¡Aquí! Reportándome viva.
Gracias invitado, zulaypao22, Serenity 743, Altheamajikku, Arual17, Karakemi, Ferchus12356 y Cristyliny por sus reviews. les comento al final.
Los personajes del universo de Detective Conan no me pertenecen. Es obra de Gosho Aoyama.
Casa usada de manicomio por los agentes federales – Los Ángeles – Junio – Año 2
Shuichi y Jodie venían maquinando desde hace unos cuantos días, un nuevo curso de acción. Querían probar algo con el mago, pero no estaban seguros si el tiempo era el indicado, o si realmente era una buena idea. Fue entonces que llamaron a Michael y a James, para plantearles la situación, logrando obtener señal verde por parte de ambos para llevarlo a cabo.
- ¡Feliz cumpleaños, Kaito! – Gritaron los del FBI y Shinichi al mismo tiempo, mientras entraban como un grupo comando a la habitación con una torta encendida en la mano.
- ¡Oigan, oigan! Avisen que entran. ¿Y si estaba sin ropa?
- No sería sorpresa, y además… he visto peores cosas. – Le contestó Jodie, colocando una mano sobre su cintura y revoleando los ojos.
- ¿Qué clase de respuesta es esa? ¡Son MIS… cosas! ¡No las ofendas de esa manera que también tienen su orgullo!
- Ya cállate, o le diré a Steve que te aumente el peso. ¡Pide tres deseos!
- Deseo número uno: que Jodie deje de decirle a Steve que me aumente el peso.
- Ah, que pena. Como lo dijiste en voz alta, ahora no se cumplirá. ¡Dos kilos más!
Negó con la cabeza sonriendo, y una vez que hizo lo comandado, apagó las velas y le cantaron el feliz cumpleaños.
Los ojos de Kaito estaban atentamente fijados en el postre, pero la voz de Shuichi lo sacó de su ensimismamiento.
- Bueno, la torta quedará para después. – Dictaminó el de ojos verdes, al mismo tiempo que Jodie se la llevaba para ponerla en la heladera.
- ¿Qué? ¿Por qué? – Preguntó Kaito.
Su rostro mostraba una gran indignación, y su sonrisa desapareció instantáneamente, al ver como el pastel se alejaba de su alcance.
- Porque antes debemos hacer algo.
- Pero es de chocolate y es mi cumpleaños.
- Ya sabemos eso. – Respondió con ironía.
- Ah, no, no. ¡Dame mi pedazo o se arma la podrida! No puedes mostrarme esa exquisitez que chorrea cacao, azúcar y altas calorías por todos los costados, y no darme un bocado.
- ¡Que muerto de hambre que eres!
- ¡Estamos hablando de chocolate negro! ¿Acaso no sabes que actúa en el cerebro y en el estado de ánimo? Contiene triptófano y produce serotonina. ¡La necesito para que controle mi depresión!
- ¡Dejaste de tomar la medicación hace un mes! Y además, ¿Cuándo te convertiste en nutricionista?
- ¡Culpa a Michael y a James!
- ¿Quién crees que arrasa con las galletitas de la alacena? – Exclamó el detective.
- No es mi culpa que tu tengas ortorexia. Si alguien no las consume, se echarán a perder. Además, con todo el ejercicio que hacemos, mi pobre cuerpito pide comida calórica.
- ¡Ya deja de hacerte el maldito médico! – Le recriminó su hermano.
- Bue. Shinichi, ven conmigo un momento. Trae tu teléfono. – Dijo Shuichi, estableciendo el fin de la discusión.
Kaito vio de forma extraña, como caminaban los dos hacia la parte de adelante de la casa. Sin embargo, no pudo analizar más la situación, dado que Jodie volvió para decirle exactamente lo mismo a él, aunque con un cambio de dirección.
- Ok, ¿Qué pasó?
- Que yo sepa nada. ¿Por qué?
- Todos están actuando un poco raro. – Opinó, mirando a todos lados con sospecha.
Caminaron hasta salir al patio de la parte trasera de la casa, el cual daba al bosque. El olor a pino y a madera, es lo primero que percibieron al respirar el aire puro.
- ¿Sabes qué día es hoy?
- Sabes que no es Alzheimer lo que tengo, ¿No? – Le dijo con ironía.
- Recién empieza el domingo, porque son las doce y... once minutos. – Contestó, chequeando su reloj.
- Ajá… – Fue lo único que pudo decir para intentar seguirle la corriente.
- Y hoy, no es solamente tu cumpleaños. Es también el tercer domingo de junio.
- "Eso ya lo sé. Desde que me impusieron la organización del calendario en la casa, no me dejan perderme más con los días. Pero... ¿Acaso me estoy olvidando de algo? No recuerdo que esté anotado otra cosa que no sea mi cumpleaños."
Jodie lo miraba esperando que se dé cuenta por sí solo.
- "Si me miras así, es porque claramente me olvidé de algo. Tercer domingo, tercer domin..." – No, no. Ni se te ocurra – Declaró seriamente, al darse cuenta de lo que no recordaba.
- Son las dos de la tarde allá.
- Ah, ah. – Dijo negando con la cabeza.
- Kaito… ¿No crees que es hora?
- No. – Dijo aterrado.
- ¿Por qué no?
- Porque no.
- ¿Por qué le tienes miedo?
- …
- Es tú día. Pero también es el suyo. Sería el mejor regalo para ambos. ¿No te parece? – Le sugirió, sentándose en el banco de madera.
- Sería el peor regalo del mundo para él. Debe estar decepcionado de mí después de lo que casi hago. ¿Cómo esperas que no tenga vergüenza de hablar con él?
- ¿Realmente crees eso? Déjame mostrarte algo. Ven. – Le pidió, palmeando el lugar de al lado suyo.
El alterado adolescente se sentó, y Jodie sacó su celular para enseñarle el historial de llamadas de Toichi y de Chikage.
- Mira la cantidad de veces que hablaron conmigo este mes, y lo que duran las llamadas. Siempre me preguntan si estás bien, si estás comiendo, si estás durmiendo y lo que estás haciendo. Al día de hoy, siempre alguno de los dos se me termina desmoronando por un momento. – Dijo, riéndose. – Poniéndote una mano en el corazón, ¿Crees que sienten vergüenza de ti, después de mostrarte lo preocupados que están? Sienten vergüenza de ellos mismos, no de ti.
- ¿Por qué? Fui yo el que les falló.
-A mi me dicen que los que fallaron, fueron ellos. Sobre todo tu padre. La culpabilidad que siente todavía al día de hoy es… indescriptible. Es más, hace un par de meses les recomendé que empezaran a hacer algo con eso porque estaban yendo por mal camino.
La agente le pasó su teléfono, mientras observaba la indecisión en los ojos del mago cuando vio el nombre de su padre entre los contactos.
- Créeme que será el mejor regalo. Pero la decisión depende enteramente de ti. ¿Qué es lo que les digo a ti y a Shinichi todo el tiempo?
- Que pase lo que pase, siempre debemos superar los retos que se nos presentan.
- ¡Exacto! Te presento un nuevo reto. A partir de este momento, tienes permitido llamarlos y hasta incluso, usar la cámara para verlos. Por ahora, te doy mi teléfono sin clave para que lo pienses, y así no sientes la presión de tenerlo en tu celular.
Kaito vio con pánico, como la mujer ingresaba a la casa y lo dejaba solo y abandonado, con una bomba en la mano. Miraba al pequeño dispositivo con ansiedad, pensando que en cualquier momento iba a explotar.
Decir que las voces disminuyeron considerablemente en su cabeza desde hace unos meses, sino estaría atajando penales como un arquero en la final de un mundial.
- "Bueno Kaito, se te acabó la joda. Vaya forma de empezar tu día."
Hoy sus ojos tenían un problema. Antes, se habían quedado focalizados en la masa de harina, huevos, leche y azúcar. Y ahora, no podía desviarlos de las letras que formaban el nombre "Kuroba Toichi".
- "Es un maldito botón verde… mejor dicho… ícono."
- "Es solo un ícono, es sólo un ícono". – Se decía internamente, mientras colocaba el pulgar sobre él, sin tocar la pantalla.
- "No es solo un ícono. Es un paso. Un enorme paso. ¡UN PASO GIGANTE!." – Pensaba mientras sacaba el dedo y la pantalla se oscurecía al no haberla tocado por un tiempo.
- "No lo vi por diez años, ¿Qué se supone que voy a decirle? ¡Hola Pa, bienvenido al mundo de los vivos! ¡Y gracias por los vinilos del año del pedo que me dejaste en una habitación secreta! Me re ayudaron a disfrazarme como vos y a descubrir quién te mató. Ah, pero si nadie lo hizo, claro."
- "Uff. Van a preguntarme tres millones de cosas y una lista interminable de por qué hice lo que hice."
- Esto es una estupidez… ¿Por qué mis momentos más cruciales siempre dependen de una llamada? – Bufó con rendición, mientras veía las estrellas y dejaba el teléfono sobre el banco.
Se quedó en silencio, escuchando los vigorosos y acelerados sonidos que emitían los grillos, producto del calor que hacía esa noche.
- "Me imagino que Shinichi debe estar hablando con el suyo… porque seguro que él sí pudo llamarlo. No debe estar sentado como un idiota, supeditando los miles de escenarios que puede encontrar del otro lado del auricular".
- "¿Cuántas veces dije lo mucho que odio esa virtud decidida de él?"
El adolescente miró nuevamente el maldito celular, como si eso lo fuese a ayudar a decidirse sobre qué hacer.
- "Tengo que hacerlo. En algún momento tengo que hacerlo, ¿No? También quiero respuestas... aunque no quiero preguntas."
Su propio teléfono, que estaba dentro del bolsillo de su pantalón, vibró una vez. Al sacarlo y fijarse de quién era el mensaje...
- "Tienes los dos pies en el momento cero. Depende de ti dar el primer paso".
- ¡Te odio, Shinichi! – Gritó a todo pulmón.
- ¡Se que no es cierto! – Le contestó del otro lado de la casa.
- Imbécil. Tú y tus malditas frases. – Declaró en voz baja, guardando su celular con cierta molestia. – ¡Pues no me vas a ganar!
Kaito desbloqueó el teléfono de Jodie y apretó el número de su padre para hacer una video llamada. Se sentía nervioso, transpirado, con los pies ligeros y las manos inquietas. Pasaron solo tres pitidos, pero con sus dedos ya había recorrido dos veces la superficie del banco donde se encontraba sentado.
- Hola, Jodie.
- "¿Esta es su voz? Es algo distinta a la de los discos."
- Perdón que tardé en contestarte. Estamos… colgados. – Dijo agitado y con dificultad.
- "Creo que no quiero saber de qué. Ya veo que tendré el segundo mayor trauma de mi vida."
Kaito veía todo negro y suponía que era porque su padre pensaba que era una llamada común y tenía el teléfono en la oreja.
- ¿Jodie? ¿Pasó algo que no contestas?
- Hola, papá.
- …
Lo próximo que escuchó, fue algo de madera quebrarse. Luego, vio una mezcla de ramas y hojas verdes, seguido de un ruido a hojalata.
- ¡Toichi! ¡Idiota, no me asustes así! Agárrate bien. – Se escuchaba gritar a su madre a lo lejos.
- ¡En lo posible deja de mover tanto el celular o me harás vomitar! – Le exclamó Kaito, al ver el movimiento continuo de césped a la distancia y algunas ramas caídas en la cercanía. – ¿Qué hacen trepados a un árbol a esta hora en verano? ¿Quieren insolarse o qué?
