Capítulo 9.
El sol ya se había ocultado cuando Orihime abrió los ojos, lo primero que vio fue un techo ligeramente familiar que reconoció como el de su cama. Se recompuso rápidamente y se sentó en el suave colchón.
—¿Nelliel? ¿Momo? —Llamo en voz alta mientras se levantaba
—¡Su majestad! —La pelinegra que entraba a la habitación se sorprendió y se acercó a toda prisa, dejando la bandeja con agua a un lado. — ¡No debe ponerse de pie! Esa fue la orden del médico real. —La tomo de los hombros y la hizo recostarse nuevamente.
Orihime nota en ese momento que el magnífico vestido que había estado usando hasta antes de perder el conocimiento le había sido retirado y usaba uno de sus camisones frescos para dormir.
—¿Qué sucedió? ¿Cómo llegue aquí? —Dijo confundida.
—Se desvaneció frente a los nobles después de presentar las pruebas de atentado contra usted por parte de Lord Klaus Scorpio. —Su dama le ofreció un vaso de agua el cual Orihime acepta de buena gana, tenía la garganta seca.
—¿Qué sucedió en el salón Acala cuando perdí la consciencia?
—Supe que hubo un tumulto en el lugar pero después su majestad el emperador se encargó de calmar los rumores y demás, les dijo que tenía un resfriado y que se retiraran en silencio. —Explico Nelliel.
—¿Y la procesión de los criminales?
—Se declaró que se les daría ejecución mañana por la mañana, otros serán exiliados a la isla Elmart la peor prisión del imperio. —Explico Momo.
—Bueno creo que los que irán allí preferirán morir, solo hay criminales altamente peligrosos en ese lugar.
—Olvide eso ¡Majestad por favor no vuelva a preocuparnos así! —Le suplico la de cabello aguamarina con lágrimas saliendo de sus ojos.
—Lo siento mucho, me extralimite en estos días.
—El medico dijo que esta vez solo se desmayó pero pudo darle un paro cardiaco o algo así.
—Lamento haberlos preocupado a todos. —Dijo avergonzada.
Todos los sirvientes en el palacio estaban pendiente de ella, Kirio le mando una sopa ligera y pan suave para su estómago, después de llamar al médico real y recibir una pequeña regañina de parte de este le recetó algunas vitaminas y un relajante para dormir como un bebé el cual funciono estupendamente porque no se despertó hasta muy tarde al día siguiente.
Ya era pasado del mediodía, Ichigo leía algunos documentos en su escritorio pero estaba teniendo poco avance, no se podía concentrar adecuadamente desde la noche anterior ya que la imagen de la emperatriz desmayada en sus brazos no salía de su mente. Quería mandar todo al diablo y salir corriendo donde ella, no por amor o algún sentimiento cursi sino porque si la emperatriz no podía trabajar eso implicaría más trabajo para él y sus colaboradores.
Estaría bien ¿no? Solo sería un momento, lo suficiente para saber…
—Mi lady como le he dicho el emperador ordeno que nadie pasara.
—¡Muévete me estorbas! no eres nadie para ordenarme. —Se escuchó una voz femenina.
—Por favor venga a ver a su majestad más tarde, él está ahora…
—¡Hazte a un lado! —El sonido de un golpe se escuchó. — ¡Ichigo! —Marianne entro en ese momento de forma radiante, sin importarle llamar a la puerta e ignorando a los guardias.
—Marianne ¿Qué sucede? —Pregunto Ichigo con un extraño dolor en el cuello y brazos.
—No fuiste a verme esta mañana. —Hizo un puchero adorable. —Así que decidí venir a verte, el bebé desea recibir cariño de su padre.
—Ah sí, lo siento Marianne es solo que con lo de ayer se presentó mucho trabajo.
—¿No deberías darme mimos ahora? —Dijo con voz dulce llevando la mano a sus labios.
Ichigo se puso de pie en ese momento y se dirigió a la mujer rodeando su cintura con su brazo mientras le besaba la frente.
—Si cariño, siempre eres muy bueno conmigo ¿verdad?
—Por supuesto, tú eres la única para mi Marianne. —Dijo con una voz un tanto extraña.
—Pasa el resto del día conmigo.
