Capitulo 8: La gran broma.
La gran biblioteca negra, era sin duda una de las más grandes maravillas creadas por los Eldars en la edad de los dioses, y la única que había sobrevivido a la gran caída de su raza.
La biblioteca negra era un deposito de conocimiento tan grande, tan basto, que incluso los dioses tendrían problemas para leer todos los libros, Cegorach no era una excepción a esa regla, al dios que ríe le tomo no menos de 900 000 años poder leer todo lo que los Eldars sabían sobre el caos, sus dioses y el inmaterium. Y ese conocimiento, solo representaba una parte, una minúscula parte de todo el conocimiento que se allí se almacena, en este glorioso lugar, construido por seres más cultos que él, seres que jamás volverá. Pero esa era la parte que él necesitaba, el conocimiento que él y lo que quedaba de los Eldars necesitaban.
Fue aquí donde Cegorach planifico el nacimiento de Ynnead, el dios de los muertos, el dios destinado a revivir a los Eldars, y seria aquí donde él le pondría fin a la mayor amenaza de los Eldars. Aquí era donde Cegorach le daría muerte a Slannesh.
Cegorach sonrió, mientras dejaba el libro que había estado leyendo, tan pronto como este libro se alejo de sus dedos, el libro floto de forma automática hacia el lugar que le correspondía en la vitrina de atrás.
El dios que ríe prefería recordar este lugar como lo que fue, un lugar molesto, un lugar donde él era echado cada vez que era encontrado, ya que nadie quería que un bromista tuviera alguna idea divertida en un lugar tan delicado como este. El dios que ríe extrañaba esos días, eran días más simples, más agradables, días donde sus hermanos aun estaban vivos.
Pero los recuerdos de Cegorach fueron interrumpidos, el arlequín que estaba vigilando la puerta entro, anunciando una visita, una que no se iría sin una audiencia. El dios asintió, ya lo había estado esperando.
Eldrad Ulthran el vidente más poderoso y longevo del mundo astronave de Ulthwé. Entro, con su rosto siempre oculto bajo esa mascara sin emociones.
- Te estaba esperando vidente. -Hablo Cegorach mientras sujetaba un nuevo libro, lo ojeaba en búsqueda del tema que quería, antes de devolverlo a su lugar. -Llegas tarde.
- Es un honor que se me conceda esta audiencia con tan poca anticipación. - Eldrad Ulthran se inclina, pero Cegorach le detiene.
- Por favor guarda la etiqueta para mis hermanos, para mí, las formas nunca fueron muy importantes.
Eldrad Ulthran asintió, antes de regresar al tema que lo había traído hasta aquí.
- Los sellos de la profecía están rotos.
- Lo sé. -Cegorach se ríe, pronto todo su trabajo dará frutos. -A llegado el momento, el ultimo baile está cerca, y hay que preparar el escenario. Nuestro público nos espera….
- Se que no esta en mi cuestionar los designios de un dios, pero ¿Podríamos hablar? Tengo muchas dudas sobre la profecía que aseguras nos traerá la victoria.
Cegorach miro a Eldrad Ulthran, el vidente había crecido, ahora desconfiaba de todo, incluso de sus dioses, eso era bueno, uno no sobrevive por 10 000 años en esta galaxia en llamas sin aprender que las cosas no siempre son lo que parecen.
- Lo permitiré pequeño vidente, has tus preguntas.
Si Eldrad Ulthran se sorprendió por el tono mas serio en la voz del dios, no mostro signos de ello.
- En la galaxia, hay cientos de reliquias poderosas, construidas en un tiempo antiguo, donde los dioses se paseaban con sus creaciones, ¿Por qué nunca nos has permitido usarlas para…?
- ¿Ascender a la divinidad? -Interrumpió Cegorach con burla.
- Si. -Contesto Eldrad Ulthran. -Si juntamos suficientes de estas reliquias, podríamos pelear con la sedienta en igualdad de condiciones.
Eso era cierto, Cegorach lo sabía, con suficientes de esas "reliquias" cualquier mortal podría ascender a lo divino, pero también sabia que algo como eso acarreaba un gran peligro, nada garantizaba que el mortal que ascienda seguiría estando cuerdo, o que enloquecería totalmente.
