¡Hola gente linda! No tienen idea de cómo me estoy deprimiendo con estos capítulos. Así que, preparen el postre de chocolate… ¡Y conviden uno!
¡Muchas gracias a Zulaypao22, Karakemi, Altheamajikku, Ferchus12356, Gfriend, Serenity 743, Cristyliny y Arual 17 por los comentarios! ¡Me hicieron muy feliz! Me encanta leer sus opiniones, por lo cual, les contesto al final del capítulo.
Los personajes del universo de Detective Conan no me pertenecen. Es obra de Gosho Aoyama.
Habitación 265 – Jueves 04.45 am. – Actualidad.
Las luces principales de la habitación estaban apagadas. Lo único que los alumbraba, eran los dos veladores de baja intensidad que se encontraban sobre las mesitas al costado de la cama.
Ambos, sobre el gran colchón y sus respectivos lados, se encontraban enfrentados y sentados con los pies bajo sus muslos, al estilo indio.
El rollo de papel higiénico del baño y dos botellas pequeñas de agua, se encontraban sobre las mantas. Dos objetos que contrastaban en su función, pero que sabían que en algún momento las iban a necesitar.
Shinichi se encontraba con la mirada un poco perdida mientras apretaba una toalla con hielo sobre su pecho. Ran, por otro lado, pellizcaba la colcha de la cama de forma ansiosa, esperando a que el detective ordene sus pensamientos. Si aguardó casi veinticuatro meses… un par de minutos más no iban a matarla, ¿No?
- No sé por dónde empezar. Pasaron tantas cosas. – Le admitió el morocho después de lo que aparentó ser una eternidad.
- ¿Qué tal si empiezas por el principio? O cuéntamelo cómo lo hiciste con Hattori-kun y Hakuba-kun.
- A ellos les dimos la versión resumida. No creo que estés muy interesada en escuchar justamente esa explicación.
- ¿Esa fue la versión resumida? ¡Estuvieron como una hora y media hablando!
- Te avisé que era largo el tema. Si quieres lo dejamos para …
- No me importa que sea extenso. – Declaró interrumpiéndolo. – Pero si no te sientes cómodo, no quiero que te obligues a…
- No es eso. – Le interrumpió él esta vez. – Es sólo que contártelo me pone… algo nervioso.
- ¿Por qué?
- Porque no sé cómo reaccionarás.
- No es eso nada más. – Dijo con sospecha. – Hay otra razón por la cual estás ralentizando el decirme las cosas. ¿Qué es?
- Tú… no estuviste bien tampoco. ¿Cómo sé que no se te volará la cabeza con todo esto?
- ¿Te refieres al período donde estuve deprimida? Ya pasó. No te preocupes por eso que no volverá a ocurrir. – Le explicó mientras sacudía una mano, restándole importancia al tema. – Te lo prometo.
- ¿Cómo estás tan segura de eso?
- Porque confío en ti. Así que ahora, te toca confiar en lo que te digo.
- "¿Qué quieres decir con eso?" – Pensaba con incertidumbre, mientras suspiraba. – Hay cosas que no te van a gustar para nada.
- Lo sé.
- Algunas de ellas te van a involucrar indirectamente. Si te cuento absolutamente todo, necesito que me prometas tres cosas.
- ¿Tantas?
- Hablo en serio. – Se quejó, regañándola con la mirada.
- Ok, ok. ¿Cuáles son? – Preguntó con una sonrisa.
- Primero: sé que vas a tener un millón de preguntas y no me molesta contestarlas. Pero, las que son referidas a mi estado, déjalas para el final, ya que se irán contestando a medida que avance con el relato.
- Ok. – Dijo con el entrecejo fruncido.
- Segundo: cuando estábamos dentro del baño, indirectamente me confesaste algo, y por otro lado, me reclamaste que yo no tenía razones suficientes para decirte el por qué no puedo estar contigo. Después de que termine de explicarte, quiero que me digas si entendiste el por qué no te podía responder honestamente.
- Está bien.
- ¡Deja de arrugar el entrecejo! Me estás poniendo más nervioso de lo que ya estoy.
- ¿Qué quieres que haga? Me estás más o menos preparando para escuchar el fin del mundo. Además, ¿Desde cuándo te pones así?
- ¿Empiezo a enumerarte las ocasiones desde que tenemos cuatro años? – Dijo irónicamente, alzando una ceja. – La mayoría de las veces pasa cuando estás cerca. Así que… responsabilízate por ello.
- ¿Qué? ¿Y Yo que tengo que ver?
- Siempre tienes algo que ver. – Le confesó seriamente, mirándola a los ojos.
- ¿Y… y la… tercera? – Preguntó, para cambiar de tema. Si seguía diciéndole esas cosas y mirándola de esa manera tan profunda… iba a saltarle encima como un koala que se agarra a un árbol de eucalipto.
- Tercero: no quiero que te tomes a pecho algunos detalles que te diré. Es más, por mí, los eliminaría de la historia porque sé que te van a doler cuando los escuches. Pero quedamos en que íbamos a ser sinceros y no íbamos a ocultarnos más cosas.
- No creo que eso sea algo que pueda prometerte. Es como si me dijeses que nunca más en la vida llore.
- Imposible. – Exclamó mirando para el costado.
- Exacto… ¡Oye! – Dijo palmeándole una pierna, provocando que las comisuras de sus labios se levanten.
- Si ves que es mucho, me avisas y paro. ¿Entendido?
- No voy a romperme Shinichi. – "¿Soy yo, o esta conversación se tornó en doble sentido?"
- Si voy a dejar que te metas bajo mi piel, y vas a entender por qué no quería que lo hicieras…
- "¡Deja de decir frases que mi cerebro da vuelta como un exponente negativo, tonto!"
- … necesito que me asegures que lo harás.
- Está bien. Te lo prometo.
- ...
- ...
Ran puso una mano sobre la de él, para transmitirle apoyo. Comprendía que no era un tema fácil para él. Se iba a exponer completamente a ella, y las debilidades no eran algo que a Shinichi le gustaba mostrar.
Él por otro lado, se quedó viendo esa pequeña mano sobre la suya. ¿Cómo podía ser tan delicada por momentos y causar un agujero en una pared de concreto al otro segundo? Y ahí lo recordó. Ran por naturaleza, era una llorona y aparentaba ser una mujer frágil y débil. Pero cuando la situación lo ameritaba, te podía llegar a sorprender de lo fuerte que podía llegar a ser.
- ¿Cuántas noticias escuchaste sobre todos nosotros desde la pelea que tuvimos?
- Si te digo un número te miento. Solo sé que en un momento se volvió insoportable. No paraban de hablar de eso en todos lados. Estuvieron así por meses.
- ¿Algo que destacar?
- No que recuerde. Siempre hablaban de lo capacitados que estuvieron, del excelente trabajo que hicieron, de lo superdotados que eran…
- ¿Superdotados? – Se rio con ironía. – ¿En algún momento alguien se preguntó si realmente estábamos bien de la cabeza para hacer lo que hicimos? ¿Alguien se preguntó cuánto fue el esfuerzo, el trabajo, el sacrificio, las horas sin dormir que pasamos, las tormentas de emociones que tuvimos…?
- No que yo recuerde. – Contestó con pena.
- Me imagino que nadie se puso a analizar qué consecuencias les pudo traer, a unos simples adolescentes que solo tenían entre diecisiete y dieciocho años, meterse en todo ese quilombo, ¿No?
- …
- Fui ingenuo, Ran. Muy ingenuo. – Dijo con melancolía. – Pensé que todo iba a estar bien una vez que derrotáramos a esa Organización. Pensé que todo se acabaría finalmente… Pero me equivoqué, como nunca antes lo había hecho.
- ¿A qué te refieres? – Preguntó ya con miedo.
- Terminó lo de la Organización…. Pero a partir de ahí, empezó el verdadero infierno para mí.
Casa residencial de los Kudo – Tokio – Julio – Casi dos años atrás, luego de la caída del sindicato. – Año 1.
Shinichi se encontraba en su habitación, recostado sobre su cama. Miraba el techo sin pestañear o sin moverse siquiera un centímetro. Se sentía vacío por dentro, como si le hubiesen extirpado todos los órganos y succionado toda la sangre de su cuerpo.
Las cortinas de su habitación que eran celestes, nunca se habían visto tan oscuras como ahora. Si bien seguía teniendo los mismos muebles y los mismos objetos, su cuarto, donde pasó años de su vida, ya no parecía ser el de siempre.
- ¿Shin-chan? Tenemos que irnos. – Dijo su madre con voz suave.
- Ahora voy.
Su respuesta fue con tono frío y sin emoción alguna, y Yukiko no podía esperar otra cosa. Entendía por lo que estaba pasando, y sabía que tanto el dolor físico como emocional, lo estaban destruyendo al punto de asfixiarlo.
Hubiera querido encontrar otro camino alternativo para que deje de sufrir con todo esto. Pero habían agotado todas las opciones posibles, no encontrando otra solución.
- Ok. Te espero abajo con Yusaku.
Shinichi suspiró cansado. Había vuelto a ser él otra vez, luego de haber tomado el tan ansiado antídoto. Debería sentirse el hombre más feliz de la Tierra al haber recuperado su verdadera forma. Pero se sentía todo lo contrario a eso.
Hace casi un mes que había hablado con Ran. Bueno… hablado. Qué forma más optimista de describirlo. Si por la palabra "hablar", nos referimos a que mutuamente se mandaron a la mierda, digamos que es una manera MUY optimista de ver las cosas.
En su cabeza, todavía recordaba cada segundo de esa secuencia, pensando en dónde podría haber dicho algo distinto para no obtener el mismo resultado. Sin embargo, era en vano. Dijera lo que le dijera, la había herido profundamente. Sus mentiras habían llegado muy lejos, al punto de no retorno, y ahora tenía que cerrar la boca y soportar el castigo que le impuso: su rechazo y desprecio.
Pero ojalá eso hubiera sido todo. Porque después de ese día, todo fue empeorando a pasos agigantados.
Clínica Médica – Tokio – Dos semanas atrás. – Junio – Año 1.
- Nunca vi algo como esto. – Exclamó asombrado el médico al ver los resultados de los análisis. – Incluso, los he compartido con varios colegas que cuentan con amplia experiencia, y ellos tampoco podían entenderlo.
- ¿Qué quiere decir con eso? – Preguntó Yusaku con preocupación.
- No tengo otra forma de explicárselos, más que siendo sincero. Su hijo en realidad, tendría que estar muerto.
Las caras de Yusaku y Yukiko palidecieron instantáneamente. Ningún padre en el mundo está preparado para escuchar que algo atenta contra la vida de un hijo de esa forma.
- Lo siento. Pero no tengo buenas noticias.
- "Dime algo que no sepa." – Pensaba el aludido que se encontraba en silencio, viendo todo como una película en blanco y negro.
- Tomamos en cuenta todo lo que nos han contado sobre la droga, o mejor dicho, el veneno que le dieron: sus efectos, la composición y los posibles daños colaterales que producía. Pero también, hemos analizado el antídoto que le otorgaron para que vuelva a… crecer.
Al día de hoy, al médico, después de años de estudios, especializaciones y congresos, le costaba creer que algo como esto pueda existir.
- La composición del antídoto, era la adecuada. Pero le terminó generando un desperfecto en el corazón.
- Pero si estaba bien compuesto, entonces, ¿Por qué…? – Intentó preguntar Yukiko con la cara pálida.
- El organismo de su hijo al haber transitado por tantos prototipos de antibiótico, fue generando con cada dosis, una inmunidad cada vez más fuerte. Entonces, cuando esto sucede, el antídoto en su versión final, tiene que ser extraordinariamente potente para que logre su cometido. Lo logró, a cambio de provocarle algunos efectos secundarios, en este caso, una especie de insuficiencia cardíaca.
- ¿Y eso significa…? – Consultó Yusaku.
- Hay una parte del corazón, específicamente el lado izquierdo, que… – El médico suspiró – No sé cómo explicárselos para que lo entiendan. ¡Hibernó como una computadora! Esa sería la mejor descripción para que lo comprendan. No se encuentra desconectada neurológica o vascularmente. Tampoco está muerta. Solo está… dormida.
- Entonces… – Respondió lentamente Yusaku, intentando entender. – ¿Qué problema le traerá esto? ¿Se la despierta con algún medicamento o con alguna terapia que incluya… electricidad?
- "Seguro papá, es muy fácil. Abrimos mi pecho, y como a un bebé que no grita al nacer, sopapeamos un poco a mi corazón para ver si se despierta. Si no funciona, me pones unas pinzas eléctricas como a la batería de un auto para cargarlo. Brillantes tus preguntas. Acéptalo de una vez. No hay solución para esto. Ya he hablado con Haibara-san de esto."
- Voy a ir al grano. Nunca hemos tratado algo así, y de nuestro lado, no encontramos medicamentos, terapias o tratamientos que puedan restablecer su situación original. Si le administramos medicamentos, van a pasar dos cosas: podemos hacer un cóctel terrible y empezar a dañar el resto de sus órganos por los efectos secundarios que tienen, y además, no se los voy a negar, torturaríamos a su hijo como conejillo de indias, no sabiendo si las cosas puedan funcionar.
- ¿No puede operarse o poner algún dispositivo para que funcione normalmente? – Consultó Yukiko con un globo de angustia en la garganta.
- "Sí, anexémosle un despertador. Esa sí sería una buena idea."
- No, porque su corazón está vivo. Recibe todas las señales que tiene que recibir, pero es como si esa pequeña parte estuviera en coma. Si le ponemos algo que lo altere, puede ocasionarle otro tipo de problemas, desde arritmias a desperfectos de bombeo, que a futuro, pueden dañar el buen funcionamiento de otros órganos.
- ¿Y un trasplante? – Preguntó Yusaku, intentando agotar las posibilidades.
- "¡Ni en pedo acepto eso!"
- No es una opción viable por lo que les acabo de decir. La decisión dependerá únicamente del comité médico de trasplantes. El cual está compuesto por cirujanos, psicólogos, cardiólogos, entre otros profesionales. Ellos son los encargados de evaluar y confirmar que el potencial receptor no tiene contraindicaciones, y determinan entre los candidatos, cuáles son aptos para el trasplante. El corazón de su hijo, dentro de todo, funciona y tiene más probabilidades de sobrevivir. Si tienen que decidir entre él y un paciente que necesita un corazón porque tiene un pronóstico menos favorable, su hijo, estará siempre en el último puesto de la lista.
- ¿Pero y los dolores que siente? ¿Vivirá siempre con ellos?
- Cada esfuerzo que él haga para moverse, provoca que el corazón bombeé con mayor velocidad para llevar sangre rica en oxígeno a las células del organismo. Ese bombeo extra, provoca pequeñas señales eléctricas en la zona afectada para que se despierte. El cerebro inconscientemente, envía una señal a esa zona para indicarle que si lo hace, le traerá problemas. Esa señal, es el dolor que siente. Lo hace para proteger su mente.
- … ¿Entonces?… – Preguntó Yusaku. Por primera vez en su vida se sentía perdido.
- Lo lamento. No hay nada que nosotros podamos hacer. Está fuera de nuestro conocimiento. Y les vuelvo a repetir, experimentar con él después de todo lo que vivió y sufrió, sería torturarlo sin saber si le puede llegar a servir. Ya bastante dolor tiene para provocarle uno mayor. Lo único que puedo aconsejarles es que intente empezar de cero, evite el estrés la mayor cantidad de tiempo posible, que no realice actividades con grandes esfuerzos físicos y que se quede lo más pasivo que pueda.
- "Básicamente, esperas que me convierta en un maldito vegetal."
- ¿No tienes preguntas? – Consultó el médico mientras miraba a Shinichi con extrañeza.
- No. – Le respondió con seguridad, lo cual descolocó al profesional.
A diferencia del estado de conmoción en la que se encontraban sus padres, las noticias no parecieron afectarlo en lo absoluto. Se hallaba estoico, con los ojos ensombrecidos y la mirada ausente.
