Los principales personajes quedan a Stephanie Meyer la historia es mía totalmente prohibida la reproducción total o parcial de la historia sin mi autorización
Capítulo 35
Fantasmas
"Un fantasma es una emoción totalmente deformada, condenada a repetirse una y otra vez hasta reparar la injusticia cometida." DANIEL KASH - Dr. Dreyfuss
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—Estoy celosa de Charlotte —admitió Rosalie bebiendo de su copa sacando a Isabella de su ensoñación.
—No deberías. Es una perra vacía.
—Con tetas muy grandes —dijo Rosalie riéndo mientras miraba su pecho. Isabella rodó los ojos y preguntó.
—¿Quieres más tetas? Creo que tienes las suficientes. Ni pequeñas ni grandes.
Rosalie negó entrelazando sus dedos tras su cabeza, olvidando el vaso en la mesa de centro, mientras miraba fijamente a la nada perdida en sus pensamientos sucios sobre arrancarle las extensiones, una a una, a la futura esposa del amor de su vida.
—No mires mis tetas Isabella —la regaño Rosalie— ¿Crees que debería creer en Emmett? ¿Tuviste fé Isabella?
—Esa es una mala pregunta para hacer Rosalie —declaró Isabella sirviéndose más alcohol mirando las botellas casi vacías en la mesa —. Edward era persistente; era optimista, tenía una fe interminable y creía en lo imposible. No podría igualar eso. Jamás.
—Sin embargo también crees que él va a despertar.
No fue una acusación, no había malicia en la voz de Rosalie, era más una declaración pero el problema con Rosalie era que ella aún creía, ella aún tenía fe, esa fe que Isabella había perdido entre el dolor y los fantasmas, entre todas las culpas y pecados. Entre todos sus errores cometidos.
—Hubiese sido más fácil sin Edward. Yo no habría podido ser feliz con nadie, pero habría disparado sin dudar en la garganta de Félix y hubiese amado verlo desangrarse tan lentamente hasta verlo exhalar su último aliento. Eso sería retribución. Sin embargo mírame —se señaló y bebió de su vaso antes de continuar —. Firmaré los papeles para autorizar que lo desconecten cuando termine de contarte la historia.
El vaso que Rosalie había tomado de nuevo resbaló de sus dedos y se estrelló en el piso haciendo un ruido estruendoso al quebrarse. Isabella cerró los ojos y se imaginó sus esperanzas en el piso haciéndose añicos como ese vaso de una forma irreparable. Ella estaba perdida y a punto de perderlo todo y maldita sea cómo dolía
—¿Por qué? —la pregunta de Rosalie sonó como un lastimero gemido de desconcierto y dolor que a Isabella la sorprendió. Volvió a tomar otro trago para aplacar el dolor que la estaba tocando disparándose en su cuerpo como descargas eléctricas dejándola paralizada.
—Porque no voy a aferrarme a él para siempre Rosalie. Estoy haciéndole daño manteniéndolo allí, atrapado. Tengo que dejarlo ir.
La respiración se atoró en su pecho e Isabella sintió el dolor crepitando en su pecho paralizando su corazón, así que apuró su trago y se sirvió otro. Siguió durante largo rato mirando a la nada, con la mente perdida en sus pensamientos
—Él no volverá. Ve a descansar, es tarde —susurró antes de escuchar los relojes de la casa sonar y como si estos dispusieron de su cuerpo ella se levantó, dejando a Rosalie en el sofá, quien parecía estar dormida, y se encamino a la segunda planta siguiendo su rutina para ver a través de la puerta entreabierta.
Se acercó a la puerta y recostó su frente en el marco de esta antes de susurrar a la nada
—Por favor despierta. Por favor.
Fantasmas. Muchos pueden creer que no existen. Cuando nacemos nuestros padres nos defienden de los fantasmas, ellos luchan, protegiendo nuestros sueños; cuidando que no tengamos pesadillas, alejando a los monstruos imaginarios que creamos en nuestra mente.
