Bella flor que brilla en la oscuridad, no te quiero marchitar.


Nadie se da cuenta de que me voy, ni tan siquiera cuando camino lentamente detrás de esas dos chicas que llaman tanto la atención, ni tan siquiera mi padre se percata de mí, o si lo hace sencillamente da por hecho de que tengo claro qué es lo que estoy haciendo. Lo cual, evidentemente, no es así. Pasó por delante de él, lo veo tomado té en una taza enorme junto con el hijo de Hades, quien sí que parece dispuesto a reconocer mi presencia. Me mira asombrado, frunce el ceño por la confusión y cuando le saludo con la mano él sencillamente se relaja un poco y vuelve a conversar con mi padre. Me acabo de dar cuenta que ninguno de los dos ha querido reaccionar en lo absoluto en las otras dos adolescentes, las que creo yo que son mucho más llamativas.

Me detengo al lado de un árbol, tan solo a un par de kilómetros del lugar donde esas dos se detienen. La chica de cabello negro se frena de golpe, la rubia da un solo paso lejos de ella mientras está limpiándose las lágrimas de la cara bruscamente y tira de cabello oscuro de vez en cuando.

—¿Quieres un abrazo? —le pregunta la rubia con delicadeza, aprieto los labios y hago una mueca. Creo yo que es evidente que la otra chica necesita un buen abrazo.

Para mi sorpresa, ella niega repetidas veces.

La rubia asiente. —Vale, está bien, necesitas algo de espacio —se queda en completo silencio unos pocos segundos—, ¿qué tal si nos sentamos? ¿y si dejas de tirarte del pelo?

—¡No me ayudas! —gruñe la otra chica, haciendo que la rubia se retuerza incómoda. Parece darse cuenta de que se le ha ido la voz, porque toma una bocanada de aire profunda —con algo de dificultad— y vuelve a hablar—. Lo siento, lo siento... yo... es que yo... es que no me puedo creer que ella... no me puedo creer que de verdad... yo no...

—Lo sé, Heather, lo sé.

—Es que siento que no lo sabes —responde Heather, acercándose bruscamente a la rubia que, ahora supongo yo, se llama Astrid—. ¿Por qué estás tan tranquila? ¿Por qué no respondes de ninguna manera? ¡Chilla, llora, maldice a los cielos! ¡Haz algo!

Veo como Astrid niega con la cabeza. —Alguien tiene que estar tranquila, mantenerse firme —le dice, intentando ahora acercarse para sujetar una de sus manos, pero Heather la aleja bruscamente.

—¡No me trates como una puta cría, joder!

—No, no eres una cría —le dice con obviedad, ahora abrazándole la cintura a la fuerza, apretujando con algo de brusquedad su cuerpo al suyo—. Pero al menos una de nosotras tiene que estar tranquila para cuando hablemos con Rapunzel.

Está todo oscuro, absolutamente todo, pero aún así puedo ver como la muchacha de cabello negro, Heather, palidece de inmediato ante esas palabras. Vuelve a romper a llorar, ahora hundiendo el rostro en el cuello de Astrid, envolviéndose por completo en ese abrazo. La chica rubia acaricia la espalda de la otra, son movimientos tan torpes y llenos de duda que siento que en cualquier momento va a darle palmaditas como si fuera una bebé por no saber qué otra cosa podría hacer.

La escucho suspirar pesadamente. —Al menos... —su voz tiembla, varias lágrimas finalmente se le escapaban—... al menos ahora está descansando en un mejor lugar.

Pero Heather solo se rompe más y se aparta con algo de brusquedad, pero no con la misma rabia que antes. —No, no está descansando —niega varias veces, intentando mantener en control su voz destrozada.

Astrid frunce el ceño, no solo confundida, sino con algo de indignación. —¿De qué hablas? Somos semidioses, siempre terminamos en los Campos Elíseos, luego de todo lo que hacemos por ellos es lo mínimo que merecemos.

—No, Elsa no. ¿No escuchaste lo que dijo el señor D? No terminó su misión, Astrid —le dice con algo de obviedad, tomando sus manos y agitándolas como para hacer que preste más atención, definitivamente logrando su objetivo—, no terminó la misión, no se consiguió el perdón del Olimpo... no estará en los Campos Elíseos... no volveremos a verla.

