Los principales personajes quedan a Stephanie Meyer la historia es mía totalmente prohibida la reproducción total o parcial de la historia sin mi autorización
Capítulo 36
La definición correcta.
El vocablo definición deriva del caso genitivo latino dēfĭnītĭōnis: del fin (nominativo dēfĭnītĭo). Es decir: denota delimitación de un límite del significado
.
.
Emmett estaba allí cuando el auto se detuvo frente a la mansión, pareciendo aliviado al verlas a ambas bajarse. Sienna también estaba allí y parecía asustada. Isabella bufó antes de bajarse y cuando se les acercó ambos hablaron al mismo tiempo.
—¿Estás…
Isabella le quitó importancia a las cosas solo moviendo su mano alejándolos de ella y Emmett, frenético, buscó ver a Rosalie aunque sea de lejos.
—Amaya se fue —les llamó la atención ella e Isabella se adentro en la casa dejándolos a todos en un incómodo silencio antes de que Rosalie se girará para seguirla dentro.
—Isabella —la llamó Rosalie mientras la seguía.
Esta se adentro en la oficina sin girarse y, en un arrebato de ira, lanzó lo que encontró al piso usando sus dos manos chillando de una forma oscura.
Estaba furiosa, ver a Amaya la hacía sentir así. Pero había algo más en todo eso. Había leído los papeles con la información que pidió. Solo le había tomado unos segundos y era como si le hubiesen dado una patada en el estómago. Necesitaba pensar, necesitaba buscar la manera de borrar lo que estaba pasando porque eso entorpecía sus planes. Charlotte era un estorbo que quería borrar.
—Creo que sería bueno que me dejes sola —le dijo a Rosalie quien asintió,aunque ella no se movió.
—Puedes contarme lo que quieras.
—No ahora Rosalie. No creo estar lista. Lee los diarios.
Emmett la tomó por sorpresa al tomarla por sus hombros y sacarla de la oficina destrozada. Rosalie se sentía entumecida, quizás en shock, pero no por el hecho de que había estado a punto de morir si no porque algo estaba afectando a Isabella quitándole su balance y eso la puso nerviosa también. Ella necesitaba a la melancólica mujer llena de sentimientos, no a la Isabella cruel dispuesta a desatar el infierno porque era así cómo se veía. Cuando la puerta de su habitación se cerró Rosalie se sentó en la cama sin mirar a nada.
—¿Estás bien? ¿Amaya te hizo algo? —la pregunta la trajo de vuelta de sus pensamientos y la hizo regresar al ahora.
Emmett estaba en su habitación y la última vez que eso había pasado ambos se habían besado de una forma que debía ser ilegal. Se sonrojó ligeramente, pero al mismo tiempo los recuerdos la golpearon como un dique de concreto.
—¿Por qué estás aquí?
—Rosalie.
Ella negó antes de mirar por primera vez a Emmett de nuevo a los ojos, que desde que él la había encerrado en la sala de descanso evitaba porque ambos podían ver dentro del otro.
—Quiero que te vayas —le susurro ella y él jadeó tocándose el pecho. Rosalie lo sintió, sintió el dolor de Emmett quien se giró, pero en lugar de salir el le puso seguro a la puerta y se quedó de espaldas a ella antes de decirle
—Soy el hombre más egoísta del mundo y puedes gritarme si quieres por serlo —se arrodilló frente a ella en la cama y puso sus manos en los muslos casi rodeándola —. Dejaste de creer en mí y está bien —le declaró.
Rosalie dejó a la tentación ganar esta vez. Se inclinó y pegó su frente a la de Emmett quien, de rodillas, se irguió hasta que sus narices se tocaron.
—Yo creo en nosotros. Emm.
Emmett sonrió abiertamente viéndose complacido y Rosalie suspiró sobre sus labios sintiendo la calidez y fuerza del hombre que estaba arrodillado frente a ella. Levantó sus manos y se agarró de sus hombros intentando mantenerse quieta, pero el anhelo la estaba matando así que dejó a sus manos moverse libremente y perderse en su cabello.
Emmett se levantó y la alzó en su brazo enredando sus manos en su trasero hasta que la tuvo a horcadas y, sin perder más tiempo, la besó. No fue un beso suave, no había nada de lindo en la forma en la que sus bocas chocaron. Había demasiado amor, pasión y locura en sus labios. Había anhelo y necesidad. Tanta necesidad que la ropa sobró.
Entonces Emmett aminoró el deseó que lo tenía sin aire y se tomó su tiempo. Adoró el cuerpo de Rosalie despacio, besando cada parte de su piel llegando tan profundo que tocó su corazón. Ambos suspiraron con necesidad, ambos se encontraron el uno enredado en el otro de una forma en la que hizo su corazón latir al unísono.
