Segundo cap de esta historia llena de drama! Ha tenido un recibimiento muy bueno, me he sentido mas acompañada que con otros fics, probablemente porque ahora que puedo comunicarme con ustedes por la pagina de facebook todo es más sencillo.

muchas gracias por sus reviews!

- Geanery Sandoval Castaneda: Los InuxKag mas siniestros que he creado hasta ahora, tambien me encanta un montón. Y obvio, feliz de tenerte de vuelta en una nueva aventura jiji. Nos leemos pronto!

- Kcar: Creo que todos compartiremos ese sentimiento de odio a lo largo de esta historia! Ajaja. Feliz de tenerte aquí una vez mas. Un abrazo!

- Karii Taisho: Ajajajaj Todos somos masoquistas cuando se trata de leer dramas intensos. Nos conocemos hace poquito (no tan poquito) pero estoy feliz de tenerte desde un comienzo, espero tenerte como compañera de aquí al final.

- joiscar: Me alegro de que te haya gustado! Hay varios meses de trabajo creativo y tramas a medias... a fin del camino termino ganando esta jajaja. Un abrazo! Feliz de tenerte aqui otra vez.

- Silvia Carms: Siguela que no te arrepentirás!

- Rosa Taisho: muchas gracias por apoyarme como siempre! Amo tenerte rondando por aqui.

- Susanisa: Cierto! La verdad es que en esta historia la ha visto de espaldas y aun asi ha captado su atención. Touga Taisho nos traerá varias sorpresas en esta historia y su faceta de lider de la mafia japonesa, claramente siempre tendrá mas corazón que Naraku. Inu la odia, en realidad eso lo leeremos en este cap, faltan aun muchas cosas por descubrirse jiji! Felizzz de verte aqui una vez mas! Un abrazo

- Kayla Lynnet: cierto! Nos hemos conocido desde hace poco, pero la verdad es que interactuamos tanto con la pagina de facebook que ya te siento muy cercana. Los roles de Inu y Kag son distintos a todo lo que les he mostrado en el pasado, asi que si, se viene bien interesante jiji. Un abrazo!

- Marlenis Samudio: ufff si, Kag es una chica dura, valiente y temeraria, pero lleva un montón de traumas sobre la espalda, en parte porque su infancia fue manchada en violencia por su padre. Ahora, de todas maneras hay varias cosas por descubrir, queda mucho camino por delante, la personalidad de este Inu y esta Kag esta lleno de marañas antiguas y traumas asociados, creo que mas complejo de lo que he creado hasta ahora. Muchas gracias por apoyarme! Como siempre feliz de tenerte aqui.

- Carli89: La kag de esta historia nos sacará varios mechones de puro estrés! Sera dificil para Inu atraparla esta vez, sobretodo porque en verdad el odio entre ambos es... intenso. Amo tenerte aquí conmigo una vez mas! Gracias.

- Angela Inukag: Me encantaaaaa! Todo lo que he logrado es por gente como tu, que me apoya frente a cualquier escenario. Infinitas gracias y feliz de emprender este nuevo camino dramatico en esta historia juntas!

- YokoGH: Espero disfrutes este cap 2! Se viene con todo.

- Shikon de Oz: ajajaja! Créeme el gta tiene tanta violencia como lo que se viene en esta historia XD

- Rocio K Echeverria: Ya te había extrañado, pero asi es la vida de adulto, a ratos no nos deja respirar :c ajaja, la verdad es que toda la trama de este fic la medité durante meeeses, honestamente la relación de Naraku y Kagome como familia ha sido dificil de crear, porque no logro imaginar una Kag que admire tanto a un ser tan malo como Naraku. Aun quedan un montón de caps y misterios por revelar, por ahora Inuyasha odia a Kag con todo su corazón, aunque te adelantaré un poquitito que el apodo de lobezno voraz es en particular por esta manía de jugar con sus presas tal y como suele hacerlo una cría de lobo... veras como ama molestar a Kag ajajajaj. Feliz navidad adelantada y afortunada soy de tenerte aqui! Una vez mas conmigo. un abrazo.

Espero disfruten de la actualización! Un abrazo enorme

Frani.


Capítulo 2.- Alianza temporal

Kagome

Llegar dos horas más tarde al hostal pequeño donde me hospedaba fue mirarme en el espejo con vergüenza, quitar mi peluca rubia de un tirón y tomar un baño caliente, deseando ahogarme lentamente y con ello librarme de todos los problemas, pero sobre todo librarme de enfrentar a mi padre enojado una vez más.

El agua casi hirviendo provocó una sensación agradable sobre mi piel, me sumergí poco a poco en ella hasta hundirme por completo y grité con fuerza, dejando ir toda la rabia que me carcomía por dentro. Permanecí allí hasta que el agua se enfrió, abrazándome a mí misma en una imagen deplorable. Tuve deseos de llorar, sin embargo ninguna lágrima salió de mis ojos, porque era incapaz de crearlas.

Me arrastré a la cama con mis últimas energías, abrí mi notebook y revisé una a una las carpetas de información confidencial, hasta encontrar los archivos corruptos. Para entonces no solo estaban dañados los que había comprobado esa misma mañana, sino también un par de carpetas más, lo que significaba que Inuyasha Taisho estaba empeñado en desafiar mi paciencia. Cerré la pantalla de golpe, superada por el sentimiento de frustración que me embargó y asfixió poco a poco.

