Advertencia: Este capítulo contiene leves menciones de autolesiones.
"El Equilibrio de la Esperanza"
Sinopsis: La historia de dos almas cuyos viajes paralelos se interceptan en el momento menos esperado.
Capítulo XI: "If I Fall"
"Egyptian blue was the color of…"
"Como una bola de cañón" es la manera que Akiho Hino podría definir la inesperada colisión que la tiene en el suelo de madera del Puente de las Artes, con cabellos rubios y una respiración agitada sobre la zona de su hombro y su cuello así como el peso de un cuerpo encima del suyo.
Nada la preparó para la caída; y es que después de llenar algunas hojas (las suficientes para que terminara con la tinta de su mitsubishi uni-bell) del segundo tomo del Libro de Monoshiri con relatos dedicados a un sueño raro, al Museo de Orsay y Vincent Van Gogh, guardar parte de sus cosas, tirar el vaso de su jugo natural, la joven decidió quedarse en boketto, sintiendo las suaves caricias de la brisa rozar su piel.
Sí, nada la preparó para el impacto de la bola de cañón, que tiró su Libro y su bolsa de regalos así como a ella en un abrazamiento protector que se cierra en su espalda y que le provocó frisson.
La situación podría molestarla de alguna manera, pero lo único que ocasiona es una combinación de gracia e incredulidad. Parece ser que siempre encuentra una forma más ingeniosa que la anterior de caerse; ya sea corriendo, tropezándose por no prestar la atención debida a lo que sucede a su alrededor cuando debería, en prácticas de ballet, en sus entrenamientos en Hikawa, en el Mundo Digital cuando era una Guerrera Legendaria y en sus extraños sueños producto del estrés que su subconsciente le ocasiona por tópicos non gratos para ella.
Y ahora puede agregar a su larga lista: "Caerse por culpa de un desconocido rubio en uno de los puentes más emblemáticos de Europa".
Su risa sale cristalina sin pedirle permiso y como hace mucho tiempo no la escucha, más es detenida en seco cuando sus ojos violáceos se encuentran con ese azul tan raro que no hacen más que recordarle a aquel pigmento que elaboraban los egipcios en la antigüedad y que los romanos denominaban "caeruleum".
Cerúleo.
Cerúleo como el cielo despejado en una mañana de verano, cerúleo como el calmado alta mar reflejando los rayos del sol.
Amatista contra cerúleo en un enfrentamiento que deja a la chica atónita por el efecto que estos producen en su persona: Una evocación de placidez en su pecho así como una invitación a saltar y ahogarse en el océano cerúleo para descubrir el origen y la magnitud de tan abrumador vigor.
Y Akiho lo hubiese hecho sin hesitación sí las alarmas de peligro no hubiesen replicado desconfiadamente en su centro como el timbre de una bicicleta agregado al grito inquieto de un niño, sacándola del poderoso trance en el que estaba inmersa a la par de que le advierte de otro encontronazo que pudiese haber provocado alguna tragedia sí ella no hubiese sido entrenada en Hikawa pero sobretodo sí ella no hubiese tenido las experiencias en el Digimundo hace mucho tiempo.
Así que la muchacha empuja instintivamente al rubio, separándolo por completo y arrojándolo al piso de madera del puente. Akiho se incorpora, asombrada por la destreza de sus movimientos, porque ella podrá ser muchas cosas pero no es tan rápida como lo son Zoé, Takuya o K—
Los pensamientos traicioneros son interrumpidos por el menor, quien se acerca a ella con sus ojos verdes cristalizándose y su cabello castaño desparramado; dejando su bicicleta abandonada a unos cuantos pasos y que Akiho no tuvo oportunidad de ver como la detuvo. La imagen frente a ella le ocasiona una lluvia de recuerdos con otro niño castaño y ojiverde que significa tanto para ella y que la preparó para lidiar con esta clase de situaciones de la mejor manera (o al menos eso es lo que le dijo J.P. la última vez que fue su acompañamiento en uno de sus muchos shows de magia).
—Ma-Mademoiselle… ça va bien?—La Hino asiente ante la pregunta del menor, pero el nerviosismo y el miedo siguen presentes en su rostro a la par que juega nervioso con un sombrero que lleva en sus manitas. La chica coge una de ellas, dándole un fuerte apretón e infundiendo con su tacto el consuelo que luego vocaliza.
—Calme-toi, ¿No te lastimaste?—Los hipidos del niño disminuyen al escuchar su tono más suave. Le asiente y definitivamente el pequeño con esos gestos no deja de recordarle a Tommy Himi —. Tout est bien, no pasó nada. No hiciste nada malo, no te inquietes por esto.
El castaño se ve mucho más tranquilo e instintivamente Akiho quiere preguntarle cómo logró detener la bicicleta a esa velocidad, pero no lo hace porque hay alguien más estudiándola fijamente y que ha tomado toda la atención de su interlocutor.
Es insólito y es inefable. Es abrumador y es enervante.
Akiho lidia con la situación de la única forma que parece ser lógica y eso es regresarle la mirada, esperando que el choque de sus ojos con el cerúleo no sea similar al anterior.
Error de cálculo, idea transpinta.
Cerúleo produce una explosión de chispas en los bordes de su visión por el aura tan impetuosa que choca armoniosamente contra la suya.
La chica agradece efusivamente que el pequeño castaño haya interrumpido la conexión, eso le da la oportunidad de recomponerse y de analizar detenidamente al rubio frente a ella.
El muchacho es una combinación armónica de rasgos europeos y orientales. Zoé lo definiría como un "bel ragazzo", sus compañeras del colegio así como algunas trabajadoras temporales de Hikawa como un "otokomae" y la mitología griega como un "Adonis" por sus facciones simétricas y varoniles aunado de su complexión delgada y atlética.
Ella no es inmune a reconocer la obvia y vistosa apariencia de los demás, pero en este caso dichas características no terminan siendo más que superfluas. Akiho lo vislumbra interactuando con el niño, tratando de descifrar sí las sensaciones producidas por el cerúleo son debido a que se trate de otro fugeki con cualidades y entrenamiento parecidos a los suyos. Descarta totalmente la idea, pero no puede dejar de pensar que hay atisbos tenues de algo muy puro y hasta sagrado que se pegan a su esencia como imanes y que de alguna manera le recuerdan al halo que poseía tanto el sirviente de Ophanimon, Angemon pero sobretodo Seraphimon y su forma de bebé, Patamon.
Sus ridículas cavilaciones se detienen cuando el pequeño niño alarmado anuncia que hay sangre saliendo de la parte baja de los brazos del rubio; seguramente producto de la caída.
Los gritos de la madre del niño son escuchados a continuación, proporcionándoles el nombre del pequeño castaño de ojos verdes: Kader.
El pequeño Kader se agita nuevamente y observa a Akiho en busca de la seguridad de que todo está bien, así que la pelinegra le asiente y le dice con suavidad que: —C'est bien, ve.
El niño le sonríe con tanto ahínco, mostrándole dos ventanitas en la hilera superior de su dentadura que no hacen más que conmover a la jovencita, quien ni tarda ni perezosa responde al gesto del mismo modo, creándose un precioso entendimiento entre ella y otro pequeño ojiverde en esos pocos instantes antes de su despedida.
Las palabras que su mejor amiga le dedicó en el aeropuerto llegan a su mente mientras contempla al niño entregarle el sombrero al rubio. Akiho sabe que le contará a Zoé del niño que le recordó a Tommy y del que pudo ver que tenía sentimientos muy especiales en su corazón.