Como alguna vez le dijo Asuryan, cada vez que nace un dios, hay que lanzar una moneda. Pero cuando sea un mortal quien ascienda, lanza dos.
- Creo que tu gente ya tiene experiencia con esto de ascender, o es que ya has olvidado la caída.
- No he olvidado nada, pero yo podría...
- ¡No lo sabes! – interrumpió el dios que ríe, no quería que Eldrad Ulthran completase esa frase, las palabras tienen poder, uno que los hijos de Isha parecen ignorar. –Incluso si yo te guiase en la ascensión, no hay garantía que no enloquezcas al ascender a la divinidad. Y lo ultimo que queremos es una segunda sedienta suelta en la galaxia.
Eldrad Ulthran asintió, comprendiendo la gravedad de lo que su dios decía.
- Pequeño vidente, comprendo tus dudas. Y la carga que cargas no me es ajena, simplemente te pido que comprendas que el camino que estas sugiriendo no es posible. Incluso si ascendieses, incluso si derrotases a la sedienta, eso no garantiza que nuestra raza sea salvada. No, para salvar el alma de nuestro pueblo necesitamos mas que solo poder, necesitamos que la sedienta muestre su vientre, para poder arrancárselo.
- Yo, comprendo.
- Bien, entonces ya eres mas sabio que tu predecesor. Eso me alegra mucho.
Eldrad Ulthran no sabia como actuar, la mención de su padre fue algo que él simplemente no esperaba.
- Si no tienes más preguntas, puedes retirarte. -Cegorach se da la vuelta, listo para volver a su lectura, pero Eldrad Ulthran no se va. - ¿Hay algo más?
- Solo una pregunta. ¿Si tu no piensas usar las reliquias, y no dejaras que nadie mas las usen, porque estas siguen en esos planetas en ruinas, y no guardadas aqui?
Cegorach sonrió nuevamente, Eldrad Ulthran era mucho mas sabio que su predecesor, eso era bueno, se necesitaría más como él si se esperaba reconstruir el imperio Eldar.
- Es una treta. -Cegorach sonrió, sabia que no debía irse de la boca, pero no podía evitarlo, había estado planeando esta jugada por tanto tiempo que le era imposible quedarse callado. -Ven déjame te cuento.
Cegorach movió sus manos, y frente a él apareció un mapa, un mapa que Eldrad Ulthran no podía comprender.
- Esta es la disformidad, bueno, la parte controlada por los demonios del caos mas exactamente. Aquí está el trono de cráneos de Khorne, los jardines infectados de Nurgle, el laberinto de cristal de Tzeentch, y aquí, en donde se esconde la sedienta.
Eldrad Ulthran trago saliva, ni en sus sueños más locos se imaginó que podría aprender algo del lugar donde los dioses del caos habitan.
- Aquí viene lo importante, durante mucho tiempo e estado insinuando al cambiador de caminos sobre la posibilidad de destronar a uno de sus hermanos, para que él pueda colocar a alguien más a su gusto.
- ¿La sedienta?
- Exacto, Tzeentch finalmente no ha podido aguantar la curiosidad, y está dispuesto a escucharme sin con eso puede ganar una ventaja permanente en el gran juego.
- ¿Una ventaja?
- Si, Tzeentch piensa destronar a la sedienta, para luego poder entronizar a uno de sus candidatos a quinto dios del caos.
Eldrad Ulthran comenzaba a comprender, si el cambiador de caminos lograba poner a su protegido en el trono de la sedienta, este tendría una ventaja permanente sobre sus otros dos hermanos.
- ¿Tal milagro es posible?
- Eso no importa, lo que importa es que para lograrlo debe derrocar a la sedienta.
Cegorach saco un montón de figuritas de alguna parte, y las lanzo sobre el mapa, estas figuras giraron por el mapa en patrones extraños hasta finalmente pararse de forma muy antinatural.
- Como puedes ver las fuerzas combinadas de Khorne, Tzeentch, y Nurgle están atacando de forma ininterrumpida a las fuerzas de la sedienta. Las tropas de la sedienta aguantan, de momento, pero no por mucho, en especial porque todos los candidatos a quinto dios del caos, también se unieron a la lucha.