- ¿Cómo te encuentras de ánimo? Tenemos varios profesionales que pueden ayudarte a…
- ¿Ayudarme? – Dijo con ironía. – En estos momentos nada ni nadie puede hacer eso. En resumidas cuentas estoy condenado. Ya lo acepté. Solo les toca hacerlo a ustedes.
- No hay forma de que hayas podido procesar todo esto Shinichi. ¿Estás entendiendo cuál es el diagnóstico?
- Sí. El que no lo quiere entender eres tú. – Le contestó a su padre, dejándolo helado en su sitio. – Empezaré a caminar al auto. Tardo más que ustedes. – Declaró levantándose y saliendo del consultorio a paso lento.
- Es normal que reaccione de esa manera. Está enojado con toda esta situación. Es como si a un ave le hubieran cortado las alas. – Le dijo el médico al hombre, al verle la cara de descolocado. – Que un chico de 18 años, que tiene todas las emociones, energía y hormonas en su punto máximo, entienda que se debe quedar quieto por el resto de su vida… es complicado. Les aconsejo que intenten convencerlo de que acuda a algún psicólogo para que le brinde herramientas para manejar este tema. Si no lo hacen, es muy factible de que caiga en un pozo depresivo. Y si eso pasa, va a necesitar un psiquiatra. Y recuerden que no se lo podrá medicar por el problema cardíaco que tiene.
- ¿Está seguro que no podemos hacer algo? – Preguntó Yukiko una vez más.
- Lo siento señora.
Casa residencial de los Kudo – Tokio – Julio – Año 1.
Se levantó de la cama con pesadez. Estaba harto de todo. Habían pasado dos semanas desde que volvió de la clínica, y se sentía cada vez peor. Los pasos que podía dar por día eran contados y cada vez menores. Si superaba los que podía hacer, le ocasionaba un terrible dolor, como si alguien estuviera abriendo su corazón con un cuchillo mal afilado. El mismo dolor que sufría cada vez que se había transformado, aunque potenciado.
Bajó las escaleras lentamente, mientras un sentimiento de angustia lo invadió al observar todos los muebles de la casa cubiertos con grandes sábanas blancas. El sillón donde tantas veces se había quedado dormido después de las prácticas de fútbol, la mesa de la cocina donde compartió tantas meriendas y desayunos con su amiga de la infancia… ver su hogar de esta manera, lo estaba ahogando más de lo que podía esperar.
- Shinichi, debes dejar tu teléfono. – Dijo su padre al verlo en el living.
- No.
- Hijo.
- Que no. No puedo hacer eso. – "Es lo único que me queda de ella. Dejé que me saquen todo. No me corten ese lazo también."
- Ran-chan lo entenderá. – Le dijo sabiendo lo que estaba pensando.
- ¿Qué va a entender si ni siquiera pude despedirme de ella? Lo último que hicimos fue pelear. – Su voz estaba entre cansada, angustiada y enojada.
- Shin-chan, los médicos aconsejaron… – Yukiko intentó apoyar a su esposo.
- Ya. No digas más nada. – Dijo sacando el teléfono para verlo por última vez mientras recorría los contactos. – Estoy cansado de los hospitales, de los médicos y de todos. – Revoleó el teléfono a la mesa del living. – Vayámonos. Abandonemos todo de una buena vez y listo. Como si hacer eso fuese a solucionar o mejorar las cosas.
- Pero…
Yusaku la detuvo poniéndole una mano en el hombro, y Yukiko no pudo evitar largarse a llorar cuando Shinichi salió por la puerta de entrada.
Su marido la dio vuelta para abrazarla fuertemente e intentar consolarla.
- Debemos darle tiempo a que se adapte. Esto no será fácil y necesitamos estar fuertes para apoyarlo. No te me derrumbes, ¿Ok?
- No quiero verlo así.
- Lo sé. Yo tampoco. Pero también deberemos ajustarnos a toda esta situación.
El viaje al aeropuerto fue en un completo silencio. Shinichi iba atrás del conductor, con un codo apoyado sobre el borde de la ventana, y la cabeza contra su mano. Miraba por última vez, como los edificios pasaban a gran velocidad a través del vidrio.
Notó que era de día… pero ya no le importaba. Luz u oscuridad, ¿Qué diferencia hacía eso en su vida ahora? Sus padres habían decidido dejar Japón e irse definitivamente a Los Ángeles. Y no iban a aceptar que él no viniera esta vez.
- "Porque ellos sí tienen una vida que seguir disfrutando. Pueden trabajar, discutir y escapar de los editores por los libros que papá no publica, y hasta hacer las caminatas a la tarde como hacen todos los días. Ellos pueden continuar hacia adelante. Yo en cambio, me quedaré encerrado en una casa desconocida, viendo la nada misma. Porque eso es lo que va a pasar de aquí en adelante. Me quedaré como el auto que compramos hace un mes. Solo y abandonado en un frío y silencioso garaje. ¿Qué diferencia hay entre eso y la morgue?"
- "La vida es definitivamente injusta conmigo. ¿Para qué me esforcé por ser detective? ¿Para qué me rompí el lomo para derrotar a la Organización? ¿Qué conseguí con todo esto? Una esperanza y calidad de vida de mierda, y literalmente, un corazón roto. Tanto por la afección en sí misma, como por la situación con Ran".
- "Ran…" – Y un dolor indescriptible se apoderó de su garganta.
- "¿Nunca más la podré ver? ¿Nuestra despedida fue una maldita pelea? ¿Nunca más escucharía su voz? ¿Nunca más vería esa sonrisa que me descolocó cuando me hizo la flor de Sakura con mi nombre? ¿Nunca más tendría un recuerdo con ella? La persona que amo, a la que finalmente le pude decir lo que sentía por ella después de años de intentarlo… ¿Iba a desaparecer de mi vida como si nada? La única persona que se quedó siempre conmigo, la única persona que me conocía de pies a cabeza, la única persona que me hacía sentir…vivo." – Su corazón empezó a emitir pequeñas oleadas de dolor. Con una mano se agarraba el pecho y estrujaba su remera.
- "Me tienes harto. Si pudiera, te arrancaría de ese hueco de una vez. Se acabaría el problema, tanto para mí como para todos."
Una vez que llegaron, había que hacer el check-in para despachar los bolsos. Por supuesto que tanto Yusaku como Yukiko, lo trataban como si tuviera piel de cristal. No lo dejaban hacer literalmente nada. Ni cargar la mochila que llevaba consigo.
Shinichi quería mandarlos bien al hemisferio sur por esto… pero se contuvo al encontrar abierta una ventana de oportunidad.
Mientras sus padres hacían la larga cola, aprovechó para ir al kiosco y comprar una tarjeta de llamada. Por una vez en su vida, agradeció los desastres naturales que existían en Japón. Es por ello, que todavía existían los zaparrastrosos teléfonos públicos de color verde manzana del año de la prehistoria en el aeropuerto.
Marcó el número que recordó al dejar el teléfono en la mesa del comedor, y esperó a que lo atienda.
- ¿Hola?
- Heiji, soy yo.
- …
- Estúpido deja de leer la pantalla para verificar que sea yo. Estoy en un teléfono público.
- ¿Por qué me llamas des…?... ¡¿Te encogiste de nuevo?!
- No, idiota. No tengo más mi celular.
- Pues pásame el nuevo número entonces.
- No creo que sea posible y no tengo mucho tiempo. Necesito pedirte un favor. ¿Puedo confiar en ti?
- Sabes que sí. – Le contestó arrugando el cejo.
- ¿Puedes de vez en cuando, ir a chequear a Ran?
- ¿No te habías peleado con ella?
- Sí.
- ¿Entonces…?
- …
- ¿Por q…?
- Es complicado de explicar. ¿Puedo pedirte eso?
- Shinichi, no me puedes pedir algo como eso de la nada, interrumpirme como lo estás haciendo y no decirme que carajo está pasando. Me estás asustando.
- Me estoy yendo de Japón. – Le confesó sin dar vueltas.
- Si me estás pidiendo esto de la forma en que lo estás haciendo, no es porque te estás yendo de vacaciones. ¿Te estás yendo de forma permanente? – Preguntó con indignación.
- …
- …
- Sí.
- Dame un par de horas que voy para allá. – Dijo el moreno con urgencia, mientras se escuchaba por el auricular, cómo buscaba sus documentos y llaves.
- Ya estaré arriba del avión sobre el océano. Te estoy llamando desde el aeropuerto.
- Pero… ¿Por qué? ¿Recién ahora me dices esto?
Shinichi no tuvo otra opción que contarle toda la historia, de la forma más rápida y directa que podía.
Del otro lado del teléfono, Heiji se encontraba gélido de pies a cabezas. Podría jurar que su corazón también estaba funcionando mal, dado que no lo sentía palpitar. E increíblemente, su lengua se había congelado, dejando la conversación sumisa en un silencio absoluto por casi un minuto.
- ¡¿Por qué no me contaste todo esto antes?! ¡Idiota! – Dijo con aflicción en la voz, una vez que pudo reaccionar.
- Heiji… por favor. Ya bastante tengo con toda esta mierda, y apenas lo estoy llevando bien.
- No puede ser que no haya nada para hacer.
- Heiji…
- Quizás mis padres conozcan a alguien… – Hablaba con rapidez interrumpiéndolo.
- Heiji…
- En una de esas podemos consultar con otro especialista… – Seguía comentando sin escuchar que lo llamaba.
- ¡Heiji! – Le gritó para llamar su atención. – Está bien.
- ¡No! Claro que no lo está. Está de todo, menos eso.
- Está bien, amigo. Lamento mucho tener que comunicarte todo esto en un ruidoso lugar y por teléfono.
- Esto… no puede estar pasando.
- …
- ¡Eres casi mi hermano, idiota! ¡No puedes desaparecer así! – Exclamó con un globo en sus cuerdas vocales.
- Lo sé. – Dijo cerrando los ojos mientras una ola de dolor le pasaba por encima.
- ¿Por qué no tienes tu celular encima?
- No me dejan llevarme nada de acá.
- ¿Borrón y cuenta nueva? ¿Qué pelotudez es esa?
- Es lo que le aconsejaron los médicos a mis padres, los cuales no saben cómo lidiar con esto. – "Me estoy entrando a enojar. Sí, ya sé, estúpido pecho. Deja de quejarte por un momento."
- Pero si recuerdas mi celular, por más que cambies el número… podremos seguir hablando. ¿No?
- Vamos a ver qué es lo que pasa. Quizás, dándole una chance a lo que dicen, puedo llegar a recuperarme un poco. Tengo mis dudas, pero tengo que cortar contacto con todos por un tiempo. – "Siento mentirte Heiji, pero no hay cura milagrosa para esto. No van a dejar que tenga un celular por seguro."
- ¿Me estás diciendo que ésta es la última vez que vamos a hablar? ¿Nunca más te veré? ¿No sabré qué demonios pasará contigo?
- "Lamentablemente… sí. Date cuenta, idiota. Me estoy despidiendo de ti." – Al menos siéntete suertudo. Eres a la única persona que pude contárselo.
- ¿Nee-chan…?
- No hablé con ella desde que peleamos. Así que, no sabe nada de esto.
- Shinichi… – Dijo con un tono de voz de incredulidad.
- No se lo cuentes.
- ¡No puedes pedirme eso!
- Por favor. – Dijo ya suplicando. Y el tono de voz lastimero le llegó a perforar el espíritu al del oeste. – Es lo único que te pido. Ya la herí demasiado. Déjala vivir tranquila.
- ¿Y qué haré cuando en un par de meses se encuentre desesperada porque no puede encontrarte por ningún lado? ¿Qué esperas que le diga? ¡Se volverá loca pensando que te convertiste otra vez en un niño! Verá a todo el mundo con sospecha, pensando que puedes llegar a ser tú.
- No creo que pase eso. No estábamos en los mejores términos y creerá que desaparecí por otra razón. Quizás le duela al principio. Luego… cada día que pase, le dolerá un poco menos, hasta que finalmente se olvide de mí.
Shinichi estaba observando a sus padres que estaban dejando las valijas sobre la cinta al hacer el check-in, y sabía que no le quedaba mucho más tiempo.
- Heiji, tengo que irme.
- …
- Heiji.
- …
- Lo sé. – Dijo cerrando los ojos. – Me alegra haberte conocido.
- ¡No te despidas de esa forma, estúpido! Busca algo allá. Algo tiene que haber para solucionar esto.
El dolor se le estaba haciendo insoportable. Tanto el de su corazón como el de su mente. Él tampoco quería esto. No quería irse. No quería abandonar a todas las personas que eran importantes en su vida.
- Solo… ve a Tokio a verla de vez en cuando. Al menos puedo irme tranquilo… sabiendo que alguien puede cuidarla de alguna manera. – Dijo evitando responder la exclamación de su amigo. Sabía que no había solución para su problema y hacerse falsas esperanzas era en vano.
Al escuchar su última oración, fue cuando Heiji logró finalmente entender lo que le quiso decir todo este tiempo: irse tranquilo de Japón… o irse tranquilo de este mundo.
Le estaba diciendo adiós.
- …
- Heiji…
- Ok, lo intentaré. – Le respondió con voz trémula.
- Gracias. Adiós, amigo.
El moreno se sentía incapacitado de despedirse. Las palabras le sonaban crudas y prometedoras. Si las manifestaba, sentía que la vida de su cuasi hermano iba a llegar a su fin.
Si Shinichi hubiera esperado tres segundos antes de cortar, hubiera escuchado como el de Osaka se desarmaba en pedazos al otro lado del país.
Casa residencial de los Kudo – Los Ángeles – Septiembre – Año 1
- ¿No está comiendo otra vez? – Preguntó Yusaku al entrar a la casa de noche y ver la bandeja de comida fría en la mesada de la cocina.
Su mujer, que se encontraba agotada, negó con la cabeza.
- ¿Tú tampoco?
- Algo piqué. No tuve muchos ánimos de comer. ¿Cómo estuvo tu día? – Intentó decir Yukiko con un tono de voz optimista.
- Amor, no me quieras cambiar de tema. Bajaste de peso estos últimos dos meses y tus ojeras llegan al piso. No me hagas esto, no puedo encargarme de los dos al mismo tiempo. – Le pidió con desesperación mientras la abrazaba con fuerza.
- ¿Qué puedo hacer? – Dijo rompiendo finalmente en un llanto desgarrador sobre su pecho. – El examen descendió un 13% con respecto al de hace tres meses y cada día tiene más dolor. Es como si estuviera esperando que la parte derecha de su corazón deje de funcionar. Es mi bebé, Yusaku. Y no puedo hacer nada para ayudarlo. ¿Por qué le tuvo que pasar todo esto a él? No quiero perder el único hijo que tengo.
Yusaku sólo podía abrazarla mientras se desahogaba desconsoladamente contra su camisa. No podía decirle nada para calmarla… porque ya no sabía qué hacer. La situación se les estaba yendo de control al no saber qué hacer con su hijo. Hablar con él se había tornado imposible y su condición estaba empeorando rápidamente.
Desde el momento cero en que llegaron, empezaron a buscar profesionales para que los ayuden a sacarlo del estado en que se encontraba. Pero todo fue inútil. Tal como había pronosticado el médico de Japón, entró en un mundo totalmente oscuro y depresivo. No sabían si era porque no lograba adaptarse o porque sencillamente se había rendido. Y pensaban más en la última que la primera opción.
Habían llamado a varios psicólogos, terapeutas, médicos clínicos, incluso psiquiatras. Todo en vano. Shinichi no hablaba con nadie, y apenas lo hacía con ellos. Se encerró en su habitación y no salió más de ella. Apenas comía. Apenas dormía. Apenas se movía lo mínimo e indispensable.
Ya fueron tres, la cantidad de veces que tuvieron que internarlo en las últimas seis semanas. Una de ellas por deshidratación, y las dos restantes, por los tremendos dolores que sufría cuando caminaba de más.
