N/A: En su momento, escribí esto influenciada por aquellos fics que tienden humanizar más a Sid, mismos que hicieron que me interesara. Ahora mismo, lo terminé de una manera que no esperaba pero que, creo, es coherente con este personaje según lo que nos muestran de él en la tercera entrega de Toy Story (ahora que lo releo, jaja).


Las paredes de su habitación estaban pintadas. Tal hecho no se analizaría doblemente a menos que la pintura fuera uniforme, de uno o dos colores o prolija. Las paredes parecieran tratarse del lienzo de su corazón, rugoso en algunas partes, rallado en otras y absolutamente alucinante en otras más.

Por supuesto, estas cuatro paredes eran lo más acogedor que le ofrecía su dormitorio. Él podía detallar sus bordes con una soberbia y un cuidado asombroso o hasta mancharlas tanto como se sentía manchado, incómodo… mal.

Sid podía hacer lo que quisiera sin reacciones extrañas. Quizá únicamente las burlas de su hermana caprichosa; los castigos de su madre que casi serían el único acto de comunicación compartido. Allí ella le quitaría sus ahora preciadas pinturas para tener un sentido de control sobre su hijo adolescente y le asignaría tareas para luego devolvérselas —no obstante Sid seguiría alejándose de los objetos para experimentar con la pared (lo que no hay manera de que tuviera vida porque así destruiría la casa bajo cualquier ley de física, lógica o las que se les ocurriera)—.

Las tareas eran simplemente domésticas: mantener el jardín bonito, sacar la basura... —deshaciéndose sin falta de un viejo juguete suyo incluso con las temibles consecuencias que le aguardaban en la soledad de su cuarto.

Cabría aclarar que Sid había querido tirar todas aquellas chatarras vivientes, sin embargo su madre había dicho que no todas a la vez y su hermana las había querido tomar para sí misma, cosa silenciosamente agradecida hasta que los tormentos nocturnos empezaron a tener lugar y la idea de robárselos a Hannah pareció más tentadora. Pues de noche algunos de ellos hacían acto de presencia; forzaban las entradas y movían objetos de su habitación (no su techo ni su pared ni pierta aun si podían obstruir su vista); luego se quedaban todas aquellas horas oscuras mirándolo con o sin ojos terroríficos. No hacía ni una sola diferencia saberlo, ver a donde apuntaban las posiciones de sus cuerpos, cómo se inclinaban, cómo era el lenguaje corporal general; sobretodo sin el vaquero, sin voces ni intenciones claras.

¿Era tan increíble, entonces, que quisiera acomodar su habitación a sus gustos? Lo agradable implicaba protección, algo distinguiblemente distinto a la negrura de la madrugada y las sombras extrañas sobre las paredes que lo mantenían no con un pie fuera de la cama (para que terminasen agarrándolo), sino con sus extremidades más flexionadas, pegadas; sus sábanas sobre y debajo de su cuerpo (que no entrase nada, esperaría).

Quizás debería un día colocar todas esas chatarras en una bolsa y dirigirse al basurero mismo e intentar con cualquier método verlas arder y consumirse entre las llamas doradas, naranjas y negras como las paredes que lo rodeaban en estos días, desde que abría y hasta que cerraba los ojos en su cuarto… reconfortándolo, conteniéndolo… Ilusionándolo y calmándolo.


N/A: Teniendo en cuenta que Sid tiende a ir más a la creatividad, que los objetos juguetes ya no eran su herramienta para suplirla y por ende tampoco los objetos comunes incluyendo los muebles...

Espero que les haya parecido interesante esta exploración sobre Sid. Quizá la incoherencia presentada por la madre es innegablemente conveniente, pero espero que también sea creíble, considerando que a su punto de vista, su hijo dejó de hacer lo que más hacía (romper, separar y juntar objetos), no se interesa por videojuegos ni ninguna otra cosa que implique objetos inanimados vivientes. Ciertamente de algún modo debe recompensarle sus tareas domésticas / castigos.