- La sedienta esta rodeada por demasiados enemigos.
- Exacto, incluso si no pueden destronarla en este momento, las legiones de su ejército pierden números constantemente. Ya es solo cuestión de tiempo hasta que el ultimo de sus soldados muera. Obviamente nosotros también ayudamos al eliminar a cualquier culto que la sedienta pueda tener en el plano físico, ya que sin seguidores que la alimenten, la sedienta ira perdiendo su fuerza de forma gradual.
- Ya veo, pero ¿En que forma afecta esta situación a las reliquias que estas cuidando en el plano real?
- Eso es parte del siguiente paso. La sedienta al verse rodeada de enemigos buscara aliados, pero no cualquier aliado, ella buscara a alguien que pueda nivelar la balanza. Alguien que pueda luchar de igual a igual con sus hermanos.
- ¿En otras palabras la sedienta está buscando a un dios?
- O a alguien que esta apunto de convertirse en uno. -El dios que ríe, dejo caer una nueva ficha, esta tenia una forma que el vidente reconoció fácilmente. -Uno que no solo es poderoso, a herido a uno de sus hermanos, sino que también controla las legiones que ella tanto necesita.
- Roboute Guilliman, el treceavo hijo del emperador.
- Exactamente.
- Pero la sedienta ya tiene a un primarca ¿De qué le servirá tener a otro príncipe demonio?
- La sedienta no transformara al treceavo en príncipe demonio. No, eso a ella no le convendría. Tener a otro producto a medio cocinar es inútil. Lo que ella necesita es que el señor de Ultramar ascienda completamente a la divinidad.
- Pero el emperador.
- Exactamente, si La Sedienta corrompe directamente al treceavo, el Anatema lo desecharía, por eso, si ella quiere ayudarlo a llegar a la divinidad, deberá hacerlo sin usar su poder.
- ¡Las reliquias!
- Exacto. Cada una de esas reliquias fueron forjadas allá en un pasado muy distante, por seres que tu solo puedes describir como dioses, algunas incluso fueron forjadas por panteones ajenos al nuestro. Por lo que en su interior albergan un inmenso poder, poder que podría ayudar a ascender a la divinidad a cualquier simple mortal.
- Has dicho que ascender seria peligroso. ¿Por qué permites que el treceavo lo haga?
- Esa es la trampa. Slannesh va a necesitar de al menos tres reliquias si quiere obtener el poder suficiente para que uno de los hijos del Anatema ascienda. Obviamente ella no puede recoger estas reliquias por su cuenta, ya que el primarca no las va a aceptar de regalo, por lo tanto, va a tener que forzar la mano del destino.
- La mayoría de las reliquias están únicamente resguardadas por uno o dos arlequines.
- Exactamente. Lo justo para disuadir a cualquier Eldar que sienta curiosidad, pero no lo suficiente como para detener a una expedición humana cuyo capitán ha visto en sueños que, en ese mundo muerto, se esconde la salvación de la humanidad.
- Las reliquias serán "recuperadas" y presentadas al primarca. La sedienta se encargará de que así sea. El poder dentro de estos artefactos le dará el poder al primarca para hacer retroceder a los enemigos de la humanidad.
- Casi, pero no, no pienso dejar que el primarca ponga sus manos en mas de dos reliquias, tan pronto como la sedienta haga su movimiento retirare y esconderé todas las reliquias que pueda.
- De esa forma Roboute no tendrá el poder para ascender.
- Exactamente, atrapado en medio de la ascensión el primarca enloquecerá lentamente. Momento donde la sedienta aparecerá, y le ofrecerá su poder para completar su ascensión.
- Si la sedienta logra hacerse del favor de Roboute Guilliman, toda nuestra raza estaría perdida. No lo conoces, no lo has visto, pero yo sí, quizás el treceavo no sea el guerrero más poderoso entre sus iguales, pero no lo subestimes, su capacidad para dirigir ejércitos esta a un nivel tan alto que ninguno de nuestros señores fénix puede atreverse a soñar.
- Veo que lo respetas.