- …
- Cariño, ¿Qué te pasa? Estás pálido. ¿Estás bien? Espera que baje.
- Estoy bien, estoy bien. ¿Kaito? ¿Eres tú? – Preguntó, mientras aparecía en la pequeña pantalla después de hacer un ruido desastroso.
- Sip. ¿Estás bien agarrado esta vez? Mamá tiene razón. Estás pálido. – Y el mago empezó a mover el talón para arriba y para abajo en señal de nerviosismo.
- ¿Có... cómo... est..?
Toichi quería hablar, pero no podía. Las palabras quedaron imposibilitadas de salir de sus labios cuando visualizó el rostro de su hijo después de ocho eternos y tortuosos meses. Su angustia y felicidad estaban dando batalla dentro de su cuerpo, provocando que varias lágrimas de alegría caigan por su rostro, mientras que algunas exhalaciones de dolor eran generadas por su garganta y boca.
- ¿Amor? ¿Estás lastimado?... ¿Kaito? – Escuchó la voz de sorpresa de su madre, mientras la veía posicionarse atrás de su padre para verlo.
- Hola ma... ay, no. No empieces tú también. ¡Dejen de llorar, por favor! – Les reclamó de forma perdida, al verlos tan sensibles. No sabía qué decirles para que se calmen.
La de pelos violáceos empezó a lagrimear a moco tendido al ver su rostro por la pequeña pantalla. Pero aún así, no tardó en ametrallar a su hijo con un cuestionario sin fin.
- ¿Cómo estás? ¿Te tratan bien? ¿Estás comiendo como debes? ¿Te cepillas los dientes? ¿Qué estuviste haciendo? ¿Estás durmiendo? ¿Hiciste amigos? ¿Cómo te va en tus actividades? ¿Estás saliendo con alguien? ¿Cómo se llama? ¿Qué...?
-¡Alto! – Dijo mostrándole la palma de la mano. – Todo está bien. Respiren en tres tiempos y dejen el listado de preguntas de costado, ¿Si? Sé que con Jodie se hablan seguido y me imagino que están al tanto de todo. Solo llamé para decirle feliz día a papá.
- ¿Me... consideras como tal? – Preguntó con asombro.
- ¿Qué clase de estúpida pregunta es esa? ¿Se estaban drogando arriba del árbol o qué? Sí. Tuve problemas para asociar todo lo que me pasó hace un año. Pero... eres mi papá. Un poco más viejo de lo que te recordaba. Pero eres definitivamente tú. – Admitió con cierta vergüenza.
- Perdóname, Kaito.
- Oye, oye. No, no, no, no. No me hagas esto.
- Perdóname, perdóname, perdóname. – Le rogaba de la forma más quebrada posible. Cada palabra que decía, sonaba más rota que la anterior. – No fui un buen padre. Te juro que pensé que hacía lo correcto. Intenté protegerte a ti y a tu madre de la mejor manera, pero me equivoqué.
- Papá... está bien. – Lo interrumpió, empezando a sentir un pequeño globo en su garganta al ver la constante expresión de consternación en su rostro. Sin embargo, tampoco pudo ocultar su sorpresa. – "¿Y la cara de póquer? ¿Qué pasó acá? Esta persona que no para de llorar... ¿Es mi padre? ¿Mister poker face senior puede llorar de esta manera?."
- No. No lo está. Intenté escudarte de todo, menos de mí. Lo siento tanto. Siento mucho no haber estado todos estos años para darte el cariño y el trato que merecías.
- Lo entiendo. Me imagino que tampoco ha sido fácil para ti vivir oculto todo este tiempo.
- No lo fue. Fue una maldita tortura. Podía verlos de vez en cuando desde lejos, pero no podía nunca acercarme. ¿Sabes la cantidad de veces que quise tirar todo al demonio con tal de poder al menos pasar una hora contigo? Fue todo muy... difícil.
- No lo sabía. – Confesó con pena. – No ahora. Pero en otro momento quiero que me cuentes lo que pasó.
- Cuando tu quieras. Solo espero que algún día puedas perdonarme.
- Yo soy el que tendría que pedirles perdón. Siento haberlos asustado de esa forma.
- No nos tienes que pedir perdón por nada. Lo que más nos importa es que sobreviviste a eso. Tenemos que esperar un poco más para reunirnos, pero nos alegra tanto de que estés vivo y que estés mejor. Eres nuestro hijo, y te amamos. Solo queremos que entiendas eso.
Kaito inmediatamente recordó su conversación con Shinichi meses atrás, cuando salió de su sesión con James.
- ¿Lo... hacen? – Preguntó, queriendo cerciorar la respuesta.
- Por supuesto. Duda de lo que quieras, pero nunca de eso. – Le contestó su padre.
- Realmente te amamos, hijo. – Adhirió Chikage para darle mayor seguridad. – Te convertiste en todo un hombre. Pero para mí, seguirás siendo mi pequeño niño por siempre.
Y el adolescente no pudo impedir que una sonrisa sincera se plasmara en su rostro.
- ¡Ahhh, amor! ¡Ya son más de las doce allá! – Exclamó Toichi.
- ¿En serio? – Y cruzó una mirada cómplice con su esposo.
- ¡Feliz cumpleaños!
Los gritos, canto de cumpleaños y exclamaciones de sus padres, hizo que se acordara de las gritonas y desquiciadas gimnastas. Y no pudo evitar que las comisuras de sus labios se levanten de forma auténtica y automática.
- Gracias.
- ¿Ya te lo festejaron allá?
- Estoy a punto de incendiar la casa porque me negaron un pedazo de pastel. Pero... valió la pena. – Admitió con una sonrisa.
- Es de chocolate, ¿No? – Le consultó Chikage.
- Sí.
- Me lo imaginé por tu rostro de fastidio.
- ¿Y qué estuviste haciendo todo este tiempo? – Le preguntó Toichi.
- Ya saben eso.
- Pero queremos escucharte a ti.
Kaito se quedó meditando un rato, mientras veía a sus padres por la pantalla.
- Esperen. Si vamos a hablar a partir de ahora, te llamaré desde mi celular y cuando tengan wifi. Sino, Jodie o ustedes van a matarme cuando vean la factura de teléfono.
- ¿Estás seguro que quieres pasarnos tu número?
- Sí. – "Increíblemente... no estoy dudando como antes de llamarlos".
- ¿Te podré mandar mensajitos todos los días? – Consultó su madre.
- No te abuses... Pero sí. Quizás no responda tan rápido, pero pueden hacerlo. Por cierto, nuevamente pregunto... ¿Qué hacen arriba de un árbol?
- Tu madre quiso recordar lo joven que era y... ¡Ouch! – Exclamó el hombre, al recibir un golpe en la espalda por parte de su mujer.
- ¡Sigo siendo joven y hermosa!
- Por supuesto, querida joyita de mi corazón. Nadie duda de eso. – Y Toichi rodó los ojos, provocando que Kaito se riera.
- ¿De qué te estás riendo? – Consultó de mala manera su madre.
- De nada. Sólo los envidio un poco.
- ¿Por qué?
- Porque pueden al menos trepar.
- Jodie nos ha comentado que te está costando manejar las alturas. Aún así, de a poco vas mejorando.
- A paso de tortuga, y las alturas no son tan grandes como quisiera.
- No importa lo que tardes. Lo importante es que no te detengas, si es algo que quieres alcanzar.
- Parece algo tan simple de hacer.
- Simple, sí. Fácil... nunca. Si quisieras llegar rápidamente a la cima, aterrizarías sobre ella con un helicóptero. – Le dijo su padre.
Toichi vio la insatisfacción y frustración en su rostro.
- ¿Por qué no le pides a Shuichi que te averigüe por clases de escalada deportiva?
- ¿No creen que ya hago suficientes cosas?
- Deja que hable con él esta semana. Estoy seguro que aprender los tres componentes, te ayudarán a vencer esa barrera.
- ¿Tres? ¿De qué hablas?
- No es simplemente escalar, Kaito. Tienes una parte de velocidad, uno que consta de tres bloques de resolución de problemas, y otro de dificultad y altura. En cada una de esas pruebas, utilizas distintas capacidades, alturas y fuerzas.
- ¿Cómo sabes de eso?
- Estuve viendo algunas cosas para practicar con tu querida madre. Pero déjame que hable con Shuichi sobre ello.
- Ok.
- ¡Kaito! ¡Te quedarás sin torta! – Exclamó Shuichi a los gritos y a la distancia.
- ¡Llegan a morfarse mi pastel, y les juro que utilizaré toda la cinta amarilla de "escena del crimen, no pase" que encuentre, para rodear la casa! – Las risas de sus padres, no paraban de escucharse.
- Qué casa de maníacos. Ve, antes de que cometas un asesinato con relativa justa causa. – Comentó su madre.
- No se queden mucho tiempo ahí arriba que se van a calcinar. ¿Hablamos... mañana?
- Hablamos mañana. ¡Que termines bien el día, hijito! ¡Feliz cumpleaños!
- Uy que loca que está. – Susurró.
- ¡¿Qué dijiste?!
- No la pongas así, que el que tiene que bajar con ella, soy yo. – Le reclamó Toichi.
- ¡Ah! ¡Te mataré! – Dijo arrojándose sobre él.
- ¡Espera, Chikage!
- ¡No esperaré nada! ¿Cómo te atreves?
- Ok, ok, hora de cortar. Chau, chau. – Y Kaito dio por finalizada la llamada.
El morocho suspiró y cerró los ojos por un momento, quedándose nuevamente entre el sonido de los grillos y el ulular de las lechuzas y búhos que convivían entre los altos árboles que rodeaban el domicilio.
Escuchó unas pisadas suaves pero determinantes, y sabiendo de quien se trataba, abrió sus párpados con tranquilidad.
- ¿Cómo te fue? – Preguntó Shinichi, al acercarse.
- Bien. Por un momento, casi me ahogo entre lágrimas digitales.
- Menos mal que estamos a distancia. Me pasó lo mismo. – Le comentó, mientras le entregaba un plato con un triángulo de bizcochuelo con cubierta de chocolate, y un vaso con gaseosa.
- ¡Iuju! ¡Al fin!
Antes de probar el postre, se envió el contacto de su padre a su celular para agendarlo.
Con gran espíritu, agarró el tenedor y cortó un gran pedazo, para después metérselo en la boca de un solo bocado. Aunque parecía un hamster y estaba a punto de pedirle a Shinichi que le de una patada karateca en el pecho para bajar la torta, por alguna extraña razón, la sintió exquisita.
- ¿Usaste la cámara para verlos?
- Síp. ¿Tú no?
- No. Shuichi me dijo que por el momento no lo haga.
- Eso sí que es raro. ¿Tus padres estaban bien?
- Sí. ¿Los tuyos?
- Colgados de un árbol.
- ... – El detective arqueó una ceja.
- Mejor no preguntes. Pero yendo a lo más importante en estos momentos, ¿No comerás torta? – Consultó, al ver que no tenía un plato en sus manos.
- ... – Y el aludido miró para otro lado.
- ¿En serio?
- No empieces.
- Es mi cumpleaños. ¡Dame el gusto, maldito fanático de los análisis clínicos!
- ¡Déjame en paz!
- ¡Cómete un pedazo! – Exigió, alcanzándole un tenedor con un pedazo pinchado.
- ¡Olvídalo! Disfrútalo tú, que tanto te gusta. – Le contestó, levantándose para ingresar rápidamente a la casa.