—Claro, haremos lo que tú quieras ahora. —Le dijo totalmente seguro.
—¿En serio?
—Claro ¿te he mentido alguna vez?
—Claro que no. —Murmuro feliz la mujer. —Ahora deberíamos ir al jardín imperial a tomar el té, quiero bollos.
—Y-yo es que ir ahí… ahora… es difícil… vayamos, haremos que tú y el bebé se sientan bien. —Quiso negarse, debía ir con Orihime, pero sus sentidos se perdieron y cedió ante el pedido de la peliplata.
—¡Eres tan dulce Ichi! — La ojidorada se aferró a su brazo con fuerza.
Ichigo ordeno a una doncella preparar el té en el jardín, mientras salían del despacho de Ichigo y caminaban por los pasillos hasta llegar al lugar pero en el camino se detuvieron a admirar un hermoso pabellón rodeado de dalias azules y rosas blancas.
—Oh amo este lugar, es precioso y no me canso de verlo.
—Sí, lo es. — Respondió distraído, ese era el jardín de la fallecida emperatriz Masaki, su madre. El lugar era un lugar estrictamente prohibido para todos, a excepción de la familia real y los jardineros a cargo.
—¿Podríamos tomar el té aquí? — Pregunto emocionada.
—No. — Respondió de inmediato.
—¿Qué? ¿Por qué no?
—Este lugar está prohibido al público, solo la realeza puede ingresar por lo que no puedes entrar. — Su corazón y mente le exigían que Marianne no tocara ese lugar, un recuerdo de un joven Ichigo y una joven Orihime sentados ahí mismo invadió su mente
—¿Pero cuando nos casemos podre ingresar?
—Veremos.
—¿Qué significa eso?
—Sí, entraras cuando seas Emperatriz. Lo juro por mi nombre. — Dijo como un hombre locamente enamorado.
Le acomodo un mechón de cabello a la peliplata y ésta se rio, pero al bajar su mano él discreta e inconscientemente se limpió ésta en sus ropas, como si tuviera la peste o tocara algo sucio, no estaba seguro de porque lo hizo.
Retomaron el camino y fueron a un jardín lateral, uno que daba con el palacio de la emperatriz, el té fue servido así como diversos postres y demás dulces, la dama toma un bollo y se lo lleva feliz a la boca disfrutando la dulzura esparcirse por su boca para poco después comenzar a hablar de sus actividades y lo que había hecho. Por otro lado Ichigo escuchaba su voz lejanamente, su cerebro no pudo evitar superponer la imagen de la marquesa con Orihime mientras esta hablaba y su pecho dolió. ¿Que hacia ahí? ¿Quién era él? No estaba bien y lo sabía, tenía unas extrañas ganas de tirarle la taza encima a Marianne para que cerrara la boca, pero no sería cortés, no debía hacer algo tan cruel pero un "algo" detenía sus impulsos y era eso lo que le obligaba a quedarse ahí sentado y escuchar las quejas de la chica aunque no le interesaran.
Por un momento su mente se fue a su adolescencia cuando Orihime visitaba a menudo el palacio o él iba al ducado Tenjiro a darle algún detalle o solo conversar; muchas veces las conversaciones que solían tener terminaban en algún debate u opinión de los dos para mejorar el imperio o sobre sus hobbies, ella siempre lo escuchaba atentamente y le daba su opinión cuando tenía problemas o lo aconsejaba, inclusive muchas veces bromeaba a costa suya pero él hacía lo mismo terminando en risas y en ocasiones una caminata juntos.
Habían sido buenos tiempos.
—Ichigo... ¡Ichigo! — Una voz lo llamo molesta.
—Que. — Respondió desinteresado perdido en sus recuerdos.
—¿Como que "que"? — Lo miro furiosa. — ¿Porque me respondes tan fríamente? — Se levantó indignada.
—Ah no, disculpa Marianne. — De inmediato le sonrió y la tomo de la mano. — Solo estaba distraído. ¿Qué me estabas diciendo?
—En serio ¿En qué era lo que pensabas que era más importante que yo?
—Pensaba en la emperatriz — Quería decirle pero con fuerza logro callar. — Solo asuntos sin importancia, tú eres lo más importante para mí ahora.