Sin embargo, cuando nos convertimos en adultos los fantasmas vienen a nosotros vestidos como el miedo, la ira, a veces hasta el amor se viste de fantasmas y es aterrador. Ellos vienen y se burlan cuando nos ven luchando por nuestros sueños. Y nos ven fallando en ellos.
Rotos. Malditos y forjados sueños. Todos los tenemos. El problema es cuando la realidad te golpea y te enfrentas a ella. Aprendes a caminar e incluso a correr. Pero nunca nadie te enseña a enfrentar la vida. Nadie. Al punto del alcoholismo, Isabella bebió de su Bourbon amando el sabor que quemaba en su garganta; era lo único que sentía. Miró a través de la puerta y escuchó.
—Aún late fuerte tu corazón, aún está latiendo al mismo ritmo que el mío —susurró y bebió de un trago el contenido del vaso. Se giró y el alcohol hizo mella en ella haciéndola sentir mareada. Maldijo en silencio antes de dar un par de traspiés.
—Deberías entrar Isabella. Verlo de cerca. Él no está muerto, su corazón aún late.
Emmett salió de la oscuridad y los rayos oscilaron tras él. Si, algunas ciudades se agitaban en las tormentas y San Francisco no era la excepción. Fantasmas. Malditos fantasmas. Ninguno le daba miedo. Ninguno le hacía temblar el corazón. Pero los odiaba porque podía verlos a todos burlándose de su miseria.
— Sabes que no te incumbe —dijo girándose con la botella aún colgando de su mano y el vaso en la otra. Tropezó con sus propios pies y bufó —. Si entro en esa habitación…
—Serás humana de nuevo.
Isabella sonrió. Imperceptiblemente. Ella sabía quién era Emmett, su pasado oscuro, sus miedos, sus fuerzas, incluso sus debilidades, sin embargo él no sabía quién era ella. Él conocía a la chiquilla que ella había sido; a la que él había salvado. Ambos se habían salvado hasta cierto punto pero ya estaban demasiado rotos y ninguno había llegado a tiempo.
Recordaba haberlo conocido cuando era un tonto drogadicto que estaba terminando la universidad, pagandola ganando peleas callejeras mientras su hermanita menor era violada por su padrastro. Las cosas no habían salido bien cuando él, un día, había vuelto a casa y lo había matado a golpes para luego meterle una bala entre los sesos al encontrarlo sobre ella. Se había evitado la cárcel huyendo pero nadie le daba trabajo. Su hermana cayó en las drogas huyendo de sus pesadillas y terminó muerta. Y había más mierda allí, habían secretos de cosas que a ella no le tocaba contar.
Porque ¿Quién era ella para juzgar? La hija de una prostituta con ínfulas y sueños rotos. Bastarda con sangre del rey de la ciudad y una concubina llevada a él en un momento de desesperación y soledad. Muerta de hambre, muerta de hambre de amor. Amor que nunca vio más que a través de un espejo que nunca pudo atravesar.
—Yo no soy de carne y hueso Emmett McCarty. Forjaron mi corazón y mi cerebro de acero, mi cuerpo está hecho de dolor y agonía. Y estoy borracha. Soy alcohólica.
—Rosalie va a sacar tus secretos a la luz. Sabes que no me gusta que te estén haciendo una biografía. Es una mierda y sin embargo…
—Sin embargo esa chica te gusta —Isabella terminó por él —. Y matarías por follarla. Apostaría mis millones a que darías lo que fuera por tenerla debajo de ti. O quizás sobre ti —repuso entrando a su oficina antes de sentarse en su silla.
Emmett la siguió
—Estás jugando con fuego señora. No soy tu maldito bufón y Rosalie merece respeto. No es ninguna zorra.
Isabella volvió a llenar su vaso de nuevo.
—Yo soy el fuego, Emmett. Deberías dejar de jugar con fuego tú. Es una niña y ella te sobrepasa en valor. Ella no es para ti. Vale mucho más de lo que tú y yo podríamos valer juntos. Además vas a casarte con Charlotte.
