eehmm... si, otro fic xD

¿Que puedo decir? Sibreka y yo se nos ocurre ideas random y luego se transforman en esto xD

DISCLAIMER: BLEACH Y SUS PERSONAJES SON DE TITE KUBO


Emperatriz Repudiada

Capítulo 1

Orihime sintió que todo a su alrededor se hacía pedazos y que el piso debajo de ella desaparecía, no podía ser cierto.

—D-debe ser un error Ichigo. —Tembló asustada.

—Las pruebas y testimonios coinciden. — La miro fríamente y Orihime sintió su corazón congelarse los ojos que antes eran cálidos la veían como si fuese una escoria. — La familia del ducado Tenjiro mato al emperador, a la emperatriz y la segunda princesa ¿Como respondes a eso?

—Y-yo no sé qué ha pasado... Pero no es así. — Hablo Orihime asustada comenzando a llorar. — P-pero no fui yo... ¡No fui yo! H-hemos sido fieles al imperio desde que este se fundó ¿Porque querríamos matar al emperador y la familia real?

—No lo sé ¿Porque no me lo dices tú o el líder de tu casa? — En ese momento un grupo de guardias entro con sus padres y su hermano tras ellos con las manos atadas.

—¡Padre! — Intento correr a éste pero un par de soldados le cerraron el paso. — Ichigo... no, su majestad... por favor, por favor créame. — Comenzó a llorar desconsoladamente. — Créame por favor, mis padres son inocentes, yo también soy inocente.

—Orihime. — Su padre la llamo y al verlo a los ojos entendió todo: Los habían inculpado, pero la pregunta era ¿Quien? ¿O porque? No era justo.

—No tengo nada que creer a una familia de traidores. — Ichigo los miro sin un ápice de pena, detrás de este se encontraba la primera princesa Karin cuya expresión no podía ver completamente. — Les daré la orden de ejecución inmediata.

—¡No! — Sin importarle que los nobles que estaban presentes en la sala la vieran se arrojo al piso de rodillas y bajo la cabeza. — Se lo ruego majestad, si alguna vez me valoro, aunque sea un poco, por favor no mate a mi familia. —Tembló irremediablemente, su rostro estaba empapado.

Ichigo se quedo en silencio y tras un momento de silencio suspiro cansado para volver a hablar.

—No lo hare por ti, pero para evitar futuros atentados los duques Tenjiro y la emperatriz jamás podrán volver a tener contacto y estos estarán bajo constante vigilancia.

—¿Qué dice? — Hablo Kirinji Atónito.

—Esto es con el fin de evitar que la emperatriz filtre información del palacio que pueda afectar a la familia real. El duque será exiliado a su feudo y no puede volver a poner un pie en la capital.

Orihime se mordió el labio mientras aguantaba las lágrimas, ese castigo era aun peor que ser rebajada a plebeya, incluso hubiese aceptado que se divorciaran y la exiliara del reino, pero no hablar jamás con sus padres le desgarraba el corazón.

—Como lo ordené su majestad. — Susurro con todo el dolor de su alma, no podría contactar jamás a su familia, pero eso era incluso mejor que la muerte y sabia que vivirían al menos en el territorio de los Inoue a salvo.

Los nobles bajaron la cabeza y tras unas palabras abandonaron la sala, los guardias se llevaron a su familia y la joven no pudo siquiera despedirse, solo alzo la mano en un pequeño gesto mientras que su madre lloraba y su padre la veía impotente sin poder hacer más por su pequeña, el salón quedo solo dejando únicamente a la pareja real junta.

—Por desgracia no me puedo divorciar de ti o enjuiciarte porque quiero evitar una guerrilla interna y mantener el equilibrio. — Se puso de pie. — Me repugnas, no pienso volver a tocarte jamás. — Se rio cruelmente. — De hecho creo que prefiero ver un ilegitimo en el trono que un niño con la sangre de los Inoue gobernando mi nación. — Orihime solo temblaba y su corazón se partía con cada palabra que el hombre que amaba decía. — Largo.

Salió de la sala del trono con una faz impasible.


Ella es la Emperatriz.

Ella es la mujer más importante del Imperio, solo por debajo del Emperador.

Tiene riquezas, un palacio, cientos de personas a su servicio y un vestuario que toda noble envidiaría.

Sin embargo, es la mujer más desdichada del Imperio.

Porque su marido, el hombre que ama con todo su corazón, la repudia.

Como una muñeca se deja vestir por una de sus doncellas, quien le arregla la capa roja que va adjunta a su vestido poco ajustado y del mismo color, con diamantes pequeñísimos de bordado desde las hombreras a nivel de sus codos; no lleva mangas y la falda es tan larga que tapa sus zapatos del mismo color, una persona normal corre el riesgo de caerse pero Orihime Kurosaki tiene el don de caminar con lo que sea que lleve puesto perfectamente. Otra doncella le pone unos pendientes circulares de oro que les cuelga a cada uno un diamante rosa en forma de corazón y va al otro extremo del cuarto gigantesco, de seguro a buscar una tiara que combine.