Veo como esa tal Astrid empieza a llorar y llorar en completo silencio, apretando los labios y a penas parpadeando. Es como si absolutamente nada de su cuerpo pudiera reaccionar a excepción de las lágrimas que siguen deslizándose y deslizándose por todo su rostro. Vuelve a abrazar a Heather, en esta ocasión es diferente, porque ya no es para consolarla, sino porque ella necesita que la consuelen.

Me remuevo incómoda al darme cuenta de que no me siento culpable por estar observando un momento tan privado y delicado. Sé que es incorrecto, sé que nunca debí de haberlas seguido, que, por lo menos, debería de dejarlas en paz, irme a otro sitio. Pero sencillamente no puedo dejar de observarlas, como si fuera una especie de telenovela, como si fuera un sueño, como si fuera una obra de teatro, no sé por qué no me afecta, no sé por qué me creo con el derecho de saber qué es exactamente lo que está ocurriendo, intento quitarme esa sensación, intento irme de allí, pero sencillamente estoy clavada en la tierra, observándolas fijamente.

Cuando se separan, Astrid a penas usa una mano para limpiarse todas las lágrimas, Heather también se ve un poco más tranquila.

—Dioses —gruñe Astrid, tirando para atrás su cabello—, ¿cómo diantres se lo contaremos a Rapunzel?

Heather también tira de su cabello, de una forma mucho menos violenta que antes, pero aún tiemblan sus manos de forma que incluso parece dolorosa, aprieto con fuerza las mías propias, porque puedo sentir como imito ese gesto casi sin pensármelo.

—No tengo ni idea, Astrid, no tengo ni idea de cómo lo haremos —veo como lentamente toma la mano de la rubia—, solo sé que lo haremos juntas.

Se van en ese momento, y yo, finalmente, soy lo suficientemente inteligente para saber que no debería de seguirlas.


No me preguntes cómo diantres lo hice, pero encontré la cabaña de esa tal Elsa Snow. La verdad es que, de una manera maravillosa que no suele ocurrirme, fui capaz de sumar dos más dos. No tenía ni la más remota idea de quién era Quíone, pero había algo en el frío viento que me obligaba a abrazarme los brazos que me dijo que tenía algo que ver con las bajas temperaturas, en cierto punto ese apellido también me lo confirmó, por algún motivo tenía lógica para mí que todo estuviera relacionado con el frío. No me preguntes por qué está ocurriendo, pero en cierto punto siento que todo está cambiando a mi alrededor: No me puedo estar quieta, este suéter que tanto adoraba ahora me parece insoportable por el tacto, siento como cada hilo toca directamente una parte de mi cuerpo y se siente asfixiante; el olor de cada planta se ha hecho un millón de veces más potente, y por algún motivo soy capaz de distinguir entre el olor de una rosa o de clavel, entre las hojas de un fresno o de un olivo; por otro lado siento que las sombras de la noche, esas mismas sombras que cuando camino sola o con amigas me espantan, ahora parecen familiares, parecen amistades de toda la vida que sencillamente pasean a mi lado, recibiendo cariñosamente, incluso susurrándome las respuestas a preguntas que todavía no me había hecho.

Vamos, que me están ocurriendo cosas rarísimas, como una pubertad 2.0 ahora con sentidos mejorados y una consciencia extra por si la otra no funcionaba del todo bien. Desearía que esas sombras que me llevan hasta la cabaña de la tal Elsa Snow también me dijeran qué era exactamente lo que ocurría conmigo.

La cabaña de Quíone era muy similar a todas de la que estaban por esta zona. En mi caminata me había fijado en la gran diferencia entre las doce primeras cabañas y todas las demás, las doce primeras estaban preciosas, eran tremendamente temáticas, se veían mucho más grandes y estaban decoradas por flores plantadas a su alrededor. La segunda zona tenía cabañas mucho más sencillas y pequeñas, que se diferenciaban solo por el símbolo que había un metro sobre la puerta y por el color con el que la madera estaba pintada. Esta cabaña era blanca, tenía como símbolo un copo de nieve bastante realista, o por lo menos lleno de detalles, y estaba llena de grafitis que eran evidentemente aportaciones de otros campistas, básicamente vandalismo hecho con pintura roja o negra.

Subo los pocos escalones que hay para meterme en el porche de aquella cabaña, sacando el móvil para alumbrar los mensajes de las paredes con la linterna, entrecierro los ojos un poco por el brusco cambio de bastante oscuridad a luz chocando directamente con una pared primordialmente blanca. Cuando finalmente me adapto al intenso color, puedo finalmente entender qué es lo que han pintarrajeado en aquella cabaña.

