¡Van a matarme... lo sé!

Gracias Gfriend, Linbel, arielhl17, zulaypao22, Hitmomimouri, Altheamajikku, Serenity 743, Arual17, Ferchus12356, palomaredblack, Karakemi y Hikari03, por sus reviews. ¡Les comento al final!

Los personajes del universo de Detective Conan no me pertenecen. Es obra de Gosho Aoyama.

La película "Robocop" es de MGM. Solo se menciona por diversión.

La serie "Animaniacs" y la película de "¿Qué pasó ayer?", tampoco me pertenecen. Son obras de Warner Bros.


Laboratorio forense de la Prefectura de Osaka – Jueves 11.00 am.

Taca, taca, taca. El constante ruido mecánico de las teclas de la computadora, es lo único que Akako escuchaba desde hace horas. Ya ni el asqueroso café de las máquinas del pasillo lograban mantenerla despierta, y más de una vez, casi pierde el cuello por los cabezazos que estaba dando.

Dio un largo bostezo, mientras se tapaba la boca con su mano derecha. Un par de gotas saladas imposibles de controlar se escaparon de sus ojos al realizar la acción, producto de que los músculos del tórax, cuello y cara, presionaban las glándulas lagrimales cada vez que abría sus labios.

Estaba cansada. Más que cansada, agotada. Anoche fue una noche estresante, y no habían podido dormir mucho. En realidad, no estaban durmiendo bien desde hace días, y de a poco, la fatiga estaba empezando a mostrarse en todos los integrantes del equipo.

Pero no podía quejarse.

Se apretó los ojos y miró la pequeña espalda de una niña, que en realidad, tenía casi la misma edad que ella. Era increíble cómo se movía con total naturalidad dentro del laboratorio, como si fuese el living de su casa.

Con sus manos chiquitas envueltas en guantes de látex, tomaba tubos de ensayos y líquidos extraños donde disolvía las pastillas que Saguru había conseguido. Y no solo eso, sino que también usaba maquinaria compleja, que para Akako, eran toda una novedad.

Ahora veía como sus dedos se movían a través del teclado rápidamente, para que después la ruedita del mouse, subiera y bajara constantemente.

Taca, taca, taca, seguido de un cronch, cronch, cronch. Los únicos sonidos que se desenvolvían en el deprimente ambiente, donde el color blanco de los muebles, contrastaba contra el color gris del suelo y de las paredes.

- ¿Cómo haces para mantenerte lúcida y despierta?

- No sé para qué me acompañaste. Te estás aburriendo y en cualquier momento te auto guillotinas.

- No iba a dejar que vengas sola en tren, a un edificio que no conoces, a una localidad que no es la nuestra. Serás grande de alma y mente, pero para el resto del universo, eres una niña que va a primaria.

- ¿Sabes que en estos momentos, Osaka es más segura que Tokio?

- Iba a quedarme más tranquila si no venías sola.

- Parece que ser proteccionista es un requisito excluyente para entrar a este grupo. – Exclamó, con una sonrisa irónica.

- Con todo lo que está pasando, creo que también es lógico que todos estemos un poco más alterados y alertas. Además, no quiero ser mala. Pero por más que teníamos la autorización de Hattori-kun para acceder al laboratorio, ¿Tú crees que si te presentabas sola, los de seguridad iban a dejarte pasar o a creerte?

- De alguna forma me las hubiera arreglado. Podría haberles pedido que llamen a Hattori-kun para validar el pedido y se arreglaba el asunto.

- …

- Igualmente, gracias por acompañarme. – Agregó, al ver su cara de frustración.

- ¿Puedo ayudarte en algo? Veo que todos están haciendo algo y me estoy sintiendo un poco inservible.

- ¿Sabes algo sobre el método analítico de la cromatografía de gases acoplada a la espectrometría de masas?

- Ya me estalló el cerebro con tan solo escucharte.

- Entonces la respuesta a tu pregunta, es no.

- ¿Qué hace ese aparato?

- La cromatografía de gases separa la evidencia, en este caso, la pastilla que nos dio Saguru-kun, en componentes. Luego, se traslada al espectrómetro de masas, donde básicamente una importante cantidad de electrones se dedican a bombardear a las moléculas hasta fragmentarlos.

- ¿Y eso después te dice cómo está compuesta esa cosa?

- Sí y no. Te da un gráfico, el cual debes comparar con la base de datos sobre las sustancias que ya se conocen.

- Y el no, es por…

- Porque son drogas de diseño. Generalmente no solo tienen algunos componentes que enmascaran la pureza de la droga, como por ejemplo, el azúcar o la cafeína, sino que tienen otros aditivos, que quizás no están en la base de datos. Si esto pasa, ¿Entonces qué haces?

- ...

- Imagínatelo como si tuvieras que realizar una prueba de auditoría sobre un rubro, pero no tienes la información necesaria para analizarlo.

- ¡Estudio organización de eventos, no contabilidad!

- Ok. Eres la encargada de organizar una boda y justo cuando llega el gran día, el proveedor de flores te llama para cancelarte el pedido porque no puede cumplirlo. ¿Cómo procedes?

- Voy a buscarlo de los pelos, lo golpeo, pienso si lo mato o le maldigo a todos sus herederos, y luego le incendio el negocio. Pero antes, me llevo todas las flores de su negocio.

- …

- ¡No me mires así! ¡Con el estrés de organizar una boda, no puede hacerme eso!

- Pues mejor que empieces a hacerte la idea de que puede llegar a pasarte. En fin. Lo que haces, es realizar un procedimiento alternativo o tener un plan de emergencia. Sabes que una boda sin flores es inconcebible. Por ende, cuando se trata de proveedores críticos, debes crear una alianza con dos o tres, que te respondan efectivamente ante cualquier exabrupto. En el caso de esta droga en particular, necesito de otro instrumento para saber qué es lo que el GCMs no puede identificar.

- ¿No tienes el resultado de… esa cosa que empieza con "G", y ya sabes que hay cosas que no podrás identificar?

- Experiencia. ¿Tienes idea del tiempo que me tomó encontrar la fórmula para crear el antídoto de la famosa pastillita que encoje gente?

- ¿No se supone que la diseñaste vos?

- Sí. Pero una fórmula no es A más B, y listo. Tiene millones de componentes dentro.

Un sonido se escuchó en el ambiente, dando a entender que el aparato había terminado su análisis. Ai centró su atención en la computadora nuevamente, examinando el resultado.

- Ves. Lo que te decía. Tiene agregados que enmascaran la pureza de la droga.

Akako se acercó a ella y vio por encima de su hombro, lo que aparentaba ser un electrocardiograma.

- Entonces, ¿Qué tiene?

- Por el momento, exceso de cafeína.

- ¿Me estás cargando? ¿Es solo café? ¿Lo estafaron?

- No, tiene otras cosas. Pero deberemos usar algunos agentes químicos como el metanol, para lograr obtener la droga pura, y luego utilizar el espectrómetro FTIR.

- Ugh, más iniciales. A ver qué nombre raro me das ahora.

- Espectroscopia infrarroja por transformada de Fourier. FTIR es por sus siglas en inglés.

- Claro como el agua. Hiper mega entendible. Solo con escucharlo te queda definido. – Dijo la de pelo rojizo, rodando los ojos.

- Toma, bátelo. Ya que quieres ser útil en algo. – Le dijo con ironía.

- No va a explotar, ¿No?

- Claro que sí.

Inmediatamente la mujer dejó de batir el tubo de ensayo.

- Es broma. Además, deberías preguntar antes de empezar a moverlo, ¿No crees?

- Haibara-san. – Le reprochó.

- Necesito que disuelvas la droga en el líquido. Luego, déjalo reposar. Verás cómo quedan algunos sedimentos en el fondo.

- Tienes razón. – Le avisó cuando pasaron unos segundos. – ¿Eso es la droga?

- No. Eso es la porquería que enmascara la droga. Lo que nos importa es el líquido. – Indicó, mientras ajustaba algunos parámetros en la pantalla táctil.

La niña luego tomó el tubo, absorbió con una jeringa unos milímetros del líquido, y lo puso sobre un pequeño círculo que se encontraba sobre la máquina.

- Esto lo que hace, es evaporar el metanol, dándonos como resultado…

- ¡La bendita droga! ¡Al fin!

- Exacto. Verás como el resultado difiere del anterior.

Un cartel salió de la máquina, indicando que necesitaba más cantidad de muestra, por lo que Ai agregó algunas gotas más.

Al poco tiempo, salió un nuevo cartel en la pantalla, indicando que el análisis había terminado.

- ¿Metanfetamina más que potenciada y encima con cafeína? ¿Esto es peor que la Yaba? Genial. Necesito hablar con Kudo-kun. – Expresó, mientras sacaba su celular para llamarlo, colocándolo en altavoz.

Solo tuvo que esperar unos pitidos para escuchar una voz grave del otro lado del teléfono.

- ¿Haibara-san?

- ¿Estás manejando?

- Sí.

- ¿Puedes hablar?

- Sí. Tengo el teléfono conectado al audio del auto.

- Ok. ¿Todos están escuchándome?

- Todos menos Kaito y Nakamori-san. ¿Necesitas decirme algo en privado? Heiji puede atenderte.

- No es necesario. Tengo que preguntarles algo en general.

- Ok, espera. Heiji, agrégalo a la conversación.

Una vez que el moreno hizo lo solicitado y le comentaron al mago lo sucedido, la joven científica continuó con su interrogatorio.

- Quiero que me digan qué características tenían los hombres que los atacaron ayer.

- ¿Físicas? – Consultó el moreno de Osaka.

- No. Más bien, actitudinales o cosas que les hayan llamado poderosamente la atención.

- Ojos rojos y dilatados. – Le respondió Heiji, sin pensarlo.

- Movimientos rápidos. – Expresó Shinichi.

- Costó un huevo derribarlos. – Adhirió Kaito.

- Entonces, definitivamente es lo que el resultado muestra. Parece que están tomando algo parecido al Yaba, pero mucho más potente.

- ¿Qué es eso? – Indagó Heiji.

- Es un estimulante que viene en comprimidos. Hakuba-kun le compró a Yuki Tanaka un par de…

- ¿Saguru compró droga? – Interrumpió el ex detective del este con asombro.

Las risas de los tres chicos comenzaron a resonar fuertemente a través del teléfono de Ai.

- No puedo creer que el señor ético, impoluto y correcto hizo eso. Ah, pero como lo voy a molestar cuando lo vea. – Dijo Kaito.

- ¡Oigan! Que lo hizo para obtener evidencia. Y además, tu padre es cómplice, Kudo-kun. – Les reprochó la bruja.

- ¿Akako-chan? Mmm, que proteccionista que sonaste. ¿Pasó algo en nuestra ausencia?

- Define ausencia, querido Kaito, considerando que hace dos años que no te veo.

- Uff. Que… pareja filosa se consiguió el muchacho. – Expresó Shinichi, con diversión. – Retomando el tema. ¿En qué se diferencia con la metanfetamina común?

- En su potencia. Piensa, ¿Por qué la metanfetamina es tan adictiva?

- Hablas como si la hubiese probado.

- Y, bueno. Tu historial de consumidor empedernido, y hasta me atrevo a decir que abusivo, no ayuda mucho.

- ¿Qué quieres decir con eso? – Reclamó, alzando una ceja.

- Shinichi, ¿Hay algo que omitiste contarme? – Preguntó la karateca, con sospecha.

- ¿Le contaste? – Consultó Ai, con evidente sorpresa.

- Ya hablaré contigo cuando te vea. – Le reprochó Ran.

La pequeña mujer refunfuñó del otro lado del teléfono.

- ¿Qué te contó? ¿De qué hablan? Además... ¿Consumes drogas, Shinichi-kun? ¿Desde cuando? – Dijo una espantada chica de ojos verdes.

- ¡Que no hago eso!

- Estamos en entera confianza y ya somos amigos. También entiendo que pasaste por una etapa difícil. Pero acudir a las drogas no resuelve los problemas, sino que los acompleja mucho más.

El del este bufó con fastidio, mientras que el resto de los hombres reía sonoramente.

- No puedes decir que no lo hiciste. A las pruebas nos remitimos. – Declaró Kaito de forma divertida, colocando más leña al fuego.

- ¿Entonces sí lo hiciste? – Consultó la de Aikido.

- ¡Qué quilombo que se armó! ¡Me obligaron! ¡¿Cómo piensas que me convertí en un enano de siete años?!

- ¡Ves! ¡Solo traen más problemas! y por cierto, ¿Te obligaron o es la excusa que diste para que Ran-chan no te mate? ¿No habrás ido a alguna fiesta ilegal o clandestina y te habrás pasado de rosca probando nuevos narcóticos?

- ¡Estaba saliendo con ella cuando pasó!

- ¿Quién demonios está en una cita, en un pasadizo oscuro, en la parte más recóndita de Tropical Land? ¡Deja de meterte donde no te llaman! ¡Eso va para ti también, Heiji!

- ¿Y yo que tengo que ver? ¡Además, ustedes no pueden hablar mucho que digamos! – Protestó el de Osaka.

- ¡Bueno! Reitero la pregunta... ¿Por qué es tan adictiva? – Interrumpió la científica.

- Según fuentes informativas y públicas, y no porque las probé... es porque activa varias hormonas y neurotransmisores, como lo son la dopamina, la serotonina y la norepinefrina.

- Exacto. Una vez que llega al cerebro, sientes un enorme bienestar, y en bajas dosis, mejoran la energía y la concentración. Por eso es tan consumida o requerida por los estudiantes y la gente que debe rendir laboralmente. Sin embargo, ¿Qué pasa si la tomas concentrada, o en grandes cantidades?

- ¿Vives la vida loca?

- ¿Es que acaso se te pegaron todas las expresiones de Akai-kun?

- ¿Un poco?

- Pero la respuesta es no. Es peor. Aumentan significativamente todos los signos vitales, es decir, la frecuencia cardíaca, la presión arterial y la temperatura. Si te pasas de la raya, pasarás de la felicidad a la locura en solo unos instantes. Te hará mucho más violento y te pondrá de muy mal humor, queriendo pensar poco y solucionar todo a través de los golpes y la fuerza.

- ¿Por eso nos cagaron a palos? – Preguntó Heiji.

- Exactamente.

- Pregunta que nos hicimos con Heiji en la madrugada de hoy. ¿Puede inhibir el dolor? – Interrogó Shinichi.

- No creo que lo haga. Solo que en el grado de euforia y de alteración que se encuentra la persona, la percepción sensorial disminuye significativamente, a no ser de que sea muy extremo.

- Recuerda que al que le rompiste la pierna en el cultivo, sí sintió dolor. – Opinó Ran.

- Lo único que nos faltaba era que estén fabricando soldados desquiciados y drogados, para que actúen como robots. Excelente. Esto se pone cada vez mejor. – Se quejó el del oeste.

- Por eso, hagan todo con extremo cuidado. Llamaré al resto para comunicarles las noticias.

- ¿Dónde estás? – Preguntó Shinichi.

- En el laboratorio de la Prefectura de Osaka. Nos dijeron que nos quedemos en casa de Hattori-kun a partir de ahora.

- Prohibido revisar mi cuarto. – Exclamó Heiji.

- No nos interesan las revistas porno que se encuentran abajo de tu cama.

- ¿Por qué todas las mujeres piensan eso de nosotros? – Opinó Shinichi en voz alta, observando a Ran con sumo interés por el espejo retrovisor.

Y no pudo evitar morderse el labio inferior.

Oh, sí. Estaba recordando a alguien arriba de la mesada, con sus piernas alrededor de él, con sus manos sobre su cabello, y unos labios que frenéticamente…

- ¡Ai-chan! ¡Akako-chan! ¡Las extrañamos! – Dijo repentinamente la karateca, notando como su… relación arreglada pero no del todo formal, divagaba entre sus pensamientos poco santos.

- ¡Awww, yo también, chicas! Perdón que no haya estado con ustedes cuando esto pasó.

- No seas tonta. Fue nuestra culpa por no prestar atención. – Afirmó la del oeste.

- Ai-chan, ¿Por qué estás tan callada? – Preguntó la de ojos azules, con extrañeza.

- Porque está ocupada rodándoles los ojos. ¿Por qué Aoko-chan está tan callada?

- Está en la moto con Kaito-kun.

- ¡Interesante!

- ¡Ahórrate los comentarios! ¡No puedo hablar bien porque estamos yendo a la velocidad de la luz!

- No veo que te estés quejando mucho. – Le reprochó el conductor del vehículo de dos ruedas.

- Prefiero que estés más atento al tráfico y a los obstáculos, que a mis quejas. Caerme y hacerme pelota, no está dentro de mis planes.

- Claro. – Opinó la de ojos rojos, con un tono de ironía. – Agárrate bien fuerte. No vaya a ser que te caigas.

- No te preocupes por eso. Me está estrangulando las costillas. – Se quejó Kaito.

- Tú me dijiste que haga eso. – Le contestó la pasajera de atrás suyo.

- ¿Desde cuándo me haces caso en algo?

- ¡Se llama supervivencia! Además, no estás huesudo para nada, ¿De qué te quejas? Tanto ejercicio, para nada.

- Apa. – Comentó un divertido Heiji.

- Alguien estuvo examinando cierta anatomía. – Agregó Kazuha.

- ¡Cállense, par de depravados con poses raras sobre la moto! ¡Cuando quieran pueden sugerirla para que la agreguen a la lista del kamasutra!

- Ya llegarás a esa situación algún día. Después me dices cual es tu favorita.

- ¡Kazuha-chan!

- ¡Ya déjense de hablar pavadas y de perder el tiempo! Debo llamar a la otra gente desquiciada. Adiós. – Dijo Ai, antes de cortar.


Oficinas del gobernador Eiji Ken 12.00 pm.

El centro de Hamatia era un cúmulo de predominantes edificios de vidrio y cemento que competían entre sí, para ver cual era el más alto y el que más calor generaba. Como toda gran ciudad, lo que prevalecía eran las continuas quejas de la gente por las altas temperaturas y el no haberse podido tomar los días previos al feriado largo, sumado a que caminaban como hormigas con exceso de cafés expresos en busca de sus respectivos almuerzos. Las bocinas de los poco pacientes y frustrados conductores, tampoco ayudaban a que la situación mejore. Gracias a todo ello, se idealizaba un escenario en el cual no quisieras estar ni en sueños.

Un hombre de unos 26 años de edad que iba en contra de la corriente de la locura, entraba al sólido y gris ayuntamiento, dirigiéndose a las oficinas de su padre que se encontraban en el piso 11.

- "El mismo y aburrido camino de siempre. ¿Para qué me habrá llamado el viejo?" – Pensaba Hiroto, mientras veía a las recepcionistas con atención.

- "Mmm, veo que tenemos un nuevo ingreso y que la castaña de siempre, no está. Qué lástima. Entonces, tendré que jugar con el nuevo juguete." – Planeaba, mientras les sonreía y guiñaba un ojo.

Su mirada era lasciva e irradiaba arrogancia. Y las recepcionistas al saber quien era, no podían dejar de verlo con cierto temor y precaución.

A pesar de haber bastante gente, el eco de sus brillantes zapatos se escuchaba sobre el frio y oscuro piso de porcelanato pulido. Tocó el botón del ascensor por más que ya había sido apretado, y espero a que sus impecables puertas se abriesen para poder subir.

- Tú, estás fuera de lugar. – Le dijo a un mechón de pelo negro, cuando verificó el estado del mismo sobre el pequeño espejo del cubículo.

Con sus dedos se peinó el cabello y se arregló el cuello de la camisa, sin importarle las molestias que les estaba ocasionando al resto de los que habían subido al ascensor con él.

Escuchó una campanita que hizo "ting", dándole a entender que había llegado a su destino. Descendió y caminó hasta la entrada de las oficinas, donde se encontró con la secretaria de su padre. Lo único que escuchó mientras pasaba por delante de ella, fue:

- Te está esperando. Te advierto que hoy tiene un humor de perros.

- "Me imagino que es por verte la cara todos los días. Habiendo tantas chicas jóvenes y sexys, nunca entendí porque tiene como secretaria, a una vieja decrépita que se viste como alguien de los sesenta."

Golpeó y abrió las puertas de madera de bocote de la oficina, entrando al inmaculado ambiente. Cuando se dio vuelta para cerrarlas, observó como la mujer de avanzada edad se retiraba por la puerta de entrada principal.

- ¿Querías verme? – Preguntó, observando su perfecta y aparente tranquila figura sentada atrás del escritorio.

- Me puedes explicar, ¿Qué carajo estás haciendo? – Le dijo, yendo al grano.

- ¿A qué te refieres?

- Tres veces se te han escapado. Tres. – Exclamó, levantando sus dedos y sin mover la vista de la pantalla de su computadora.

- ¿Estás así por eso? ¿Me llamaste solo para esta tontería? Ya te dije que me estoy encargando de ese problema.

- Sí, se nota. Eres un estúpido. No puedes ser más inútil, ¿No? – Lo insultó el padre, mirándolo fijamente. – ¿Cómo pretendes agarrar las riendas del negocio si no puedes con tres malditas niñas? ¿Es que por una puta vez en tu vida, no puedes hacer bien las cosas?

- ¿Ya está? ¿Terminaste? – Le respondió el hijo, sin interés alguno en el tema.

- Por supuesto que no. Recién estoy empezando a calentar, imbécil. Esto te pasa por ser descuidado y soberbio. ¿No entiendes el riesgo al cual nos estás exponiendo a todos?

- Nadie se va a meter con nosotros. Tienes conexiones por todos lados.

- Las conexiones son como la política. Mándate una cagada, y los que te acompañaban en la campaña aplaudiendo al lado tuyo, desaparecerán a los diez segundos para irse con tu enemigo. El hilo es muy fino y nunca debes romperlo. Hasta ahora, nos mantuvimos en perfecto equilibrio y armonía. Pero no. Tuvo que llegar el grandioso Hiroto, y empezar a hacer mierda todo lo que construimos en los últimos veinte años.

- ¿No crees que estás exagerando un poco?. Fue solo un error. Estoy intentando arreglarlo.

- ¿Sólo un error? ¿Tienes idea de con quién demonios estás lidiando?

- Son tres mujeres. No son nadie importante.

Eiji le tiró uno a uno sobre la mesa, un total de tres carpetas.

- ¿Estás seguro de ello? – Dijo con tono burlón. – Ábrelos y dime si no son nadie importante. Me encantaría saber tu opinión sobre la gente que estaba en la casa con ellas.

El hijo agarró las carpetas y abrió la primera. Una hoja con un leve resumen de los datos de una persona se encontraba en ella. Un... ex detective de Tokio.

Luego, abrió el segundo y tercer documento, encontrándose con el nombre de un aparente adolescente que era el hijo de un gran mago, y con el de un detective del oeste.

- No somos los únicos con contactos, y en estos momentos, estamos en total desventaja.

- ¿Por qué?

- ¿Quieres saber quienes son las aparentes niñas que se te escaparon? Ran Mouri, la hija del conocido detective Kogoro Mouri y Eri kisaki, la abogada indestructible de Tokio. – Le tiró dos carpetas más sobre la mesa con información sobre ambos. – Kazuha Toyama, que además de ser la novia de Hattori Heiji según los medios, es la hija de Ginshiro Toyama, quien se lo conoce por ser la mano derecha de Heizo Hattori, el Superintendente de la Policía de la Prefectura de Osaka. – Otros dos archivos fueron lanzados. – Y por último, tienes a la hija de Ginzo Nakamori... – Otro documento más se agregó al resto. – ... inspector de la policía metropolitana de Tokio.

- ¿Y?

- ¿Disculpa?

- ¿Todos estos quienes son? Si son todos policías, detectives y una abogaducha, entonces van a ser fáciles de coimear. No veo por qué estás haciendo tanto quilombo por esto.

- Ah, sos un pelotudo. Menos mal que me tomé la pastilla de la presión a la mañana. ¡Sos... un... tremendo... pelotudo! – Gritó, acentuando una a una las palabras.

Se levantó de su asiento y empezó a caminar, rodeando la mesa. No fue hasta que lo tuvo a dos centímetros de distancia, que se detuvo.

-Hace dos años atrás, todos ellos derrotaron a la mayor organización criminal que existió en Japón, ¿Y tu me dices que no los conoces? ¡¿Dónde vivís?! ¡¿En una nube de pedo atómica?! ¿Estuviste pelotudeando cerca de la central nuclear de Fukushima en el 2011? ¡Tendría que matarte a golpes por esto! ¡Estás arruinándolo todo!

- ¿Estos pendejos y estos viejos fueron los que derrotaron al Sindicato? Algo debe estar mal con tu información, papá.

- Sí, algo está mal. Pero no es mi información, sino el funcionamiento de tu maldita cabeza. Millones de espermatozoides y el más imbécil de todos es el que tuvo que engancharse en el óvulo de tu madre. – Se desquitó, clavándole el dedo índice en el pecho reiteradas veces.

- ¡Oye! ¿Qué te pasa hoy? Ya te dije que me estoy encargando de ello. – Replicó, cansado de sus continuos insultos.

- ¿Y qué planeas hacer? ¿Les enviaras una petición o un mail indicándoles que por favor se acerquen a ti?

- No. Los encontraré y los mataré a todos.

- ¿Acaso estás escuchándome? ¿O estoy gastando saliva al divino botón? No tienes idea de la enorme cagada en la cual te metiste.

- Podré con ello.

- No, no podrás. Y te diré por qué: no estás ni por casualidad al nivel de ellos.

- ¿A qué te refieres?

- Contéstame lo siguiente de la forma más honesta. ¿Eres metódico?

- ...

- Seguro que ni sabes lo que significa la palabra. Te recomiendo que a partir de ahora, tengas abierta una pestaña en el navegador de tu teléfono para buscar las palabras que no conoces. No te vendría mal incrementar un poco tu inexistente conocimiento y tener un poco más de cultura general.

- Pero...

- ¿Eres estratégico? – Le interrumpió, no importándole en lo más mínimo lo que le iba a decir. – Y, digamos que se te escaparon tres veces. Indiscutiblemente, la respuesta es no.

- ...

- Y lo más importante. Ellos tienen un coeficiente intelectual mayor a 130. Claramente, algo que ni soñando vas a poder tener en tu... pobre y pequeño ser. – Le dijo, mirándolo despectivamente de arriba a abajo.

- ...

- Así que mejor vete antes de que te asesine con mis propias manos. Yo me encargaré de esto a partir de ahora.

- No. Yo estoy atrás de ellos.

- Dije algo. – Le contestó, de forma amenazante. – No tienes la capacidad para llevar esto acabo, y terminarás arruinándolo todo. Así que, mejor vete a jugar con tus prostitutas y a ponerte en pedo con tus amigos, que es lo único que sabes hacer bien. No eres digno de ser un Ken.

El hijo se lo quedó viendo por unos segundos. Una mezcla de indignación, odio y repulsión se asomaron por sus pupilas.

- Deja de verme como si te hubiera herido y hazme el favor de retirarte. Eres un absoluto inútil y lo sabes.

- Te arrepentirás de esto, ya lo verás.

- ¡Sí, cómo no! Hasta que no me demuestres un poco de iniciativa y responsabilidad, seguirás siendo un imbécil para mi.

Hiroto salió hecho una furia por la costosa puerta, insultándolo a más no poder. ¿Cómo se atrevía a tratarlo de esa forma?


Equipo: ¡Hola! ¿Qué tal? – 13:00 pm.

Kazami junto a otros dos grupos más de agentes encubiertos, se habían situado en cuatro diferentes puestos de control sobre distintas rutas. Hace horas que estaban esperando que alguno de los tres camiones que habían salido de la Aduana, pasasen por alguno de ellos para poder ponerles los rastreadores y seguirlos. Pero hasta el momento, no habían tenido novedades.

- Ya estoy cansado de actuar bajo este calor infernal. – Se quejó uno de los agentes encubiertos, acercándose al auto del agente principal.

- Pues no tenemos otra alternativa. Los camioneros hablan entre ellos, por ende, si revisamos a unos y a otros no, vamos a levantar sospechas. – Le explicó Kazami, acercándole una botella de agua helada.

- Gracias. ¿Nos habremos equivocado al planear las rutas?

- No. Hemos diseñado la ruta de distribución teniendo en cuenta todos los posibles escenarios. No hay forma de que no pasen por alguno de los controles. Además, tenemos los sensores de tráfico. Si desde el Centro de Control no nos avisaron nada, es que todavía no pasaron.