Yo no fallaba, jamás.

En el camino de regreso a casa pude ver el hermoso amanecer sobre el avión en tonos rojizos y lilas, que contrastaron dulcemente con lo esponjoso y blanco de las nubes. Tomé el café de caramelo más delicioso y comí probablemente la mejor versión de mi plato favorito, aún así nada me hizo sonreír, no cuando mi mente me castigaba por ser tan inútil.

Apenas aterricé en Italia 15 malditas horas más tarde mi teléfono colapsó en notificaciones vibrantes dentro del bolsillo de mi pantalón cargo, no tuve el ánimo de revisarlas y simplemente caminé derrotada hasta el jeep que me esperaba estacionado a un lado de la pista de aterrizaje, sentándome en silencio junto a Kouga, quien me miró con curiosidad.

¿Todo solucionado? - Preguntó mientras una sonrisa curvaba sus labios, la que se esfumó en el momento en el que me giré a mirarlo con rabia. - Oh, oh. Inuyasha Taish…

– ¡Non menzionare il suo nome! (¡no menciones su nombre!) - Gruñí. - De hecho, no hables más.

Pero…

No. Hables. Más. - Repetí y él decidió por su propio bien que lo mejor que podía hacer en ese momento era darse la vuelta y concentrarse en encontrar todos los detalles posibles del camino de asfalto a través de la ventanilla.

La llegada a la mansión fue incluso más desastrosa, cuando quien me abrió la puerta fue mi padre, a quien esperaba mantener a una distancia segura por al menos una semana más. Sus ojos rojos y despectivos me miraron fijamente con un rostro neutro desde su imponente altura y mi silencio fue respuesta suficiente a su pregunta silenciosa.

A mi oficina, ahora. - Ordenó y se hizo a un lado para dejarme pasar.

Me sentí como un perro regañado, sin embargo caminé manteniendo mi postura erguida, con mi mentón siempre en alto pese al fracaso. Muy oculto tras esa máscara efímera de valentía me sentí asustada, caminando sobre una cuerda floja y roída, sintiendo como el ritmo de mi corazón se hacía cada vez más rápido con cada paso que me acercaba a esa jodida puerta de roble de su oficina. Al entrar me senté frente a su escritorio, mientras él se mantuvo de pie a mis espaldas.

¿Y bien? - Comenzó.

Fallé. - Respondí, sin ganas de buscar justificaciones burdas, mirando con atención los detalles dorados en la base de la lámpara sobre la mesa.

Eso lo sé, Kagome, ¿En qué fallaste específicamente? ¿En recuperar la información perdida o en asesinar al menor de los Taisho?

En todo. - Respondí con simpleza.

El silencio sepulcral me permitió escuchar el cambio violento e instantáneo en su respiración. Sus pasos resonaron sobre el mármol al rodear la silla para mirarme de frente.

¿Te han descubierto?

Sólo Inuy… - Sus dedos se aferraron con fuerza a mi mandíbula para obligarme a mirarlo y aguanté las lágrimas cuando un crujido me hizo comprender que probablemente la había fracturado un poco.

¿Y dime sole mio, qué has hecho para que el idiota te perdonara la vida, has abierto esas hermosas piernas para su deleite? - Mi ceño se frunció y al instante recibí una cachetada que movió mi cabeza de su eje y ardió unos segundos después en mi mejilla. No volví a mirarlo, simplemente me escondí tras mi flequillo.

Se alejó unos pasos de mí, intentando calmar su respiración, abriendo y cerrando sus palmas, como si parte de él intentara controlarse para no romperme, aunque ya lo había hecho en innumerables oportunidades, desde que tenía memoria.

Sabía perfectamente que mi padre no era la personificación de un ser cariñoso, nunca lo había sido y me había acostumbrado a ello. Me había acostumbrado a su mirada fría, a sus tratos violentos e injustificados, me había acostumbrado a vivir bajo la amenaza imponente de su figura y las nulas muestras de afecto. Parte de mi lo justificaba, comprendiendo que nadie que gobernara en ese estilo de vida podía ser amable, ambas palabras no combinaban en la misma oración. Y pese a todo yo lo amaba, incluso con todos sus defectos, simplemente me desbordaba en admiración por su existencia, tal y como una niña siempre admiraría a su padre. Por eso me dolía inmensamente en el pecho que sus palabras insinuaran que yo, "la luz de sus ojos" era una cualquiera.

Defiéndete. Exclamó mi subconsciente de pronto en voz baja.

Si tanto te preocupa que las cosas se hagan bien, deberías encargarte tú de tus propios problemas la próxima vez. - Escupí con veneno y entonces una risa burlona me provocó escalofríos.

¿Qué es lo que has dicho, Kagome?

Ya me escuchaste, papá.

Sus pasos resonaron y la dirección del viento cambió cuando sentí como sujetó mi cabello en un manojo para ponerme de pie en un solo tirón. La furia en sus ojos se reflejó en los míos y me obligué a mantenerlos abiertos, enfrentándole con todo lo que tenía de valentía. No tenía mucho que perder en realidad, matarme era un acto de misericordia si me libraba de todo el peso que cargaba sobre mis hombros por el mero hecho de existir. Porque a fin de cuentas, yo no había escogido ese mundo de mierda, a mi me habían obligado a vivir en él.