—¿Cierto? No olvides eso cariño. — La mujer extendió su mano y le acaricia el labio suavemente. — ¿No crees que va siendo hora de empezar a ejercer de emperatriz?
—¿Que dices?
—Ya tengo cinco meses y quiero comenzar a ayudarte con el imperio que gobernaremos juntos. —Dijo emocionada. — Mejor que sea ahora antes de tener más peso que me impida moverme libremente.
—La Emperatriz aun esta regente Marianne.
—Pero tú puedes hacer que me enseñe ¿No es así? — Oh que hermoso será ver eso, que la misma ladrona le entregue el poder sería algo delicioso. — Y también…— Lo toma de la mano y lo hizo ponerse de pie para acercarse a ella, la mano que aun sujetaba la puso en su vientre; aunque Ichigo sentía la calidez de su vientre en su palma algo frio lo recorría por dentro.
—Sí, ya va siendo hora de celebrar que el siguiente heredero viene al mundo. — Responde el soberano en automático y con una mirada apagada, distraído.
—¿Entonces...?
—Hablare con la emperatriz para que te enseñe como hacer el trabajo interno del palacio y los asuntos que debe tratar. También para que se encargue de la fiesta para el bebé.
—¿Hará una gran fiesta?
—Sera algo pequeño, solo con nobles de renombre. —Explica, pero al ver su expresión molesta algo lo obliga a consolarla. — Pero cuando nazca se hará una gran fiesta con enviados de otros países para darle la bienvenida.
—¿Y también lo organizara la emperatriz?
—Si tú lo deseas hare que se encargue.
—Muchas gracias Ichi, eres el mejor. — La mujer se engancha al cuello del pelinaranja y lo beso deseosa mientras los brazos del monarca la envolvían.
Ah, era tan dulce el sabor de la victoria, nada era mejor que humillar a la zorra de Tenjiro restregándole en la cara a su futuro príncipe. Verla destrozada y romperse era la imagen que deseaba guardar en su mente para siempre.
Por otro lado y ajeno a los pensamientos de la marquesa Ichigo sentía el calor de los labios de la mujer en su piel pero por dentro algo oscuro y frio le recorría el cuerpo, aunque no sabía con exactitud que era.
Necesitaba saberlo pronto.
A pesar de llevar cinco días en Shang, recién Karin va a cumplir el paso dos.
Recorre la calle principal llamado "Jabalí", buscando la conexión con un pasaje secundario de nombre "Mono" que al encontrarla ha terminado en una zona con diversos aroma de hierbas y cosas raras.
Porque es la calle de los magos y herbolarios.
Nuevamente trata de no mostrarse ni perdida ni asombrada o llamara la atención de los magos de mala reputación o de los ladrones que abundan ahí (la policía teme andar por ahí así que es buen escondite); ya que se había aprendido la dirección de memoria se ahorra el preguntar, sólo avanza y de vez en cuando curiosea con el fin de distraer y vigilar si alguien la persigue u observa con sospecha.
Al fin la encuentra, la pequeña tienda que la anciana le describió y dibujó: una cabañita cuya ventana ocupa todo el frente de la casa por lo que las personas pueden ver diversos tipos de plantas y objetos extraños que de seguro son mágicos. Karin camina hacia ella, encontrando la puerta de entrada por el costado izquierdo y entra, haciendo sonar la campana.
—¡Buenas tardes! — Exclama tras estar de pie ahí dentro unos segundos y no oír a nadie acercarse. — ¿Señor Rumpeskin?
—Es Rumplestiltskin dearie.
Karin se gira rápido a dónde proviene la voz y encuentra a un hombre que viste prendas hechas de cuero; su cabello rizado le llega por los hombros y lo que más sorprende y aterra a la princesa por partes iguales es tanto su piel entre verdoso y dorado y sus ojos enormes y amarillos.
Parece un cocodrilo.
—Oh, discúlpeme por favor. — Se inclina ante el caballero extraño. — Mi nombre es Yu-… quiero decir, mi nombre es Karin. — La anciana le dijo que no le mienta a ese hombre que lo sabe todo al tener el don de la videncia. — Y usted debe saber por qué estoy aquí.
