DISCLAIMER: Los personajes de InuYasha no me pertenecen, son propiedad intelectual de Rumiko Takahashi. La obra es mía, escrita sólo con el fin de entretener – a ustedes y a mí. Sin fines de lucro. [Fic secuela de "Plan B".]
Summary: Habían acordado ser su plan B, y parecía ser la mejor opción para los dos. Pero quizá optar por algo distinto podía llevarlos a algo más especial. [Fic secuela de "Plan B".] ―Rating M: Lemon.
― Cambio de Planes ―
― VII ―
Volvió a darse vuelta en su cama, escuchando el trinar de algunas aves fuera de su ventana, que gustaban de cantar justo antes del amanecer. Mantuvo su vista fija en el techo, tratando de ordenar sus pensamientos, pero terminó decidiendo que era mejor salir de ahí, por lo que se levantó lo más rápido que pudo, vistiéndose una tenida deportiva. Iría a trotar un rato, esperando que el estar al aire libre le ayudara a despejarse, porque no había logrado conciliar el sueño de forma tranquila.
Dejó una nota en la puerta del refrigerador, donde estaba segura de que su roomie la vería, avisándole que estaría fuera, y luego salió del departamento. La brisa fría matutina le removió el flequillo y la animó a ponerse en movimiento, por lo que comenzó su recorrido de inmediato.
Sin embargo, no podía dejar de pensar en lo que había ocurrido la noche anterior. Después de meses en los que había insistido en que Miroku no sentía nada más por ella que una gran amistad, en donde había negado que todas las señales pudiesen significar algo más, y tras mucho esperar un solo hecho que le confirmara de forma inequívoca que él la veía más que como su mejor amiga; cuando finalmente él mismo le había dicho lo que tanto anhelaba escuchar… lo había rechazado.
Frunció el gesto y tomó un poco más de velocidad, sintiéndose molesta. ¿Por qué tenía que dejar que el miedo le ganara? ¿Por qué no podía simplemente confiar en que todo saldría bien al final? ¿Por qué les permitía a todas sus inseguridades tomar el control, para optar por una decisión que no la hacía feliz? ¿Por qué no podía, simplemente, dejar de darle tantas vueltas a todo y sólo atreverse?
Se detuvo, apretando los dientes y con ganas de golpear algo. Quizá, a ella misma. Inhaló profundo y levantó la vista, ya había amanecido y el sol iluminaba la calle mientras el alumbrado eléctrico se apagaba. Miró el edificio que estaba frente a ella cruzando la calle y soltó un suspiro, había vuelto al departamento. Bebió lo que le quedaba en su botella de agua antes de regresar a su punto de partida, tomando una decisión, porque no podía soportar otra noche más de ese incesante debate mental.
Abrió la puerta e inmediatamente fue abordada por el agradable aroma del desayuno que solía preparar Miroku. Observó el interior un momento antes de cambiarse las zapatillas por las pantuflas, viendo la hora en el reloj de la repisa y calculando que había estado fuera casi hora y media. Esbozó una sonrisa y se dirigió a la cocina, en donde encontró a un concentrado Miroku revolviendo una mezcla que parecía ser un futuro omelette.
―Buenos días, Miroku.
Él levantó la vista con algo de sorpresa, aunque al instante le sonrió con tranquilidad.
―Buenos días, Sanguito ―le devolvió el saludo, sin pausar su labor ―. No te sentí llegar, creí que tardarías más… tu nota no decía cuánto estarías fuera. ¿Ya desayunaste? Apenas estoy comenzando a cocinar, así que puedo preparar para ambos, si quieres. Aunque si tienes otros planes o te serviste algo en el camino…
―No tengo otros planes, tampoco he desayunado ―respondió, mirándolo con atención mientras se acercaba a él ―. Pero no quiero comer ahora.
―De acuerdo… ―Él la observó con duda y atención, extrañado. ―¿No tienes hambre aún? Saliste bastante temprano, si quieres ir a dormir otro rato…
―No, no tengo sueño. Sólo quiero dejar de ser una cobarde.
El ojiazul parpadeó un par de veces, completamente confundido con sus palabras porque de todos los adjetivos que conocía, nunca hubiese escogido ese para describir a Sango. Por fin dejó el bol con la mezcla de huevos sobre la encimera y se volteó para quedar frente a ella, que se había acercado lo suficiente.
―No eres cobarde. De hecho, es todo lo contrario: eres una de las personas más valientes que conozco.
―No anoche ―admitió, apretando los puños con molestia ―. Dejé que el miedo ganara. Le permití convencerme de que esto es lo más seguro, que al final todo saldría mal y terminaríamos perdiendo nuestra amistad y por eso es mejor seguir como estamos. No tuve el valor suficiente para hacer a un lado todas esas ideas y me acobardé.
Miroku sonrió de medio lado, tomándole las manos y presionándolas con cariño, intentando transmitirle algo de calma a Sango, porque notaba lo molesta que estaba en esos momentos.