La tercera doncella se encarga de peinarle su cabello color naranjo y largo hasta los muslos con un cepillo de oro que tiene incrustaciones de rubí que forman la T por su apellido de soltera y casa de origen: Tenjiro, uno de las tres casas del ducado más longeva y poderosa después de la familia Imperial. Incluso desde que se anuncio su nacimiento, todos dieron por hecho que ella se casaría con el entonces Príncipe Heredero porque en su familia han habido cuatro mujeres y dos hombres que formaron matrimonios con los Kurosaki, por eso ellos celebraron el día que el Emperador Isshin lo hizo oficial, convirtiéndola en Princesa Real.

Todo era perfecto para Orihime: una familia amorosa, siempre consentida y con un matrimonio que todas envidiarían por tener, ya sea por poder, el dinero o porque Ichigo Kurosaki es un marido que siempre le daba amor, tanto en privado como en público.

Hasta hace cinco años, tras la tragedia que la hizo ganarse el odio y repudio de su propio marido.

—Olvida la tiara. — Dice ella, sin ver a la segunda doncella. — Me duele la cabeza.

—Como ordene majestad. — Sin nada más que hacer, se queda quieta esperando siguientes órdenes.

—¿Puedes ir a ver si Nelliel ha terminado con mi carruaje?

—Sí majestad. — En silencio se retira.

A falta de tiara, la doncella que peina su cabello termina más pronto, recogió la mitad del pelo en hacerle una especie de trenza que se enrolla como una serpiente y con un broche de flores en diamantes como decoración.

—Gracias — Murmura la mujer una vez han terminado de arreglarla.

—Es un honor, mi señora.

—Mucha fuerza hoy Su Majestad. — Dice la otra doncella. — He escuchado que la marquesa anda más entrometida.

—¿Y cuándo no lo está?— Murmura en un suspiro cansino.

—Su Majestad, el carruaje está listo. — Se hace presente su dama de honor, una mujer poco alta, curvas de infarto y de larga cabellera verde. — Kira y Shuuhei esperan para escoltarla — Refiriéndose a su escolta.

—Pues vamos, entre más pronto terminemos la reunión con el Emperador, más pronto dejaran de mirarme menos.

Orihime detiene sus pasos al escuchar gemidos.

Gemidos saliendo del estudio de su esposo.

Se queda mirando la puerta con esos ruidos resonando en sus tímpanos y al escuchar un "su majestad" o "emperador" es un puñal a su corazón que debe disimular ante los soldados y criados presentes que la observan entre curiosos y con lastima.

Sobre todo lastima.

Frente a todos suelta un suspiro, tratando de verse cansada y aburrida cuando en realidad quiere llorar, y da media vuelta.

—Vamos — Dice a su dama de compañía y escoltas.

—¿Emperatriz?

—Si de verdad quiere hablar conmigo, que vaya a buscarme. — Explica mientras camina con la cabeza bien en alto hacia la salida. — No tengo por qué esperar a que termine de jugar.

Sus tres acompañantes la siguen de inmediato, preocupados si se va a meter Orihime en problemas pero a ella honestamente no le importaba. No en ese momento que escuchar claramente a su marido tener sexo descaradamente con otra mujer, sabiendo que ella iba a ir por el asunto de los impuestos. Lo terminara por su cuenta, al menos su parte y ya luego que Ichigo se lo arregle por su cuenta.

Pensar que posiblemente trabaje hasta tarde le da satisfacción.

—Buenas tardes su majestad.

Y la satisfacción desaparece.

Inmune ante los ojos curiosos, mira a la culpable del sonido fastidioso a sus tímpanos: La hija del marqués Scorpio: Marianne Scorpio. Una mujer de larga cabellera platina y ojos almendrados.

La amante favorita de su esposo.

La marquesa Marianne se inclina ante la emperatriz, pero todos, incluso Orihime mismo, notan el tono burlón en sus palabras.

—Buenas tardes. — Saluda la mujer estoicamente y sin un ápice de emoción en su rostro que demuestre su sentir, los años le han enseñado a ser una excelente actriz.

—Lamento molestarla, me dirigía a donde se encuentra el emperador. — Hablo casualmente.

—¿Ah sí? Adelante, vaya con cuidado. — Orihime enseña el camino. — Le advierto que va a tener que esperar un poco... esta ocupado con su nueva flor barata. Sonríe inocente por sus propias palabras, casuales y ordinarias pero con veneno encima. Un ataque directo a Marianne, quien no le gusta que Ichigo ande von otras amantes sabiendo que está allí y que le digan "barata". —Si me disculpa... buenas tardes marquesa. — Emprende de nuevo su viaje.

—Majestad... — La llama pero Orihime no se detiene y eso la molesta, sin embargo lo esconde. — ¿Aun no hay nada?

—No sé de qué me habla marquesa.

—Me refiero a un heredero. — Dijo fingiendo preocupación.

Al fin, para placer de Marianne, la Emperatriz se detiene y da media vuelta y verla. A su lado, Nelliel se ha molestado y sabe que su par de escolta les está dando ganas de matarla ya. Y la gente alrededor está entre tensos y divertidos de lo que pasa entre las dos, de seguro preguntándose quien ganara ahora la partida entre la esposa y la amante.

—Su majestad y yo aun no pensamos en ello. — Es la respuesta que da, evitando no pensar en lo que le dijo cinco años atrás: prefiero a un bastardo en mi trono que un hijo salido de tus entrañas.

—Es que... Creo que debía saberlo... Estoy embarazada. — Dijo avergonzada, pero secretamente tenía una sonrisa maliciosa.