—¿Lo sé? — Su sonrisa ingenua es una clara actuación.
—Si señor… es sobre el mago que custodia mi torre. Lleva cinco años dormido, dicen que se ha tomado un descanso pero… creo que lo han encerrado.
—Ah. — El tal Rumplestiltskin se echa a reír y ese sonido le eriza la piel a Karin. — ¿Qué puedo decir? Eso se lo busco Lucas por engreído… siempre presumiendo.
—¿Puede ayudarme?
—¡Claro, me encanta ayudar! — Dice colocándose de pie, luego finge recordar algo y da una palmada. — Por un precio, por supuesto.
Tal como la anciana le advirtió.
—Tu magia viene con un precio.
—No dearie, toda la magia viene con un precio… los bandos del bien, en especial las hadas, te engañan con ilusiones, que todo es bello y luz y en especial seguro… pero princesa, la magia cobra siempre, no importa que el portador sea malo o bueno. — Su sonrisa se ensancha al verla dar un paso atrás por haber dicho su título real. — Si está dispuesta a pagar mi precio, le ayudaré a liberar a Lucas… aunque me sorprende que me pida eso y no que libere a su hermano de la maldición.
—Eso quería… pero me dijeron que el precio iba a ser más alto en tu tarifa. — El hombre/cocodrilo suelta una risilla que le recuerda a los duendecillos de las historias del reino Quincy, la tierra de su madre. — ¿Puedo saber el precio antes de aceptar?
—Necesito que recolectes unas cosas para mí. Cosas mágicas.
—¿Peligrosas?
—¡¿De qué sirve vivir sin un poco de emoción?! — Dice contento, dando incluso un brinco, y extiende su mano. — ¿Tenemos un trato?
"No vayas con él… es peligroso."
"No tengo otra opción, es el único que puede ayudarme. Estoy desesperada"
"Y eso mi niña… lo vuelve más peligroso…"
Karin estrecha la mano del hombre.
—Trato.
Esto lo hago por Ichigo.
—¡Fantástico! — Su sonrisa se ensancha tanto que Karin puede verle los dientes y piensa que ahora sí parece más un cocodrilo. — Empecemos entonces.
Orihime de la nada tiembla por un escalofrió que le recorre el cuerpo.
—¿Se está enfermando su majestad?— Nelliel se alarma al notarla.
—¿Voy por el médico?— Sigue Momo, cubriendo a Ogawa al ser su hora de descanso.
—Estoy bien, más bien creo que ha sido un presentimiento... uno malo.
Tanto la dama de compañía como la doncella se miran entre las dos muy preocupadas.
—No nos preocupemos todavía, de seguro debe ser mis imaginaciones por el cansancio.
Sus oyentes asienten y Orihime se gira para ver la ventana y su sonrisa desaparece.
El carruaje del Emperador lo puede ver acercarse.
—Ichigo. — Se le escapa sin querer.
—¿Qué? — Nelliel echa un vistazo y queda asustada al comprobar que de verdad su majestad se acerca al palacio. — ¡Momo, el Emperador viene!
—¡Ay Dios! — La doncella se mueve en círculos de la histeria. — ¡La emperatriz ni siquiera esta vestida!
—Tranquilas, el Emperador va a tener que esperar simplemente. — Despreocupada Orihime observa a la peliverde. — Avisen a Ogawa que venga y dile a la señora Hinako que te ayude a recibirlo. Que me espere en mi recibidor principal.
Se pusieron manos a la obra. Nelliel salió corriendo y le gritó a un guardia que busque a Ogawa y la lleve con Orihime urgentemente, luego fue por la anciana señora a contarle las indicaciones de su majestad. Momo fue al pequeño ropero que tiene la Emperatriz en su cuarto, donde solo tiene algunos vestidos cómodos y camisones; Orihime no quiso vestirse por andar descansando así que pensó en pasar el día tranquila en su palacio trabajando poco, comer mucho y andar sólo en camisón.