Sólo la muerte nos hará libres, incluso si el infierno es nuestro destino.

Su explosión fue interrumpida por los toques arrítmicos en la puerta que nos distrajeron a ambos. Me miró con una amenaza plasmada y prometida en sus ojos: Esto no ha terminado.

¡Adelante! - Gritó y una cabeza de cabello corto se asomó al abrir.

Era uno de sus guardias más cercanos, quien pese a verme en aquella posición de desventaja decidió a voluntad quitar la mirada e ignorarme. Porque todos siempre me ignoraban.

Lo buscan en la entrada señor.

No estoy para nadie. - Respondió mi padre de inmediato.

Lo comprendo señor, pero son los herederos de la familia Taisho. - Continuó. - ¿Quiere que les diga que vengan en otra oportunidad?

Mi corazón se apretó con fuerza, como si una mano lo hubiera aplastado contra una pared de concreto. Mi respiración se hizo entrecortada y sentí como poco a poco un sudor frío comenzó a cubrir mi piel en una fina capa. El agarre de mi padre se aflojó, sin embargo las pequeñas punzadas en la raíz de mis cabellos y en la zona magullada de mi mandíbula permanecieron y se hicieron cada vez más insoportables.

Bien, diles que me esperen en la sala de estar. - El chico asintió y cerró para desaparecer. Mi padre pasó una de sus manos por su rostro, apenas lidiando con el estrés de la situación. - Quiero que subas directamente a tu habitación y no salgas de allí por el resto del día. - Asentí y caminé hacia la puerta.

Sentí sus pasos seguirme de cerca a través del eterno pasillo hasta llegar a la sala de estar. Al llegar allí el dolor agudo en mi rostro evitó que mostrara mi sorpresa y parte de mí lo agradeció con creces, porque eso no se habría visto nada bien.

Al mayor de los dos sólo lo había visto en fotos y al menor en una oscuridad demasiado profunda para analizar sus rasgos, pero verlos de pie allí, en el centro de nuestro salón y a plena luz del día me hizo comprender el significado literal de la palabra perfección.

Sesshomaru e Inuyasha Taisho me miraron desde su posición, ambos irradiaban un aura de poder inmenso, mezclado con una tensión palpable que se filtraba en cada rincón de ese enorme salón, creando una atmósfera densa y cargada de problemas venideros. Admiré como su simple postura erguida y confiada opacaba todo lo demás, incluso a mi padre en su propio territorio. El cabello platinado de ambos iba suelto, alcanzando su cintura y ambos llevaban trajes formales en color negro.

Naraku Russo, me encantaría decir que es un placer verte, aunque todos en esta habitación sabemos que sería una descarada mentira. - Mi padre sonrió al mayor.

Los ojos de Inuyasha Taisho, sus hermosos ojos, dos orbes color oro que con la luz del sol parecían brillar por sí mismas, permanecieron bloqueados sobre los míos, en un duelo de miradas silencioso que no estaba dispuesta a perder.

Ve a tu habitación, Kagome. - Y así, sin mayor esfuerzo la voz de mi padre rompió el efecto.

De ser posible me encantaría que tu encantadora hija nos acompañe en esta conversación, después de todo la situación que quiero hablar la involucra directamente. - Interrumpió Sesshomaru y me miró con una sonrisa fría apenas perceptible. - No tardaré demasiado, lo prometo.

Miré a mi padre de reojo, fui testigo en primera persona de cómo apretó la mandíbula por la rabia y el sonido de sus dientes al chocar en efecto. Preferí volver la vista a nuestros sorpresivos invitados, enredada a voluntad en la maraña de antiguas rencillas. El rugir de la enemistad se fundió con la quietud de la mansión, y yo, sin buscarlo, emergí como la desafortunada protagonista de ese jodido drama.

No creo qu…

Me quedo. - Exclamé interrumpiendo a mi padre. Caminé hasta alcanzar uno de los sofás y me senté allí cruzada de piernas y con la espalda erguida, sin dejarme intimidar por esos dos youkais de ojos dorados, quienes me imitaron sentándose frente a mí.

Mi padre se sentó a mi lado y de manera instintiva me moví para quedar lo más lejos posible de su alcance. Sesshomaru notó el pequeño gesto y alzó una de sus cejas.

¿Todo bien señorita Russo? Hay unas marcas rojas en su rostro. - Apreté mis dientes y el dolor se hizo aún más molesto. Miré a mi padre una vez más y él me sonrió de manera escalofriante.

Todo bien señor Taisho, muchas gracias por preguntar. - Incluso hablar fue una hazaña increíblemente difícil. Sabía que el dolor desaparecería en unos minutos, sin embargo anhelaba tanto por ello que el tiempo sólo se empeñó en pasar más lento.

Entonces…

Tu hija ha venido a nuestra casa hace dos días. - Exclamó Inuyasha interrumpiendo al mismísimo Naraku Russo y su voz me sobresaltó.