—¿Si? Muchas felicidades. — Dijo con una sonrisa pequeña.

—Quería decírselo, temía que si lo supiera por otra fuente seria grosero, así que creí conveniente decírselo de mi propia boca. — La doncella y los guardias de la emperatriz tenían que contener sus ansias de clavar sus espadas en esa mujer o golpearla hasta que de su boca no emitiera palabra alguna. — Yo... me preguntaba si podía darle unas palabras a mi bebé.

—¿Unas palabras para su hijo nonato?

—¡Sí! Me encantaría que mi niño tuviera una bendición de su majestad.

—Bueno, podría dárselas, pero no sería correcto.

–¿Eh? Pero lo hizo con la duquesa Kuchiki.

—Ah sí, es que el bebé es legítimo. — Respondió la pelinaranja. — Ya sabe que la iglesia prohíbe bendecir a los bastardos, me temo que eso me ata de manos. —Sonrió la mujer. — Por cierto debería tener cuidado cuando nazca.

—¿Qué?

—Ya sabe que un bastardo de la familia real es generalmente despreciado y repudiado en el trono. —Orihime hablo preocupada. — Ha habido precedentes en que los hijos ilegítimos traen con ellos desgracias al reino, por su bien le recomiendo tener cuidado. — Sonrió y se marcho con la cabeza en alto.

En cuando dejaron de ser rodeados por ojos y oídos, su dama de compañía Nelliel por fin habló, furiosa.

—¡¿Quien se cree esa... flor barata?! — La emperatriz sonríe al oír el apodo creado hace unos minutos. — ¡No solo se comporta como si fuese la señora, ya da por sentado que su bastardo se sentara en el trono!

—Posiblemente lo haga. — Admitirlo es un puñal a su pecho. — Ichigo lo ha dejado bastante en claro.

—Emperatriz... — Nelliel se entristece de verla así.

—Está bien, no me importa lo que haga mientras mantenga mi puesto de Emperatriz.

No estudio desde los cinco años por nada.

—Emperatriz. — Otra vez le cortan el paso pero al menos es alguien agradable. Un hombre poco más alto que ella, cabello rubio y juega con su inseparable abanico. — Buenos días al Escudo del Imperio.

—Duque Kisuke, buenos días. — Su sonrisa cordial es genuina. — Iba de regreso a mi carruaje, ¿Me escolta?

—Todo un honor.

El par reanuda la marcha en silencio, perseguidos por Nelliel y el par de guardias. Orihime entiende que Urahara (su apellido de soltero que mantiene en el trabajo pero legalmente es un Shihouin) ya es conocedor de lo que está ocurriendo en la oficina de Ichigo y de ahí que este con ella y no esperando por ahí.

—Espero que mi noticia la alegre un poco.

—Acabo de cruzarme con la marquesa, por lo tanto cualquier cosa me alegra.

El hombre de cabellera dorada sonríe cómplice y saca oculto en su bolsillo interno del saco un sobre algo grueso de color pergamino. Tiene el sello de los Tenjiro y eso anima bastante a la Emperatriz.

—El Emperador ha revisado anoche el contenido de la carta, por lo que pensé en dársela ya.

Es verdad, el sello con cera de vela está roto, prueba que fue revisada sin vergüenza a pesar que no iba a dicha persona, sino a Orihime.

Solo Ichigo haría eso.

Y no puede quejarse porque es parte de la condena.

—Gracias Primer Ministro. — El carruaje ya la espera y el duque ayuda a subir tanto a la emperatriz como a la dama de compañía Nelliel. — Le hare llegar mi parte del trabajo luego de la cena.

—Entendido pero por favor, no se esfuerce más de la cuenta. Se merece un descanso.

—Si Marianne no miente sobre su embarazo, es probable que descanse pronto.


Orihime entra a su estudio pidiendo a una de sus doncellas que vaya a traerle té y varios bocadillos que adulcen las horas que le espera por trabajar... y es que aun no es hora de hacer el impuesto y salario de los criados de todo el palacio.

Con un suspiro de cansancio cae sobre su enorme sillón de cuero y apoya sobre el caro escritorio de caoba el sobre enviado desde la casa rural de los Tenjiro; melancólica se empieza a imaginar los jardines y el bosque que tanto le gustaba de niña recorrer con Sora, subir a los manzanos y comerse un de las frutas mientras cuelga de la rama boca abajo.

Lo que daría por volver a pisar su hogar, daría lo que fuera aunque sea solo una hora, volver a correr por los jardines o fundirse en un abrazo de sus padres y hermano. Su cuerpo ha olvidado lo que se sentía tener los mimos de su familia y le duele el pecho. Mucho. Al punto que ahora mismo, por culpa de aquel anhelo, está llorando nuevamente y debe buscar uno de sus pañuelos rápido o la oirán sollozar al otro lado.

Ni siquiera le permitió un abrazo de despedida.

Respira hondo y toma hasta el fondo un vaso lleno de agua que le dejan siempre en caso de tener sed. Toma otro y otro hasta al menos estar segura que todo se encuentra bien otra vez, que no llorara como una niñita ni como el día que empezó su Infierno.