Era demasiado sencillo amarse como locos. Y cuándo Rosalie se durmió, Emmett lo supo. Supo que casarse con Charlotte iba a ser imposible así que con la decisión correcta en sus manos escondió su rostro en el cuello de su amada y se durmió.
Cuando Rosalie despertó la cama estaba vacía. Un golpe de decepción le dolió en el estómago, pero el hecho de encontrar una nota junto a una rosa blanca en la almohada la hizo sonrojar
"Espérame" Decía esta y eso la hizo sentirse feliz.
Isabella parecía saber lo que había hecho cuando la vio entrar sin embargo la señora no dijo nada. El huracán que había atravesado la oficina la noche anterior había desaparecido y todo estaba de vuelta en orden, pero Rosalie no tuvo tiempo a observar ya que Isabella la apresuró empezando a hablar de lo que seguía en la historia.
—Le pedí a Edward alejarse de mí. Ver a Kate me afectaba más de lo que quería admitir así que recurrí a lo más fácil. Cuando ella se fue esa noche me senté en el viejo pick up de Sam a esperarlo y Edward hizo lo mismo. Pero se me adelantó.
—No voy a dejarte —me levanté dándole la espalda sin mirarlo aunque tenía curiosidad y me moría por preguntar, pero no lo hice; solo me adentré en la casa y tomé las cubetas de pintura del piso y las brochas y empecé a subirlos a la camioneta.
—Estás perdiendo tu tiempo —le advertí al verlo entrar en la casa y ayudarme en silencio a subir aquellas cubetas.
Hasta cierto punto creo que el ver a Kate me hizo racionalizar, recordar que debía alejarlo de mí. No lo quería cerca, no quería que él estuviera allí conmigo cuando vivía con el miedo constante de llamar la atención de Félix quien, ahora, era el dueño del bajo mundo de San Francisco y me quería. Estaba obsesionado conmigo de una manera terrorífica que me daba pesadillas y Edward llamaba la atención a donde sea que fuera. Tenía una sonrisa suelta y suave y unos ojos que brillaban como estrellas en una noche oscura.
Dios
Él hacía a mi corazón latir de una forma que podría parecer mentira. Los libros hablan de que cuando te enamoras las mariposas hacen fiesta en tu estómago y que tu corazón late de una forma en la que parece que va a detenerse o explotar.
Los libros no explican la adrenalina que sientes al verlo cerca, no hablan de la forma en la que sientes que el mundo se acaba cuando no puedes decir lo que sientes, no con palabras. Nadie puede describir con palabras la forma en la que tu piel quema, porque tu piel quema anhelando su toque. Si pudiera describir la forma en la que Edward me hacía sentir sería de esa forma.
Él me hacía sentir anhelo, anhelaba ser feliz, que todo lo que nos separara fuera una broma, que él no tuviera veinte y yo dieciséis, que él no fuera millonario y yo pobre. Que él no viviera en una mansión y yo en un edificio con seguridad que mi padre apenas podía pagar. En ese entonces yo era una niña y él era todo. Aún es todo para mí. Estaba perdidamente enamorada de su alma y él, en su locura, amaba la mía. No se fué aunque se lo pedí y a la mañana siguiente encontré su auto en la casa que estábamos arreglando.
Siempre me gustaba subir las colinas empinadas a pie así que Sam me dejaba en la entrada principal y se encargaba de cerrar el portón gigante de las mansiones.
Ese día era un día cálido y yo estaba feliz de poder llevar ropa ligera así que me acerqué lentamente a la casa y escuché sus voces. Fue como un golpe fuerte que me trajo de vuelta a la realidad.
—¿Podrías escucharme un poco y ponerme atención? —La voz de Kate se escuchaba cansada, molesta. Ella me vio de pie observándola y continúo pareciendo inocente —. Es una niña Edward, ella te ve como un premió que puede ganar, pero un día va a despertarse y verá lo diferentes que son ¿Crees que ella podrá verse bien a tu lado? ¿Que ella podrá ser feliz contigo? siendo tú un médico reconocido porque lo serás y ella es una don nadie. No tiene estudios, no sabe lo que el mundo representa. Ella no conoce a tu madre.
—Te equivocas en una cosa —cuando hablé Edward saltó y se giró asustado y yo continúe —. El hecho de que trabaje y me la pasé aquí no significa que no tenga estudios —me giré y los dejé allí alejándome como si el infierno me persiguiera.
—Isabella espera. Espera por favor —me llamó Edward desesperado mientras yo corría en dirección contraria dándole toda la razón a Kate. Ella había sido realista.