Ya la había escuchado en mi corto y fallido viaje a Japón, pero dadas las circunstancias definitivamente no le había prestado la atención que merecía. Era una mezcla intrigante de gravedad y dulzura, increíblemente hermosa y magnética, envolviéndome en un manto invisible y acogedor. Cada palabra pronunciada hizo eco ronco en mi mente, cargado de matices que danzaban de forma peligrosa entre la rudeza y la seducción. Una voz así de hermosa me hizo creer a ciegas en la existencia del diablo, porque un pacto con él era la única explicación cuerda para obtenerla.

¿Ah sí? - Exclamó mi padre y yo sonreí. Por supuesto, él iba a ser un simple espectador de cómo las llamas me consumían poco a poco.

No te hagas el idiota, Russo. - Continuó el menor de los hermanos. - Sé perfectamente que tú la has enviado a matarme. Mi pregunta es ¿Por qué enviaría la cabeza de la mafia italiana a su pequeña e inexperta hija a resolver sus problemas de mierda? ¿Quizás no es tan imponente cómo pretende ser?

Mi padre se rió.

Cuida tus palabras, no olvides donde te encuentras. - Amenazó e Inuyasha Taisho sólo le sonrió. - Muevo mis pasos y los de mi hija en torno a la creencia de que una de las enseñanzas más importantes y valiosas es que aprenda a resolver los problemas que causa con sus propias manos.

Lo comprendo a la perfección, sin embargo ella no ha sido causa de problema alguno… Le has encomendado una misión suicida en base a supuestos rumores de que yo te he robado algo, rumores increíblemente lejanos a la realidad. - Mi padre guardó silencio. - No hay nada que me interese menos que retazos inservibles de información sobre ti o tu familia, espero te quede claro.

Mientes. - Inuyasha se encogió de hombros.

Jamás miento.

Alguien ha burlado la ciberseguridad de Kagome…

Y ese alguien ha intentado inculparme, con la esperanza de que la pequeña y frágil tregua entre nuestras familias se rompiera y nos matáramos los unos a los otros mientras gozaba de tranquilidad y anonimato.

Eso no tiene ni pies ni cabeza. - Inuyasha se apoyó en el respaldo del sofá, adoptando una posición despreocupada.

¿Intentar acabar con las dos familias más poderosas del mundo sin correr riesgo? Ajá, no tiene ni pies ni cabeza. - Exclamó sarcástico. - He venido aquí a decírtelo personalmente, esperando que eso sea suficiente para que no intentes hacer nada estúpido. - Se inclinó hacia adelante, mirando a mi padre con fuego en sus ojos, un fuego que lanzaba chispas de odio palpable. - Mi familia quemará la tuya hasta sus cimientos si esto persiste, quiero que lo tengas en cuenta.

¿Estás amenazándome segundo hijo? - Inuyasha lo miró como si fuera una pequeña, minúscula, diminuta piedra en su camino.

No se hace amenazas en una tregua, sólo advertencias. - Respondió el peliplata, mirándolo fijamente. - No castigaré a tu hija por los pecados de su padre y por eso le he perdonado la vida, sin embargo no te equivoques, ella ha intentando matarme en mi propio territorio, eso significa guerra y no lo olvidaremos.

Sesshomaru Taisho alzó su mano para detener a su hermano.

En verdad si lo dejaremos pasar esta vez, sólo por esta vez. - Exclamó haciendo énfasis en sus últimas palabras. - Los malentendidos ocurren, torpeza en una primera oportunidad, audacia en una segunda. No permitas que ocurra una segunda, Russo.

Mi padre guardó silencio mientras apretaba sus puños. Frente a esos dos sujetos toda su aura imponente se había desvanecido en el mismo instante en que había puesto un pie en el salón. Me vi entre la espada y la pared, en una situación incómoda que no quise extender por más tiempo. Me puse de pie y caminé hacia la puerta principal.

Si mi padre no iba a defender nuestra honra como clan, definitivamente iba a hacerlo yo. La abrí hasta atrás y la luz del día soleado me golpeó directamente.

Agradecemos su comprensión familia Taisho y extiendo las disculpas correspondientes por mi comportamiento, si no hay nada más por agregar me encantaría que salieran de mi casa, ahora. - Exclamé y Sesshomaru asintió.

Nada nos apetecería más, pequeña Russo. - Me sonrió y ambos se pusieron de pie y caminaron hacia la entrada. - Que tengas una excelente jornada Naraku.

Salí tras ellos y sentí el gruñido de mi padre desde el interior de la mansión, haciendo vibrar cada una de sus enormes paredes. Suspiré y me dirigí hacia mi amado Porsche negro, sabiendo perfectamente que si había una oportunidad para huir de allí antes de que el infierno se desatara era esa y no iba a desaprovecharla por ningún motivo.

Sabes, creo que te prefiero rubia. - Mi aliento quedó atrapado en mi garganta en el instante en que su voz sonó a mis espaldas.

Esa maldita voz.

El pánico me embargó cuando comprobé que Inuyasha podía moverse lo suficientemente rápido como para alcanzarme y no darme señales suficientes para reaccionar a tiempo. Me obligué a plasmar la sonrisa más falsa que pude sobre mi rostro antes de girarme a mirarlo de frente.

