Líneas de tiempo

Capítulo XIX: Marca


—Tú eres...

De improviso, Rindou envolvió a Miyu en sus brazos, dejándola con las palabras en la boca. Los shamanes observaron la emotiva escena en silencio.

—Creí que nunca volvería a verte —susurró el adulto con voz grave, dejando escapar lágrimas de sus ojos cansados.

La muchacha no sabía qué decir o cómo reaccionar, solo se dejó abrazar con el cuerpo tan rígido como una tabla. La fragancia de aquel hombre le resultaba familiar, pero su mente no acababa de asimilar que se trataba de su padre. Como había dicho antes a Kou, era demasiada información que procesar.

—¿Pa... papá? —murmuró con un hilo de voz, muy confundida.

—¿Qué sucede, Miyu? —Rindou observó el rostro de su hija, notando que había algo diferente en ella. Miyu se limitó a mirarlo con asombro, parpadeando una y otra vez.

—Yo...

—Su hija perdió todos sus recuerdos, señor Mikage —interrumpió Chocolove.

Esto cabreó muchísimo a Kou, pues quería ver cómo la escena se desarrollaba sola:

—¡¿Qué haces?! ¡No se suponía que se lo dijéramos de golpe! —le gritó.

—¿Qué sentido tiene hacerlo de a gotero? —preguntó el moreno, llevándose las manos hacia la nuca de forma despreocupada.

—¡Maldito impertinente...!

—¿Es cierto eso? —Rindou volvió a hablar sin apartar la mirada de Miyu, ignorando a su sobrino.

Ella asintió tímidamente, para luego decir:

—Acabo de enterarme que usted es mi padre, y me siento realmente feliz de conocerlo, pero... —Miyu guardó silencio entonces, temerosa de incomodarlo.

Al escucharla tan educada, tan diferente a cómo era originalmente, Rindou comprendió la situación y la soltó con lentitud. Se secó los lagrimales, estudiándola con el mismo desconcierto que ella lo miraba a él. Esto le rompió un poco el corazón a Miyu, pues podía percibir su tristeza y parte de su decepción. Estaba tan cerca y tan lejos de su única hija...

—Por cierto, ¿de dónde conoces a estos sujetos? —intervino Kou, acercándose a su tío con cierto aire insolente.

No había pasado por alto que su rival bajó la guardia cuando lo vio, ni que Chocolove conocía su apellido.

—Ah, ellos... —Rindou pareció espabilarse, pero no fue necesario presentarlos.

El moreno tomó la palabra:

—Mi nombre es Chocolove McDonnell y este muchachín se llama Lyserg Diethel —dijo, enérgico, apuntando con el pulgar hacia donde se encontraba el shaman de cabello verde—. Llegamos hace unos días y el señor Mikage tuvo la amabilidad de mostrarnos la isla. Estamos siguiendo el rastro de Hao. Como nos enteramos que fue visto en Towa hace algunos años, decidimos viajar hasta acá.

—¿Por qué están buscando a Hao? —preguntó Miyu, preocupada de que este fuera su objetivo.

—¿No es obvio? Es una amenaza que debemos acabar —respondió Lyserg, manteniendo su expresión de pocos amigos.

—Ustedes no son rival para él —comentó Kou, burlesco.

—No, pero somos amigos de alguien que fue capaz de vencerlo —afirmó Chocolove con orgullo.

Tanto Kou como Miyu se sorprendieron al escuchar esto.

—Te refieres a...

—¡¿Ustedes conocen a Yoh?! —Miyu interrumpió al pelirrojo, emocionada.

—¿Ustedes también...? —se sorprendió Lyserg.

Todos bajaron la guardia después de saber que eran amigos de Yoh Asakura. Rindou los guio hacia el interior de la isla, donde encontraron su ya reconstruida clínica entre los árboles. En el camino lograron ver a algunos pocos lugareños y otras personas que parecían estar disfrutando de sus vacaciones en Towa.

Durante la comida, tanto Miyu como Chocolove compartieron todas las aventuras que habían vivido junto a Yoh. Lyserg escuchaba sus relatos con atención, sin emitir comentario, pero ya notablemente más relajado. No le gustaba nada que Miyu y Kou hubiesen sido aliados de Hao, pero tal y parecía que las cosas ya no eran así y compartían el mismo objetivo.

Un poco apartados de la mesa donde estaban reunidos, Kou le decía a Rindou:

—Me sorprende que sigas viviendo en esta isla abandonada, tío.

—No es una isla abandonada —objetó el mayor—. Me he quedado para apoyar su reconstrucción y hemos sobrevivido gracias al escaso turismo que tenemos.

—¡¿Turismo?! ¡No me digas que...!

El pelirrojo se sobresaltó, pero Rindou mantuvo la calma en todo momento al decir:

—Después del ataque de Los Salvadores, era imposible que Towa mantuviese las mismas estrictas normativas que intentó seguir mi padre.