Abre el sobre sin problema gracias a Ichigo por romper el sello y se encuentra dos cartas y algunos dibujos que por la firma, los ha hecho su padre. Busca primero la carta que es de su madre, fácil de reconocer por lo elegante que es su letra, como todo lo que es ella en realidad.

"Mi princesa de la primavera

Antes de contarte las últimas noticias, déjame primero saludar a mi yerno que de seguro está leyendo esta misiva y felicitarlo por su cumpleaños número veintinueve que fue una semana atrás de la fecha en que te escrito. Por eso adjunto una carísima botella de coñac para ti, su majestad y espero que te guste una vez compruebes que no está envenenada..."

Orihime se echa a reír, bajito y con moderación, no quiere llamar la atención al otro lado de su puerta. Se puede imaginar la cara de su marido mientras leía aquellas líneas, su ceño se habrá fruncido y una vena le apareció en la sien.

Su madre siempre ha tenido el don de la palabra. Puede frustrar o enojar a alguien con tanta sutileza que hay que ser bien listo para darte cuenta.

"Ahora que ya he dado mis respetos al ilustre Emperador, ahora soy toda tuya mi pequeña. Tu padre, que sigue sin escribirte porque sabe que son leídas por terceros y es mejor evitar que diga cosas inapropiadas que queden registradas, sigo siendo su intermediaria y me pide contarte lo mucho que te ama y que disfrutes los dibujos de sus últimas investigaciones.

De seguro Sora te dirá con más detalle en su carta pero déjame darte la noticia primero (porque sé, o quiero creer, que siempre me lees a mí primero): Sora va a ser papá. Harribel lleva en esta fecha tres meses de embarazo..."

Orihime deja de leer, luego relee lo último y se queda estática con los ojos clavados en la palabra "embarazada".

Harribel está embarazada.

La marquesa está embazada.

De nuevo caen lágrimas por sus ojos mientras se frota su vientre. Vacio.

—No seas egoísta. — Susurra, se regaña a sí misma limpiándose las mejillas. — Estás feliz por ellos.

Y es verdad, sinceramente goza de dicha con la noticia de que en unos meses será tía y tendrá un sobrino a quien malcriar. Sin embargo... no puede evitar sentir también esa depresión de no disfrutar la dicha de su barriga creciendo a la llegada de un bebé hermoso al cual amar incondicionalmente y se pregunta si Ichigo, como ella, se detuvo en esas líneas y se quedo pensando como ella o simplemente siguió de largo con la lectura.

O peor, se rió de ella con crueldad, porque sabe que no tener un hijo le duele.

Tocan a la puerta y decide mejor continuar la lectura en la noche, antes de irse a dormir. Pide que esperen un momento, no quiere ser pillada así de sensible y débil; guarda todo lo que recibió dentro del primer cajón, toma otro sorbo de agua y se asegura que no se le note lo triste que ha quedado.

—Adelante. — Autoriza la entrada y no tarda en llegar la doncella de nombre Ogawa con un carrito con el pedido y detrás de ella Nelliel se acerca con su inseparable cuadernillo en donde apunta su agenda y sus peticiones.

—Emperatriz, ha llegado la marquesa Ichimaru con los trajes que usara unto al emperador en el desfile de aniversario.

—Fantástico... ¿Está con mi esposo ahora?

—Sí, le queda más cerca. — Hace una mueca. — Espero que no esté aguantando a la marquesa Marianne.

—Nelliel… ella puede ser la amante de su majestad, pero sigue siendo la marquesa. Debes tener cuidado con lo que dices.

—Solo es marquesa porque su hermano ha tomado el título. — Le recuerda mientras Ogawa sirve el té en silencio. — Y no le va a servir de mucho su estatus si el Emperador le quita el título de Consorte Real.

—Y con el embarazo no creo que eso pase. — Murmura melancólica. — Gracias Ogawa.

—A sus órdenes mi Emperatriz... y le informo que la cocinera Kirio tendrá brownies listos en dos horas.

—Si ese es el caso, me voy a asegurar de tener el papeleo listo para disfrutarlos mejor. — Sonríe de oreja a oreja con las mejillas coloradas.

—Emperatriz, ¿Agrego a la marquesa Rangiku en la hora de su almuerzo?

—Claro Nelliel, será agradable una comida animada con ella luego de no vernos el mes pasado.

En el cumpleaños del Emperador.

Y al cual Orihime no asistió porque el cumpleañero se lo prohibió. Al día siguiente se tuvo que aguantar cómo la marquesa Marianne y sus allegados no paraban de comentar como ella era la estrella a pesar de ser Ichigo el festejado, los cumplidos no paraban, que se sentó en el regazo del Emperador sin pena y éste no se enojo... y ni hablar que se sentó al lado del hombre en el banquete. En la silla de Orihime. La silla de la Emperatriz.

Lo que no contaron y que lo supo por sus amigas, hubo un escándalo de nobles que no aprobaban aquel "insulto" a la emperatriz por parte de la marquesa y que Ichigo debía tomar represalias en vez de permitirlas. Que Marianne debe comportarse como la Consorte y no tomarse atribuciones que no le corresponden. La consorte, molesta o ofendida, le hizo un show de lloriqueo a Ichigo y le rogó que lleve a esos hombres a prisión, y lo habría hecho, se le notaba, si Urahara no hubiera intervenido, recordándole que si llega a prisión a esos hombres por proteger a una "consorte insolente", su reputación de líder se verá afectada, por lo que Ichigo se fue del lado del rubio y su amante paso el resto de la velada malhumorada y en el asiento que le corresponde, a cinco pasos de distancia del Emperador.