- Le tengo miedo, es un ser extraño, se ve como humano, se escucha como un humano, pero algo dentro de él definitivamente no lo es. No es como sus hermanos, hay algo oscuro en su interior, algo peligroso, algo que no debe ser liberado.
- Pamplinas. El treceavo es igual que todos los demás como él. El alma de un antiguo semidios, encerrada en el cuerpo lobomotizado y zombificado de un humano creado con ingeniería genética.
Eldrad Ulthran trago saliva, había escuchado rumores sobre la creación de los primarcas, pero nunca los tomo como reales, ojalá hubiese podido seguir ignorando esta verdad.
- Como te iba diciendo, la sedienta ofrecerá el poder faltante, a cambio de su ayuda.
- Que te hace pensar que Roboute Guilliman aceptara su ayuda.
- La impaciencia que caracteriza a todos los mon keigh. Por muy diferente que el treceavo crea ser de los demás como él, en el fondo todo es mentira, solo es un mon keigh más, uno más grande y fuerte, nada más.
Eldrad Ulthran no estaba convencido, pero no objeto más.
- ¿Entonces que sigue?
- La parte final. -Cegorach hizo una exagerada voltereta en el aire. -Cuando la Sedienta muestre el vientre, tu activaras la runa que Yvraine tallo en sus costillas.
Eldrad Ulthran parpadeo, el plan era impresionante. El mismo ya se había olvidado por completo de esas runas que había hecho que Yvraine tallase, se suponía esas runas eran un seguro, no su carta oculta.
- Supongo que ya lo entiendes, el treceavo le abrirá el vientre a la sedienta. Y mientras este se ahoga en su sangre, podremos capturarla, y obligarla a liberar todas las almas que a devorado.
- Yo comprendo, ¿Pero que hay con el emperador? El obviamente intervendrá cuando note que su hijo esta alcanzando la divinidad.
- No
- ¿No? ¡Hace 10 000 años el emperador pudo ascender a la divinidad, pero se negó ya que esto pondría en peligro a la humanidad! ¡Obviamente intervendrá si algo parecido ocurre!
- Esta vez será diferente.
- ¿Por qué?
- Por que ese es el trato. El emperador esta dispuesto a sacrificar a uno de sus hijos, si con esto puede eliminar a uno de los dioses del caos del tablero.
- Ya veo.
- Claro que hay una condición, y esta es que no podemos dejar que el treceavo ascienda, por lo que tendremos que eliminarlo.
Eldrad Ulthran asintió, sin saber si consideraba el plan una genialidad, o la más grande estupidez desde la creación de la leche de tofu. Yvraine obviamente no apoyaría este plan, ella sentía algo por Roboute, y eso le preocupaba.
- Veo que todo esta ocurriendo como lo planeaste.
- Mmm más o menos.
- ¿Mas o menos?
- Hay algo que me molesta. Hace unos meses, en el calendario estándar terrestre, se iba a realizar un ataque que tenia como fin incapacitar parte de las fuerzas apostadas dentro del palacio de plata de la Sedienta. Pero el ataque no solo fallo catastróficamente, sino que los cambia formas que Tzeentch envió a robar las reliquias de la Sedienta fueron capturados. ¡Y para rematar, las tropas de la Sedienta fueron organizadas de tal forma, que ningún nuevo ataque a podido llegar a acercarse siquiera al palacio de plata!
- ¿Y eso es malo? ¿Por qué?
- Si, he estudiado a los sirvientes de la Sedienta por milenios, conozco a cada uno de ellos, y te puedo decir sin el menor atisbo de duda, que ninguno de sus siervos tiene la capacidad para realizar algo semejante.
- ¿Alguien está interfiriendo con tu gran plan?
- Puede ser, pero no puedo investigarlo en este momento, así que me gustaría encargártelo.
- Hare todo lo que pueda para cumplir con su petición mi señor.
- Muy bien, con esto creo que ya todo esta dicho y hecho. Averigua lo que puedas, y prepárate para moverte a mi señal.
- Así será.