Y yo te prefiero lo más lejos posible de mi. - Exclamé.

Quise darme el lujo de admirar sus rasgos en esos escasos segundos en que guardó silencio frente a mí. Con la luz del día noté que sus ojos rasgados poseían una mirada penetrante y desdeñosa, llena de desprecio y desconfianza, con una frialdad destructora de cualquier conexión emocional. Fue por ello que me sorprendió la sonrisa torcida que invadió sus labios de forma sutil, apenas perceptible para alguien que no estuviera mirándolo con tanta atención.

Alguien que no fuera yo en esos momentos.

Por un segundo su atención viajó a mi mandíbula, donde probablemente aún había restos de mis hematomas. Se inclinó hacia mí lentamente, obligándome a retroceder para no chocar nuestras narices cuando me acorraló contra mi auto. Una de sus manos se movió a sus bolsillos y sacó una daga pequeña. Mi daga.

Aléjate o me traerás problemas innecesarios. - Ordené severa, mirando de reojo hacia la mansión a unos cuantos metros, sintiendo la mirada asesina de mi padre a través de uno de los tantos ventanales.

Rápidamente siguió la dirección de mis ojos y comprendió el mensaje sin necesidad de más palabras. Se alejó un poco, pero no lo suficiente para devolverme mi espacio personal.

Pensé que tal vez extrañarías esto. - Musitó indicando la pequeña arma de acero y extendiéndola hacia mí. Estiré mi mano a la suya para alcanzarla, sin embargo me esquivó rápidamente, sonriéndome arrogante mientras yo lo miraba harta, aún más molesta porque como si no hubiera suficiente perfección en sus rasgos, con aquella sonrisa un par de hoyuelos aparecieron en sus mejillas.

Hoyuelos, fantástico.

Apuntó mi daga contra mi cuello en un déjà vu de Japón y fruncí mis labios cuando sentí el filo acariciar mi piel.

Ambos sabemos que no vas a matarme. - Susurré.

Suenas muy convencida de ello. - Musitó con su nariz a escasos centímetros de la mía. - Quizás necesitas un pequeño recordatorio de un punto importante… - Apretó y el filo cortó apenas mi piel, dejando la sensación punzante aguda. - Jamás cometas el error de creer que me conoces, puede ser la última vez que cometas uno.

Miré a su hermano de reojo, quien observó atento, sin ninguna intención de intervenir.

Asumo que tu eres mucho más inteligente y sabes que esto es una muy mala jugada frente a los ojos de Naraku. - Sesshomaru me sonrió.

Queremos hablar contigo, en un lugar menos vigilado, por supuesto.

¿Para matarme sin testigos?

Créeme, si te quisiéramos muerta no habrías alcanzado a sacar un pie de nuestra casa en Japón.

Guardé silencio por el simple hecho de que tenía un punto importante. Por otro lado, tampoco necesitaba demasiado para convencerme, pues yo tampoco tenía intenciones de volver a entrar en la mansión, o al menos no hasta que las llamas del infierno desatado quemaran un poco menos.

Hablemos ahora. - Exclamé segura. - Dime un lugar y llegaré allí.

Asintió, sin embargo su hermano menor no cambió su posición. Me preocupé de mantenerle la mirada pese a mi pequeña estatura y demostrarle con ello que jamás me intimidaría. Extrañé los malditos tacones, al menos con ellos tenía oportunidad de alcanzar su barbilla.

Inuyasha… - el tono reprobatorio de Sesshomaru logró provocar que el aludido se alejara de mí, sin dejar de mirarme con desprecio desmesurado. - Te enviaré la dirección apenas salgamos de aquí.

No tienes mi número. - Exclamé.

Cierto, no lo tengo. - Respondió mirándome fijo y luego sonriéndome. - Que tengas un excelente día.

Agachó su cabeza en una pseudo despedida. Cruzamos una última mirada antes de verlo subir a su Maserati y encender el motor, cuyo ronroneo fue exquisito para mis oídos. Me senté frente al volante y vi por el espejo retrovisor a mi padre, mirándome con atención desde la entrada de la mansión.

Si mal no recuerdo te di la orden de subir a tu habitación y encerrarte allí - Gritó con su semblante serio.

¡No quiero estar cerca tuyo ahora mismo! - Respondí y sin pensarlo demasiado pisé el acelerador a fondo para salir sin mirar atrás.

Nunca más… Nunca más me dejaría pisotear por Naraku Russo.


'

Manejé sin rumbo por cerca de un kilómetro, hasta que mi teléfono sonó con la dirección prometida. Al llegar allí comprobé que era un terreno en construcción, con la estructura en bruto de un edificio enorme de asfalto. Vi su auto estacionado en el frente y me estacioné junto a ellos. Verifiqué en los espejos una última vez que los guardaespaldas de mi padre no nos hubieran seguido y bajé cuando los vi hacer lo mismo.

Inuyasha Taisho jugueteó con mi daga entre sus dedos y decidí por mi propia salud mental ignorarlo y ser la madura de la situación. Era una maldita daga, podía quedarse con ella si tanto le gustaba.

¿Cómo tienes mi número? - Pregunté a Sesshomaru y él se encogió de hombros.