—Au Revoir Monsieur, Au Revoir Belle Demoiselle —. Es lo último que se escucha de Kader antes de irse pedaleando en su bicicleta al encuentro con su madre. Akiho se sonroja por la expresión que utiliza el niño con ella y puede confirmar con certeza que aunque tenga rasgos en común con el pequeño Tommy Himi que conoció hace más de siete años, todos los seres humanos son diferentes y únicos.
Ella considera que Zoé estará de acuerdo con su conclusión o al menos es lo que piensa cuando guarda su cartera, sus llaves y un par de plumas a la par que revisa que no falte algún otro objeto de los que había en su bolsa. Afortunadamente, no le falta nada y casi nada de lo que traía se desacomodo. La única excepción es la figurilla que Koichi le regaló, pero que acomoda nuevamente en su lugar junto al omamori que lleva en su bolsa.
—Me disculpo profusamente por la aparatosa caída —. Escucha claramente a una voz masculina cerca de ella y que le provoca escalofríos en su espalda por ser tan súbita —¿Te encuentras bien?
Akiho enfrenta a su amatista con el cerúleo una vez más, sintiendo nuevamente las olas de calor chocando contra ella, que la confunden y le infunden una euforia pacífica.
—Sí, no te preocupes —. Hino contesta aplacando un poco las contradicciones en su cabeza—. Los accidentes ocurren… Todo está eq—Se interrumpe y niega con la cabeza cuando se da cuenta de su desliz. Equilibrado es un término que está reservado para Takuya y los demás, como sí fuera parte de su propio lenguaje secreto. Esboza una sonrisa porque es la primera vez que dos letras de ese lenguaje secreto han salido de su boca, como sí estuviese en confianza o con alguien familiar —. Todo está bien. Estoy bien, no me pasó nada —. Akiho contesta sin querer a una pregunta que no se había querido hacer, al menos no ayer. Y es que en esos momentos e incluso después de haber sufrido una caída, se siente extrañamente bien —. Podría decirse que estoy bastante acostumbrada, así que sí me caigo no representa algo novedoso para mí…—comenta recordando sus reflexiones más tempranas, pero puede percatarse de los indicios de duda en su rostro y Akiho no sabe el por qué, pero trata de hacerlo sentir menos culpable —. Pero sí te hace sentir mejor, acepto tus disculpas…
El rubio le sonríe ampliamente ante su respuesta; Akiho está segura de que sí estuvieran en el shamusho de Hikawa o a la salida de su colegio, las chicas no dejarían de estar suspirando soñadoramente por el encanto natural del muchacho, quien se incorpora y le tiende la mano.
—Entonces, déjame ayudarte.
Akiho duda por unos momentos sí tomarla o no, pero es influenciada por su a veces reprensible curiosidad y sus buenos modales.
Agradece el gesto y lo hace. Y es como sí una descarga eléctrica la atravesara y que empieza desde sus dedos haciendo un recorrido hasta su mente.
La gravedad es peculiar, puesto que el contacto que la levanta del Puente de las Artes al mismo tiempo la lleva en picada hacía las profundidades de un océano cerúleo sin que pueda poner resistencia.
"Como un misogi", es lo que piensa Akiho envuelta en agua calmante y cálida que purifica, metiéndose en todos los rincones de su ser, llenándolos de paz y quietud que la chica sólo había conocido por la meditación y algunas otras cosas.
Es esto lo que activa nuevamente las alarmas en su mente mientras va más profundo haciendo de esto un verdadero oxímoron y es que la serenidad que la rodea es agobiante.
Y aunque ella sea la primera en tratar de comprender dicotomías, trata de minimizar una vez más dichas sensaciones para averiguar que hay más allá y lo que encuentra no deja de generar compasión en ella. Escondido en las profundidades del cerúleo, como sí de un cofre de tesoro se tratará, se encuentra un tormento tan intrínseco y tan crudo que no le queda más opción que simpatizar con él, con su dolor… porque el chico le recuerda a alguien que solía —o suele— mirar todos los días en el espejo y ahora trata de ignorar.
—¿Te conoz— "Waltz of the Flowers" de Tchaikovsky interrumpe la oración del rubio, trayéndola de vuelta a la realidad. Saca el teléfono móvil y silencia su alarma que anuncia que faltan quince minutos para su reunión con Margot-san, ha perdido completamente la noción del tiempo.
—Tengo que irme —Murmura para sí, el asombro se presenta en las facciones del rubio mientras hace el ademán de pasar sus cosas a Akiho, quien las toma y guarda en su bolsa al tiempo que se da cuenta de los pequeños ríos de sangre que corren de los brazos del muchacho —. Kader-kun tenía razón. Estás sangrando —. Vocífera lo que está en su cabeza para posteriormente sacar uno de sus muchos pañuelos personalizados —. Toma —. Coloca el trozo de tela en una de sus manos, regalándole una sincera sonrisa —Muchas gracias por haber amortiguado mi caída, espero que tus heridas sanen pronto —. Comenta con "double entendre", apenada por la sangre que corre debajo de sus codos como resultado directo de que ella quedará ilesa y por lo que detectó que está dentro de él, sin su consentimiento—. Au Revoir.
Empieza a caminar, alisando el vestido lavanda corte A y ajustando su bolsa tote blanca en su hombro. Tiene que irse de aquí, no sólo por la reunión con Margot-san, sino también por el hormigueo que siente en el estrato córneo de la epidermis (que es la primera capa de la piel, de acuerdo a lo que Koichi le dijo la vez que intentó ayudarlo a estudiar para un examen de simulación para la escuela de medicina) en forma de pequeños relámpagos que la apabullan de sobremanera.
—¡Tu pañuelo!—Escucha la voz del muchacho llamándola, deteniendo el andar de sus alpargatas blancas.
Inhala, exhala.
Voltea y le responde con un último encuentro entre el amatista y el cerúleo: —No te preocupes, lo necesitas más que yo.
Se va, huyendo despavorida y dejando atrás el fenómeno de efervescencia y de electricidad estática con el desconocido que estaba de paso en uno de los puentes de la capital francesa como un evento evanescente y que al igual que los sueños —que ha tenido desde el inicio de su viaje en París— se rehúsa a analizar más a fondo.
Dos minutos antes de la hora pactada, Akiho llega al bonito y original restaurante situado dentro de una barcaza y amarrado a un lado del Río Sena.
La curadora del Museo de Orsay llega casi al mismo tiempo que ella, quien recomienda a Akiho que suban al piso superior para que tenga la oportunidad de ver la visión espectacular que les regala tanto del Sena así como también del otro lado.
—Me alegra que te gustará el lugar, Akiho… "La Balle au Bond" es un lugar multicultural, aquí se hacen muchas exhibiciones de artes, conciertos y presentaciones de libros… Tal vez algún día puedas venir a leer alguna de las historias que recolectas o a tocar el "Bénédiction"
Akiho le sonríe un poco apenada, sin esconder su letrero bien puesto de "Listz y yo seguimos sin llevarnos bien"; mismo gesto que la mujer nota y se lo cuestiona.
—Tengo problemas tocando el "Bénédiction". Mis manos son pequeñas y batalló demasiado con el acompañamiento que se tiene que hacer con la mano derecha en las primeras páginas… Eso sin contar que también es una pieza muy emocional.
—Espero que puedas dominarlo en algún momento… ¿Es Listz tu compositor favorito?
Akiho niega con la cabeza —. No, es Chopin.