Orihime tenía curiosidad de saber por qué estaba a punto de hacer una estupidez, él no es así, pero sabía que eso con llevaría a una disputa con su marido y está cansada de pelear y dialogar inútilmente. Así que hizo la vista gorda y siguió con el papeleo.

Como ahora.

Trabajó sin descanso casi tres horas, quería su mente ocupada a propósito, así no piensa en embarazo y consortes que dan dolores de cabeza. Nelliel apareció en escena nuevamente, con los famosos brownies de Kirio y, contenta, Orihime deja su trabajo en reposo y va a su mesita del té, en donde su dama de compañía ya prepara todo lo necesario.

Media hora después, termina de comer un brownie con una sonrisa radiante en sus labios. Como siempre, Kirio se luce a la hora de consentirla.

La puerta se abre sin siquiera un toque de anuncio, prueba que es Ichigo. Solo él puede entrar en donde se le venga en gana… excepto quizás a su dormitorio, pero debe estar muy molesto para preocuparle.

Suspira, su felicidad ha desaparecido por completo.

Alza la vista, contemplando la impotente y gallarda figura de su esposo, el prodigio de la espada y con una presencia que obliga hablarle con respeto o tendrás el cuello roto. Y ni hablar de cómo los músculos se le nota en ese uniforme negro. Siempre le ha sentado bien, desde sus doce años le ha ayudado con su porte de digno heredero, más ahora con sus casi treinta años con el cuerpo trabajado y mirada gélida color café.

Hubo una vez que esos ojos chocolate la miraban con dulzura mientras le daba mimos.

Hoy la ven como si la basura valiese más que ella.

Eso aun le duele, sin embargo no lo demuestra su cara (ya no, aprendió a ocultarle su corazón) y con elegancia deja la taza con su plato sobre la mesilla a su lado.

—No es normal que Su Majestad venga a mi palacio.

—¿Qué haces aquí, comiendo en vez de estar trabajando?

Ah, yendo directo al grano como siempre.

—Lo que yo haga con mi tiempo no es asunto suyo, emperador.

—Te he mandado a invocar hace cinco horas, ¿Y te atreves a hacerme venir?

—Fui... pero usted estaba ocupado consolando a una dama, así que me volví.

Al menos se atreve a mostrarse pillado como un niño que ha cometido una travesura. Aunque fue por unos segundos ya que ha vuelto a mostrarse molesto.

—No importa lo que yo esté haciendo, tu deber es esperar

—Ni una esposa quiere estar escuchando como su marido le sube las faldas a una fácil y yo no soy la excepción. — Toma de su té. — Así que me vine a trabajar.

—Ya te veo trabajando

— Es mi recompensa por terminar el presupuesto a la milicia que supuestamente íbamos a hacer los dos, pero que usted considero que tenía otras cosas importantes. — Celebrando haberlo atrapado otra vez, señala su escritorio a unos metros. — Mi parte esta lista y lo enviare con el Lord Urahara luego.

Las manos de Ichigo golpean la mesa y sus manos temblaron un segundo. Tomando valor, ella lo ve indiferente a pesar de la rabia en los ojos de su marido. Consciente que puede decapitarla.

—Pero si el Rey Ginjo o el Emperador Aizen le piden una cita, usted va corriendo contenta a sus brazos

Orihime sonríe

—Ellos no me hace esperar.

—Cuidado Emperatriz, soy tu marido.

—Pero no el dueño de mi corazón.

—No sabes cuánto te detesto — Y se marcha dejándola con lado palabras en la boca.

¿Sabes que te amo verdad?—Dijo Ichigo mientras besaba su mano y la envolvía en sus fuertes brazos.

Lo sé, yo también te amo Ichigo. —La sonrisa de Orihime era sincera y brillante estando en los brazos de Ichigo, se sentía la mujer más feliz y afortunada de la tierra.

Ahora esos tiempos le parecían una eternidad, aunque solo habían pasado cinco años.

—Su majestad. — Susurro Ogawa acercándole un pañuelo.

Orihime se sorprendió al sentir la humedad en sus manos y las lagrimas correr por sus mejillas no supo en qué momento empezó a llorar.

—Gracias Ogawa.

—Su majestad no merece recibir este trato. — Su doncella se puso de rodillas frente a la mujer quien sonrió y tomo las manos de su doncella.–Si no fuera por esa maldita acusación y esa mujer. — Dijo entre dientes. — El emperador es un est...

—Basta, no debes maldecir al emperador y a la consorte real.

—¡Pero...!

—Ya he perdido mucho en estos años, no quiero que también me separen de lo poco que me queda y me une con mi familia, por favor. — Le suplico, Ogawa era la nieta de su nana y desde que nació se había criado en el ducado Tenjiro Inoue, se convirtió en la doncella de Orihime por su propia voluntad aunque eran de la misma edad por lo que nunca se había separado de ella, tenía una enorme devoción y gratitud a la chica y el duque.