—Pero... esto es muy fuerte —dijo su sobrino, sintiéndose entre horrorizado y divertido—. Quién diría que su propio hijo permitiría que los humanos llegaran a estas tierras, peor aún, que las visitaran como un entretenimiento. El abuelo tiene que estarse revolcando en su tumba.

—Sí, su espíritu viene a regañarme de vez en cuando, pero era eso o morirnos de hambre. Los Salvadores arrasaron con buena parte de nuestras cosechas y recursos. —El doctor hizo una pausa en la que contemplaba su humilde hogar, cuya infraestructura formaba parte de la misma clínica en la que trabajaba—. ¿Qué hay de ti, Kou? ¿Cómo te ha ido con Hao?

Mencionar ese nombre acalló inmediatamente las risas del comedor. Tanto Miyu como Chocolove y Lyserg colocaron expresiones sombrías.

—No me quejo, supongo —respondió Kou con simpleza.

—Ya no somos aliados de Hao —aclaró Miyu, firmemente.

Le fastidiaba que el pelirrojo respondiese con ambigüedad. Había hecho lo mismo cuando encontraron a Chocolove y a Lyserg en la playa, no era de extrañar que ellos desconfiaran de él. ¿Tanto le asustaba asumir abiertamente que ya no estaba en el bando de Hao?

—¿Es cierto eso, Miyu? —preguntó Rindou, volteando hacia ella con sorpresa—. ¿Qué fue lo que pasó?

Miyu abandonó su silla y se colocó frente a él. La diferencia de estaturas era notoria, pero eso no la intimidaría; ya que Kou no estaba cooperando, ella tendría que posicionarse.

—Lamento decirle esto, pero su plan fracasó —anunció con seriedad—. Kou me lo contó todo, ustedes solo me adoptaron porque soy la reencarnación de Yumeko Asakura. Querían utilizarme para vincular a Hao con la familia Mikage. —Un silencio sepulcral se apoderó de la estancia. Ninguno de los presentes esperaba que Miyu hiciera una declaración como esa. Al cabo de una pausa, ella suspiró—: Perdí mis recuerdos para proteger al mismo Hao de su ambición, para que el mundo no fuese destruido por su causa... Y ahora no puedo simpatizar con ese villano. No soy de ninguna utilidad para usted.

La muchacha inclinó la cabeza hacia delante con los hombros tensos, esperando recibir el rechazo de su padre. No obstante, en contra de todo pronóstico, Rindou Mikage solo dijo:

—¿Y eso qué?

—¿Eh? —soltó Miyu, extrañada.

—Entiendo que estés molesta por no pertenecer a una familia tradicional. Debe ser confuso tener que llamarme "papá", siendo que ni siquiera compartimos lazos de sangre —comprendió el doctor, cruzándose de brazos tranquilamente—. Pero las circunstancias de tu adopción no son relevantes para mí. Tampoco para Kou. Ambos te amamos por quien eres y te consideramos una más de la familia, incluso si rompes relaciones con Hao para siempre.

Miyu se enderezó, abriendo los ojos de par en par.

—¿De... verdad?

—Nada cambia el hecho de que eres mi hija, Miyu —afirmó Rindou, dedicándole una sonrisa afable y llena de seguridad—. Es más, confieso que me alivia saber que ya no están involucrados con Hao. Si bien agradezco su intervención durante la batalla para proteger Towa de Los Salvadores, sus crímenes han sido tan atroces que daba por hecho que acabarían muertos si seguían a su lado.

La chica no pudo resistirlo más y se dejó caer sobre sus rodillas, rompiendo en llanto como una niña pequeña. Definitivamente él era su padre, sus palabras eran toda la prueba que necesitaba para confirmarlo. Los dos Mikage se colocaron en cuclillas a su lado, preocupados de que se hubiese lastimado, pero al confirmar que no era el caso, acariciaron su cabeza con ternura y compartieron un abrazo entre los tres.

"Encontré a mi familia", pensó Miyu entre sollozos, aferrándose a Rindou y sintiendo un enorme alivio en cada parte de su ser. Ya no estaba sola en el mundo.


Los shamanes se hospedaron unas semanas en Towa, decididos a partir juntos hacia Norteamérica cuando el torneo diera inicio. Miyu aprovechó de pasar tiempo con su padre y seguir entrenando con los muchachos, sobre todo con Chocolove, con quien empezó a llevarse muy bien a pesar de sus terribles chistes.

Con el paso de los días, el grupo se afiató y decidió compartir toda la información que manejaba sobre Hao y Los Salvadores, lo que llevó a que un día, mientras disfrutaban de la playa, Miyu hiciera una pregunta en particular:

—¿Por qué creen que los grandes espíritus escogieron este momento para reanudar el torneo?