- ¡Ven acá!
- Dije que no.
Los Ángeles – Fines de Septiembre – Año 2
Un año había pasado desde que Shinichi se fue de la casa de sus padres en Los Ángeles, y empezó a vivir y a entrenar con la pareja del FBI.
Había llegado con un 20% de funcionamiento de su corazón, y ahora se encontraba en un poco más del 50%. Un gran e increíble avance, según la opinión de Michael.
Y hoy, era un día un tanto peculiar, aunque él no lo sabía.
- Maldito GPS. ¿Todavía falta tanto? – Preguntó con fastidio una hermosa mujer.
- Yukiko, siempre estuvimos a menos de 40 minutos de distancia. Baja la ansiedad, por favor. Vamos a mitad de camino.
- ¿Cómo quieres que la baje? No lo veo desde hace un año. Recién hace un par de meses pudimos comunicarnos, y solo podemos hablar con él de vez en cuando porque se la pasa haciendo cosas.
- Tendrías que estar feliz de que esté activo.
- Después de todo lo que pasó, todavía me cuesta creer que haya podido progresar de esa forma. Que débiles que fuimos. Nosotros tendríamos que haber estado para él. Es nuestro hijo, y cuando más nos necesitaba... nos alejamos.
- Ya hemos hablado más de una vez de esto. Por más que hubiéramos querido hacerlo, no hubiéramos podido. Además, me parece que Shinichi necesitaba reencontrarse a sí mismo. Algo que no hubiera logrado hacer con nuestra presencia.
- Lo sé.
Nuevamente, la castaña de pelo largo veía la pantalla con el camino que les faltaba recorrer. No habían avanzado casi nada.
- ¿Por qué demonios te dejé manejar? Si fuera yo al volante, hubiéramos llegado hace veinte minutos.
- Amorcito de mi vida, por eso manejo yo. Confío en tu manera de manejar, ¿Pero para que tener un accidente justo en estos momentos?
La mujer refunfuño, mientras veía la ciudad por la ventana del acompañante. Ansiedad no es lo único que sentía en estos momentos.
- No pude ni despedirme de él cuando se fue. Quiero llegar rápido para verlo.
- No te machaques por lo que pasó en el pasado, dado que no estabas en tu mejor momento. Es un día muy importante para que eso te moleste.
- ¿Cómo puedes estar tan tranquilo y positivo?
- Ya me conoces y sabes que no es así. Por dentro soy todo un manojo de nervios. Yo también quiero verlo.
- ...
- ...
- ¡Por el amor de todos los dioses existentes en el mundo! ¡Puedes pisar el maldito acelerador de una vez por todas! ¡Estás demasiado zen!
- ¡No! No quiero que me persiga la policía. Lo único que me falta es que me pongan una multa dimensional y encima me detengan. Si eso pasa, tardaremos más en ver a nuestro hijo.
- ¡Yu-chan!
- ¡Yuki!
Luego de veinte minutos de intercambio de opiniones sobre como funcionaba el velocímetro y lo poco aventurero que era Yusaku, llegaron a las puertas de la sede del FBI, donde cierta rubia de ojos claros los estaba esperando.
- ¡Jodie! ¡Tanto tiempo! – Exclamó la castaña, mientras la abrazaba con cariño.
- ¡Yuki! Wuau, nada que ver con la última vez que te vi. Ahora se te ve muy bien de peso y no estás como un zombie.
- ¡Hermosa imagen! ¡Bórrala de tu memoria, por favor! Pero todo es gracias a que nos ayudaron. – Dijo con una sonrisa triste cuando se separó. – Lamento que ambos hayan tenido que pasar por tantos problemas por culpa nuestra.
- A decir verdad, no fue tan malo como pensamos que iba a ser. Ahora entenderán el por qué. Y además, para eso están los amigos, ¿No? Entre todos nos damos una mano cuando más lo necesitamos.
- Igualmente, gracias Jodie. – Adhirió el marido de la ex actriz.
- Hola, Yusaku. Dejen de agradecernos y pasemos de una vez. Me imagino que alguien está extremadamente ansiosa por ver a su nene, ¿No?
- ¡Puf, no tienes idea lo que fue el viaje hasta aquí!
- ¡Yu-chan, cállate!
Una vez que pasaron los controles de la entrada y retiraron las identificaciones de visita, empezaron a caminar por los largos pasillos del edificio.
- Debo admitir que nunca pensé que las instalaciones del FBI iban a ser de esta manera. – Opinó el hombre.
- ¿Eso es bueno o malo? – Consultó Jodie.
- Ninguna de las dos. Fue una simple observación.
- Es un edificio con una estructura un poco antigua, pero le han hecho varias remodelaciones para modernizarlo.
- Es enorme. – Dijo una sorprendida Yukiko.
- Si te pones el contador de pasos, te vas a dar cuenta de lo mucho que caminas aquí adentro. Pregúntenle a Shinichi cuando lo vean. Todavía recuerdo las puteadas que nos dedicó a todos los primeros meses.
Pasaron por un par de puertas más, y se encontraron con el gimnasio.
- Ok, esto es extraño. A esta hora deberían estar acá. – Comentó extrañada, sacando su celular.
- Ya llegaron.
- Shuichi. – Saludó Yusaku.
- ¿Cómo están? Se los ve muy bien a los dos.
- Mejor que hace un año atrás, seguro. – Declaró, mientras Yukiko le sonreía con un poco de pena.
- Me alegra escuchar eso. ¿Estás más delgado, Yusaku?
- Alguien me obligó a dejar el cigarrillo, disminuir la bebida y a realizar ejercicio con ella.
- Teníamos que ponernos en forma. Deja de quejarte. – Le reprochó su esposa.
- Shuu, ¿Me desaparecieron los hermanitos?
- ¿Los qué? – Preguntó Yusaku.
- ¡Yusaku Kudo! ¡Algo que no me haya enterado!
- ¡Oye! Podría decir exactamente lo mismo.
- Ahhh. – Dijo con indignación. – ¿Dudas acaso de mí fidelidad hacia ti?
La llamativa escena, despertó el interés y la curiosidad de varios oficiales que se encontraban ejercitando en ese momento.
Y Jodie y Shuichi... no sabían dónde meterse.
- ¡Claro que no!
- Pues parece que sí. – Comentó con lagrimas en los ojos.
- Oye, oye. No te lo tomes así. Cálmate, por favor.
- ¿Y cómo quieres que me lo tome?
- ...
Yusaku abrió la boca, pero no comentó nada. La situación lo estaba dejando anonado al no esperarse semejante reacción por parte de su mujer.
- Ojojojojo. – Reía. – Sigo siendo buena. – Admitió con una voz muy aguda, llena de orgullo.
- ¡Yukiko! – La retaron los tres presentes al mismo tiempo.
- Retomando el tema, ¿A qué se refieren con hermanos?
- Al mes que llegó Shinichi, tuvimos una adhesión de emergencia al grupo.
El de ojos verdes comenzó a relatarles lo que sucedió con Kaito, mientras salían al campo de entrenamiento.
- ¿Por qué no me avisaste antes? Shinichi tampoco me mencionó nada cuando hablamos por teléfono. – Preguntó y exclamó el de ojos azules, cuando se detuvieron.
- Ustedes tenían suficientes problemas en ese momento. Y cuando los solucionaron, Kaito dejó de ser una amenaza contra sí mismo.
- Lo discutimos entre los dos, y llegamos a la conclusión de que no era necesario preocuparlos con algo que no era una preocupación. Por eso le dijimos a tu hijo que no les comentara nada al respecto. Nos pareció mejor que lo habláramos entre nosotros en persona.– Agregó Jodie.
- Pero, ¿Y Shinichi?
- ¿De quién sacó la terquedad?
- Culpable. – Levantó la mano su padre.
- ¿Respondí tu pregunta, Yukiko?
- ¡No! ¿Está bien?
- ¿Me hablas en serio? – Consultó Shuichi, con una mueca divertida.
- ...
- Entonces, cambió más de lo que pensábamos. – Comentó Jodie, riéndose.
- ¿A qué te refieres? – Preguntó la castaña sin entenderlos.
- Hace... – Shuichi miró su reloj. – ... siete minutos que estamos delante de él, y no lo reconocieron.
- ¿Qué? – Dijeron ambos padres al mismo tiempo, con sorpresa.
Entre los dos, empezaron a buscarlo entre la gente que se entrenaba a esa hora. Como ya eran pasadas las siete de la tarde, la mayoría de los oficiales había terminado de trabajar. Muchos de ellos, para evitar la hora pico de tráfico y despejarse un poco, decidían descargarse con alguna que otra rutina al aire libre antes de ir a sus respectivos hogares.
- ¿Siguen sin poder verlo?
Los ojos de la pareja iban de izquierda a derecha con cierta rapidez. Y Shuichi al notar la ansiedad en ambos, decidió ayudarlos.
Se acercó a ellos y se dio la vuelta. Les señaló un punto del campo, donde había tres personas transpiradas, a las cuales les estaba costando recuperar el aliento.
- ¿Ese es... Shin-chan? – Consultó la mujer.
- Sí. Cambio un poco, ¿No? Al menos ya no tiene esas patas huesudas de gallina que solía tener.
Yukiko esperaba verlo un poquito mejor, y solamente un poquito cambiado. Pero no se esperaba ver a la persona que tenía a unos metros, cuyo físico cambió radicalmente desde la última vez que lo vio.
- Cuando llegó, no pesaba ni 50 kilos y no tenía musculatura ni para poder soportar su propio peso. Ahora está en 67 kilos. – Le explicó el de ojos verdes.
- ¡Y eso que es insoportablemente calculador con la calidad y cantidad de la comida! – Se quejó Jodie.
- Pero no es solo lo que come. Desarrolló más masa muscular, lo cual provoca que pese más, y estructuralmente su cuerpo se modificó a raíz de eso.
- Y perdón. Pero apenas llegó a casa, lo mandamos a cortarse la jungla que tenía en la cabeza. Se ve que le gustó, porque a partir de ese momento, se lo dejó corto.
La actriz sentía sus piernas temblar por el torrente de emociones que estaba sintiendo, y no pudo evitar que sus piernas fallasen y cayese al piso.
- ¡Yuki! – Exclamó su marido, arrodillándose junto a ella.
- En diez, salimos. Faltan dos más. – Dijo autoritariamente Steve, entre jadeos.
- ¡Aggh, que calor insoportable! – Se quejó Kaito, mientras colocaba sus manos en la cadera para que la casi inexistente brisa seque sus axilas.
- Al día y a mí, nos importa un bledo tus quejas. ¡Va! – Gritó Steve, mientras corría a la par de ellos.
Empezaron a trotar hasta que pasaron treinta segundos.
- ¡Al 70!
Ambos chicos subieron la velocidad, y la mantuvieron por medio minutos más.
- ¡A fondo!
Tanto a Yukiko como a Yusaku, se les encendió la alarma al verlos correr todavía más rápido.
- ¡No puede ir a esa velocidad! – Le demandó Yukiko a Shuichi, con miedo.
- ¡Ja! ¿Quién dijo que no? El Shinichi de antes no podía. El de ahora sí. ¿Quieres ver los registros de los contadores de pasos del último año?
- Si hay alguien que sabe hasta donde presionarlos a los dos, es Steve. – Agregó Jodie.
- Por el momento, nunca tuvimos que pedir una ambulancia. Así que creo... que fuimos por buen camino.