Hay varios dibujos de copos de nieve cutres mucho más simplistas que el original, tachados con símbolos de prohibición, habían algunos que tenían capas de pintura blanca sobre ellos, como si hubieran intentado taparlos apresuradamente, pero algunos era mucho más recientes, incluso podrían ser de hace un par de días. Pero más que la prohibición de copos de nieve, hay muchos insultos.

Traidora.

Rata rastrera.

Asesina.

Maldita traidora.

Hago una mueca de asco en cuanto me topo con los insultos que son mucho más fuertes, no sé cómo sentirme con respecto a todos esos mensajes escritos con tanta rabia, la mayoría con pintura roja, la mayoría tapados malamente con pintura blanca en un torpe intento de fingir que jamás habían ocurrido. No comprendía cómo es que en este Campamento podía dejarle a alguien mensajes tan asquerosos y crueles, desbordantes de rencor y furia, para luego llorar y lamentarse horriblemente al saber de la muerte de esa misma persona. No comprendía por qué esa tal Elsa Snow supuestamente era una asesina, una traidora ni nada del resto de cosas que la llaman a través de los grafitis, no entendía por qué podía ser considerada tan mala persona pero aún así destrozar a tantas personas con respecto a su muerte. Porque no sé tú, colega, pero yo no pongo de esa manera al enterarme de la muerte de un asesino, y tampoco voy por ahí llamando asesino a cualquiera sin una buena razón.

Avanzo un poco hacia uno de esos mensajes, el que se ve más reciente, el que aún chorrea gotas de pintura, como soy demasiado tonta me acerco tanto que termino manchándome la mano izquierda con la pintura roja. Maldigo por debajo, apago el móvil y lo guardo apresuradamente para evitar que con mi torpeza también lo manche. Junto los dedos por inercia, extendiendo por accidente de esta manera la pintura, logrando que un rojo tan intenso cubra parte de mi piel. Me remuevo incómoda por el tacto. Me detengo la muñeca justo a tiempo antes de cometer la tontería de limpiarme la ropa, mala costumbre mía que he contenido de milagro en esta ocasión. Escucho ese característico sonido de agua corriendo, pero no sé que tan lejos está por lo que me limito a maldecir de falta de pañuelos para encargarme de la mancha.

Se me ocurre limpiarme en la pared, pero la parte blanca también se ve muy fresca, lo suficiente como para solo conseguir que me...

—¡Eh! —pego un brinco en cuanto escucho aquella voz femenina y completamente destrozada. Me volteo de inmediato, encontrándome entonces con una muchacha que tiene pinta de tener mi edad. Tiene el cabello rubio y larguísimo, su piel está cubierta por miles de pecas y sus ojos verdes brillan con rabia a pesar de lo rojos que están, es obvio que ha estado llorando, y creo que verme a mí con una mancha llena de pintura roja solo ha logrado que empiece a llorar otra vez, esta vez llena de rabia. Me doy cuenta de inmediato de lo más raro de ella: Brilla.

Puedo ver las flores y la hierba bailando alrededor de sus talones, su cuerpo entero radiando de vida y su melena, sobre todo esa preciosa melena rubia, emitiendo un fulgor hermoso que me indica a la perfección algo incluso más raro que el hecho de que su cabello brille como un propio sol... ella y yo, de alguna forma, somos todo lo contrario.

—¿¡Qué te crees que estás haciendo, idiota!? —me grita con la voz destrozada, es toda una maravilla ilógica que pueda entenderla a pesar de la forma en la que solloza. Entonces finalmente tomo consciencia de lo mal que me veo en este momento, con los dedos manchados de la pintura utilizada para insultar a la difunta desconocida—. ¿¡Te crees que esto es divertido!? ¿¡Te crees de verdad que ella se merece todo esto!? ¿¡No podéis ni darle un poco de calma ahora mismo!? ¿¡Te crees que podéis seguir siendo unos hijos de la gran puta con ella!? ¡VETE A LA MIERDA, PEDAZO DE ESCORIA!

Oh Dios, ¿dónde me he metido? ¿por qué he caminado hasta aquí? ¿Por qué no abro la boca para responderle?