―Tomaste una decisión considerando todos los riesgos y las consecuencias posibles ―le dijo, sin dejar de sonreír con tranquilidad ―. Y es entendible que hayas optado por lo que te haría menos daño, después de todo, me conoces demasiado bien y soy consciente de que no soy la persona más confiable en ese aspecto…
―Es cierto, te conozco y sé que eres un galán, que probablemente no puedes evitar coquetear porque es algo que forma parte de tu personalidad desde antes de que nos conociéramos y que amas bastante tu libertad ―mencionó, bajando la mirada hacia sus manos unidas, la calidez de las de Miroku era agradable en su piel ―. Pero también sé que eres la persona en la que más confío. Siempre te preocupas por los demás y haces todo lo que puedes para evitar herir a alguien, aún más en este aspecto. Y sé también que eres sincero, que siempre eres claro con tus intenciones y no haces promesas que no cumplirás ni falsas ilusiones. Entonces, ¿por qué? ¿Por qué te rechacé de esa forma…?
―Supongo que no sientes lo mismo, y está bien. No quiero presionarte a nada, y si sólo me ves como tu amigo…
―No, Miroku, hace tiempo que siento algo más que amistad por ti ―sintió sus mejillas enrojecer al admitirlo, pero no iba a detenerse ahora ―. Y siento celos cuando pienso que puedes estar con alguien más, y me abrumaba la idea de que mis sentimientos no fuesen correspondidos y que tú nunca me vieras como nada más que tu mejor amiga. ¿Y qué hice cuando me dijiste todo lo que había anhelado escuchar? ―Resopló, sintiendo impotencia y rabia por su actuar la noche anterior. ―Te respondí que era mejor seguir siendo amigos. ¿Qué tan cobarde y estúpida tengo que ser para negarme a algo que llevo meses deseando? Pero ya no quiero seguir huyendo.
Sango soltó las manos de Miroku para acunar su rostro y cortar definitivamente la distancia, besándolo en los labios casi con efusividad. Fueron un par de segundos antes de que se separaran, ella bajando la mirada algo avergonzada por su atrevimiento; sin embargo, él acarició una de sus mejillas antes de volver a besarla, esta vez de forma lenta, cariñosa y más tranquila, sintiéndose mucho más íntima. Ese beso duró un poco más, aunque ninguno de los dos estuvo seguro de cuánto tiempo y tampoco les importó. Volvieron a separarse para tomar aire, mirándose fijamente mientras ambos sonreían.
―Me alegra que ya no quieras huir ―Miroku acentuó su gesto, volviendo a tomarle las manos con cariño ―, porque me encantaría seguir besándote.
Ella enrojeció nuevamente, aunque esta vez mantuvo sus ojos en los de él, demostrando algo de confusión.
―¿Tú quieres seguir…?
El ojiazul le dedicó una mirada pícara sólo por una fracción de segundo antes de volver a acercarla, tomándola por la cintura y buscando sus labios nuevamente, besándola con seguridad mientras una de sus manos subía por la espalda hasta llegar al cuello y la nuca, pasando sus dedos por entre el cabello y profundizando el contacto; la castaña se aferró a él por los brazos, respondiendo a la petición insinuante de la lengua masculina presionando sus labios y separándolos para sentir cómo recorría su boca e incitaba a su propia lengua a unírsele, algo que no tardó en hacer, sintiendo que sus bocas comenzaban a fundirse como si estuviesen hechas para eso.
Sango soltó un jadeo ahogado cuando Miroku terminó mordiéndole el labio inferior antes de separarse de su boca, ambos recuperando el aliento sin dejar de mirarse, como si en esos momentos no importara nada más y olvidándose de todo por el momento, hasta que ella arrugó la nariz, llamando la atención de su compañero.
―¿No huele a quemado…?
―¡La sopa!
Miroku se apresuró en apagar el quemador en donde estaba la olla que contenía parte del desayuno que estaba preparando antes de que Sango llegara, mientras inhalaba profundo y se volteaba hacia la castaña, sonriéndole como si no hubiese ocurrido nada, a lo que ella hizo una mueca culpable.
―L-Lo lamento, te distraje del desayuno y…
―No te preocupes, fue mi descuido ―cortó su disculpa, negando con un gesto ―. Además, sólo es un poco de sopa. Nada importante comparado con la razón que me distrajo…
Se acercó a ella sin dejar de mirarla de forma astuta, hasta que la acorraló contra la encimera, sus rostros a una distancia mínima, sus respiraciones rozándoles la piel.
―Si tú lo dices… aunque creo que deberíamos calmarnos un poco ―Sango le impidió volver a besarla, porque sentía que no podrían detenerse si sus labios se encontraban de nuevo ―. Y-Yo… iré a darme una ducha y tú deberías seguir cocinando… Es decir, no has desayunado y no es bueno saltarse comidas…
―Está bien… ―Miroku aceptó las palabras de su roomie, separándose de ella para volver a su labor anterior. ―Pero sólo si desayunas conmigo, ¿de acuerdo?
―Por supuesto.
Él sonrió de forma tranquila y alegre, comenzando a tararear una canción animadamente en tanto Sango abandonaba la cocina para dirigirse al baño por su ducha, aunque en su rostro también se había dibujado una sonrisa y ahora sentía mariposas en su abdomen que le cosquilleaban de forma agradable al pensar en lo que ocurriría después, porque ahora sabía que su amigo no estaba jugando y eso le quitaba un enorme peso de encima y la hacía feliz.
Luego del desayuno, Sango se había ido a su habitación diciendo que tenía un trabajo que terminar, y si bien él sabía que eso era cierto, también era consciente de que probablemente necesitaba un momento para asimilar lo que había pasado. Además, siendo sincero consigo mismo, él también lo necesitaba, porque sentía muchas cosas y quería calmarse un poco antes de hacer algo más y correr el riesgo de arruinarlo todo.
