Haruka pasa el resto del día pasando el rato en lugares donde no debería estar. En lugar de ir a sus clases matutinas, se pasea por la sección de las asignaturas optativas y pasa el rato en las aulas donde nadie sabe ni le importa que ella no debería estar allí. La sala de arte la relajo un momento al jugar con la figura de pokemon que creo con la arcilla. El club de declamación donde escucha una serie de poemas cursis y absurdos que la hacen querer vomitar. Se sienta en la cafetería durante horas para molestar a quienes tienen la equivocación de creer que es un buen lugar para pasar tiempo muerto, se mueve de mesa en mesa y se ríe y actúa como si estuviera bien. Mejor que nunca.
Cuando la escuela termina el día, la nieve ha comenzado a caer. Ligeramente apenas sacudiendo el camino, los copos revoloteando en lo que parece ser en cámara lenta. Como algo sacado de una película navideña. Haruka levanta su capucha y se apoya contra la pared de ladrillo cerca de las puertas delanteras y observa a las personas mientras caminan hacia sus autobuses, sus autos.
Ella no puede irse a casa. No está segura de adónde irá esta noche, pero está segura que no quiere ir a casa. Las escuelas secundarias y preparatorias reciben sus boletas de calificaciones el mismo día así que no tiene salvación. Andrew querrá mostrarle a mamá sus impecables calificaciones por supuesto. Y su madre lo abrazara y llorara de alegría y orgullo para después mirar a Haruka ahorcarla con sus propias manos como tanto le encanta.
Alguien se detiene a su lado. Por el rabillo del ojo puede ver un par de tacones negros que deben haber costado al menos doscientos mil yenes, unas piernas desnudas perfectamente torneadas y una elegante falda.
—¿No te estás congelando?— pregunta la persona que se ha puesto a su lado. Haruka aprieta la mandíbula. Michiru ajusta su bolso. Parece dolorida por tener que decirlo, como si fuera un golpe a su orgullo tener que sacar un tema frívolo para poder entablar una conversación. —Hace frío—
—Tal vez si usaras pantalones largos como una persona normal—sugiere Haruka, pero Michiru no quiere seguir dando rodeos.
—No estabas en la clase de música— dice ella. —O en deportes—
—Eres la mas observadora de la escuela ¿no?— Dice Haruka, pero sin mucha energía. Ella no está de humor para jugar con Michiru. No ahora, no hoy.
En lugar de responder una respuesta, Michiru no habla en absoluto. Se recuesta contra su cuerpo de forma relajada mirando la nieve o tal vez a las personas que la atraviesan. Haruka imagina que deben verse bastante muy curiosas las dos juntas, de pie una al lado de la otra así. Como si fueran amigas.
—No fue ...— Michiru comienza, y se detiene. Ella hace un sonido tímido, una vergüenza, no se ríe, y comienza de nuevo. —No fue por lo que sucedió con Armand ¿verdad?—
Durante unos segundos, Haruka solo puede mirarla extrañada.
—¿Qué?—
Michiru no dice nada. Ella no quiere ceder mas terreno.
—Mira—dice Haruka finalmente comenzando a exasperarse. —No todo en mi vida es sobre ti, Michiru. ¿De acuerdo?— Ella quiere que su voz suene confiada, incluso enojada, pero en cambio sale triste y casi suplicante. Las palabras mueren en su boca tratando con todas sus fuerzas de ahogarlas "por favor no me hagas más preguntas. Por favor solo di lo que quieres decir, por favor quedate junto a mi en silencio un rato mas."
—Como quieras—dice Michiru. —Es solo que odiaría haber provocado que acudieras a la clase de música, se que adoras tocar conmigo.—
—Que graciosa—Haruka dice inexpresiva, pero ella sonríe. Ella no puede evitarlo. —No sabia que eras la reina de la comedia.—
Michiru se da vuelta, camina un par de pasos antes de detenerse. Haruka la mira fijamente, Michiru se voltea, sus ojos azules la miran ahora con la indecisión cruzando brevemente en ellos. La duda desaparece tan rapido como llego y al final le sonrie, Michiru inclina su cabeza lo más mínimo, sus ojos todavía en Haruka. Su lápiz labial es muy rojo y sus mejillas están sonrojadas por el frío.