Para mí era como estarnos viendo desde afuera y lo entendí. Tenía dieciséis y él veinte y éramos como el agua y el aceite para el mundo, éramos demasiado diferentes.
Edward tomó mi mano y tiró de mí obligándome a chocar con su pecho y encerró sus brazos en mi cintura dejándome sin respiración. Me maldije tanto por sentir eso; no quería que mi corazón latiera de ese modo, no quería sentir como que si pertenecía a su alma y que su alma me pertenecía.
Edward despertaba en mí más que un simple y llano enamoramiento adolescente. Él despertaba en mí ese sentimiento agridulce de añoranza y miedo. Porque te mentiría si dijera que amarlo como lo amaba era sencillo cuando me causaba tanto miedo. Sabía que Felix estaba allí y que mi tiempo lejos de una vida que quizás yo iba a odiar se estaba acabando. Odiaba con todas mis fuerzas a mi corazón quien estúpidamente creía en aquellos cuentos de hadas en los que la protagonista tenía un final feliz y con feliz me refiero a que su sufrimiento se acababa, pero el mío solo estaba empezando.
—No te vayas —me pidió casi sin aliento y yo quiero creer que él sentía lo mismo que yo. Aunque no lo supe, no hasta que leí sus diarios, no me di cuenta del daño que nos hice a ambos.
—No huyas de mí —me rogó. Y yo quise llorar, quise gritarle al mundo, quise golpearme en contra de la vida y no pude hacerlo. Era egoísta porque no quería lastimarlo, pero no sabía hasta qué punto el pedirle que me dejara lo lastimaba a él
—No puedo quedarme.
—Entonces déjame ir contigo —dijo entrelazando sus dedos con los míos y me sentí invencible a pesar del miedo, a pesar de saber que los días pasaban y no hacía más que dañarlo tanto que no iba a haber vuelta atrás.
Edward tomó mi mano y tiró de mí hacia la calle y me sacó de allí. Terminamos caminando en silencio por demasiadas horas pero no quería detenerme, solo quería huir como cobarde y buscar la forma de ser feliz. Añoraba que el mundo o el destino dejará de empeñarse en hacernos tanto daño, en hacernos tanto mal.
Edward pareció perdido en sus pensamientos también y cuando reaccioné ambos estábamos en el puerto frente a la playa de pie mirando la nada, solos, porque era tarde noche.
¿Cómo podríamos vernos desde afuera?
Yo llevaba mis viejos jeans y una camiseta vieja cuadriculada de Hyõ que me quedaba gigante y él iba vestido a la última moda. Estábamos perdidos en nuestros propios mundos y estos no eran tan diferentes el uno del otro.
Ese era el tipo de amor que Edward y yo teníamos. No nos habíamos besado, no había habido algo más que un simple toque de manos y por meses él había estado allí y yo había estado allí y ambos habíamos bebido del otro sin tocarnos solo mirándonos a los ojos. Pero yo no era el aire de Edward y él tampoco era el mío. No sabíamos que estábamos haciendo, no podíamos resumirlo de una forma sencilla cómo destruir y luego unir un rompecabezas de nuevo, no había manera de decirlo y que sonara fácil.
Yo lo amaba como a nada ni a nadie.
Pero amarlo para mí no me era suficiente, cuando yo no estaba en sus planes y me había metido ahí sin pedirle permiso. Podría destruir su futuro. Me regañé, debí ser más cuidadosa, debí pensarlo mejor y no meterme en su vida perfecta, a arruinar lo que él había construido.
¿Quién era yo?
Él tenía planes que yo no conocía, un futuro brillante y yo ni siquiera sabía que mi padre estaba muriendo de cáncer y que me estaba quedando sola.
Edward me abrazó y unió las piezas de mi corazón roto y yo dejé que él pusiera su frente en la mía y me obligara a mirarlo a los ojos, pero eso no iba a cambiar que el tiempo, la vida, las obligaciones iban a reclamarnos y ese amor sencillo, sin necesidad de un beso, iba a acabarse.
—Si pudiera explicarte con palabras sencillas lo hermosa y valiosa que eres para mí, tendría que acabar con los árboles del mundo. No hay suficiente papel para escribir sobre ti —me explicó mirándome a los ojos —. Si tuviera que decir que mi corazón se siente lleno de tantos sentimientos por ti y que cada vez que te veo el tiempo se detiene también y me deja verte como si estuviéramos en una de esas películas viejas siendo los protagonistas que se acercan en cámara lenta; si tuviera que decir lo que tu sonrisa le hace a mi alma, sonaría como el mejor poeta del mundo y daría todo lo que tengo por solo un segundo eterno a tu lado y en paz. Yo te a…
Puse mis manos en sus labios y lo detuve. Mis ojos se llenaron de lágrimas porque estaba a punto de hacerle más daño y porque iba a ver sus ojos mientras su corazón se hacía pedazos pero era lo correcto.