Tomó su teléfono, buscó el contacto de su mejor amigo y abrió su chat, decidiendo que lo mejor era juntarse con él, ya que podría distraerse un poco y también estaba seguro de que hablar con él le ayudaría a desahogarse. Envió el mensaje y esperó sólo unos minutos por una respuesta, InuYasha le proponía una sesión extra en el gimnasio y luego ir a comer juntos, lo que él aceptó con una sonrisa en el rostro. Se dio una ducha y comenzó a prepararse para su salida, guardando su tenida deportiva y otros implementos en el pequeño bolso que usaba para ese fin, aunque fue interrumpido en mitad de su tarea por un par de suaves golpes en la puerta. Se volteó para ver a Sango en la entrada de su habitación, observándolo con algo de curiosidad.
―¿Vas a salir? ―Le preguntó, desviando por un instante su mirada hacia el bolso.
―Sí, iré al gimnasio con InuYasha y luego, comeremos juntos ―respondió, sonriendo con tranquilidad ―. Aunque, si quieres, puedo quedarme contigo y ver qué podemos hacer…
Las mejillas de Sango tomaron un leve color rosado ante la insinuación en la mirada y la voz de Miroku, pero negó con un gesto.
―No es necesario, yo también saldré ―informó con calma ―. Acompañaré a Kagome al centro comercial y también me invitó a comer…
El ojiazul le devolvió la sonrisa, poniéndose el bolso al hombro y acercándose a su compañera, que no se había movido del marco de la puerta, y deteniéndose justo frente a ella.
―Supongo que nos veremos para la cena, ¿no? ―Quiso confirmar, aunque no desaprovechó la oportunidad de acariciar el rostro de la castaña. ―Puedo encargarme de la comida, si quieres.
―Sí, me parece bien. Es decir, si no tienes problema, porque podemos pedir algo si lo prefieres o…
―Claro que no tengo problema, Sanguito, descuida.
―Está bien ―ella le sonrió con calma, mirándolo a los ojos ―. Nos vemos en la noche, entonces.
―Hasta la noche.
Miroku se acercó para besarla en los labios a modo de despedida, un contacto cariñoso, seguro pero amable, ambos cerraron los ojos durante los segundos que duró el gesto, para después abrirlos y dedicarse una afectuosa mirada, tras lo cual él se marchó rumbo al gimnasio, acompañado por sus pensamientos y todas las emociones que habían nacido desde la noche anterior.
Llegó a su destino, en donde su amigo ya lo estaba esperando, por lo que no tardaron en comenzar con su sesión de ejercicios sin mayor intercambio de palabras, sólo el acostumbrado saludo de siempre, ya que InuYasha había notado la alegría del moreno y eso le indicó que no había pasado nada malo.
No fue hasta que estaban preparándose para irse, guardando sus cosas en sus bolsos después de haberse duchado, cuando finalmente el ojiazul decidió tocar el tema, porque a pesar de su curiosidad, el ambarino había decidido esperar a que él quisiera contarle lo ocurrido.
―Supongo que debes preguntarte qué pasó anoche ―dijo con calma, cerrando su bolso y observando a su compañero hacer lo mismo.
―Sólo para saber si lo arruinaste ―contestó, sonriendo con astucia ―. Aunque parece que te fue bien…
―Bueno, no en un principio… ―Admitió, poniéndose el bolso al hombro y comenzando a caminar junto al azabache. ―Anoche decidí ser sincero con Sango, diciéndole lo que sentía, pero ella me respondió que era mejor seguir como estábamos porque temía perder la amistad.
―¿Qué? ―InuYasha frunció completamente el gesto, demostrando enfado y fastidio en sus facciones. ―¿De verdad prefiere seguir fingiendo que no le gustas? Como si no se notara a kilómetros…
―Siendo honesto, la comprendo ―Miroku soltó un suspiro, encogiéndose de hombros ―. Me conoce demasiado bien y, considerando todo mi pasado, mi afán por no comprometerme y mi historial amoroso… es probable que yo, en su lugar, también hubiese tomado esa decisión.
Su compañero soltó un leve bufido, pensando que esa explicación no era más que una excusa.
―Patrañas, ya lo hablamos una vez y, con lo que te importa Sango, no serías tan idiota como para arruinarlo ―dijo, haciendo una mueca ―. Sí, es comprensible su temor, pero si tan bien te conoce, también lo sabría.
―Es cierto, pero la confianza no es algo que se pueda imponer. No podía obligarla a tomar otra decisión.
―Entonces, ¿qué? ¿Te vas a resignar? No entiendo cómo eso puede dejarte tan tranquilo.
Miroku sonrió con naturalidad, observando la entrada del centro comercial al que acababan de llegar y donde buscarían un lugar para comer. Le hizo un gesto a su amigo para que ingresaran, en tanto le palmeaba la espalda en un signo de calma.
―Porque eso no fue todo lo que pasó ―dijo cuando InuYasha le lanzó una mirada impaciente.
―Entonces, cuenta toda la historia de una vez ―espetó, entornando los ojos ―. Esto no es una serie como para que quieras tenerme en suspenso.