Momo sigue las indicaciones de Orihime, vistiéndola con un sencillo vestido que es tan blanco que podría brillar, encima como una bata le ha colocado la segunda capa que le tapa más la parte de atrás dejando una cola de un metro a su paso, de color rojo con dibujos plateados de estrellas y las mangas ajustadas hasta los codos, desde ahí hasta las muñecas caen holgadas; de joyería solo basta unos pendientes de rubíes ya que sus zapatos de tacón bajo son nada menos de oro con diamantes pequeños de adorno. Ogawa llegó justo para peinarle el cabello aplicándole sus lociones y pintarla un poco en los labios y sombrearle los parpados.
Tocan a la puerta y con el permiso de la Emperatriz Nelliel hace escena nuevamente.
—El Emperador espera.
—¿Ocurre algo? Tienes mala cara.
—Vino con la Consorte. — Ogawa y Momo hacen una mueca de asco. — La señora Hinako y yo le dijimos a su majestad que tiene prohibido la entrada.
—Y de seguro Marianne le lloriqueo y él le dejo pasar. — Suspira Orihime frustrada.
—Más bien… Su Majestad aceptó las indicaciones y le ordenó a la marquesa que espere en el carruaje… ella se molestó y ha estado gritando un buen rato.
Orihime no puede evitar sorprenderse de ello, tanto que por un segundo su muro desaparece y el corazón le late esperanzado. Cierra los ojos y mueve la cabeza de un lado a otro en negación, diciéndose a sí misma que es estúpida y que mantenga la compostura.
Camina a su destino con Nelliel detrás y con sus guardias Hisagi y Kira delante.
Los guardias que custodian la puerta del recibidor son los del palacio del Emperador, una prueba que éste en verdad está al otro lado de las puertas. Esos hombres se irguieron más al verla, Hisagi es quien da un golpe a la puerta y ésta se abre por un mozo que atendía a Ichigo mientras esperaba.
—Su majestad. — Orihime saluda al entrar e inclina la cabeza.
—Tienes mejor aspecto que hace dos días pero sigues viéndote pálida.
Es verdad, si no fuera por las habilidades de Ogawa con el maquillaje, se le notaria el cansancio y lo poco demacrada que esta. Honestamente no sabe cómo sentirse ante el hecho que él aún se dé cuenta de esos detalles si la basura recibe más cariño que ella por su parte.
—Sí, por eso he bajado el ritmo, pero le aseguro que no he descuidado lo de Wolfsong si es lo que le preocupa y por eso está aquí.
—Más o menos. — Admite él y su esposa frunce el ceño. Suspira hondo. — A causa de tu incidente, está claro que no puedes mantener todas tus responsabilidades.
—Como le he dicho, yo-...
—Por eso. — La interrumpe alzando una mano para que mantenga silencio. — Marianne tomara parte del deber de la Emperatriz. Terminará lo de Wolfsong y le enseñaras con respecto a tu rol.
Los presentes que han escuchado a Ichigo han quedado estáticos, más Orihime; atónica lo mira mientras su interior se derrumba por millonésima vez. Sabía que llegaría este día pero aun así le duele... le duele que todo su trabajo haya sido en vano, que le quiten el propósito de su vida... pero más que nada, le duele la manera en cómo tuvo por un segundo una pizca de esperanza e Ichigo se lo haya destruido nuevamente. Riéndose en su cara.
—¿Quieres que Marianne tome el mando ahora? ¿Estás loco?— Sus manos agarran la falda de su vestido con fuerza, es eso o perder el control. — No eres estúpido Ichigo pero no paras de tomar decisiones que te hacen ver de tal manera.
—Cuidado con lo que dices, es la Consorte Real y madre del heredero.
—Tú lo has dicho, es la Consorte... así que para mí, una princesa por nacimiento y decreto real, es una zorra.
—Orihime.
—¿Qué vas a hacer conmigo? ¿Cuándo le des el cargo a Marianne?
—Como te dije, no será todo, solo le darás algunas responsabilidades, le enseñaras y guiaras. Seguirás siendo la Emperatriz de nombre después de todo.
—¿Quieres que sea su maestra?
—Y la organizadora de la fiesta del bebé. — Agrega y Orihime no esconde la risa sarcástica. — Es perfecto para ti, menos trabajo y podrás recuperarte mejor.
—¡Mientras tu puta destruye el Imperio!