—Ven conmigo—dice Michiru suavemente extendiendo su mano hacia Haruka. —Terminemos lo que empezamos...—
La casa parece estar vacía cuando llegan. Ni siquiera el gato de la familia aparece.
—¿Padre?— Michiru llama cuando las dos entran a la sala de estar, pero no hay respuesta, y se vuelve hacia Haruka con una sonrisa satisfecha. — Lo suponía, sigue trabajando. No estará en casa por horas.—
Haruka asiente con la cabeza mientras está parada en el umbral, la nieve gotea de su chaqueta.
—Dame unos minutos— dice ella, sabiendo que si no se ocupa de esto ahora, lo olvidará y su madre se lo hará pagar caro. Saca su teléfono del bolsillo y llama a su hermano. Michiru se encoge de hombros y se va la cocina fingiendo que Haruka no existe.
—¿Dónde estás?— Andrew responde, sin siquiera saludar. —Está nevando y tuve que caminar solo a casa. Sabes que a mamá no le gusta que me dejes solo.
—Por favor— dice Haruka exasperada en tono cariñoso—eres lo suficientemente mayor como para caminar solo. Ya eres un niño grande—
—Ese no es el punto Haruka— dice Andrew en un tono de voz que lo hace sonar como un padre en lugar de su hermano pequeño.
—Mira, estoy en casa de una amiga—dice y ve a Michiru mirar detenerse de lo que sea que estaba haciendo y mirar por encima del hombro a su dirección. —Solo dile a nuestra madre que estoy en casa de Michiru y que estaré en casa más tarde—
—Espera—dice Andrew, —¿estarás toda la noche con tu amiga? ...—
—Adiós, mocoso entrometido— dice ella, hace un sonido de beso en el teléfono y cuelga. —Tenia que avisar a mi hermano pequeño— le dice a Michiru, que está parada sobre la encimera de la cocina y come un pedazo de fresa.
—Parece que te llevas muy bien con tu hermano— El gatito siamés se acerca a Michiru para restregarse entre sus piernas y sin pensarlo demasiado salta como todo un cazador directo sobre ella,Michiru acaricia la pequeña cabeza mientras el ronronea complacido. Ella no sonríe exactamente, pero por un segundo, sus ojos pierden la dureza que Haruka está acostumbrada a ver en ellos.
Haruka se da cuenta de que ha estado en silencio por un momento demasiado largo, mira fijamente, y dice rápidamente
—Sí bueno, el es demasiado pequeño y mi madre y yo hemos tratado de mantenerlo alejado del infierno de la verdad sobre nuestro padre–
—Entiendo— Michiru tararea. Coloca al gato de nuevo en el suelo, luego de haberlo acariciado y abrazado durante unos minutos. Todavía no mirará a Haruka quizás avergonzada por este pequeño acto de humanidad. —Bueno—dice después de un momento, y mira hacia las escaleras. —¿vamos a mi cuarto?
Haruka la sigue escaleras arriba, consciente del sonido que hacen sus botas en cada paso. Está acostumbrada a su propia casa. Andrew y Amara entrando y saliendo. O la casa de Mina, con sus padres igual de enérgicos e hiperactivos como la hija. La casa de Michiru es tan tranquila que le cuesta imaginar lo que debe ser vivir aquí. Se imagina al Sr. Kaioh en su estudio leyendo tranquilamente y Michiru en su habitación haciendo su tarea. Ambos en silencio.
Michiru abre la puerta de su habitación, camina hacia la cama y se sienta en el borde. Ella comienza a quitarse los zapatos, colocándolos uno junto al otro en el piso, perfectamente paralelos, listos para que se los vuelva a poner cuando quiera. Haruka se para en la puerta, con la mochila todavía colgada de un hombro y se apresura a quitarse las botas, con mucho menos con elegancia.
