Crepúsculo es de Stephenie Meyer, la historia de LyricalKris, la traducción es mía con el debido permiso de la autora.

Twilight belongs to Stephenie Meyer, this story is from LyricalKris, I'm just translating with the permission of the author.

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―Para que quede claro, eres un desastre en relaciones de rebote.

Bella alzó las cejas ante la espalda de Jessica, todo lo que podía ver de su amiga, que estaba destrozando su armario.

―Lo invité a salir no una sino dos veces. Eso requiere valor, ¿no?

―Bueno, sí, eso es tremendamente impresionante. Solo estoy señalando que se supone que todo eso del rebote es más bien como "para superar a un tipo, debes acostarte con otro".

El calor inundó las mejillas de Bella.

―¿No era el objetivo de todo esto invitarlo a la fiesta? ―No es que Bella realmente fuera a hacer eso. Eso sería una locura. ¿Cierto?

¿Cierto?

―Realmente has estado fuera de juego ―comentó Lauren, estirada en la cama de Bella y revisando su teléfono―. Usas al tipo de rebote como ligue de una noche. Luego, lo llamas para eventos como este, lo follas en el armario y lo dejas seguir su camino.

Bella se habría reído, de no ser por el tono de Lauren y la risa lasciva de Jessica. Ella se resistió cuando Jessica salió de su armario, con las manos vacías y una sonrisa.

―Espera. ¿Has hecho eso? ―Bella siseó en voz baja―. Joder, ni siquiera he pensado en el mundo de las citas. Ustedes se meten en situaciones raras. No estoy lista para tener sexo en el armario.

―Oh, Bella. ― Jessica cacareó y sonrió―. Iniciaste una relación con ese maldito perro mucho antes de que pudieras experimentar. ―Le dio una palmada a Bella en la espalda―. Estarás bien. Pero... necesitas ropa para una cita. Ven. Vamos de compras.

Bella gimió.

~0~

―Mira, no sé qué significa rebote para ti, pero no estoy dispuesta a tener sexo en lugares públicos ―aclaró Bella a modo de saludo cuando se encontró con Edward afuera de la floristería de sus padres esa noche.

Él parpadeó.

―¿Eso significa que estás dispuesta a tener sexo en lugares privados?

―No sé qué tipo de sexo has tenido, pero generalmente se tiene en lugares privados. ―Bella se tapó la boca con las manos―. ¡Maldita sea! No puedo creer que haya dicho eso.

Edward, con las mejillas tan rojas como las de ella, se pasó una mano por el cabello.

Bella respiró hondo y lo dejó escapar.

»Lo siento. Mis amigas me metieron en la cabeza lo que se supone que es un rebote, y yo solo… ―Hizo un ruido nervioso y bajó el gorro (uno de esos elegantes con un lindo puf en la parte superior) sobre sus ojos.

Sintió un ligero toque en su hombro, que envió un escalofrío por su columna. Levantó suavemente el gorro para que ella pudiera verlo de nuevo. Maldita sea, era tan guapo; no la ayudó con la desastrosa situación.

―Lo acordamos. Sin expectativas. ―Dejó que su mirada se detuviera un momento en la de ella, haciéndola olvidarse de respirar por un momento. Él era tan serio.

Y caliente. Sí.

Y era agradable simplemente divertirse con un hombre atractivo por una vez en su vida. Eso era todo lo que estaba pasando aquí. Tal vez estuviera en los veintimuchos, cuando la mayoría de sus compañeros habían tenido sexo casual al comienzo de los veintes, pero todavía era joven y libre.

―Correcto ―dijo asintiendo.

Dio un paso atrás, aunque mantuvo la mano extendida en ofrecimiento.

―Esto es para ti.

Los labios de Bella se curvaron arriba y abajo, sus mejillas calentándose de placer esta vez, mientras él le ofrecía el ramo más pequeño del mundo: dos margaritas, dos caléndulas de color naranja brillante y una ramita de aliento de bebé atado con una cinta naranja.

―Margaritas para una mujer fuerte e independiente. ―Su sonrisa se volvió malvada―. Y, dicho sea de paso, promete inocencia en nombre del donante. ―Le guiñó un ojo―. Caléndulas por el poder, la fuerza y la luz... y simplemente porque combinan bien con el otoño. Un ramo pequeño, para que sea fácil de llevar.

―Son hermosas. ―Ella enterró la nariz con una sonrisa enamorada, respirando el dulce aroma de las flores.

―Estás muy hermosa esta noche ―agregó él, su voz nada más que sincera. Dejó que esa declaración quedara entre ellos un momento antes de continuar, sin hacerla tartamudear lo que prometía ser una respuesta incómoda―. Entonces. Yo digo que escandalicemos a tus amigos, y a mi hermano, quien también tiene muy claro lo que cree que debería ser un rebote.

