DULCECITO311: ¡Muchas gracias por tu comentario! No importan los universos alternativos, Kenshin y Kaoru siempre estarán juntos :). ¡Saludos!
Ruleta
"Tenemos que jugar un juego, amor."
Me estremecí. Su voz era placentera y aterciopelada. Se frotaba contra mi piel como si fuera una caricia íntima, pero sabía que en ese momento era todo menos eso. Su sonrisa era mortal y su mano sostenía firme el revólver. El revólver. Podía sentir el sudor en mi frente aún estando la habitación helada.
Cerré los ojos y asentí. "Sí."
"Un disparo," comenzó a decir, rodeándome con largas zancadas.
Volví a asentir, apretando con las manos mis desgastados pantalones. Mi corazón latía con fuerza en mi pecho. Había una posibilidad de que no pudiera dejar esa habitación esta noche. Había una posibilidad de que él fuera la última persona que viera antes de morir. No sabía si era una bendición o una maldición.
Abrí los ojos. "Te-tengo miedo, para ser honesta," dije con sinceridad, esbozando una sonrisa temerosa.
Su sonrisa se ensanchó. "Yo también lo estaba," confesó, girando el tambor. "Pero las probabilidades están a tu favor."
"Lo sé. Dieciséis coma sesenta siete por ciento," susurré. Sabía a qué me refería. Sabía que él sabía. Había sido sometido a la misma prueba.
Él asintió, mientras manipulaba el arma. Tragué en seco. Él se estaba poniendo ansioso. Sabía que quería terminar de una vez. Yo también. Aunque por otro lado quería rogar. Rogar por mi vida. Por favor, le diría. Me conoces mejor que nadie. No quiero que me veas morir. Olvidemos esto. Escapemos juntos.
Pero ya era demasiado tarde para ello. No saldríamos vivos si lo intentáramos. Estábamos metidos hasta el cuello. Era hora de pasar o fallar en mi iniciación. Mi prueba. No iba a ir a ninguna parte. Tal vez nunca más.
Las lágrimas se formaban en mis ojos, pero las contuve y enfrenté su mirada ambarina con mis ojos azules. "Dispara."
"Cierra los ojos," me ordenó. "Te ayudará."
Obedecí.
Escuché que colocaba el arma contra mi cabeza y hacía otra pregunta. "¿Has rezado?"
"Sí," afirmé. "Sí." Él ha sido el único por el que había rezado. Su nombre era un mantra en mi cabeza. Kenshin, Kenshin, Kenshin... Te amo, te amo, te amo... No me mates, no me mates, no me mates...
"Bien." Apretó el arma firmemente contra mi sien. "Te amo, Kaoru," murmuró.
Y entonces apretó el gatillo.
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