Michiru suspira.
—¿Siempre tienes que ser un desastre?—
Dice con voz cansada, como si Haruka hubiera ensuciado su impecable habitación.
—Quería hablarte de Armand— dice Haruka. Michiru la mira con los ojos entrecerrados. Esperando. —Quería saber si tú ... le dijiste algo—Haruka entra más en la habitación, pero no quiere acercarse a la cama. No hasta que escuche lo que Michiru dice a continuación.
Michiru parece estar pensando en eso.
—¿Te importaría?— dice finalmente. No es una pregunta es un desafió.
—Bueno no, sinceramente me da igual.— Haruka no está segura de a dónde va esto, pero no tiene por qué mentir.
—Entonces—dice Michiru como si el asunto estuviera sanjado. —a mi tampoco me importa. Y si ni a ninguna de las dos nos importa... —Ella palmea un lugar en la cama junto a ella. —Entonces no perdamos el tiempo—
Haruka deja caer su mochila y camina hacia la cama. Se sienta en el lugar que Michiru le hizo, inclina la cabeza y presiona los labios contra el lugar entre la clavícula de Michiru y su cuello. Puede sentir el pulso de Michiru, latir fuertemente entre sus labios como un claro mensaje de cuanto le gusta su contacto. Siente la mano de Michiru entrelazarse en los mechones de su cabello con vehemencia.
—Si te detienes te mato—
En algún momento, más tarde, Haruka escucha a lo lejos una puerta abrirse. El sonido no se registra al principio, pero Michiru se sienta de inmediato, mira con helada calma pero la expresión de sobresalto la delata.
—¿Que hora es?— Haruka murmura, apoyándose sobre sus codos. La luz de la habitación se ha atenuado, pero aún no está oscuro. No puede ser tan tarde aun.
—Silencio— sisea Michiru, agarrando su camisa del piso y tratando de alisarla
—¿Michiru?— La voz del señor Kaioh llama desde abajo. —¿Estás en tu cuarto querida?—
Michiru se está poniendo la falda y trata de abotonarse la camisa al mismo tiempo. Es lo más nerviosa que Haruka la ha visto desde que la conoció y durante un par de segundos, solo puede mirar asombrada ver a Michiru actuando como cualquier mortal.
—Estoy en mi habitación—dice Michiru, y a pesar de sus apresurados y casi frenéticos movimientos. Su voz tiene la tranquilidad helada de siempre —Haruka está aquí. Estamos estudiando.— Haruka no duda que si su padre le pregunta Michiru es capaz de tener una explicación detallada de todos los temas que han estado estudiando durante esta tarde.
—Haruka bienvenida— dice el Señor Kaioh en su característico tono agradable. Ahora suena más cerca, tal vez de pie al pie de las escaleras.
—Hola señor Kaioh—Responde Haruka con la misma cordialidad. Michiru se da vuelta y le da una mirada molesta, toma los jeans de Haruka de su lugar al pie de la cama y se los arroja. Ella recibe el mensaje y comienza a recoger el resto de su ropa.
—¿Haruka aceptas quedarte a cenar? —Pregunta el Sr. Kaioh.
—Sí— dice Michiru sin molestarse en esperar que haruka conteste. —Bajaremos pronto—.
—Bien.—
Haruka escucha pasos moviéndose de la sala de estar a la cocina. Michiru exhala por la nariz, relaja los músculos y termina de vestirse.
—Vístete rápido—susurra.
—Relájate—dice Haruka, sonriendo mientras se levanta para ponerse los jeans. —Tu papa no va a adivinar que paso aquí—.
—Estoy relajada — dice Michiru.
—Sí claro.— Ella se inclina aún sonriendo con deleite por tener la oportunidad de molestarla. —Michiru Kaioh. ¿Temes que tu padre te atrape con una chica y te envíe de regreso a Inglaterra?