Cuando los tres hombres terminaron de correr, y el mago empezó a caminar en círculos para intentar respirar, fue que observó la presencia de los dos agentes con dos personas nuevas.
- Ehhhh, ¿Shinichi?
- ¿Qué?
- Espero que estés preparado para recibir una tromba marina en cualquier momento.
Steve y el detective lo vieron con sospecha, pensando que en cualquier momento iba a desmayarse, dado que ya hablaba boludeces. Pero al ver hacia donde estaba mirando, fue que Shinichi comprendió lo que le dijo.
- ¿Qué hacen aquí? – Se preguntó en voz alta a sí mismo con sorpresa.
- ¿Quiénes son? – Consultó el Seal.
- Mis... padres.
- ¿Y qué haces todavía aquí? Ve con ellos, zapallo. No los ves hace un año.
- ¡Se terminó la rutina! – Festejó el mago, alzando los brazos.
- No son tus padres, así que, no estás eximido del retiro.
- ¡Oye, oye! ¡No seas injusto!
- Ok, ok. De acuerdo. Están habilitados para retirarse. No se olviden de estirar un poco en algún momento.
Shinichi veía al de las fuerzas especiales, caminar tranquilamente hacia sus padres. Prontamente se envolvieron en una charla de la cual, no podía escuchar nada por la distancia. Sin embargo, veía que su madre no le había sacado los ojos de encima a él.
- ¿Qué estás esperando? – Le exclamó su hermano, mientras lo empezaba a empujar por la espalda para que avance. – ¡Vamos, muévete!
- Oye, espera, espera.
- No hay que esperar nada. ¿Por qué estás tardando tanto en reaccionar?
Cuando Kaito lo acercó lo suficiente, Yukiko salió corriendo del círculo para abrazarlo y estrujarlo hasta donde su fuerza se lo permitía.
- ¡Mamá, estoy todo transpirado!
- ¿Crees que eso me importa?
No pasó mucho tiempo más para que el llanto y las lágrimas hagan acto de su debida presencia, y comiencen a caer una atrás de la otra sin querer parar.
Shinichi suspiró y se relajó, entendiendo la necesidad que tenía su madre de hacer lo que hacía.
- Está bien. Todo está bien. – Intentó calmarla su hijo, mientras la abrazaba con fuerza. – Me alegra ver que estás mejor. Me preocupaste.
- ¡Eso debería decirlo yo!
- Perdóname por haberte ocasionado tanto... dolor.
- No seas tonto, Shin-chan.
- Extrañaba que me llames así. – Declaró con una sonrisa, provocando que las lágrimas de ella se intensifiquen.
El detective luego de unos minutos, levantó la mirada y se encontró con la de su padre. Siempre estoico, siempre calmo. Pero a pesar de intentar aparentar esas cualidades, esta vez hasta un niño de cuatro años podía darse cuenta de su fachada. Sus ojos estaban rojos y brillosos, su garganta contraída, y se denotaba el esfuerzo que estaba haciendo para no acudir a las acciones de su esposa.
- ¿Vas a estar mucho tiempo ahí, o vas a venir? – Preguntó el detective, para acabar con su indecisión.
Por supuesto que no se rehusó ante tal invitación.
Cuando Yukito se separó para dejarles su momento, Yusaku pasó una de sus manos por la espalda de su hijo, y la otra por la parte baja de su cabeza, para atraerlo hacia él con fuerza.
La acción resultó totalmente sorpresiva para el más joven, dado que no se esperaba algo tan expresivo por parte de él. Su padre no solía ser así. No solía abrazarlo muy seguido con esa necesidad, y mucho menos, sentir sus dedos aferrarse al corto cabello que tenía sobre su hueso occipital.
- ¿Papá? ¿Estás bien?
Su asombro se incrementó, al escuchar como inútilmente intentaba respirar fuertemente por la nariz para contener el flujo de lágrimas que desembocaba en sus fosas nasales.
Yukiko no pudo evitar que un nuevo ardor surgiera en su garganta, al ver a su marido tan incontenido. Nuevas gotas saladas brotaron de sus azulados ojos, por lo que decidió avanzar hasta formar un gran abrazo familiar.
- Hey, está bien. Ya dejen de llorar, que en cualquier momento van a inundar California.
Yukiko al abrir sus ojos y prestar un poco más de atención a sus alrededores, vio a Kaito, quien se había quedado estático, viendo con un poco de incomodidad la escena.
- Tú también. Ven. – Le dijo, abriendo uno de sus brazos para que se incorpore al abrazo.
- ¿Me hablas a mí? – Preguntó, señalándose.
- ¿A quién más?
- No gracias. Paso.
- ¡Que vengas! Nos contaron que se declararon hermanos, por ende, eres parte de la familia.
- Ah, ah. – Negó con la cabeza.
Shinichi se cansó del ida y vueltas. Rápidamente, antes de que Kaito pueda reaccionar, lo agarró de la parte de adelante de la remera, y lo tiró hacia ellos para hacerlo sándwich entre los tres.
- ¡Sálganse, que estoy todo chivado e impresentable!
- Qué nos importa. – Le contestaron los Kudo mayores.
Casa residencial de los Kudo – Los Ángeles – Septiembre – Año 2.
- Kaito-chan, ¿Seguro que quieres compartir la habitación con Shinichi? Tenemos espacio de sobra en esta casa tan grande. – Le consultó Yukiko al adolescente, cuando llegaron a la residencia que habitaban.
- Sí, seguro. Es como que ya estamos habituados a hacerlo, y encima, éste no me quita nunca el ojo de encima. – Explicó, señalando al otro adolescente. – Gracias por dejar que viva con ustedes.
- Ni se te ocurra agradecernos eso. Ya sabes que somos viejos amigos con tu padre. Para mí, eres como un hijo más. – Y lo abrazó con fuerza. – Ahh, soy muy afortunada de tenerlos a ambos en casa. Me siento tan joven nuevamente.
- ¿En algún momento se le pasan estos ataques de oso? – Le preguntó con cierta vergüenza a Shinichi.
- Nunca. Mejor que te acostumbres. – Le respondió con diversión.
- ¿Shin-chan está celoso? – Preguntó su madre, esperando con ansias que su hijo le pida uno.
- Ni un poco. Me alegra tener otro hermanito. – Declaró, palmeándole el hombro a Kaito. – De ese modo, no centrarás solamente la atención en mí, y no seré el único que sufra vergüenza o bromas de tu parte.
- ¡Shinichi! Que malo que eres. – Lo retó su madre.
- ¿En serio piensas que soy malo? A esta altura, me imagino que ya debes tener unas 60 o 70 fotos de Kaito, en un álbum en la galería de tu teléfono.
- Tampoco para tanto. No seas exagerado. Dudo que haya hecho eso. ¿No? – Consultó el mago a la única mujer de la casa.
- ... – Yukiko se apretaba con fuerza un labio contra otro, y el adolescente en cuestión, se la quedó viendo con los ojos como plato.
- ¿Es en serio? ¿Cuándo tuviste el tiempo para hacerlo?
- ¡Pero es que ambos son tan lindos! ¡No puedo evitarlo! Tengo un chat permanente con tu madre, donde continuamente nos pasamos archivos.
- Ay, no puedo creer esto.
- Bienvenido a la familia. – Le comentó Shinichi, con una gran sonrisa.
- Mejor me la llevo para que puedan terminar de ordenarse tranquilos... y respirar.
Las últimas palabras fueron dichas por Yusaku en un susurro. Y la mirada de su esposa, cambió a modo endemoniado.
- Te escuché querido. – Le respondió de mala manera, mientras le sacaba la lengua.
- ¡Bien! Entonces encarguémonos del almuerzo.
- ¡Ahhh, estoy tan contenta que les cocinaré un platillo de cada cosa!
- Recuerda... – Quiso decir su hijo.
- Tú comerás lo que te dé en el plato. Todavía te falta ganar más peso, así que no me vengas con el tema de la calidad y composición de la comida, y que bla, bla, bla.
- Déjame tranquilo.
- Eres casi puro músculo y fibra. A las mujeres nos gusta que los hombres tengan un poco de carne y grasita, sino, de donde piensas que nos agarramos.
- ¡Mamá, por favor! ¡No quiero escuchar esos comentarios de ti!
- Ahhh, ¿Y de quién prefieres escucharlos? – Preguntó acercándose a él, mientras ponía cara de curiosa, y elevaba y bajaba sus cejas continuamente.
- Querida... suficiente tortura para un sábado al mediodía. Deben estar cansados por la mudanza y no hace ni una hora que están en casa. Dales un respiro, o van a salir huyendo.
Shinichi le agradeció en silencio a su padre a través de un cruce de miradas, cuando logró sacarla de la habitación.
- Wow. Intensa.
- No tienes idea.
- ¿Esta era tu habitación antes de mudarte con Shuichi y Jodie?
- Sí. ¿Por?
- Tiene menos personalidad que el vidrio delantero de un auto.
La habitación se encontraba tal cual Shinichi la había dejado. La única diferencia, era que la cama que usaba ya no estaba situada paralelamente a la ventana, sino que ahora se encontraba perpendicularmente, junto a otra cama individual más.
- Nunca consideré esta casa como mi casa. Por eso nunca me gasté en hacerle grandes cambios. – Comentó, mientras sacaba su ropa para guardarla en la mitad de su armario.
- ¿A qué te refieres?
- "A que mi meta no cambió. Mi hogar está en Japón, no aquí. Pero no puedo decírtelo dado que no compartes mi misma visión". – Nada. Además, recuerda que no estaba en el mejor de los estados para decorarla cuando llegué aquí. – Respondió, dándose la vuelta. – ¿Trajiste eso?
Shinichi señalaba al pequeño peluche verde que Kaito había sacado de su bolso.
- ¿Por qué iba a dejarlo? Me ayudó en varias ocasiones. – Dijo, colocándolo sobre el único escritorio que había. – Al menos le pone un poco de color a estas cuatro insulsas paredes.
- Además de payaso, decorador de interiores. Lo único que me faltaba.
- Ojalá pudiera decir lo mismo de ti. Pero nunca pasará, mister seriedad absoluta, que solo tiene negro o azul en su guardarropas.
- Muy gracioso. ¿Cómo vas con la escalada?
- Para el reverendo traste. Mejor ni me lo menciones.
- ¿Por qué?
- Hay posiciones que no puedo mantener y obviamente, alturas que no puedo escalar.
- Empezaste hace un mes. Dale un poco más de tiempo de maduración. Tu cuerpo debe ajustarse al cambio de rutina.
- Sí, ya lo sé.
El mago veía a su usual compañero de cuarto moverse de un lado al otro con completa libertad. Como siempre, se focalizaba en los objetivos que tenía que lograr y los ejecutaba.
- Gracias. – Dijo repentinamente, sentándose en lo que iba a ser su cama.
Shinichi simplemente paró lo que estaba haciendo, para observarlo en silencio y con confusión.
- Creo que nunca te agradecí todo lo que hiciste... haces por mí, en realidad.
- Porque no debes hacerlo.
- Claro que sí. Básicamente, si no fuera por ti... estaría muerto.
Shinichi sintió el peso de esa declaración, y se le heló el cuerpo de la misma forma que cuando lo llamó por teléfono hace un año. La gran pregunta que siempre tuvo y que a veces lo desvelaba por las noches, volvió a rondarle la cabeza.
Y quería hacérsela... pero le prometió que nunca lo obligaría a decirle algo, que él no quisiera contarle.
- Quieres saber, ¿No?