Por su condición cardíaca, no podían aplicarle morfina o ningún tipo de sedante para que disminuya el dolor. Con lo cual, a ambos padres, no les quedó más remedio que sentarse a su lado, y ver cómo su hijo se retorcía e intentaba contener los gritos hasta que se le pasara, o hasta que el cansancio le ganara.
Para variar, hace un mes, Shinichi empezó a tener otro tipo de problemas. La frutilla que le faltaba al postre: problemas hormonales.
Notaron que al poco tiempo de establecerse en Los Ángeles, había tenido serios cambios en el ánimo… obviamente para peor. Se había tornado duro y hasta agresivo en la forma de contestar. Al principio, tanto Yusaku como Yukiko pensaron que su hijo los odiaba por obligarlo a realizar un cambio de vida tan exabrupto, y que cesaría al corto plazo cuando entendiera que no había otra forma. Pero las contestaciones en vez de disminuir, fueron aumentando de nivel, al punto de gritarse entre ellos.
No fue hasta que le hicieron el chequeo trimestral, que descubrieron otro efecto secundario del antídoto, el cual tardó un par de meses en desarrollarse: alta testosterona. El probar tantos prototipos, y provocar que sus hormonas aumenten y disminuyan continuamente, generó que se confundan y se disparen hacia el techo cuando tomó la versión final.
El mayor de la casa salió de sus pensamientos y se alarmó, cuando su mujer empezó a jadear descontroladamente.
- Yusaku, no puedo respirar. – Decía entre sollozos mientras se agarraba el pecho.
Su esposo midió su pulso, el cual se encontraba más acelerado de lo normal. Estaba sudorosa, con el rostro pálido y temblando.
- Yuki, cálmate. Mírame y respira. Llamaré a la ambulancia, pero en el mientras tanto, necesito que te cal…
Y logró sujetarla a tiempo cuando se desvaneció repentinamente. Sacó su celular con urgencia para llamar a una ambulancia mientras la depositaba en el sillón del living.
Shinichi escuchó a su padre gritar repetidamente el nombre de su madre. No era el mismo tono que usaba para los intercambios de opiniones habituales que tenía con ella en cada discusión que tenían por su culpa. No. Estos gritos eran distintos. Sonaban con cierta desesperación y temor.
Sabiendo que algo andaba mal, intentó salir de su cama y bajar hasta el living. Intentó… porque su cuerpo terminó cediendo a la mitad de la escalera por el increíble dolor que sentía. Los pocos pasos que podía dar, se habían acabado.
Cayó en el escalón de descanso, apretando sus puños con fuerza para evitar gritar. El dolor… era intolerable. Pequeñas agujas se clavaban en su maldito órgano, para después sentir como un martillo las introducía más profundamente en él. Intentó focalizarse en otra cosa y no en sus pulmones que no podían funcionar correctamente. Si respiraba profundo, el sufrimiento se magnificaba exponencialmente.
Pero… sus padres.
Dicen que un dolor más fuerte aplasta al anterior, así que con su puño, golpeó con fuerza la dura pared, esperando no haberse roto la mano en el proceso.
Como pudo y con mucha dificultad, fue usando la baranda de soporte, hasta llegar a ver la escena. Su madre se encontraba desmayada en el sillón, sin color en sus mejillas y mucho más flaca de lo que la recordaba.
- ¿Qué le pasó a mamá? – Preguntó con voz ronca y apenas audible.
- ¡¿Qué crees que pudo haberle pasado?! – Espetó con brusquedad.
De forma temblorosa, apenas se sostenía del barandal por lo mareado y débil que se encontraba. Estaba pálido, entumecido, y un frío sudor recorría su cuerpo por completo.
Y no fueron muchas las veces en su vida, que su padre le había gritado… pero esta vez se sintió condenadamente mal por ello.
- ¡Está colapsando! ¡Al igual que yo! ¡¿Acaso no te das cuenta de que esto no es fácil para nosotros tampoco?! ¿Qué demonios te pasa, Shinichi? Vas y te encierras en tu mundo de perdición, no quieres hablar con nosotros y mucho menos quieres intentar hacer algo por ti. ¿Cómo se supone que se va a sentir tu madre? ¿Acaso no te das cuenta de las cosas? ¿No ves lo que está pasando? ¿No ves lo débil que está y lo mucho que le afecta toda esta situación? ¿Dónde diablos quedó el gran detective que deducía todo? ¿Tienes idea de la cantidad de noches que tu madre pasó despierta a tu lado, escuchando atentamente cada latido de tu corazón, aterrada por si dejaba de palpitar? ¿Y todo para qué? ¿Para qué después nos contestes para la mierda día tras día? No tienes idea de lo decepcionado que estoy contigo.
La única razón por la cual Yusaku dejó de gritarle, es porque escuchaba la sirena de la ambulancia. Se levantó rápidamente para ir a abrirles la puerta y dejar que los médicos atiendan a su mujer.
Una hora más tarde, el mayor de los Kudo se encontraba otra vez en el hospital que se ubicaba cerca de donde residían. La sala de emergencias, estaba repleta de gente que esperaba ser atendida, o como él, esperaban el diagnóstico de alguien. Considerando la hora y lo tarde que era, no creyó que iba a estar tan llena como lo estaba.
Una pareja en particular, le llamó la atención. Sus rostros tenían una expresión de pánico, y restos de lágrimas secas se evidenciaban en sus mejillas. Caminaban con ansiedad de un lado al otro por el pasillo, hasta que un médico con semblante serio, se les acercó para comunicarles las noticias… y hubiera deseado no escucharlas.
Su hijo, había fallecido.
Uno generalmente cuando lleva a alguien a emergencias o a la guardia, es porque la persona súbitamente se siente mal. Que le realicen algún estudio, o que le prescriban algo para que se recupere, es lo que uno normalmente esperaría. Pero lo que menos te imaginas, es que le haya llegado la hora de morir de forma tan abrupta.
... ¿Cómo puedes estar preparado para eso?...
Yusaku observaba el escenario, y la imagen quedó registrada en su cerebro. Los sollozos exasperantes y desgarradores de la mujer que se encontraba de rodillas en el suelo, el torrente de lágrimas de ambos, el hombre que intentaba contenerla aunque se encontraba igual de destruido que ella, el doctor diciéndoles que lo sentía pero que habían hecho todo lo posible…
- ¿Familiares de Yukiko Kudo?
- Sí. – Respondió el hombre con angustia, mientras se levantaba de su asiento.
- ¿Qué vínculo tiene con la paciente?
- Soy su marido.
- Bien. Su esposa está estable, y la estamos tratando por una crisis de angustia. – Le dijo el médico. – Tenemos el historial de su hijo, por lo que suponemos que la causa de su episodio es obvia. Este tipo de crisis, si las tratamos como corresponde, desaparecen por sí solas al corto plazo. En caso de que prevalezca, y no sigan las instrucciones al pie de la letra, puede convertirse a futuro en un trastorno de angustia.
- ¿Cómo se lo trata? ¿Con antidepresivos? – Preguntaba con los ojos vidriosos y rojos. Estaba realmente… agotado.
- Sí. Pero, considerando la situación en la que están en estos momentos, le administraremos benzodiazepina de manera conjunta por un tiempo. Mañana le daremos el alta, pero deberá venir todas las semanas para que le realicemos un seguimiento, y ver si le vamos reduciendo la medicación. Bajo ningún motivo, puede dejar de tomarla como se le indica. Cortar el tratamiento de forma abrupta puede ocasionarle severas consecuencias.
- Entiendo.
- También sería bueno que acuda a alguna especie de psicoterapia para que le ayude a sobrellevar este tema. Y si me permite decirlo, creo que a usted no le vendría mal tampoco. – Sugirió al observarlo.
- ¿Puedo verla? – Dijo obviando el tema.
- Por supuesto. Aunque se encuentra dormida por lo que le suministramos. Estará así por unas cuantas horas. La hemos pasado a una habitación común. Su habitación es… la 618. – Le confirmó mientras veía su planilla. – Debe seguir hasta el final del pasillo, y a la derecha, encontrará los ascensores.
- Muchas gracias.
- No, por favor. Que termine bien el día.
- Usted también.
Yusaku caminaba por los blancos e impolutos pasillos. Ya odiaba los hospitales. Los detestaba al punto de tenerles alergia. Primero su hijo y ahora su mujer.
Cuando entró a la habitación y la vio, apenas alumbrada con la luz de una lámpara cercana a la ventana, fue que empezó a quebrarse. Se sentó, y la vio tan débil, y ya… no sabía qué hacer. Uno de sus pilares más fuertes se había desmoronado, y no podía culparla en lo absoluto. Él también sentía que iba a explotar en pedazos en cualquier momento.
Pero debía aguantar. Era el único que quedaba en pie de su familia.
- "Familia…. Los restos que quedan de ella en realidad. Recién ahora me pongo a pensar en el significado de la palabra familia. Maldición, ¿Qué clase de padre soy? Dejé solo a mi hijo a los 13 años. Lo dejé sólo durante meses cuando lo encogieron y estuvo peleando contra el Sindicato. Y ahora, lo dejé solo en la casa, sabiendo que apenas puede moverse."
- "No puedo creer que le haya gritado así, descargándome y desquitándome con él cuando es una bomba de tiempo. No pensé que pudiera fallar tanto como padre y como esposo." – Se retaba a él mismo mientras apoyaba sus codos sobre la cama, entrelazaba sus manos y se cubría la boca con ellas.
- Maldición. Estoy muy cansado. Demasiado cansado. ¿Qué vamos a hacer ahora Yuki? – Le decía en voz alta a su mujer mientras le acariciaba el pelo con sus dedos. – No puedo solo con toda esta situación. Tú no estás en buenas condiciones, y tardarás en recuperarte psicológicamente de esto. Shinichi… empeorará cada vez más, y tú, una vez tras otra, volverás a caerte por eso. Ya no sé qué demonios hacer.
La indignación, la preocupación, la angustia, la impotencia, su propio dolor por saber que podía… No. Que podía, no. La probabilidad no era la adecuada. Sabía que iba a perder a su único hijo en el corto plazo. Iba a perderlo del mismo modo que la pareja en la sala de emergencias. Iba a escuchar las mismas palabras que les dijo el médico. Iba a vivir exactamente la misma situación…
Todo lo que se estuvo guardando por meses, intentando ser el hombre fuerte de la casa, la persona en la que todos podían descansar, se fue por el desagüe en cuestión de segundos.
No recordaba cuando fue la última vez que había sentido la sal sobre sus labios, su nariz húmeda y el embotamiento por los continuos sollozos. Se sentía la persona más patética y débil del planeta. Tenía tantas ganas de ser egoísta por una vez y desaparecer de la faz de la Tierra, con tal de no sentir el dolor y el vacío en su cuerpo… Pero sabía que no podía abandonar a su mujer cuando más lo necesitaba. Y tampoco podía desampararse de su hijo.
Eran pasadas las ocho, cuando sintió su teléfono vibrar. No quería atenderlo, no quería contestar y recibir más malas noticias. Basta por hoy. Sólo quería estar en paz, al lado de su pálida y dormida mujer. ¿Era mucho pedir?... Pero… ¿Si era alguien que estaba llamando por Shinichi?
Suspiró y sin pensarlo nuevamente, se pasó una mano por la cara para sacar los restos de evidencia de su estalle, y atendió sin ver el ID.
- ¿Hola? – Su voz estaba inestable, y es algo que le llamó la atención a su receptor.
- ¿Yusaku-kun?... ¿Está todo bien? Soy Shuichi.
- "¿Shuichi-kun? No hablaba con él desde que terminó lo de la Organización".
- ¿Qué pasó? – Dijo esta vez seriamente al percatarse del silencio.
- ¿Podrías… llamarme mañana?
- No.
- … – Y el hombre se quedó paralizado al escuchar su negación.
- Algo claramente te está pasando ahora y no te encuentras bien. ¿Has estado llorando? – Preguntó con total desconcierto y duda.
- …
- Si no empiezas a hablar, te juro que rastreo la señal de tu celular, y le digo al equipo más cercano que haya que te haga una visita no planificada.
Si algo había aprendido de la personalidad de Shuichi a lo largo del tiempo que vivieron bajo el mismo techo, es que no era una persona que usualmente bromeara. Si te amenazaba con hacer algo, es porque lo iba a hacer sin dudar.
- Estoy pensando seriamente en pedirle al hospital que me arme una suite para tres. Total, puedo seguir escribiendo desde la cama y el resto de mi familia que se está cayendo a pedazos, estará atendida. Se van a acabar los viajes al hospital, no tendremos que pensar en qué hacer de comer, y los tres viviremos más o menos felices conectados a una intravenosa o con drogas que nos hagan ver pececitos de color en el techo.
- ¡¿Qué carajo?! ¿Dónde estás? – Preguntó alarmado.
- En Los Ángeles, en el hospital cerca de casa. Mañana le dan el alta a Yukiko.
- ¿Qué le pasó?
- Tuvo una crisis.
- ¿Shinichi?
- … en casa.
- Y no está bien, por lo que tardaste en responder.
- No. Está… Está… – Intentaba explicarle. Pero las palabras se quedaban atragantadas y el dolor de garganta aumentaba considerablemente.
- Cálmate, ¿Si? ¿A qué hora le dan el alta a Yukiko-chan?
- No lo sé. Estimo que al mediodía.
- Ok. Mañana iré a verte con Jodie. Pásame la dirección de tu casa por mensaje. Y no acepto un no como respuesta. ¿Ok? Mañana me explicas con lujo de detalle lo que está pasando.
- No hay nada por hacer, Shuichi-kun.
- No me importa. Nos vemos mañana. Intenta descansar un poco.
- Ok.
Dieciséis horas después, Yusaku se encontraba con su mujer bajando del taxi. Los pasos de Yukiko eran inestables y lentos por los efectos de la fuerte medicación que le habían estado administrando. Una hoja en blanco tenía más expresión y color que su rostro, y eso le quebraba el corazón a Yusaku. Era un tormento ver de esta manera a la siempre alegre mujer. La que se reía de todo. La que hacía expresiones y mohines de adolescente.
No fue hasta que llegaron a la entrada de la casa, que el hombre sintió terror de abrir la puerta al desconocer lo que podía llegar a encontrar. Había dejado a su hijo solo por más de mediodía.
- "¿Y si no estaba bien? ¿Y si todavía estaba tirado en la escalera? Peor, ¿Y si se cayó? ¿Y si estaba…muerto? ¿Su desquite hacia él sería lo último que vivió con él?"
Con el corazón a punto de colapsar, abrió la puerta, para encontrar la casa en un silencio sepulcral y aparentemente vacía.
- "¿No me digas que se fue? No, no, no, No me jodas, que es lo último que me falta."
Sentó a Yukiko en el sofá, donde la noche anterior se había desmayado, y subió apresuradamente los escalones de la escalera para entrar a la habitación de su hijo.
No sabía si era sorpresa o alivio lo que sintió cuando lo vio dormido sobre su cama. Estaba de espaldas a la puerta y respiraba no muy profundamente.
- "Hasta algo tan básico y necesario para vivir le ocasiona dolor." – Pensaba con pena.
Se acercó suavemente y se arrodilló por un momento a su lado para tocarle el pelo. Estaba mucho más largo, y no se había percatado de eso hasta recién.
- ¿Cómo está mamá? – Dijo sin emoción alguna y sin abrir los ojos.
- ¿Estabas despierto? – Preguntó con sorpresa.
- …
- Estará bien, no te preocupes. Necesita… un tiempo.
- Ok.
- Shinichi… yo… – Intentó disculparse.
- No lo hagas. Está bien. – Dijo abriendo sus ojos.
- Pero…
- La dejaste en la entrada y te necesita. Ocúpate de ella. Yo estoy bien.