—Me merezco el amor tanto como tú te mereces que ese hombre en esa cama despierte del coma. Estoy aquí para hablar de Charlotte.
Isabella bebió de nuevo otro trago.
—Pero el maldito destino aún me está cobrando y él no despierta. Algo que no debo Emmett. Algo que no debo. ¿Realmente te gusta Rosalie o es un maldito juego de ver quién se folla a la virgen? Espero de verdad no tener que recoger sus malditos pedazos en el suelo cuando la rompas ¿Qué pasa con la modelo descerebrada que conseguiste? Ella anda por allí anunciando al mundo que tú eres de su propiedad.
Emmett se recostó en la silla y suspiró
—Estoy enamorado de Rosalie Hale.
Isabella se rió. Emmett McCarthy estaba enamorado. Maldita fuera ella si detenía lo que le estaba pasando porque él lo estaba admitiendo ante ella.
—Supongo que esperaba que me dijeras otra cosa. No me sorprende que la ames. Lo hiciste desde que la viste bajando de esa escalera en Baytown, Iowa.
—¿Cómo supiste que amabas a Edward ?
Isabella se removió en su silla y miró a uno de sus mejores aliados en su mundo antes de responder.
—Jamás se lo dije. Y jamás dejé que me lo dijera. Creo que era una maldita cobarde en ese entonces. Lo escuché susurrar muchas veces lo mucho que me amaba sin embargo. Pero el amor no es algo que se proclame en voz alta Emmett. No era así para nosotros al menos. El amor se demuestra y no se describe. Ni siquiera los mejores poetas pueden acercarse a lo que realmente es sentir amor. Amor. Es una palabra pequeña en comparación al sentimiento.
—Vaya. Deberías ser tú la que escribiera. Tus pensamientos de poeta me impresionan.
—No soy una mujer sin cerebro.
—No dije que lo fueras. ¿Podrías por favor dejar de beber como una esponja?
Isabella dejó el vaso que acababa de llenar en la mesa.
—¿Me estás juzgando?
—Estoy intentando evitar que asesines tu hígado antes de que cumplas cuarenta.
—Hablame de Charlotte.
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La mañana llegó y Edward no despertó. Así que ella se alistó para enfrentar al mundo de nuevo subiendo al auto junto a Rosalie quien la siguió en silencio a través de la oficina. Ese día la rutina y los miles de pendientes las atraparon a ambas sin darles tiempo de hablar de nada. Cuando el día acabó, Isabella se aseguró de que Rosalie estuviera en el auto con ella para que regresarán a casa juntas y hablarán un poco de su pasado.
—No deberías desconectarlo.
Fue lo primero que Rosalie le dijo en cuanto subieron al auto para regresar a casa. Isabella miró al frente y cuando iba a responder el auto frenó haciendo a todos deslizarse de sus asientos.
—¿Banner? —preguntó Isabella a su chófer quien solo se giró asustado antes de que todos escucharan el chasquido de las armas y las puertas se abrieran. Varios hombres armados las obligaron a salir. Isabella y Rosalie se movieron guiadas por ellos; no estaban siendo violentos, pero las armas largas dejaban poco a la imaginación de ambas.
Un auto negro con las luces altas les impedía ver. Isabella respiró y empezó a ver a los hombres a su alrededor tratando de contarlos. Quien fuera el estúpido o estúpida que estuviera haciendo esto le estaba quitando la paciencia y ella iba a matarlos en cuanto tuviera la oportunidad. Al que tenía a Rosalie primero, eso era seguro, porque ella no debía nada. Isabella en cambio estaba segura de que el karma era una perra que mordía fuerte y su deuda era enorme.
—Dicen por allí que no hay victorias sin pérdidas humanas y..
Reconoció la voz así que en un impulso de desagrado se soltó de forma brusca y le quitó el arma al hombre que la estaba sosteniendo a ella y se la puso en el cuello interrumpiendo a la persona hablando.