- ¿Te soy sincero? Quisiera comprender porqué llegaste a ese punto. Pero tampoco quiero que me lo cuentes si no est...
- Me sentía atrapado y quería liberarme finalmente de alguna forma. Estaba buscando la manera fácil y rápida de acabar con mi problema. – Le admitió, interrumpiéndolo.
- ... – Lo observó con interés, ocupando un lugar sobre la cama opuesta a la del mago.
- ¿Sabes el miedo que puedes llegar a sentir cuando ves que vas a perder el control? Cada vez que quería salir del agua a respirar, algo me empujaba hacia abajo nuevamente para ahogarme. Quería gritar y no podía. Quería hablar y no podía. Quería moverme y no podía. Quería escuchar lo que me decían y nada conectaba con mi cerebro. Y llegó un momento que no solo me estaba quedando sin oxígeno, sino que también estaba extenuado de intentar salir a flote. Así que... simplemente decidí rendirme a esa oscuridad, pensando que no iba a encontrar otra cosa que eso.
- ¿Y encontraste que hay más cosas por las cuales no rendirse?
Kaito se dejó caer para atrás, sobre el colchón, con las manos atrás de la cabeza.
- Sí, las hay. Requiere trabajo y por sobre todas las cosas, ayuda. – Le dijo con una sonrisa, la cual se desvaneció rápidamente. – Pero... siempre estuve solo. No sabía cómo y a quién pedírsela.
- ...
- Por más que mamá intentó llevarme con algunos psicólogos cuando se dio cuenta de que algo no estaba bien, no sentía que iban a servirme. Tú sabes quién era y cómo soy. No me siento cómodo hablando de mis problemas con gente que no conozco. Y en vez de liberar algo de eso, lo fui acumulando hasta que mi cabeza superó su capacidad.
- A James no lo conocías.
- Cierto. ¿Pero cuánto le costó? Y creas o no, tú tuviste un rol importante para que me abriera con él.
- ¿Por qué me llamaste a mí? Pensé que tenías más relación con Saguru, al ser del mismo colegio.
- Porque me siento más identificado contigo que con él o Heiji, y pensé que ibas a comprenderme mejor. Ninguno de ellos tuvo que esconder su identidad y vivir una doble vida. Tampoco vivieron sin sus padres por tanto tiempo o tuvieron que aguantar que sus amigas de la infancia los mandaran a la mierda.
- Ahora que lo mencionas... nos parecemos más de lo que creía. Pero la próxima vez que te sientas así de mal, por favor, avísale a alguien.
- Te avisé, ¿No? – Le respondió con una sonrisa picarona.
- ¡Un poco tarde! ¡Intenta no llegar a ese punto de ebullición de vuelta, idiota!¡Avisa antes! El cagazo que me hiciste pegar ese día no me lo olvido más.
- Lo siento. – Le confesó con sinceridad. – Sólo te traje problemas.
- Te equivocas. El que estés acá, me ayudó mucho más de lo que piensas. Focalizarme en ti y lograr que mejores, logró que día a día me rete a mi mismo para alcanzarte.
- Ah, que tierno. ¿Vas a decirme que somos como esos peces de especies diferentes que se asocian para beneficiarse mutuamente en su desarrollo vital?
- ¿Para qué te propuse terminar el colegio? – Y rodó los ojos hacia el techo.
- ¿Alguna otra pregunta?
- Nop.
- ¡Bien! ¿Qué es lo que hay por los alrededores?
- No tengo idea. Nunca salí. Solo sé que la playa está más cerca.
- ¿Me estás cargando? – Preguntó con sorpresa.
- Kaito, ¿Ya te olvidaste lo que era al principio? No podía caminar quince pasos que me caía al suelo.
- Pero ya no. Así que, vamos a dar una vuelta para conocer un poco el lugar.
- Pero si ni guardaste tus cosas.
- ¡Deja de ser tan metódico! Lo hago después.
- El famoso después. El que es en realidad, un sinónimo de nunca.
- ¡Cállate y salgamos antes de que tu madre venga a abrazarme otra vez!
Casa residencial de los Kudo – Los Ángeles – Enero – Año 2
- Kaito, despierta. – Exclamó el detective, corriendo las cortinas y prendiendo las luces. – Si no desayunas, morirás en algún momento del día.
El chico abrió un ojo y al ver tanta luz, se cubrió la cara con la almohada.
- Ndame umn minuto maaaas.
Shinichi aprovechó para poner el bolso sobre el colchón, y guardar unas mudas de ropa que había dejado secando la noche anterior. Luego, se dirigió hacia el baño para lavarse los dientes.
Cuando volvió...
- Zzzzz.
- ¿Por qué no me sorprende? – Dijo con resignación, mientras revoleaba los ojos en señal de fastidio.
Hizo unos leves movimientos con sus brazos y hombros, y se acercó a su amigo. Puso las manos entre el colchón y el sommier, y levantó el colchón para hacerlo caer al suelo.
- ¿Eh? ¿Eh? Za eszoy dezpieeeeto... zzzzz.
- ¿Me estás jodiendo?
Agarró la botella de agua que siempre dejaban sobre el escritorio, y se la vació en la cabeza.
- ¡Oye! ¿Qué haces?
- ¿Ahora sí te despertaste maldita lombriz roncadora del infierno?
- ¿Qué te pasa? ¿Tienes insuficiencia de melatonina y no te dejó dormir anoche como corresponde?
- Bueno, veo que estás bastante más despierto. Ya dejaste al menos de decir idioteces. Levántate de una vez que ya son las 6:15. En 30 nos vamos.
Kaito suspiró y se levantó para ir al baño. Sufría de la gran conocida inercia del sueño, por lo cual, algunas de sus zonas cerebrales todavía permanecían dormidas cuando se despertaba. Ahora, gracias a la lavada de cabeza que Shinichi le realizó, su mente se activó más rápido, por lo que empezó a apresurarse para prepararse.
- Me encantaría saber cómo haces para ser un maldito reloj suizo. – Se quejó media hora después, mientras cerraba la puerta del auto y se aseguraba el cinturón.
- Esa descripción encaja más en Saguru que en mi.
- Saguru... ¿Me pregunto que será de su vida y de la de Heiji?
Shinichi manejaba por las calles vacías en silencio. Esas preguntas... son las que a la noche lo hacían dar más de una vuelta sobre la cama.
Dejó a Kaito en el club donde practicaba escalada, y se dirigió al edificio del FBI. Ahora al estar más lejos, el tiempo de viaje aumentó. Y es por esa razón, que los del FBI decidieron cambiar el horario de 8 de la mañana hasta las 7 de la tarde. Dos horas menos de entrenamiento por día. Algo que a Shinichi no le agradó ni un poco cuando se enteró.
Cuando se hicieron las doce y terminó la media jornada con Steve, Shinichi fue a los vestuarios para bañarse y cambiarse antes de almorzar.
No fue hasta que terminó de vestirse y de revolver en su bolso, que se dio cuenta de que se había olvidado el celular en el auto, por lo que fue a buscarlo. Apresuradamente bajó las escaleras y se metió en la planta baja, esquivando las grandes columnas y las largas filas de autos. Pero cuando se estaba acercando al suyo...
- Rei, luces extremadamente agotado. – Opinó Jodie.
- "¿Rei? Cierto que iba a venir este mes. Lo había olvidado."
Shinichi iba a salir a saludarlo, hasta que escuchó la respuesta del de Seguridad, quien yacía sentado en el asiento del conductor del auto que alquiló, con la puerta abierta.
- Las cosas se están poniendo muy complicadas del otro lado del mundo.
- ¿No están pudiendo frenar la tasa de criminalidad? – Le preguntó el de ojos verdes.
El detective se quedó escondido atrás de una de las columnas, y se sentó en el piso para cubrirse con los autos.
- No. Están saliendo como cucarachas por todos lados y la estructura que tenemos actualmente no alcanza para detenerlos.
- ¿Te estás quedando hasta muy tarde?
- Hay días que nos vamos a dormir a las cuatro de la mañana por el caos que hay.
- ¿Formularon algún plan o algo?
- No le encontramos la vuelta. Cuando pensamos que llegamos a la estrategia ideal, surge siempre algo que nos destruye todos los pasos. Les voy a hacer honesto. No se si a futuro voy a poder seguir viniendo.
- No te preocupes por eso. Ellos ya están bien. Solo les queda recorrer la última parte de la carrera. No cargues con más responsabilidades de las que ya tienes, o vas a terminar mal.
- Gracias por toda la ayuda que nos brindaste este tiempo. – Agradeció la rubia.
- No siento que haya hecho mucho por ellos. – Respondió con insatisfacción.
- ¿Me tomas el pelo? Ayudaste a que Kaito bajara de la torre. Lo hospedaste en tu departamento y lo trajiste hasta acá. Estuviste acompañándolo a todas las sesiones y te encargaste de él, hasta que nosotros logramos encontrar el modo de hacernos cargo de los dos. Si no nos hubieras dado una mano con él, estoy seguro de que el resultado no hubiera sido el mismo. – Explicó Shuichi.
- Y a ambos les has enseñado un montón de tácticas y técnicas para que empleen, y por sobre todas las cosas... ¡Gracias que les enseñaste a cocinar! – Exclamó Jodie, logrando que los hombres carcajeen fuertemente.
- Se los debíamos. Después de todo, estábamos en deuda con ellos.
- Cierto. Ven, vamos. Arriba ese ánimo. La comida de avión, no es comida. Debes estar muerto de hambre. – Declaró el morocho.
- Y Kaito debe estar por llegar. Por ende, mejor que nos apresuremos antes de que arrase con la cocina. – Adhirió la de ojos celestes.
Rei no pudo evitar reírse y cerró el auto. Los tres agentes salieron del estacionamiento hablando animadamente, para dirigirse al comedor.
Unos segundos después de corroborar que efectivamente los oficiales se habían retirado del lugar, Shinichi salió con cierta inquietud hacia su auto. Lo destrabó, y tomó el dispositivo que había venido a buscar, el cual se encontraba al costado de la puerta.
Se lo quedó mirando por un largo rato, recordando las palabras de Shuichi: - "Sean responsables con él. No busquen nada relacionado a Japón. Deben centrar su atención en la recuperación de ustedes, y solo ustedes. ¿Entendieron?"
La ansiedad estaba a punto de explotar en Shinichi. Quería hacerlo. Pero sabía que si lo hacía... iba a abrir una puerta que no iba a poder cerrar.
Y aún así, no le importó.
Lo desbloqueó sin dudar un segundo más, y cuando estuvo a punto de abrir el navegador, su teléfono empezó a vibrar.
- ¿Shuichi? – Atendió, pensando que el destino le estaba indirectamente señalando que evite hacerlo.
- ¿Todavía no estás en el comedor? ¿Dónde estás? Rei está acá.
- ¡Ah, llegó Rei! Ahora voy. Tuve que bajar al estacionamiento porque me había olvidado el celular.
- Con razón te escucho tan mal. Raro que no te cruzamos.
- ¿Estaban aquí también?
- Sí. Bueno, sube de una vez por todas.
- Ahí voy.
Cortó la llamada e inmediatamente abrió el navegador. Puso la palabra "Japón" en el buscador, y tocó con sus dedos la parte de noticias.
- "Las tasas de homicidio se incrementaron exponencialmente en el último año."
- "17 policías muertos en lo que va del trimestre."
- "Las redes de narcotráfico: la última moda de Tokio."