Nunca pensó que le dolería tanto sus escuetas palabras. Increíblemente, no fueron agresivas como las que venía escuchando en sus discusiones. Pero se percató del doble sentido que acarreaban: ese "estoy bien", significaba "no estoy bien, pero no importo". Ese "ocúpate de ella", significaba que, como Yukiko tenía más probabilidades de recuperarse y de vivir que él, él no merecía ningún tipo de atención o de afecto.
Yusaku se levantó acongojado y se retiró de la habitación. Se sentía tan imbécil por desquitarse así con él, sabiendo el delicado estado físico y psiquiátrico en el que se encontraba su hijo. Todo era tan malditamente complicado.
Una vez que dejó a Yukiko en la cama de ellos, se hicieron las tres de la tarde. Se preguntaba si Shinichi había comido algo, pero al ir a la cocina, no vio cambios con respecto a la noche anterior cuando había llegado a casa. Otro día más pasaba sin que comiera.
El timbre de la casa sonó, y sabiendo quienes eran, fue a abrir con desgano físico. Se asustó al abrir la puerta y ver sus rostros con estupor.
- ¿Qué pasó?
- Es lo que me gustaría saber. Perdona la sinceridad, pero estás hecho pelota.
- ¡Shuu! – Lo retó su novia.
- Siempre tan sincero, Shuichi-kun.
Por más que Yusaku quería sonreír, no pudo hacerlo. Y los del FBI se percataron de ello.
- Pasen por favor. Solo pasaron un par de meses desde la última vez que los vi, pero cambiaron bastante.
- No más gente de negro, menos estrés supongo. – Le contestó el de ojos verdes con diversión.
- ¿Cómo está Yukiko-chan? – Consultó Jodie mientras pasaban a la cocina para tomar un poco de té.
- Dormida. Estará medio zombie por unos cuantos días. Le dieron dosis de antidepresivos para una manada de elefantes más o menos.
- ¿Qué le pasó?
- Tuvo un ataque de angustia.
- Y si no hacemos algo contigo, tú serás el próximo en caerse. ¿Qué le pasó a Shinichi para que estén así? Intenté llamarlo para ver cómo estaba, pero jamás pude comunicarme con él. – Comentó el de ojos verdes.
A Yusaku no le quedó más alternativa que contarles los acontecimientos de los últimos cuatro meses.
- ¿Ahora entienden por qué estamos cayendo como fichas de dominó? Con Yuki agotamos todas las posibilidades, y es un camino sin salida. Llamamos a centenares de médicos y especialistas, fuimos a distintas clínicas y centros para buscar otras opiniones, preguntamos por tratamientos que habíamos investigado por internet… y nada. Todos dijeron lo mismo.
- …
- Quizás… si hubiera estado con él desde el principio por más que él no quería, si hubiera… evitado que tome tantos prototipos, en una de esas el resultado hubiera sido distinto.
Los del FBI no podían creer lo que escucharon. Se compadecieron del adolescente: primero la Organización, y ahora esto. ¿Cuándo iba a llegar el día en que iba a poder vivir como una persona normal?
Cuando el silencio se hizo interminable, pesado y en cierto modo asfixiante por la culpabilidad y desesperanza que sentía el hombre que estaba sentado enfrente de ellos, fue que Shuichi habló.
- Por más que hubieras estado desde el inicio, nada te asegura de que el antídoto final no le trajese las mismas consecuencias. Así que, no sirve de nada recriminarse y apalearse cuando ya las cosas sucedieron. Ahora es el momento de ver qué podemos hacer antes de que sea demasiado tarde. Por ende, necesito que me des todos sus exámenes médicos y toda la data que tengas sobre lo que le pasa, no importa lo que sea o si se repite.
- Shuichi-kun, no…
- Lo sé. Intentaron todo. Entonces, ¿Qué te cuesta que pregunte por una opinión más?
- De acuerdo. – Dijo extrañado mientras se levantaba. – ¿Quieren pasar a verlo?
- No. Es mejor que no sepa que estuvimos acá.
- Ok. – Respondió mientras caminaba hacia lo que era su estudio.
- Shuu, ¿Qué tienes…?
Cuando vio que efectivamente Yusaku había salido del ambiente, fue que Jodie quería preguntarle lo que estaba pensando. Pero al girarse, lo vio con el teléfono al oído, esperando que alguien le conteste.
- James, necesito preguntarte algo. ¿Todavía tienes el contacto de ese médico que teníamos en el FBI?
- ¿El que se jubiló hace un par de años?
- Sí. ¿Cómo se llamaba? – Preguntó sacudiéndose el pelo.
- Michael Wilson. – Respondió Jodie.
- Exactamente ese. ¿Podremos pedirle que mire unos análisis para que nos dé un diagnóstico sobre algo?
- Shuichi… que hiciste esta vez. – Suspiró cansado el pobre viejo hombre. – ¿Junto con Haibara-san experimentaste alguna nueva droga sobre alguien? Si lo hiciste, no quiero saberlo. El día que me pregunten por ello, no tendré que mentir al respecto.
- ¿Por qué? – Dijo con una palma hacia arriba.
- ¡Te conozco!
- Esta vez no hizo nada. Lo tengo controlado por el momento. – Replicó Jodie.
- Menos mal que eres su novia querida… de nuevo. – Dijo tosiendo las últimas palabras. – Este hombre es el demonio en persona y necesitaba que alguien le ponga algunos límites. Yo ya estoy viejo para eso.
- ¡Hey! Si yo soy el demonio, ¿Entonces ella quién es? ¿El exorcista?
- Excuse me? – Dijo la rubia con expresión divertida mientras se cruzaba de brazos.
- … – James no paraba de reírse del otro lado de la línea. Eran los mejores agentes que tenía. Pero había que admitir que tenían serios problemas. – En fin. Todavía mantengo contacto con él. Te lo pasaré y le escribiré al respecto.
- Gracias.
- ¿Por qué Michael? – Preguntó Jodie cuando colgó.
- Como verás, ya está retirado, por lo que su experiencia es extensa. Además, sé que tiene constante contacto con médicos que diagnostican casos de los más extraños. Quizás pueda brindarnos una opinión diferente a la que piensa la mayoría de los médicos.
- Es una jugada difícil la que propones.
- ¿Por qué?
- ¿Tú crees que, considerando la situación en la que se encuentra la familia Kudo, se arriesgarían por el 1%, cuando el 99% les dijo que no hay solución?
- Es lo que le comenté a Yusaku-kun recién. Si ya está sentenciado, ¿Qué cuesta probar una cosa más, e ir en contra de la corriente?
La pareja al retirarse de la casa, se fue al pequeño departamento que habían alquilado. Estaban de licencia dado que tenían vacaciones acumuladas y tenían que usarlas en algún momento. Desde que se introdujeron en el mundo de la Organización, hace más de siete años atrás, no habían parado nunca de trabajar.
Se comunicaron con Michael, el cual se interesó por el caso al ser tan particular y extraño. Le enviaron por mail todos los documentos que el mayor de los Kudo les había entregado, y le habían brindado el teléfono de Ai para que le explique el funcionamiento de la droga y del antídoto. Apenas recibiera novedades, se las iba a informar.
Pero ya habían pasado cinco días y todavía esperaban ese llamado con ansiedad.
- No pensaba tomar nuestras tan merecidas vacaciones de esta forma. – Suspiró Jodie mientras guardaba en la alacena algunos productos que habían comprado.
- Mmm, ¿Escucho quejas? – Preguntó con diversión mientras la abrazaba por atrás y le daba un beso en el cuello.
- ¡Shuu! – Dijo regañándolo con sorpresa mientras lo golpeaba suavemente con un paquete de pasta.
- Mira que podemos aprovechar el tiempo de muchas formas.
- Eso ya me quedó bastante claro. – Dijo con una sonrisa irónica mientras jugaba con los dedos de él, que se encontraban sobre el estómago de ella. – Aunque… tengo curiosidad por saber algo.
- ¿Y eso sería? – Preguntó soltándola para que se dé la vuelta.
- Me llama la atención la forma tan rápida en la que te involucraste en esto. ¿Por qué?
Shuichi se apoyó de espaldas a la mesada de la cocina y se sentó sobre ella, dejando los brazos a sus costados.
- Siento que les debo una grande por todo lo que hicieron por mí. Yukiko-chan me enseñó a disfrazarme para que sea Okiya Subaru y hasta me ayudó a aprender a cocinar. Yusaku-kun me prestó su casa, siendo yo, un extraño total, y me ayudó a burlar a Rei y a la Organización más de una vez. Y con Shinichi… bueno. Es al que más le debo de todos. – Admitió con cierta pena. – Estando en un cuerpo de un niño de siete años, nos ayudó a ambos en tantas ocasiones que ya perdí la cuenta. Sin él, probablemente estaríamos todavía atrás del Sindicato, o peor… estaríamos muertos. Evitó muchas veces que eso sucediera, siendo un maldito enano de un metro.
- Te comprendo. – Dijo con una sonrisa mientras se colocaba entre sus piernas para abrazarlo. – Vaya. Esto es nuevo. Nunca pensé que el gran Shuichi Akai podía tener debilidad por un adolescente.
- Eres una tonta. – Le exclamó con una sonrisa mientras colocaba su mentón sobre su cabeza y la rodeaba con sus brazos. – Pero te amo igual.
- Más te vale, después de todo lo que me hiciste sufrir.
- Ahí va la pasada de factura. – Dijo mirando hacia arriba y sonriendo.
- Tengo derecho. Así que sopórtalo.
El celular de Shuichi sonó sobre la mesa, por lo que deshicieron su abrazo para atenderlo rápidamente.
- ¡Michael! Ya me estaba poniendo impaciente al punto de caminar por las paredes.
- Ah, lo siento Shuichi. Pero me la hiciste difícil.
- Dime que tienes buenas noticias.
- No estoy muy seguro de poder clasificarlas de esa forma. – Dijo con duda.
La pequeña esperanza del agente se desvaneció enseguida. Ahora sí que no había más nada que hacer.
- Tenemos dos problemas que tratar… tres en realidad.
- Espera… ¿Tratar? ¿Existe entonces una forma? – Preguntó Jodie, sorprendiendo al de ojos verdes al percatarse de lo mismo.
- No sabría decirte si puede funcionar. Pero… si va a morirse, que al menos lo haga intentándolo.
- ¡Ay, que bestia que eres! ¡Espera que toco la mesa de la cocina! – Exclamó la rubia mientras se apoyaba sobre ella.
- Lo siento Jodie, pero es la cruel verdad.
- Entonces, ¿Qué se puede intentar? Vamos, habla que quiero saber. – Le pidió el agente.
- ¡Estaba en eso hasta que alguien me interrumpió! Como ya dije, tenemos tres problemas. El cardíaco, el mental y el hormonal. No podemos tratar los tres al mismo tiempo, por lo que habrá que atacar en tramos. Pero para eso, necesito saber qué tanto van a involucrarse las personas que están con él. Solo no podrá hacerlo.
- Supongo que el padre…
- Olvídalo entonces. Preparen el ataúd.
- ¡Michael! – Lo retó Jodie nuevamente.
- ¿Qué dije de malo? – Preguntó Shuichi sin entender.
- No puede ser un familiar. ¿Quieres que te explique en pocas palabras lo que hay que hacer? En estos momentos es un edificio mal construido. Hay que demolerlo por completo, volarlo, hacerlo pedazos, pisarlo para que la base quede sólida… y volver a construirlo.
- Ya está destruido. – Le comentó Jodie con sarcasmo.
- Ah, no, no. Todavía no lo está. Lo estará si decide empezar con todo esto. Va a tocar fondo como nunca antes lo hizo.
- ¿Qué clase de tratamiento estás pensando en darle? – Le consultó el morocho ya con incertidumbre.
- Por lo que vi en su historia clínica, es un chico de apenas 18 años. Es… demasiado joven para esto. No es un tratamiento lo que les voy a presentar. Es básicamente una tortura, donde va a querer acabar con su vida por el dolor y el sufrimiento que va a sentir. Con lo cual, tengo dos preguntas: ¿Él está dispuesto a intentarlo, sabiendo lo que va a tener que enfrentar? Y la persona que lo va a tener que acompañar, ¿Estará dispuesta a ser su soporte, cuando lo va a ver en el peor estado que hubiera podido imaginar? Ambos terminarán exhaustos a nivel físico y mental con esto, por lo que si no son fuertes, pueden llegar a caer duramente contra el suelo.
La pareja se quedó impresionada y en silencio al no saber qué decir. Hasta ahora, solo tenían dos cosas en claro: que esto no iba a ser sencillo, y que la familia Kudo no estaba ni en condiciones físicas, ni mucho menos psicológicas, para llevar esto a cabo… y hasta dudaban de que ellos pudieran hacerlo también.
- ¿Ahora entienden por qué un familiar no puede formar parte de esto? Cederá rápidamente por el dolor emocional.
- Yo lo haré. – Decidió Shuichi.
- ¿De cuánto tiempo estamos hablando? – Preguntó Jodie.
- Imposible saberlo. Pueden ser meses o años. Va a depender de muchas variables.
- Sé por dónde piensas Jodie. El tiempo y el lugar, luego lo arreglamos con James. ¿Cómo es el…? – No quería decir la palabra tratamiento porque era de todo menos eso. Pero tampoco quería pensarlo como una tortura. – ¿Qué es lo que hay que hacer?
- Estuve hablando con la científica de Japón, Ai, y llegamos a la misma teoría. Todos los médicos que vieron hasta el momento, les dijeron exactamente lo mismo: que se quede como un apio en una heladera. Piensen, ¿Qué consecuencias le trae al corto plazo estar así?
- Se mantiene conservado. – Supuso Jodie.
- Bien. ¿Qué le pasa a una verdura cuando la dejas un mes en la heladera?
- Se achicharra.
- Exacto. Se deshidrata, pierde sus propiedades y se llena de bacterias, hasta que empieza a pudrirse.
- ¿O sea que… no sólo no se está conservando sino que encima empeora? – Consultó el del FBI.
- Hay una expresión en medicina que es: "El cuerpo que no se mueve, se enferma". Déjalo quieto, y perderá musculatura. Sin musculatura, sus órganos empezarán a resentirse y su corazón, deberá bombear cada vez más rápido cuando él quiera dar un paso o simplemente quiera respirar. Es más, viendo el último resultado de su examen, me atrevo a pensar que ya está en esa etapa. Están muy justos con el tiempo. Si demoran más tiempo en tomar una decisión sobre qué hacer con él, es probable que no dure más de un par de meses como mucho... Y le estoy poniendo mucho optimismo.
- Pero… hace menos de seis meses estaba corriendo al lado nuestro. ¿Cómo…? – Expresó Shuichi sentándose. Esto estaba resultando demasiado intenso.
- Ya tiene la mente comprometida, dado que por esta situación, se siente desesperanzado, triste, perdido y frustrado. Lo próximo que dejará de funcionar serán los pulmones. Si el cuerpo no se oxigena bien, empezará a dañar el resto de los órganos. Sus riñones empezarán a trabajar mal y su hígado también, provocando que intoxiquen al cuerpo. Lo próximo y último… es su corazón.
- ¿Entonces por dónde empezamos? – Preguntó Jodie mientras colocaba una mano sobre el hombro de su novio para apoyarlo.
- Si atacamos la depresión y el cardiológico, el hormonal por sí solo se irá normalizando con el tiempo. La alta testosterona, es relativamente, el que menos me preocupa porque se arregla al practicar actividad física de forma regular, durmiendo más horas y bajando los niveles de estrés. Tres cosas que ahora no puede hacer en estos momentos. Primero que nada, necesita tener una fuerza interna que lo obligue a querer avanzar. Puede ser una meta, una actividad que quiera hacer, una persona, lo que sea que lo motive y le recuerde el por qué hace lo que hace, y el por qué sufre lo que sufre.
- Ok. ¿Qué más? – Dijo Shuichi anotando.