Manejo una gran cantidad de información y la que no tengo la obtengo cuando la necesito. - Respondió restándole importancia mientras se acercaba hacía mi y estiraba su mano. - Ahora si puedo presentarme como corresponde. Sesshomaru Taisho, creo que no hemos tenido la oportunidad de conocernos en el pasado.

No tomé su mano y por el contrario me crucé de brazos.

Ya sabes quien soy. Me encantaría tomar una taza de café y afianzar lazos, pero en realidad preferiría matarlos a ambos. - Volvió a sonreírme.

¿Puedo llamarte Kagome? - Preguntó ignorando mi mala educación.

No. - Contesté cortante. - Mi nombre se reserva para gente importante.

Vi como Inuyasha se abalanzó contra mí, o al menos hizo el intento, sin embargo la mano de su hermano lo detuvo.

Ahh, la valentía desmedida… Puede ser una cosa peligrosa si se sale de control. - Susurró Sesshomaru. - Recuerda eso, no cometas los mismos errores que tu padre. - Mordí mi lengua, no estaba en la mejor de las condiciones para comenzar una batalla y peor aún sin nadie cubriéndome las espaldas. - Entremos.

¿Aquí?

No quiero hablar de nuestros asuntos en la calle, ¿tu si? - Preguntó extrañado.

Miré con desconfianza la entrada, donde unos guardias nos abrieron de inmediato, dejándonos pasar a la construcción. Pude notar el emblema de su familia tallado en la entrada. Caminamos por varios metros hasta alcanzar la planta baja, donde apenas llegaba la luz del sol.

¿No vas a hacer que me revisen?

Sé que llevas un arma adosada a tu muslo derecho. También sé, o al menos creo, que eres lo suficientemente inteligente como para no utilizarla en territorio enemigo y en desventaja absoluta de un dos contra uno.

No si no es necesario. - Respondí.

Y no lo será. - Musitó mirándome fijamente. - Inuyasha me ha contado de los archivos que fueron robados a Naraku. Quiero formar una alianza temporal y ayudarte a encontrar a quien los robó. - Fruncí mi ceño.

¿Por qué?

Los archivos francamente me importan una mierda, sin embargo si me importa en demasía que alguien haya intentado incriminar a mi hermano de manera injusta. Creo que coincidimos en el hecho de que todo debe mantener un equilibrio en esta vida y eso incluye la relación formal y cordial entre tu familia y la nuestra.

¿Cordial? - Me sonrió.

Soportable. - Corrigió de inmediato. - Mi hermano no tiene relación con la persona que estás buscando. - Asentí.

Después de viajar tantos kilómetros para iluminarnos con su pequeña visita he decidido creerles.

¿Eso significa que aceptas nuestra ayuda?

Agradezco tus intenciones, pero no, yo trabajo sola. - Exclamé y entonces el teléfono de Sesshomaru sonó.

Miró la pantalla y levantó su dedo para excusarse.

Déjame contestar esto, no te vayas aún. - Rodé los ojos y desobedecí su petición girándome nuevamente para caminar a la salida, hasta que su hermano me bloqueó el camino.

No deberías sacar un pie de este lugar sin escuchar lo que tenemos para ofrecer. - Exclamó Inuyasha a mis espaldas.

Nada podría importarme menos en este momento. - Casi al instante sentí el frío asfalto de la muralla contra mi mejilla y mis pechos aplastarse bajo mi blusa. Una de sus manos presionaba mi cabeza, mientras la otra atrapaba mis dos muñecas contra mi espalda. - ¡Suéltame, ahora!

¿O qué? - Intenté golpearlo con mis piernas, sin embargo fue luchar en vano contra otra pared de concreto. Mi respiración agitada empeoró cuando me hizo girar de golpe y mi cara se enfrentó a la suya demasiado cerca para sentirme cómoda. - Escúchame Russo, porque sólo lo repetiré una vez. No confío en ti y francamente desearía haberte matado, una guerra sería mucho más sencilla de soportar que esta estúpida alianza que quiere formar mi hermano contigo. Estaré vigilándote de cerca, esperando el momento en que muestres tus garras una vez más. Atrévete a pensar en una jugada sucia y quebraré tu cráneo entre mis manos.

Fruncí mis labios. Algo me decía que el idiota no estaba bromeando con sus amenazas.

No te tengo miedo. - Exclamé y sentí mis ojos arder por la rabia. Intenté liberarme una vez más, fallando miserablemente. - Tienes una muy mala manía de aplastarme contra superficies planas y esas son libertades que no recuerdo haberte dado. - Me miró fijo, en una expresión despectiva, odiosa. - Deja de tocarme. - Ordené y para mi sorpresa obedeció, soltando mis manos con asco.

Tampoco me encanta demasiado, no eres la clase de mujer que disfruto aplastar… O tocar. - Susurró cerca de mi oído y aquello me hizo estremecer. - Partiendo por el hecho de que te odio.

Tu no me odias.

Hmm, tienes razón, eso sería darte demasiada importancia. - Musitó y me perdí en el dorado de sus ojos, tan magnéticos y atrapantes como su voz. - En realidad te desprecio.