―Lo sé, tienes toda la razón ―soltó una risita, intentando restarle importancia a la rabieta de su compañero ―. Pero eso fue lo que pasó anoche. Hoy, en cambio, fue muy distinto. Sango… bueno, digamos que decidió atreverse y darnos la oportunidad. Admitió que también sentía algo más por mí y… nos besamos. Sé que puede parecer insignificante después de haber tenido sexo casual, pero es totalmente distinto. Sango no es una chica más.
InuYasha soltó un suspiro al tiempo que llegaban al patio de comidas y buscaban dónde pedir. Omitió comentarios mientras ordenaban su almuerzo, pensando en la situación de sus amigos y, una vez que estuvieron sentados, decidió continuar con la plática.
―Así que dejaron todo claro entre ustedes, ¿no? ―Preguntó, observando con atención al ojiazul. ―Es decir, con los miedos y toda esa inseguridad que tiene Sango, supongo que le explicaste cuáles son tus intenciones y ya son novios, ¿verdad?
Miroku inhaló profundo, dejando a medias el camino de sus palillos hacia su boca y dejándolos nuevamente en su lugar, mientras sopesaba las palabras del ambarino y recordaba sus propios pensamientos al respecto.
―No en realidad, no se lo pregunté directamente ―admitió, sonriendo de medio lado ―. Creí que sería algo implícito en nuestras acciones…
―Sí, para ti porque sabes lo que quieres ―InuYasha le dirigió una mirada seria antes de continuar ―. Y es posible que ella lo pueda inferir, pero considerando como has sido siempre con tus conquistas y que no sueles hablar de noviazgo con ninguna…
El aludido hizo una mueca, entendiendo el punto de su amigo. Hacía bastante tiempo que no tenía una novia, desde su primer año de universidad, antes de que Sango fuese su roomie. Por lo tanto, todo el tiempo que habían vivido juntos, él sólo había tenido aventuras, nada serio. Eso significaba que ella perfectamente podía creer que lo suyo podía terminar de la misma forma, incluso si había visto los cambios y comprendía sus sentimientos. Lo tenía claro, porque los temores de la castaña eran justificados y habían sido algo con lo que él mismo lidió mientras aceptaba lo que sentía por ella. Terminó soltando un suspiro, a pesar de que lo que más quería era que Sango se sintiera segura de su decisión, había pasado por alto ese detalle tan importante.
―Tienes razón, no había pensado en eso ―negó con un gesto, sintiéndose idiota al haberlo dejado pasar ―. Y debería tenerlo presente, porque sé lo mucho que eso puede afectarla…
―Bueno, en tu defensa puedo decir que Sango no es como las demás y tu cerebro parece no procesar bien cuando se trata de ella ―InuYasha le sonrió con algo de sorna, logrando que Miroku lo mirara con fingido resentimiento.
―Claro, como si tú fueses el hombre más listo cuando se trata de Kagome…
―¡Oye, no metas mi relación en esto! ―Lo miró con molestia, entrecerrando las cejas. ―Además, también es culpa de ella, todos saben cómo soy… ¡Y no estamos hablando de mí!
―Está bien, tienes razón ―volvió a soltar otra risita, negando con un movimiento de su cabeza ―. No te enfades, sólo estoy bromeando…
―Sí, por supuesto… ―Farfulló antes de tomar un poco de su gaseosa y volver a mirar de frente a su amigo. ―Volvamos a lo tuyo… ¿qué vas a hacer?
―¿No es obvio? Hablaré con ella para que todo quede claro entre nosotros y no tenga ninguna duda de que quiero una relación seria y estable, que no estoy jugando ni buscando algo pasajero…
―O sea que le pedirás noviazgo ―resumió la idea, interrumpiéndolo.
―Sí, también, pero quiero darle seguridad sobre esto. Ya sabes, cualquiera podría simplemente pedirle noviazgo…
―Bien, lo que digas… ―Se encogió de hombros antes de terminar su comida y luego le sonrió a Miroku, dándole un golpe en el hombro. ―Por cierto, felicitaciones. Ya era hora de que fuesen sinceros entre ustedes.
―Gracias. Fue algo complicado, así que espero que todo salga bien.
―Lo hará, confía en mí.
Intercambiaron una sonrisa alegre y llena de confianza antes de tomar las bandejas en las que habían recibido su comida, dejarlas en el contenedor correspondiente y marcharse hacia sus casas. InuYasha feliz por sus amigos, porque sabía que las cosas mejorarían de ahora en adelante y esperaba que todo resultara bien; Miroku, por su parte, se sentía animado ya que lo más complicado ya había pasado, que era declarar sus sentimientos, por lo que ahora sólo debía ser completamente sincero con su roomie para que las cosas siguieran su camino y, finalmente, ambos pudiesen estar seguros de lo que sentían por el otro y que esa no sería una relación pasajera.
Sango observó a Miroku marcharse y, una vez que estuvo sola, sonrió tímidamente al tiempo que se rozaba los labios con la punta de sus dedos, sintiendo otra vez el cosquilleo en su vientre. Sin embargo, de pronto recordó que ella también debía salir, por lo que tomó sus cosas y se apresuró en llegar al lugar acordado con su amiga, un centro comercial que había abierto un par de tiendas nuevas durante esa semana y que ellas aún no habían visitado. Cuando se encontraron, Kagome la abrazó con alegría, una sonrisa radiante en su rostro debido al adelanto que su amiga ya le había dado, diciéndole que tenía buenas noticias.