La chica se encontraba sentada reflexivamente sobre una toalla con la mirada clavada en el horizonte. Vestía un bañador de dos piezas color rosa y cada cierto tiempo se llevaba a la boca una paleta de helado.

—No creo que se trate realmente del torneo —opinó Chocolove, regresando del mar con un bañador amarillo y un gracioso flotador rodeándole la cintura.

—¿Eh? —soltó ella con sorpresa.

—Pienso lo mismo —dijo Lyserg, leyendo estratégicamente bajo una sombrilla para proteger su delicada piel de los rayos solares—. Según el relato de Mikage, Hao afirmó que Los Salvadores son miembros de la tribu apache que están siguiendo órdenes de la jefa Goldva.

—La jefa Goldva es la máxima representante del torneo entre shamanes, ya que es la mediadora directa de los grandes espíritus —explicó Kou a Miyu, mientras se colocaba protector solar sobre sus hombros desnudos. Él también vestía un bañador como los demás, pero este era de color rojo eléctrico.

—Eso significa que... —comenzó diciendo la chica.

—Es una trampa —aseguró Lyserg.

—¡Tenemos que advertir a Yoh y a los demás! —Miyu dio un salto que hizo caer su paleta sobre la arena.

—Olvídalo, Miyu. Tú no saldrás de esta isla —le ordenó Kou, incorporándose a su lado de forma intimidatoria.

—Es verdad. Lo mejor será que dejes esta tarea en nuestras manos —coincidió Chocolove.

—¡Pero...! —se quejó ella.

—¿Cómo es posible que siquiera pienses en acercarte a la aldea apache? —le discutió Lyserg, cerrando su libro de golpe—. Sabes mejor que nadie que eres uno de los objetivos de Hao.

De pronto, la muchacha comprendió que ninguno estaba de su lado.

—Si es una trampa, dudo que se presente —se defendió, alternando su mirada con los tres—. Él tiene el reishi y puede adelantarse a los movimientos de los demás.

—Como se nota que perdiste la memoria y no recuerdas quién es Hao... —murmuró el peliverde, irritado.

—Él no se dejará intimidar por una simple trampa, al contario, asistirá para provocar —dijo Chocolove, convencido.

—Es por eso que no puedes ir —sentenció Kou.

Cabizbaja, Miyu apretó los puños y la mandíbula. Otra vez querían dejarla fuera del combate.

—Le prometí a Yoh... que nos volveríamos a encontrar... —murmuró con impotencia.

Los muchachos la observaron con una pizca de culpabilidad, sin embargo, Kou no cedió:

—Lo siento, Miyu.


Esa misma tarde, Miyu observaba el atardecer en la cima de una gran roca que formaba parte de la orilla de la playa. Las olas reventaban fieramente contra ella, pero la chica solo podía pensar en la discusión que tuvo con los shamanes.

"Yoh...", repetía su nombre en pensamientos una y otra vez, como si aquello fuera suficiente para hacerlo aparecer frente a ella. Necesitaba verlo, necesitaba contarle tantas cosas...

—¿Qué sucede? —Una voz conocida habló a sus espaldas.

Miyu reconoció enseguida a su espíritu acompañante, quien se hizo visible tras ella.

—Da igual el motivo, todos quieren mantenerme lejos de la batalla —respondió.

—Solo quieren protegerte —dijo Tsubaki.

—No pedí ser protegida. Soy parte de esta historia, les guste o no. Quiero ayudar a darle fin —dicho esto, Miyu volteó hacia la guerrera con tenacidad—. Si aprendo a controlar mi poder, ¿seré útil para vencer a Hao? Si vencemos a Hao, ¿Yoh estará feliz? ¿Volveremos a ver a su amigo Manta?

—Eso no lo sé.

—Tú estuviste ahí. Me observaste durante esa época en la que aún conservaba mis recuerdos. —Miyu se acercó unos pasos a Tsubaki, lo suficiente como para quedar frente a frente—. ¿Cómo puedo usar este poder?

Tsubaki tragó saliva antes de responder. A pesar de que su postura se mantenía recta, estaba visiblemente nerviosa.

—No estoy segura de cómo lo hacías, pero... cuando solías visitar a Hina Kazama, utilizabas un reloj de bolsillo.

—¿Un reloj? —repitió Miyu, extrañada.

—Sí, era un reloj plateado con un diseño muy especial —explicó la fantasma—. Como siempre has sido algo despistada, decidiste llevarlo en tu cuello con una cadena colgante metálica.

—Es posible que me lo hayan robado después de perder la memoria...

—Puede ser. Y en caso de que realmente esa herramienta te ayude a controlar el tiempo, debió hacerlo una persona que no quiere que utilices tu poder.

Miyu se llevó una mano hacia el mentón.

—Tengo que preguntarle a Hina... —reflexionó.

—Esa mujer no quiere que te involucres más en esto —le recordó Tsubaki.

—Sí, y ahora entiendo por qué. No puedo dejarla sola.

