fin conseguimos hacer un hijo? —le había susurrado al oído una vez que había terminado con ella. Su mente había estado demasiado ebria como para reaccionar en el momento, como para comprender la dimensión del ultraje. No fue hasta que ambos estuvieron descansando bajo las sábanas, con las luces apagadas, que las palabras tomaron real sentido.
"¿Cuándo…? ¿Cómo?¿En qué momento…?" Las preguntas brotaron al instante, apiñadas en su cabeza de un modo caótico. Y, a raíz de las declaraciones de "esta noche" y "por fin"... la realidad la atravesó como un navajazo entre las costillas.
"¿Hace cuánto que viene violando mis condiciones de esta manera?" El sólo hecho de imaginarlo abandonando la protección en medio del acto, sin que ella lo notara para usarla a su antojo la llenó de ira, aún más de lo que la hizo sentir utilizada y avergonzada de sí misma por no notarlo antes. Ya no era sólo el control, la posesión, sino que había transgredido su confianza en la cama para sus propios fines.
Sus instintos violentos casi tomaron posesión de ella en ese momento. Vulnerable y ebria como estaba, ofendida y herida, humillada… se incorporó haciendo a un lado las sábanas y miró al hombre durmiendo a su lado. Su gesto era apacible, en paz consigo mismo. Aquello la enfureció aún más.
Tsunade tensó los puños, de un momento a otro temiendo no poder controlar sus ganas de partirle el cuello mientras dormía, de retorcerlo entre sus manos como si fuese un pedazo de plastilina frágil hasta que no quedara nada de sus huesos, salvo polvo.
"No. No puedo matarlo. Está prohibido. Deshonraría el legado de mí abuelo. La reputación de la aldea quedaría manchada." Y eso sólo si la sentencia era suave. Probablemente el crimen le costaría un bloqueo económico a Konoha, más alianzas con las aldeas vecinas para tomar represalias sobre el acto.
La mujer dio un suspiro largo, incapaz de calmar el latido desbocado de su corazón. Como pudo recogió lo que le quedaba de dignidad, y se puso en pie para tomar su ropa y largarse de allí.
Su carruaje puso marcha de regreso a la aldea esa misma noche. Tal y como siempre que iba de visita al lugar de veraneo de Hanazono, ella misma era su única compañía en esa situación. Y no lo hubiera querido de otra forma. Aquello fue de lo más denigrante que había experimentado en su vida, no necesitaba a nadie más presenciando su vergüenza.
Mientras Tsunade cerraba los ojos, dejándose casi desfallecer sobre su asiento mullido, un "¿Por qué?" general a todo y a nada a la vez martilleaba sus sienes sin parar. Quería algo que explicara la situación, que le diera un foco a su ira, que la hiciera dejar de sentir culpa.
Sin embargo, su mente no obtuvo las respuestas que buscaba, al menos, no allí, sino después.
—Querías un heredero de los dos para que hubiera un futuro Hokage con sangre Hanazono—murmura con la mirada perdida en la ciudad en luto que se cierne sobre ella. Con el perpetrador del acto muerto a manos de Akatsuki, más el tiempo transcurrido desde esa noche, Tsunade por fin puede pronunciar esa frase en voz alta. Incluso si la sospecha ya existía como corazonada, nunca se había visto capaz de expresarla, tan siquiera dentro de su mente—. De eso se trataba todo para tí. De tu estúpido linaje. Típico de un megalómano que además era de noble cuna.
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A altas horas de la madrugada, la noche encuentra a Tsunade sola en medio de la ciudad en pena. La dama está sentada sobre un banco en un parque, donde todo es silencio, mientras observa las nubes y las estrellas con una botella sin contenido sujeta en su mano.
No quiso permanecer más tiempo en el hospedaje, cerca de su suspicaz alumna. Su cuerpo también está muy inquieto para poder conciliar el sueño, luego de tantos recuerdos vívidos aturdiendo sus sentidos. La ansiedad y una angustia familiar la abruman por dentro y la hacen permanecer en vela.
—Tú sí que sabes elegirlos—se reprocha a sí misma incorporándose un poco sobre el asiento, dejando que la jaqueca le recuerde que sigue viva—. Los eliges condenados, mal o las dos cosas al mismo tiempo.
Y otra vez todo termina en un funeral… Quizá esta vez este resultado sea positivo, pero no se siente así.
El viento se mueve entre sus cabellos. La mujer se acomoda los mismos con las manos artificialmente rejuvenecidas por su técnica.
Un médico no debería sobrevivir a sus seres queridos… indistintamente de quienes sean o cuán reprochables…
Esta noche, vivir se siente más pesado que lo usual. Saborea el presente y recuerda a Dan, al momento en el pasado en que esa amarga sensación de pérdida la llevó al camino de la medicina.
"La próxima vez, nadie morirá."
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Nota de autores
(Lahonestidadenmi) Pues, este fue un capítulo diferente… Les pido disculpas por hacer algo tan largo y distanciado de lo estándar en esta historia.
El personaje de Tsunade es una de las tantas cosas que en la obra de Kishimoto no se exploró lo suficiente. Un líder que bajo estándares objetivos es mediocre o directamente malo (Desde la pérdida de Sasuke, el dejar que Danzo le serruche el piso, no preparar la aldea para múltiples ataques de Akatsuki, inhabilidad de lidiar con Orochimaru y demases, eso queda claro). Alguien con graves problemas personales (Alcoholismo, incapacidad de superar a un amor fallecido, tendencias suicidas que se sobreponen a su deber como líder).
Y para colmo, la historia original deja de lado todas estas fallas para mostrarla como uno de los grandes héroes del pasado sin mayor exploración.
Encontramos necesario darle algo a este personaje para que tenga foco en sus fallas y podamos explorar cómo esas fallas interactúan con el mundo y por qué. De paso, aprovechamos para intentar escribir sobre una relación tóxica y cómo el poder y el abuso existe más allá de la fuerza física y económica, e incluir tropos clásicos de fanfiction donde tendencias abusivas tienden a romantizarse.
De alguna manera, este fic siempre trató de dar cuerpo y coherencia a cosas ignoradas en la historia original. Preferible pecar de ambicioso, que dejar ideas sin escribir. Espero que lo hayan disfrutado. En el próximo episodio regresamos a los personajes con los que ya compartimos más tiempo.
(Co-autor) En este preciso momento, en otra parte del mundo, Sasori está recibiendo la carta de cierto colega artista con una petición que requiere de su asistencia personal. Las consecuencias por la muerte del novio tóxico no terminan todavía. Deidara y Sasori lo saben. Llegó el momento de cobrar por el favor.