Recorrieron los locales, mirando las novedades y comentado sobre ellas, hasta que finalmente Kagome decidió que era suficiente e invitó a Sango a comer al departamento que ahora compartía con InuYasha, argumentando que allí podrían conversar mucho más tranquilas. Llegaron a su destino y, tras pedir comida a domicilio, se sentaron y pronto la castaña le relató a su amiga lo que había ocurrido tanto la noche anterior como esa mañana. Las reacciones de Kagome eran de esperar y Sango no se extrañó de que al principio pareciera querer cachetearla por idiota, pero terminó emocionándose cuando escuchó lo que había ocurrido más temprano.
―Después de que lo besé, él volvió a besarme y dijo que le encantaría seguir haciéndolo…
Volvió a sonrojarse levemente al recordar cómo sus bocas se habían unido, porque nunca había imaginado que pudiera sentirse tan bien.
―Espera… ¿acaso ustedes nunca se habían besado antes…? ―Kagome la observó atónita. ―Es decir, ninguna de las veces en las que tú y Miroku…
―N-No… Puede ser difícil de creer, pero eso sólo era sexo casual ―aclaró, aunque sus palabras le hicieron sentir un vacío en el pecho.
―Oh, vaya… Así que, sí es algo especial ―sonrió, confundiendo un poco a su compañera ―. Es decir, si no se habían besado antes, es porque lo considera un gesto más profundo y personal.
―Creo que sí, si lo pones de esa forma…
―Eso es maravilloso, me alegro mucho por ustedes ―amplió su gesto, demostrando así su emoción ―. Entonces, ya son novios al fin.
―Ah… supongo que sí… ―Soltó un suspiro, confundiendo a Kagome. ―O sea, no lo dijimos directamente, pero con todo lo que hablamos, deberíamos serlo, ¿no?
La dueña de casa inhaló profundo, observando a su amiga y recordando todas las inseguridad que siempre tenía, en especial en el aspecto amoroso. Tomó las manos de Sango y las presionó con cariño, llamando su atención.
―Estoy segura de que eso es lo que quiere Miroku ―afirmó, mirándola a los ojos ―. De otra forma, no hubiese dejado de tener amoríos todo este tiempo, ¿no crees?
―Sí, es cierto…
―¿Qué ocurre? Parece que hay algo que está haciéndote dudar…
―Es sólo que… ¿y si soy yo la que lo arruina todo? Miroku se ve tan seguro, fue sincero con lo que sentía y sé que puedo confiar en él, pero aún así tengo miedo ―admitió, haciendo una mueca ―. ¿Y si no puedo controlar mis celos, o termino aburriéndolo de alguna forma? Ni siquiera estoy segura de cómo debería tratarlo ahora, y él es tan cariñoso conmigo… Además, soy tan diferente al tipo de chicas con las que siempre está…
Kagome analizó la situación, comprendiendo los temores de su amiga porque ya había tenido problemas en el pasado por eso. Sin embargo, había algo que no estaba considerando Sango y debía recordárselo, porque era importante que lo tuviese presente.
―Es cierto, pero ninguna de las otras chicas con las que ha estado fue capaz de hacerlo querer una relación estable, al punto de incluso dejar las citas de lado ―le recordó, sonriéndole con confianza ―. Sólo tú, incluso antes de que él supiera lo que sentías. Si quieres mi opinión, sigue siendo tú misma con él. La única diferencia es que ahora puedes demostrarle tu cariño abiertamente, sin fingir que sólo son amigos.
―Bueno, tienes razón ―ella también sonrió, mostrándose aliviada ―. Él también lo hará, no lo dudo.
―Podría apostarlo ―soltó una risita, al igual que su amiga ―. Está bien que tengas algunos temores, después de todo Miroku es alguien muy importante para ti. Pero no olvides que para él, tú también lo eres y que, así como lo conoces tanto, igual él a ti.
―Es cierto. Lo lamento, pero me siento como una adolescente, sin saber bien qué hacer y con mariposas en el estómago cuando nos besamos…
―Ay, Sango… estoy tan feliz por ustedes. Disfrútalo y no olvides que aquí estaré cuando lo necesites.
―Muchas gracias Kagome. No te imaginas cuánto me ayudaste, eres la mejor.
―Me alegra saberlo.
Ambas sonrieron ampliamente, conscientes de que esa charla era exactamente lo que Sango precisaba para calmar sus miedos y dejar las incertidumbres a un lado, porque si bien no eran algo injustificado, conocían a Miroku y sabían que sus sentimientos eran sinceros. Además, Kagome estaba segura de que las cualidades que hacían que su amiga dudara, eran precisamente lo que la hacían diferente para el ojiazul y le aliviaba haber podido recordárselo a Sango, para que finalmente dejara esa idea de lado y sólo disfrutara la oportunidad.
La música que se escuchaba en el parlante portátil que ahora estaba en una de las repisas y el tarareo de las canciones que se reproducían se entremezclaban con el sonido de los implementos de cocina que iba utilizando mientras hacía la cena. Era evidente que estaba animado y cuando Sango volvió de su salida con Kagome, sonrió al verlo así, contagiándose con el ambiente. Lo ayudó a terminar de preparar la comida para luego sentarse a la mesa y servirse.