—Venganzas que no implique que debas cortar cabezas y llenarte de sangre.
Rosalie intentó con todas sus fuerzas ver el rostro de la mujer que estaba hablando, pero no pudo, así que siguiendo su instinto se removió hasta que el hombre que la tenía agarrada soltó su agarre. La silueta de aquella mujer que parecía estar vestida como la viuda negra de Marvel era lo único distinguible.
—A veces olvido que lo sabes. Y me enorgullece ver que esos zapatos soportan más que tu peso en ellos.
—¿Qué haces en San Francisco Amaya?
—Es mi ciudad —dijo la mujer levantando la mano. Las luces bajaron su intensidad y los hombres bajaron sus armas antes de que los tacones de la mujer se escucharan en la oscuridad.
—Baja el arma niña y déjame preguntarte ¿Por qué no estás en tu trono?
—Karma, Sienna lo hace bien.
Rosalie no entendía lo que estaba pasando pero el hecho de ver qué Isabella no bajó el arma aún cuando la misteriosa sombra de mujer se lo ordenó la hizo temblar de miedo porque no quería que la señora cometiera un error.
—No voy a darle a Sienna algo que Jane quería darte a ti. Ella casi me traicionó. Deberías volarle los sesos y usarla de ejemplo.
—No deberías cuestionarme. La chica es tu hija además. ¿Ya fuiste a verla? Y a tu nieta.
Como si de una película de acción se tratara Rosalie vio a Isabella desarmar el arma hasta que ésta se volvió partes inservibles de metal.
—No apuntes un arma que no vas a disparar —le dijo pegándole en el pecho con las piezas al tipo que la había sacado del auto.
—Mi hija es una tonta sentimental. Fui quien entregó la corona así que debo saber si me equivoqué. Deja a mis chicos en paz.
—Jamás quise ese deber. Jane se equivocó. Y podría haberlos matado, estaba a punto de hacerlo. No vengas a querer imponerte porque ésta aún es mi ciudad y sé cómo disparar una maldita arma.
—Convertiste sus casas en refugios, era su deseo pero el destino nunca es lo que queremos. Ella estará feliz en el infierno. Orgullosa. Dejaste el negocio de las drogas y las armas y no voy a decir nada sobre las actividades de los muelles.
—Supongo que no vienes a felicitarme por eso. Y no pienses que tienes derecho a pedirme explicaciones que no voy a darte. Puedo mandarte a la mierda si quiero y no voy a dudar en hacerlo.
Isabella era sarcástica pensó Rosalie al verla de pie erguida sin parecer asustada.
—¿Debería? ¿Debería tener la cortesía de preguntar?
—Evitemos las cortesías Amaya. ¿Qué haces en mi ciudad?
—Tengo a un maldito agente de la Interpol jodiendome la vagina y no en el buen sentido. Pero eso no es por lo que estoy aquí. Me pediste algo y lo traje personalmente. Te avise que iba a traerlo. Hay cosas que no pueden solo ser enviadas por lechuzas.
La mujer salió a la luz y Rosalie jadeo en reconocimiento al verla. Era Amaya D'Angelo Russell y su nombre estaba entre los diez criminales más buscados por demasiados delitos que ella ni siquiera podría enumerarlos. Cuando Isabella mencionó a Amaya D'Angelo no sabía quien era, pero ella siempre googleaba a las personas en su vida para saber más de ellas y ponerles un rostro a las personalidades que Isabella describía. Verla en persona la hizo sentir terror. Lo que había leído de esa mujer no era bueno. La buscaban por asesinato, tráfico de drogas, armas y delitos que erizaban la piel.
—Deberías hablar con Torn, él podría ayudar con la Interpol.
—¿Hablas del chico que se caga en sus pantalones al verte?