- ¿Pero justo hoy se les ocurre movilizarse, sabiendo que es feriado largo y es un caos de tráfico? Cómo se nota que son bastante profesionales y suicidas. Sino, hubieran retenido la mercadería por algunos días hasta que pase todo este calvario. Todos saben que hoy va a haber más controles que nunca.

- Por eso debemos tener cuidado y seguir los protocolos que esclarecimos. Son gente extremadamente peligrosa.

Pasó aproximadamente una hora y media más hasta que el Centro de Control les dio aviso sobre una de las patentes de los camiones que tenían identificados. Cuando lo avistaron, lo detuvieron a un costado del camino para pedirle la documentación y realizar las inspecciones habituales.

- Buenos días, señor. Papeles, por favor.

- Buenos días, oficiales. – Respondió muy felizmente la persona, bajando el volumen de la radio para poder escucharlos.

El conductor bastó con estirarse hacia el asiento del acompañante, el cual se encontraba vacío, y tomar de la guantera lo que parecía ser un folio con todo lo que debía presentar.

- ¿Nos permite su licencia de conducir y la cédula de identificación del vehículo?

- Por supuesto, aquí tienen. – Les dijo, al sacar los carnets de su billetera y presentárselos. – Ya les abro las puertas traseras para que examinen la carga.

El chofer abrió su puerta, y el otro agente que no estaba revisando los papeles, aprovechó para analizar la parte interna del habitáculo.

-"Impecable. Todo ordenado y limpio, y lo único que resalta, es una foto de lo que aparenta ser la esposa e hija del conductor, sobre la rejilla del aire acondicionado."

El camionero descendió del vehículo con toda la tranquilidad del universo, cerró la puerta delantera y se dirigió a la parte trasera, sin notar la mirada analítica del agente sobre su persona.

-"Si bien tiene una camisa holgada, no se desbalancea para ningún costado. Tampoco parece portar armas sobre la cintura, visto y considerando que no veo nada que sobresalga de su línea corporal y no se está acomodando el pantalón por el peso. Tampoco tiene objetos pesados en sus bolsillos. ¿Acaso no está armado?"

- Parece que se sabe todos los protocolos de memoria. – Le susurró un agente al otro, quien estaba terminando de analizar la documentación, mientras sacaba fotos a la misma.

‐ ¿Esta persona que parece un buda educado y sonriente es la supuesta gente peligrosa? No está ni un poco nervioso por el control.

- Sonríe más que un nene que recibe mil regalos de Papá Noel en Navidad. Todos los papeles están perfectos, como era de esperarse.

- Tengamos cuidado cuando abra la puerta de la carga. No sabemos con qué nos vamos a encontrar.

Ambos agentes estaban expectantes de que saliera un grupo comando y los ametrallen, o que mínimamente, se active una bomba y los mande a volar en pedazos. Sus sentidos estaban en alerta, al igual que los del resto de los agentes. Pero afortunadamente, nada de lo que pensaban pasó. Simplemente se encontraron con una carga de mercadería en estado de refrigerio.

- Yo ingreso. – Indicó uno de los investigadores, al mismo tiempo que sacudía su muñeca en alto, la cual contenía un reloj.

- Señor, ¿Hace cuánto que es conductor de camiones? – Preguntó el otro agente, para hacer tiempo.

- Uff. Toda mi vida. Y tengo cincuenta y dos años.

- Se nota.

- Perdón. No puedo hacer nada contra el avance de la vejez.

- ¡No, no! Me expresé mal. No me refería a su edad, sino a que se nota de que hace bastante tiempo que ejerce la actividad. Se sabe bien los procedimientos.

- Es que ya pasé por miles de ellos. – Le explicó, riéndose.

- Veo que se dirige a pocos lugares, según su ruta de distribución ¿Viaje corto?

- Sí. Muchas de las calles de Hamatia son estrechas, y los camiones deben ser relativamente pequeños para poder transitar y no causar embotellamientos.

- ¿Es habitual que viaje a esa zona?

- Soy camionero. Viajo a todos lados. Sin embargo, en lo posible intento evitar ir a esa prefectura.

- ¿Por qué?

- Ya estoy viejo y se está tornando más peligrosa de lo habitual, al igual que Tokio. Ya tuve tres intentos de robo donde por suerte, no pasó nada grave. Mire. – Dijo señalándole el costado del vehículo, el cual se encontraba golpeado y rayado.

- ¿Lo quisieron asaltar a mano armada? – Consultó el agente, al ver los agujeros de bala.

- Efectivamente.

- ¿Qué pasó?

- Me empezaron a perseguir por la autopista en un auto de color negro y con los vidrios polarizados. Los acompañantes descendieron los vidrios y me gritaban que me bajara, mientras me apuntaban con sus armas.

- Dígame que piso a fondo.

- ¡Por supuesto! Pero en Hamatia, no hay controles. Y si los hay...

- Es lo mismo que nada.

- Exactamente. Disculpe que realice esta crítica siendo usted, un integrante de las fuerzas de seguridad.

- No se preocupe por ello. Reconozco que existen algunas oportunidades de mejora en algunos sectores. Pero continúe con el relato, por favor.

- Bien. Cómo ya le indiqué, las calles son angostas. Si no sabes por dónde ir o bajar de la autopista, te terminan encerrando como pirañas de asfalto.

- ¿Y entonces cómo escapó de ellos?

- Lo encerré contra el guardarraíl, rompiéndole la rueda del acompañante de adelante. Por eso tengo chocado el costado de la trompa del camión.

- Bien pensado.

- Debido al feriado hay menos personal trabajando, por lo que esta vez, no pude rehusarme a realizar la entrega. Más cuando el cliente parecía insistir en demasía. Y cuando digo en demasía, me refiero a que nos estaban taladrando la cabeza.

- Lo que transporta es... palta, ¿No? ¿Tan desesperados? No creo que nadie se quede sin su porción de sushi.

- Lo mismo le dije al que nos contrata. Entiendo que el sector gastronómico y hotelero están explotados en esta época del año. Pero, ¿Me vas a decir que no pudieron provisionar las entregas respecto de la cantidad de consumos? – Dijo con escepticismo. – ¿Sabe qué significa eso? Pésimos controles, procedimientos y organización.

- "A mi me suena a otra cosa..."

- Adentro está todo en orden. – Interrumpió el otro inspector.

- Perfecto. No lo demoramos más en su entrega, señor. Puede continuar y diríjase con cuidado, por favor. – Le dijo el agente, entregándole toda la documentación.

- Muchas gracias. – Contestó, colocando el candado a la cerradura. – Hasta luego oficiales y que tengan buen día.

Mientras el camionero se dirigía a su asiento, el agente que había salido del camión, le puso de forma disimulada un rastreador en la parte trasera de una de las patentes.

- Kazami-san, tanto el mosquito interno como el externo están enganchados. Y el buda con patas se está retirando del control.

- Buen trabajo. Nos ocuparemos de seguirlo. ¿Encontraste algo que te llame la atención?

- No. El camión no tenía mucha capacidad, por lo que el único paquete importante que transportaba era ese. ¿O el camionero no tiene idea de lo que está transportando, o es un excelente actor?

- Todo sospechoso es inocente hasta que no se demuestre lo contrario. Vamos a darle el beneficio de la duda por el momento. Además, son trabajadores independientes. Al que tendríamos que investigar, es al que los contrata.

- ¿Qué hacemos nosotros?

- Lo que están haciendo hasta que se acabe el turno, muchachos. Ya les dije. No podemos levantar sospechas.

Los pobres agentes suspiraron en resignación. Esperaban poder salir de abajo de la bola de fuego que parecía querer calcinarlos a toda costa, pero se ve que hoy, no era su día de suerte. Definitivamente, iban a terminar como tostadas humanas.


Equipo policial 14.40 pm.

- ¿Estás buscando la patente? – Le preguntó Geizo a Ginshiro.

- Sí, y según la base de datos, pertenece a la flota vehicular de las empresas del Grupo Yamamoto. A ese auto le brilla hasta el caño de escape. – Exclamó el padre de Kazuha, quien lo estaba monitoreando con los binoculares.

- ¿O es un fanático de la limpieza o estamos ante la presencia de un pez gordo? – Opinó Hattori, observando al auto recién estacionado enfrente de la mansión del gobernador.

Un aparente chofer bajó rápidamente del asiento del conductor para abrir la puerta que se encontraba atrás suyo. Un bastón negro con cristales incrustados, seguido de un individuo de unos cincuenta y tanto años, descendió del lujoso, gris y polarizado vehículo. Con una mano se abotonó el reluciente traje azul oscuro que llevaba puesto. Se notaba que era hecho a medida y que una buena cantidad de dinero fue invertido en el mismo al ver la exquisita calidad de la tela.

A pesar de ser un día caluroso ni una gota de transpiración descendía por su frente. Quizás se debía a que el interior del auto estaba congelado por la potencia del aire acondicionado, o quizás... porque tenía un carácter templado de acero.

Cada paso que daba con sus zapatos lustrados de piel de cocodrilo y de origen italiano, era recibido por una pronunciada reverencia del personal que atendía la casa del Gobernador.

- Tiene pilcha. – Opinó Ginshiro.

- Y chofer. Además de que todo el mundo lo recibe como si fuera un rey. – Agregó Ginzo.

- Y no te olvides que cuenta con dos guardaespaldas. – Agregó Heizo, al ver como lo acompañaban dos hombres morrudos.

- Definitivamente es un pez gordo. – Exclamaron todos al mismo tiempo.

- ¿A qué se dedica la compañía para tener semejante auto en su flota? – Consultó Hattori, viendo como Ginshiro se metía al sitio web de la empresa.

- Aquí dice que son una empresa constructora ubicada en Hamatia que cuenta con una larga trayectoria en análisis, planificación, gestión y construcción de nuevas obras, reformas y acondicionamiento de edificios antiguos.

- ¿Años en el negocio?

- Tenemos como valores principales, bla, bla, no nos interesa... – Opinó, mientras omitía información sobre "quienes somos", que no era relevante. – ... fundada en el año 2005. Aparentemente, también se dedican a las inversiones.

- Calza con los antecedentes que encontramos sobre el desplazamiento de Dai Nakamura. Veamos que se traen entre manos.

Los tres agentes se colocaron las orejeras y subieron el volumen al máximo posible, mientras veían lo que sucedía por las pantallas.

Un ruido a dos vasos que chocaron contra la superficie de una mesa repercutió en la gran sala, al mismo tiempo que una conversación amena ocurría, junto a un par de micrófonos muy bien escondidos.

- Buenas tardes, Ken-kun.

- Yamamoto-kun. Qué visita repentina e inusual de tu parte.

- Negocios de última hora.

- Mejor tenerlos a que no. Siéntate, por favor. ¿Cómo se encuentra tu madre? – Preguntó Ken, mientras se oía como un líquido era vertido en un par de vasos que debían costar más que una compra mensual de supermercado para diez personas.

- Bien, por suerte. Lo peor ya pasó, y suponemos que en algunos días le darán el alta. ¿Qué tal la señora?

- Hace poco le festejamos el cumpleaños en la residencia. Las chicas huyen despavoridas porque las controla a todas como si fuera la dueña del lugar.

- Esa mujer es increíble. Nos va a enterrar a todos. Admiro su energía.

- Siempre dije que habría que analizar su sangre en aras de conseguir la pócima de la juventud.

Los tres agentes se vieron entre ellos con cara de escepticismo. Se supone que eran los capos de la venta de droga en la Prefectura, ¿Desde cuándo se volvieron tan civilizados? ¿Qué carajo les importaba como estaban sus madres?

- ¿Y tu hijo? ¿Sigue en la suya?

- El eterno adolescente que no quiere crecer.

- Los chicos de hoy en día no quieren laburar. Lo único que les importa es disfrutar del día a día, sin pensar en el mañana.

- Pero para hacer eso, se necesitan ingresos. No puede ser siempre un nene de papá. Así que, lo estoy poniendo a trabajar en el negocio.

- Me imagino que debes tener algún que otro dolor de cabeza por ello.

- Como se nota que lo conoces desde chico. – Dijo, riéndose. – Pero dime, ¿Qué te trae por estos pagos?

- Tengo un interesado que quiere adquirir ciertos productos.

- ¿Con servicio o sin servicio?

- Con servicio.

- ¿Para las vacaciones o para fines laborales?

- Vacaciones.

- Excelente. ¿Algún requisito en particular?

- Lo de siempre. Que sea... espirituosa.

- Qué gustos interesantes. ¿Cantidad de valijas?

- A confirmar. Pero me parece que dos serían suficientes.

- ¿Te dejó alguna referencia para la entrega?

- Terremoto de 1966.

- ¿Nivel de pureza? Me imagino que por su historial de compra, quiere que sea al 100% ¿No?

- Correcto.

- Ok. No creo que sea un problema, pero tengo que ver qué es lo que tengo en stock.

- Vas a tener uno.

- ¿Y sería?

- Expectación del chiche nuevo.

- Oh, tenemos un serio problema de ansiedad. Veré el inventario, y sino, seguro que puedo hacer algo al respecto.

- Perfecto.

- Yamamoto-kun, antes de que te vayas, estoy necesitando de tu asistencia profesional. Estoy teniendo un inconveniente y necesito rápida resolución.

- ¿Se te rompió un caño de la casa?

- Más que un caño, una red entera de abastecimiento de agua.

Unas carpetas fueron deslizadas por la mesa que los separaba a ambos y Yamamoto se estiró para tomarlas y analizarlas. Pero apenas las pispeó, perdió la compostura por un momento.

- ¿Qué quieres que haga con esto?

- Son un obstáculo para las operaciones. Necesito que desaparezcan.

- ¿Vos me estás jodiendo? ¿Están acá? ¿En Hamatia? – Exclamó con sorpresa y entera preocupación.

Eiji simplemente le dio un pausado sorbo a su vaso de cristal. El alcohol quemaba su garganta lentamente, y lo estaba disfrutando.

- No estoy jodiendo y nunca dije que fuese fácil. Pero si resuelves esto, tu deuda quedará saldada. – Dijo seriamente, viéndolo a los ojos. – Una gran deuda, por otra gran deuda. Un precio justo y razonable, ¿No?

La otra parte no estaba convencida. Sabía que esto iba a ser complejo y un suicidio. ¿Pero qué otra opción tenía? Básicamente, estaba agarrado de las extremidades inferiores.

Sí... justamente de esas extremidades.

- ¿Qué hacen acá?

- Digamos que nuestros caminos se cruzaron de forma... desafortunada.

- ¿Desafortunada? Tienes una suerte de mierda. Somos 125 millones de personas en Japón, ¿Y te tuviste que topar justamente con estos tres? ¡La probabilidad de ocurrencia es casi cero!

- Que sea casi cero, lo hace un suceso altamente improbable, pero no descartable. Todo tiene una probabilidad de ocurrencia, por mínima que esta sea.

- ¿Ahora también eres estadista? Lárgate de acá.

- ...

- Ok, veré que puedo hacer al respecto. Dame... – Y miró su reloj Grand Seiko. – ... un par de horas para analizar bien el tema con mi equipo.

- Dentro de la carpeta tienes toda la información necesaria para investigar.

- Perfecto, como siempre. Esta vez no estoy seguro de poder decirte que fue realmente un gusto haberte visitado. Y lamento que la reunión sea tan corta, pero los impuestos no se pagan solos.

- Admítelo. Solo vienes por el whisky, maldito.

- Por supuesto.

Ambos hombres se rieron, y los de Seguridad escuchaban como hablaban tonterías mientras se acercaban a la entrada de la casa.

- ¿Qué demonios fue todo eso? – Preguntó Ginzo. – ¿Qué fue lo que le dio al pez gordo? Las cámaras no tienen la suficiente resolución o el mejor de los ángulos para ver en detalle. ¿Qué eran? ¿Las carpetas que le estaba enseñando al hijo en la oficina?

- Eso parecería, además de una operación de compra de alguna droga. – Opinó Heizo.

- ¿Pero por qué hablaban en código?

- O saben que estamos acá, o es algo que hacen usualmente. Por algo lograron mantenerse ocultos por tanto tiempo, ¿No?

- No son estúpidos. Manejémonos con cuidado por si las dudas. Esperen... está hablando por teléfono. – Advirtió Ginshiro, quien no se había quitado los auriculares.

- ¿Y qué está diciendo?

- Se ve que está consultando el stock... y parecería ser que tiene cuatro unidades, pero no reúnen las condiciones que quiere el cliente.

- ¿A qué se referirán con unidad? ¿Un gramo? ¿Cien gramos? ¿Un kilo? Llega a ser más y me muero. – Exclamó Hattori con horror. – Le comunicaré las cosas a Akai-kun y a Furuya-kun.

- Yo me encargo de enviarle la evidencia a Kisaki-san. – Dijo Toyama.


Casa de Seguridad – 15.40 pm.

Kaito estacionó la moto debajo de un árbol, en la cuadra donde buscaron por primera vez el auto de Shinichi. Apagó el motor y se sacó el casco, dejándolo sobre la cúpula. Pensaba que al menos una leve briza de viento iba a refrescarle el rostro, pero no sucedió. El calor del día era agobiante, por lo que se quedó sentado por un momento, sin decir palabra alguna.

Percibió como la pasajera de atrás suyo se despegó de su espalda para descender del vehículo. Le estaba costando doblar las piernas y caminar, debido al entumecimiento por las largas horas de viaje en la misma posición. Así que, decidió quedarse parada y quieta, y sacarse la protección de la cabeza, depositando la misma sobre el suelo. Posteriormente, despegó la cinta de velcro del cuello, y el ruido, provocó que el mago le prestara atención sin ser consciente de ello.

Los ojos de él quedaron concentrados sobre los tres pequeños dedos de ella, los cuales se encontraban sobre el tirador del cierre de la campera. Observó como fueron descendiendo, ni muy rápido ni muy lento, hasta que llegaron al borde inferior de la indumentaria, abriendo la prenda por completo. Pero su atención fue interrumpida cuando Aoko abrió las tiras de velcro de sus muñecas y estiró un brazo hacia él.

Kaito simplemente se sacó los guantes para dejarlos sobre su casco, y así poder tomar el extremo de la manga. Observó como la mujer encogió el hombro hacia adelante, y giró su cuerpo para poder sacar el brazo. Luego, bastó que el mago soltara la prenda, y que ella con su mano liberada tomara el otro extremo de la indumentaria para poder terminar de quitársela, y colocarla entre sus piernas.

Aoko juntó sus dos manos por encima de su cabeza para estirar sus brazos hacia arriba y así acomodar su espalda. Pero al realizar esta acción... automáticamente se saca el pecho hacia adelante. Por ende, el mago tenía una excelente vista en primer plano, sobre un valle que separaba dos pequeñas montañas.

- "Siempre fue de pechos pequeños. Sin embargo, no entiendo por qué se ve... sexy." – Pensó sin ser consciente, mientras tragaba con fuerza. – "¿Pero qué mujer no luce así, después de haberse quitado una campera con protecciones y un super casco? Pasan de ser Robocop a... mujeres. Debe ser eso."

Su focalización pasó a la piel de ella. Más específicamente sobre la zona de la clavícula y brazos, las cuales parecían ser suaves y aterciopeladas. Una llamativa flor azul que se encontraba en el medio de su escote, y que ahora se encontraba un poco más aplastada, hacía contraste con el blanco de su musculosa.

- "Que flor suertuda que eres..."

- "¿Eh? ¿Cómo?"

- "¡ESPERA UN MOMENTO! ¡ALTO! ¿Qué demonios estoy pensando?"

- "¡Lo mismo te estoy preguntando, idiota! ¡Controla tus hormonas! Tu hermano es el que tiene ese problema. ¡No te contagies!" – Se quejó su subconsciente.

- "¡Cállate, estúpida bola de papel verdosa de celofán!"

La mujer bajó los brazos sin darse cuenta del martirio interno que estaba sufriendo el mago. Cerró los ojos y un suave suspiro de plena satisfacción fue exhalado por sus suaves y carnosos labios rosados, los cuales apenas se encontraban abiertos. Tanto su frente como su nuca tenían una capa de sudor, y los cabellos que rodeaban la zona se encontraban mojados por ello.

- "Me pregunto si terminaría así después de..."

Miles de imágenes poco sagradas y totalmente profanas se le vinieron a la cabeza sin quererlo.

- "... espera. ¿Qué?"

La figura de ella sobre la cama...

- "Ah, no. No, no, no, no."

Con la espalda arqueada y el pelo esparcido y hecho una maraña de tanto acercarla con sus manos a sus propios labios...

- "No, no puede ser. Después de todo lo que pasó con ella y sobre todo ayer, no puedo estar pensando en ella de esta forma. No, no, no. Esto está mal. Necesito poner espacio."

Sin embargo, muy a pesar del mantra de negación y de los deseos del mago, cuando Aoko abrió los ojos de nuevo y ese azulado e inocente color cambiaba de tonalidad entre la sombra proyectada de las hojas del árbol y la luz que atravesaba las ramas...

- ¡Necesito una ducha de agua helada, ya! – Dictaminó Kaito, bajando de la moto y guardándose la llave en el bolsillo del pantalón, el cual le estaba resultando totalmente incómodo de vestir.

Urgentemente agarró el casco con los guantes dentro, y sacó su celular del contenedor de plástico de la cúpula para verlo, mientras caminaba apresuradamente. Apenas tenía batería por el uso continuo del GPS. Pero aún así, marcó un número más que conocido para él.

¡Necesitaba ocupar su cabeza con otra cosa, por el amor de los dioses y de cualquier santo!

- ¡Oye! ¿Qué te picó? ¡Espérame! – Exclamó la chica, mientras se apuraba para agarrar sus cosas y seguirlo.

- Shinichi, llegamos. – Avisó el mago, con un tono que demostraba un agotamiento extremo, pero a la misma vez, una sobre energía.

- Ok. ¿Estás bien? Suenas... raro.

- "Maldito y estúpido detective que tiene que deducir absolutamente todo. Te juro que te odio." – Estoy cansado y... cagado de calor. Quiero tu aire acondicionado. – Respondió, abriéndose la campera como podía. – Vengan con cuidado. Hubo un par de accidentes más adelante, por lo que vas a quedar probablemente estancado.

- Sí, lo sé. Los podemos ver reportados en el mapa. Nos queda un largo tramo todavía, por lo que tardaremos en llegar. Condenado feriado. Hazme el favor de amansar a Shuichi antes de que llegue.

- ¡Ja! Olvídalo. No hay forma de que no pases por su interrogatorio furioso.

- Demonios.

- Nos vemos en un rato.

Kaito cortó la comunicación y aprovechó a mandar un escueto mensaje al grupo. Luego, se quitó el auricular de su oído y lo puso junto con su teléfono, dentro del casco.

- ¿Seguro estás bien? – Preguntó Aoko, examinándolo de forma extraña.

- Tengo la peor combinación que puede existir: exceso de sueño, hambre y calor. Bastante bien la vengo llevando, puesto que todavía no me puse de tan mal humor.

- Dame tu casco, así te saco cosas de encima.

- No es necesario. Ya llegamos.

No hizo falta ni que tocaran el timbre, dado que Rei les abrió la puerta cuando estaban por hacerlo.

- Adentro, rápido. – Ordenó el rubio.

- Wow, ¿Qué está pasando acá? – Preguntó Kaito al entrar, y ver varios bolsos en la entrada.

‐ Antes de explicarte, lo más importante. ¿Cómo estás? – Preguntó con sincera preocupación, mientras le colocaba ambas manos sobre los hombros para retenerlo en el lugar y poder verlo mejor a los ojos.

- Agotado. Pero estoy bien. En serio. – Le respondió con sorpresa, pero con una sonrisa. – Tú también te ves para el demonio.

- Llegaron. – Dijo simplemente Shuichi, quien se había acercado al escuchar voces en la entrada.

Aoko dio un paso atrás al ver al del FBI. Su rostro estaba ensombrecido y demasiado serio. Y por algún motivo, le resultaba más amenazante que la ultima vez que lo vio.

Sin embargo, se sorprendió cuando se acercó a Kaito y le puso una mano sobre la cabeza para zarandearle el pelo. Parecían familiares.

- Estoy todo transpirado, Shuichi. – Lo regañó el mago, al sentir sus dedos por sobre su pelo mojado.

- ¿Y? ¿Cuándo me detuvo eso?

- Que asco. Sal de acá. Tienes serios problemas que tratar con James.

- Cállate, maldito kamikaze. – Le dedicó una pequeña sonrisa. – Hiciste un buen trabajo. ¿Estás bien?

- Me pondré una etiqueta sobre la remera. – Exclamó con fastidio, realizando un rectángulo con sus manos sobre su pectoral izquierdo. – Estoy bien.

- Te tiraste de un maldito precipicio con herramientas que nunca usaste, sin arneses de por medio y solo, sufriendo más estrés que nunca en menos de 24 horas. Y no mencionemos que no te vemos desde hace diez días. – Alegó Jodie, quien se había acercado y se encontraba con los brazos cruzados, observando a la del este con sumo detalle y ojo crítico.

El mago se simpatizó de ellos a pesar de estar fastidiado. Una frase que le dijo Ran, le cruzó por la mente.

- "Si les pasan factura, es porque estuvieron pensando en ustedes y estuvieron preocupados."

- Estoy bien. Perdón si los inquietamos.

- ¿Alguna herida que deba revisar antes de irnos? – Consultó Akai, ya un poco más tranquilo al escucharlo.

- ¿Cómo que antes de irnos?

- Se que recién llegas y estás cansado. Pero debemos mudarnos. Esta casa no es segura, dado que ellos ya saben quienes somos. ¿Heridas?

- No. Meros golpes. Los más comprometidos físicamente son Shinichi por el torso, y Heiji por la paliza que le dieron. Sobre todo Heiji.

- ¿Por qué me hiciste hincapié en lo físico? – Preguntó con recelo.

- Porque me dijiste heridas.

Shuichi lo retó con los ojos, sabiendo perfectamente que no solo existían las heridas físicas.

- Vuelvo a preguntar. ¿Estás bien? ¿Qué hay de Greeny?

- "¿Qué demonios pasa acá? ¿Por qué tanto interrogatorio? ¿Qué se supone que es Greeny?" – Pensaba Aoko.

- Por décima vez, estoy bien. Saben perfectamente cuando no lo estoy. A diferencia de Shinichi, no puedo ocultarlo tan fácilmente. Y además, él estuvo conmigo todo este tiempo. Relájense. – Le dijo, tocándole un brazo al del FBI en confirmación. – ¿Tengo tiempo de darme una ducha? Estoy muerto de calor.

- En treinta nos vamos. Así que apresúrate y aprovecha a comer algo. Sabiendo que comes más que una lima nueva, te dejamos unos sándwiches en la heladera. Intenta dejarle un par a la pobre chica.

- ¡Ey! Pero gracias. ¿Llamaste a Shinichi para comunicarle el cambio de direcciones?

- Estaba a punto.

- Te va a insultar de lo lindo.

- A tu hermano gemelo ya lo voy a agarrar cuando lo vea. Así que mejor que venga tranquilito o le bajo los cambios en un segundo.

- "Cagaste, Shinichi".

- ¿Qué hay de ti? ¿Estás bien? – Le consultó a la chica, dirigiéndose a ella.

Meramente pudo asentir con la cabeza, dado que no los conocía para nada. Además, los tres agentes la estaban viendo con miradas analíticas, por lo que se estaba poniendo nerviosa.

- ¿Alguna herida? – Le preguntó Jodie de un modo más reconciliador, al denotar la rigidez en la cual se encontraba.

- No. A Ran-chan y a mi nos mantuvieron al margen de todo esto.

- Ok. Ven conmigo, así te muestro donde está el baño. Me imagino que también querrás refrescarte. Koizumi-san dejó algo de ropa por si necesitaban cambiarse.

- Cierto que está en Osaka junto a Haibara-san. – Dijo con pena.

- ¿Saguru está acá? – Preguntó el mago, sabiendo que estaba incómoda al encontrarse en un ambiente nuevo y con gente que desconocía. – "Definitivamente Toyama-san me dijo la verdad. No sabe afrontar de buena forma los cambios."

- En el living, junto con Yusaku y Kogoro-kun. – Respondió Rei.

El mago notó como la mujer que estaba a su lado ni se inmutó, cuando en realidad pensaba que iba a aliviarse por el dato.