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Slannesh examinaba con detenimiento las defensas que protegían su grandioso palacio. Era una vista triste, lo que en algún momento fueron sus interminables legiones de demonios dedicados a su placer, ahora eran solo un remanente consumido por la eterna guerra. Tan grandes eran las pérdidas entre sus huestes perfectamente formadas, había varios espacios cuyo tamaño variaba de cientos de kilómetros cuadrados para los más pequeños, a otros tan grandes que uno de los continentes de la vieja terra podría caber perfectamente.
Por supuesto que incluso con todos los faltantes, sus legiones seguían siendo una fuerza a temer por toda la galaxia, pero las perdidas seguían acumulándose, y cada día le era más difícil mantener a salvo sus territorios limítrofes, de la mirada codiciosa de sus hermanos.
Slannesh volvió a maldecir, ya había perdido la cuenta de cuantas veces lo había hecho este día. No importaba que planes efectuase, o cuan fieras batallas librase, era imposible que ella lograse sobrevivir a un asalto ininterrumpido de los ejércitos de tres dioses del caos, y cuatro aspirantes al trono.
De momento había logrado estancar la batalla en varios frentes, pero eso solo era algo temporal;
Las fuerzas de Khorne no pararían sus embestidas hasta que el ultimo de los berserk estuviese muerto.
Tzeentch seguía encontrando fallas en sus defensas, y sus hechiceros seguían derrumbando sus fortalezas.
Nurgle por su parte no se quedaba atrás, sus plagas no dejaban a sus tropas descansar ni por un segundo.
Estaba bien, ella hubiese podido soportar eso, ya lo había hecho en el pasado, el problema era que en esta ocasión había nuevos participantes, cuatro para ser exactos, cuatro aspirantes al trono que ella ocupaba. Slannesh no sabia que promesas había hecho Tzeentch con estos "candidatos" pero de alguna forma estos nuevos poderes nacientes se habían unido en su contra, atacándola allí donde sus tropas eran más vulnerables.
Como si la situación no fuese mala, Cegorach y sus arlequines han comenzado una campaña en el plano mortal, cuyo objetivo era borrar por completo su influencia de la galaxia. Impidiéndole recuperar sus fuerzas, o reagrupar sus tropas. Y si a eso le sumaba el nacimiento de este nuevo dios eldar, cuyo nombre no recordaba, pero su poder le impedía reclamar las almas Eldars.
Si, ella estaba jodida.
Ella, quien fue la ultima en nacer, seria la primera en caer en este; el gran juego.
Slannesh apretó los dientes con odio, e impotencia, por mucho que ella quisiese negarlo, la verdad era que no tenía escapatoria, Tzeentch había puesto a cada poder del inmaterium en su contra, mientras Cegorach había unido a los principales poderes mortales también en su contra. Estaba inequívocamente atrapada entre la espada y la pared.
La diosa dio un suspiro de resignación, estaba cansada, muy cansada, por fortuna sus defensas aun eran fuertes, lo que significaba que su derrota aun no estaba cerca. Se acostó en un trono hecho a partir del hueso espectar que saqueo de algún mundo Eldar cuyo nombre ya ha caído en el olvido desde hace mucho tiempo.
- Necesito un aliado. -Slannesh vocalizo sus pensamientos, con la esperanza de que una respuesta apareciese, pero nada.
La sedienta se acostó, cerro los ojos, y por unos segundos logro olvidarse de sus problemas.
- Bueno, las cosas podrían ser peores. Al menos el Anatema sigue atrapado en ese ridículo trono dorado. -Slannesh se rio, ciertamente las cosas estaban mal, pero aun no eran lo peor que podría ser.
La sedienta extendió su mano, y agarro las almas de algunos sacrificios que sus sirvientes habían preparado para la ocasión. Observo su aperitivo, saboreando los triunfos y fracasos que estos tuvieron en vida, para luego devorarlos, uno a uno, disfrutando al máximo el sabor de cada uno.
Ella estaba condenada, pronto su reino caería, y con su caída no cambiaria nada, el gran juego continuaría, otro dios ascendería, sí, pero nada más.
Los necrones ya no eran un poder en el gran juego, sus cuerpos metálicos eran demasiado viejos, pronto dejarían de funcionar, vaya final mas deshonroso para una raza que una vez puso a los dioses de rodillas, bueno eso no era exacto, los necrones solo eran unos afortunados traidores, lograron ubicarse en el lugar correcto en el momento correcto, nada más.