—Estoy complacida...— dice Michiru con serena calma—...que esto sea muy divertido para ti—. Se mueve de la cama a la ventana al otro lado de la habitación, recoge un cepillo del escritorio y comienza a pasárselo por el pelo. Haruka la sigue, pasando una mano por sus propios enredos y decidiendo que ella debería de hacer lo mismo.
—No puede ser— murmura cuando ve la calle afuera, olvidando todos los pensamientos de provocar a Michiru. La nieve que era insignificante y lo suficientemente ligera cuando salieron de la escuela, sigue cayendo ahora con fuerza. El camino está ahora cubierto de nieve y el cielo está oscuro.
—¿Tu crees que cancelaran la escuela mañana?— Michiru pregunta, sorprendiéndola. No se había imaginado que Michiru sería del tipo que se preocuparía por los días de nieve, pero recuerda que este es el primer invierno de Michiru en Japón. ¿Nieva así en Inglaterra?
—No—Responde. —Los bastardos no cancelarían la escuela a menos que las puertas principales estuvieran enterradas en toneladas de nieve. Incluso con ese hipotético caso es cuestionable. Junto a ella, ve la sonrisa de Michiru, solo un destello, allí y se fue de nuevo con la misma rapidez. —Mi madre me va a asesinar — agrega con amargura. —Ella me hará —dormir en el patio solo con un pedazo de periódico para cubrirme—
—Quédate aquí—sugiere Michiru. Las palabras parecen salir sin pensarlo. Haruka mira, esperando que sea una broma. Pero Michiru todavía está mirando la nieve afuera. Parece incapaz de mirar a Haruka, como si estuviera esperando que ella se riera o se negara.
—Bueno— dice Haruka, con la garganta seca de repente. —Gracias.—
Cuando ambas por fin bajan a la cocina, el señor Kaioh está sirviendo filetes de pescado a la parrilla, ensalada y puré de papas. Haruka se pregunta cómo demonios logró cocinarlo todo en los veinte minutos transcurridos desde que él llego a casa, pero luego ve la bolsa de comida para llevar en el mostrador cerca de la estufa y comprende. Ella se pregunta si él alguna vez cocina y por que si es un hombre tan adinerado y ocupado por que no contrata personal que cocine para ellos. Supone que un tipo como Kaioh prefiere hacer esas tareas para convivir mas con su hija. El esfuerzo de un padre por pasar tiempo con ella.
—Padre, Haruka se quedara a dormir aquí— dice Michiru mientras se sientan a la mesa.
Ella espera que el padre de Michiru haga preguntas: "¿No tiene que ir mañana a la escuela?" O "¿Tus padres saben de esto?", "¿que no te quieren en tu casa?" Pero todo lo que hace es sonreírle y asentir complacido
—Esta es tu casa Hija—
Haruka no puede evitar sonreír al escucharlo. La comida es buena, pero el apetito de Haruka muere mientras más mira a Michiru y su padre, sentados uno frente al otro en la mesa. Es como ver a dos extraños compartir la mesa mas por obligación que por gusto. La comida transcurre entre preguntas vagas y respuestas cortas.
¿Cómo te fué en el trabajo?...Bien, querida.
¿Cómo te fue en tu examen de Arte?...sobresaliente como siempre.
Un artículo interesante fue publicado en el sitio web de Juilliard; deberías leerlo... Lo hare, padre. Gracias.
El boleto para su vuelo a Inglaterra está en el cajón de la mesa del vestíbulo...si gracias, ya lo tengo.
El clima debería aclararse mañana por la mañana...tal vez.
El Sr. Kaioh ocasionalmente se dirige a Haruka y le hace preguntas, sobre su familia, las clases que está tomando, qué hace para divertirse, y Haruka las responde de forma esmerada, sin saber si está tratando de impresionar al padre o a la hija.