—Así que Chopin es tu preferido… Me imagino que irás su tumba en el Cementerio de Père Lachaise, a la Bibliothèque Polonaise, al Cité de la Musique, y al Musée de la Vie Romantique.
—Sí, son lugares que tengo en mi larga lista de cosas por hacer en París.
Akiho y Margot interrumpen su conversación cuando un mesero se les acerca a pedir sus órdenes. La francesa le recomienda a la joven que pruebe la ensalada de burrata y tomate como entrada y el salmón falafel como plato principal. El mesero se va con eso, un té helado, un mojito virgen y dos helados artesanales de vainilla y frambuesa anotados en su cuadernillo.
—Bien, hemos venido a hablar de Vincent Van Gogh, pintor postimpresionista prolífico con una vida controversial y que como pudiste leer en la pequeña reseña del Musée d'Orsay realizó más de 1600 dibujos y 800 cuadros, entre los que destacan sus 43 autorretratos y sus 148 acuarelas.
—Estoy muy agradecida con usted por esto, Margot-san.
—Lo hago con mucho gusto, me causa mucha satisfacción ver a las nuevas generaciones interesadas por las pinturas de Van Gogh, especialmente porque ellas hablan directamente desde el corazón del pintor hacía el nuestro, porque él quería pintar lo que sentía y sentir lo que pintaba… Así que no hay mejor forma que empezar que con el principio: Vincent Willem Van Gogh nació el 30 de marzo…— "Curioso, nació el mismo mes que Chopin, un día antes de Bach y un día después que yo", piensa la pelinegra al escuchar su fecha de nacimiento —... de 1853, en Países Bajos. Específicamente en Zundert. Fue el segundo de siete hijos del matrimonio entre Theoudurous Van Gogh, quien era un humilde pastor protestante, y su esposa Anna Cornelia Carbentus.
Escuchar el oficio del padre llama la atención de Akiho, haciendo que se pregunte en automático sí el pintor se sintió presionado en algún momento de su vida para seguir los pasos de su progenitor. La chica espera que no, en su experiencia esas cosas acontecen solamente cuando se es el hermano mayor o hijo único.
—¿Cómo se llamaban sus hermanos?—Cuestiona interesada.
—El primero de los hermanos de Vincent Van Gogh se llamaba Vincent Van Gogh—. La amatista abre los ojos como platos al escuchar eso —. Los padres de Van Gogh tuvieron un hijo el año anterior al nacimiento del pintor, el niño nació muerto y lo nombraron Vincent. Al año siguiente que tuvieron a su siguiente hijo decidieron reutilizar el nombre.
El mesero llega con sus bebidas interrumpiendo nuevamente su conversación, lo cual Akiho agradece un poco para sus adentros. Ese dato acerca de Van Gogh la impresionó en demasía.
— En fín, los nombres de los hermanos menores de Vincent eran Theo, quien se convirtió en su mayor confidente así como en su sostén económico, Cornelius Vincent, Elisabetha Huberta, Anna Cornelia y Wilhelmina Jacoba.
— ¿Cómo fue su infancia?
—Van Gogh la definió como "triste, fría y estéril", palabras que podría haber extendido para los treinta siete años que estuvo en la tierra. La vida de Vincent no fue un lecho de rosas, Akiho... Era un artista torturado por sus demonios y como su propio hermano lo definiría una víctima de su propio fanatismo; su temperamento era sumamente fuerte y difícil de comprender, pero al mismo tiempo tenía una sensibilidad muy particular para con los demás…
La curadora continúa relatando la difícil relación que el pintor tuvo con su madre (quien nunca lo comprendió ni a él ni a su pintura); los internados en los que estuvo pero tuvo que dejar por los problemas económicos que sufría su familia; su trabajo como mercader de arte en una compañía en La Haya que pertenecía a uno de sus tíos; su traslado de un año a Londres, en donde se enamoró por primera vez en su vida y que fue rechazado porque la chica, Eugénie (o en algunas otras versiones, se maneja que estaba enamorado de su madre Ursula), estaba comprometida en matrimonio con alguien más así como las consecuencias que este rechazo trajo a su ya triste existencia; sus años en París y su despido de la compañía.
—Madame, Mademoiselle, sus entradas —. El mesero interrumpe su conversación una tercera vez. Ambas mujeres le dan las gracias y empezando a comer, continúan con su amena plática.
—Al final, Theo se quedó trabajando en la compañía, lo que sería muy positivo a la larga para Vincent, ya que sin él ni su apoyo no hubiese podido empezar su carrera.
—¿Es a partir de ese momento en que Vincent comienza a pintar?
Margot niega con la cabeza mientras da una probada a su ensalada: —Faltarían unos años para que lo hiciera… Primero decide seguir los pasos de su padre…
—¿¡Van Gogh fue pastor?!
—Era algo que deseaba, pero no pudo lograrlo… Después de perder su trabajo en París, Vincent regresó a Londres en donde su interés por la religión se acrecentó… Le decía a su hermano Theo en correspondencias que su trabajo perfecto era entre el de un misionero y un pastor, que le gustaría predicar pero sobre todo hacerlo con la clase obrera… En Inglaterra, pudo ser ayudante de un predicador metodista. Posteriormente se trasladó a Amsterdam con el propósito de entrar a estudiar teología en una escuela pero fue rechazado por no dominar el griego y el latín… Es curioso porque en esa época, el latín era utilizado con las clases altas y a él no le parecía, sentía que era como guardar información valiosa en esferas muy pequeñas.
Akiho trata de disimular una sonrisa, pensando en que probablemente Van Gogh no estaría impresionado por la información que se guarda celosamente en Hikawa así como en su círculo más cercano respecto al Mundo Digital.
Margot continúa diciéndole a Akiho acerca de las diferencias entre las creencias que Vincent desarrollo a lo largo de su vida y mismas que al final terminaron difiriendo con las de su padre; su etapa de misionero en unas minas, en donde vivió en condiciones de extrema pobreza que espantaron tanto a los pobladores como a sus superiores.
Los platos fuertes llegan y Akiho necesita tomar una pausa para recomponerse después de toda la información que ha recibido y con curiosidad acerca de la forma en que la mujer mayor habla del pintor.
—Entonces, como te decí-
—Margot-san—La muchacha la para con la disculpa escrita en sus ojos púrpura—Lamento interrumpir… Pero es que me he dado cuenta del cariño que le tiene a Vincent por la forma en la que habla de él y me ha dado mucha curiosidad…
—Te ha dado curiosidad el saber sí Van Gogh es una de las razones por las que me convertí en curadora, ¿cierto?—La amatista afirma —. Tienes razón en sospecharlo, porque él es una de las muchas razones por las que decidí elegir esta profesión. Yo nací y crecí en Arles, lugar que ha sido visitado por muchos otros pintores famosos como Picasso… Pero hay algo en la estancia de Van Gogh en "La Casa Amarilla" que siempre ha llamado mi atención, así como también el corto tiempo en el que Paul Gauguin estuvo con él.
Akiho asiente maquinalmente, pero su cabeza está en el nombre del último pintor que mencionó.
Paul Gauguin.
Gauguin.
"La silla de Gauguin".
La silla que aparece en uno de sus tantos sueños extraños de los últimos días; la silla que ocasionó que fuera al Museo de Orsay, que descubriera el maravilloso talento de Van Gogh así como su Autorretrato; la silla que hizo que coincidiera con Margot-san, que quedará a comer con ella así como que la esperara en el Puente de las Artes y que conociera a Kader-kun y el cerúleo raro; La silla que provocó que ahora esté en este restaurante sintiendo la brisa del Río Sena cepillando sus cabellos.