- "¿Tampoco le hablabas a Saguru? ¿Por qué te cerraste tanto?"

- Estamos terminando de limpiar la casa, por lo que intenten no dejar ni un solo rastro de sus presencias.

- Ok. ¿Y mi padre?

- Fue hasta la clínica porque le iban a dar el alta a tu madre y necesitaban la firma de un familiar. Yukiko-san se encargaba de trasladarlos hasta la casa de Heiji, y les dijimos que se queden ahí, considerando que vamos a ir para allá.

- ¿Cómo está mamá?

- Un poco adolorida y totalmente exasperada por tener que quedarse fuera de acción. Pero bien.

- Si ya está quejándose, significa que está perfecta. Entonces, ¿Haremos campamento en lo de Heiji?

- Sí. Es la prefectura más segura para ellas en estos momentos. Estando allá, podremos terminar de focalizarnos bien. Ahora tenemos demasiados frentes abiertos.

- ¿Tiempo de viaje?

- Mínimo... cuatro horas.

El mago se quejó a lo grande.

- ¡Tardaremos el doble! No tienen idea del quilombo que es la ruta por el feriado largo. Yo estoy seguro que perderé la concentración en un punto, y Shinichi se desmayará al volante si maneja esa cantidad de horas extras.

- Lo sabemos. Tendrán los reflejos comprometidos y el tiempo de reacción lento. Es por eso que nos mudaremos a un campo a 150 kilómetros de acá. – Le explicó Shuichi, quien sacó su teléfono. – Haremos la mitad del camino hoy, y mañana bien temprano, la faltante.

- Bueno, dos horas y pico son relativamente sufribles. Pero Aoko irá en el auto con ustedes.

- "¿Qué? ¿Por qué? ¿Tan poco tolerable soy?" – Pensaba la chica.

- De acuerdo. – Accedió el del FBI, elevando una ceja al percatarse del uso del nombre.

- Pensé que ibas a negarte a mi petición, dado que si tenemos que escapar, la moto es lo más ágil para hacerlo.

- Ahora que se sincronizó tu reloj con mi celular, estoy viendo el nivel de estrés que tienes encima por haber manejado tantas horas en las condiciones que se encuentra la ruta, y por no haber dormido casi nada. Las probabilidades de que tengas un accidente son mayores a las probabilidades de que intenten secuestrarla. Así que, tu irás con cuidado y a tu ritmo sin tener que cargar con la responsabilidad de cuidarla a ella, y nosotros nos encargaremos de su seguridad. ¿Ok? Vete a bañar y a comer. El tiempo y tu batería corporal, se están acabando.

- "No me percaté que estaba tan mal. Y ahora que lo menciona, se ve realmente cansado." – Pensaba la más joven de las mujeres, viendo de reojo la muñeca del mago. – "Espera un momento, ¿Ese reloj resultó ser de Akai-kun? ¿Por qué lo está controlando de esta forma? ¿Por qué él? ¿No debería ser su madre o... su padre resucitado? ¡No entiendo nada!"

La del este vio como una persona de tez blanca con cabello castaño claro, apareció de repente en el ambiente. Miraba fijamente al mago, quien ya había denotado su presencia apenas ingresó a la sala.

- ¿Llegaste, maldito cretino?

- Oh, genial... ¿Qué se supone que llevas puesto? – Inquirió con asombro, al confirmar lo que había visto de soslayo.

El detective de Inglaterra estaba vestido con un mero jogging negro, una remera gris bastante transpirada y guantes naranjas. Sobre su mano derecha se encontraba un rociador concentrado para limpiar superficies, junto a un trapo mojado de color rosa.

Saguru caminó con paso decidido hacia donde estaba Kaito, con una mirada que era imposible de descifrar. Tenía una mezcla de enojo, preocupación y angustia, y no se sabía con exactitud qué es lo que iba a hacer.

- No quiero una escena Heiji parte dos o una ceguera permanente con ese producto. Lo único que me falta por hoy, es recibir más...

El castaño no escuchó ni una palabra de lo que dijo, y meramente se encargó de acercarse hacia él. Solo cuando estuvo a medio paso de distancia fue que le dio un súbito abrazo.

- "Ehhhhhhhhhhhh, ¡¿Qué demonios está pasando últimamente con esta gente que está tan susceptible?!" – Se preguntaba Aoko al ver la escena con rareza.

Kaito se quedó con los brazos levantados a los costados, sin saber qué hacer.

- ¿Quién murió?

La peor frase que pudo decir el mago.

- ¡Estúpido! – Le reprochó el de ojos marrones, pegándole atrás de la cabeza con la palma de la mano que tenía libre. – ¡Menos mal que eres mago, porque como comediante, te morirías de hambre! ¡Pedazo de hijo de re mil ...!

- ¡Bueno! Come on. Chop-chop. No tenemos tiempo para conversar. – Exclamó Jodie con unos aplausos, interrumpiendo el super insulto que se venía.

El mago se quedó viendo con asombro y un poco de diversión a su amigo por el mero hecho de que iba a insultarlo de esa manera. Sabía que tenía unas ganas tremendas de arrojarse encima de él y molerlo a palos. Pero también sabía que Saguru, no era para nada una persona violenta.

Le golpeó la espalda con una sonrisa, y le entregó su celular.

- ¿Me haces el favor de cargarlo aunque sea un rato? Se está por apagar y debemos salir nuevamente. Si quieres, seguimos hablando después de que me bañe... ¿O prefieres enjabonarme la espalda?

La cara de Saguru se congeló y su ira llegó al máximo exponente. Kaito empezó a hacer acrobacias dentro de la casa para esquivar los vanos intentos de agarre de su amigo, mientras que no paraba de reírse.

- ¡Maldito estúpido, insensato y pervertido mago! ¡Espera que te agarre! ¡Te juro que te mataré! Heiji será un poroto al lado mío. ¡Ven acá y deja de moverte tanto! ¿Acaso no te molieron a palos ayer? ¿Por qué eres más ágil que hace dos años atrás?

- ¿Qué pasa señor consumista de sustancias tóxicas? ¿Soy demasiado rápido para ti?

- ¡Fue para conseguir evidencia! Y espera que mis manos rodeen tu cuello.

- Claro. Evidencia. Das peores excusas que Shinichi. – Dijo colgándose de los barrotes de al lado de la escalera, y subiendo al primer piso con una mera flexión.

- ¡Kaito! ¡No toques el barandal que ya lo limpié, maldita sea! ¡Ven acá! – Le gritó, corriendo las escaleras hacia arriba para alcanzarlo.


Cuarteto en la ruta - 16.00 pm.

Shinichi terminó la llamada con el botón que se encontraba en el volante, y exhaló por la boca con fuerza. Un cambio de dirección, no estaba entre sus planes.

Durante cinco horas y media estuvo manejando sin parar, excepto una vez que fue para cargar combustible, en un camino que estaba lleno de camiones, con curvas que daban a profundos acantilados y para variar, llena de conductores imprudentes. Las rutas eran de una mano de ida, y otra de vuelta. Por lo que en las zonas rectas, debía aprovechar a pasar la mayor cantidad de camiones y autos posibles. Sin embargo, realizar esto, requería un grado de concentración extremo para el detective, debido a que constantemente tenía que calcular la distancia que tenía para pasar los vehículos sin llevarse puesto al que venía de frente, y estar atento a lo que hacía el resto de los mortales, los cuales pensaban que iban solos en la ruta. O no te ponían la luz de giro teniendo que hacer malabares para evitar un accidente, o si te la ponían, la colocaban mal o se olvidaban de sacarla. ¡Y ni hablemos de los que no usaban los espejos de costado!

Estresante. La única posible palabra que pasaba por la cabeza del detective, que podía describir perfectamente el estado del viaje.

Ahora, se encontraban yendo a dos por hora, debido a que hubo varios accidentes que provocaron la demora de la circulación del tráfico.

- ¿Estás bien? – Le preguntó Heiji, al escucharlo refunfuñar.

- Sí. – Le contestó, acercándose al volante con su torso y desplazando lo más posible los hombros hacia atrás para estirar la espalda.

- ¿Quieres que continúe manejando yo?

- No, no te preocupes. Es un tramo más.

- ¿Solo un tramo? A este ritmo, serán mínimo seis horas más de viaje. Llevas todo el día conduciendo mientras que yo, me entretuve con tu notebook para bloquear mi teléfono y eliminar todos los datos. Menos mal que se te ocurrió dejarla en el auto y no en la mochila.

- Pues rápido no puedo ir y tampoco puedo hacer zigzag. Ir en dos ruedas al estilo Rei no es una opción viable, a no ser de que quieras que nos detengan. Por ende, a esperar y ser paciente. Envidio a Kaito en estos momentos.

- Era obvio que iba a llegar antes.

- ¿No te podías comprar un scooter?

- ¿Sabías que hay una que alcanza los 200 kilómetros por hora?

- Encima me estoy muriendo de hambre. Deberíamos haber parado aunque sea a comer algo.

Heiji se dio la vuelta, emitiendo un gruñido en el proceso. Verificó el estado de las dos chicas que viajaban con ellos, encontrándolas totalmente dormidas, y tomó la bolsa que había quedado en el asiento del medio.

- ¿Te duele la zona de las costillas?

- Un poco. – Comentó, sacando unos snacks de la bolsa.

- ¿Cuánto es un poco?

- Si me muevo mucho, apenas puedo respirar bien por el dolor.

- ¿Por qué no me avisaste antes? ¿Eres estúpido?

- Shh. No las despiertes. – Lo reprendió. – Además, ambos sabemos que no podemos parar en ningún lado hasta llegar a Osaka. Es primordial sacarlas de este lugar. Luego, me encargaré de sacarme placas hasta del dedo gordo del pie.

- Heiji, puedes...

- Probablemente sea una o varias fisuras. Dudo que se hayan fracturado, al punto de perforarme un pulmón. – Le explicó, entregándole una bolsa de mix de frutos secos salados y colocando una botella de agua en el porta botellas que se encontraba abajo del freno de mano.

- Mmm. – Se quejó con desaprobación, abriendo el paquete.

- Ya que están dormidas...

- ¡Jo! Se viene el interrogatorio. – Dijo rodando los ojos, al mismo tiempo que se comía una pasa de uva y un maní.

- Obvio. Considerando el buen humor que tienen ambos después de lo de ayer, diría que finalmente arreglaron las cosas, ¿No?

- Fue… una muy larga e intensa conversación. – Le admitió, mientras sacaba un poco el pie del freno para avanzar los dos metros que se liberaron delante de él.

- ¿Le contaste todo?

- Sí.

- ¿Y?

- ¿Y qué?

- No me hagas este jueguito infantil. Ya no tienes siete.

- ¡Pero que chusma que estamos últimamente!

- Ey, ey. Me debes dos años de indemnización psicológica. Además de reuniones entre amigos, bromas universitarias, consejos y sugerencias de salidas en pareja, comida y chupi, relatos laborales… – Enumeró, levantando los dedos de su mano. –… es lo menos que puedes hacer.

- ¿Algo más?

- Sí. Algún día tengo que verte en pedo. ¿Me pregunto si serás del tipo feliz o del tipo triste?

- ¿Por qué quieres ver eso? – Interrogó con confusión, levantando una mano con la palma hacia arriba. – Quiero verlo con Ran, pero no conmigo.

- Porque sí.

- Nunca pasará. Olvídalo. Perder el control no está nunca en ninguno de mis planes.

- La pérdida de control es siempre el origen del miedo. Pero también es siempre el origen del cambio.

- ¿A qué cambio te refieres? ¿A no volver a tomar nunca más después de no saber qué hiciste con tu vida en las últimas horas?

- Veo que ya lo experimentaste.

- No. Kaito vio más de una vez la película: "¿Qué paso ayer?".

- No era alcohol justamente lo que consumieron.

- ¿Siempre fuiste tan literal?

- Además, nunca digas nunca. Ya te dije que no se puede planificar todo en la vida. Vuelve al tema principal de la conversación, por favor.

- ¿Cuál tema? ¿La muy extensa lista de recriminaciones? Solo dime que me extrañaste y lo entenderé. – Le contestó con una sonrisa divertida.

- Cállate. Los hombres no decimos esas cosas.

- Claro. Seguro que a Toyama-san no se lo dices nunca, ¿No?

- No apliques la psicología inversa conmigo. Estábamos hablando de ti, no de mí. Veo que es un método que usas bastante seguido para no contestar absolutamente nada de lo que te preguntan.

- Tu novia me reprochó exactamente lo mismo el primer día que la vi.

- ... – Heiji continuó mirándolo de mala forma.

- Está bien, está bien. Me rindo. – Declaró, levantando las manos y verificando rápidamente por el espejo retrovisor que ambas seguían dormidas. – En resumidas cuentas, le conté lo mío, ella me contó lo suyo, cada uno expuso lo que pensaba sobre el otro, y lo intenté… pero no me dejó alejarla más.

- ¿Qué estaría significando "no me dejó alejarla más"? – Expuso, haciendo comillas con sus dedos a sus costados.

- Eso mismo.

- O sea que… ¿Pasó el efecto contrario?

- Podríamos decir que sí.

- ¿Cuánto? – Preguntó en un tono agudo, con las mejillas totalmente infladas.

- "¿Tengo que responderte eso?"

- Considerando que ya la primera etapa la pasaron hace siglos, ¿Le hiciste la gran segunda pregunta de toda relación?

- ¿Hay un listado de preguntas? – Le consultó con preocupación, mirándolo velozmente.

- Por supuesto: la primera es la de la primer salida. La segunda es la de si quiere ser tu novia... aunque ahora que lo pienso, ya eran novios. Sin embargo, quizás deberías re preguntarle el tema.

- ¿Eso se sigue preguntando?

- Espera, ¿Nunca antes se lo preguntaste?

- Técnica y científicamente hablando… no.

- ¡¿Me estás hablando en serio?! Igualmente, me lo estás diciendo como si ya lo dieses por válido. Eso quiere decir que se dijeron o hicieron algo, por lo cual, ya no se catalogan como ex… o lo que demonios eran.

- Bueno, después de todo…

- ¿Después de todo…?

- Estas interesadísimo, ¿No?

- Por supuesto. Sigue, sigue…

El del este rodó los ojos por segunda vez, en señal de fastidio. Él no era muy abierto en estos temas y además… ¡Eran sus cosas personales! ¡Maldito metiche!

- Te estás poniendo nervioso. – Dijo, con una sonrisa que mostraba todos sus dientes y los cachetes más que inflados por la curiosidad.

Debía admitirlo. Extrañaba a horrores molestar y fastidiar a su amigo de esta forma.

Heiji levantó las cejas, abrió la boca inhalando un largo "ahh" en apenas un susurro, y sus ojos casi se salen de sus órbitas. La expresión exclamativa de sorpresa, alertó al del este.

- Shinichi Kudo, ¿Hasta dónde te atreviste a llegar?

- Heiji Hattori, ¿Qué demonios estás pensando?

- Y, no sé. Dímelo tú.

- No pasó nada de lo que te estás imaginando. Tu mente está podrida.

- Sí, claro. ¿Vas a decirme que solo hablaron como dos buenos niños?

- Básicamente y en gran parte de las cosas, sí. Es lo que hicimos.

- ¿Y en el resto de las cosas faltantes? Dijiste, "en gran parte de las cosas". Me estás dejando como un cuarto de información de lado.

- Yo no te estoy preguntando qué es lo que hiciste con tu novia desde que empezaron a salir.

- ¿Qué quieres saber? Nada que ocultar, excepto algunos detalles ya demasiados privados.

- ¡Heiji!

- Ok, ok.

- …

- …

- …

- Considerando la evidencia que dejaron en el baño... te abalanzaste sobre ella de una forma poco pacífica y la encerraste contra el lavamanos, ¿No?

- Heiji… te juro que estoy a punto de abrirte la puerta y patearte hacia afuera.

Lo único que se escuchó en el pequeño espacio, fueron las risas del moreno mezcladas con quejidos de dolor, al saber que había acertado.


Hamatia – 19.00 pm.

Un hombre fuerte y de gran corpulencia, se encontraba fumando tranquilamente un habano a las afueras de la ciudad. Su rostro era recto en los laterales, especialmente, en las esquinas de la frente y la quijada. El ancho de su frente, pómulos y mandíbula mantenían una simetría casi perfecta, denotando una personalidad segura, inteligente y con un pensamiento lógico. Pero muy a pesar de estos rasgos tan llamativos, lo que más resaltaba sobre su tez morena eran sus oscuros ojos marrones, los cuales manifestaban una gran falta de propensión a la amabilidad y empatía.

- Chicos, chicos, chicos. A ver, ¿Cómo nos damos cuenta de que una persona es leal?

- ¡No fue mi culpa! ¡No tuve nada que ver con esto! Lo prometo.

- Ahí está el error. Las palabras y las promesas, no sirven. ¿Alguno sabe por qué?

- ...

- ¿No? ¿Nadie? – Preguntó, elevando los brazos a sus costados y dando la vuelta para que su público lo vea bien. – Yo se los explicaré. Porque la confianza se gana, el respeto se da y la lealtad se demuestra a través de las acciones. ¡Acciones, muchachos! Por ende, vuelvo a preguntarte. ¿Estás seguro de que me estás diciendo la verdad?

- ¡Sí! ¡Lo juro por la vida de mi madre!

- Pues se ve que no la estimas demasiado. No te preocupes que en ese caso, también nos encargaremos de ella. Una jubilación menos que pagar. – Alegó, realizándole algunas palmaditas en el hombro.

- ¡No! ¡No! ¡Es una pobre vieja! ¡No le hagan daño, por favor! ¡Ella no tuvo nada que ver!

Dos personas que acompañaban al fumador, golpearon una y otra vez con sus puños, a la persona que se encontraba atada de manos y pies. Finalmente cayó al piso, intentando hacerse un ovillo para protegerse de las continuas patadas que recibía sobre sus costillas y cabeza.

Había otros dos hombres que se encontraban atestiguando el escenario. Se encontraban callados al saber que en solo unos minutos, sus destinos iban a ser exactamente los mismos. Ahora, tanto sus vidas como sus muertes, estaban a merced de la paciencia y compasión de sus captores. Y lo único que podían hacer, era orar para que fuese rápido.

El sonido de un celular interrumpió la cesión de tortura por unos segundos, pero aún así no la detuvo.

- Eiji.

Uno de los atacantes decidió tomar una palanca de hierro, pegándole en las piernas al hombre caído. Un fuerte, desgarrador y largo grito salió desde lo más profundo de su alma.

- Iwao, ¿Cómo estás? Veo que te encuentras un poco ocupado.

- Nah, lo de siempre.

- ¡Tengo familia, por favor! ¡Déjenme ir! – Gritó con exasperación, intentando que su torturador se apiade de él.

- Siempre la misma excusa. ¿Es que no tienen nada más creativo para decir? – Le reprochó su atacante, mientras le infligía un golpe a sus brazos y otro sobre la cabeza.

- En eso tengo que darle la razón. Iwao, necesito un favor un poco urgente.

- Kano, no le rompas tanto el cráneo que necesito que quede algo reconocible de él. – Le ordenó el fumador a su cómplice. – ¿Qué necesitas?

- Aseguramiento sobre una operación.

- ¡Whoa! Hace años que no me pides algo así.

- Gente complicada y anormal.

- ¿En qué te metiste?

- Yo no. Tu sobrino. Se metió en una buena esta vez.

- ¿Qué hizo el muy idiota ahora? Nunca mueve el culo para nada, y cuando lo hace, ¿Resulta que lo hace mal?

- ¿Línea segura?

- Por supuesto.

- Fúmate dos o tres habanos.

- Estoy en eso.

Mientras que el fuerte olor a tabaco provocaba un contraste agresivo contra la pureza de la vegetación y el aire limpio, Iwao escuchaba a su hermano contarle de forma concisa, todo lo que fue pasando a lo largo de estos diez días.

- ¡¿Qué?! – Gritó al teléfono.

- ¡Basta! – Imploró la víctima.

- ¡¿Pero es estúpido?!

- ¡No aguanto mas!

- ¡Definitivamente te equivocaste de posición sexual cuando decidiste dejar embarazada a tu ex mujer!

- ¡Mátenme, por favor!

- ¡Concedido!

Iwao sacó una pistola y con un disparo, generó un silencio absoluto en la conversación.

- Que el muy imbécil, ¿Hizo qué? – Expresó, guardando su arma y sacando un anotador extremadamente viejo junto a una birome.

- Lo que escuchaste.

- Me tocó el sobrino más idiota del mundo. – Refunfuñó, escribiendo un nombre más en la página 27.

- Después se ofende con lo que le dije.

- No tiene ni la más puta idea de lo que es ensuciarse las manos. Vivió siempre en cuna de oro y eso es tu maldita culpa. – Espetó, mientras hacía señas hacia el cadáver para que sus subordinados se encarguen de el.

- Sí, lo sé. Lo malcrié, hermano mío.

- ¿Ahora entiendes por qué no quiero hijos? Se mandan una cagada tras otra. Para eso prefiero quedarme solo.

- ...

- Eiji, tengo cincuenta y tres años. Ya me hice mayor para estas cosas. No tengo la misma fuerza y energía que cuando tenía veinte años.

- Lo sé. Pero tienes buen criterio para elegir a la gente adecuada para emparchar este tipo de situaciones. Ayer los chicos intentaron realizar un asalto y no lograron el objetivo. Terminaron todos en el maldito hospital. Yamamoto-kun también va a encargarse de esto.

- ¿Yamamoto-kun? ¿Vas a hacerle pagar la deuda?

- Tengo que hacerlo. ¿Qué otra opción tengo?

- Es un precio demasiado alto el que estás pagando. ¿Entonces para qué me quieres a mi en el medio?

- Ya te lo dije. Reaseguramiento. No quiero más errores y los quiero fuera.

- Veré en que te puedo ayudar. Envíame toda la data que tengas y la posible localización. Me contactaré con Yamamoto-kun para terminar de arreglar los detalles.

- Ok. Otra cosa. Necesito reposición de cero kilómetro. Me quedé sin stock.

- Últimamente eso se está complicando. ¿Para cuándo y cuántos?

- De forma urgente, y mínimo dos.

- Como estamos, eh. ¿Algo más?

- Perdón. Es una semana un tanto... complicada.

- Lo bueno es que estos trabajos siempre rinden sus frutos. Veré que logro recabar, antes de planear mis próximas vacaciones. Contigo las necesito cada vez más seguidas.

- Prometo pagártelas. Gracias Iwao.


Nueva casa de Seguridad a 250km de Osaka – 21.00 pm.

El grupo se encontraba sentado en la entrada de la simple casa de campo. Todos cansados después de haber sido un largo y agotador día... excepto Kogoro, quien caminaba de un lado al otro sin parar, al saber que en solo unos minutos iba a volver a reencontrarse con su única y querida hija. La ansiedad y el nerviosismo lo estaban carcomiendo, al punto que podías imaginarte un batallón de hormigas rojas picándole el trasero.

- ¿Dónde están? – Consultó el de pequeños ojos negros, pateando una pequeña roca.

- Quiero matarte. – Le respondió un fastidiado y dormido Kaito, luego de una larga exhalación.

- Perdón. Tengo un cúmulo de de inquietud, preocupación y angustia.

- No me di cuenta. Me preguntas lo mismo cada un minuto... ¡Literal! – Y giró los ojos antes de observar su celular. – A un kilómetro y medio.

- ¿No deberíamos escucharlos? ¿Les habrá pasado algo?

- Es de noche, el terreno no está asfaltado y Shinichi no conoce la zona. No va a venir a 200 kilómetros por hora. Es loco y desquiciado, pero no imprudente. – Le explicó Yusaku.

- Menos mal. Sería lo único que le faltara a la lista, ¿No? – Dijo el mago, riéndose.

- En realidad, creo que una pequeña dosis no le haría mal. A veces parece un viejo gruñón.

- ¿No se supone que es su hijo? – Consultó una confundida Aoko, quien yacía sentada entre Kaito y Saguru.

- ¿Qué puedo hacer? Intento ser siempre sincero.

- Bien... ¿Dónde están? – Interrumpió Kogoro, nuevamente.

- ¡Basta! Me voy. – Dijo un exasperado mago, poniéndose de pie.

- ¡Claro que no! Te perseguiré hasta que me digas que los podemos ver.

- ¡Aléjate! O te juro que apago el celular y lo tiro al primer inodoro que encuentre.

- ¡Pero...!

- Ah, shh, shh. – Lo cayó.

- Pero... – Le colocó cara de perro degollado.

- Cuenta hasta 100, y luego me preguntas de nuevo.

- ¿Estás empleando mi técnica? Primero Shinichi, ¿Y ahora tú? – Preguntó Shuichi con diversión.

- ¿Me pregunto para qué la emplearás? – Cuestionó Jodie, cruzándose de brazos y colocando su peor mirada de asesina.

- Me reservo el derecho a guardar silencio y a no prestar declaración.

- Kisaki-san no está, por ende, no tienes abogado defensor, querido. – Le recriminó, enfatizando la última palabra.

Kaito los miró con una sonrisa divertida antes de desviar su atención al teléfono.

- Están a cinco cuadras.

- ¡¿Tanto te costaba decirme eso?! – Le recriminó Kogoro.

El del FBI se levantó y empezó a caminar hacia la entrada del campo. No pasó mucho tiempo para que un auto negro se acerque a ellos con las luces apagadas.

Shuichi levantó una mano e inmediatamente Shinichi detuvo el rodado. Luego, levantó su mano izquierda en alto mostrando tres dedos, la dio vuelta, e hizo un movimiento de avance hacia él, para después señalar con la mano derecha, lo que aparentaba ser un rejunte de árboles a unos ciento cincuenta metros de distancia.

Cinco segundos después, los pasajeros del auto bajaron del vehículo a excepción del conductor, quien continuó su camino hacia donde el del FBI le había indicado.

El viejo detective vio como Ran se acercaba a ellos y no pudo evitar caminar con paso veloz hacia ella. Estaba viva y estaba ahí, a solo unos meros pasos de distancia. Dirigió su vista hacia su pierna, observando que la herida no parecía causarle problemas para realizar dicha acción.

La mirada de ella en cambio, realizó un rápido paneo sobre la gente que había, focalizándose sobre el rostro de su padre. Sabía que él se estaba conteniendo y que probablemente en unos instantes, se transformaría en un torrente de lágrimas sin cesar... al igual que ella.

No podía negar que sentía una fuerte opresión en el pecho. Vivieron una situación de porquería y muy intensa, la cual hizo que pensara que nunca más iba a ver a ninguna de las personas que amaba. Su padre, su madre, Shinichi, Sonoko, sus amigos...

Cayó la primer lágrima de sus ojos azules, y otra la siguió...

Ran ni siquiera se sorprendió y muchos menos luchó contra la fuerza del abrazo de su padre, a pesar de que la estaba aplastando y estrujando. Podía sentir la desesperación, el miedo, la preocupación y el estrés que ambos sufrieron en las últimas dos semanas. No se le ocurría que conjunción de palabras lograrían acallar esa clase de sentimientos, por lo que decidió abrazarlo de la forma más fuerte posible para que entienda que lo comprendía, y que sentía exactamente lo mismo.

- Estás bien. – Dijo afirmativamente el viejo detective.

- Tú te ves horrible, papá. ¿Qué te pasó en el rostro? – Preguntó entre sollozos, al separarse un poco para poder respirar.

- Rei-kun.

El susodicho miró para otro lado al escucharlos.

- Uno te tira una granada y otro te golpea. Me parece que debes seriamente empezar a evaluar tus amistades.

- ¡Ey! Eso no es justo. – Argumentó el rubio, observando al de Osaka ser guiado por su novia. – Heiji, ¿Estás bien? ¿Necesitas ayuda?

- Me duele todo, pero estaré bien. No te preocupes.

- ¡Te molieron a palos! – Exclamó Saguru, tomando rápidamente el lugar de Kazuha.

- Dime algo que no sepa.

- ¿Para qué demonios fuiste?

- Mejor cállate si no quieres que te mate.

- Si hay algo que no extrañaba, era tu demostración de cariño.

Del otro lado, Shinichi estacionaba el auto en paralelo a la entrada de la casa, bajo una gran arboleda. Su puerta estaba dispuesta de forma lineal, en la misma dirección que la carretera por la que acababan de circular, y a través de su ventana abierta, ya podía sentir el olor a pino y madera. Olores que le hacían recordar a cierta casa en California, cuando vivía con los del FBI.