Bella arqueó una ceja, su corazón latía con fuerza en su pecho.

―¿Escandalizarlos?

―Confía en mí.

~0~

Un poco más de una hora después, Bella se tapó la boca con una mano, cubriendo su risa encantada cuando la camarera colocó un batido de chocolate con dos pajitas entre ellos.

Edward le propuso una cita anti-rebote. Muy anticuados, un paso por encima del té helado en el porche. La llevó a un restaurante que estaba decorado con todo el esplendor de los años cincuenta: una máquina de discos en la esquina y una pequeña tienda general y una farmacia adjunta. Comieron hamburguesas y patatas fritas, hablaron de sus trabajos, de sus padres, de sus hermanos y se lamentaron de que las faldas de caniche habían pasado de moda.

Y ahora, ambos se inclinaron hacia adelante, con sus caras juntas mientras tomaban su primer delicioso sorbo.

¿Cómo podía alguien ser lindo además de devastadoramente guapo? Tenía un mínimo indicio de pecas en la nariz.

―¿Cómo sabes tanto sobre las citas castas y caballerosas de alrededor de 1950? ―inquirió Bella, retrocediendo ligeramente con los brazos todavía sobre la mesa y los dedos tan cerca de los de él.

―Mis padres trabajaban, así que mis abuelos eran los encargados de cuidar a los niños Cullen. Mi abuelo tenía una colección de cómics antiguos de Archie. Ya sabes, antes de que convirtieran esos personajes en lo que sea que es ese programa de Riverdale.

―Una época más inocente.

Edward asintió.

―Y mi abuelo nos enseñó una letanía de estos programas de televisión en blanco y negro.

―Eso es dulce.

―Aparentemente, fue útil ―dijo sonriendo, pasando un brazo alrededor de él. Se inclinó más cerca y bajó la voz a un tono conspirativo―. Sin embargo, mi abuelo me dijo una vez que los niños inocentes de la década de 1950 sabían muchísimo sobre estacionamiento.

―¿Estacionamiento?

―Ya sabes. Encontrar un lugar tranquilo para estacionar el auto y admirar la, er... hermosa vista. ―Sus ojos se movieron hacia abajo y hacia arriba, el movimiento claramente lascivo, a pesar de que no podía ver mucho de ella.

El corazón de Bella se aceleró. Ella se lamió los labios, sin perderse la forma en que su mirada se detuvo allí.

―Correcto ―graznó con voz ronca―. Estacionamiento. Muy inocente.

―Mucho.

Unos minutos más tarde, salieron a la fresca tarde. El restaurante estaba escondido en una zona pintoresca de la ciudad, el tipo de vecindario con pequeñas tiendas caras, restaurantes de moda y una heladería vegana. Bella metió su mano profundamente en su bolsillo, resistiendo el impulso casi abrumador de agarrar la mano de él.

―Oh, entremos allí ―pidió, señalando una tienda. Una vez dentro, se dirigió directamente al estante que había visto en la ventana y recogió uno de los delicados jarrones que allí se exhibían―. No creo que nadie me haya regalado flores antes, así que nunca tuve uno de estos.

Su ceño se arrugó.

―¿Nadie te ha dado flores? Ni siquiera… ―Apretó sus labios en una delgada línea, probablemente dándose cuenta de que hablar sobre el ex en una cita no era una buena idea.

Bella agachó la cabeza y lo miró, su voz cuidadosa cuando habló.

―Jacob era muchas cosas, pero me conocía. No soy una persona de flores. ―Tocó el pequeño ramo que había metido en el ojal superior de su abrigo―. Aunque tengo que decir que es diferente cuando significa algo, ¿sabes?

―Las flores siempre deben significar algo. Lo siento. Te amo. Te admiro. Estoy orgulloso de ti. ―Él asintió―. Pero entiendo lo que quieres decir. La mayoría de la gente las usa como un regalo genérico, tal como sucede con estas cosas. Le compras flores a tu mujer porque es un gesto romántico estereotipado, pero ¿qué prueba eso que sabes sobre ella?

―Sí, exacto.

Hicieron compras en tranquilo silencio durante unos minutos, antes de que Bella se diera cuenta de que Edward estaba tarareando. Ella rio. Estaba detenido frente a una vitrina, contemplando una escena invernal realizada en vidrio y cristal.

Estaba tarareando "Está empezando a parecerse mucho a la Navidad".

―Lo creas o no, hubo un tiempo en el que me parecía mucho a ti ―comentó él mientras se dirigían al mostrador para pagar―, un Grinch durante las festividades.