Atacaron a los Ancestrales cuando estos se estaban recuperando de su anterior guerra, usando las armas que los C´tan les facilitaron, solo por eso lograron vencerlos, y cuando los C´tan estaban relajándose, confiados de su victoria contra los Ancestrales, giraron esas mismas armas contra sus antiguos amos. Nada más, no eran los seres invencibles que creían ser, solo eran un grupo de afortunados idiotas, que tuvieron un gran golpe de suerte, razón por la cual tuvieron que negociar cuando los Eldars lanzaron su contra ofensiva.
Los Eldars tampoco eran la gran cosa, atrás quedaron esos días donde la galaxia se inclinaba a su voluntad. Viciosos y perversos, los Eldars habían retorcido su propósito mucho antes de que ella renaciese como un dios del caos.
Su caída fue una profecía auto cumplida, incluso sin su nacimiento, los Eldars ya eran una raza condenada a la extinción. Y, aun así, no se negaban a rendirse, inclusos sus dioses eran tercos, Khaine luchaba con todas sus fuerzas, pese a que su alma fue dividida en cientos de fragmentos, mientras Cegorach planeaba y engañaba a cuanta raza mortal pudiese encontrar en la galaxia, todo con el fin de debilitarla.
Cegorach era el único sobreviviente de un panteón de dioses ya en decadencia. Bueno, también estaba Isha. Pero hasta allí, ¿Qué es lo que planeaba el dios que ríe? ¿Cuál era su gran broma? ¿Era este dios de los muertos Ynnead su gran jugada, o solo era una distracción menor, mientras él movía otras fichas?
El gran devorador era un nuevo poder en el gran tablero, y la verdad era que a nadie le interesaba. Venia muy tarde, al final él simplemente sería el encargado de cerrar el telón cuando la ultima vida de la galaxia se haya extinto. ¡Aburrido!
Por último, estaba la humanidad. Raza nacida de la propia guerra en el cielo. Tuvieron que arrastrarse en el lodo manchado de la sangre de incontables dioses y mortales para sobrevivir.
Lucharon para nacer, lucharon para sobrevivir, y han seguido luchando hasta el día de hoy. No hay raza en la galaxia que no los haya enfrentado al menos una vez. Y por eso su destino era tan oscuro. La ascensión de su amado emperador a la entidad conocida como el rey oscuro era la máxima ironía posible.
Aquellos que jamás se inclinaron ante ningún dios pasarían a formar una única entidad que seria el fin de la vida en la galaxia. Por todos los dioses que giro tan retorcido. Afortunada o desafortunadamente el Anatema logro anticipar el engaño, y con eso negar su destino.
Bueno, eso no era 100% cierto, la verdad era que el rey oscuro aun existía, aún era una posibilidad, simplemente era algo que no pasaría pronto. Por lo tanto, era tiempo que ella y los demás dioses del caos ocuparían en su diversión.
Había otros poderes en el plano materia, pero eran tan insignificantes, que no tenia sentido tenerlos en cuenta.
Slannesh se hundió en su mal humor. No había nadie en el plano mortal que ella pudiese unir a su causa. Y todos los poderes que podrían ayudarla en el inmaterium estaban aliados en su contra o amenazados por alguno de sus hermanos.
Extrañaba los viejos tiempos, cuando la galaxia estaba llena de panteones. Miles de dioses, todos tan ahogados en su autocomplacencia y arrogancia, que solo le hacía falta un susurro para iniciar una guerra a nivel galáctica.
- Vamos no es tan difícil. No necesitas un plan completo, solo un inicio, algo que pueda generar suficientes problemas a mis enemigos por un tiempo.
Inhalar
Exhalar
Inhalar
- Si al menos pudiese convencer al Anatema de…. Golpear a alguno de mis hermanos.
De hecho, eso, ya había pasado. Nurgle había quedado tan herido por su desafío al treceavo hijo del Anatema que sus jardines de plaga aun estaban ardiendo.