Se sacó los anteojos de descanso que tenía puestos, y los colocó sobre la superficie entre el volante y el parabrisas. Suspiró largamente, mientras cerraba los ojos y se apoyaba sobre el asiento.

Todavía le dolía el golpe de la cabeza.

- "Estoy extenuado y necesito dormir. Pero solo es un poco más de esfuerzo. Ya llegamos." – Pensaba, mientras apagaba las luces y el motor, y sacaba la llave del mecanismo de encendido.

Salió del auto, y una vez que cerró la puerta, se apoyó sobre ella con todo su peso. Escuchaba de forma lejana, los sollozos de Kogoro y las puteadas de Heiji al no poder moverse libremente por estar duro y por los golpes que recibió.

- "Ya está. Ya puedo empezar a relajarme dado que Shuichi, Rei y Jodie están acá."

Inhaló fuertemente una vez más, sintiendo como los músculos de su espalda pedían a gritos ser estirados. Puso sus manos sobre sus muslos, y lentamente fue exhalando y deslizándose por sus piernas, hasta que llegó a sus rodillas.

Y no sabe qué pasó. Pero de repente, el agente del FBI, Rei y su padre, empezaron a correr eufóricos hacia él. Su hermano gemelo, quien se encontraba tranquilo y quieto en la entrada, corrió como nunca se lo vio, pasando al resto, y saltando por el capó del auto hasta posicionarse a su lado.

- ¡¿Estás bien?! – Preguntó el mago con urgencia, exaltando al detective.

- Estoy bien, estoy bien. – Dijo levantándose rápidamente, elevando las manos y sorprendiéndose. – Sólo me estaba estirando, ¿Qué demonios te pasa?

- ¡Idiota! ¿Qué me pasa a mí? ¿Qué te pasa a ti? – Exclamó Kaito, golpeándolo atrás de la cabeza. – Deja de encender innecesariamente las alarmas.

- ¡Oye, eso me dolió! – Le recriminó, tocándose reiteradamente la zona.

- ...

- ¿Lo… siento?

- ¿Seguro que estás bien? – Quiso cerciorarse su padre con desesperación, al acercarse a él y tomarlo por el brazo. – ¿Todo está en orden?

- Estoy bien. Solo estoy cansado, muerto de hambre y con un par de contracturas. Sin mencionar que me arden los ojos y me duele absolutamente todo.

- Los disparos no…

- ¡Papá, estoy bien! – Le reaseguró con firmeza. – Cálmate un poco. De hecho... ¡Cálmense todos, por favor! – Gritó, mientras caminaba hacia la entrada, poniendo la alarma del auto.

- ¡Mierda que llamaste la atención! ¡La próxima vez no te muevas, ni respires! – Gritó Heiji a la distancia y con sarcasmo. – ¡No entiendo por qué tanto alboroto si no presentó, ni presenta, signos de sentirse mal! ¡Déjenlo estirarse, que todos tenemos el culo chato por el maldito viaje!

Kogoro escuchó el exabrupto del detective del oeste, y notó como su hija se tensó cuando los vio a todos correr, al punto de casi salir disparada también. Ya sospechaba que algo le había pasado a Shinichi. Pero ahora, terminó de confirmar que el problema no parecía estar resuelto. La forma en que todos reaccionaron, demostraba solo dos cosas: miedo y extrema preocupación.

- ¿Qué le sucede? ¿Está bien? – Le consultó a su hija, mientras observaba como todos se iban acercando a la casa.

- Eso parece.

- Pero algo le pasa.

- Sí. Pero...

- Sí, lo sé. Todos me dicen que es una larga y complicada historia.

- En verdad lo es.

- Veo que se pusieron al corriente y aprovecharon para completar el checklist de las cosas que les quedaron pendientes de hacer... digo, decir. – Dijo con un tono de voz de burla, para sacarle la tristeza que denotó en su mirada.

- ... un poco.

- "Mmmju. Claro. El tono de voz agudo y el rubor en tus mejillas no me indica absolutamente nada."

- Están agotados. Deberíamos apresurarnos para que duerman un poco, si es que mañana tenemos que viajar otra vez. – Declaró Jodie al verlos a todos en la entrada.

- Todo el mundo adentro. – Indicó Shuichi de repente, cuando todos se acercaron a la entrada. – Excepto tú, Shinichi.

- Cagaste. – Dijo en voz baja el mago, mientras colocaba sus manos a los costados de los brazos de Shinichi. – Te recordaré por siempre, amigo mio.

- Gracias, Kaito. Eres el mejor hermano del mundo.

- Obvio. – Le replicó, guiñándole un ojo.

Jodie, junto con Rei y los otros tres chicos, movilizaron a las chicas y a Kogoro hacia adentro de la casa. Yusaku se quedó estático en el lugar, queriendo ser testigo de la conversación.

- ¡Te ves para la mierda! – Lo retó el del FBI.

- ¿Yo solo? Véanse al espejo antes de recriminarme algo.

- Shinichi... ¿Hace cuánto que no duermes?

- Mmm, dormí un par de horas a la tarde del miércoles.

- ¿Un par de horas? ¿Cuándo fue la última vez que dormiste como corresponde?

- "Ufff, se viene". – El lunes a la noche. El martes me tocó guardia.

- ¡Te voy a matar! ¡Hoy es jueves! ¡Se supone que debías descansar, antes de manejar!

- Lo sé. Lo sé, ¿Pero qué querías que hiciera? Estuve en modo alerta todo el tiempo y recién ahora que sé que ustedes están acá, puedo empezar a relajarme. Con todo el ajetreo de ayer, ¿En serio pensaste que me iba a ir a dormir como si nada?

Shuichi resopló con fastidio mientras tomaba su teléfono para abrir la app.

- ¿Tuviste algún problema con respecto a tu cuadro en estos diez días?

- No.

- ¿Qué hiciste el domingo a la noche?

- Salí a correr con Kaito un poco. Lo mismo el martes a la mañana cuando nos enteramos de lo de le pasó a Chikage-san.

- ¿Y por qué hoy a la mañana tuviste el ritmo cardíaco irregular y alto? ¿Qué estuviste haciendo, ya que no dormiste?

- "Oh, eso. ¿Dejando que los diablos se apoderen de mi cabeza? ¿Atacando a mi novia con un poco de desesperación? ¿Subiéndola a una mesada con tal de que se aferre un poco más a mí? ¿Pasando mis manos por sus sedosos muslos? Claramente no puedo responderles eso, por más que quisiera. Me imagino la cara que pondría papá al enterarse... Aunque ahora me tenté en decírselo solo para verlo reaccionar."

La cara del detective pasó de ser seria a juguetona, y de juguetona a pícara. Dicha transformación facial, desconcertó a los dos hombres que lo estaban interrogando.

- Estaba haciendo la mejor actividad recreativa de mi vida. ¿Les satisface la explicación o quieren que les de más detalles?

Tanto Shuichi como Yusaku, se quedaron con un signo de interrogación sobre sus rostros. No sabían si preguntar o no, por miedo a obtener una respuesta un tanto... rara.

Shinichi se les quedó viendo fijamente. Ahora tenía la misma expresión de siempre: serio, emocionalmente controlado, con ojos duros y estoicos. Pero entonces, ¿Por qué hace solamente tres segundos atrás, sentían que algo en él había cambiado?

Los dos hombres mayores se veían entre ellos periféricamente. Ambos lo habían notado, pero ninguno podía deducirlo.

- ¿Qué demonios hicieron estas mujeres contigo, en tan poco tiempo? – Se animó a preguntar el del FBI, con perplejidad.

- Corrección. ¿Qué estuvo haciendo Ran-chan contigo? – Dijo su padre.

- Papá, por favor. Yo no te pregunto qué es lo que haces con mamá cuando nosotros no estamos. – Le reprochó con indignación sobre exagerada, pero sonriendo a la misma vez.

De nuevo lo mismo. El del FBI y el escritor, no sabían cómo reaccionar, ni qué pensar o qué decir... y Shinichi se estaba divirtiendo mucho por eso.

- Estoy bien, dejen de preocuparse. Solamente me duele un poco la zona de los disparos y atrás de la cabeza por golpear a uno de esos tipos. El resto está todo en orden cómo debería estar. ¿Podemos por favor ir adentro? Sinceramente, quiero comer algo rápido, ducharme e irme a dormir. – Comentó, empezando a caminar hacia la entrada de la casa.

- Este chico no es el mismo que hace dos semanas atrás. – Declaró el hombre de ojos verdes, encontrando el habla nuevamente.

- Definitivamente concuerdo con tu comentario en un cien por ciento.


Boliche Samurai Hamatia – 21.30 pm.

La música electrónica del Dj reventaba los parlantes mientras la gente bien vestida se movía al ritmo del bass por todo el espacio disponible. El ambiente era iluminado por lasers de color violeta, azul y verde, los cuales se deslizaban en distintas direcciones, creando un espectacular juego de luces.

La barra como siempre, rebalsaba de gente que quería consumir alcohol o alguna que otra bebida, por lo que los barman siempre estaban yendo de un lado al otro sin parar, demostrando sus hazañas para servir en las pequeñas copas.

Dos amigos se encontraban charlando de forma más reservada, alrededor de una pequeña mesa que contenía sillones blancos con rayas negras horizontales. Era un lugar recóndito, no tan ruidoso y un poco más iluminado, donde solo podía acceder cierto tipo de gente.

- ¿Puedes creer que me dijo eso?

- No se que decirte, Hiroto. Tu viejo debe estar estresado. No lo justifico, pero...

- Pero nada. Que se empiece a medicar o que se retire de una buena vez. – Dijo de forme indignada, terminando el fondo de su vaso y levantando su mano para pedir otro más.

Una chica de coleta alta, minifalda negra y un top blanco ajustado, le trajo inmediatamente otra bebida a su mesa.

- Gracias, preciosa. – Comentó, guiñándole un ojo.

La chica sonrió y se retiró para atender a otras mesas, mientras balanceaba su cadera de forma sugestiva hacia un lado y hacia el otro.

- Ok. Creo que tomaste demasiado por hoy. – Sugirió su amigo, mientras intentaba retirar el nuevo vaso de su alcance.

- Ah, no, no. Recién empecé. – Le respondió, evitando que lo haga. – Voy a honrar, lo que según dijo mi padre, hago mejor. No quiero decepcionarlo más de lo que lo hice, ¿No?

- No tengo ganas de cargarte como una bolsa de papas. Al menos no como la última vez.

- ¿Todavía estás enojado por lo del auto?

- ¡Por supuesto! Lo vomitaste todo. Dos lavados necesitó para sacar tu asquerosidad del tapizado.

- ¿Para qué tienes gente que te lo lava? – Preguntó, jugando con la pajita negra que se encontraba en su vaso. – Dales un poco de uso a tu gente, o les pagarás al pedo.

- Ay, Hiroto, amigo mío. Debes cambiar esa mentalidad que tienes sobre el poder.

- Para eso lo tenemos. Para emplearlo.

- Sí, pero debes hacerlo racionalmente. Sino, solo serás un pendejo ricachón más.

- Me estás cayendo mal. Te pareces a mi viejo.

- El mío también es así. Ya lo conoces.

- ¿Cómo haces para llevarte tan bien con él? Otro que se volvió cascarrabias desde que lo promovieron a Superintendente de la Prefectura.

- No me meto en sus asuntos desde que intentaron incriminarme en esa presunta denuncia de venta del lado este.

- ¿Presunta? – Preguntó con gracia, frunciendo los labios.

- Bueno, era cierta. Pero nadie tiene por qué saber eso.

- Al menos tuviste la opción de elegir sobre qué hacer, a pesar de que te mandaste una cagada. Yo no tuve esa chance. Y además, según su punto de vista, nunca hago nada bien. Me tiene podrido con las constantes críticas.

- Pues entonces ponte en sus zapatos y piensa en cómo procedería él. Eso es lo que hago yo para evitarme los malditos sermones. ¿Tu crees que me llevo bien con él o que tengo la chance de elegir lo que quiero hacer? Pues no, amigo mío. Es solo una actuación diaria.

- No quiero hacer eso. – Dijo firmemente, dejando el vaso de un golpe sobre la mesa. – Estoy cansado de que quiera manejar mi vida como él quiere y como él dice que tiene que ser. Sus reglas. Sus imposiciones. Su modo. Estoy cansado de ser un maldito títere al cual maneja como se le da la gana con sus hilos. Hasta mi sueldo gestiona a su gusto y piacere. Malditas empresas familiares e ilegales. Si hubiera trabajado en blanco y en una actividad normal, te puedo asegurar que ya me hubiera ido bien a la mierda.

Su amigo apoyó la espalda sobre el respaldo del sillón y sus extremidades superiores sobre los apoyabrazos. Comprendía lo que le acababa de confesar. Todo el mundo pensaba que tenían las cosas fáciles porque tenían el famoso control o el poder de todo. Pero la realidad era otra totalmente distinta. En lo que menos control tenían, eran en las decisiones sobre sus propias vidas.

- Bien, pensemos con la cabeza fría. – Sugirió, colocando un tobillo sobre la rodilla. – Salirte del negocio o irte no es una opción que quede a tu elección, a no ser de que quieras quedar de patitas a la calle y sin un mango. Tu viejo es capaz de hacerte la vida imposible y de cerrarte cualquier oportunidad laboral que te surja con tal de que le ruegues volver. Sabiendo esto, ¿Qué harás?

- No lo sé. ¿Si me mudo de prefectura o me cambio el nombre?

- ¿Eres capaz de llegar a tal extremo?

- ...

- Vivirías incómodo, escondido y no te lo voy a negar, vas a tener que pelearla mucho para sobrevivir. Olvídate de los lujos, de tener auto, dinero y mujeres. Sí, tendrás la oportunidad de elegir sobre qué hacer y qué decir. Pero la libertad cuesta muy cara. Y es necesario, o resignarse a vivir sin ella, o decidirse a comprarla por su precio. La pregunta es, ¿Qué tan dispuesto estás a dejar todo lo que tienes por ello?

- ...

- Por otro lado, ¿Te gusta lo que haces?

- Sí.

- Entonces actualizar tu cv no es una opción tampoco. Ya estaba pensando en cómo decorarte los campos de experiencia y educación, dado que no tienes ninguna.

- ¿Ahora te haces el gracioso?

- Siempre soy gracioso. – Le aclaró, guiñándole un ojo. – Visto y considerando los resultados de la evaluación que se le realizó al entrevistado... – Mientras lo señalaba con una mano, – ... no te queda otra que demostrarle de qué estás hecho... y deja de tomar.

- ¿Me estás aconsejando con toda esta cháchara de por medio para que no te vomite el auto?

- Exacto.

- Eres un imbécil.

- Bien que me consideras tu único y gran amigo.

- Tienes una gran autoestima. ¿Por qué no te besas a ti mismo?

- Lo haría si podría.

- Ahora entiendo por qué no tienes novia.

- Mira quien habla. Cambiando de tema, tu tío se comunicó con mi viejo hace unas horas.

- Pensé que no te metías en sus asuntos.

- Solo en los que él quiere.

- ¿Qué quería?

- No estoy muy seguro.

- Ok. Entonces, no te metiste en ninguno de sus asuntos.

- ¿Ahora te haces el inteligente? Vete de acá. – Le recriminó, tirándose sobre la mesa que se encontraba entre ellos y empujando uno de sus brazos con un puño.

- Seguro que estaba buscando recursos o información para encargarse del gran problema. – Opinó sarcásticamente.

- ¿En serio te topaste con ellos? Pensé que la mitad de ellos estaban muertos.

- No me topé con ellos. ¡Me topé con sus malditas novias o lo que mierda sean!

- Peor. – Dijo, largando una carcajada.

- Parece que hace rato que no aparecían, a excepción de ese Hattori.

- Oh. Alguien estuvo averiguando cosas por Internet.

- Cállate, imbécil. Si mi padre me va a insultar por algo, mejor que sepa primero por qué.

- Bueno, basta de charlas de trabajo. ¿Qué te parece si salimos a divertirnos un poco?

- Hablando de salir a cazar, parece que falta inventario. Otra vez.

- Últimamente tenemos más rotación de producto de la habitual. Quizás te podrías encargar de eso. No puedo decir que no tienes buen gusto para eso. ¿Te dijeron las especificaciones?

- Sí. Cero kilómetro.

- ¡Pureza al 100%! ¡Hermoso!

- Aparentemente quieren tener una muy buena fiesta.

- ¡Ves que conoces bien el negocio! Después de todo, no eres tan idiota.

- Vete a la mierda.

- De hecho, lo haré. Tengo que ir al baño.

- Que asco. Lávate las manos al terminar.


Nueva casa de Seguridad a 250km de Osaka – 21.30 pm.

El comedor de la casa se encontraba sumiso en el más tranquilo, pero inquieto silencio. Solamente se escuchaban los vanos intentos de cortar la comida con los cubiertos de plástico, sobre los platos descartables. Considerando que solo iban a quedarse unas horas, no le veían el sentido de usar vajilla para después lavarla, secarla y guardarla. Era más práctico meter todo en una bolsa en tres segundos, y tirarla a la basura.

Ran fue una de las primeras en terminar de comer, y se puso a observar y a analizar los rostros de todos. Estaban agotados a nivel físico, mental y emocional, y es por eso que no hablaban. Las ojeras y los ojos rojos, predominaban sobre sus facciones. Excepto...

- ¿Cómo puedes todavía tener tanta energía? – Preguntó la del este al ver al mago serruchar con el cuchillo a toda velocidad, un pedazo de carne que no podía cortar correctamente.

- No voy a dejar que un maldito cuchillo de plástico evite que coma esto que está buenísimo.

- Eres un muerto de hambre, Kaito. – Le recriminó Jodie. – ¿No te dieron de comer en estos diez días?

- Yo no tengo la culpa de que estemos consumiendo menos alimento de lo que habitualmente comemos. Mi estómago lo reclama.

- Tampoco es que nos estamos moviendo tanto para justificar que no estamos comiendo lo que "habitualmente comemos". – Le explicó su hermano, realizando hincapié en sus palabras.

- Me perdí con lo que dijo. Es muy tarde para oraciones tan complejas. – Expresó Aoko, con un suspiro.

- Ahora tengo curiosidad. ¿Cuántas calorías consumen por día? – Consultó Heiji, al mirar bien a Shinichi.

- No creo que quieras saber eso. – Le respondió Yusaku. – Puedes traumarte como lo hace Yuki todos los días, cuando debe prepararles todas las comidas.

- ¿Para tanto?

- Van con dos bolsos a entrenar. Uno con comida, y el otro con ropa.

- ¡Exagerado! Es imposible que coman tanto. – Dijo Kogoro, pensando que solamente iban al gimnasio.

Jodie y Yusaku empezaron a reírse fuertemente.

- Saguru, hagamos apuestas. – Sugirió el de Osaka.

- No sería un trato justo. Estuviste con ellos, así que ya tienes un cálculo que yo no.

- Es no significativo por lo que veo. Así que, digamos un número a la cuenta de tres. Rei, te doy el honor del conteo.

- "Ok. Puedo calcular los kilos aproximados, la altura, la edad y el sexo. Pero no se qué actividades específicamente realizan, por ende, imaginemos el peor escenario." – Razonaba Saguru, analizando la contextura física de ambos sujetos de estudio.

- ¡Uno, dos, tres!

- ¡5,5 mil! – Dijeron ambos, al mismo tiempo.

- ¿No podías elegir otro número? – Se quejó el moreno.

- Lo mismo digo.

- ¡Exageraron un poco, animales! – Les exclamó Kazuha.

- Ambos se equivocaron. – Les dijo el del FBI.

- ¿Nos pasamos? – Preguntó con extrañeza el de cabellos castaños.

El del FBI meramente sonrió sin contestarles.

- Por cierto Shinichi, hablando de calorías... Steve está un poco ansioso ante tu falta de comunicación. Respóndele si puedes en algún momento. Es capaz de desviar todos los satélites ubicados en la órbita de alrededor de la Tierra para analizar cada centímetro cúbico de la superficie de este país y así poder localizarte. – Indicó Jodie.

- Después le pedirá a algún amigo que pilotee hasta acá, y realizará un salto Halo. – Siguió Shuichi.

- Y aterrizará en el techo de esta casa como si hubiera saltado la rayuela. – Dijo Kaito, habiendo terminado de comer.

- Lo peor de todo, es que es capaz de hacer todo lo que dijeron. – Expresó el detective del este, con cara de fastidio y abatimiento. – Mejor que lo llame. Con permiso. – Avisó, levantándose de la silla.

- ¿Quién es Steve? – Se animó a preguntar Kazuha, cuando el de ojos azules salió del comedor.

- Un maniático. – Respondió Akai.

- Alguien absolutamente desquiciado. – Expresó la rubia del FBI.

- Un control freak como Shinichi. – Se animó a decir el de Seguridad.

- ¡Peor! ¡Creo que le gana! – Opinó Kaito.

- ¿Tú dices? Acuérdate que entrené con él y ustedes, y no me pareció dar esa impresión. – Consulto Rei.

- ¡Tiene tres relojes encima y dos tablets!

- ¿Por qué tanto?

- Controla ritmo cardíaco, estrés corporal, el remanente de energía, la velocidad, usa tres cronómetros distintos, mide tres intensidades distintas, tres...

- Listo. Ya entendí. – Lo frenó Rei, mostrándole una palma. Hasta para él era mucho.

- Yusaku, se te ve muy entretenido. – Comentó Kogoro, quien no entendía nada.

- Para no hacerlo. Me alegra de que todos estén tan de buen humor, a pesar de todo lo que está pasando. – Declaró Yusaku, con gran satisfacción.

- ¿Estabas preocupado por tu hijo? ¿Acaso pensabas que Ran iba a matarlo antes que estos tipos, con una de sus super patadas voladoras?

- ¡Papá!

- Debo admitir que era una probabilidad que había tenido en cuenta.

- ¡Kudo-kun! – Le reprochó la karateca, obteniendo una mirada de disculpa por parte del hombre mayor.

- Perdón, Ran-chan. Pero es tan raro verlo tranquilo y distendido.

- ¿Distendido? – Consultó Aoko, con escepticismo.

- ¿Estamos hablando de la misma persona? – Preguntó la mujer de ojos verdes con duda.

- Ese día en particular, solamente lo vieron un poquito enojado. No se quejen que está hiper tranquilo. – Les aseguró Kaito.

- "Ah, se refieren al día que se enojó con Aoko-chan." – Pensaba Ran.

- Está así porque cierto paquete está asegurado. – Opinó Shuichi, al mirar de reojo a la karateca. – Y esperemos que la situación se mantenga así.

- Si se enoja en serio, avísame que me voy a la mierda y me tomo el primer vuelo que encuentre. – Expresó el mago con mala cara, mientras tomaba el remanente de agua que quedó en su vaso.

- ¿Te acuerdas de eso? – Dijo Shuichi, con diversión.

- Para olvidármelo. ¿Quién crees que terminó siendo el jamón del medio entre Steve y la bolsa?

- Ran-chan, ¿Tú sabes de qué hablan? – Susurró Kazuha.

- No. Solo pude comprender la mitad de las cosas que dijeron.

- Al final, ¿Cuánto consumen estas pequeñas bestias? ¿Seis y medio? – Volvió a preguntar el detective del oeste, elevando su apuesta.

- ¡Apestan haciendo cálculos! Yo ingiero casi siete mil. Y Shinichi... bueno. El come bastante más. – Le respondió Kaito.

- ¿Cómo cuánto más?

- Mínimo ocho, máximo diez. Todo depende de la etapa de planificación de entrenamiento en la que se encuentre.

- Pará, pará. Eso es lo que come un atleta olímpico.

- ¡¿Qué?! ¿Me estás cargando? ¡Es una bestia! – Preguntó un pasmado Saguru.

- ¿Cómo puede estar flaco? ¡Lo odio! – Refunfuñó Kazuha.

- Corrección. Formado, sanito, bonito y musculoso. – Opinó Rei.

- "Oh, sí. Doy prueba de ello." – Pensaba Ran, mientras que una pilla sonrisa se asomaba por su rostro. – "Tengo que decirle que a partir de ahora tiene prohibido dejar la natación. Si eso lo ayuda a mantener esa espalda firme y fuerte, juro que mis manos estarán bajo su remera por siempre."

- Hemos presenciado su figura no estando nutrido y les puedo asegurar que fue una imagen espeluznante. – Dijo Jodie.

- ¿Estás hablando de mi pobre hijo?

- ¿Vas a negarlo?

- Por supuesto que no. Iba en realidad a confirmarlo. – Dijo Yusaku.

- Bueno, dejémonos de hablar tonterías y a la cama todo el mundo.

- ¿Cuál es el apuro? – Consultó su pareja.

- ¿Me estás cargando? Estos dos salames manejaron todo el día y ninguno de ustedes viene durmiendo como corresponde. Además, todos tenemos el cerebro chamuscado.

- Pero la digestión...

- Hazla mientras te lavas los dientes, querido. ¡A dormir!

- Kaito...

Ambos se vieron y asintieron con la cabeza.

- Es hora de Jodie-manía. Y está re loca de atar... – Comenzaron ambos a cantar y a aplaudir sobre sus piernas.

- Llegan a cantarme la canción de Animaniacs y les juro que los asesinaré con los cuchillos de plástico. Será la muerte más tortuosa conocida en la historia y la más novedosa, al punto que harán un documental sobre mí. ¡A dormir!

- ¡Sí, señora! – Dijeron ambos, saludando como militares.

- ¡Los voy a matar, malditos granujas!

Algunos de la mesa miraban sorprendidos la interacción que tenían los del FBI con los chicos, mientras que otros, empezaron a reírse por la situación.

Para evitar cualquier escena violenta, las chicas empezaron a juntar la mesa, para después dirigirse al living y acomodar las mantas en el piso.

- ¿Pijamada de vuelta? – Preguntó Kogoro con una mueca de diversión, al ver el suelo cubierto por almohadas y cubrecamas.

- Nos sentimos un poco más seguras estando con más gente. – Le respondió su hija, con un poco de vergüenza.

- ¿Seguro que con más gente? En lo que a mi respecta, solo necesitas a una persona.

- ¡Papá! – Le reprochó.

- ¿Me equivoco?

- ... – Ran solo podía morderse el labio inferior, al no poder negarle la acusación.

- Mouri-kun. Junto con Yusaku... por cierto, ¿Dónde está? – Preguntó Shuichi con confusión, luego de pispear rápidamente el ambiente y no verlo.

- Creo que afuera. – Avisó Ran.

- Ah, la hora de la introspectiva del día. Ok, tanto tu como él, duerman en las habitaciones de arriba. Nosotros nos quedaremos con ellos.

El detective no estaba convencido. La verdad es que quería quedarse con su hija después de todo lo que pasó. Pero no había suficiente espacio, y ellos ya estaban un poco viejos para dormir sobre el piso duro.

- Estoy bien, papá. – Le cercioró con una sonrisa, antes de abrazarlo. – Perdona por haberlos preocupado, tanto a ti como a mamá.

Esto llamó la atención de Aoko, quien veía la escena con cierta tristeza y hasta con un poco de anhelo. Ver como Kogoro abrazaba a su hija, se preocupaba y le decía lo mucho que la quería, era algo que ella no experimentaba hace mucho tiempo con su propio padre.

- "¿Cuándo fue la última vez que recibí un beso en la frente, como el que el Mouri-san le estaba dando ahora a Ran-chan? A veces, desearía haber tenido otra familia en vez de la mía."

Un dolor punzante se hizo presente en su pecho al sentir una pena intensa e incontenible al pensar sobre eso.

Observaba a cada integrante del living y todos parecían estar felices, a pesar de las circunstancias que estaban viviendo. Todos tenían a alguien por quién volver... menos ella. ¿Por qué? ¿Para qué estaba acá con ellos? ¿Qué diferencia iba a hacer si la mataban los narcos? Seguro que llorarían por ella un par de días y le dejarían flores en su tumba los primeros meses. Pero luego, todos se olvidarían de ella y seguirían con sus vidas.

- ¿Tienes una colita de pelo que no sea muy ajustada?

La voz de Kaito la sacó de su estado de congoja.

- Eh, no. Dejamos todo en la casa, ¿Recuerdas? ¿Para qué quieres una? – La preguntó con confusión.

- Me pareció haber visto un par en la habitación que está al lado del baño. – Dijo Saguru, al haber escuchado la conversación y notar los cambios anímicos de la mujer.