―¡Itadakimasu!
Ambos exclamaron a coro antes de comenzar a comer, la castaña agradeciéndole al ojiazul y los dos disfrutando la cena. Hablaron animadamente mientras comían, sobre temas cotidianos principalmente y cómo les había ido a cada uno en su salida, hasta que terminaron de cenar y fue momento de levantarse de la mesa.
―Bien, me encargaré de lavar la loza ―Sango le sonrió a su compañero mientras apilaba los platos ―. Es lo más justo.
―De acuerdo, aunque no tengo problema en hacerlo yo…
―No es necesario, descuida.
Ella se encaminó hacia la cocina para realizar su labor, seguida de Miroku que la ayudó a llevar algunas cosas hasta el fregadero y se quedó apoyado en la encimera, observando a su compañera en tanto ella se colocaba el delantal y terminaba su tarea. No emitió palabra alguna durante ese rato, pensando en la conversación con su amigo y, cuando finalmente Sango acabó con la loza y se volteó para mirarlo, demostrando algo de duda en su rostro, él alcanzó su mano y la jaló suavemente para acercarla, sorprendiéndola.
―A-Ah… Miroku, ¿qué…?
Pero su pregunta fue interrumpida por la boca masculina, que decidió callarla con un beso. Cerró sus ojos, correspondiendo el gesto y volviendo a sentir ese cosquilleo en su vientre, sus labios amoldándose a la perfección con los ajenos, su corazón acelerándose a medida que el contacto se profundizaba, hasta que sus respiraciones entrecortadas los obligaron a separarse en busca de aire, aunque él mantuvo la cercanía, apoyando su frente en la de ella y mirándola fijamente a los ojos.
―Me gustas, Sango ―declaró, sonriendo levemente y causando que las mejillas femeninas enrojecieran con sutileza.
―Tú también me gustas, Miroku ―replicó ella, sosteniéndole la mirada y sintiendo con mayor intensidad el cosquilleo en su abdomen ―. Creí que era obvio después de nuestra conversación por la mañana…
―Sí, pero no es sólo eso ―agregó, acariciándole el rostro ―. Me gustas de una forma en la que nadie más me había gustado. No recuerdo haber sentido esto antes, porque es más que atracción física o simple cariño. Eres especial para mí, y quiero que lo tengas claro: no eres una conquista pasajera o alguien con quien sólo pasar el rato ―sonrió más notoriamente, rozando con suavidad su mejilla con el pulgar y volviendo a besarla con calma y dedicación por algunos segundos antes de hablar nuevamente ―. Por el contrario, sólo quiero estar contigo.
Sango abrió la boca, buscando palabras para responderle, pero sin encontrar ninguna que pudiese expresar lo que sentía con la declaración de Miroku, aunque él no las necesitaba pues podía verlo en el brillo de sus ojos, en los que se perdió por unos instantes.
―Yo también siento lo mismo, Miroku ―habló finalmente, también acariciándole el rostro y sin dejar de mirarlo a los ojos ―. Gracias por decírmelo.
―Sólo soy sincero. No quiero que haya dudas sobre lo que sentimos ni malentendidos, porque mis intenciones contigo son serias y a largo plazo ―aseguró, su mirada fue intensa y profunda, mientras sus manos bajaron hasta la cintura para acercarla aún más a él, abrazándola al tiempo que le hablaba al oído ―. Así que debo preguntar… ¿quieres ser mi novia?
La castaña sintió de nuevo mariposas en su estómago acompañadas de una inmensa felicidad, porque a pesar de que había dado por hecho que ahora serían pareja, la propuesta directa eliminaba cualquier suposición, dándole la seguridad que ella temía no tener con él. Asintió con un movimiento de su cabeza, evidentemente emocionada.
―Sí, por supuesto que sí ―respondió antes volver a besarlo con algo de efusividad ―. Sí quiero.
Miroku sonrió al escuchar su seguridad, buscando de nuevo sus labios para unirlos con los de él, en un gesto que comenzó lento y suave, pero pronto se intensificó, haciendo el contacto más profundo e impetuoso, sus bocas recorriéndose con fervor. Él se giró para acorralar a Sango contra la encimera, tomándola por los muslos y apoyándola en la superficie, provocando que ella lo rodeara con sus piernas para estar aún más cerca. Los besos dejaron de limitarse a sus labios, el ojiazul se aventuró a bajar a su cuello para comenzar un camino húmedo hacia la clavícula y la piel que dejaba al descubierto el discreto escote de la blusa femenina; sus manos ágilmente deshicieron el nudo de las amarras del delantal en la espalda de su novia mientras las de ella se aferraban a su espalda y su boca se detenía en el lóbulo de la oreja masculina para lamerlo y morderlo de forma traviesa, insinuante. Estrechó un poco más sus piernas alrededor de Miroku, acercándolo por completo y afirmando su rostro entre sus manos para volver a probar sus labios, esta vez sus lenguas no tardaron en encontrarse y jugar entre sí, incitándolos a que sus caricias fuesen más atrevidas, sintiendo que la ropa comenzaba a ser un obstáculo para su deseo de tocar la piel de forma directa. Él se separó de los labios de la castaña sólo lo suficiente para recuperar el aliento, manteniendo sus rostros a una distancia mínima, una de sus manos afirmando por la nuca a Sango.