En menos de un segundo un impulso de idiotez me hizo sujetar con fuerza la pistola en mi muslo, sacarla y cargar el cañón contra su garganta. Aún así no obtuve la reacción de miedo que esperaba, por el contrario, su sonrisa se amplió aún más

Dispara. - Ordenó.

¿Crees que no lo haré?

Estoy completamente seguro de que no lo harás.

Miré a mi alrededor, para entonces ya había al menos 10 guardaespaldas en puntos cercanos, sin interferir demasiado en nuestro espacio, pero listos para destrozarme incluso antes de que pudiera sacar el seguro. Fruncí mis labios y lo empujé para liberarme, sabiendo que sólo lo lograba porque él decidía permitirlo.

Se alejó y me sonrió con burla mientras yo me cruzaba de brazos. Sesshomaru volvió a aparecer y yo suspiré. Me prometí a mi misma odiar a mi padre el resto de mis días por traer a este par de demonios a mi vida.

Vio el arma en mi mano derecha y arqueó una ceja.

¿Sucede algo?

Tu hermano menor es un idiota, pero apuesto a que ya sabes eso. - Musité y el aludido simplemente me ignoró.

Algo urgente ha surgido, algo de lo que tengo que encargarme ahora, agendemos una reunión para más tarde. - Exclamó.

Perfecto, pero sólo tú y yo, Inuyasha Taisho queda fuera.

¿Algún motivo en particular para tomar esa decisión? - Me encogí de hombros.

Simplemente lo desprecio. - El aludido sonrió y se dio la vuelta para caminar a su auto.

Perfecto para mí, has superado con creces mi límite de tolerancia… Yo no trabajo con niñas. - Exclamó mientras se alejaba.

Inflé mis mejillas y resoplé en un gesto infantil que sabía le daba un poco de razón.

Bien, ¿Conoces la zona de mi familia aquí en Italia? - Continuó Sesshomaru.

Es territorio enemigo, asi que no, no la conozco. - Exclamé.

Bueno, dentro de nuestra pequeña tregua existe lo que llamamos "punto de conciliación", una zona pequeña aquí y en Japón que sigue las reglas del bando enemigo y…

Sé lo que significa punto de conciliación, no soy idiota. - Interrumpí y Sesshomaru me sonrió. - No entraré allí, es demasiado arriesgado.

No si quien te invita soy yo, créeme cuando te digo que no habrá lugar más seguro para nuestra reunión. - Suspiré.

¿Dónde específicamente?

Un bar llamado Gekko, probablemente has escuchado hablar de él. - Y sí, lo había hecho, era una zona bastante concurrida en Italia. - Juntémonos allí más tarde, ¿A las seis parece una buena hora?

Diez, tengo cosas que hacer. - Asintió.

Perfecto, hasta entonces señorita Russo, sé que no tengo que darle indicaciones de vestimenta a alguien tan experimentada en el tema, pero recomendaría una de tipo semi formal.

Lo tendré en consideración, muchas gracias.

Lo último que vi de ambos fue como desaparecían en su lujoso auto, dejando una estela de polvo que se disolvió rápidamente, al igual que el ronroneo de su motor.


'

Inuyasha

Arremangué mis mangas hasta el codo, dejando a la vista mis tatuajes. Puse todos mis esfuerzos en concentrarme en los detalles en ellos y no en el aroma a grosellas y caramelo que estaba impregnado en mi ropa, sofocándome poco a poco.

Luces molesto. - Exclamó mi hermano.

No entiendo tu necesidad de entablar lazos con alguien tan despreciable, sólo es eso. - Sonrió sin mirarme.

¿Qué es lo despreciable en ella?

Absolutamente todo, partiendo por su jodido apellido. ¿Siquiera crees que asista realmente? - Asintió de inmediato.

Apenas la conozco y he podido comprobar sin esfuerzo que es mil veces más inteligente que su padre, no desperdiciará la oportunidad de mantener paz armada entre su familia y la nuestra.

¿Bromeas? Se ha metido en nuestra casa para asesinarme.

Y lo ha hecho porque su padre se lo ha ordenado, de lo contrario probablemente jamás la habríamos conocido. Daría su vida por Naraku, no tengo pruebas, pero tampoco dudas.

Si es capaz de dar su vida por alguien que la maltrata tanto no puedo coincidir en que sea una chica inteligente. - Musité recordando las marcas moradas en su rostro y Sesshomaru suspiró.

No hay mucho que podamos hacer, no es un secreto que el imbécil no tiene límites en su trato agresivo.

Asentí y miré por la ventanilla en silencio el resto del viaje, concentrándome en respirar lo menos posible, evitando de ese modo sentir el aroma de la chica.

Sesshomaru estacionó frente a mi edificio y prendió las luces intermitentes. Fue cuando abrí la puerta para bajar que volvió a hablar.

Quiero pedirte un favor, Inuyasha. - Lo miré en silencio. - Mantente al margen.

¿De qué?

Sabes perfectamente de qué estoy hablando. - Exclamó mientras me miraba fijo. - Mantén la distancia con la chica Russo.

Sonreí.

¿Por qué? ¿Tienes miedo de que la mate a tus espaldas?

No exactamente, matarla me traería problemas, pero no tantos como si te obsesionas con ella. - Exclamó y fruncí el ceño al no comprender su frase. - Estaremos un mes aquí y luego volvemos a japón para no volver. Tenlo en consideración.