—¿A qué te refieres?

—Sabes a qué me refiero, Tsubaki. —La chica observó a la guerrera con una sonrisa cómplice, pero ella no acabó de comprender el mensaje. Al notar su desconcierto, Miyu explicó—: Lo normal sería que la odiaras después de que intentó matarme, tal y como lo hace Kou. Pero no la odias, ¿verdad? Al contrario, la defendiste en Izumo.

—Eso es...

—Ella te agrada —interrumpió la shaman—. Y no te culpo. Sabes que está algo loca, pero entiendes por qué tomó la decisión de ir contra el mundo con tal de proteger a quien ama. Yoh dijo lo mismo.

La fantasma se detuvo a pensar en lo sucedido en Izumo, en las motivaciones que tuvo para romper su silencio y contar su historia... Y comprendió que Miyu tenía razón.

—Es verdad —admitió, esbozando una sonrisa—. Puede que, intuitivamente, tú también sepas qué es lo que se siente eso.

—Claro que sí, después de todo, Hina y yo solíamos amar a la misma persona. —Miyu se encogió de hombros en un gesto resignado, para luego afirmar con entereza—: Pero eso ha cambiado. Y se lo debo a ella.

—Esa debe ser la principal razón por la que me agrada.

La shaman rio divertida.

—Descuida, tengo otras prioridades ahora —le aseguró, antes de darle la espalda otra vez.

Sus ojos se fijaron nuevamente en el horizonte de colores anaranjados, llenos de determinación.

"Yoh, pase lo que pase, cumpliré nuestra promesa".

—Te encontré.

Miyu no alcanzó a gritar. Tampoco pudo procesar quién dijo eso, ni por qué. Lo siguiente que vio fue oscuridad absoluta.

Y Tsubaki, que solo estaba a unos pasos de ella, contempló espantada cómo un espíritu gigante de color rojo abría sus fauces y devoraba a Miyu de un bocado.

—¡Miyu! —reaccionó al cabo de un segundo, tiempo suficiente para que el Espíritu de Fuego se alejase volando de la costa—. Ese es... No puede ser...


Cuando Miyu abrió los ojos, se encontraba en un espacio oscuro y uniforme donde resultaba imposible identificar delimitaciones. Pero esto no fue lo que más la desconcertó, sino el hecho de que no se encontraba sola:

—¡¿Hao?! —exclamó al reconocer a su enemigo frente a ella—. ¡¿Dónde estamos?!

Él le sonreía con simpatía y relajo. Llevaba el cabello largo sin ataduras y unos aretes rojos con el símbolo de una estrella dibujado en ellos. Una especie de capa cubría la parte superior de su cuerpo y vestía unos pantalones anchos, los cuales combinaban con un extraño calzado.

Era primera vez que Miyu lo veía con esta apariencia y no con el atuendo de Los Salvadores, desde aquellos tiempos en los que pensaba que era Tala.

—Estamos en el interior del Espíritu de Fuego —respondió él, sin rodeos—. Necesitaba hablar contigo a solas.

—¿Eh? Yo no tengo nada que hablar contigo... —Miyu intentó expresarse con seguridad, pero la voz se le fue solapando a medida que formulaba las palabras—. ¿Cómo supiste que estaba aquí?

Estaba tan choqueada que el miedo no la dominaba por completo, por lo que deseó para sus adentros mantenerse así.

—Imaginé que eventualmente Mikage te traería a Towa. —Hao observó a Miyu con intención desde la distancia que los separaba—. Sé que no lo recuerdas, pero este lugar significa mucho para nosotros.

—Pues no, no lo recuerdo —lo cortó ella, para luego respirar profundo y armarse de valor—: Quiero que dejes de hablarme con tanta confianza. Sabes que no soy la misma Miyu que conociste en esta isla; tampoco soy Miyako, ¡ni mucho menos Yumeko!

—Justamente quería averiguar cuánto sabías de nuestro pasado, pero me lo has contado tú sola.

Miyu dejó escapar un gruñido estresado, molesta consigo misma por hacer exactamente lo que Hao quería.

—¿Cómo sabías que ya estaba enterada? ¿Acaso me estás espiando? —le preguntó, desafiante.

—Tú y yo tenemos un vínculo inquebrantable —respondió él—. No es extraño que sepa todo de ti.

—¡¿Todo?! —Miyu se sonrojó de golpe, recordando que estaba enseñando mucha más piel de la habitual por culpa del traje de baño—. ¿Incluso sabes mis... mis...?

—Sobre todo eso.

Esta respuesta rápida y llena de autosuficiencia la hizo entrar en pánico. Retrocedió, cubriéndose el pecho con los brazos.

—¡No me digas que...! ¿Acaso tú y yo...?

—Puedes estar tranquila, aún no tengo el honor de tener tu virginidad —aclaró Hao, dedicándole una sonrisa perspicaz—. Pero estuvo muy cerca de pasar, ¿o acaso no recuerdas a Tala?