- Lo más complicado: hacer que su corazón empiece a funcionar nuevamente como corresponde. Hoy puede dar dos pasos antes de que se caiga al piso y grite del dolor. Mañana hará tres. Pasado hará cuatro. "Baby steps" diríamos en Estados Unidos. Esta es la peor parte. Hacerlo entender que tiene que soportar el dolor y no dejarse vencer por él, porque no hay otro remedio. Se caerá cien veces al día, gritará mil veces, sentirá que quiere darse por vencido… no importa. Tiene que mentalizarse en su objetivo, pararse y seguir caminando, hasta que cada vez le cueste menos o se acostumbre a sentir el dolor. Y el que lo acompañe tendrá que estar ahí para recordárselo, cerrando los ojos y los oídos, cada vez que toque el suelo.
- Oh, dear. – Exclamó Jodie al entender el por qué era una tortura.
- No va a ser fácil. Pero estamos hablando de la vida. ¿Cuándo lo es? Si cuando apenas nacemos, nos deforman el cráneo para salir de las madres, nos sopapean y nos clavan una vacuna… ¿Por qué no nos va a golpear siendo grandes?
- Entiendo. – Dijo Shuichi.
- Si vas a hacer tú el que lo acompañe, no vas a poder solo. Vas a tener que formar un equipo funcional. Necesitas a alguien que lo entrene en un futuro, que sepa armarle distintas rutinas para fortalecer su parte cardiológica y muscular, y que sea lo suficientemente duro para que le importe un carajo su dolor. Vas a necesitar un nutricionista que lo evalúe continuamente y le diseñe una dieta equilibrada con alto contenido de proteínas para soportar los entrenamientos. Y por último, un médico clínico que le supervise los exámenes correspondientes. Además por supuesto, de un posible psicólogo.
- ¿Puedes ser tú el médico y nutricionista?
- Ya estoy retirado Shuichi.
- Vamos Michael. Tómalo como un pasatiempo remunerado. Es aburrido estar jubilado. Seguro que ya arreglaste toda la casa, no aguantas más a tu mujer y a tus nietos, y te estás trepando por las paredes.
- ¿Acaso me estás espiando? – Dijo riéndose.
- Te estoy dando un reto. Veamos si tu teoría funciona. Después saca un libro.
- Interesante. – Lo pensó por unos momentos. – Está bien. Reto aceptado. Creo que tienes con qué divertirte por el momento, así que, llámame cuando tengas todo resuelto.
- Lo haré.
La pareja se quedó un momento en silencio mientras terminaban de absorber la información adquirida.
- Creo que tú y yo, tenemos que hablar seriamente de esto. – Le confesó Shuichi a su pareja.
- Definitivamente.
Pasaron dos días más y era mitad de septiembre, cuando la pareja del FBI tocó el timbre de la residencia de los Kudo. Yusaku abrió la puerta, sorprendiéndose al verlos.
- ¡Ja! ¿Pensaste que nos habíamos ido?
- No voy a negar que no pasó por mi mente… ¿Por qué me estás sonriendo tan… feamente?
Y era verdad. Shuichi le mostraba todos sus dientes con una expresión de lo más desquiciada. Parecía ese juego que usualmente estaba en las ferias, y trataba de un payaso sonriendo, al cual debías bajarle los dientes con algún objeto pesado.
- ¿Cómo está Yukiko-chan?
- Hoy tuvo control. Le sacaron la benzodiacepina y estiman que van a reducir los antidepresivos muy de a poco. Tienen que evaluar cómo evoluciona cada quince días, y debe tener apoyo psicológico. Pero pasen, no se queden en la puerta.
- Nop. En realidad… ¿Cómo estás para irte a pasear un rato con Yukiko-chan y Jodie?
- Yuki no creo que pueda caminar muy lejos. Se cansa rápidamente.
- ¿Y en auto? – Dijo mientras le daba las llaves a su novia. – Necesitan airearse un poco. Y yo… necesito hablar con tu hijo a solas.
Yusaku lo veía con el entrecejo arrugado.
- ¿Me das la oportunidad? Primero tengo que saber qué opina él, antes de contarte a vos lo que pienso hacer. Después de todo, el que tiene que decidir esto primeramente es él.
- ¿Por qué presiento que no me gustará lo que tramas?
- Si acepta, no te va a gustar. Ya te lo anticipo.
- Shinichi no está muy hablador últimamente. Dudo que tengas suerte en eso.
- Déjame intentarlo. Hablará conmigo.
- ¿Vas a torturarlo para que lo haga o qué? – Ya estaba pensando mal del agente con lo que le venía diciendo.
- "Todavía no." – Pensaba con ironía. – No, no lo haré.
- ¿Por qué no puedes hablar con él mientras estamos acá? – Preguntó con escepticismo.
- ¿Te soy sincero? Necesito verlo explotar para saber qué tan vivo está, y tu mujer no está para ver eso.
- Shuichi-kun, mi hijo no está en condiciones para…
- Tu hijo morirá en menos de un par de meses si sigue el camino que está recorriendo. – Y eso le cayó como un asteroide al mayor de los Kudo.
- Yusaku-kun, tardamos una semana en volver porque Shuu se estuvo ocupando de conseguir todo lo necesario para probar un… llamémoslo tratamiento, para Shinichi. – Le comentó Jodie mientras colocaba una mano sobre el costado de su brazo. – Confía en él. Déjanos ayudarlos después de todo lo que hicieron por nosotros.
- … – Yusaku bajó la cabeza en rendición y suspiró. – Iré por Yuki.
Jodie miró severamente a su novio cuando el hombre desapareció dentro de la casa.
- ¡Un papel de lija es cien veces más suave que tú! – Lo retó susurrando. Algo muy difícil de hacer.
- ¡No había otra forma para que lo entienda! – Le peleó.
- Podías ser un poco más delicado. ¡Está pasando por mucho y encima le das una piña que le hizo ver una constelación entera! Espero que te disculpes cuando hables con él. ¿Para qué demonios hicimos el curso? – Le dijo, mientras que con un dedo presionaba su pecho.
- Y llegó la hora del sargento.
- ¿La hora de qué? ¿Cómo me llamaste?
- Nada. – Le contestó mirando para otro lado.
- Mejor así. Compórtate.
- Yes, Ma'am! – Dijo saludando al estilo militar.
- ¡Shuichi Akai! Te mataré maldito agente federal. ¡Eres un desquiciado sin escrúpulos o tacto! – Le exclamó con algo de voz mientras lo ahorcaba.
- ... – Yusaku carraspeó para llamarles la atención. – Ya estamos listos.
Jodie se impresionó al ver a Yukiko así. Parecía una muñeca rota y perdida. Sus ojos estaban opacos y veía todo sin interés. Si ella estaba así, no quería ni imaginarse lo que Shuichi iba a presenciar con su hijo en unos minutos.
Intentó que no se le notara en la cara y la trató como siempre.
- ¡Hola Yukiko-chan! – Le dijo sonriendo. – Estábamos por la zona con Shuu… – Y la rubia señaló con sus manos al morocho, quien la saludaba enérgicamente con una mano. –… y vinimos a visitarlos. Vamos a dar un paseo en auto con Yusaku-kun así se despejan. ¿Te parece? El día está precioso afuera.
Pero la aludida no contestó, y la del FBI no se desanimó al saber cómo eran estos ciclos.
- ¡Vamos! – Dijo la rubia con entusiasmo mientras la tomaba del brazo y de la cintura, para ayudarla a caminar. – No sabes todo lo que pasó este tiempo.
- Te mando mensaje. – Le recordó su pareja.
- Ok.
Ambos hombres se quedaron solos en la entrada, viendo como caminaban lentamente las mujeres hacia el auto.
- Su habitación es la primera puerta a la izquierda, subiendo las escaleras. Cualquier cosa…
- 911 y te llamo. Lo sé. No pasará nada, relájate. Sólo necesito tiempo para conversar con él.
- Ok. – Dijo saliendo de la casa no muy seguro.
- ¿Yusaku-kun? – Y el hombre se dio la vuelta. – Sé que no estás pasando por un buen momento. Perdona por ser tan… directo a veces.
- No tienes por qué disculparte. No estarías siendo tú mismo si no lo hicieras. Lo que me dijiste, es una realidad. Dura y dolorosa, pero… sé que pasará si sigue así. Si crees que puede llegar a haber algo que podamos hacer, entonces intentémoslo.
Shuichi asintió con la cabeza mientras cerraba la puerta. Fue subiendo las escaleras, pensando en lo distinto que era la estructura, a la casa que tenían en Japón.
- "Nunca voy a entender por qué la necesidad de una casa tan grande en Japón, si solo son tres personas. Lo único que se me ocurre es que Yukiko-chan esperaba que Shinichi tenga hijos como un conejo."
- "Primera puerta a la izquierda. Aquí vamos."
Shuichi golpeó la puerta, esperando una respuesta que nunca llegó.
- "¿Ah, sí?" – FBI, open up! – Gritó con voz autoritaria.
Shuichi entró a la habitación con estruendo, intentando al menos aumentar su espíritu con algo de diversión... inútilmente. Todo el positivismo se le derrumbó apenas cruzó miradas con el adolescente que se encontraba sentado en la cama, aparentemente leyendo un libro.
Se encontraba pálido, con los hombros caídos hacia adelante, con ropa más grande de lo que parecía necesitar, ojos cansados e inexpresivos… y totalmente derrotado.
- "¡No puedo decirle que está hecho mierda! Maldito curso intensivo sobre qué decirle y que no a una persona con depresión. No me dejas ser yo." – Se decía a él mismo con una ceja alzada.
El de ojos verdes fue avanzando hasta su cama, analizando sus piernas, brazos y muñecas.
- "Michael tenía razón, estaba perdiendo musculatura. Mueve esas patas huesudas de gallina. ¡Eso definitivamente está en la lista de lo que no debo decir!"
Se quedaron viendo por casi un minuto, sin entablar conversación.
- ¿Vas a dejar que me siente? Ya estoy un poco viejo y recién me recuperé del disparo que recibí la última vez que estuvimos todos juntos.
Seguía sin responderle, y tardó en reaccionar… pero finalmente dobló su pierna derecha en un cuatro bajo las sábanas de la cama.
- "Baby steps, Shuichi" – Pensaba mientras se sentaba en el borde y veía lo vacía que estaba su habitación. – ¿Qué te parece si hablamos un rato? Mandé a tus padres a un retiro espiritual por un par de minutos con Jodie. Ahora que lo pienso, pobres de ellos. – Dijo con una sonrisa malvada.
- ¿Qué quieres? – Preguntó yendo al tema en cuestión.
- Quiero saber cómo te encuentras.
- ¿Por qué?
- ¿Tengo que tener una razón para ello?
- … – Shinichi achicó apenas los ojos, y la pequeña reacción no fue desapercibida por el del FBI. – Siempre hay una razón. – Dijo yendo en contra de sus propias creencias.
- Te la diré, si me contestas lo que te pregunté.
- Genial. Nunca estuve mejor. Ahora déjame en paz.
- ¿Me estás echando?
- Estoy cansado, así que me iré a dormir.
- "Al carajo la psicología." – Pues parece que vives cansado. Pareces una larva.
- Deberías saber por qué si hablaste con papá.
- Sí. Ya estoy al tanto de ello.
- Bien. Ya cumpliste y te despediste. Ahora vete.
- Ah, pero no tengo ganas. ¿Quién dijo que venía a despedirme? La idea era darte la bienvenida. Y ahora me dieron ganas de fastidiarte como nunca.
- Haz lo que quieras. – Dijo dejando el libro sobre el costado de la cama, y ubicándose de costado hacia la ventana.
El del FBI lo observó por un tiempo. Si Shinichi pensaba que se iba a ir porque le daba la espalda como un niño de siete años… es porque todavía no conocía bien a Shuichi Akai.
Comenzó a silbar, mientras levantaba el dedo índice de su mano derecha, para verlo con sumo interés. Luego, lo bajó hacia el cuerpo del adolescente, empezando a pincharlo entre las costillas, notando lo delgado que realmente se había puesto. Demasiado para su gusto.
El ex detective ni se molestó en evitar que lo haga por más que le causara algo de cosquillas. Pero cuando ya pasaron tres minutos y seguía jodiéndolo, se le terminó la poca paciencia que tenía. La hormonita… se estaba activando poco a poco.
- ¡Ya, quieres parar! – Dijo levantándose de golpe, sacando las sábanas sobre su cuerpo y sentándose en el borde de la cama. Empezó a realizar pequeñas respiraciones para acallar el dolor que estaba surgiendo de su pecho por el brusco movimiento.
- Lo haré cuando decidas contarme realmente cómo estás.
- Eres insoportable.
- Ya deberías saber que es mi segundo nombre. Ahora sácalo. – Le ordenó viendo como su mandíbula se tensionaba al apretar los dientes.
- …
- Dímelo. Estás enojado y no soy ninguno de tus padres, por lo que eres libre de expresarte como quieras.
- … – Y sus ojos se pusieron azulados y brillosos por la ira.
- "Al fin me estás mostrando una emoción. Oh, sí. Vas a estallar. Vas a estallar. ¡Yey, vamos Shuichi Akai, que eres especialista en romperle las bolas a la gente!" – Entonces… ¿Cómo te trata la grandiosa vida?
- ¡Para la mierda! – Le gritó. – ¡¿Cómo diablos quieres que me sienta?! ¡Me estoy hundiendo demasiado lento, y me pregunto cada día que pasa cuanto más falta para que me termine de ahogar de una maldita vez! No puedo dormir porque me duele. No puedo respirar profundo porque una maldita espada me atraviesa de lado a lado. No puedo salir de este maldito cuarto porque no puedo dar más de quince pasos. Si quiero ir al maldito baño tengo que mentalizarme en que tengo que ir diez minutos antes por lo que tardo en llegar. ¡Menos mal que la cocina está lejos y no llego, sino te juro que agarraría la primera cuchilla que encuentre y me haría un maldito agujero en el pecho! La única razón por la que no rompí el espejo del baño, y me mantuve vivo, es porque no quiero infligirle más dolor a mi madre. Piensa que todo esto es culpa de ella y al final termino siendo yo el que la debe consolar, en vez de ser al revés. ¡No pueden comprender como demonios me siento, y siempre tengo que poner la sonrisa falsa y decirles que todo está bien, cuando en realidad no lo está! ¡¿Y tú vienes a tirarme la puerta abajo y preguntarme como carajo me siento?! ¡Soy un maldito inútil y una maldita carga para mis padres! ¡Si el antídoto me hubiera destruido, todos estarían mejor sin mí!
Y empalideció instantáneamente mientras que con su mano derecha se agarraba con fuerza la remera que llevaba puesta. Se había pasado de la raya, y ahora le tocaba sufrir las consecuencias. Pero estaba demasiado encolerizado. Demasiado furioso. Demasiado frustrado. Pero el dolor… era incomparablemente superior a todo ello junto.
Sin poder aguantarlo se tiró al piso de rodillas, reclinando su estómago entre sus cuádriceps, y haciéndose una pequeña bola. Desgarradoras punzadas, una tras otra, venían como las olas a la orilla en un día de tormenta. Su brazo izquierdo rodeaba su cabeza, mientras que sus dedos se adherían con fuerza al suelo, como intentando hundirlos en la dura superficie.
Shuichi vio cómo cerraba los ojos y se contenía para quejarse lo menos posible, no pudiendo evitar que algún que otro grito salga de su garganta con cierta angustia. Aprendió de alguna manera a guardarse todo dentro suyo, probablemente para que sus padres no lo escuchen y no ocasionarles más preocupaciones... pero eso lo estaba matando.
- Intenta respirar de a poco y concéntrate en reducir tus latidos. – Le dijo mientras se arrodillaba a su lado y le ponía una mano en la espalda, haciendo pequeños círculos. – Desvía tu atención del dolor, y focalízate en la palma de mi mano.
Fue ahí que se dio cuenta de por qué la ropa le quedaba grande. Había enflaquecido mucho más de lo pensaba hace cinco minutos atrás. Podía sentir los huesos de su columna y hasta le daba un poco de impresión pasar por sobre ellos.