Una sádica sonrisa de dibujo en el rostro de la diosa. Guilliman, un semidios, joven, muy joven, muy inexperto, aun incapaz de comprender la real escala del gran juego, completamente solo en una galaxia que amenazaba con comérselo. Y, aun así, tenía acceso al poder de su padre, solo una fracción sí, pero solo esas débiles flamitas habían sido suficiente como para hacer correr a Nurgle y su campeón.
O, las cosas que ella haría si pudiese poner sus garras en alguien como él. Podría darle la vuelta al mandito tablero.
No podía corromperlo de forma directa, porque el anatema lo vigilaba de cerca, y a la primera señal de corrupción cortaría su conexión. Tampoco podría entregarle poder para que el pequeño dios lograse su ascensión a la divinidad, ya que su poder estaba totalmente destinado a la defensa de su reino, y definitivamente Tzeentch notaria si alguna de sus defensas se debilitaba, incluso si esa debilidad duraba solo medio segundo.
- Supongo que las condiciones serian;
1.- No puedo corromperlo directamente.
2.- No puedo completar su ascensión a la divinidad con mi poder.
Y, nada más.
Slannesh movió su pierna. Examinando sus opciones. Si ella no podía interferir directamente, ¿Qué tal hacerlo de forma indirecta? En la galaxia aun existían cientos de artefactos de incalculable poder. Si ella lograba entregarle alguno a Guilliman, sin que el Anatema se enterase, podría adelantar la ascensión de este.
Luego de que este fuese un dios, ella podría convencerle de intervenir a su favor. Talvez una alianza seria imposible, pero ella no dudaba que el señor de Ultramar estaría dispuesto a escuchar una petición de ayuda a cambio de algo de la información que le permitiese ganar alguna ventaja sobre sus enemigos.
El problema, era ¿Qué articulo sería el indicado? y ¿Dónde entregárselo? No, no era tan sencillo. Cegorach seguramente ya tenía cualquier reliquia con el poder necesario bien vigilada, él notaria su plan, y terminaría interfiriendo, torciendo su plan en su contra.
Un nuevo problema, Cegorach, este era ciertamente un gran problema. El dios que ríe y su grupo de Arlequines eran difíciles de tratar. Pero tal vez no tendría que hacerlo.
Si quería realizar su plan, necesitaba una reliquia que Cegorach no conociese, difícil, él era un dios muy antiguo, seguramente tenía la localización aproximada de cualquier reliquia bien vigilada. Tampoco podía usar alguna de sus reliquias, ya que si estas corromperían al primarca, el Anatema intervendría, además, la ausencia de alguna de sus preciadas reliquias la debelitarian el tiempo suficiente como para que Tzeentch lo notase.
Ella necesitaba una reliquia que Cegorach no conociese, que el Anatema no pudiese detectar, que su ausencia no la debilitase, además que esta debe albergar suficiente poder como para influenciar en el crecimiento del treceavo hijo del Anatema. ¿Existía tal cosa?
Slannesh nuevamente se hundió en su odio. Este nuevo problema era uno difícil de resolver, pero ella no se rendiría, se negaba a ser la primera en ser olvidada, se negaba a perder frente a un berserker enloquecido, un pobre mentiroso, y un gordo enfermo.
En su mente repaso todas las posibilidades, pero ninguna le parecía adecuada. Hasta que finalmente llego a una, una que la hizo sonreír con todos sus dientes.
Apuñalo su propio abdomen, con una de sus manos, y comenzó a buscar en su interior. Podía sentir como las almas atrapadas en su estomago gritaban y se retorcían, tratando de escapar de su mano. En otra ocasión ella hubiese estado encantada con esa sensación, pero estaba apurada, así que se concentró.
Movió su mano, buscando, explorando su interior, hasta que finalmente dio con lo que estaba buscando. Agarro el objeto y con un rápido movimiento lo arranco de su interior. Lamentablemente este no resulto ser lo que ella esperaba.
- ¿El martillo de Vaul? ¿Es en serio? ¿Esto es lo que encontré? ¿No podía ser el ojo de Kurnous, o la lanza de Asuryan?
Slannesh estaba decepcionada, pero no tenía ganas de volver a buscar en su interior, por lo que el martillo del dios de la forja tendría que bastar, al menos por el momento.