—Oye, no... yo no... —intento explicarme, pero, con sus puños brillando como pequeños soles, ella se acerca a mí hecha una completa furia, llorando cada vez más y más. Cuando llega a estar frente a mí lleva hacia atrás uno de sus brazos y yo sé de inmediato que me voy a llevar una hostia de una manera u otra y, honestamente, no tengo yo ganas para eso en estos precisos momentos. Doy unos pasos hacia atrás rápidamente y, de una forma que solamente puedo definir como absolutamente mágica, justo antes de llegar a recibir su puñetazo en toda la cara consigo pillar su muñeca, compartiéndole las manchas de pintura roja.

La escucho soltar un chillido de dolor en cuanto rodeo su muñeca, no estoy haciendo fuerza, pero puedo saber de inmediato porque está gritando.

En lugar de seguir viendo aquel brillo, en lugar de ver mi mano creando una sombra natural debido a estar frente a una fuente de luz... en lugar de algo normal todo lo que veo es oscuridad. Sombras y rostros lastimeros como los de la ropa de Hades surgen lentamente desde mi mano, danzando penosamente y a un ritmo macabro junto con la brisa de la noche. No solo se extienden por el aire bajo la misma rutina que calmadas mareas, sino también que se extiende por la piel pecosa de esa chica. Avanza desde su muñeca con dirección a su codo, son líneas que serpentean como nuevas venas llenas de muerte y oscuridad, una oscuridad que se está llevando toda su luz.

La suelto lo más rápido que puedo, espantada por lo que acaba de pasar, lo que acabo de hacerle sin querer. Retrocedo hacia la puerta, me aferro a ella porque es lo único que tengo mientras que observo como ella sostiene con fuerza su brazo mientras llora —no sé si por la rabia o porque le he hecho tanto daño en verdad—. Puedo respirar con un poco de calma al ver que las líneas negras desaparecen de su cuerpo, todo lo que queda son manchas rojas de pintura con forma de tres de mis dedos.

Intento acercarme para disculparme, pero la voz me falla y ella me mira espantada, temblando de pieza a cabeza.

—¡Rapunzel! —ambas volteamos al oír nuevas voces viniendo justo de la misma dirección de la que antes vino ella misma. Vuelvo a pegarme a la puerta porque son las mismas chicas de antes, son las chicas que vi hablando de todo el tema de la difunta muchacha a la que no conocía, esa tal Heather y Astrid. Heather se apresura a acercarse a la muchacha rubia llena de pintura roja, Astrid se queda quieta por unos segundos mirándome fijamente, hasta que decide avanzar furiosa hacia mí, con los puños apretados.

—¡No! —todo lo que se me ocurre es gritar, porque es evidente que esa gigantona piensa meterme una buena hostia—. ¡Ha sido un accidente! ¡Yo no...!

Te vas a reír, colega, pero cuando intenté retroceder más —porque de momento a otro dejé de sentir la puerta contra mi espalda— pasó algo divertidísimo, ¿quieres adivinar?

Sí, todo se volvió, nuevamente, negro de momento a otro. Ya, ya sé que estás cansado leer eso, ahora imagínate lo cansada que estoy yo de vivirlo, colega, de verdad, estaría bien que de momento a otro, yo que sé, todo se llenase de flores o de chocolate, pero no, solo me toca caer en la completa oscuridad.

Algún día sencillamente me voy a quedar allí, por puro cansancio.


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Rapunzel sencillamente estallando era algo que tenía muy claro que quería hacer para este libro, tenerla no solamente hablando de su relación con Elsa (eso en capítulos futuro), de lo mucho que quería acercarse a ella, sino también del odio que le guarda al Campamento por jamás habérselo permitido, del odio por todo lo que le han hecho. Todo eso creo yo que es muy importante para ella.

Los poderes de Anna, van apresurados, creo firmemente que ser hija de Perséfone es casi lo mismo que ser hija de Hades pero añadiendo todo lo de Deméter. Creo que Anna va a ser otro personaje tremendamente overpower pero que todavía no comprende nada de sus poderes.

Siento que voy a meter mucho el hecho de que Anna suele observar todo como si fuera una película delante de ella, como si absolutamente nada le afectara, sé que es algo que quiero añadir, pero, siendo honesta, todavía no sé que quiere decir eso de ella, tengo una leve idea, pero no sé yo si me convence.

Anna ha sido rápida al ver la hipocresía del Campamento, y eso solo va a empeorar con el paso de los capítulos.