—Quiero que te alejes de mí. Esto no es bueno.
Cada palabra que salió de mis labios me supo a mentira; la voz me tembló y cerré mis ojos evitando verlo a los ojos Edward jadeó y yo escuché su corazón hacerse pedazos en mis manos porque él me lo había puesto allí, pero él no me soltó y yo tampoco lo hice y ambos estábamos allí aferrándonos al otro aunque dolía como el infierno.
—Quiero que te vayas —hipé y Edward negó y una de sus manos cubrió mi mejilla y la apretó.
—Estas mintiendo, estas…
—Estoy pidiéndote que seas feliz que…
—¡NO VOY A DEJARTE! NO VOY A IRME, NO! —gritó y sentí sus lágrimas mezclarse con las mías. Abrí mis ojos como la estúpida masoquista que era y me di cuenta que él también me estaba mirando, que estaba allí leyéndome y yo lo estaba dejando, pero dar un paso atrás para mí era como romperme en pedazos. Ni siquiera el peor castigo podría describir el dolor que me suponía dar un paso atrás y alejarme de su abrazo —. Isabella, lo que yo siento por ti no tiene descripción, no hay palabras sencillas para describir mi anhelo por ti. Eres mía. No me alejes —me dijo condenándome a ser esa maldita egoísta que quería ser y maldije antes de inclinarme y pegar sus labios a los míos. Cuando su boca y la mía se tocaron fue como el Bing Bang; el mundo, el cáncer, las mentiras, el dolor, todo se fue a la mierda y dejó de existir.
Edward se inclinó hacia mí y me atrapó aún más en sus brazos de una forma que hizo a mi corazón explotar. Dejé que mis manos se perdieran en su cabello, jadeos en busca de aire y la electricidad de todos nuestros sentimientos nos hicieron gemir.
El anhelo, el amor, el deseo, la pasión. Los dejamos hacerse cargo ¿sabes?
Edward tiró de mi labio con sus dientes y yo gemí con calor queriendo que él me tocara, que pudiésemos fundirnos el uno en el otro.
Me reí, una risa estúpida se me escapó de los labios y mis ojos volvieron a llenarse de lágrimas que no podía explicar. Estaba feliz en sus brazos y él también se rió dejando besos en mis mejillas, en mi nariz, en mis ojos. Dios. Estaba temblando tanto cuando su boca volvió a la mía
—No me alejes —volvió a deslizarse de sus labios antes de besarme.
—No lo digas. No me pidas algo que ambos sabemos que no podemos posponer. Vas a irte. Vas a dejarme. Tienes que hacerlo —le rogué entre beso y beso. Él gruñó cuando mordí su boca y me apretó a su pecho con sus brazos respirando cuando estaba haciendo lo mismo.
—¿Cómo describes este maldito vértigo a tu lado? ¿Cómo?
Jadeó profundizando el beso sin dejarme responder. Quería preguntarle lo mismo, quería pedirle que me explicara eso que ambos parecíamos estar sintiendo. Añoraba y rogaba porque él estuviera sintiendo aunque sea un poco de lo que yo sentía.
Dejó de besarme, pero su rostro se quedó pegado al mío y cuando abrió sus ojos estos estaban vidriosos y brillantes. Me sonrió bobalicón antes de deslizar sus ojos sobre mi rostro y murmuré como si buscara aire en mis palabras.
—El amor es un pequeño pedacito de nada comparado con mis sentimientos contigo.
Mis mejillas se sintieron calientes de pronto. Estaba sonrojada y lo sabía porque él deslizó sus manos sobre mis mejillas sin borrar esa maldita y hermosa sonrisa de su rostro.
—Entonces esa es la definición correcta de nosotros —copié su sonrisa cuando me respondió.
Y aquí tenemos otro capítulo más. Es el segundo de hoy, pero es que os debíamos uno de la semana pasada, así que en paz :D
gmguevaraz preguntó en uno de sus reviews por la diferencia de edad entre Isabella y Edward. Se llevan 4 años, pero justo en este capítulo se habla de este tema.
Ya hemos pasado el ecuador de la historia y, aunque en ocasiones ha parecido lenta, todo es necesario, lo comprobaréis más adelante.
Muchas gracias por seguir ahí y mostrar vuestro apoyo con cada capítulo.
¡Nos leemos la semana que viene!
Un saludo