- "La última vez que lo vi en Japón, él y yo medíamos casi lo mismo. Ni por broma está cerca de pesar los 70 kilos que peso yo, con casi 1,75 metros de altura. Debe estar más o menos entre los 45 y 49 kilos."
El de ojos verdes prestaba atención a las manecillas de su reloj, mientras cronometraba el tiempo. No fue hasta que pasaron los trece minutos que notó cómo empezaba a relajarse y a disminuir sus quejidos.
- No puedes guardarte todo de esta manera. No estás solo en esto.
- Sí que lo estoy. Todo lo que toco lo destruyo, y lo que no, me abandona. Mira como estropeé a mi madre en el proceso. – Decía con dificultad mientras levantaba un poco el torso. – Mi padre apenas puede verme a la cara, seguro porque soy la falla más grande de su vida. ¿Sabes lo difícil que se me hace vivir, si se puede llamar así, entre estas cuatro paredes con ellos?
- ¿Por qué piensas tan negativamente de tu padre?
- Porque puedo y tengo mis razones. – Le contestó con aspereza, recordando las duras palabras que le dijo cuando su madre se desmayó.
- …
- Estoy incomunicado de todos, y mis amigos ninguno sabe por lo que estoy pasando, a excepción de Heiji, que ni siquiera sabe el 100% de las cosas. Entonces respóndeme… ¿Realmente no estoy malditamente solo en esto?
- Si existiera la posibilidad de probar algo para que mejores… ¿Lo harías?
- … ¿Para qué?
- ¿Cómo para qué? ¿No te interesa volver a lo que eras antes?
- … – Movió sus brazos para atrás hasta encontrar el borde de la cama, y se sentó sobre ella, apoyando los antebrazos en sus piernas. Se sentía a punto de desfallecer.
- ¿Y bien? – Volvió a preguntar mientras lo imitaba.
- Eso pensaba antes de tomar el antídoto, y mira cómo y dónde quedé.
- "Ugh, me cagó." – Shinichi, tienes mil razones para continuar e intentarlo.
- Mencióname una.
- ¿Qué hay de tu novia, la llorona? ¿No era ella la razón por lo cual querías dejas de ser Conan? ¿Qué cambió? ¿Acaso ella no es suficiente para intentarlo todo?
- … No tengo novia. – Dijo luego de un silencio incómodo mientras veía al piso.
Shuichi no se esperaba esa respuesta. Estaba seguro que la última vez que los vio…
- Peleamos bastante mal cuando terminó lo de la Organización.
- ¿Eso es todo? ¿Sólo se pelearon? – Consultó con incredulidad, arqueando una ceja.
- ¿Te parece poco? Después de hacerlo, desaparecí de su vida como humo… una vez más. – Contó con desánimo.
- Sigue viva.
- Y me alegro por ello.
- Vuelvo a repetirlo lentamente: sigue viva. Sé que a tu cerebro le cuesta concentrarse en el estado deplorable en el que está. Por lo que te dejaré dos minutos para que lo proceses o te juro que te golpeo. – Dijo cruzándose de brazos mientras veía el reloj.
El de ojos azules no entendía a lo que se refería. Le dolía la cabeza y el cuerpo. Se sentía dentro de un frasco de vidrio con tapa… y este tipo viene de la nada, a tirarle la puerta abajo como si fuera un maldito operativo y a hacerle las peores preguntas y planteos de la historia.
Shuichi le golpeó la cabeza con la palma de la mano, sin aplicarle mucha fuerza.
- ¡Oye! – Dijo mientras se refregaba la zona golpeada.
- ¡A ver si haces que la nube de pedo salga de esa enorme cabeza que tienes y logras que tus neuronas vuelvan a trabajar correctamente! – "Y con esto me saqué un diez en el examen sobre qué hay que decirle a la gente cuando está deprimida."
- …
- ¿Tienes idea de lo que sentí cuando mataron a Akemi?
- "¿Akemi? ¿Quién es Akemi?... ¡La hermana de Haibara-san! Me había olvidado por completo de eso. Ya tenía asumido que Jodie siempre estuvo con él."
- No tienes la más puta idea de lo que es perder a la persona que amas. La desesperación por saber que nunca más podrás ver su rostro o tocarla. La indignación que sientes por no ser tú el que ocupe el lugar en el maldito cajón. El agujero negro que se crea dentro de tu cuerpo evitando que sientas cualquier tipo de emoción, no se puede comparar con el dolor que tienes ahora. Con Mouri-san pudiste evitarlo a toda costa. Yo no tuve tanta suerte. Así que… si realmente lo único que hicieron es tener una estúpida e insignificante pelea, quiere decir que todavía tienes una chance de por lo menos hablar con ella una vez más y arreglar las cosas. ¡No seas idiota y desperdicies tu vida quedándote sin hacer nada!
Shinichi se quedó en silencio por un minuto, sorprendido y apenado por la situación.
- Lo siento.
- Lo sé. – Le contestó más calmo. – Retomo el tema. No estás solo. Sé que tus padres no pueden con esto, pero Jodie y yo estamos acá. Me ayudaste en los peores momentos… deja que esta vez nos encarguemos nosotros de darte una mano.
- …
- Puede que hayamos encontrado una especie de solución a tu problema. Pero tus padres no podrán participar de ella. La pregunta es, ¿Confías lo suficientemente en mí, para que me dejes hacerme cargo de ti? Te voy a ser sincero. No será fácil, el camino es muy largo y lento, y no sabemos con seguridad si funcionará. Vas a querer rendirte desde el primer día. Vas a sentir más dolor que nunca. Vas a frustrarte mucho más de lo que estás en estos momentos… Pero vale la pena al menos intentarlo, ¿No? Tienes una persona que recuperar, y un lugar dónde volver.
- …
- …
- Pero… ¿Tu trabajo? ¿Tu vida con Jodie?
- No te preocupes por eso. Hablé con James, y una vez que terminen nuestras vacaciones, nos transferiremos por un año a la sede de Los Ángeles, con la opción de postergarlo en caso de necesitarlo. Las oficinas están a media hora de viaje de acá, por lo que veremos de alquilar algún departamento cercano a las oficinas… y tú, vendrás a vivir con nosotros.
- ¡No puedes hacer eso!
- ¡Ja! ¿Quién dijo que no? Ya lo hablé con Jodie y lo planeamos juntos en estos dos días. Sólo falta que me des el ok para que terminemos de confirmar el traslado. Hay algún que otro caso interesante acá también, además de que daremos algunos cursos referidos a organización criminal. También me comuniqué con la agencia, y considerando tu involucramiento en el caso del Sindicato, me dejarán incorporarte como uno de nosotros, y usar las instalaciones. ¿Alguna otra patética excusa que quieras interponer?
- ¿Por qué haces esto? – Dijo atónito al entender todo lo que hizo en menos de 48 horas. – Ni siquiera sabes si puede funcionar.
- Porque te debo prácticamente mi vida, la de mi madre, la de mis hermanos, la de Jodie, la de Camel y la de James. ¿Acaso te olvidaste la cantidad de veces que me ayudaste y que nos salvaste?
- Eso era un trabajo en equipo. Todos teníamos una misma causa y tú también me ayudaste incontables de veces.
- Tómalo como quieras. Esto también será un trabajo en equipo si queremos que funcione. Ve el lado positivo, al menos saldrás de esta casa. ¿Qué dices? ¿Te subes al bote a remar junto con nosotros por más que esté agujereado y esté entrando el agua? – Le volvió a preguntar con una sonrisa de desafío.
- …Y si no puedo con ello, o si no funciona. – Dijo cabizbajo.
- Sí podrás, y sí funcionará. Además, yo estaré atrás tuyo puteándote cada vez que quieras bajar los brazos. Haremos juntos el proceso. ¿Te parece bien?
El del FBI esperaba una confirmación, una simple afirmación con la cabeza… pero lo que nunca esperó fueron las dos pequeñas gotas de agua sobre el piso de madera. Mucho menos esperó que otras dos las acompañaran al corto plazo, y ver cómo Shinichi se refregaba los ojos con los dedos para disimularlas. Podía sentir temblar su cuerpo, y observar cómo lo que vivió por meses, se encontraba retenido en su garganta.
- Está bien no estar bien. – Dijo el de ojos verdes mientras le refregaba una mano en la cabeza. – No por eso te conviertes en una persona débil. Te lo dije cuando entré a la habitación: déjalo salir. No es bueno que te guardes todo, y no estarás solo en esto.
Shuichi se sintió afligido al ver cómo la figura de Shinichi se terminó de derrumbar delante de él, agarrándose el pecho nuevamente por el dolor. Le parecía tan irreal la situación. Como alguien que fue siempre tan fuerte, decidido, obstinado, al que Jodie llamaba "cool guy"… terminó de esta forma.
Pasó su brazo por los hombros para demostrarle su apoyo hasta que se calmara.
- "¿Cómo quieren que un adolescente de solo dieciocho años pueda con todo esto? Estaba literalmente con un pie dentro de la tumba, a nueve mil kilómetros de su casa, en un país que es nuevo para él. No tenía amigos a quien llamar o visitar. Piensa que sólo es una basura en la vida de sus padres. Había perdido el rumbo de vista y creía haber perdido a la única persona que era su brújula."
El agente aprovechó a escribirle un mensaje a su novia para que vaya regresando. Objetivo del día: cumplido.
- Se te acabaron las excusas. – Dijo con una sonrisa cuando se había relajado un poco. – Si no vienes, te rapto.
- ¿Qué habría que hacer? – Preguntó con los ojos rojos y la voz aguada.
- Básicamente llevarle la contra al 99% de las opiniones.
- ¿La rebeldía es la solución?
- Sip. Y ambos somos especialistas en eso, ¿No?
- Un poco. – Dijo esbozando una pequeña sonrisa.
- Al menos me alegro de algo. No estás tan deprimido como pensé que podías llegar a estar cuando hablé con tu padre. No estarías hablando tanto y respondiéndome tan bien si lo estuvieses.
- No te lo voy a negar, creo que estoy en el límite. Intento de alguna forma pensar en otra cosa para no llegar a ese punto, aunque me está costando un poco más últimamente. Hay días en los que realmente quiero bajar los brazos de una vez por todas.
- Y trece informes de distintos médicos dicen todo lo contrario. ¿Ves cómo los diagnósticos a veces no son los acertados? Hasta en eso eres obstinado.
- … – Shinichi sonrió. – Estoy harto de los médicos. Y desde ya te aviso que hay veces que me siento más enojado de lo normal o poco paciente. Si te contesto mal…
- Ya sabemos de tus hormonitas descontroladas. Nuestro médico es un personaje así que no le tomarás odio. Está jubilado, pero nos ayudará con tu seguimiento. Por cierto… ¿Qué te pasó en la mano? – Señaló a la misma al verla morada.
- Le pegué una piña a la pared.
- Ah, bueno. – Y rodó los ojos.
- ¿Qué pasó con tu gorro? – Preguntó cambiando totalmente de tema, percatándose del pequeño detalle que faltaba en su cabeza.
- Cierta mujer me dijo que me iba a quedar pelado si los rayos del Sol no me pegaban en el cuero cabelludo.
- ¿Y tú pretendes que me mude contigo y con esa mujer? – Consultó arqueando una ceja.
- Sí señor. No seré el único que escuche sus sermones. Prepárate. Muy pronto vas a descubrir que sufrir esos dolores en el pecho, es mucho mejor que sentir sus ojos y enojo en tu cuello. Vas a saber lo que es vivir con una sargenta. Es más, olvídate que tu pelo quede de esa forma tan larga. Apenas cruces las puertas del departamento, el nido de carancho desaparecerá de tu cabeza.
- Creo que mejor me quedo acá. – Dijo con cansancio.
- Tómalo como un entrenamiento previo para cuando vuelvas a ver a la llorona. Porque ella sí que te molera a palos.
- "No me estará esperando esta vez."
- Mínimamente espero que te patee dolorosamente en el medio de la cara como lo hizo conmigo la primera vez que me vio disfrazado en tu casa. ¿Sabes lo que me costó quedarme quieto y no intentar esquivar el golpe para que no se diera cuenta que era yo? Mi cabeza decía: ¡Córrete, córrete! ¡Danger, danger! – Le dijo con voz graciosa.
- Sé lo mucho que duelen sus patadas. – Dijo con una sonrisa divertida pero nostálgica a la misma vez.
- ¿Me explicas como una persona que es tan susceptible, puede tener esa fuerza? Es ilógico. Tiene… patitas de tero.
- Tendrá patitas de tero, pero tiene unos mus... – Y calló de repente.
Y Shuichi giró la cabeza lentamente para sonreírle con burla.
- ¿Perdón? – Y vio cómo el adolescente se puso rojo. – ¿Acaso escuché bien?
- Ya cállate.
- Olvida que abandone el tema. Me imagino la cantidad de veces que aprovechaste tu altura siendo Conan para verle la ropa interior. Eres más pervertido de lo que imaginé.
- ¡Yo no tengo la culpa que no se de cuenta de los movimientos que hace!
- ¡Ah bueno! Y te dicen estúpido.
- Ya cierra la boca.
- Voy a felicitar a Yukiko-san por enseñarte a ser tan buen actor. Con esa vocecita inocente de niño tierno que ponías… seguro que te abrazaba muy fuerte contra su pecho, ¿No?
- ...
- ¡Y no me lo estás negando! ¡Te estás poniendo más colorado!
- ¡Deja de hacerme sentir así o vas a molestar a mi corazón! – Dijo con reproche.
- Al menos tendrás el mejor paro cardíaco de tu vida al recordar cierta anatomía femenina.
- O me la vas a complicar. Recuerda que estoy hormonalmente descompensado.
- Bueno, siempre existe la ducha de agua fría para esos casos.
Yusaku casi se cae al piso cuando escuchó a ambos hombres reírse eufóricamente en la planta alta. Hacía meses que Shinichi no le mostraba una emoción positiva.
- ¿Cómo lo hizo? ¿Shuichi-kun le dio alguna droga o algo? – Preguntó no pudiendo salir de su asombro.
- No. Sólo está buscando a su antiguo ser. ¿Ahora entiendes por qué debemos ser nosotros? – Le dijo Jodie.
- ¿Por cuánto tiempo?
- No lo sabemos. No serán días o meses, eso te lo puedo asegurar.
- ¿Y no podremos verlo?
- No.
- ¿Ni hablar con él?
- Ningún tipo de contacto. Sólo podrás hablar con Shuu y conmigo, y ambos te mantendremos informado. Ve el lado positivo, le dará tiempo a Yukiko-chan a que se recupere. Ustedes también tienen que volver a encontrar su camino.
- "No me gusta nada la idea… ¿Pero qué otra opción tenemos? En tres meses no encontramos nada que lo ayude, y lo único que hizo fue empeorar a enormes pasos. Con ellos tiene una chance, y es un camino que evidentemente no podemos transitar con Yuki." – Pensaba mientras veía a su frágil mujer, sentada en el sillón.
- Puedes llamarnos las veces que quieras y nunca te ocultaremos cómo está.
- De acuerdo.
Habitación 265 – Jueves 05.25 am. – Actualidad.
- Dos días después, Shuichi y Jodie vinieron por mí.
- ¿Cómo reaccionaron tus padres?
- No me despedí de mamá ya que estaba dormida. Papá en cambio… – Dijo apenado.
- ¿Te abrazó?
- Casi me estrangula. Por un momento pensé que había cambiado de idea y no me iba a dejar ir.
- Es lógico. Se sentía culpable por cómo reaccionó cuando tu madre se desmayó, y tenía miedo de perderte.
- Probablemente. Es más, discutió a muerte con Shuichi por el alquiler de la casa y la terminó pagando él.
- El único modo que podía contribuir con algo a la distancia.
- Sí, la situación me resultaba algo familiar. Otra vez dejándome en las manos de otras personas que no eran ellos, y cubriéndome los gastos. – Dijo con ironía.
- Tonto. – Dijo con una sonrisa que desapareció rápidamente. – ¿Cómo pudiste con todo esto, Shinichi? ¿Por qué no me contaste antes de irte?