—Bien. — Respondió mordiéndose la lengua. — Pero mi señorita se merece ser feliz. — Orihime sonrió aunque ya era la emperatriz la chica aun la llamaba su joven señorita en ocasiones. — Si tan solo pudiera divorciarse estoy segura que las propuestas le lloverían de inmediato, usted es hermosa después de todo. — La joven se puso de pie nuevamente haciendo un puchero.

—Eso sonaría bien. — Orihime sonrío. — Y gracias por lo de hermosa, pero tú y yo sabemos que no seré libre nunca. — Dijo cabizbaja mientras colocaba la taza de té en la mesita.

—Majestad…

—Vaya, los brownies están deliciosos pero será mejor guardarlos para más tarde ¿No crees? — Cambio el tema rápidamente, la doncella entendió el mensaje para cambiar la conversación.

—Sí, los guardare para después, es mejor comerlos en un momento de relajación o tendrán un mal sabor. — Ogawa sabía que el té y el bocadillo habían sido arruinados debido a la visita del emperador así que recogió la mesita y lo puso todo en un carrito de servicio que otra sirvienta se llevo.

—Su majestad. — Otra doncella entro a la habitación. — La marquesa Ichimaru ha terminado con el emperador y solicita audiencia con usted.

—Llévala a mi vestidor por favor y ponla cómoda.

—Como usted ordene. — Esta se retiro rápidamente.

—Ogawa, ayúdame. — Llamo a su doncella.

La joven castaña se puso manos a la obra con el maquillaje de la emperatriz, no dijo nada pero la doncella sabía cuál era su trabajo: disimular el pequeño momento de debilidad que había tenido.

Después de unos momentos de retocar el maquillaje Orihime salió dignamente de su habitación y se dirigió al enorme cuarto que le serbia de vestidor.

La marquesa Ichimaru Rangiku era una mujer preciosa y deseada por varios hombres cuando era soltera, alta, de hermoso cabello rubio, ojos azules y cuerpo de infarto eran sus armas para atraer las miradas sobre ella, fue una sorpresa cuando rechazo incluso al príncipe de un país vecino para casarse con el marqués Ichimaru Gin un hombre misterioso, sarcástico y considerado un genio que era el encargado del departamento administrativo del imperio, un pilar de la burocracia. Aunque muchos pensaban que era algo excéntrico debido a su comportamiento, nadie sabía cómo había logrado atraer a la joven hija del conde Matsumoto pero algo era obvio y es el que eran un matrimonio de lo más feliz.

La ojiazul comió rápidamente su galleta y se puso de pie de inmediato.

—Saludó a la luna y escudo del imperio, su majestad la emperatriz. — Dijo educadamente tomando su vestido e inclinándose en una reverencia.

—Ha pasado un tiempo sin verla marquesa. — Sonrió la pelinaranja. — Puede alzarse.

—Ha sido un tiempo, cierto.

—¿Está bien su marido?

—Por supuesto, en este momento debe estar molestando a los nobles bajo su cargo. — Rangiku podía imaginar al marqués causándoles dolor de cabeza a sus hombres con sus órdenes, lo cual no estaba muy lejos de la realidad. — Cada vez que veo a su majestad es aun más hermosa.

—¿Lo cree así? Yo soy la que cree que se ve aun más bella marquesa.

—¿Quiere sonrojarme? — Chillo emocionada. — Lo está logrando.

—No era mi intención. — Se ríe.

—Lady Nelliel ¿Ha estado bien?

—Si marquesa, gracias por su preocupación. — La dama de honor de Orihime se inclino.

—¿Segura? ¿Cómo ha estado el joven Grimmjow?

—A-ahh…

—Ran no la molestes. — La emperatriz interviene y toma de los hombros a la peliverde. — Calma Nell, ya sabes cómo es la marquesa Ichimaru.

—L-lo sé… pero el joven Jargerjaques y yo solo somos buenos amigos.

—Mmm, amigos. — La marquesa miro insinuante a la chica.

—¡E-es verdad! — Se sonrojo.

Orihime se divirtió con la escena frente a ella, Nelliel era la hija de un barón, un rico comerciante y líder del gremio de empresarios del imperio, pese a ser baronesa y la siguiente en tomar el titulo de la familia Nell acepto ser su dama de compañía en el palacio y su mano derecha, aunque en realidad la emperatriz la acepto porque sabía bien que la joven de cabello aguamarina estaba enamorada de un joven e influyente noble de las noches, la emperatriz esperaba poder mediar y concretar una alianza entre los dos países con un matrimonio entre ambos y sabia que no se eran indiferentes uno con el otro el problema era que Nell era un poco tímida y el otro muy orgulloso, los dos eran muy cabezotas para admitir lo que sentían por el otro

—Se dará lo que tenga que darse. — Comento la emperatriz entre bromas dejando a una Nelliel sonrojada y haciendo un puchero.

—Olvidando los formalismos… — Hablo la rubia. — ¿Cómo te ha ido? — La miro seriamente.

—No me puedo quejar, el trabajo va bien y las gestiones van a la orden del día en el imperio.

—Sabes que no me refiero a eso, sino a lo "otro".

Rangiku Matsumoto no solo era la marquesa Ichimaru y la diseñadora oficial de la familia real, era una gran amiga de la emperatriz aunque fuera siete años mayor que ella y era también un gran soporte para Orihime.

—Igual que siempre. — Respondió como si no le importara, ante todo debía guardar la calma y una perfecta apariencia. — No quiero hablar de ello Rangiku… escuche que le has medido el traje a mi marido ¿Esta listo mi vestido?