―Creo que nunca tendré suficiente de tu boca ―sonrió con galantería, rozando con sus labios los de ella ―. No sé cómo pude esperar tanto para besarte…
Nuevamente los unió en ese contacto que parecía una droga, sus manos bajaron por la espalda hasta la cintura, aventurándose a buscar el calor inmediato de la piel bajo la prenda, dibujando la curva con seguridad para mantener su agarre, lo que causó que la proximidad entre sus cuerpos y el calor ajeno fuese evidente para ambos. Sango ahogó un gemido en medio del beso, sus manos ahora afirmando a Miroku por los hombros, como si temiera dejarlo ir.
―Quizá deberíamos ir a tu habitación… ―Propuso en un susurro entre jadeos.
―¿Tú crees…? ―Miroku sonrió con picardía, sus manos bajaron rápidamente hasta los muslos y se ubicaron ahí, en un agarre seguro. ―Entonces, permíteme cargarte…
La levantó lo suficiente para moverla fuera de la encimera, ella apretó sus piernas alrededor de él y lo dejó llevarla así hasta su cuarto, mientras le regalaba caricias juguetonas y seductoras hasta que estuvieron en su destino y Miroku se sentó en su cama, dejando a Sango a horcajadas sobre sus piernas y de frente a él. Ella se inclinó levemente hacia adelante para seguir besándolo, sus manos acunando su rostro por unos segundos antes de bajar por el pecho hasta el abdomen, escabulléndose bajo la ropa para rozar con las yemas de sus dedos la piel mientras subía la prenda, acción que terminó interrumpiendo el contacto de sus bocas cuando se deshizo de la camisa, quedando el torso desnudo.
El ojiazul le dedicó una mirada sagaz, sonriendo seductoramente al tiempo que deslizaba sus manos bajo la blusa, desde la cintura hacia la espalda, en una caricia incitante que ascendía por la espina dorsal hasta llegar al broche del brasier, en donde se detuvo un instante para soltarlo y apoyarse ahí, su boca se dirigió hasta el lóbulo de la oreja femenina para lamerlo y morderlo con suavidad, provocando un escalofrío en su compañera que la hizo arquear un poco la espalda e hincar sus uñas levemente en los hombros, soltando un suspiro. Miroku no tardó en quitarle la blusa junto con el delantal y el brasier, para luego dejar un camino húmedo de besos y suaves mordidas por el cuello, la clavícula, el valle entre sus senos y los pechos, estimulando con su boca esa zona erógena hasta alcanzar el pezón ya erguido y saborearlo primero sutilmente, para acabar succionándolo antes de darle una leve mordida. Sango soltó un gemido con la acción, afirmando a su compañero por la nuca y acercándolo un poco más a ella, como si no quisiera que él abandonara su pecho jamás. Sin embargo, él tenía otros planes y terminó separándose para tomarla por la cintura y levantarla un poco, causando que quedara arrodillada; aprovechó esa posición para bajar sus manos, desabrochando el jean que ella llevaba y escabulléndose bajo éste, tocando las nalgas directamente y apretándolas, a lo que la castaña soltó una exclamación de sorpresa, aunque no pudo hacer otra cosa porque sintió la boca del moreno depositando besos en su bajo vientre en tanto iba bajando el pantalón junto con sus bragas. De pronto, él la tomó con facilidad por los muslos y la tendió sobre la cama para terminar de desvestirla, volviendo a darle un agarrón a su trasero antes de inclinarse sobre ella, sus rostros a escasos centímetros, por lo que sus respiraciones les rozaban la piel.
―¿Puedo confesarte algo? ―Preguntó, mirándola de forma cómplice, una de sus manos todavía rondando en sus muslos. Ella asintió, mordiéndose casi inconscientemente el labio inferior. ―Eres muy atractiva, pero hay algo en particular que me fascinó desde la primera noche que tuvimos sexo casual, y es que tu trasero es tan… apetecible.
Le dio una suave nalgada antes de besarla con deseo, Sango ahogó un gemido en su garganta mientras el calor naciente en su vientre se extendía por todo su cuerpo y sentía ahora su corazón acelerado. Se animó a igualar las condiciones, desabotonando el pantalón de Miroku y acariciando la erección por sobre el bóxer, aunque pronto decidió apartarlo junto con la otra prenda, quedando ahora sí, ambos desnudos.
Con una sonrisa galante, él se inclinó sobre ella un par de segundos en tanto buscaba un preservativo en su mesita de noche y se lo mostraba a Sango antes de besarla de forma profunda y provocadora, sus lenguas danzando entre ellas y sus manos recorriendo su piel insinuantes, con caricias excitantes que sólo los estimulaban más. Los dedos de Miroku pronto llegaron a la entrepierna de Sango, palpando la zona con deseo, buscando la separación entre sus labios para sentir su excitación y extender la humedad antes de comenzar a acariciar el clítoris y la vulva, incitándola. A su vez, la castaña había aprovechado su posición acostada para usar ambas manos: con una, se había dedicado a acariciar la zona lumbar, los glúteos y muslos, también dándole agarrones a su compañero, causándole tanto sorpresa como deseo; la otra se había dirigido hacia la erección, tanteando primero con roces juguetones que se convirtieron en caricias seguras, comenzando a masturbarlo a medida que él hacía lo mismo con ella, hasta que sus jadeos y gemidos se convirtieron en quejidos audibles y el movimiento de los dos evidenciaba lo que estaba ocurriendo.