- Excelente. Tú, ven conmigo. – Ordenó el mago, tomándola del antebrazo y empezando a caminar.

Sus pasos hacían eco entre el silencio del oscuro pasillo. Aoko no quería hablar. Simplemente no tenía ganas, por lo que se dejó arrastrar por él como si fuera una simple muñeca, sin preguntarle a dónde iban.

Cuando llegaron, Kaito la soltó para empezar a buscar lo que habían venido a buscar.

- "Verde fosforescente. Irónico para mi, pero perfecto para ella." – Pensaba, cuando las encontró sobre la repisa de una amplia cómoda de madera blanca.

- "Me encanta que me tengas presente". – Le confesó cierta voz indeseable.

- "Oh, cállate y vete a dormir."

Tomó dos de ellas y las expandió con sus dedos para verificar que el elástico no iba a cortarle la circulación. Luego, se dio la vuelta para enfrentarla.

- Alcánzame tu mano.

Ella extendió la suya, pasándola por el conducto que él había creado al extender las coletas. Sintió como él cerró sus manos sobre su muñeca, y deslizó los dedos hasta que las colitas quedaron depositadas sobre su piel.

- Cada vez que sientas ese agujero negro en el pecho...

- "¿Cómo demonios se dio cuenta de eso?"

La sorpresa en su mirada y su ceño fruncido, no fue desapercibida por el morocho de ojos azules.

- … mírate la muñeca y juega con esto. – Le explicó, estirando una colita para después soltarla, provocando un pequeño e indoloro chasquido sobre la piel.

- ...

- No soluciona los problemas. No elimina esa sensación que sufres. Pero al menos, te distrae de lo que puedes llegar a pensar.

Aoko levantó su mano, tocando sus nuevos accesorios con la otra. Un recuerdo vino a su memoria, por lo que sus ojos viajaron hacia la muñeca de él.

- ¿Por eso llevas puesta esa pulsera?

- Me la dio James hace bastante tiempo atrás.

- ¿Alguna vez te la sacaste?

- Solamente cuando me baño, como lo habrás notado ayer en el hotel.

- ¿Cuántas veces la estiraste?

- No llevo la cuenta, pero muchas. Es más, me sorprende que no se haya roto.

- ¿Funciona?

- Hasta cierto punto. El tema de los nombres fue algo que se me ocurrió incorporar a mí, mucho tiempo después.

- No te va alcanzar el espacio para poner a toda la gente que conoces. Vas a necesitar muchas pulseras más.

- No son solamente conocidos con los cuales practico deporte, vivo en la misma casa o hablo. Cada persona que está en este pequeño cuadradito... – Dijo, tocándose la banda sobre su piel. – … representa mucho más que un mero nombre para mí. Son las que me vieron en la peor etapa de mi vida, y que en vez de salir huyendo, hicieron todo lo que estaba a su alcance para sacarme de ese estado. Son las que me ayudaron a comprender de que no estaba solo, y con las que se que puedo contar en cualquier momento, a cualquier hora o lugar.

- Parecen personas fantásticas.

- Lo son. – Afirmó con una sonrisa. – Por eso, cada vez que me siento solitario o extremadamente enojado, la veo y me acuerdo de todos ellos.

Aoko se mordía levemente el labio interno inferior. Tenía una incógnita en su cabeza y lo único que conseguía al darle vueltas, era más confusión.

- ¿Qué quieres preguntarme?

- ...

- Hazlo, pero no te garantizo una respuesta.

- Es la segunda vez que me lo dices. ¿A qué te refieres con la peor etapa de tu vida?

- "Ah, la pregunta del siglo. ¿También le contarás sobre mi? Anda. Ve y cuéntale todas tus debilidades en detalle, así luego se aprovecha de ellas."

- "Vete de aquí que no estás invitado a esta conversación. Te dije que te vayas a dormir."

Kaito suspiró. Estaba tan cansado que últimamente, no podía acallar del todo a su subconsciente verdoso.

- Llegó un momento donde la sensación de agobio que sentía en el pecho se hizo tan grande, que logró que llegara a tocar fondo. Estuve a punto de tomar... algunas decisiones difíciles por eso. Y fue una experiencia que no se la deseo a nadie. Mucho menos a ti.

- "¿Por qué no? Ella te quebró. Se lo merece." – Opinó Greeny.

- "No."

- "¿Por qué?"

- "Porque... porque no."

- "Eso no es lógico."

- "Ilógico es que me esté creando una charla contigo dentro mi cabeza. Vete. Out!"

- Por eso, te lo vengo advirtiendo. – Continuó, sin hacerle caso a su amiguito interno. – Tienes cua... tres amigas que son realmente grandes personas. – Se corrigió, al recordar que Keiko dejó de ser su amiga. – Si alguna vez te sientes superada, abatida o desesperada, acude a ellas.

- No es tan sencillo.

- ¿Por qué no?

- Porque no experimentaron lo que yo sufrí. ¿Cómo pueden contenerme, si no pueden entenderme?

- Eso es lo que yo pensaba al comienzo. Hasta que logré comprender que no todo son palabras. A veces, con la mera presencia de estar con alguien, que sabes que se preocupa por ti y que entiende que no puede hacer otra cosa más que simplemente estar... basta y sobra.

- No creo que eso me ayude.

- Sí que lo hará.

- ¿Cómo lo sabes?

- Experiencia. ¿Quieres que te lo demuestre? Tienes prohibido golpearme.

- ¿Qué quieres decir c...?

Él avanzó la poca distancia que había entre ellos para abrazarla fuertemente. Una mano fue hacia la espalda de Aoko, mientras que la otra, ayudaba a depositar la cabeza de ella contra parte de su pectoral y hombro derecho.

- ¿Qué ha...?

- Shhh. Quedémonos en silencio. – Expresó, bajando su mano para dirigirla también a la espalda de ella.

Aoko no sabía si separarse o quedarse. La acción la tomó desprevenida y su cerebro no sabía como reaccionar, por lo que se quedó tiesa. Parte de ella quería separarlo, dado que él era uno de los factores que componían su vacío. Además, ¿No era él, el que no quería acercarse a ella después de hacerlo mierda? ¿Por qué entonces hacía esto? ¿Acaso quería causarle más daño? ¿Ac...?

- Deja de pensar en teorías conspirativas. Relájate, respira y no pienses en más nada. Hazme caso.

- "¿Relajarme? ¿Cómo quieres que haga eso? ¡No entiendo nada! Esto está mal... ¿O no? Eras mi enemigo. Eres mi enemigo... ¿Eres mi enemigo... o eras? ¿Qué demonios me pasa? ¿Por qué tengo tantas dudas sobre todo? ¡Maldita conversación de la madrugada! ¡Maldito detective del este con tus malditas frases sobre dejar de rebobinar la película! ¡Malditas emociones encontradas! ¿Por qué demonios no se ponen de acuerdo? ¿Por qué todo tiene que ser complicado en mi maldita vida? ¿Es que acaso nada puede ser simple?"

- ...

- No me gusta el silencio. – Terminó admitiéndole.

- Es que no lo estamos. ¿Acaso no lo escuchas? – Indagó el mago repentinamente, cambiando su estrategia para lograr calmarla.

- No.

- Concéntrate en lo que te rodea y presta atención. Solo así podrás escucharlo.

Aoko quiso separarse para hacerlo, pero...

- Ah, ah. Sin separarte.

- ¡Oye! ¿Te estás aprovechando? Solías ser bastante pervertido cuando estábamos en el secundario.

- No me estoy aprovechando en lo absoluto. – "Bueno, quizás solo un poco."

- "Pero no me negaste lo de pervertido."

- Haz lo que te dije.

Suspiró y cerró los ojos para concentrarse, no pudiendo escuchar nada que le llame la atención. Alguna que otra carcajada o alarido se escuchaba desde el living, puesto que no estaban muy lejos. Pero fuera de eso, no encontraba algo que sobresaliera de lo habitual.

Eso no era del todo cierto.

Sí, había algo... el suave pero estruendoso palpitar del corazón de él contra el oído de ella.

¿Cuándo fue la última vez que había escuchado uno? ¿Cuándo fue la última vez que alguien la había rodeado con sus brazos de esa manera? ¿Hace cuánto que no sentía esa placentera y cálida sensación de tener un cuerpo apretado al suyo? ¿Cuándo? ¿Cuándo fue la última vez que ella permitió que alguien se acercase a ella de ese modo?

No encontraba respuestas para ninguna de sus preguntas.

Y solo por esta vez, decidió resignarse a colocar las barricadas o ponerse en guardia. Puso su puño izquierdo sobre el pectoral derecho de él, y la mano derecha, aferrándose a su espalda. Parte de su frente, hacía contacto contra el mentón de él, sintiendo como un principio de barba empezaba a desarrollarse sobre su piel al no haberse afeitado en los últimos días. Y dejó de pensar que todo era una mierda, para literalmente, no pensar en nada. No sabía si se sentía bien, pero sí podía asegurar que se sentía en paz.

Poco a poco su cuerpo fue relajándose, como un helado que se derrite bajo el Sol del verano. No sabía cuánto tiempo había pasado, y nunca imaginó que quedarse en completo silencio, iba a resultar ser una experiencia tan agradable.

- Nadie está exento de sentirse solo de vez en cuando. Pero cuando todo esto termine, debes hacer algo al respecto. No te quedes de brazos cruzados a esperar a estallar, porque cuando lo hagas, ya será demasiado tarde. Tienes muchas cuestiones internas que arreglar Aoko, y vas a necesitar ayuda para lograrlo.

- "Lo sé."

- ¿Me escuchaste? – Preguntó con un dulce susurro sobre su oído, que lo único que indicaba era la gran preocupación que sentía.

- ... – Simplemente afirmó con la cabeza, no pudiendo encontrar su voz para responderle.

- Bien. ¿Quieres que te deje sola un momento?

El mago sintió como la mano que estaba sobre su pecho, se trasladó ahora hacia su espalda, ejerciendo una mayor presión.

- "Claramente no." – Pensó en silencio, mientras sonreía. – ¿Ahora me crees que algo tan simple como esto sirve?

- …

- No puedo creerlo. ¿Acaso te comieron la lengua los ratones?

- ¿Sabes la cantidad de supuestas teorías que hay atrás del origen de esa frase? Déjame decirte que no hay una sola que sea bonita.

- ¿Cómo es que sabes eso?

- Oh, cállate.

- ¿No era que no te gustaba el silencio? – Le contestó con ironía, ladeando la cabeza.

Aoko se separó para verlo de mala manera, quedando a centímetros del rostro del mago.

- ¡Cállate!

- Eso está mejor. Esa es la vieja Aoko.

- ¿Eh?

No pudo evitar golpearlo al sentir cierta vergüenza. De todas las personas, ¿Debía abrirse justamente con la que más problemas tenía?

- Espero que no te haya dolido. – Dijo sacándole la lengua y yéndose del cuarto.

- ¡Ey! ¡Claro que sí! Recuerda que estoy golpeado.

- No lo estás de gravedad.

- Claro que sí.

- Que no.

- Que si. ¿Quieres que me saque la remera y te muestre?

- ¡Kaito! ¡Eres un pervertido! – Le recriminó, con la cara totalmente roja.

- ¡Tu eres la pervertida! ¿Qué te estás imaginando?

- ¡Tonto!

- ¡Tonta!

Ambos se quedaron viendo los rostros por un momento, y no pudieron evitar reírse fuertemente antes de volver a unirse al resto del escuadrón.


A metros de distancia...

Yusaku se encontraba afuera, en la parte trasera de la casa. En otra época no muy lejana, si estuviese viviendo esta misma aventura, estaría fumándose unos cuantos cigarrillos para desestresarse, y seguro que Shuichi y Kogoro lo estarían acompañando en el proceso. Pero era increíble como las cosas cambiaban en tan poco tiempo, y cómo la gente podía llegar a modificar sus hábitos a raíz de ello.

Desde que se encontró con Kogoro, no lo había visto prender un solo cigarrillo, cuando antes fumaba como un escuerzo. Shuichi, que desde que terminó la investigación de la Organización y se juntó definitivamente con Jodie, no acercó ni uno más a su boca. Y él... bueno. Con la situación de Shinichi y Yukiko, no se había percatado que no agarraba un cigarro desde hacía tanto tiempo.

- ¿Kudo-kun?

Una voz que ya no era para nada adolescente, pero seguía siendo angelical, lo sacó de su ensimismamiento.

- Ran-chan. ¿Qué sucede?

- ¿Se encuentra bien?

- Sí. Solamente estaba admirando la hermosa noche que nos acontece. Es un pequeño y mero momento que me tomo todos los días para calmar mis pensamientos o ansiedades.

- Perdón si lo interrumpí. Mejor vuelvo...

- Por supuesto que no me interrumpes. Habla conmigo un rato. ¿Cómo has estado todo este tiempo? Veo que te convertiste en toda una mujer. A diferencia de nosotros, donde los años nos desfavorecen, a ti parece haberte causado el efecto contrario.

- Siempre tan halagador. – Dijo con pena y timidez, mientras que el mayor se reía al verla.

- "Algunas cosas sí que no cambian". – Pensaba Yusaku. – ¿Tu pierna ya se encuentra bien?

- Sí. Está mucho mejor, aunque la herida todavía no está del todo cerrada.

Un silencio se hizo entre los dos, y a decir verdad, la karateca se sentía un poco incómoda estando con él.

- ¿Kudo-kun?

- ¿Si?

- Lamento que hayan tenido que pasar por tanto.

Definitivamente, eso es algo que el hombre no esperaba escuchar. Al menos no tan pronto.

- Todo debió ser... extremadamente difícil para ustedes.

- Veo que Shinichi te contó lo que pasó. – Dedujo Yusaku, con una pequeña sonrisa.

Ran asintió, pero con una mirada que lo único que expresaba era preocupación.

- Te daré el mismo consejo que le dije a Saguru-kun. No desperdicies el tiempo que puedes pasar con él, poniendo esa cara. Después de todo, está vivo.

- Todavía estoy intentando procesarlo.

- ¿Cuándo te lo dijo?

- Hoy a la madrugada.

- "¡Ajá, hijo pillín! Ya veo con quién te quedaste en la habitación. Después hablaremos de por qué tu ritmo cardíaco estaba... descontrolado. Con que estabas haciendo la mejor actividad recreativa de tu vida, eh. Ahora quiero saber los detalles de esa confesión. Como voy a molestarte a partir de ahora."

- Shinichi, Kaito-kun, Yukiko-chan...

- Lo importante es que lo peor, pasó. O al menos, eso espero.

- Pero todavía...

- No hay que aferrarse a lo negativo, Ran-chan, sino aprender de ello. Fueron situaciones complicadas y duras para todos. Lo admito. Pero lo más valioso que rescatamos con Yuki antes de irnos a dormir todas las noches, es el reconocer que tenemos grandes personas en este grupo, como lo son Shuichi, Jodie y Rei, quienes dejaron todo para brindarnos ayuda cuando nosotros ya no podíamos más. Es apreciar que podemos ver a Shinichi vivir y querer hacerlo, cuando hace dieciocho meses atrás, nos dijeron que tenía que estar en un cajón bajo tierra. Es mirar a Kaito todas las mañanas cuando se despierta como un zombie, y ver ese brillo de nuevo en sus ojos, a pesar de que está dormido. Cuando logras observar todo eso, lo que pasó o lo que falta, te parece algo insignificante.

Ran simplemente sonrió al escucharlo hablar. Para ella, Yusaku siempre tuvo una gran facultad de hablar bien, con fluidez, con propiedad y de manera efectiva para convencer a quien lo escuchaba. Atributos que claramente pasaron a su hijo, puesto que en ese sentido, eran iguales.

- Y también me alegro de que ustedes dos se hayan podido arreglar.

Y definitivamente, el poder de la deducción también corría por las venas de la familia.

- ¿Se nota tanto? – Consultó, elevando la comisura de sus labios.

- ¡Puf! No tienes idea. Shinichi es muy buen actor gracias a Yuki. Y desde que empezó a entrenar con Steve, adquirió un fuerte dominio sobre sí mismo y sobre sus emociones, al punto de llegar a reprimirse en varios aspectos. Hay veces que pienso que es como una máquina en piloto automático. ¿Cuál fue tu primera impresión cuando lo viste por primera vez?

- Me confundió mucho. Su mirada, su personalidad... todo había cambiado.

- ¡Exacto! Sabrás lo que nos cuesta a veces poder entender qué es lo que le pasa. Sin embargo, si yo te muestro una foto de él de hace dos semanas atrás, y te la pongo al lado del actual rostro que tiene, parecen dos personas totalmente distintas.

- ¿Tanto?

- Drástico cambio. Al punto de que con Shuichi, nos desconcertamos al verlo hoy. Y eso es... un enorme alivio.

- Esperaban un escenario totalmente distinto, ¿No?. No me sorprende, después de todo, no habíamos terminado muy bien.

- ¿Te digo la verdad? No sabíamos con qué nos íbamos a encontrar. Y eso es lo que nos daba miedo a mí y a Yuki. No era broma cuando dije en la mesa de que me alegraba verlo pacífico.

- Pobre Shinichi. Lo hacen pasar como un desquiciado fuera de control.

- Cuando realmente se enoja... lo es. Y tengo prueba de ello. – Dijo, sacando su celular para buscar el archivo dentro de su galería. – Hay un video de Shuichi de ello.

- ¿Video?

- ¿Recuerdas lo que dijo Kaito en la mesa sobre quedar jamón del medio?

- Sí.

- Bien, ese es el video. Y me disculpo de antemano, pero déjame advertirte que muchas veces, Steve y Shuichi te usaban como señuelo para... motivarlo o hacerlo reaccionar. – Le explicó, intentando buscar las palabras adecuadas para describir de la mejor forma posible, lo que iba a ver y escuchar. – ¡Ah! Y estoy seguro de que Shinichi me mataría si se entera que te mostré esto. Por ende, será un secreto entre ambos. ¿Ok? – Le guiño un ojo, mientras le alcanzaba su celular.


Sede del FBI – Los Ángeles – Año 2 – Meses atrás.

Shinichi ya había empezado mal la semana. Pero esa mañana en particular, había sido la peor de todas.

Se había despertado abruptamente en su cama, bañado en un sudor frío, sintiendo un vacío interno y una horrenda sensación física de agobio. Sin embargo, esta vez, su problema cardíaco no tenía nada que ver con ello.

Había tenido un sueño. Aunque más que un sueño, fue una maldita pesadilla. Una pesadilla donde por más que ahora se encontraba despierto, podía seguir escuchando los desgarradores gritos de Ran llamándolo con suplicio.

Una y otra vez, su concentración se desviaba a ese desagradable sueño. Podía recordar cada detalle, sonido y olor. Excepto…

- ¡No! Lo estás haciendo mal. – Exclamó el Seal retirado, unas horas después.

Y es así, que su día no estaba mejorando en lo absoluto.

- Prueba otra vez.

Era la décimo octava vez que el detective intentaba hacer un movimiento, y no le estaba saliendo como debía.

- Ok, para. ¿Te está pasando algo como la última vez y no me lo estás diciendo? – Le reclamó, al ver que seguía cometiendo el mismo error.

- Estoy bien.

- Estás malditamente enfrascado como una anchoa en frasco de aceite de oliva. ¿Qué demonios te pasa?

- Nada.

Pero Steve, era Steve. Y si hay algo que sabía hacer muy bien este sujeto, era exprimir la naranja lo mejor posible para hacerse el jugo de todas las mañanas.

Con toda la calma y paciencia del universo, lo siguió exigiendo junto con Kaito, por las próximas tres sesiones.

Jodie y Shuichi habían terminado antes de trabajar hoy, y estaban viéndolos desde la entrada. El de ojos verdes, aprovechaba para grabarlos con su celular, y así mandarles novedades a los padres de Kaito y a Rei.

- Un nene de diez años patea mejor, Shinichi. Hazlo de nuevo. – Lo retó el milico.

- ¿Qué le pasa a Steve hoy? Tiene un humor de mierda. ¿Se levantó con el pie equivocado? – Le susurró Jodie a su pareja.

- Está buscando de hacerlo estallar.

- ¿Por qué?

- Porque no quiere decirnos lo que le pasa.

Kaito estaba sosteniendo la bolsa de boxeo con el Seal atrás de él, y por algún motivo, se sentía un tanto desubicado estando ahí. No entendía por qué el cuadrado de cemento con patas, estaba sobre exigiendo tanto a su amigo en el día de hoy. Es más… era un milagro que no haya terminado en el hospital, después de la cantidad de veces que terminó en el suelo por el cansancio.

- Mal.

- …

- De nuevo.

- …

- ¡Que no!

Y el detective hecho un grito de enojo ante tantas negativas, mientras se daba la vuelta y se pasaba una mano por la cabeza.

- Quejarte no sirve de nada. Dices que no te pasa nada, así que, concéntrate y hazlo de nuevo.

- Ya estoy cansado.

- Me importa un carajo. Si no hubieras tomado tantos prototipos no estarías así. Así que jódete y hazlo de vuelta hasta que lo hagas bien.

Kaito abrió los ojos como una lechuza, queriendo huir de ahí. Nunca en su vida deseó tener tanto a su querida ala delta.

- "¿Qué carajo pasa acá? Esto nunca había pasado." – Se cuestionaba el mago.

- Pues no me arrepiento de eso. Al menos pude disfrutar un poco de mi maldita vida. – Le respondió Shinichi con enojo.

- ¡Wuau! Veo que te funcionó de maravillas. Tienes dolor, no te funciona correctamente un órgano elemental, entrenas para el ojete… ¿Y todo para qué? ¿Para que tu novia te mande a freír churros?. – Le retrucó el milico. – No me hagas reír. Eso es patético.

- Steve… cállate. – Le respondió con un tono de voz grave, que mostraba muy abiertamente su enojo.

- "Shit. ¡Mejor cierra la boca, estúpido ex seal! Se está armando la gorda." – Pensaba Kaito.

- Oh, ¿Qué pasó? ¿Herí susceptibilidades? – Preguntó burlándose de él, notando como los ojos del ex detective cambiaban y sus puños se cerraban.

- …

- ¿Por qué? ¿Te molesta que la mencione? Dime… ¿Dónde está en estos momentos dónde más la necesitas? Porque yo no la veo. ¿O acaso tomó una droga mágica que la hizo invisible?

- "¡Sáquenme de acá, ahora!" – Imploraba internamente Kaito.

Shinichi se dio la vuelta para irse directamente del gimnasio con la peor cara de orto que había puesto en su vida. Pero cuando dio dos pasos hacia adelante y en diagonal…

- Eso es. Vete y huye… que es lo único que sabes hacer bien. Por eso no pudiste retenerla. Ahora mismo debe estar feliz en los brazos de otra persona que no eres tú.

Shinichi hasta el día de hoy, nunca supo qué le pasó ese día.

No sabe si fue su hormo Testo que todavía no se había terminado de regularizar. Si era la frustración en exceso que tenía y que no podía liberar. Si era el estrés que sentía por estar siempre en alerta por si a Kaito le pasaba algo. O si simplemente era el hartazgo de sentir dolor todo el tiempo en cada maldita fibra de su ser.

La mente se le nubló y la rabia lo superó. Se dio la vuelta mientras que su centro de apoyó descendía. Su pierna izquierda, se clavó con fuerza en el piso para pivotear con su metatarso hacia la izquierda. Su brazo izquierdo seguía el recorrido del pie de apoyo, mientras que el derecho, iba hacia el lado opuesto para generar equilibrio sobre su eje. Lo último... su pierna derecha, la cual se movió como un látigo en forma redonda, hacia la bolsa de arena.

No recuerda qué pasó, y nunca entendió como la enorme y rectangular bolsa de boxeo que estaba colgada de un gancho en el techo, termino sobre Kaito. Tampoco comprendía como Kaito terminó arriba de Steve, a tres metros de dónde estaba él.

- ¡¿Estás loco?! – Inquirió el mago, cuando salió de su asombro. – ¿Qué demonios te pasa?

- ¿Están bien? – Consultaron los del FBI corriendo hacia ellos, moviendo el teléfono para cualquier lado y olvidándose de la grabación.

- Estamos bien. Dejen de hacer tanto escándalo. – Se quejó el Seal, estando en el piso. – ¿Ya está? ¿Te sientes mejor ahora que te liberaste un poco? – Le preguntó, dirigiéndose a Shinichi.

- No.

Al ver que estaban bien, se dio la vuelta, y retomó su camino hacia los vestuarios.

- Demonios. No funcionó como esperaba. Si estaba enojado, ahora creo que lo está un poco más.

- ¡Ya me di cuenta de eso, maldito militar desquiciado! ¿Tenías que justo apretarle la ampolla del pie que más le duele? – Expresó el mago.

- ¿De qué te quejas? ¡Sal de una vez de encima mío!

- Me encantaría. Pero tengo una bolsa que me está aplastando.

- ¿Sabías que iba a reaccionar así? – Preguntó Shuichi, mientras que con la ayuda de Jodie movían la pesada bolsa de arena.

- No. Estaba intentando que al menos putee a los cuatro vientos. ¿Por qué crees que lo estaba pinchando de esa forma?

- ¡Deja de usar a Ran-san como medio de explosión! – Lo retó Jodie.

- Tiempos desesperados, requieren medidas desesperadas. Aunque... no calculé que ya podía patear con esa fuerza. No se si estar orgulloso o cagarlo a pedos por no usar esa explosividad en los entrenamientos.

- ¡Deja de querer explotar cosas o personas! Iré a hablar con él. – Dijo Kaito, aceptando la mano de Jodie para levantarse del suelo.

- No. Déjalo que se enfríe con una buena ducha fría. – Le recomendó Shuichi. – Esto no es habitual en él. Denle un tiempo.

- ¿Será hormo Testo de nuevo? Quizás debiéramos hablar con Michael. – Sugirió Steve.

- No creo que sea eso. Hacía rato que no reaccionaba tan mal. – Dijo el de ojos verdes, mirando con sospecha la salida.

El mago esperó quince minutos antes de entrar al vestuario. Esperaba verlo sentado en el banco, terminándose de vestir. Pero encontró las instalaciones totalmente deshabitadas, y el locker donde guardaba generalmente sus cosas, vacío.

Se duchó, secó y vistió en menos de veinte minutos, y se dirigió al estacionamiento para ver si el auto seguía ahí. Afortunadamente, lo encontró al volante y con la ventanilla baja, esperándolo. No iba a tener que irse a pie a casa o pedir un taxi.

Se subió al mismo, escuchando como el conductor prendía el auto y las luces. Y decir que por segunda vez en el día no se sentía cómodo con su presencia, era totalmente razonable.

Bajó la ventanilla para que el aire le de contra el rostro, mientras esperaba el momento ideal para interrumpir el horripilante y sepulcral silencio.

- ¿Quieres hablar de ello? – Le consultó Kaito, una vez que tomaron la autopista para volver a casa.

- …

- Tomaré tu silencio como un no.

- No te ofendas por ello.

- No lo hago. Pero por experiencia, es mejor que se lo cuentes a alguien si yo no soy la persona adecuada o vas a reventar. Desde que llegué a este país, nunca te vi tan enervado y por tanto tiempo.

Y tenía un punto. Era la primera vez que no podía contener sus emociones bajo control y no sabía cómo responder a ello. Cada segundo que pasaba, su agonía interna aumentaba sin darse cuenta de ello.

Es más, todavía podía escuchar sus gritos, como si la tuviera al lado.

Unas leves palmadas lo hicieron salir de sus pensamientos cuando sintió la mano de Kaito sobre su hombro. Lamentablemente, era el único apoyo que podía darle por el momento.

El viaje de treinta minutos transcurrió con la música que pasaban por la radio y sin conversación alguna. Cuando finalmente llegaron a la gran casa residencial que habitaban, estacionaron enfrente de la misma, dejando el auto sobre la calle.

Las paredes exteriores de la casa eran de un color hueso con una mezcla de tonalidad rosada casi imperceptible. Y cuando le pegaba el Sol, sobre todo el del atardecer, pasaba a ser de un color más cálido, el cual te invitaba como a querer pasar.

Sin embargo, en el caso de Shinichi, le provocaban el efecto contrario. Todos los días cada vez que se bajaba del auto, el mismo pensamiento desde que llegó a Los Ángeles le perforaba el cerebro.

- "Esta no es mi casa."