- No hubiera cambiado nada, Ran. Si te lo contaba creo que hubiera sido para peor. Estabas tan… enojada, dolida y decepcionada conmigo. ¿Qué querías que haga? ¿Qué me caiga un día de sorpresa y te diga: hola Ran, sé que me odias, pero me voy a ir de Japón porque me voy a morir?
- ¡Eres un idiota!
- Pero es la simple y cruda verdad. Hacer lo que hice, te juro que me perforó el alma cien veces. Si te veía antes de irme, era muy probable que todo me doliese mil veces más.
- Hubiera sido capaz de ir contigo.
- Y me sentiría diez mil veces peor.
- ¿Por qué? – Preguntó indignada.
- Me sentiría humillado por un lado, patético por el otro, y además, sentiría que estabas conmigo solo por pena.
- ¿En serio piensas tan mal de mí?
- No es que piense mal de ti. ¿Pero ya te olvidaste la discusión que tuvimos? Me dijiste que había destruido la confianza que me tenías. Y hasta hace diez días atrás, pensaba que todavía me odiabas. ¿Qué podía hacer contra eso? ¿Cómo podría verte a la cara en el estado inservible que estaba? ¿Cómo podrías siquiera dirigirme la palabra sabiendo todo el maldito daño que te hice?
- Te podrías haber muerto y nunca me podría haber enterado. ¿En algún momento se te pasó por la cabeza como me haría sentir eso por más que hubiéramos discutido? – Le reclamó con angustia y lágrimas en las mejillas.
- Un millón de veces. Pero con el antecedente que pasó entre nosotros, pensé que eventualmente te ibas a olvidar de mí con el tiempo.
- ¿Olvidarme de ti? – Le preguntó no creyendo lo que escuchaba. – ¿Acaso pensabas que me iba a olvidar del único gran amigo que tuve por 14 años? ¿Qué me iba a olvidar de la única persona que me acompañó en todos los malos y buenos momentos de mi vida? ¿Qué iba a olvidar a la persona que fue mi primer amor? ¿Qué me iba a olvidar del primer y único novio que tuve? – Le exclamó con indignación.
- … – Shinichi no podía mirar esos ojos llorosos, por lo que terminó bajando la mirada. –Sabía que me estaba muriendo… y estaba aterrado por un lado y derrotado por el otro. Todo me venía saliendo mal, ¿Cómo esperabas que piense de otra manera?
- Tengo ganas de ahorcarte o de gritarte, y no puedo hacer ninguna de los dos porque estamos en un maldito hotel. – Dijo con fastidio, mientras separaba con violencia unas cuantas hojas de papel del rollo para sonarse la nariz.
- Menos mal.
- Y encima vas y le pides a Hattori-kun que me chequee. – Dijo mientras se ponía ambas caras sobre el rostro. – Ahora entiendo por qué me odia.
- No seas tonta. No te odia.
- Shinichi… tú no viste sus ojos la única vez que vino a Tokio. Incluso ahora me sigue viendo raro.
- Eso es porque no sabe cómo acercarse. Te aseguro que no te odia. Lo obligué a cumplir con algo que era mucho para él en ese momento, y no me di cuenta. Fui un poco egoísta y no estaba pensando con claridad. Y encima, me equivoqué pensando que de ese modo ibas a estar protegida, dado que terminaste en depresión. – Y suspiró con resignación. – Ves que no me sale una bien contigo. Y después me preguntas por qué quiero alejarte de mí.
Shinichi se desplazó hasta dejar la toalla húmeda sobre su mesita de luz. Se dirigió a sus almohadas, apoyando la cabeza sobre ellas. Y notó como todavía le dolía el golpe de la cabeza.
Ran levantó las decenas de pañuelitos que estaban sobre la manta y los dejó sobre su mesita de luz. No tardó en unírsele, poniéndose de costado a él. Una mano se encontraba entre ella y su torso, y la otra sobre la cintura de él, abrazándolo suavemente. Su cabeza, se ubicó en el hueco de su hombro, intentando alejarse lo más posible de los hematomas del pecho. Era increíble lo rápido que se acostumbró su cuerpo a la figura de él, buscando automáticamente aquellos lugares que la hacían sentirse cómoda y protegida.
Su mano derecha salió de su cintura, para ir subiendo por su estómago, notando la musculatura que adquirió. Siguió ascendiendo hasta llegar a su corazón, constatando que estaba ahí, ejerciendo su debida función.
- Pero… nunca regresaste a casa. ¿Todavía no estás bien?
- Pregunta para el final, como te dije antes de empezar a hablar.
- Pero si no estás bien, ¿Cómo pudiste venir acá y arriesgarte así?
- Ídem a la respuesta anterior.
- Oye hablo en serio. Esto no es chiste, estoy preocupada. – Dijo mirándolo seriamente y elevando la cabeza.
Shinichi le sonrió mientras le acomodaba un mechón de pelo que se había caído indebidamente de atrás de la oreja. Luego con su mano, dirigió con suavidad la cabeza de ella a su lugar original sobre su hombro, y la rodeó con sus brazos.
- Ran, no podía ni respirar en ese momento. Ahora salgo a correr con Kaito.
- Pero…
- Tranquila. – Le dijo en un susurro mientras acariciaba la piel que se encontraba en el pocito entre la cadera y sus costillas. La remera que ella vestía, se había desplazado hacia arriba al moverse.
- … – La karateca suspiró de frustración ante la falta de respuesta. Pero disfrutaba del roce de sus dedos sobre su piel de forma directa. – Ahora entiendo porque estabas adolorido cuando peleamos hace dos años atrás.
- ¿Notaste eso? ¡Diablos! Pensé que lo había disimulado bastante bien. Para ese momento ya sabía que algo andaba muy mal, y el manojo de nervios y de emociones no me ayudaron mucho ese día.
- ¿Entonces por qué me dijiste la verdad en ese momento? ¿Eres tonto o qué?
- Quería contarte todo de una vez por todas. Estuve viviendo con esa carga por tanto tiempo que no podía seguir con ella.
- …
- …
- No te imagino llorando.
- Tenías que recordar eso. – Bufó, parando el suministro de caricias.
- Nunca tuve la oportunidad de verlo.
- ¿Por qué tienes que hacerlo?
- No lo sé, es raro. Siempre te muestras tan fuerte en todo.
- Hasta el más fuerte es débil.
- Antes de todo esto… ¿Cuándo fue la última vez que lo hiciste? Quitando de lado el caso de Shiragami porque no cuenta.
- ¿Por qué las mujeres se ensañan siempre con querer saber todos los momentos de debilidad en la vida de los hombres? ¿Por qué tienes que saber eso? – Dijo con fastidio. Odiaba hablar de estos temas.
- Me lo debes por pensar que me iba a olvidar de ti.
- … – Y rodó los ojos.
- ¿Y bien? Me dijiste que íbamos a ser sinceros.
- … – Y suspiró. – Que manipuladora que eres.
- …
- Creo que cuando te caíste del barco.
- ¿Qué barco?
- El destructor al que fuimos con tu padre, Sonoko y los chicos detectives.
- … – Y Ran se acomodó sobre su brazo para verlo desde arriba con sorpresa, poniendo una mano sobre su estómago.
- ¿Qué?
- ¿Me hablas en serio? ¿Lloraste aquella vez, y no con todo este quilombo?
- ¿Qué querías que hiciera? – Le explicó molesto. – No podía encontrarte cuando te prometí siempre hacerlo, y todo el mundo estaba llorando a cántaros, dándote por muerta. Se me habían acabado las ideas y el tiempo. Disculpa por no ser un extraterrestre, tener límites emocionales y preocuparme más por ti que por mí.
Ran no pudo evitar sonreírle con ternura, pero con cierta tristeza al mismo tiempo.
- Pero me encontraste. Y ahora lo hiciste de nuevo. Al final del camino, siempre terminas encontrándome. Gracias por preocuparte.
La castaña le besó con tanta dulzura la mejilla, que el corazón del detective empezó a saltar de un lado al otro, pensando que era una pelota de ping pong. Dicho movimiento, no fue inadvertido por Ran, quien se asustó al sentir sus rápidos y fuertes latidos con la mano que se encontraba sobre su pecho.
- ¿Estás teniendo taquicardia? Espera… ¿Estás bien? ¿Te duele el pecho?
- Sigue haciendo eso y algún día de estos terminarás matándome. – Dijo mientras se cubría los ojos con la muñeca izquierda.
- Perdón. – Dijo sacando su mano rápidamente de su cuerpo como si quemara, alejándose de él. – No quería causarte daño. ¿Tengo que hacer algo? ¿Llamo a Akai-kun? ¿A Kaito-kun? ¿Una ambulancia?
Shinichi estaba supeditando dos opciones: o la asesinaba por ser tan jodidamente inocente y nunca entender nada… o se arrojaba encima de ella como un cavernícola, no dejando un maldito espacio entre sus bocas.
- "¿Acaso podían morir dos personas por falta de oxígeno en un beso? Mmm, interesante teoría a testear. ¿Por qué nunca me tocó resolver un caso así cuando era detective?"
No sabía por qué… pero la cabeza se le llenó de mini demonios malignos, que hacían una protesta a los gritos, levantando carteles que decían: "¡Opción 2! ¡Eres un cavernícola! ¡Opción 2!"
- Cállate y ven acá. ¡No me estaba doliendo nada! – Le contestó mientras la traía de nuevo encima suyo y la abrazaba, intentando aplacar sus pervertidos pensamientos… y a sus pervertidos y malignos angelitos caídos del cielo.
- ¿Seguro? – Consultó viéndolo a escasos centímetros de su rostro.
- Seguro.
- Entonces, ¿Por qué…?
- Ran, cállate. O te juro que terminaré saltando encima de ti… o asaltándote, dependiendo de cómo lo quieras ver. – Le dijo con las pupilas semi negras.
- … ¿Eh? – Se quedó hipnotizada por el color de sus ojos, mientras que un color rubí se asomaba por su rostro.
- ¿Continúo?
- "Ooooh, sí por favor. Hazlo y jamás te detengas. Ah… te refieres a la historia, ¿No?"
- ¿En qué estabas pensando? – Preguntó con sospecha mientras alzaba una ceja al verla tan desilusionada.
- Mejor no preguntes. ¿Qué pasó una vez que te mudaste?
Casa usada de manicomio por los agentes federales – Los Ángeles – Septiembre – Año 1
- Ok. Tu padre exageró a lo grande como siempre. – Opinó Shuichi mientras veía el bosque que los rodeaba desde el interior de la casa. Todas las paredes eran prácticamente de vidrio.
- ¿Qué tienen ustedes y las casas grandes? – Preguntó Jodie.
- No me preguntes. Pero sí, debo reconocer que se le fue la mano esta vez. – Dijo Shinichi agitado.
- ¿Estás cansado? – Consultó Shuichi.
- ¿Al punto del desmayo?
- Eso te pasa por quedarte quieto en la cama y no comer como debes.
- Como si pudiera moverme mucho.
- Vas a tener que empezar a hacerlo. Cruzaste las puertas del infierno cuando entraste a esta casa. – Y Jodie y Shuichi se le acercaron haciendo gestos con las manos, aparentando ser fantasmas.
- Me mudé con dos lunáticos.
- Esta lunática será la que haga la comida, así que mejor compórtate si no quieres terminar agarrado del inodoro por una semana. – Declaró Jodie, provocando que Shuichi se ría.
- Por ahora, tendrás la habitación de abajo, así estás cerca de todo. A futuro, te moveremos arriba, así te esfuerzas más.
- … – Shinichi estaba empezando a arrepentirse de la decisión.
- Bueno, desempaquemos… ¡Y empecemos! – Exclamó el morocho mientras agarraba las valijas.
La cara del adolescente quedó inexpresiva.
- ¿Empecemos a hacer qué cosa?
- A hacer lo que vinimos a hacer.
- ¿Qué? ¿Ya? Como… ¿Ahora? – Dijo señalando el piso.
- Obvio. No perderemos ni un minuto. Acá te podremos torturar todo lo que queramos, estamos bien en el medio de la nada misma. – Le confesó mientras se frotaba las manos y se dirigía a las escaleras con su equipaje.
El pobre adolescente suspiró mientras veía sus valijas negras con rueditas en la cocina que conectaba con el comedor. Ambos ambientes se encontraban en el centro de la planta baja, por lo que tenía fácil acceso a todo. ¡Incluso de la puerta de entrada… o mejor dicho, salida!
- "No pasaron quince minutos y ya estoy planeando el escape". – Sonrió irónicamente.
Rendido, Shinichi se fue a una de las dos habitaciones que había en la planta baja de la casa. No podía negar que la vista era espectacular. Pero a pesar de que podían bajar las cortinas, se sentía un poco expuesto con tanto vidrio alrededor.
Además de que no le gustaba porque podía ver su horrible reflejo en ellos.
Todas las habitaciones compartían el mismo estilo minimalista: una gran cama, un escritorio con una silla y un baño propio. Nada más.
- "¿Para qué necesitan tantos baños? ¿En serio? ¿Cuatro baños en toda la casa?... ¿Dónde demonios está el armario?"
Lentamente se fue moviendo hasta que encontró una puerta que ligaba con la otra habitación. Al abrirla, notó que existía un amplio vestidor que era compartido.
Una vez que terminó de guardar sus cosas a paso de tortuga, y con varios descansos en el medio, se sentía agotado. Tenía ganas de tirarse a dormir, y eran apenas las nueve y media de la mañana.
- ¿Ya estás listo perezoso de tres dedos? – Preguntó Shuichi con un anotador y birome en mano.
- … – Y Shinichi se le quedó viendo sin pestañear.
- Encontré una forma divertida de apodarte... con animales. Ahora eres lo que te acabo de decir: el animal más lento del mundo, el que se mueve dos metros por minuto. – Dijo mientras le colocaba un reloj en la muñeca izquierda. – Esperemos que sea momentáneo, y que al final del camino te conviertas en un halcón peregrino.
- ¿Tengo que empezar a googlear qué es cada uno?
- Si quieres hacerlo… te dejo tarea para el hogar.
- Ah no, no puedo. Qué lástima. No tengo dispositivos para hacer eso. ¿Qué es esto? – Consultó, levantando el brazo.
- Además de ser un simple reloj, mide oxigenación, pulsación, pasos, entre otras cosas.
- También me rastrea, ¿No?
- ¡Obvio! Si no te encuentro, mejor que tenga alguna herramienta para saber al menos dónde está tu cadáver para devolverte a tus padres. Bueno, vamos afuera que faltan tres horas para comer.
- "Y ahí va mi plan de huida de hace un rato. ¿En qué me metí?".
Shuichi si bien iba adelante, lo vigilaba a través de los cristales de la casa. Iban a ser más útiles de lo que pensó.
- ¿Cuántos metros hay hasta afuera? ¿Quinientos? – Exclamó con agitación.
- Ve a tu paso. Nadie te apura… por ahora.
- Gracias por la sinceridad. – Dijo con dificultad. – "Maldición, en cualquier momento me caigo y todavía no llegamos".
- ¿Prefieres que te mienta?
- No. – Dijo recordando el diálogo con cierta castaña que nunca pudo olvidar. – "Me está empezando a molestar el pecho. Me voy a caer."
- ¡Bien! Entonces sigue caminando.
- "Me voy a caer, me voy a caer."
No pasaron un par de segundos, que Shinichi cayó al suelo encogiéndose y agarrándose el pecho. Gemidos de dolor se escuchaban en su garganta por más que tenía la boca cerrada.
- Ok. Mientras te recompones, te explicaré como será esto. – Dijo mientras veía su celular y anotaba los datos del reloj. – Primero que nada, necesito que seas consciente de tu limite. Quiero que recuerdes los avisos que te da el cuerpo antes de que te caigas como ahora. Más o menos, ya los tienes identificados, por lo que pasaré al punto dos… y es el más importante. Tienes que lograr controlar tu mente. Ahora es ella la que te domina. Tu mente te dice que te estás cansando, y te cansas. Te dice que tienes dolor, entonces lo sufres y paras. Tu mente dice que te caigas, y la obedeces.