La mujer sonrió abiertamente y se cruzó de brazos antes de dirigir una mirada a Rosalie que le congeló los huesos. Era como ver a Marilyn Monroe a los ojos. Su cabello rubio cereza esponjado en un peinado de los cincuentas y un lunar adornando su labio junto a unos hermosos ojos azules como zafiros luminosos.
—Así que mi hija dijo la verdad —murmuró antes de quitarle un arma a uno de sus hombres y quitarle el seguro mientras caminaba hacia ella. Rosalie retrocedió chocando con el pecho de uno de los hombres que las rodeaba, pero Isabella se interpuso entre Amaya y ella. Amaya le puso el arma en la frente a Isabella y gruño como perra furiosa
—¿Cuánto sabe la chica? Y ¿Por qué estás siendo una estúpida contando lo que debe mantenerse bajo tierra?
Isabella sonrió abiertamente de una forma que hizo a Rosalie jadear aterrada pues la forma fría de su sonrisa era aterradora y hermosa en partes iguales.
—Esto no te incumbe. Te dije que enviaras a alguien y estás aquí como siempre saltándote las reglas. Es como si te importará una mierda y te advertí que te mantuvieras oculta.
—No. Juegues. Conmigo. Õjo. Me pediste venir a ver a mi nieta, estoy aquí para eso. Sienna es tan terca como yo, eso no lo pondremos en duda, pero encaminó sus pasos y se convirtió en alguien mejor. Al menos eso creí hasta que atacó a Marcus y le hizo pagar cobrando lo que el karma debía. ¿Qué quieres que piense?
El chasquido de un arma los puso a todos alerta. Isabella en cambio murmuró.
—Deberías estar en las Canarias, no queriendo pasarte de lista conmigo. Voy a decirlo por milésima vez. Si quiero contar mi vida lo haré y no les incumbe. Si crees que estás demasiado implicada puedes lavarte las manos ahora como el maldito Pilato y alejarte. No hay puerta más grande que la del infierno y puedes hacer lo que te pegue la puta gana mientras eso no me afecte porque no dejaré que las cosas les afecten a ustedes. La chica es intocable, tiene mi protección. Ella y su familia. Y las generaciones que vendrán. ¿Lo entiendes?
Rosalie no lo noto, no hasta que Amaya bajó el arma y alzó las manos dando dos pasos atrás. El revólver era pequeño pero el hecho de que Isabella fuera quien estuviera apuntando el estómago de una mujer que había estado a punto de matarla la asustó aún más. Mucho más de lo que la había asustado hace unos minutos al apuntarle a uno de los matones de la loca de Amaya. Esta vez Isabella parecía decidida a disparar.
—Ahora dame lo que te pedí y vete. Rosalie no revelará tu identidad. Y yo no voy a dejarte en el piso desangrándote, hoy.
Increíblemente Amaya D'Angelo Russell chasqueo sus dedos y uno de sus hombres le acercó un sobre de manila. Ella lo extendió hacia Isabella quien lo tomó y asintió.
—Hablaré con Torn para ayudarte con la Interpol y te llamaré. Ahora vete.
—Bien dicen que llega un momento en el que el alumno supera al maestro. Me largo. Y espero tu llamada —Amaya D'Angelo hizo una reverencia y se giró moviendo su mano en una orden silenciosa que sus hombres siguieron, pero antes de alejarse por completo dijo —. Borra a esa chica de tu lista o el infierno arderá antes de tiempo.
Rosalie retrocedió asustada al oír eso porque ella no sabía de quién estaba hablando Amaya D'Angelo esta vez.
Muy buenas! Aquí tenemos un nuevo capítulo de Señora. Disculpad que la semana pasada no lo subiéramos, pero la vida a veces no da mucho margen para otras cosas que no sean el día a día.
Con respecto a este capítulo se ha descubierto la intención que tiene Isabella con respecto a Edward. Que dura tiene que ser la vida cuando no hay esperanzas en nada, que es lo que le ocurre a Isabella.
¿Y quien será la chica de la que habla Amaya? Habrá que esperar.
Nos leemos en el siguiente capítulo.
Un saludo