Tiene la imperiosa necesidad de saciar su curiosidad y preguntar acerca de ella; la cual se ve reflejada en su rostro y que Margot puede notar claramente.
—¿Pasa algo?
—Margot-san, ¿me podría contar acerca de "La Silla de Gauguin", por favor?
La aludida deja de lado sus cubiertos, centrando su atención completa en la pelinegra frente a ella.
—¿Viste que en la sala adjunta a Van Gogh en el "Musée d' Orsay" está la de Paul Gauguin?—La pelinegra asiente—. Parfait… Como te podrás haber dado cuenta, Gauguin era un contemporáneo de Vincent… "La Silla de Gauguin" es la pintura acompañante de "La Silla de Van Gogh", que está en exhibición en la National Gallery de Londres… Ellos tuvieron esas dos sillas durante su estancia compartida en La Casa Amarilla en Arles... Sí haces la comparación entre ambas pinturas, notarás que "La Silla de Gauguin" era más costosa y elegante que la de Van Gogh —. La mujer hace una pequeña pausa, tomando un trago de su mojito para luego continuar con su explicación—. Pero el significado de ese lienzo es mucho más profundo que una mera comparativa entre sus personalidades, diferentes estilos y opiniones artísticas que los hicieron tener muchas desavenencias en su tiempo compartido… Para entender esta pintura, tenemos que reconocer que Van Gogh no sólo admiraba a Gauguin por su talento, sino que le tenía mucho aprecio; no sólo pensaba en él como en alguien con quien podría crear una utópica comunidad sureña de artistas, sino que lo consideraba como un amigo preciado…Pero como te lo mencioné antes, sus múltiples desavenencias hicieron que su tiempo compartido en Arles estuviera rodeado de caos, culminando de una forma violenta, y como muchas teorías lo señalan en la mutilación de la oreja de Van Gogh—. Un mohín se hace presente en los labios pintados de rojo de la muchacha de diecisiete años, desatendiendo parte de la prosa escrita en el vuelo de Tokio a París que cierta palabra pronunciada por la castaña le rememora—. Tomando en cuenta ese contexto, en palabras del propio Vincent Van Gogh, con esta obra quiso retratar "el espacio vacío, a la persona ausente"...— Akiho se remueve incómoda, sintiendo la garganta totalmente seca —… Por lo que podríamos decir que "La Silla de Gauguin" simboliza los sueños rotos que Vincent tenía de formar su comunidad de artistas, pero sobre todas las cosas representa el lamento, el fracaso y hasta la culpa que sintió por el abandono de su querido amigo así como la soledad que acarrea el que haya dejado Arles porque sabe que se ha ido y no regresará jamás.
Las palabras de Margot-san se sienten como golpes lacerantes en su rostro, todos de parte de su execrable y estresado subconsciente; los cuales no hacen más que provocarle náuseas y el inicio de una jaqueca que seguramente la hará terminar yendo a una farmacia cercana por una caja de ibuprofeno.
Bebe un largo sorbo de su té helado; el apetito se le ha quitado, pero no le importa. Come un trozo de salmón, ignorando el asco que le da a la par que trata de aparentar una imperturbabilidad que no siente.
—Eso se escucha como a estar en duelo por la pérdida de una persona que aún sigue con vida… Debió haberle dolido mucho para hacer todo eso, entonces…—La vehemente disertación sale traicioneramente y cuando Akiho se percata exactamente del contenido que hay en ella, se reprende a sí misma, mordiéndose fuertemente el interior de su mejilla.
El sabor metálico de su sangre se combina con el siguiente pedazo de salmón falafel que se lleva a la boca.
—Fue una situación desafortunada; y aunque ellos no se volvieron a ver, continuaron intercambiando cartas hasta los días finales de la vida de Vincent y Gauguin se refirió a él con mucho cariño en su autobiografía—. Akiho siente una genuina complacencia al conocer que al menos la amistad que tenía Vincent con Paul Gauguin había terminado relativamente bien. No todos cuentan con la misma fortuna.
—¿Alguna razón en específico por la que preguntas por esa pintura?—Inquiere la castaña, analizando a una Akiho que trata de mantenerse impasible ante el cuestionamiento. Es imposible revelarle que la vio en uno de sus muchos sueños extraños (que han quedado más que confirmados que no son pesadillas) producto de cosas que no merecen ser mencionados, pero que parecieran perseguirla sin su consentimiento, señalándole la responsabilidad que tiene por todas las malas decisiones que ha tomado.
—Ayer vi una copia en "Le Sens Unique"—Se limita a decir, es parcialmente cierto. Miró la silla en su sueño, no el cuadro. El cuadro lo vio en el baño del restaurante cuando acompañó a Masako-sama.
—¿El que está en los Campos Elíseos?—La afirmación de la pelinegra es en forma de asentimiento —. Sí, sé dónde es… ¿Eso te motivó a venir al Musée d'Orsay?
—Sí, me pareció una pintura interesante y no tenía tantos conocimientos sobre Van Gogh, por lo que heme aquí —.Bebe un poco más de té, con la vista perdida en el Río Sena y en el Puente de las Artes que se alcanza a divisar.
— Parfait, Akiho! Me parece muy loable tu interés en recolectar historias —. La Hino considera que sólo hace lo que alguien en su posición debería de hacer, aunque claro que su innata curiosidad, exacerbada por Bokomon durante su estancia en el Digimundo, puede atraerle vituperios y conocimiento que hubiese estado satisfecha de no haber obtenido —¿Alguna otra cosa que desees preguntar antes de continuar en lo que nos quedamos, Akiho?
Akiho debería de decir que no hay nada más que quiera preguntar, que continúen; pero su curiosidad y su propio subconsciente actúan a capricho y en contra de su preservación.
—Regresando a lo que usted dijo de su tiempo compartido en Arles, ¿lo de la oreja de Van Gogh sí fue verdadero?
—Sí, es verdad… Existen múltiples versiones de este suceso, como en otras muchas cosas de la vida de Vincent. Algunas dicen que fue la oreja completa y otras dicen que fue sólo el lóbulo; aunque se ha descubierto recientemente un documento hecho por el Doctor que trató a Van Gogh y efectivamente fue la oreja izquierda dejando como único remanente un pedazo de su lóbulo.
—¿Por qué lo hizo?
—Las razones han sido muy debatidas a lo largo de los años al igual que la idea de que Vincent no fue el responsable de haberlo hecho.
—Sí él no lo hizo, entonces…
—Según algunos autores, fue Paul Gauguin… De acuerdo a la versión oficial, Van Gogh se cortó la oreja luego de aquella confrontación que tuvieron como un acto de contrición, pero se maneja la idea que Vincent haya perdido la oreja durante la misma, ya que Gauguin era un excelente espadachín.
Es como sí la última palabra de Margot-san tuviera un eco, mismo que se convierte en el sonido de sables de luz, katanas, épées y floretes en movimiento. Akiho trata de acallarlos con una sonrisa fingida, prestando toda la atención a la mujer mayor sin tratar de relacionar lo que le dice con su plano más personal; lo cual se hace más difícil cuando la mujer le dice que nadie sabrá a ciencia cierta qué fue lo que ocurrió esa noche de diciembre.
El tema se agota y la castaña retoma el curso que había marcado antes de las interrupciones de Akiho.