—¡Ya es suficiente de ese comportamiento! — Ordena para luego apuntarla con el dedo en un gesto amenazante. — Vas a hacerlo porque es orden de tu Emperador y esposo.
—No. — Otro silencio ahogado por parte de la audiencia y ahora es turno de Ichigo en sorprenderse. — No. — Repite más firme que antes.
—No te estoy preguntando, sino ordenando.
—Usted ya dio su decreto y yo lo rechazo. — Da un paso al frente, encarándolo para su asombro. — No seré la empleada de su zorra, ni mucho menos le cederé mis deberes.
—¿Por qué tan egoísta? Yo estoy ayudándote y te comportas de esta manera infantil.
¡PLAF!
Hasta el serio de Kira ha quedado con la boca abierta: ¡La Emperatriz ha golpeado al Emperador de una cachetada!
—Le voy a pedir que se vaya de mi palacio.
—¡¿Cómo te atreves?!
—Fuera. De... ¡Mi palacio! — Grita furiosa, incluso el sonrojo le tiñe las mejillas por la rabia. — ¡¿Cómo se atreve usted hacerme esto después de todo lo que hecho?! ¡He limpiado las cochinadas que esos escorpiones baratos han hecho a este imperio frente a tus narices! ¡He evitado cientos de veces que te quiten el Trono por imbécil incompetente! ¡He trabajo sin descanso como Emperatriz desde que me han puesto la Corona!... ¡Y tú...! ¡TU...! ¡¿TE ATREVES A LLAMARME EGOISTA Y DARLE A ESA LOCA ESTUPIDA SIN CEREBRO LA LLAVE DE LA DESTRUCCION A NUESTRO IMPERIO?! ¡¿Y DE PASO QUE SEA SU EMPLEADA?! — Ahora es ella quien apunta. — ¡¿ACASO ME CREES UNA PERSONA SIN DIGNIDAD NI AMOR PROPIO QUE VA A ACEPTAR PORQUE SI?!
—¡VAS A ACEPTAR PORQUE ES TU SENTENCIA!— Grita él tras salir de su estupor. Tras cinco años ella al fin explota y lo ha dejado momentáneamente incapaz de reaccionar siquiera. — ¡Es tu sentencia por arrebatarme a mi familia!
Queda el silencio, como siempre pasa en las discusiones fuertes, cuando ya no queda nada más que decir y los oponentes piensan que se han equivocado, ya sea por decir algo que no querían... o por darse cuenta que ya no pueden seguir aquel camino.
Como le pasa a Orihime.
Por mucho que diga que ha aceptado su destino, la verdad es que no es así, siempre le va a doler que a pesar de lo mucho que ama a Ichigo (y lo hará hasta su muerte a su pesar) y se esfuerce mucho por Karakura, solo obtendrá desprecio por parte de su esposo; llevara la cruz de asesina frente a sus ojos por muchas veces se declare inocente.
Y está cansada de ese escenario.
Suspira y agacha la mirada.
—Te amo. — Dice de pronto.
—Q-... ¿Qué?— Sorprendido.
—Te amo. — Repite y lo enfrenta a los ojos, revelando las lágrimas que caen por su rostro. — Te amo tanto que me duele el corazón todos los días... he aguantado mucho y te he salvado el pellejo muchas veces y ya estoy cansada. — Le da la espalda y se aparta unos pasos. — No voy a organizar la fiesta de tu consorte ni la ayudare con los deberes de Emperatriz; eso sí, se lo dejo todo a ella y que el Imperio se venga abajo tal como tú querías.
—Si yo caigo, tú caes conmigo. — Se siente estúpido que eso sea lo único que diga pero aún sigue aturdido por lo que está pasando frente a sus ojos.
—No. Caes tú solo... tú y tu zorra prostituta. — Iba a irse pero se detiene y voltea a verlo. — Delego todas mis funciones de emperatriz a Marianne durante mi ausencia y voy a irme a mi villa... ni se te ocurra buscarme cuando todo se incendie aquí si no es de rodillas. — Ve tanto a Hisagi como a Kira con seriedad. — Usen la fuerza si es necesario pero lo quiero fuera de mi palacio.