Agarraron los bolsos del baúl, pusieron la alarma y caminaron por el sendero del jardín delantero, el cual se encontraba decorado por varias plantas y alguna que otra flor para cortar el color verde de la vegetación. Cruzaron la puerta de entrada de madera y se encontraron con Yusaku, quien yacía sentado al pie de las escaleras del living, esperándolos. Claramente ya parecía estar enterado del episodio de hoy.

El mago después de saludar, los dejó solos, sabiendo que su presencia no era requerida en la conversación.

- "Otra persona más que me preguntará lo mismo."

- Shuichi me llamó hace un rato.

- "Obviamente."

- Estaba preocupado por ti, y ahora lo estamos nosotros.

- Tengo un mal día. Nada más.

- Ya veo. Por lo cortante que me estás contestando, me imagino que no quieres comentarme nada sobre ello.

- …

- Ok. No voy a presionarte ni a obligarte a hablar. Solo quiero que sepas que tanto tu madre como yo, estamos para ti cuando lo necesites. Sé que por momentos no fui el mejor de los padres…

- Papá. – Le reprochó, rodando los ojos.

- … y que en algunas ocasiones no supe cómo manejar algunas situaciones. Pero…

- Lo sé. Gracias. No te pongas susceptible, por favor. – Lo interrumpió, con una leve sonrisa que no llegaba a sus ojos.

- Ok. Ve a dejar ese bolso con olor a pescado podrido y cloro, y vamos a comer. – Le bromeó, colocándole un brazo sobre la parte alta de la espalda.

Durante la cena, logró vestir una máscara y una actitud que no concordaba para nada con su estado de ánimo. Al menos había logrado que todos se desenvuelvan con pura normalidad y que nadie se metiera en sus asuntos. No tenía ganas de que le estén encima, preguntándole continuamente qué es lo que le pasaba.

Las horas habían pasado tortuosamente hasta que el reloj marcó la una de la madrugada. Fastidiado, soltó el teléfono y lo dejó sobre su cama. Había intentado todos los medios disponibles, y no lograba conseguir una maldita foto.

Se levantó al constatar de que Kaito estaba completamente dormido, y bajó las escaleras, las cuales ahora podía descender sin ningún tipo de problema. No pudo evitar recordar lo mucho que le costaba caminar unos cuantos pasos por día hace más de un año y medio atrás.

- "¿Por qué demonios estoy recordando todo esto ahora? Pero qué día de mierda. Ya tengo bastante en la cabeza como para agregarle más cosas."

Pasó por el living, la cocina, y se dirigió al jardín de atrás, donde se sentó sobre un banco de madera blanca que habían comprado recientemente. Apoyó su espalda sobre el frío respaldo e inhaló profundamente, disfrutando por unos segundos la baja temperatura de la noche. Luego, exhaló fuertemente, como queriendo hacer desaparecer la ofusques en la cual se encontraba sumergido.

- ¿Shin-chan?

- "Y es la única persona que me faltaba."

Su madre no emitió más sonido y tampoco esperó a que le responda. Simplemente decidió avanzar hasta sentarse a su lado. Posó una manta de lana con corderito sobre ellos, una mano sobre el cuádriceps derecho de su hijo, y se limitó a ver el cielo estrellado.

- No sé qué te está pasando. Pero no me gusta cuando utilizas tu falsedad actoral dentro de la casa. – Le declaró, habiendo esperado unos cuantos minutos.

- "Demonios. ¿Se dio cuenta?"

- Sí, me di cuenta. No olvides quién te enseñó actuación desde chico.

Un gruñido en señal de fastidio salió de la garganta del hombre.

- Y no podía faltar tu regaño. Eras la última persona que restaba.

- No es esa mi intención. Solo estoy preocupada por ti. Y más aún cuando ya todos intentaron hablar contigo y no quieres exteriorizar lo que te pasa. ¿Es acaso algo tan malo?

- Malo no sería el mejor adjetivo para describirlo.

- No es nada relacionado a tu salud, ¿No?

- No. Despreocúpate de eso.

- Entonces, si mi intuición no me falla… ¿Tiene algo que ver con Ran-chan?

Se quedó mudo por la súbita sorpresa. Sus ojos se abrieron inconscientemente al igual que sus labios. Era extraño para sus oídos, escuchar su nombre ser mencionado por los labios de otra persona.

- Y acerté, ¿No?

Shinichi se limitó a exhalar bruscamente una vez más. Estaba agotado, tanto física como mentalmente.

- ¿Es muy obvio? – Preguntó con una sonrisa de profunda tristeza.

- Si fuese así, todos lo hubieran descifrado.

- …

- No seré detective, pero tengo la facultad de ser tu madre. Sé cosas de ti, por más que no me las cuentes. – Dijo con una mueca de pena. – ¿Por qué nunca la mencionas? Hace mucho, pero mucho tiempo, que no oía su nombre. Incluso, hasta pensé que realmente no sentías más nada por ella.

- Es… complicado. Con Kaito presente, no es un tema que pueda hablar abiertamente. Y con ustedes… no sé qué postura tomaron al respecto.

- ¿Postura? – Preguntó con confusión.

- Con todo lo que pasó…

- Para empezar, nuestra postura no debiera ni importarte. Y además, son los dos unos necios. Literalmente, los dos son unos tercos, obstinados y testarudos. Estoy segura de que hubieran podido arreglar las cosas si las hubieran hablado de otra forma. Lo que sí lamento de mi parte, es que te hayamos obligado a venir acá tan repentinamente. Quizás, si hubieras tenido un poco más de tiempo…

- Mil veces me hice ese planteo, y siempre llego a la misma conclusión: hubiera sido para peor. Recuerda como estaba. Me hubiera matado si ella me hubiera visto de esa manera.

- ¡Shin-chan!

- No, olvídalo. Cada vez que bajo las escaleras, recuerdo tu imagen en el sillón cuando papá no podía hacerte reaccionar. Si eso me persigue día a día, imagínate lo que sería para mí ver la imagen de su ro…

Shinichi se mordió el labio inferior y cerró los ojos.

- ¿Por qué callaste? ¿Qué pasa?

Yukiko sintió como su corazón bajó a su estómago, al presenciar los ojos vacíos y perdidos de su hijo cuando los abrió.

- ¿La extrañas? – Se animó a preguntarle.

- Todo el tiempo.

- ¿Entonces?

- …

- Hasta ahora, solo intentaste hablar con hombres. Quizás, siendo mujer pueda darte una perspectiva diferente.

- No sé si es una cuestión de perspectivas, y es una estupidez.

- Si estás tan perturbado, no me parece que sea una estupidez.

- …

- …

- No… puedo. – Dijo con un globo de furia en la garganta, mientras colocaba los codos sobre sus rodillas, y se pasaba la mano por el pelo en señal de frustración.

- ¿Qué no puedes?

- …

- Puedes contármelo. Te aseguro que no me reiré o criticaré lo que me digas. – Declaró, colocando esta vez, su mano sobre su espalda.

- Tuve una maldita pesadilla donde ella participaba. Y desde que me levanté que estoy intentando recordar su rostro, pero por algún desconocido motivo, su imagen no logra materializarse en mi mente. Recuerdo su largo pelo castaño y su figura. Pero la cabeza de ella… no tiene cara. Solo tengo una mancha blanca. ¡Estuve con ella desde que teníamos seis años! ¿Cómo demonios pude olvidar su rostro tan fácilmente? Se supone que aguanté toda esta mierda solo porque quiero volver a casa para estar con ella… ¿Y la olvido así como si nada? Si olvido eso, ¿Entonces para qué demonios estoy haciendo todo esto?

La actriz se quedó anonada ante su exabrupto emocional. Toda duda que tenía sobre los sentimientos de su hijo hacia la persona que ella todavía consideraba su futura nuera, desaparecieron en meros segundos.

- Hasta hace un momento intenté buscarla por sus redes sociales. Pero parecería ser que las eliminó, dado que no existe ninguna Ran Mouri en la base de datos. Quise entrar a las de Sonoko y a las de Toyama-san, y están totalmente bloqueadas para la gente que no sean contactos. Probé de agendar su teléfono, pero al ver la foto de su perfil, me di cuenta de que cambió el número y ahora es de otra persona. Tampoco tengo mi teléfono viejo, por lo que no puedo buscar ninguna foto de ella.

- "Shin-chan, eres un acosador profesional."

- …

- ¿De qué trataba tu pesadilla?

- Lo de siempre. La organización y sus métodos poco ortodoxos para realizar sus actividades.

- Muy mala fórmula.

- No shit.

- Language, son! ¿Tendrás alguna especie de trauma momentáneo por lo que soñaste?

- No lo sé.

- Probemos algo. Cierra los ojos un momento.

- ¿Para qué?

- Deja de mirarme como si me faltara un tornillo, y hazlo.

Mientras su hijo le hacía caso, sacó su teléfono del bolsillo para buscar en la galería de su teléfono.

- "Uffff, tengo que ir más de dos años atrás. No recuerdo cuál es la última foto que tengo de Ran-chan." – A ver. ¿De qué color eran sus ojos?

- Azules.

- ¿Iguales a los tuyos?

- …

- Recuerda alguna escena donde los hayas visto de cerca.

Después de buscar entre cientos de recuerdos, su memoria se concentró particularmente en el viaje a Kyoto del secundario. Sonoko la había empujado para que se acercara a él, y así poder sacarles una foto. Como él había recuperado su altura, tenía otro ángulo que difería mucho al de Conan. Esas redondas y profundas orbes que lo paralizaban…

- No. Son más claros e… inocentes.

- "Quiero pellizcarte las mejillas. So cute!" – ¿Y qué hay de su nariz y boca?

Estuvieron un rato de ese modo, hasta que Shinichi percibió una luz blanca sobre sus párpados cerrados.

Abrió los ojos de repente, y se encontró con la pantalla del celular de su madre. Una vieja foto de ellos dos de cuando eran adolescentes se mostraba ante él, y no pudo evitar asombrarse al verla.

- ¿Coincide con lo que recordaste?

Sin titubear, tomó el teléfono para examinarlo de más cerca, y hacer zoom sobre el rostro de ella. Sin pensarlo o darse cuenta, su agonía fue desapareciendo, para dar lugar a una mirada serena. Una pequeña sonrisa apareció y sus ojos de dulcificaron al reconocer el rostro de la persona que tanto amaba.

- Esa es la mirada que quería. Lástima que tienes mi teléfono, sino te sacaría una foto.

- No empieces.

- ¿Quieres que te la mande?

- No. Solo… déjame verla un poco más.

- No tengo problema. Pero, ¿Por qué no?

- Porque mi resolución de esforzarme es mayor, al no poder acceder a nada sobre ella. Shuichi acertó bien en eso, cuando comenzamos con todo esto.

- Shin-chan, pasaron casi dos años. Entiendes que puede ser que las cosas hayan… cambiado, ¿No?

- Sí. Lo tengo presente. Aun así, quiero intentarlo.

- ¡Eres tan lindo! – Exclamó, abrazándose a él.

- ¡Mamá, por favor! – Se quejó, abrazándola también.

- "Antes no me hubieras devuelto el abrazo. Siempre salías corriendo cada vez que me acercaba a ti. Cambiaste y maduraste un montón, Shin-chan. Pero por más que seas un adulto grandote, siempre seguirás siendo mi pequeño bebote".

- …

- Cuando tengas algún episodio parecido, házmelo saber. Con gusto te mostraré su foto, las veces que lo necesites.

- No me des esa opción o nunca más te devolveré el teléfono.


Nueva casa de Seguridad a 250km de Osaka – Actualidad 21.50 pm.

- No voy a negar que no estábamos preocupados por él, cuando Shinichi nos comunicó lo que les había pasado a ustedes. Pero lo comprendimos. Entendíamos la firmeza en su decisión y el por qué no dudó ni una milimétrica de segundo en venir acá, a pesar de que todavía no está en óptimo estado. Vamos a decir que se la jugó, ¡Ja! ¡Y le salió bien!

- ¡Kudo-kun! – Ran se sonrojó hasta la punta de los pelos.

- Perdón, perdón. No fue mi intención avergonzarte. Pero me pone muy contento que estén juntos y en pareja de nuevo, aunque...

- Sí, lo sé. Sé que tiene que volver una vez que todo esto termine.

- ...

- ¡Espere! ¿Cómo sabe que estamos juntos si yo no le dije eso? Que... que... ¿Ya se lo contó? ¿En qué momento? – Ran se avergonzó por tercera en vez, en menos de diez minutos.

- No lo hizo. Pero ya te lo dije. Compara la cara de Shinichi en el video con la de ahora. Además, bastó con observar como se veían durante la cena para entender cuál es su... actual relación. Espera que se lo cuente a Yuki. Cuando te vea, se te tira encima.

- Ok. Hagamos una cosa. Voy a buscar una pala, cabo un agujero y me entierro en el mismo. ¿Le parece bien? Le dejo escoger mi arreglo floral, el cual pueden ser pelotitas de pino o yuyos, dado que no tenemos otra cosa alrededor.

- Mi hijo me matará si haces eso por mi culpa.

- ¿Por qué debería matarte? ¿Y por qué Ran parece un arándano con patas? Papá... ¿Qué le hiciste? – Preguntó Shinichi, con sospecha.

- Y el caballero de armadura brillante hizo su gran acto de presencia, bajo la luz del estrellado manto de la noche. – Le respondió su padre con diversión, provocando que el entrecejo de su hijo se intensifique. – Simplemente le comentaba que tu madre se pondrá muy contenta cuando la vea.

El detective arqueó una ceja, dudando al 100% de su escueta explicación.

- ¿Steve?

- Andaba bien. Creo que está sufriendo de déficit de tormento de gente.

- Te dio mil sermones, ¿No?

- Sep. Uno tras otro. Como una ametralladora.

- Está justificado, así que, aguántatelo.

Shinichi emitió un quejido de fastidio con la garganta.

- Bueno. La noche está hecha para los jóvenes. Este viejo cuerpo se retira a su debida cama.

- Creo que te toca la parte superior junto con el padre de Ran.

- ¡Oye! Se supone que debías negarlo. Estás confirmando que estoy realmente viejo.

- Uno es esclavo de sus palabras. Hazte cargo de lo que dices.

- ...

- ...

- ¡Maldición! Estoy tan cansado que en estos momentos no encuentro razones o argumentos para refutar la validez de tu oración. – Dijo con una genuina sonrisa, mientras palmeaba constantemente el hombro de su hijo. – Ran-chan, un gusto poder hablar contigo nuevamente. No se vayan a dormir tarde, par de tortolitos.

Shinichi se lo quedó viendo con fastidio hasta que desapareció dentro de la casa, y Ran miraba la tierra, en señal de vergüenza. Estaba segura que había una "x" marcada en algún lugar. ¡Solo le faltaba la maldita pala para empezar a cavar!

- Gracias por rescatarme... de nuevo. – Comentó con ironía y sarcasmo. – Había olvidado lo perspicaz que era tu padre.

- ¿Te incomodó? ¿Qué te dijo?

- No, no. Estábamos hablando de todo un poco, nada más. – Lo tranquilizó con una sonrisa.

- ¿Seguro?

- Sí. Y... medio como que... ya sabe.

- ¿Qué cosa?

- Mmm... tu sabes. – Exclamó haciendo trompa, mientras jugaba con los dedos de sus manos.

- No se a qué te refieres. – Contestó, haciéndose el tonto.

- Que tu... y... yo...

- ¿Si?

- Mmm, que... bueno...

- "¡Voy a saltarte encima!"

- ¿Por qué te estás mordiendo el labio inferior?

Y Shinichi se acercó más a ella.

- ¿Y por qué me estás viendo así? – Exclamó con timidez, observando la oscuridad de las pupilas de él.

- ¿Así cómo?

- Así... como si quisieras... – Intentó explicar, mientras tragaba fuertemente.

Shinichi alzó una ceja, mientras las comisuras de sus labios se elevaban.

- Te estás burlando de mi, ¿No?

- Un poco.

- Shinichi. – Lo llamó lentamente, en desaprobación.

- Perdón. No puedo evitarlo.

- ¿Qué cosa?

El detective puso sus manos alrededor de la cadera de ella, y la atrajo hacia él.

- Hacerte enfadar y querer tenerte cerca todo el tiempo.

- Oh. Bueno, ya que lo mencionas, tengo un deseo egoísta e infantil. – Confesó, colocando automáticamente sus brazos alrededor de sus hombros.

- ¿Y sería...?

- Mmm, quiero poner una lámina de pegamento entre nosotros y hacernos galletita. De ese modo, estarías siempre conmigo y no te irías a ningún lado. Todo para mí. – Exclamó de forma posesiva, mientras que lo abrazaba con fuerza.

- Interesante planteo. – Le respondió, con una tierna sonrisa. – Aunque se dificultaría un poco ir al baño, ¿No crees? Salvo que no tengas problema en desnudarte enfrente mío. Yo no me pienso quejar si lo haces.

- ¡Shinichi! – Lo retó separándose, pero sin salir del perímetro de sus brazos. – "¿Es que este hombre dejó de percibir la vergüenza?"

- Sin embargo, debo confesarte que yo tengo un deseo aun más egoísta que el tuyo. Y hasta me atrevo a decir que un poquito más... oscuro. – Le confesó, bajando la cabeza hasta alcanzar el nivel de sus ojos, y acercando el rostro al de ella.

- ¿Cual?

- Creo... no. Creo, no es la medida adecuada. Definitivamente, me volví adicto a la suavidad de tus labios. – Dijo, rozando los suyos contra los de ella pero sin juntarlos.

Una mano paso a su rostro para sostenerlo y así poder verla fijamente. La respiración de Ran empezó a entrecortarse, y su corazón comenzó a bombear erráticamente, provocando que su tez se enrojezca más de lo que ya estaba.

- Y pasaron casi trece horas desde que pude ponerte un dedo encima, o tener un momento a solas contigo. – Susurró cerca del oído de ella, causando una ola placentera de escalofríos en su cuerpo. – Por ende...

- "¡Deja de hablarme así de lento, y con ese tono de voz tan grave y sexy!"

- ... quisiera aprovechar este mismo momento donde estamos solos tu y yo...

- ...

- ... para besarte larga y profundamente...

- "¡Oh, cielos!"

- ... y perderme una y otra vez en el calor de tu boca, hasta que alguno de los dos se desmaye por la falta de oxígeno.

- ...

- ¿Te parece bien? Es una teoría que quiero comprobar, después de nuestro... episodio en el baño.

- ...

- ...

- Perfecto, pero... – A penas pudo articular las palabras de forma aguda.

- ¿Pero...?

Ran emitió repetidas veces una leve tos, con el fin de aclarar su garganta y así evitar el enronquecimiento de su voz.

- Me voy a caer.

Shinichi alzó una ceja.

- Me tiemblan las rodillas.

El chico miró hacia abajo, validando su comentario, y no pudo evitar reírse fuertemente.

- No te rías, tonto. ¡Es tu culpa! – Le reprochó, golpeando su brazo.

- ¿Así que es mi culpa? No se si sentirme ofendido o halagado.

- Envidio que la vergüenza se haya disipado de tu vida. – Comentó totalmente colorada, viendo para otro lado y mordiéndose el labio inferior.

El detective tomó su mentón una vez más, para volver a ver esas dos orbes que tanto añoró estos años.

- No te preocupes por eso. – Le dijo, acercando sus labios a los de ella. – Te tengo bien agarrada y no tengo intenciones de soltarte ni un poco.

Y eso fue lo último que escuchó la karateca, antes de fundirse en un beso lleno de anhelo y expectativa.


Unos minutos... corrección. Unos cuantos minutos después. – Actualidad 22.30 pm.

- ¿Dónde se habían metido? Íbamos a salir a buscarlos – Preguntó Shuichi, al ver al detective y a Ran entrar al living.

- Afuera. ¿Por? – Contestó simplemente el hombre recién llegado.

- A dormir. Ya.

- Ya voy, papi número dos.

- Dime otra vez así, y te juro que te cagaré tanto a tiros, que no te van a alcanzar las piernas para correr.

Shinichi no pudo evitar reírse sonoramente, y por tercera vez en el día, el agente del FBI quedó desorbitado por unos segundos.

- Llorona, ¿Estás bien?

- ¿Vas a seguir llamándome así, Akai-kun?

- ¿Acaso dejaste de serlo?

- Claro que no.

- Entonces ahí tienes la respuesta. ¿Por qué estás tan pálida?

- "Ah, es que nunca pensé que quedarme sin oxígeno al punto de desmayarme iba a ser una experiencia tan placentera." – Es el cansancio.

- "Claro. Y estos dos piensan que nací ayer. Shinichi, prepárate. Steve tendrá material de sobra para joderte a partir de ahora."

Heiji vio a Kazuha, y los dos emitieron un sonido con su garganta, intentando ocultar las risas. Sabían muy bien lo que estuvieron haciendo afuera. ¡Diablos! Sabían MUY bien lo que era no poder sacarle las manos de encima al otro.

Shinichi se agachó en uno de los dos últimos lugares disponibles que quedaban, y le golpeó un pie al moreno para acallarlo.

- Además... ¡Deja de controlarnos a todos, por favor! No tengo tanta confianza con ustedes, pero te juro que de alguna forma conseguiré el número de James para que te trate por ser un obsesivo del control. – Le recriminó la karateca.

- ¿Cómo es que sabes de James? – Consultó con sorpresa dirigiendo su mirada a Shinichi, quien meramente, elevó sus hombros.

- "¡Eso! ¿Cómo es que sabe sobre el psicólogo de Kaito?" – Se preguntaba Aoko con curiosidad.

- Conversaciones que pasan. – Es lo único que le dijo el ex detective del este al del FBI, estando sentado.

- No sería una mala recomendación en realidad. – Agregó Rei.

- No empieces que no terminamos más. Si hay alguien que debería internarse conmigo en su consultorio, eres tú. – Respondió el de ojos verdes.

- ¿Por qué me dejaron en el medio? – Preguntó el detective de ojos azules al grupo, para desvirtuar el tema. No sabía si Kaito estaba cómodo con ello.

- Porque queremos. – Respondieron todos en unísono.

- Ok. – Dijo lentamente, viéndolos a todos con rareza.

- Dejen de boludear, y váyanse a dormir de una buena vez. – Opinó el de Seguridad.

- Y definitivamente llegó el otro controlador. – Se quejó el mago, quien casi se encontraba dormido. – Nee-chan tenía razón. Solo falta que asista...

- ¡No termines esa frase, o pagarás! – Comentó Jodie, acurrucándose cerca de su pareja.

Ran se ubicó al lado de Shinichi, esperando a que se termine de acomodar. Notó como hizo una pequeña mueca al apoyar la cabeza.

- ¿Te duele mucho?

- Es absolutamente tolerable.

Él mantuvo su brazo izquierdo apoyado en el suelo, y levantó la mano, invitándola a venir. Por supuesto que ella no iba a rehusarse a dormir sobre su huequito, aunque buscó de no acercarse mucho a los hematomas de su pecho.

- Shinichi... – Lo llamó el del FBI, aunque estaba viendo por la ventana.

- Mmmh.

- ¿Valió la pena intentarlo?

Se quedó en seco al recordar esa pregunta y no pudo evitar abrir los ojos inmediatamente. Era imposible olvidarla. Es la que le hizo cuando lo fue a buscar por primera vez a su habitación, tirándole la puerta abajo.

Sintió como Ran ejercía más presión con el brazo que rodeaba su cadera, al entender muy bien al tiempo al cual hacía referencia.

La respuesta era indudablemente que sí. Valió la pena el esfuerzo y el sentirse morir por dentro día tras día, con tal de poder estar rodeado de ella y de sus amigos una vez más.

- No pienso responderte eso. – Le contestó con una sonrisa de punta a punta, mientras que posaba su mano libre sobre el brazo de Ran.


Ex casa de seguridad Hamatia – 23:30 pm.

- Definitivamente esta casa estuvo habitada, Ken-kun.

- Debieron irse en el día de hoy. Hay olor a desinfectante por toda la casa. – Se quejó Iwao, viendo como el equipo táctico se movía por toda la estructura, esparciendo polvos e intentando sacar pruebas.

- No hay bolsas de basura en la calle. – Informó uno de los integrantes.

- Hoy no pasa el recolector de basura, así que debieron de haberlas tirado lejos del área. El señor Yamamoto-kun nos advirtió de que eran listos. Pero tienen que estar recibiendo ayuda de otra gente más especializada. – Aclaró el líder del equipo que acompañaba al hermano del gobernador.

- Puede ser. Pero todos son policías y detectives. Saben cómo desaparecer sus rastros o limpiar una escena, si es que tienen el tiempo suficiente para hacerlo.

Un celular empezó a sonar en el grupo, y uno de los hombres lo atendió, alejándose un poco.

- ¿Qué nos indica esto, muchachos? Tenemos a un grupo de gente que es ágil, profesional, que piensa rápido y que es bastante precavida. Por ende, debemos proceder con cuidado. Un paso en falso, y perderemos la guerra. Ya nos ganaron tres batallas.

- Casi les sale perfecto. Lástima que no se dieron cuenta de un pequeño, pero grande error.

- Nadie puede controlar todo al ciento por ciento. Ni nosotros. Así que, no nos confiemos.

- Iwao-kun, tengo noticias por parte de Watanabe-kun. – Expresó una persona que guardaba su celular en el bolsillo de su pantalón.

- Al fin el Superintendente de la Prefectura hace algo. – Se quejó con fastidio. – ¿Buenas o malas?

- Ambas.

- Habla.

- La buena es que identificamos la Prefectura en la que pueden estar.

- ¿Y la mala?

- Las malas. Plural. – Lo corrigió. – La primera es que el teléfono que encontramos no sirve para nada. Por más que la policía científica sigue trabajando en ello, el usuario lo bloqueó y le borró todos los datos desde otro dispositivo externo.

- ¿Por qué no me extraña?

- Y la otra, es que pasaron el último punto de control hace cinco horas, y no los volvimos a detectar en ningún otro identificador.

- No tiene nada de malo eso. Solo hay que pensar estratégicamente. ¿Dónde fue el último punto?

- A ciento veinte kilómetros de esta casa, yendo para el oeste.

- Hay tres prefecturas dónde pudieron ir. Sin embargo, considerando de que Eiji me dijo que estaban los Hattori participando en todo esto, me animo a deducir que fueron para Osaka.

- Si cruzan ese límite, estamos perdidos. – Opinó nuevamente el líder.

- Pero no lo hicieron, por lo que definitivamente decidieron parar. Uno de ellos se supone que quedó seriamente herido. ¿Qué hay de los hospitales y clínicas?

- Consultamos a todos. Ninguno tuvo entrada con sus apellidos, o posibles pacientes con las heridas que suponemos que tienen. Son astutos. Prefieren morir de dolor o por una lesión interna, antes de que encontremos a sus noviecitas.

- Si es así, entonces deben estar lo suficientemente cansados por haber quedado embotellados entre el manojo de gente por el feriado y por eso decidieron esperar a que se calmen las cosas. ¿Cuántas rutas existen desde el último punto de control hasta Osaka?

- Tres. Y todas tienen identificadores o controles de tránsito en algún punto.

- Pero algunas rutas más que otras, ¿No?

- Si. Si yo tuviera que huir, obviamente iría por la que nadie toma y por la que menos controles tenga.

- Coincido. Debes ir en contra de lo que la mayoría piensa. ¿Cuántas rutas hay con esas características?

- Una. Es de tierra por un largo tramo y esta habitada por varias granjas y campos. Generalmente pasan camiones o camionetas, y son bastante complicadas de transitar durante la noche, si es que no las conoces.

- Sí vas por esa ruta, ¿Cuál es la distancia en kilómetros entre el último control y el próximo identificador?

- Aproximadamente unos 30 kilómetros.

Iwao sacó su teléfono para poner el mapa en línea.

- Si descartamos las granjas que se identifican, los alojamientos, las estaciones de servicios, y cualquier otro negocio, las posibilidades disminuyen considerablemente.

- ¿Cómo sabes que no se están hospedando en algún hotel?

- Porque no hubo movimientos bancarios o en sus tarjetas de crédito.

- ¿Sabías que los tres integrantes de la familia Kudo, Kuroba junior y Hakuba junior, tienen cuentas en el exterior? Ninguno de nosotros puede acceder a esa información.

- ¿Cómo demonios sabes eso?

- Por algo su hermano llamó a nuestro jefe, y nuestro jefe a nosotros. Igualmente, por el tamaño de esta casa, son demasiados para hospedarse en un solo lugar.