- ¿Cómo hago eso? ¿Se lo pido por favor? – Dijo con los dientes apretados.
- Nop. Respuesta errónea. – Dijo golpeándole la cabeza con la birome. – Se lo impones.
- Eso es imposible, Shuichi.
- Nop. – Dijo golpeándolo otra vez. – Respuesta equivocada nuevamente. Tienes un límite, lo reconoces… ahora debes empujarlo. Tienes que lograr que día a día, quede cada vez más lejos, hasta el punto que deje de existir. ¿Tu mente te deja hacer 15 pasos por día antes de que caigas de dolor? Hazle fuck you y continúa caminando hasta que hagas 20 pasos. Aprende a aguantártelo hasta que te acostumbres a él. Ahora arriba y camina de nuevo… hablo en serio. – Le dijo al verle la cara de escepticismo. – Cáete la cantidad de veces que necesites, que por tres horas estarás repitiendo esto una y otra vez.
- Ok, no era joda cuando dijiste que iba a ser una tortura.
- ¡Bien! Una respuesta correcta.
- ¡Jamás hubo una pregunta!
- ¡Arriba, vamos!
- La gente va a pensar que me están matando en serio. – Le respondió mientras se paraba con dificultad.
- Qué pena, porque nadie se va a enterar que lo estamos haciendo. Estuve viendo el mapa y la casa más cercana está recién a los 700 metros. Así que… puedes expresarte todo lo que quieras que nadie te dirá nada. Jodie tiene auriculares puestos.
Shinichi lo intentó una… dos… tres veces más. A la cuarta, cayó inconsciente al piso. No abrió los ojos pero algo lo despertó. Un fuerte olor a alcohol etílico.
- Sé que estás despierto angelito. Abre los ojos. – Dijo con voz melódica el del FBI mientras le ponía el algodón mojado con alcohol en la nariz. – Estoy pensando que sería buena idea comprarte un casco de hockey o de futbol americano si vas a desmayarte seguido.
El de ojos azules empezó a abrir los ojos y le costaba enfocarse. Se sentía hecho pedazos y con el estómago revuelto. Las piernas le dolían y sentía que no iba a poder quedarse parado por mucho tiempo.
- ¿Estás bien?
- Claramente que no.
- Respuesta equivocada por tercera vez. – Dijo golpeándolo con la birome.
- ¡¿Quieres dejar de hacer eso?! – Gritó con fastidio.
- Lo haré cuando respondas correctamente. – Le contestó mientras le golpeaba continuamente la cabeza.
Shinichi no sabía por qué, pero de repente sentía demasiada ira acumulada, la cual terminó por nublarle la cabeza. Sin pensarlo, le lanzó un puñetazo a Shuichi, quien le dijo…
- ¡Ole! – Exclamó esquivándolo con facilidad – ¿Salió a la luz hormo Testo? Le pusimos nombre con Jodie y Michael. Ven cariño, ven. Alcánzame si puedes. – Le decía burlonamente mientras le movía el trasero de un lado al otro.
Peor. Hacer eso fue como mostrarle ropa roja a un toro. El adolescente se le abalanzaba encima cada vez más furioso, intentando aunque sea agarrarlo. Pero se le hacía imposible. Años de Jeet Kune Do y múltiples peleas con desquiciados, como por ejemplo Rei, le sirvieron de algo.
- Oye, te estás moviendo más de lo que te moviste en las últimas dos horas… ¿No te duele?
Y como si le hubiera traspasado un rayo, Shinichi dejó la ira de lugar para darse cuenta de lo que estaba haciendo, y por supuesto, volvió a sentir el dolor pero potenciado cien veces más por el sobreesfuerzo que realizó. Se cayó al suelo, pálido y sudoroso. Pasaban los minutos y el sufrimiento no aplacaba para nada. Llegó a ser tan insoportable que dejó de contener los gritos y las lágrimas, no sabiendo tampoco en qué posición ponerse para calmarse. Sentía los constantes clavos en su corazón, sumado a dos manos inexistentes que jugaban a desgarrarlo con sus dedos y volver a juntarlo continuamente.
- "Cuando necesita desmayarse, no se desmaya". – Pensaba el del FBI mientras se agachaba a su lado y le ponía una mano sobre la espalda. – Si te concentras en el dolor, te dolerá cada vez más. Tienes que salir de esa cápsula. Concéntrate en respirar por más que te duela, e intenta desviar tus pensamientos a otro tema. Si no logras hacer eso, jamás avanzarás, y el sufrimiento nunca se irá.
Jamás lo logró…
Tardó más de una hora en calmarse y quedarse quieto. El suelo estaba frío y agradeció por un momento el que esté así. Sentía el cuerpo entumecido por el cansancio, como si hubiese corrido una larga maratón, o hubiese agarrado un gran cable eléctrico.
- ¿Estás bien?
- "Claramente que no."
- ¿Estás evitando responderme para que no te golpee con la birome?
- Que crees. – Dijo en un susurro.
- Aprendes rápido. Fuera de joda, ¿Qué sientes?
- Absolutamente nada. Ya no siento ni los dedos de los pies.
- Bueno, quédate quieto hasta que pienses que puedes empezar a moverte. Trata que sea dentro de los próximos 30 minutos. Tengo hambre.
- ¿Cómo puedes tener hambre? Yo estoy a punto de vomitar el poco desayuno que ingerí.
- Tú mejor que empieces a comer. Estás hecho una maldita babosa.
- ¿Quieres que sea algún otro animal?
- No tienes ni carne en este cuerpo flacucho. – Le retó, mientras le clavaba el dedo índice en la espalda. – ¿Cómo pretendes que las chicas se fijen en ti si estás así de raquítico? No tienes ni trasero ya.
- Porque me importa mucho que me vean.
- Vas a tener que comer. Necesitas ganar musculatura nuevamente y no podrás aguantar los entrenamientos si no estás nutrido como corresponde.
- … – Un graznido salió en forma de queja.
- Dos opciones: o comes por tu propia cuenta y las cantidades que te damos… o te ato a una silla y te pongo una manguera en la garganta hasta que llegue a tu estómago. Tú eliges.
- ¿Cómo puede Jodie estar contigo?
- Imagínate lo que es la sargenta entonces.
- ¿Me dijiste algo? – Dijo la aludida.
- No… nada. Hola, cariño.
- Ah, me pareció escuchar algo que no debía. – Lo retó con la mirada. – Ya está la comida. Así que, si terminaron de jugar a los soldaditos o al cuerpo a tierra, podemos comer.
Habitación 265 – Jueves 05.40 am. – Actualidad.
- Así fueron los primeros meses. Pude aumentar la cantidad de movimiento por día, pero seguía cayéndome muy seguido.
- ¿Cuántas veces te desmayaste? – Dijo sentándose en la cama al estilo indio, como cuando empezaron a hablar.
- No lo sé… ¿Más de quinientas? Y creo que me quedo corto.
- ¿Me estás tomando el pelo?
- No. Incluso Shuichi me terminó comprando el casco, aludiendo que lo único que me faltaba era una contusión cerebral. Me sentía de lo más ridículo. – Comentó con fastidio al recordar lo estúpido que se veía.
- ¿No había alguna otra forma para aplacar el dolor?
- No. Fue disminuyendo un poco, a medida que me acostumbraba.
- ¿Esa fue la única manera de recuperarte? ¿Sufriendo?
- Recuerda… 1% contra 99%.
Shinichi esperaba que se recompusiera mientras abría una de las botellas de agua para darle un par de sorbos.
- Dime que todo eso no ocurrió. – Dijo en voz baja y con pequeños temblores.
- ¿Quieres que te mienta otra vez? Ya pasamos por eso y fue suficiente para mí.
- No. No quiero eso. Pero entonces, si estás acá… y… así. – Intentó explicarse, haciendo movimientos con las manos de forma nerviosa. – Es porque ahora estás bien ¿No?
- ¿Otra vez volvemos a esta pregunta? Define bien. – Le contestó cerrando la botella.
- … – Y Ran sintió como su corazón iba descendiendo dentro de su cuerpo hasta llegar a sus talones. Y una vez más, la vista se le nubló y los ojos le ardieron.
- Por eso te dije que esperaras hasta el final para preguntarme sobre eso. Definitivamente no estoy como hace dos años atrás. Pero tampoco estoy como hace tres años atrás, antes de que me encoja.
- ¿Qué quiere decir eso? ¿No es totalmente curable? ¿Tienes un menor tiempo de vida por eso? – Y abrió los ojos dándose cuenta de lo peor. – ¿Cuánto tiempo te queda? – Preguntó con angustia, la barbilla temblando y las lágrimas recorriendo sus mejillas.
- Puedo preguntar, ¿Cómo demonios llegaste a esa conclusión? Punto número uno: con lo proteccionistas que se volvieron mis padres, e incluso Shuichi, ¿Crees que me hubieran avisado lo que estaba pasando con ustedes acá, si estaría muriéndome? Mucho menos me hubieran dejado viajar. Punto número dos: no me mates de antemano después del calvario que sufrí.
- Pero… no me respondiste ninguna de las preguntas. – Le exigió mientras se sonaba la nariz.
- Porque no las sé.
- ¿Cómo que no las sabes?
- ¿Es curable? No lo sabemos. Por ahora sabemos que es mejorable. ¿Tiempo de vida? Menos idea todavía. Desde que empecé con toda esta locura, mejoré. Pero nunca empeoré. No tenemos idea sobre qué pasaría si dejo lo que estoy haciendo o si en algún momento recuperaré el estado original.
- ¿El que estés acá no interfiere con tu… tratamiento? – La palabra le sonaba rara, porque era de todo menos eso.
- No creo. Las veces que salimos con Kaito a entrenar, si bien las rutinas no son tan intensas como las que usualmente practicamos, no tuve problemas. ¿Y pasó cuánto…? ¿Casi dos semanas desde que estamos acá? No creo que decaiga tan rápido.
- ¿Te… sigue doliendo? – Preguntó mordiéndose el labio inferior.
- Mmm muy rara vez, pero ni por broma se acerca a la intensidad que sentía al principio. Es más, cuando me pasa no le llevo el apunte.
- ¿No le…? ¿Cómo que no le llevas el apunte? – Dijo no creyendo lo que escuchaba.
- Me acostumbré a vivir con él. Al punto que realmente no identifico si es igual de fuerte que al principio, o si son meras puntadas.
- ¿Por eso no te inmutabas cuando te curaba la cara, o te estabas sacando el chaleco?
- Sí.
- O sea que, cuando tienes los ojos opacos y tu mente está en cualquiera, ¿Es porque algo te duele y te concentras para desviar lo que sientes?
- ¿Cómo diablos te volviste tan observadora? Antes no eras así.
- Tú culpa, ¿Y bien?
- Es un método que fui aprendiendo a través de los meses. Por eso te dije en el baño que reprimirme, era uno de los problemas más simples que tenía.
- Y es por todo este tema que ahora no puedes tomar ni siquiera un analgésico, ¿No?
- Exacto.
- …
- ¿Qué piensas?
- ¿Cómo pudiste con todo esto tú solo?
- Shuichi y Jodie estuvieron atrás mío todo el tiempo. Y más adelante, conocí a la persona que me ayudó a superar todo esto. Así que, no estaba muy solo que digamos. ¿Quieres que paremos acá?
- No. Estoy bien, sólo que… es mucho para procesar. Fue peor de lo que imaginé. Ahora entiendo por qué Hattori-kun estaba blanco.
- No estás muy distinta que digamos. ¿Estás realmente segura que no quieres que nos detengamos?
- No. Me imagino que lo peor ya pasó.
- … – El detective pestañeaba en silencio.
- Lo peor ya pasó, ¿No? – Reiteró la pregunta al ver que no le respondió.
- No.
- … – Y Ran palideció.
- Apareció Kaito… y ahí sí que se fue todo a la mierda.
Comentarios a reviews:
Zulaypao22: Sabía que ibas a decirme eso de la escena de Kaito y Aoko. Si piensas que Kaito está roto…uff, el próximo no te va a gustar nada (¡Spoiler!). Por eso al inicio del capítulo dije que agarren el chocolate, porque te juro, me estoy deprimiendo de escribirlo y leerlo tantas veces.
Termina los trabajos de la facultad, que es importante terminar la carrera. ¡Estás a un paso! ¡Tú puedes, aunque sea pesado! Tienes prohibido leer más capítulos de este fic… (y la autora terminó muerta a las horas de publicar esto).
Muchas gracias por los hermosos comentarios sobre la historia. Me pone contenta que el esfuerzo valga la pena. Te soy sincera, ¡No tengo idea de qué tan larga será! Pensé que iba a durar veinte capítulos… y ya llegamos a ellos. No le quiero poner un número porque ya veo que es mentira. Es más… la parte del pasado de Shinichi y Kaito, pensé que iban a ser dos capítulos, y no va a ser así. Ayer me di cuenta de que tengo que agregar, por lo menos, uno más para que quede coherente. Tengo tantas ideas, situaciones y emociones para desarrollar que me está costando meter todo.
Y… ¡¿Dónde diablos está ese manga que mencionas que no leí?! No es el de Magic Kaitou. ¡Estoy segura que lo leí todo y no recuerdo que haya pasado esa escena!
Karakemi: Perdón por ser cruel y dejarte siempre en suspenso. Cumplí con lo de Shinichi y Ran, por ende, quedo absuelta de que me asesines ¿No? Ahora de seguro, me vas a querer matar porque quieres saber lo de Kaito. ¡Pero que exigente que es este público! (risas).
Altheamajikku: Nunca había escuchado la frase de "mi pecho no es bodega", pero me gustó. Me sorprende como uno puede identificarse con algunos aspectos de Aoko enseguida. No eres la primera que me lo dice, y yo me incluyo en la lista también. Es ahí cuando te das cuenta de lo solo que a veces nos podemos encontrar, ¿No? Es una etapa muy fea, pero que te enseña (¡Spoiler!)
Si el nombre te define, pues entonces no lo cambies. En un momento me pareció que antes se escribía de otra forma y hasta dudé si eras la misma persona. Ahora sé que eres la misma personita. Y puedes comentar las veces y cuanto quieras, que siempre me da gusto leer lo que piensan. Me alegra que te hayan gustado los capítulos.
Ferchus12356: ¡Me encanta que te quedes con la intriga! De todos tus comentarios, creo que solo respondí el tercero con este episodio. Vas a matarme. Pero, ¿Qué te pareció la charla entre Shinichi y Ran?
Puedes recomendar la historia donde quieras, que no me hago problema por eso. ¡Gracias a vos por hacerlo!
Gfriend: Dudo mucho que este capítulo haya sido emocionante, más bien, deprimente. ¡Y espera el que viene con una tableta enorme de chocolate porque es peor! Para la historia de Aoko, van a tener que esperar porque no creo que la presente al corto plazo. ¡Soy muy mala!
Serenity 743: ¡Aquí, esquivando piedras! Ahora entiendo por qué me duele la espalda (chiste). Me has hecho reír.
No eres indiscreta para nada. No estudié psicología, pero estuve viendo un montón de videos y leyendo muchísimos artículos médicos, notas e investigaciones para diseñar el escenario y el modo en que se sienten los personajes. También tuve alguna que otra experiencia con gente cercana a mí, y me ha ayudado a desarrollar un poco mejor el tema.
Cristyliny: ¡Muchas gracias por tan lindas palabras! Me alegra que te esté gustando la historia. Te juro que a veces me cuesta horrores ponerme en el lugar de cada personaje (encima de que son un montón), para pensar como accionarían o hablarían en determinada situación.
Arual 17: Me causa gracia como les dices "tus nenes" a Kaito y Aoko. Después de este capítulo, ¿Te imaginabas que el problema de Shinichi era este? El muy atrevido que hace preguntas fuera de lugar.