―M-Miroku, yo… Mmm… ―Sango arqueó nuevamente su espalda, aferrándose a la zona lumbar masculina para acercarlo, rodeándolo con una pierna y jadeando levemente. ―Sí…
Él comprendió el mensaje, sonriendo cómplice antes de acomodarse, acariciándole el rostro a ella para terminar besándola de forma intensa y profunda, luego alcanzó el condón y lo sacó de su empaque para colocárselo, aunque la castaña se lo impidió, quitándoselo para dedicarle una sonrisa coqueta.
―Déjame ayudarte con esto…
Tomó la erección y rozó con sus dedos el glande mientras presionaba suavemente los testículos, poniendo el preservativo en su lugar en tanto disfrutaba de estimular un poco más a su compañero, que terminó soltando un leve gruñido ronco con su acción y volvió a unir sus bocas, esta vez con una pasión que sobrecogió un poco a Sango. Decidió penetrarla mientras aún la seguía besando de esa forma, sintiendo esta vez el gemido ahogado por su boca, las manos femeninas se agarraron con fuerza a la espalda, clavando sus uñas en la piel sin darse cuenta. Cuando se separaron en busca de aire, la castaña echó la cabeza hacia atrás, gimiendo al sentir cada embestida ir más profundo, en tanto Miroku la afirmaba por las caderas y depositaba besos y mordidas erráticas en las zonas que lograba alcanzar.
―S-Sango… ―Jadeó por lo bajo, buscando su mirada y acariciándole el rostro, sin dejar de moverse.
―Miroku… no te detengas… ―Pidió en un suspiro, aferrándose a su trasero.
―No podría hacerlo… ―Le sonrió antes de atrapar sus labios en un corto pero apasionado beso. ―Te quiero…
―Y-Yo también te quiero ―respondió antes de soltar otro quejido, sus manos presionando con más fuerza su agarre ―. M-Me vengo…
Miroku le dedicó una intensa mirada, nuevamente la besó con frenesí, haciendo sus penetraciones más profundas sin perder el ritmo, hasta que finalmente sintió el orgasmo recorrerlo, acabando casi al mismo tiempo que Sango, quien terminó gimiendo en medio del beso antes de que ambos se separaran, él mordiéndole el labio suavemente para luego acomodarse a su lado, mirándola con ternura por unos instantes, mientras recuperaban el aliento con una sonrisa complacida. El ojiazul se levantó para retirarse el condón e ir al baño, tras lo cual regresó con una botella con agua, ofreciéndole a su compañera en tanto se volvía a recostar a su lado. Después de beber un poco, ella terminó abrazándolo, con su cabeza apoyada en su pecho, escuchando su corazón mientras él le acariciaba el cabello.
―¿Sabes qué es lo mejor de esto? ―Preguntó Miroku, haciendo unos mechones a un lado para mirarla directo a los ojos.
―¿Que ya no estarás en celibato? ―Sango le sonrió con algo de malicia, logrando que soltara una risita.
―Bueno… iba a decir que ya no sería necesario tener un plan B porque eres el mejor plan, pero sí… eso también.
Los dos volvieron a reírse con tranquilidad, porque finalmente tenían la certeza de que sus sentimientos eran correspondidos y, además, sus intenciones eran sinceras. Después de haber superado sus miedos y ser honestos con ellos mismos, la incertidumbre e inseguridad habían quedado atrás y ahora su noviazgo era el mejor cambio de planes que podían tener, y ambos lo sabían.
~ FIN ~
¡Buenas! Se siente extraño terminar la historia, pero ha llegado el momento. Después de muchos vaivenes, hemos concluido este camino.
Primero, quiero disculparme por la espera, comencé este capítulo apenas estuvo el anterior arriba, y avancé bastante rápido, hasta que llegué a la última esena y me estanqué. Entre una crisis por ser el final, un constante sabotaje a lo que escribía y el desacuerdo con mis propias ideas; estuve luchando con esa escena bastante tiempo, así que espero haya quedado bien.
Ahora sí, ¿qué opinan? Yo estaba con Sango y su deseo de golpearse xd porque, a ver, si hay que ser ciego e idiota para no ver lo que Miroku le ofrecía... pero en fin, por lo menos no tardó tanto en darse cuenta e hizo algo al respecto. Ya no tendremos que arrancarnos el cabello por los nervios, creo (?)
Quiero agradecer de todo corazón a quienes se pasaron por aquí, en especial a quienes dejaron sus comentarios, no se imaginan lo maravilloso que es recibir sus reviews y fangirlear con ellos, cada palabra me animaba mucho. Debo hacer mención a SangoSarait, naomi-nakuru, Lin Lu Lo Li y Rankosaotendo1957 por sus comentarios, para mí son muy importantes. Y en especial, quiero agradecer de todo corazón a Stefy Abbott, DAIKRA (mi queridísima Sayra Caratomate también), y a Retsu; quienes me acompañaron de distintas formas en este proyecto. Son un sol, les mando un abrazo gigante a todos (L)
Por ahora, me despido. No olviden para por mi IG y/o FB para ver el fanart de este capítulo.
Espero leernos pronto, hasta entonces, mucho amor~
Un besote :3
Yumi~