Las anécdotas de los diez últimos años de vida de Vincent están marcadas no sólo por sus obras sino por sus otras relaciones amorosas fallidas (de las que destaca la que tuvo con Sien Hoornik); el maltrato que recibió por parte de la gente por dedicarse a la pintura; sus problemas de mentales y su entrada en el sanatorio; sus malos hábitos alimenticios, sus vicios y sus enfermedades; su interés por la literatura; la influencia del arte japonés en su obra; su relación con otros artistas (Gauguin incluido); su estrecha relación con su hermano Theo y la esposa de éste; el número de pinturas que vendió en vida; las tristes circunstancias así como los misterios que envuelven su muerte; de su tumba en Auvers-Oise; de la reivindicación póstuma de su obra y; del Museo Vincent Van Gogh en Amsterdam.
A grosso modo, Margot Richard le dio los datos más generales y podría decirse que los más relevantes de Vincent Van Gogh.
Akiho tiene muchas cosas que escribir y reflexionar acerca de la vida del pintor, a quien a lo largo de la plática ha llegado a apreciar más allá de "Autorretrato" y que la motivado a visitar tanto Auvers-Oise como Amsterdam sí se le presenta la oportunidad en los próximos tres meses. Independientemente de la incomodidad que sintió en algunas partes de la amena conversación, al final estas no tienen nada que ver con Vincent sino con ella.
—Estoy muy agradecida por todo lo que me ha contado acerca de Vincent Van Gogh, Margot-san —. Dice sinceramente la muchacha de ojos amatistas mientras esperan que les traigan el postre.
—De nada, Akiho… Lo hice con mucho gusto… Es por eso que te traje algo para que lo leas y luego me des tu opinión—. La mujer saca algo de su elegante maletín chanel. Es un libro denominado "Cartas a Theo", cuyo autor es el propio Vincent Van Gogh y el cual la arlesiana le entrega. —. Igual que a ti, a Vincent le gustaba recolectar sus propias historias y lo hacía mediante sus cartas a sus amigos y familia pero sobre todo con Theo, quien como te platiqué antes era su mayor confidente.
—¡ARIGATO GOZAIMASU, MARGOT-SAN!—Akiho hace una pequeña reverencia, conmovida por el detalle de la mayor —. Prometo que lo voy a cuidar mucho.
—Todo fluye, todo cambia, todo es impermanente —. Murmura para sí la chica de cabellos largos color azabache, justamente después de tomarse una de las tabletas de la caja de ibuprofeno que acaba de comprar en la farmacia más cercana a la parada de autobuses que la llevará cerca del edificio en donde se hospeda en Rue des Belles Feuilles.
Las náuseas se le pasaron después de comerse el helado de vainilla, pero el dolor de cabeza es persistente. Por fortuna para la muchacha no ha llegado a ser tan intenso como los que padece durante su período.
La reunión con Margot Richard concluyó satisfactoriamente, intercambiaron teléfonos y Akiho quedó en comunicarse con ella para reunirse de nuevo con el propósito de comentar el libro que yace guardado en su bolsa tote blanca.
La chica suspira, antes de tomar otro sorbo de su agua mineral marca evian, dando un vistazo a su alrededor desde su posición sentada en la banca de la parada de autobuses. El viento se ha vuelto un poco más helado, por lo que Akiho se abraza a sí misma buscando calor para su cuerpo y para algunos de los retazos de su alma.
Los transeúntes parisinos están en su propio mundo, disfrutando de la preciosa arquitectura que posee está ciudad y que a la Hino no deja de parecerle tan imponente.
Parece que es más tarde, pero su celular le revela que son apenas las cinco pasadas. También encuentra que tiene varios mensajes del grupo de "Legendary Warriors" que prefiere no abrir y otros tantos de los mayores del grupo: J.P. y Zoé.
El Shibayama le ha mandado el link de un artículo denominado "Las 5 mejores boutiques de chocolate en París" a lo que Akiho le bromea que regresará a Tokio convertida en toda una catadora profesional de chocolates.
Zoé le ha actualizado respecto a cómo va con los últimos preparativos para su viaje familiar asimismo le ha mandado la última portada que ha protagonizado para el especial de verano de una de las muchas revistas con las que colabora como dokumo. La fotografía es un close-up del rostro de la rubia, quién tiene un maquillaje de párpados colorido que resalta el verde de sus pupilas y la belleza de su rostro. Su mejor amiga se ve espectacular como de costumbre y la pelinegra se lo dice dándole sus felicitaciones por otro trabajo bien hecho. Akiho sonríe un poco pensando en que seguramente Takuya tiene un nuevo fondo de pantalla en su teléfono y con ese pensamiento decide guardar el suyo, más no lo hace porque empieza a sonar avisando la entrada de una llamada de parte de Masako-sama.
—Konbanwa Masako-sama!—Responde la muchacha en su mejor tono.
—¡Oh, Akiho-chan! ¿Qué tal tu día?—Es lo que escucha del otro lado y que la hace hacer un recuento mental de su día que va desde "La Osa Mayor", el Museo de Orsay, Kader-kun hasta el cerúleo, Van Gogh y su comida con Margot-san.
Akiho hace un mohín tratando de no pensar en algunos aspectos de esta última y que sólo harán que empeore su dolor de cabeza y que las náuseas regresen. La muchacha no sabe sí ha sido un día en el que han sucedido cosas grandiosas y no encuentra la respuesta acertada para tal pregunta por lo que prefiere mentir (aunque, ¿podría ser una verdadera mentira sí en algún momento del día se sintió así? ¿no sería eso ser parcial en vez de mentir?): —Bien... Tranquilo… ¿Y el suyo?
—Daijoubu… Te quería preguntar sí podrías venir a almorzar con nosotros el día de mañana.
—Sí, no tengo ningún inconveniente… Solamente dígame en dónde y a qué hora.
—Sería en nuestra casa en Le Marais, le pediré a Michel que te envíe la dirección. Y respecto a la hora, sería a las 11 pero puedes llegar más temprano sí gustas.
—Arigato, Masako-sama.
—A ti, Akiho-chan. Nos vemos mañana.
Le Marais. Sí la chica mal no recuerda queda cerca de Bibliothèque Polonaise aka el lugar en donde está el Salón Frédéric Chopin, por lo que puede ir antes de su compromiso con Margot-sama y Michel-sama. De igual modo, puede pasar a una de las boutiques que J.P. le envío para llevarle chocolates a la pareja como agradecimiento por su cortesía (algo que también debería extender para Margot-san la próxima vez que se vean).
Es un pequeño detalle, pero es algo que Akiho trata de hacer la mayoría del tiempo cuando va a casa de alguno de sus amigos; ya sea llevar un pastel cuando va con los Kanbara (una de las principales razones por las que, según Takuya, Shinya le tiene tanto aprecio) o una canasta de frutas cada vez que está en Minato y tiene tiempo disponible para visitar Tomoko-sama.
Y es con ese último nombre que las cosas que tanto la incomodaron en el transcurso de su comida con Margot-san regresan, implosionando en su cabeza e incordiándola una vez más.
Ella podrá ser multifacética y tener muchos roles con los que cumplir, pero le gusta creer que no es estulta. Está sobreentendido lo que el cuadro simboliza en esos sueños extraños que han quedado más que confirmados son producto del estrés por cosas que ya no valen la pena mencionar.