- ¿Cómo puede ser? Esto debería haber disminuido con la desaparición de la Organización, no aumentado. – Opinó en voz alta y con preocupación.
Se hubiera quedado en el suelo leyendo. Pero si seguía demorándose, iba a levantar sospechas en el grupo. Así que, muy a pesar de sus deseos, guardó el teléfono en el bolsillo, y caminó hacia el destino que debía llegar.
Menos mal que su madre le enseñó algunos trucos para ser un excelente actor. Pudo disfrazar su cara por todo el día, sin que nadie se diera cuenta de lo que pasaba por su cabeza. Ni siquiera Steve.
- ¿Estás bien?
- ...
- Shinichi.
- ...
- ¡Hey! – Le gritó su amigo, quien viajaba en el asiento del acompañante.
- ¿Qué pasa? – Consultó, viéndolo por un segundo, para después volver a posar la vista en el camino.
- ¿A mí? ¿Qué demonios te pasa a ti? Tu mente está en otra galaxia.
- No me pasa nada. Estoy bien.
- Deja de mentirme. No tengo dos años y te conozco más de lo que crees. Desde que llegué al mediodía que tienes algo en la cabeza, y no estabas así en la mañana. ¿Qué pasó mientras no estuve?
- "Quizás no soy tan buen actor como pensé." – No te preocupes. No es nada.
- Detesto que hagas eso.
- Solo estoy cansado. No dormí bien anoche. No me hagas caso. En serio.
- Eres exasperante.
El día no parecía querer terminar más. Donde iba, siempre había alguien que no le permitía acceder a las noticias. Tuvo que esperar hasta que Kaito se durmiera sonoramente, para recién ahí tomar su teléfono y ponerse a investigar.
Sí. Definitivamente las cosas en Tokio no estaban para nada bien.
Cada noticia que leía, provocaba que su preocupación aumente de nivel. Toda la gente que él quería, se encontraba en esa pequeña y caótica ciudad. ¿Y él dónde estaba? A miles de kilómetros de distancia, en un estado inservible para ayudar.
- Odio esto.
Miró el reloj del teléfono con frustración. Marcaba las cuatro y media de la mañana, y sabía que no iba a pegar ojo esa noche.
- Definitivamente ya es tarde para dormirme. Mejor que aproveche el día de otra forma.
Se levantó y se puso un pantalón largo, remera, campera, medias y zapatillas. Salió de su casa a hurtadillas, y empezó a caminar para calentar sus músculos.
La temperatura era de siete grados, y notaba como su cálida respiración, creaba una pequeña nube de vapor delante de su rostro.
Prontamente empezó a trotar, hasta que llegó a correr a gran velocidad. Su corazón empezaba a decirle con molestias como siempre, que se detenga. Molestias que aprendió a acallar y a no darle bolilla a lo largo del tiempo.
Sabía su límite. Sabía que todavía no podía correr a la máxima velocidad. Sabía que tenía un tiempo determinado para ejercitarse con exigencia y que no debía superarlo.
Pero a partir de hoy, iba a empujar esos límites más allá. No tenía tiempo para esperar a recuperarse a paso de tortuga. Si quería avanzar más rápido, tenía que hacer un esfuerzo extra para lograrlo.
Es por eso que esa mañana, Steve lo veía con el ceño fruncido.
- ¿Quieres hacer qué?
- Lo que escuchaste. Disminuimos dos horas de práctica por día, por ende, necesito que me aumentes la exigencia de las rutinas. Por lo menos hasta el mediodía, que no está Kaito.
- ¿Ayer te pusiste en pedo?
- Estoy hablando en serio.
Steve no quería admitirlo. Pero la mirada que le estaba dedicando, hizo que algunos vellos de sus brazos y nuca, se elevaran. Y eso... no era algo habitual.
- "¿Y a este qué demonios le pasó?".
- Ok. Pero antes, necesito que me expliques el por qué del drástico cambio.
- ¿Siempre en confidencialidad?
- A esta altura del partido, deberías saber la respuesta.
El detective comenzó a relatarle lo que pasaba por su cabeza, y Steve lo bombardeó a preguntas.
- ¿Entonces puedes hacerlo?
- No es tan fácil. Armar una rutina no equivale solamente a moverse un poco. Cada ejercicio está diseñado para algo en particular, dado que desarrolla un músculo o una capacidad distinta. Además, recuerda que tienes un grave problema de salud que estás tratando, y todo debe ser equilibrado.
- ¿Pero puedes hacerlo? – Volvió a preguntarle.
- En estos momentos, tienes un cambio de paradigma completo. Tus objetivos cambiaron, por lo que debo hallar algo que sea intenso en lo cardiológico y que no te lesione tanto a la misma vez. Eso, sin esperar a que te ahogues en un... Hmm. Interesante. – Comentó, con los brazos cruzados y mirada pensante.
- ...
- ¿Sabes nadar?
- Sí. – Respondió dudoso.
- ¿Qué tiempo hacías en 50 metros libre?
- Espera, espera. Nunca lo practiqué como hobbie. Sé lo normal y básico para sobrevivir.
- Ah, cómo voy a disfrutar viéndote morir.
- Gracias, Steve.
- Tú pediste cambiar todo, ahora vas a saber lo que es sufrir en serio.
- ¿Qué tan complicado puede ser? Me la paso entrenando todo el día y soportando tus rutinas. No creo que sea peor.
La semana posterior...
- Te faltan 200 metros...
- Oye, espera. – Exclamó entre jadeos, agarrándose del borde de la pileta. – Estoy a punto de vomitar y me arden los pulmones. Sin mencionar que se me caen los brazos y me queman las piernas.
- ¿Qué me importa cómo te sentís? Te faltan 200 metros... para recién terminar el calentamiento. – Terminó de decir con sorna y una sonrisa maquiavélica.
- ¡¿Qué?!
- Y eso que apenas estás nadando crol. Espera a nadar mariposa como loco. Es irónico que le hayan puesto un nombre que expresa cierta hermosura y elegancia, a un estilo que es una absoluta tortura.
- Steve, cálmate.
- Nunca usé los parches para resucitar a alguien con paro cardíaco en el agua. Sería mi primer experiencia.
- ...
- Por si las dudas voy preparando la toalla para secarte el pechito. Perdóname si algún pelito se te prende fuego.
- "¡Este tipo es un maldito sádico!"
- ¿Qué es lo que te digo siempre? Cuando quieras rendirte, recuerda por qué empezaste. Ponte eso en la cabeza, si realmente quieres regresar a Japón.
El adolescente suspiró, y hundió sus antiparras en el agua para desempañarlas. Luego, se las ajustó, y salió a hacer lo que tenía que hacer.
Ese fue el último día que protestó.
Sede del FBI – Los Ángeles – Enero – Año 2
Era viernes, el día anterior al fin de semana. Ese día en el que dices, prefinde al fin. Un día donde te tomas todo con más calma, porque ya todo te importa un reverendo cuete. Sabes que mañana no debes ir al colegio o a trabajar, y lo único en lo que piensas, es en lo que harás para disfrutar ese tan apreciado y poco tiempo que tienes para ti.
Eran las doce, y Shinichi se estaba bañando para intentar sacarse el olor a cloro (algo totalmente imposible de hacer), cuando escuchó un portazo en los vestuarios.
Se envolvió con la toalla, y extrañado, salió a buscar la causa, recordando que la última vez que pasó eso... no fue una experiencia muy agradable.
- ¿Kaito?
El morocho de pelos revueltos, estaba sentado en uno de los bancos de madera, con la cabeza entre las manos, y los codos apoyados en sus piernas. Su bolso se encontraba tirado a su lado, sobre el suelo.
- ¿Qué te pasó?
- Estoy harto. – Le admitió con bronca.
- ¿De qué?
- No puedo... trepar esa maldita pared. ¡Ya estoy podrido!
Shinichi se sorprendió. En todo el tiempo que el mago estuvo en California, nunca lo había visto así de enojado.
- ¿Es muy alta?
- No. Son solo 15 metros, pero no puedo llegar a la cima. Ya hace cinco meses que estoy en esto. No puede ser que mi cerebro sea tan estúpido de bloquearme de esa forma.
- No es estúpido, solo intenta...
- ¡No me des la explicación científica! ¡No estoy de humor para escuchar lo que todo el mundo me repite una y otra vez! ¡Ni que fuera imbécil!
- Ok. Cálmate un poco... – Shinichi intentaba apaciguarlo psicológicamente como siempre. Pero Kaito esta vez, no lo dejaba.
- ¿Qué me calme? ¿Cómo diablos quieres que me calme? – Le gritó, mientras se paraba para enfrentarlo. – ¿Aspiraste las pastillas del cloro y ahora no te dejan pensar bien o qué?
- Kaito, te estás pasando de la raya. – Le advirtió el detective, cambiando totalmente su tono de voz.
- ¡No quiero calmarme!
- ¡Pues hazlo de una maldita vez, o vamos a terminar a las piñas en el medio del vestuario. ¿Me escuchaste?
La cara de Shinichi se enserió rápidamente. Los iris de sus ojos parecían dos espejos azulados, y su mirada... hizo que Kaito se encogiera y bajara la mirada.
- Lo siento.
- Lo sé. – Apoyó una mano en su hombro. – Ahora mientras me termino de vestir, explícame qué demonios te pasó para que estés tan frustrado.
- De los tres bloques, solo puedo hacer el segundo sin problemas, que es el de resolución de problemas.
- Claramente la altura es baja, ¿No?
- Exacto. El tercero ni lo intento porque supera ampliamente la altura del primero. Y el primero, debería ser una boludez.
- Además de quince metros, ¿Qué otra cosa tiene?
- La pared tiene un ángulo de noventa y cinco grados, y deberías subirla lo más rápido posible. El objetivo es que uses las manos y los pies sobre unas rocas que se encuentran distribuidas en la placa, para llegar lo más rápido que puedas a la parte de la cima. Arriba hay un panel que debes tocar para detener el "reloj". – Le explicó, mientras hacía las comillas con sus dedos.
- Ok. ¿Y cuántos metros puedes escalar?
- Casi diez.
- ¿Hace cuánto puedes escalar diez?
- Tres meses.
- "Ugh."
- No sé si podré hacerlo alguna vez.
- No te des por vencido. El que no lo intenta, es el que pierde.
- Shinichi, vengo intentándolo hace 90 días.
- "Punto a favor". – El que te enseña, ¿Está mañana?
- ¿Sábado? No lo sé. ¿Por qué?
- ¿Quieres que vayamos juntos?
Kaito se lo quedó viendo, y no pudo no reírse con ganas.
- Tampoco dije algo muy gracioso. – Respondió ofendido.
- ¿Eres capaz de trepar? Lo único que falta es que tengas un ataque en las alturas.
- Si no morí nadando, no creo que pase. Además, no me desafíes. Sabes perfectamente que me subo a los árboles como si nada. ¿Cuánto más puedo llegar a tardar?
- Olvídalo.
- ¿Tienes miedo de hacer el ridículo?
- Obvio. Vas a poder subir, y yo no. Eres tan jodidamente cabrón que cuando te propones hacer algo, lo haces. Y yo, te veré desde el fondo y gritaré... por qué no te vas un poco a la...
- Ok, entendí el punto. – Le respondió con una sonrisa, mostrándole una mano para frenarlo. – Subiremos al mismo tiempo. Deja de ser tan chiquilín y pregúntale si va a estar.
Club de escalada – Los Ángeles – Enero – Año 2
- Menos mal que íbamos a estar nosotros dos, ¿No?