Al escuchar ese nombre, Miyu se puso roja como un tomate.

—¡E-eres un pervertido!

—Fuiste tú quien accedió a subir de nivel.

—Lo que pasó en la montaña... esa noche... fue un desliz... —balbuceó ella, cada vez más insegura.

—¿No se suponía estabas enamorada de Ren Tao?

—¡Eso fue culpa de Hina! Utilizó una de sus cartas para enamorarme de Kou, pero acabé enamorada de Ren...

En ese momento, Miyu notó que la sonrisa de Hao se volvía más siniestra que divertida.

—Vaya, Hina sí que hace cosas innecesarias —comentó con un aire peligroso—. Es una verdadera molestia.

—No le hagas daño —soltó Miyu, asustada de esos gestos sutiles que inexplicablemente leía a la perfección. El shaman la quedó mirando, extrañado de su petición, por lo que ella agregó con un hilo de voz—: Por... por favor...

—¿Desde cuándo se hicieron amigas? Solías detestar a esa chica, además, hace no mucho intentó asesinarte.

—Las cosas han cambiado. —La muchacha desvió la mirada con incomodidad—. Aunque... te agradezco por detenerla.

—No tienes que darme las gracias, Miyu. Te protegeré sin importar lo que suceda.

Ella lo observó con perplejidad, como si no hubiese entendido lo que acababa de decir. Estaba hablando con el mismo hombre que mataba personas por costumbre y diversión, ¿no?

—Lo dudo. Solo quieres utilizarme —dijo, y no sabía si realmente quería discutir con un shaman tan poderoso, o solo estaba tratando de convencerse a sí misma de que esa era la verdad.

—¿Sabes cuáles son las condiciones de uso de tu poder? —le preguntó él, desviando el tema. Miyu permaneció en silencio, sin querer darle más información. Pero Hao, en menos de tres segundos, sacó sus propias conclusiones—: Bien, me parece que no es el caso.

Miyu no comprendía qué pasaba con ese sujeto. ¿Estaba usando el reishi con ella? ¿Acaso los poderes de Yumeko no estaban protegiendo sus pensamientos?

—No sé qué te habrá dicho Mikage al respecto, pero no estoy interesado en utilizar tu poder —dijo Hao, adelantándose a cualquier conversación que pudiesen tener al respecto.

—¿Eh?

—Si me lo propongo, podré robar al Gran Espíritu por cuenta propia. Fue por eso que hice un grupo de shamanes, en primer lugar. No es necesario viajar en el tiempo. —Miyu enarcó las cejas, sin creer ni una sola de las palabras de Hao, pero sin comprender qué sacaba él dándole todas esas explicaciones—. Lo que quiero decir, es que para mí no eres tan "útil" como crees.

"Debe ser una trampa. Es justamente lo que diría alguien que quiere ganarse mi confianza", concluyó la chica, cruzándose de brazos.

—De acuerdo, supongamos que te creo —dijo, aún a la defensiva—. ¿Qué quieres de mí?

—Solo me gustaría hablar contigo con normalidad —confesó él, manteniendo en todo momento una expresión tranquila, pero segura—. Eres importante para mí.

La mirada que ambos compartían se intensificó. "Bueno, eso es algo que Hina corroboró con sus cartas...", pensó Miyu al escucharlo, bajando la cabeza para ocultar el leve rubor que empezaba a encender sus mejillas otra vez.

¿Desde cuándo Hao tenía unos ojos tan oscuros y profundos? Parecía como si absorbiesen todo a su alrededor, como un par de pequeñas galaxias; nada se les escapaba, ni el más mínimo ademán. Miyu no recordaba que la mirada de Tala fuera tan magnética, por lo que comprendió que se trataba de una característica personal de Hao y su infinito conocimiento.

Aunque, si aquel hechizo electrizante se regulaba con cuotas de sencillez y compasión, bien podían ser los ojos de Yoh.

—Es algo un poco complicado, dadas las circunstancias actuales... —respondió en un murmullo.

—Por supuesto, te daré algo a cambio y me ajustaré a tus condiciones —propuso Hao, dispuesto a convencerla.

Miyu guardó silencio, pero el shaman no desaprovecharía su indecisión y continuó:

—Puedo prometer que no lastimaré a ninguno de tus amigos, incluso si se trata de ese par de traidores. Compartiré contigo mis poderes para que seas más fuerte, y también... —Hao hizo una enigmática pausa antes de decir—: Te diré dónde está Manta Oyamada.

—¿Qué? —Miyu cambió abruptamente su actitud, acercándose al shaman con la turbación a flor de piel—. ¿Dónde está Manta? ¡Dímelo!

—Me parece que te gustó la oferta. —Una sonrisa triunfadora se dibujó en el semblante del muchacho—. ¿Aceptas, entonces?