La chica se rehúsa en poner en palabras nuevamente lo que pasa, lo que es pero en especial lo que ha quedado después de que la litost, la furia, las expectativas y las fantasías hayan tomado forma en cáusticas palabras de una carta que se convirtió en cenizas y que el viento se llevó en ese amanecer que le daba oficialmente la bienvenida a París en el Pont d'Iéna.
¿Lo que ha quedado? Es lo que su traidora mente dijo en voz alta sin su permiso y unas atroces ganas de llorar que hacen que su cabeza la envíe de regreso a aquella fría y nevada noche de diciembre en el Templo Hikawa que recuerda demasiado bien.
Al momento justo en donde perdió algo sumamente valioso, algo que le hubiese gustado que no fuera impermanente y de lo que sólo quedan el cúmulo de memorias de lo que fue durante tantos años y de lo que ya no podrá continuar siendo.
En retrospectiva era suficiente, y viéndolo de esta manera se da cuenta de todas y cada una de las equivocaciones que cometió, cegada por la ignorancia y por su egoísmo.
Porque sí, lo que existía irremediablemente se ha ido; se perderá y será olvidado en los vestigios del tiempo como muchas otras que fueron valiosas pero que han perdido su significado.
Akiho cierra sus ojos, está ahí otra vez frente a una versión más joven de sí misma impecablemente vestida con uno de los muchos hakuis, hibakamas y chihayas que posee y que se han quedado todos en Tokio. Puede ver la confusión en su rostro enmarcado con el hermoso kanmuri que adorna sus cabellos azabaches.
Tal vez, sólo tal vez…
Tal vez sí ella lo pudiese haber evitado, tal vez sí hubiese sido más sabia, tal vez sí lo hubiese previsto, tal vez sí se hubiese fijado en lo que pasaba a su alrededor…
Tal vez sí esa versión de ella hubiese hecho lo que había dicho que iba a hacer y no lo hubiese acompañado cuando se lo pidió; tal vez sí lo hubiese detenido; tal vez sí ella hubiese estado concentrada en desempeñar el papel que le correspondía y no distraída aspirando por más de lo que le podían dar, dividiendo sus días entre buenos y malos; tal vez sí ella no lo hubiese presionado; tal vez sí ella no hubiese estado tan encandilada con su luz; tal vez sólo tal vez todo sería diferente ahora.
Pero desgraciadamente no lo es y no puede solucionarlo.
¿Lo que ha quedado? Lo que ha quedado es algo con lo que ella no puede ni quiere lidiar porque no debe llorar más. No debe tener nada roto. Tiene que crecer pero principalmente, tiene que sanar.
Justamente como se lo deseó al dueño del cerúleo. Un azul que ella nunca había visto antes en los ojos de otra persona y el color que cree no conocerá jamás.
Suspira pesadamente, tomando otro trago de agua mineral para después subirse al autobús que la llevará de vuelta al Trocadero.
—Todo fluye. Nada es estático. Todo es impermanente —. Susurra con suavidad, recargando su cara sobre la ventana y contemplando a París, distrayéndose con su esplendor y su magia de lobos árticos así como de ojos azul egipcio; haciéndola pensar en una cosa a la vez, una noche a la vez y un día a la vez.
Akiho llega a la recepción del edificio en donde se hospeda en Rue des Belles Feuilles. Está repleta de gente con Madame Beaulieu completamente concentrada comentando algo que parece ser importante pero a lo que la muchacha no pone atención y se limita a dar un pequeño bonsoir que pasa casi desapercibido.
Entra en el ascensor y selecciona su piso, cuando las puertas están a punto de cerrarse puede ver a Alain-san, quien nota su presencia en el mismo y ambos se saludan con un asentimiento con la cabeza.
La muchacha suspira, sosteniendo fuertemente la bolsa azul de la tienda de regalos del Museo de Orsay y la bolsa de papel café del baguette que ha comprado cerca de Rue des Belles Feuilles para cenar un emparedado viendo las estrellas de París en la azotea del edificio y que es uno de los muchos planes que ha elaborado en el autobús para esta noche.
¿Los otros? Akiho tiene muchas ganas de tocar el piano y ha decidido hacer un nuevo intento con el "Bénédiction de Dieu dans la solitude" así como también necesita lavar la ropa que ha usado en los últimos días.
Las puertas del elevador se abren en el piso 11 y Akiho sale del mismo con rumbo directo a su puerta, maniobrando con sus cosas para sacar el flamante llavero de "La Noche Estrellada sobre el Ródano" y pasa la tarjeta. El acto le da toques, pero los ignora entrando y cerrando la puerta de su departamento.
El lugar está casi a oscuras, salvo las tenues luces rojizas del sol que provienen del exterior y se cuelan por las ventanas. Hace una rápida inspección confirmando que todo está igual que como lo dejó en la mañana mientras se mueve para dejar su tote blanca y los recuerdos del Museo de Orsay en el sillón de la sala. Deja el pan encima de la mesa y se dirige a su habitación para tomar su tablet, pero se detiene a unos pasos de la misma.
Por unos momentos la Hino cree que hay algo más adentro del apartamento. Niega con la cabeza, quiere pensar que sí hubiese algún fantasma dentro del edificio como Masako-sama y Michel-sama le dieron a entender, ya se le habría manifestado o ella lo hubiese notado independientemente del estado actual de su psique.
Toma la tablet, la enciende mientras sale y empieza a buscar las partituras de la desafiante pieza de Liszt. El departamento está más oscuro que antes, el crepúsculo está terminando pero a Akiho no le preocupa prender las luces.
La oscuridad no es algo que le asuste o que le impida ver sino que crea un ambiente más propicio para tocar.
Deja la tablet encima del piano y cerca de las velas, sentándose en el taburete. Entrelaza sus manos, estirandolas y después de ello, empieza a tocar las notas correspondientes que le marca el documento abierto en su aparato, pensando en el "Autorretrato" de Van Gogh que vislumbró en el Museo de Orsay. La melodía sale mejor de lo que había previsto y Akiho puede creer que puede dominar la primera parte, sin el riesgo de desarrollar tendinitis.
Se detiene súbitamente arruinando con esa acción el legato y los arpegios que acompañan al "Bénédiction" que tanto le cuesta ejecutar, pero no importa.
El ruido de algo cayéndose y de un quejido la han dejado con la piel de gallina y totalmente estática. Akiho trata de encontrar una explicación lógica pero no puede. Todo le grita una cosa de la que puede estar segura: Hay algo en el departamento.
Las alarmas de peligro inminente son activadas con fuerza demoledora, despertando su instinto primal con la exigencia de defenderse inmediatamente, sin importar la naturaleza que pueda poseer el espíritu o la entidad que se halla encerrada aquí con ella.
—Akuryou Taisan— Pronuncia solemnemente levantándose de su lugar en el piano y acercándose al área donde está la mesa, dándole la espalda a la cocina.
Akiho toma una larga bocanada de aire y cierra los ojos, dejando su mente completamente en blanco, extendiendo sus sentidos como sí de una capa protectora se tratará e impidiendo que el terror se apodere de ella. Por su entrenamiento sabe lo que tiene que hacer, aunque no lo domine en su totalidad; es la única cosa que puede hacer sin artefactos ni ropas ceremoniales.
Pone sus manos en posición para realizar las respectivas posturas a la par que se prepara para dar unos cuantos círculos sobre su propio eje.