- Sí. Llamarían la atención y lo que menos quieren, es exposición.

- Entonces tenemos un posible camino. Solo debemos revisar algunos huecos y asegurar algunos puntos estratégicos. Vamos, muchachos.


Nueva casa de Seguridad a 250km de Osaka – Actualidad 04:00 am.

Rei miraba el fuego que salía de la hornalla esperando a que el agua que estaba calentando, llegase a la temperatura deseada. Por un lado, sentía que la mitad de su cabeza estaba en blanco. Pero por el otro, su cerebro rumiante hacía un permanente checklist de todo lo que habían averiguado y vivido en los últimos diez días.

Se refregó los ojos con los dedos, hasta que finalmente el agua dio el indicio de haber hervido. Apagó la perilla de la cocina y sirvió el líquido caliente dentro de un termo de acero inoxidable que era suyo, el cual ya contenía café. Caminó unos pasos y acercó los vasos térmicos descartables a su compañero de guarda.

- Oh, el elixir de la vida. – Declaró, al oler la fragancia de su bebida preferida. – ¿De dónde salió el termo?

- Lo tengo siempre en el auto. Fue un regaló de Azu. – Le explicó, tomando su correspondiente lugar contra la ventana para ver al exterior. – Una vez me regañó por no haber tomado nada de líquido caliente en el medio de una ola polar. Estaba tan ensimismado en el trabajo, que no me había percatado de ello hasta que llegué a casa y me preguntó.

- Me extraña eso en ti, considerando que siempre eres cuidadoso en ese aspecto. Al menos veo que le sacaste buen provecho. – Opinó al tomarlo, observando como ciertas partes ya estaban perdiendo el color por el continuo roce sobre las superficies.

- Sí, así es. – Respondió con un deje de nostalgia, viendo como el líquido negro era vertido dentro de los vasos de poliestireno.

- ¿Está todo bien? Desde que recibiste esa llamada a la tarde-noche, tus arrugas en la frente se intensificaron un poco.

- Más o menos. Tengo cierta presión por haberme ausentado casi dos semanas de mi puesto de trabajo, teniendo en cuenta la situación en la que se encuentra Tokio.

- ¿Era tu jefe?

- Sí, aunque no puedo quejarme de él. Comprende la situación que estamos surfeando y me está apoyando en todo lo que puede. Sin embargo, también tiene que darle explicaciones a alguien que está arriba de él, el cual no para de machacarle permanentemente la cabeza. Incluso mi equipo y Kazami están soportando cierto estrés y hasta realizando horas extras por avocarse a esta investigación. Me preocupa que no se estén cuidando o no le estén dedicando tiempo a sus familias.

- ¿Cuántas rotaciones de personal tuviste dentro del equipo en estos últimos dos años?

- A decir verdad, no muchas. Y eso es algo que me sorprende. Creo que en total tuvimos dos o tres bajas.

- ¿Sabes qué significa eso? Lograste formar un excelente equipo y un buen ambiente de trabajo. Debes de ser muy buen líder para que todos ellos estén colaborando voluntariamente.

- Nada fácil de hacer.

- O es eso, o a todos les salió muy mal el psicotécnico y por eso los pusieron a trabajar contigo. Deben de estar todos muy mal de la cabeza.

- ¡Ey!... Pero todo puede ser posible. – Admitió con una sonrisa. – No veo la hora de llegar a Osaka para por lo menos sacarme un factor de estrés de la ecuación.

- Somos dos. Hacía rato que no me quedaba trasnochando tantos días por estar alerta.

- ¿Desde la organización?

- No. Desde que estos dos dejaron de ser catalogados como bombas de tiempo. – Respondió, cabeceando hacia el grupo dormido.

- ¿Cómo los ves con todo esto?

Shuichi los examinó uno a uno. Todos se encontraban cerca del otro, y ninguno había mantenido distancia prudencial de la otra persona, como queriendo asegurarse que iba a haber alguien cuando despertara.

- No lo sé. Diez días que no los veo y ambos cambiaron radicalmente. Comienzo a preguntarme si realmente fue buena idea retenerlos en California.

- ¿En serio te estás debatiendo eso?

- Es un mero pensamiento que cruzó mi cabeza. No se si nos queda mucho más trabajo por hacer.

- Kaito me comentó que Greeny apareció seguido estos días.

- ¿Te admitió eso? En otra época...

- Eso no hubiera pasado. Acuérdate lo que costó que empezara a hablar conmigo.

- Y según Chikage...

- Somos como los tíos.

Ambos hombres se rieron por lo bajo.

- No puedo negar que me siento un poquito orgulloso de escuchar eso. – Expresó Rei.

- ¿Quién lo hubiera creído? Pasamos de ser agentes encubiertos que asesinaron a un montón de gente y que formaron parte de una de las peores organizaciones que existió, a ser... niñeros y tíos.

Una luz imperceptible que duró una milésima de segundo, pasó a través del cristalino del ojo del agente de seguridad, enfocándose en su retina. Y ésta última membrana, convirtió la imagen en una señal eléctrica, enviándola por el nervio óptico al cerebro de Rei.

¿Resultado de todo ese proceso?: existencia de una anomalía. Y una anomalía, era igual a una alerta.

- Shuichi. – Es lo único que dijo el de Seguridad con gravedad, mientras sacaba su arma y se posicionaba.

El del FBI de forma apresurada, apagó la única tenue luz que había, dejando todo en una sumisa oscuridad.

- ¡Shinichi, despierta! – Dijo fuertemente el de ojos verdes.

El del este se despertó y se sentó de golpe, provocando que Ran caiga abruptamente a su costado, dado que estaba dormida sobre él.

El súbito movimiento provocó que Kaito también se despertara.

- ¿Qué demonios te pasa? – Exclamó el mago con mal humor. – Siempre haces lo mismo.

- ¿Qué sucede? – Preguntó la karateca, con confusión y somnolencia.

El detective se limitó a recorrer con mirada sospechosa todos los ángulos de la habitación, afinando sus oídos al máximo posible y acostumbrándose a la oscuridad.

- ¿Qué pasa? – Consultó Heiji, quien había abierto los ojos al igual que todos.

- Quédense en silencio y agachados. – Ordenó el del FBI. – Algo no está bien.

- ¿Cómo que algo no está bien? ¿Qué pasa? – Consultó Saguru, moviendo rápidamente la cabeza de un lado al otro para despabilarse.

- Quédate aquí y no te levantes. – Le indicó el detective del este a Ran, antes de moverse.

- No, espera. No te vayas. – Le imploró, sosteniéndolo de un brazo.

- Quédate con ellos y haz lo que te dije. Todo estará bien.

- ¿Y si no? ¿Y si nos separamos?

El escenario que él tanto temía y que sin saber lo que actualmente ocurría, sabía que podía llegar a pasar. Ahora entendía la desesperación de Heiji de ponerlas dentro del submarino Fendouzhe.

- Si algo pasa y no podemos evitarlo, necesito que seas fuerte. Si nos separamos, ten la certeza de que te buscaré de vuelta. ¿Ok? – Preguntó, colocando una mano sobre su mejilla para que lo vea.

- ¿Prometido?

- Prometido. – Y le dio un beso en la mejilla.

Ran asintió con la cabeza, y Shinichi se dio la vuelta para arrastrarse por el piso de madera hasta llegar al gran ventanal. Se posicionó al lado de los dos hombres y Jodie, quien se había acercado a la ventana de la misma forma que él.

- ¿Qué pasa? – Preguntó el morocho de ojos azules.

- Estoy seguro de que vi una pequeña luz. – Explicó Rei.

- No habrá sido una luciérnaga, ¿No? – Dijo irónicamente el del FBI.

- ¡Estúpido! Se diferenciarlas bien.

- Uno, dos, tres.

Todos subieron por la pared, paralelamente al marco de la ventana y sin asomar la cabeza por ella. De forma disimulada, fueron acercándose al vidrio, hasta que...

- ¡AGÁCHENSE! – Gritaron las cuatro personas de repente, tirándose al suelo.

No llegaron a terminar la frase que decenas de balas atravesaron los vidrios de forma violenta. Por la repentina situación, las chicas pasaron de estar dormidas a aturdidas, y no pudieron evitar empezar a gritar por el susto y el miedo de lo que estaba pasando.

Heiji, Saguru y Kaito, al estar más cercanas a ellas, se apresuraron a cubrirlas con sus propios cuerpos para evitar que se levanten ante la balacera y terminen heridas.

- ¡Saguru, encárgate de Aoko! – Gritó el mago, antes de deslizarse por el suelo para acercarse hacia los del FBI y al agente de seguridad, posicionándose a la derecha de todos ellos.

Las tres personas armadas que se encontraban en las ventanas, empezaron a disparar contra los atacantes. Pero apenas tiraban dos disparos, les devolvían veinte veces más lo que tiraban.

- ¡Shuichi, son demasiados! – Gritó Rei, entre el ruido.

- ¿Cómo carajo nos encontraron?

- ¿Qué importa eso ahora? ¡Pensemos como diablos vamos a salir de esto!

Dispararon hacia afuera otra vez, pero siempre obtenían una devolución superior.

- ¡Se están acercando! ¡No podemos quedarnos acá y esperar a que nos encierren! – Exclamó Jodie, al esconderse nuevamente.

- ¡ALÉJENSE YA DE LAS VENTANAS! – Gritó Rei de repente, tirando a Jodie hacia el ras del piso y lejos del marco de madera.

Una ráfaga de cientos de balas, atravesaron lo que quedaba de la ventana, agujereando la pared del living que se encontraba de fondo.

- ¡¿Qué mierda es eso?! – Gritó Kogoro, quien había descendido las escaleras y se acercaba cuerpo a tierra junto a Yusaku.

- ¡Tienen un maldito arsenal!

- ¡¿Me estás jodiendo?! – Exclamó, colocándose entre Kaito y Jodie, mientras que el padre de Shinichi, entre su hijo y Shuichi. – ¡¿Cómo consiguieron eso?!

- ¡No sé, pero se fueron al carajo!

- ¡Hazme el favor de decirle a los de la aduana que me cago en sus controles! ¡A las empresas las obligan a presentar millones de documentos y pasar los mil y un controles para importar y exportar, y estos tipos traen armas de guerra al país como si nada!

- ¡Cállate y piensa qué mierda hacer, en vez de quejarte sobre los procedimientos aduaneros!

- ¡Ustedes dos, tomen las armas que están en el bolso y pónganse a disparar! – Les gritó Akai a los recién llegados.

El detective del este había visto la escopeta automática antes de correrse de la ventana, y no pudo querer acercarse a Ran al verla de esa forma tan vulnerable contra el suelo. Con sus manos se tapaba los oídos para intentar dejar de escuchar los continuos proyectiles que estaban destruyendo la casa, e inconscientemente emitía algún que otro grito por la angustia y el estrés. Sin embargo, cuando él apenas quiso moverse, otra ronda de fuertes e incesantes disparos empezó a hacerse notar.

- ¡Quédate ahí! – Le indicó Heiji a los gritos, entendiendo lo que quería hacer. – ¡Esta vez, yo me encargo de ella!

Shinichi vio como la cubría junto a Kazuha, y como Saguru hacía lo mismo con Aoko. No tuvo más opción que hacerle caso al del oeste y sentarse contra la pared, esperando tranquilamente a que se les ocurra qué hacer.

Los pedazos de concreto y madera caían sobre sus cabezas y cuerpos. Los vidrios se hacían añicos y estallaban con cada cartucho que atravesaba la ventana. El quinteto armado sobre la ventana empezó a enfrentarlos nuevamente, disparando hacia ellos.

- ¿Cómo pueden estar tan relajados? – Preguntó Aoko a su compañero, al ver como el detective del este y Kaito estaban apoyados tranquilamente sobre la pared, sin enervarse por los agujeros que estaban sucediendo a sus alrededores y que pasaban a meros centímetros de sus cabezas.

- Estamos un poco acostumbrados a esto. – Le explicó Saguru. – Todavía falta para que puedan atravesar la pared exterior, considerando que es de ladrillo y cemento.

- ¡Están dementes para estar calculando todo eso en estos instantes!

- Si quieres entrar a la policía mejor piénsalo muy bien. Esto te pasará más de una vez si decides transitar ese camino, y si quieres sobrevivir, deberás evaluar estos detalles.

- ¿Cómo sabes eso de mi?

- Akako me puso al día.

- ¿Desde cuándo la llamas por su nombre y sin honoríficos?

- ¿Importa ahora?

- ¡Son demasiados, Rei-kun! – Exclamó Yusaku al dispararle a uno en el pie. – ¡A este ritmo, nos quedaremos sin...

Más disparos que parecían cada vez más cerca, interrumpieron su opinión.

- ... balas!

- ¡Y pared! – Agregó el de pequeños ojos negros.

Los del FBI y el de Seguridad, suspiraron con fastidio. La ecuación no cerraba favorablemente.

- ¡Claramente nos superan en número y tienen ventaja táctica! ¡Por ende, no solo necesitamos más balas y más gente, sino que también necesitamos mejor puntería! ¡Jodie! – Dijo con determinación, el de ojos verdes.

- ¡Kaito! – Exclamó la rubia, tirándole su arma de repuesto, junto con dos cargadores.

- ¡Saguru, ¿Sabes disparar?! – Gritó el del FBI, entre el ruido.

- ¡Eh, sí!

- ¡Toma y ven acá! ¡Heiji está muy herido para moverse tanto! – Le dijo, deslizando la pistola que guardaba como back up por el suelo, y dos cartuchos de repuesto.

- "¿Por qué Saguru y no Shinichi? Si siempre estamos juntos en los simulacros. Además, ya sabemos cómo se mueve el otro. A no ser de que..." – Teorizaba el mago, mientras veía que el seguro de su pistola estaba puesto.

- ¡Shinichi! – Lo llamó Akai.

Entre los dos cruzaron mirada y el detective se extrañó al verlo tan serio y frío. Además de que tampoco le gustó el tono de voz que empleó para llamarlo.

Esto no le iba a gustar.

No. Definitivamente, no le iba a gustar ni un poco.

- ¡Ah, no, no! ¡No te atrevas! – Le advirtió, leyendo sus ojos. Ya lo conocía lo suficiente como para saber lo que pasaba por su cerebro.

Sin previo aviso deslizó un largo estuche por el piso. Y a Jodie se le abrieron los ojos de par en par, al igual que a Saguru, Heiji, Kogoro y Yusaku. Todos ellos sabían lo que contenía esa funda.

- "Me estás jodiendo que sabe usar eso." – Pensaban el moreno del oeste, el castaño de Inglaterra y los dos hombres en sus cuarenta, de forma simultánea.

- ¡¿Estás loco?! – Le recriminó Shinichi.

- ¡Concéntrate y recuerda lo que siempre te dije! ¡Un francotirador nunca, pero nunca falla! ¡Así que, fíjate bien dónde apuntas si no quieres matar a nadie! ¡Lo más importante, no dudes! ¡Donde dudas, eres hombre muerto!

- ¡No, olvídalo!

- ¡Shinichi, no hay tiempo para discutir! ¡Necesito ojos en el techo y tú eres mucho más veloz que yo para escabullirte! ¿O prefieres ir al frente matando gente? Porque eso es lo que va a pasar en menos de 10 minutos. ¿Estás preparado para eso? Esto no es ningún simulacro.

La expresión del chico era de puro pánico y de total preocupación. Una cosa era haber practicado con objetos estáticos y móviles, teniendo todo el tiempo del mundo para calcular y apuntar. Y otra cosa muy distinta era dispararle a una persona que estaba viva y moviéndose, con una bala que perforaba absolutamente todo lo que se le cruzase en su camino.

Los ojos de los presentes iban de un rostro a rostro, escuchando el intercambio de opiniones.

- ¡No podremos sacarlas de acá con vida si seguimos de esta manera! ¡Así que muévete, si no quieres que tu novia termine con un maldito agujero en la cabeza!

El chico se quedó anonadado ante su orden. Dirigió inmediatamente su mirada a Ran, quien se encontraba al ras del suelo, aterrada, con restos de material sobre su cuerpo y con Heiji intentando protegerla. Sin embargo, muy a pesar de estar en ese estado, estaba viéndolo a él con total confusión e inquietud.

No. No podía. No podía bajo ningún motivo, dejar que se acerquen a ella. ¿Qué iba a hacer si se la arrebataban de su vida? ¿Qué iba a hacer si le ponían una mano encima?

El maldito de Heiji tenía razón una vez más. Sería como un viejo viudo que sentiría la mitad de su cama vacía.

Quejándose con un gruñido en voz alta al saber que no había otro método, tomó el contenedor del arma, y le arrojó las llaves del auto a Shuichi. Rápidamente, se movió de forma agachada hasta llegar a las escaleras, y subió los escalones de dos en dos hasta que desapareció de la vista de todos.

- ¡Shu! ¡Le trasladaste una inmensa responsabilidad sobre sus hombros!

- ¡¿Estás loco?! – Opinó Yusaku. – ¡No sabe usar rifles de alto alcance!

- ¡Eso es lo que tú crees! – Le respondió el del FBI, tomando su lugar nuevamente.

- ¡¿Qué mierda le estuvo enseñando este psicópata que le gusta disparar a sus aliados en el medio del barro, a tu hijo?! – Le preguntó Kogoro a Yusaku.

- ¡Deja de recriminarme eso! ¡Cálmense y confíen en él! ¡Sabe muy bien lo que debe hacer!

- ¡¿Qué haremos nosotros?! ¡Si nos quedamos quietos, nos van a hacer puré de manzana! – Preguntó Saguru, quien tomó la posición del detective que acababa de irse, al estar armado.

- ¡Retengámoslos por cinco minutos más hasta que Shinichi logre posicionarse! ¡Luego, saldremos!

- ¡¿Cómo esperas que hagamos eso?! ¡Están por todos lados! ¡Nos van a hacer añicos! – Alzó la voz Kogoro.

- ¡En pirámide, y agachados! ¡Kaito, necesito que salgas primero y los distraigas con algo! ¡Luego, saldremos nosotros tres! – Explicó, señalando a los tres agentes que seguían activos en la actualidad. – ¡Ustedes dos, se sumarán a los dos segundos cuando hagamos lugar y llamemos su atención! – Y señaló a ambos padres. – ¡Y por último, Saguru! ¡Kaito, una vez que salgan todos, intenta posicionarte en la misma línea de fuego que él! ¡Heiji, encárgate de mantenerlas en el medio de estructura y atrás tuyo!

Rei Shuichi Jodie

Yusaku ... ... ... ... ... ... Kogoro

Saguru ... ... ... Heiji ... ... ... ... ... Kaito

Aoko ... Kazuha ... Ran

- ¡Kaito, hay una construcción...!

- ¡Sí, ya sé! ¡Ya la vi! – Respondió a los gritos, mientras que pispiaba rápidamente por la ventana un par de veces, para después, cerrar los ojos y guardar la imagen en su cabeza.

- ¡Nos moveremos hasta donde podamos! ¡Si grito abajo, nos tiraremos inmediatamente al piso hasta que nos aseguremos de que podemos salir hacia los autos de forma segura! ¡¿Entendieron?!

Un sí general se escuchó en el medio de la oscuridad.

El mago aprovechó para arrastrarse al centro, donde estaban los del FBI.

- ¿Estás bien? – Le preguntó la rubia, al notar su presencia.

- Nunca estuve mejor. – Respondió con ironía. – Salgo de Guatemala y entro en Guatepeor.

- ¿El verdín? – Consultó Shuichi.

- Ahora no tengo tiempo para que me esté rompiendo las pelotas.

- James estaría orgulloso con tu respuesta. – Dijo Rei, después de reírse por el comentario.

- Si no estás seguro de esto... – Intentó decirle Jodie.

- Nos aniquilarán a todos. No tengo presión. Nop. Para nada. Solo espero que el de arriba esté atento ante cualquier imprevisto y no me de en el culo cuando salga. Es lo único que me estaría faltando. – Respondió poniendo los ojos en blanco.

Shuichi sonrió mientras miraba en su reloj, como los números de los minutos y segundos pasaban, calculando al mismo tiempo lo que a Shinichi le tardaría en prepararse.

- ¡Un minuto, y todos afuera!

- ¡Fueron los cinco minutos más largos de mi vida! ¡¿Cómo es que la policía jamás llegó?! ¡Que malos vecinos que hay en este pueblo! – Dijo con gracia Rei, para alivianar la situación.

- ¡Recuérdame nunca mudarme a esta zona! – Le respondió Heiji para seguirle la broma.

- ¡Ni siquiera te lo recomiendo para que lo visites en época de vacaciones!

- ¡Mucho menos! ¡Creo que planearé nuestras próximas vacaciones a la Antártida, donde no haya un solo alma alrededor!

- ¡Excepto focas, orcas y pingüinos! ¡No sé qué es más peligroso! ¡Todos te muerden!

- ¡Sus chistes no estarían siendo para nada efectivos! – Le replicaron las chicas, entre el ruido.

- ¡Qué poco compañeras de la ironía que son!

- Heiji, tengo miedo. – Le admitió Kazuha en un susurro, agarrando la manga de su remera con fuerza.

- Lo sé, nosotros también. Por eso hacemos estos chistes tontos. Todo estará bien, ¿Ok? – Le dijo, colocando una mano sobre su mejilla.

- Es nuestro método para liberar la ansiedad, el nerviosismo y el estrés. – Le explicó el rubio, que se encontraba a dos pasos de ellas.

- Solo limítense a mantener siempre las cabezas bajas, a quedarse atrás mío, y a caminar casi en cuclillas. ¿De acuerdo? Todo estará bien. – Les explicó el detective del oeste.

- ¡Prepárense! ¡Diez...! – Contó el del FBI, viendo a Jodie.

Ambos se observaban con temor, pero con firmeza al mismo tiempo. Lo que iban a hacer, era extremadamente peligroso, y necesitaban estar concentrados al ciento por ciento. Algo muy complicado de hacer cuando sabes que el amor de tu vida está a tu lado, y va a salir a enfrentarse en la primera línea de fuego contra el enemigo.

Todos se pusieron en dirección a la ventana y en fila de salida, eufóricos de adrenalina.

- ¡Cinco!

El mago cerró los ojos inspirando fuertemente por la nariz, y exhalando del mismo modo por la boca.

- ¡Tres, dos...!

Tragaron fuerte, posicionando sus pistolas ya cargadas y listas.

- ¡Uno! ¡Ahora!

Kaito apoyó las dos manos sobre la ventana, y salió despedido hacia adelante de forma agachada, para mantener la altura al ras del marco. Las balas le estaban pasando demasiado cerca para su agrado, por lo que tiró delante suyo, cuatro cartuchos que se encontraban entre sus dedos, creando una enorme nube de humo delante de él. Cuando los dos pies hicieron contacto sobre el suelo, rodo hacia adelante y empezó a correr en diagonal, sacando y disparando su arma para empezar a atraer la atención.

Shuichi, que estaba en el medio, avanzó marchando hacia afuera rápidamente junto con Rei y Jodie. Los tres disparaban sin cesar, aumentando el radio del perímetro de asalto. Luego, se sumaron Yusaku y Kogoro, posicionándose un poco más a los lados del trío principal. Y por último, se adhirió Saguru, colocándose a la misma altura que Kaito, siendo estos, los más apartados del centro.

- ¡Avancen al mismo tiempo! ¡Caminen en posición de casi sentadilla y no paren! ¡Aprovechen el humo! – Gritó Shuichi, disparándole a uno en el pecho.

En el mientras tanto, Heiji ayudaba a las chicas a salir por la ventana y servía de escudo en el medio de la pirámide de defensa y ataque que habían formado.

Todos tenían un ángulo limitado de disparo donde se concentraban. Hacían esto para no interponerse en el radio del otro, y así no gastar balas de más.

Las primeras tres personas disparaban sin importarles mucho la zona de impacto del enemigo. Las cuatro restantes, lo hacían con más cautela debido a que matar a una persona, no estaba dentro de los parámetros de sus valores. Intentaban en lo posible, dejarlos fuera de acción, apuntando a las extremidades.

- ¡Abajo! – Gritó el del FBI.

Habían avanzado hasta donde el humo los dejó, por lo que se tiraron al piso. Shuichi chifló con sus labios, sin la necesidad de usar sus dedos, y una persona del grupo salió corriendo ágilmente.

Aoko se alarmó al verlo, pensando que iba a hacer algo ilógico e imprudente. Sin embargo, Heiji le tomó el brazo cuando se dio cuenta que quería levantarse para ir con él.

- Quédate acá, y con la cabeza baja.

- ¡Pero kaito...!

- ¡Están sincronizados entre ellos, además de armados! ¡Solo nos queda obedecerlos o les estorbaremos! ¡No tenemos el entrenamiento que tienen ellos!

La del este no se quedó muy tranquila con su escueta explicación. No estaban dejando de dispararles y se encontraban atrincherados en el piso sin protección alguna.

Kaito al escuchar el silbido, le puso el seguro a la pistola y la guardó rápidamente atrás de su pantalón. Se apresuró para llegar a la pequeña construcción que se encontraba sobre el lado derecho del terreno, la cual parecía ser una vieja, pequeña e inhabitada casa de dos plantas.

Agarró un puñado de tierra, guardándoselo en el bolsillo del pantalón, y con un salto, se agarró del borde del techo que caía en diagonal hacia el suelo, quedándose colgado por unos segundos. Se subió al mismo sin hacer el más mínimo ruido. Agachado, se acercó hasta llegar a la conexión del segundo techo. Dio un paso alto para acceder a éste último, encontrándose con tres sujetos armados con ametralladoras, que disparaban sin cesar hacia el grupo.

Se mezcló entre la oscuridad de la noche, caminando de la forma más sigilosa posible. Su silueta se asemejaba a la de una pantera que veía fijamente a su presa.

Y atacó.

Al primero de la izquierda, lo noqueó desde atrás, y el del centro se dio cuenta de esto, por lo cual, rápidamente el enemigo se dio vuelta para dispararle. Kaito le tiró a su rostro, el puñado de tierra que guardó en su bolsillo. El agresor después de quejarse e insultarlo a los gritos al no poder ver, empezó a disparar en todas las direcciones posibles. Por ende, el mago esquivó el ataque rodando ampliamente por la derecha. Luego, ejerció presión sobre el techo con una mano, y equilibró su peso sobre ella, para poder lanzar una patada al brazo que contenía el arma del tercer contrincante, logrando que la misma caiga del techo. Se levantó, y dirigió un puño hacia el estómago del tercer atacante. Se agarró a los brazos del sujeto, y lanzó una patada hacia atrás, dándole al segundo enemigo, quien perdió el equilibrio y cayó de rodillas hacia adelante. Kaito retrajo su pierna como si fuese a pegar un pelotazo, y a último momento, recogió más su pierna para convertirla en un rodillazo hacia la cara de la tercera persona. Bastó un deslizamiento de un pie del mago a los pies de la persona que tenía enfrente, para lograr que pierda la estabilidad y empiece a rodar por las superficies en bajada. Rápidamente tomó el arma que tenía atrás de su pantalón, para dársela en la cabeza al segundo, y dejarlo inconsciente sobre el techo.

Kaito guardó su pequeña pistola, tomó las otras dos armas, revisó y tomó lo que tenían dentro de su vestidura, y se deslizó por el techo a gran velocidad. Cuando llegó al piso e hizo contacto con la tierra, realizó un rodamiento hacia adelante, tomó la tercera ametralladora que le había quitado al tercer sujeto, y empezó a correr a alta velocidad hacia el grupo nuevamente.

Una persona que no era amigo suyo y con intenciones poco amistosas, se acercó a él con una amplia cuchilla. Kaito corrió hacia él también, tiró las armas, y tomó su muñeca por dentro con su mano izquierda. Le dio un golpe en las costillas con su codo derecho, y pasó por debajo del brazo de su agresor. Inmediatamente se dio cuenta de que otra persona se sumó para atacarlo, con arma de fuego en mano.

No pensó. Solo reaccionó velozmente, al recordar varios escenarios parecidos que crearon Steve y Shuichi a lo largo de su estancia en las oficinas del FBI.

En meros segundos y sin darle tiempo a ninguno de los dos, volvió sobre sus pasos y le propinó un golpe en la nariz a su primer atacante. Le giró el brazo derecho, quedando la parte interna hacia arriba, y se dio la vuelta para quedar de espaldas al pecho de su agresor. Acto seguido, apoyó la parte superior del codo de su atacante por sobre el hombro de él, y bastó con hacer palanca para contenerlo.

