Disclaimer: los personajes de Twilight son propiedad de Stephenie Meyer. La autora de esta historia es Fyrebyrd, yo solo traduzco con su permiso.
Disclaimer: The following story is not mine, it belongs to Fyrebyrd. I'm only translating with her permission. Thank you so much again, April! :3
Capítulo 10
Si los rumores son ciertos, toda la población femenina estará de duelo. Parece que el escurridizo Edward Cullen prefiere su pastel con una porción de adorable y joven camarera.
El avión privado se encuentra en el aire, con destino desconocido, pero tengo mis sospechas. ¡Cuando lo sepa, ustedes lo harán, mis amores!
Alice Lo Sabe Todo
—¿Qué diablos pasa con Emmett? —Me cruzo de brazos, mirando con enojo a Rose.
—No lo que sea que pase con Edward, eso seguro. —Mueve sus cejas.
Pongo los ojos en blanco.
—Tú primero.
—Es un cerdo.
—Puede que lo sea —digo, sin creerlo por completo—, pero no veo al mejor amigo de Edward como ese tipo de hombre.
—¿Dudas de mi palabra?
—¿Por qué no simplemente me dices así puedo juzgar por mí misma?
—¿Entonces soltarás esto, así podemos hablar de que el soltero más codiciado de Forks se casa con mi mejor amiga?
—Sí.
—Está bien. —Resopla, enviándole otra mirada asesina a Emmett por si acaso—. Me llamó prostituta.
Arqueo una ceja.
—¿Él dijo eso? ¿Te llamó prostituta?
—Lo insinuó —dijo con evasión.
—Rose. —Lleva su mirada a la mía—. ¿Qué dijo exactamente?
—Preguntó qué otro tipo de servicios puede conseguir de una bebé como yo, y respondí que puede tener este pastel estampado en tu rostro, y él dijo que pagaría para que se lo quite con la lengua. —Sus ojos se agrandan como si fuera la cosa más vulgar que sus oídos inocentes han escuchado. Pero a decir verdad, escuchamos todo tipo de versiones en nuestro trabajo—. Por lo que dije lame esto, y estampé el plato contra su pecho.
—Entonces —digo, conteniendo una sonrisa engreída—, fue juego previo.
Su mandíbula se abre.
Suelta un resoplido.
Y se mueve.
Le envía otra mirada asesina.
Sacude la cabeza.
—Como sea. —Es su mejor respuesta—. Olvídalo. Quiero escuchar de ti. ¿En serio vas a seguir con esto?
—Sí —digo, una sonrisa curvando mis labios—. Así es.
—Voy a necesitar más que eso —espeta, trayendo mi mente de La La Land—. Quiero decir, lo entiendo. Serías una tonta por dejarlo pasar, incluso si no fuera un trabajo pago, pero vi ese beso. ¿Crees que le gustas en serio?
—Apenas me conoce —respondo, recordando todas las cosas que Edward ha dicho en conversación—. Pero parece honesto en su intento por querer hacer de esto algo duradero.
—Sabes que tiene una ex —dice, arqueando una ceja.
—La mayoría de las personas los tienen.
Ignoro los recuerdos de Jake, el primer tipo que amé, cuando aparecen en mi cabeza. No diría que él fue un tipo malo, pero tampoco fue bueno. Estuvo perfectamente de acuerdo con que yo me vendiera si quería decir que no tenía que mantener un trabajo.
—No, me refiero a una ex seria —dice suavemente—. Estuvieron juntos por casi tres años.
Por primera vez, me invade la preocupación.
—¿Fue una ruptura reciente?
—De hace varios meses, creo. —Estudia mi rostro mientras lo asimilo en mi mente—. ¿Cambia algo para ti?
—No —contesto, soltando un suspiro pesado—. No es como si estuviera perdiendo algo al aprovechar esta oportunidad.
—Por supuesto que no —dice, sonriendo—. Estoy tan jodidamente feliz por ti, cariño.
Me inclino hacia ella, bajando la voz.
—No solo por mí, también por ti.
—¿Qué hiciste? —Ella está adorablemente confundida, y eso me pone aún más feliz, saber que ella nunca consideraría mi dinero caído del cielo como suyo.
—Le mencioné mis condiciones y Edward las aceptó —contestó, echando un vistazo hacia donde él se encuentra hablando con Charlie—. Tengo una cuenta con un millón de dólares que tú administrarás, y ese puesto viene con un salario de cincuenta mil dólares.
—¿Qué? —Las lágrimas se asoman en sus ojos—. De ninguna manera, cariño, no puedo dejar que hagas esto.
—No hice nada excepto pedir el fideicomiso —digo, mi voz quebrándose porque sus lágrimas me hacen feliz—. Edward es el que decidió pagarte.
Se seca las lágrimas y me mira con ojos entrecerrados, la Rose desconfiada ha entrado en la conversación.
—¿Qué concesiones te está pidiendo a cambio?
—Absolutamente nada —respondo, negando con la cabeza—. A menos que pienses que casarme con él y posiblemente tener sus hijos sean concesiones.
—¿Te pidió que tengas sus hijos? — Su mandíbula vuelve a abrirse.
—¿En pocas palabras? —Asiente—. Sí.
—Te voy a extrañar aquí —dice, la Rose sensiblera de vuelta por completo.
—Nadie va a extrañar a nadie —dice Edward, acercándose a nuestra mesa—. Al menos no de inmediato. Ya me he encargado de sus puestos aquí, al menos hasta que regresemos de Las Vegas.
—¿Voy a Las Vegas? —Rose dirige su pregunta a Edward.
—Por supuesto —contesta—. Jamás me llevaría a Bella a su boda sin alguien que sea importante para ella.
Y creo que me derrito porque lo próximo de lo que me percató es que estamos en un avión privado con asientos de cuero con una copa de champán en mi mano.
Una chica podría acostumbrarse a esto.