Miyu se detuvo de golpe, lo suficientemente cerca de él como para sostenerlo de la ropa y jalarlo de forma impulsiva. Pero no lo hizo.

"Esto es demasiado bueno para ser verdad."

—¿Me estás diciendo que harás todo eso si acepto mantener contacto contigo? —quiso confirmar, llena de desconfianza.

—Así es. Soy bastante generoso, ¿no crees? —respondió Hao, haciéndose el simpático.

—Hay algo que no me cierra... ¿Cuál es el truco?

—No hay truco, Miyu.

La muchacha no sabía si sentirse halagada o asustada. Hao era el tema de conversación recurrente entre sus amigos: sabía quién era y lo que había hecho. Aunque no recordaba su pasado juntos, ni las tragedias que Yumeko y Miyako habían vivido por su causa, comprendía que era un shaman despiadado; el más importante y poderoso de todo el mundo. Una leyenda viviente, prácticamente.

¿Por qué alguien así estaría dispuesto a entregar tanto solo para mantener contacto con ella? ¿Realmente estaba tan empeñado en hacerla suya?

Tal vez, su verdadera intención fuera conquistarla para eventualmente convencerla de entregar el poder de controlar el tiempo. Lo mejor era mantenerse alejada de él.

"Pero..."

Pensándolo bien, gracias a las revelaciones de Kou podía evitar que eso ocurriera incluso si interactuaban... Y Hao no se atrevería a matarla, ya que la condición para obtener su poder era que Miyu se sacrificase por voluntad propia, por amor hacia él.

Podía correr el riesgo... Solo tenía que estar muy consciente de los movimientos de Hao y de sus propios sentimientos.

"Si acepto su oferta, podré ayudar a Yoh", pensó, después de una larga reflexión. Y decidió:

—Trato hecho. Quiero saber qué pasó con Manta.

—Bien jugado, pero debes saber que no soy tan tonto —objetó el shaman—. ¿Cómo sé que no te negarás después de darte esa información?

—Porque no soy tramposa.

—Date la vuelta —le ordenó de improviso, descolocando a Miyu.

—¿Qué?

—Demuéstrame que no eres una tramposa. Date la vuelta y quédate así.

Lentamente, Miyu le dio la espalda a Hao, sin saber qué esperar.

—¿A-así? —dijo la chica, muy nerviosa.

—Sí, justo así.

"No creo que me mate; ya lo hubiese hecho, si quisiera. Espero que no haga nada pervertido", pensó Miyu, sonrojándose de solo pensarlo. Detestaba estar frente a él con tan poca ropa, le hacía sentir sumamente vulnerable.

Notó cómo el muchacho se acercaba a ella por la espalda y su corazón empezó a latir con fuerza. Intuyó que no debía voltear y así lo hizo, por lo que se limitó a cerrar los ojos y esperar. El aliento de Hao acarició su nuca antes de que depositara en ella un suave beso. Esto la paralizó, pero antes de gritar u oponer cualquier resistencia, una oleada de calor y éxtasis llenó su cuerpo por completo, dejándola sin aliento.

Una marca negra se dibujó en su cuello, en el mismo sitio donde Hao había besado.

Hecho esto, el shaman se apartó, dándole el espacio que parecía necesitar. Miyu lo observó sobre el hombro, temblorosa y jadeante. Su interior estaba ardiendo en todos los sentidos, pero se sentía llena de vitalidad y más poderosa que nunca.

—¿Qué... fue lo que hiciste? —le preguntó, llevándose lentamente una mano hacia la nuca.

La marca se transformó en una pequeña estrella estilizada de cinco puntas.

—Es lo que hago para crear un shikigami —le explicó Hao, dedicándole una sonrisa llena de malicia y seducción—. Esta marca es la prueba de que tienes una parte de mí. Me permitirá saber siempre dónde estás y si te encuentras bien.

—¿No podías explicármelo antes? —se quejó Miyu, aún alterada—. Yo pensaba que solo querías que habláramos por teléfono de vez en cuando...

—No me gustan los artefactos humanos, además, esto es más eficiente. —El shaman se acercó a ella y apartó su cabello para confirmar que la marca se había cicatrizado bien—. Cuando me necesites, solo debes concentrar tu energía espiritual en tu nuca y decir mi nombre. Haré lo posible por presentarme ante ti rápidamente.

—¿Por qué haría eso? Eres tú quien quiere mantener contacto conmigo, no te confundas.

—Sí, es verdad, pero nunca está de más ser precavidos. —Miyu observó a Hao con incredulidad, como si quisiera hacerle mil preguntas que era incapaz de verbalizar. ¿De verdad se presentaría solo con llamarlo? ¿Por qué estaba tomándose tantas molestias?—. Cuando yo quiera verte, lo sabrás. Esa marca reacciona cuando estoy cerca.