—Rin. Pyō. Tō. Sha. Ka— Akiho es incapaz de terminar, está completamente desorientada de lo que sucede a su alrededor en plena segunda vuelta. El cansancio por la energía drenada, un golpe dirigido a su cabeza que apenas detiene y cuya textura suave confirma que es producto de un pan, la potencia de algo rodeándola así como el impacto de un cuerpo sobre el suyo que cae pero que sostiene su brazo y se la termina llevando al linóleo.
Su respiración está agitada por el esfuerzo, no sabe con exactitud cuánto tiempo le toma recomponerse pero cuando lo hace reconoce que ha caído sobre una persona. Tiene su rostro en un jadeante pecho masculino con latidos sobresaltados tanto o más que los suyos. No hay duda de que se trata de un humano, se lo dice el fuerte agarre que tiene en su cintura y el aroma almizclado que percibe.
Su errático instinto le hizo creer que se trataba de algún espíritu errante o algún otro ente sobrenatural cuando lo más probable es que la persona que está debajo de ella se trate de su compañero de departamento; del que no era consciente porque, como Madame Beaulieu, Alain-san estaba más que ocupado y no pudo informarle de su llegada.
Akiho está avergonzada; prefiere reír que llorar por el estrés que padece, mismo que le provoca sueños extraños y ahora la creencia de que alguna entidad estaba a punto de atacarla.
Su risa sale a borbotones y paraliza al muchacho que está debajo de ella, quien ya debe creer que a la azabache le falta algún tornillo por su tan inusual y nada apropiado comportamiento.
—Lo siento mucho… —Dice entre risas separando su cabeza del lugar en donde está, el departamento está a oscuras, su tablet ha apagado su pantalla y apenas se puede divisar el contorno de las cosas por las luces de la ciudad que se filtran a través de las ventanas—. Creí que eras un f-
La muchacha no termina su oración porque sus ojos amatistas se encuentran con cerúleos que se abren como platos al verla: Ha caído encima del mismo rubio que conoció en el Puente de las Artes.
Las oleadas de paz llegan y se desplazan con rapidez sobre todo su ser. Es una sensación auténticamente reconfortante después de las vivencias ocurridas en las últimas horas y que Akiho acepta sin oposición alguna.
El contacto visual continúa en silencio hasta que el muchacho lo interrumpe: —H-Hola.
A la Hino le parece más una pregunta que un saludo, como sí estuviese cerciorándose de que realmente fuese precisamente ella y es comprensible porque le sucede algo parecido, ya que cuáles son las posibilidades de que te caigas con la misma persona en dos ocasiones y en dos lugares diferentes el mismo día en una ciudad tan transitada como lo es París.
—Hola—Murmura ella, provocando una sonrisa sincera en el rostro del muchacho que ella le regresa automáticamente y que posteriormente se transforman en carcajadas que retumban por todo el apartamento.
Se ríen de lo absurdo que es está situación hasta que ya no pueden más, quedándose con dolor en el abdomen, respiración entrecortada, con amenaza de lágrimas así como con el enfrentamiento de cerúleo y amatista que le genera a Akiho una indescriptible calidez que sólo el sonido del timbre puede romper, atrayéndola a la realidad y con ello las reservas que tiene sobre este desconocido que extrañamente la hace sentir tan cómoda.
Aprovecha que el ataque de risa aflojó el agarre que él tenía sobre ella y se levanta de su lugar encima del rubio. Akiho arregla su vestido y se peina su cabello con los dedos rápidamente para posteriormente prender el foco iluminando toda la sala, siendo consciente de que todos sus movimientos son estudiados por la mirada atenta del chico que conoció hace unas cuantas horas en el suelo de madera del Puente de las Artes y que por mera coincidencia es su compañero de curso en La Sorbona y del departamento ubicado en Rue des Belles Feuilles Núm. Ext. 11 y Núm. de Apt. 11.
Concentra toda su atención en la puerta que abre dando paso a la figura de Alain-san, quien le sonríe con una disculpa escrita en sus ojos.
—Bonne nuit, Mademoiselle Hi—El muchacho se interrumpe a sí mismo, probablemente notando la mirada frustrada que se le escapa a la amatista por su pequeño desliz y por descortesía por la cual la chica se reprende —. Mademoiselle Akiho.
La aludida trata de no distraerse con los escalofríos que siente en la espalda provocados por el susurro de su nombre que se produce a sus espaldas. Tampoco trata de hacerle caso al comentario de su nombre siendo autumnal sino que se centra en agradecerle mentalmente a Alain-san por haber recordado llamarla Akiho en vez de la variación francesa de Hino ojou-sama. No quería tener que recordárselo una tercera vez.
—Bonne nuit, Alain-san!—Responde ella amablemente.
—Veo que se me adelantó y ya conoció a su compañero de departamento —. Dice el pelirrojo señalando al muchacho que se ha puesto enseguida de ella, ella solamente se limita a asentir —. ¿Takaishi, cierto?
A ella le parece un poco familiar ese apellido, más no puede identificar el porqué.
—Si, soy Takeru Takaishi. Mucho gusto.
Sí ella hubiese tenido alguna duda de la nacionalidad del muchacho, su corta interacción con Alain-san ya se la hubiese disipado, puesto que el nombre y apellido son demasiado reveladores de su origen.
Se llama Takeru como Yamato Takeru, el Príncipe del folclore japonés que Akiho conoce mejor por haber usado la espada Kusanagi que Susanoo encontró en la cuarta cola de la devastadora serpiente de ocho cabezas (información que se encuentra recabada con mayor detalle en el Primer Tomo del Libro del Monoshiri).
—Lo mismo digo. Soy Alain Beaulieu, lo que sea que necesiten pueden pedírmelo a mí o a mi madre con toda confianza… Les quería avisar que hasta nuevo aviso, las lavadoras no estarán funcionando. Tuvimos un problema técnico y lo estamos solucionando.
El plan de Akiho de lavar esta noche ha quedado totalmente descartado.
—Espero que se resuelva pronto… Muchas gracias por avisarnos, Alain-san —. Contesta ella, regresando a la conversación.
—No hay problema, Mademoiselle Akiho… Nos estamos viendo. Au revoir.
—Au revoir, Alain-san.
Cierra la puerta, quedándose con el chico que la contraria bastante y que creyó que no iba a volver a ver nunca más.
—Hola otra vez… Me llamo Takeru Takaishi—. Le habla repitiendo su nombre, haciendo que recuperen el contacto visual que la muchacha trata de que no le afecte en demasía.
—Encantada de conocerte, Takeru-san —. Contesta ella usando su nombre de pila con el honorífico más respetuoso que puede darle a alguien que cree que es de su edad, además para evitar que él le llame "Hino-san "—. Mi nombre es Akiho Hino.
Hay un destello de duda en su rostro al escuchar su nombre completo y la chica no puede dejar de sentirse frustrada ante la idea de que la respetable hija del Honorable Senador Nobu Hino la haya perseguido hasta París.
—Encantado de conocerte también, Akiho-san —. El rubio le sonríe y luego niega con la cabeza —. Te parecerá extraña la pregunta, pero ¿nos hemos visto antes de hoy?
"Así que a eso se debía su desconcierto" piensa mientras celebra mentalmente que la hija del Senador y todo lo que representa se haya quedado en Tokio. Por otro lado, Akiho analiza la pregunta y aunque la respuesta es un rotundo no, hay algo que se siente tan familiar sobre él (más allá de a quien le recuerda ciertas cosas de él, que vio sin permiso) que le hace creer que se conocen de antaño y eso no hace más que descolocarla todavía más.