―No soy un Grinch. ―Nunca le habían gustado las fiestas como a algunas personas, pero no se ponía de mal humor por ellas―. Creo que las canciones navideñas pertenecen a diciembre. Aún te falta una semana, amigo.

Pagó su compra y regresaron a la acera.

»Está bien, cederé. ¿Qué te convirtió en este bicho raro que eres hoy? ―Ella le guiñó un ojo para hacerle saber que estaba bromeando.

Él se rio entre dientes, mirando hacia adelante como si estuviera un poco avergonzado.

―Bueno… ―suspiró, poniendo los ojos en blanco―, mi primer trabajo fue editar algunas películas navideñas. Ya sabes...

―Aquellas en las que la mujer ocupada que ha olvidado el verdadero significado de la familia y la Navidad, porque el equilibrio entre vida personal y laboral no existe, termina en un pequeño pueblo con su ex, o el hombre gruñón y hábil y aprende la alegría de la ¿estación? ―Ella sonrió.

La sonrisa que él le dedicó fue tan cegadora, sus hermosos rasgos tan sorprendentes, que ella incluso tropezó. Él la atrapó, sujetando sus brazos para que terminaran cara a cara, sus abrigos rozando el cuerpo del otro.

Su mirada se detuvo en sus labios y ella se tambaleó. Él volvió a mirarla a los ojos.

―Las historias eran cursis ―afirmó, como si nada hubiera cambiado y no estuvieran tan cerca. La cabeza de Bella estaba dando vueltas―. Pero siempre existe ese elemento de magia ―finalizó.

Él asintió al otro lado de la calle, y Bella logró seguir su mirada hasta el escaparate de una tienda, ya adornada con luces.

»Me gusta lo bonito que es todo. La búsqueda del regalo perfecto para las personas que amo lleva tiempo, y me gusta tomarme ese tiempo. ―Su sonrisa se volvió traviesa. Dejó que una mano se deslizara desde sus brazos para entrelazar sus dedos con los suyos y la jaló suavemente unos pasos por la acera.

Ella estaba tan hipnotizada por él en ese momento, que le tomó unos segundos darse cuenta de que la tienda en la que estaban ahora tenía un altavoz afuera y estaba tocando suaves villancicos. Ella se rio y puso los ojos en blanco. La atrajo hacia él y le puso las manos en la cintura.

»Y sí, me gusta la música. ―Su voz era un suave estruendo que parecía vibrar en su piel mientras se balanceaban―. Los villancicos son poderosos, relajantes y satisfactorios de cantar.

Y bailar, al parecer, pensó pero no lo dijo. Tragó con fuerza, trabajando para reprimir el impulso de presionar las puntas de sus pies y acortar la distancia entre sus bocas.

―Son todos tan repetitivos ―dijo, bromeando ahora―. Lo entendemos. Santa viene y todos están muy entusiasmados con eso.

Él resopló.

―Cierto, porque la mayoría de la música no navideña no trata sobre los mismos tres temas.

Se sonrieron el uno al otro. Bella suspiró, respirando su cálido aroma con el aire frío y se acercó a él.

Ella quería besarlo.

Por la forma en que él la miró, supo que él quería besarla.

Antes de que pudieran actuar sobre la atracción entre ellos, tres adolescentes pasaron corriendo, uno de ellos golpeó el codo de Edward. El chico pidió perdón por encima del hombro mientras seguía adelante, pero la intensidad del momento se rompió. Edward tomó la mano de Bella mientras comenzaban a caminar de nuevo, y ella agachó la cabeza para ocultar el sonrojo de satisfacción que se extendió por sus mejillas.

Después de unos segundos, Bella se rio.

―¿Qué es? ―Edward la miró.

―Eres tú. Estás viviendo en una de esas películas navideñas. ―Ella sacudió la cabeza―. El gran creador de trailers de Hollywood necesita escapar del drama romántico de su vida. Esa es la mitad de la trama de El Descanso.

Él tarareó.

―Los elementos de una buena película navideña están a nuestro alrededor. Nuestro encuentro lindo fue mucho mejor que Jude Law entrando borracho a tu cabaña.

Ella se rio entre dientes.

―Supongo que en la vida real, si un completo extraño tropezara borracho en tu casa, no sería tan lindo, incluso si se pareciera a Jude Law. ―Ella negó con la cabeza―. Supongo que eso me convierte en la mujer cuyas vacaciones podrían haberse visto permanentemente arruinadas por una mala ruptura si no fuera por la intervención de un atractivo florista.

―Si tan solo hubiera algún gran evento en el horizonte donde todo pudiera alcanzar un clímax cinematográfico natural.

Ella los detuvo a ambos.

― Sobre eso…