—He venido para terminar algunos ajustes. — Rangiku aplaudió un par de veces y un par de mujeres entraron a la habitación cargando varias cajas. — Si no te molesta pondremos la prenda preliminar antes de comenzar a ajustar el largo, también para comenzar con los adornos y las decoraciones. — Ya entre ellas no les molestaba tutearse.

—Bien.

Orihime fue ayudada por varias doncellas a desvestirse y ponerse el vestido que estaba en proceso, Rangiku doblo algunas secciones, coloco alfileres aquí y allá para comentarle después de ello a la emperatriz que adornos deseaba usar en la prenda, después de elegir entre el catálogo y sugerencias de ambas las costureras se retiraron del lugar y la pelinaranja fue arreglada rápidamente por sus sirvientas personales nuevamente.

—El vestido estará listo dos días antes del banquete de fundación. — Aviso orgullosa.

—Muy bien, yo se que nunca me defraudas Rangiku ¿Quieres almorzar aquí?

—¿Irme sin probar las delicias de Kirio? Aceptare encantada la invitación de la emperatriz.

Las pruebas y demás habían llevado más de tres horas, así que el almuerzo ya se lo habían saltado.

Las mujeres salieron de la habitación hasta el comedor del palacio de la emperatriz donde la mesa ya había sido preparada para ambas. Probaron las delicias de la cocinera de la emperatriz entre risas y demás, cuando terminaron con el postre y se movieron al invernadero privado de la emperatriz fue cuando Rangiku se atrevió a externar su molestia.

—No soporto a Lady Marianne.

—¿Te hizo algo?

—Se atrevió a pedirme que le diseñara un vestido personalizado.

—¿Qué?

—No conoce la vergüenza, en primer lugar ¡sabe que eres mi amiga! — Grito indignada. — En segundo lugar yo solo diseño para la familia real, no para las putas del emperador, por ultimo y no menos importante ella debería estar consciente que si no es que del noventa por ciento de los nobles te apoyan y somos parte de la facción de la Emperatriz, es una perra.

—Es la consorte real Rangiku, ten cuidado en el palacio hay oídos y ojos en todas partes. ¿Qué tal si su majestad toma cartas en el asunto?

—Que lo haga, no me importa.

—Ran. — La regaño suavemente.

— ¿Qué? Es la verdad.

—Si el emperador lo ordena sabes que tendrías que hacerle el vestido, quieras o no.

—Orihime ¿Como me pides que le diseñe algo a la mujer que le quito su esposo a mi amiga? El hombre que ella tanto ama.

—Creo que ya no hay amor aquí en ambas partes Rangiku. — Trato de calmarla.

—Orihime, podrás engañar a cualquiera pero no a mí. — Dijo seriamente la ojiceleste tomando sus manos. — Esos rastros de lagrimas no me mienten ¿Sabes? Pero el emperador no te merece.

Orihime sonrió suavemente, la siempre leal Rangiku alentándola y apoyándola sin miedo, si no fuera por ella, Ogawa y muchas personas que la querían hace mucho que se habría rendido y ya estuviera muerta; en algún punto admite que pensó en acabar con su propia vida, pero su cobardía y el solo pensar en su familia triste la detuvo.

—Su doncella personal y yo le hemos dicho lo mismo. — Suspiro cansada Nelliel.

—En serio, creo que deberías divorciarte del emperador y comenzar de nuevo.

—Eso sería difícil, tengo un deber con el imperio y se lo prometí a mis suegros.

—El antiguo emperador y la emperatriz que en paz descansen castrarían a su hijo por lo que está haciendo, se estarán revolcando ahora mismo en sus tumbas. — Dijo Rangiku desganada. — Deberías tener alguien guapo, que te respete y te admire algo así como el emperador de las noches.

—¿Qué?

—No fue obvio para muchos pero algunas damas y yo notamos como te miraba el emperador Sousuke Aizen.

—Dios ¿Qué cosas dices? — Se puso roja como tomate. — ¡Estoy casada!

—Sí, con un imbécil que no dudo en tirarte por otro culo. Deberías considerar lo que te dije.

—Solo hablamos durante la reunión para un acuerdo de paz.

—Pero es sabido que el emperador Sousuke valora a las personas inteligentes como tú, no dudo que si dejas a su majestad él vendrá en menos de un día a proponerte ser su emperatriz… ¡Oh! Quizás el rey Ginjo Kugo.

—Él no está interesado en mí.

—Yo los vi hablando muy secretamente en el cumpleaños del emperador, aunque tú no hayas asistido se que hablaron al día siguiente.

—Sí, porque va a la fiesta de té anual de Rukia, quería un consejo de qué llevar y regalarle.

—¿Va también?

—Creo que Rukia lo invito porque es amable conmigo

—Más bien porque le gustas y así pasan un momento a gusto.

—Rangiku.


Mientras tanto Marianne se sienta sin vergüenza en el regazo de Ichigo, había entrado sin anunciarse y en vez de molestarse él por entrar sin permiso a su oficina le sonríe e invita.

—Me abandonaste en el almuerzo — Reprocha ella como una niña

—Lo siento, el aniversario esta a la vuelta de la esquina que se duplicó el trabajo... y ni hablar que viene el Rey de Wolfsong con su comitiva por los nuevos tratados de paz.