- ¡Ahh, pero yo quiero intentarlo! – Exclamó Yukiko. – Además, podré sacarles muchas fotos. Y Yusaku tiene que hacer un poco de ejercicio.
- ¿Qué hice en mis otras vidas? – Se quejó el mayor de todos, mirando al cielo.
- ¡Kaito! – Exclamó alguien, saludando a la distancia con una mano.
- Chris.
- Veo que viniste bien acompañado. Al fin conozco al famoso gemelo. Tú debes ser Shinichi, ¿No?
- Un gusto.
- Debo decir que no se parecen en mucho.
- Menos mal o sería traumático. Ellos son mis padres: Yukiko y Yusaku.
- ¡Buenos días, Chris!
- ¡Whoa! Que espíritu que tiene esta adorable dama.
- ¿Adorable dama? Ay, ya nos estamos llevando bien. Siempre rodeándote de buenos instructores, ¿No, Kaito-chan?
- Yuki, no empieces a espantarlo que estaremos todo el día acá. Se le hará eterno el sábado, pobre hombre.
- Empecemos a prepararnos, ¿Les parece? – Sugirió con diversión, caminando hacia el equipamiento. – No quiero parecer malo, pero no creo que ustedes dos estén aptos para soportar las doce horas del curso.
- Ya lo sabemos. A lo sumo haremos un par de minutos y luego estaremos como apoyo.
- Kaito, no tienes excusas hoy. Objetivo del día, lograr llegar a esa cima.
- Me estoy arrepintiendo de esto.
- Vamos a desarrollar la parte técnica y de seguridad, para que puedan realizar la actividad sin monitoreo. Kaito, tú te encargas de Shinichi, mientras yo veo de ayudar a... ¡Tus tíos!
- ¿Tíos? – Preguntó Kaito.
- Eso suena raro. – Opinó Shinichi.
- Vayamos a la parte de bloques para que conozcan los elementos, desarrollen fuerza y técnica, y conozcan su cuerpo.
Estuvieron un buen rato practicando, hasta que tuvieron la primer baja.
- ¡Papá! Aguantaste hora y media nada más. – Lo retó, al verlo tirarse sobre el piso.
- Hijo mío, si pudiera levantarme, te revolearía una zapatilla por la cabeza.
- Yo estoy cansada también. – Exclamó Yukiko, sentándose al lado de su marido. – Los únicos desquiciados que entrenan como si fueran atletas olímpicos, son ustedes. El resto somos seres humanos normales.
- Qué familia... extraña pero cómica. Bueno, considerando que quedaron ustedes dos solos, vayamos a la parte de cuerda. Veo que tienes buena postura y fuerza, por lo que te adaptaste rápido. – Le comentó al detective.
- ¿Cuerda? Espera, espera. ¿No vamos a ir a la maldita placa de velocidad? – Se sorprendió el mago.
- No. Hoy no me interesa que seas veloz. Me interesa que puedas escalar y superar tu límite.
La cara de Kaito, demostraba puro estrés y nerviosismo.
- Ve el lado positivo, ambos somos nuevos en esto, por lo que podremos ir juntos. – Le dijo su hermano, abrazándolo por los hombros de forma amigable. – ¡Vamos! Será divertido.
Se pusieron el casco, el arnés, y las bolsas a la cadera con el magnesio.
Chris les fue mostrando cómo hacer el nudo de ocho, para que después puedan pasarlo por los dos puntos de anclaje importantes que necesitaban para poder escalar.
- Y eso es todo. – Terminó, mientras se aseguraba que el equipamiento de ambos estaba bien instalado. – Ahora, a escalar.
- ¿Tú no subirás? – Preguntó Kaito con alarma.
- No. Yo me quedaré observándolos desde abajo, y seré su ancla si alguno se suelta. Tranquilízate, que todo estará bien. Empezaremos por las paredes chicas que no tienen inclinación o altura.
Así estuvieron por tres horas, hasta que los padres/tíos, los llamaron para almorzar.
Durante el descanso, Kaito no podía dejar de observar su casi diario calvario. No había emitido muchos comentarios, y tampoco había comido demasiado. Algo que les llamó la atención a todos.
- No es algo que me hubiese parecido. Pero, ¿Tuviste problemas? – Le consultó Shinichi.
- No. Aquellas son el problema. – Señaló con su dedo.
- Son más altas, definitivamente.
- No me estás haciendo sentir mejor.
- Más grande será la satisfacción cuando llegues arriba.
- Si es que llego.
- Lo harás. Recuerda... estás conmigo. Te ataré a mi espalda si es necesario.
- Not cute.
- Ahora entiendo por qué tienes tantas heridas en los dedos. Adherirte a esas pequeñas rocas, solo sosteniéndote con dos de ellos, es una locura. Me duelen las falanges y las muñecas.
- ¿Y después quieres llevarme sobre tu espalda?
- Lo haré, si es necesario. Sabes que no le doy pelota al dolor.
- Algún día, terminarás muriéndote por no frenar tu locura craneal.
- Intentemos de que no. Bueno, vayamos a por ella. ¿Te parece?
- Nop.
- Oh, vamos, vamos, vamos. – Dijo, saltándole y golpeándole la espalda con cada palabra, para que camine.
Ambos estaban en la base, separados solo por un par de metros. Empezaron a subir, hasta que en un momento, Shinichi se dio cuenta que quedó solo. Estaba tan concentrado en saber donde ubicar sus dedos, que no se percató que Kaito había quedado un piso más abajo.
- ¡Hey! ¿Estás bien?
- ...
- ¡Kaito!
El mago estaba transpirado y un poco pálido. Sus dedos se aferraban a las rocas con fuerza, como si su vida dependiera de ello. Algo que teóricamente sería cierto, si no tuviera la seguridad puesta y estuviese en un ambiente no controlado.
Shinichi estaba analizándolo con ojo crítico. No parecía tener problemas de equilibrio, de mareos o náuseas como alguien que sufría de acrofobia. Definitivamente, su miedo le daba la impresión de estar supeditado al escenario del pasado.
- Kaito, escúchame. ¿Por qué tienes miedo de seguir subiendo?
- ...
- Soy yo. Sabes muy bien que no te criticaré por lo que pienses.
- Pienso que subir... puede obligarme a... no sé.
- ¿Querer saltar de nuevo?
- ...
- ¿Tienes una razón para hacerlo?
- No, pero...
- Entonces elimínala.
- Lo haces ver tan fácil.
- Porque lo es. Tu objetivo ahora es otro. No es tirarte al vacío. Es subir hasta la cima. ¿Qué sientes ahora? Físicamente hablando.
- Palpitaciones, sequedad en la boca...
- ¿Y mentalmente?
- Bloqueo absoluto. Por un lado quiero bajarme. Pero por el otro, quiero subir.
- No estás mareado.
- No, pero me agarra cosquilleo al ver hacia abajo, y siento que mi corazón pesa más de lo que debería.
- Bien. Ahora mírame. – Y Kaito desvió su mirada, solo para encontrar una de completa seguridad. – No estás solo en esto. Estás conmigo, ¿De acuerdo? Estás seguro, y no vas a caerte. Y si lo haces, estás agarrado.
- ...
- Está bien que sientas miedo. No hay coraje sin miedo. Ahora, ¿Recuerdas tus ejercicios de respiración?
- Divino lugar y momento para emplearlos.
- ¡Cállate y hazlo, tonto! Empecemos: uno, dos, tres, exhala en uno, dos, tres.
Estuvieron por cinco minutos repitiendo los mismos ejercicios, hasta que Shinichi notó que finalmente su cerebro empezaba a oxigenarse.
- Bien. No mires hacia abajo. Abajo está tu pasado, y arriba, tu futuro. Vamos a por él. Ahora, mueve tu mano hacia la próxima roca, y solo focalízate en mi voz. Ponte a la par mío.
Kaito lo vio a él, y a la roca que debía llegar. No estaba lejos.
- "No podrás. Te caerás y te harás un maldito huevo frito contra el suelo. Recuerda que casi lo logras una vez."
- Shinichi... greeny... – Le advirtió.
- Tú lo controlas, Kaito. No dejes que te niegue a hacer, lo que quieres hacer. El cuerpo y la mente, son propiedades tuyas. No de él. Manda a ese maldito a la mierda, que no está invitado a escalar con nosotros.
El pobre mago sacudió su cabeza. Sus dedos se estaban cansando de sostenerse contra la roca. Si no se movía, iba a quedar suspendido en el aire.
Con toda la voluntad del universo, estiró su mano hasta tocar la superficie que se encontraba adherida a la pared.
- Bien, vas bien. Sigue. Tu puedes.
Kaito suspiró fuertemente, cuando logró igualar la altura de su amigo.
- "Pobre, está totalmente estresado. Está combatiendo su trauma y su cabeza al mismo tiempo. Es una de las cosas más difíciles que le toca a cualquier persona en la vida." – Excelente. Ahora, ¿Cómo seguimos?
- ¡Tú deberías decirme lo que tengo que hacer!
- Tú eres el experto acá. Yo empecé hace seis horas.
Shinichi sabía cómo subir y de dónde agarrarse. Sin embargo, dejo que Kaito guiara el camino para sacarlo de su estado. Le fue dando charla, haciéndole preguntas y alentándolo durante todo el trayecto, hasta que se encontraron a dos metros de la cima.
Instantáneamente, Kaito sintió el cambio cuando se quedaron en silencio por un momento. La leve brisa que acariciaba su cuerpo, la falta de ruido, los pájaros que cantaban a pesar del frío. Y no tuvo mejor idea que mirar hacia abajo.
- ¡Kaito! ¡Concéntrate! Faltan solo dos metros.
- ¡No puedo!
-Sí que puedes.
- ...
- Mírame.
El mago apretaba sus labios con fuerza y mantenía sus ojos cerrados. Su cuerpo estaba temblando, y el detective, podía jurar que escuchaba sus palpitaciones a la distancia.
Shinichi decidió subir los últimos dos metros, para hablarle desde la cúspide.
- Te estoy esperando, Kaito. Está en ti, llegar hasta acá arriba. ¿Quieres hacerlo o no?
- ... – Asintió con la cabeza.
- No te escucho.
- Sí.
- Sigo sin oírte.
- ¡Te dije que sí, maldito idiota!
- Entonces, hazlo. Sabes hacerlo. Confía en ti. No estás solo, así que no tengas miedo.
Kaito no desvió la mirada del rostro del detective. Por un lado, quería agradecerle por darle apoyo. Pero por el otro... quería llegar hasta arriba solo para darle una patada en el trasero y empujarlo al vacío.
- ¡Maldito cabrón! Al final subiste antes que yo. ¡Pues no me quedaré acá!
No demoró más de un minuto, para dar con el borde. Hizo una flexión con sus brazos sin esfuerzo, apoyó una de sus rodillas sobre el techo de la placa, y se paró.
- Lo lograste. Estamos a 20 metros de altura. ¿Cómo te sientes? – Le dijo con una gran sonrisa llena de orgullo.
El mago lo vio con rareza por un momento, y luego, empezó a prestar atención a sus alrededores.
No estaban en el club de siempre. Hoy se encontraban en unas instalaciones que se encontraban cerca de la montaña. Por ende, podías ver el paisaje rocoso, junto con el pequeño bosque que lo acompañaba.
- ¿Esto es todo?
- No sé si interpretar para bien o para mal tu respuesta. – Opinó extrañado.
- Tuve tanto miedo... ¿Solo para esto?