No se queda a ver cómo se cumple su orden, ni mucho menos se detiene ante el grito de Ichigo a que no se vaya. No. Solo camina rápido sin preocuparle si Nelliel la sigue y apenas sabe que está a salvo, agarra su falda y corre a su habitación, ahogándose en sus lágrimas y jadeos.
—¡Fuera!— Ordena tras entrar de un portazo a su habitación.
—¿Señorita?— Ogawa está preocupada y asustada de su condición alterada.
—¡FUERAAA!— Usa toda la fuerza de sus pulmones y garganta en ese grito. — ¡Largo, quiero estar sola! ¡LARGOOO!
A pasos apresurados la obedecen y solo le queda fuerzas para caer en su cama y llorar.
Al igual que hace cinco años: quería encerrarse, olvidarse de todo el mundo y morir ¿Ser la emperatriz? ¿Cumplir con su deber? Al demonio todo, la corona, su deber, la promesa a sus suegros, al demonio Ichigo y Marianne; ella solo anhelaba ser libre de ese castigo, pero desgraciadamente aunque era un castigo tampoco podía olvidarse de sus sentimientos de un momento a otro ya que amaba demasiado a su esposo.
El solo recordar el pedido del emperador la volvía a poner furiosa, tenía mucha rabia contenida así que sin aguantar más comenzó a romper cosas a diestra y siniestra: cristales, espejos, cepillos, adornos costosos e incluso vestidos, necesitaba exteriorizar su ira de alguna forma y esta era la mejor manera.
Esa noche lloro como hace mucho tiempo no lo hacía, desde que cerró su corazón para evitar que le hicieran daño. Afuera de la habitación Ogawa, Kira y los leales seguidores de la emperatriz solo podían bajar la mirada y quedarse quietos, estaban algo asustados pero al mismo tiempo aliviados, después de tantos años de reprimir su ira la madre del imperio se atrevía a exteriorizar sus emociones.
Después de ser expulsado del palacio de la emperatriz Ichigo volvió al propio y entro a sus habitaciones en un tétrico silencio, ninguno de sus asistentes se atrevió a emitir palabra alguna para molestarlo ya que deseaban conservar sus vidas. Lo primero que hizo el monarca al cerrar las puertas fue servirse algo fuerte, necesitaba algo que le quemara la garganta.
Te amo.
Las palabras que la emperatriz había dicho sumado a las lágrimas que recorrían su rostro al decirlas resonaban como un eco en su mente una y otra vez sin parar.
—"Eres un imbécil" —Le grito una voz interior.—"Un idiota descerebrado, nunca has sido digno de ella, te mereces la muerte"
—¡Mierda, cállate! —Grito furioso a si mismo al tiempo que servía otra copa y lo tomaba de un solo trago, golpeando la mesa aun con la copa de oro en sus manos.
—Su majestad ¿Puedo pasar? —El duque Urahara llama a la puerta consciente de que podría recibir un golpe o morir atravesado por una espada; no recibió nada más que un gruñido de molestia lo cual tomo como permiso para entrar. —Majestad faltaron solo un par de documentos que debe sellar.
—Déjalos por ahí, lo hare mañana. —Respondió de mala gana.
—¿Ocurrió algo malo? —Pregunta cuidadosamente.
—Que va, solo enfrentando la furia de la emperatriz otra vez.
—¿Porque la emperatriz estaría furiosa? — El rubio se sorprende pero mantiene el tacto. —Ella se estaba recuperando de su agotamiento ¿No es así?
—Le ofrecí una solución para bajar su carga de trabajo. Fue una sugerencia de buena fe y eso fue lo que la puso furiosa.
—¿Y su idea la llevo al punto de enfadarse? —Cuestiono ya empezando a sospechar. — Disculpe mi impertinencia majestad pero ¿Qué fue lo que le dijo?
—Le dije que Marianne la ayudaría tomando parte de sus deberes. —Se sirvió otro trago ya con la mente más tranquila. —Después de eso se atrevió a abofetearme frente a todos y me echo de su palacio. —Murmuro indignado.
—Y con justa razón. —Admite el duque cansado.
—¿De lado de quien estas?