Me bajé del auto y caminé hacia la recepción, aún sin comprender a qué mierda se refería mi hermano. Subí el ascensor hasta el piso 25 y dí un paso al frente cuando las puertas se abrieron en mi suite temporal.

El aroma a salsa llamó mi atención y entonces Sango apareció desde la cocina con una sonrisa.

Que desagradable sorpresa Sango, no recuerdo haberte invitado el día de hoy. - Musité siguiendo con mi camino hacia mi habitación.

Buenos días para ti también, Inuyasha. - Exclamó con sus manos en la cintura. - He hecho lasaña. - Arqueé una de mis cejas. - No ah, ah, nada de juzgarme con esas jodidas miradas tuyas, estas son mini vacaciones en Italia para mí y voy a aprovecharlas como se me dé la gana. - Me reí.

Ridícula. - La escuché refunfuñar cuando me alejé.

¿Cómo ha ido todo? - Preguntó.

Caminé hacia el mini bar y me serví un poco de whisky en un vaso de cristal.

Sesshomaru tiene una reunión con Kagome Russo al anochecer. - Asintió.

¿Y tú?

Yo tengo otros planes mucho más entretenidos. - Levanté el vaso y guiñé mi ojo antes de desaparecer.

Cerré la puerta tras de mí y me acerqué a los enormes ventanales. Bebí de mi vaso mientras miraba la ciudad a mis pies y un alud de pensamientos se me venía encima.

'

*Flashback*

Italia, 1996.

Abrí mis ojos con dificultad cuando los ruidos en el exterior me despertaron. Me levanté de la cama y caminé arrastrando mis pies hasta la puerta, sintiendo contra la planta de mis pies la suavidad de la alfombra. Al abrir encontré un montón de los guardias de mi padre corriendo escaleras abajo y me animé a seguirles sin dudar.

Al llegar a la planta baja encontré a mi padre, quien hablaba por teléfono. Su rostro estaba descompuesto y pasaba sus manos por su cabello una y otra vez mientras se movía de un lado hacia el otro.

– Papá… - Me miró y su rostro cambió al instante.

– Te llamo luego. - Cortó la llamada y se agachó frente a mí. - Necesito que subas a tu habitación y te encierres allí.

– Me ha despertado el ruido.

– Inuyasha, sube a tu habitación y permanece allí.

Miré a nuestro alrededor, vi como los guardias habían cambiado sus cómodas pistolas por rifles de alto calibre.

– ¿Qué pasa? - Me miró serio por unos segundos y luego suspiró.

– Tu madre ha desaparecido, Inuyasha. - Una punzada en mi corazón dolió lo suficiente como para que guiara de forma inconsciente mi mano a mi pecho. - No ha llegado a casa esta vez.

– ¿Pero ella está bien?

Me encargaré de que así sea, pero mientras esté fuera necesito que tú y tu hermano se mantengan a salvo. Nuestros guardias han rodeado la casa, no debería haber problema, siempre y cuando se mantengan dentro de ella. ¿Queda claro?

– ¿Y Sesshomaru?

– Estoy aquí. - Respondió mi hermano de 15 años. - Confía en nuestro padre y simplemente obedece sus órdenes.

– Pero…

– Inuyasha. - Exclamó severo mi padre, atrayendo mi atención de vuelta. - Eres un niño, no hay nada que puedas hacer para ayudarme. Sólo obedece.

Guardé silencio y asentí, controlando apenas mis ganas de llorar. Sentí la mano de Sesshomaru en mi espalda, guiándome escaleras arriba.

El tiempo había seguido su curso, lento y desesperante. Dos noches habían pasado, pero finalmente mi padre había cumplido su promesa, volviendo a casa con mamá entre sus brazos, aunque muy malherida y completamente inconsciente. Una herida en su brazo fue lo que captó mi atención, una herida que no dejaba de sangrar y tenía forma de araña. Lo seguí hasta su habitación, donde dejó con extremo cuidado a mi madre encima de la cama, manchando rápidamente el edredón blanco con su sangre.

– Padre… - Nada, no obtuve respuesta, simplemente me ignoró mientras mordía su propia muñeca y la pegaba los labios de mamá. - ¿Ella está bien?

– Va a estarlo. - Exclamó conciso y yo asentí. - Cuando los años pasen y escuches el nombre de Naraku Russo, quiero que pienses en esta escena… - Exclamó sin mirarme. - Quiero que odies a esa familia tanto como yo, quiero que recuerdes el nombre de quien ha osado intentar quitarme a tu madre.

Apreté mis pequeños puños con fuerza y sentí por primera vez la rabia llenar con fuerza mi corazón, haciendo arder mis ojos en efecto instantáneo.

*Fin de flashback*

'

Ese día me había prometido a mi mismo que en un futuro, en el momento indicado Naraku iba a morir bajo mis manos, rogando por la piedad que él no había mostrado por mi madre, porque parte de ella había muerto luego de ese episodio traumático.

Así mismo dañaría a su hija, y es que yo, Inuyasha Taisho, iba a encargarme de que la única heredera Russo viviera en carne propia el infierno que Izayoi había vivido.