Después de la cena, el Sr. Kaioh entra a su biblioteca. Michiru y Haruka están en la cocina, sin hablar. Haruka no está segura de lo que harán el resto de la noche. ¿Michiru tiene algún pasatiempo? ¿Ella ve la televisión? Los minutos se extienden agonizantes, y Haruka busca algo que decir o que hacer.
—Oye— dice ella, rozando una mano contra el brazo de Michiru, al mismo tiempo que Michiru voltea
—¿Qué?—
—Necesito llamar a casa—dice Haruka. Ella retira su mano avergonzada del poco impacto que tiene su tacto en Michiru. —Tengo que preguntar si puedo quedarme—.
Michiru la mira sorprendida, como si el concepto de tener que pedir permiso le fuera ajeno.
—Ah—dice ella. —Adelante.—
Su madre no suena feliz cuando contesta el teléfono, y cuando Haruka le pregunta si puede pasar la noche en la casa de una amiga, su esta cargado de ironia y burla.
—Vaya, vaya, vaya...¿Pidiendo mi permiso para pasar una noche fuera?— Amara suelta una carcajada. —Llevas haciendo lo que quieres desde que tienes doce años. Es un poco tarde para que comiences a tener esas atenciones conmigo–
—supongo que hay una primera vez para todo—. Está molesta, pero tratando de no dejar que se filtre en su voz. Intenta hacer lo correcto por una vez de todos modos le gritan. ¿Qué quiere su madre de ella?
—Esto es lo que va a suceder—dice Amara —Vas a decirme donde carajo piensas pasar la noche drogándote, y así las calles estén cubiertas de nieve regresaras tu patética alma a casa y tal vez , tal vez , no te castigare en cuanto llegues—
—Estoy diciendo la verdad—, dice Haruka. —Te estoy haciendo un maldito favor, no haciéndote conducir aquí y recogerme—.
Michiru le quita el teléfono con un movimiento fluido. Haruka abre la boca con sorpresa.
—Buenas noches, mi nombre es Michiru Kaioh. Soy amiga de Haruka de la escuela. Hay una breve pausa. —Si soy su compañera de música, nos vimos en el festiva de navidad...Si...no... No, estamos trabajando en un proyecto en música y me temo que se nos escapó el tiempo. Es un proyecto muy demandante —. Otra pausa —Sí, se lo aseguro, ambas estaremos en la escuela mañana por la mañana. Tiene mi palabra. Adiós.— Ella termina la llamada y le devuelve el teléfono a Haruka.
—Uh, gracias. ¿Cómo …? Haruka sacude la cabeza y decide que prefiere no preguntar. —Gracias.—
—Fue un placer—, dice Michiru. —Ahora, como decía antes, tengo tarea que hacer—
Haruka se despierta en algún momento temprano en la mañana. Vestida con una pijama de seda que michiru le presto. Una de sus manos envuelve unos de los senos de Michiru. Kaioh está acostada de forma rígida como si estuviera en el ejercito. Por supuesto que doña perfecta duerme como un maniquí. Ese pensamiento la trae de vuelta: dónde está, por qué está allí.
Al principio no está segura de qué la despertó, pero el ruido vuelve a aparecer. Un golpe en la puerta de la habitación de Michiru, tranquilo, como si la persona del otro lado no quisiera despertarlas. La puerta se abre solo un poco, dejando que la luz del pasillo se derrame en la habitación. Haruka aparta la mano del pecho de Michiru tan rápido que parece que se hubiera quemado.
—Michiru—, dice el Señor Kaioh, suavemente. Haruka cierra los ojos, fingiendo que no se ha despertado, y siente que el cuerpo de Michiru se mueve. —Michiru— repite y Haruka siente que ella se mueve con cuidado procurando no despertarla.
—Estoy despierta— dice Michiru en voz baja. —¿Qué pasa?— Haruka siente que se desliza fuera de la cama.
—Te esperan en el teléfono—dice su padre. —Es tu madre—
Haruka tiene que hacer uso de todas sus fuerzas para no saltar de la cama y abalanzarse sobre Michiru.
