El viaje desde la posada hasta Longbourn fue muy ruidoso. Lydia y Kitty no dejaban de hablar en un tono demasiado elevado para un carruaje compartido por cinco personas. María Lucas se integró rápidamente en la insulsa conversación acerca de oficiales, sombreros nuevos y el abandono de la Srta King. Mientras, Elizabeth intentaba evadirse con sus propios recuerdos. Las jornadas en Londres habían sido agitadas con tantos eventos organizados por su tía. Y por la noche, con la presencia de Jane en la habitación y el agotamiento por las actividades del día, apenas les había dedicado alguna hora a analizar lo ocurrido.
¿Puede alguien hacer daño intencionadamente a la persona que dice querer? ¿O únicamente era que no la conocía? Pero, ¿realmente había realizado el esfuerzo de intentarlo o solo se había quedado con una imagen de su mente?
Junto con estos pensamientos se iban cruzando los reproches. Principalmente el de haberle herido. Si, inconscientemente pero lo había hecho. Y todo por ser injusta, prejuiciosa y ciega. No le había dado una oportunidad. Desde el mismo día en que lo conoció, al sentirse humillada porque no la considerase suficientemente guapa, nació en ella un sentimiento de rechazo. Y lo más irónico de todo, era que ella nunca se había visto así. Siempre a la sombra de Jane en ese aspecto, y con la predilección de su madre por su hija pequeña, le habían hecho pensar toda su vida que nunca sería una belleza, simplemente una chica bonita.
La brusca parada le hizo volver a la realidad.
-¡Jane, querida, ya estás aquí! ¡Y tan guapa como siempre! - el grito de su madre le hizo comprender que volvía a su día a día. Una rutina que sabía que iba a ahogarla un poquito durante las próximas semanas. O al menos tenía esperanza de que "solo" fuesen esas primeras semanas.
-¡Lizzy! ¿has disfrutado de tu estancia con los Collins?- añadió tras terminar de asaltar a su hija mayor.
-Vamos niñas, pasad a tomar el té y a saludar a los Lucas. Sí, María, ha venido tu familia a recogerte...- el parloteo de la Sra. Bennet no cesaba, encantada de comprobar que la belleza de su hija mayor no se había marchitado y esperando algo ansiosa poder preguntar por la existencia o recuperación de algún pretendiente en un ambiente algo mas íntimo.
En el salón, las conversaciones de mezclaban entre si. La moda de la capital (con sus nuevos estampados, encajes y cintas), con las gallinas y pavos de la Sra. Collins; los salones de té mas concurridos, con las veces que habían visitado Rosing...
Elizabeth se sorprendió de la palidez de su padre y de una parquedad mas acentuada de lo normal durante la reunión. Apenas participó en la algarabía general y solamente le dedicó a las mayores un par de frases de alegría por su presencia de nuevo en la casa. Le daba la impresión que hubiese envejecido diez años durante su ausencia. Tenía marcadas ojeras, había perdido parte de su pelo blanco y se habían enfilado mas sus rasgos.
Al sorprender a su hija realizándole un detallado análisis, le sonrió con ojos tristes y dándole unas suaves palmaditas en la mano le indicó que no se preocupase, que al día siguiente charlarían tranquilamente en la biblioteca.
El sueño reparador no llegó esa noche. Le costó rendirse a los brazos de Morfeo y cuando lo hizo, fue durante cortos lapsus de tiempo, como si estuviese luchando en una vigilia constante contra una fiebre que intentase atraparla.
Tras el desayuno, y cuando sus hermanas decidieron dedicarse a sus quehaceres habituales, se dirigió hacia la biblioteca con el objeto de enterarse de algo mas que calmase sus nervios.
-Pasa Lizzy- se oyó tras sus suaves golpes a la sólida barrera que era aquella puerta que separaba dos mundos tan distintos en aquella casa. Al traspasar el umbral, pudo notar el aroma tan familiar a libros, algo de polvo, y vino dulce que impregnaba la sala desde que tenía memoria. Unicamente el papel algo descolorido de las paredes demostraba el paso del tiempo.
Tras tomar asiento en los sillones que había junto a la chimenea apagada, después de abandonar la mesa cubierta de papeles, la joven no pudo dejar pasar mas tiempo antes de preguntar.
-Padre, ¿ocurre algo? ¿Cómo se encuentra?-
-Tranquila Lizzy, no voy a morirme, al menos este año – sonrió con una mueca que no era precisamente lo que mas necesitaba su hija en esos momentos.
-¡Padre! -exclamó sintiendo que su mundo empezaba a desmoronarse.
-Bah, no es para tanto. Es ley de vida. Todos nacemos y morimos en un momento determinado y el médico ha dicho que tengo que cuidarme o estará mas cerca lo segundo de lo esperado. Pero perfectamente puedo sobrevivir tres años o puede que algo mas si la guadaña se olvida de mi- continuó en un tono demasiado humorístico para Elizabeth en esos momentos.
Al ver que los ojos de la joven se tornaban acuosos ante sus palabras, intentó frenar el torrente de emociones que podría desembarcar si se abría semejante compuerta.
-No, Lizzy, no. No es momento de eso. Tenemos que buscar soluciones a la situación. Y no me refiero a la mía -pronunció cortando ese rayo de esperanza que había nacido en ella- si no a la de la familia.
Hola a to s. Después de años si aparecer por aquí, comienzo una nueva historia, partiendo de un one-short que subí hace tiempo. Creo que no será una historia larga pero quien sabe a donde conducirá...
Nos vemos...