—No que yo recuerde…—Contesta desviando la mirada de la de él y dando un vistazo rápido al desorden que ha dejado en el sillón para luego contemplar su perfecto y delicioso baguette destruido en el suelo del apartamento.
Los planes que tenía para esta noche han quedado arruinados.
—¿Eso era tuyo?—El muchacho lo señala extendiendo uno de sus brazos, que ya no sangra pero no tiene puesto curitas. Akiho no puede evitar un mohín ante eso.
—Sí, era para mi cena —. Contesta ella un poco resignada mientras lo ve tratando de levantar los trozos y las migajas del pan. La chica va a un lado del piano, quitando su tablet y dejándola con el resto de sus cosas para posteriormente abrir la puerta que está enseguida del mismo y sacar una escoba y un recogedor que le pasa a Takeru-san y que él toma.
—Siento mucho eso, así como lo de las dos caídas—Dice apenado el muchacho, buscando un lugar donde tirar el pan desperdiciado y que Akiho le termina señalando.
—No te preocupes, los accidentes ocurren. Además que soy perfectamente capaz de cocinar algo para cenar y sobre las caídas como te dije antes es algo a lo que estoy completamente a-
—Acostumbrada, lo dijiste antes —la interrumpe terminando la oración, llevándose la mano atrás de la cabeza en un gesto despreocupado, pero que le permite notar con mayor claridad lo irritadas que están las heridas que se hizo en la mañana. Akiho hace un examen rápido del muchacho: tiene unas enormes ojeras y se ve terriblemente cansado. Es obvio que llegó al departamento después de que ella salió y por la hora en la que se encontraron apenas ha podido dormir. Debió haber sido un largo viaje desde Japón y lo más probable que ella por su afán de mejorar con el "Bénédiction" lo haya despertado. Se siente un poco culpable —. Pero eso no lo hace correcto, déjame resarcirlo.
—No es necesario, no es algo que me af-…—Es interrumpida una vez más.
—Insisto, Akiho-san —. Hay una determinación en los ojos cerúleos de Takeru-san que la ponen en una completa disyuntiva.
Akiho tiene sus ya mencionadas reservas e incluso tiene cierta desconfianza hacía él por el inefable efecto que tiene sobre ella, pero eso no es suficiente justificante para rechazar su oferta, especialmente sí considera lo que el estrés le ha provocado los últimos días, que lo despertó de su descanso y que tiene heridas en sus brazos por evitarserlas a ella.
Por lo que tratar de mala forma a alguien con quien compartirá techo por los próximos tres meses queda descartado, a pesar de que nunca fue una opción real puesto que sí lo hiciera atentaría por completo con su educación y sus principios así como que la llenaría de más remordimientos.
Así que lo único que le queda es la vía diplomática, ser cordial, no sobrepensarllos efectos que el cerúleo tiene sobre ella y aceptar con su creciente curiosidad de ver lo que planea (sin importar que las últimas horas le han gritado que debe ser censurada). Además, siendo objetiva, el rubio no parece ser mala persona.
—Está bien, Takeru-san… Te dejaré resarcir lo que sea que te haga sentir culpable —. Le contesta sin notar como se cuela un deje de la indulgencia reservada la mayor parte del tiempo para las excentricidades de sus amigos.
—Bien —. Menciona él dejando la escoba y el recogedor en su lugar para luego pasar su vista hacía las cosas de Akiho con detenimiento. Podría jurar que vio una sonrisa divertida esbozarse en el rostro del muchacho al ver su tablet cerrada con el protector de sakuras —. Te espero en una hora y media en la azotea para ir a cenar.
Tras su anuncio, se va hacia su habitación dejando a Akiho sola en la sala y sin entender porqué el muchacho no prefiere descansar después de un viaje tan largo que supone un vuelo Tokio-París.
Akiho sale del ascensor con los brazos cruzados, acercando a su cuerpo la ligera chaqueta blanca que ha decidido agregar a su outfit así como la bolsa crossbody del mismo tono que ha intercambiado por la tote.
Su largo cabello negro no se despeina por el viento, ya que lo ha colocado en una coleta alta durante la hora y media de espera destinada a arreglarse el maquillaje, tararear canciones, intercambiar mensajes con Zoé, Tommy, su y su abuelo así como buscar una pomada y par de curitas entre sus cosas.
Da un furtivo vistazo a la amplia azotea; que más que azotea es una terraza. Dividida en varias secciones por techos y paredes de madera con estas últimas llenas de plantas y flores, en las que algunas se pueden distinguir mesas, sillas y salas. La mayoría del lugar tiene loseta, a excepción de la zona abierta que es la que está enfrente de ella, que cuenta con una alfombra de pasto artificial y con una baranda de cristal que permite ver perfectamente el horizonte que se monta ante ella, dejándola sin aliento.
Sus pasos la conducen directamente hacia la barandilla, la cual agarra deleitándose de la visión que París le regala desde la azotea del edificio #11 de Rue des Belles Feuilles: La Torre Eiffel y el resto de las majestuosas edificaciones están iluminadas con luces doradas refulgentes.
Es realmente un paisaje hermoso, pero Akiho considera que sería uno muy superior si se pudieran ver las estrellas que tanto ama y que desafortunadamente están siendo afectadas en estos momentos por la contaminación lumínica.
Uno de los muchos aspectos negativos que posee la luz.
Akiho pestañea tratando de que sus ojos no se vuelvan acuosos y se abraza a sí misma evitando las reminiscencias de indeseables temperaturas glaciales.
Inhala. Exhala.
—Todo cambia. Nada perdura. Todo es impermanente —. Musita para sí, quedándose unos minutos en este lugar y olvidando las razones por las que subió en primer lugar.
—¡Akiho-san, aquí estás!—Escucha la voz de Takeru-san detrás de ella, quien seguramente ha salido de una de las muchas áreas aisladas y privadas de este lugar.
La muchacha de ojos amatista voltea a verlo; trae el sombrero que Kader-kun le regresó más temprano y sostiene fuertemente un celular con un case de silicón liso de color amarillo. El rubio parece como sí acabara de terminar una llamada telefónica.
—Takeru-san —Se limita a decir su nombre por su llegada mientras el muchacho se acerca a ella, uniéndose a tomar aire y ver la noche de París por unos momentos.
—¿Lista para irnos?
—Sí, pero antes…—comenta mientras rebuscando y sacando algunas cosas de su bolsa—Ponte esto, por favor.
Akiho coloca un frasco pequeño de pomada para tratar heridas y un par de curitas en las manos del muchacho, quien la ve sorprendido pero que termina accediendo a la petición de la muchacha con una sonrisa y un asentimiento de cabeza.
—¡Muchas gracias, Akiho-san!—Le responde cuando ella ha guardado el frasco de pomada nuevamente en su bolsa.
—No fue nada.
Con un último intercambio entre amatista y cerúleo, dejan el lugar, tomando el ascensor mientras Akiho desecha la momentánea sensación de que alguien los estuviera observando y es que al fin y al cabo, el estrés y su subconsciente ya le han jugado demasiadas malas pasadas últimamente.
NOTAS FINALES:
¡Hola, habemus capítulo 11 de esta aventura en la última frontera!
Una disculpa por todos los errores ortográficos y de gramática que este capítulo pueda contener.
¡Muchísimas gracias por leer y nos vemos en el siguiente!
PD: Resumir la biografía de Van Gogh es toda una odisea. Tuvo una vida llena de matices que lo han hecho acreedor a varios libros dedicados enteramente a su persona, donde algunos superan las mil páginas.