La chica dejó escapar un suspiro resignado. Se imaginó a sí misma contándole a los muchachos que, de pronto, tuvo el impulso de hacerse un tatuaje. Absurdo.

—Supongo que ya no puedo negarme... —masculló de mala gana—. Más te vale cumplir con las tres cosas que prometiste.

—Acabo de cumplir una de ellas. —Hao rozó la estrella con la yema de los dedos, dibujando con ella las cinco puntas. El repentino contacto hizo estremecer a Miyu—. Esta es la marca de los shikigamis, los cuales son espíritus que me pertenecen y están conectados conmigo. Del mismo modo, beben de mi poder.

—¿Eso quiere decir que yo también puedo hacer eso?

—Así es, eres más fuerte por el simple hecho de tener esta marca. No necesitas controlar el tiempo.

En ese momento, Miyu recordó la conversación con Tsubaki y una posibilidad se asomó en su cabeza. Volteó bruscamente, enfrentando a Hao a escasos centímetros de distancia.

—¿Fuiste tú...? —preguntó con un hilo de voz, nerviosa de tenerlo tan cerca—. ¿Tú robaste el reloj?

La sonrisa de Hao desapareció en ese momento. En lugar de responder, él mismo hizo una pregunta:

—¿Por qué quieres hacer uso de ese poder?

—Quiero ayudar a Yoh y, si ese poder puede servirle, lo utilizaré —respondió Miyu, sin dejarse intimidar.

—Eres más fuerte ahora y te daré la información que necesitas para ayudarlo.

—Lo estás haciendo para que no utilice ese poder... ¿Por qué? —insistió la chica, sosteniendo al shaman de la capa, pero él se quedó en silencio—. Contéstame, Hao.

—¿No querías saber dónde está Manta Oyamada? —desvió.

Miyu apretó la mandíbula, consciente de que el muchacho le estaba ocultando algo importante. "Secretos y más secretos, ¡estoy harta!", se dijo en su fuero interno, pero sabía que estaba negociando con su enemigo y eso ya era bastante. Por esta vez, cedió:

—De acuerdo, dime.

—Fue secuestrado por Los Salvadores —reveló Hao, pero a Miyu esto no le sorprendió.

—Lo suponía, pero, ¿por qué lo hicieron? Dime todo lo que sabes.

—Porque es el mejor amigo de Yoh. Cuando llegue el momento, utilizarán a Manta para provocarlo.

—¿Quieren incentivarlo a pelear?

—Más que eso, quieren amenazarlo para que se les una.

—¡Yoh jamás haría eso! —exclamó ella, indignada de que Los Salvadores siquiera pensaran en esa posibilidad.

—Si la vida de Manta está en peligro, al menos lo pensará. Es una estrategia cobarde, pero puede funcionar.

—Ellos... ¿son capaces de matar a Manta?

Hao la quedó mirando como si fuese la chica más rara del mundo. Y sonrió.

Sonrió de tal forma que Miyu creyó que el corazón iba a salírsele del pecho.

—Eres tan extraña —comentó él, mientras estiraba una mano para acariciar brevemente la mejilla de Miyu—. Todos se han esforzado en mantenerte lejos de la batalla, pero tú insistes en involucrarte sin comprender que realmente podrías perder la vida. Ya encontraste a tu familia, ¿verdad? ¿Qué más quieres conseguir?

—Solo quiero ayudar a Yoh. Él perdió a su amigo en medio de este desastre y prometí que le ayudaría a encontrarlo —insistió la chica, empezando a desesperarse—. ¡Por eso... necesito saber específicamente dónde está Manta!

La tensión entre ambos no hacía más que aumentar. La mirada de Hao se detuvo en los labios de Miyu y, cuando ella lo notó, creyó que la besaría de nuevo. Pero a él le encantaba contradecir sus expectativas.

—Los Salvadores son más escurridizos de lo que parecen —comentó—. Para encontrar su escondite debes adentrarte en el Triángulo de las Bermudas.

—¿El Triángulo de las Bermudas? —repitió Miyu.

—Está al sureste de Norteamérica, en el océano Atlántico. Búscalo en un mapa y lo encontrarás. Es un sitio lleno de leyendas.

Miyu soltó a Hao y se apartó, un poco avergonzada de interactuar con él a tan corta distancia.

—¿Tú has ido a ese lugar? —quiso saber, más tranquila.

—Claro que sí, pero no he tenido oportunidad de darle una visita a Los Salvadores. No es el momento —respondió él.

—Entonces, ¿cómo estás tan seguro de que su escondite se encuentra ahí?

—Porque el poder espiritual de Goldva es inconfundible y la última vez que lo percibí fue en ese sitio.

—Entiendo... Conque el Triángulo de las Bermudas... —La información era útil, aunque no resultara tan específica como le hubiese gustado, seguro Yoh se pondría feliz al recibirla—. Espero cumplas con tu promesa de no lastimar a mis amigos.