—Por supuesto que del suyo su majestad; pero no creo que haya dimensionado como ha ofendido usted a la emperatriz con sus palabras y acciones. — Le responde ya tomando un tono serio. — No solo la cree incapaz de cumplir sus funciones reales, básicamente le ha dicho a la cara que planea quitarle la corona, dársela a su amante y abandonarla en un rincón del palacio.
—No es secreto que amo a Marianne y lleva a mi hijo—Al decir esas palabras su garganta se cerró y se sintió seca.
—Un hijo ilegitimo.
—Si lo reconozco y lo agrego al árbol familiar eso no tendrá problema alguno.—Trato de convencer a su consejero.— Y no la abandonaría sin más, su imagen es un muy fuerte apoyo para la familia real, la tendría en un buen departamento gubernamental en el palacio para que pudiera asistir a Marianne y seguir ayudando al imperio.
—Eso es aún peor majestad, la gente se pondrá en su contra. La gente ama a la emperatriz y su trabajo filantrópico. —Trato de disuadirlo.—Lo mejor para los dos es que ella siga en el poder, y si su majestad necesita asistentes tengo gente muy capaz que puede ayudarla mientras está convaleciente.
—Maldita sea, tú también Urahara. —El emperador se escuchó cansado.
—Su majestad, le pido que se tome esta noche y reconsidere su decisión, ambos están muy alterados ¿Porque no intenta mañana ir a hablar nuevamente con ella?
—No cambiare mi decisión conde Urahara, tomare tu consejo e iré a hablar con ella mañana mismo pero le hare ver las ventajas de mi orden. —Sonrió seguro de sí mismo —Dijo que iría a su villa pero los preparativos le tomaran al menos dos o tres días, tengo confianza en mi don de convencimiento.
—Como lo desee su majestad. —Suspiro el rubio.
Urahara ya no comento nada más, pero no estaba seguro si el emperador podría convencer a la emperatriz, después de todo ella era igual o más terca que él.
Al día siguiente el emperador completamente renovado se dirigió al palacio de Orihime con su guardia y entro dispuesto a reforzar nuevamente su decreto.
Pero al llegar se encontró con la sorpresa de la habitación principal destrozada, la cual estaba siendo limpiada por las doncellas y la noticia de que la emperatriz había abandonado el palacio durante la noche llevando muy poco equipaje, ni siquiera le importó llevarse sus joyas.
Fue ahí que el emperador sintió verdaderamente la ausencia de la mujer de ojos castaños y su corazón que creía ya no albergaba nada por ella se sintió vacío y solitario.
—Su Majestad. — Ichigo voltea y ve a una mujer mayor que tiene su cabello canoso amarrado en un moño, viste un vestido sencillo y negro, que le da el estatus de líder de las criadas, y de ojos verdes claros. — ¿Qué hace aquí? La emperatriz no está pero su orden sigue vigente y usted no es bienvenido.
Aquella mujer de casi ochenta años había servido como capitana en la fuerza militar hasta el nacimiento de Ichigo, se le había ordenado (como a Richiro) cuidarlo como su niñera y protegerlo como soldado; cuando Orihime se casó con Ichigo, éste había asignado a Hinako que se quede en el palacio de la Emperatriz con el fin de protegerla y la pelinaranja le había dado el trabajo de administrar el palacio y custodiar las llaves que protegen las habitaciones más importantes; llaves que cuelgan en su cuello como un collar.
—Hinako. — Ichigo inclina su cabeza y eso obliga a su escolta de soldados que se inclinen también. — Vine a ver a Orihime por supuesto.
—Considerando la estupidez que dijo ayer, solo se me ocurre que viene a disculparse.
—Claro que no, solo le iba a hacer entender que todo es por su bien.
—Mi señor se ha vuelto estúpido entonces, ¿Debo llamar a su hermana para que tome el trono?
—Cuidado con tus palabras Hinako.
—Y usted cuidado con sus acciones mi señor... no olvide lo que le enseñe: un pueblo descontento o contenido, tarde o temprano es un Imperio extinto. — Se hace a un lado y se inclina sin prestar atención a la mirada molesta de su soberano. — Por favor, déjeme escoltarlo a la salida.
Sabiendo que no había elección y queriendo evitar disturbios, acepta su petición silenciosa.