- ...
- "No sé que diablos me hiciste, pero... estar aquí arriba es... solitario. ¿Por qué me gustaba tanto antes? Quizás porque siempre estuve solo y nunca me di cuenta de ello. Sólo hay silencio, viento y... absolutamente nada."
- ¿Estás bien?
- Sí. – Le respondió, sentándose en el borde, admirando el escenario.
Miró hacia abajo, e increíblemente no se le movía el piso, o sentía miedo. Aunque seguía sintiendo ese cosquilleo.
Vio a Chris y a los padres de Shinichi, haciéndole señas con los pulgares levantados. Podía levemente escuchar los gritos de apoyo y felicidad al haber podido subir por primera vez.
- ¿Un brindis? – Preguntó Shinichi, sentándose a su lado y entregándole una lata.
- ¿Jugo con polvo de magnesio? Exquisito.
- Perdón la suciedad. Pero no podía cargarlas en ningún otro lado que no sea la bolsa.
- ¿No dicen que es de mala suerte brindar con algo que no tenga alcohol?
- Eso es excusa de borracho. Pero si quieres, brindamos dos veces.
Ambos las limpiaron con el borde de sus remeras, y las abrieron.
- Por muchas escaladas más. – Brindó Shinichi, acercando su bebida.
- Por que Steve te mate por ser un reverendo cabrón. – Chocó su lata contra la de él.
- ¡Oye!
Habitación 265 – Jueves 7.40 am. – Actualidad.
- Al principio le costó. Pero después, logró hasta tirarse de cabeza al vacío para bajar.
- Pero siempre con arnés.
- Sí. Lo que hizo hace un par de horas en el precipicio, no lo había hecho nunca allá. Por eso le costó cuando salió al techo del auto.
- ...
- En fin, eso fue lo que pasó. ¿Ahora entiendes por qué no podía responderte sinceramente cuando estábamos en el baño? Si bien me estoy recuperando, no se si es totalmente curable o cuánto tiempo tardaré en volver.
Ran solo se quedó observando a la figura que yacía sentada sobre la cama enfrente de ella, entendiendo el por qué se transformó en otra persona muy distinta a la que conocía.
Pero... ¿Era realmente así?
Físicamente, quizás. Pero no es algo que le importaba. Ella no se había enamorado de él por su imagen. Lo que más la había cautivado era su esencia, lo protector que era con la gente que él consideraba importante, la forma en la que creía en sus valores, el modo en que se expresaba, su forma de pensamiento...
- No cambiaste en nada. – Concluyó sonriendo.
- ¿Qué? – Shinichi arqueó una ceja en confusión.
- Que sigues siendo la misma persona. Nada más.
- Si tú lo dices. – Respondió, no estando del todo de acuerdo. – Bueno... hora de que me calle y hables tú.
- ¿Qué?
- Prometiste contarme tu historia una vez que termine la mía.
- ¿Podemos dejarla para cuando terminemos todo esto?
- ¿Cómo sabes que saldremos con vida?
- Porque... porque...
- Waiting.
- Porque siempre encuentras un modo de que todo salga bien.
- Como dicen los magos, puede fallar.
- Tú dijiste que no hay que pensar en el fatalismo.
- Ran, quiero saber qué te pasó.
- Vas a enojarte conmigo si lo hago. Y en comparación a la tuya y la de Kaito, es una chiquilinada.
- Chiquilinada o no, no terminaste muy bien si estuviste tomando la misma medicación psiquiátrica que Kaito. ¿Qué pasó?
- ...
- No intentaste hacer lo que hizo él, ¿No? – Preguntó alarmado.
- ¡No! ¡No! ¡Cálmate!
- ¿Entonces?
- ...
- Si no me lo dices, me importa un rábano si nos encuentran y nos ametrallan. Te encerraré en esta habitación hasta que me lo cuentes. Mmm no sería mala idea. – Confesó, mirándola con cierto destello en sus ojos.
- ¡Shinichi! – Replicó con las mejillas levemente sonrojadas.
Pero su rostro pasó a confusión a los segundos. Una duda le rondaba la cabeza.
- Después de todo lo que te pasó y todo lo que sufriste... ¿Por qué te estás tomando tantas molestias por alguien como yo? No deberías haber venido acá, a meterte en más problemas de los que ya tienes. Deberías estar... disfrutando de tu vida.
Shinichi se quedó sorprendido y confundido. El tono de voz que ejerció para dirigirse a ella misma... no le gustó para nada.
- ¿Acaso no escuchaste nada de lo que te dije?
- Sí, pero...
- Sí, pero nada. Estoy donde yo quiero estar. Con la gente que me importa y quiero, ¿Ok?
- ...
- ¿Sabes qué me decían todos desde el día uno para que me anime? Que siempre intente focalizarme en cosas positivas. Una nueva mañana, un Sol brillante cada día, otro amanecer que debía celebrar por tener la oportunidad de estar vivo. Ninguna de esas cosas me hacía feliz. Ninguna de esas cosas me hizo pelear día a día y soportar toda esta mierda. ¿Quieres saber en qué demonios me focalizaba cada vez que quería rendirme por el dolor? ¿Quieres saber cuál es mi razón para levantarme todos los días?
- ...
Y Ran, si bien negó con la cabeza, Shinichi no tenía pensado quedarse callado. No esta vez.
- Solo quiero una cosa, y es volver a casa para estar contigo. No tienes idea de lo que te extrañé, Ran. Te juro que cuando escuché tu voz por el auricular el primer día que llegamos, por un momento me olvidé el por qué habíamos venido. ¿Sabes qué pensé cuando probé tu comida el día que llegó Heiji? El gusto hizo que rememore cada almuerzo y cena que compartí contigo, cada momento que pasamos juntos... y me agarró una melancolía tremenda por saber todo lo que me perdí en estos dos años. Esto es lo que quiero. No quiero focalizarme en una estúpida bola de fuego en el horizonte todas las mañanas. Me importa un carajo eso. Quiero mi vida devuelta, quiero mi casa, mis amigos, y por sobre todas las cosas, te quiero a ti devuelta.
- ¡¿Por qué?! ¿Por qué yo? No tengo nada que ofrecerte que pueda interesarte. ¿Entiendes? No tengo dinero. No soy inteligente. No soy linda. Solo soy una simple mujer que lo único que sabe hacer, es golpear fuerte.
- ¿Y quién demonios estableció que tengo que estar con una mujer que cumpla con los parámetros que dices que te faltan?
- ...
- Y ya te pregunté esto anteriormente. ¿Por qué hablas y piensas tan despectivamente de ti?
- Tengo mil razones.
- Pues, empieza a hablar.
- ... – Y bajó su mirada hacia las mantas, apretándolas un poco más en el proceso.
El detective no podía leerla. Solamente encontró un rostro compungido, con lágrimas a punto de desbordar de sus ojos.
- ¿Prometes no matar a nadie?
- Ok. Ya me estás alarmando. ¿Qué te pasó?
Comentarios generales: ¡Perdón la larga ausencia, gente linda! Pero... pasaron cosas a mi alrededor. Lamentablemente, algunas muy relacionadas a los últimos capítulos de la historia. Por algo la historia se llama como se llama, ¿No? Cuando menos te lo esperas, puede darte un buen bife en el medio de la cara.
En fin, no los aburro más con excusas. Me alegra que hayan enviado reviews con mucha buena onda, y no exigiendo de mala manera una actualización como he leído en otras historias.
Espero que hayan disfrutado el capitulo, aunque no fue uno de los mejorcitos. Tampoco es tan largo como los anteriores, pero prometo que el próximo intentaré sacarlo en tiempo y forma.
Un enorme saludo a todos, y que pasen unas hermosas fiestas.
PD: ¡Basta de pedir besos entre nuestra pareja! Se los voy a demorar cada vez más (y la autora esquiva tomates).
Comentarios reviews:
Invitado: ¡Gracias por el comentario! Te juro que hasta yo me sorprendí de lo largo que fue el capitulo anterior.
ZulayPao22: ¡Nooooo, no me olvidé! Pero sí estoy buscando la forma de cachetear a mis lectores con más pasado trágico.
Me alegra que hayas podido realizar esos cambios importantes en tu vida. Salir del lugar que es tóxico para uno, y encontrar a alguien que te apoye, es sumamente importante. Diste el primer paso. Ahora, a continuar caminando. Tu puedes. Y si no puedes, está bien. Pero díselo a alguien cuando no puedas.
Hermoso que tengas depresión y ansiedad. Me saco el sombrero ante ti por sobrellevarlo, porque escuché que es una tremenda bazofia.
El próximo episodio... lo que esperabas. ¡La historia de Ran! Se te acabará la mitad de la intriga.
Con respecto a Aoko y su forma de hablar... lo pensé. Pero me molesta tanto que hable así, que decidí no ponerlo. Sino, también tendría que poner a los del oeste hablando raro. Y si ya tardo con la cantidad de personajes que tengo, la historia del pasado, y el desarrollo del presente... ¡Actualizaría cada cinco meses y me matarían!
Serenity 743: ¡Me alegra que te haya gustado! El capítulo del piano me marcó la infancia. Me quedó grabado en la cabeza y por eso se me ocurrió ponerlo.
Espero que la actualización no te agarre en horas de la madrugada.
Altheamajikku: ¡Jajaja! No mates a los padres de Kaito o a Aoko, por favor. Me quedo sin personajes, nuestro mago quedaría mal de por vida, y los lectores nos matarían a ambas.
Escribiste una frase que me gustó: "nosotros somos nuestros propios salvadores o carceleros". Y tenés toda la razón del mundo. Es muy complicado tomarse un tiempo para pensar en uno mismo, y definir, dictaminar y ejecutar, lo que a uno le hace feliz. Más complicado, es darse cuenta de que no lo eres, y vivir una mentira por toda la vida.
Muchas veces, reconocemos que tenemos un problema, pero no lo solucionamos, o no buscamos la ayuda necesaria para sobrepasarlo. Y es acá, cuando te encontrás con situaciones que nos llevan a límites que no podemos manejar, y muchas veces pensamos que sufrir otro tipo de dolor, o acabar definitivamente con todo, es la solución para arreglarlo. Pero como dijiste, cuando pase eso, a decírselo a alguien. No vale la pena lastimarnos. La vida de uno importa.
Y, sí. Las mascotas son una mega terapia y te entienden, aunque no hablen el mismo idioma. Yo tengo un perro y una gata, y son los mejores compañeros que uno puede tener en la casa.
Arual17: Hiper mega concuerdo con tu comentario. La vida... es la vida. No todo va a ser bueno, porque sin lo malo, ¿Cómo sabríamos lo que es lo bueno? (¡No... no estoy fumando nada raro!).
Karakemi: ¡No me mates vos también a los padres de Kaito! ¡Me quedo sin personajes, gente!
Próximo episodio, la tan ansiada historia de Ran. Te juro que estoy buscando modos de que les salte la térmica cuando lo lean (que maldita que soy).
Ferchus12356: ¡Holuuuuuu! Vos tardaste en comentar, y yo tardé en actualizar (no fue a propósito). Estamos a mano.
No leas el próximo episodio, queda un bajón más todavía, y claramente no lo voy a publicar en las fiestas porque nos tomamos todo el champagne y sidra que encontremos. Y si no las festejan, se lo toman también.
Cristyliny: Oh, muchas gracias por las lindas palabras. Me hicieron muy feliz.
Aquí estoy. ¡Presente! Perdón la tardanza, y espero que también estés bien.