Hao sonrió ante su comentario y, de improviso, desapareció. Miyu se sobresaltó, pero no tardó en sentir los brazos del shaman envolviéndola en un cálido abrazo.

—¿Q-qué haces? —balbuceó, paralizada con tan repentino gesto.

—Cumpliré mi promesa, mientras cumplas la tuya —susurró él—. Nos vemos en Norteamérica.

En ese momento, la luz del atardecer barrió con toda la oscuridad de su alrededor. Miyu se encontró a sí misma en la misma roca donde estaba antes y, lentamente, Hao deshizo el abrazo para montarse en el espíritu de fuego. Las miradas que compartieron fueron su única despedida antes de que el shaman emprendiera vuelo y se marchara.

—¡Miyu! —Escuchó la voz de su padre. Al voltear, se encontró con él y los tres muchachos corriendo en dirección hacia ella; evidentemente habían sido llamados por Tsubaki—. ¿Qué sucedió?

Al llegar a su lado, Rindou la sostuvo de los hombros con mucha preocupación. Por otro lado, los shamanes que se encontraban a sus espaldas observaban a la chica impactados.

Su... su poder espiritual... —balbuceó Lyserg.

—Ha incrementado muchísimo —confirmó Chocolove.

—Miyu, ¿es verdad que Hao estuvo aquí? —se impacientó Kou.

—Sí, pero no se preocupen. Ya se fue —respondió Miyu, manteniéndose tranquila.

—¡¿Qué?! ¿Estás bien? ¿Te hizo algo?

—No, tranquilo. Solo hablamos.

Kou estaba muy alterado y ella comprendía perfectamente por qué. Después de escuchar su historia y conocer un poco más a Hao, estaba segura de que él sería el tipo de persona que no toleraría la traición. Tanto Kou como Hina corrían mucho peligro.

Pero todo estaría bien. Hao no se atrevería a matarlos mientras ella tuviese esa marca en la nuca.

—¿Qué te dijo? —preguntó Rindou con suavidad.

Miyu se sintió conflictuada. No sabía cómo resumir lo que acababa de pasar sin ser regañada o incluso odiada por los miembros de su grupo actual. Estaba segura de que la tildarían de tonta o ingenua por llegar a un acuerdo con un asesino como Hao, pero tampoco quería ocultarles la verdad.

Algún día les diría, pero no ese.

No cuando había un viaje urgente que hacer.

—"Nos vemos en Norteamérica" —repitió las palabras de Hao, solemne, para entonces mirar a Rindou con aflicción—. Lo siento mucho, papá. Te prometo que volveré con vida y tendremos todo el tiempo del mundo para conocernos otra vez.

—¿Eh? —fue lo único que dijo él, perplejo.

Miyu se liberó de su agarre para dirigirse hacia los shamanes con un aura amenazante a su alrededor. Los tres percibieron con asombro esta hostilidad.

—Tenemos que irnos ahora —anunció, firme—. Y si alguno de ustedes quiere detenerme, tendrá que pelear contra mí.

Ninguno de los presentes esperaba esto, mucho menos verse en la posición de realmente dudar si vencerían una batalla contra la chica que solía ser la más débil de todos. Porque su onda espiritual se expandía como una poderosa llamarada, tan clara como la luz del día y tan combativa como el fuego de cierto shaman.


NOTAS DE LA AUTORA:

Otra vez tenemos un capítulo que estaba destinado a ser mucho más corto de lo que realmente fue, pero es que, para variar, los personajes se manejan solos.

Hao llevaba mucho tiempo queriendo hablar con Miyu. No puedo creer que por fin lo logró.

Mayu Miname: Hina y Kou son la definición de partners in crime. (?) Como se explicó en el capítulo anterior, no es que el poder de Miyu se active solo enamorándose de Hao (o de Yoh), sino que el requisito de amarlo es para que ella se sacrifique por él. Esa es la única forma de "entregar" su poder a otra persona y que esta pueda viajar en el tiempo. Lamento si no se entendió muy bien, pero como era tanta información intenté resumir lo mejor posible. De todas maneras, habrán muchos capítulos en los que se volverá a hablar de ese tema, para que no quedes con dudas.

IkusaHiito-kun: Me da ternura que los lectores quieran una amistad entre Miyu y Hina xD ahora que Miyu comprende mejor por qué Hina tomó las decisiones que tomó, tal vez sea posible. Aunque a nuestra tarotista posiblemente no le gustará mucho la idea. Sobre las intenciones de Hao, no puedo decir nada porque sería spoiler. Lo que sí puedo decir es que es curioso que este personaje sea uno de los más relevantes del fic (para mí, es uno de los protagonistas), pero aun así ha aparecido muy poco hasta ahora. Después de este capítulo, ¡estará mucho más presente!

¡Gracias por leerme! Se los digo de corazón. Espero verlos también en el próximo capítulo.