El segundo agresor se quedó estático, al ver como su compañero era usado en forma de escudo humano. De esta forma, no podía dispararle sin ejercerle daño.

Kaito fue caminando con prisa hacia atrás, al mismo tiempo que codeaba repetitivamente el estómago de su adversario para que no lo atacara. Cuando se acercó a la segunda persona, le piso el pie al primero, lo codeó fuertemente para que retroceda, y lo empujó hacia el segundo, provocando que trastabille y caiga al suelo. Después, salió velozmente a bloquear el arma del segundo, le pegó una patada en el escroto y movió su pie para levantar los de su agresor y hacer que perdiera el equilibrio. Dobló su muñeca para sacarle el arma, y se la propinó con fuerza atrás de la cabeza, dejándolo fuera de acción.

El primer atacante se paró nuevamente para luchar contra él, por lo que Kaito aprovechó que venía corriendo hacia él, para tomar su impulso y revolearlo por encima de él, como había hecho Shinichi en la casa de campo con Heiji. Un grave quejido se escuchó de la persona que terminó en el piso, y Kaito aprovechó para darle un culatazo con el arma y ponerlo a dormir.

Fue corriendo por las armas que había tirado antes de que todo esto inicie, y empezó a correr hacia donde estaba el grupo. Cuando estaba por llegar, se tiró de cabeza como si fuese a hacerlo a una pileta, y cuando sus manos tocaron el suelo, rodó rápidamente, deteniendo la acción con sus piernas para quedarse estirado, con la cabeza al ras del suelo.

- ¿Alguien necesitaba armas de mayor calibre? – Preguntó, alcanzándoles las cuatro armas, entre la nube de polvo que había levantado.

- Ahora sí estamos hablando en serio. – Exclamó Rei, mientras verificaba las balas que quedaban en el arma.

- Bien hecho, Delta. – Dijo un orgulloso Shuichi.

- No, no. El dinosaurio está en la casa. No me metan en la ecuación que después me matan.

- Tarde, ya estás en ella hace tiempo. – Dijeron Rei y Jodie al mismo tiempo, mientras disparaban con las nuevas adquisiciones.

- ¡Arriba! – Dictaminó el de ojos verdes.

Kogoro había tomado la cuarta arma, y una vez más, empezaron a realizar la misma maniobra. Constantes "arriba" y "abajo", fueron dichos por Shuichi.

- No vamos a aguantar mucho más si seguimos así. Nos están cercando. – Opinó Yusaku, usando las últimas balas que le quedaban en su pistola.

- Pues no tenemos otra alternativa. Los autos no están tan lejos. – Respondió Shuichi.

Un ruido seco se escuchó entre los integrantes.

- ¡Se me trabó el arma! – Exclamó la rubia que iba delante, golpeando su arma.

- ¡Jodie! – Exclamó a los gritos el del FBI, al ver como un hombre había logrado escabullirse, acercándose a su mujer.

El segundero en la cabeza de Akai, iba más lento de lo que debería moverse. Su cuerpo se movió automáticamente, provocando que sus manos dirijan su arma hacia la persona invasora. Pero su cerebro constantemente repetía: no llegarás a tiempo, no llegarás a tiempo.

- "No otra vez. No puedo otra vez pasar por lo mismo."

Su nombre fue lo único que pudo pensar con cierta desesperación, antes de que el eco de un sonido grave se escuchara en el amplio espacio.

Fue tarde.

La bala había llegado a atravesarle el hombro al atacante de la agente, haciendo que suelte el arma de forma inmediata. Shuichi abrió los ojos al reaccionar, y se apresuró a dispararle al enemigo en el torso.

- ¡Abajo todo el mundo! ¿Estás bien? – Gritó Shuichi al acercarse a ella, logrando recibir de su pareja, una confirmación asustadiza con su cabeza.

Shuichi sentía su corazón en sus oídos. Echó una rápida mirada para atrás por un par de segundos, levantó apenas un brazo, y estiró su mano en diagonal y hacia arriba, en señal de agradecimiento.

- Gracias, Steve. Como me alegra que me hayas propuesto que le enseñe a disparar durante sus pésimos días. – Dijo en un suspiro de puro alivio, aunque todos lo escucharon. – ¡Nadie, pero absolutamente nadie, levante un solo pelo de su cabeza, a no ser de que quiera un corte Chonmage!

- ¡Podrías haberle puesto un silenciador a esa arma! ¡Lo van a encontrar en segundos! – Lo retó Yusaku.

- Lo tiene puesto.

- ¿Qué clase de arma traes al país?

- Si no detienen a alguien que importa una AA-12, ¿Qué me pueden decir a mí de un pequeño rifle? Al menos tengo permiso para portarlo.

- Y por más que uses un supresor de sonido, los disparos se escuchan igual. Más estando a esta distancia tan corta. – Agregó Rei.

Shinichi se encontraba tirado en el techo, acordándose de las muchas lecciones que Shuichi le había dado cuando no se sentía bien para entrenar, o cuando simplemente tenían ganas de practicar.

Aprovecharon el bosque que rodeaba la casa y la inexistencia de la gente en los alrededores, para poder practicar sin problemas.

- "Recuerda la posición de las piernas. Debes tenerlas abiertas y apoyadas, con la cara interna de los pies en paralelo al suelo. Debes estar muerto en el piso... bueno, ya tienes suficiente experiencia en eso." – Recordaba su comentario con ironía. – "Eso logrará que no le transmitas ningún movimiento al arma, afinando la puntería. Siente el rifle como una extensión más de tu cuerpo. Alinéalo a tu columna y mantén siempre la cintura apoyada al suelo."

- "Si tienes varios enemigos a la vista, debes evaluar y analizar a cuál bajarás primero."

El morocho realizaba un rápido paneo con la mira para tener mayor perspectiva de la situación y fijar sus objetivos. Tenía un límite de balas, y ellos eran demasiados. Tenía que buscar algo que lo ayude a abrirles el paso, o jamás iban a poder salir.

- "Aleja el ojo de la mira, si es que no quieres quedar marcado como un panda. La fuerza del disparo tirará el arma para atrás y te golpeará."

- Que nadie me diga que no tengo presión. Ni siquiera tengo a alguien que me advierta si me están apuntando a la cabeza. – Se quejó, mientras colocaba el ojo cerca, pero no tocando la mira.

- "Apoya bien la mejilla sobre el rifle y déjala descansar. No te pongas tieso. Debes estar en estado babosa."

- "Mano derecha sobre el gatillo. Mano izquierda es optativa. Yo rodeo el arma para afianzarla sobre el hombro derecho."

- "Siente la respiración de tu cuerpo y controla tus movimientos. Al exhalar, escucha los latidos de tu corazón. Y entre latidos... disparas."

Un hombre arrojó su arma y se tiró al suelo para agarrarse la tibia. A pesar de la distancia, podían escucharse los aullidos con suma claridad, mientras dos compañeros lo agarraban de la fosa axilar para sacarlo del escenario.

- ¡Cúbranse! ¡Francotirador!

Una gran camioneta utilitaria enemiga se detuvo sirviendo de escudo, y el conductor se bajó para colocarse atrás de ella.

El equipo que se había quedado atrincherado, disparaba sin cesar, logrando herir a varios de los enemigos. Aún así, estaban rodeándolos de a poco, y las balas empezaban a escasear.

- ¡Shuichi, si no nos movemos, moriremos! – Gritó Rei.

- Vamos, Shinichi. Encuentra un maldito punto de quiebre.

De repente escucharon un disparo, el cual le erró a un atacante que estaba atrincherado atrás del rodado.

- ¡¿Qué hace?! – Exclamó un desconcertado Shuichi.

- La camioneta. Apunta a la camioneta. – Señaló Saguru.

- ¿Qué quiere? ¿Qué nos subamos a ella? ¡Es una estupidez! – Consultó Heiji.

- ¡Es lo menos seguro que hay para escapar! – Adhirió Rei.

- No. No es eso. Piensen como él. ¡Hay algo que no estamos viendo! – Les gritó Kaito.

Kogoro analizaba el escenario enfrente suyo. Sabía que Shinichi tenía excelente puntería al haberlo visto utilizar sobre Ran, la misma maniobra que utilizó él para salvar a Eri cuando la tomaron de rehén. Si falló, es porque lo hizo a propósito y estaba queriendo decirles algo. El mago tenía razón.

- "¿Qué es lo que nos quieres decir? Maldito enano, ya no tan enano. ¿Por qué todo contigo requiere pensar en código? ¡¿No le podían dar una maldita radio antes de que suba el techo?!"

- "Tengo que sacar a Ran de acá. ¡Vamos Kogoro, piensa! Una camioneta. ¿Cómo nos puede ayudar a abrir camino si está en el medio de tod...?"

- ¡Lo tengo! ¡Rei, dispárale al tanque de nafta en el mismo sitio, hasta que haga un agujero! Yo por mi brazo, no puedo mantener la puntería a esta distancia.

- ¡Esto no es una película! No va a prenderse fuego y explotar. – Le recriminó Jodie.

- Sí que lo hará, si Kuroba-kun hace algo para que se prenda fuego.

- ¿Qué crees que soy? ¿Un maldito pirómano? – Preguntó un indignado mago. – El diesel es más pesado que la gasolina y dudo que esté a la temperatura que debe estar para que se incendie fácilmente.

- ¡Deja el maldito tecnicismo y busca algo con que prender fuego esa maldita camioneta! – Le gritó Heiji.

- ¿Qué crees que estoy haciendo? – Le reprochó, mientras buscaba a su alrededor algún recurso que le sea útil.

Otro disparo se escuchó, y el hombre que estaba atrincherado detrás del vehículo cayó de espaldas al recibir un balazo en el hombro, inmovilizándole la capacidad para disparar su arma.

- ¡Carajo! ¡Dispara mejor de lo que creía! – Dijo Saguru, calculando la poca distancia que había entre los autos y ellos.

El agente rubio hizo lo pedido. Una bala atrás de la otra fue pegando sobre el material de acero inoxidable, hasta que finalmente pudo atravesar el tanque.

El mago por su parte, busco dentro de sus bolsillos. Una pelota de tenis... nop. Un lapiz labial... inservible en estos momentos.

- ¿Dónde guardas todo eso? – Le preguntó Saguru.

- ¡No preguntes cosas que no quieres saber! ... ¡Aja! Esto que le robé al sujeto del techo servirá. – Exclamó, sacando...

- ¿Una granada? ¿Cómo diablos se te ocurre tomar eso? – Exclamó Heiji.

- Yo que ustedes, me tapo los oídos.

Kaito le sacó el seguro, arrojándola hacia el charco de nafta que se empezó a acumular.

- ¡Abajo inmediatamente! – Gritó Shuichi.

- ¡Ya estamos abajo! – Le reprochó Yusaku, quien se había quedado callado hasta el momento.

Acto seguido, una gran explosión ocurrió en el medio del terreno, provocando que algunos enemigos salgan volando por el exceso de presión interior del proyectil.

- ¡¿Por qué no tiraste eso desde un principio, pedazo de estúpido?! – Gritó un indignado detective europeo.

- ¡A los autos! ¡Salgamos de acá!

- ¡Rei, sácalas de acá! – Gritó Kogoro, dirigiendo a las chicas al auto del agente de seguridad.

- ¡Pero papá...!

- ¡Vete de aquí, Ran! ¡Ire con Akai-kun atrás tuyo! – Le ordenó, siguiendo al del FBI.

Solo bastaron unos segundos más para que Rei se ponga al volante junto a Jodie. Las chicas entraron en la parte trasera del Mazda blanco, quedando Ran del lado derecho, Aoko en el medio y Kazuha sobre el lado izquierdo.

Kaito se subió a la moto y los dos hombres en sus cuarenta, al auto de Kogoro.

- ¡Go, go, go! Los seguiremos en unos minutos. – Le gritó Shuichi a Rei, mientras seguía disparando por la ventana al subirse junto a Saguru, al auto negro de Shinichi.

El rubio no tardó un nanosegundo en hacerle caso. Sabía que iban a ir por ellos en primer lugar, por lo que piso a fondo el pedal del acelerador, y comenzó a realizar rápidamente los cambios.

- ¡No podemos irnos sin Shinichi! – Les exclamó Ran, agarrándose de la manija de la purta.

- No te preocupes por él. Está más que entrenado para esto. Nosotros debemos salir de este lugar. Sino, todo habrá sido en vano. – Le explicó el conductor. – Pónganse los cinturones y agárrense lo más fuerte que puedan.

- Pero...

Sintieron cuatro disparos sobre la chapa del baúl.

- ¡Mantengan las cabezas gachas! – Gritó Jodie, mirando hacia atrás por entre los asientos.

No pasó un minuto de carrera y zigzagueo, que el auto que los perseguía y les había disparado, se salió de control sobre la carretera. Empezó a irse de izquierda a derecha, y por la alta velocidad a la que iba, terminó de derrapar hasta darse vuelta.

Un ruido grave a motor se escuchó próximamente, y Rei a través de los espejos de costado, vio como la moto de Heiji se acercaba en segundos a donde estaban ellos. Le hizo un simple y mero juego de luces, y Kaito aceleró al máximo posible, logrando sacar distancia con el auto de Rei. Luego, dobló al ras del piso hacia la derecha, picando la moto nuevamente.

- ¿Dónde va? – Preguntó Aoko con ansiedad, al verlo alejarse. No le estaba gustando la sensación.

- A buscar a Shinichi. – Le respondió Jodie, contando las balas que le quedaban y cargando su arma. – Tiene que atravesar todo el campo para poder llegar a él.

Ambos agentes exhalaron por un segundo.

- Jodie, ¿Qué tan lejos estamos de la ruta? ¡Malditos pozos!

La mujer sacó su teléfono para poner el mapa, y una vez colocada la prefectura a la que debían ir, le contestó.

- Solo unos 5 kilómetros más en esta dirección y la verás.

- El terreno y la oscuridad no me gusta. El espacio angosto debido a los árboles de un lado y las cercas de los campos por el otro, no me gustan. El continuo serpenteo tampoco me gusta. Nada me gusta. Y cuando algo no me gusta...


Actualidad 04:40 am.

- Shit. – Fue la única palabra que dijo el del FBI, captando la atención de Yusaku, Saguru y Heiji.

El sonido del motor apresurado de una moto fue disminuyendo a medida que dos pasajeros acortaban la distancia. La luz de los faroles alumbraban la poca oscuridad que quedaba en el escenario, debido a que el resto de los autos habían encendido las luces altas sobre el asfalto para poder ver mejor.

Shinichi y Kaito bajaron del rodado, y de forma lúgubre, observaron el caos que acontecía ante sus ojos: un auto blanco con los neumáticos destrozados y la carrocería en pésimas condiciones yacía dado vuelta, Rei y Jodie se encontraban tendidos sobre el suelo de forma inconsciente y con heridas sobre sus brazos y cabezas, Shuichi y Yusaku a los lados de éstos últimos, junto a un grupo de granjeros armados, intentando hacer que reaccionen. En el mientras tanto, Saguru le daba coordenadas al servicio de emergencias, solicitando dos ambulancias. Kogoro estaba de rodillas entre el vidrio estallado de las ventanas traseras del auto, llorando y repitiendo reiteradamente el nombre de su hija. Y por último, una lastimada y shockeada Kazuha, que no dejaba de llorar en los brazos de Heiji...

Todos ellos más los recién llegados, y sin tener en cuenta a los granjeros, sumaban un total de diez personas.

La suma no daba. La ecuación no cerraba. La docena estaba incompleta. Dos personas faltaban.

Kaito concentró su atención en algo que vio en el piso. Fue acercándose a ello, hasta que unos objetos fueron reconocidos por su retina: dos colitas de pelo color verde, junto con el remanente de una rosa azul, la cual se encontraba estropeada, rota y desecha. Juraba que por algún motivo, sentía su alma de la misma forma.

Se agachó hacia la evidencia, colocando una rodilla en el asfalto, y juntó el remanente con su mano derecha. Dejó la palma de su mano abierta mientras veía con tristeza lo que quedó.

No sabía cuánto tiempo se quedó estático, pero todo empezaba a ser mucho. Los gritos de Kazuha, las súplicas de Kogoro pidiendo que le devuelvan a su nena, la ansiedad de Saguru para explicarle por teléfono a los de emergencias lo que pasó, el continuo cuchicheo de los granjeros, el descenso de adrenalina después de todo lo que pasó... todo estaba siendo mucho.

El viento se elevó, provocando que una pequeña ventisca haga volar los pétalos en múltiples direcciones.

- "Desaparecieron de la nada… al igual que ella. ¿Y ahora qué? No me imaginé este escenario. No previsioné esta situación."

No sabía qué hacer al respecto. No podían ir tras ellos, puesto que perdieron todo rastro. Aunque se eleve por el cielo, no tenía noción sobre qué auto perseguir.

"Si algo le pasa a Nakamori-san, ¿Podrías vivir con ello, sabiendo que quizás podrías haberlo evitado? Dime algo sencillo. ¿La quieres o no?"

La consulta del detective del este, en un aeropuerto a nueve mil kilómetros de distancia hace menos de dos semanas, se le vino a la mente como un rayo. Y finalmente, desde que pisó el suelo de Japón, encontró una respuesta que le ayudaba a entender todo el conflicto de emociones que estuvo sufriendo en las últimas 48 horas.

- "Qué estúpido. Pues claro que la sigo queriendo. Sino, no me estaría doliendo tanto. ¿Por qué no me di cuenta antes de ello? ¿Por qué demonios tuvimos que pelear tanto? Hace unas horas la estaba abrazando, ¿Cómo demonios pudo desaparecer tan rápidamente de mis brazos? ¡Estaba durmiendo a mi lado, maldición! ¿Por qué no tuve el maldito tiempo para arreglar mejor las cosas con ella? ¿Y ahora qué? ¿Qué les pasará a ellas? ¿Qué les harán?"

Bendito dolor de garganta. Hacía tiempo que no experimentaba esa sensación de angustia donde solamente quería llorar, gritar o romper todo.

Giró la cabeza para solamente ver los pies de su hermano, quien se había quedado inmóvil desde que bajó de la moto. Pensaba que quizás, él sí sabría que hacer. Siempre lo hizo. Siempre tenía las respuestas para casi todo, por lo que se levantó para acercarse al detective.

Pero fue una pésima idea. Así como avanzó cinco pasos hacia él, retrocedió tres, cuando su rostro encontró el de él.

Nunca, pero nunca, vio una mirada como la que tenía en estos momentos. Dos zafiros que gritaban dos cosas: un profundo dolor y una alta dosis de furia. Dos emociones totalmente opuestas pero que combinadas, eran la fórmula segura y letal para decir solo una cosa: iba a buscar y a recuperar a Ran, sin importarle un reverendo carajo lo que tenga que hacer para lograrlo.

A la mierda las consecuencias de los actos. A la mierda la protección de las personas que no sean del grupo.

Y él se iba a subir con mucho gusto a ese colectivo.

Kaito vio como Shinichi inhaló profundamente, para después exhalar muy calmadamente. Lo efectuó de una forma tan lenta que la acción le pareció una eternidad. Aun así, pudo observar como los sentimientos que lo delataban fueron desapareciendo hasta alojarse en alguna parte oculta y recóndita de su cuerpo. Vio cómo realizó un rápido análisis del escenario, y se dirigió a los dos agentes que estaban en el suelo para ver sus condiciones.

Yusaku y Shuichi lo veían con cierto temor, y era absolutamente comprensible.

- Shi... – Intentó decir su padre.

- Ahora no. Focalicémonos de a partes. En estos momentos debemos ayudarlos a ellos dos. Luego, nos encargaremos de lo que siga.

- El servicio de emergencia llegará en cinco minutos más o menos. – Avisó Saguru.

- Esto es un desastre. – Comentó el del FBI, pasándole suavemente una mano por el rostro a Jodie.

- Estarán bien en un rato. No se encuentran en peligro. – Opinó Shinichi.

- ¿Cómo lo sabes con tanta seguridad? Ninguno se despierta.

- La carrocería del auto cumplió con su cometido, debido a que absorbió una gran cantidad de energía generada como consecuencia del choque, y evitó la transmisión de cargas extremas al resto de los ocupantes del vehículo. Si te fijas rápidamente, la parte interna de la estructura está intacta.

El agente rubio gruño un poco, al mismo tiempo que intentaba abrir los ojos.

- Rei, ¿Estás bien? – Lo llamó Akai.

Empezó a mover la cabeza hacia adelante para levantarse, pero sus ojos se iban hacia atrás, producto del mareo que sentía.

- Quédate quieto hasta que vengan los médicos. Sufriste un accidente importante junto a Jodie. – Le ordenó Shinichi en un tono muy lento y tranquilo, y conteniendo su cabeza para que no moviera el cuello y la deje apoyada sobre el suelo.

- ¿Está bien? – Le respondió con dificultad.

- Desmayada.

- Las... las chicas. – Dijo en un susurro, intentando ver hacia los lados con desesperación, pero no viéndolas. – ¿Dónde están?

- Ahora no te preocupes por eso. Tranquilízate.

Rei, aunque se encontraba desconcertado, entendió el peso y significado de sus palabras.

- Lo siento, Shinichi. – Se disculpó. – Te falle.

- No, no lo hiciste. Diste lo mejor, al igual que todos nosotros. Todos sabíamos que esto podía llegar a pasar. Ahora, descansa y quédate quieto hasta que los médicos vengan. Todo estará bien. Las encontraremos.

El agente fue lo último que pudo escuchar, dado que la oscuridad volvió sobre él para llevarlo a otra dimensión.


Comentarios generales: Hola gente linda, espero se encuentren todos muy bien. ¡Muy feliz año nuevo! Espero que empiecen con muchas expectativas y proyectos para este nuevo ciclo.

No puedo creer que pasó casi un año, desde la última vez que actualicé. Tengo 40 millones de excusas válidas para darles y explicarles el por qué me hiper atrasé. Pero no quiero aburrirlos con una super mega justificación. Por ende, sencillamente les diré que fue un año muy intenso y estresante a nivel laboral (bastante malo, caótico y con mucho cambio de estructura), sumado a una gran cantidad de competencias deportivas personales (con toda la preparación que ello conlleva, pero al menos es algo bueno). Por suerte todo está bien, y en serio, les agradezco las reviews preguntando sobre ello. Me sentí acompañada.

No voy a abandonar la historia. Solamente me voy a tardar un poco más de lo habitual en actualizar (como ya se habrán dado cuenta). Si les soy sincera, no tengo casi nada de tiempo libre en la semana para poder sentarme y escribir como se debe. Cuando lo tengo, lo aprovecho... aunque se me va como agua entre las manos. Y además, voy a admitirles que este capítulo me costó muchísimo escribirlo. Tuve unos bloqueos mentales y de inspiración imposibles de quebrar. Lo leía una y otra vez, y siempre me decía a mi misma... aún le falta. Y así, 400 veces más. Espero que haya quedado bien.

Acepto que me tiren tomates podridos, ensalada de fruta en mal estado y puteadas (la autora pone cara triste con lagrimita incluida).

¡Ahora espero actualizar antes del 2024! ¡Voy a ponerme las pilas!

Comentarios a Reviews:

Gfriend: Espero que este capítulo te haya gustado. Intento a veces ponerle una dosis de humor a la historia para que no sea tan pesada y dramática. ¡Gracias por los PM y lamento no haber podido actualizar por tanto tiempo!

Linbel: ¡Gracias por los comentarios! Me alegra mucho que te haya gustado. ¡Perdón la tardanza en este capítulo!

Arielhl17: Me pone contenta que te haya alegrado el día con la subida del episodio. Por otro lado, te pido perdón por atraso y por adelantado. Si ya sufrías de ansiedad con el anterior, no me quiero imaginar tus gritos de..."¡No pudiste dejarlo ahí!", al haber terminado de leer este capítulo.

¿Quince veces la leíste? ¡Hay otras historias, jajajaja!

Zulaypao22: ¡Imposible olvidarse de ustedes! La que está llorando por las esquinas por ser consciente del tiempo que pasó y las puteadas que me van a llegar, soy yo.

Por otro lado, me haces morir de risa con tus comentarios. No pierdas la fe y seguí "acosándome" como decís por reviews, que me obligan a ponerme a teclear.

Espero que tus dosis de carnicería y tus expectativas de escenas hot, hayan sido apaciguadas por un rato.

Kaito y Heiji me causan gracia. Nunca me voy a olvidar el capítulo donde el de Osaka se entera de que Shinichi le confesó sus sentimientos a Ran en Londres. El tamaño de su cabeza, sonrisa y mejillas coloradas, fue mortal.

Hitmomimouri: "Esperando como agua de mayo"... obviamente lo tuve que googlear por curiosidad, dado que no es una expresión que usemos en mi país. Lamentablemente, debo decirte que la historia de Aoko todavía no sucederá. Pero, considerando que te faltó un poco de condimento en la de Ran, voy a intentar hacerla lo más deprimente posible para compensarte. ¡Anotado en lista de pendientes!

Altheamajikku: Ahhh sabes que la frase que utilicé en Sonoko la escuché en algún video, y me impactó mal. Me quedé estática como diciendo... sos una flor de #$%. Pero si no me equivoco, era de bullying el video, no de un tiroteo. Sin embargo, todo puede ser posible. Me hice un mix de situaciones que se viven "normalmente" en las escuelas de Japón, y a eso, le sumé un montón de información que fui encontrando en blogs, videos y noticias, tanto de Japón como de Estados unidos.

Todo lo que le pasa a Ran en el episodio anterior, sucede en la vida real. Acá parece una historia más, en otro lado, es la vida diaria de una persona. Y si uno se pone a pensarlo, es lamentable. Siendo chicos/adolescentes, las cosas nos marcan el doble. Y si no tenés el soporte o la fuerza interna necesaria para combatirlo, te termina estrangulando silenciosamente, sin darte cuenta.

Uff, podemos estar horas hablando de esto. Y no agreguemos el tema de redes sociales mal utilizadas porque sino, no terminamos más.

Cambiando de tema, ¡Ohhh, nuestros cabezotas son unos encendedores! ¡Y estallé de risa con tu comentario pervertido sobre los gemelos, y sobre Aoko y Kaito!

Por otro lado, esta es mi segunda historia. Mucha experiencia escribiendo no tengo, pero me gusta. Y desde chica que me decían que tenía bastante imaginación (entiéndase como que vivía en una nube de pedo jajaja). Así que, escribo la historia de un modo que sé que me gustaría leerla.

Serenity 743: ¡Vamos con la diferencia horaria! ¡Cada vez la estamos manejando mejor!

La lista negra de Shinichi y la escena de la moto, fueron los temas top del episodio anterior. Me pregunto, ¿Cuáles serán los de este capítulo?

¡Y yo también los extrañe!

Arual17: Me encantó tu modo de venganza activo. Me imaginé hasta las puteadas.

Nuestra pareja despareja, me parece que tiene un largo camino de maduración por delante.

Ferchus12356: ¡Hola! Espero te haya ido bien en tus exámenes y hayas podido hacer las millones de cosas que tenías que hacer. Yo estoy del mismo modo, ¿Por qué crees que no actualizo más seguido? (Cuando la autora intenta justificar su tardanza).

Todos quieren que Kaito y Aoko se arreglen. Mmm, solo para que me odien, voy a pensar muy bien qué es lo que hago con ellos (risas maquiavélicas).

Palomaredblack: ¡Que lindo tu comentario! ¡Muchas gracias por ello! Shinichi y Ran es una de mis parejas favoritas, por eso disfruto escribir sobre ellos. Los hago un poco más maduros que al resto porque pienso que, después de todo lo que pasaron, la forma de pensar de ellos cambió significativamente. No solo estuvieron a punto de perder literalmente la vida, sino que hasta la relación entre ellos corrió peligro. Ya perdieron mucho tiempo... ¿Qué tanto más van a esperar para estar juntos? Se les acabaron las excusas. (La autora intentado autoconvencerse de la situación).

Karakemi: Espero hayas disfrutado tus vacaciones. Lamentablemente, siempre se terminan rápido (-_-).

Cito tu frase de: "Buscando lugares para esconderse". Y te respondo... ¡Obvio que sí! ¡Lo hace mucho más excitante!

Hikari03: Todo está bien. Gracias por escribir y por la buena onda. Perdón el atraso en la actualización.