—Aburrido. — Le quita unos papeles y los tira al suelo. — ¿Cuál es el fin de tener gente que haga tu trabajo si no los explotas?

—Así no son las cosas Marianne. Si hay gente que me ayuda en esto pero es para que no muera por sobre trabajar... no es sencillo ni para veinte personas dirigir veinte países.

—Pues contrata más hombres, eso de pensar tanto por otros da migraña. Déjales a tus empleados trabajar y disfruta la vida como debe hacer un Emperador. — Lo besa, su mano deslizándose por su brazo. — Dale todo el trabajo a ese odioso duque Shihouin y vámonos juntos de vacaciones a celebrar la llegada de nuestro hijo.

—Tentador pero no-... — Suelta un quejido de dolor.

—¿Mi señor? ¿Qué tal esas vacaciones?

—Mi cabeza...

—Eso le pasa por trabajar... anda, vayámonos.

Tocan la puerta, interrumpiendo el "extraño" ambiente.

Ichigo ordena en un gruñido que pasen mientras le hace a su consorte una señal a que se ponga en pie. La susodicha obedece malhumorada, yendo a un rincón de brazos cruzados.

Si la dejaran deshacerse de la estúpida ladrona Orihime, ahora mismo seria ella la Emperatriz y no tendría que tener un comportamiento frente a los demás.

Hablando del duque Shihouin, éste se hace presente con papeles en mano e indiferente a la presencia de Marianne, cosa que la enfurece. ¿Cómo se atreve? Ella es la marquesa y la consorte del Emperador, se merece el mismo respeto que la odiosa Orihime. Solo se cree mucho por haber ascendido a Duque aquel vulgar conde sin ni un centavo.

—Buenas tardes Duque Shihouin. — Ella lo pondrá en su lugar enseñándole que sí tiene modales.

—Buenas tardes Lady Marianne. — Superficialmente sonríe amigable pero ella ve claramente el asco y la broma cruel al no llamarla con su título. — Su Majestad. — Habla rápido a Ichigo, antes que ella hable otra vez. — Tenemos que terminar el papeleo de la milicia. — Enseña los papeles. — Aquí está la parte de la gloriosa emperatriz. Un trabajo estupendo como corresponde. — Orgulloso.

Ichigo solo bufa ante el halago, muy distinto a su Consorte, ella se enfureció más porque está claro que la insulta con una comparación: Orihime es la mejor y ella no.

No por mucho tiempo, piensa actuando una sonrisa.

—De seguro quieren hablar de estas cosas sin mi presencia.

—Claro Marianne, puedes esperarme en mi dormitorio.

—Estos temas pueden "aburrirla" mi Lady.

Traducción: eres tonta.

Veamos quien ríe al último.

Manteniendo su sonrisa sale del estudio.

Una vez sola en los aposentos del Emperador, Marianne pesca un cojín del mueble más cercano y lo avienta hacia la ventana. ¡Todo el esfuerzo que tuvo que hacer y aun hay imbéciles que le quieren arrebatar a su hombre y cómoda vida!

—¡¿Hasta cuándo debo soportarlos?! Solo debo pedirlo e Ichigo los matara a todos... y entonces yo seré la Emperatriz del Imperio.

—No seas estúpida. — Marianne gruñe y ve a uno de sus hermanos: Ezra. — Si fuera así de fácil, lo habríamos hecho hace cinco años.

—Tengo a Ichigo en la palma de mi mano. Una orden y todo será mío.

—Si te hubieras dedicado a estudiar un poco en vez de hacer berrinche... — Su hermana gruñe enojada. Como su hermana tiene el cabello platino y ojos verdes. — Sabrías que si matamos a la Emperatriz, la Nobleza se le pondrá encima a Ichigo y perderá el sesenta por ciento de su tropa.

—¡Eso es ridículo, es el Emperador, todos deben acatar su ordenes y acciones sin cuestionarlas!

—¿Por qué las mujeres son estúpidas? — Ezra suspira cansado, aguantándose las ganas de abofetearla. — El Emperador sin una fuerte cadena de apoyo de los Nobles está desprotegido, la ley permite que si el setenta por ciento de los Nobles alegan que su líder no es apto, queda encerrado en sus aposentos y es reemplazado, siempre y cuando el Emperador este de acuerdo. Si matas a Orihime, en este caso sería la princesa Karin... y tú, nosotros, con Ichigo encerrado, estaríamos sin protección y descubrirían lo que hicimos.

—¡Pero la quiero muerta ya, estoy cansada que esos bastardos me miren menos! ¡Incluso la zorra de Rangiku se negó en hacerme un vestido justo delante de Ichigo!

—Se paciente — Le toca la barriga. — Ya has dado un gran salto esperando al heredero del imperio, pronto la gente que te miro mal vendrá a buscarte por un beneficio... en ese día que acabaremos con todos esos presumidos.

Esas palabras animan a Marianne.

—Quizás debería reemplazarla en algunos deberes, así perderá aliados.

—Hmmm… no es mala idea. — Se encoge de hombros. — ¿Qué puede salir mal? Solo debes hacer lo mismo que una Emperatriz: sonreír todo el tiempo, verte bonita, aceptar todo lo que te dicen los hombres importantes y asistir a bailes.